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LITERATURA ARGENTINA II

HORACIO QUIROGA

h.a.murena

Profesora: Iris Pelliza


Alumno: Jorge Zalazar
Año: 2010

Biografía de Héctor Álvarez Murena

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LITERATURA ARGENTINA II

Héctor Álvarez Murena, más conocido como H. A. Murena ( * 1923 , Buenos


Aires - 1975) fue un escritor argentino. Ensayista, narrador, poeta y traductor, escribió
unos 20 libros de todos los géneros literarios y fue habitual colaborador de la revista
Sur y del suplemento cultural del diario La Nación. Fue un importante difusor del
pensamiento alemán en español.
Biografía

Realizó sus estudios secundarios en el Liceo Militar de la Nación y estudios


universitarios incompletos en la Universidad Nacional de La Plata (ingeniería) y
la Universidad de Buenos Aires (filosofía y letras).

En 1946 publicó su primer libro Primer testamento, un volumen de cuentos.


Murena sostuvo que el escritor debía ser "anacrónico, en el sentido originario de la
palabra que designa el estar contra el tiempo", denominando esa actitud como el "arte
de volverse anacrónico".

Fue codirector de la Colección de Estudios Alemanes de la editorial Monte


Ávila de Caracas, desde la cual realizó una importante tarea de difusión en español de
pensadores como Jürgen Habermas, Theodor Adorno, Herbert Marcuse y Max
Horkheimer, entre otros. Fue el primer traductor al español de la obra de Walter
Benjamin.

Su producción ensayística es heredera de la obra de Martínez Estrada. En El


nombre secreto intenta una aproximación heideggeriana a la esencia de la identidad
argentina, a partir de las reminiscencias de las palabras que la nombran y de las
condiciones en que surge a partir de la conquista española.2

Estuvo casado con la escritora Sara Gallardo y murió el 5 de mayo de 1975.


Obra

 Primer testamento, 1946


 Fragmentos de los anales secretos, 1948
 La fatalidad de los cuerpos, 1955
 Homo atómicus, 1962
 Ensayos sobre subversión, 1962
 El pecado original de América, 1965
 El nombre secreto, 1969
 Epitalámica, 1969
 La cárcel de la mente, 1971
 La metáfora y lo sagrado, 1973

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Póstumas

 El secreto claro. Diálogos con D.J. Vogelman, Editorial Fraterna, 1979


 Visiones de Babel, FCE, 2002

Cuando se hace referencia a Horacio Quiroga se hace referencia al sino fatal de


su existencia. Aparecen en el inconsciente colectivo las sucesivas muertes violentas que

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ocurrieron a su alrededor: su padre, su hermano mayor y su padrastro. Pero así no se le


hace justicia al genio del autor.

Podríamos inferir que la tragedia de Quiroga surge por propia elección. Estaba
familiarizado con la tragedia debido a sus lecturas del satanismo, del modernismo, de
Mallarmé y de Poe, que fueron sus inspiraciones para Los arrecifes de coral, obra
alabada por Lugones.

Hasta allí Quiroga había jugado con el horror, desde un naciente modernismo,
con todo lo que su canon exigía: adjetivación, escogida, musicalidad, morosidad
aristocrática y predominio de la elegancia sobre la eficacia. Los personajes de esta etapa
son tipos extravagantes y de una psicología laberíntica, seres sensitivos, fronterizos y
dementes.

Es en este momento cuando Quiroga decide, después de acompañar a Lugones


en un viaje de estudios, instalarse en la selva misionera. Era un escándalo para las
sociedades cultas de Buenos Aires y Montevideo. Él, un hombre de las clases sociales
más encumbradas, elegía vivir en ese ambiente inhóspito, con las serpientes y la
“corrección”, los yaguaretés y los mensús, los venenos y la crueldad.

Porque una cosa era jugar con el horror, burlarse del horror, y otra cosa era vivir
el horror a flor de piel, tal como lo enseñaba su maestro Poe, despertando al autor de su
tranquilidad citadina.

¿Qué es el horror? Es lo que el espíritu descubre en la vida, es ese


estremecimiento singular que solo el alma puede tener, y gracias al cual el hombre se
irguió, fue hombre y levantó otro mundo sobre este mundo. Los animales no perciben
este horror porque les es connatural. Entonces Quiroga decide internarse en ese horror,
escapando del camino del espíritu que representaba Europa, ya que la visión del horror
que surgía de ese continente era superflua, cubierta de vanidad y apariencias.

La selva sometida a la planta brutal del ritmo vegetativo solar, donde el ser
humano es degradado hasta la creación, donde se produce el triunfo de la tierra debía ser
vencida por este hombre llegado del lejos. Y Quiroga comenzó entonces a cambiar la
tónica de sus personajes, por seres primarios, confundidos con el paisaje y las bestias.

Ahora el horror ya no es un divertimento, sino que es evocado a través de


sobrecogedoras experiencias. Ahora recurre al horror lateralmente, ya no necesita
insistir en él porque ya es su propia realidad y es imprescindible superarlo y
trascenderlo.

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Su estilo también se transforma. Ese rebuscamiento inicial barnizado de


modernismo muta en una mayor naturalidad y una parquedad en el lenguaje. Quedan las
palabras esenciales, ayunas de adjetivos. Era como si la selva le comiera las palabras.
Quiroga se transforma en serpiente, en árbol, en un mensú, para poder arrancar a esas
experiencias extremas su secreto, para humanizarla.

Pero por vivir estas experiencias tuvo que pagar un precio muy grande. Pagó con
su cuerpo, no preparado para sobrevivir a tantas penalidades.

Sin embargo, llegó un momento que no pudo más y salió de la selva. Publicó un libro de
cuentos que vuelve a los antiguos temas antes de su viaje iniciático a Misiones: la
locura, la telepatía, lo erótico-fantástico. Aquí las figuras de dementes son
impresionante, más teniendo en cuenta el estado mental del autor.

Y llegó el final. Triunfó sobre el horror sacrificando su vida. Fue el grano de


trigo que cayó para que otros fructificaran. Nos señala nuestra misión, hay que ir a la
selva para bautizarla con el espíritu, para redimirla, para ser entregada al hombre. La
selva es también la ciudad, somos nosotros mismos.

Horacio Quiroga

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(Salto, 1878 - Buenos Aires, 1937) Narrador uruguayo radicado en Argentina,


considerado uno de los mayores cuentistas latinoamericanos de todos los tiempos. Su
obra se sitúa entre la declinación del modernismo y la emergencia de las vanguardias.

Las tragedias marcaron la vida del escritor: su padre murió en un accidente de caza, y su
padrastro y posteriormente su primera esposa se suicidaron; además, Quiroga mató
accidentalmente de un disparo a su amigo Federico Ferrando.

Horacio Quiroga

Estudió en Montevideo y pronto comenzó a interesarse por la literatura. Inspirado en su


primera novia escribió Una estación de amor (1898), fundó en su ciudad natal
la Revista de Salto (1899), marchó a Europa y resumió sus recuerdos de esta experiencia
en Diario de viaje a París (1900). A su regreso fundó el Consistorio del Gay Saber, que
pese a su corta existencia presidió la vida literaria de Montevideo y las polémicas con el
grupo de J. Herrera y Reissig.

Ya instalado en Buenos Aires publicó Los arrecifes de coral, poemas, cuentos y prosa
lírica (1901), seguidos de los relatos de El crimen del otro (1904), la novela breve Los
perseguidos (1905), producto de un viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera,
hasta la frontera con Brasil, y la más extensa Historia de un amor turbio (1908). En
1909 se radicó precisamente en la provincia de Misiones, donde se desempeñó como
juez de paz en San Ignacio, localidad famosa por sus ruinas de las reducciones
jesuíticas, a la par que cultivaba yerba mate y naranjas.

Nuevamente en Buenos Aires trabajó en el consulado de Uruguay y dio a la


prensa Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), los relatos para niñosCuentos de
la selva (1918), El salvaje, la obra teatralLas sacrificadas (ambos de
1920), Anaconda (1921), El desierto (1924), La gallina degollada y otros
cuentos(1925) y quizá su mejor libro de relatos, Los desterrados (1926). Colaboró en
diferentes medios:Caras y Caretas, Fray Mocho, La Novela Semanal y La Nación, entre
otros.

En 1927 contrajo segundas nupcias con una joven amiga de su hija Eglé, con quien tuvo
una niña. Dos años después publicó la novela Pasado amor, sin mucho éxito. Sintiendo
el rechazo de las nuevas generaciones literarias, regresó a Misiones para dedicarse a la
floricultura. En 1935 publicó su último libro de cuentos, Más allá. Hospitalizado en

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Buenos Aires, se le descubrió un cáncer gástrico, enfermedad que parece haber sido la
causa que lo impulsó al suicidio, ya que puso fin a sus días ingiriendo cianuro.

Quiroga sintetizó las técnicas de su oficio en el Decálogo del perfecto cuentista,


estableciendo pautas relativas a la estructura, la tensión narrativa, la consumación de la
historia y el impacto del final. Incursionó asimismo en el relato fantástico. Sus
publicaciones póstumas incluyen Cartas inéditas de H. Quiroga (1959, dos tomos)
y Obras inéditas y desconocidas (ocho volúmenes, 1967-1969).

Influido por Edgar Allan Poe, Rudyard Kipling y Guy de Maupassant, Horacio Quiroga
destiló una notoria precisión de estilo, que le permitió narrar magistralmente la
violencia y el horror que se esconden detrás de la aparente apacibilidad de la naturaleza.
Muchos de sus relatos tienen por escenario la selva de Misiones, en el norte argentino,
lugar donde Quiroga residió largos años y del que extrajo situaciones y personajes para
sus narraciones. Sus personajes suelen ser víctimas propiciatorias de la hostilidad y la
desmesura de un mundo bárbaro e irracional, que se manifiesta en inundaciones, lluvias
torrenciales y la presencia de animales feroces.

Quiroga manejó con destreza las leyes internas de la narración y se abocó con ahínco a
la búsqueda de un lenguaje que lograra transmitir con veracidad aquello que deseaba
narrar; ello lo alejó paulatinamente de los presupuestos de la escuela modernista, a la
que había adherido en un principio. Fuera de sus cuentos ambientados en el espacio
selvático misionero, abordó los relatos de temática parapsicológica o paranormal, al
estilo de lo que hoy conocemos como literatura de anticipación.

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