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(1830)
Estudio preliminar de
1
Índice
· Presentación. El periodismo político y su reedición en Argentina. (págs. 3-8)
· Estudio preliminar. (pág. 9)
· Ubicación. (págs. 9-11)
· El verso de propaganda política. (págs. 12-13)
· Un momento de la historia argentina: de agosto a octubre de 1830. (págs. 14-17)
· Periodismo, periódicos e imprentas de la época. (págs. 18-22)
· El Torito de los Muchachos: una rareza hemerográfica. (págs. 23-25)
· Luis Pérez y Juancho Barriales. El autor y sus máscaras. (págs. 26-32)
· Observaciones sobre los textos El Torito de los Muchachos. (págs. 33-44)
- Num. 1.º Buenos Aires, Agosto 19 de 1830.
- Num. 2.º Buenos Aires, Agosto 22 de 1830.
- Num. 3.º Buenos Aires, Agosto 26 de 1830.
- Num. 4.º Buenos Aires, Agosto 29 de 1830.
- Num. 5.º Buenos Aires, Septiembre 2 de 1830.
- Num. 6.º Buenos Aires, Septiembre 5 de 1830.
- Num. 7.º Buenos Aires, Septiembre 9 de 1830.
- Num. 8.º Buenos Aires, Septiembre 12 de 1830.
- Num. 9.º Buenos Aires, Septiembre 16 de 1830.
- Num. 10.º Buenos Aires, Septiembre 19 de 1830.
- Num. 11.º Buenos Aires, Septiembre 23 de 1830.
- Num. 12.º Buenos Aires, Septiembre 26 de 1830.
- Num. 13.º Buenos Aires, Septiembre 30 de 1830.
- Num. 14.º Buenos Aires, Octubre 3 de 1830.
- Num. 15.º Buenos Aires, Octubre 7 de 1830.
- Num. 16.º Buenos Aires, Octubre 10 de 1830.
- Num. 17.º Buenos Aires, Octubre 14 de 1830.
- Num. 18.º Buenos Aires, Octubre 17 de 1830.
- Num. 19.º Buenos Aires, Octubre 21 de 1830.
- Num. 20.º Buenos Aires, Octubre 24 de 1830.
2
Presentación
El periodismo político y su reedición en Argentina
Aunque el valor de aquella obra pueda discutirse, pues siempre será lícito
preguntarse cuál ha sido el criterio que orientó la selección y síntesis de la información y
si lo desechado no es acaso más significativo que lo rescatado, al menos para las
preocupaciones historiográficas contemporáneas, su condición de precursora aparece
inamovible y fortalecida por la circunstancia de ser el gibraltarino autor, a la vez, de obras
fundamentales sobre imprenta y periodismo rioplatenses, cuyo valor se advierte toda vez
que se hace necesario iniciar el estudio de alguno de sus aspectos. Nos referimos
especialmente a la Efemeridografía argireparquiótica o sea de las provincias
argentinas (1868), Efemeridografía argirometropolitana hasta la caída del gobierno de
Rosas (1869) e Historia de la prensa periódica de la República Oriental del Uruguay,
1807-1852 (1883), obras de labor paciente y pretensiones modestas, pero de alcances
perdurables.
3
después, cuando al celebrarse el centenario de la Revolución de Mayo, la Junta de Historia
y Numismática Americana encaró la reedición facsímil de la Gaceta de Buenos Aires, al
tiempo que el Museo Mitre hacía lo propio con Mártir o Libre (1812) y, reunidos bajo el
título común de La Prensa de la Independencia del Perú, publicó El Censor de la
Revolución (1820), Boletín del Ejército Unido, Libertador del Perú (1820-1821) y El
Pacificador del Perú (1821).
Correo de Comercio. (En: MUSEO MITRE, Buenos Aires. Documentos del Archivo
de Belgrano. Buenos Aires, 1913-14, t. II y III).
4
Mártir o Libre. Marzo-Mayo 1812. Buenos Aires, Museo Mitre, 1910. 64 p.
El Grito del Sud (1812). Introducción I: Guillermo Furlong, II: Enrique de Gandía.
Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961. 272 p.
Diario Militar del Exto. Auxiliador del Perú. Introducción de Raúl de Labougle.
Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1970. 64 p.
5
El Argos de Buenos Aires. Prólogo de Arturo Capdevila. Buenos Aires, Junta de
Historia y Numismática Americana, 1931-42. 5 v.
El Eco de los Andes. Advertencia de Julio César Raffo de la Reta. Estudio preliminar
de Juan Draghi Lucero. Mendoza, Universidad de Cuyo, Instituto de Investigaciones
Históricas, 1943. [256] p.
El Defensor de la Carta de Mayo. (En: La Carta de Mayo. 1825 -15 de julio- 1925.
Buenos Aires, Jesús Menéndez, 1925).
El Zonda, de San Juan. 1839. Prólogo de Juan Pablo Echagüe. Buenos Aires,
Academia Nacional de la Historia, 1939. [54] p.
6
El Ranquelino. Presentación de Nora Dolores Riquelme de Lobos. Córdoba,
Universidad Nacional, Facultad de Filosofía y Humanidades, 1969. 14, [13] h.
El Torito de los Muchachos se encuadra en uno de los casos que hemos enunciado
más arriba y sólo recurriendo a una biblioteca privada se ha podido completar la colección
para esta edición. En efecto, el Museo Mitre posee únicamente los ejemplares 1 al 5; la
Biblioteca Nacional, los números 2, 3, 4, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20; la Biblioteca
7
Enrique Peña, que se guarda en el Museo Colonial e Histórico «Enrique Udaondo», los
números 5, 8, 10, 13, 15, 16, 17, 18, aunque en su catálogo figure como colección
completa.
Jorge C. Bohdziewicz
8
Estudio preliminar
Sumario: 1. Ubicación. 2. El verso de propaganda política. 3. Un momento de la
historia argentina: de agosto a octubre de 1830. 4. Periodismo, periódicos e
imprentas de la época. 5. El Torito de los Muchachos: una rareza hemerográfica. 6.
Luis Pérez y Juancho Barriales. El autor y sus máscaras. 7. Observaciones sobre los
textos de El Torito de los Muchachos.
Ubicación
Si lo consideramos de acuerdo con su intención inicial -como producción periodística
de un supuesto gaucho «metido a gacetero»- El Torito de los Muchachos constituye una
muestra más de ese fenómeno característico de la expresión rioplatense que es el verso
«gauchesco» de propaganda política. Por ello su presentación en nuestra época no puede
eludir un estudio preliminar en el que se consideren en sus plurales dimensiones los dos
términos de esa fórmula de tan vasta repercusión en la cultura de esta parte de América:
por una parte lo relativo a su condición de «verso gauchesco» y por otra lo atinente a su
función de «propaganda política».
Sin embargo, la revisión de la colección completa del periódico nos muestra que, con
frecuencia cada vez mayor a medida que avanzamos en ella, aparecen también en El
Torito de los Muchachos composiciones que se alejan completamente de las
características de lo «gauchesco» e incluso de lo «popular», como que son generalmente
sátiras donde se atribuyen a personas de extracción urbana -de conocida ilustración
muchas de ellas- y, en otros casos, a extranjeros, cartas, remitidos, testamentos, etc. Por
esta razón debemos distinguir, además, en el contenido de El Torito de los Muchachos,
esas piezas no gauchescas que, funcionalmente, buscaban los mismos fines que las
supuestamente escritas por gauchos: la exaltación de la causa federal «neta» y el
descrédito de todo lo que le fuera contrario.
9
parte1 y a cuyo análisis pensamos destinar algunas páginas futuras: la génesis de la
«poesía gauchesca» está mucho más cerca del teatro que del libro. Y otra cosa aún: en sus
comienzos, los personajes «gauchos», reconocibles por su habla «campestre»,
diferenciada de la urbana, entablaban diálogos, dirigían o escuchaban «relaciones»,
enviaban cartas y postas, en resumen, compartían situaciones con otros personajes de
también diferenciada expresión lingüística: portugueses (americanos o peninsulares),
«gallegos» (es decir, españoles de cualquier región), «gringos» (o sea europeos en
general, no ibéricos), «cajetillas» urbanos, clérigos con sus latines y negros con su jerga
característica. Es que tanto era el teatro «espejo de la vida», según rezaba el lema de la
Casa de Comedias, como, a la inversa, la vida misma de los habitantes del Río de la Plata
era teatro colorido y permanente de una mezcla de razas y de culturas que no llegaría a
ser combinación sino tras haber pasado por el fuego de muchas luchas no siempre
incruentas, lamentablemente.
El carácter teatral del periodismo satírico fue admitido y confeso ya hacia 1822 por
el padre Francisco de Paula Castañeda y bien lo advierte su biógrafo Arturo Capdevila
cuando dice: «Así fue como levantó finalmente Castañeda, a la faz de Buenos Aires, el
teatro de su periodismo en llamas; verdadero teatro, según él mismo acabó por entenderlo
el día que sus periódicos llegaron a seis y lo dijo de este modo: 'Los seis periódicos
componen un poema épico, por consiguiente son periódicos de otro orden. O más bien
diré que son un poema de nueva invención, o una comedia en forma de periódicos'»2.
1
Olga Fernández Latour de Botas, Cauces y lagunas de una investigación literaria. La graciosa
y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas
mayas de 1823, en Logos (en prensa).
2
Arturo Capdevila, El padre Castañeda. Aquel de la Santa Furia, Buenos Aires, 1948, p. 199-
200.
3
Sainete de autor anónimo, representado entre 1792 y 1793.
10
hace Raúl H. Castagnino4, que en la época del Directorio de Pueyrredón se había fundado
en Buenos Aires la Sociedad del Buen Gusto en el Teatro, entidad destinada oficialmente
a fomentar la creación dramática bajo el lema: «El teatro es instrumento de gobierno».
4
Raúl H. Castagnino, La época de Mayo, en Capítulo. La Historia de la Literatura Argentina,
Buenos Aires, 1967, n. 6, p. 128-129.
11
El verso de propaganda política
El chispeante género satírico que heredamos de España encontró en las tierras de
América campo propicio para un florecer nuevo, alentada su musa juguetona -y a veces
terrible- por la rivalidad pronto perceptible entre los españoles peninsulares y los
«mancebos de la tierra».
Habituado el público de Buenos Aires y del interior a solazarse con este medio eficaz
y cautivante de la propaganda rimada, fácil es comprender que, finalizadas las luchas por
la emancipación nacional, los vaivenes políticos del país en trance de organización dieron
motivo y ocasión para asegurar la continuidad del género. Y aquí es donde empieza a
5
Archivo General de la Nación, Sala IX, Gobierno de Buenos Aires, 1753-1809, legajo 21-15.
6
Estanislao Zeballos, Cancionero popular, en Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos
Aires, 1905, t. I, p. 154. Véase, en relación con los versos de Pérez, la nota referida a esta
composición de Olga Fernández Latour, Cantares históricos de la tradición argentina, Buenos
Aires, 1961, p. 12-13.
7
Biblioteca del Senado de la Nación, Colección Gutiérrez, Manuscritos sin indicación de autor,
15-50-23.
12
adquirir trascendencia la literatura que adopta la convención «gauchesca», es decir, la que
hace hablar o cantar a gauchos en un lenguaje que intensifica las particularidades del de
su conversación común. Ésta, por una parte daba fe de la condición americana del autor,
por otra resguardaba su anonimato tras las arquetípicas figuras campesinas ya
consagradas por un embrionario proceso de tradicionalización, y por otra contrarrestaba
-con la libertad de uso de formas tanto arcaicas como nuevas, de léxico tanto rural como
urbano, orillero o foráneo8, de temas tanto vigentes como históricos a que la autorizaba,
en función de arma política, el heterogéneo patrimonio cultural del habitante de las costas
del Plata-, la mesurada y a veces francamente desabrida producción de
las élites intelectuales urbanas.
Sin embargo, fue entre esas mismas élites que se encendieron las llamas de una
literatura y especialmente de una poesía entregada de lleno al combate: tales las que
emanaban de El Argos de Buenos Aires (1820-1822), El Centinela (1822-1823), El
Espíritu de Buenos Aires (1822) y posteriormente El Duende de Buenos Aires (1826-
1827) y en particular El Tiempo (1828-1829) y El Pampero (1829), los periódicos del
grupo unitario compuesto por Juan Cruz, Jacobo, y Florencio Varela, y Manuel Bonifacio
Gallardo y Planchón sobre todo.
8
Recuérdese, como lo hace Augusto R. Cortázar, Poesía gauchesca argentina, Buenos Aires,
1969, p. 28, que en el Cielito oriental dedicado a los portugueses invasores, Bartolomé Hidalgo
incluye 84 palabras de su idioma. Lo mismo ocurre frecuentemente en la poesía gauchesca
posterior.
9
De allí algunos de los pseudónirnos dados a los más relevantes personajes federales. Ejemplos
de ellos son: Nicolás Plata Blanca (Nicolás de Anchorena), Macuquino (Tomás Manuel de
Anchorena), Don Fodieris (Tomás Guido), Don Gazmoña (Manuel José García), el Capataz (Juan
Manuel de Rosas), Felipe Benicio Araña (Felipe Arana), Don Magnífico Emplastos (Pedro
Feliciano Sáenz de Cavia), Don Sumaca (Pedro D. Cabral). Éstos y otros han sido anotados por
Félix Weinberg, Juan Gualberto Godoy. Literatura y política. Poesía popular y poesía
13
Un momento de la historia argentina: de agosto a
octubre de 1830
Es imposible ubicar un momento histórico sin hacer referencia a los hechos que, a
veces desde mucho tiempo atrás han gravitado en la opinión de los hombres y de los
pueblos hasta desencadenar procesos incontenibles, escisiones y luchas cuya violencia
parece acumular todas las violencias sofocadas por años o por siglos.
Por la ley del 18 de agosto de 1827 había desaparecido el Poder Ejecutivo ejercido
por un presidente y se había declarado disuelto el Congreso Nacional. La gestión de los
intereses generales pasaba así al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, restaurada
en sus instituciones. El 12 del mismo mes la ya instalada Junta de Representantes había
elegido gobernador a Manuel Dorrego, el más brillante tribuno del partido federal. «La
época es terrible», dijo Dorrego al asumir el cargo. Efectivamente, las potencias
extranjeras acosaban los territorios del Río de la Plata: Brasil, con sus pretensiones sobre
la Banda Oriental; España, con sus intentos de reinstalar aquí su monarquía; Francia e
Inglaterra, en expectante y no desinteresada actitud. En el interior, los caudillos
provinciales exigían una política sumamente hábil para mantener la paz y en Buenos Aires
el partido unitario que había apoyado la gestión de Rivadavia, no claudicaba en su intento
de volver al poder. El regreso de las tropas tras el pacto celebrado con el Brasil, por el
gauchesca, Buenos Aires, 1970. Una extensa nómina puede hallarse también en
Jorge B. Rivera, La primitiva literatura gauchesca, Buenos Aires, 1968, p. 138.
14
cual se declaraba independiente a la provincia cisplatina, fue un factor de descontento
hacia el gobierno de Dorrego, pues aparentemente quedaban así malogrados sus
esfuerzos. Aprovechando ese momento, el 1.º de diciembre de 1828 se llevó una
revolución en la que los ex-colaboradores de Rivadavia comprometieron al general Juan
Lavalle.
La trascendencia de ese acto, triste desde el punto de vista humano y grave desde el
institucional, fue tan grande que signó toda la acción posterior de Lavalle, quien, electo
gobernador de Buenos Aires por sus partidarios, había asumido el cargo el mismo día de
la revolución abriendo el camino para la implantación de los actos dictatoriales que a
partir de ese momento se cometieron.
Ante las insuperables dificultades que debía vencer en el orden interno y externo,
Lavalle decidió pactar con Rosas. Así se hizo en la Convención de Cañuelas y el Pacto
de Barracas, el 16 de junio y el 24 de agosto de 1829, respectivamente. En este último se
decidió nombrar gobernador provisorio al general Juan José Viamonte, quien debía reunir
una nueva Junta de Representantes con diputados elegidos por Rosas y Lavalle.
La asunción del mando por parte de Rosas fue apoteósica. Representaba al pueblo
de la campaña, puesto que aun siendo un rico hacendado, se había «hecho gaucho», según
sus palabras, y se había constituido en defensor de sus intereses. Para los habitantes de la
15
ciudad no comprometidos ideológicamente con el unitarismo, era una esperanza de orden
y lo aceptaron con alivio.
Sin embargo, en 1830 la situación no era todavía segura para Rosas. En el interior,
José María Paz había derrotado a Quiroga en La Tablada (23 de junio de 1829) y Oncativo
(25 de febrero de 1830) y logrado consolidar el movimiento unitario: las provincias de
Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, Salta, Tucumán, La Rioja, Mendoza, San Luis
y San Juan se unieron en una alianza defensiva y ofensiva denomina da Liga Unitaria o
Liga del Interior, cuyos convenios fueron firmados en la ciudad de Córdoba el 31 de
agosto de 1830.
Así las cosas, El Torito de los Muchachos no refleja en sus páginas tanto las
circunstancias del momento, que eran aún inciertas, como las del pasado, para mantener
latente en la memoria de sus lectores el recuerdo de los errores cometidos por los
unitarios, los males procedentes de España y las virtudes de Rosas, en torno de quien
incita de modo permanente a la unión.
El problema del interior era voluntariamente dejado de lado pues muy pocas veces
se menciona a Paz que, en esos momentos, se hallaba planificando su estrategia futura.
Así lo dice la cuarteta del n.º 10: «Mira que está Paz / En observación / Porque paz no
tenga / La Federación». No ocurre lo mismo en otros periódicos y hojas sueltas de Luis
Pérez, cuando ya Paz ha sido boleado y hecho prisionero, es decir, cuando se ve
disminuido el peligro. A pesar de que Facundo Quiroga fue recibido con calidez en
Buenos Aires por orden del gobernador, el 11 de marzo de 1830, el periódico no lo
menciona ni elogia en especial. Parece evidente que la adhesión de Pérez estaba
exclusivamente dedicada a Juan Manuel de Rosas, entre los vivos, y a Manuel Dorrego,
entre los muertos.
Lo más complejo ha sido tal vez la individualización de los personajes a los cuales
se refiere el periódico mediante apodos, ya que, lo que para el público de entonces sería
cosa familiar, para nosotros constituye en muchos casos un verdadero enigma. Pese a ello
y con el aporte de referencias de otros periódicos y documentos hemos podido identificar
algunos10.
10
El Blanco y Rubio (Juan Manuel de Rosas); El Boticario Asesino, El Boticario
Fanfarrón (Piedracueva); El Célebre Comilón (José Miguel Díaz Vélez);El Diablo Rosado (Luis
Laserre); Don Julián (Julián Segundo de Agüero); Escuerzo del Diluvio (Bernardino
Rivadavia); La Gran Bestia (Martín Rodríguez);Coronel cuyo nombre es consonante de
«facha» (Mariano Acha); Padre del Coronel cuyo nombre es consonante de «facha» (Nicolás
Antonio de Acha); Un poeta y sus hermanos (Juan Cruz, Jacobo y Florencio Varela); Zadi-
Turpin (Antonio Díaz); El Libertador, El más famoso asesino (Juan Lavalle); Escribano, pero no
de oficio (Bernardino Escribano); Que se llevó la moneda / y que nos dejó el papel (Salvador
María del Carril).
17
Periodismo, periódicos e imprentas de la época
Como ya se ha dicho, el periodismo constituía una de las armas más poderosas con
que los jefes de partidos contaban en la lucha ideológica que signa este momento de la
historia argentina.
El Reglamento de 1811 tuvo larga vigencia. Constituyó la base del decreto sobre
«libertad de imprenta» dado por los triunviros Paso, Sarratea y Chiclana el 26 de octubre
de ese mismo año, fue mantenido por la Asamblea de 1813, por los Estatutos
Provisionales y por los Congresos de 1816 y 1819, y fue sostenido por Rivadavia en sus
principios fundamentales aun cuando durante su ministerio, con motivo de un artículo
de El Argos, considerado ofensivo contra su persona por el gobernador de Córdoba, Juan
11
El Blanco y Rubio (Juan Manuel de Rosas); El Boticario Asesino, El Boticario
Fanfarrón (Piedracueva); El Célebre Comilón (José Miguel Díaz Vélez);El Diablo Rosado (Luis
Laserre); Don Julián (Julián Segundo de Agüero); Escuerzo del Diluvio (Bernardino
Rivadavia); La Gran Bestia (Martín Rodríguez);Coronel cuyo nombre es consonante de
«facha» (Mariano Acha); Padre del Coronel cuyo nombre es consonante de «facha» (Nicolás
Antonio de Acha); Un poeta y sus hermanos (Juan Cruz, Jacobo y Florencio Varela); Zadi-
Turpin (Antonio Díaz); El Libertador, El más famoso asesino (Juan Lavalle); Escribano, pero no
de oficio (Bernardino Escribano); Que se llevó la moneda / y que nos dejó el papel (Salvador
María del Carril).
18
Bautista Bustos, se acordó, por primera vez, que el ministro mandaría en proyecto de ley
a la Honorable Junta de Representantes la formación de un código completo de imprenta
«que no sólo fuese un ensayo protectorio como el que por el momento rige, sino que
también fuese extensivo a las leyes penales que se echan de menos en él». Efectivamente,
el 25 de setiembre de 1822 la Junta de Representantes dio un decreto en el cual se fijaron
normas para deducir acción contra cualquier abuso cometido por la prensa.
¿Qué había pasado entonces para que se intentara poner coto a esa desenfrenada
libertad de expresión que parecían sostener las palabras de Manuel Belgrano cuando
expresó que sólo temían a la prensa libre «los déspotas, los tontos o los tímidos»?
Es que por esos años se había desatado una verdadera «guerra de papeles», con más
de veinte periódicos a favor del gobierno y otros tantos en contra, entre ellos las terribles
producciones del padre Castañeda.
Las penas aplicables a los infractores a dicha ley iban desde quinientos a dos mil
pesos de multa, prohibición de escribir durante cuatro meses y confinamiento desde
cuatro meses a un año en un lugar de la campaña.
Semejante severidad no sólo debería silenciar los excesos de los periodistas unitarios
sino también de los federales que con Causa célebre de Buenos Aires, de Ramón
Anchoris, La Espada Argentina, de José María Márquez, y otros periódicos, equilibraba
en su osadía la balanza de esta fogosa contienda entre papeles.
20
Constituido el organismo clasificador, los papeles considerados culpables, entre los
que se encontraban algunos ejemplares de La Gaceta Mercantil, fueron quemados
públicamente, el 16 de abril, en el portal de la Cámara de Justicia.
Así las cosas, en la segunda mitad de 1830 no se publicaba en Buenos Aires ningún
periódico opositor al gobierno, lo que halla su explicación en las circunstancias de
excepción que vivía el país.
Ricardo Piccirilli apunta que «en 1833 había cinco imprentas en Buenos Aires: la del
Estado, administrada por Pedro de Angelis, a cuyo cargo corría también la de la
Independencia, la de La Gaceta Mercantil de los señores Hallet y Cía., la Argentina, a
cargo de Pedro Ponce, la del Comercio de los señores Chapman y Cía., y la Litografía de
Bacle a cargo de José Álvarez por haber tenido que salir del país su dueño. Al año
siguiente se agregaron otras imprentas, como la Republicana, la de La Libertad y de
Compilación, que era de D. José María Arzac, y la de los Dos Amigos. Además de la
Litografía de Álvarez (Bacle) había otra, la Litografía Argentina. En 1833 y 1855 son
múltiples las imprentas que aparecen y a poco desaparecen, aunque las mencionadas
siguen subsistiendo, casi todas ellas. En el postrero de esos años había diez imprentas y
dos litografías»13. Entre las primeras cita luego a la Republicana, de Saturnino Martínez.
12
Avelina Ibáñez, Unitarios y federales en la literatura argentina, Buenos Aires, 1933, p. 278.
13
Ricardo Piccirilli; Francisco L. Romay; Leoncio Gianello, Diccionario histórico argentino,
Buenos Aires, 1953, t. III, p. 454.
21
fecha como El Clasificador o el Nuevo Tribuno, El Torito de los Muchachos, La
Argentina, etc.
Además de estos periódicos, gran cantidad de hojas sueltas con los mismos temas y
personajes que aquéllos, eran pasto espiritual del pueblo y, aunque en muchos casos
mayor era el veneno que el alimento, es indudable que todas esas manifestaciones
contribuyeron a afianzar expresiones lingüísticas sumamente dinámicas al llevar al papel
el habla coloquial de grupos socio-culturales cuya forma habitual de comunicación era la
oralidad.
14
Óscar R. Beltrán, Historia del periodismo argentino, Buenos Aires, 1943. Véase
también: C. Galván Moreno, El periodismo argentino, Buenos Aires, 1944;
Enrique A. Peña, Estudio de los periódicos y revistas existentes en la Biblioteca «Enrique Peña»,
Buenos Aires, 1935; Antonio Zinny, Efemeridografía argirometropolitana, Buenos Aires, 1869.
15
Se advirtió que iba a ser redactado por mujeres. En el número inicial expresa que en ese
momento se publicaban en Buenos Aires cinco periódicos: «El Lucero es considerado
ministerial. La Gaceta es un recipiente universal. El Tribuno es muy patriota y muy valiente. El
Gaucho y el Torito, siempre en broma, suelen dar algunos malos tratos, pero divierten».
Enrique A. Peña, op. cit., p. 46.
16
Muy importante, a título comparativo, para la comprensión de hechos y circunstancias que,
desde otro ángulo político, se mencionan en El Torito de los Muchachos, es el estudio realizado
sobre El Corazero por Félix Weinberg, op. cit., p. 119-134.
22
El Torito de los Muchachos: una rareza hemerográfica
Cuando apareció El Torito de los Muchachos, en ese ambiente de Buenos Aires de
1830, su nacimiento fue anunciado, según costumbre de la época, por medio de un aviso
publicado, en este caso, el 17 de agosto de dicho año en el número 19 de El Clasificador,
el cual decía: «El Torito de los Muchachos, periódico nuevo escrito por un aparcero de
Contreras, mozo amargo del pago de la Magdalena. El primer número saldrá el jueves
próximo de la Imprenta Republicana, y continuará los jueves y domingos. En la misma
imprenta y en el despacho de papel sellado se reciben suscripciones a dos pesos
mensuales. En los mismos parajes se encontrará en venta».
Los números del 1 al 5 tienen una viñeta que representa un laúd y una trompeta
cruzados, en el centro un papel pentagramado con notas musicales escritas, todo ello
orlado por una guirnalda de flores. Pero a partir del número 6, dicha viñeta convencional
es sustituida por la figura de un toro en actitud de embestir.
17
Enrique A. Peña, op. cit., p. 497.
23
de noviembre de 1830 se inserta un Comunicado con el siguiente texto: «Señor Editor del
Lucero. Ha llegado a mis noticias que un impostor pretende dar un periódico bajo el título
de Torito de los Muchachos. Como yo he sido el autor del papel que aquí se ha publicado
bajo el mismo nombre, protesto perseguir ante la ley a cualquiera que tuviese la osadía
de apropiarse lo que exclusivamente me pertenece. Para este caso ofrezco poner de
manifiesto comprobantes inequívocos de mi aserto; y descubrir los manejos rastreros de
cierto individuo, que se ha apropiado de mi trabajo para titularse editor, cuando no era
sino conductor de las piezas que publicaba el que ahora ofrece al público El Toro de
Once».
El Toro de Once seguirá, por otra parte, esgrimiendo su condición de padre del
desaparecido Torito y así en El Clasificador18 pueden leerse diez estrofas donde se insiste
en el parentesco entre éste y El Torito de los Muchachos. Son las que comienzan:
«Mañana saldrá / del rodeo de Ponce / un nuevo campeón / que es el Toro de Once. /
Téngase entendido / que este animalito / es un Toro viejo / padre del Torito».
Tal vez en memoria de los desaparecidos «Toritos» de los años 30, apareció aún en
Buenos Aires, el 3 de mayo de 1852 El Torito Colorado20, que dejó de publicarse el 23
de junio del mismo año. Recuérdese que en el n.º 5 de El Torito de los Muchachos,
cuando se presenta por primera vez la figura de un toro, que aún no reemplaza a la viñeta,
18
El Clasificador, Buenos Aires, 6-XI-1830.
19
El Lucero, Buenos Aires, 8-XI-1830.
20
Su redactor era el español Manuel Toro y Parejas, pero figuraba como editor responsable
Pánfilo Babilonia (seudónimo). El lema del periódico era «¡Viva la Confederación Argentina!».
24
se comienza con la siguiente estrofa: «¿No querían conocer / El Torito Colorado? / Pues
vele hay en el prospecto / ya lo tienen imprentao».
21
Según José María Taggino, Un ilustre letrista de tango, en La Prensa, Buenos Aires, 6-I-
1978, El Torito llevaba música de Pedro J. Rius y fue grabado en Alemania a comienzos de este
siglo por el sello Chantecler por la orquesta de Manuel García. La letra comienza así: «Aquí tienen
el Torito / el criollo más compadrito / que ha pisao la población / donde quiera me hago ver /
cuando llega la ocasión. / Pa la danza soy ladino / y en cualquier baile argentino / donde yo me
he presentao, / al mozo más bailarín / he dejado abochornado. / Cuando hago una sentadita / de
aquellas que yo sé hacer / es el disloque, señores / pues me tengo mucha fe». Podemos agregar a
lo dicho que en la biblioteca criolla que perteneciera a Roberto Lehmann-Nitsche, que se conserva
en el Instituto Iberoamericano de Berlín, figura un folleto de Luis Galván, impreso por la casa
editora de Andrés Pérez, titulado Nuevas y variadas décimas versadas para cantar con guitarra.
Con el popular tango El Torito, Buenos Aires, 1915. Véase: Olga Fernández Latour de
Botas, Poesía popular impresa de la colección Lehmann Nitsche, III, en Cuadernos del Instituto
Nacional de Antropología, Buenos Aires, 1968-71, n. 7, p. 296-297.
25
Luis Pérez y Juancho Barriales. El autor y sus máscaras
¿Quién fue el autor de El Torito de los Muchachos? Si nos atenemos a las referencias
de sus textos diremos que fue Juancho Barriales, mozo amargo del pago de la Magdalena
y aparcero de Contreras, es decir, de Pancho Lugares Contreras, El Gaucho, autor y
protagonista del periódico homónimo a quien se debe la curiosa biografía de Rosas escrita
en versos aptos para cantar.
22
Ricardo Rodríguez Molas, Luis Pérez y la biografía de Rosas escrita en verso en 1830,
en Historia, Buenos Aires, 1956, n. 6, p. 99-137. Luis Soler Cañas, Negros, gauchos y compadres
en el cancionero de la federación, Buenos Aires, 1958.
23
Antonio Zinny, op. cit., p. 306.
26
Los datos que poseemos acerca de su vida proceden en general de sus propias
declaraciones y defensas y se hallan casi todos en las páginas de El Gaucho Restaurador,
el último de sus periódicos cíclicos, nacido y desaparecido en el año 1833.
Según ellos fue uno de los patriotas que ocuparon la plaza de la Victoria el 25 de
mayo de 1810. Cooperó en la formación de la primera compañía de cívicos de honor que
se presentó el 1.º de febrero de 1811, compañía a la cual perteneció desde su creación,
uniformado a su costa, como todos los de su clase. Anteriormente había tomado parte, al
parecer, en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas y después de la
revolución emancipadora fue subteniente del batallón n.º 2 del Ejército del Perú.
Según Zinny26, «la casa de Pérez fue en 1833 el punto de reunión donde se preparó
la revolución de los Restauradores, el 11 de octubre. Tenía pagados cuatro correos que
circulaban por la campaña sus periódicos, los que contribuyeron no poco en los progresos
de la causa, especialmente en San Nicolás de los Arroyos, por medio del coronel don
Agustín Rabelo y teniente coronel don Facundo Borda».
24
Olga Fernández Latour de Botas, Una pieza olvidada de la primitiva poesía gauchesca, en La
Nación, Buenos Aires, 2-VI-1968.
25
Félix Weinberg, Un primitivo poeta gauchesco, en La Nación, Buenos Aires, 21-VII-1968.
26
Antonio Zinny, op. cit., p. 306.
27
Su existencia fue azarosa. Luchó a brazo partido contra los unitarios y contra los
federales. Su única sujeción fue la que tributaba a Juan Manuel de Rosas. Pese a ello,
durante el gobierno del Restaurador de las Leyes fue encarcelado dos veces: una en 1831
a raíz de un artículo publicado en El Toro de Once, situación en que fue socorrido con
dinero por medio de una suscripción en la que figuraron las personalidades más notables
del periodismo de la época y del Partido Federal y de la que fue liberado gracias a la
intervención personal de Rosas; y otra en 1834, en que sostuvo una violenta polémica con
Pedro de Angelis, entonces editor de El Monitor, y se presentó luego ante la justicia para
acusar al ministro Manuel José García de haberlo agraviado. En este último caso se trata
de lo ocurrido en la sesión de la Sala de Representantes del 17 de marzo de 1834, en que
el ministro García «descendió a manifestar» que acababa de aparecer un periódico
sedicioso que el gobierno temía, no por lo que era, sino por las consecuencias que traía
necesariamente aparejadas. Se refería a El Gaucho Restaurador de Luis Pérez, y en la
misma sesión de la Junta presentó un proyecto de «artículos adicionales a la ley del 8 de
mayo de 1828 que rige provisionalmente la libertad de imprenta, hasta la sanción de la
ley permanente». Allí se impedía utilizar la sátira referida a los ciudadanos y autoridades
por considerarla «chabacana», es decir, se silenciaba la manera espontánea de expresión
de este singular periodista que era Luis Pérez.
27
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 20 y 22-III-1830.
28
La hoja, de 343 x 255 mm., comienza expresando: «El Editor del Gaucho Restaurador se ve
precisado a suspender sus tareas como escritor público; tiene que ausentarse de esta ciudad a la
28
Según datos aportados por Rodríguez Molas, el 21 de abril Luis Pérez había vuelto
a visitar las celdas de la prisión de Buenos Aires. A partir de esa fecha, los datos que
poseemos sobre Pérez fueron hallados por Soler Cañas en periódicos de 1843 a 1844.
Según ellos un Luis Pérez -que cree el mismo objeto de su estudio- se había establecido
en 1843 con un negocio cuya naturaleza exacta no resulta clara, aunque por el texto de
los avisos que toma El Diario de la Tarde, parece ser que por lo menos se dedicaba a la
venta de impresos. Posiblemente fue también autor de un folleto titulado Clamor
Argentino [...] firmado por Un Federal.
Luis Pérez fue, en general, muy maltratado por sus contemporáneos, no tanto por sus
opositores políticos, en quienes no hemos hallado hasta ahora referencias directas a él,
como, lo que es curioso, por sus mismos correligionarios. Cavia, de Angelis, el comisario
Larrea, el ministro García, no tienen reparos en expresarse respecto de él con
desconsideración o con franco desprecio. «Este infeliz hombre», lo llama Larrea, y motiva
esta notable respuesta de Pérez: «la infelicidad que sólo proviene de disfavor de la fortuna
Guardia del Monte a diligencias propias por el período de un mes, y esta circunstancia le impide
el seguir la serie de sus trabajos. Sin embargo, en el corto tiempo que ha escrito tiene la
satisfacción de no haber cedido sino a las impresiones de la verdad y a los estímulos de la justicia:
su marcha ha sido franca y justa. Le han atacado con virulencia; y se ha defendido con calor
porque así debía hacerlo para poner en claro su honradez y patriotismo, independientemente de
las razones que ha aducido en favor de la noble causa que ha sostenido». Continúa luego en
primera persona expresando: «Me habrán clasificado de exaltado o anarquista o demasiado
entusiasta por fantasmas de un día». Y recuerda épocas pasadas en las que, expresa, «expuse mi
vida y comprometí la tranquilidad de mi familia y de mis amigos en defensa de la causa más justa;
sin que el olvido de mis servicios haya importado para mí más que un acto indigno aun de mi más
profundo desprecio...». Por fin amenaza a sus enemigos con la aparición «como por encanto»
de El Hermano del Gaucho Restaurador, El Restaurador de la Guardia del Monte y El
Restaurador Neto, lo que probaría hasta la evidencia que la causa que sostiene tiene poderosos
defensores y que está formada una «opinión indomable, poderosa, irresistible». Finalmente
exclama: «¡Desgraciados una y mil veces los que quieran arrostrarla!... ¡Se perderán para
siempre!... ¡Caerán para no levantarse!».
29
nunca fue un crimen»29. Orador de taberna, hombre perverso, hombre malvado, hombre
nacido para la ruina y perdición del país, hombre miserable, vulgar y coplero, le llamó el
ministro Manuel J. García, según Antonio Zinny, quien acota: «Parece que Pérez fue
incitado por Rosas a dirigir sus ataques al ministro García, a quien siempre odió éste,
hasta el punto de vejarle haciéndole cargar un fusil a una muy avanzada edad, cuya
circunstancia abrevió sus días»30.
Pese a todo ello, es indudable que Pérez no era ni iletrado ni necio. Era, sí, incisivo
y peligroso para todo aquel que no fuera Rosas mismo. Respecto de este último fue, en
cambio, consecuente. Posesionado de las intenciones del Restaurador, parecía ver por sus
ojos, oír por sus oídos, decir por su boca; por ello en sus versos se prefiguran muchas
veces resoluciones que sólo tiempo después fueron hechas públicas por el gobierno.
No nos parece, sin embargo, que Pérez buscara primordialmente, con su actitud,
recompensa económica. Así, por ejemplo, cuando el 22 de febrero de 1834 el general
Mansilla, a la sazón Jefe de Policía, lo nombró veedor de calles y caminos, con un sueldo
de 150 pesos mensuales, con miras a que hiciera cumplir luego en ese aspecto el
Reglamento de Policía que se publicaría en marzo del mismo año, y Pérez no lo acepta
porque lo consideraba poco «por los servicios prestados a la causa federal», no parece
haber tras esa negativa tanto de interés pecuniario como de resentimiento afectivo.
Si el padre Castañeda fue capaz de crear innumerables fantasmas que hablaran por
él, Luis Pérez, como más tarde Ascasubi, no se quedó a la zaga en ese aspecto. Pancho
Lugares Contreras (llamado a veces Contreras solamente), Juana Contreras, Pedro
Lugares, Chano, Panta el nutriero, Chanonga, Sor. Chuta Gestos, Antuco Gramajo,
Ticucha, Don Cunino, Don Alifonso, Jacinto Lugares, Chingolo, Juancho Barriales,
Lucho Olivares, entre los blancos, Catalina, el tío Juan, Franchico, Juana y Pedro José,
29
Óscar R. Beltrán, op. cit., p. 191.
30
Antonio Zinny, op. cit., p. 306-307.
30
Juana Peña, entre los negros, son algunas de las máscaras usadas por Pérez en su teatro
periodístico31.
Así pues, el Juan Barriales del Cielito ateruterado ha sido identificado por Ascasubi
como Benjamín Victorica, yerno de Urquiza, pues estaba casado con su hija Ana, y
colaborador en diversos periódicos entrerrianos de la época. En cuanto al Juan Barriales
de El cielito de la luz, bien podría ser el mismo Victorica, aunque sin otras pruebas nunca
31
Por razones obvias no nos hemos referido en este estudio preliminar a las particularidades de
la producción de Luis Pérez anterior, contemporánea o posterior a él, donde, como bien lo advierte
Soler Cañas, poseen importancia relevante la presencia del compadre y del negro con sus
modalidades expresivas características. Una buena lista de impresos, periódicos y hojas sueltas
atribuidos a Pérez puede confeccionarse sobre la base de los datos aportados por los
investigadores antes citados, especialmente Zinny, Peña, Rodríguez Molas, Rivera y Soler Cañas,
además de los catálogos y ficheros de instituciones donde existen colecciones hemerográficas de
época.
32
Hilario Ascasubi, Aniceto el Gallo. Gacetero prosista y gauchi-poeta argentino. Extracto del
periódico de este título publicado en Buenos Aires, 2.ª edición, Buenos Aires, 1900, p. 201-203.
Las composiciones de referencia aparecen en el número 14.
31
es posible descartar de plano que su máscara no haya sido adoptada por algún otro cultor
del verso gauchipolítico33.
De todas maneras importa destacar, aunque el punto quede para desarrollarse en otra
ocasión, la condición receptiva y expansiva de personajes generadores de ciclos que tuvo
la obra de Luis Pérez. Receptiva porque supo aprovechar los viejos apellidos elegidos por
Hidalgo para ubicarlos, a veces con nombres distintos, en diversos papeles de su mutante
escena, y lo mismo hizo con doña María Retazos, la heroína del padre Castañeda.
Expansiva porque dio lugar a otros prototipos, como Chanonga y especialmente Juancho
Barriales, que perduraron durante décadas en el recuerdo de las generaciones argentinas.
Respecto de esto constituye una curiosidad la hipótesis formulada por Carlos Correa
Luna en su artículo titulado Versos de Rosas34, donde atribuye al mismo don Juan Manuel
unos versos cuyo estribillo es: «Viva el señor Lavalle / en la boca de un cañón».
Si bien no es aún probable que Rosas haya aportado material poético al periódico, sí
es evidente la muy estrecha relación existente entre el Restaurador y su familia, en
especial su esposa y su madre, con el editor de El Torito, lo que se deduce de las muchas
composiciones dedicadas al uso de divisas entre las mujeres y también de la inquina
contra personajes de importancia secundaria históricamente, pero que habían afectado en
forma directa a su familia, como es el caso del comisario Piedracueva.
33
Los estudiosos Ángel H. Azeves y Fermín Chávez han creído ver en estos cielitos firmados por
Juan Barriales en la década del 50, obra de José Hernández. Chávez, sin embargo, en su último
trabajo titulado Un nuevo diálogo gauchesco sobre Rosas. El poeta Bernardo Echevarría. Vida y
obra, Buenos Aires, 1977, p. 70, n. 252, cita ya a Victorica como posible autor de ambas
composiciones.
34
Carlos Correa Luna, Versos de Rosas, en La Prensa, Buenos Aires, 1.º-I-1924.
32
Observaciones sobre los textos El Torito de los
Muchachos
Desde el punto de vista histórico, tanto como desde el filológico, El Torito de los
Muchachos constituye un testimonio pleno de interés.
En el primer aspecto se hace necesario enfocar su estudio en todos los planos en que
se establece una relación entre el periódico y la sociedad. Esta relación plurifacética exige
y merece un tratamiento más detallado que el que corresponde a una noticia preliminar,
pero al menos, a través de un rápido comentario sobre cada uno de sus números, podemos
tratar de facilitar al lector la ubicación en algunas de las circunstancias y algunos de
los hechos a que se refiere el periódico o en los que aparecen sus personajes.
Entre los avisos, uno recuerda la distinción ideológica por corte de pelo (barba y
patillas en forma de U de los unitarios) y finalmente en el teatro, entre las obras que se
anuncian, se encuentra El Boticario Fanfarrón, donde figura este personaje del boticario
que parece referido a un tal Piedracueva35. Por esos años solían representarse sainetes con
35
Manuel Gálvez, Vida de don Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, p. 86-87, nos ilustra acerca
de este personaje secundario históricamente pero que tanto fuera atacado por Luis Pérez en sus
periódicos. Dice que en el año 1829, durante la «dictadura de Lavalle», al presentarse en casa de
la madre de Rosas «el jefe de Policía, un tal Piedracueva que había sido boticario, doña Agustina
le dice: Sólo en días tan aciagos para mi patria podías haberte atrevido a dar órdenes en una casa
donde en otros tiempos te hubieras considerado muy honrado de ser llamado a poner ventosas».
33
títulos semejantes. Uno de ellos era El Brasileño Fanfarrón, imitación de otro celebrado
sainete, El Soldado Fanfarrón, a su vez imitación de El Valiente y la Fantasma36.
36
Comunicación del investigador Jacobo A. de Diego a la autora (1977).
37
Variedades. Trozo de una carta de Madrid, en El Tiempo, Buenos Aires, 20-VI-1829.
38
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 2-VII-1830.
39
Ibidem, 6-VI-1830.
40
Ibidem, 6-VI-1830.
34
Torito, donde aparece una cuarteta sumamente clara respecto de algo que indignaba al
hombre de la campaña de Buenos Aires, la que expresa: «Cielito cielo que sí / Cielito; y
es evidente / El hacendado es de plebe / y un tiendero hombre decente».
41
Ibidem, 29-VII-1830. En este número se transcribía una nota firmada por «Casiana, la modista»,
quien recomendaba a los caballeros cortarse las patillas «que después de desfigurar sus
interesantes facciones, parecen escaleras de campanario, moda a la verdad que los presenta en
mal punto de vista para nosotras, las damas».
42
Ibidem, 14 y 15-VII-1830.
35
torito como El Torito Colorado y sus primeras embestidas son contra los portugueses.
Sigue el Testamento «que quedó pendiente en el número anterior», con nuevas alusiones
identificables. En el Aviso. Se necesita, se hace referencia al batallón de los Amigos del
Orden que había sido formado con comerciantes extranjeros, de los que se excluía a los
ingleses. El cónsul de Francia presentó oportunamente reclamos por las diferencias que
se realizaban entre los súbditos de Inglaterra y Francia, pero debía tenerse en cuenta que
la primera ya había reconocido, en el momento de la formación del citado cuerpo -a
comienzos de 1829- la independencia de nuestro país.
43
Bruce Wardropper, en su erudita Historia de la poesía lírica a lo divino en la cristiandad
occidental, Madrid, 1958, propone el uso general del términocontrafacta para las divinizaciones
de textos, es decir, para las composiciones de tema «humano» contrahechas «a lo divino». En
nuestro trabajo Un poeta glosador que vivió en Jachal (San Juan) en el siglo XIX: don Víctor José
Capdevila, publicado en los Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología, Buenos Aires,
1963, n. 4, p. 187 n., hemos adoptado la expresión castellanizándola y extendiendo su uso a casos
no considerados por Wardropper en su trabajo limitado a la poesía «a lo divino». En los cantares
histórico-políticos es muy frecuente este fenómeno de cambio de intención o función de un texto
consabido. Varios de ellos se muestran en El Torito de los Muchachos.
36
director de El Diablo Rosado, que había ya emigrado a esa ciudad. Refuta los ataques
de El Arriero Cordobés sobre los temas que ya hemos visto tratados en otros números: el
uso del pontón como prisión, y la estratificación social por la ropa, en este caso por haber
sido llamados «santos culotes» (sans culottes) en recuerdo de la Revolución Francesa.
Continúa luego la carta de Olivares comenzada en el número 6, menos política que
costumbrista y de muy buena factura «gauchesca». Hacia el final de este número se
incluye una curiosa glosa en décimas en la que habla el coronel Dorrego. Lo más relevante
de ella es la incredulidad del autor acerca de que puedan conciliarse unitarios y federales,
lo cual, puesto en boca de Dorrego, como mensaje de ultratumba, estaba llamado a
impresionar profundamente al público a que iba dirigido.
44
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 10-IX-1830. Comunicado.
45
Isabel Aretz, Tucumán. Historia y Folklore, Buenos Aires, 1945, p. 348-349.
37
Número 12. La primera pieza es una Contestación del Torito al comunicado en semi-
verso inserto en El Clasificador el jueves 23 del corriente. Se trata de hacer frente ahora
a la nota titulada Fraterna al Torito de los Muchachos donde el periódico de Cavia
llamaba una vez más a la reflexión (ya lo había hecho en otras oportunidades), al fogoso
autor del papel que nos ocupa. La Contestación es más en serio que en broma. Escrita en
décimas, no hace sino recordar sucesos del pasado inmediato, especialmente la muerte de
Dorrego. Termina afirmando su adhesión a Rosas, «patriota el más leal» y, dirigiéndose
a él, le advierte que toda precaución es poca para llevar a buen puerto la nave del Estado
que corre un fuerte temporal. En versos hexasílabos y con genio más alegre está la
verdadera respuesta «a la fraterna», donde no se escatiman punzantes dardos para su
autor. Hay también una Carta dirigida al Torito por uno de los del Pontón del estilo
habitual en el periódico. Por primera vez aparecen en este número observaciones astro
nómicas y meteorológicas en broma.
Número 13. En esos días había arreciado la contienda periodística respecto del tema
de la divisa punzó46. En La Gaceta Mercantil aparecieron diversas notas, con distintos
títulos y firmantes, todos ellos escudados bajo pseudónimos como Un federal, Los
federales, Los no amigos de cubileteros y enmascarados, Unos patriotas del año 10, El
independiente, Un enmascarado, Un oficial del ejército restaurador, etc. Unos
denunciaban que los empleados públicos no usaban la divisa punzó47, otros sostenían que
no debía imponerse por la fuerza, y uno se dirigía directamente al señor editor de El
Torito para que «desista de la empresa temeraria que se ha propuesto, al anunciarnos que
dará sus embestidas a las señoras que en su sentir sean unitarias. El honor de nuestro país
así lo exige -continúa-. En el exterior nos creerían unos locos furiosos, si los argentinos
fuesen el objeto del ridículo»48. Es bueno recordar que el gobernador delegado Balcarce
-Rosas se encontraba por ese tiempo en el campamento de Pavón preparando la campaña
contra Paz- había decretado que junto con el distintivo de que hicieran uso los defensores
de las leyes contra los amotinados del 1.º de diciembre y a fin de que el entusiasmo que
produce la memoria de un triunfo tan glorioso no haga olvidar el aprecio que todo
argentino debe hacer de la escarapela nacional, también debía llevarse en el sombrero o
gorra dicha escarapela49. Fatigada La Gaceta Mercantil de tanta imposición de
46
El decreto oficial que ordenaba el uso de la divisa punzó es de febrero de 1832.
47
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 27-IX-1830.
48
Ibidem, 16-IX-1830.
49
Ibidem, 23-IX-1830.
38
distintivos, negros (por la muerte de Dorrego), colorados (por el triunfo de la Federación)
y albicelestes, por aprecio al emblema de la patria, publica un gracioso artículo
titulado: ¡Dale con las divisas!, en el cual opina que se deje como lo tiene el decreto del
gobierno, al arbitrio de cada uno, el llevar divisa o no50.
Pero no será El Torito el que se deje ven cer en esa lid. En sus páginas aparecen
nuevos cantos y versos puestos en boca de viejas y jóvenes que apoyan con argumentos
diversos el uso del moño punzó. Décimas, una Demanda de un español unitario, un
anuncio de una corrida de toros, una fábula y avisos, completan el número.
Número 14. Comienza con las observaciones astronómicas, que son graciosísimas si
consideramos que constituyen una sátira de las ingenuas publicaciones «científicas» sobre
esos temas que incluían los periódicos de la época. Se produce aquí una reconciliación
de El Torito con el autor de La Fraterna quien, evidentemente, se ha arrepentido. Como
segunda composición hay unos versos de seguidillas «para contarlos con el Tabapuí», de
sabor muy popular. Sigue una contestación a la carta remitida por uno de los del pontón
y otras piezas, en distintos metros, sobre los mismos temas: las penurias presentes de los
personajes unitarios y los motivos que, según el autor, los condujeron a ellas y la
propaganda dirigida a los propios federales. El tono del periódico parece ir creciendo en
agresividad al llegar a este punto.
Número 15. Concluye aquí la carta de Lucho Olivares que quedó pendiente en el
número 11. Tal como antes lo viéramos, es una pieza de poesía gauchesca de buena
factura. Nos recuerda la Graciosa y divertida conversación [...], de 1823, aunque en esta
última parte tiene más color político y menos costumbrismo que en la anterior. Como si
el mismo autor se hubiera acordado también de los viejos personajes cíclicos consagrados
por Hidalgo y retomados por el autor de las Graciosas y divertidas conversaciones de
1823 y 1825, la siguiente composición está firmada por Chano. También es de sabor
gauchesco, y su intención es refutar las expresiones de La Aurora y El Serrano, los dos
periódicos unitarios de la provincia de Córdoba. Se incluye también en este número
un Avisointeresante en que se anuncia haber llegado a manos de El Torito versos
dedicados a las unitarias, «que se sabe circulan entre los tenderitos», las cuales promete
que en el próximo número «saldrán a la vergüenza [...] con su correspondiente surribanda
50
Ibidem, 30-IX-1830.
39
cual merecen». Pleno de humor el surtido de objetos propios para los unitarios que, según
se anuncia, se ha puesto a Remate.
Número 17. Es éste el único número en que se menciona directamente a Paz en dos
composiciones. En la primera hay también una alusión al Pindo -macizo montañoso de
Grecia, en el Olimpo, una de cuyas cimas estaba consagrada a Apolo y otra a las Musas-
que nos recuerda el título de la recopilación de poesías de Manuel de Araucho Un paso
en el Pindo (Montevideo, 1835). Sería muy interesante establecer claramente qué grado
de relación hubo entre Pérez y Araucho y el grado de colaboración que existió entre sus
periódicos. Araucho es también un muy importante poeta de su tiempo que dominaba la
expresión «gauchesca».
Es evidente por los nuevos ataques que se asestan al autor de los versos unitarios
transcriptos en el número 16, que se trata realmente de un contrincante de Pérez. Sigue
un Cielito Federal de corte tradicional, una Despedida del Gallego cambado, en la que
se hace mención del episodio de la goleta Sarandí, que había ocurrido un mes atrás.
Número 19. Comienza con una especie de fábula, con intervención de un ser humano
a quien se nombra como «un soldado de Lavalle» o «un coracero». Continúa luego una
composición hexasilábica ya comenzada en el número anterior, dirigida a las unitarias y
40
halagándolas para que varíen de opinión y luego otra, en el mismo metro, especie de glosa
irregular del tema: «¿Qué haremos paisanos / con tanto holgazán? / Tocarles la marcha /
Del pa-ran, tampran». La última composición en cuatro décimas está referida a la
convocatoria hecha por el rey de España a sus súbditos a fin de impedir que se extienda
«el mal ejemplo francés». No hay en ella rastros del gaucho, del negro ni del compadrito.
Está escrita sin duda por un hombre de ilustración.
Número 20. La primera composición de este número se refiere al mismo tema de las
niñas que guardan versos unitarios en sus costureros, ya abordado en el número 15 y
siguientes. Siguen unos versos en honor a los franceses y la eficacia de su acción sobre
España. En la composición posterior, continuación de la carta de un pulpero andaluz, dos
versos de la última estrofa nos hablan claramente del porqué de la agresividad de El
Torito y de las medidas represivas gubernamentales: «Y si al fin consigue Rosas /
afianzarse como espero». Eso era lo que realmente deseaba Luis Pérez, y a eso iba dirigida
toda su prédica. Por fin, la última composición es un Comunicado de un muchacho de
escuela, titulado Dones del Espíritu Santo, dedicados a los unitarios, que
firma Periquillo, tal vez para que no dejemos de ver en todo esto un reflejo americano de
la picaresca.
Desde el punto de vista formal, todas las composiciones son de arte menor, con
excepción de cuatro: el soneto del número 4, la contrahechura de La Pola, del número 11,
la Fábula del número 13 y el Encomio al autor, del número 16.
41
En El Torito de los Muchachos se utilizan diversas formas métricas y estróficas con
artificios y sin ellos. Entre las primeras hay glosas, llamadas décimas51, como se ha hecho
popularmente en nuestro país, con el tema dado en una estrofa, o bien glosas a series
predeterminadas de conceptos, como los Dones del Espíritu Santo del número 20, por
ejemplo. También hay glosas de pie constante y letrillas con estribillos de uno o dos
versos. Entre las piezas sin artificios formales se encuentran romances en cuartetas,
décimas sueltas (espinelas y otras), letrillas sin estribillo, cuartetas de distintos metros y
seguidillas con su correspondiente tríada.
Hay, pues, una mezcla de formas populares y cultas en los versos de El Torito,
mezcla que se acentúa al considerar no ya las formas sino el léxico y la expresión. Como
ya se ha dicho, parece que en El Torito hablaran distintos personajes de una comedia.
Tanto lo hace el hombre ilustrado como el orillero de Buenos Aires, tanto el aldeano
español como el paisano rioplatense, y a éste se le agregan expresiones de uso frecuente
en otros lugares del país. Voces como alfajor, aparcero, badana, bagual, bolas, cajetilla,
cangalla, carancharse, cielito, cimarrón, currutaco, chacuaco, chafalote, chapetón,
chuspa, desgraciao, ensilgada, fajar, gambetas, gamonal, garlito, guaca, guacho,
lagaña, mancarrón, mazamorra, morao, morrongo, morrudo, mulita, musgar, onchar,
pestañear, pintor, rajar, roncador, semitilla, sincha (cincha), sortún, tabapuí, terne, y
otras, como las acepciones que presentan en sus respectivos contextos, permiten
51
La denominación de décima se dio en todo el territorio de nuestro país donde existió una cultura
tradicional con influencia hispánica a las composiciones que desarrollaran una idea expresada en
una estrofa temática, en tantas estrofas glosadoras como versos tuviera la primera. Las típicas
tenían el tema expresado en una cuarteta y las estrofas glosadoras eran realmente décimas
espinelas. Pero también se llamó décimas a las que tenían como estrofa glosadora la cuarteta o la
quintilla. Es decir, que la voz décima independientemente de su significado como estrofa de diez
versos, significó lo que la voz glosa, reemplazando a ésta. Juan Alfonso Carrizo ha estudiado sus
antecedentes en el «zegel» arábigo español y recogido una gran cantidad de piezas del folklore de
nuestro noroeste. La décima, por otra parte, daba lugar a artificios diversos dentro de su estructura
de por sí voluntariamente rígida. Luis Pérez, en caso de ser el autor real de todas las
composiciones de El Torito de los Muchachos, demuestra conocer a la perfección las técnicas
tradicionales en este sentido.
42
identificar, como bien lo ha dicho Soler Cañas, una estratificación cultural por el habla,
donde se distingue lo orillero y lo campesino.
Capítulo aparte merecería la grafía adoptada por Pérez para representar el habla
gauchesca, a veces, y la extranjera, otras, En el primer caso, de mayor interés a título
comparativo, tenemos múltiples ejemplos de ortografía imitativa del habla del paisano
rioplatense, como junción (por función), juere (por fuere), pros-peto (por
prospecto), hei (por he de), carauter (por carácter), güena (por buena), vela hai (por vela
ahí, en lugar de la contracción, más usada por los gauchescos, velay, semejante
al voilà francés), relos (por reloj), tenío (por tenido) y muchas otras. No faltan las
metátesis como peludrios (por preludios), inutarios (por unitarios), ni los arcaísmos
como truje (por traje, del verbo traer), o agora (por ahora).
Si son muchas las voces con interés lexicográfico, no son menos las expresiones
coloridas usadas por el periódico. Algunas ya han sido reconocidas y explicadas en
estudios de otros textos o autores de la literatura gauchesca, pero otras pertenecen a la
particular manera de escribir de Luis Pérez quien, sin inventarlas, naturalmente, ha sido
el único que las ha llevado al papel. Larga sería la lista de frases hechas, refranes y
expresiones usadas en el periódico. Algunas de ellas son: mozo amargo, como bolas sin
manija, bota juerte, sumir la boya, cara antigua (hace referencia a las «clasificaciones»
políticas), cáscara de novillo, los del cuellito parado, hacerse el chancho, perder la
chaveta, me atraca un chirlo, ver el desengaño, echar el resto, perder los estribos, al
hecho pecho, sosegate mancarrón, como matraca en Viernes Santo, negras minas,
aunque sea al ñudo o botón, ojo al Cristo (que es de plata, termina la expresión
tradicional), que les engaña la orina (referida al conocido sistema folklórico de
diagnóstico), ande jué el padre Padilla (Padillas, otra vez) mozo payo, plan del bajo,
dejar en el tintero, las Tres Marías, a la virlonga, etc.
Entre las expresiones que no hemos visto reproducidas por la literatura gauchesca
posterior están la muy repetida por Pérez donde jué el padre Padilla, que evoca un lugar
indeterminado no muy agradable seguramente, y la curiosa a la virlonga, por al descuido,
que aunque figura en el Diccionario de la Lengua Castellana de la Real Academia
Española («a la birlonga») no hemos visto impresa en otra ocasión. Quien esto escribe,
sin embargo, las ha oído muchas veces en boca de su abuela materna, Ángela García
Santillán de De Focatiis, de antigua familia tucumana, por lo que es posible que
procedieran del período en que Pérez estudió en aquella provincia.
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Otras expresiones usadas por Pérez adquirieron resonancias ilustres como plan de un
bajo, utilizada por José Hernández en una de las más bellas estrofas del canto primero de
su Martín Fierro: «Me siento en el plan de un bajo / A cantar un argumento; / Como si
soplara un viento / Hago tiritar los pastos / Con oros, copas y bastos / Juega allí mi
pensamiento».
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El Torito de los
Muchachos
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