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Dolor y sufrimiento
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All content following this page was uploaded by Esperanza Ferrer Ferrandiz on 22 March 2015.
Los
medios
de
comunicación,
de
nuevo,
se
han
hecho
eco,
a
principios
del
mes
de
febrero,
del
“caso
de
las
sedaciones
del
Hospital
Severo
Ochoa”.
La
Justicia
ha
sobreseído
y
archivado
el
caso,
de
la
acusación
que
se
hacía
al
jefe
de
servicio
de
urgencias
de
dicho
hospital,
de
haber
causado
la
muerte
a
varias
personas
al
administrarles
dosis
inadecuadas
de
medicamentos
para
reducir
su
dolor
en
la
última
etapa
de
su
vida.
Sin
pretender
entrar
en
ninguna
de
las
polémicas
que
durante
estos
años
se
han
suscitado
en
torno
a
este
hecho,
si
nos
parece
interesante,
presentar
para
su
reflexión,
el
tema
del
dolor
y
el
sufrimiento
causados
a
los
seres
humanos,
por
enfermedades
que
han
llegado
en
su
evolución,
a
un
estadio
para
el
que
la
ciencia
ya
no
cuenta
con
medios
para
remediarlas.
Parece
oportuno
servirse
de
lo
escrito
por
acreditados
autores,
con
una
probada
experiencia
en
el
trato
con
personas
con
enfermedades
graves
y
en
situaciones
terminales,
pertenecientes
al
campo
de
la
medicina,
la
psicología
y
la
enfermería.
Aunque
habitualmente
los
términos
dolor
y
sufrimiento
son
usados
como
sinónimos,
hay
autores
como
Ramón
Bayés,
apoyado
en
los
postulados
de
Eric
Cassell,
que
establecen
diferencias
cualitativas,
este
último
autor
define
el
sufrimiento
en
clave
de
malestar
inducido
por
la
amenaza
de
la
pérdida
de
la
integridad
o
desintegración
de
la
persona,
con
independencia
de
su
causa.
Se
entiende
fácilmente
que
este
tipo
de
sufrimiento
es
mucho
más
profundo
que
el
dolor
físico,
podría
compararse
al
concepto
acuñado
por
Saunders
como
“dolor
total”.
Para
todas
estas
reflexiones
hay
que
partir
de
una
concepción
holística
del
ser
humano,
integral
y
complejo,
mucho
más
que
la
suma
de
sus
partes.
A
lo
largo
de
la
vida,
las
personas
atraviesan
por
situaciones
y
etapas
que
causan
sufrimiento,
pero
no
dolor
(en
el
sentido
de
dolor
físico).
Los
cambios
de
una
etapa
de
la
vida
a
otra,
la
adolescencia,
por
ejemplo,
causa
sufrimiento
a
quienes
la
viven,
ya
que
durante
ella
se
siente
el
malestar
que
causa
la
inseguridad,
la
amenaza
que
supone
la
pérdida
de
la
niñez,
la
incertidumbre
ante
los
retos
que
tendrá
que
asumir
y
el
creer
que
no
tiene
recursos
para
afrontar
ese
futuro.
La
vejez,
las
pérdidas
de
seres
queridos,
del
trabajo,
etc.,
causan
sufrimiento.
También
puede
haber
dolor
que
no
cause
sufrimiento,
un
dolor
físico
como
el
de
muelas
o
el
del
parto,
puede
ser
muy
intenso
y
molesto
para
quien
lo
padece,
pero
no
causa
sufrimiento
normalmente,
pues
la
persona
sabe
que
es
pasajero
y
que
se
tienen
recursos
para
paliarlo.
Cuando
en
situaciones
terminales
del
enfermar
se
está
próximo
al
final
de
la
vida,
habitualmente,
puede
haber
dolor
físico,
grandes
molestias
como
diseña,
confusión,
inquietud,
etc.,
y
también
sufrimiento
causado
por
la
certeza
de
las
múltiples
pérdidas
que
se
avecinan:
los
seres
queridos
a
quienes
se
tiene
que
dejar,
la
propia
vida
que
se
termina,
todo
lo
conocido,
puede
aparecer
la
incertidumbre
de
cómo
sucederá
en
realidad
el
tránsito
del
“ser
a
no
ser”,
todo
esto
unido,
es
lo
que
Saunders
define
como
“dolor
total”.
Cassell
afirma:
no
sufren
los
cuerpos
sufren
las
personas.
Las
consideraciones
y
percepciones
sobre
el
dolor
han
ido
cambiando
a
lo
largo
de
la
historia
de
la
humanidad,
la
religión
ha
tenido
una
gran
influencia
sobre
la
forma
de
entender
el
dolor
y
por
tanto,
de
tratarlo,
la
sentencia
bíblica
“parirás
con
dolor”
nos
ha
condicionado
durante
siglos;
es
cierto
también
que
hoy
desde
una
filosofía
basada
en
el
hedonismo,
prácticamente
nadie
está
dispuesto
a
aceptar
las
más
mínimas
molestias
que
del
hecho
de
vivir
se
derivan.
Los
profesionales
tanto
médicos
como
psicólogos
y
enfermeros
hemos
ido
evolucionando
hacia
la
convicción
de
que
es
preciso
conseguir
paliar
el
dolor
de
las
personas
al
final
de
su
vida,
siendo
conscientes
que
se
puede
conseguir
más
fácilmente
un
hospital
sin
dolor
que
un
hospital
sin
sufrimiento.
El
informe
Hastings
ya
planteaba
la
necesidad
de
cambiar
los
objetivos
de
la
medicina,
insistiendo
en
que
es
tan
importante
combatir
y
curar
la
enfermedad,
como
ayudar
a
bien
morir
a
los
que
irremediablemente
van
a
hacerlo.
La
Declaración
de
los
Derechos
del
moribundo
incluye
entre
otros
los
de
“ser
aliviado
de
sus
dolores,
no
morir
solo,
participar
en
las
decisiones
que
afecten
a
sus
cuidados”.
En
ese
mismo
sentido
podemos
encontrar
las
tesis
mantenidas
por
Henderson
y
Orem,
que
citan
como
objetivo
de
la
profesión
enfermera,
ayudar
a
las
personas
a
morir
en
paz.
Una
de
las
teorías
de
enfermería
más
reciente,
recoge
las
investigaciones
de
Ruland
C
y
Moore
S,
en
el
desarrollo
de
su
“teoría
del
final
tranquilo
de
la
vida”
definen
el
proceso
como
acciones
terapéuticas
enfermeras
dirigidas
a
promover
los
siguientes
desenlaces;
ausencia
de
dolor,
sentir
bienestar,
sentir
dignidad
y
respeto,
sentirse
en
paz
y
sentir
la
proximidad
de
los
allegados
y
de
los
cuidadores.
Esperanza
Ferrer
Ferrandiz
Directora
Educare21