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En este siglo y sobre la base de todos los cambios que se produjeron en las
tecnologías digitales, los datos se han vuelto cada vez más importantes
para las empresas y su relación con trabajadores, clientes y otros
capitalistas. El "Capitalismo de Plataforma", para el autor Nick
Srnicek, surge como un nuevo modelo de negocios, capaz de tomar y
controlar una inmensa cantidad de datos que permitieron el ascenso de
grandes compañías monopólicas, tales como Uber, Airbnb, Spotify, Google,
Facebook, Amazon, ente muchas otras.
En su desarrollo vemos que los sujetos tienen la habilidad para hacer uso de
las redes sociales y celulares en distintos ámbitos de su vida, realizando
aportes tanto positivos como negativos a la construcción constante del
imaginario colectivo. Esto se puede relacionar con la dinámica de la cual
habla Raymond Williams al vincular, por un lado, el marco de conocimientos
de los que provienen habilidades e ingenios (que vendrían a ser los inventos
técnicos) y el marco de conocimientos y condiciones desde el que se
desarrollan, combinan y preparan para su uso, por eso “una tecnología
siempre es, en el sentido más amplio del término, social”[1].
Por otro lado, se puede decir que en la publicidad aparecen dos tipos de
personajes. Por un lado, el hater, que vendría a ser una figura del usuario
que se dedica a hostigar o realizar comentarios negativos sobre una
persona o grupo social, un personaje, figura, situación en redes. Podemos
ver que, en principio, las redes tenían un papel para comunicar o entretener,
pero a través de la dinámica social tienen otro uso que permite que
determinadas personas solo se conecten para realizar comentarios
negativos o “de odio” sobre los perfiles de otros. Así se ve a lo largo de la
publicidad donde distintas personas, quizás elegidas deliberadamente por
los publicistas como representantes de colectivos no hegemónicos (el otro
personaje), están expuestas todo el día a recibir ataques en las redes. Y
podemos afirmar que dentro de las lógicas online de estos espacios
sociales, se reproducen las que se dan en el mundo offline, en otras
palabras: los discursos y formas de relacionarse entre las personas que se
construyen en torno a la discriminación, o al activismo por parte de grupos
o personas marginadas/sectorizadas, encuentran un espacio de
diseminación y multiplicación dentro de las redes sociales.
Otro punto para poner el foco de atención es que muchas veces se escucha
que, a través de las redes sociales, creció el bullyng y proliferaron los
haters. Si lo viéramos desde un punto de vista instrumental, diríamos que
las tecnologías de información no tienen nada que ver y es parte de su
proliferación este grupo de personas denominados “haters”. En cambio, si se
mirara el proceso desde una visión sustantiva de la tecnología, la solución
sería eliminarlas para que nadie reciba agravios, teniendo en cuenta que
esta mirada pone la atención sobre las elecciones culturales involuntarias
que hacemos frente a las tecnologías. En la publicidad, se muestra una
vuelta de tuerca cuando los que son agraviados no quedan como
espectadores pasivos viendo que les dicen o frustrándose, sino que
contestan desde otro lugar, minimizando al hater con una postura amorosa
“te <3 (corazón) hater”. Por esto, podría verse a la tecnología como una
escena de lucha o campo de batalla social, donde continuamente los
sujetos son atravesados por las tecnologías y las atraviesan a ellas,
generando nuevos modos y alternativas; un territorio de disputa de poder en
el que los sectores o grupos sociales que siempre fueron segregados
(personas con atributos físicos particulares, con orientaciones sexuales
diferentes, con elecciones de prácticas deportivas no hegemónicas)
encuentran en lo online un espacio para diseminar su mensaje de
resistencia con tanta velocidad y posibilidad de penetración como el
estigmatizante o discriminador que ya circula.
Siguiendo la misma línea, “lo que define a una red distribuida es, como dicen
Alexander Bard y Jan Söderqvist, que todo actor individual decide sobre sí
mismo, pero carece de la capacidad y de la oportunidad para decidir sobre
cualquiera de los demás actores” [6]. Dicha idea es la que justamente la
publicidad le propone a los receptores que “desafíen” a través del “I love
haters”.
[2]Ídem 1
[3] Mata, María Cristina (1999) "De la cultura masiva a la cultura mediática”,
en Revista Diálogos de la comunicación Nº 56, FELAFACS, Lima.
[4] de Ugarte, David (2012); El poder de las redes; Ediciones Aurelia Rivera;
Buenos Aires,