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Allen P. Ross
Tradicción: Elizabeth C. de Marquez, Diana M. de Peláez y
Bernardino Vázquez
INTRODUCCIÓN
De todos los libros del A.T., el de Salmos es el que representa más vívidamente la fe del
individuo en el Señor. Los salmos son la respuesta inspirada del corazón humano a la
revelación que Dios hace de sí mismo en la ley, la historia y la profecía. Los creyentes
de todos los tiempos se han apropiado de esta colección de oraciones y alabanzas para
expresar su adoración, tanto en público, como en sus meditaciones personales.
Título del libro. El título “Salmos” (o “Salterio”) proviene de la LXX, trad. gr. del A.T.
En el Códice Vaticano (del s. IV d.C.) se usa el título Psalmoi con el subtítulo Biblos
psalmon (“Libro de los Salmos”). En el Códice Alejandrino (del s. V) aparece el
nombre Psalterion. La palabra gr. psalmos, que es trad. del vocablo hebr. mizmôr,
significa música acompañada de instrumentos de cuerda. Bajo la influencia de la LXX y
del cristianismo, la palabra psalmos llegó a designar un “himno de alabanza” sin hacer
énfasis en el acompañamiento de instrumentos de cuerda (Christoph Barth, Introduction
to the Psalms, “Introducción a los Salmos”, N.Y.: Scribners and Sons, 1966, pág. 1).
Debido a que mizmôr aparece en los títulos de 57 de los salmos, los traductores griegos
utilizaron la trad. de esa palabra para dar título a toda la colección.
En la Biblia hebr., el título de este libro es sēp̱er tehillîm, “Libro de Alabanzas”,
refiriéndose a su contenido y no tanto a su forma. Ese nombre es muy adecuado para
referirse a la colección de himnos que se usaban en la adoración del pueblo de Israel, ya
que la mayoría de los salmos contienen un elemento de alabanza. Claus Westermann, en
su estudio de los salmos de lamento individual, encontró que sin excepción, todos ellos
van más allá de la queja y la petición para expresar alabanzas al Señor (The Praise of
God in the Psalms, “La Alabanza a Dios en los Salmos”, pág. 74). En los títulos, la
palabra tehillâh (“alabanza”) sólo aparece una sola vez (Sal. 145), pero se usa unas 28
veces a lo largo del libro. Es posible que tehillîm sea el nombre técnico del libro, ya que
el pl. normal de tehillâh es tehillôṯ.
Su lugar en el canon. En la Biblia hebr., este libro pertenece a la tercera sección, la
cual se llama Escrituras (después de las secciones de la Ley y los Profetas). En los
manuscritos hebr., generalmente aparece al principio de esa división.
Este arreglo del canon bíblico no se sigue en nuestra versión, donde el orden se basa
en las versiones griegas y latinas. En ellas, parece que el arreglo de los Profetas y las
Escrituras es tópico y cronológico.
Naturaleza de los salmos
LXX Septuaginta
s. siglo
pl. plural
1. Poesía lírica religiosa. Salmos es la más grande colección de poesía lírica antigua
que existe, misma que expresa directamente las emociones individuales del poeta.
Debido a que forma parte del A.T., necesariamente esa poesía es religiosa. La poesía
lírica religiosa expresa las emociones y sentimientos que conmueven al poeta al pensar
en Dios y al dirigirse a él (A.F. Kirkpatrick, The Book of Psalms, “El Libro de los
Salmos”, pág. x).
Muchos salmos se dirigen a Dios directamente, expresando en forma poética
peticiones y alabanzas. Revelan todos los sentimientos religiosos del creyente—
temores, dudas y tragedias, así como triunfos, alegrías y esperanzas. Con frecuencia, los
salmistas tomaban de sus experiencias para ejemplificar las necesidades de la gente y la
bondad y misericordia de Dios. Al cantar su gratitud por las liberaciones pasadas en
forma de poesía didáctica fácil de recordar, los salmistas proporcionan al creyente
apoyo y alivio en sus horas de prueba, y le advierten contra la incredulidad y
desobediencia. En este aspecto, los salmistas entonaban cánticos de gozo al reconocer
que la ley de Dios es la guía de su conducta y la que les dirige para obtener prosperidad.
Varios salmos también incluyen la “sabiduría” o filosofía de la vida de Israel. Además,
reflejan las enseñanzas morales de los Proverbios y otras obras de literatura sapiencial.
Debido a que los salmos formaban el “himnario” del templo, a menudo celebran las
ordenanzas del santuario y se gozan en el privilegio de acercarse a Dios en su santo
monte. Este aspecto de los salmos, combinado con el despliegue de sentimientos
religiosos personales que contienen, hacen de ellos la expresión más poderosa y
completa de la adoración del antiguo Israel. Además, debido a que adoptaron la forma
de poesía lírica, se hicieron inolvidables.
Salmos revela que el israelita era un pueblo intensamente religioso, que adoraba a
Dios y que poseía un fuerte sentido del bien y del mal. Debido a que se consideraba el
pueblo del pacto de Dios, se oponía a la impiedad e incredulidad. Sus actividades
cotidianas, sus fiestas nacionales y su esfuerzo militar, se realizaban con entrega
religiosa. Debido a que sus cantos reflejan esa entrega, los hace más que útiles para la
edificación de toda la familia de la fe.
2. Lenguaje evocador. La poesía lírica difiere de otras formas literarias en que es
una forma más concentrada de discurso que incluye deliberadamente más elementos
artísticos. La concentración se logra a través del uso de imágenes, símbolos, figuras,
vocabulario emotivo y múltiples significados. Las imágenes utilizadas en los salmos son
terrenales, porque principalmente, Israel era una nación agrícola y pastoril que vivía en
el campo, cerca de la naturaleza. También utiliza figuras militares, porque a menudo se
enzarzó en guerras para conquistar la tierra o para repeler los ataques de otras naciones
que a veces Dios utilizaba para disciplinarlos. Para entender completamente las
expresiones poéticas que usaban, debemos conocer las experiencias culturales de ese
pueblo.
El lenguaje evocador que aparece en el discurso poético permitió a los salmistas
lograr simultáneamente varios propósitos. El hecho de que la verdad se presente en
cuadros verbales, evoca en el lector las emociones que el poeta sintió cuando escribió
sus líneas; y puede comprender así la significancia emocional de las palabras junto con
su sentido intelectual. Por ejemplo, el poeta describe la vitalidad y estabilidad de un
hombre justo usando la figura de un árbol plantado junto a arroyos de aguas, o el miedo
del cobarde al compararlo con la cera que se derrite, o los ataques verbales de los
impíos, usando la imagen de espadas y flechas. Por eso, una exposición de Salmos debe
ser sensible a esas imágenes si pretende apreciar tanto el significado intelectual como el
emocional de su poesía. En concreto, el libro de los Salmos debe ser tratado como
poesía lírica religiosa.
En el libro aparecen varios encabezados para designar los distintos tipos de salmos
que hay en él. Mizmôr, que se trad. “salmos” aparece en 57 de ellos. Ese término se
refiere a un cántico acompañado de instrumentos de cuerda. “Himno” es trad. de šîr y se
aplica a 32 salmos. Un maśkîl probablemente significa “poema contemplativo” y 13
salmos llevan ese encabezado. La designación miḵtām se encuentra en 6 salmos.
Posteriormente se llegó a creer que significaba “epigrama” o “poema inscrito”, pero
esto es discutible. Cinco salmos se designan como “oraciones” (tep̱illâh), y uno se llama
“de alabanza” (tehillâh, Sal. 145).
3. Metro. El hecho de que los salmos sean medios artísticos, despliegan en mayor
medida y frecuencia los componentes de la expresión artística, incluyendo patrón,
diseño, unidad, equilibrio, armonía y variación. Los salmistas eran muy creativos y
poseían una gran imaginación. Por eso, consideraban que su arte era crucial para
expresar el significado del contenido.
Un elemento básico de la poesía es el metro. La poesía hebr. ciertamente tiene metro
y ritmo, pero todavía no es posible identificar y determinar su metro con algún grado de
certidumbre. La mayoría de los comentaristas quedan satisfechos con contar el número
de palabras hebr. acentuadas o unidades de palabras que hay en una línea como base
para hacer su análisis poético. Debido a que sólo unos cuantos salmos siguen en forma
consistente un patrón métrico o contienen palabras acentuadas, son poco convincentes
los intentos que se han hecho para reconstruir el texto siguiendo ideas preconcebidas o
novedosas para encontrar la métrica.
4. Paralelismo. La característica predominante de la estructura poética hebr. es la
repetición de un significado en expresiones paralelas—el llamado paralelismo poético.
Generalmente, la estrofa poética bíblica tiene dos o más de esas unidades paralelas. La
relación entre ellas debe estudiarse para determinar el énfasis que tiene cada verso como
un todo. Se han hecho comunes las siguientes categorías de paralelismos, y pueden
usarse para analizar las relaciones que hay entre las distintas unidades paralelas (V.
A.A. Anderson, The Book of Psalms, “El Libro de los Salmos”, 1:40–42; y James L.
Kugel, The Idea of Biblical Poetry: Parallelism and Its History, “El concepto de la
poesía bíblica: el paralelismo y su historia”. New Haven, Conn.: Yale University Press,
1981.
Paralelismo sinónimo. Describe la similitud más cercana entre cada una de las dos
líneas consecutivas. El término o unidad de pensamiento que aparece en una parte se
compara con un término o unidad de pensamiento equivalente en la otra. En los
siguientes ejemplos, los elementos paralelos se han dividido según las palabras que
aparecen acentuadas en el verso hebr.:
“Después entró / Israel / en Egipto;//
Y Jacob / moró / en la tierra de Cam” (Sal. 105:23).
Paralelismo antitético. Equilibra los elementos paralelos a través de la oposición o
contraste de pensamientos:
“En la mañana / florece / y se renueva;//
a la tarde / es cortada / y se seca (90:6).
Paralelismo emblemático. Aparece cuando una de las unidades paralelas es una
ampliación metafórica de la otra:
“Como el padre / se compadece / de sus hijos,//
“se compadece / Jehová / de los que le temen” (103:13).
El orden de las palabras no necesariamente debe ser igual en las expresiones
paralelas del verso. De hecho, algunas veces se invierte el orden de las palabras de la
segunda parte para formar un quiasmo poético. Además, con frecuencia el paralelismo
está incompleto. Dentro de esto, se pueden distinguir dos tipos:
Paralelismo incompleto con compensado. Se refiere a un verso donde sólo algunos
de los términos son paralelos, aunque cada parte tiene el mismo número de términos:
“Su fruto / destruirás / de la tierra,//
y su descendencia / de entre / los hijos de los hombres” (21:10).
Este tipo también puede aparecer en expresiones repetidas en un paralelismo
escalonado conocido como paralelismo de clímax:
“Tributad / a Jehová / oh hijos de los poderosos,//
Dad / a Jehová/ la gloria y el poder,//
Dad / a Jehová / la gloria debida a su nombre;
Adorad / a Jehová / en la hermosura de su santidad” (29:1–2).
Paralelismo incompleto sin compensación. Se refiere a un verso en el que una de las
líneas tiene menos términos:
“Jehová, / no me reprendas / en tu enojo,//
ni me castigues / con tu ira” (6:1).
Cuando la segunda expresión paralela es de compensación (i.e., cuando
sencillamente continúa el pensamiento de la primera), el paralelismo se describe como
formal (y por lo tanto, en realidad no es un paralelismo):
“Pero yo he puesto / mi rey//
sobre Sion, / mi santo monte” (2:6).
Algunos estudiosos encuentran que es conveniente usar la categoría general llamada
“paralelismo sintético” de Lowth en vez de “paralelismo incompleto”. En el paralelismo
sintético, la segunda línea amplía la idea de la primera.
El paralelismo describe la relación que hay entre las expresiones de los versos
(paralelismo interno); a veces también refleja la relación que hay entre los versos
(paralelismo externo).
5. Arreglos estilísticos. Con excepción de algunos salmos, no es común el arreglo de
líneas poéticas para formar estrofas. Quizá el mejor ejemplo de esto es el salmo 119,
porque se divide en 22 estrofas de ocho versos cada una. Pero pocos salmos contienen
un refrán para marcar el arreglo por estrofas (e.g., 42:5, 11; 43:5; 57:5, 11; 80:3, 7, 19).
Algunos salmos están compuestos en forma alfabética a manera de acróstico, i.e.,
cada verso empieza con una letra diferente del alfabeto hebr. siguiendo su orden
consecutivo (Sal. 9–10 [juntos, estos dos salmos son un poema acróstico]; 25; 34; 37;
111–112; 145). Este arreglo también se utiliza en el salmo 119, donde cada uno de los
ocho versos de cada una de las 22 estrofas empieza con la misma letra. Entre otros, esa
estructuración debe haber tenido como propósito que sirviera como ayuda
mnemotécnica.
6. Música y melodía. En las alabanzas de Israel se menciona el uso de la música e
instrumentos musicales. Se nombran címbalos, tamboriles, instrumentos de viento, así
como instrumentos de cuerdas de varios tipos, indicando que debe haber existido el
acompañamiento musical en gran escala.
Además, muchas de las instrucciones que aparecen en los encabezados de los
salmos indican qué clase de actividades musicales se realizaban. Principalmente, están
las instrucciones “al músico principal” (lamnaṣṣēaḥ, “al director musical”, NVI99) que
aparecen en 55 salmos. Aunque existen muchas especulaciones acerca de ese título,
quizá se refiere al director principal encargado de la música del templo. Es probable que
sing. singular
lit. literalmente
Las Escrituras aseguran que David fue cantor de himnos y el principal organizador
de las cofradías de músicos del santuario (1 Cr. 15:3–28; 16:4–43; 23:1–5; 25; 2 S. 6:5;
también cf. 1 Cr. 13:8). Además, las tradiciones de Israel recuerdan a David como
escritor de poesía sagrada.
Por otro lado, la construcción gramatical de la preposición lāmeḏ junto con el
nombre de “David” (leḏāwiḏ) ciertamente puede referirse a la autoría del salmo. La
preposición puede trad. como “a”, “para”, o “de”, o aun de otras formas. Su uso para
distinguir la autoría ha sido bien comprobado en las inscripciones semíticas del
noroeste, por otros dialectos semitas como el árabe, y otros pasajes bíblicos como
Habacuc 3:1 (“de Habacuc”). Aunque un traductor podría interpretar esa preposición de
otra manera, hay suficiente evidencia para apoyar su uso al designar al autor de los
salmos.
No obstante, cada salmo debe estudiarse individualmente, y los encabezados que
utilizan la preposición lāmeḏ deben trad. según su evidencia interna, porque ésta se usa
en una gran variedad de formas. La reacción demasiado negativa a esos encabezados
como indicadores de quién es su autor, es parte del escepticismo general en cuanto a la
antigüedad de los salmos. Aunque algunos eruditos críticos han sugerido que muchos de
los salmos se escribieron en el período posexílico o el de los macabeos, hay evidencias
obtenidas de las tablas ugaríticas de Ras Shamra que prueban la antigüedad de ese tipo
de expresión poética. Por lo tanto, los expositores de Salmos deben investigar
cuidadosamente las evidencias relativas a las inscripciones que parecen indicar de qué
autor se trata. También debemos recordar que Cristo y sus apóstoles consideraban que
éstas eran testimonio de la autoría individual de los salmos.
Si aceptamos las indicaciones de autoría como ciertas, la siguiente tabulación puede
ser útil para el estudio de los 90 salmos que las tienen: el salmo 90 se atribuye a Moisés;
73 de los salmos a David; Salmos 50, 73–83 son de Asaf; Hemán ezraíta escribió el
salmo 88; Etán ezraíta (cf. 1 R. 4:31) escribió el 89; y se indica que Salomón es autor de
Salmos 72 y 127. (Asaf, Hemán y Etán eran músicos levitas; 1 Cr. 15:17, 19; cf. 1 Cr.
6:39; 2 Cr. 5:12).
Entonces, la escritura de los salmos abarca el período desde Moisés hasta el regreso
de la cautividad, porque algunos de los salmos, como indica su contenido, claramente
son del período posexílico.
Además de la preposición lāmeḏ unida a un nombre para designar a su autor, varios
salmos contienen pequeños apuntes informativos acerca de la vida de David. Es difícil
decir cuándo se escribieron esas inscripciones, pero no hay razón para dudar de su
antigüedad. Catorce salmos contienen notas históricas.
Salmos 59 está relacionado con 1 Samuel 19:11.
El salmo 56 se relaciona con 1 Samuel 21:10–15.
Salmos 34 está conectado con 1 Samuel 21:10–22:2.
El salmo 52 se relaciona con 1 Samuel 22:9.
Salmos 54 está relacionado con 1 Samuel 23:15–23.
Salmos 7 puede tener relación con 1 Samuel 23:24–29 (aunque esto es dudoso).
El salmo 57 se relaciona con el incidente de Adulam (1 S. 22:1–2) o de Engadi (1 S.
24).
Salmos 142, otro de los pasajes que relata la estancia de David en una cueva, podría
referirse también a cualquiera de las instancias mencionadas antes.
El salmo 60 procede de 2 Samuel 8:8, 13; y 1 Crónicas 18:9–12.
Salmos 18 es casi idéntico a 2 Samuel 22.
El salmo 51 se basa en el incidente del pecado de David que se menciona en 2
Samuel 11–12.
El salmo 3 parece relacionarse con 2 Samuel 15–18.
Salmos 63 puede estar relacionado con 2 Samuel 15:23.
Salmos 30 puede estar conectado con 1 Crónicas 21:1–22:1. (El contenido del salmo
30 sugiere que David lo escribió para la dedicación el templo después que pecó al
censar al pueblo y compró los terrenos para construir el santuario.)
Así que esas anotaciones dan fe de que muchos de los salmos fueron escritos por
David mismo, y que varios se relacionaron con acontecimientos de su juventud.
Formación del salterio. Puesto que la composición de los salmos abarcó un período tan
extenso, deben haber habido varias etapas en su formación. Ya se ha mencionado que
David organizó la música para la adoración en el templo. Salmos 72:20 contiene la
anotación: “Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí”. Algunos de los salmos
anteriores al 72 no se adjudican a ese rey, y 17 después de ese salmo sí se le acreditan.
Entonces, esa nota se refiere a una colección temprana de salmos.
Durante sus reformas, otros reyes también reorganizaron los gremios musicales y a
los músicos del templo. Salomón organizó los cantos en el santuario (2 Cr. 5:11–14;
7:6; 9:11; Ec. 2:8). Josafat lo hizo también (2 Cr. 20:21–22), así como Joiada (2 Cr.
23:18). Una de las reformas de Ezequías consistió en restablecer los gremios de músicos
(2 Cr. 29:25–28, 30; 30:21; 31:2). Ezequías instruyó a los levitas para que cantaran
alabanzas usando las palabras de David y Asaf (2 Cr. 29:30), lo cual sugiere que había
dos colecciones de salmos. Posteriormente, Josías reinstaló la música en el templo así
como a las cofradías de músicos (2 Cr. 35:15, 25).
Entonces, el desarrollo del salterio pudo haber sido gradual, siendo revisado y
reorganizado con frecuencia. La primera etapa pudo haber sido la composición de
salmos individuales, algunos de los cuales se recolectaban para usarse en la adoración.
Pero no todos los antiguos salmos hebreos se tomaron en cuenta para ese himnario. No
se consideraron los cánticos de Moisés (Éx. 15:1–18; Dt. 32:1–42), María (Éx. 15:21),
Débora (Jue. 5), Jonás (Jon. 2) y aun algunos himnos de David (2 S. 1). En tiempos de
ese rey, los levitas también compusieron salmos para los servicios del templo (1 Cr.
16:4).
Tal vez la siguiente etapa fue formar la colección de salmos. Es posible que se
incluyeran algunos cánticos de David, así como los de Asaf. También se reunieron otras
colecciones, como los cánticos graduales o de los peregrinos (Sal. 120–134).
Esas colecciones más pequeñas entonces se incluyeron en los libros que ahora
existen. El Libro I está formado de Salmos 1–41; el Libro II incluye Salmos 42–72; el
libro III abarca Salmos 73–89; el libro IV está compuesto de Salmos 90–106; y el Libro
V incluye Salmos 107–150. Cada una de esas secciones concluye con una doxología, y
la totalidad del Salterio concluye con el salmo 150, que es una doxología grandiosa. La
evidencia más antigua de esas cinco divisiones proviene de los rollos de Qumrán
(encontrados cerca del mar Muerto) que fueron copiados poco después del comienzo de
la era cristiana.
La etapa final en la formación del salterio pudo haberse realizado con la
intervención del editor final. El orden actual muestra la influencia de un solo individuo.
Aun así, la colección no parece incluir el desarrollo de un solo argumento a través de
toda ella.
Así que para cuando se cerró el canon del A.T., las colecciones de cánticos y salmos
ya se encontraban en su forma actual.
El texto de Salmos. En los mss. de Salmos, cuando menos se encuentran tres tipos de
textos. La Biblia hebr.; i.e., el Texto Masorético (TM), ciertamente representa el mejor
texto. Los manuscritos de esa familia preservaron las mejores lecturas, aun cuando a
veces eran arcaicas, raras, o difíciles. Esa preservación demuestra la alta estima que los
escribas tenían por el texto que recibieron. Sin embargo, los traductores y comentaristas
ocasionalmente se han tomado algunas libertades para enmendar el texto en su afán de
resolver algunas de esas dificultades. Los cambios sugeridos por ellos deben estudiarse
con cuidado.
En la LXX en gr., el texto de los salmos se basa en una tradición textual distinta e
inferior al TM. En los casos en que el hebr. era especialmente raro o difícil, y los trad.
griegos encontraban alguna dificultad, a menudo emparejaban el texto para hacerlo más
fluido. Jerónimo y los traductores de otras Biblias dependieron grandemente de los
textos gr.
La numeración de los salmos en gr. difiere del hebr. Es importante recordar esto
cuando se consultan los comentarios católicorromanos o los mismos textos latinos o gr.
Lo siguiente ilustra esto:
TM LXX
9–10 9
11–113 10–112
114–115 113
116:1–9 114
116:10–19 115
117–146 116–145
147:1–11 146
147:12–20 147
148–150 148–150
Es más, las versiones gr., inglesas y españolas no incluyen las notas como parte de
la numeración de los vv. como hace la hebr. Con frecuencia, entonces, los números de
los vv. del texto hebr. (y las referencias en otros libros que hacen alusión a ellos) son
siempre uno o más vv. arriba.
TM texto masorético
Un tercer tipo de textos aparece en el libro correspondiente a Salmos de los rollos
encontrados en el mar Muerto. Ese texto también es inferior al TM.
Tendencias al estudiar Salmos. Con el paso de los siglos, han prevalecido distintos
acercamientos para estudiar esta colección. La mayoría de estudiosos conservadores
probablemente confían en los antiguos pero útiles comentarios históricos, algunos de los
cuales proceden del s. XIX. Los comentarios de J.A. Alexander, Franz Delitzsch,
Alexander Maclaren y J.J.S. Perowne proveen interpretaciones históricas y gramaticales
del texto. Sin embargo, cuando reconstruyen las circunstancias de los salmos, en
ocasiones van más allá de las evidencias visibles.
El método literario-analítico de estudiar la Escritura puede observarse en el
comentario de C.A. Briggs. Basándose en las ideas teológicas, estructura poética y
filología de Salmos, supuso que la mayoría de ellos habían sido escritos en el período de
los macabeos (ca. 150 a.C.)
Una serie de estudios más provechosa procede del método de crítica de las formas
de Salmos. Hermann Gunkel fue el pionero de ese acercamiento y se encuentra en su
libro Einleitung in die Psalmen, Introduction to the Psalms, “Introducción a Salmos”,
trad. por Thomas Horner. Filadelfia: Fortress Press, 1967). El método considera que los
salmos debían cantarse en los actos rituales de adoración de Israel. Primero Samuel
1:24–2:10 y 1 Crónicas 16:1–37 dan evidencia de ese acercamiento a la salmodia.
Entonces, la tarea era determinar las circunstancias que rodearon la formación de cada
salmo.
La crítica de las formas también determinó que los salmos que se usaban en las
mismas actividades rituales del templo tenían características comunes, tales como
vocabulario, ideas y modos, y formas de expresión. Al comparar éstas, se podrían
agrupar los diferentes tipos de salmos.
Desde este acercamiento, se pudieron reconocer algunas categorías de los distintos
tipos de salmos. Éstos incluyen lamentos individuales y nacionales, acciones de gracias
de individuos, e himnos. También existen subtipos, como salmos reales, de los
peregrinos, de victoria, cánticos a Sion, salmos de entronización, de la tôrâh (la ley) y
de sabiduría.
Muchos críticos de las formas creyeron que podrían trazar el desarrollo de esos tipos
de salmos. Como resultado, la mayoría de los salmos fueron considerados
composiciones sacerdotales con fines litúrgicos, no como poemas de santos
independientes que escribieron acerca de sus experiencias con Dios. Ese esfuerzo de la
crítica de formas ha hecho que muchos expositores rechacen todo el sistema. Esto es
infortunado, porque se han producido muchas cosas buenas de ese método.
Las siguientes clasificaciones de tipos de salmos se han usado para gran beneficio y
comprensión de ellos.
1. Lamentos individuales. Esos salmos se consideran oraciones pidiendo ayuda en la
aflicción. Constan de las siguientes partes:
a. Clamor introductorio a Dios. El salmista se vuelve a Dios de inmediato y derrama
su corazón en un breve discurso (con frecuencia es un resumen del tema del salmo).
b. Lamento. Enseguida, el salmista expresa su estado lamentable. Al describir sus
dificultades, declara lo que le han hecho sus enemigos, las estrecheces por las que está
pasando, y lo que Dios había o no había hecho.
c. Confesión de confianza en Dios. Dejando su queja, el salmista declara su
confianza absoluta en el Señor. Algunas de esas secciones se amplían para convertirse
en salmos completos de seguridad y confianza.
ca. cerca de
d. Petición. A continuación, el salmista pide la intervención divina a favor de él para
rescatarlo.
e. Promesa de alabarlo o expresión de alabanza. El salmista concluye su lamento
con una expresión llena de alabanza a Dios por responder a su oración. Debido a que
esa sección forma parte de la oración provocada por la aflicción, se ha descrito como un
juramento—que es lo que el poeta diría delante de la congregación cuando el Señor
hubiera contestado su petición. Estando seguro de que el Señor le contestaría, el
salmista empieza a adorarlo dentro de su oración. Claus Westermann sugiere que en
medio de la oración del salmista, Dios escuchaba y se inclinaba hacia el sufriente (The
Praise of God in the Psalms, “La Adoración a Dios en los Salmos”, pág. 79). La
repentina seguridad de la respuesta divina llevaba al salmista a expresar una grandiosa
muestra de alabanza.
2. Lamentos nacionales. Estos salmos siguen el mismo patrón de los lamentos
individuales, pero generalmente son más cortos. Incluyen un discurso introductorio y
una petición, un lamento, la confesión de seguridad, una petición y una promesa de
alabar al Señor. En cada uno de esos salmos, la nación enfrentaba alguna dificultad, y
todo el pueblo unido se acercaba a Dios con su queja.
3. Salmos de acción de gracias Estos salmos, también llamados salmos de adoración
declarativa, adoptan una forma diferente. Incluyen cinco elementos:
a. Proclamación de alabanza a Dios. Generalmente, el salmista empieza con una
expresión parecida a: “Te alabaré mi Dios”, porque ese poema era el medio por el que
decía a otros lo que Dios había hecho por él.
b. Resumen introductorio. Con frecuencia, el salmista ofrece una breve explicación
de lo que Dios ha hecho por él.
c. Informe de la liberación. A continuación, el salmista expresa en forma detallada
su liberación. Generalmente explica que había clamado al Señor, que él le había
escuchado, y que lo había librado.
d. Renovación de la promesa de alabarlo. Aquí, de hecho el salmista le da a Dios la
alabanza que le había prometido.
e. Alabanza o instrucción. El salmo termina con una alabanza directa a Dios, o bien,
incorpora una sección adicional de instrucciones para otros.
Los salmos 21, 30, 32, 34, 40 y 66 son ejemplos de salmos de acción de gracias o de
adoración declarativa.
4. Salmos (himnos) de alabanza descriptiva. No hablan principalmente de alguna
liberación personal. Más bien, ofrecen una alabanza directa a Dios y siguen un arreglo
distinto:
a. Llamado a la alabanza. El salmista invita a otros a que alaben a Dios.
b. Motivo de la alabanza. El salmista expresa las razones para hacerlo. Esta sección
generalmente incluye un resumen y después un desarrollo completo de los motivos para
alabar al Señor. Usualmente, la razón era la grandeza y gracia de Dios, explicada con
ilustraciones específicas.
c. Conclusión. El salmista termina su himno con una nueva exhortación a alabar al
Señor.
Los salmos 33, 36, 105, 111, 113, 117 y 135 son ejemplos de salmos de alabanza
descriptiva.
Otras clases de salmos se discutirán a lo largo de este Comentario. Entre los más
importantes, están: salmos sapienciales, de los peregrinos, de la realeza y de
entronización. Los salmos sapienciales están relacionados muy de cerca con los
patrones que sigue la literatura de sabiduría del A.T. (e.g., Pr.). Entre las características
que pueden contener están los dichos “mejor es” (Sal. 119:72), dichos numéricos
(62:11–12a), amonestaciones a los “hijos” (34:11), fórmulas de bendición (1:1), énfasis
en la ley (119), y contrastes entre los justos y los impíos (1:6; 49).
Los salmos 120–134 han sido llamados cánticos de los peregrinos. Todos ellos
tienen el título “cántico gradual”. Aunque se han ofrecido gran cantidad de
interpretaciones para esas inscripciones, es más posible que se refieran a los viajes en
que Israel “subía” a Jerusalén para participar en las tres fiestas anuales (cf. 1 S. 1:3; Sal.
122:4; Is. 30:29; también cf. Éx. 23:17; Sal. 42:4). El contenido de muchos de esos
salmos se adaptan bien a la posibilidad de realizar un viaje a Jerusalén.
Los salmos en que se menciona al rey ungido como protagonista se llaman salmos
reales. Su contenido se refiere a los hitos de la carrera del monarca, tales como la
coronación (Sal. 2), su boda (Sal. 45), o su salida a la batalla (Sal. 20; 144). El pacto
davídico se consigna poéticamente en el salmo 89. Salmos 110 anticipa la venida del
rey conquistador, y Salmos 72 prevé su reinado glorioso. Para estudiar la relación entre
esos salmos y el Rey Mesías, V. el comentario de esos salmos.
Los salmos de entronización se caracterizan por las expresiones “Jehová reina” (Sal.
93; 96–97; 99), Jehová “es Rey grande sobre toda la tierra” (Sal. 47; 95), o “vino a
juzgar la tierra” (Sal. 98). Los comentaristas interpretan esas expresiones en distintas
formas. Algunos dicen que se refieren a una fiesta anual que celebraba el reinado de
Dios sobre la tierra. No obstante, no hay evidencias concluyentes que prueben que se
llevara a cabo un festival de esa índole. Otros entienden la frase como que se refiere al
reinado del Señor sobre Israel. Esto es congruente con el salmo 99, pero no le hace
justicia al contenido de los demás. También se ha interpretado como una alusión al
reinado universal de Dios (Alva J. McClain, The Greatness of the Kingdom, “La
grandeza del reino”. Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1959, pág. 22). El
salmo 93 podría interpretarse de esta manera, pero es evidente que las ideas de los
salmos de entronización incluyen algo más dramático.
Aunque puede decirse que los salmos de entronización incluyen características del
reino de Dios en varias instancias (i.e., en sus grandes actos salvíficos en que se
desplegaba su soberanía), el significado más completo de la terminología utilizada en
ellos alude al reino mesiánico. El lenguaje que se usa en ellos, reminiscente de la
teofanía de Sinaí, armoniza bien con los oráculos proféticos del esperado reino
mesiánico. De hecho, la expresión “Jehová reina” se encuentra en Isaías 52:7 y se
refiere al futuro reino del Siervo sufriente.
El estudio de los salmos de entronización ha conducido a muchos eruditos modernos
a adoptar un acercamiento “cúltico” a ellos. Ese acercamiento es una evolución del
método de la crítica de formas y argumenta que el festival anual de otoño era el centro
de la adoración o “culto” de Israel. Un adepto a ese punto de vista es Sigmund
Mowinckel (The Psalms of Israel’s Worship, “Los Salmos de la adoración de Israel”).
Él afirma que en la época otoñal, Israel realizaba una fiesta en que el Señor era
entronizado en el templo, asegurando así su reinado sobre el universo por un año más.
La evidencia de Mowinckel se basa en las referencias bíblicas al reinado o justicia de
Dios (Sal. 47; 93; 95–99), a su victoria sobre la naturaleza y al pueblo que participa en
un festival en que se regocija en el prospecto de que su Dios reine. El material que toma
como base es insuficiente, así que apoya su idea tomando como ejemplo algunas fiestas
parecidas de las naciones del antiguo Cercano Oriente que rodeaban a Israel, en especial
Babilonia y su festival llamado Akitu.
Otros han interpretado ese festival en forma distinta. Artur Weiser (The Psalms: A
Commentary, “Los Salmos, un Comentario”) concuerda en que se realizaba un festival
otoñal y que en él se usaban los salmos de entronización, pero sugiere que se hacía una
renovación del pacto en vez de una entronización de facto del Señor. Para ello, describe
algunas similitudes con Josué 24.
Hans-Joachim Kraus (Worship in Israel, “La adoración en Israel”. Richmond, Va.:
John Knox Press, 1966) ve un cuadro más complejo del festival de otoño. Lo considera
como un recordatorio del éxodo, del peregrinaje por el desierto, la celebración de la
renovación del pacto, aunado con la tradición y conceptos cananeos del reinado que
surgieron durante el gobierno de David y Salomón.
Si en verdad existía ese festival, y constituye la clave de todo el Salterio, es
sorprendente que no se mencione en ningún lugar de las Escrituras. Es probable que
algunos de los salmos se usaran en relación con los festivales de otoño, pero es
improbable que la mayoría de los salmos formara parte de una fiesta diseñada siguiendo
ideas mitológicas paganas. Ese acercamiento también ha sido criticado con base en la
evidencia procedente de los festivales del antiguo Cercano Oriente. (V. Kenneth A.
Kitchen, Ancient Orient and Old Testament, “El antiguo oriente y el A.T.”. Downers
Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1966, pág. 102).
No obstante, ese enfoque para estudiar los salmos proporciona un énfasis necesario.
Es probable que muchos de los salmos se relacionaran con el ritual y la adoración del
tabernáculo de David y/o con el templo de Salomón. Con demasiada frecuencia, los
comentaristas conservadores muestran indiferencia al escenario de adoración del
tabernáculo y del templo.
Aparte de las numerosas referencias a la adoración en el ritual del templo dentro de
los salmos, hay indicadores litúrgicos que se dan en algunos de los títulos. Salmos 30
dice: “Salmo cantado en la dedicación de la Casa”, el 92 se designa como “Salmo.
Cántico para el día de reposo” y el 100: “Salmo de alabanza”, y se usaba durante el
ofrecimiento del sacrificio de acción de gracias (Lv. 7). “Salmo de David, para recordar
o conmemorar” es la inscripción que aparece en Salmos 38 y 70, y es evidente que era
un recordatorio para que el Señor se acordara del que hacía la petición. Se desconoce el
significado de šiggāyôn, “sigaión”, del salmo 7. A las anteriores, se puede añadir el
título “cántico gradual” (Sal. 120–134), que se entonaba cuando los israelitas iban de
camino hacia los grandes festivales que se celebraban en Jerusalén.
El calendario religioso judío (V. “Calendario de Israel” en el Apéndice, pág. 424) es
muy importante para entender los antecedentes de algunos salmos. Las tres grandes
fiestas anuales se explican en Éxodo 23:14–19 y Levítico 23:4–44. Durante la pascua y
los panes sin levadura que se conmemoraban en la primavera, la fiesta de las semanas o
Pentecostés (también llamada de las primicias) que se realizaba al principio del verano,
y la de la expiación o de los tabernáculos que se celebraba en el otoño, la gente debía ir
a Jerusalén a celebrar la abundancia provista por Dios en las cosechas. En todas esas
convocaciones, el pueblo participaba en el ritual del templo y cantaba los salmos para
expresar su alabanza.
Con frecuencia, los salmos hablan de instrumentos musicales, de cantos, y de que el
pueblo aplaudía durante las actividades religiosas. Salmos 5:7 menciona el acto de
entrar en el templo para adorar a Dios. (Sal. 68:24–27 se refiere a una procesión hacia el
santuario acompañada por cantantes; cf. 42:4.) Salmos 122:1 relata la alegría de
participar en una peregrinación hacia el templo.
En muchas ocasiones, Israel adoraba en el templo. El día de reposo, la nueva luna,
los años sabáticos y el jubileo, proporcionaban oportunidades de adorar a Dios en el
santuario.
Los adoradores también podían venir en forma espontánea. Había ofrendas
voluntarias que se traían para expresar gratitud (tôḏâh; cf. Lv. 7:12–18; Sal. 50:14–15),
por haber recibido respuesta a la oración (1 S. 2:1–10), para purificación de impureza
ritual o de enfermedades (Lv. 13–15), por la reivindicación de la persona involucrada en
conflictos legales, para la expiación de pecados (Sal. 51:13–17), o para cumplir votos
especiales. En tales ocasiones, el adorador traía su ofrenda para ser compartida con los
otros asistentes, y daba a conocer su alabanza (probablemente en la forma de un salmo
de adoración declarativa) para edificación de la congregación.
Sin duda, las oraciones del salterio también eran usadas ampliamente por aquellos
que venían a pedir perdón, salud, protección, liberación, y consuelo, como han sido
usados a través de toda la historia de la iglesia.
Así que con toda seguridad, ya fuera individual o congregacionalmente, los salmos
se cantaban o repetían con frecuencia cerca del santuario. Sus mensajes y cómo se
usaban son muy instructivos para los creyentes de hoy, como pretende mostrar la
exposición que sigue. Las oraciones de los salmistas denotan la gran confianza que
tenían en el Señor, ésta era tan grande que a veces se dedicaban a adorar al Señor aun
antes de que fueran respondidas sus peticiones. Un estudio cuidadoso de los Salmos
muestra cómo se desarrollaba esa confianza en el Señor. Además, las alabanzas de los
salmistas muestran un gozo genuino y espontáneo por los beneficios recibidos de Dios.
Para ellos, era pecado recibir algo del Señor y no adorarlo. La declaración de los
beneficios divinos era la parte final del proceso. También era parte del disfrute de Dios,
porque en forma natural, uno menciona las cosas que más disfruta (C.S. Lewis,
Reflections in the Psalms, “Reflexiones en los Salmos”. Nueva York: Harcourt, Brace
and World, 1958). Entonces, cuando las Escrituras llaman a los creyentes a adorar a
Dios, los llaman a disfrutar de Dios y sus beneficios. Y cuando Dios bendice a alguien,
ese hecho debe compartirse con la congregación para que todos puedan unirse a la
alabanza y disfrutar de Dios y sus beneficios.
En Israel, lo anterior generalmente involucraba participar en la comida sacrificial
presentada por el adorador que venía a alabar a Dios. Su sacrificio, que era una muestra
de la abundancia recibida, acompañaba a su alabanza. De esa manera, Dios era
disfrutado por su pueblo, y como consecuencia éste era inspirado a orar y a adorarlo aún
más.
Teología de los salmos. Debido a que los salmos registran una muy amplia gama de
ideas e impresiones religiosas, es difícil descubrir una teología específica de toda la
colección, aunque es evidente que aquí afloran casi todas las ideas teológicas del A.T.
No obstante, se nota un énfasis predominante y recurrente a través de toda la colección.
Los salmistas creían o expresaban la creencia de que Dios, que soberanamente gobierna
el universo, algún día establecerá su reino en la tierra, dentro y a través de su pueblo.
Cuando su pueblo enfrentaba oposición por parte de los impíos o dificultades físicas,
oraba para que el reino fuera una realidad en sus vidas y confiaba en que el Juez de toda
la tierra los reivindicaría. Cuando la justicia triunfaba, alababan a Dios porque la causa
justa del Señor había salido victoriosa.
La participación de los salmistas en la adoración y aceptación de la ley demuestra su
confianza en el gobierno divino. A veces, veían más allá de sus experiencias, hacia el
reino justo y real de Dios en la tierra cuando viniera el Mesías. Es imposible decir cuán
clara era su comprensión de los detalles relacionados con la revelación de Dios. No
obstante, sí es claro que confiadamente esperaban que Dios pusiera las cosas en orden.
Los salmistas no dudaban en expresar su lealtad a Dios y su pacto. En su celo por
defender su justicia, con frecuencia sus palabras expresan imprecaciones o maldiciones.
Oraban pidiendo que Dios quebrantara los brazos de los impíos (Sal. 10:15), que
quebrara sus dientes (58:6), y que derramara su ira contra ellos (69:22–28). Debe
recordarse que los salmistas estaban llenos de celo por defender el gobierno de Dios
sobre su pueblo. Por eso, esas expresiones no indicaban una venganza personal. De
hecho, los salmistas afirmaban que su amabilidad con tales personas había sido
traicionada porque incluso, les devolvían odio por amor (109:4–5). Sus oraciones
representan su anhelo de que la causa divina fuera reivindicada en la tierra, y que el
pecado fuera castigado—lo que al final, Dios haría de todos modos.
Por supuesto que el creyente del N.T. eleva una oración distinta, porque comprende
la revelación total de Dios. Aun así, cuando pedimos que la voluntad de Dios sea hecha
en la tierra, o que Cristo venga pronto, también estamos pidiendo la reivindicación de
los justos y el castigo de los impíos.
Los salmistas también aborrecían las ideas y costumbres paganas, porque sabían que
amenazaban la fe de su nación. Se atacan de manera sutil muchos aspectos de las
creencias politeístas extranjeras (menos sutilmente que los oráculos proféticos). Tales
polémicas pueden a veces ser una referencia casual (como la descripción que hacen del
Señor como el “que cabalga sobre los cielos”; 68:4, en lugar del Baal cananeo que se
describe de manera semejante). En otras ocasiones, la polémica constituye la sustancia
de todo el salmo (como en Salmos 29, que atribuye una tormenta sobre el territorio
cananeo al Señor en vez de atribuirla a Baal, el dios cananeo de las tormentas).
Muchos eruditos dicen que esas referencias son préstamos mitológicos del mundo
semítico. Sin embargo, aunque los israelitas compartían el vocabulario e imágenes
comunes con sus vecinos, estas porciones polémicas muestran una separación espiritual
de sus caminos. El hecho de que muchos israelitas siguieran a otros dioses hacía más
urgente esa crítica. Si querían asegurar y perpetuar la verdad de generación en
generación, las creencias falsas y corruptoras debían ser destruidas. Por ello, los
estudiantes de Salmos deben estar conscientes de las amenazas politeístas que pendían
sobre la fe de Israel, así como las luchas históricas que peleaban los justos.
La lucha con las fuerzas del mal, ya fueran las creencias paganas o los israelitas
apóstatas, forzaban a los creyentes sinceros a contender vigorosamente por la fe, a dar
testimonio de su integridad y lealtad abiertamente, y a esperar la liberación de Dios. Los
salmistas esperaban que esa liberación viniera durante su vida. Uno esperaría que esos
poetas, que padecían persecuciones, aflicciones y desaliento, se desesperaran con la vida
y buscaran el contentamiento en la vida por venir. Pero ese no es el caso. Más bien,
sentían que la muerte terminaría con su servicio y alabanza de Dios (aunque otros
pasajes de las Escrituras registrados posteriormente, indican que esto no era así). Es en
esta vida que se puede experimentar el amor leal de Dios, su fidelidad, y su justicia (Sal.
6:5; 30:9; 88:4–5, 10–12; 115:17).
En ninguno de los salmos se encuentra una expresión directa y clara de esperanza en
la resurrección, la clase de declaración que hicieron los profetas (Is. 26:19; Ez. 37:1–14;
Dn. 12:2). Sin embargo, algunos pasajes de este libro parecen interrumpir ese patrón
para expresar esperanza en un compañerismo continuo con Dios después de la muerte
(Sal. 16–17; 49; 73). Aun así, las expresiones que aparecen en ellos se usan en otros
lugares para hablar de experiencias temporales y terrenas. Por ejemplo, los salmistas
usaron la palabra hebr. še ’ôl (Seol) para designar al mundo de los muertos, pero también
para referirse a la tumba y (en forma figurada) a peligros extremos. Salmos 49:15
expresa esperanza en la liberación del Seol y entrada a la presencia de Dios. Para el
salmista, esto debe haber sido el equivalente de“una esperanza de gloria”, pero también
puede haber significado liberación temporal y continuación en el servicio, porque
Salmos 30:3 también menciona una liberación del Seol experimentada por David.
A.F. Kirkpatrick destaca la forma tan sencilla en que esos pasajes se adaptan a una
esperanza en la vida futura, como se indica en la revelación bíblica posterior. “Es
incuestionable que esos salmos (Sal. 16–17; 49; 73) contienen un atisbo y la base para
la doctrina de la vida eterna, porque ésta estaba presente en la mente del Espíritu que
inspiró a sus autores. El compañerismo íntimo con Dios del cual hablan como siendo la
felicidad más alta y verdadera, a la luz de la naturaleza y destino del hombre en relación
con Dios, sigue siendo considerada como limitada a esta vida y sujeta a ser interrumpida
de forma abrupta y definitiva. Se requería dar un paso más adelante para darse cuenta de
la verdad de su permanencia, pero es dudoso que los salmistas hayan dado ese paso
adicional” (The Book of Psalms, “El Libro de los Salmos”, págs. xxv–xxvi). En caso de
que hubieran dado ese paso, sería por fe.
La misma ambigüedad se aplica a los salmos mesiánicos. Con el conocimiento de la
revelación completa hecha en Jesucristo, uno puede mirar hacia atrás a los Salmos, y de
hecho a todo el A.T., y ver que con frecuencia hablan de Cristo (cf. Lc. 24:27). Aún así,
para los creyentes del A.T., no era muy claro el significado completo de esos pasajes.
Por un lado, un salmista describió su propio sufrimiento o victoria, y por el otro, esas
expresiones, que pueden haber parecido exageradas para describir la experiencia real del
salmista, posteriormente se hicieron verdad en Cristo Jesús. Mirando hacia atrás,
alguien podría decir como Delitzsch: “Así como Dios el Padre moldeó la historia de
Jesucristo según su sabiduría, así su Espíritu moldeó las palabras de David relacionadas
consigo mismo, ya que fue un tipo del que había de venir, teniendo en mente la historia”
(“Salmos”, en el Commentary on the Old Testament in Ten Volumes, “Comentario del
A.T. en Diez Volúmenes”. 5:307).
La tipología es una forma de declaración profética. Difiere de la profecía formal en
que puede discernirse como tipológica sólo después de que se realiza su cumplimiento.
Una vez que se comprueba el antitipo, se puede ver hacia atrás y descubrir que algunas
expresiones e imágenes tienen otros significados aparte de la experiencia histórica del
autor. Los escritores del N.T. citaron con frecuencia los salmos para describir muchos
aspectos de la persona y obra de Jesús, el Mesías. Como el Ungido rey davídico por
excelencia, Jesús es el gran antitipo de los salmos mesiánicos; los cuales presentan al
rey en primer plano. Sin embargo, los expositores deben tomar precauciones y
reconocer que no todo el contenido de los salmos mesiánicos es aplicable a Cristo (i.e.,
no todas sus partes son tipológicas) y recordar que esos salmos tuvieron su significado
primario en la vida de los autores. El análisis del significado histórico, contextual y
gramatical del texto debe preceder al análisis de la aplicación hecha a Jesús en el N.T.
Muchos comentaristas han utilizado de alguna manera el arreglo que hizo Delitzsch
de los cinco tipos de salmos mesiánicos (“Salmos”, págs. 68–71).
1. Salmos puramente proféticos. Esta categoría probablemente se aplica al salmo
110, el cual se refiere al futuro rey davídico que sería el Señor. El N.T. (Mt. 22:44)
identifica a ese rey con Jesucristo, no con otro rey davídico.
2. Salmos escatológicos. Salmos 96–99, llamados salmos de entronización junto con
otros, describen la venida del Señor y la consumación de su reino. Aunque no se
refieren al rey davídico, las Escrituras indican que se cumplirán en la segunda venida de
Cristo.
3. Salmos tipológico-proféticos. En ellos, el escritor describe su propia experiencia
usando un lenguaje que va más allá de ella y se cumple históricamente en Jesús (e.g.,
Sal. 22).
4. Salmos indirectamente mesiánicos. Estos se escribieron para aplicarse a un rey
contemporáneo o para actividades monárquicas en general. Pero su cumplimiento
definitivo se realiza en Jesús (Sal. 2; 45; 72).
5. Salmos típicamente mesiánicos. Estos son menos evidentemente mesiánicos. De
alguna forma, el salmista es un tipo de Cristo (cf. 34:20), pero no se pueden aplicar a él
otros aspectos del pasaje. Quizá, en este caso, Jesús y los apóstoles estaban aplicando
expresiones sálmicas familiares a sus experiencias (e.g., 109:8 en Hch. 1:20).
Sin duda, el lenguaje de los Salmos expresa esperanza y las verdades de la fe en una
forma muy memorable, no sólo porque apuntan a Cristo, sino porque reflejan las luchas
de los fieles. Los Salmos han servido a los creyentes a través de todas las edades, como
inspiración, y a menudo, como instrumento de alabanza a Dios. Pero también han traído
consuelo y esperanza a las almas que pasan por épocas de grande necesidad,
enseñándoles cómo deben orar, asegurándoles que las oraciones son contestadas, así
como para darles una confianza renovada en su Señor. A menudo, los salmos cambian
dramáticamente de estar expresando un lamento a describir la contestación divina como
si ya se hubiera realizado, lo cual es una expresión de la confianza que tenía el salmista
de que Dios iba a responder a sus peticiones. Tan seguros estaban que las recibirían, que
alababan al Señor con todo detalle, como anticipo de sus triunfos. Sólo a través de una
fe genuina puede el creyente encontrar seguridad en que Dios contesta cuando aún se
está orando. Los salmistas tenían esa certeza, porque su alabanza acompañaba a sus
oraciones.
BOSQUEJO
I. Libro primero (Sal. 1–41)
II. Libro segundo (Sal. 42–72)
III. Libro tercero (Sal. 73–89)
IV. Libro cuarto (Sal. 90–106)
V. Libro quinto (Sal. 107–150)
COMENTARIO
I. Libro primero (Sal. 1–41)
Salmo 1
Este salmo es una introducción muy adecuada del salterio, porque resume los dos
caminos que están frente a la humanidad, el camino del justo y el del impío. Puede
clasificarse como un salmo sapiencial, porque hace hincapié en esas dos alternativas de
vida, usa símiles, y anuncia la bendición y la centralidad de la ley para tener una vida
plena. Las características dominantes de este salmo vuelven a aparecer una y otra vez a
través de toda la colección.
El pasaje describe a un hombre bienaventurado que lleva una vida intachable y
próspera obedeciendo la palabra del Señor, y lo contrasta con los malos, los cuales
perecerán.
A. El hombre bienaventurado (1:1–3)
1:1. Haciendo uso de tres trilogías de expresiones, el salmista describe la vida del
hombre bienaventurado diciendo: no anduvo …, ni estuvo …, ni … se ha sentado
…, en consejo, camino, o silla de malos (impíos), pecadores y escarnecedores
(burladores). Con cada unidad paralela, la expresión se hace más intensa. Esto indica
una progresión que va desde una influencia casual de los malos hasta llegar a la
participación activa con ellos en su burla contra los justos. Aquel que no se caracteriza
por esa clase de influencias, es “bienaventurado”, i.e., está en buenos términos con Dios
y disfruta de la paz espiritual y alegría que proceden de esa relación.
1:2. Un justo no se deja influenciar por los impíos, sino por la meditación en la ley
de Jehová. Esa meditación necesariamente incluye el estudio y la memorización, lo
cual sólo es posible si existe el deseo de hacerlo, que aquí se describe como su delicia.
Los salmistas encontraban dirección, no aburrimiento, en la ley divina.
1:3. Hay prosperidad para todos aquellos que se deleitan en vivir conforme a la
palabra de Dios. Usando la imagen de un árbol fructífero, el salmista declaró que todo
lo que hace ese hombre, prosperará (cf. 92:12–14). Pero se deben notar dos
condiciones. Primera, el fruto, i.e., la prosperidad, se produce en su tiempo y no
inmediatamente después de plantar. Segundo, todo lo que esa persona justa hace, está
controlado por la ley de Dios (1:2). Así que si una persona medita en la palabra de Dios,
sus acciones serán justas, y sus actividades controladas por el Señor también
prosperarán, i.e., tendrán un cumplimiento dirigido divinamente.
B. Los malos (1:4)
1:4. Hay un contraste enorme entre una persona bienaventurada (v. 1) y una mala.
La palabra hebr. rāšā‘ con frecuencia se trad. malos (cf. vv. 1, 5–6), pero el problema es
que ese término puede denotar extrema maldad. Los que se describen con rāšā‘ no
tienen una relación pactal con Dios; viven siguiendo sus pasiones, y por lo tanto, no son
justos. Puede que hagan toda clase de obras caritativas, pero la evaluación que Dios
hace de ellos es que no tienen mérito eterno.
El salmista los compara con el tamo, la cascarilla sin valor que arrebata el viento
durante el proceso de aventar y limpiar el grano. Ese es el contraste con la persona
fructífera (cf. v. 3), valiosa y justa.
C. El juicio (1:5–6)
1:5. Con base en el contraste entre los piadosos y los malos, el salmista dice que en
el día del juicio, Dios va a separar a los pecadores de los justos. Estos últimos son
aquellos que están relacionados con Dios por medio del pacto, que viven por su palabra,
que realizan obras de valor eterno. Dios va a dividir a los justos de los pecadores, así
como un agricultor separa el trigo de la cizaña.
1:6. El fundamento del juicio es el conocimiento que Dios tiene de la gente. La
primera parte del v. donde dice que Jehová conoce, i.e., que observa el camino de los
justos, se entiende mejor con el paralelismo antitético que sigue: mas la senda de los
malos perecerá. La salvación en el día del juicio se equipara con ser conocido por el
Señor (cf. Mt. 7:23). En Salmos 1:6 se contrasta “el camino de los justos” con “la senda
de los malos”. “El camino” significa toda la manera de vivir de alguien, incluyendo lo
que la dirige y lo que produce. Por eso, la vida fútil de los impíos no perdurará.
Salmo 2
Este salmo es muy conocido de los estudiantes del N.T. en virtud de su relevancia
en cuanto a Cristo. Sin embargo, el pasaje era un salmo real del A.T., y por ello, fue
usado por los reyes de la dinastía davídica. (Otros salmos reales son 18, 20–21, 45, 72,
89, 101, 110, 132, 144.) Su contenido describe la celebración que se hacía durante la
coronación a pesar de la oposición de la gente rebelde de los territorios aledaños. En una
palabra, el salmista exhorta a las naciones paganas a que abandonen sus planes
contrarios al Señor y su rey ungido y se sometan a la autoridad del Hijo, a quien Dios ha
ordenado que reine sobre las naciones con vara de hierro. (Como se indica en Hch. 4:25,
Sal. 2 fue escrito por David.)
A. La rebeldía de las naciones (2:1–3)
2:1–3. Los primeros tres vv. expresan el asombro del salmista ante los planes de las
gentes, y los pueblos de derrocar a Jehová y … su ungido (māšîaḥ, “Mesías”, que en
gr. es Christos, el Cristo). Todo rey que era ungido por un profeta era un “mesías”, un
ungido. Si obedecía al Señor, su reino contaba con la autenticación de la elección de
Dios y el apoyo de su poder. A menudo, esto hacía que fracasaran los planes de las
demás naciones.
El v. 1 expresa ese asombro en forma de pregunta retórica. El escritor no podía creer
que “los pueblos” enemigos se amotinaran y planearan hacer algo que de antemano
VM Versión Moderna
LXX Septuaginta
aprox. aproximadamente
Sin embargo, hay buenas razones para que estén separados, porque el salmo 9 es un
cántico triunfal de acción de gracias, mientras que el 10, es una queja y plegaria
relacionada con los hombres malvados de la nación. Debido a que el salmo 9 está
completo en sí mismo, es mejor considerar el 10 como un salmo relacionado.
El salmo 9 es una canción de gratitud por la reivindicación. Se atribuye a David y
está dedicado “al músico principal; sobre Mutlabén”. La trad. de la NVI99 dice: “Sígase
la tonada de ‘la muerte del hijo’ ”. Se desconoce qué significa esto. En su himno, David,
alabó al Señor por manifestar su justicia al juzgar a las naciones impías, y por ser un
Juez verdadero y eterno en quien pueden confiar los afligidos. A continuación, pidió
que Dios le diera motivos adicionales para alabarlo al ver su aflicción y quitarla de él.
A. Alabanza: Manifestación de la justicia divina (9:1–12)
9:1–2. La primera porción del salmo (vv. 1–12) habla de Dios como el Juez
verdadero y esperanza de los afligidos. En vista de ello, David decidió alabarlo con
todo su corazón y cantar sus maravillas, estar gozoso en el Señor y cantar a su
nombre. “Maravillas” (nip̱lā’ôṯ, “cosas extraordinarias o portentosas”) se usa con
frecuencia en Salmos para referirse a las obras divinas.
9:3–6. En estos vv., se expresan las razones que David tenía para expresar su
alabanza. El Señor había manifestado su justicia (v. 4) al reivindicar la causa de David.
Sus enemigos se habían retirado; i.e., se volvieron atrás (v. 3), cayeron y además,
fueron reprendidos y destruidos (v. 5). Aun el nombre de las naciones (que también se
mencionan en los vv. 15, 17 “las gentes”, 19–20), había sido borrado. Esta descripción
tan vívida habla de que fueron derrotadas, ya que ni siquiera su nombre sería recordado.
Su memoria pereció con ellas, después que sus ciudades quedaron desoladas (v. 6).
David dijo que todo esto era evidencia de que Dios había mantenido su causa y que
está sentado en el trono juzgando con justicia (v. 4).
9:7–10. Con base en la liberación que mencionó en los vv. 3–6, David declaró que
Jehová permanecerá para siempre y que ha dispuesto su trono para juicio, porque
es el verdadero Juez eterno, y refugio de los afligidos. La alabanza del salmista primero
se dirige al Señor y a su gobierno eterno de la tierra (vv. 7–8). Después, David aplica
esa verdad a las necesidades de los pueblos. El pobre y el afligido, aquellos que con
más frecuencia son ignorados o atropellados por el juicio humano, son defendidos por el
Juez justo. El Señor es su refugio y defensa para el tiempo de angustia. La palabra
miśgoḇ que se usa dos veces en el v. 9 y que se trad. como “refugio”, sugiere seguridad
y protección en un lugar alto de refugio. Miśgoḇ, que es una de las varias palabras que
se usan en los Salmos para hablar de la seguridad y amparo que Dios nos da, se trad.
“fortaleza” en Salmos 18:2; 144:2; “refugio” en 46:7, 11; 48:3; 59:17; 62:2, 6; 94:22,
“defensa” en 59:9 y “amparo” en 59:16. Otra palabra hebr. que se trad. como “refugio”
es maḥseh, “protección del peligro”. Se trad. en 14:6 como “esperanza” en 73:28; 91:2,
9; como “amparo” en 46:1; “refugio” en 61:3; 62:7–8; 71:7. Otra palabra que se trad.
“refugio” en los Salmos, es mānôs (“lugar para ir a refugiarse”; 59:16; 142:5). Sabiendo
que en Dios hay seguridad y protección, los que lo buscan pueden confiar en él.
9:11–12. Esta sección de alabanza (vv. 1–12) cierra con una exhortación del
salmista a que los pueblos, en especial los afligidos, canten a Jehová (cf. v. 2) y
publiquen entre los pueblos sus obras (v. 11); i.e., que alaben su nombre porque … se
acordó de ellos (v. 12) y no pasó por alto su tribulación.
B. Petición: Ayuda para el afligido (9:13–20)
9:13–14. En vista de la liberación divina que había experimentado en el pasado,
David pidió a Dios que respondiera a su tribulación y le diera una razón para alabarlo.
El salmista pidió a Dios que tuviera misericordia de él y viera su aflicción … a causa
de los que lo aborrecían y perseguían. Estando en peligro de morir, clamó al Señor para
que lo rescatara de las puertas de la muerte (cf. Job. 38:17; Sal. 107:18; Is. 38:10). Si
fuera liberado, contaría todas sus alabanzas en las puertas de la hija de Sion (i.e., el
tabernáculo que estaba en Jerusalén).
9:15–16. La oración de David se basaba en la gran confianza que tenía en el Señor.
En los vv. 15–18 David repasó la reputación que Dios tiene de destruir a los impíos por
oprimir a los necesitados. El v. 15 puede haber sido escrito como un anticipo de la
destrucción de sus enemigos, como sucede en las secciones de “confianza” de varios
salmos. Si esto es así, entonces David previó la forma en que los malos se hundirían en
el hoyo que hicieron (cf. 7:15) y en la red que escondieron (cf. 35:8; 57:6). No
obstante, Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó, y porque en la obra de
sus manos queda enlazado el malo; i.e., que la maldad que éste prepara se vuelve
contra él.
9:17–18. Los malos serán trasladados al Seol (še ’ôl, “sepultura”), pero no para
siempre será olvidado el menesteroso (cf. vv. 9, 12) ni el pobre y afligido, los cuales
verán cumplida su esperanza. En el libro de los Salmos, a veces se contrasta la
expresión “no será olvidado” con la palabra “recordar”, término que significa fe y
oración, pero los que rechazan e ignoran al Señor no tienen esperanza.
9:19–20. El salmo termina con una plegaria pidiendo que Jehová se levante y con
su juicio implacable, ponga en el hombre (’ĕnôš; cf. el comentario de 8:4) su temor. La
destrucción haría que los malos se dieran cuenta de que no son sino hombres (’ĕnôš) y
que no pueden oprimir a aquellos que confían en Jehová.
Salmo 10
En el salmo 10 es menos enfática la idea de alabar a Dios por la reivindicación del
justo, tan evidente en el salmo 9. El 10 contiene una oración pidiendo que Dios no
retrase su ayuda para el afligido. El salmista describió el asombroso poder que tienen
los malvados, mismo que manifiestan con su gran impiedad contra Dios y por sus
asechanzas contra los desvalidos. Después, vuelve a pedir que el Señor se levante y
tome venganza por los oprimidos y destruya a los impíos.
A. Descripción de los malvados (10:1–11)
10:1. La primera parte del salmo es una impactante descripción del cruel poder de
los impíos. No obstante, al principio, el escritor dirige su queja al Señor, quien parecía
indiferente al sufrimiento de los oprimidos. El hecho de que los malos pudieran triunfar
hacía que el salmista preguntara: ¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el
tiempo de la tribulación? (Cf. “¿por qué?” en el v. 13.) Esa pregunta es una atrevida
expresión de los verdaderos sentimientos de los oprimidos, que claman pidiendo ayuda.
10:2–7. En estos vv., David describe el carácter del opresor. Lleno de orgullo y
arrogancia (v. 2, y cf. se jacta v. 3); el malo persigue al pobre … y desprecia a
Jehová (cf. v. 13). Asimismo, confía en sí mismo por la altivez de su rostro (v. 4, a
todos sus adversarios desprecia, v. 5) y los juicios del Señor los tiene muy lejos de
su vista. Esa clase de persona está convencida de que no puede ser apartado de sus
malos caminos. Piensa que puede seguir prosperando sin interrupción (v. 5), por lo que
se jacta de su felicidad diciendo: Nunca me alcanzará el infortunio (v. 6; cf. 73:3).
Sus palabras están llenas de engaños y fraude; i.e., son mentirosas y destructoras
(10:7). La frase debajo de su lengua hay vejación y maldad significa que todo lo que
habla produce algún tipo de calamidad.
10:8–11. Aquí, el salmista describe a los malvados como estando siempre al acecho
(el concepto del acecho aparece cuatro veces en los vv. 8–9) en escondrijos … en
oculto, como el león desde su cueva (cf. el comentario de 7:2) para atacar a su víctima
desvalida (cf. 10:12); arrebata al pobre trayéndolo a su red como hace un pescador.
Estas imágenes del león y del pescador sugieren que son hombres arteros, que están
esperando atacar. Los afligidos (i.e., los justos) caen en sus fuertes garras y son
aplastados por ellos. Debido a que Dios tal vez no los rescata de inmediato, el malvado
dice en su corazón: Dios ha olvidado a los justos, porque no le importan.
B. Petición de venganza (10:12–18)
10:12–15. Haciendo una intensa petición de venganza, el salmista pide: Levántate,
oh Jehová Dios (cf. 9:19) … no te olvides de los pobres y desvalidos (cf. 10:9). Una
de las razones de esa petición es que al malo no debe permitírsele que desprecie a Dios
(cf. v. 3) y piense que puede salirse con la suya impunemente (cf. ¿por qué? en el v. 1).
El Señor debería sentirse motivado a responder porque él mira el trabajo y la
vejación, y porque sólo él es el amparo del huérfano (v. 14). La petición específica
del salmista era que Dios castigara al inicuo (v. 15). Nuevamente aquí utiliza imágenes
muy gráficas, diciendo quebranta tú el brazo del inicuo para indicar que deseaba que
destruyera su poder. Si Dios castigara de esa manera a los impíos, entonces tendrían que
dar cuenta de su maldad. De esa manera, el salmista ya no podría decir que Dios no
está atento a sus fechorías (cf. v. 13) y que no le importan los afligidos.
10:16–18. El salmo termina con una expresión de confianza en que la oración del
escritor ha sido escuchada. Aquí, como en el salmo 9, el poeta declaró que Jehová es
rey (cf. 9:7) y que aquellos de las naciones (cf. 9:5, 15, 17 “las gentes”, 19–20) que se
oponen a él, sin duda perecerán (9:3, 5, 15). El salmista estaba seguro de que Jehová
escucha el clamor de los humildes y defiende su causa, de tal modo que el malvado—
que a fin de cuentas es un simple mortal (’ĕnôš; cf. 9:20 y el comentario de 8:4)—no
vuelva más a hacer violencia ni los aterre ya más.
La fe en que Dios defiende a los desvalidos y necesitados contra la tiranía de los
malvados era un consuelo para el salmista y fue la base de su oración.
Salmo 11
Aunque se desconoce el antecedente histórico de este salmo, es evidente que David
estaba pasando por graves dificultades y que su vida estaba en peligro. La tentación de
huir de esa amenaza era un reto a su confianza en Dios. El mensaje del salmo es como
sigue: tentado a escapar en un tiempo en que la autoridad establecida estaba
desapareciendo, el salmista se aferró a su fe en el Señor, quien finalmente destruirá a los
malvados, a quienes odia, y librará a los justos, a quienes ama.
A. Tentación de escapar (11:1–3)
11:1. El salmo inicia con el repudio que hace el salmista de la tentación: ¿Cómo
decís a mi alma, que escape al monte cual ave para evitar el peligro? David se
maravillaba de esa sugerencia, tal vez procedente de los desfallecidos, porque iba contra
su fe en el Señor. Su declaración inicial: En Jehová he confiado; i.e., me he refugiado,
iba contra tal sugerencia.
Los desfallecidos aconsejaban a David que escapara hacia las alturas como hace un
ave para estar segura. Pero en lugar de hacerles caso, el salmista se refugió en el Señor
en busca de seguridad.
11:2. Esa tentación se debía a que los malos habían salido a destruir a los justos,
incluyendo a David. Los malos tienden el arco con sus cuerdas y después disponen
sus saetas sobre la cuerda para asaetear en oculto (cf. 10:8–9) a los rectos de
corazón. Es posible que David estuviera amenazado por un ataque literal, pero es más
posible que los arcos y flechas se refieran a calumnias destructivas, como a menudo
menciona el libro de Salmos.
11:3. Si fueren destruidos los fundamentos de la sociedad, entonces ¿qué ha de
hacer el justo? Los fundamentos se refieren a la ley y el orden que debían basarse en el
gobierno de Dios. Entonces, la tentación que proponían los desfallecidos se debía al
temor que tenían de que la nación se derrumbara. Su perspectiva se basaba en la
experiencia humana y era puramente terrenal. Pero la de David era mucho más alta.
B. Confianza en Dios (11:4–7)
11:4. David contrastó el problema que había en la tierra con la alta posición que
ocupa el Señor en el cielo. “¿Qué ha de hacer el justo?” habían preguntado los
desfallecidos (v. 3). David respondió que los justos deben confiar en la fuente verdadera
del gobierno terrenal seguro—Jehová. Jehová tiene en el cielo su trono, el cual es su
templo, muy lejos de los ataques de los malvados. Debido a que él está gobernando
soberanamente sobre la tierra, sus ojos ven; i.e., observan todo, y sus párpados
examinan cuidadosamente las actividades de los hijos de los hombres (cf. 33:13–14).
Generalmente, los párpados se contraen cuando se examina algo con cuidado. Este
antropomorfismo tan descriptivo enfatiza la precisa omnisciencia de Dios.
11:5. Jehová prueba (examina, refina) al justo, pero al malo y al que ama la
violencia, su alma los aborrece. Dios se opone a todo el que escoge la impiedad y
violencia que van contra su voluntad.
11:6. A continuación, el salmista considera al juicio inminente y certero que vendrá
sobre los malos. El Señor hará llover (también puede trad. “que haga llover”)
calamidades: fuego, azufre (que es un recordatorio del castigo divino sobre Sodoma y
Gomorra, Gn. 19:24) y viento abrasador. “Fuego” puede trad. como “trampas”. Si esto
es así, entonces el salmista estaba anticipando un juicio merecido para los malvados—
quedarían irremisiblemente atrapados. De cualquier manera, su porción o destino era un
juicio quemante.
11:7. En contraste con el castigo divino que vendrá sobre los malos (v. 6), Jehová
que es justo, … ama la justicia. El hombre recto—el que por la fe confía en él y
quiere seguir en sus caminos—mirará su rostro. Esto significa que los íntegros serán
aceptados en su presencia y disfrutarán de sus bendiciones.
Salmo 12
Este cántico expresa la confianza que David tenía en las intachables palabras de
Dios que aseguran que él libra a los que buscan su salvación. Esta expresión de
confianza surgió en medio de una cultura que oprimía a los débiles con el engaño. Se
desconoce el escenario en que se dio este salmo, pero hubo muchos incidentes en la vida
del rey que pudieron inspirarlo (cf. 1 S. 23:11, 19; 26:19). No obstante, el lenguaje que
utiliza es lo suficientemente general como para adaptarse a varias situaciones.
A. Petición de liberación (12:1–4)
El salmista clamó a Dios (vv. 1–4) pidiendo que lo librara de un pueblo mentiroso y
arrogante.
12:1–2. Su clamor inicial lamenta la impresión equivocada de que los piadosos
habían desaparecido. Aquellos que habían sido fieles y que habían mostrado lealtad al
pacto, habían desaparecido definitivamente de esta tierra. (La palabra que se trad.
“fieles” es ḥasîḏ, muy relacionada con ḥeseḏ, que significa “amor leal o lealtad pactal”.)
En su lugar habían quedado los que hablaban mentira … con labios lisonjeros, y con
doblez de corazón. Sus palabras eran deshonestas y por lo tanto, indignas de confianza.
Se había generalizado la corrupción en la sociedad. Tal parece que ya no había gente
confiable y honesta en quien el salmista pudiera confiar.
12:3–4. Así que el poeta oró pidiendo que Dios destruyera a todos los labios
lisonjeros, porque sus dueños estaban llenos de orgullo y hablaban jactanciosamente,
considerando que a través de su propaganda, adulaciones y engaños podían alcanzar sus
metas. Seguramente habían dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos. Pensaban que
podían hacer lo que les placiera y aun se atrevían a decir: ¿quién es señor de nosotros?
Por eso, David deseaba que Dios los destruyera y pusiera fin a su arrogante jactancia.
B. Seguridad de liberación (12:5)
12:5. El salmista recibió la seguridad de que al ver la opresión de los pobres y
escuchar el gemido de los menesterosos, el Señor respondería diciendo: Ahora me
levantaré, para poner a salvo al oprimido. Dios prometió salvar a los que confiaban en
él y librarlos de los que los perseguían.
C. Confianza en la palabra de Dios (12:6–8)
12:6. Debido a que el poeta recibió la seguridad de parte de Dios en el sentido de
que los afligidos serían librados (v. 5), el salmista expresó su confianza en las
inmarcesibles palabras de Dios, aunque seguía rodeado de malvados.
Haciendo un contraste con las palabras mentirosas de los malos, el poeta dijo que
las palabras de Jehová son palabras limpias y verdaderas. Por el hecho de ser limpias
y puras, las compara con el proceso de purificar la plata refinada en horno de tierra;
es como si los dichos del Señor fueran plata purificada siete veces, el número que
expresa cabalidad y perfección. Lo que Dios dice es verdad (cf. “y acrisolada la palabra
de Jehová” cf. 18:30) y confiable. Sus palabras no están adulteradas de engaño o de
adulaciones falsas (en contraste con las palabras de los impíos, 12:2–3), por lo tanto, se
puede fiar en ellas.
12:7–8. Por todo lo anterior, el salmista confiaba en la palabra divina. Por ello,
expresa: Tú, Jehová, los guardarás, refiriéndose a los rectos, y añade: De esta
generación los preservarás para siempre, sabiendo que estaban rodeados de los
malos, que se jactaban y mostraban confianza desmedida en sí mismos, y que exaltaban
la vileza (zūllûṯ, palabra que solamente se utiliza aquí en todo el A.T. y que significa
algo malgastado o sin valor). El v. 8 describe a los hombres malos y despiadados que
ejercían autoridad y poder utilizando palabras engañosas. Pero las palabras de Dios, que
son verdaderas, afirman que ese tipo de gente será destruida.
Salmo 13
Este salmo registra el clamor del afligido y por lo tanto, armoniza bien con varios de
los salmos que le anteceden. Aquí, David descansa confiadamente en el amor leal del
Señor (v. 5), a pesar de que no veía que estuviera cerca su liberación de la opresión de
su adversario, que también era enemigo de Dios.
A. Su queja por la angustia (13:1–2)
13:1–2. Haciendo una serie de preguntas retóricas destinadas a motivar a Dios a que
respondiera a su oración, David preguntó: ¿Hasta cuándo, Jehová? (frase que aparece
cuatro veces en estos dos vv.; cf. el comentario de 6:3), ¿hasta cuándo esperaría el Señor
para responderle? David se sentía ignorado por Dios y olvidado. ¿Continuaría esto en
forma indefinida? Luchando en lo más profundo de su corazón (“en mi alma”), se
quejaba de que cada día lo pasaba con tristezas y en una situación desesperada, de tal
modo que su alma estaba llena de luchas y aflicción. Como resultado de ese aparente
abandono de Dios, sentía que su enemigo triunfaba de continuo sobre él.
B. Petición de liberación (13:3–4)
13:3–4. David pidió a Dios: mira, respóndeme para que lo rescatara de esa
situación. Alumbra mis ojos era la forma en que David solicitaba sabiduría divina o la
perspectiva correcta para entender su problema. Con gran intensidad pedía esto
diciendo: para que no duerma de muerte (cf. el comentario de 7:5); i.e. que ese
problema le podía causar la muerte, lo cual haría que su enemigo dijera: lo vencí y se
alegrara por su triunfo.
C. Confianza en el Señor (13:5a)
13:5a. David expresó lo siguiente: Mas yo en tu misericordia (ḥeseḏ; el amor leal
del Señor para con los que confían en él), he confiado. Los enemigos de David estaban
desafiando la fidelidad del amor de Dios hacia uno de los creyentes de su pacto.
D. Alabanza por la salvación (13:5b–6)
13:5b–6. El salmista, seguro de que su oración había sido escuchada, decidió
regocijarse y cantar a Jehová, y añadió, porque me ha hecho bien, ya que el Señor lo
había tratado tan misericordiosamente. (Esta es la primera de varias docenas de veces en
que se hace referencia en Salmos a que Dios es bueno o que hace bien.) El salmista
podía anticipar el final feliz de su larga espera.
Salmo 14
Sabiendo que el ser humano es necio y corrupto, y que Dios destruirá a la gente por
sus acciones, el salmista añoraba que se estableciera el reino de Dios en la tierra. (V. el
comentario del salmo 53, que es casi idéntico a este salmo.)
A. Descripción de la humanidad (14:1–3)
14:1. David afirmó que el veredicto de Dios sobre la humanidad es que sólo hay
necedad en su corazón. El v. 1 nos da una descripción sumaria del necio (nāḇāl, aquel
que es moralmente insensible o impío). Un necio cree que no hay Dios y por eso, se ha
corrompido. Estas dos declaraciones están relacionadas porque un ateo (i.e., que vive
como si Dios no existiera), de hecho se encuentra separado de la sabiduría revelada en
la palabra divina. Como resultado de ello, es corrupto, y contamina todo lo que hace.
Sus acciones son abominables; i.e., viles, y Dios las odia. Sin fe, es imposible agradar a
Dios y sin ella, no hay quien haga el bien.
14:2. La evaluación del poeta en relación con la humanidad se basa en que Jehová
miró desde los cielos para examinar a los hijos de los hombres; i.e., a la gente. Otros
ejemplos de que Dios observa la maldad de los hombres se encuentran en Babel (Gn.
11:1–9) y en Sodoma (Gn. 18:21). El salmista añade que Dios quería ver si había algún
entendido; i.e., si había alguien que buscara a Dios. El principio de la sabiduría es el
temor de Jehová (Pr. 1:7). Puesto que el necio se niega a aceptar este hecho, carece de
entendimiento.
14:3. Al buscar gente prudente, Dios vio que todos los seres humanos se desviaron;
a una se han corrompido (lit., “agrios”, como la leche). La palabra, ’ālaḥ, que sólo
aparece aquí, en Job 15:16 y en Salmos 53:3, se utiliza en un sentido moral. (Este
vocablo indica algo que es corrupto y es diferente del que se usa en 14:1.) En
consecuencia, Dios dice que ni una sola persona, absolutamente nadie, hay que haga lo
bueno. Las Escrituras enseñan que la única esperanza de la humanidad es que los
individuos busquen a Dios para ser salvos.
B. Castigo de los impíos (14:4–6)
14:4–6. David reveló el resultado que habrá de la lucha entre los hacedores de
iniquidad y los justos. Él estaba sorprendido de la ignorancia y falta de discernimiento
que mostraban todos los que hacen iniquidad, que pensaban que podían devorar al
pueblo de Dios como si comiesen pan. Su maldad era más pronunciada cuando
atacaban cruelmente a los escogidos. Ignoraban el hecho de que Dios los dominará,
porque al atacar al pueblo de Dios en realidad están atacando a Jehová, … porque Dios
está con la generación de los justos. Así que el salmista previó que los malos
temblarán de espanto (v. 5) cuando el Señor los castigue por perseguir a los suyos.
Puede que se burlen del consejo del pobre por algún tiempo, pero el pueblo de Dios
lit. literalmente
será reivindicado, porque Jehová es su esperanza; i.e., su refugio (maḥseh, “protección
del peligro”, palabra que en Salmos se aplica al Señor nueve veces: 14:6; 46:1; 61:3;
62:7–8; 71:7; 73:28; 91:2, 9).
C. Esperanza del reino (14:7)
14:7. David añoraba que se estableciera el reino de Dios (cf. Mt. 6:10). Por eso,
exclamó: ¡Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel! Cuando Jehová haga
volver a los cautivos de su nación Israel de la presencia de los impíos (Ro.11:26–27),
se gozará Jacob (Sof. 3:14–16), y se alegrará Israel. Es claro que el salmista anhelaba
el establecimiento del gobierno justo de Dios desde Sion (cf. el comentario de Sal. 2:6)
y la destrucción de los malos, que persistieran en la iniquidad.
Salmo 15
Este salmo explica quién es digno de ser “huésped” del Señor. El poeta describe el
carácter impecable de alguien que está capacitado para adorar en el santuario de Dios.
A. La pregunta: ¿Quién habitará en tu tabernáculo? (15:1)
15:1. David se preguntaba: ¿Quién habitará en el tabernáculo; i.e., el santuario
del Señor? Éste se encontraba en el monte santo; i.e., en Sion, la ciudad de David (cf. 2
S. 6:10–12, 17 y el comentario de Sal. 2:6). La pregunta se refiere a quién es capaz de
ser “huésped” del Señor y vivir en el lugar donde se encuentra su presencia. Es una
pregunta espiritual: ¿quién puede acercarse a Dios y alabarlo en su morada?
B. La respuesta: Sólo los justos pueden hacerlo (15:2–5)
15:2a–b. Primero se da respuesta a la pregunta del v. 1 en forma resumida (v. 2a–b)
por medio de dos descripciones y después se amplía (vv. 2c–5) con otras ocho. La
persona aceptable es el que a) anda en integridad y también, b) hace justicia en todas
sus acciones. La metáfora de “andar” se usa a través de la Biblia para referirse al patrón
personal de vida y conducta que sigue un individuo (cf. 1:1). “Que es íntegro” (tāmîm)
significa cabal, sincero, completo o perfecto. Una persona justa vive en obediencia a
Dios y mantiene una vida íntegra.
Sus actividades van en armonía con los estándares divinos; i.e., son justas. De esta
manera, David declaró que si alguien quería presentarse delante del Señor en Sion,
debía ser un siervo obediente y justo. Los malos y los hipócritas, no pueden entrar en el
santuario.
15:2c–5a. Después de la declaración general contenida en las dos primeras líneas
del v. 2, David describió cómo es el carácter de una persona intachable.
(1) La primera característica del justo es que habla verdad en su corazón, con
sinceridad. No es como los aduladores, que hablan en doble sentido (cf. 12:2). (2) Un
hombre justo no calumnia con su lengua maliciosamente. (3) No hace mal a su
prójimo, (4) ni admite reproche alguno contra su vecino con objeto de
desacreditarlo. Un vecino (o amigo) es cualquier persona con la que entra en contacto.
Las observaciones irreprochables de tal persona nunca llevan la intención de dañar o
destruir a su prójimo.
(5) Asimismo, una persona justa, a cuyos ojos el vil es menospreciado, honra a los
que temen a Jehová. Una persona “vil” (que viene de mā’as y por lo tanto no es la
misma palabra que se trad. “corrompido” en 14:1) es reprobable y sin valor. Pero el que
teme al Señor está llevando una vida de fe y obediencia.
(6) El justo cumple sus promesas aunque sea en daño suyo. Aun si hizo un
juramento impulsivamente (Lv. 5:4), cumplirá su palabra cabalmente.
(7) Tampoco da su dinero … a usura (lit., “no les muerde”). No se aprovecha de
una persona que debe pedir prestado. Prestar con interés a otro israelita estaba prohibido
y se consideraba como el acto de un aprovechado (Éx. 22:25; Lv. 25:36).
(8) Una persona que no acepta el cohecho o soborno contra el inocente. Por
supuesto que la ley prohibía esto (Dt. 27:25). Más bien, el justo abandera la causa del
inocente y del necesitado.
15:5b. David llegó a la conclusión de que alguien que sigue este patrón de conducta
en la vida; i.e., el que hace estas cosas, no resbalará jamás (cf. 16:8; 21:7; 30:6; 62:2,
6; 112:6). No sólo disfrutará compañerismo en la presencia de Dios, sino que también
experimentará la bendición y seguridad divinas.
El hecho de que el salmista incluya diez características de la persona que califica
para entrar al santuario de Dios (ese tipo de creyente es sincero, justo, honrado, no
calumniador, no hace lo malo, no reprocha, distingue entre el bien y el mal, cumple sus
promesas, no es usurero, y es insobornable) sugiere que pueden compararse con los diez
mandamientos (aunque las dos listas no corresponden exactamente a la letra). La
obediencia a la voluntad revelada de Dios es el requerimiento para participar
completamente de las bendiciones de estar en el santuario.
Salmo 16
Este salmo es una celebración del gozo que trae el compañerismo con el Señor, el
cual David se daba cuenta procedía de la fe en Dios. El salmo pudo haber sido
compuesto cuando David enfrentaba grandes peligros en el desierto o bien, cuando
surgió oposición en su reinado. Cualquiera que haya sido la ocasión, David estaba
seguro de que debido a que había llegado a conocer y confiar en el Señor como su
herencia en esta vida, y que podía confiar en él aunque enfrentara la muerte.
A. El Señor es su herencia en la vida (16:1–8)
16:1. En los vv. 1–8, David repasó cómo había llegado a conocer y confiar en el
Señor. El v. 1 parece ser el resumen de todo el poema: Guárdame, oh Dios, porque en
ti he confiado (“busco refugio”, NVI99). A continuación, el salmista desarrolló esa idea
de haber encontrado refugio en el Señor.
16:2. David anunció su fe exclusiva en Jehová. Su declaración de fe era: Tú eres
mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti (cf. 34:10; 84:11).
16:3–4. Basado en su consagración al Señor, el salmista describió la sociedad de
amigos con quienes se podía identificar. Se deleitaba con los justos; i.e., los santos que
están en la tierra, a quienes consideraba íntegros y nobles. Dios ha llamado a su
pueblo para ser una nación santa (Éx. 19:6), y el siervo de Dios reconocía que con ellos
debía andar, con los fieles servidores del Señor. Los otros, aquellos que sirven
diligentes a otro dios, tendrán que enfrentar dolores y aflicción. David no aprobaba sus
acciones, ni les ayudaba en sus libaciones; i.e., en su vana adoración, y ni siquiera se
atrevía a pronunciar los nombres de sus dioses, porque su lealtad estaba con los
creyentes justos.
16:5–6. Dirigiéndose directamente al Señor, el salmista proclamó sus bendiciones.
Haciendo una comparación dice: Jehová es la porción (cf. 73:26; 119:57; 142:5) de mi
herencia. Para él, Dios era todo lo que necesitaba para satisfacer su corazón mientras
viviera. Además de ser su porción y su copa, Dios le había asignado una hermosa …
heredad. La expresión: las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos se trad. “bellos
lugares me han tocado en suerte” (NVI99) y habla de un terreno que fue medido con
cuerdas y distribuido por suertes. En otras palabras, el salmista comparaba las
bendiciones divinas con la mejor herencia que alguien pudiera recibir; reconocía que
Dios le había permitido llevar una vida maravillosa y plena.
16:7–8. Como resultado de toda esa largueza, David alababa a Jehová, porque dijo:
me aconseja; aun en las noches me enseña (y por supuesto que también durante el
día) y porque lo guiaba en forma segura. Bendeciré significa “hablar bien de alguien”.
Esta es la primera de cerca de dos docenas de veces que en el libro de Salmos se dice
que el Señor es “bendecido”. Debido a esto, David. sabía que nunca sería conmovido
(cf. el comentario de 15:5b) ni apartado de su camino de integridad y nada impediría
que siguiera disfrutando de las bendiciones que tenía en el Señor.
B. Cuidado del Señor (16:9–11)
16:9–11. David estaba seguro de que el Señor lo iba a preservar cuando enfrentara
la muerte. Dijo: Se alegró … mi corazón y se gozó mi alma porque mi carne …
reposará confiadamente cuando estuviera a punto de morir. La razón por la que podía
confiar es que Dios no dejaría su alma en el Seol, ni permitiría que viera corrupción.
Este v. se refiere a David, quien se describe a sí mismo como santo, i.e., uno de los
santos del Señor (cf. v. 3). El salmista hallaba consuelo en el hecho de que Dios no
permitiría que muriera en esa ocasión, ni que su cuerpo se corrompiera en la tumba. De
hecho, Dios le había mostrado la senda de la vida, así que anticipaba disfrutar en esta
vida de su presencia, en la que hay plenitud de gozo (v. 11).
Pedro citó los vv. 8–11 el día de Pentecostés (Hch. 2:25–28) y en Antioquía, Pablo
mencionó Salmos 16:10b (Hch. 13:35–37) al hacer referencia a la resurrección de
Cristo. Así que las palabras de David fueron tipológicas, porque trascendieron su propia
experiencia y se cumplieron históricamente en Cristo. La idea de ser preservado de la
corrupción del sepulcro es la que está detrás de las experiencias tanto de David como de
Jesús, pero en el caso del salmista, vino con la liberación de la muerte, mientras que en
Cristo, vino a través de la resurrección de los muertos.
La muerte no era una amenaza para David, porque disfrutaba de la bendición y
compañerismo con Dios, quien no permitiría que la muerte y el sepulcro interrumpieran
ese maravilloso compañerismo. Así que en un sentido más completo, esto se aplica
también a los creyentes de hoy, que cuentan con la revelación completa acerca de la
doctrina de la resurrección, y pueden decir que aun cuando mueran, Dios no permitirá
que su fallecimiento elimine el compañerismo completo que disfrutan con el Señor (2
Co. 5:8; Fil. 1:23). Esta expresión de fe es posible porque Cristo conquistó la muerte
(Lc. 24:6) y se levantó para ser las primicias de todos los que duermen (1 Co. 15:20).
Salmo 17
En este salmo, David estaba consciente de su integridad a pesar de que estaba
rodeado de enemigos para quienes su herencia no pasaba de esta vida. Él oraba pidiendo
que Dios lo librara del mundo impío que lo oprimía a medida que veía el futuro glorioso
en la presencia del Señor.
Este poema es parecido en muchas formas al salmo 16, pero con una diferencia
importante. En Salmos 16, David estaba consciente del peligro latente que lo
amenazaba, pero su fe lo animaba a no tener temor. Sin embargo, en el salmo 17, el
peligro era más inminente, así que necesitaba urgentemente de la ayuda del Señor.
A. La oración de un justo (17:1–5)
17:1–2. David pidió a Dios encarecidamente: Oye, oh Jehová, una causa justa;
está atento … escucha mi oración. Esta triple petición a Dios lleva una nota de
urgencia.
La oración no provenía de un malvado o hipócrita, su oración estaba hecha de
labios sin engaño. David reafirmó su integridad delante de Dios, y le pidió: vean tus
ojos mi rectitud, con objeto de que pudiera reivindicarlo.
17:3. En su integridad (vv. 3–5), David afirmaba que si fuera probado … visitado
de noche o puesto a prueba por Dios, sería encontrado puro. Esto se debía a que había
decidido no cometer ninguna transgresión. Para vivir correctamente delante de Dios,
uno debe tomar una resolución de corazón de servirlo y obedecerlo.
17:4–5. Además, en cuanto a las obras humanas, David se había guardado y
apartado de las sendas de los violentos y destructores. Su vida estaba regida por la
palabra del Señor. Había seguido sus caminos; i.e. había andado por el camino que
Dios le había marcado y sus pies no se habían apartado (resbalado) de él.
B. Oración pidiendo protección del mundo (17:6–12)
David oraba pidiendo ser librado de los malos de este mundo porque están llenos de
orgullo y vanidad.
17:6–7. Su oración se basaba en las maravillosas misericordias; i.e., el amor leal
del Señor. Ese inmenso amor se revela en el hecho de que él salva a los que se refugian
a su diestra. A esas alturas, David se estaba acogiendo a su cuidado, así que deseaba
recibir ese gran amor.
17:8. David pedía que Dios lo guardara en el centro de su atento cuidado. Las dos
figuras de lenguaje que aparecen en este v. han sido de gran ayuda para los creyentes de
todos los tiempos. La niña de tus ojos parece referirse a la pupila del ojo, que
simboliza la vista de alguien. En otras palabras, el salmista pedía la atención directa y
cuidadosa del Señor.
La otra figura: la sombra de tus alas también se menciona en 36:7; 57:1; 61:4;
63:7; 91:4 (cf. Rt. 2:12; Mt. 23:37). Esta imagen está tomada del mundo animal, y
compara el cuidado protector de Dios con el que proporciona un ave a sus polluelos. Así
que David estaba pidiendo cuidado y protección del Señor.
17:9–12. La razón de la urgencia que contiene la oración está en la naturaleza de los
malos, la cual David describió vívidamente, tratando de hacer que Dios entrara en
acción. Aquéllos trataban de destruir a David y quitarle la vida (v. 9), hablaban
arrogantemente, con dura indiferencia y orgullo (v. 10); y eran como león que acecha
para hacer presa (vv. 11–12; cf. el comentario de 7:2).
C. Visión de un futuro glorioso (17:13–15)
17:13–14a. En contraste con la persecución de los malvados de que estaba siendo
víctima (vv. 6–12), David pudo ver lo que le deparaba el futuro. Su oración urgente
pidiendo: Levántate, oh Jehová, era un recordatorio de su problema, por eso, pidió que
lo librara de aquellos malvados mundanos, cuya porción (o recompensa) la tienen en
esta vida (v. 14); i.e., que aquí reciben su pago. Debido a que no seguían al Señor, esta
vida era con lo único que contaban para disfrutarla. Pero atacaban a los justos de
diferentes maneras, tanto física como verbalmente.
En su oración, David pidió a Dios que desenvainara su espada para defenderlo y
rescatarlo. Esto puede referirse al hecho de que a veces, Dios utiliza ejércitos humanos,
aun de los malos, para castigar a las naciones (cf. Is. 10:5).
17:14b–15. En contraste con los que viven sólo centrados en esta vida y que tendrán
que enfrentar la “espada” de Dios, David preveía una bendición mucho más grande para
él y otros, que incluye apetitos satisfechos y riqueza para sus hijos. Por eso, añadió: En
cuanto a mí, veré tu rostro en justicia (cf. 11:7); i.e., que estaría satisfecho cuando
despertara y viera la semejanza del Señor. Aquí, el salmista no estaba anticipando el día
de su muerte, o el despertar en la resurrección de los muertos. Más bien, estaba
haciendo un contraste entre la destrucción de los malos, que viven sin tener en cuenta a
Dios, con su propia vida, que él vivía dentro de la gracia divina.
No obstante, sus palabras son apropiadas como una descripción de su regocijo al
disfrutar la presencia de Dios. Aunque David haya pensado en las bendiciones
espirituales y la presencia divina, sus palabras se pueden aplicar certeramente a los
creyentes de hoy en día, quienes con la revelación completa del N.T., pueden anticipar
un prospecto mucho más glorioso que el que se experimenta en esta vida.
Salmo 18
El título atribuye este salmo a David, quien lo compuso después de que el Señor lo
libró de la mano de todos sus enemigos, incluyendo a Saúl. Después de repasar todo lo
que el Señor era para él, David documentó su liberación por mano del Señor y se
regocijó en las misericordias que le había mostrado. Este salmo es un cántico de gratitud
por la victoria alcanzada por ese rey guerrero, que por fin estaba en paz. Con algunas
variantes, este salmo también se registra en 2 Samuel 22. Es probable que algunas
palabras del poema de 2 Samuel 22 se hayan cambiado en el salmo para que pudiera ser
usado en el culto público, pero esto no puede probarse.
A. Descripción del carácter de Dios (18:1–3)
18:1–3. En su juramento de alabar a Dios, David incluyó una metáfora después de
otra para describir todo lo que el Señor es y lo que había sido para él. El poeta dice: Te
amo, oh Jehová, porque Dios le había mostrado gran misericordia durante todas sus
luchas.
David se refirió al Señor como su roca (cf. vv. 31, 46), porque le daba estabilidad y
seguridad. En los Salmos, cerca de veinte veces se dice que Jehová es la roca. El poeta
también lo comparó con una fortaleza (en 31:3; 71:3; 91:2; 144:2 se usa la misma
palabra hebr. [meṣûḏâh] para referirse a Dios). “Roca” y “fortaleza” describen un lugar
alto o refugio defensivo hacia el cual puede uno huir buscando protección. Refugiarse
en el Señor es mucho mejor que esconderse en una fortaleza hecha por el hombre o
detrás de una enorme roca.
David también comparó a Dios con un escudo (cf. 18:30 y el comentario de 3:3) y
con un refugio (miśgoḇ; cf. el comentario de 9:9), términos militares que sugieren
seguridad y protección de los enemigos. Por ser la fuerza (lit. “el cuerno”, BLA, NVI99
nota mar.) de su salvación, Dios le daba fortaleza. Los cuernos de un animal se usaban
para simbolizar la fuerza o el poder. En tiempos posteriores representaron a los
gobernantes (cf. 148:14; Dn. 7:8, 11, 20–21, 24; 8:21–22; Ap. 17:12).
Puesto que el Señor había defendido y librado a David de todos su enemigos, era
digno de ser alabado por el salmista.
B. Informe de la liberación de Dios (18:4–29)
En una amplia sección de alabanza, David reiteró los sufrimientos y peligros que
había pasado, así como la grandiosa y sobrenatural liberación de Dios.
18:4–5. En los vv. 4–19, David relata la forma en que Dios lo salvó
sobrenaturalmente. Haber estado rodeado de ligaduras de muerte significa que estaba
pasando por tal desesperación y dificultad, que sin la intervención divina, seguramente
habría muerto. El salmista dice que lo habían inundado torrentes de perversidad y
había visto de cerca las ligaduras del Seol, o de la muerte, sin contar con ningún
recurso humano para poder salvarse.
18:6–15. Cuando David clamó (invoqué a Jehová y clamé a mi Dios), el Señor
oyó su voz desde su templo e intervino para ayudarlo. (Con frecuencia se menciona la
ayuda divina en los salmos.) A continuación, David describe esa intervención como una
gloriosa teofanía, o aparición del Señor. El poeta dijo que ésta provocó que la tierra
fuera conmovida y tembló, porque se indignó él contra los enemigos del salmista y de
él (v. 7); humo … y … fuego consumidor salieron de su nariz, y de su boca (v. 8).
Descendió; y había densas tinieblas debajo de sus pies (v. 9); voló sobre las alas del
viento (v. 10); lo acompañaron oscuridad de aguas; i.e., nubes negras (v. 11); nubes
…, granizo y carbones ardientes y los truenos y relámpagos, también estaban con él
(v. 12). La voz de Dios (cf. Job 37:2, 4–5) tronó (Sal. 18:13); envió sus saetas y lanzó
TM texto masorético
VM Versión Moderna
expresada por Jesús cuando fue liberado. Por supuesto que la oración de Jesús pidiendo
ser librado de la muerte (He. 5:7) fue contestada en forma distinta, porque fue levantado
de entre los muertos. Por su lado, el salmista fue rescatado de la misma muerte.
22:23–26. El salmista invita a la congregación a alabar a Dios junto con él porque el
Señor no menosprecia a ningún afligido (i.e., al salmista que estaba en sufrimiento)
sino que escucha cuando clama a él pidiendo ayuda (cf. vv.1–2) y contesta su oración.
Con base en esta declaración de alabanza, David prometió cumplir sus votos y animó a
la congregación a alabar a Dios con él. También la motivó a seguir orando (vivirá
vuestro corazón para siempre significa “no se den por vencidos”; cf. “corazón” en v.
14).
22:27–31. Después de esto, el salmista se dirige al resto del mundo anticipando que
la humanidad se volvería a Jehová (v. 27) y le adoraría (se postrarán delante de)
porque él es el rey soberano, el único que rige a las naciones (v. 28), incluyendo a los
poderosos y a los que están en agonía. De generación en generación, todos los
habitantes de la tierra sabrían que Jehová escuchó su oración y lo rescató. Por esa
razón, Dios es digno de nuestra confianza. Es indudable que estas palabras, cuando se
aplican a nuestro Señor Jesucristo, adquieren mayor significado. Cuando las personas
escucharan la forma en que Dios respondió a su oración levantándole de los muertos
(He. 5:7), muchos se volverían a él, confiarían en él y le adorarían.
Salmo 23
Usando las imágenes de un pastor y de un buen anfitrión, David reflexionó acerca
de las abundantes bendiciones que Dios le daba aun en medio de los peligros que
enfrentaba. Concluyó diciendo que la protección continua y amorosa de Dios le
restauraría a la comunión completa con él.
A. El Señor como líder (23:1–4)
23:1. El salmista empleó la figura de un pastor para recordar las bendiciones de
Jehová (cf. Dios como pastor en 28:9; 80:1) que disfrutaba. Esa metáfora resultaba muy
familiar para David, conocido como rey-pastor. También era una metáfora muy común
en el antiguo Cercano Oriente, ya que muchos reyes se comparaban a sí mismos con
pastores cuando ejercían su liderato. La profecía acerca del futuro Mesías también
incluía esta idea (Is. 40:11), y Jesús se identificó como el “buen pastor” (Jn. 10:14) tan
esperado. Jesucristo también es llamado el “gran pastor” (He. 13:20) y el “príncipe de
los pastores” (1 P. 5:4). Ya que Dios era el pastor de David, sus necesidades estaban
completamente cubiertas.
23:2a. La primera bendición que David experimentó fue recibir el alimento
espiritual. Así como un pastor conduce a sus ovejas hacia pastos verdes para que se
alimenten, así el Señor conduce a su pueblo espiritualmente. Al que sigue al Señor no le
falta alimento espiritual. Se espera de los pastores de la iglesia (cf. Hch. 20:28; 1 P. 5:2)
que también alimenten al rebaño (Ez. 34:1–10; Jn. 21:15–17) de creyentes. La comida
para el alma es la palabra de Dios (He. 5:12–14; 1 P. 2:2).
23:2b–3a. Una segunda bendición que viene del liderazgo del Señor, es la
restauración espiritual. Así como el pastor conduce a sus ovejas hacia aguas tranquilas
para que reposen y se aseen, así el Señor restaura o refresca el alma del creyente. La
lección espiritual es clara; el Señor provee perdón y paz para aquellos que le siguen.
23:3b. La tercera bendición que viene del liderazgo del Señor es que nos dirige por
el camino correcto (sendas de justicia). Un buen pastor sabe exactamente por qué
camino llevar a sus ovejas para que lleguen seguras al redil. De la misma manera, Dios
guía a los suyos por el camino correcto sin perder a ninguno de ellos. Esto lo hace para
cuidar de su reputación (por amor de su nombre).
23:4. La cuarta bendición del liderazgo del Señor es la protección. Si alguien se
encuentra en el valle de profunda oscuridad (o sombra de muerte), no debe temer. El
Señor está con él y lo protege. La vara y el cayado son el equipo con que cuenta el
pastor para proteger a las ovejas en tales situaciones. David se consolaba con la
presencia del Señor y con su protección prometida. Los creyentes nunca están
involucrados en situaciones ajenas a Dios, ya que él nunca desampara u olvida a su
pueblo (cf. He. 13:5).
B. El Señor como proveedor (23:5)
23:5. En este v., el escenario cambia a un salón de banquetes donde un espléndido
anfitrión ofrece una generosa recepción. Con estas imágenes, el salmista se regocijó en
la provisión del Señor. Lo que le consolaba era que ese acto se realizaba en presencia
de sus angustiadores (enemigos). A pesar del peligro inminente, el Señor era el que
servía la mesa para él; i.e., proveía a sus necesidades.
La imagen de ungir la cabeza con aceite habla de un acto refrescante y placentero, y
armoniza con lo que un anfitrión amable haría para dar la bienvenida a su invitado.
Teniendo la mesa y el aceite a la vista, David sabía que su futuro (su copa) estaría lleno
de abundantes bendiciones del Señor.
C. La respuesta de fe (23:6)
23:6. David se dio cuenta de que el amor leal (misericordia, ḥeseḏ) de Dios lo
seguiría todos los días de su vida y por dondequiera que fuera. Las bendiciones del
Señor sobre su pueblo permanecen firmes a pesar de las circunstancias. (Cf. el bien; i.e.,
la bondad de Dios en 27:13; 31:19; 69:16; 86:17; 109:21; 116:12; 142:7; 145:7.) Así,
concluyó diciendo: en la casa de Jehová moraré por largos días. La casa de Jehová se
refiere al santuario (tabernáculo), indicando que disfrutaría de una comunión completa
con el Señor por el resto de su vida (lit. “largura de días”). Es más, el vb. hebr. que se
trad. “moraré” comunica la idea de regresar, y se trad. “confortará” en 23:3. Quizá el
salmista, por alguna razón, estaba alejado del santuario y, por tanto, no podía disfrutar
plenamente de las bendiciones espirituales. Meditar en el amoroso liderazgo y provisión
del Señor, le hicieron recordar su comunión con él y anhelar estar delante de su
presencia en el santuario.
Salmo 24
En preparación para la entrada triunfal del gran Rey de gloria, el salmista declaró
que aquellos que tuvieran las manos limpias y un corazón puro serían los que podrían
presentarse en el lugar santo.
Muchos piensan que este salmo fue escrito cuando David llevó el arca del pacto a
Jerusalén (2 S. 6). Sin embargo, esto no se puede comprobar. Pero si tal suposición
fuere cierta, entonces las “puertas eternas” (Sal. 24:7) se refieren a la vieja fortaleza que
recibió el arca, que era símbolo de la presencia de Dios. O quizá el salmo habla de algún
otro regreso a Jerusalén después de una victoria obtenida en alguna batalla.
A. Ascendiendo al lugar santo (24:1–6)
24:1–2. David alabó a Dios porque la tierra y su plenitud le pertenecen, porque él
la ha creado. Este es un reconocimiento general de la soberanía de Dios sobre todas las
cosas.
24:3–4. A continuación, David preguntó: ¿quién podrá entrar en la presencia del
Dios soberano? (I.e., al tabernáculo que estaba en el monte [cf. el comentario acerca de
“santo monte” en 2:6] de Jehová y su lugar santo.) La respuesta, tal vez dada por los
sacerdotes del santuario, es: aquel cuya conducta es pura y cuya adoración es verdadera
(cf. Sal. 15). Limpio de manos se refiere a las acciones justas, y corazón puro se
refiere a la actitud y voluntad rectas. Solamente aquellos que no adoran a los ídolos
pueden ser verdaderos adoradores y andar en integridad por fe.
24:5–6. A la enseñanza anterior le sigue la afirmación de que aquellos que buscan
el rostro de Dios serán bendecidos con justicia. Esto puede referirse a los adoradores
que desean entrar en el santuario.
B. Entrada del Rey de gloria (24:7–10)
24:7. El salmista ofreció una exhortación (v. 7) y después una explicación (v. 8). Si
alzad … vuestras cabezas, o alzaos … puertas eternas se refiere a la ciudad de
Jerusalén, entonces estaba pidiendo que las puertas eternas se abrieran de par en par
durante la entrada triunfal del rey. Esta es una manera poética de subrayar la
superioridad de aquel que iba a entrar. Las puertas debían levantar sus cabezas, porque
el Rey de gloria estaba a punto de pasar por ellas.
24:8–10. David dio una explicación de esto. Por medio de preguntas y respuestas
declaró que este Rey de gloria es Jehová, el poderoso en batalla. Jehová había
mostrado que era fuerte porque les había proporcionado grandes victorias. Por tanto, él
es el rey glorioso que entrará en la ciudad. Uno puede imaginar la procesión de los
israelitas triunfantes llevando el arca, que era el símbolo de la presencia de Dios, y
subiendo al santuario para alabar a Jehová. Las ideas que hay en la exhortación (v. 7) y
en la explicación (v. 8) se repiten en los vv. 9–10. La repetición enfatiza el siguiente
punto: Jehová es un Rey glorioso que va a entrar al santuario y sólo los verdaderos
adoradores pueden disfrutar de su presencia.
Salmo 25
David buscó confiadamente al Señor para pedirle instrucción y perdón por su
iniquidad basándose en su misericordia hacia Israel. Este salmo es una meditación
acerca del carácter del Señor que invita a los humildes a confesar sus faltas y a orar. El
salmo es un acróstico, y cada v. comienza con una letra sucesiva del alfabeto hebr.
A. Oración implorando dirección y perdón (25:1–7)
El salmista no estaba avergonzado de buscar al Señor para pedir su dirección y
perdón por los pecados cometidos en su juventud (v.7).
25:1–3. Al buscarlo, David demostró su confianza en Jehová. Por ello, elevó su
alma al Señor sin ningún temor, porque sabía que nadie que confiara y esperara (cf. vv.
5, 21) en él, sería avergonzado (cf. v. 20); i.e., sus oraciones serían contestadas y sus
necesidades cubiertas. Esto contrasta con sus enemigos y con los que querían hacerle
mal.
25:4–7. En primer lugar, David pidió instrucción (vv. 4–5; cf. vv. 9, 12) y dirección
(v. 5; cf. v. 9). Él deseaba que Dios le mostrara sus caminos, incluyendo la verdad, y
que le enseñara sus sendas. Después, oró pidiendo perdón (vv. 6–7). Amparándose en
las misericordias y en la bondad de Dios, que habían sido evidentes a través de las
generaciones pasadas, pidió al Señor que no le fueran tomados en cuenta los pecados de
su juventud. (En tres ocasiones utilizó la palabra acuérdate o acuerdes).
B. Repetición de la oración (25:8–22)
El salmista insistió en su oración pidiendo dirección divina que lo llevara por el
camino de la verdad (cf. vv. 4–5) y de perdón (cf. vv. 6–7) para su alma afligida. Esta
vez, la oración se basó en el carácter revelado del Señor.
25:8–10. David exaltó el carácter de Dios diciendo: Él es bueno y recto; su amor es
infinito y fiel. Sobre esa base enseñó a los pecadores … y a los humildes el camino.
Es indudable que los pecadores necesitan de la gracia y la dirección de Jehová.
25:11. El salmista oró pidiendo perdón por su gran pecado—haciéndolo por amor
del nombre (su carácter revelado) de Jehová.
25:12–14. Aquí David describe a la persona que teme a Jehová, a la cual Dios hace
conocer su pacto (v. 14) y a quien instruye (v. 12b; cf. vv. 4–5, 8–9). Estas
declaraciones recuerdan al lector la literatura de sabiduría, especialmente Proverbios. La
persona que teme al Señor (Pr. 1:7; 9:10; 15:33; 31:30) es instruida por la palabra
divina.
25:15–22. El salmo concluye con una oración pidiendo la salvación por gracia.
Comenzando con la afirmación de que confiaba en que Dios lo podía salvar (v. 15), le
rogó que perdonara (v. 18; cf. vv. 6–7, 11) su alma afligida de sus pecados y que lo
salvara del sufrimiento causado por sus crueles enemigos (v.18). Una vez más pidió no
ser avergonzado (cf. v. 20, en el proceso de ser rescatado), y reiteró que esperaba sólo
en Dios (v. 21; cf. vv. 3, 5; esperar en Dios se menciona más de dos docenas de veces
en Salmos). La última petición fue de liberación para Israel de todas sus angustias (v.
22).
Es claro que el salmo relaciona la oración de salvación y dirección con la confesión
de pecado. El camino del Señor requiere que así sea.
Salmo 26
El salmo 26 es una afirmación clara de integridad personal e incluye una oración
pidiendo que esa cualidad sea aceptada por Dios. No hay ningún acontecimiento en la
vida de David que se pueda relacionar con este pasaje a la letra. En muchos aspectos,
este salmo es muy similar al 25. Sin embargo, el 26 no incluye una petición de perdón.
El salmista declaró que permanecía alejado de los pecadores, y se identificó como
adorador de Dios. Con base en esto, oró con confianza pidiendo que el Señor lo librara
del destino que espera a los pecadores.
A. Declaración de integridad (26:1–3)
26:1–3. David hizo una petición introductoria que contiene dos partes: Jehová (a)
debía actuar a su favor con justicia (v. 1) y (b) considerar su afirmación (v. 2; cf.
139:23). El Señor podía ver que el salmista había sido consistente en su fe (26:1a) y que
había obedecido al Señor y su verdad (v. 3).
B. Evidencia de integridad (26:4–8)
26:4–5. David demostró su integridad separándose de los pecadores (vv. 4–5) e
identificándose con los verdaderos adoradores de Dios (vv. 6–8). En ninguna manera se
había identificado con los impíos y los malignos. Jamás se sentó (vv. 4a, 5b) con ellos
ni consultó con ellos ninguna cosa (cf. 1:1); en realidad, aborrecía sus reuniones.
26:6–8. El santuario (cf. altar, v. 6, y casa, v. 8) es el escenario de estos vv. David
adoraba con un corazón íntegro (lavaba sus manos, cf. 24:4, en inocencia) y de manera
sincera (alababa a Dios y declaraba sus maravillas). En contraste con la aversión que
sentía hacia las reuniones de los impíos (26:5), el salmista anhelaba estar en el santuario
y disfrutaba estar en él, porque era el lugar de la morada de la gloria de Dios.
C. Oración pidiendo recompensa por andar en integridad (26:9–12)
26:9–12. David pidió al Señor que lo librara del destino fatal de los pecadores, con
quienes no se asociaba (cf. vv. 4–5). Probablemente David se estaba refiriendo a la
muerte prematura (alma en hebr. se refiere a la vida).
Si los impíos iban a ser destruidos con un juicio repentino, los que evitaran su
compañía se librarían de ese castigo.
Esperando quedar exento de ello, David ofreció alabanzas a Jehová en medio de la
congregación (cf. vv. 7–8). En repetidas ocasiones los escritores de Salmos oraron
pidiendo ser redimidos (v. 11) de la angustia (pāḏâh,“rescatar, redimir,” se usa en 31:5;
44:26; 49:7; 55:18; 69:18; 78:42; 119:134). Con frecuencia, esta palabra hebr. se usa
para referirse a la liberación de Israel de la esclavitud egipcia (cf. Dt. 7:8; 9:26; 13:5;
15:15; 24:18; 2 S. 7:23; Mi. 6:4).
Salmo 27
Al principio de este salmo, David expresa su confianza gozosa en el Señor a pesar
de la multitud de enemigos que lo amenazaban de muerte. Sin embargo, repentinamente
su ánimo cambió: oró con desesperación pidiendo que no lo abandonara, sino que lo
ayudara y consolara durante esa situación de necesidad. Sabiendo que el Señor era la
fuente de su consuelo y esperanza, se fortaleció y esperó en él. Este salmo refleja gran
confianza y valor.
A. Confianza que disipa el temor (27:1–3)
27:1. David expresó una gran fe en Jehová: porque era su luz …, salvación y
fortaleza (mā‘oz, “lugar fortificado”; cf. 37:39; 43:2; 52:7). Por tanto, nadie podía
hacerle daño. La referencia a la luz indica entendimiento, gozo y vida (cf. 18:28) y la
fortaleza (cf. 18:2) sugiere defensa. Con tales provisiones de parte del Señor, ¿a quién
puede temer el creyente? (cf. 27:3). La respuesta obvia es que a nadie.
27:2–3. Respondiendo a la pregunta anterior, David habló de los enemigos que
estaban en su contra. Pero aunque arremetieran contra él, no sentiría temor (cf. v. 1) y
siempre estaría confiado en el Señor.
B. Comunión que da seguridad (27:4–6)
27:4. David continuó expresando su confianza en Jehová al afirmar que deseaba
habitar en la casa (templo) y morar allí toda su vida, para disfrutar de su hermosura y
buscar al Señor en su templo. (Hêḵāl no se refiere aquí al templo de Salomón, ya que
aún no se había construido. En hebr. significa una estructura magnífica, como el
tabernáculo; cf. vv. 5–6; 5:7; 1 S. 1:9; 3:3; el templo, 2 R. 24:13; o un palacio, Sal.
45:15; 144:12; Dn. 1:4.)
27:5–6. Morar en la presencia del Señor daría más confianza a David. Dios lo
tendría a salvo en el día del mal, lo libraría del peligro, finalmente triunfaría (su cabeza
sería levantada) sobre sus enemigos y entonces entonaría alabanzas a Jehová con
alegría. Quizá la idea de estar a salvo en el santuario, donde sus enemigos no podían
alcanzarlo, le hizo meditar acerca de la protección de Dios. En hebr., la palabra sēṯer,
que indica protección divina, también se encuentra en 32:7 (“refugio”); 91:1 (“abrigo”)
y 119:114 (“escondedero”), y se refiere al cuidado de Dios. Ciertamente David conocía
la verdadera fuente de seguridad.
C. Oración ferviente de fe (27:7–14)
27:7–10. Es evidente que el Señor no estaba brindando protección inmediata a
David, ya que éste oró de manera ferviente y desesperada pidiendo su ayuda. Le rogó
que no lo abandonara, porque padecía una gran necesidad. Dios había mandado a los
justos que oraran (que buscaran su rostro) y eso es precisamente lo que David hacía.
Por tanto, el Señor no debía negarle su socorro (o esconder de él su rostro; cf. 102:2;
143:7). Además, David declaró ser su siervo y que él había sido su ayuda en el pasado.
Sobre esta base, suplicó a Jehová que no lo rechazara. Esta oración iba respaldada por
su conocimiento de que Dios no lo desampararía, aunque sus padres lo dejaran (algo
poco probable).
27:11–12. David pidió a Dios que le enseñara el camino que debía seguir (cf. 25:4–
5), ya que sus enemigos lo estaban acechando. Rogó que no lo entregara a sus
enemigos, que eran testigos falsos que habían jurado destruirlo.
27:13–14. Finalmente, la confianza del salmista se reafirmó nuevamente. Se
regocijó en la esperanza de ver la intervención de Jehová. David sabía que sobreviviría
(estaría en la tierra de los vivientes) para ver la bondad de Dios. En esa verdad se
fortaleció y decidió esperar a Jehová.
Salmo 28
El salmista estaba convencido de que el Señor haría una distinción entre él y sus
enemigos. Rechazaría a estos y lo preservaría a él de su angustia. Así, oró pidiendo que
el Señor pastoreara y salvara a su pueblo. Este salmo acompaña al 26; sin embargo, aquí
el peligro es inminente.
A. Petición a Jehová (28:1–4)
28:1. El salmista se dirigió a Jehová rogando que lo separara de los impíos cuando
fueran castigados. Esta es una súplica de carácter urgente. Si Dios no contestaba,
entonces él moriría (i.e., iría al sepulcro, ḇôr, que es un sinónimo de tumba; cf. 30:3).
28:2–4. David pidió (a) que el Señor mostrara su favor y escuchara su clamor
suplicando misericordia y ayuda (v. 2), (b) que no lo arrebatara juntamente con los
pecadores hipócritas (v. 3), y (c) que castigara con justicia (v. 4) a los malos.
B. Alabanza llena de confianza en el Señor (28:5–8)
28:5–8. Al dirigirse a la congregación, el salmista expresó su seguridad en que
Jehová contestaría su oración y que los impíos serían derribados para siempre. Ya que
los malos no toman en cuenta los hechos de Jehová, serán destruidos. Esto lo llevó a
expresar su alabanza a Jehová: (a) porque había escuchado la voz de sus ruegos (v. 6;
cf. v. 2); (b) porque era su fortaleza (cf. v. 8; 22:19; 46:1; 59:9, 17; 81:1; 118:14) y su
escudo (cf. el comentario de 3:3) que le había permitido escapar de las maquinaciones
de los malos y regocijarse en el Señor (v. 7); y (c) porque había salvado a su pueblo (cf.
18:2) y como una fortaleza había defendido al rey (su ungido, 28:8). El hecho de que
Dios se dio a conocer como el salvador de su pueblo, le inspiró a alabarlo.
C. Oración pidiendo liberación y dirección (28:9)
28:9. El salmista continuó su oración (v. 9) después de expresar su confianza en que
sería contestada (vv. 5–8). Pidió liberación para la nación de Israel (heredad de Dios;
cf. 33:12; 78:62, 71; 79:1; 94:14; Dt. 4:20; 9:26, 29; Jl. 2:17; 3:2; Mi. 7:14, 18) y
dirección pastoral (cf. Sal. 23:1; 80:1) para siempre. Esta oración es una petición para
que el Señor los sostuviera a través de todas las pruebas y tribulaciones. Su respuesta les
daría ánimo.
Salmo 29
David fue testigo de una aterradora tormenta que pasaba por la tierra de los
cananeos originada por el poder de Dios. Aquí, invita a los ángeles a glorificarle porque
él es el rey eterno de la naturaleza. El salmo 29 es una polémica contra las creencias
paganas que atribuían las tormentas a los ídolos.
A. Invitación a la adoración (29:1–2)
29:1–2. El salmista invita a los ángeles a tributar gloria a Jehová. Hijos de los
poderosos es lit., “hijos del poderoso”; i.e., los seres angélicos de Dios. Aquí, la poesía
alcanza un punto muy alto cuando repite tres veces (con ligeros cambios en las palabras
que le siguen) la expresión dad (o tributad) a Jehová la gloria debida a su nombre y
sigue ampliando esa idea hasta llegar a la línea final, donde hace la invitación a adorar
en santidad. El salmista, usando expresiones del culto israelita, exhorta a los ángeles a
reconocer la gloria y poder del Señor y a hacerlo en santidad, porque Jehová es santo.
B. Razón para adorar (29:3–9)
El salmista describió el control que el Omnipotente tiene sobre la naturaleza
valiéndose de la imagen de la imponente tormenta.
29:3–4. David dijo que el inicio de la tormenta sobre las muchas aguas (i.e., el mar
Mediterráneo) se debió a la voz de Jehová. Aunque el vocablo voz puede ser una
manera poética de referirse a los truenos (cf. 18:13), probablemente también se utiliza
para comunicar que aquél que creó la naturaleza con su palabra (cf. Gn. 1:3, 6, 9, 14, 20,
lit. literalmente
24) también la controla por medio de ella. De esa manera, la tormenta era una
demostración de su poder.
29:5–7. Mientras David presenciaba la intensa tormenta y cómo se movía tierra
adentro, siguió describiéndola como la voz de Jehová, que es capaz de destruir los
cedros del Líbano, provocar terremotos en las grandes montañas (v. 6), y producir
llamas de fuego (relámpagos) en los cielos (v.7). El Líbano (v. 6) y el Sirión son
montañas de la cordillera Antilíbano.
Lo que estaba sucediendo era por decreto divino. Es interesante que la frase la voz
de Jehová se mencione siete veces en los vv. 3–9. Esa tormenta era evidencia de la
supremacía de su majestad.
29:8–9. La tormenta (la voz de Jehová) no solamente hizo estremecer a las
montañas (v. 6); también hizo temblar … el desierto de Cades. Ese Cades era un
pueblo ubicado aprox. a 124 kms. al norte de Damasco, no es el Cades del sur de Israel.
Al avanzar la tempestad, trastornó la flora y la fauna de la zona desértica oriental.
También provocó que las ciervas parieran prematuramente por el miedo (como trad.
casi todas las versiones siguiendo el hebr. [cf. BLA, RVR09, VM]) y arrancó las hojas
de los árboles de los bosques. Como resultado, todas las criaturas (todo), quizá
refiriéndose a los ángeles una vez más (cf. v. 1), proclamaron alabanzas en su templo
por su gloria y su poder.
C. Conclusión (29:10–11)
29:10. El salmista concluyó diciendo que Jehová gobierna como rey para siempre
y que él desea bendecir a su pueblo. El diluvio probablemente se refiere a la inundación
universal de los días de Noé. La palabra preside debe trad. “se sentó” (BLA, BJ, VM).
Quizá David recordó este hecho para apoyar su tesis de que la tormenta que presenciaba
era obra de Dios. Si existiera alguna duda de que Dios controla la naturaleza, ese
meteoro la disipó. Él es Jehová, el Señor y dueño de la creación.
29:11. Esa demostración de poder sirvió para alentar al pueblo, ya que ese mismo
poder (fuerza) estaba disponible para ellos. La fuerza que está a su alcance (v. 11) es
divina (v. 1). En estos dos vv. se usa la misma palabra hebr. (‘ōz) para enfatizar que el
poder que puede provocar una tormenta de esa magnitud es el que está disponible para
aquellos que confían en Dios. Y de la misma manera que el Señor puede calmar una
tempestad, también puede traer paz a su pueblo. Los milagros de Jesús sobre la
naturaleza, especialmente cuando calmó la tempestad en el mar de Galilea (Mr. 4:37–
39), demostraron que le había sido otorgado todo el poder.
Salmo 30
El título de este salmo escrito por David dice que es un “Salmo cantado en la
dedicación de la Casa” y puede referirse a la consagración que hizo David del sitio
donde se iba a edificar el templo (1 Cr. 21:26; 22:1) después de censar al pueblo. (La
palabra “casa” podría referirse al tabernáculo [tienda] donde David colocó el arca, 2 S.
aprox. aproximadamente
VM Versión Moderna
BJ Biblia de Jerusalén
6:17.) El problema con esa interpretación es que el salmo menciona el castigo que Dios
envió a David (cf. Sal. 30:7) por su orgullo (v. 6), quizá por medio de algún
padecimiento físico (v. 3). Puede ser que el malestar haya sido figurado, no literal, y que
se refiriera al remordimiento interno que sentía (1 Cr. 21:13) por su soberbia, ya que
ocasionó la muerte de 70,000 israelitas (1 Cr. 21:2, 8, 14). Algunos interpretan el título
como una designación litúrgica para utilizarlo cuando se dedicaran edificios construidos
en el futuro (e.g., Esd. 6:16; Neh. 12:27).
David alabó al Señor cuando experimentó la liberación del castigo divino por su
pecado. Aprendió que la ira divina es temporal, pero su favor es permanente.
A. Liberación del castigo (30:1–5)
David agradeció la liberación de Dios e invitó a la congregación a alabarle.
30:1. Juró adorar a Jehová porque lo había sacado de la angustia y lo había
exaltado, evitando así que sus enemigos se alegraran, porque no les dio oportunidad
para ello.
30:2–3. Aquí David describe la respuesta a su oración. Dios lo sanó y preservó su
vida. Por eso dijo en forma figurada: hiciste subir mi alma del Seol (v. 3a, que es igual
a sepultura del v. 3b), lo que indica que estuvo muy cerca de la muerte (cf. 71:20;
130:1), tal vez por algún padecimiento físico. Sin embargo, Jehová lo sanó evitando su
muerte.
30:4–5. El salmista invitó al pueblo a cantar y a celebrar a Jehová por su liberación.
El motivo de alabarlo es que su ira es temporal. Sólo dura un momento, sólo una
noche … pero su favor dura para toda la vida. Por la mañana, podemos experimentar
nuevamente la alegría de ser sus hijos.
B. Castigo por su falta de dependencia (30:6–10)
30:6–7. Aquí, David registra su petición por el perdón por su pecado de
autosuficiencia. Había estado lleno de orgullo, y pensaba que jamás sería conmovido
(cf. el comentario de 15:5). La palabra prosperidad (šelew) puede trad. como “seguro”
(NVI99) y sugiere su negligencia; había olvidado su necesidad de confiar en el Señor
poniendo su confianza en sí mismo.
Como resultado, Dios lo castigó (30:7). Antes, cuando Dios le había mostrado su
favor, le brindó seguridad (como monte fuerte es una figura que indica la fortaleza de
su posición). Sin embargo, cuando lo disciplinó, escondió su rostro de él, expresión que
se refiere a la remoción de sus bendiciones y protección.
30:8–10. Cuando Dios mandó la plaga como castigo por su orgullo (2 S. 24:15),
David clamó argumentando que con su muerte el Señor no tendría ninguna ventaja.
(Acerca de sepultura; cf. Sal. 30:3 y el comentario de 28:1). Si Dios deseaba recibir
alabanzas de David, entonces debía preservarlo de la tumba (cf. Is. 38:18). Ese es el
razonamiento que el salmista siguió cuando elevó su oración pidiendo misericordia y
ayuda (cf. Sal. 30:2).
C. Restauración después de la disciplina (30:11–12)
30:11–12. Utilizando la terminología de las fiestas solemnes (baile y alegría),
David describió la forma en que Dios lo había sacado de su condición tan lamentable
(acerca de cilicio; cf. 35:13 y V. el comentario de Gn. 37:34). Al ver la respuesta a su
oración, David cantó alabanzas y prometió alabar y agradecer a Jehová su Dios (cf. Sal.
30:2) para siempre. De igual manera, cada experiencia de liberación debe producir una
alabanza sincera de parte del creyente.
Salmo 31
LXX Septuaginta
a Dios por su salvación. Y después de afirmar que él es bueno con aquellos que confían
en él, instruye al pueblo acerca de cómo tener una larga vida.
A. Dios es bueno con su pueblo (34:1–10)
34:1–3. Los vv. 1–10 están saturados de la alabanza de David. En los vv. 1–3 invita
al pueblo a alabar a Jehová junto con él. Personalmente, él decidió alabar a Dios de
continuo con objeto de alegrar a los afligidos (mansos). Sin embargo, en esta ocasión
animó a todo el pueblo a unirse con él para engrandecer y exaltar a una su nombre.
34:4–6. En esta sección David registró el evento de su liberación. Cuando clamó y
fue librado (cf. “libra, defiende, librará” en vv. 7, 17, 19), se convenció de que los
creyentes no serán avergonzados jamás. Más bien, serán alumbrados, porque Dios los
escucha (cf. vv. 15, 17) y además, quedarán libres de todas sus angustias (cf. vv. 17,
19).
34:7–10. David declaró que el ángel de Jehová (posiblemente Dios mismo; cf. el
comentario de Gn. 16:9) acampa alrededor de los que le temen (cf. Sal. 34:9, 11).
Aquí, el salmista describió la protección divina utilizando imágenes militares (cf. Gn.
32:2; 2 R. 6:16).
Aquellos que confían en el Señor experimentan felicidad genuina, por lo que el
salmista dice: gustad, y ved que es bueno Jehová. Todos los que le temen, i.e.,
aquellos que son verdaderos adoradores, no tendrán falta de ningún bien (cf. Sal.
23:1), i.e., no carecerán de lo bueno (cf. 16:2; 84:11).
B. Dios bendice a los rectos dándoles vida (34:11–22)
34:11–14. Los vv. 11–22 incluyen las instrucciones de David al pueblo acerca de
cómo lograr una vida abundante en el Señor. Los exhorta a atender la instrucción acerca
del temor de Jehová. Esto implica esencialmente llevar una vida pacífica y recta (v.
12), haciendo a un lado el mal y el engaño (v. 13) y siguiendo el bien (v. 14). Esta es
enseñanza sapiencial acerca del camino del justo, el cual produce una vida feliz y la
bendición de Dios.
34:15–21. Para aquellos que viven rectamente (cf. justos en los vv. 15, 17, 19, 21)
delante de Jehová, se mencionan varias garantías. En primer lugar, el Señor fija sus
ojos … sobre los justos, i.e., los protege (v. 15), pero está en contra de los malos, y
cortará su memoria de entre los vivientes (v. 16; cf. Pr. 10:7b). En segundo lugar,
Jehová oye (cf. Sal. 34:6, 15) las oraciones de los justos que llegan ante él contritos de
espíritu, sin arrogancia o contumacia (vv. 17–18). En tercer lugar, Jehová libra (cf. vv.
4, 7, 17) de todas sus angustias a los creyentes (cf. v. 6) y no permite que ni uno solo
de sus huesos sea quebrantado. Esta es una expresión que indica la protección
absoluta de Dios de la opresión cruel. Dios utilizó el v. 20, así como Éxodo 12:46b, para
referirse al Salvador en Juan 19:36.
34:22. En resumen, el salmista aseguró que Jehová redime el alma de sus siervos
(cf. el comentario acerca de “redime” en 26:11); y no serán condenados los que en él
confían. Se puede apreciar en el texto hebr. que éste v. resume la razón para alabar a
Dios. Este salmo es un acróstico, porque cada v. empieza con una letra diferente del
alfabeto hebr. en su orden correcto. Sin embargo, se omitió una letra (entre los vv. 5–6),
terminando así el acróstico en el v. 21. Entonces, el último v. interrumpe la secuencia y
llama la atención a su contenido.
Salmo 35
Este cántico es una combinación de tres lamentos por la oposición de los enemigos
de David. En cada uno de ellos se desarrolla la petición de ser librado de sus opresores,
quienes lo odiaban sin razón.
A. Clamor pidiendo liberación de los destructores (35:1–10)
El salmista pidió al Señor que lo librara de sus enemigos, quienes lo odiaban sin
causa y deseaban matarlo.
35:1–6. La oración de David comenzó con una súplica a Jehová para que actuara
como su defensor (vv. 1–3) y combatiera y derrotara a sus enemigos (vv. 4–6). Deseaba
ver que sus opositores fueran arrebatados como hace el viento con el tamo (v. 5)
durante el proceso de trillar el grano. Oró pidiendo justicia y retribución y que el ángel
de Jehová los persiguiera y les pagara conforme a lo que habían planeado contra él.
35:7–10. Sus enemigos habían buscado matarlo por sorpresa, al igual que un
cazador esconde su red y cava un hoyo para atrapar a su presa desprevenida. David
pidió que las trampas que habían colocado para otros, los atraparan a ellos de manera
sorpresiva (cf. 7:15; 9:15; 57:6) y quedaran arruinados (cf. 35:4; 38:12; 40:14; 70:2).
Entonces, dijo David: mi alma se alegrará en Jehová; i.e., lo alabaría con alegría, de
todo corazón y con todo su ser (con todos mis huesos) por haber rescatado al afligido
… y al pobre que vivían a merced de los poderosos.
B. Lamento por ser odiado injustamente (35:11–18)
Siguiendo con su énfasis en el lamento, el salmista pidió al Señor que lo protegiera
de quienes lo odiaban injustamente.
35:11–18. Aquí David describió su triste condición. Básicamente había recibido
mal por bien (vv. 11–12). Había ayunado y orado por sus enemigos cuando ellos
enfermaron, vistiéndose de cilicio (cf. 30:11 y el comentario de Gn. 37:34), y cuando
sus oraciones no fueron contestadas, lloró y se enlutó por ellos (Sal. 35:13–14). Pero
cuando él estaba en dificultades, ellos se alegraron (vv. 15–16). Al ver esa injusticia,
suplicó la ayuda del Señor, quien hasta ese momento no había respondido (v. 17).
(Acerca de ¿hasta cuándo …? V. el comentario de 6:3, y acerca de sus enemigos como
leones V. el comentario de 7:2.) Pero cuando el Señor contestara su oración, David lo
alabaría en medio de la congregación (35:18).
C. Petición de justicia (35:19–28)
Aquí el salmista pidió que el Señor lo librara de los malos y castigara a los que
traman hacer mal a la gente pacífica calumniándola. De nueva cuenta, el tema del trato
injusto que dan los impíos a los rectos es la causa de este clamor.
35:19–21. David pidió al Señor que no dejara que los escarnecedores triunfaran, ya
que sus crueles palabras levantaban contienda. Otra vez expresó que eran sus enemigos
… sin causa (cf. v. 7). Es más, se guiñaban el ojo unos a otros (cf. Pr. 6:13; 10:10;
16:30), dejando ver así sus malas intenciones y hablaban palabras engañosas en
contra de los mansos, levantándoles calumnias diciendo: ¡Ea, ea, nuestros ojos lo han
visto! (Que participaban en alguna obra mala.)
35:22–26. A pesar que los enemigos de David afirmaban que lo habían visto pecar y
lo publicaban, él sabía que el Señor los había visto haciendo sus fechorías. Así que
pidió a Dios que no callara más (i.e., que no permaneciera inactivo) y que le hiciera
justicia. Cuando el Señor reivindicara a David, quedarían avergonzados y
confundidos los que se solazaban en ver su mal (cf. v. 19).
35:27–28. La petición final de David fue que las personas que estaban a favor de su
justa causa y deseaban verlo reivindicado, tuvieran la oportunidad de gozarse y alabar a
Jehová junto con él. Debido a que sus enemigos lo odiaban sin razón alguna (cf. vv. 7,
19), estaba seguro que Dios lo iba a reivindicar para poder alabarlo de continuo (todo el
día).
Salmo 36
En este salmo David recibió una profecía relativa a la filosofía y estilo de vida de los
incrédulos que continuamente fraguan iniquidades. Gracias al conocimiento que por
experiencia tenía de la naturaleza gloriosa de Dios, que derrama abundantes bendiciones
sobre los creyentes, David encontró alivio a sus aflicciones. Por ello, oró para que el
Señor siguiera mostrando su amor leal y justicia para evitar que los malos destruyeran
su integridad.
A. Oráculo acerca de los impíos (36:1–4)
36:1. David recibió información de parte del Señor relacionada con la iniquidad
(peša‘, “transgresión”) del impío. Así que se apresuró a registrar lo que aprendió. La
filosofía de los malvados está basada en que no tienen temor (paḥaḏ, “terror”, que no
es la palabra más común yir’âh, “temor”) de Dios. No respetan al Señor, ni sienten
remordimiento de su conducta, así que siguen adelante con su maldad.
36:2–4. Debido a que el inicuo vive sin temor de Dios, se inclina a hacer el mal de
continuo. Acalla su conciencia (se lisonjea) para esconder su iniquidad ante sus
propios ojos, porque si la viera desde el punto de vista divino, la aborrecería. Además,
sólo habla iniquidad y fraude y su vida deja de tener sentido, porque ha dejado de ser
cuerdo y ha escogido seguir un camino no bueno y por tanto, no aborrece … el mal.
Es más, por la noche sólo medita en su maldad (cf. Os. 7:15; Nah. 1:11) en lugar de
dormir.
B. Valorando la porción de Jehová (36:5–9)
36:5–6. En contraste con la maldad que lo rodeaba (vv. 1–4), David halló descanso
para su alma al meditar en los atributos gloriosos de Jehová y las abundantes
bendiciones que derrama en favor de los creyentes. Su filosofía se basaba en su
conocimiento que por experiencia tenía de la misericordia (ḥeseḏ; cf. vv. 7, 10),
fidelidad … y justicia de Jehová. Esos atributos han sido una fuente inagotable de
confianza para los creyentes. Por medio de ellos, Jehová preserva al hombre y al
animal todos sus días.
36:7–9. El resultado de seguir esa filosofía trae bendición a los creyentes (cf. el
resultado de seguir la filosofía de los impíos, vv. 2–4). La misericordia (cf. v. 5, 10)
divina es preciosa, porque los seres humanos pueden refugiarse en su Señor, como
hacen los polluelos que se protegen bajo … las alas de la mamá gallina (v. 7; cf. 17:8;
57:1; 61:4; 63:7; 91:4). A continuación, el salmista utilizó la imagen del templo para
explicar que los creyentes también disfrutan de la abundante provisión que hay en la
casa de Dios (36:8). El huerto de Edén y la obra de creación se mencionan como otras
bendiciones—i.e., abrevar del torrente de las delicias (“delicias” en hebr. significa
“Edén”), y obtener la vida y la luz (i.e., entendimiento, gozo y vida) son bendiciones
que provienen de Dios, que es la fuente de todas ellas. De esta manera, en contraste con
la corrupción de los malos, la vida de un creyente obediente se caracteriza porque tiene
seguridad en el Señor y abundantes provisiones, además de vida y conocimiento y todo
ello, estando en la presencia divina.
C. Preservación de la integridad (36:10–12)
36:10–12. David pidió a Dios: Extiende tu misericordia (cf. vv. 5, 7), con objeto
de impedir que la influencia de los soberbios y los impíos afectara su integridad. Él
sabía que al final, los hacedores de iniquidad serían destruidos.
Salmo 37
Este salmo de David parece estar basado en el anterior. Aquí exhorta a los justos a
no impacientarse cuando vean la prosperidad de los impíos, ya que los tales rechazan a
Dios y tarde o temprano recibirán el castigo divino. Usando una serie de expresiones
proverbiales, el salmista anima a los justos a confiar en el Señor continuamente y a no
impacientarse por los malos, pues ellos serán desechados. El mensaje es similar al de
Salmos 49 y 73, y al del libro de Job.
A. Confía y no te impacientes (37:1–8)
37:1–8. En esta primera sección del salmo, David hace una invitación a confiar en
Dios a pesar de la presencia de los malignos. Uno no debe sentir envidia al ver la
prosperidad de los pecadores (cf. vv. 7–8; cf. Pr. 23:17; 24:1) porque como la hierba …
se secarán (cf. Sal. 90:5; 102:4, 11; 103:15–16; Is. 40:6–8; 1 P. 1:24), y pronto morirán
(Sal. 37:1–2). Más bien, debemos confiar en Jehová, que es poderoso para contestar los
deseos de nuestro corazón (vv. 3–4). La promesa, él te concederá las peticiones de tu
corazón, está basada en la condición, deléitate asimismo en Jehová. El que se regocija
en él, tiene deseos correctos. Si una persona confía en Jehová (cf. v. 3), él lo
reivindicará de manera gloriosa (vv. 5–6).
Por tanto, el justo no debe sentir envidia ni impacientarse (cf. v. 1; Pr. 24:19) con
motivo del que prospera. La impaciencia solamente conduce a la ira …, el enojo … y
a hacer lo malo (Sal. 37:7–8).
B. Los impíos serán castigados con justicia (37:9–22)
37:9–11. David describió (a) el juicio inminente sobre los malignos—pronto serían
destruidos (vv. 9a, 10)—y (b) la verdad contrastante de que los mansos heredarán la
tierra (vv. 9b, 11). Esta promesa de heredar la tierra (cf. vv. 22, 29, 34) fue reiterada y
ampliada por el Señor Jesús (V. el comentario de Mt. 5:5).
37:12–22. Cinco contrastes forman la base para las declaraciones que aparecen en
los vv. 9–11: (1) El impío … maquina mal contra el justo …, pero el Señor se reirá
de él (vv. 12–13). (2) Los impíos atacan a los rectos, pero su propia violencia los
destruirá (vv. 14–15). (Las palabras pobre y … menesteroso aparecen por primera vez
aquí de las seis que se mencionan en Salmos: v. 14; 40:17; 70:5; 74:21; 86:1; 109:22.)
(3) Es mejor tener poco, que ser pecador y poseer mucho, ya que las riquezas serán
destruidas (vv. 16–17). (4) Jehová … conoce y protege el camino de los perfectos,
pero los impíos perecerán (cf. 1:6) como hierba (cf. 37:2) y como el humo (vv. 18–
20). (5) Los impíos toman prestado, y no pagan, pero los justos son generosos (cf. v.
26). Por tanto, Jehová les pagará con justicia (vv. 21–22), incluyendo darles por
herencia la tierra (cf. vv. 9, 11, 29, 34).
C. El Señor ama y bendice al justo (37:23–31)
37:23–31. En contraste con la retribución para los impíos, el salmista listó las
bendiciones que el Señor otorga a los justos: (1) Jehová establece y protege su camino
(vv. 23–24). (2) Provee alimento para ellos (vv. 25–26). (3) Él ama y protege a los que
hacen bien (cf. v. 3), dándoles seguridad en la tierra (vv. 27–29; cf. vv. 9, 11, 22, 34).
(4) El justo habla con sabiduría porque la ley de su Dios está en su corazón (vv. 30–
31).
D. El conflicto entre el bien y el mal (37:32–40)
37:32–38. El salmista concluyó su meditación describiendo la lucha entre los impíos
y los justos. Su solución al problema de los perversos fue contrastar los planes de los
malignos para destruir a los creyentes con el poder que tiene Dios para proteger al justo.
El impío … acecha al justo para destruirlo pero Jehová no … dejará a los suyos (vv.
32–33). La persona que espera en Jehová gozará de protección (v. 34; cf. vv. 9, 11, 22)
y el hombre íntegro …, el hombre de paz tendrá un final dichoso (o dicho de otra
manera, verá a su posteridad o descendencia). El gran contraste que se observa en los
transgresores es que florecerán (v. 35; cf. v. 7b) por un tiempo, pero ciertamente serán
cortados (vv. 36, 38; cf. v. 34).
37:39–40. David concluyó diciendo que en un mundo lleno de malvados, Jehová es
la salvación y fortaleza (mā‘ôz, “lugar fortificado”; cf. 27:1; 43:2; 52:7) para aquellos
que se refugian en él para escapar de los impíos.
Salmo 38
El salmo 38 es un canto de duelo. Se titula “para recordar” (cf. el comentario del
título del salmo 70). Debido a su pecado, el salmista fue castigado severamente por el
Señor y oprimido en gran manera por sus enemigos. En el momento más duro de su
lucha, suplicó al Señor que lo librara y tuviera compasión de él. Puso su esperanza en
Dios y confesó su iniquidad.
A. La disciplina del Señor (38:1–12)
38:1–2. David rogó a Jehová que ya no lo castigara más en su ira (cf. 6:1). Es
evidente que la disciplina fue severa y dolorosa, por las figuras que utiliza para
explicarla: tus saetas cayeron sobre mí, y sobre mí ha descendido tu mano.
38:3–8. David se lamentó amargamente porque estaba sufriendo intensamente por
su pecado. Debido a su iniquidad, cayó enfermo (cf. v. 7) y su condición física se vio
deteriorada en gran manera (nada hay sano en mi carne; acerca de huesos V. el
comentario de 6:2). Tuvo que aceptar su culpa, y llevarla como una carga pesada
(38:4) y por eso lo dejó abrumado. Su enfermedad le produjo úlceras, dolor y debilidad
a causa de su locura o contumacia (vv. 5, 6). Además, se sentía molido en cuerpo (cf.
v. 3) y en espíritu (debilitado … en gran manera) debido a la conmoción de su
corazón.
38:9–12. Enseguida David describió el efecto de su sufrimiento sobre otros. En
primer lugar expuso su miserable situación delante del Señor (vv. 9–10). Dios sabía
que estaba gimiendo hasta el punto de morir. Segundo, sus amigos lo evitaban (v. 11).
Tercero, sus enemigos hablaban mal de él y planeaban cómo cometer fraudes en su
contra (v. 12; cf. 35:4, 8; 40:14; 70:2).
B. La esperanza del que sufre (38:13–22)
La segunda parte del salmo expresa la confianza de David en que el Señor mostraría
su compasión y lo rescataría.
38:13–16. Su esperanza estaba puesta sólo en el Señor. Hablando de manera
negativa, dijo que como si fuera sordo … y mudo, no había respondido (vv. 13–14) a
los impíos que maquinaban su destrucción (cf. v. 12). Más bien, esperó que Jehová
respondiera a su oración y pusiera fin al escarnio de sus enemigos.
38:17–20. La necesidad de David era grande y su situación, desesperada. Su dolor
(cf. v. 7) era continuo. Confesó su pecado, reconociendo que le estaba causando
sufrimiento (cf. vv. 3–4). Sus enemigos habían aumentado en número, eran fuertes, lo
aborrecían y le eran contrarios. La víctima sabía que Dios debía rescatarlo pronto.
38:21–22. La petición de David era urgente. Rogó a Jehová que no lo desamparara,
sino que lo ayudara, pues él era su Señor, y su salvación.
Salmo 39
David reconoció que Dios había hecho breve la vida del hombre. Así que se entregó
a él como su única esperanza, orando para que hiciera cesar su castigo sobre él y
pudiera disfrutar del resto de sus días.
El salmo continúa el tema del 38, pero aquí, los ataques de sus enemigos habían
menguado. Parece que el salmista padeció de una enfermedad prolongada en la que casi
pierde la vida.
A. Reconocimiento de la brevedad de la vida (39:1–6)
39:1–3. David aceptaba el hecho de que su vida sería breve (vv. 1–6). Por eso, en
primer lugar, decidió no pecar con su lengua. Guardó silencio en la presencia de sus
enemigos, pero reprimir sus emociones solamente agravaba su dolor.
39:4–6. En segundo lugar, buscó alivio a su frustración aceptando la determinación
de Dios en cuanto a su vida. Oró pidiendo que Jehová le ayudara a estar consciente de
la brevedad de sus días (cf. 90:10, 12). Su oración fue resultado de ese conocimiento—
su vida era de término corto y completa vanidad, i.e., como un suspiro (cf. Job 7:7;
Sal. 39:11; 62:9; 144:4). Todo el trabajo realizado para amontonar riquezas y
posesiones es en vano, pues la vida es muy breve.
B. Confianza en la única esperanza de la vida (39:7–13)
39:7. Cuando se dio cuenta de que sus aflicciones eran por causa de sus pecados,
David se entregó por completo en las manos del Señor para que los días que le
quedaban fueran más agradables. Expresó su consagración al Señor con las palabras: Mi
esperanza está en ti (cf. 25:5, 21; 33:20; 62:5; 71:5).
39:8–11. David pidió al Señor que no lo castigara más (vv. 8–9). Dios reprende a las
personas por su pecado y deshace sus riquezas como hace la polilla con un vestido (v.
11; cf. Job. 13:28; Is. 50:9; 51:8; Os. 5:12; Stg. 5:2). Puesto que el salmista se sentía
acabado o consumido, pidió a Dios: quita de sobre mí tu plaga (Sal. 39:10).
39:12–13. La oración final del autor en este salmo consiste en pedir a Dios que
escuche su ruego y que no lo trate como a forastero, sino que le extienda su gracia para
que el resto de sus días sea más tolerable.
Salmo 40
Este salmo incluye una acción de gracias (vv. 1–10) y una petición (vv. 11–17). En
la primera parte, David se ofreció gustosamente en sacrificio a Dios por la salvación tan
grande que le había concedido. En la segunda, lamentó su angustia y oró pidiendo ser
librado de sus males.
A. Dedicación sacrificial al Señor (40:1–10)
40:1–4. Este salmo comienza con un informe gozoso de parte de David para la
congregación, donde habla acerca de su liberación y da una palabra de ánimo para que
confíe en el Señor. Dios había hecho algo maravilloso a su favor después de un largo
tiempo de oración y espera pacientes. Utilizando lenguaje figurado para describir su
angustia y victoria, afirmó que Jehová lo había sacado de su aflicción (del pozo de la
desesperación, del lodo cenagoso) y lo había puesto sobre una peña. Esta liberación
hizo surgir un cántico nuevo de regocijo de parte del poeta (cf. 33:3; 96:1; 98:1; 144:9;
149:1).
Poniendo su liberación como ejemplo, declaró: Cuán bienaventurado es el hombre
que puso en Jehová su confianza, el que no mira a los soberbios ni a los adoradores
de ídolos.
40:5. David expresó su gratitud por las innumerables y maravillosas obras
(maravillas) de Dios al librarlo de su tribulación. Si intentara contar todos los planes
(tus pensamientos) que tenía para los suyos, no podría enumerarlos.
40:6. El reconocimiento de las abundantes bendiciones de Dios hizo que el salmista
se consagrara al Señor. Recordó que para Dios era mejor su persona que un sacrificio y
ofrenda. Algunos han sugerido que la frase: Has abierto mis oídos se refiere a la
costumbre de horadar la oreja de un esclavo (Éx. 21:6), i.e., “me has hecho como un
esclavo tuyo”. Sin embargo, parece más lógico pensar que esta declaración es un
reconocimiento de que Dios le había dado la capacidad de oir y obedecer su palabra (cf.
“pero me has hecho obediente”, NVI99). La LXX lo trad. de manera más general “me
preparaste cuerpo” (He. 10:5), que se apega a la idea del contexto.
40:7–8. David reaccionó a la verdad del v. 6 y sometió su vida a la voluntad de
Dios. Se presentó voluntariamente ante él, recibió dirección del rollo del libro y
expresó su deseo de hacer la voluntad de Dios. Estos vv. presentan un maravilloso
ejemplo de lo que significa consagrarse a hacer la voluntad de Dios en conformidad con
su palabra.
Los vv. 6–8 cobran mayor significado cuando son citados en Hebreos 10:5–7 por el
escritor con objeto de contrastar la perfecta obediencia de Cristo con la insuficiencia de
los sacrificios estipulados por la ley mosaica. Las palabras se aplican a la encarnación
de Cristo, que vino para cumplir el propósito divino tal y como se había escrito en el
libro santo.
40:9–10. Incluida en el compromiso que hizo David, estaba la alabanza, la cual es
parte importante de la voluntad de Dios. Así que en estos vv. anunció que hablaría con
gusto a la congregación acerca de los diversos atributos de Dios, incluyendo su justicia
… fidelidad … salvación … misericordia, y verdad.
B. Súplica de liberación a Dios (40:11–17)
40:11–12. El tono del salmo cambia dramáticamente para presentar un ruego
desesperado. David comenzó su súplica pidiendo que el Señor continuara enviando sus
misericordias (lit., “compasión”), su amor leal y su verdad para ayudarle con los
males y angustias que lo rodeaban. Los problemas que estaba experimentando estaban
directamente relacionados con sus muchos pecados (cf. 25:17–18; 38:2–14).
40:13–16. Su oración se tornó más específica cuando pidió una liberación inmediata
(apresúrate a socorrerme, cf. v. 17) de sus angustias. Creía que al rescatarlo, Dios
confundiría a todos aquellos que buscaban su vida para destruirla (vv. 14–15; cf. 35:4,
8; 70:2). Al hacer que los enemigos de David se volvieran atrás y quedaran asolados
(cf. 6:10; 70:2), los justos; i.e., los que aman la salvación de Dios, se animarían a
regocijarse y a alabar a Jehová. Estos son los resultados naturales de la oración
contestada.
40:17. Enseguida, el salmista, sintiéndose afligido … y necesitado (V. el
comentario de 37:14), reiteró su oración pidiendo: Dios mío, no te tardes (cf. 40:13)
para ayudarlo (V. el comentario de 30:10).
Salmo 41
En éste, David instruyó al pueblo acerca de los que ayudan a los necesitados
diciendo que ellos recibirían ayuda y liberación para sí mismos. En relación a esto,
recordó su oración pidiendo venganza sobre los que no tenían misericordia de él, y que
se aprovechaban de su enfermedad. El salmo 41 es una enseñanza basada en la oración,
donde se pide ayuda contra los malos.
A. Los misericordiosos reciben misericordia (41:1–3)
41:1. El salmo comienza expresando el principio general de que Jehová tendrá
misericordia de aquel que piensa en el pobre. Tener este espíritu merece la aprobación
y recompensa divinas.
41:2–3. Las bendiciones específicas que se otorgan a los que hacen misericordia
incluyen protección y seguridad en la tierra (cf. 37:9, 11, 22, 29). Además, Jehová no
los entregará a sus enemigos, sino que los sustentará … en su enfermedad.
B. Venganza por una traición (41:4–10)
Dirigiéndose aún a la congregación, el salmista señaló que Jehová castigará con
justicia a aquellos que abusan de los afligidos. David desarrolló esa idea repitiendo la
oración que había hecho anteriormente.
41:4–10. En su oración, había pedido restauración después de haber confesado sus
pecados (v. 4). Sin embargo, se entristeció cuando vio que sus enemigos se
aprovechaban de su situación. A pesar de que le deseaban la muerte (v. 5), fingían ser
sus amigos y hablaban mal de él (v. 6), diciendo que nunca volvería a levantarse (vv.
7–8). Aun el amigo en quien confiaba lo traicionó (alzó contra mí el calcañar, v. 9).
Estas palabras, por supuesto, fueron citadas por Jesús refiriéndose a Judas (Jn. 13:18).
Sin embargo, aquí David tenía en mente la traición de Ahitofel, quien fue desleal a él y
después se ahorcó (2 S. 16:20–17:3, 23).
La oración de David había sido motivada en parte por su deseo de vengarse (les
daré el pago) de sus enemigos por haberlo traicionado (Sal. 41:10).
C. Liberación por andar en integridad (41:11–13)
41:11–12. Hablando directamente a Dios, David le expresó que había sido librado
(cf. v. 1) de sus enemigos porque había andado en integridad.
41:13. Esta doxología (cf. 106:48) es la conclusión a esta primera sección principal
(Primer Libro) de los Salmos.
II. Segundo Libro (Sal. 42–72)
En el segundo libro, 7 salmos (Sal. 42; 44–49) llevan el título, “de los hijos de
Coré”. Probablemente esto no se refiere a una designación de autores, sino al hecho de
que esos salmos fueron entregados a ellos para que los ejecutaran. En este segundo
libro, un salmo es de Asaf (Sal. 50), 20 son de David (Sal. 51–70), 3 son anónimos (Sal.
43; 67; 71), y uno es de Salomón (Sal. 72).
Salmo 42
Es evidente que Salmos 42 y 43 estuvieron unidos en el pasado, ya que en muchos
mss. hebr. aparecen como uno solo. Esto puede comprobarse al observar el coro (vv. 5,
11), que se repite dos veces en el salmo 42 y al final del 43 (v. 5). El 42 es la expresión
del anhelo que el salmista sentía por su Dios, y el 43 es su alabanza por la esperanza que
tenía en que disfrutaría de una comunión perfecta con él.
A. Anhelo por el Dios viviente (42:1–5)
En la primera estrofa, el salmista expresó cuánto anhelaba al Dios vivo a pesar de
que sus enemigos lo vituperaban. Sin embargo, estaba seguro de que todavía alabaría a
su Señor.
42:1–2. El salmista comparó su deseo de estar con el Dios vivo con el anhelo
intenso de un ciervo sediento por beber de las aguas. La necesidad que tiene el animal
de tomar agua para sobrevivir es un símil muy adecuado de la necesidad que tiene el
alma de buscar a Dios (cf. 143:6), que es la fuente de la vida espiritual.
42:3–4. El escritor explicó que había estado anhelando esto y derramando lágrimas
mientras sus enemigos lo insultaban. Aprovechándose del hecho de que estaba lejos del
lugar oficial de adoración, continuamente (todos los días; cf. v. 10; 38:12) probaban su
fe haciéndole la pregunta: ¿Dónde está tu Dios? (cf. 42:10). Solamente le quedaban los
recuerdos de su participación en las procesiones de las fiestas en Jerusalén.
42:5. En este coro (cf. v. 11; 43:5) el salmista se consuela con la pregunta retórica,
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? y aunque estaba
descorazonado (42:6), no perdía la esperanza en Dios, porque estaba seguro de que aún
habría de alabarle como había hecho en el pasado.
B. Abrumado por la presencia de sus enemigos (42:6–11)
En esta segunda estrofa, el salmista lamentó el tormento que le habían ocasionado
sus enemigos, a quienes comparó con ondas y olas embravecidas. Sin embargo, una vez
más, confiaba en que aún podría alabar a su Dios.
42:6. El salmista lamentó su profunda depresión. Clamó al Señor porque su alma
estaba muy abatida (cf. v. 5). Posiblemente la región montañosa que se encuentra
dentro del territorio de la tribu de Dan es el lugar desde donde elevó esta oración. Él se
encontraba a muchos kms. al norte del mar de Cineret (Galilea). Por eso, no deseaba
estar en el monte de Mizar que era un pico de la cumbre de los hermonitas (monte
Hermón, NVI99), sino en el monte Sion (cf. 43:3).
42:7. Describe su angustia usando la figura de ondas y olas embravecidas. La
aflicción había venido sobre él como una oleada tras otra, que se personifican como si
se estuvieran llamando la una a la otra y formando cascadas. Se sentía tan abrumado,
que comparó su situación con un diluvio.
42:8. Enseguida, el salmista pidió a Dios que lo librara. Recobró su confianza en el
Señor—la confianza de que su misericordia y su cántico estarían con él continuamente
(de día … y de noche). Su oración se refiere a su alabanza.
42:9–11. En su oración (v. 8) le preguntó a Dios por qué seguía sufriendo física
(acerca de huesos V. el comentario de 6:2) y emocionalmente (andaré … enlutado), y
por qué estaba bajo tal opresión (cf. 43:2). Le recordó al Señor que sus enemigos se
burlaban de su fe continuamente (cf. 42:3). De esta manera esperaba poder motivar a
Dios para que le respondiera.
En el v. 11 se repite el coro (cf. v. 5; 43:5).
Salmo 43
Este salmo completa el canto que comenzó en el 42. Aunque el salmo 42 y el 43 son
considerados como uno solo en muchos mss. hebr., el 43 también es un cántico
independiente de alabanza. En él, el salmista pidió al Señor que lo llevara de regreso a
Jerusalén, donde anhelaba servirle y adorarle.
A. Reivindicado ante sus enemigos (43:1–3)
43:1. En su plegaria pidiendo regresar a Jerusalén, el salmista también imploró ser
reivindicado de sus enemigos, que eran impíos, engañosos e inicuos. Por ello, rogó a
Dios que defendiera su causa en presencia de ellos.
43:2. Su oración está basada en su confianza en Dios como su única fuente de
seguridad. Sin embargo, ya que Dios era realmente su fortaleza, (mā‘ôz, “lugar
fortificado en gran manera”; cf. 27:1; 37:39; 52:7), ¿por qué sufría tal angustia a manos
de su enemigo? (cf. 42:9). Parecía que Dios lo había desechado.
43:3. La reivindicación ante sus enemigos vendría cuando llegara nuevamente a
Jerusalén y adorara en el templo. Así que pidió que la luz y la verdad de Dios lo
guiaran a las moradas del Señor, al santo monte (cf. 48:1; 87:1; 99:9). Esto se refiere a
Jerusalén, donde se levantó primeramente el tabernáculo de David y más tarde, el
templo de Salomón. “Luz” representa el entendimiento y vida, y “verdad”, se refiere a
la palabra fiel de Dios por medio de la cual el salmista encontraría dirección; él
esperaba la manifestación de Dios para recibir dirección.
B. Decisión firme de alabar a Dios (43:4)
43:4. El salmista expresó su compromiso de alabar a Dios por su liberación cuando
regresara al altar de Jerusalén. Al llegar ahí, el anhelo de su alma quedaría satisfecho.
Estar con Dios era su gozo y alegría.
C. Ánimo para el alma (43:5)
43:5. Aquí se repite el coro de Salmos 42:5, 11. El salmista consolaba a su alma …
abatida y turbada, con la esperanza (confianza) de que aún habría de alabar a su Dios.
Salmo 44
El salmo 44 es un lamento nacional que se originó en un tiempo de desastre sin
precedentes. Los israelitas clamaron con intensidad al Señor pidiendo que les
concediera victoria y liberación. Basaron su clamor en la misericordia de Dios hacia sus
padres y en la fe del pueblo en ese momento. Elevaron su oración porque estaban
experimentando derrotas inexplicables. El salmo es único en que confirma la fidelidad
de toda la nación (contraste Lm. 3).
A. Historia de la fe de la nación (44:1–8)
El pueblo declaró su confianza en el Señor, apoyándose en el favor que había
mostrado hacia la nación en el pasado y en su fe de ese tiempo.
44:1–3. Después de declarar que Israel había sido testigo de las maravillas de Dios
en el pasado (v. 1), recordaron específicamente que Dios les había dado la tierra bajo el
liderazgo de Josué (v. 2). Reconocieron que esto había sido una obra milagrosa de Dios,
realizada por su mano y su brazo, por su favor (la luz de tu rostro; cf. el comentario
de 4:6), y por su amor. De ninguna manera hubieran podido salir adelante confiando en
sus propias fuerzas.
44:4–8. Al recordar lo que Dios había hecho, la nación entera declaró que confiaba
en él como su rey. En algunas ocasiones, el salmista escribe como si una sola persona
estuviera hablando (e.g., “mi rey”). Sin embargo, con frecuencia también escribe como
si el pueblo lo estuviera haciendo (e.g., “nuestros enemigos”), indicando que los
pronombres en sing. pueden ser colectivos. El pueblo experimentó grandes victorias por
medio de la intervención de Dios a lo largo de su historia y estaba confiado (cada uno
se glorió en Dios) en cuanto al futuro.
B. La humillante derrota de la nación (44:9–16)
44:9–12. Israel había experimentado grandes victorias, sin embargo, en esa ocasión
(cf. vv. 3–4, 7) había sido humillado y derrotado. El fracaso se describe en forma lit., y
se atribuye a que el Señor había dejado de luchar por ellos (vv. 9–10). Después, se
describe en forma muy vívida en lenguaje figurado (vv. 11–12): fueron esparcidos
como ovejas (cf. v. 22) y vendidos como baratijas para servir de esclavos. La frase de
balde sugiere el poco valor que tenían.
44:13–16. Como resultado, la nación quedó avergonzada. Los enemigos de Israel
los escarnecían y ponían en ridículo, provocando en ellos sentimientos de fracaso y
desgracia.
C. Protección de la inocencia (44:17–22)
44:17–22. El pueblo estaba perplejo al ver esa derrota, que según ellos no merecían.
Después de confirmar su integridad (v. 17), la nación ratificó su pacto de lealtad a Dios.
No habían vuelto a buscar otros dioses, y por ello, no merecían fracasar de una manera
tan humillante (vv. 18–19). Es interesante notar que Dios no los estaba acusando de
idolatría (vv. 20–21), porque si hubieran caído en ella, en su omnisciencia, el
Todopoderoso seguramente lo sabría. Pero por causa de él, se enfrentaban con la
muerte diariamente (cada día). I.e., que por estar peleando una guerra santa por él,
estaban experimentando ese desastre y siendo tratados como ovejas para el matadero
(cf. v. 11).
D. Oración pidiendo victoria (44:23–26)
44:23–26. La nación rogó a Dios que la ayudara pidiéndole: Despierta: ¿por qué
duermes, Señor? y que no pasara por alto su aflicción. También sentían que Dios debía
rescatarlos, por lo que le dijeron: Levántate para ayudarnos. Querían escapar de la
angustia profunda (postrados hasta la tierra; i.e., a punto de morir) en que se
encontraban. Aunque el pueblo parecía haber sido rechazado por Dios y derrotado en
batalla (aunque había permanecido fiel), confió de todo corazón en que sólo él podría
redimirlo (cf. el comentario de 26:11). Esta respuesta es la apropiada para un creyente
maduro cuando enfrenta el sufrimiento (cf. Job 13:15: “He aquí, aunque él me matare,
en él esperaré”).
Salmo 45
Este es un salmo real escrito para celebrar la boda de un rey poderoso. Comienza
con una alabanza desbordante hacia el novio real por su esplendor, majestad y justicia.
Enseguida, aparece una sección de consejos dados a la novia antes de ser llevada en
toda su gloria, al palacio del rey. Después, el salmista predice que el nombre de ese rey
será un memorial universal y eterno a través de toda su descendencia.
El salmo tiene un título e introducción largos que describen su naturaleza. El canto
se dedica “al músico principal: sobre Lirios. Masquil de los hijos de Coré. Canción de
amores”, i.e., celebra una boda.
A. Alabanza del novio real (45:1–9)
sing. singular
45:1 El salmista explicó que su cántico era inspirador. Mi corazón rebosa (lit.,
“estaba hirviendo hasta rebosar”) de palabra buena. Lo que estaba a punto de expresar
a través de este canto de alabanza contenía tal inspiración, dijo, que era como una obra
de arte escrita y editada con fineza. El autor no podía contener la intensidad de sus ideas
a medida que escribía para su majestad, el rey.
45:2. El escritor expresó que el rey era una persona trascendente y excelente (el más
hermoso de los … hombres). De todos los seres humanos, él era el mejor. E.g., sus
palabras estaban llenas de gracia, y eran la evidencia de que Dios lo había bendecido.
45:3–5. Ya que el rey era un hombre valiente, el himnólogo lo invita a demostrar su
valor: “Con majestad, cabalga victorioso en nombre de la verdad, la humildad y la
justicia” (V. NVI99). Como ese rey era justo, fue prosperado. Además, tendría
victorias magníficas cuando cayeran los pueblos … enemigos del rey.
45:6–7. Durante su administración, el rey se condujo de manera justa. En una
explosión del lenguaje que sorprende, el salmista se dirigió al rey llamándolo Dios
(’ĕlōhîm). No solamente aquí se utiliza este lenguaje para referirse a alguien. Durante
los días de Moisés, se hacía referencia a los jueces de la misma manera, por ser
representantes justos de Dios (cf. Éx. 21:6; 22:8–9; Sal. 82:1). Como representante
divino, ese rey tendría un trono … eterno y un reino justo (su cetro sería de justicia).
Dios lo bendijo derramando sobre él alegría abundante, porque había amado la justicia
y aborrecido la maldad.
Sin duda alguna, Salmos 45:6–7 se refiere a la promesa del trono eterno para la casa
de David (cf. 2 S. 7:16), la cual encontrará su cumplimiento en Jesucristo cuando
regrese a reinar para siempre. Hebreos 1:8–9 cita este pasaje haciendo referencia a la
exaltación y dominio de Cristo. Ya sea que el salmista usara la palabra ’ĕlōhîm para
referirse a Dios o a su representante humano, el escritor de Hebreos demostró que el
pasaje señala la diferencia vital entre el Hijo de Dios y los ángeles (cf. He. 1:5, 7).
45:8–9. El rey fue ricamente bendecido el día de su boda. Sus vestidos (vestidura
real) habían sido perfumados con diversas fragancias. La mirra es una resina fragante
de árboles de Arabia (cf. su uso como perfume en Pr. 7:17; Cnt. 1:13). Es probable que
el áloe provenga de una madera aromática (cf. Nm. 24:6; Pr. 7:17; Cnt. 4:14). La casia
se extrae de las raíces aromáticas de una planta. El marfil se utilizaba para embellecer
los palacios. Además, había música alegre para animar la fiesta (“te alegra la música de
cuerdas” posiblemente tocada con liras y arpas, NVI99), y las hijas de los reyes estaban
presentes entre tus ilustres. Con él, estaba su novia, la reina, portando joyas de oro de
Ofir, una famosa mina de ese metal precioso que probablemente se ubicaba en la parte
occidental de Arabia (cf. 1 R. 9:28; 10:11; 22:48; Job 22:24; 28:16; Is. 13:12).
B. Consejos para la novia del rey (45:10–15)
45:10–11. El salmista dio algunos consejos a la novia antes de que se presentara
ante el rey. La instruyó a rendir homenaje a su señor, el rey, y que se olvidara de su
pueblo. Explicó que debía inclinarse a él, porque el rey deseaba (en hebr. significa más
que “estar cautivado por algo” [NVI99]) su hermosura.
45:12. Si seguía su consejo y obedecía su instrucción, recibiría bendición. Obtendría
regalos de Tiro y además, los ricos del pueblo buscarían su favor, quizás ofreciéndole
presentes costosos.
45:13–15. Aquí la escena cambia hacia la corte donde la novia es escoltada hasta la
presencia del rey. Se veía hermosa (gloriosa), iba adornada con oro (cf. v. 9) y portando
preciosos vestidos bordados. De esa manera da comienzo la majestuosa procesión. La
novia, acompañada de sus damas, llega hasta donde está el rey.
C. La bendición nupcial (45:16–17)
45:16–17. El escritor predijo el éxito de ese matrimonio y la prosperidad que
gozaría—sus hijos serían los príncipes de la tierra. De esa manera, el rey sería
recordado y honrado por todos los pueblos, i.e., las naciones.
Es casi imposible que Juan no tuviera en mente este salmo cuando escribió
Apocalipsis 19:6–21. Describiendo con anticipación las bodas del Cordero (Jesucristo)
en el cielo, indicó que la novia se viste con acciones justas (Ap. 19:6–8) preparándose
para él. Después, Juan describió la forma en que el novio real peleaba con justicia (Ap.
19:11–21). Por tanto, podemos decir que el salmo 45 es tipológico de un rey superior a
David, i.e., Jesucristo.
Salmo 46
El salmista exaltó a Dios como defensor infalible de los santos en todo tiempo.
Explicó que la presencia del Señor hace de Sion un lugar seguro contra el enemigo. Por
tanto, por el contenido de su mensaje, este salmo está incluido en los cantos acerca de
Sion, que se centra en Jerusalén.
A. Dios es el escudo de sus santos (46:1–3)
46:1–3. El salmista declaró que Dios es el amparo (maḥseh, “refugio contra el
peligro”; cf. el comentario de 14:6) y fortaleza (cf. el comentario de 18:1) de los
creyentes. En otras palabras, ellos encuentran seguridad y valor cuando confían en él.
Además, él siempre está dispuesto a ayudarlos pronto (V. el comentario de 30:10) en su
angustia. Así que no debemos temer a pesar de los muchos peligros que nos acechan. El
lenguaje utilizado aquí es hiperbólico y describe la magnitud de los peligros que
podríamos enfrentar. Sin importar la intensidad de la tormenta, los que confían en Dios
están seguros.
B. Dios está presente en Sion (46:4–7)
46:4–5. El salmista expresó que la paz de Jerusalén, la ciudad de Dios, el lugar
santo (santuario) donde el Señor tiene su morada (i.e., donde ha dado a conocer su
presencia) depende de Dios. Su presencia es como un río (en contraste con las aguas
turbulentas, v. 3), de corriente apacible. (Cf. Is. 8:6; 33:21, donde el Señor es
comparado a un río que rodea su ciudad.) Debido a la presencia de Dios … en medio de
ella, la ciudad no caería jamás (no sería conmovida). (Sin embargo, años más tarde, la
ciudad sí cayó. Por causa de la idolatría que se practicaba aún en el templo [Ez. 8], Dios
retiró su presencia del mismo [Ez. 10]. Sin ella, Jerusalén cayó en manos de los
babilonios.)
46:6–7. El salmista describió el gran poder de Dios: con él, las naciones que una
vez bramaron contra él, se derretirán (cf. 2:5). Aunque los reinos se desplomen,
Jerusalén estará a salvo.
Por tanto, Jehová de los ejércitos es como un refugio (miśgoḇ, “lugar alto y
seguro”, que se trad. “refugio” en 9:9; 46:11; 48:3; 59:16–17; 62:2, 6; 94:22; “fortaleza”
en 18:2; 144:2; “defensa” en 59:9 y “amparo” en 59:16) para su pueblo (cf. 46:11). Los
que en él confían encuentran protección.
C. Dios será exaltado en la tierra (46:8–11)
46:8–11. El salmista exhortó a los santos a tomar en cuenta las obras maravillosas
de salvación de Jehová. Sus milagros reflejan que Dios puede traer paz sobre su pueblo
y destruir las armas terrenales. Dios mismo invita a su pueblo a confiar en él y a conocer
que él es Dios. Finalmente, él será exaltado en toda la tierra. Los vv. 8–10 sin duda
animaron a los habitantes de Jerusalén, como reitera el último v. (v. 11; cf. v. 7). De
igual manera, se invita a los santos de todos los tiempos a confiar y a estar quietos, y a
conocer el poder salvador de Dios, quien traerá la paz universal. Esta esperanza ha sido
fuente de consuelo y fortaleza para los creyentes a través de muchas generaciones.
Salmo 47
Este salmo es un canto acerca de Dios, el gran Rey (cf. vv. 2, 6–7). Se ha clasificado
como salmo de entronización, en el que se celebra su reinado universal. Otros salmos de
entronización son: 93, 95–99 y deben entenderse proféticamente, ya que anticipan el
reino futuro de Dios, de cuyas manifestaciones disfrutó Israel anticipadamente. En este
salmo, el poeta invitó a todos los pueblos de la tierra a rendir homenaje al santo
monarca de Israel—Jehová—cuando en efecto comience a reinar sobre todos ellos.
A. Homenaje al rey soberano (47:1–4)
47:1–2. El salmista invitó a todos los pueblos (cf. vv. 3, 8–9) a regocijarse y rendir
homenaje a Jehová el Altísimo, quien es Rey grande (cf. vv. 6–7) sobre toda la tierra
(cf. v. 7). Tales expresiones de júbilo (cf. v. 5) sólo pueden nacer del corazón de los
súbditos dispuestos del rey.
47:3–4. La razón para rendirle tributo se expone en los vv. 3–4. En general, como lo
expresa el v. 2, él es el gran rey sobre la tierra. En lo específico, demostró su grandeza
al someter a los pueblos cuando eligió a Israel como su heredad. El sometimiento de las
naciones extranjeras tuvo una pequeña manifestación en la historia de Israel, pero será
una realidad durante el reinado milenial venidero.
B. El reinado del rey soberano (47:5–9)
47:5–6. El salmista describe la ascensión de Dios a su trono en medio de voces de
júbilo y sonido de trompetas. Por eso, invita a los pueblos a alabar a su Rey: Cantad a
nuestro Rey, cantad. (Observe que “cantad” aparece cuatro veces en el v. 6.)
47:7–9. El salmista exhortó a la gente a cantar a Dios porque él reina (cf. 93:1;
96:10; 99:1; 146:10) sobre las naciones (cf. 47:1, 3, 9). Esta expresión, común en este
tipo de salmos, es más bien una declaración profética en cuanto al cumplimiento seguro.
Así que el salmista anticipó el reinado seguro de Dios en el cual todos los príncipes y
los nobles se reunirán delante de él y lo reconocerán como su soberano. Desde su
posición exaltada, el Señor reinará en toda la tierra y toda rodilla se doblará ante él (Fil.
2:9–11). Para aquellos que creen en él, la confianza de que las promesas de este salmo
se cumplirán brinda consuelo y ánimo en tiempos de angustia.
Salmo 48
El salmo 48 es un cántico acerca de Sion, la ciudad de Dios, el gran rey. En
reconocimiento a él, que ama a Jerusalén, el salmista elevó un canto que describe la
gloria y fortaleza de la ciudad, porque Dios la había librado de sus enemigos. Sobre esta
base, ofreció su alabanza a Jehová.
A. Sion es la ciudad de nuestro Dios (48:1–3)
48:1. El salmo comienza con un resumen del siguiente tema: Jehová, a quien
pertenecen el monte santo (cf. 43:3; 87:1; 99:9; V. el comentario de 2:6 acerca de
“santo monte”) y la ciudad de Jerusalén, es digno de ser en gran manera alabado.
48:2–3. El salmista describe a continuación la ciudad santa. Por su belleza
impresionante (cf. 50:2), es el gozo de toda la tierra. Su altura a los lados del norte
(trad. de la palabra hebr. ṣāp̱ôn, que puede significar “montaña sagrada” o “dirección
norte”) probablemente sea una alusión a una montaña sagrada de los cananeos donde se
reunían los dioses, que se ubicaba a algunos kms. al norte de Jerusalén (V. RVR95, nota
mar.). Aquí se compara con la ciudad del gran rey. La característica más
impresionante de Sion (cf. el comentario de 2:6), era que Dios moraba en sus palacios
“fortificaciones” (NVI99, cf. 48:13). La fortaleza y seguridad de Jerusalén (refugio es
aprox. aproximadamente
emocional, V. el comentario de Sal. 6:2.) El rey pidió a Dios que eliminara sus pecados
judicialmente.
51:10–12. Como un correctivo para su naturaleza pecaminosa, David pidió a Dios
que renovara la actitud de su corazón (v. 10), que lo preservara en su servicio (v. 11), y
que restaurara su gozo (v. 12). Él estaba consciente de que había sido indiferente a sus
malas actitudes y que necesitaba ser renovado. También sabía que a Saúl se le había
quitado su reinado por su pecado (descrito en el A.T. como que el Espíritu abandona a
una persona). Por esa razón, David pidió a Dios que no quitara de él su Espíritu y por lo
tanto, que no lo destituyera. En el N.T., el Espíritu de Dios no abandona a los creyentes;
más bien, en el momento de la salvación, él viene a morar en ellos (cf. Jn. 14:16; Ro.
8:9). Pero un cristiano puede ser retirado de su servicio a Dios por causa del pecado (cf.
1 Co. 9:27). David también estaba consciente que para poder experimentar el gozo que
había sentido en el pasado por su salvación, necesitaba ser renovado internamente por
Dios.
D. Promesa de adoración (51:13–17)
David prometió a Dios que si lo perdonaba, se involucraría por completo en su
servicio. En estos vv., pide cosas que son resultado del perdón, y por lo tanto,
indirectamente está volviendo a pedir perdón.
51:13. En primer lugar, David expresó que si tuviera el perdón de Dios, enseñaría a
los transgresores los caminos del Señor (i.e., la forma en que Dios trata a los
pecadores que se arrepienten). Naturalmente, para poder enseñar esto, primero debía
experimentarlo él.
51:14–15. En segundo lugar, David prometió que si Dios lo perdonaba, le cantaría y
alabaría por su justicia. Solamente podía exaltar a Dios después de haber sido librado
de su culpa.
51:16–17. En tercer lugar, David aseguró que si Dios le concedía el perdón de sus
pecados, ofrecería sacrificios a él; el salmista sabía que Dios no quería solamente un
holocausto (sacrificio de animal, cf. 40:6). Necesitaba hallar perdón antes de poder
ofrecer los sacrificios de paz a Dios. El sacrificio que tenía que presentar consistía en
un corazón contrito (molido) y humillado—i.e., un espíritu humilde y sinceramente
arrepentido. Esto es lo que Dios espera y ciertamente aceptará.
En el A.T., si alguien pecaba como David, un sacerdote o profeta debía avisarle que
había sido perdonado. Sólo entonces, el penitente podía reintegrarse a la adoración y
ofrecer un sacrificio de paz. En el N.T., la noticia del perdón está escrita eternamente en
la palabra de Dios—la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado (1 Jn. 1:7). Sin
embargo, también en el N.T. el creyente debe presentarse con un espíritu quebrantado
que abandona toda confianza en sí mismo y reconoce su necesidad delante de Dios para
encontrar renovación espiritual y limpieza de pecados (1 Jn. 1:9).
E. Oración pidiendo prosperidad (51:18–19)
51:18–19. Con frecuencia estos vv. han sido considerados como una adición
posterior al salmo, ya que no se relacionan directamente con el tema principal. Sin
embargo, los sacrificios de justicia están íntimamente relacionados con los vv. 16–17.
La oración pidiendo la reconstrucción de los muros de Jerusalén puede referirse a la
prosperidad en relación con los recursos de protección de la ciudad; y a la vez pudiera
ser figurada, refiriéndose a que la protección moral de la nación fuese fortalecida (i.e.,
edificando al rey). La adoración hecha en justicia va de la mano con la prosperidad
moral.
Salmo 52
Este salmo se atribuye a David y fue escrito cuando fue traicionado por Doeg (1 S.
21–22), ya que el personaje que describe aquí corresponde a un retrato de un hombre
como él. David, que confiaba en el Señor, contrastó su fe con el comportamiento del
hombre traicionero que sigue el camino de la iniquidad.
A. Destrucción del hombre traicionero (52:1–7)
52:1. Dirigiéndose directamente al impío, el poeta reprobó su traición (vv. 1–5).
David estaba asombrado de que ese hombre pudiera jactarse de su maldad sabiendo que
era una vergüenza delante de Dios.
52:2–4. Doeg, el hombre traicionero (V. el título), tenía una lengua … engañosa y
afilada como navaja (cf. “espadas” en 55:21) que destruía a otros con sus palabras
(cf. Stg. 3:6, 8). Ese hombre vivía en completa falsedad y maldad, y amaba las
palabras que hacen daño.
52:5. Al ver tal impiedad, David predijo que Dios destruiría a ese hombre malo y lo
arrancaría de la tierra de los vivientes, i.e., que la muerte llegaría para llevárselo
repentinamente y para siempre.
52:6–7. David anticipó el gozo que esto traería a los justos; ellos serían testigos de
lo que sucede a una persona que no confía en Dios, sino que tiene puesta su esperanza
en el poder que le dan sus propias riquezas. (Fortaleza se trad. mā‘ôz, “un lugar muy
fortificado”; cf. 27:1; 37:39; 43:2).
B. El destino del hombre de fe (52:8–9)
52:8–9. En fuerte contraste con Doeg, el hombre pérfido (vv. 1–7), David
personificaba una vida llena de las bendiciones de Dios. Se comparó a sí mismo con un
olivo verde, que es una figura que indica la prosperidad que disfrutaba en presencia de
Dios (cf. Os. 14:6) y es un fuerte contraste con el impío que será arrancado (Sal. 52:5).
En el salmo 1:3 se utiliza la metáfora de un árbol floreciente.
El florecimiento de David se debía a la misericordia de Dios (cf. “el gran amor de
Dios”, NVI99) en la cual confiaba eternamente. Fue así que prometió alabar a Dios
continuamente por lo que había hecho. David esperaría en su nombre (que se refiere a
sus atributos y hechos; cf. Éx. 34:5–7) y le alabaría delante de sus santos.
De esta manera, los justos, a diferencia de los traicioneros, depositan su confianza
en el amor de Dios, donde se encuentran la justicia y la bendición.
Salmo 53
Este pasaje es otra versión del Salmo 14, que fue adaptado para el segundo libro
(’ĕlōhîm, “Dios”, se sustituye por Jehová). Este salmo es de David, arreglado para
māḥălaṯ, que posiblemente era una tonada muy conocida. El salmo expresa que toda la
raza humana es impía y que el Señor triunfará sobre los pecadores. Por tanto, el salmista
anhela que se establezca pronto el reino de Dios.
A. Revelación acerca de la raza humana (53:1–3)
53:1. David recibió una revelación acerca de cómo ve Dios a la raza humana, por lo
que dijo: todos son necios, y resume esa descripción en el primer v.: el necio cree que
no hay Dios. Por lo tanto, su vida está corrompida y envilecida (i.e., es abominable
delante de Dios). De hecho, no hay ninguna persona que haga bien.
53:2–3. A continuación, registró los detalles de la revelación. Desde los cielos, Dios
escudriñó a la raza humana para ver si había algún prudente, pero su búsqueda fue
inútil. La raza humana entera se había corrompido (’ālaḥ,“agria, cortada” como la
leche, que sólo se utiliza aquí y en 14:3; Job 15:16). La palabra que se trad.
“corrompido”, aquí difiere de la empleada en el v. 1. El Señor no encontró a ningún ser
humano sin pecado, ni aun uno (cf. Ro. 3:10–12).
BJ Biblia de Jerusalén
lit. literalmente
Dios era su salvación y su gloria (honor). Si Dios no hubiera intervenido innumerables
veces en la vida de David, hubiera sido aplastado por sus enemigos.
Por tanto, el salmista invitó a los santos a derramar su corazón … delante del Señor
y a esperar en él en forma continua, sabiendo que él es su refugio (maḥseh,“lugar
seguro del peligro”; cf. 14:6; 46:1; 61:3; 71:7; 73:28; 91:2, 9).
C. Dios dará su recompensa a cada persona (62:9–12)
62:9–10. El salmista hizo una advertencia en cuanto a la necedad de confiar en los
seres humanos. Describió cuán efímera es la vida, sin importar la posición
socioeconómica de la persona. Los seres humanos son vanidad (como un soplo, heḇel,
“un vapor”; cf. 39:5, 11; 144:4 y el comentario de Ec. 1:2). Son tan insignificantes que
si fuesen pesados, la báscula ni siquiera se movería. Su poder es como nada delante de
Dios. Por tanto, nadie debe confiar en los logros de los impíos. Tampoco se debe
confiar en las riquezas (cf. Pr. 11:28; 23:5; 27:24).
62:11–12. El salmista contrastó esta verdad con el hecho de que Dios ha declarado
que el poder le pertenece a él. David escuchó a Dios decir dos veces que a él le
pertenecen el poder y la misericordia, y que por eso, se impartirá justicia a todo ser
humano. ¡Cuánto mejor es hallar descanso para nuestras almas en el poder de Dios que
en las maquinaciones humanas!
Salmo 63
La fe que se expresa en Salmos 61 y 62 llega a un clímax y así surge este himno de
David, escrito “cuando estaba en el desierto de Judá”. Se refiere al tiempo en que siendo
rey, fue apartado del arca, el lugar formal de adoración (2 S. 15:25). El salmista
satisfizo el anhelo de su alma de adorar a Dios alabando su misericordia, i.e., amor fiel,
en medio de la angustia. Como resultado, pudo anticipar que vendría un tiempo de gozo
cuando quedaran frustrados los planes de sus enemigos.
A. Sed de Dios (63:1–2)
63:1. La experiencia de David en el desierto seco y árido lo hizo reflexionar en la
sed insaciable que tenía su alma por Dios. Al experimentar esto, escribió: De
madrugada te buscaré, que también puede trad.: “yo te busco intensamente” (NVI99),
o “te busca con afán” (BLA). La expresión de la RVR60 ha llamado la atención de
muchos creyentes y leen este salmo por las mañanas. Buscar a una persona de
madrugada sugiere que hay urgencia de hablar con ella.
63:2. El anhelo de David de estar con Dios surgió al ver su poder (fuerza) y …
gloria … en el santuario. Él tenía esa convicción aun antes de que sus enemigos lo
persiguieran hasta el desierto. El arca era el símbolo de la gloria y el poder divinos (cf. 1
S. 4:21). David había experimentado el gozo de ver la evidencia de la presencia de Dios
en el santuario, i.e., el tabernáculo de Jerusalén.
B. La alabanza satisface el alma (63:3–8)
63:3–4. A pesar de estar lejos del santuario, David halló satisfacción para su alma
alabando a Dios. Esto produjo gozo y consuelo a su corazón. Alabó al Señor por su
misericordia, diciendo que ésta es mejor … que la vida. Esta alabanza procede de
alguien que está en un desierto árido (v. 1) y cuyos pensamientos están centrados en
Dios más que en el agua que necesita para sobrevivir.
63:5–6. La alabanza a Dios satisfaría su alma, así como los manjares más
abundantes (de meollo y de grosura) satisfarían su cuerpo. Su alabanza le
proporcionaba vitalidad a su vida espiritual. La alabanza a Dios es la expresión natural
pl. plural
sing. singular
salmo, la nación reconoció la salvación de Dios e invitó a las naciones a unirse en su
alabanza.
A. La nación alaba a Dios (66:1–12)
Los vv. 1–9 son dirigidos a las naciones, y los vv. 10–12, a Dios. El salmista invitó
a las naciones de todo el mundo a alabar al Señor por la gran salvación de Israel.
66:1–4. Toda la tierra, i.e., todos sus habitantes, fueron invitados a aclamar (v. 1),
a cantar (vv. 2, 4), y a hablar (vv. 3–4) de las maravillas de Dios. Se les exhortó a
regocijarse y ver sus obras … asombrosas (cf. v. 5). Al ver estos hechos grandiosos,
sus enemigos tiemblan ante la grandeza de su poder.
66:5–7. A continuación, el salmista convocó a las naciones a que vieran cómo las
obras de Dios (cf. v. 3) a favor de los hijos de los hombres demuestran su soberanía.
El cruce del Jordán y del mar Rojo fueron milagros muy notables del poder y liberación
de Dios. Por ello, la gente debía reconocer que él señorea con su poder para siempre,
humilla a los rebeldes, y libera a su pueblo.
66:8–9. Israel invitó a todos los pueblos a bendecir a Dios por estas y muchas otras
maravillas, porque él fue quien preservó la vida de su pueblo.
66:10–12. En esta sección, la nación reconoce que Dios los había probado con toda
clase de luchas y pruebas, pero al final los había llevado a un lugar de abundancia.
Demostró que había estado con ellos durante todo el tiempo y que los había librado.
B. El salmista dirigió a la congregación en alabanza (66:13–20)
El salmista, como líder de la congregación, ofreció holocaustos y alabanzas a Dios.
66:13–15. En estos vv., se dirigió a Dios y en los vv. 16–20 a la congregación. El
salmista dijo que entraría en la casa y ofrecería holocaustos. Con esto, cumpliría con
los votos que había hecho cuando estaba angustiado.
66:16–20. Aquí se dirigió a la congregación en alabanza a Dios (una alabanza
declarativa). Lo alabó delante de ellos por haber contestado su oración (a él clamé con
mi boca) y por haberlo librado. Sin embargo, esto no hubiese sucedido si se hubiera
aferrado a la iniquidad de su corazón (cf. Pr. 28:9; Is. 59:2). Mas ciertamente, lo
escuchó Dios y atendió a su súplica. La enseñanza es clara: Cuando el pueblo de Dios
está en necesidad, debe limpiar su corazón y orar a él. Entonces él responde y no retiene
su misericordia de ellos. De esta manera, otros creyentes pueden alabar y exaltar a
Dios.
Salmo 67
Una vez que el salmista oró pidiendo la misericordia y bendición de Dios para que
su plan de salvación fuera manifestado (Sal. 66), invitó al pueblo a alabar a Dios por sus
juicios justos. De esta manera, ellos podrían disfrutar de su generosidad.
A. Dios tenga misericordia (67:1–2)
67:1–2. El escritor pidió la misericordia de Dios, usando una parte de la bendición
sacerdotal (v. 1; V. Nm. 6:24–26). La frase haga resplandecer su rostro sobre
nosotros se refiere al favor y aprobación de Dios (cf. el comentario de Sal. 4:6). El
propósito de esta oración es que su camino de salvación fuese conocido en toda la
tierra. Porque si Dios los salvó, otros debían escuchar de ello.
B. El pueblo debe alabarle (67:3–7)
67:3–7. En los vv. 3–4, el salmista invitó al pueblo a alabar a Dios con alegría,
porque él juzga con equidad. En los vv. 5–7 los llama a exaltar a Dios para que a su vez
él les dé fruto abundante. El reconocer que las bendiciones vienen de Dios nos motiva a
temerlo y a alabarle.
Salmo 68
Este es un “cántico” que celebra el ascenso triunfal de Dios al monte Sion. Si este
salmo fue compuesto por David como dice el título, la ocasión puede haber sido la
conquista de la ciudad bajo el liderazgo de David (2 S. 5:6–8), el traslado del arca a
Sion (2 S. 6), o alguna marcha triunfal después de una victoria o serie de victorias en la
guerra. Algunos estudiosos desechan el título y relacionan este salmo con los eventos
acaecidos durante el regreso de los judíos del exilio. Sin embargo, en el poema no hay
referencias históricas claras a esto. Su lenguaje figurado permite adaptarlo a varios
eventos. Si fue escrito por David, sin duda lo utilizaron en victorias posteriores. La
victoria más espectacular a la que este salmo puede hacer referencia es a la ascensión de
Cristo. Pablo lo utilizó de manera parafraseada (Sal. 68:18) y lo aplicó al Señor Jesús
(Ef. 4:8).
El salmista hizo un recuento de la historia de Israel desde su peregrinación por el
desierto hasta la conquista y ocupación de la tierra. Enfatizó que Sion era el lugar
escogido por Dios. Por eso, los israelitas tomaron cautivos a muchos cananeos y
recibieron regalos y riquezas de sus prisioneros. Esta es la razón por la que cantó
alabanzas: Dios marcha triunfante a favor de los oprimidos. David invitó a todos a
unirse a él para alabar a su poderoso Dios.
A. Reverencia y alabanza por el triunfo divino (68:1–6)
68:1–3. David pidió a Dios que mostrara su gran poder. Las palabras del v. 1 son
casi las mismas que las que Moisés expresaba siempre que los israelitas iniciaban
alguna marcha por el desierto (Nm. 10:35). Cuando Dios se levanta con poder, los
malos son esparcidos … como … el humo por el viento, y como cera que se derrite
… delante del fuego. Los justos, que están a salvo de los impíos, se alegran en gran
manera (cf. Pr. 28:12; 29:2).
68:4–6. David invitó al pueblo a cantar al que cabalga sobre los cielos (cf. v. 33;
104:3; Is. 19:1). Esta es una descripción poética de la alta majestad de Dios, escogida
como polémica contra un apelativo similar que describía a Baal. Dios es digno de
alabanza por su obra triunfante: Él salva y consuela a los despreciados (huérfanos y …
viudas), a los oprimidos (cautivos), y deja a los rebeldes sufrir desolación en el
desierto.
B. Recordatorio de la conquista triunfante de Dios (68:7–18)
El salmista trazó el desarrollo de la“estrategia” de Dios para pasar del desierto a su
nueva ubicación en Sion.
68:7–10. Cuando el Señor sacó a su pueblo al desierto, se presentaron terremotos y
lluvias (cf. 77:16–19). Cansados del desierto, el pueblo (llamado su heredad, cf. el
comentario de Dt. 4:20) fue reanimado por la lluvia y Dios, en su gracia, proveyó para
el pobre.
68:11–14. El salmista recordó la conquista exitosa de la tierra de Canaán, de la cual
huyeron reyes (vv. 12, 14). Aunque es difícil entender con precisión el v. 13, parece
una referencia a Jueces 5:16 donde habla de la reprobación hacia algunos israelitas que
no apoyaron la conquista. Mientras algunos de ellos estaban durmiendo a la intemperie,
rehusando involucrarse en la guerra, Dios bendijo a su paloma i.e., Israel (cf. Sal.
74:19). Su prosperidad (probablemente el botín de sus enemigos derrotados) era como
plata y oro en las alas y plumas de una paloma. La nieve en el monte Salmón puede
ser una referencia a una nevada acaecida en una montaña cerca de Siquem (cf. Jue.
9:48), que permitió que los israelitas derrotaran definitivamente al enemigo. O puede
sugerir que la victoria de Dios era tan refrescante como la nieve que acaba de caer.
68:15–18. Estos vv. hablan de cómo Dios escogió a Sion de entre otras montañas y
de su entrada triunfal como conquistador. Los grandes montes de Basán se refieren a la
cadena montañosa de Hermón, localizada a pocos kms. al norte de Basán. Dios escogió
a Sion como su morada y entró a la ciudad acompañado de una gran multitud (millares
de millares) de huestes angelicales, descritas aquí como montando carros. Es así como
el Señor desfiló desde el Sinaí (cf. v. 8) hasta su santuario de Sion. Su entrada a
Jerusalén (cuando David la conquistó, 2 S. 5:6–8, o cuando trasladó el arca a Jerusalén,
2 S. 6) fue como la de un conquistador poderoso subiendo a lo alto y llevando enemigos
cautivos (la cautividad), y recibiendo el tributo de los vencidos, los rebeldes.
Pablo hizo referencia al Salmo 68:18 en Efesios 4:8 (cf. el comentario allí). Sin
embargo, en vez de citar el texto hebr., aparentemente Pablo tomó en cuenta la
interpretación judía de aquellos días (el Targum), que parafraseaba el v. como sigue:
“Ascendiste al firmamento, ¡oh profeta Moisés! Llevaste cautiva a la cautividad,
enseñaste las palabras de la ley; diste [no ‘recibiste’, como en hebr.] dones a los hijos de
los hombres”. (Esta interpretación consideraba a Moisés como el representante de
Dios.) Pablo tomó esa exégesis judía porque explicaba que el conquistador distribuía
los dones a sus fieles súbditos. El apóstol aplicó la misma idea a la victoria de Cristo
sobre las fuerzas del diablo y a su repartición de dones espirituales (cf. Ef. 4:11) para los
que estaban con él. Por medio de esta analogía (basada más en la interpretación judía
del salmo que en las palabras exactas en hebr.), Pablo enfatizó la grandeza de la victoria
espiritual de los creyentes en Cristo.
C. Los efectos de la victoria de Dios (68:19–31)
68:19–23. David alabó al Señor … Dios, quien lleva las cargas de los creyentes y
que los salva de la muerte. El salmista estaba convencido de que la entrada de Dios a
Sion a favor de su pueblo resultaría en la completa destrucción de sus enemigos.
Libraría o haría volver a Israel de los peligros (como los que enfrentó en Basán cuando
conquistó Og, Nm. 21:33–35) y de otras experiencias aterradoras (como cuando
cruzaron el mar Rojo, sugerido aquí por las palabras profundidades del mar; cf. Is.
51:10). Dios daría a Israel la victoria sobre sus enemigos. Aquí se describe como que
pondría sus pies en la sangre de sus enemigos y que sus perros la beberían (cf. 1 R.
22:38).
68:24–27. La entrada triunfal a Sion y al santuario se describe otra vez aquí como
un desfile de victoria con cantores y músicos. Todo aquel que había presenciado la
entrada triunfal del Señor debía alabarle. Las tribus de Benjamín y Judá, ésta grande y
la otra pequeña, representan la sección del sur del reino, y Zabulón y Neftalí la sección
norte. Es posible que se mencionen éstas dos últimas por la alabanza que ofrecieron
Débora y Barac (Jue. 5:18) en su cántico.
68:28–31. El escritor pidió una vez más a Dios que demostrara su fuerza. Al ver su
poder y su templo …, los reyes paganos entregarían un tributo de sumisión a él.
Reprime la reunión de gentes armadas (cf. “reprende a esa bestia de los juncos”,
NVI99 “reprende las fieras de las cañas”, BLA; v. 30) es una representación simbólica
de los enemigos, y quizá en especial Egipto (v. 31). Los toros sugieren la fortaleza de
Egipto. Sin embargo, los príncipes (v. 31, cf. “embajadores”, NVI99) de ese pueblo y
de Etiopía (cf. “Cus”, NVI99), su vecino del sur, serían humillados, dispersados y
sometidos a Dios.
D. Llamado a la alabanza (68:32–35)
68:32–35. El salmista invitó a las naciones a cantar alabanzas al Señor, al que
cabalga sobre los cielos (cf. v. 4) en honor a su poder y magnificencia que había
desplegado en Israel y en los cielos y había entregado a su pueblo.
Salmo 69
lit. literalmente
desde su juventud (cf. 71:17). Aunque muchos se asombraban por él (había sido como
prodigio), él permanecía firme y confiaba en el Señor, quien era su refugio fuerte.
También seguía tributándole alabanza (vv. 6, 8) y dándole gloria (cf. el comentario de
29:2). (La palabra hebr. que se trad. “refugio” es maḥseh, “protección del peligro”,
también se utiliza como “esperanza” en 14:6; 73:28; 91:2, 9 “amparo” en 46:1;
“refugio” en 61:3; 62:7–8 y es diferente del vb. que aparece en 71:1 que se trad. “me he
refugiado” [ḥāsâh, relacionado con el sustantivo maḥseh] y de “refugio” del v. 3
[mā‘ôn; 90:1; 91:9, “habitación”].)
71:9–13. El salmista oró pidiendo protección continua (no me desampares, cf.
v.18) en su vejez, pues muchos deseaban su mal. Pensaron que Dios lo había
desamparado—¡una suposición un poco extraña!—y creían que podían prenderlo y
matarlo. Así que el salmista pidió a Dios que lo ayudara pronto (cf. el comentario de
31:2), que cubriera a sus enemigos de vergüenza (cf. 71:24) y confusión (cf. 70:2–3).
C. Una vida de alabanza continua (71:14–24)
Como el salmista había confiado en el Señor durante toda su vida, prometió seguir
alabándolo por sus liberaciones futuras.
71:14–18. El escritor expresó su determinación de esperar en Dios y alabarle por su
justicia, por su inescrutable salvación, y por sus hechos poderosos (cf. v. 24).
Desde su juventud (cf. v. 5), el salmista había alabado a Dios por sus maravillas.
Ahora que ya era viejo (cf. v. 9), todavía anhelaba rendirle alabanza, pero pedía a Dios
que no lo desamparara (cf. v. 9) para que pudiera seguir anunciando su gran poder.
71:19–21. El salmista recuerda aquí algunas de las grandes cosas que Dios había
hecho a su favor. En su justicia (cf. vv. 2, 15), había hecho muchas grandes cosas (v.
19). Por tanto, su Dios era incomparable. La pregunta retórica ¿quién como tú? se
repite varias veces en los salmos, con ligeras variaciones en las palabras (cf. 35:10;
77:13; 89:6; 113:5; también V. Éx. 15:11; Mi. 7:18).
Dios había mostrado al salmista, quien estaba envejeciendo, que él lo había librado
de angustias y males y que lo restauraría a la vida una vez más, evitando que llegara a
los abismos de la tierra; i.e., la muerte (cf. Sal. 30:1; 130:1). Por tanto, estaba seguro
de que Dios lo engrandecería; por eso, le dijo: volverás a consolarme.
71:22–24. En estos últimos vv. el salmista se comprometió a alabar a Dios,
cantándole, tocando instrumentos (salterio y arpa—ambos instrumentos de cuerdas—
se mencionan varias veces en los salmos), gritando y anunciando (cf. v. 15) las obras de
Dios (cf. vv. 16–17). El título Santo de Israel se utiliza frecuentemente en el libro de
Isaías; sin embargo, sólo aparece tres veces en el libro de los salmos (71:22; 78:41;
89:18). Su alabanza duraría todo el día, porque sus enemigos habían sido
avergonzados (cf. 71:13).
Salmo 72
Dos salmos (72; 127) se atribuyen a “Salomón”. Si el salmo 72 es de él, puede ser
que en él describa su reinado. También habla del reinado milenial del Mesías. El poema
describe las bendiciones que fluyen de la justicia del rey que Dios pondrá, i.e., el
Mesías. El salmista esperaba que el soberano reinara con justicia y paz a favor de los
oprimidos, y que su dominio se extendiera sobre muchos reyes, de mar a mar. El
salmista oró pidiendo las bendiciones de paz y prosperidad, basando su petición en el
TM texto masorético
LXX Septuaginta
Once de los 17 salmos de esta sección se atribuyen a Asaf (Sal. 73–83), uno a David
(Sal. 86), tres a los hijos de Coré (Sal. 84–85; 87), uno a Hemán (Sal. 88), y otro a Etán
(Sal. 89). Asaf, Hemán y Etán fueron músicos levitas durante los días de David (1 Cr.
15:17, 19).
Salmo 73
Este salmo trata el mismo tema del 49, por lo tanto, puede ser clasificado como un
salmo de sabiduría o por lo menos, debe ser estudiado por su género sapiencial. “Asaf”
habló de las dudas que casi lo abrumaban cuando comparaba la vida de un hombre
inicuo con la de él. Confesó su pecado al pensar de esa manera y explicó que el
contraste entre sus diferentes destinos lo animaba a mantener la perspectiva correcta.
A. Prosperidad de los impíos (73:1–14)
73:1–3. Asaf comenzó este salmo afirmando que aunque sabía que Dios … es
bueno para con Israel y para con los de limpio corazón (cf. v. 13), él estuvo a punto
de titubear (cf. 94:18) en lo que se refiere a su confianza en el Señor. El salmista
enfatizó su propia situación comenzando cuatro vv. con la expresión hebr. que se trad.
en cuanto a mí (73:2, 22–23, 28). Su pecado consistía en que envidiaba la prosperidad
de los impíos. ¿Por qué aquellos que se oponen a Dios están en mejor situación que los
que confían en él? Este problema lo abrumaba de tal forma, que casi pierde su fe en la
bondad de Dios.
73:4–12. Asaf describió la prosperidad que le molestaba. Observó que los impíos no
parecen sufrir angustias como los otros mortales (vv. 4–5), sino que están llenos de
soberbia y violencia (v. 6). Además, sus planes malvados no tienen límite (logran con
creces los antojos del corazón, v. 7); su manera de hablar es burlona porque hablan
con maldad de hacer violencia con arrogancia, como si fueran los dueños de la tierra
(vv. 8–9). Muchas personas se dejan engañar (“hará volver”, v. 10) con sus
pensamientos malévolos y su presuntuosa autosuficiencia. Estos creen que Dios no sabe
de su pecado (v. 11; cf. 94:7). Sin tener grandes problemas (cf. 73:4–5, 12), los impíos
siguen prosperando.
73:13–14. Asaf expresó su confusión en cuanto al valor de la salvación. Sentía que
en vano había limpiado su corazón (cf. “limpios” en el v. 1) porque su fe en Dios le
había acarreado castigos y azotes. Al igual que muchos santos antes y después de él,
Asaf estaba confundido al ver la prosperidad que Dios parecía permitir a los impíos y la
opresión que sufrían los justos.
B. El destino de los impíos y los justos (73:15–28)
73:15–20. Asaf aclaró sus dudas cuando consideró cuál era el fin de los malos. En
primer lugar, reconoció la impiedad de su anterior conclusión a la luz de esta nueva
reflexión. Sus palabras son como una confesión, pues se dio cuenta de que sus palabras
pudieron haber sido tropiezo para el pueblo (v. 15). Todo este conflicto fue doloroso
(duro trabajo para mí) para él, hasta que entrando en el santuario entendió el
destino de ellos. Dios los colocará en lugares peligrosos (deslizaderos; cf. “deslizaron”
en el v. 2) para que tropiecen y caigan. Serán asolados, consumidos y destruidos de
manera repentina.
Cuando Dios finalmente ponga todas las cosas en su lugar, los impíos vendrán a ser
como un sueño, i.e., sustituto de la realidad. Este fue el aspecto negativo a la solución
del problema que enfrentó Asaf.
73:21–26. El aspecto positivo de la solución fue la convicción que Asaf obtuvo
acerca de su propio destino glorioso. Confesó que su perspectiva había sido opacada por
su torpe ignorancia como la de una bestia. Si hubiera entendido, su corazón no se
hubiera llenado de amargura (vv. 21–22; “amargura” es lit., “se volvió agrio”), a tal
grado, que en su corazón sentía punzadas. Su condición real contrastaba enormemente
con la de los impíos, ya que tenía la seguridad de que Dios siempre estuvo con él (v.
23), que lo guiaría sabiamente (según tu consejo), y que lo recibiría en su gloria (v. 24).
Me recibirás en gloria también puede trad. “con gloria”; i.e., que Dios lo conduciría a
través de sus problemas para que pudiera disfrutar de honra (y no de vergüenza; cf. 4:2)
durante su vida terrenal. Debido a que “gloria” en el A.T. rara vez se refiere a la gloria
celestial, probablemente el salmista se refería a la liberación de su vida. Esto
demostraría que gozaba del favor de Dios. Por supuesto, los creyentes de hoy en día
leen en el N.T. acerca del castigo de Dios para los impíos y de su bendición para los
justos, lo cual trasciende aun a la muerte.
Además, Asaf afirmó que Dios era su única posesión en los cielos y en la tierra.
Aunque se sentía abrumado por los problemas, Dios seguía siendo su roca (cf. 18:1) y
su porción (cf. 16:5; 119:57; 142:5). Algunos impíos prosperan materialmente, pero
solamente las “posesiones” espirituales de los justos permanecerán.
73:27–28. Asaf concluyó que los que se alejan de Dios, son infieles y serán
destruidos, pero aquellos que se acercan a Dios, encuentran gozo y seguridad. Aunque
casi había perdido su confianza en el Señor (cf. v. 2), ahora estaba seguro de que él era
el que lo protegía y que era su única esperanza (cf. “refugio” en 61:3; 62:7–8; 71:7,
NVI99; maḥseh, “protección del peligro”; cf. “esperanza” en 14:6; 73:28; 91:2, 9;
“amparo” en 46:1). La cercanía con Dios siempre ayuda a los creyentes a mantener una
perspectiva equilibrada de las cosas materiales y de los impíos.
Salmo 74
Asaf pidió a Dios que se acordara de su pueblo, pues el santuario había quedado
devastado por el enemigo. Oró suplicando que de la manera en que había destruido a sus
enemigos, actuara a su favor y no permitiera que fuera avergonzado.
A. Oración pidiendo ser recordados (74:1–2)
74:1–2. El salmista pidió a Dios que quitara su furor contra las ovejas de su prado
(i.e., el pueblo escogido; cf. 79:13; 95:7; 100:3). El Señor debía recordar (y tomar en
cuenta) a aquellos a quienes había redimido (cf. Éx. 15:13) para ser su herencia (cf. el
comentario de Dt. 4:20). Asimismo, el salmista quería que se acordara de su morada en
Sion. (La tribu representa a la nación entera, como se ve en Jer. 10:16).
B. Lamento sobre la destrucción (74:3–9)
74:3. Asaf oró pidiendo que Dios viera y rescatara a su pueblo de manos del
enemigo que había arruinado el santuario y había amenazado a la nación. La palabra
asolamientos y las declaraciones de los vv. 4–8 sugieren una devastación completa del
santuario (cf. Sal. 79). El evento histórico que se relaciona con este pasaje no está bien
definido; la única ocasión que concuerda con esa destrucción es la invasión de los
babilonios en 586 a.C. Sin embargo, parece demasiado tardía si es que el autor del
salmo es el Asaf que vivió en tiempos de David. Quizá, este Asaf pertenece a una
generación posterior de la familia de músicos que llevaba ese nombre.
74:4–8. De acuerdo con este salmo, los enemigos habían entrado como león
rugiente y destruido el recinto. Las entalladuras habían sido quebradas con hachas y
martillos, el santuario (el tabernáculo, o lugar de la morada; cf. 76:2; 84:1; 132:5, 7;
del nombre de Dios, i.e., el lugar donde Dios revela su carácter; cf. “nombre” en 74:10,
18, 21) fue quemado con fuego, así como todas las sinagogas y los lugares de reunión
de la tierra.
74:9. La preocupación del salmista es que no había profeta que diera orientación
espiritual al pueblo y que le explicara cuándo terminaría el problema.
C. Petición de ayuda (74:10–17)
74:10–17. Ya que no había un profeta disponible (v. 9), el salmista apeló
directamente a Dios pidiendo información acerca de cuándo (cf. v. 9 y el comentario de
6:3) cesaría el enemigo … de blasfemar (cf. 74:22) e insultar a Dios (cf. v. 18). Asaf
sugirió que Dios no permaneciera indiferente, sino que mostrara su diestra como
símbolo de su poder y que los destruyera (v. 11). Asaf intentó motivar a Dios
recordándole cómo los había ayudado en el pasado: Dios era su rey soberano y salvador
(v. 12); desde tiempo antiguo los había librado, haciéndolos pasar en medio del mar
(el mar Rojo, v. 13). Además, había despedazado al leviatán, un monstruo mitológico
que tenía siete cabezas y simbolizaba en este contexto el poder de Egipto (v. 14), y tiene
el control absoluto sobre la naturaleza (vv. 15–17), incluyendo los ríos …, el día …, la
noche, la luna y el sol, así como las estaciones del año. A la luz de lo que Dios había
hecho a favor de ellos en el pasado, Asaf pidió que actuara de inmediato.
D. Recordatorio del pacto (74:18–23)
74:18–23. El salmista apeló a Dios y le pidió que no olvidara la burla del enemigo
(cf. vv. 10, 22), que protegiera a su tórtola, un ave indefensa (i.e., Israel; cf. 68:13), y
que recordara su pacto para que su pueblo—la congregación de tus afligidos que
estaba avergonzado, abatido y menesteroso (V. el comentario de 37:14)—no sufriera
la vergüenza de la derrota. Dijo que Dios debía tomar en cuenta que sus enemigos eran
unos blasfemos que se burlaban de él (74:22; cf. vv. 10, 18). Por tanto, no debía
desamparar a los suyos, sino que debía defender su causa y derrotar a sus enemigos.
Salmo 75
Este salmo celebra con anticipación la victoria. El salmista reconoció que Dios
enviaría su juicio en el tiempo señalado, y que destruiría a los impíos para exaltar a los
justos. Sobre esta base, advirtió a los malos que se sometieran bajo la mano de Dios, ya
que él es el único que puede salvar.
A. Dios determina que ha de haber juicio (75:1–3)
75:1–3. Asaf alabó a Dios en nombre de su pueblo, por su cercanía y por sus
maravillosas obras (v. 1). Entre los hechos de Dios, es notable su juicio (v. 2; cf. v. 7;
94:2); y aunque su castigo hace que la tierra tiemble, él la sostiene (75:3).
B. Dios es el Juez (75:4–8)
75:4–6. Dios advierte a los impíos y les da oportunidad de cambiar las actitudes de
su corazón hacia él para que no lo desafíen de manera arrogante: No hagáis alarde de
vuestro poder (“no alcéis vuestro cuerno”, BLA, nota mar., es una metáfora tomada del
reino animal que significa confianza desafiante y altiva). El impío no debe hablar con
cerviz erguida, i.e., en obstinada rebeldía contra Dios. Los malos deben saber que
cuando Dios juzga, no hay ninguna otra ayuda en este mundo a la que puedan acudir.
75:7–8. El salmista advirtió a los malos que Dios es el juez (cf. v. 2) y por lo tanto,
experimentarán toda su ira. Esto se ilustra con las palabras: Porque el cáliz está en
mano de Jehová, y el vino está fermentado (cf. Job 21:20; Is. 51:17; Jer. 25:15).
Hasta el fondo lo apurarán y lo beberán todos los impíos de la tierra, quienes serán
obligados a someterse al juicio definitivo de Dios.
C. El juicio de Dios merece nuestra alabanza (75:9–10)
75:9–10. Asaf se comprometió a cantar alabanzas a Dios por la victoria de los
justos. En el v. 10 puede entenderse que Dios está diciendo que cuando él quebrante a
los pecadores y exalte al justo, entonces será alabado por todos.
Salmo 76
Este es un cántico alabando el poder del Dios de Jacob. El salmista declara que el
Señor se dio a conocer en Jerusalén cuando ejecutó su juicio. Aquí Asaf describe la
forma en que el Señor destruyó a los impíos y libró a los justos. Por tanto, exhortó a los
líderes a jurar lealtad al Altísimo.
A. El juicio de Dios se conoce (76:1–3)
76:1–3. Dios dio a conocer su nombre destruyendo a los enemigos de Israel.
Despedazó las armas de guerra de aquellos que querían atacar a Jerusalén, o Salem
(que sólo se utiliza en Gn. 14:18; He. 7:1–2) y a Sion. (Acerca del tabernáculo de Dios
localizado en Jerusalén V. Sal. 74:7; 84:1; 132:5, 7).
B. El juicio de Dios es justo (76:4–10)
76:4–6. Asaf alabó a Dios, diciendo que es el único glorioso y que ilumina a los
suyos. Su majestad sobrepasa aun a los montes de caza. Esta frase, lit. “montañas
donde hay presa” (V. NVI99, nota mar.) puede referirse a que Dios es supremo en
majestad y no puede compararse con las fortalezas de los enemigos. Los soldados del
ejército enemigo serían destruidos repentinamente (v. 5) a la reprensión de Dios (v. 6).
76:7–10. El salmista explicó que la ira de Dios cumple sus propósitos soberanos
sobre sus enemigos. Nadie puede estar en pie delante de ese Señor tan temible (vv.
11–12). Cuando él dicta su juicio desde los cielos para librar a los justos (los mansos),
toda la tierra guarda silencio y queda suspensa. La ira de Dios en contra del hombre
impío hace que los creyentes le alaben e impide que los sobrevivientes, dejen de dar
rienda suelta a sus pecados.
C. El juicio de Dios es temible (76:11–12)
76:11–12. Los creyentes deben cumplir sus promesas a Dios, y ofrendar al Temible
(cf. v. 7) lo que le corresponde. Por su lealtad a Dios, las personas pueden escapar al
juicio que viene sobre los reyes de la tierra. El Omnipotente puede cambiar la rebelión
de los arrogantes en temor a él.
Salmo 77
El salmista Asaf clamó con vehemencia una noche desde lo más profundo de su
espíritu, escudriñando su alma para encontrar alivio a su angustia. Encontró consuelo al
meditar en la liberación maravillosa de Dios durante el éxodo. Esa reflexión le levantó
el ánimo e hizo que nuevamente deseara constatar el gran poder de Dios.
A. El problema (77:1–9)
77:1–3. Asaf relata que clamó en su angustia toda la noche a Dios para que lo
escuchara. Su espíritu estaba intranquilo y confuso cuando se acordaba de Dios (cf. vv.
6–7). Es evidente que fracasaron sus esfuerzos para encontrar consuelo a través de la
oración.
77:4–6. A continuación, el salmista contó la forma en que escudriñó su espíritu para
encontrar consuelo. El Señor lo mantenía despierto y en su insomnio meditaba en él
acerca de los días en que pudo elevar sus cánticos de liberación durante la noche. Sin
embargo, ahora, estaba perplejo (mi espíritu inquiría; cf. v. 3), ya que no hallaba un
motivo para alabarle.
77:7–9. Asaf estaba confuso porque se sentía abandonado por el Señor. Se
preguntaba si el Señor había desechado a Israel y quitado su favor, su misericordia
(ḥeseḏ, “amor leal”) y su promesa, deteniendo su compasión y misericordia a causa de
su ira.
Es evidente que la nación estaba afligida. Dios no había contestado sus oraciones y
esto turbaba sobremanera el espíritu del salmista.
B. La solución (77:10–20)
El consuelo y esperanza del salmista surgieron de su meditación en cuanto a la
grandiosa liberación de Israel en el éxodo.
77:10–15. Asaf se propuso recordar (me acordaré, haré … memoria, meditaré,
vv. 11–12) las maravillas que Dios (v. 11) había realizado en el pasado por su diestra
(v. 10; i.e., con poder; cf. su “brazo”, v. 15). Asaf basó su apelación en tales obras y
hechos. Su reflexión inmediata lo llevó a alabar al Dios incomparablemente santo y
grande como su redentor (vv. 13–15). Dios no puede ser comparado ya que hace
maravillas. Un ejemplo de tales hechos es la redención (liberación) del pueblo de
Egipto con su brazo (i.e., fuerza). La pregunta: ¿Qué dios es grande como nuestro
Dios? no está sugiriendo que existan otros dioses; más bien, se refiere a que Dios
sobrepasa a todo dios falso que es adorado por los hombres (cf. una pregunta similar
aparece en 35:10; 71:19; 89:6; 113:5; Éx. 15:11; Mi. 7:18).
77:16–18. Asaf describe vívidamente el fenómeno natural que acompañó a la
manifestación del poder de Dios cuando redimió a su pueblo de Egipto. Las aguas
obedecieron a su voz (cuando cruzaron el mar Rojo), y las nubes, truenos, relámpagos,
y temblores revelaron su gran poder (cf. 68:7–9; 97:2–5).
77:19–20. Dios utilizó a Moisés y a Aarón para llevar de forma milagrosa (como se
conduce a un rebaño de ovejas; cf. 78:52; 79:13; 100:3) a su pueblo fuera de peligro a
través del mar Rojo.
Por tanto, la conclusión de esta reflexión llena de alabanza es que Dios rescatará
otra vez de manera milagrosa a su pueblo, a quien él ha redimido para sí.
Salmo 78
El salmo 78 continúa la tradición de transmitir el mensaje de los hechos poderosos
de Dios de generación en generación. El salmista Asaf suplicó a sus contemporáneos
que guardaran la ley, que no olvidaran las obras de Dios y que no se rebelaran contra él.
No debían seguir los pasos de sus antepasados durante su peregrinación en el desierto.
Ellos habían sufrido las consecuencias de su error y habían sido objeto de la ira de Dios.
Tampoco debían imitar a una generación posterior que se olvidó del Señor cuando el
santuario en Silo fue saqueado antes de que él escogiera a David. Este poema se
caracteriza por su tristeza. Relata la forma en que las generaciones anteriores se habían
olvidado de las obras de Dios. Sin embargo, también describe cómo el Señor los libró
en su gracia.
A. La tradición de la instrucción (78:1–8)
78:1–8. Asaf invitó al pueblo a escuchar su instrucción (v. 1) acerca de las
alabanzas, la potencia, y las maravillas (v. 4) de Dios, que daría a conocer a su
generación. Esas enseñanzas habían sido transmitidas por generaciones anteriores, tal y
como Dios había ordenado. Él lo había planeado así para que la nación pusiera en Dios
su confianza y para que obedeciera la ley (v. 7). Esto evitaría que tropezaran y que se
rebelaran como habían hecho sus padres infieles (v. 8).
B. La desobediencia de Efraín (78:9–11)
78:9–11. Es difícil saber con certeza a qué evento se hace referencia en estos vv. La
derrota de Efraín en la batalla y su desobediencia a Dios, sin importar cuándo haya
ocurrido esto, pudo haber sido la causa por la que Judá obtuvo la preeminencia sobre
Efraín (cf. vv. 67–68).
C. Las obras maravillosas que el hombre olvida (78:12–72)
En el resto del salmo, Asaf revisó la intervención de Dios en la historia de Israel. En
los vv. 12–39, el escritor hace un recuento de las cosas grandiosas que Dios hizo a favor
de los antepasados del pueblo escogido durante el éxodo y la peregrinación en el
desierto, así como su desobediencia. En los vv. 40–72, el salmista hace un recuento de
las maravillas que hizo a favor de la nación desde el tiempo de las plagas hasta que les
dio a David como rey, y también describe la desobediencia de la gente.
78:12–20. Asaf describe aquí los milagros de Dios cuando envió las plagas (cf. vv.
43–51; Éx. 7–11) en Zoán, la ciudad capital de la región de Gosén en el nordeste de
Egipto (Sal. 78:12), cuando dividió el mar Rojo (v. 13; cf. Éx. 14:21–22), y cuando los
envió al desierto (Sal. 78:14–16; cf. Éx. 13:21; 17:6). Pero, el pueblo murmuró y se
rebeló contra él (Sal. 78:17–20). Dudaron del poder de Dios (cf. v. 22) y lo tentaron
(cf. vv. 41, 56), esperando que realizara milagros a su favor a pesar de que andaban
fuera de su voluntad.
78:21–33. Asaf contó que Jehová, ante la murmuración de los israelitas,
primeramente se indignó mandando fuego (vv. 21–22; cf. Nm. 11:1–3). Y después hizo
llover sobre ellos maná (Sal. 78:23–25; cf Éx. 16:14–31), llamado trigo de los cielos
porque fue enviado por Dios (cf. Éx. 16:4), y en una tercera ocasión mandó carne (Sal.
78:27–29) de codornices (cf. Éx. 16:13) que fueron traídas por el viento del sur (cf.
Nm. 11:31). Asaf también recordó que el furor de Dios (cf. Sal. 78:21) destruyó a
aquellos que habían anhelado la comida (vv. 30–33; cf. Nm. 11:33).
78:34–39. Asaf añadió que cuando el Altísimo castigaba a su pueblo, entonces le
buscaban … y se acordaban de que Dios era su refugio y su redentor, aunque sus
corazones no eran rectos. Sin embargo, Dios los perdonó, y refrenó muchas veces su
ira, porque se acordó de que eran simples humanos cuyas vidas son como un soplo
(vv. 38–39).
78:40–55. Asaf lamentó las muchas veces que el pueblo se rebeló contra él en el
desierto, olvidando los hechos maravillosos que mostraban el gran poder de Dios (vv.
40–42). Así que, habiendo hecho una breve referencia a las plagas en Egipto (v. 12),
describió algunas de ellas con más detalle (vv. 43–51; cf. 105:28–38). Los árboles de
higo (sicómoros) eran muy comunes en Egipto. Escribió acerca de la gran liberación de
Dios en el desierto, conduciéndolos como a un rebaño (78:52–54; cf. 79:13), y también
acerca de la conquista de la tierra (78:55).
78:56–64. Después, Asaf recordó con tristeza cómo el pueblo había tentado al Dios
Altísimo (V. el comentario de v. 18), se había rebelado contra él y se había vuelto en
pos de ídolos falsos (vv. 56–58). Por ello, Dios se enojó y permitió que Silo fuera
saqueado y el arca capturada (vv. 59–61; cf. 1 S. 4:4–11). Muchas personas murieron en
esa invasión (Sal. 78:62–64), incluyendo a los sacerdotes Ofni y Finees.
78:65–72. A continuación, Asaf recordó al pueblo la forma en que el Señor había
despertado, hablando en forma figurada, como un valiente, y los había librado de sus
enemigos. Sin embargo, desechó la tienda de José, Manasés y Efraín (V. el
comentario de los vv. 9–11), que representan a las tribus del norte, escogió a Sion,
ubicada en la tribu de Judá, para edificar allí su santuario, y eligió a David su siervo
para ser el rey. La incredulidad y desobediencia que provocaron el desastre en la batalla
de Afec (1 S. 4:1–11) marcaron el cambio hacia un nuevo sacerdocio, un nuevo
santuario y hacia un rey que guiara al pueblo, la heredad de Dios (cf. Sal. 78:62; 79:1;
V. el comentario de Dt. 4:20).
Salmo 79
Aquí, el salmista se queja amargamente por la devastación de Jerusalén, la matanza
de los santos, y la burla de los enemigos, ruega a Dios que no se acuerde de sus
pecados, y que los libre por amor de su nombre. Este salmo es similar en muchos
aspectos al 74.
A. Lamento por la destrucción de Jerusalén (79:1–4)
79:1–4. El escritor se lamentó porque las naciones habían invadido la tierra del
pueblo escogido (que era su heredad, cf. el comentario de Dt. 4:20), habían profanado
el templo, y saqueado la ciudad santa. Además, habían matado a muchos siervos de
Dios, dejándolos para ser devorados por las aves de los cielos y las bestias de la tierra.
Por todo esto, los pobladores de Israel estaban siendo afrentados … escarnecidos y
burlados por los que los rodeaban.
B. Súplica por la liberación (79:5–12)
79:5–9. A continuación, el salmista rogó a Dios que no se acordara de sus pecados y
que los ayudara. Quería saber hasta cuándo (cf. el comentario de 6:3) estaría airado y
su celo encendido (cf. 89:46). Pidió a Dios que destruyera a sus enemigos y que salvara
pronto (cf. el comentario de 31:2) a los suyos por la gloria de su nombre y por amor
de su nombre, i.e., por su reputación.
79:10–12. Buscando la manera de motivar al Señor para que respondiera a su
petición de librarlos, el salmista le pidió que preservara la vida de los presos israelitas,
que terminara con la burla de las naciones hacia su pueblo que decían: ¿Dónde está su
Dios? (cf. 42:3, 10; 115:2) y les devolviera siete veces (i.e., de manera completa; cf.
12:6) su maldad, acallando la boca de las naciones que deshonraban a Dios poniendo en
duda su poder para rescatar a su pueblo.
C. Promesa de alabar a Dios (79:13)
79:13. Una vez que Dios hubiera liberado a su pueblo de la esclavitud, el salmista
prometió que como ovejas de su prado (cf. 74:1; 95:7; 100:3), estarían agradecidos de
por vida y que lo alabarían para siempre.
Salmo 80
En su oración pidiendo que el Señor restaurara y salvara a Israel, el salmista lamentó
la terrible calamidad que habían sufrido a causa de sus enemigos. Describió la bendición
y la maldición de la nación, y la comparó con una viña que había florecido y que
después fue destruida. Repitió el coro (vv. 3, 7, 19) solicitando a Dios que se volviera a
ellos y que los salvara.
A. Súplica al pastor de Israel (80:1–3)
80:1–2. El salmista apeló al Señor, su Pastor (cf. 23:1; 28:9) para que ayudara a sus
ovejas, i.e., su pueblo que se dividía en tribus, en medio de la angustia. Él pudo ver al
Señor sentado en el trono del templo, encima de los querubines de oro (cf. 99:1; 1 R.
6:23–28) que estaban sobre el arca del pacto. José, que representa al reino del norte, y
Benjamín, que representa al reino del sur, fueron los dos hijos de Raquel: Efraín y
Manasés, hijos de José, fueron sus nietos.
80:3. El salmista oró pidiendo a Dios que los restaurara y salvara por su gracia. Este
coro se repite en los vv. 7, 19. El concepto del favor divino se expresa en la imagen del
rostro de una persona que resplandece sobre otra, como si fuera un resplandor de
aprobación (cf. Nm. 6:25; y el comentario de Sal. 4:6).
B. Disciplina de parte de Dios (80:4–7)
80:4–7. El salmista se entristeció al ver la disciplina tan dura que Dios había
mandado a su pueblo. Clamó a él preguntando: ¿Hasta cuándo (cf. el comentario de
6:3) seguiría mostrando su indignación contra ellos? La situación que estaban pasando
era como si Dios (que era su pastor) les estuviera alimentando con lágrimas. Había
permitido que cayera sobre ellos una terrible calamidad, de tal suerte que lloraban
incontrolablemente (lo que se expresa con la hipérbole de que bebían lágrimas en gran
abundancia). Sin embargo, el aspecto más doloroso del castigo de Dios era que los
enemigos de Israel se burlaban de ellos (cf. 79:10).
Una vez más, el coro expresa el deseo de que Dios restaure a su pueblo y le muestre
su favor (cf. 80:3, 19).
C. Dios retira su bendición (80:8–14b)
80:8–11. El salmista comparó a Israel con una vid que Dios había traído de Egipto
para ser plantada en la tierra y que floreció de tal manera, que se esparció por los
montes del sur, por los cedros del Líbano al norte, hasta el mar (Mediterráneo) al
occidente, y hasta el río (Éufrates) hacia el nordeste.
80:12–14b. Sin embargo, esa prosperidad se había marchitado. Haciendo una
pregunta retórica, el escritor muestra su tristeza al ver que Dios había destruido los
muros de la ciudad dejándola expuesta al saqueo de sus enemigos. La palabra hebr. que
se trad. “vallados” (también utilizada en 89:40; Is. 5:5) no se refiere a las paredes de la
ciudad, sino a las de los viñedos. Los enemigos que invadieron Israel se describen aquí
como un puerco montés y la bestia.
Esta figura que presenta a Israel como una vid pudo inspirarse en el pasaje de
Génesis 49:22. También se utiliza en Isaías 5:1–7; 27:2–6; Jeremías 2:21; 12:10 y Oseas
10:1. Jesús habló de sí mismo como la vid verdadera (Jn. 15:1, 5), ya que él, siendo la
simiente prometida, representaba y cumplía los propósitos de Dios para Israel. Donde
Israel fracasó, Cristo cumplió.
Las dos primeras líneas del Salmo 80:14 son un coro similar (pero parafraseado) al
que se encuentra en los vv. 3, 7, 19.
D. Promesa de obediencia (80:14c–19)
80:14c–16. Asaf continuó hablando acerca de la viña, lamentando que la planta (la
raíz) que había sido plantada y el renuevo que había crecido habían sido destruidos
(cortados). “Renuevo” es una palabra hebr. que se puede trad. lit. “hijo”, V. BLA, nota
mar. y se refiere a la nación que surgió de “la raíz”. Entonces, “renuevo” puede
entenderse como “rama” (“vástago” NVI99). De nueva cuenta (V. el comentario del v.
12), esta figura pudo haber sido tomada del pasaje de Génesis 49:22. El término hebr.
“renuevo” también se utiliza para referirse a la nación en Éxodo 4:22 y Oseas 11:1. Una
vez más, el N.T. (Mt. 2:15) aplica las palabras de un profeta (Os. 11:1) a Cristo como
simiente y representante de Israel.
80:17–19. El salmista oró pidiendo que la mano de Dios los restaurara. El varón a
tu diestra puede ser una referencia a Benjamín, que significa “hijo de la diestra”. El
hijo del hombre se refiere a Israel (una vez como renuevo). Asaf declaró que si Dios
derramaba su bendición sobre su pueblo, éste le sería fiel.
Una vez más, el salmo incluye el coro en que solicita que Dios restaure a su pueblo
y que le muestre su favor (cf. vv. 3, 7).
Salmo 81
Este cántico es una celebración en memoria de la liberación de Dios.
Tradicionalmente, esa fiesta se ha identificado con la de los tabernáculos (Lv. 23:33–36,
39–43; Dt. 16:13–15). Algunos han argumentado, con base en lo que dice Salmos 81:5,
que la pascua fue la ocasión en la que Asaf escribió este salmo, ya que esa fiesta se
celebró por primera vez en Egipto. Sin embargo, el júbilo que demuestra este salmo
concuerda mejor con la fiesta de los tabernáculos. En este cántico, Asaf invitó al pueblo
al festival que Dios había instituido como memorial de la gran liberación de la
esclavitud de Egipto. Echando mano de la historia como testigo, el escritor declaró que
el Señor cambiaría su aflicción en gozo si ellos obedecían.
A. Invitación a la celebración (81:1–5)
81:1–2. El salmista invitó a la congregación a cantar con gozo al Señor, su
fortaleza (cf. 22:19; 28:7–8; 46:1; 59:9, 17; 118:14), y a alabarle con instrumentos
musicales.
81:3–5. Enseguida, el salmista los exhorta a asistir a la fiesta solemne, ya que era un
estatuto que la nación debía cumplir. La ley estipulaba que los varones adultos debían
viajar tres veces al año hasta Jerusalén para celebrar las fiestas de la pascua (junto con la
fiesta solemne de los panes sin levadura), de las semanas y de los tabernáculos (Dt.
16:16). La fiesta de los tabernáculos comenzaba el día 15 del mes séptimo (Lv. 23:33)
cuando había luna llena. El mes séptimo equivale a septiembre-octubre (V. “Calendario
de Israel” en el Apéndice, pág. 424). Israel empezó a conocer los mandamientos de
Dios en Egipto (cuando les dio instrucciones acerca de la pascua). Esa experiencia fue
como oir un lenguaje que nunca antes habían escuchado.
B. Informe acerca de la revelación de Dios (81:6–16)
En estos vv. se registra la comunicación de Dios con Israel como si les hablara
directamente.
81:6–7. En primer lugar, el salmista escribió que Dios había dicho que en el éxodo,
libró a los israelitas de la carga (de la esclavitud egipcia cuando habían tenido que
cargar ladrillos en canastas), y que en la peregrinación por el desierto los había probado
en Meriba (Éx. 17:7; Nm. 20:13; Sal. 95:8; 106:32). La fiesta solemne de los
tabernáculos recordaba al pueblo su peregrinación por el desierto.
81:8–10. A continuación, el salmista recordó la revelación de Dios acerca de sí
mismo y de su ley dada a su pueblo. Había prometido que si se mantenían fieles a él (v.
9; cf. Éx. 20:3–6), proveería para sus necesidades en abundancia, ya que él los había
hecho subir de la tierra de Egipto (cf. Éx. 20:2). No debían volverse hacia ningún dios
ajeno, porque él era el único que podía satisfacerlos de manera completa.
81:11–12. Enseguida, Asaf registró las palabras de Dios acerca de su desobediencia.
Debido a que ellos no quisieron someterse a él, los dejó seguir su camino hacia su
propia destrucción.
81:13–16. El salmista anotó la promesa que Dios había hecho. Si el pueblo
obedecía, él derribaría a sus enemigos y les concedería prosperidad (trigo y miel; cf.
Dt. 32:13–14). Las palabras de Salmos 81:6, 11–15 se dirigen a Israel en tercera
persona (su), mientras que las que se utilizan en los vv. 7–10 están en segunda persona
(tu). El cambio abrupto que se presenta en el v. 16 marca la introducción para enumerar
las bendiciones que vienen sobre el pueblo que obedece a Dios (v.13).
Salmo 82
Habiendo declarado que Dios juzga a los jueces humanos, Asaf lo invoca para que
actúe con base en su justicia. El salmista advierte que perecerán los jueces sin
entendimiento, aquellos que ignoran que Dios los nombró.
A. Dios juzga a los jueces humanos (82:1)
82:1 El salmista vislumbró a Dios como presidiendo una reunión de jueces. La
palabra dioses (’ĕlōhîm) se usa en este pasaje para referirse a las autoridades de Israel
(cf. 45:6; Éx. 21:6; 22:8–9). Algunos consideran que el término se refiere a los ángeles
(e.g., la trad. siriaca) de la corte celestial de Dios. Sin embargo, el resto del salmo
clarifica que se trata de los representantes del Señor que ejercen autoridad en la tierra.
B. Dios acusa a los jueces (82:2–7)
Hablando en los términos que Dios usaría, el salmista exhorta a los magistrados a
que hagan bien su trabajo.
82:2–5. La acusación (v. 2), expresada en forma de pregunta retórica, afirma que los
jueces eran injustos y parciales. (Acerca de las palabras hasta cuándo, V. el comentario
de 6:3.) En lugar de ello, debían defender la causa de los oprimidos (incluyendo al débil
… huérfano … afligido y menesteroso). Esta es la esencia de la actuación de un buen
juez.
Sin embargo, los jueces humanos a quienes Dios acusa, viven sin discernimiento
espiritual o intelectual y actúan inmoralmente, de tal manera que hacen que los
cimientos de la tierra se estremezcan, i.e., se trastoca el orden y la ley (cf. 11:3).
82:6–7. Dios advirtió a los jueces malos que perecerían. Él los nombró “dioses” (cf.
v. 1) e hijos del Altísimo, i.e., sus representantes sobre la tierra. Pero, a pesar de su
posición exaltada, estaban sujetos a rendir cuentas a Dios. Jesús apeló al v. 6 cuando fue
acusado de blasfemia (Jn. 10:34). Debido a que los jueces de Israel eran, en cierto
aprox. aproximadamente
lit. literalmente
96:10. La gente de todo lugar debe adorarlo porque él reina (cf. 47:8; 93:1; 97:1;
99:1; 146:10). Cuando el Señor regrese para juzgar y gobernar sobre la tierra, su reino
será establecido (cf. 92:1) con justicia.
C. Toda la naturaleza debe regocijarse (96:11–13)
96:11–13. El salmista invocó a la naturaleza para que se regocijara porque el Señor
vendrá a juzgar al mundo con justicia (cf. 97:2; 98:9) y verdad. Estas extraordinarias
personificaciones (de los cielos … la tierra … el mar, el campo y los árboles) pueden
indicar que toda la creación florecerá cuando la justicia reine sobre la tierra y la
maldición sea reemplazada por la bendición. Luego, la tierra ya no gemirá, anhelando el
día de la redención, como lo hace ahora (Ro. 8:20–22), sino que la naturaleza cantará.
Salmos como este fueron de gran ánimo para sus autores como también lo han sido
para los creyentes de todas las épocas. Muchos salmos expresan un anhelo de que el
Señor destruya la maldad y establezca la justicia sobre la tierra. Los lamentos de los
salmistas ya no serán expresados cuando Dios reine en justicia y verdad.
Salmo 97
Este es un salmo didáctico basado en una visión del Señor. El salmista tuvo un
vislumbre de la magnificente venida de Dios en todo su esplendor. Mediante la
descripción de la venida del Todopoderoso para reinar y castigar con justicia a sus
enemigos, el salmista exhortó a los santos a que odiaran el mal y se regocijaran en el
Señor (cf. 2 P. 3:10–11, 14).
A. Anuncio del reinado del Señor (97:1)
97:1. El salmista introduce el registro de su visión del Señor invocando a la tierra
(i.e., la gente que la habita; cf. 96:1; 98:4; 100:1) para que se regocije por el
establecimiento del reino del Señor. El hecho de que Jehová reina también se afirma en
47:8; 93:1; 96:10; 99:1; 146:10.
B. La teofanía del Señor (97:2–9)
97:2–5. El salmista describe la magnificente aparición del Señor en su reino. No
cabe duda que Israel, en su adoración, entendió que estos vv. hablan en forma figurada
de la presencia de la gloria de Dios. Sin embargo, en su sentido más amplio, describen
la venida del Señor para reinar sobre la tierra.
Dicha venida será acompañada de nubes y densa oscuridad, que frecuentemente se
refieren a un juicio terrible (cf. Dt. 4:11; 5:22–23; Sal. 18:9, 11; Jer. 13:16; Ez. 30:3, 18;
32:7–8; 34:12; Jl. 2:2; Am. 5:18–20; Sof. 1:15). El gobierno de Dios se basa en la
justicia (cf. Sal. 96:13). El fuego consumidor es otra manifestación de su presencia,
porque con él, en su ira, destruye a sus enemigos (cf. 21:9; 50:3; 79:5; 89:46; He.
12:29; Ap. 20:9). Sus relámpagos aterrorizan al mundo. Los montes se derriten como
cera (cf. Mi. 1:4). Los elementos de la naturaleza que el hombre teme, y aquellas partes
de la creación consideradas más sólidas, todo ello anuncia la venida del Señor de toda
la tierra (cf. Mi. 4:13; Zac. 4:14). A menudo, tales fenómenos aparecen en las
Escrituras acompañando la aparición del Señor.
97:6–9. El salmista pasa a describir los efectos de la teofanía. Los cielos declaran su
justicia y gloria. En otras palabras, su aparición para establecer la justicia en la tierra
será anunciada al mundo.
Los idólatras serán avergonzados porque se darán cuenta inmediatamente que han
estado equivocados. ¡Esta idea provocó que el salmista llamara a todos, incluso a los
ídolos, a que adoraran al Señor! Así que el pueblo escogido se regocija por causa de la
triunfante exaltación de su justo Dios. Debido a que él está por encima de toda la tierra
(cf. v. 5), es más grande que todos los dioses falsos (cf. 96:4–5), y por lo tanto, merece
la alabanza del pueblo.
C. Llamado a practicar la justicia (97:10–12)
97:10. Con base en esta profecía, el salmista ordena a los que aman a Dios a que
aborrezcan el mal (cf. Pr. 8:13), i.e., que vivan en fiel obediencia a sus justas normas.
Al vivir fielmente para Dios serán librados de los impíos.
97:11–12. Se llama a los justos a que con alegría rindan reconocimiento y alabanza
al Dios justo, por sus bendiciones de gozo y prosperidad espirituales (cosas
representadas por la luz; cf. 27:1; 36:9).
Salmo 98
En este salmo, el escritor exhorta a toda la tierra a que cante y alabe al Señor, quien
reina, porque ha hecho cosas maravillosas al salvar con su poder a Israel y porque
juzgará al mundo con justicia.
A. Dios ha anunciado su salvación (98:1–3)
98:1–3. El salmista invita a sus lectores a entonar a Dios un cántico nuevo (cf. 33:3;
40:3; 96:1; 144:9; 149:1) porque por su poder (su diestra y brazo son símbolos de
poder) ha provisto salvación y revelado su justicia. La gran salvación de Dios es
posible gracias a su amor leal (misericordia, ḥeseḏ) y fidelidad (verdad, estas palabras
pueden trad. “amor fiel y leal”). Haciendo memoria de su pacto con su pueblo Israel,
Dios libró y salvó a los suyos.
B. Dios juzgará al mundo con justicia (98:4–9)
98:4–8. El prever la salvación divina final, motivó al salmista a llamar a la tierra
(quienes la habitan; cf. 96:1; 97:1; 100:1) a regocijarse delante de él. Todos deben
cantar (“aclamen”, NVI99) alegres (98:4a, 6b) y cantar salmos con diversos
instrumentos musicales al Señor, el rey (cf. 95:3; 99:4; y el comentario de 5:2). Aun la
naturaleza (incluyendo el mar … los ríos y montes; cf. 96:11–13) es invitada a resonar
y regocijarse.
98:9. ¿Por qué el pueblo debe alabar al Señor? Porque viene a juzgar al mundo con
justicia (cf. 96:13). De nueva cuenta, el salmista vislumbra la venida del Señor y el
propósito de ésta. Él traerá salvación (98:3) y justicia.
Salmo 99
El salmista animó a todos a que exaltaran al Señor con alabanzas por dos razones:
porque él es santo y por sus misericordiosas respuestas a las oraciones de su pueblo.
A. El Señor que reina es santo (99:1–5)
99:1–3. El salmista presentó alabanzas al Dios santo que reina. De nueva cuenta,
este salmo inicia con la expresión teocrática común: Jehová reina (cf. 47:8; 93:1;
96:10; 97:1; 146:10). Por consiguiente, todos deben temblar delante de él.
A Dios se le describe como sentado en su trono entre los querubines cubiertos de
oro (cf. 80:1) reposando sobre el arca del pacto (cf. 1 R. 6:23–28). Así que él es grande
en Sion, donde se localizaba el templo.
La gente de todo lugar debe alabar a este gran soberano. Su morada en Sion y su
reino justo hablan de su grandeza y santidad, que son las razones predominantes de la
alabanza mencionada en este salmo.
99:4–5. El poder y justicia del rey (cf. 95:3; 98:6; y el comentario de 5:2)
manifiestan su santidad, así que el salmista alabó al Señor por tales atributos.
El v. 5 es un estribillo (cf. v. 9) en el cual todos son invitados a exaltar al Señor ante
el estrado de sus pies (i.e., delante del templo con el arca, que estaba en él).
B. El Señor que reina es misericordioso (99:6–9)
99:6–9. El salmista habló de los tratos misericordiosos del Señor con sus ancestros a
pesar de las iniquidades de Israel. Moisés … Aarón, y Samuel oraron y Dios les
contestó. Dios habló con ellos (i.e., Israel) desde la columna de nube (cf. Éx. 13:21) y
ellos obedecieron. Incluso después de que Israel pecó y fue castigado, Dios respondió
sus oraciones y lo perdonó. Así que este monarca merece la alabanza no sólo por su
santidad (Sal. 99:3, 5) sino también por sus tratos misericordiosos con su pueblo. La
misericordia de Dios protege a los suyos de ser consumidos por su justo juicio.
El v. 9 es un refrán (cf. v. 5 con su fraseo similar) en el cual se indica a la gente que
exalte al Señor con alabanza y adoración en su santo monte (cf. 43:3; 48:1; 87:1), Sion.
Salmo 100
El título afirma que el salmo (o cántico) es de “alabanza” (“de acción de gracias”,
NVI99). Se usaba en el templo al presentar los sacrificios de alabanza (“ofrendas de
paz”, Lv. 3). Las expresiones en este salmo son un reflejo de los salmos de
entronización que le antecedieron (Sal. 47; 93; 95–99), los cuales celebran el gobierno
divino.
El salmista exhorta a la congregación a servir al Señor con alegría porque él es el
Creador, y la anima a entrar en su templo con muchas acciones de gracias, porque él es
bueno y fiel.
A. Sirvan al Señor con alegría (100:1–3)
100:1–2. Los vv. 1–3 incluyen un llamado a la alabanza y servicio alegre. La gente
de todo lugar (toda la tierra; cf. 96:1; 97:1; 98:4) debe aclamar (NVI99“aclamen”) al
Señor; no deben contener su alabanza a él. Además, deben servirlo con alegría. Este
servicio, con regocijo (“cánticos de júbilo”, NVI99), bien puede significar adoración.
100:3. El Señor debe ser alabado y adorado con regocijo, porque él es soberano. Él
es el Creador, y los que confían en él son posesión suya. Lo siguen porque son ovejas
de su prado (cf. 74:1; 79:13; 95:7; además V. 23:1; 80:1).
B. Entren a sus atrios con alabanza (100:4–5)
100:4–5. Esta segunda parte del salmo es una invitación a los santos a entrar a
Jerusalén (las puertas de Dios) e ir al templo (sus atrios) para ofrecer sacrificios de
acción de gracias por sus bendiciones para con ellos.
El pueblo debe alabar al Señor por su bondad, amor y verdad (“fidelidad”, NVI99).
Estos beneficios perduran de generación en generación. Así que cada generación que
experimente la bondad, amor y fidelidad divinos, puede unirse en alabanza cantando el
salmo 100.
Salmo 101
Al hablar al Señor, el rey David afirmó que estaba decidido a mantener la pureza en
su reino aun a costa de quitar la maldad de sí mismo, su corte y su capital. Cuando la
justicia prevaleciera, el Señor se complacería de habitar en medio de su pueblo. Así que,
en un sentido, este salmo es como la carta magna por la que David gobernaba bajo el
escrutinio de Dios.
A. El amor leal y justicia de Dios (101:1)
101:1. El salmista canta de las excelencias de Dios, misericordia (amor leal, ḥeseḏ)
y justicia. Estas son las características del gobierno divino (cf. 89:14), esenciales en el
ejercicio efectivo de su reinado.
B. Integridad personal de David (101:2)
101:2. David decidió que viviría en integridad, con un corazón irreprensible
delante de Dios. Su estilo de vida íntegro comenzaría en la privacidad de su casa. Esto
contrastaba notablemente con las vidas corruptas de la mayoría de los reyes del antiguo
Cercano Oriente.
C. Pureza de David en el palacio (101:3–8)
David dio más detalles acerca del camino de santidad en el que dijo que él andaría
(v. 2). Esa vida de pureza comenzaría con él y se extendería después a todos los que le
servían. Este era un requisito obligatorio si es que quería disfrutar de la bendición del
Señor en su reinado.
101:3–4. David dijo que él se conservaría puro repudiando la maldad (NVI99). No
permitiría que permaneciera en su reino cosa injusta, ni los que se desvían ni el
malvado y sus actividades. “Cosa injusta” es lit., “cosas de Belial” (inútiles e impías).
“Los que se desvían” (‘iqqēš) significa “torcido, chueco” (cf. el comentario de 18:26).
101:5–6. El rey también escribió que se rodearía de siervos fieles. Haría destruir (cf.
v. 8) al que solapadamente infama a su prójimo, y no toleraría al de ojos altaneros.
“Ojos altaneros” (cf. 18:27; Pr. 6:17; 30:13) se refiere a una mirada arrogante. David
buscaría a los fieles para que le sirvieran, aquellos cuyas vidas fueren irreprochables
(anduvieren en el camino de la perfección) como era la suya en ese momento (cf. Sal.
101:2).
101:7–8. David también indicó que purgaría a los malos de toda su nación, no sólo
del palacio. Al impartir justicia cotidianamente (cf. Jer. 21:12), conseguiría exterminar
a los que hablan mentiras y a los impíos. La palabra “exterminar” con frecuencia
implica la pena capital, pero también puede significar quitarlos del servicio y la
comunión con el pueblo.
Salmo 102
El título singular de este salmo señala un uso privado y devocional del mismo por
los santos sufrientes. Las ideas que aparecen aquí evocan las que ya se expresaron en los
salmos 22, 69, 79. El salmo 102 también presenta similitudes con algunas declaraciones
de Isaías 40–66.
Con la esperanza de que Dios contestara rápidamente su oración, el salmista
lamentó que se encontraba abrumado y en gran apremio debido al hostigamiento del
enemigo. Sin embargo, encontró consuelo en el hecho de que Dios permanecería con él
y no lo abandonaría, verdad que ha llevado a muchas generaciones de santos a rendir
alabanza a Dios.
A. Respóndeme pronto (102:1–2)
102:1–2. El salmista oró sinceramente para que Dios lo oyera y no escondiera su
rostro de él (cf. 27:9; 143:7). En su aflicción, clamó al Señor para que le contestara con
rapidez (cf. el comentario de 31:2).
B. Desvanezco (102:3–11)
102:3–7. El salmista describió al Señor su lamentable condición. Sus días se
consumían como humo, sus huesos (cf. el comentario de 6:2) ardían (i.e., se sentía
interiormente exhausto), su corazón se secaba como la hierba (cf. 102:11; 37:2;
103:15–16; Is. 40:6–8). Sin apetito, gemía en su agonía física. Se veía demacrado (cf.
Job 19:20), se sentía abatido, como un búho que canta lastimosamente o un pájaro que
se posa solitario en una rama. Ya no tenía fuerzas, se sentía deprimido y había perdido
todo deseo de vivir.
102:8–9. El dilema del salmista se intensifica cuando escucha que sus enemigos se
burlan de su situación lamentable. Comer ceniza (cf. Is. 44:20) significa tener ceniza
sobre la cabeza como símbolo de lamento. El lamento y el llanto (lágrimas; cf. Sal.
80:5) eran tan continuos, que parecían ser su dieta diaria.
102:10–11. Además, estaba convencido de que la ira de Dios lo había consumido.
Por lo cual, debido a que Dios había permitido esto, sentía que su vida estaba a punto de
extinguirse, como la sombra que se va, expresión que indica que el día está a punto de
terminar (cf. 144:4) y como la hierba que se seca (cf. 102:4).
C. Dios no desprecia a los desposeídos (102:12–22)
102:12–13. A las quejas del salmista (vv. 3–11) siguió su expresión de confianza de
que el Señor contestaría sus oraciones. El pronombre tú es enfático en hebr.,
remarcando el contraste entre el salmista y el Señor. La transición a la alabanza es
repentina: el Señor permanece en su trono (cf. el comentario de 2:4) para siempre y
responderá, porque es el tiempo de tener misericordia de su pueblo de Jerusalén.
102:14–17. El salmista confiaba en que el Señor, quien ha establecido su reino en
Sion, no abandonaría a los que le aman. Los siervos de Dios aman aun las piedras y el
polvo de Sion (figura de la intensa preocupación de los siervos por la ciudad y la
tragedia que estaba pasando) en parte porque es el lugar de la morada divina. Otros
también, las naciones y sus reyes … temerán a Dios porque habrá reedificado a Sion.
Esto indica que el salmista había ampliado sus ideas, olvidando su propia debilidad y
reflexionando en la soberanía de Dios, que garantizaba que la ciudad sería restaurada.
Quizá el salmo fue motivado por una calamidad acaecida en la ciudad capital. A pesar
de todo, el salmista estaba convencido de que el Señor contestaría la oración del
pueblo.
102:18–20. Enseguida, se prevé la alabanza por la liberación divina. Generaciones
futuras alabarán al Señor cuando oigan que miró desde lo alto …, desde los cielos y
escuchó el gemido de su pueblo que se encontraba en una condición desesperada. El
Dios omnisciente que ve de cerca a los suyos, es una idea que se expresa con frecuencia
en los salmos, la cual describe su gran interés por ellos. El Señor a veces interviene para
librar a quienes están al borde de la muerte.
102:21–22. Como resultado de esa liberación, el nombre de Jehová será alabado
cuando todos se reúnan a adorarlo en Sion.
D. Tus años nunca terminarán (102:23–28)
102:23–28. El salmista retomó su queja. El Señor lo había debilitado (cf. vv. 4–10),
según parece, hasta el punto de acortar sus días (cf. vv. 3, 11). Así que solicitó una
extensión de su vida, suplicando no morir de manera prematura: no me cortes en la
mitad de mis días (v. 24; cf. v. 27). Hablando en forma figurada de la eternidad divina
(Por generación de generaciones son tus años), el autor suplicó que su vida
continuara por un poco más de tiempo.
Al hablar de la eternidad de Dios en contraste con su creación, el salmista expresaba
su confianza en el Señor. La tierra … y los cielos … perecerán (cf. 2 P. 3:10; Ap.
21:1), desgastándose como un vestido viejo. En contraste, Dios es inmutable (Mal. 3:6;
He. 13:8) y eterno (sus años no se acabarán; cf. Sal. 102:27). Por tanto, él seguirá
siendo fiel a todas las generaciones (a los hijos de los santos y a su descendencia).
Los vv. 25–27 se aplican a Cristo en Hebreos 1:10–12. El salmista se dirigía al Dios
eterno, y el escritor de Hebreos identificó a Jesucristo como el Dios eterno, creador y
sustentador de la tierra. Esta es una sólida afirmación de la deidad de Jesucristo.
Salmo 103
Después de revisar las misericordias recibidas de Dios, David encontró esperanza en
la relación pactal de su pueblo con el Señor, a pesar de que era pecaminoso y débil. Con
esa confianza, el salmista invocó a toda la creación pidiéndole que bendijera a su Señor.
Este salmo, que es una celebración de la liberación divina, parece hablar de la
respuesta de Dios a la oración del salmo 102.
A. Las misericordias de Dios (103:1–5)
103:1–2. David se dijo: bendice, alma mía, a Jehová con todo mi ser, i.e., que de
todo corazón alabara el santo nombre de Dios (cf. 33:21). Esto era necesario tomando
en cuenta todos los beneficios recibidos del Señor.
103:3–5. David alabó al Señor por sus muchas misericordias, incluyendo el perdón
de pecados (v. 3a), sanidad de sus dolencias (v. 3b), liberación de la muerte (v. 4a;
hoyo es sinónimo de la tumba), enriquecimiento de su vida con su amor leal
(misericordia, cf. vv. 8, 11, 17) y tiernos favores (cf. vv. 8, 13; 116:5; 119:156),
satisfacción (sacia de bien tu boca; cf. 104:28; 107:9), y el rejuvenecimiento de su
vida. La expresión “corona” habla de las bendiciones otorgadas por el Señor (como en
8:5). Como el águila que permanece fuerte a través de toda su larga vida, el salmista
estaba vigoroso espiritualmente, bajo la mano de Dios (cf. Is. 40:31).
B. La compasión de Dios (103:6–18)
Haciendo alusión a ciertos hechos de la historia de Israel, David meditaba en la
lealtad pactal que el Señor mantuvo con los débiles pecadores.
103:6–8. Primero, David evocó el pacto del Señor con Moisés. Tras alabar la
justicia divina, David afirmó que el Todopoderoso se reveló a Moisés y al pueblo como
un Dios misericordioso (cf. vv. 4, 13; 86:15; 111:4; 145:8) y clemente, quien, por lo
tanto, es lento para la ira y grande en su lealtad pactal (misericordia, ḥeseḏ cf. 103:4,
11, 17). El v. 8 se basa en las palabras que Dios dijo a Moisés en el monte Sinaí (Éx.
34:6; cf. Neh. 9:17; Sal. 86:15; 145:8; Jl. 2:13; Jon. 4:2). Debido a esos atributos, Dios
permanece fiel a su pueblo y lo librará de la opresión.
103:9–12. Enseguida, David explicó que el Señor perdona los pecados de manera
misericordiosa. Debido a que Dios es lento para la ira (cf. v. 8), no contenderá para
siempre (rîḇ, “presentar un pleito legal en contra de alguien”) con el hombre por el
pecado, ni lo tratará conforme a sus iniquidades. Y debido a su gran misericordia (cf.
vv. 4, 8, 17), por medio del perdón aparta, de manera total, los pecados del hombre.
103:13–18. En estos vv. David escribe que, a pesar de que la vida del hombre es
transitoria, él permanecía estable gracias al pacto divino. Jehová … se compadece (cf.
vv. 4, 8) de su débil pueblo (v. 13) porque sabe cuán frágil es la naturaleza del hombre
(vv. 14–16). El hombre es hecho del diminuto polvo que no tiene valor alguno (cf. Gn.
2:7) y su vida es efímera como la de la hierba (cf. Sal. 37:2; 90:5; 102:4, 11; Is. 40:6–8)
y la flor del campo. Sin embargo, la misericordia (cf. Sal. 103:4, 8, 11) pactal de Dios
es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le obedecen. Aquí, de nuevo
(cf. 102:24–27) se aprecia la eternidad del Señor como base del consuelo para los
débiles seres humanos. La esperanza del hombre reside no en otras criaturas frágiles,
sino en el Dios eterno.
C. Alabanza a Dios (103:19–22)
103:19–22. David declaró que el reino del Señor domina sobre todos, i.e, toda la
tierra. Por lo tanto, todos los ángeles, los ejércitos celestiales, que son ministros suyos,
y toda su creación (sus obras) en todo lugar, deben alabar al Señor. David concluye su
salmo de la manera en que comenzó, exhortándose a sí mismo (alma mía) a alabar a
Dios.
Salmo 104
El salmo 104 comienza de la misma manera que el 103, con las palabras “Bendice,
alma mía, a Jehová”. Este salmo es una gloriosa alabanza a la maravillosa creación
divina y al sostén de ella. Mientras que el salmo 103 alaba la misericordia hacia su
pueblo a través de la historia, éste describe el poder, sabiduría y bondad divinos hacia
toda la creación. El salmista habla de que Dios extiende los cielos como la luz, de su
control soberano sobre las profundidades, de que adorna a la tierra para que sea morada
del hombre, de que ordena la sucesión del día y la noche para propiciar la vida, y de que
prepara a los mares para que preserven la vida marítima. Enseguida, alaba a Dios, quien
gloriosamente reina sobre la creación y la renueva por su Espíritu. Con base en lo
anterior, el salmista suplica a Dios que quite a los pecadores que no están en armonía
con la creación.
A. Prólogo (104:1a)
104:1a. El salmista se animó a sí mismo para alabar a Jehová (cf. v. 35; 103:1, 22).
B. Alabanzas al Creador (104:1b–23)
104:1b–4. En los vv. 1b–23, el salmista alabó la majestad del Señor (mucho te has
engrandecido y te has vestido de gloria; cf. el comentario de 29:2; y magnificencia;
cf. 45:3) tal como se ve en sus obras. El escritor comenzó con una descripción poética
de los cielos. La luz, creada el primer día (Gn. 1:3–5), va de acuerdo con la naturaleza
de Dios. Estar vestido de “luz” significa que es una característica de Dios. En la
creación, el Señor extendió los cielos como una cortina o tienda de campaña (cf. Gn.
1:6–8; Is. 40:22), i.e., los cielos cubren la tierra como una tienda sobre sus moradores.
El lugar donde Dios mora se describe de manera figurada como aposentos altos entre
las aguas. Él es como un edificador, que construye un cuarto privado que “afirma”
(NVI99) sobre las aguas de los cielos.
Además, el Señor formó todos los elementos celestes, incluyendo las nubes …
viento y fuego. (Acerca de la expresión: El que pone las nubes por su carroza, V. el
comentario de Sal. 68:4.) Salmos 104:4 sugiere que Dios envía a sus ángeles
(mensajeros) acompañados de fenómenos físicos, de manera similar a como él
frecuentemente se manifiesta.
104:5–9. El salmista reitera cómo fue que Dios fundó la tierra y la cubrió con las
aguas. En imagen poética, la tierra es vista como estando firmemente establecida en sus
cimientos y “cubierta” con las aguas (del abismo) como vestido. El salmista describió
vívidamente a Dios juntando las aguas para formar ríos y océanos y poniéndoles
término (i.e., con costas que no pueden sobrepasar; cf. Job 38:9–10; Jer. 5:22). Los
límites que Dios pone a las aguas sugiere que eran una fuerza caótica que debía ser
aplacada y “conquistada”. Algunas de las expresiones de Salmos 104:7–9 son muy
similares al relato del diluvio, pero el salmista se estaba refiriendo a la creación.
104:10–18. Al acondicionar la tierra para que sirviera como hábitat de su creación,
Dios colocó arroyos en los valles para dar agua a los animales (vv. 10–12), e hizo
crecer lo que serviría de alimento a los animales y al hombre, así como aceite (de los
olivos) para suavizar el rostro (vv. 13–15). Además, Dios proveyó el hábitat adecuado
para los animales y aves (vv. 16–18). En su sabiduría, preparó la tierra
maravillosamente bien para que albergara todas las formas de vida.
104:19–23. El Señor hizo la luna y el sol para determinar los tiempos en que las
diversas criaturas de la tierra están activas.
C. Alabanza por el dominio del Señor (104:24–32)
104:24–30. El salmista irrumpió en alabanza al Señor por toda su creación, hecha
por su gran sabiduría. Las numerosas formas de vida de la tierra (seres) están bajo su
dominio.
Las criaturas de diversos tamaños que habitan los océanos, entre las que se incluye
el gran leviatán (aquí se trata de un animal real, no una criatura mitológica; cf. el
comentario de Job 41) esperan su comida y otras cosas buenas (cf. Sal. 103:5; 107:9) de
Dios (cf. 104:21). Sin embargo, si Dios se esconde de ellas, entonces están en
problemas, porque él controla la vida y muerte en los océanos. Él les quita el hálito y
mueren; envía su Espíritu y otras nacen.
El agua es un tema predominante en este salmo (vv. 3, 6–16, 25–26). En las mentes
de los sabios antiguos, el agua era una poderosa fuerza. Este salmo retrata la soberanía
del Señor sobre ella.
104:31–32. Debido a que tiene tan poderoso control sobre la creación, el salmista
pregonó que la gloria del Señor permanecerá para siempre.
D. Oración por la armonía en la creación (104:33–35a)
lit. literalmente
pl. plural
sing. singular
TM texto masorético
ser más obediente a los mandamientos y a seguir las leyes divinas (vv. 4–6). Así que el
salmista juró dar gracias a medida que aprendía más de los estatutos de Dios (vv. 7–8).
B. Limpieza por la palabra de Dios (119:9–16)
119:9–16. El salmista declaró que una persona limpia su camino (conducta)
obedeciendo la palabra de Dios (v. 9). El salmista dio fe de que él se había
interiorizado en la palabra divina y regocijado en ella, de modo que podía ser
moralmente puro (vv. 10–14). Él meditaba de continuo en la ley (vv. 15–16).
C. Aprecio por la palabra de Dios (119:17–24)
119:17–24. El poeta pidió a Dios que abriera sus ojos, de manera que pudiera ver
las maravillosas bendiciones que hay en su palabra (vv. 17–18) y porque tenía hambre
de ella (vv. 19–20). Debido a que Dios maldice a los impíos que le desobedecen, él oró
pidiendo que el Señor quitara a los soberbios que criticaban su vida. En contraste con
ellos, él meditaba y se deleitaba en los mandamientos de Dios (vv. 21–24). El autor se
refiere con frecuencia en este salmo a los impíos y a los que lo oprimen (vv. 23, 53, 61,
69–70, 78, 85–87, 95, 110, 115, 119, 122, 134, 155, 157–158, 161).
D. Súplica pidiendo discernimiento (119:25–32)
119:25–32. El salmista suplicó ayuda para reanimarse, porque su alma estaba
abatida (vivifícame, v. 25). Enseguida, pidió a Dios discernimiento, fortaleza y
protección (vv. 26–29). Cuando Dios le diera discernimiento, él cumpliría su deber
porque apreciaba mucho la ley (vv. 20–32).
E. Lealtad a la palabra de Dios (119:33–40)
119:33–40. El salmista declaró su lealtad a la palabra: el camino de tus estatutos
… guardaré hasta el fin … de todo corazón (vv. 33–35). Oró pidiendo que el Señor lo
alejara de toda codicia y vanidad (vv. 36–37). Deseaba que Dios confirmara sus
ordenanzas en él (vv. 38–40).
F. Salvación por la palabra de Dios (119:41–48)
119:41–48. El salmista imploró a Dios que lo librara por su misericordia (amor
leal) y su palabra (dicho, v. 41). Así tendría una respuesta para sus enemigos (v. 42).
Oró (y afirmó) que la palabra continuaría siendo su patrón de vida (vv. 43–46). Se
deleitaba en los mandamientos de Dios y los amaba (vv. 47–48).
G. Esperanza de la palabra de Dios (119:49–56)
119:49–56. Declarando su esperanza en la palabra (v. 49), que renueva la vida (v.
50) y censura a los soberbios (cf. vv. 69, 78, 85) que se mofaban de la fe del salmista y
odiaban la ley (vv. 51–53), el poeta cantó a los estatutos divinos, en los cuales
meditaba de continuo (vv. 54–56).
H. Obediencia a la palabra de Dios (119:57–64)
119:57–64. Debido a que Dios era la porción del salmista (cf. 16:5; 73:26; 142:5),
suplicó a Dios que tuviera misericordia de él (119:57–58), ya que había vivido en
conformidad con la palabra (vv. 58–60) y mantenía su devoción a pesar de que estaba
rodeado de enemigos (vv. 61–62). Además, afirmó que sus compañeros también eran
creyentes (vv. 63–64).
I. Confianza en la palabra de Dios (119:65–72)
119:65–72. El salmista confiaba en que el Señor trataría con él conforme a su
palabra (v. 65). Luego le pidió más orientación para evitar descarriarse (vv. 66–68).
Declaró su confianza en Dios en medio de muchas detracciones (vv. 69–70; cf. vv. 51,
53), y admitió que a través de la aflicción podía percatarse mejor del valor de la ley (vv.
71–72; cf. v. 127).
J. Esperanza en la palabra de Dios (119:73–80)
119:73–80. El salmista creía que Dios lo había creado y que su palabra le había
dado esperanza (vv. 73–74; cf. v. 81). Sabiendo que en su fidelidad Dios lo había
afligido (cf. vv. 67, 71), pidió que lo consolara y avergonzara (vv. 75–78) a los
soberbios (cf. vv. 51, 69, 85–122). Luego oró pidiendo que los que … temen a Dios, se
conformen a su palabra y continúen siendo irreprensibles (vv. 79–80).
K. La palabra de Dios es fiel (119:81–88)
119:81–88. El salmista reconoció que su alma casi desfallecía mientras esperaba la
salvación de Dios (vv. 81–82). Se encontraba muy debilitado, a tal grado, que se sentía
como un odre que se seca por efecto del humo. Así que preguntó cuánto tiempo (cf. el
comentario de 6:3) pasaría hasta que fuera reivindicado (119:83–86). Afirmó que
aunque sus enemigos casi habían acabado con él, no se había apartado de los
mandamientos de Dios (vv. 87–88).
L. La palabra de Dios es segura (119:89–96)
119:89–96. La palabra de Dios está establecida en los cielos y ha sido confirmada
por la fidelidad de Dios (vv. 89–91). El deleite que encontraba el salmista (cf. 1:2;
119:174) en la ley lo había capacitado para triunfar (vv. 92–95). Por ello, concluyó que
el mandamiento de Dios es muy amplio en su valor (v. 96) práctico.
M. La palabra de Dios es dulce (119:97–104)
119:97–104. El salmista declaró su amor y devoción a la ley, que le dio más
entendimiento y sabiduría que sus enemigos …, enseñadores, y viejos (vv. 97–100).
Gracias a la palabra de Dios se había mantenido puro (vv. 101–102; cf. vv. 9, 104). Por
eso, alabó las promesas de Dios, calificándolas de dulces (v. 103). Los temas de la
inteligencia y la pureza (v. 104) resumen las ideas que el poeta desarrolló en los vv.
98–101.
N. La palabra de Dios es luz (119:105–112)
119:105–112. Reconociendo que la palabra de Dios era la lumbrera que lo dirigía
(cf. v. 130; Pr. 6:23), el salmista juró seguirla (Sal. 119:105–106). En su aflicción (vv.
107–110), suplicó ayuda y afirmó que seguiría gozosamente los estatutos y testimonios
divinos (vv. 111–112).
Ñ. La palabra de Dios inspira asombro (119:113–120)
119:113–120. El salmista afirmó que él odiaba a las personas de doble ánimo, por lo
que afirmó que amaba y esperaba en la palabra de Dios, porque él había sido su
escondedero (sēṯer; cf. el comentario de 27:5) y su escudo (cf. el comentario de 3:3).
Enseguida, el escritor se dirigió a los malignos, exigiéndoles que se apartaran de él
(119:115), y pidiendo a Dios que lo sustentara y librara (vv. 116–117) por razón del
juicio divino que caería sobre ellos (vv. 118–119). El salmista entonces afirmó que se
estremecía ante los juicios de Dios (v. 120; cf. v. 161).
O. Reivindicación de Dios (119:121–128)
119:121–128. El salmista pidió a Dios que lo protegiera de los soberbios (cf. vv.
51, 69, 78, 85) y los opresores, y que lo tratara con justicia y misericordia (vv. 121–
124). Él procuraba motivar a Dios para que respondiera demostrándole lealtad por ser su
siervo (vv. 125–126; cf. vv. 122, 124). Añadió el hecho de que amaba las leyes de Dios
más que el oro (las apreciaba más que al metal áureo; cf. v. 72) y aborrecía los caminos
de falsedad (vv. 127–128; cf. vv. 101, 104).
P. La palabra de Dios es maravillosa (119:129–136)
119:129–136. El salmista declaró que se deleitaba en la maravillosa palabra de Dios
porque alumbraba su camino (vv. 129–131; cf. v. 105). Luego, oró pidiendo que el
Señor centrara su atención en él y lo apoyara dirigiéndolo, redimiéndolo, bendiciéndolo
y enseñándole (vv. 132–135). (Acerca del tema de que Dios resplandezca su rostro
sobre la persona, V. el comentario de 4:6.) Expresó también preocupación por los que
odian la ley de Dios (119:136).
Q. La palabra de Dios es justa (119:137–144)
119:137–144. El salmista declaró que puesto que el Señor es justo, su palabra
también lo es (vv. 137–138). Por ello, testificó de su celo por la palabra, la cual es pura
(vv. 139–142). Cuando se encontraba afligido, hallaba consuelo en los justos
mandamientos de Dios (vv. 143–144; cf. v. 92).
R. La palabra de Dios es verdad (119:145–152)
119:145–152. El salmista suplicó al Señor que lo librara, porque había obedecido,
esperaba y meditaba en su palabra (vv. 145–149). Sus enemigos, aunque cerca de él,
estaban muy lejos de la ley de Dios (v. 150). Sin embargo, el Señor se encontraba
cercano a él y sus palabras eran confiables (vv. 151–152).
S. Amor por la palabra de Dios (119:153–160)
119:153–160. El salmista imploró a Dios que lo librara porque no había olvidado su
ley (vv. 153–154). Sabiendo que la salvación no está disponible para los impíos (v.
155), el salmista aseveró que las misericordias divinas hacia él eran grandes (v. 156).
Además, se lamentó porque tenía muchos enemigos que no obedecían la palabra divina
(vv. 157–158). En contraste, el salmista amaba la palabra de Dios, la cual es la verdad,
y por ello, pidió que el Señor lo preservara (cf. v. 88) de sus enemigos (vv. 159–160).
T. Regocijo por la palabra de Dios (119:161–168)
119:161–168. El salmista afirmó que aunque los príncipes lo odiaban sin causa, se
estremecía de asombro al observar la palabra de Dios (cf. v. 120). Se regocijaba por el
gran valor de la ley, la amaba y repetidamente alababa al Omnipotente por ella (vv.
162–164). Aquellos que, como él, aman la palabra del Señor y esperan su salvación,
disfrutan de mucha paz (šālôm “bienestar”, vv. 165–166). Enseguida, el escritor dijo
que guardaba los testimonios porque los amaba (vv. 167–168; cf. v. 163).
U. Liberación por la palabra de Dios (119:169–176)
119:169–176. El salmista pidió al Señor que escuchara su clamor y lo librara (vv.
169–170). Deseaba alabar a Dios por sus dichos (vv. 171–172) y le pidió que le
permitiera vivir porque se deleitaba en su ley (vv. 173–175; cf. v. 92). El salmista
concluyó este largo pero poderoso salmo confesando que se había descarriado como
oveja extraviada y pidiendo a Dios que con su palabra lo rescatara (v. 176).
Salmo 120
El título “cántico gradual” (“cántico de ascenso gradual”, BLA) identifica a cada
uno de los salmos 120–134 como canciones de peregrinos que debían entonarse cuando
los israelitas “ascendieran” a Jerusalén para las fiestas anuales. Cuatro de esos quince
salmos se atribuyen a David (Sal. 122; 124; 131; 133), uno a Salomón (Sal. 127), y los
diez restantes son anónimos.
En el salmo 120, el autor pide que lo librara de la gente traidora que quería hacer la
guerra cuando él favorecía la paz.
A. Líbrame de los mentirosos (120:1–2)
120:1–2. El peregrino oraba pidiendo ser libre de los mentirosos que lo iban a
perjudicar. Estaba seguro de que Dios respondería a su súplica.
B. Destrucción de los impíos (120:3–4)
120:3–4. El peregrino, mediante una pregunta dirigida a los impíos, afirmaba que el
Señor los destruiría. El árbol enebro se usaba en las fogatas porque podía arder por más
tiempo que muchas otras maderas. Las imágenes de agudas saetas y brasas de fuego
hablan de la retribución contra la gente que tiene lengua engañosa.
C. Declaración a favor de la paz (120:5–7)
120:5–7. El peregrino lamentaba tener que habitar en medio de los que aborrecen
la paz (vv. 5–6). Mesec (Gn. 10:2) y sus bárbaros habitantes vivían muy al norte.
Cedar (al norte de Arabia) era donde vivían algunos ismaelitas nómadas (cf. Gn.
25:13). El salmista afirmaba que esos dos nombres representaban a los enemigos que lo
rodeaban.
En contraste, declaró que él era un hombre de paz (Sal. 120:7). Por tal razón, sabía
que el Señor reivindicaría su causa.
Salmo 121
El peregrino, previendo su viaje por las colinas hacia Jerusalén, encontraba la
seguridad de que el Señor, el que guarda a Israel, lo protegería siempre en su camino.
A. Consideración del viaje (121:1–2)
121:1–2. Al considerar su viaje por las colinas hacia Jerusalén, el salmista
peregrino, preguntó de dónde vendría su socorro. Encontró la respuesta en la
afirmación de su fe en el Señor, que hizo los cielos y la tierra—con sus montes—
quien era su única fuente de ayuda. (Acerca del título “el que hizo los cielos y la tierra”,
V. el comentario de 115:15.)
B. Seguridad de protección divina (121:3–8)
En los vv. 3–8 el autor cambia el uso del pronombre de primera persona (“mis”,
“mi” de los vv. 1–2) al de segunda (“tu”, “te”). Los vv. 3–8 son, por tanto, las palabras
de alguien, quizá un sacerdote, que acompaña al peregrino.
121:3–4. La persona que habla asegura al peregrino que va a contar con la
protección divina. Dios, quien guarda (cf. vv. 5, 7–8) a los suyos, no se adormecerá ni
dormirá, i.e., no será indiferente a ellos ni los descuidará. El Señor estará
permanentemente alerta, cuidando de los suyos.
121:5–6. Enseguida, expresa la seguridad de que el Señor cuidará a los peregrinos
siempre. El que guarda a Israel (cf. v. 4) es el mismo que también cuidaba de ellos,
como una sombra protege a la persona del sol quemante. El sol y la luna representan
peligros que se presentan en el día y la noche.
121:7–8. El salmo concluye con la renovada afirmación del salmista de que el Señor
guardará y cuidará (cf. vv. 3–5; i.e., protegerá) a los peregrinos de todos los peligros
siempre (vv. 7–8).
Salmo 122
El salmista peregrino, designado en el título como David, evoca su deleite por ir a
Jerusalén, que era el centro cívico y espiritual de la nación. A continuación, llamó a
todos a orar por la paz y seguridad de Jerusalén, por el bien de los piadosos y por amor
al nombre de Dios.
A. El deleite de contemplar el viaje (122:1–2)
122:1–2. El salmista evocó la forma en que se deleitaba ante la posibilidad de ir a
Jerusalén. Luego, se gozó en la experiencia de estar en verdad dentro de las puertas de
la ciudad.
B. Aclamación de la ciudad (122:3–5)
122:3–5. El salmista aclamaba la ciudad de Jerusalén por su esplendor físico, y por
su población bien unida entre sí. Luego la elogió por ser el centro espiritual al cual las
tribus de la nación acudían en sus peregrinaciones anuales. También la cita como sede
de la justicia (cf. Jer. 21:11–12).
C. Oración pidiendo por la paz de Jerusalén (122:6–9)
122:6–9. El salmista pidió al pueblo que orara por la paz y seguridad de la ciudad y
sus habitantes (vv. 6–7; cf. 125:5; 128:6). Luego, él mismo oró por la paz de sus
hermanos, los peregrinos justos (122:8), y por la prosperidad del santuario, que es la
morada de Dios (v. 9).
Salmo 123
Levantando sus ojos al Dios de los cielos, el esclavo peregrino imploró misericordia
porque el pueblo estaba siendo despreciado por los escarnios de los soberbios.
A. Confíen en el Señor (123:1–2)
123:1–2. El salmista afirmó su confianza en el Señor de los cielos. La expresión
alcé mis ojos, significa que buscó al Señor para que lo librara. Comparó su confianza
con la de un esclavo que espera recibir una palabra de su amo o ama. El salmista
continuó buscando la ayuda del Señor en favor de su pueblo.
B. Hastío por el menosprecio (123:3–4)
123:3–4. El salmista imploró la misericordia de Dios porque el pueblo había sido
muy despreciado, i.e., estaban hastiados del menosprecio de parte de los soberbios. A
pesar de esa agresión a su fe, ellos orarían a Dios para que les mostrara su misericordia,
hasta que les respondiera.
Salmo 124
Los peregrinos bendijeron al Señor, quien les permitió escapar, dándose cuenta de
que si él no hubiera estado de su lado, las naciones los habrían destruido.
A. Protección del Señor (124:1–5)
124:1–5. En esta parte del salmo el escritor dio testimonio de la protección del
Señor. Llamó a la nación para que se diera cuenta de que su victoria se debía a que Dios
había estado con ellos (vv. 1–2). Enseguida, explicó lo que hubiera sucedido si Dios no
hubiera estado con ellos: Las naciones los habrían destruido en su ira (vv. 3–5). Aquí
usa las imágenes de ser tragado por alguien (cf. Nm. 16:30; Jer. 51:34), y de una
inundación (cf. Lm. 3:54). La expresión las aguas impetuosas de manera idónea
sugieren el tema de la soberbia (cf. Sal. 123:4) de sus enemigos. Esto se puede aplicar a
varias épocas de la historia de Israel, pero puede simplemente referirse a la liberación
divina del cautiverio babilónico. Si aquí se hace referencia al regreso del exilio,
entonces David no fue el autor del salmo como afirma el título que se le añadió después.
Más bien, “David”, en este caso, podría referirse a un rey davídico posterior (i.e., un
posible ocupante del trono de David).
B. Ayuda en el nombre del Señor (124:6–8)
124:6–8. A continuación, el salmista rindió alabanzas al Señor, quien no los
abandonó (v. 6), sino que los ayudó a escapar (v. 7). Las maquinaciones de los
enemigos se comparan con los dientes de una fiera y el lazo de un cazador de aves (cf.
9:13).
El pueblo pudo escapar gracias al Señor, que hizo el cielo y la tierra (cf. el
comentario de 115:15). La fe de que se da testimonio aquí es una reminiscencia de la
que se expresa en el salmo 121.
Salmo 125
Los justos están seguros en el Señor, porque él no permite que sean probados hasta
el punto de perder su integridad. Sin embargo, quienes se apartan por incredulidad,
serán excluidos de sus bendiciones junto con los impíos.
A. La seguridad en Dios afirmada (125:1–3)
125:1–3. El v. 1 resume el tema del salmista en el sentido de que los creyentes están
seguros y son inamovibles. Los compara al monte de Sion, que permanece para
siempre.
Esta imagen se extiende al v. 2. Al observar cómo los montes rodeaban a
Jerusalén, el poeta declaró que Jehová está alrededor de su pueblo, protegiéndolo
por todos sus costados.
La razón de esa afirmación se aclara en el v. 3. Evidentemente, la dominación
extranjera era una carga para el pueblo. El salmista dijo que Dios no permitirá que esa
vara (“cetro”, NVI99) de impiedad repose en la heredad de los justos, de modo que los
induzca a ser impíos. En otras palabras, la prueba se limitará a lo que ellos puedan
soportar para que no se aparten de su confianza en el Señor.
B. Oración pidiendo prosperidad (125:4)
125:4. El salmista peregrino oró pidiendo que el Señor bendijera a quienes son
buenos y rectos de corazón.
C. Advertencia contra lo que provoca inseguridad (125:5)
125:5. Los que se apartan del camino correcto, sufrirán la misma suerte que los
impíos (serán desterrados). Por lo tanto, el pueblo de Dios debe ser leal en su fe y seguir
orando para que la nación tenga paz (cf. 122:6–8; 128:6).
Salmo 126
Este salmo de peregrinaje parece reflejar la lucha de los exiliados que regresaban. El
salmista estaba alegre porque el Señor los había devuelto a su tierra, pero también oraba
pidiendo la restauración completa de los cautivos. Al meditar en ello, encontró consuelo
en el principio de la siembra y la cosecha.
A. Alabanza por la restauración (126:1–3)
126:1–3. El salmista, hablando por los que retornaron del exilio, evoca el gozo que
experimentaron cuando el Señor los hizo volver. Fueron grandemente consolados y
rebosaron de risa y alabanza. La frase como los que sueñan se puede trad. “como
hombres que han recuperado la salud”. Esta trad. tiene visos de consuelo y cuadra mejor
con el contexto inmediato de la trad. de la RVR60 (cf. Is. 38:16). La trad. alterna se basa
en varias versiones y en los rollos del mar Muerto. Además las naciones se dieron
cuenta de que el Señor había hecho grandes cosas por su pueblo. Era un tiempo de gran
regocijo después de haber pasado por uno de gran tristeza (cf. Sal. 137).
B. Petición de una restauración completa (126:4)
126:4. Sin embargo, el salmista oró pidiendo que el Señor completara la
restauración. Comparó a los exiliados que retornaban con los arroyos del Neguev (el
desierto al sur de Judá), que en tiempo de estiaje tienen poca o ninguna agua, pero que
en tiempo de lluvias inundan sus linderos. Bajo la “lluvia de bendiciones” divinas, los
senderos de oriente se llenarían de cautivos que retornaban.
C. Confianza en recibir la bendición divina (126:5–6)
126:5–6. El salmista encontró una fuente de motivación en el principio de la
siembra y la siega. Estos vv. están relacionados con los vv. 2–3 por su referencia al
tema de la alegría. Además, el v. 4 es el vínculo entre ambos pasajes por el uso del
verbo “haz volver” (i.e., “restaurar”; que también se usa en hebr. en el v. 1) y por las
comparaciones con la naturaleza (cf. vv. 5–6).
El ambiente de los vv. 5–6 procede de la agricultura. Después de que la tierra había
estado ociosa por tanto tiempo, era casi imposible trabajarla. La siembra se dificultaría,
pero el trabajo tenaz sin duda, produciría la cosecha. El sembrar con lágrimas (i.e., ser
muy entregado al desempeño del trabajo) se refiere a todo aquello que alguien hace para
que avance el reino de Dios en la tierra (e.g., animar a la gente a que responda al Señor
y regrese a la tierra). La cosecha gozosa (siega) se refiere, entonces, a otras personas,
que son las que retornarán en fe a la tierra. El salmista estaba convencido que esa labor
permanente, sin importa cuán agonizantemente difícil y frustrante sea, hará posible que
más gente retorne a la tierra de Israel.
Las metáforas de sembrar y cosechar han sido ampliamente usadas por los creyentes
(cf. Gá. 6:7). Jesús habló de sembrar cuando se refirió a la labor de difundir el mensaje
del reino, y de la cosecha cuando se refirió a quienes lo recibirían con fe (Mt. 13:1–8,
18, 23).
Salmo 127
lit. literalmente
ca. cerca de