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CAPÍTULO 5

EL LIDERAZGO EFICAZ: CARACTERÍSTICA DE LOS QUE GOZAN DE


AUTOESTIMA Y AUTOCONFIANZA

“No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de
nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios”.
(2 Corintios 3:5)

Vivimos en una sociedad orientada hacia la actividad y el trabajo, y nuestra


tendencia es formar una imagen mental de nosotros, basada en nuestros éxitos y
fracasos a los ojos de superiores y compañeros.

Si la imagen que tenemos de nuestra competencia o habilidad para hacer las cosas
es débil, nos sentiremos amenazados cuando alguien cercano a nosotros triunfe; o
tal vez nazca dentro de nosotros un sentimiento de orgullo, al oír de las debilidades
o fracasos de los demás.

El adicto al trabajo es un ejemplo de alguien que trata de elevar su concepto de sí


mismo mediante la actividad y los resultados. Necesita estar ocupado todo el tiempo
para sentirse bien consigo mismo, y mantener su autoaceptación. ¿Podemos estar
quietos por un tiempo sin realizar ningún trabajo, y estar libres de ansiedad?

La persona con autoestima cree en sus capacidades; tiene una sensación general de
que controla su destino; piensa, con razón, que es capaz de hacer lo que planea.
Tiene expectativas realistas, y cuando descubre que algunas no lo son, mantiene
una actitud positiva y se acepta como es. Puedo decir, sin temor a equivocarme,
que la persona que se acepta, se estima y tiene confianza en sí misma; donde quiera
que esté y cualquiera que sea su función, se volverá un gran LÍDER: le buscarán, le
imitarán, le consultarán. Sobresaldrá entre muchos, pues posee esas características
que atraen de todo líder.

En el liderazgo es más importante lo que usted es, que lo que usted hace. Podemos
decir que un hombre o una mujer pueden fracasar en su ministerio o trabajo,
pudiendo tener éxito, simplememte porque no están dispuestos a aceptarse a sí
mismos, como Dios lo ha hecho.
CARACTERÍSTICAS DE UN LÍDER EFICAZ

A continuación, quiero citar esas características típicas de las personas que se aman
y se valoran a la luz de Dios:

Tiene empuje interno

La persona que posee una sana autoestima sabe hacia dónde se dirige; tiene una
visión clara, unos objetivos definidos y es capaz de hacer que otros tomen acción
efectiva. Es sensible como persona, pero a la vez “hueso duro de roer”, es decir,
desarrolla capacidad de resistencia a la oposición. Siempre encontraremos
dificultades y tropiezos, ante los cuales muchos desertan y se desaniman, pero el
verdadero líder seguro de sí mismo sigue adelante, olvidando lo que queda atrás, y
prosiguiendo al blanco.

“Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús ”.


(Filipenses 3:14)

Las personas que se autovaloran desarrollan tenacidad. Es posible que en el camino


pierdan una o más batallas, pero no dejan que se pierda la guerra. No todas las
veces podemos ser ganadores en las diversas situaciones, pero sí podemos
perseverar. El verdadero carácter se muestra en circunstancias difíciles y bajo
presión. La marca de un líder maduro es que nunca renuncia, nunca se da por
vencido y adquiere garra, agallas y resistencia para seguir adelante.

El empuje interno se mide en los momentos quietos, en las responsabilidades


pequeñas e inclusive humillantes, en los lugares comunes y corrientes, en los
trabajos minuciosos y tediosos, los cuales realiza con agrado, porque no considera
que esté en juego su valía como persona; cuando trabaja sin que lo estén
supervisando, cuando está en el anonimato, realizando sus tareas. ¿Cómo responde
usted a la rutina diaria, y a los trabajos poco importantes?

Cultiva una vida privada dinámica

Un hombre con un sano concepto de sí mismo es un hombre dinámico, tanto en lo


público como en lo privado, principalmente en la vida familiar. La pregunta clave
es: ¿Realmente usted disfruta de su vida familiar? ¿En su vida familiar hay verdadero
respeto y admiración o hay un callado resentimiento y desaprobación?

Un hombre nunca podrá ayudar bien a otros cuando se encuentra rodeado


permanentemente de gente. Si quiere ayudar a otros, es necesario tener tiempo a
solas, especialmente para estar con Dios. De tanto darse a la gente, llega un
momento en que queda “exprimido”, consumido, tensionado y deprimido. Se
necesita tiempo a solas, para recuperar energías emocionales, y espirituales. “El
hombre dinámico conoce el tiempo de descanso”.

Es necesario dedicar tiempo a la esposa(o) y a los hijos, olvidándose del trabajo y


haciéndolos sentir que son importantes. Los recursos para enfrentar los problemas
día a día, Dios los da a través del refrigerio con la familia.

Tiene templanza y autocontrol

El líder eficaz debe tener una voluntad enérgica y dinámica, de tal manera que
cuando se le presente cualquier situación difícil pueda afrontarla. Esta característica
es sumamente importante para nuestra vida en general, y en nuestro desempeño
laboral o ministerial. Implica estar atento para detectar el momento en que
tengamos que tomar decisiones dramáticas, a pesar del temor de perder imagen.

En un momento crucial, un líder debe tomar decisiones, porque ni los sentimientos,


ni la lógica, ni la rudeza, ni el legalismo son los objetivos que determinan el ejercicio
de su voluntad como líder. En la toma de decisiones, la Biblia es la brújula del
cristiano, es el Manual de vida del líder.

Es un ejemplo consistente.

Aprendemos con base en el ejemplo de otros. Estamos llamados a moldear vidas y


a moldear con nuestra vida; a ser ejemplo de aquellos que viven y colaboran con
nosotros en todo. Moldear es lograr que los que nos siguen se vuelvan idóneos y
hasta mejores que nosotros. Detrás de las grandes figuras hay alguien que ha sido
ejemplo para ellos, alguien quizá insignificante; no la figura más espectacular, sino
la figura que ha sabido imprimir una visión y moldear una vida.

El apóstol Pablo pide que se le imite, porque él a su vez imita a Cristo.

“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el
ejemplo que tenéis en nosotros.”
(Filipenses 3:17)

La gente nos va a seguir, pero ¿estamos nosotros siguiendo a Cristo, o tomándole


como ejemplo?

Jesucristo tuvo un gran impacto como Maestro en la vida de sus discípulos, porque
sus enseñanzas eran fuertemente respaldadas por todo lo que él hacía. ¿Cuántos
discípulos tenemos que hablan de la manera que hablamos, que hacen las cosas
iguales o mejores que nosotros?, ¿ A cuántos hombres hemos logrado moldear
mediante nuestro ejemplo consistente? Esa será la evidencia de una persona que
aprendió a aceptarse y valorarse y, como consecuencia, está impactando a otras
vidas.

Desarrolla gran capacidad y resistencia.

Se refiere a aprender a desarrollar la creatividad y, sobre todo, una capacidad y


resistencia contra las dificultades y la oposición. Se puede identificar cuál es el
verdadero líder cuando se le critica o cuando está enfrentando fuerte oposición,
porque en lugar de visualizar derrota, visualiza oportunidades, y se siente estimulado
a seguir adelante.

Si poseemos autoconfianza, no podemos andar disculpándonos, ni tratando de


explicar a todo el mundo, lo que Dios nos ha llamado a hacer, porque de todas
maneras no lo entenderían.

“Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo
lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.”
(1 Pedro 2:20)

Así mismo, un líder debe afrontar la presión que a veces proviene de los compañeros,
de los propios discípulos y hasta de los familiares. La oposición, la presión y la crítica
pueden ser elementos que nos ayuden a desarrollarnos; no hay que tenerles miedo.
A Cristo le persiguieron, a nosotros también nos perseguirán y nos resistirán. Si son
con nosotros indiferentes, es porque no estamos haciendo lo que nos corresponde,
o no lo estamos haciendo bien.

Tiene una constante actitud de servicio

En este sentido, Jesús es el máximo ejemplo. No vino para ser servido, sino para
servir.

“Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre
ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el
mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque,
¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a
la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.”

(Luc 22: 25-27)

Como hijos de Dios, estamos llamados a dar, servir, ministrar, renunciando


voluntariamente a todos los derechos y cumpliendo nuestras responsabilidades.
La verdadera motivación de un líder debe ser la de servir y ayudar a otras personas,
a desarrollarse y ser más productivos. Nuestra sumisión a Cristo debe ser primordial,
total y constante. El sometimiento de unos a otros equivale a dedicar mi vida al
cuidado de otros, al cuidado del que me sirve, del que me ayuda, del que me
coopera.

Antes de hacerse obedecer, hay que aprender a obedecer; antes de ser servido, hay
que servir; antes de ser maestro, hay que ser discípulo. Lo importante no es tanto
dar dirección con convicción, sino estar convencido de que ya recibió la dirección de
su respectivo líder. Cuando una persona empieza a criticar, a murmurar y a
mostrarse insatisfecha, está mostrando que tiene dificultad en obedecer órdenes, y
sólo puede ser líder cuando ha aprendido el significado de la obediencia.

Posee alto cociente de confiabilidad.

La confiabilidad del cristiano en sus realizaciones y lo que puede hacer, reside en


Cristo, quien es su confianza. Esto lo expresa claramente el apóstol Pablo, en la
segunda carta a los Corintios, capítulo 3, verso 5: “No que seamos competentes por
nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra
competencia proviene de Dios”.

Dios nos proveerá todos los recursos necesarios para hacer lo que él nos ha llamado
que hagamos. Este tipo de confianza se va desarrollando en la medida en que
aprendamos a caminar en el Espíritu Santo, y cultivemos nuestra comunión con él.

Este concepto de la confiabilidad tiene que ver también con áreas de la vida íntima.
Es necesario cuidar lo que se lee, los hábitos que se practican, las actitudes, las
conversaciones, pues, a veces, resulta fácil sucumbir bajo el bombardeo constante
que hay en el mundo exterior.

Todos nosotros, como hijos de Dios, estamos llamados a ser colaboradores suyos
en la empresa de la Gran Comisión. En la medida en que como fruto de la comunión
con Dios, se desarrolle un sano concepto de nosotros mismos y una adecuada
autoestima, en esa medida estaremos capacitados para ser instrumentos útiles en
sus manos. Mucha gente querrá seguirnos. Muchas vidas vamos a impactar cuando
permitamos que el Señor realmente esté en el centro de nuestro ser y nos dirija.

CARACTERÍSTICAS DE UN GRAN MOTIVADOR

Un líder eficaz es un individuo que cuenta con un grupo o equipo que se está
modelando y construyendo día a día. Su primera tarea es crear elementos en los
cuales él pueda obrar su motivación y llevar a su grupo a ser personas productivas
y de éxito. El líder, quien es un buen motivador, no es el que hace muchas cosas,
sino más bien, el que logra que las cosas se hagan a través de otros.

Las siguientes son las características que se deben cultivar sobre la base de una
adecuada auoestima, para llegar a ser un gran motivador:

Es altamente Contagioso

Un motivador es un individuo con la capacidad de encender, dinamizar y agitar la


vida de otros. Tiene la capacidad de contagiar a otros. Podríamos decir que es
portador de un “virus” altamente contagioso, llamado ENTUSIASMO.

Un líder no puede ser una persona aislada. Tiene que cultivar unas altas relaciones
interpersonales, aun temiendo equivocarse. Los lazos personales, con aquellos que
están bajo nuestra dirección, deben ser estrechos y fuertes. Mientras más cerca
esté usted de la gente, habrá mayores posibilidades de contagiarlos.

Para evaluar nuestro nivel de entusiasmo, preguntémonos: ¿Cómo queda una


persona después de haber hablado con usted? ¿Mejor? o ¿peor? Tenemos que dejar
a las personas en mejores condiciones de lo que las encontramos. El evangelio de
San Juan, en el capítulo 4, nos narra cómo Jesús sólo necesitó de cinco minutos
para influir en la mujer samaritana, cuya vida fue transformada.

Ahora bien, el secreto para encender a otros es: “enciéndete primero tú mismo”.

Recuerdo una anécdota que alguien me contó, respecto del entusiasmo. Se cuenta
que en un auditorio, alguien se levantó y le preguntó al orador: ¿Lo que está usted
diciéndonos es verdad? Este respondió afirmativamente. La misma pregunta se la
hicieron varias veces; luego, alguien optó por decirle: si es verdad lo que nos está
diciendo, ¿por qué no lo comunica con más convicción y entusiasmo?

En realidad, muchos hablan, pero no todos comunican; muchos comunican, pero


pocos llegan. Muchos llegan, pero no todos mueven voluntades. Muchas veces las
apariencias engañan. Hay personas que aparentemente motivan, pero cuando ya se
les conoce de cerca, son frías y vacías en sus propósitos.

Un auténtico líder está llamado a motivar con lo que dice, con lo que hace, con lo
que tiene y con su propia vida. Por eso, debe evitar motivarse con cosas indebidas.
A la luz de la Biblia, nuestra principal motivación debe ser amar y servir a la gente,
tal como lo hizo nuestro Señor Jesucristo.

Percibe a las personas a la luz del potencial que representan y no del que
actualmente poseen.

Como lo dije en el segundo capítulo de este libro, existe la tendencia a limitar el


concepto de las personas por lo que actualmente son, y no por lo que pueden llegar
a ser. Esto exige del líder un alto discernimiento espiritual, que es diferente de la
simple intuición o de la malicia. Este discernimiento nos permitirá exigirle a cada
persona, según su capacidad, evitando que se vuelva conformista y mediocre.

La gente lo único que está esperando es que alguien crea en ellos, espere de ellos
lo mejor, y les dé una oportunidad. En realidad, nadie llegó a la vida cristiana con
sus capacidades desarrolladas; por el contrario, fruto de la restauración integral que
Dios opera en cada uno de sus hijos, se desempolvan los talentos que habían estado
dormidos.

No podemos caer en el error de que, por nuestra inseguridad, estemos buscando


personalidades brillantes y hombres extraordinarios, cuando sabemos que las
apariencias engañan. El ejemplo de David es bien elocuente: ni siquiera su
padre Isaí creía en él, pero para Dios él era el escogido.

Domina el arte de desarrollar hombres

Desarrollar hombres no es manipular a las personas, ni es usar artimañas para


manejar a otros. Es ayudar a las personas a realizarse, desarrollando al máximo su
potencial. Por eso, debemos reclutar personas para una misión y no para un trabajo.

Vale la pena preguntarnos: ¿estoy usando a la gente para mis objetivos?, o me estoy
dando a ellos para que se desarrollen. No es tanto lo que pueda hacer el individuo
para usted o su organización, sino lo que puede hacer usted y su organización para
desarrollar a ese individuo. Podemos decir, con certeza, que por lo general una
persona sabe cuando alguien está auténticamente interesado en su bienestar y
desarrollo personal.

Hay tres principios claves para desarrollar a las personas:

1. Tenerlas en una condición adecuada


2. Enseñarles lo básico y fundamental
3. Enseñarles a trabajar en equipo.
Es autodinámico y autoiniciador

El más grande ejemplo es Nuestro Señor Jesucristo. Su fuerza y motivación eran


totalmente internas. Él sabía quién era y a qué había venido.

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el
Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.”
(Juan 10:14 y 15)

La iniciativa y la creatividad van de la mano con el autodinamismo, y éste se obtiene


a través de profundas convicciones personales y mediante la toma de decisiones
radicales. Esto implica no depender de las circunstancias para mantener el ánimo.
Lo más probable es que las actitudes y respuestas de otras personas echen por tierra
nuestra iniciativa. Pero contamos con el más grande Automotivador, el Espíritu
Santo; por esto, a mayor comunión, mayor iniciativa y creatividad.

El líder es quien siempre va delante, es quien “atrae y arrastra”. Esto implica que
tendrá que enfrentarse a los que le resisten, a los pesimistas, y a los negativos.
Siempre se debe evaluar qué efectos puede causar la actuación del líder en la vida
de las personas.

Ministra al hombre integral

Los seres humanos somos complejos, llenos de necesidades, con intereses y


aspiraciones propias. El ministerio de Jesús fue dirigido precisamente a ese hombre
integral, de tal manera que las necesidades del hombre fueran suplidas en su
totalidad. Él se dio cuenta de las necesidades y problemas de la gente, porque
caminó y compartió con ellos. Un líder no puede vivir ajeno a las necesidades de
sus discípulos.

El mensaje teoterápico de Jesucristo es respuesta total; no hay base para pensar de


forma diferente. Jesús predicó, sanó, alimentó, consoló y, siguiendo su ejemplo,
necesitamos dar respuesta total a las necesidades del hombre de hoy. Esto lo
lograremos justamente a través de los tres lenguajes: doctrinal, teoterápico y social.

Irradia simpatía, entusiasmo personal y afecto

Hay líderes que son excelentes trabajadores, pero tienen dificultad en llevarse bien
con la gente. El amor es esencial en el liderazgo; de ahí que será buen líder aquél
, fruto de haberse saturado del amor de Dios, aprendió a amarse a sí mismo y le
queda fácil amar a otros.
Hay una frase reiterativa para mí: “Un líder no necesariamente será un hombre
cariñoso, pero un hombre cariñoso será siempre un líder”. Se espera que un líder
comunique carisma, don de gente, una personalidad atractiva; todo esto, como
resultado de la gracia de Dios en su vida, que le permite hallar gracia y buena opinión
ante los hombres.

Una vez más, nuestro modelo por excelencia es el Señor Jesucristo: aun en los
momentos de conflicto y tensión, manifestó su amor. Esto lo podemos ver en el
relato que hace San Lucas, en el capítulo 23. El día del arresto de Jesús en
Getsemaní, cuando uno de sus discípulos cortó la oreja derecha a un siervo del sumo
sacerdote, él tocó la oreja y le trajo sanidad. Su mensaje era fuerte, pero su
personalidad era amable y amorosa.

Invita a la gente a comprometerse en forma específica

Debemos invitar a la gente a un triple compromiso: con Dios, con su comunidad y


con la Gran Comisión. Este compromiso debe ser específico, pues las personas
deben saber desde el principio en qué se están involucrando.

En muchas ocasiones, el Señor Jesús tuvo que desafiar y definir a sus discípulos
para ver si realmente estaban dispuestos a dedicarse a la causa. En una ocasión,
cuando fueron confrontados sobre si querían irse del lado de Jesús, Simón Pedro
respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68),
dando a entender con esto su compromiso.

Los seres humanos siempre tenemos la opción de hacer o no hacer; ante esto, la
Biblia nos dice:
“Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.” (Eclesiatés
5:5).

CARACTERÍSTICAS DEL QUE SABE DIRIGIR

“Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.”


(1 Timoteo 3:1)

¿Quién pronunció esta frase? Nadie menos que Saulo de Tarso, el eminente judío
que reunía en sí, características y atributos que llenarían de orgullo a cualquier
hombre: su conocimiento de la naturaleza del hombre, su habilidad natural para la
estrategia, sus dotes en táctica militar y su reconocido talento para influir
ideológicamente en otros, le permitieron convertirse, sin lugar a dudas, en el hombre
más importante del primer siglo, más conocido en el mundo occidental como Pablo.

Me llama la atención que el hombre que dice esta frase, y que gozaba de grandes
talentos, no se fio de sí mismo cuando tuvo que desarrollar su ministerio,
especialmente a los gentiles. Por el contrario, su autoconcepto y su confianza la basó
en la identificación con Cristo Jesús. Este es el mismo Pablo que dijo:

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que
no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener sino que piense de sí con
cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.”
(Romanos 12:3)

“Y me ha dicho: bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.


Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo.”
(2 Corintios 12:9)

Y hay otros pasajes como estos, que nos indican cómo su autoconcepto y su
confianza como líder, los desarrolló sobre la base del concepto que Dios tenía de él,
en Cristo Jesús.

Las siguientes son algunas características del hombre o mujer que desarrolla
liderazgo sobre la base de un sano autoconcepto, acrecentado en su identificación
en Cristo Jesús.

Desarrolla profundas convicciones personales

Estas profundas convicciones se desarrollan al dedicar tiempo a solas con Dios,


aprendiendo a estar en silencio para escuchar la voz del Señor; desde luego, con
un Estudio bíblico consistente y regular. Nos volvemos seguros cuando, como modo
de vida, buscamos la dirección continua del Señor.

Mantiene una agenda rigurosa

Esto implica vivir por prioridades y no por presiones; dejar las cosas buenas para
dedicarse a las óptimas, y alejarse de todo aquello que nos aparta del objetivo. La
agenda es totalmente personal, y se debe ajustar a nuestros planes, incluyendo sólo
lo que nos ayude a lograr los objetivos.

Subordina todos los aspectos de su vida a la meta


Como líderes con autoconfianza, no podemos hacerlo todo, pues estaríamos
rechazando a los colaboradores que Dios nos ha dado, para coronar nuestras metas.
Por otro lado, un buen líder sabe decir “no”, pues no tiene conflicto entre las
responsabilidades y las metas, ya que sabe atender ambas cosas.

Está dispuesto a tomar decisiones radicales

Es tal vez la tarea más difícil de un líder. Debe tener una voluntad enérgica, robusta
y dinámica, para afrontar cualquier situación por dramática que sea. Y son las metas
y los objetivos los que determinan la validez y el momento crucial en que el líder
toma una decisión; no son los sentimientos, ni la lógica.

La Palabra de Dios es una fuente de este tipo de dirección e instrucción, que muestra
la voluntad fime: “Andad en el Espíritu”; “Haced discípulos en todas las naciones”.
Por esto, alguien dijo que la Biblia es “el cayado del peregrino”, el “manual de vida
del dirigente”.

Abraza un sentido de misión y destino

Debemos visualizar la misión y el destino, marchando hacia delante, sabiendo que


los problemas y las dificultades no son sino oportunidades para llevar a feliz término
lo que tenemos en las manos.

En lugar de escapar, de desmoronarnos, cuando se presentan las dificultades y la


batalla es cruenta; en lugar de ver gigantes y vernos como enanos, debemos
visualizar la misión y el destino; debemos volar como águilas y marchar hacia
delante, impulsados por nuestro compromiso con Dios y con la comunidad.

Nadie va a seguir a una persona que se siente insignificante y que, ni siquiera sabe
a dónde va. Si estamos convecidos de nuestra misión, lograremos que otros nos
acompañen.

Aprenda a vivir con la tensión

Donde están los más grandes problemas, también están las más grandes
oportunidades. Por eso, debemos aprender a vivir con los problemas. La presión y
la tensión siempre estarán presentes a medida que caminemos hacia la meta.

Pablo, en la carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo 13, dice: “Hermanos, yo


mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” . En este
versículo, enfatiza tres verbos: Olvidando, extendiéndome y, por último, lo más
importante: prosigo. Vemos el perfil de un hombre que aprendió a vivir con la
tensión. Necesitamos meditar en las enseñanzas que nos deja el pasado, pero ya no
vivir en él, ni de los triunfos, ni de las derrotas.

Trabaja duro, disciplinada e inteligentemente

Hay diferentes clases de líderes: El que trabaja como “loco”, del amanecer al
anochecer, sin ver los frutos. El que trabaja con reflexión: no se ve agotado, tenso,
neurótico, pero produce, rinde, porque trabaja estratégicamente. Debemos elegir
la alternativa de hacer las cosas, de tal manera que rindan los mejores resultados .

EPÍLOGO

Muchas veces crecemos en circunstancias difíciles que no nos permiten desarrollar


confianza en nosotros mismos. De la misma manera, si hemos enfrentado fracaso
tras fracaso, o quizá un golpe devastador, como un fracaso familiar, estudiantil o
laboral, es muy probable que se dañe o destruya nuestro sentido de competencia.

El sentido de competencia se puede reconstruir y transformar, a medida que


lleguemos a comprender y a experimentar una íntima comunión con el Espíritu
Santo. Él nos guía y nos proporciona talentos, aptitudes y dones espirituales que
necesitamos para vivir una vida de realización en Cristo Jesús.

Necesitamos descubrir que somos regalos de Dios al mundo, que nuestro Padre
Celestial nos creó con un propósito, y que él mismo está dispuesto a llevarlo a cabo,
en la medida en que nosotros nos dispongamos.

Preguntas como ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿de quién soy?, etc., tienen
respuesta en Dios como Padre y en su eterno amor, trayendo seguridad y confianza
en todo lo que somos y hacemos.

La opinión que Dios tiene de nosotros debe prevalecer sobre cualquier otra opinión.
En realidad, nadie nos puede hacer sentir inferiores, sin nuestro permiso.
Retomando las palabras de un discípulo, recordemos: DIOS NO HACE BASURA.
Sobre la base del amor de Dios nos podemos conocer y aceptar. Dejémonos
reprogramar para una vida de éxito y victoria. Somos valiosos, porque Dios ha
invertido en nosotros tiempo y paciencia, nos ha conquistado y él se hace
responsable de lo que conquista.

El secreto para cultivar un adecuado concepto de nosotros mismos, y desarrollar


autoestima y autoconfianza, está en Hebreos 12: 2: “Puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. No ceda a la
tentación de verse a la luz de fracasos pasados. Mírese como creciendo y
madurando, en la medida en que usted y Dios lo desean. Aprenda a verse como él
lo ve. Visualícese a medida que Dios lo moldea y, así, se despertará ese gigante
que hay en usted. De esta manera, las marcas del auténtico liderazgo brillarán, y su
huella de agente de cambio se dejará sentir en donde quiera que usted esté.

En la actual crisis de liderazgo que azota a Colombia y al mundo, se necesitan esos


hombres y mujeres que, fruto de descubrirse a sí mismos, a la imagen y semejanza
de Dios, se enciendan en coraje y, de este modo, persuadan a otros a unir sus
vidas, para traer el reino de Dios a esta tierra.

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