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Universidad Industrial de Santander

Facultad de Ciencias Humanas


Escuela de Filosofía
Novela de la dictadura y el poder político
Pedro Antonio Villamizar Arias
Angélica María Becerra Estrada

Nicaragua: La historia del poder en una nación centroamericana

Sin duda, una nación permeada desde sus orígenes por una cultura de la opresión del poder
político y la semilla de la revolución ferviente, la cual afloró desde la inconformidad de sus
moradores ante este poder, con notables pretensiones libertarias, que sigue presente y luchando
hasta nuestros días, parece corresponderse con la definición de la Republica de Nicaragua, país
centroamericano ubicado en la zona oriental del mar Caribe, que limita por el costado sur con
Costa Rica, al norte con Honduras y por el poniente con el Océano Pacífico. Asimismo, sus
límites marítimos por este Océano colindan también con El Salvador, y sus anteriormente
mencionados vecinos países; a su vez, por el Atlántico, sus aguas lindan con las colombianas.

En sus 130 373 km², este país caribeño guarda una memoria histórica contada, desde un momento
pretérito en el cual surge la necesidad de una historicidad misma, por las burguesías y clases
dominantes, quienes constituían el poder político y, desde éste, trataban de dominar las demás
esferas, incluida la del conocimiento, en este caso, centrado más precisamente en el problema de
la nacionalidad y la carga histórica del “ser nicaragüense”, respondida y cohesionada a través de
ciertas bases ideológicas, fomentadas por la divulgación y la enseñanza de esta historicidad a los
más jóvenes en los diferentes ambientes escolares, a finales del siglo XIX, tesis de Guillermo
Fernández Ampié, quien, en su texto La imagen de Nicaragua y los nicaragüenses en el primer
texto utilizado en la enseñanza de la historia nacional (2009), nos muestra, entre otras cosas:

(…) la visión y el concepto que las elites nicaragüenses en ese entonces tenían de su propio
país, porque si bien fue escrito por un ciudadano francés, el hecho de haber sido designado por
el gobierno como texto oficial refleja cuando menos alguna identificación y simpatía entre la
forma en que el autor miraba a los nicaragüenses y las concepciones de la nación de estos
grupos en el poder.

Así, la historia nicaragüense oficial era, además de la única conocida por la población, una
creación dada desde una visión extranjera, la de Paul Lévy, compendiada en sus Notas
geográficas y económicas sobre la república de Nicaragua, de 1871, que pretendía la asimilación
de un carácter nacional de identificación de la masa del pueblo con ciertos ideales
correspondientes teleológicamente a la perpetuación del poder en unos pequeños círculos,
quienes, en últimas, determinaban no sólo que acontecimientos o pasados históricos contar y
como contarlos, sino, a su vez, el futuro de ese ideal de nación, unificada bajo una concepción
homogénea y representativa del pueblo y sus supuestos (y plasmados) intereses.

La enseñanza de la historia, tanto en Nicaragua como en cualquier otro país, conlleva, además del
reconocimiento e identificación de la población con la imagen de una nación común donde se
congregan todos sus ideales y características, también, el reconocimiento de la distinción entre la
nación a la que se pertenece y las naciones ajenas, y en ultimas, la concepción del mundo externo
a la nación, como la singularidad del país con relación al mundo, visión que, evidentemente, es
patrocinada por el Estado y replicada por el pueblo (2009, p.3), tal como lo señala Fernández. Por
esto, en la reiteración de Fernández acerca de la maleabilidad de historia y su enseñanza, los
textos históricos, promulgados en las escuelas y demás instituciones: “En última instancia
parecieran escritos no para que los escolares conozcan la riqueza de la historia, con las múltiples
interpretaciones, variantes y hasta contradicciones y complejidades, que como la vida misma
contiene el pasado” (p.4). Por ello, se abre la pregunta por la posibilidad de una historia distinta,
contada desde otras perspectivas menos afines a los círculos del poder gobernantes, o, por lo
menos, de la concientización de los habitantes, en este caso nicaragüenses, acerca de su
historicidad y la inoculación del variantes, tanto políticas, religiosas, ideológicas, a la que está
sometida como discurso.

Asimismo, otra pregunta pertinente con respecto a la historia nicaragüense misma es ¿Cómo y
cuándo se llegó a la concepción de Nicaragua como tal? Debido a la falta de precisión en los
documentos actuales para determinar sí el momento en el que el país merece y puede ser
nombrado de ese modo se dio inmediatamente después del descubrimiento y la posterior
colonización del lugar, al conocérsele ya como Provincia de Nicaragua, una extensión del imperio
español creada en 1527; la cual, evidentemente dista de la precolombina civilización de los
sumus, que no fue natalmente oriunda de ese territorio, sino, a partir de lis conflictos bélicos con
pueblos vecinos de Chontales, estos aborígenes migraron a la “tierra rodeada de agua” o ni-can-
atl-hua, para convertirse en ‘los dueños del agua de aquí’ o del ‘lugar donde existen dos grandes
depósitos de agua’, lejanos orígenes del nombre de aquella región, tal como lo rastrea Antonio
Esgueva Gómez, en Nicaragua en los documentos. Tomo I. (2006).

De este modo, debido a la fertilidad dada por la actividad volcánica de sus tierras, Nicaragua se
ha considerado siempre acta para la producción primaria, aspecto el cual los distintos gobiernos a
través de su historia han utilizado y sobreexplotado, y no precisamente para beneficio de todas las
gentes y los productores agrícolas mismos (agricultores, recolectores), sino para el de unos pocos,
quienes reciben las regalías; por ello, desde la época precolombina misma, debido a la separación
del pueblo de los nicaraos (uno parte de la tribu dirigida hacia la rivera del Bambana y la otra
hacia el rio Waspuk), y su posterior rencuentro, ya como dos tribus diferentes, surgió una guerra
por los territorios más cercanos a las orillas de los ríos y los suelos fertilizados por las erupciones
volcánicas, comenzando por el rapto de mujeres como forma de amedrentación mutua y, el robo
de alimentos almacenados en las viviendas y “graneros comunes” y de ganado, todo esto
documentado por el reconocido cronista de la época colonial Gonzalo Fernández de Oviedo
(2006, p. 5).

Esgueva también muestra la importancia de la transmisión de la tradición del pueblo nicarao, así,
se evidencia la conexión entre la historia y la religiosidad, puesto que esta tradición, oral, era
perpetuada a través de un rito anual o ceremonia del plenilunio, era la forma pedagógica de
rememorar y preservar la historia de su gente. No obstante, muy poca información se ha
conservado de ello en la actualidad (p. 5).

Posteriormente, en la época colonial, el problema del territorio pasó a ser discutido por los
colonos españoles y su reclamación de propiedad, querella que llegó formar parte de los asuntos
eclesiásticos, debido a la apelación papal por parte de la corona española, al catalogar como
problema jurídico la expropiación del terreno indígena, ya que, por su condición de impíos y
barbaros, no debían administrar correctamente a las tierras; así, las cualidades administrativas
españolas se solventaron en el violento desalojo de la población indígena y el irreconocimiento
del poderío de estos sobre su tierra, al apelarse a su sincretismo y las amplias diferencias
culturales con el imperio español (p.5,19). En consecuencia de ello, se dio el auge de la
esclavitud indígena, bastante cuestionada clandestinamente por algunos frailes y religiosos
católicos, quienes, como forma subversiva, alteraban las cuentas del número de esclavos vendidos
y muertos para que muchos pudiesen escapar, tal es el caso de Bartolomé de las Casas, tal como lo
muestra Esgueva:

(…) condenaba la realidad de una guerra injusta, que servía de base para justificar la
esclavitud; defendía la libertad de los indios y se exaltaba ante los inicuos procedimientos
utilizados para esclavizarlos. Tal cosa aparece claramente en el texto escogido en el que al
final hace un llamado al monarca y a los obispos para que contribuyan al reconocimiento de la
libertad de los indios, por ser personas naturalmente libres, cosa que ya, teóricamente, se
resaltaba en algunos textos de la legislación castellana; pero, en la práctica, se había impuesto
la explotación económica sobre las consideraciones de una legislación humanitaria. El texto
escogido lo fragmentamos en tres pensamientos: a) la defensa contra la guerra y la esclavitud
indígena; b) la condena a las formas de esclavizar; c) los Corolarios, una proposición a los
monarcas y obispos. (2006, p. 25).

Posteriormente, en 1630, debido a la actividad filibustera en Cabo gracias a Dios, el corsario Abraham
Blauvelt, reclamo algunas tierras nicaragüenses como colonia británica, estableciéndose la bahía de
Bluefields, terrenos que cedió a la corona británica en 1740. Posteriormente, debido a la necesidad de
unificación, se dio la creación de la anexión Centroamericana del Imperio de Iturbide, al quedar así
Nicaragua bajo los designios de la anexión dados desde México; posteriormente, debido a las
independencias de Guatemala y México, comenzaron las primeras luchas en 18111, las cuales
desembocaron en la independencia de 1821, por conflictos ideológicos entre las ambivalentes
tendencias gubernamentales al monarquismo y al republicanismo de los dos grupos libertarios, los
Gacistas y los Cacos ( estos últimos con tendencias más progresistas). No obstante, se conservó el
poder de la iglesia sobre la soberanía de los criollos, es decir, no se consiguió una independencia
verdadera, lo que provoco una frustración y caída de los movimientos independentistas (p.55).

Entre 1854-1856 estallo la primera guerra civil por choques ideológicos entre la población, unos con
tendencias más liberales y otros más tradicionalistas gobernados por la ideología legitimista de Fruto
Chamorro, quien fue derrocado, con ayuda de los filibusteros Fermín Ferrer y Walker,, los que
posteriormente riñeron con Patricio Rivas., otro filibustero, quien organizo otro bloque de gobierno
simultaneo a ese (2006, p. 6)Luego, surgió la Guerra Nacional, como lucha contra el gobierno
extranjero de los filibusteros y el resurgimiento de los movimientos independistas nicaragüenses, para
ello, se realizó la alianza entre las fuerzas centroamericanas y las nicaragüenses, quienes consiguieron
la victoria y el fin de la guerra en 1857 (p.6).

Por otro lado, Nicaragua, en la época moderna, al igual que varios países centroamericanos tuvo
un desarrollo capitalista tardío, también goza de un gran historial de mandatarios que solo
buscaban el bien individual, y un pueblo que era silenciado y obligado a vivir como instrumentos
de producción en pro de una mejor economía.

Actualmente se considera dictadura cuando no hay una rotación en el poder ejecutivo, esto quiere
decir que las dictaduras se construyen en torno a un individuo que estableció un solo partido de
gobierno o una oligarquía militar.

En 1912, a petición del entonces presidente Adolfo Díaz, las fuerzas militares de los Estados
Unidos invadieron Nicaragua, cosa que se prolongaría hasta 1925. Luego, ante la nueva
intervención en 1926, el líder nacionalista Augusto César Sandino fue un líder de la resistencia
nicaragüense contra el ejército de ocupación estadounidense. Su lucha guerrillera logró que las
tropas de los Estados Unidos salieran del país, no sin antes crear la Guardia Nacional y poner a su
frente al general Anastasio Somoza García quien, a traición, acabaría ordenando asesinar a
Sandino por órdenes de la Embajada norteamericana. (p. 233-234)
Luego, en 1936 mediante un golpe militar Somoza García destituyo al presidente liberal Juan B.,
afianzando de esta manera su poder, el cual legitimaria luego en enero de 1937 al elegirse como
presidente de Nicaragua, él conto con el apoyo de la clase dominante que veía en el a un
restaurador del orden social y un vehículo eficaz para garantizar su influencia en el gobierno. De
igual manera la dictadura pasaba a ser intermediaria del dominio norteamericano en Nicaragua (p.
234).

Somoza mantenía una dictadura que garantizaba el orden social mediante la represión política.
Este por no decir nicaragüense vendido, apoyó su gestión a través del control del ejército, el
aparato burocrático estatal; y una alianza con las facciones de la clase dominante, Somoza facilitó
la posibilidad de prácticas ilegales para su rápido enriquecimiento. En 1974 su fortuna se
calculaba en 400 millones de dólares, eso quiere decir que controlaba gran parte de la agricultura,
el comercio y la industria. Se convirtió en un gran monopolio, a base de mentiras, asesinatos, y
peor aún, la doblegación de un país ante otro en busca de intereses individuales (p. 235).

En el plano político, varios factores incidieron en la crisis de la dictadura, así, entre otros, un
hecho destacado fue el aumento de la represión política en el periodo de 1974-1978, motivado por
la tensión social en el país y la crisis socioeconómica. En 1974, los derechos constitucionales
fueron suspendidos, lo cual propicio acciones desmedidas de la guardia nacional en contra de los
opositores al régimen. Un ejemplo de esto fue la política de terror abierto en contra de los
campesinos, movimientos urbanos, activistas religiosos y de organizaciones políticas. Todos estos
elementos contribuyeron a empañar más la ya desgastada imagen internacional de la dictadura
somocista, a lo que se añadiría el inicio del gobierno de Jimmy Carter en los Estados Unidos, en
1977, quien proyectaba una imagen exterior de defensor de las libertades y los derechos humanos
(p. 238).

En el sentido político, poder es reacción o dirección. El pueblo sólo tiene el poder en cuanto se
garantice que nadie tiene potestad para quitárselo, ni siquiera una mayoría, por grande que sea
(exceptuada una hipotética unanimidad). Eso es lo que determina que no haya democracia
donde no hay un régimen constitucional que ponga limitaciones a las decisiones de los
gobernantes y donde no se garanticen algunos derechos a todos los habitantes a fin de que,
para determinar y fijar la decisión colectiva, se manifieste el conjunto de los mismos. Esa
seguridad no significa que no haya en el régimen en cuestión posibilidades de que la masa de
los habitantes se vea despojada del poder. No se trata de un problema de posibilidad sino de
posibilidad normativa, de licitud. Para que haya democracia tiene que ser ilícita cualquier
acción o decisión que venga a frustrar la continuada potestad colectiva, que redunde en una
pérdida de poder de esa colectividad —aunque emane de los propios gobernantes o, aunque
tenga el respaldo de la mayoría de los gobernados—. (Dictadura, democracia, república: Un
análisis conceptual por Lorenzo Peña CSIC - CCHS. Madrid. publ. en Memoria del Primer
Encuentro Internacional sobre el poder en el pasado y el presente de América Latina coord.
por Francisco Lizcano y Guadalupe Zamudio Toluca: Universidad Autónoma del Estado de
México, 2009 pp. 29-60. ISBN 978-607-422-069-8.)

La historia de Nicaragua es el reflejo de una línea de tiempo de corrupción, de poderío, de


dictaduras, el pueblo ha sido despojado de aquella seguridad y bienestar que debe representar un
estado para con sus ciudadanos. Actualmente el Gobierno de Daniel Ortega se comporta como un
régimen corrupto y autocrático al que importan menos el bienestar y las libertades de los
ciudadanos de Nicaragua que su propio poder, cuando se empeña incluso con violencia.
Las protestas contra su régimen, han sufrido un alud de amenazas, encarcelamientos e incluso
varios asesinatos, protagonizados por la policía o por escuadrones de la muerte. Ortega ha
intensificado su asalto contra la sociedad civil con el indisimulado propósito de anular cualquier
crítica.

Hace poco la policía agredió además a Carlos Fernando Chamorro, director de Confidencial,
un diario muy crítico que había publicado informaciones comprometedoras, como una
investigación que vinculaba a la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo, con la
represión. Que este medio se mantenga vivo desde habitaciones de hotel demuestra que
muchos periodistas nicaragüenses están dispuestos a defender ahora sus libertades, igual que
no se callaron bajo la dictadura de Anastasio Somoza. De hecho, el padre del director de
Confidencial fue Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por esbirros somocistas en 1978, un acto
que precipitó el final de aquel régimen. (Diario el País, publicado el 18 de diciembre de 2018)

Con este nuevo ataque, el propósito de Ortega no es solo silenciar las críticas del presente, sino
hacerlas imposibles en el futuro mediante la desarticulación de las estructuras que fortalecen una
sociedad civil ya muy debilitada. Así, vemos la similitud del gobierno de Ortega con el modelo
dictatorial, muy semejante a las pretensiones somocistas, que en ultimas pretender concentrar el
poder en un sólo estamento, bajo la fuerza de la represión y la coerción de la libertad de expresión
en contra de tan injustos procederes. Por ello, hoy en día, el pueblo nicaragüense sigue luchando,
sigue tratando de revindicar la resolución en contra del poder centralizado.

Referencias Bibliográficas

Esgueva, A. (2006). Nicaragua en los documentos. Tomo I. Managua, Nicaragua: Instituto de


Historia de Nicaragua y Centroamérica.

Fernández, G. (2009). La imagen de Nicaragua y los nicaragüenses en el primer texto


utilizado en la enseñanza de la historia nacional. Andamios. México: Universidad Nacional
Autónoma de México.

Fonseca, C. (2016). Antología del pensamiento crítico nicaragüense contemporáneo. Buenos


Aires: CLACSO.

Gonzales, R. (2009) Nicaragua. Dictadura y Revolución. MEMORIAS. Revista digital de


Historia y Arqueología desde el Caribe. Barranquilla, Colombia: Uninorte.

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