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Rayo de Luz

19 de octubre de 2019

Es muy probable que la gran mayoría de los que vivimos en la ciudad de Santo
Domingo recordemos el hecho ocurrido hace un par de años en el que una
señora murió por un disparo involuntario que alguien hizo para alcanzar a los
autores de un robo cometido en la misma calle. La señora manejaba un minibús
escolar y hacía el recorrido temprano, como cada día, para llevar un grupo de
niños al colegio. La conocía, pues todos los días la veía llegar con su sonrisa al
lugar donde estudian mis hijos.

Me admiró la fortaleza de su esposo e hijos al recibir la noticia y, sobre todo, me


llenó de satisfacción el hermoso gesto del perdón a la persona que, de modo
accidental, le causó la muerte. Siempre me preguntaba: ¿De dónde sacan estas
personas la fuerza para mirar adelante y no aborrecer al que provocó el dolor en
ellos?

Hoy, al leer esta palabra en el Evangelio: “Porque el Espíritu Santo les enseñará
en aquel momento lo que tienen que decir”, me ha venido a la memoria el
hermano diácono que perdió a su esposa en este lamentable hecho. La fuerza
para perdonar y saber vivir sin odios nos viene del Espíritu Santo. Es una fuerza
que la llevamos con nosotros, está dentro de cada uno. Hay que descubrirla. No
invocamos la fuerza del Espíritu Santo porque pensamos más en lo que vamos a
hacer con nuestra mente, nuestra razón, nuestra palabra. En definitiva,
queremos hacerlo nosotros, el yo y nadie más que el yo. ¡Qué fácil sería todo si
lográramos entender esto! Hay momentos en la vida en los que debemos soltarlo
todo y sencillamente decir: “Señor, no soy nada. Tú eres todo. En ti confío”. Si no
sabes, si no puedes, si la realidad que te está lastimando es más fuerte, si se te
acaban las fuerzas, las ganas de vivir, de seguir… Si ya estás a punto de tirar la
toalla, recuerda esta palabra de hoy: el Espíritu Santo te dirá lo que tienes que
hacer, no te preocupes. Suelta la carga y reza: Espíritu Santo, ayúdame. Es
suficiente.

Cuando oramos a Dios debemos estar claros que Él no saca a sus hijos del mundo
o del mal, sino que les da fuerza para vencerlo. Solamente quien cree puede decir
de verdad: «El Señor es mi pastor, nada me falta (Sal 23,1).

La fuerza para vencer nos viene del Espíritu Santo. Los problemas no se van a
terminar. Siempre vamos a enfrentar batallas. Pero todas ellas pasan. No apagues
tu fe, no reniegues de Dios y verás que Él te fortalece para que sigas vivo y
confiado.

No te rindas, mantente de pie. Recuerda que Dios le da las batallas más


difíciles a sus mejores soldados. Y con las pruebas nos pule como a un diamante
que debe brillar y trasmitir la luz de Cristo.
ORACIÓN

Señor, concédeme amarte profundamente a ti y con generosidad a mi prójimo,


paciencia ante las pruebas que no faltan y confianza en tu infinita misericordia.
Amén.

PROPÓSITO DEL DÍA

En oración, abandonarme al Espíritu Santo abriendo el corazón, teniendo el oído


atento a su voz, que me habla dentro y me instruye en todo.

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