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motivacion

La desmotivación es un estado que prácticamente todos hemos experimentado en alguna ocasión.


Cuando estamos desmotivados es como si las fuerzas nos abandonasen y muchas de las actividades
que antes nos animaban pierden su atractivo. A menudo esta sensación llega acompañada de apatía
y tristeza, perdemos el fuelle que nos mantenía en movimiento.

La desmotivación, al contrario, es la falta de esas razones para guiar nuestro comportamiento, es la


pérdida del entusiasmo, la disposición y la energía para llevar a cabo determinadas actividades. Es
un sentimiento de desesperanza y pesimismo que surge cuando nos enfrentamos a determinados
obstáculos. Obviamente, se trata de un estado interior muy limitante que incluso nos puede llegar
a bloquear en el plano emocional.

Síntomas

Algunos de los síntomas más evidentes:

Pérdida del interés por satisfacer las necesidades básicas, como comer o asearse.

Pensamientos negativos sobre sí mismo y su entorno. La persona piensa continuamente en términos


de fracaso y desestima sus capacidades.

Irritabilidad y cambios en el estado de ánimo. Lo más usual es que aparezcan signos de


desesperanza, disminuya el umbral de tolerancia a la frustración y se instaure la apatía.

Cambios en los hábitos de sueño. La persona generalmente comienza a sufrir insomnio y no logra
descansar lo suficiente.

¿Por qué estás desmotivado?

Esa sensación de desmotivación, aburrimiento, desánimo y apatía puede tener diferentes causas:

Miedo: El miedo es una emoción muy limitante que nos paraliza y nos impide avanzar. Cuando
tenemos miedo, aunque solo una parte de nosotros lo experimente, la desmotivación y la pérdida
del entusiasmo pueden actuar como un mecanismo de defensa que intenta mantenernos “a salvo”.

Motivos extrínsecos: Cuando el motivo que guía nuestros pasos está determinado por la presión
social, la desmotivación no tarda en aparecer, ya que en realidad actuamos movidos por los deseos
de los demás, sin tener en cuenta nuestras necesidades e intereses.

Cambio de necesidades: A lo largo de la vida nuestras necesidades cambian, pero a veces nos
empeñamos en mantener las mismas metas. En ese caso, nuestros objetivos pueden perder su
poder movilizador y la desmotivación se convierte en una señal de aviso que nos indica que
debemos cambiar el rumbo.

Ausencia de metas claras: Cuando no tenemos objetivos bien definidos que guíen nuestros pasos,
es fácil caer en la desmotivación, ya que sentimos que nos estamos esforzando sin saber muy bien
por qué. Se trata de un problema bastante común, sobre todo cuando tomamos decisiones por
inercia, movidos por las circunstancias y sin reflexionar sobre lo que realmente deseamos.
Falta de desafíos: Todos necesitamos poner a prueba nuestras capacidades ya que así crecemos
como personas y ganamos independencia y autonomía. Por eso, cuando emprendemos un proyecto
pero no tenemos suficiente libertad de acción y deja de representar un reto para convertirse en algo
mecánico, aparece la desmotivación.

Aburrimiento crónico: cuándo te encuentras aburrido en tu trabajo, realizando tareas mecánicas o


te sientes aburrido a nivel vital, viviendo una vida sin alicientes, puedes sentir que nada te motiva.

Áreas en las que podemos estar desmotivados

Hay diferentes tipos de desmotivación, dependiendo del área en el que ésta se produzca:

Desmotivación laboral. La falta de progreso en el trabajo, los problemas de comunicación, un mal


clima laboral, la falta de autonomía y la inseguridad son algunos de los factores que conducen a la
merma de la motivación laboral. Para la persona desmotivada, ir todos los días al trabajo demanda
un esfuerzo titánico y, obviamente, su productividad se ve afectada. Así se genera el fenómeno del
presentismo, empleados que están en su puesto de trabajo e incluso hacen más horas, pero que no
son más eficaces sino todo lo contrario.

Desmotivación escolar. El bullying, la incapacidad para suplir las necesidades educativas especiales
de algunos niños, los métodos educativos erróneos o la falta de apoyo en casa son algunas de las
causas que generan la desmotivación escolar. En estos casos, el niño puede negarse a ir a la escuela,
inventar síntomas ficticios o hacer novillos. A la larga, si este problema no se soluciona, el niño
puede abandonar los estudios. De hecho, la desmotivación es una de las principales causas del
fracaso escolar.

Desmotivación en la pareja. La rutina cotidiana, la falta de comunicación, los conflictos de


convivencia o incluso los cambios en los intereses son factores que conducen a la desmotivación en
la relación de pareja. En ese caso, uno de los miembros pierde el interés en la relación, se vuelve
apático e indiferente y se rompe el lazo emocional que los unía. Cuando esta situación no se revierte,
es probable que la pareja termine rompiendo.

Desmotivación existencial. Hay ocasiones en que la desmotivación no se limita a una esfera sino
que se extiende prácticamente a todas las áreas de la vida, entonces se trata de una crisis existencial.
En estos casos, la persona pasa por un periodo marcado por la tristeza y la desesperanza, en el cual
se plantea algunas cuestiones existenciales, como por ejemplo: ¿Cuál es mi objetivo en este mundo?
¿Qué haré con mi vida? ¿Qué sentido tiene vivir si voy a morir? Cuando la crisis existencial no se
resuelve y la persona no encuentra motivos suficientemente válidos, suele aparecer la depresión.

Las consecuencias de la falta de motivación

La desmotivación no es necesariamente un estado negativo. De hecho, en algunos casos puede ser


una señal de alarma que nos indica que debemos reflexionar y cambiar el rumbo pues lo que
estamos haciendo no nos satisface ni nos hace felices. Por eso, cuando la desmotivación toca a
nuestra puerta, no debemos hacer oídos sordos.
Estrés laboral
Cuando hablamos de estrés laboral, todos creemos saber exactamente lo que significa y, en muchos
casos, no es así.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como un conjunto de reacciones


fisiológicas que preparan al organismo para la acción.

Estas reacciones físicas pueden estar protagonizadas por sensaciones como: tensión, agobio,
angustia o nerviosismo. Dependiendo del individuo y de sus experiencias, estas sensaciones pueden
ser canalizadas de una forma u otra, que podría ser beneficiosa o no.

Como podemos observar, el concepto de estrés no lleva ligada, en principio, ninguna connotación
negativa; sin embargo, puede resultar perjudicial para la salud y debe ser prevenido.

Tipos de estrés

Todas las personas estamos sometidas a un nivel mínimo de estrés que, en situaciones concretas,
puede aumentar y, dependiendo de la capacidad de reacción que tenga nuestro organismo, puede
producir:

Un efecto positivo (eustrés o estrés positivo)

O un efecto negativo (distrés o estrés negativo)

Es aquí donde empezamos a introducir la visión adversa que el estrés genera en la sociedad, pues
un grado de estrés moderado, que remita cuando el estímulo cesa, puede ayudar al organismo a
lograr sus objetivos, pero, en caso de que el nivel de estrés no decrezca y se mantenga en cotas altas
durante un período de tiempo prolongado, comienzan a aparecer síntomas negativos.

Las causas del estrés

Ante esta situación, cabe destacar que el estrés, y en concreto el estrés laboral, está definido por la
Organización Internacional del Trabajo como una patología y ha sido incluso catalogado como la
epidemia del siglo XXI.

En la situación concreta del estrés laboral, las causas están más claras, y suelen coincidir en todos
los casos con:

Una elevada presión en el entorno de trabajo, ya sea ocasionada por un elevado grado de
responsabilidad.

Excesiva carga de tareas.

Relaciones laborales insatisfactorias.


Ambiente físico-laboral inadecuado o una combinación de factores.

En cuanto a las causas, es también importante resaltar que unos mismos factores estresores pueden
ocasionar diferentes respuestas dependiendo del individuo: para algunos trabajadores una elevada
responsabilidad generará eustrés, lo cual potenciará la sensación de confianza y control, mientras
que, para otros, la misma situación se convertirá en un factor de riesgo y podrá producir distrés.

El matiz diferencial entre el estrés común y el estrés laboral reside exclusivamente en el origen de
este, pero las consecuencias y los problemas de salud que este último provoca, no se quedan en el
trabajo y pueden incluso afectar al entorno más próximo del individuo.

Estrés laboral y el Síndrome de Burnout

Dentro del estrés laboral, podemos encontrar el Síndrome de Burnout, conocido más comúnmente
como el síndrome del desgaste ocupacional o del trabajador quemado, un tipo de estrés laboral
caracterizado por el progresivo agotamiento, tanto mental como físico, que acaba convirtiéndose
en crónico.

Esta patología, descrita por primera vez en la década de los 60, suele darse con mayor frecuencia
en áreas de trabajo que requieren un contacto con terceras personas, como pueden ser la sanidad,
la educación o la atención al cliente.

Buenas prácticas frente al estrés laboral

Prevenir y actuar contra el estrés laboral debe ser tarea tanto del directivo de una compañía como
de un trabajador, pues tiene consecuencias negativas para todas las partes.

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