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I. INTRODUCCIÓN: BIZANCIO.
La primera iglesia de Santa Sofía data del siglo IV. Tras un incendio sufrido a principios del siglo V,
se inició la construcción de un nuevo templo. En el año 532, con motivo de los efectos causados por la
insurrección Nika, Justiniano intervino y mandó construir un templo, unido al palacio imperial, y
concebido desde sus inicios como el símbolo de su poder y sus pretensiones, lo que justificaría el
esplendor con el que se construyó. La leyenda testimonia que el emperador, al verlo terminado,
pronunció unas palabras que no dejan lugar a dudas sobre sus objetivos: «Te he vencido, Salomón».
Como era habitual en la práctica constructiva, intervinieron dos autores (o mekanopoioi): Antemio de
Tralles e Isidoro de Mileto, de formación matemática, más que arquitectónica. Posteriormente, Isidoro el
Joven realizó la nueva cúpula, tras derrumbarse la primitiva en el año 568.
Del estudio de la planta observamos que logra sintetizar magistralmente el esquema de planta
basilical habitual de tres naves de tradición occidental y la planta centralizada de tradición oriental.
Se consigue configurando una planta de tres naves (subrayada por el protagonismo de la nave central
que marca un eje que recorre todo el edificio hasta el altar), aunque inscritas en una planta de cruz
griega, (marcada por el protagonismo de la cúpula). Las tres naves configuran un rectángulo y están
precedidas por un patio (atrio) y un nártex doble. El rectángulo culmina con una pequeña cabecera
semicircular en el interior y poligonal en el exterior. En alzado, destaca la presencia de la tribuna
sobre las naves laterales (matronium) y el nártex. Las naves laterales se cubren mediante bóvedas de
arista y en el tramo central surge la gran aportación de Santa Sofía: su colosal cúpula (56 metros de
altura y 31 de diámetro).
El protagonismo de la cúpula es innegable, así como las soluciones que se aportaron para poder
sostenerla y a tanta altura. La cúpula se articula como una concha gallonada de cuarenta nervios y de
cuarenta plementos curvos, que se apoyan en cuatro pechinas (triángulos curvilíneos que permiten el
paso de la planta circular a la cuadrada); estas, a su vez, reposan en cuatro gruesos pilares, los únicos
elementos de la iglesia hechos en piedra. La cúpula cuenta con ventanas en los tramos de arranque,
que pueden conducir a cierta confusión al identificarlas como partes de un tambor. Combina el ladrillo
con el mortero, que confiere una gran ligereza al conjunto.
Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas
Dirección de las naves de la planta basilical Dirección de las naves de la planta de cruz griega
Santa Sofía sorprende, por tanto, por su luminosidad, procedente no sólo de las ventanas de la cúpula
central al quedar libre de pesos (se sostiene por los nervios, los plementos sólo recubren el espacio entre
nervio y nervio) sino también de las exedras mayores y menores y de los muros laterales. A ello hay que
añadir la utilización de mármoles polícromos en los pilares principales que lograban mitigar la percepción
visual de su grosor. Siguiendo con el análisis interior, destacar los capiteles bizantinos, en este caso
corintios de hojas planas y trabajadas a trépano buscando el claroscuro, y con amplios cimacios encima
para realzar y sobreelevar el apoyo de los arcos.
Como decoración interior destacar el programa iconográfico a base de mosaicos que enriquecían la
basílica con su colorido. Hoy día sólo se conservan algunos, diseminados por el templo. Las naves
laterales se dividen en dos pisos, por la ubicación del “matronium”, con columnas y pilares, y arcos de
medio punto que se alternan y se repiten rítmicamente en el piso superior.
Al exterior destaca el juego de volúmenes escalonados, que a modo de cascada se precipitan desde la
cúpula principal a las exedras mayores, a las exedras menores y finalmente a las pequeñas capillas del
nivel inferior, constituyendo una auténtica sinfonía de formas constructivas. Un carácter más pesado
adquieren los contrafuertes exteriores que reciben los empujes transversales de los arcos internos. Son
tan gruesos que los frentes laterales pierden algo de la agilidad constructiva del resto del edificio.
Matronium
Interior
Volúmenes exteriores
Cúpula central
A finales del siglo X (989), un nuevo terremoto volvieron a producirse desperfectos muy importantes
en la cúpula que obligaron a volverla a construir. Con la caída de Constantinopla en el 1453 por los
turcos, como ya se ha comentado, Santa Sofía se convirtió en una mezquita. De ahí la construcción de
los cuatro alminares. La reorientación del ábside y la transformación de la ornamentación interior.