Vous êtes sur la page 1sur 126

El Torito de los Muchachos

(1830)

Presentación de Jorge C. Bohdziewicz

Estudio preliminar de

Olga Fernández Latour de Botas

1
Índice
· Presentación. El periodismo político y su reedición en Argentina. (págs. 3-8)
· Estudio preliminar. (pág. 9)
· Ubicación. (págs. 9-11)
· El verso de propaganda política. (págs. 12-13)
· Un momento de la historia argentina: de agosto a octubre de 1830. (págs. 14-17)
· Periodismo, periódicos e imprentas de la época. (págs. 18-22)
· El Torito de los Muchachos: una rareza hemerográfica. (págs. 23-25)
· Luis Pérez y Juancho Barriales. El autor y sus máscaras. (págs. 26-32)
· Observaciones sobre los textos El Torito de los Muchachos. (págs. 33-44)
- Num. 1.º Buenos Aires, Agosto 19 de 1830.
- Num. 2.º Buenos Aires, Agosto 22 de 1830.
- Num. 3.º Buenos Aires, Agosto 26 de 1830.
- Num. 4.º Buenos Aires, Agosto 29 de 1830.
- Num. 5.º Buenos Aires, Septiembre 2 de 1830.
- Num. 6.º Buenos Aires, Septiembre 5 de 1830.
- Num. 7.º Buenos Aires, Septiembre 9 de 1830.
- Num. 8.º Buenos Aires, Septiembre 12 de 1830.
- Num. 9.º Buenos Aires, Septiembre 16 de 1830.
- Num. 10.º Buenos Aires, Septiembre 19 de 1830.
- Num. 11.º Buenos Aires, Septiembre 23 de 1830.
- Num. 12.º Buenos Aires, Septiembre 26 de 1830.
- Num. 13.º Buenos Aires, Septiembre 30 de 1830.
- Num. 14.º Buenos Aires, Octubre 3 de 1830.
- Num. 15.º Buenos Aires, Octubre 7 de 1830.
- Num. 16.º Buenos Aires, Octubre 10 de 1830.
- Num. 17.º Buenos Aires, Octubre 14 de 1830.
- Num. 18.º Buenos Aires, Octubre 17 de 1830.
- Num. 19.º Buenos Aires, Octubre 21 de 1830.
- Num. 20.º Buenos Aires, Octubre 24 de 1830.

2
Presentación
El periodismo político y su reedición en Argentina

Como lo señaláramos en alguna oportunidad, corresponde a Antonio Zinny el mérito


de haber iniciado la ímproba tarea de ofrecer algunas fuentes del periodismo político a la
investigación histórica mediante resúmenes o extractos, tarea que inauguró al dar a
conocer, en 1875, una síntesis de la Gaceta de Buenos Aires (1810-1821). Ese mismo
año, al publicarle un apéndice, que incluía una lista de las publicaciones omitidas por Juan
María Gutiérrez en su Bibliografía de la primera imprenta de Buenos Aires hasta 1810,
anunció la aparición de un trabajo similar elaborado con La Gaceta Mercantil (1823-
1852), cuya información despertaría, según auguraba, rectificaciones sobre muchos
hechos narrados con pasión por los interesados. A pesar de la pronta aparición del primer
volumen y del hecho de que para 1877 Zinny había completado la síntesis de sus 8.475
números, enriquecidos algunos de ellos con notas basadas en sus propias observaciones
como testigo de los sucesos o con documentos, la obra completa se publicó recién en
1912, veintidós años después de su muerte. Entre sus papeles había dejado también los
manuscritos del resumen de El Redactor del Congreso Nacional (1816-1820), publicado
junto con otros escritos inéditos en 1921 por Narciso Binayán.

Aunque el valor de aquella obra pueda discutirse, pues siempre será lícito
preguntarse cuál ha sido el criterio que orientó la selección y síntesis de la información y
si lo desechado no es acaso más significativo que lo rescatado, al menos para las
preocupaciones historiográficas contemporáneas, su condición de precursora aparece
inamovible y fortalecida por la circunstancia de ser el gibraltarino autor, a la vez, de obras
fundamentales sobre imprenta y periodismo rioplatenses, cuyo valor se advierte toda vez
que se hace necesario iniciar el estudio de alguno de sus aspectos. Nos referimos
especialmente a la Efemeridografía argireparquiótica o sea de las provincias
argentinas (1868), Efemeridografía argirometropolitana hasta la caída del gobierno de
Rosas (1869) e Historia de la prensa periódica de la República Oriental del Uruguay,
1807-1852 (1883), obras de labor paciente y pretensiones modestas, pero de alcances
perdurables.

El camino abierto por Zinny en los albores de la ciencia histórica en Argentina


volvería a transitarse, en lo que a fuentes periodísticas se refiere, treinta y cinco años

3
después, cuando al celebrarse el centenario de la Revolución de Mayo, la Junta de Historia
y Numismática Americana encaró la reedición facsímil de la Gaceta de Buenos Aires, al
tiempo que el Museo Mitre hacía lo propio con Mártir o Libre (1812) y, reunidos bajo el
título común de La Prensa de la Independencia del Perú, publicó El Censor de la
Revolución (1820), Boletín del Ejército Unido, Libertador del Perú (1820-1821) y El
Pacificador del Perú (1821).

A partir de entonces fue la sobredicha Junta y su sucesora, la Academia Nacional de


la Historia, la institución que siguió reeditando periódicos con cierta regularidad. Al lado
de su vasta labor, corresponde destacar los cinco voluminosos tomos de la Biblioteca de
Mayo, publicados por el Senado de la Nación, consagrados a la reedición, en símil
tipográfico, de doce periódicos.

Al engrosar la lista con la versión facsímil de El Torito de los Muchachos (1830), la


ocasión parece propicia para dar noticia de todos los periódicos que merecieron ser
reeditados, y que son éstos, ordenados por fecha de aparición del primer número:

Telégrafo Mercantil, Rural, Político e Historiográfico del Río de la Plata (1801-


1802). Advertencia de José Antonio Pillado y Jorge A. Echayde. Buenos Aires, Junta de
Historia y Numismática Americana, 1914-15. 2 v.

Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. Advertencia de Carlos Correa


Luna, Augusto S. Mallié y Rómulo Zabala. Buenos Aires, Junta de Historia y
Numismática Americana, 1928-37. 5 v.

Correo de Comercio. (En: MUSEO MITRE, Buenos Aires. Documentos del Archivo
de Belgrano. Buenos Aires, 1913-14, t. II y III).

Correo de Comercio. Introducción de Ernesto J. Fitte. Buenos Aires, Academia


Nacional de la Historia, 1970. 20, [660] p.

Gaceta de Buenos Aires (1810-1821). Prefacio de Antonio Dellepiane, José Marcó


del Pont, José Antonio Pillado. Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática
Americana, 1910-15. 6 v.

El Censor. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de Mayo.


Buenos Aires, 1960, t. VII, p. 5745-5853).

El Censor (1812). [Introducción] I: Guillermo Furlong, II: Enrique de Gandía.


Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961. 96 p.

4
Mártir o Libre. Marzo-Mayo 1812. Buenos Aires, Museo Mitre, 1910. 64 p.

Mártir o Libre. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de


Mayo. Buenos Aires, 1960, t. VII, p. 5855-5910).

El Grito del Sud (1812). Introducción I: Guillermo Furlong, II: Enrique de Gandía.
Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961. 272 p.

El Redactor de la Asamblea (1813-1815). Advertencia de José Marcó del


Pont. Prólogo de José Luis Cantilo. Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática
Americana, 1913. XVI, 98 p.

El Redactor de la Asamblea de 1813. Buenos Aires, [La Nación], 1913. 98 p.

El Independiente (1815-1816 [sic]). Introducción I: Guillermo Furlong, II: Enrique


de Gandía. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961. 224 p.

El Censor. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de Mayo.


Buenos Aires, 1960. t. VIII, p. 6479-7613).

La Prensa Argentina. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca


de Mayo. Buenos Aires, 1960, t. VII, p. 5911-6279).

Los Amigos de la Patria y de la Juventud. Introducción I: Guillermo Furlong, II:


Enrique de Gandía. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961. 132 p.

El Redactor del Congreso Nacional. 1816. Introducción de Diego Luis Molinari.


Buenos Aires, Museo Mitre, 1916. XLVII, 276 p.

El Observador Americano. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA


NACIÓN. Biblioteca de Mayo. Buenos Aires, 1960, t. IX, p. 7649-7727).

La Crónica Argentina. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca


de Mayo. Buenos Aires, 1960, t. VII, p. 6281-6478).

El Independiente. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de


Mayo. Buenos Aires, 1960, t. IX, 1.ª parte, p. 7729-7837).

Diario Militar del Exto. Auxiliador del Perú. Introducción de Raúl de Labougle.
Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1970. 64 p.

La Estrella del Sud. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de


Mayo. Buenos Aires, 1960, t. IX, 1.ª parte, p. 7839-7917).

5
El Argos de Buenos Aires. Prólogo de Arturo Capdevila. Buenos Aires, Junta de
Historia y Numismática Americana, 1931-42. 5 v.

Boletín de la Industria, 1821. Estudio Preliminar de José M. Mariluz Urquijo.


Buenos Aires, Instituto de Estudios Historiográficos, 1974. XVII, 28 p.

El Patriota. Prólogo de Ricardo R. Caillet Bois. (En: Anuario de Historia Argentina,


Buenos Aires, Sociedad de Historia Argentina, 1942, v. III (1941), p.323-488).

La Abeja Argentina. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de


Mayo. Buenos Aires, 1960, t. VI, p. 5239-5716).

El Centinela. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de Mayo.


Buenos Aires, 1960, t. IX, 1.ª parte, p. 7919-8287; t. IX, 2.ª parte, p.8289-9033).

El Correo de las Provincias. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA


NACIÓN. Biblioteca de Mayo. Buenos Aires, 1960, t. X, p. 9069-9279).

El Montonero. Presentación de Efraín U. Bischoff. Córdoba, Universidad Nacional,


Facultad de Filosofía y Humanidades, 1968, IX, 52 p.

El Eco de los Andes. Advertencia de Julio César Raffo de la Reta. Estudio preliminar
de Juan Draghi Lucero. Mendoza, Universidad de Cuyo, Instituto de Investigaciones
Históricas, 1943. [256] p.

El Nacional. (En: ARGENTINA. SENADO DE LA NACIÓN. Biblioteca de Mayo.


Buenos Aires, 1960, t. X, p. 9281-9916).

El Defensor de la Carta de Mayo. (En: La Carta de Mayo. 1825 -15 de julio- 1925.
Buenos Aires, Jesús Menéndez, 1925).

La Moda. Gacetín semanal de Música, de Poesía, de Literatura. 1838. Prólogo y


notas de José A. Oría. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1938. 220 p.

El Zonda, de San Juan. 1839. Prólogo de Juan Pablo Echagüe. Buenos Aires,
Academia Nacional de la Historia, 1939. [54] p.

Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo. Estudio preliminar de Ignacio


Weiss. Buenos Aires, Americana, 1946-47. 2 v.

Los Debates. Diario de Intereses Generarales. Política. Comercio. Literatura.


Buenos Aires, Asociación Amigos del Museo Mitre, 1963. [260] p.

6
El Ranquelino. Presentación de Nora Dolores Riquelme de Lobos. Córdoba,
Universidad Nacional, Facultad de Filosofía y Humanidades, 1969. 14, [13] h.

En la nómina precedente no hemos incluido selecciones y extractos, como, además


de los de Zinny que hemos señalado, el Inventario de documentos publicados, que
apareció entre 1922 y 1941 a manera de suplemento al Boletín del Instituto de
Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, donde figuraban decretos,
bandos, proclamas, etc., que vieron luz en los periódicos de la primera época
independiente de nuestra historia; el publicado por Arturo Celery en los volúmenes I, II
y IV del Anuario de Historia Argentina con noticias referentes a la historia marítima
aparecidas en el British Packet, y el reciente del mismo periódico realizado por Graciela
Lapido y Beatriz Spota.

No parece necesario insistir demasiado en la importancia que reviste la reedición de


estos periódicos, sobre todo ante el panorama nada alentador que ofrecen los repositorios
públicos. En algunos casos se trata de ejemplares únicos, pasibles de perderse
definitivamente por deterioro o sustracción, como consta; en otros, de colecciones
dispersas en varias hemerotecas, incompletas todas ellas. También se da el caso en que el
único ejemplar completo conocido se halla en manos de un coleccionista particular, hecho
que encierra, a la par que la dificultad de su consulta por parte del investigador, el peligro
de la venta al exterior, de donde su repatriación es poco menos que imposible. La tarea
de rescate es, pues, perentoria. Así lo comprendimos cuando, en 1974, al frente del
Instituto de Estudios Historiográficos, propiciamos la publicación del Boletín de la
Industria (1821), dentro de un amplio plan de reedición de fuentes periodísticas. Plan que
retorna hoy el Instituto Bibliográfico «Antonio Zinny» al dar a estampa El Torito de los
Muchachos. Pero la recuperación y salvaguarda de ese precioso patrimonio cultural, que
decrece progresivamente, debería ser una empresa para la inteligencia nacional,
financiada y dirigida por algún organismo oficial competente, y no el resultado de una
institución privada con escasos medios y por lo tanto imposibilitada de abarcarla en su
magnitud. Mientras aguardamos esperanzados que aquello ocurra, habremos de sumar
nuestro esfuerzo al de las entidades que nos precedieron.

El Torito de los Muchachos se encuadra en uno de los casos que hemos enunciado
más arriba y sólo recurriendo a una biblioteca privada se ha podido completar la colección
para esta edición. En efecto, el Museo Mitre posee únicamente los ejemplares 1 al 5; la
Biblioteca Nacional, los números 2, 3, 4, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20; la Biblioteca

7
Enrique Peña, que se guarda en el Museo Colonial e Histórico «Enrique Udaondo», los
números 5, 8, 10, 13, 15, 16, 17, 18, aunque en su catálogo figure como colección
completa.

De lo apuntado se deduce la rareza de El Torito de los Muchachos, y si sumamos a


esto su condición de riquísima fuente para los estudios lingüísticos y filológicos, al
margen de los específicamente historiográficos, se justifica sin mayor debate el esfuerzo
editorial para ponerlo al alcance de los estudiosos, quienes podrán apreciar ahora cuán
desajustado es el calificativo de «prensa salvaje» que le endilgara Ricardo Rojas, o la
afirmación, formulada por un historiador de nota, de que su único objetivo era «entretener
los bajos instintos del pueblo». Se trata ciertamente de apreciaciones formuladas desde
una óptica singular, teñida de prejuicios partidistas, que valora el fenómeno aislado de las
circunstancias en que se produjo, alejando por lo tanto la posibilidad de comprenderlo y
aprovecharlo.

Jorge C. Bohdziewicz

8
Estudio preliminar
Sumario: 1. Ubicación. 2. El verso de propaganda política. 3. Un momento de la
historia argentina: de agosto a octubre de 1830. 4. Periodismo, periódicos e
imprentas de la época. 5. El Torito de los Muchachos: una rareza hemerográfica. 6.
Luis Pérez y Juancho Barriales. El autor y sus máscaras. 7. Observaciones sobre los
textos de El Torito de los Muchachos.

Ubicación
Si lo consideramos de acuerdo con su intención inicial -como producción periodística
de un supuesto gaucho «metido a gacetero»- El Torito de los Muchachos constituye una
muestra más de ese fenómeno característico de la expresión rioplatense que es el verso
«gauchesco» de propaganda política. Por ello su presentación en nuestra época no puede
eludir un estudio preliminar en el que se consideren en sus plurales dimensiones los dos
términos de esa fórmula de tan vasta repercusión en la cultura de esta parte de América:
por una parte lo relativo a su condición de «verso gauchesco» y por otra lo atinente a su
función de «propaganda política».

Sin embargo, la revisión de la colección completa del periódico nos muestra que, con
frecuencia cada vez mayor a medida que avanzamos en ella, aparecen también en El
Torito de los Muchachos composiciones que se alejan completamente de las
características de lo «gauchesco» e incluso de lo «popular», como que son generalmente
sátiras donde se atribuyen a personas de extracción urbana -de conocida ilustración
muchas de ellas- y, en otros casos, a extranjeros, cartas, remitidos, testamentos, etc. Por
esta razón debemos distinguir, además, en el contenido de El Torito de los Muchachos,
esas piezas no gauchescas que, funcionalmente, buscaban los mismos fines que las
supuestamente escritas por gauchos: la exaltación de la causa federal «neta» y el
descrédito de todo lo que le fuera contrario.

Esta pluralidad de voces y entonaciones que advertimos en las páginas de El Torito


de los Muchachos nos obliga a reiterar aquí una aserción que hemos esbozado en otra

9
parte1 y a cuyo análisis pensamos destinar algunas páginas futuras: la génesis de la
«poesía gauchesca» está mucho más cerca del teatro que del libro. Y otra cosa aún: en sus
comienzos, los personajes «gauchos», reconocibles por su habla «campestre»,
diferenciada de la urbana, entablaban diálogos, dirigían o escuchaban «relaciones»,
enviaban cartas y postas, en resumen, compartían situaciones con otros personajes de
también diferenciada expresión lingüística: portugueses (americanos o peninsulares),
«gallegos» (es decir, españoles de cualquier región), «gringos» (o sea europeos en
general, no ibéricos), «cajetillas» urbanos, clérigos con sus latines y negros con su jerga
característica. Es que tanto era el teatro «espejo de la vida», según rezaba el lema de la
Casa de Comedias, como, a la inversa, la vida misma de los habitantes del Río de la Plata
era teatro colorido y permanente de una mezcla de razas y de culturas que no llegaría a
ser combinación sino tras haber pasado por el fuego de muchas luchas no siempre
incruentas, lamentablemente.

El carácter teatral del periodismo satírico fue admitido y confeso ya hacia 1822 por
el padre Francisco de Paula Castañeda y bien lo advierte su biógrafo Arturo Capdevila
cuando dice: «Así fue como levantó finalmente Castañeda, a la faz de Buenos Aires, el
teatro de su periodismo en llamas; verdadero teatro, según él mismo acabó por entenderlo
el día que sus periódicos llegaron a seis y lo dijo de este modo: 'Los seis periódicos
componen un poema épico, por consiguiente son periódicos de otro orden. O más bien
diré que son un poema de nueva invención, o una comedia en forma de periódicos'»2.

En la época de El Torito de los Muchachos, el periodismo de combate, tanto federal


como unitario, recogió íntegra la tradición «gauchi-zumbona» ya patente en El amor de
la estanciera3 y consagrada por Bartolomé Hidalgo en sus diálogos y relaciones, le agregó
la vehemencia política del padre Castañeda y lo adornó con la colorida presencia de
cuanto tipo humano y socio-cultural pisaba las márgenes del Plata. Así surgió esa
producción desordenada e hiriente pero plena de fuerza testimonial, de la cual El Torito
de los Muchachos es una buena muestra. Por otra parte, es oportuno recordar, como lo

1
Olga Fernández Latour de Botas, Cauces y lagunas de una investigación literaria. La graciosa
y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas
mayas de 1823, en Logos (en prensa).
2
Arturo Capdevila, El padre Castañeda. Aquel de la Santa Furia, Buenos Aires, 1948, p. 199-
200.
3
Sainete de autor anónimo, representado entre 1792 y 1793.
10
hace Raúl H. Castagnino4, que en la época del Directorio de Pueyrredón se había fundado
en Buenos Aires la Sociedad del Buen Gusto en el Teatro, entidad destinada oficialmente
a fomentar la creación dramática bajo el lema: «El teatro es instrumento de gobierno».

Dicho ya que, a nuestro parecer, la «literatura gauchesca» nació como expresión


caracterizadora de uno de los «tipos» que actuaban en esa especie de «comedia del arte»
rioplatense (cuya escena era la calle y cuyos «papeles» eran distribuidos por el periodismo
de la época), y dicho también que, en el caso de El Torito de los Muchachos, no importa
tanto en cantidad y calidad lo estilísticamente gauchesco como el carácter funcional de
elemento de propaganda política que ello tenía, no es ocioso acotar ahora una corta
referencia a los antecedentes del verso de propaganda política en la literatura popular
rioplatense anterior a 1830.

4
Raúl H. Castagnino, La época de Mayo, en Capítulo. La Historia de la Literatura Argentina,
Buenos Aires, 1967, n. 6, p. 128-129.
11
El verso de propaganda política
El chispeante género satírico que heredamos de España encontró en las tierras de
América campo propicio para un florecer nuevo, alentada su musa juguetona -y a veces
terrible- por la rivalidad pronto perceptible entre los españoles peninsulares y los
«mancebos de la tierra».

Las invasiones inglesas dieron pie, así, a la producción de composiciones en verso


de factura no popular, pero de tanta mordacidad y gracia como las posteriores que
asumieron la peculiar expresión que llamamos «gauchesca». Muestra de ellas son
las Cuartillas al Marqués de Sobremonte por su fuga al interior durante las invasiones
inglesas y el soneto cuyo primer verso reza «Señor Marqués ¿Qué dice vuecelencia?»,
glosado en octavas, que hemos publicado antes de ahora y cuyo manuscrito se conserva
en el Archivo General de la Nación5.

Producción sin duda numerosa aunque lamentablemente no rescatada sino en mínima


parte, la de poesía satírica para el consumo popular inspirada por las guerras de la
Independencia ha dejado muestras tan aisladas como significativas. Tal es la famosa glosa
en décimas al tema: «Ahí te mando, primo, el sable / No va como yo quisiera / de
Tucumán es la vaina / y de Salta la contera»6, y otra glosa morfológicamente semejante a
la antedicha, que hallamos entre los manuscritos de la Colección Gutiérrez7, sin
indicación de autor, cuyo tema se expresa en cuatro versos de corrección innegable: «De
San Martín valeroso / el coraje en la pendencia / y de nuestro Director / la conocida
prudencia», pero cuyas décimas glosadoras arden en humor criollo y oportunos, aunque
irreverentes eufemismos contra el General Osorio, aquel que «[...] en la disparada / iba
diciendo: -Oiga el diablo / y parecía retablo / con la casaca bordada».

Habituado el público de Buenos Aires y del interior a solazarse con este medio eficaz
y cautivante de la propaganda rimada, fácil es comprender que, finalizadas las luchas por
la emancipación nacional, los vaivenes políticos del país en trance de organización dieron
motivo y ocasión para asegurar la continuidad del género. Y aquí es donde empieza a

5
Archivo General de la Nación, Sala IX, Gobierno de Buenos Aires, 1753-1809, legajo 21-15.
6
Estanislao Zeballos, Cancionero popular, en Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos
Aires, 1905, t. I, p. 154. Véase, en relación con los versos de Pérez, la nota referida a esta
composición de Olga Fernández Latour, Cantares históricos de la tradición argentina, Buenos
Aires, 1961, p. 12-13.
7
Biblioteca del Senado de la Nación, Colección Gutiérrez, Manuscritos sin indicación de autor,
15-50-23.
12
adquirir trascendencia la literatura que adopta la convención «gauchesca», es decir, la que
hace hablar o cantar a gauchos en un lenguaje que intensifica las particularidades del de
su conversación común. Ésta, por una parte daba fe de la condición americana del autor,
por otra resguardaba su anonimato tras las arquetípicas figuras campesinas ya
consagradas por un embrionario proceso de tradicionalización, y por otra contrarrestaba
-con la libertad de uso de formas tanto arcaicas como nuevas, de léxico tanto rural como
urbano, orillero o foráneo8, de temas tanto vigentes como históricos a que la autorizaba,
en función de arma política, el heterogéneo patrimonio cultural del habitante de las costas
del Plata-, la mesurada y a veces francamente desabrida producción de
las élites intelectuales urbanas.

Sin embargo, fue entre esas mismas élites que se encendieron las llamas de una
literatura y especialmente de una poesía entregada de lleno al combate: tales las que
emanaban de El Argos de Buenos Aires (1820-1822), El Centinela (1822-1823), El
Espíritu de Buenos Aires (1822) y posteriormente El Duende de Buenos Aires (1826-
1827) y en particular El Tiempo (1828-1829) y El Pampero (1829), los periódicos del
grupo unitario compuesto por Juan Cruz, Jacobo, y Florencio Varela, y Manuel Bonifacio
Gallardo y Planchón sobre todo.

Entre el 19 de agosto y el 24 de octubre de 1830, fecha de la publicación de El Torito


de los Muchachos, la situación política interior y exterior daba buenos temas para el verso
de propaganda política, sobre todo si tenemos en cuenta que, pese a haber desaparecido
ya por entonces en Buenos Aires El Mártir o Libre, último periódico no
incondicionalmente gubernamental, El Corazero, en Mendoza, El Serrano y La Aurora,
en Córdoba y El Arriero Argentino, en Montevideo, todos de tendencia unitaria, no
escatimaban burlas ni invectivas contra el partido gobernante en Buenos Aires y sus
adeptos9.

8
Recuérdese, como lo hace Augusto R. Cortázar, Poesía gauchesca argentina, Buenos Aires,
1969, p. 28, que en el Cielito oriental dedicado a los portugueses invasores, Bartolomé Hidalgo
incluye 84 palabras de su idioma. Lo mismo ocurre frecuentemente en la poesía gauchesca
posterior.
9
De allí algunos de los pseudónirnos dados a los más relevantes personajes federales. Ejemplos
de ellos son: Nicolás Plata Blanca (Nicolás de Anchorena), Macuquino (Tomás Manuel de
Anchorena), Don Fodieris (Tomás Guido), Don Gazmoña (Manuel José García), el Capataz (Juan
Manuel de Rosas), Felipe Benicio Araña (Felipe Arana), Don Magnífico Emplastos (Pedro
Feliciano Sáenz de Cavia), Don Sumaca (Pedro D. Cabral). Éstos y otros han sido anotados por
Félix Weinberg, Juan Gualberto Godoy. Literatura y política. Poesía popular y poesía
13
Un momento de la historia argentina: de agosto a
octubre de 1830
Es imposible ubicar un momento histórico sin hacer referencia a los hechos que, a
veces desde mucho tiempo atrás han gravitado en la opinión de los hombres y de los
pueblos hasta desencadenar procesos incontenibles, escisiones y luchas cuya violencia
parece acumular todas las violencias sofocadas por años o por siglos.

El caso de este brevísimo lapso de la historia argentina que se centraliza en Buenos


Aires entre los meses de agosto a octubre de 1830 no constituye una excepción a dicha
regla y sería imprescindible tener cuenta detallada de todos los acontecimientos mediatos
e inmediatos que presionaban entonces a la dividida y convulsa población porteña.
Afortunadamente, una bibliografía historiográfica tan erudita como amplia se halla a
disposición del lector que desee ahondar en las circunstancias, los hechos y los personajes
que figuran en El Torito de los Muchachos.

Hemos dicho circunstancias, hechos y personajes porque en el periódico se reflejan


claramente los distintos grados de incidencia que en todo momento tenía cada uno de
estos elementos en el devenir de la sociedad donde gravitaban.
Las circunstancias constituyen el marco más general.

Por la ley del 18 de agosto de 1827 había desaparecido el Poder Ejecutivo ejercido
por un presidente y se había declarado disuelto el Congreso Nacional. La gestión de los
intereses generales pasaba así al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, restaurada
en sus instituciones. El 12 del mismo mes la ya instalada Junta de Representantes había
elegido gobernador a Manuel Dorrego, el más brillante tribuno del partido federal. «La
época es terrible», dijo Dorrego al asumir el cargo. Efectivamente, las potencias
extranjeras acosaban los territorios del Río de la Plata: Brasil, con sus pretensiones sobre
la Banda Oriental; España, con sus intentos de reinstalar aquí su monarquía; Francia e
Inglaterra, en expectante y no desinteresada actitud. En el interior, los caudillos
provinciales exigían una política sumamente hábil para mantener la paz y en Buenos Aires
el partido unitario que había apoyado la gestión de Rivadavia, no claudicaba en su intento
de volver al poder. El regreso de las tropas tras el pacto celebrado con el Brasil, por el

gauchesca, Buenos Aires, 1970. Una extensa nómina puede hallarse también en
Jorge B. Rivera, La primitiva literatura gauchesca, Buenos Aires, 1968, p. 138.
14
cual se declaraba independiente a la provincia cisplatina, fue un factor de descontento
hacia el gobierno de Dorrego, pues aparentemente quedaban así malogrados sus
esfuerzos. Aprovechando ese momento, el 1.º de diciembre de 1828 se llevó una
revolución en la que los ex-colaboradores de Rivadavia comprometieron al general Juan
Lavalle.

Lo trágico del momento fue el posterior fusilamiento del coronel Dorrego en


Navarro, el 13 de diciembre, por orden de Lavalle, según sus conocidas palabras, pero
por instigación del grupo rivadaviano, en especial de Juan Cruz Varela y de Salvador
María del Carril.

La trascendencia de ese acto, triste desde el punto de vista humano y grave desde el
institucional, fue tan grande que signó toda la acción posterior de Lavalle, quien, electo
gobernador de Buenos Aires por sus partidarios, había asumido el cargo el mismo día de
la revolución abriendo el camino para la implantación de los actos dictatoriales que a
partir de ese momento se cometieron.

Ante las insuperables dificultades que debía vencer en el orden interno y externo,
Lavalle decidió pactar con Rosas. Así se hizo en la Convención de Cañuelas y el Pacto
de Barracas, el 16 de junio y el 24 de agosto de 1829, respectivamente. En este último se
decidió nombrar gobernador provisorio al general Juan José Viamonte, quien debía reunir
una nueva Junta de Representantes con diputados elegidos por Rosas y Lavalle.

Fue un momento de suma confusión y Lavalle, abandonado y hostilizado por sus


propios partidarios, además de depositario del odio de los federales, debió emigrar a
Montevideo.

Viamonte, por indicación de Rosas, resolvió restaurar la Junta de Representantes que


había elegido gobernador a Dorrego. Y este cuerpo, bajo la presidencia de Felipe Arana,
eligió gobernador de la provincia a Juan Manuel de Rosas, confiriéndole el grado de
brigadier, el título de Restaurador de las Leyes y otorgándole las «facultades
extraordinarias» que le daban libertad de acción para hacer frente a las circunstancias,
ciertamente extraordinarias, en que se encontraba el país.

La asunción del mando por parte de Rosas fue apoteósica. Representaba al pueblo
de la campaña, puesto que aun siendo un rico hacendado, se había «hecho gaucho», según
sus palabras, y se había constituido en defensor de sus intereses. Para los habitantes de la

15
ciudad no comprometidos ideológicamente con el unitarismo, era una esperanza de orden
y lo aceptaron con alivio.

Sin embargo, en 1830 la situación no era todavía segura para Rosas. En el interior,
José María Paz había derrotado a Quiroga en La Tablada (23 de junio de 1829) y Oncativo
(25 de febrero de 1830) y logrado consolidar el movimiento unitario: las provincias de
Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, Salta, Tucumán, La Rioja, Mendoza, San Luis
y San Juan se unieron en una alianza defensiva y ofensiva denomina da Liga Unitaria o
Liga del Interior, cuyos convenios fueron firmados en la ciudad de Córdoba el 31 de
agosto de 1830.

Así las cosas, El Torito de los Muchachos no refleja en sus páginas tanto las
circunstancias del momento, que eran aún inciertas, como las del pasado, para mantener
latente en la memoria de sus lectores el recuerdo de los errores cometidos por los
unitarios, los males procedentes de España y las virtudes de Rosas, en torno de quien
incita de modo permanente a la unión.

El problema del interior era voluntariamente dejado de lado pues muy pocas veces
se menciona a Paz que, en esos momentos, se hallaba planificando su estrategia futura.
Así lo dice la cuarteta del n.º 10: «Mira que está Paz / En observación / Porque paz no
tenga / La Federación». No ocurre lo mismo en otros periódicos y hojas sueltas de Luis
Pérez, cuando ya Paz ha sido boleado y hecho prisionero, es decir, cuando se ve
disminuido el peligro. A pesar de que Facundo Quiroga fue recibido con calidez en
Buenos Aires por orden del gobernador, el 11 de marzo de 1830, el periódico no lo
menciona ni elogia en especial. Parece evidente que la adhesión de Pérez estaba
exclusivamente dedicada a Juan Manuel de Rosas, entre los vivos, y a Manuel Dorrego,
entre los muertos.

¿Cuáles son los hechos a que se hace referencia en El Torito? En homenaje a la


brevedad, podemos enumerar los más importantes: la revolución del 1.º de diciembre, los
fusilamientos de Dorrego y del sargento mayor Mesa, los antecedentes del tiempo de
Lavalle en cuanto a confinamiento de prisioneros en los buques de guerra, la intervención
del cónsul francés en lo referente al batallón de los Amigos del Orden, lo cual guarda
relación con la actitud del comandante de la Estación Naval Francesa en el Río de la Plata,
vizconde de Venancourt, y su acción contra buques leales al gobierno de Lavalle, etc.,
entre los del pasado. Entre los hechos «del día» se encuentran los confinamientos de
personajes unitarios en el pontón Cacique, el exilio de otros, las contiendas periodísticas
16
con publicaciones unitarias del interior y exterior y con otras federales de Buenos Aires,
la sátira permanente referida a la manera de vestir, peinarse, actuar, hablar y bailar de los
unitarios, la cuestión de los moños y divisas, el episodio del secuestro de la goleta Sarandí
por parte de Leonardo Rosales en la noche del 15 al 16 de setiembre de 1830, y otros.

Lo más complejo ha sido tal vez la individualización de los personajes a los cuales
se refiere el periódico mediante apodos, ya que, lo que para el público de entonces sería
cosa familiar, para nosotros constituye en muchos casos un verdadero enigma. Pese a ello
y con el aporte de referencias de otros periódicos y documentos hemos podido identificar
algunos10.

10
El Blanco y Rubio (Juan Manuel de Rosas); El Boticario Asesino, El Boticario
Fanfarrón (Piedracueva); El Célebre Comilón (José Miguel Díaz Vélez);El Diablo Rosado (Luis
Laserre); Don Julián (Julián Segundo de Agüero); Escuerzo del Diluvio (Bernardino
Rivadavia); La Gran Bestia (Martín Rodríguez);Coronel cuyo nombre es consonante de
«facha» (Mariano Acha); Padre del Coronel cuyo nombre es consonante de «facha» (Nicolás
Antonio de Acha); Un poeta y sus hermanos (Juan Cruz, Jacobo y Florencio Varela); Zadi-
Turpin (Antonio Díaz); El Libertador, El más famoso asesino (Juan Lavalle); Escribano, pero no
de oficio (Bernardino Escribano); Que se llevó la moneda / y que nos dejó el papel (Salvador
María del Carril).
17
Periodismo, periódicos e imprentas de la época
Como ya se ha dicho, el periodismo constituía una de las armas más poderosas con
que los jefes de partidos contaban en la lucha ideológica que signa este momento de la
historia argentina.

Sus características básicas, desde el punto de vista legal, están estipuladas en el


viejo Reglamento propuesto por el deán Gregorio Funes el 22 de abril de 1811 y aprobado
por la Junta. Allí se defendía la libertad de prensa, se abolían los juzgados de imprenta y
la censura de las obras políticas (artículo 2), mientras que sólo persistía la censura
eclesiástica (artículo 6). La anonimia característica de la mayor parte de estos escritos
estaba avalada por el cumplimiento parcial del párrafo que indica que «los autores no
están obligados a poner sus nombres en los escritos que publiquen, aunque no por eso
dejan de estar sujetos a la misma responsabilidad. Por tanto deberá constar el impresor,
quién sea el autor o editor de la obra, pues de lo contrario sufrirá la pena que se impondría
al autor o editor si fuesen conocidos» (artículo 7). Asimismo se determinaba que debía
constar en todo impreso el lugar y el nombre de la imprenta. Muchas veces se consignaba
también la dirección de la misma.

Esta cuestión de la anonimia de los papeles públicos (periódicos, folletos, hojas


sueltas, etc.) no sólo trajo el inconveniente de convertirlos en enigmas para estudiosos,
sino también el de suscitar sonadas querellas entre los interesados y quienes se sintieran
tocados por sus escritos11.

El Reglamento de 1811 tuvo larga vigencia. Constituyó la base del decreto sobre
«libertad de imprenta» dado por los triunviros Paso, Sarratea y Chiclana el 26 de octubre
de ese mismo año, fue mantenido por la Asamblea de 1813, por los Estatutos
Provisionales y por los Congresos de 1816 y 1819, y fue sostenido por Rivadavia en sus
principios fundamentales aun cuando durante su ministerio, con motivo de un artículo
de El Argos, considerado ofensivo contra su persona por el gobernador de Córdoba, Juan

11
El Blanco y Rubio (Juan Manuel de Rosas); El Boticario Asesino, El Boticario
Fanfarrón (Piedracueva); El Célebre Comilón (José Miguel Díaz Vélez);El Diablo Rosado (Luis
Laserre); Don Julián (Julián Segundo de Agüero); Escuerzo del Diluvio (Bernardino
Rivadavia); La Gran Bestia (Martín Rodríguez);Coronel cuyo nombre es consonante de
«facha» (Mariano Acha); Padre del Coronel cuyo nombre es consonante de «facha» (Nicolás
Antonio de Acha); Un poeta y sus hermanos (Juan Cruz, Jacobo y Florencio Varela); Zadi-
Turpin (Antonio Díaz); El Libertador, El más famoso asesino (Juan Lavalle); Escribano, pero no
de oficio (Bernardino Escribano); Que se llevó la moneda / y que nos dejó el papel (Salvador
María del Carril).
18
Bautista Bustos, se acordó, por primera vez, que el ministro mandaría en proyecto de ley
a la Honorable Junta de Representantes la formación de un código completo de imprenta
«que no sólo fuese un ensayo protectorio como el que por el momento rige, sino que
también fuese extensivo a las leyes penales que se echan de menos en él». Efectivamente,
el 25 de setiembre de 1822 la Junta de Representantes dio un decreto en el cual se fijaron
normas para deducir acción contra cualquier abuso cometido por la prensa.

¿Qué había pasado entonces para que se intentara poner coto a esa desenfrenada
libertad de expresión que parecían sostener las palabras de Manuel Belgrano cuando
expresó que sólo temían a la prensa libre «los déspotas, los tontos o los tímidos»?

Es que por esos años se había desatado una verdadera «guerra de papeles», con más
de veinte periódicos a favor del gobierno y otros tantos en contra, entre ellos las terribles
producciones del padre Castañeda.

La buscada «prensa libre», defensora de los ideales americanos de la emancipación


que quisieron los primeros gobiernos patrios, vio crecer a su lado, en pocos años, un
retoño punzante, de fuerte sabor regional, lo que podemos llamar la «prensa de
barricada», una prensa satírica que fue utilizada por unitarios y federales como poderoso
elemento de propaganda. Lo patriótico afloraba en ella toda vez que la Nación se veía
amenazada por enemigos extranjeros, como en el caso de la guerra con el Brasil, pero su
campo de acción más permanente se situaba en las luchas internas entre unitarios y
federales, los dos grandes partidos dominantes en la época.

El coronel Dorrego, editor de El Tribuno, uno de los periódicos «serios» más


violentamente opositores a la gestión del presidente Rivadavia, admitía claramente la
positiva acción debilitadora de la opinión pública que tales formas de periodismo podían
ejercer. Y por ello, electo gobernador de Buenos Aires, al ver arreciar contra su gobierno
la guerra periodística -que sistemáticamente encabezaban El Tiempo, de Juan Cruz
Varela, Florencio Varela y Manuel Bonifacio Gallardo, y la nutrida familia de El Diablo
Rosado, todos del francés Luis Laserre-, en el deseo de «mantener el orden», según
expresa, dicta el 8 de mayo de 1828 la ley sobre libertad de imprenta, donde reglamenta
la de octubre de 1822. Allí, entre otros conceptos, se declara que «son abusivos de la
libertad de imprenta los impresos que exciten a sedición o a transformar el orden público,
a desobedecer las leyes o las autoridades del país, los que aparezcan obcenos, extraños a
la moral u ofensivos del decoro y de la decencia pública, los que ofendan con sátiras e
invectivas el honor y reputación de algún individuo o ridiculicen su persona o publiquen
19
defectos de su vida privada, designándole por su nombre y apellido o por señales que
induzcan a determinarlo, aun cuando el editor ofrezca probar dichos defectos» (artículo
1). El artículo 2 establecía que no estaban comprendidos en el artículo anterior los
impresos que sólo se dirigieran «a denunciar o censurar actos u omisiones de los
funcionarios públicos en el desempeño de sus funciones».

Las penas aplicables a los infractores a dicha ley iban desde quinientos a dos mil
pesos de multa, prohibición de escribir durante cuatro meses y confinamiento desde
cuatro meses a un año en un lugar de la campaña.

Semejante severidad no sólo debería silenciar los excesos de los periodistas unitarios
sino también de los federales que con Causa célebre de Buenos Aires, de Ramón
Anchoris, La Espada Argentina, de José María Márquez, y otros periódicos, equilibraba
en su osadía la balanza de esta fogosa contienda entre papeles.

Rosas se sirvió tempranamente de la prensa como factor de su acción


propagandística. Tal vez la primera muestra de esto la tenemos en su carta a Estanislao
López escrita en la estancia de Rodríguez el 19 de diciembre de 1828, tras el fusilamiento
de Dorrego, en cuyo párrafo final dice: «Es conveniente que las prensas no se ocupen en
el día de otra cosa que de este suceso, y que manden fuerza de ejemplares de lo que se
trabaja para que corran en la campaña [...]. Esto no olvide usted, pues es una de las cosas
que más conviene».

Ya en el poder, no ocultó su actitud acerca de la prensa opositora a Dorrego y el 24


de diciembre de 1829 la Junta de Representantes resolvió mandar hacer una demostración
pública contra los periódicos dados a luz desde el 1.º de diciembre de 1828 hasta el 24 de
junio de 1829. En su parte dispositiva se declaraban «libelos infamatorios y ofensivos de
la moral y decencia pública todos los papeles dados a luz por las imprentas de esta ciudad,
desde el 1.º de diciembre de 1828 hasta la convención del 25 de junio último, que
contengan expresiones infamantes o en algún modo injuriosas a las personas del finado
gobernador de la provincia, coronel don Juan Manuel Dorrego, del comandante general
de la campaña, coronel don Juan Manuel de Rosas, de los gobernadores de las provincias,
de los beneméritos patriotas que han servido a la causa del orden, a los ministros de las
naciones amigas, residentes en ésta, o de cualquier otro ciudadano o habitante de la
provincia».

20
Constituido el organismo clasificador, los papeles considerados culpables, entre los
que se encontraban algunos ejemplares de La Gaceta Mercantil, fueron quemados
públicamente, el 16 de abril, en el portal de la Cámara de Justicia.

Así las cosas, en la segunda mitad de 1830 no se publicaba en Buenos Aires ningún
periódico opositor al gobierno, lo que halla su explicación en las circunstancias de
excepción que vivía el país.

Fue entonces cuando, según lo recuerda Avelina Ibáñez12, aparecieron, en los


números 1650, 1653 y 1657 de La Gaceta Mercantil, tres Diálogos de los muertos, de
Pedro de Angelis, donde se satirizaba a los periódicos que fueron surgiendo y muriendo
en el turbulento período de 1826 a 1829.

Naturalmente tiene importancia, en relación con el periodismo de la época, el


conocimiento de las imprentas y aun, en lo posible, del nombre de los impresores puesto
que ellos debían incluso, como se ha visto, afrontar la responsabilidad de los «juicios de
imprenta» en caso de no darse a conocer el nombre del autor o editor del impreso
sancionado.

Ricardo Piccirilli apunta que «en 1833 había cinco imprentas en Buenos Aires: la del
Estado, administrada por Pedro de Angelis, a cuyo cargo corría también la de la
Independencia, la de La Gaceta Mercantil de los señores Hallet y Cía., la Argentina, a
cargo de Pedro Ponce, la del Comercio de los señores Chapman y Cía., y la Litografía de
Bacle a cargo de José Álvarez por haber tenido que salir del país su dueño. Al año
siguiente se agregaron otras imprentas, como la Republicana, la de La Libertad y de
Compilación, que era de D. José María Arzac, y la de los Dos Amigos. Además de la
Litografía de Álvarez (Bacle) había otra, la Litografía Argentina. En 1833 y 1855 son
múltiples las imprentas que aparecen y a poco desaparecen, aunque las mencionadas
siguen subsistiendo, casi todas ellas. En el postrero de esos años había diez imprentas y
dos litografías»13. Entre las primeras cita luego a la Republicana, de Saturnino Martínez.

Pese a esta referencia, es indudable que la existencia de la Imprenta Republicana en


Buenos Aires no data de 1834 puesto que en ella se publican papeles anteriores a esa

12
Avelina Ibáñez, Unitarios y federales en la literatura argentina, Buenos Aires, 1933, p. 278.
13
Ricardo Piccirilli; Francisco L. Romay; Leoncio Gianello, Diccionario histórico argentino,
Buenos Aires, 1953, t. III, p. 454.
21
fecha como El Clasificador o el Nuevo Tribuno, El Torito de los Muchachos, La
Argentina, etc.

En esa Imprenta Republicana, sita en la calle de Suipacha 19, se imprimía, pues, el


periódico que nos ocupa: El Torito de los Muchachos.

Según datos de Óscar Beltrán, en 1830 circulaban en Buenos Aires diversos


periódicos, trece de los cuales nacieron ese año. La lista, confeccionada con el aporte de
los mayores historiadores del periodismo rioplatense14, es la siguiente: La Aljaba (1830-
1831), La Argentina15 (1830-1831), The British Packet(1828-1849), El Clasificador o El
Nuevo Tribuno (1830-1832), La Gaceta de los Enfermos, citado por Beltrán sin datos, La
Gaceta Mercantil (1823-1852), El Gaucho (1830), El Lucero (1829-1833), El Mártir o
Libre (1830), El Mercurio Bonaerense, citado por Beltrán sin datos, El Torito de los
Muchachos (1830), La Aurora Nacional (1830), El Arriero Argentino (1830), El
Corazero16 (1830-1831), El Serrano (1830).

Además de estos periódicos, gran cantidad de hojas sueltas con los mismos temas y
personajes que aquéllos, eran pasto espiritual del pueblo y, aunque en muchos casos
mayor era el veneno que el alimento, es indudable que todas esas manifestaciones
contribuyeron a afianzar expresiones lingüísticas sumamente dinámicas al llevar al papel
el habla coloquial de grupos socio-culturales cuya forma habitual de comunicación era la
oralidad.

14
Óscar R. Beltrán, Historia del periodismo argentino, Buenos Aires, 1943. Véase
también: C. Galván Moreno, El periodismo argentino, Buenos Aires, 1944;
Enrique A. Peña, Estudio de los periódicos y revistas existentes en la Biblioteca «Enrique Peña»,
Buenos Aires, 1935; Antonio Zinny, Efemeridografía argirometropolitana, Buenos Aires, 1869.
15
Se advirtió que iba a ser redactado por mujeres. En el número inicial expresa que en ese
momento se publicaban en Buenos Aires cinco periódicos: «El Lucero es considerado
ministerial. La Gaceta es un recipiente universal. El Tribuno es muy patriota y muy valiente. El
Gaucho y el Torito, siempre en broma, suelen dar algunos malos tratos, pero divierten».
Enrique A. Peña, op. cit., p. 46.
16
Muy importante, a título comparativo, para la comprensión de hechos y circunstancias que,
desde otro ángulo político, se mencionan en El Torito de los Muchachos, es el estudio realizado
sobre El Corazero por Félix Weinberg, op. cit., p. 119-134.
22
El Torito de los Muchachos: una rareza hemerográfica
Cuando apareció El Torito de los Muchachos, en ese ambiente de Buenos Aires de
1830, su nacimiento fue anunciado, según costumbre de la época, por medio de un aviso
publicado, en este caso, el 17 de agosto de dicho año en el número 19 de El Clasificador,
el cual decía: «El Torito de los Muchachos, periódico nuevo escrito por un aparcero de
Contreras, mozo amargo del pago de la Magdalena. El primer número saldrá el jueves
próximo de la Imprenta Republicana, y continuará los jueves y domingos. En la misma
imprenta y en el despacho de papel sellado se reciben suscripciones a dos pesos
mensuales. En los mismos parajes se encontrará en venta».

El Torito de los Muchachos, publicado in folio, llevaba como epígrafe permanente


la frase: «Para decir que viene el Toro no hay que dar esos empujones», de expresión más
acorde con su estilo que la frase adoptada con los mismos fines por El Gaucho: «Cada
uno para sí y Dios para todos», simple traducción del adagio francés: «Chacun pour soi
et Dieu pour tous».

Los números del 1 al 5 tienen una viñeta que representa un laúd y una trompeta
cruzados, en el centro un papel pentagramado con notas musicales escritas, todo ello
orlado por una guirnalda de flores. Pero a partir del número 6, dicha viñeta convencional
es sustituida por la figura de un toro en actitud de embestir.

La colección completa consta de veinte números aparecidos, según lo anunciado, los


jueves y domingos a partir del jueves 19 de agosto y hasta el domingo 24 de octubre de
1830. Está escrito íntegramente en verso, con la sola excepción de los Avisos que, a
semejanza de los acostumbrados en los periódicos formales de la época, pero con
intención satírica, se insertan en algunos de sus números. Su precio de suscripción, como
quedó señalado, era de dos pesos mensuales y el del número suelto de dos reales.

Tras la aparición de su vigésimo número, El Torito de los Muchachos dejó de existir.


Por intermedio de El Lucero, el editor hizo saber que suspendía sus trabajos «dando
gracias a los federales por la aceptación que le han dispensado, ofreciendo emplear su
débil pluma en sostén de la justa causa que defienden cuando se le proporciona ocasión».

Aparentemente, luego de la desaparición de El Torito de los Muchachos alguien trató


de usurpar su título, pues, según lo indica Peña17, en el número 324 de El Lucero del 16

17
Enrique A. Peña, op. cit., p. 497.
23
de noviembre de 1830 se inserta un Comunicado con el siguiente texto: «Señor Editor del
Lucero. Ha llegado a mis noticias que un impostor pretende dar un periódico bajo el título
de Torito de los Muchachos. Como yo he sido el autor del papel que aquí se ha publicado
bajo el mismo nombre, protesto perseguir ante la ley a cualquiera que tuviese la osadía
de apropiarse lo que exclusivamente me pertenece. Para este caso ofrezco poner de
manifiesto comprobantes inequívocos de mi aserto; y descubrir los manejos rastreros de
cierto individuo, que se ha apropiado de mi trabajo para titularse editor, cuando no era
sino conductor de las piezas que publicaba el que ahora ofrece al público El Toro de
Once».

El Toro de Once seguirá, por otra parte, esgrimiendo su condición de padre del
desaparecido Torito y así en El Clasificador18 pueden leerse diez estrofas donde se insiste
en el parentesco entre éste y El Torito de los Muchachos. Son las que comienzan:
«Mañana saldrá / del rodeo de Ponce / un nuevo campeón / que es el Toro de Once. /
Téngase entendido / que este animalito / es un Toro viejo / padre del Torito».

En El Lucero19 se publicó además la siguiente noticia: «Ayer se distribuyó el n.º 1


de un nuevo periódico titulado El Toro de Once. Según vemos en el prospecto, es el padre
del finado Torito de los Muchachos y será por esta razón que corneará con más vigor y
destreza». Y decía de Angelis en el final con aguda visión premonitoria: «Dios nos libre
de ser embestidos por animales tan bravos».

Si El Torito quiso reanudar sus embestidas a través de El Toro de Once,


los Muchachos también desearon adquirir vida propia, pues salieron a la palestra
periodística el 25 de junio de 1833 en un nuevo periódico que llevaba ese título, Los
Muchachos, el cual según El Látigo Republicano, era redactado en forma conjunta por el
autor del viejo El Torito de los Muchachos y por el napolitano Pedro de Angelis,
presuntamente.

Tal vez en memoria de los desaparecidos «Toritos» de los años 30, apareció aún en
Buenos Aires, el 3 de mayo de 1852 El Torito Colorado20, que dejó de publicarse el 23
de junio del mismo año. Recuérdese que en el n.º 5 de El Torito de los Muchachos,
cuando se presenta por primera vez la figura de un toro, que aún no reemplaza a la viñeta,

18
El Clasificador, Buenos Aires, 6-XI-1830.
19
El Lucero, Buenos Aires, 8-XI-1830.
20
Su redactor era el español Manuel Toro y Parejas, pero figuraba como editor responsable
Pánfilo Babilonia (seudónimo). El lema del periódico era «¡Viva la Confederación Argentina!».
24
se comienza con la siguiente estrofa: «¿No querían conocer / El Torito Colorado? / Pues
vele hay en el prospecto / ya lo tienen imprentao».

Independientemente de su connotación política, la figura del Torito ha seguido


siendo uno de los símbolos de la bravura orillera de Buenos Aires y acaso por eso
Bartolomé Mitre, ya octogenario, escribió la letra de un tango así titulado, El Torito21.

El Torito de los Muchachos constituye hoy una rareza hemerográfica. Se encuentran


referencias a él en todas las obras históricas sobre periodismo argentino ya citadas y en
otras donde se ha considerado especialmente la obra y la personalidad del autor a quien
unánimemente se atribuye.

21
Según José María Taggino, Un ilustre letrista de tango, en La Prensa, Buenos Aires, 6-I-
1978, El Torito llevaba música de Pedro J. Rius y fue grabado en Alemania a comienzos de este
siglo por el sello Chantecler por la orquesta de Manuel García. La letra comienza así: «Aquí tienen
el Torito / el criollo más compadrito / que ha pisao la población / donde quiera me hago ver /
cuando llega la ocasión. / Pa la danza soy ladino / y en cualquier baile argentino / donde yo me
he presentao, / al mozo más bailarín / he dejado abochornado. / Cuando hago una sentadita / de
aquellas que yo sé hacer / es el disloque, señores / pues me tengo mucha fe». Podemos agregar a
lo dicho que en la biblioteca criolla que perteneciera a Roberto Lehmann-Nitsche, que se conserva
en el Instituto Iberoamericano de Berlín, figura un folleto de Luis Galván, impreso por la casa
editora de Andrés Pérez, titulado Nuevas y variadas décimas versadas para cantar con guitarra.
Con el popular tango El Torito, Buenos Aires, 1915. Véase: Olga Fernández Latour de
Botas, Poesía popular impresa de la colección Lehmann Nitsche, III, en Cuadernos del Instituto
Nacional de Antropología, Buenos Aires, 1968-71, n. 7, p. 296-297.
25
Luis Pérez y Juancho Barriales. El autor y sus máscaras
¿Quién fue el autor de El Torito de los Muchachos? Si nos atenemos a las referencias
de sus textos diremos que fue Juancho Barriales, mozo amargo del pago de la Magdalena
y aparcero de Contreras, es decir, de Pancho Lugares Contreras, El Gaucho, autor y
protagonista del periódico homónimo a quien se debe la curiosa biografía de Rosas escrita
en versos aptos para cantar.

Si hemos de atender a las evidencias surgidas de las dispersas declaraciones y cartas,


ofensivas y defensivas, aparecidas en los periódicos porteños desde 1830 hasta 1844 por
lo menos, y a las referencias dadas por todos los estudiosos del periodismo local, su autor
real es Luis Pérez. Luis Pérez, así, a secas, sin otro nombre o apellido para facilitar su
filiación.

Pese a que se hallan referencias a Pérez en numerosas obras sobre hemerografía y


literatura, su biografía detallada no fue dada a conocer hasta que Ricardo Rodríguez
Molas primero y Luis Soler Cañas después la enfocaron abiertamente en sus respectivos
trabajos22. No cabe reproducir aquí sus extensos estudios donde abundan las
transcripciones de periódicos de la época y sabrosas pesquisas acerca de las actividades
de Luis Pérez tras haberse eclipsado su musa periodística, pero tampoco puede eludirse
la referencia biográfica con algunos datos básicos para su ubicación.

No existen testimonios sobre la fecha de nacimiento de Luis Pérez. Antonio


Zinny23 y también José María Ramos Mejía, siguiéndolo, dicen que era natural de Buenos
Aires, pero Rodríguez Molas sostiene que «vio la luz en Tucumán». Se basa en una
manifestación realizada por el propio Pérez publicada en El Clasificador el 10 de enero
de 1831, donde, a raíz de haber sido acusado de «español» por dos individuos -O.
Apolinario y el Juez de Paz de San Nicolás, I. Pablo Hernández- se defiende diciendo:
«No dudo que dirán quién soy, y cuál es mi país, particularmente el primero que fue
condiscípulo mío en Tucumán». La frase es realmente algo vaga y sólo asevera que Pérez
estudió en aquella provincia y que Apolinario podía conocerlo de allí, pero creemos muy
posible que con ella haya querido establecer también el lugar de su nacimiento.

22
Ricardo Rodríguez Molas, Luis Pérez y la biografía de Rosas escrita en verso en 1830,
en Historia, Buenos Aires, 1956, n. 6, p. 99-137. Luis Soler Cañas, Negros, gauchos y compadres
en el cancionero de la federación, Buenos Aires, 1958.
23
Antonio Zinny, op. cit., p. 306.
26
Los datos que poseemos acerca de su vida proceden en general de sus propias
declaraciones y defensas y se hallan casi todos en las páginas de El Gaucho Restaurador,
el último de sus periódicos cíclicos, nacido y desaparecido en el año 1833.

Según ellos fue uno de los patriotas que ocuparon la plaza de la Victoria el 25 de
mayo de 1810. Cooperó en la formación de la primera compañía de cívicos de honor que
se presentó el 1.º de febrero de 1811, compañía a la cual perteneció desde su creación,
uniformado a su costa, como todos los de su clase. Anteriormente había tomado parte, al
parecer, en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas y después de la
revolución emancipadora fue subteniente del batallón n.º 2 del Ejército del Perú.

Abrazó ardientemente la causa de la Federación y a partir de 1830 comenzó a


publicar sus periódicos satírico-políticos. Es posible, sin embargo, que antes de esa fecha
haya incursionado en el verso «gauchesco» y nos atrevemos a decir que no sería
arriesgado señalarlo como uno de los probables autores de la Graciosa y divertida
conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas
mayas de 182324 y de la Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor
Ramón Contreras en la que el primero detalla las batallas de Lima y Alto Perú, como
asimismo las de la Banda Oriental, habiendo estado cerca de ambos gobiernos en el
carácter de comisionado y ahora acaba de llegar de chasque del Sarandí 25, publicados
por la Imprenta de Expósitos y del Estado, respectivamente.

En apariencia, su actividad no se concretaba a escribir, editar y vender sus periódicos,


sino que también frecuentaba los ambientes de las orillas y allí, posiblemente, sus cielitos
se hicieron canto en las guitarras y sus diálogos se enriquecieron con el decir de los
hombres del pueblo.

Según Zinny26, «la casa de Pérez fue en 1833 el punto de reunión donde se preparó
la revolución de los Restauradores, el 11 de octubre. Tenía pagados cuatro correos que
circulaban por la campaña sus periódicos, los que contribuyeron no poco en los progresos
de la causa, especialmente en San Nicolás de los Arroyos, por medio del coronel don
Agustín Rabelo y teniente coronel don Facundo Borda».

24
Olga Fernández Latour de Botas, Una pieza olvidada de la primitiva poesía gauchesca, en La
Nación, Buenos Aires, 2-VI-1968.
25
Félix Weinberg, Un primitivo poeta gauchesco, en La Nación, Buenos Aires, 21-VII-1968.
26
Antonio Zinny, op. cit., p. 306.
27
Su existencia fue azarosa. Luchó a brazo partido contra los unitarios y contra los
federales. Su única sujeción fue la que tributaba a Juan Manuel de Rosas. Pese a ello,
durante el gobierno del Restaurador de las Leyes fue encarcelado dos veces: una en 1831
a raíz de un artículo publicado en El Toro de Once, situación en que fue socorrido con
dinero por medio de una suscripción en la que figuraron las personalidades más notables
del periodismo de la época y del Partido Federal y de la que fue liberado gracias a la
intervención personal de Rosas; y otra en 1834, en que sostuvo una violenta polémica con
Pedro de Angelis, entonces editor de El Monitor, y se presentó luego ante la justicia para
acusar al ministro Manuel José García de haberlo agraviado. En este último caso se trata
de lo ocurrido en la sesión de la Sala de Representantes del 17 de marzo de 1834, en que
el ministro García «descendió a manifestar» que acababa de aparecer un periódico
sedicioso que el gobierno temía, no por lo que era, sino por las consecuencias que traía
necesariamente aparejadas. Se refería a El Gaucho Restaurador de Luis Pérez, y en la
misma sesión de la Junta presentó un proyecto de «artículos adicionales a la ley del 8 de
mayo de 1828 que rige provisionalmente la libertad de imprenta, hasta la sanción de la
ley permanente». Allí se impedía utilizar la sátira referida a los ciudadanos y autoridades
por considerarla «chabacana», es decir, se silenciaba la manera espontánea de expresión
de este singular periodista que era Luis Pérez.

Los artículos aparecidos en La Gaceta Mercantil acerca de esta querella, durante


varios días a partir del 19 de marzo, son interesantísimos. Pérez -no cabe duda de que de
él se trata- firma dos de ellos Un gaucho y anuncia que va «a escribir una Petipieza
(porque también los gauchos entendemos de Petipiezas) titulada No la hagas y no la
temas, y el que no tiene cola de paja no teme que se le queme»27. Hay también una carta
al editor de La Gaceta firmada por Agustín Garrigós, quien, tras señalar que no tiene nada
que ver con El Gaucho Restaurador, defiende la libertad de expresión y el libre uso de la
sátira: «El que tenga la habilidad para hacer uso de la sátira hará bien en emplearla,
siempre que respete la decencia y la ley del país».

Con todo Pérez debió abandonar su sátira y su último periódico. El n.º 7 de El


Gaucho Restaurador es sólo una hoja titulada Despedida del Editor del Gaucho
Restaurador, Buenos Aires, jueves 3 de abril de 183428.

27
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 20 y 22-III-1830.
28
La hoja, de 343 x 255 mm., comienza expresando: «El Editor del Gaucho Restaurador se ve
precisado a suspender sus tareas como escritor público; tiene que ausentarse de esta ciudad a la
28
Según datos aportados por Rodríguez Molas, el 21 de abril Luis Pérez había vuelto
a visitar las celdas de la prisión de Buenos Aires. A partir de esa fecha, los datos que
poseemos sobre Pérez fueron hallados por Soler Cañas en periódicos de 1843 a 1844.
Según ellos un Luis Pérez -que cree el mismo objeto de su estudio- se había establecido
en 1843 con un negocio cuya naturaleza exacta no resulta clara, aunque por el texto de
los avisos que toma El Diario de la Tarde, parece ser que por lo menos se dedicaba a la
venta de impresos. Posiblemente fue también autor de un folleto titulado Clamor
Argentino [...] firmado por Un Federal.

Tiempo después, Luis Pérez aparece al frente de un denominado Escritorio


Mercantil, cuyas mudanzas registran los avisos hasta que por fin se instala en «un local
cómodo y aparente; tal es la casa n.º 41 calle de la Catedral, altos del Sr. Escalada, situada
en la misma cuadra de la casa de Moneda última escalera antes de llegar a la esquina que
hace frente al café de la Armonía, conocido por el de Catalanes. Allí se lo encontrará a
toda hora del día hasta las 9 de la noche y en su defecto una persona encargada de recibir
órdenes».

Luis Pérez fue, en general, muy maltratado por sus contemporáneos, no tanto por sus
opositores políticos, en quienes no hemos hallado hasta ahora referencias directas a él,
como, lo que es curioso, por sus mismos correligionarios. Cavia, de Angelis, el comisario
Larrea, el ministro García, no tienen reparos en expresarse respecto de él con
desconsideración o con franco desprecio. «Este infeliz hombre», lo llama Larrea, y motiva
esta notable respuesta de Pérez: «la infelicidad que sólo proviene de disfavor de la fortuna

Guardia del Monte a diligencias propias por el período de un mes, y esta circunstancia le impide
el seguir la serie de sus trabajos. Sin embargo, en el corto tiempo que ha escrito tiene la
satisfacción de no haber cedido sino a las impresiones de la verdad y a los estímulos de la justicia:
su marcha ha sido franca y justa. Le han atacado con virulencia; y se ha defendido con calor
porque así debía hacerlo para poner en claro su honradez y patriotismo, independientemente de
las razones que ha aducido en favor de la noble causa que ha sostenido». Continúa luego en
primera persona expresando: «Me habrán clasificado de exaltado o anarquista o demasiado
entusiasta por fantasmas de un día». Y recuerda épocas pasadas en las que, expresa, «expuse mi
vida y comprometí la tranquilidad de mi familia y de mis amigos en defensa de la causa más justa;
sin que el olvido de mis servicios haya importado para mí más que un acto indigno aun de mi más
profundo desprecio...». Por fin amenaza a sus enemigos con la aparición «como por encanto»
de El Hermano del Gaucho Restaurador, El Restaurador de la Guardia del Monte y El
Restaurador Neto, lo que probaría hasta la evidencia que la causa que sostiene tiene poderosos
defensores y que está formada una «opinión indomable, poderosa, irresistible». Finalmente
exclama: «¡Desgraciados una y mil veces los que quieran arrostrarla!... ¡Se perderán para
siempre!... ¡Caerán para no levantarse!».

29
nunca fue un crimen»29. Orador de taberna, hombre perverso, hombre malvado, hombre
nacido para la ruina y perdición del país, hombre miserable, vulgar y coplero, le llamó el
ministro Manuel J. García, según Antonio Zinny, quien acota: «Parece que Pérez fue
incitado por Rosas a dirigir sus ataques al ministro García, a quien siempre odió éste,
hasta el punto de vejarle haciéndole cargar un fusil a una muy avanzada edad, cuya
circunstancia abrevió sus días»30.

Pese a todo ello, es indudable que Pérez no era ni iletrado ni necio. Era, sí, incisivo
y peligroso para todo aquel que no fuera Rosas mismo. Respecto de este último fue, en
cambio, consecuente. Posesionado de las intenciones del Restaurador, parecía ver por sus
ojos, oír por sus oídos, decir por su boca; por ello en sus versos se prefiguran muchas
veces resoluciones que sólo tiempo después fueron hechas públicas por el gobierno.

No nos parece, sin embargo, que Pérez buscara primordialmente, con su actitud,
recompensa económica. Así, por ejemplo, cuando el 22 de febrero de 1834 el general
Mansilla, a la sazón Jefe de Policía, lo nombró veedor de calles y caminos, con un sueldo
de 150 pesos mensuales, con miras a que hiciera cumplir luego en ese aspecto el
Reglamento de Policía que se publicaría en marzo del mismo año, y Pérez no lo acepta
porque lo consideraba poco «por los servicios prestados a la causa federal», no parece
haber tras esa negativa tanto de interés pecuniario como de resentimiento afectivo.

La posteridad le brinda ahora, con juicio que el tiempo ha serenado, un homenaje


que él no esperaba ni deseaba, seguramente, pues, aplacada la circunstancial contienda
política, queda Luis Pérez junto a sus opositores, Juan Gualberto Godoy e Hilario
Ascasubi, como un autor insoslayable en los estudios de la expresión literaria rioplatense
de la primera mitad del siglo XIX.

Si el padre Castañeda fue capaz de crear innumerables fantasmas que hablaran por
él, Luis Pérez, como más tarde Ascasubi, no se quedó a la zaga en ese aspecto. Pancho
Lugares Contreras (llamado a veces Contreras solamente), Juana Contreras, Pedro
Lugares, Chano, Panta el nutriero, Chanonga, Sor. Chuta Gestos, Antuco Gramajo,
Ticucha, Don Cunino, Don Alifonso, Jacinto Lugares, Chingolo, Juancho Barriales,
Lucho Olivares, entre los blancos, Catalina, el tío Juan, Franchico, Juana y Pedro José,

29
Óscar R. Beltrán, op. cit., p. 191.
30
Antonio Zinny, op. cit., p. 306-307.
30
Juana Peña, entre los negros, son algunas de las máscaras usadas por Pérez en su teatro
periodístico31.

La mención de Juancho Barriales, el supuesto autor de El Torito de los Muchachos,


domador «metido a escribinista», presenta un interés especial por haber terminado su
trayectoria literaria en este periódico y haber vuelto a surgir, años después, en versos que
han motivado ya páginas a importantes investigadores de la poesía gauchesca.

Efectivamente, el Juan Barriales que firmaba en 1859 Un cielito ateruterado dirigido


a Aniceto el Gallipavo y El cielito de la luz dedicado al Ejército que va a invadir Güenos
Aires, ambas composiciones publicadas en el diario El Uruguay, de Concepción del
Uruguay, ha dado pie a diversas hipótesis en cuanto a qué persona se escondía bajo esa
máscara dejada por Luis Pérez casi treinta años atrás. El primer cielito era una réplica
al Cielito del terutero de Aniceto el Gallo, publicado por Hilario Ascasubi el 11 de abril
de ese año en El Nacional, que comenzaba: «Con que el tremendo Don Justo / ha dao
término a la tregua / y por fin montao en yegua / viene a matarnos de un susto?». Con
referencia a esta composición, y después de otras consideraciones, expresa Aniceto:
«Después, a la cuenta mis versos llegaron a Gualeguaychú aonde se agravió por ellos
cierto Cantimpla llamao Virotica, quien, de tapao bajo el poncho de un imaginao
Barriales, me trucó a desvergüenzas; pero luego supe que allá en Entre Ríos no había tal
chimango coplero llamao Barriales, sino el mesmo Virotica, secretario y tiernísimo yerno
del Diretudo, a quien no se le despega bailándole de pelao, o el pelao, que es idéntico a
la gezuza». Sigue después su Retruco a Virotica32.

Así pues, el Juan Barriales del Cielito ateruterado ha sido identificado por Ascasubi
como Benjamín Victorica, yerno de Urquiza, pues estaba casado con su hija Ana, y
colaborador en diversos periódicos entrerrianos de la época. En cuanto al Juan Barriales
de El cielito de la luz, bien podría ser el mismo Victorica, aunque sin otras pruebas nunca

31
Por razones obvias no nos hemos referido en este estudio preliminar a las particularidades de
la producción de Luis Pérez anterior, contemporánea o posterior a él, donde, como bien lo advierte
Soler Cañas, poseen importancia relevante la presencia del compadre y del negro con sus
modalidades expresivas características. Una buena lista de impresos, periódicos y hojas sueltas
atribuidos a Pérez puede confeccionarse sobre la base de los datos aportados por los
investigadores antes citados, especialmente Zinny, Peña, Rodríguez Molas, Rivera y Soler Cañas,
además de los catálogos y ficheros de instituciones donde existen colecciones hemerográficas de
época.
32
Hilario Ascasubi, Aniceto el Gallo. Gacetero prosista y gauchi-poeta argentino. Extracto del
periódico de este título publicado en Buenos Aires, 2.ª edición, Buenos Aires, 1900, p. 201-203.
Las composiciones de referencia aparecen en el número 14.
31
es posible descartar de plano que su máscara no haya sido adoptada por algún otro cultor
del verso gauchipolítico33.

De todas maneras importa destacar, aunque el punto quede para desarrollarse en otra
ocasión, la condición receptiva y expansiva de personajes generadores de ciclos que tuvo
la obra de Luis Pérez. Receptiva porque supo aprovechar los viejos apellidos elegidos por
Hidalgo para ubicarlos, a veces con nombres distintos, en diversos papeles de su mutante
escena, y lo mismo hizo con doña María Retazos, la heroína del padre Castañeda.
Expansiva porque dio lugar a otros prototipos, como Chanonga y especialmente Juancho
Barriales, que perduraron durante décadas en el recuerdo de las generaciones argentinas.

Es posible que no todo lo publicado por Luis Pérez en El Torito de los


Muchachos haya surgido de su pluma; sin embargo no queda constancia que permita
identificar a sus colaboradores.

Respecto de esto constituye una curiosidad la hipótesis formulada por Carlos Correa
Luna en su artículo titulado Versos de Rosas34, donde atribuye al mismo don Juan Manuel
unos versos cuyo estribillo es: «Viva el señor Lavalle / en la boca de un cañón».

Si bien no es aún probable que Rosas haya aportado material poético al periódico, sí
es evidente la muy estrecha relación existente entre el Restaurador y su familia, en
especial su esposa y su madre, con el editor de El Torito, lo que se deduce de las muchas
composiciones dedicadas al uso de divisas entre las mujeres y también de la inquina
contra personajes de importancia secundaria históricamente, pero que habían afectado en
forma directa a su familia, como es el caso del comisario Piedracueva.

33
Los estudiosos Ángel H. Azeves y Fermín Chávez han creído ver en estos cielitos firmados por
Juan Barriales en la década del 50, obra de José Hernández. Chávez, sin embargo, en su último
trabajo titulado Un nuevo diálogo gauchesco sobre Rosas. El poeta Bernardo Echevarría. Vida y
obra, Buenos Aires, 1977, p. 70, n. 252, cita ya a Victorica como posible autor de ambas
composiciones.
34
Carlos Correa Luna, Versos de Rosas, en La Prensa, Buenos Aires, 1.º-I-1924.
32
Observaciones sobre los textos El Torito de los
Muchachos
Desde el punto de vista histórico, tanto como desde el filológico, El Torito de los
Muchachos constituye un testimonio pleno de interés.

En el primer aspecto se hace necesario enfocar su estudio en todos los planos en que
se establece una relación entre el periódico y la sociedad. Esta relación plurifacética exige
y merece un tratamiento más detallado que el que corresponde a una noticia preliminar,
pero al menos, a través de un rápido comentario sobre cada uno de sus números, podemos
tratar de facilitar al lector la ubicación en algunas de las circunstancias y algunos de
los hechos a que se refiere el periódico o en los que aparecen sus personajes.

Número 1. Barriales hace su presentación de El Torito de los Muchachos


relacionándolo con El Gaucho, de Contreras, que debía coexistir con él y superarlo en
dos meses de vida, pues finalizó en diciembre de 1830. Recibe los plácemes y consejos
de su aparcero Lucho Olivares (otro criollo) y se apresura a contestarle. En todas estas
piezas se exponen los motivos que inducen a Barriales a sacar El Torito: servir a la Patria
y a la Federación, «sin perjuicio, ya se sabe / de que me larguen los reales», según sus
propias palabras. Las circunstancias en que aparece se muestran difíciles -«que es ver
cómo está la Patria / que me quiebra el corazón»-, pero Barriales confía en el gobierno y
en que «ha de triunfar la opinión». El motivo de la muerte del coronel Dorrego aparece
ya en este primer número y también las amenazas de castigo para «los del 1.º», sus
opositores unitarios que, con Lavalle a la cabeza, lo hicieron fusilar.

Entre los avisos, uno recuerda la distinción ideológica por corte de pelo (barba y
patillas en forma de U de los unitarios) y finalmente en el teatro, entre las obras que se
anuncian, se encuentra El Boticario Fanfarrón, donde figura este personaje del boticario
que parece referido a un tal Piedracueva35. Por esos años solían representarse sainetes con

35
Manuel Gálvez, Vida de don Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, p. 86-87, nos ilustra acerca
de este personaje secundario históricamente pero que tanto fuera atacado por Luis Pérez en sus
periódicos. Dice que en el año 1829, durante la «dictadura de Lavalle», al presentarse en casa de
la madre de Rosas «el jefe de Policía, un tal Piedracueva que había sido boticario, doña Agustina
le dice: Sólo en días tan aciagos para mi patria podías haberte atrevido a dar órdenes en una casa
donde en otros tiempos te hubieras considerado muy honrado de ser llamado a poner ventosas».
33
títulos semejantes. Uno de ellos era El Brasileño Fanfarrón, imitación de otro celebrado
sainete, El Soldado Fanfarrón, a su vez imitación de El Valiente y la Fantasma36.

Número 2. Continúa la carta de Barriales a Olivares. Se refiere a que, antes de la


ascensión de Rosas al poder, en época de Lavalle y los unitarios, ya se estableció mandar
a los presos políticos a los pontones o buques de guerra. Como ya se ha dicho, el mismo
Luis Pérez fue huésped de uno de ellos en 1831, como consecuencia de una publicación.
Se menciona a continuación el canto del «Trágala perro», pues, según El Clasificador del
13 de junio de 1830, «en el reinado de los parricidas cantaron los españoles el Trágala en
la plaza de Monserrat con grande aplauso de los unitarios [...]», y a esto mismo se
refiere El Torito. Lo que ocurre es que la canción del «trágala» era utilizada por los
liberales españoles precisamente para zaherir a los realistas diciendo: «Trágala, trágala /
tú servilón / tú que no quieres / Constitución». Es posible que con estos versos estuvieran
de acuerdo los unitarios que, en cambio, censuraban otros de los realistas, que rezaban:
«Vivan las cadenas / Viva la opresión, / Viva el rei Fernando / Muera la nación»37. El
antagonismo con los españoles se manifiesta en El Torito con toda su fuerza. Lo mismo
ocurría en la Sala de Representantes como lo atestiguan los alegatos de Santiago
Figueredo, que recuerda los privilegios de que gozan, mayores aún que los de los
patricios, y hace un llamado para «salvar a la Patria»38. Ya un mes antes se había seguido
causa criminal al ciudadano Hugo Bulow por sospecha de ser espía del gobierno de
España39, y el 28 de julio se alborota la ciudad por «haberse fijado en las puertas de calle
de varias casas respetables entre ellas en la del Gobernador, y en la del presidente de la
Sala de Representantes, el retrato del rey de España, estampado sobre género de seda,
teniendo en la circunferencia la siguiente inscripción: Fernando VII Rey de España y de
las Indias, y al pie del retrato, manuscrito, nuestro amo»40.

También se prefigura en este número la identificación ideológica por el atuendo, que


debía tomar tanto incremento en los años posteriores del gobierno de Rosas. Se
oponen chaqueta y fraque y aparece la palabra compadrito como denominación
despectiva del habitante de las orillas. La réplica a ella parecía ser pintor y cajetilla,
aplicables a los de fraque, naturalmente. Sobre ese tema versa también el Cielito del

36
Comunicación del investigador Jacobo A. de Diego a la autora (1977).
37
Variedades. Trozo de una carta de Madrid, en El Tiempo, Buenos Aires, 20-VI-1829.
38
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 2-VII-1830.
39
Ibidem, 6-VI-1830.
40
Ibidem, 6-VI-1830.
34
Torito, donde aparece una cuarteta sumamente clara respecto de algo que indignaba al
hombre de la campaña de Buenos Aires, la que expresa: «Cielito cielo que sí / Cielito; y
es evidente / El hacendado es de plebe / y un tiendero hombre decente».

Número 3. El tema central es avivar el rencor y el desprecio hacia los decembristas


(los «diez y seis hembristas», como los llama), sin nombrarlos, pero con señas que si en
la mayor parte de los casos son reveladoras aun para nosotros, serían alusiones clarísimas
para el público de la época. Vuelve luego, en otra composición, al tema de las patillas,
que era una de las preocupaciones del momento41. La mención de Jardón, en la
composición titulada Correspondencia, coincide con publicaciones hechas en La Gaceta
Mercantil por un escribano de ese apellido que había sido puesto preso en virtud de las
facultades extraordinarias de que estaba investido por entonces el gobernador Juan
Manuel de Rosas, pero que en julio de 1830, habiendo cesado dichas facultades,
continuaba preso y no sabía por qué42. Efectivamente, Rosas había sido investido de
facultades extraordinarias por la Sala de Representantes, y en su mensaje de 3 de mayo
de 1830, manifestaba a la misma que ese día terminaba el ejercicio de aquel «odioso
poder». Después de largos debates, el 2 de agosto del mismo año se sancionó acordarle
nuevas facultades extraordinarias sin término fijo.

Número 4. Comienza en este número el largo Testamento, atribuido en la ficción a


Bernardino Rivadavia, donde se menciona gran cantidad de personas comprometidas con
el gobierno unitario de la época en que este fuera ministro primero y presidente después,
y especialmente los que apoyaron a Lavalle después de la revolución del 1.º de diciembre
de 1828. Una carta de Olivares a Barriales lo alienta a seguir en su senda; recuerda cómo
los «trajinaron» a los federales en El Tiempo y El Pampero y confía en El Torito para que
los persiga. Hay una clara intención de unificar opiniones en favor de Rosas en la cuarteta:
«Que obedezcan al que manda / pues tenemos lo mejor / y no hay más que apetecer / en
nuestro Gobernador». Por fin mantiene jocosamente la incógnita sobre la identidad de
Barriales, ante quienes quieren saber quién es el editor de El Torito.

Número 5. Aparece impresa la figura del torito pero en posición pacífica. No se ha


reemplazado aún la viñeta convencional de los números anteriores. Se nombra aquí al

41
Ibidem, 29-VII-1830. En este número se transcribía una nota firmada por «Casiana, la modista»,
quien recomendaba a los caballeros cortarse las patillas «que después de desfigurar sus
interesantes facciones, parecen escaleras de campanario, moda a la verdad que los presenta en
mal punto de vista para nosotras, las damas».
42
Ibidem, 14 y 15-VII-1830.
35
torito como El Torito Colorado y sus primeras embestidas son contra los portugueses.
Sigue el Testamento «que quedó pendiente en el número anterior», con nuevas alusiones
identificables. En el Aviso. Se necesita, se hace referencia al batallón de los Amigos del
Orden que había sido formado con comerciantes extranjeros, de los que se excluía a los
ingleses. El cónsul de Francia presentó oportunamente reclamos por las diferencias que
se realizaban entre los súbditos de Inglaterra y Francia, pero debía tenerse en cuenta que
la primera ya había reconocido, en el momento de la formación del citado cuerpo -a
comienzos de 1829- la independencia de nuestro país.

Número 6. Al tiempo de la aparición de este número ya parecen haber surgido quejas


contra El Torito, puesto que él se ha puesto a la defensiva, desde la primera composición.
Continúa luego el Testamento iniciado en el n.º 4, con alusiones a nuevas personalidades
opositoras al gobierno federal.

Número 7. Comienza con un llamado a la unión de los federales, ya que al parecer


ha sido atacado de palabra y por escrito el mismo editor de El Torito. Sigue una relación
de Olivares, con más de gauchesco que de político. Lo más notable de este número es la
composición en décimas al «Ilustre Cónsul Francés». Se trataba de Mendeville, personaje
grato a Rosas por razones políticas y personales, como que estaba casado con Mariquita
Sánchez, hermana de leche del Restaurador.

Número 8. Concluye el Testamento que quedó pendiente en el n.º 6 y en él sigue la


nómina de personajes anatematizados. Como contrahechura43 del molde poético de
los Gozos a la Santísima Trinidad aparecen los Gozos al Glorioso San Tristeza, Abogado
de los Mártires del Cacique, que desarrolla los mismos temas y en torno de los mismos
personajes que los precedentes. Comienza aquí la querella de los moños con sendos
avisos, a las federales y a las unitarias.

Número 9. El Torito reacciona ante la aparición de El Arriero Cordobés, publicado


en Montevideo por Hilario Ascasubi pero atribuido por Pérez al francés Luis Laserre, ex-

43
Bruce Wardropper, en su erudita Historia de la poesía lírica a lo divino en la cristiandad
occidental, Madrid, 1958, propone el uso general del términocontrafacta para las divinizaciones
de textos, es decir, para las composiciones de tema «humano» contrahechas «a lo divino». En
nuestro trabajo Un poeta glosador que vivió en Jachal (San Juan) en el siglo XIX: don Víctor José
Capdevila, publicado en los Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología, Buenos Aires,
1963, n. 4, p. 187 n., hemos adoptado la expresión castellanizándola y extendiendo su uso a casos
no considerados por Wardropper en su trabajo limitado a la poesía «a lo divino». En los cantares
histórico-políticos es muy frecuente este fenómeno de cambio de intención o función de un texto
consabido. Varios de ellos se muestran en El Torito de los Muchachos.
36
director de El Diablo Rosado, que había ya emigrado a esa ciudad. Refuta los ataques
de El Arriero Cordobés sobre los temas que ya hemos visto tratados en otros números: el
uso del pontón como prisión, y la estratificación social por la ropa, en este caso por haber
sido llamados «santos culotes» (sans culottes) en recuerdo de la Revolución Francesa.
Continúa luego la carta de Olivares comenzada en el número 6, menos política que
costumbrista y de muy buena factura «gauchesca». Hacia el final de este número se
incluye una curiosa glosa en décimas en la que habla el coronel Dorrego. Lo más relevante
de ella es la incredulidad del autor acerca de que puedan conciliarse unitarios y federales,
lo cual, puesto en boca de Dorrego, como mensaje de ultratumba, estaba llamado a
impresionar profundamente al público a que iba dirigido.

Número 10. Aquí comienzan ya abiertamente las disputas de El Torito de los


Muchachos con sus colegas periodistas. La piedra de escándalo es, en este caso, la
disidencia de opinión entre El Torito y La Gaceta Mercantil44 respecto de si las damas
debían llevar o no vestidos y moños negros y encarnados, obligatoriamente. El Torito era
en eso intransigente y calificaba con gran dureza a su oponente en esta ocasión. La mayor
parte del número está dedicada a este tema, en composiciones tanto serias como satíricas.
Se agrega a ello, entre otras, una contrahechura de «La Pola», canción procedente de
Venezuela, que honraba a una patriota granadina, Policarpa Salavarrieta, que «encerrada
en prisiones por su espíritu libertario», fue condenada a muerte por abrir la cárcel a los
patriotas conversando al guardián45. También hay un Aviso referente a El Arriero
Cordobés.

Número 11. Continúan las referencias al Comunicado de La Gaceta Mercantil.


Ahora es la carta de un lechero la que apoya a Barriales en su actitud. Hay en esta
composición una interesante referencia histórica, ya esbozada en la Contestación del
número anterior, novena estrofa. Aquí se amplía la idea y se dice concretamente que
«cuando la Patria empezó», las damas fueron las primeras que dijeron sus pareceres, pues
se peinaban con el pelo a la izquierda si eran «patriotas» y a la derecha si eran
«sarracenas». ¿Por qué no incitarlas, pues, a usar el moño punzó? Continúa luego con la
«carta que quedó pendiente en el n.º9» que aun tras el n.º 10 seguirá inconclusa. Hay una
referencia al secuestro de la goleta Sarandí en el Aviso referente a Tutilimundi.

44
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 10-IX-1830. Comunicado.
45
Isabel Aretz, Tucumán. Historia y Folklore, Buenos Aires, 1945, p. 348-349.
37
Número 12. La primera pieza es una Contestación del Torito al comunicado en semi-
verso inserto en El Clasificador el jueves 23 del corriente. Se trata de hacer frente ahora
a la nota titulada Fraterna al Torito de los Muchachos donde el periódico de Cavia
llamaba una vez más a la reflexión (ya lo había hecho en otras oportunidades), al fogoso
autor del papel que nos ocupa. La Contestación es más en serio que en broma. Escrita en
décimas, no hace sino recordar sucesos del pasado inmediato, especialmente la muerte de
Dorrego. Termina afirmando su adhesión a Rosas, «patriota el más leal» y, dirigiéndose
a él, le advierte que toda precaución es poca para llevar a buen puerto la nave del Estado
que corre un fuerte temporal. En versos hexasílabos y con genio más alegre está la
verdadera respuesta «a la fraterna», donde no se escatiman punzantes dardos para su
autor. Hay también una Carta dirigida al Torito por uno de los del Pontón del estilo
habitual en el periódico. Por primera vez aparecen en este número observaciones astro
nómicas y meteorológicas en broma.

Número 13. En esos días había arreciado la contienda periodística respecto del tema
de la divisa punzó46. En La Gaceta Mercantil aparecieron diversas notas, con distintos
títulos y firmantes, todos ellos escudados bajo pseudónimos como Un federal, Los
federales, Los no amigos de cubileteros y enmascarados, Unos patriotas del año 10, El
independiente, Un enmascarado, Un oficial del ejército restaurador, etc. Unos
denunciaban que los empleados públicos no usaban la divisa punzó47, otros sostenían que
no debía imponerse por la fuerza, y uno se dirigía directamente al señor editor de El
Torito para que «desista de la empresa temeraria que se ha propuesto, al anunciarnos que
dará sus embestidas a las señoras que en su sentir sean unitarias. El honor de nuestro país
así lo exige -continúa-. En el exterior nos creerían unos locos furiosos, si los argentinos
fuesen el objeto del ridículo»48. Es bueno recordar que el gobernador delegado Balcarce
-Rosas se encontraba por ese tiempo en el campamento de Pavón preparando la campaña
contra Paz- había decretado que junto con el distintivo de que hicieran uso los defensores
de las leyes contra los amotinados del 1.º de diciembre y a fin de que el entusiasmo que
produce la memoria de un triunfo tan glorioso no haga olvidar el aprecio que todo
argentino debe hacer de la escarapela nacional, también debía llevarse en el sombrero o
gorra dicha escarapela49. Fatigada La Gaceta Mercantil de tanta imposición de

46
El decreto oficial que ordenaba el uso de la divisa punzó es de febrero de 1832.
47
La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 27-IX-1830.
48
Ibidem, 16-IX-1830.
49
Ibidem, 23-IX-1830.
38
distintivos, negros (por la muerte de Dorrego), colorados (por el triunfo de la Federación)
y albicelestes, por aprecio al emblema de la patria, publica un gracioso artículo
titulado: ¡Dale con las divisas!, en el cual opina que se deje como lo tiene el decreto del
gobierno, al arbitrio de cada uno, el llevar divisa o no50.

Pero no será El Torito el que se deje ven cer en esa lid. En sus páginas aparecen
nuevos cantos y versos puestos en boca de viejas y jóvenes que apoyan con argumentos
diversos el uso del moño punzó. Décimas, una Demanda de un español unitario, un
anuncio de una corrida de toros, una fábula y avisos, completan el número.

Número 14. Comienza con las observaciones astronómicas, que son graciosísimas si
consideramos que constituyen una sátira de las ingenuas publicaciones «científicas» sobre
esos temas que incluían los periódicos de la época. Se produce aquí una reconciliación
de El Torito con el autor de La Fraterna quien, evidentemente, se ha arrepentido. Como
segunda composición hay unos versos de seguidillas «para contarlos con el Tabapuí», de
sabor muy popular. Sigue una contestación a la carta remitida por uno de los del pontón
y otras piezas, en distintos metros, sobre los mismos temas: las penurias presentes de los
personajes unitarios y los motivos que, según el autor, los condujeron a ellas y la
propaganda dirigida a los propios federales. El tono del periódico parece ir creciendo en
agresividad al llegar a este punto.

Número 15. Concluye aquí la carta de Lucho Olivares que quedó pendiente en el
número 11. Tal como antes lo viéramos, es una pieza de poesía gauchesca de buena
factura. Nos recuerda la Graciosa y divertida conversación [...], de 1823, aunque en esta
última parte tiene más color político y menos costumbrismo que en la anterior. Como si
el mismo autor se hubiera acordado también de los viejos personajes cíclicos consagrados
por Hidalgo y retomados por el autor de las Graciosas y divertidas conversaciones de
1823 y 1825, la siguiente composición está firmada por Chano. También es de sabor
gauchesco, y su intención es refutar las expresiones de La Aurora y El Serrano, los dos
periódicos unitarios de la provincia de Córdoba. Se incluye también en este número
un Avisointeresante en que se anuncia haber llegado a manos de El Torito versos
dedicados a las unitarias, «que se sabe circulan entre los tenderitos», las cuales promete
que en el próximo número «saldrán a la vergüenza [...] con su correspondiente surribanda

50
Ibidem, 30-IX-1830.
39
cual merecen». Pleno de humor el surtido de objetos propios para los unitarios que, según
se anuncia, se ha puesto a Remate.

Número 16. De acuerdo con lo prometido se transcribe una larga composición en


cuartetas hexasilábicas, que llega a hacernos dudar de si realmente fue compuesta por un
unitario o por el incansable Luis Pérez, para tener la oportunidad de retrucar cada una de
sus estrofas con otras adecuadas a su interés. Una pieza más y un aviso completan el
número.

Número 17. Es éste el único número en que se menciona directamente a Paz en dos
composiciones. En la primera hay también una alusión al Pindo -macizo montañoso de
Grecia, en el Olimpo, una de cuyas cimas estaba consagrada a Apolo y otra a las Musas-
que nos recuerda el título de la recopilación de poesías de Manuel de Araucho Un paso
en el Pindo (Montevideo, 1835). Sería muy interesante establecer claramente qué grado
de relación hubo entre Pérez y Araucho y el grado de colaboración que existió entre sus
periódicos. Araucho es también un muy importante poeta de su tiempo que dominaba la
expresión «gauchesca».

Es evidente por los nuevos ataques que se asestan al autor de los versos unitarios
transcriptos en el número 16, que se trata realmente de un contrincante de Pérez. Sigue
un Cielito Federal de corte tradicional, una Despedida del Gallego cambado, en la que
se hace mención del episodio de la goleta Sarandí, que había ocurrido un mes atrás.

Número 18. La primera composición se refiere Al de los versos consabidos, es decir,


al autor de los transcriptos en el número 16, según entendemos. Aunque se proporcionan
allí muchos indicios para la identificación de ese autor, no hemos tenido la fortuna de
interpretarlos. Comienza aquí la Carta de un pulpero Andaluz. Hay en ella cantidad de
referencias a costumbres y a pormenores del momento. Una de las cuartetas recuerda la
tradicional receta para preparar una buena ensalada que, dice, necesita de un justo para la
sal, un pródigo para el aceite, un avaro para el vinagre y un loco para revolverla. Aquí se
han cambiado los papeles a gusto del autor, como siempre, en esta permanente broma en
que se empeña Pérez, con ritmo mental a veces difícil de seguir. Luego aparecen otros
versos referentes a los del número 16, que quedan inconclusos.

Número 19. Comienza con una especie de fábula, con intervención de un ser humano
a quien se nombra como «un soldado de Lavalle» o «un coracero». Continúa luego una
composición hexasilábica ya comenzada en el número anterior, dirigida a las unitarias y

40
halagándolas para que varíen de opinión y luego otra, en el mismo metro, especie de glosa
irregular del tema: «¿Qué haremos paisanos / con tanto holgazán? / Tocarles la marcha /
Del pa-ran, tampran». La última composición en cuatro décimas está referida a la
convocatoria hecha por el rey de España a sus súbditos a fin de impedir que se extienda
«el mal ejemplo francés». No hay en ella rastros del gaucho, del negro ni del compadrito.
Está escrita sin duda por un hombre de ilustración.

Número 20. La primera composición de este número se refiere al mismo tema de las
niñas que guardan versos unitarios en sus costureros, ya abordado en el número 15 y
siguientes. Siguen unos versos en honor a los franceses y la eficacia de su acción sobre
España. En la composición posterior, continuación de la carta de un pulpero andaluz, dos
versos de la última estrofa nos hablan claramente del porqué de la agresividad de El
Torito y de las medidas represivas gubernamentales: «Y si al fin consigue Rosas /
afianzarse como espero». Eso era lo que realmente deseaba Luis Pérez, y a eso iba dirigida
toda su prédica. Por fin, la última composición es un Comunicado de un muchacho de
escuela, titulado Dones del Espíritu Santo, dedicados a los unitarios, que
firma Periquillo, tal vez para que no dejemos de ver en todo esto un reflejo americano de
la picaresca.

En cuanto a los aspectos filológicos, su análisis profundo excede los propósitos de


este trabajo. Sin embargo, señalaremos algunas características formales de sus textos y
esbozaremos algunos comentarios en cuanto a su léxico. De una manera general, estamos
convencidos de que El Torito de los Muchachos y, en su conjunto, todos los periódicos
que han sido atribuidos a Luis Pérez encierran una riqueza excepcional en materia de
voces y expresiones cuyo estudio no puede ser emprendido superficialmente sino de
manera sistemática y comparativa. En los aspectos poéticos puede decirse, es verdad, que
lo suyo más que poesía es versificación. En cuanto a léxico y expresiones, en cambio, se
halla no solamente una capacidad manifiesta de recoger voces y expresiones
características de su tiempo tanto en el interior de la República como en la campaña de
Buenos Aires y en las orillas de la ciudad, cuando no en la urbe misma, sino también el
empleo de una manera de expresión propia y original que le asigna un lugar indiscutible
dentro de la literatura argentina.

Desde el punto de vista formal, todas las composiciones son de arte menor, con
excepción de cuatro: el soneto del número 4, la contrahechura de La Pola, del número 11,
la Fábula del número 13 y el Encomio al autor, del número 16.

41
En El Torito de los Muchachos se utilizan diversas formas métricas y estróficas con
artificios y sin ellos. Entre las primeras hay glosas, llamadas décimas51, como se ha hecho
popularmente en nuestro país, con el tema dado en una estrofa, o bien glosas a series
predeterminadas de conceptos, como los Dones del Espíritu Santo del número 20, por
ejemplo. También hay glosas de pie constante y letrillas con estribillos de uno o dos
versos. Entre las piezas sin artificios formales se encuentran romances en cuartetas,
décimas sueltas (espinelas y otras), letrillas sin estribillo, cuartetas de distintos metros y
seguidillas con su correspondiente tríada.

Son frecuentes las contrahechuras de textos, es decir, el volcar en un molde poético


conocido y manteniendo incluso muchos de sus versos, un nuevo texto adecuado a las
circunstancias del momento. Esto se da en composiciones religiosas (los Gozos) o
profanas (La Pola). La composición que comienza «Fortuna ingrata, hasta cuándo [...]»,
referida a las relaciones con la República Oriental del Uruguay, recuerda en ese verso
las Amorosas quejas que da la Banda Occidental a la Oriental, que circularon en 1816.

Hay, pues, una mezcla de formas populares y cultas en los versos de El Torito,
mezcla que se acentúa al considerar no ya las formas sino el léxico y la expresión. Como
ya se ha dicho, parece que en El Torito hablaran distintos personajes de una comedia.
Tanto lo hace el hombre ilustrado como el orillero de Buenos Aires, tanto el aldeano
español como el paisano rioplatense, y a éste se le agregan expresiones de uso frecuente
en otros lugares del país. Voces como alfajor, aparcero, badana, bagual, bolas, cajetilla,
cangalla, carancharse, cielito, cimarrón, currutaco, chacuaco, chafalote, chapetón,
chuspa, desgraciao, ensilgada, fajar, gambetas, gamonal, garlito, guaca, guacho,
lagaña, mancarrón, mazamorra, morao, morrongo, morrudo, mulita, musgar, onchar,
pestañear, pintor, rajar, roncador, semitilla, sincha (cincha), sortún, tabapuí, terne, y
otras, como las acepciones que presentan en sus respectivos contextos, permiten

51
La denominación de décima se dio en todo el territorio de nuestro país donde existió una cultura
tradicional con influencia hispánica a las composiciones que desarrollaran una idea expresada en
una estrofa temática, en tantas estrofas glosadoras como versos tuviera la primera. Las típicas
tenían el tema expresado en una cuarteta y las estrofas glosadoras eran realmente décimas
espinelas. Pero también se llamó décimas a las que tenían como estrofa glosadora la cuarteta o la
quintilla. Es decir, que la voz décima independientemente de su significado como estrofa de diez
versos, significó lo que la voz glosa, reemplazando a ésta. Juan Alfonso Carrizo ha estudiado sus
antecedentes en el «zegel» arábigo español y recogido una gran cantidad de piezas del folklore de
nuestro noroeste. La décima, por otra parte, daba lugar a artificios diversos dentro de su estructura
de por sí voluntariamente rígida. Luis Pérez, en caso de ser el autor real de todas las
composiciones de El Torito de los Muchachos, demuestra conocer a la perfección las técnicas
tradicionales en este sentido.
42
identificar, como bien lo ha dicho Soler Cañas, una estratificación cultural por el habla,
donde se distingue lo orillero y lo campesino.

Capítulo aparte merecería la grafía adoptada por Pérez para representar el habla
gauchesca, a veces, y la extranjera, otras, En el primer caso, de mayor interés a título
comparativo, tenemos múltiples ejemplos de ortografía imitativa del habla del paisano
rioplatense, como junción (por función), juere (por fuere), pros-peto (por
prospecto), hei (por he de), carauter (por carácter), güena (por buena), vela hai (por vela
ahí, en lugar de la contracción, más usada por los gauchescos, velay, semejante
al voilà francés), relos (por reloj), tenío (por tenido) y muchas otras. No faltan las
metátesis como peludrios (por preludios), inutarios (por unitarios), ni los arcaísmos
como truje (por traje, del verbo traer), o agora (por ahora).

Si son muchas las voces con interés lexicográfico, no son menos las expresiones
coloridas usadas por el periódico. Algunas ya han sido reconocidas y explicadas en
estudios de otros textos o autores de la literatura gauchesca, pero otras pertenecen a la
particular manera de escribir de Luis Pérez quien, sin inventarlas, naturalmente, ha sido
el único que las ha llevado al papel. Larga sería la lista de frases hechas, refranes y
expresiones usadas en el periódico. Algunas de ellas son: mozo amargo, como bolas sin
manija, bota juerte, sumir la boya, cara antigua (hace referencia a las «clasificaciones»
políticas), cáscara de novillo, los del cuellito parado, hacerse el chancho, perder la
chaveta, me atraca un chirlo, ver el desengaño, echar el resto, perder los estribos, al
hecho pecho, sosegate mancarrón, como matraca en Viernes Santo, negras minas,
aunque sea al ñudo o botón, ojo al Cristo (que es de plata, termina la expresión
tradicional), que les engaña la orina (referida al conocido sistema folklórico de
diagnóstico), ande jué el padre Padilla (Padillas, otra vez) mozo payo, plan del bajo,
dejar en el tintero, las Tres Marías, a la virlonga, etc.

Entre las expresiones que no hemos visto reproducidas por la literatura gauchesca
posterior están la muy repetida por Pérez donde jué el padre Padilla, que evoca un lugar
indeterminado no muy agradable seguramente, y la curiosa a la virlonga, por al descuido,
que aunque figura en el Diccionario de la Lengua Castellana de la Real Academia
Española («a la birlonga») no hemos visto impresa en otra ocasión. Quien esto escribe,
sin embargo, las ha oído muchas veces en boca de su abuela materna, Ángela García
Santillán de De Focatiis, de antigua familia tucumana, por lo que es posible que
procedieran del período en que Pérez estudió en aquella provincia.

43
Otras expresiones usadas por Pérez adquirieron resonancias ilustres como plan de un
bajo, utilizada por José Hernández en una de las más bellas estrofas del canto primero de
su Martín Fierro: «Me siento en el plan de un bajo / A cantar un argumento; / Como si
soplara un viento / Hago tiritar los pastos / Con oros, copas y bastos / Juega allí mi
pensamiento».

El Torito de los Muchachos no inicia ni clausura una etapa en la producción de su


autor ni en el estilo de su tiempo. No es obra precursora ni decadente. Es una expresión
plena del periodismo satírico de propaganda política tal como se dio en el Buenos Aires
de 1830.

Olga Fernández Latour de Botas

44
45
El Torito de los
Muchachos

46

Vous aimerez peut-être aussi