Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
TEMAS DE FILOSOFÍA
PROFESOR: EDGARD MUNIVE HERNANDEZ
SECCIONES: CR22, CR25
CICLO: 2019-2
Europa es sinónimo de occidente o cultura occidental. Es una evidencia que hoy en día la cultura occidental
se ha ampliado a un nivel global, ha penetrado y transformado las sociedades a escala mundial. Por ejemplo, las
grandes culturas milenarias como la China, la India se han modernizado a ritmos vertiginosos, pero hay que anotar
que dicha modernización no pocas veces ha sido conflictiva con las culturas originarias. La cultura occidental o
europea es el resultado de un proceso, que podemos decir que sucedió entre e lapso de la caída del imperio romano
de occidente en el siglo V hasta la caída del imperio romano de oriente en el siglo XV: 1000 años de gestación de la
cultura occidental.
especiales, como el traslado de la antorcha y el encendido de la llama olímpica. Ayer como hoy, los Juegos Olímpicos
siguen siendo la máxima expresión de la competición deportiva multidisciplinaria a nivel mundial, y una manera de
enfrentar a pueblos diversos de manera armónica; g) se le atribuye al griego Heredoto ser el padre de la historia.
Pero, es la filosofía, el principal aporte de los griegos a la cultura occidental. Los griegos enseñaron a usar la
razón a la humanidad. Les debemos a esos antiguos griegos el amor por el saber, el afán de reflexionar sobre los
diversos asuntos que envuelven nuestra vida. A pesar de la tremenda crisis filosófica que se experimenta hoy en día,
todavía recorremos los caminos del pensamiento que forjaron los griegos hace 2500 años, todavía se sigue leyendo
con expectación las obras de Sócrates, Platón y Aristóteles. En suma, la filosofía fue un invento netamente griego,
que no solo ha servido para intentar brindar respuestas a las angustias del hombre, sino que también ha contribuido
al desarrollo social de la humanidad.
cristiana. Estos Padres de la Iglesia llevarán a cabo la portentosa tarea de conciliar y sintetizar el helenismo con el
cristianismo.
El punto de encuentro entre el helenismo y el cristianismo es el logos. El logos es el gran descubrimiento
griego, y que se constituyó en el eje de la cultura helénica. El Dios cristiano se presenta como el Logos divino, por
ejemplo, cuando Jesucristo, el Hombre – Dios, dice que él es “el camino, la verdad y la vida”, o cuando al inicio del
Evangelio de San Juan se lee que “en un principio existía el Logos, el Logos estaba con Dios, y el Logos era Dios”.
Pues bien, la fusión de las culturas helénica y cristiana van a tener como base el logos común, esta fusión dará lugar
a una nueva cultura: la cultura occidental antigua que se puede datar desde finales del s. III hasta más o menos el s.
VIII con el surgimiento del imperio carolingio.
Por tanto, uno de los aportes del cristianismo es la síntesis entre razón y amor. Si los griegos legaron la
importancia de la racionalidad de la razón, los cristianos añadirán la importancia de orientar la razón hacia el amor,
o que la razón alcanza su culmen si se orienta hacia el amor. Al respecto San Agustín decía, que “no se puede entrar
en la verdad si no es por el amor”. Por eso, uno de los principales aportes de la doctrina cristiana a la cultura occidental
son el amor entendido como don, como entrega, como sacrificio, como destinar y dar la vida por los demás. Para los
cristianos quien no ama con obras ha fracasado como persona.
Otro aporte del cristianismo es la noción de persona, que el ser humano tiene una dignidad en sí misma
porque es una creación única y querida por Dios. Si Dios se hizo hombre, Jesucristo, para salvar al hombre, entonces
el hombre debe ser muy valioso para Él. Justamente esa idea cristiana de que el ser humano es valioso por sí mismo
ha llevado a la declaración universal de los derechos humanos promulgada por la ONU en 1948.
La idea de igualdad es también un aporte del judeocristianismo, ya que si todos somos hijos de Dios entonces
todos somos iguales ante Dios. Esta idea de igualdad es la base de la idea la unidad de la familia humana y la
solidaridad universal entre todos. Con el cristianismo la cultura occidental se hace acogedora hacia el otro: los
hospitales, los orfanatos, los refugios para los peregrinos, la atención organizada a los pobres e indigentes, serán
señales característicos de la cultura occidental.
que se formó en Europa occidental a lo largo de los siglos IX hasta el XV, donde se configuró una concepción del
mundo y del hombre a la luz de la revelación cristiana. Hay que anotar, que la Cristiandad medieval fue una de las
posibles concreciones culturales de. Cristianismo, pero no fue la ideal, en el supuesto caso que existiera dicha par
excellence de la cultura cristiana.
La reforma protestante fue un movimiento que rompe definitivamente con el Medioevo. El iniciador de este
movimiento es Martín Lutero (1483- 1546), monje agustino que con su concepción de pecado original ocasionó un
desbarajuste en el ambiente clerical que prácticamente cambió para siempre la sociedad europea. Para Lutero, el
pecado original dañó de tal manera la naturaleza humana que es imposible que el hombre pueda realizar alguna acción
que agrade a Dios. Por lo tanto, en su arranque el hombre está tan corrompido que su naturaleza es una pura miseria,
una nada, un vacío, una pura necesidad, una llaga, un lastre. En esta trágica situación lo único que puede hacer el
hombre es tener fe: el creer y serás salvo será radical en Lutero. Pero esta fe más que ser un asentimiento a verdades
reveladas que trascienden nuestra razón, es una búsqueda compulsiva de la certidumbre de salvación. Podemos
resumir en tres las influencias del luteranismo al pensamiento moderno: el voluntarismo, la visión pesimista del
hombre, y la actitud ateísta.
Podemos decir que el luteranismo introduce el voluntarismo en el pensamiento moderno, ya que Lutero
plantea una fe anclada en la voluntad. Ahora bien, en el catolicismo la fe se asienta más en la razón, porque es
concebida como un don que Dios da a la inteligencia para que esta acepte como cierto verdades que le trascienden
como, por ejemplo, los dogmas de la Santísima Trinidad, la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la
Inmaculada concepción de María, etc. En cambio, en la concepción de la fe de Lutero se centra en la voluntad. En
efecto, para Lutero la fe es tener una certidumbre de nuestra salvación por la acción del sacrificio de Jesucristo, es
decir, la fe luterana es una actitud de la voluntad que nos lleva a estar seguros de nuestra salvación. Si la fe católica
es más primariamente cognoscitiva, la fe luterana es centralmente voluntaria. Se podría decir, que con Lutero se da
un empoderamiento de la voluntad con respecto a la inteligencia al inicio de la Modernidad.
En la doctrina católica Dios necesita de mis buenas obras (de misericordia) para salvarme, por eso es una fe
con obras. En cambio, en el luteranismo, como hemos visto solo basta la fe para salvarse, entonces es una fe sin
obras. Ahora bien, la idea de fondo de esta concepción de la fe sin obras, es que para Lutero el hombre está
intrínsecamente corrompido, por lo tanto, es incapaz de hacer algo que contribuya a su propia salvación. Entonces el
hombre de entrada está vacío, es una pura una carencia. Siglos más adelante, Hobbes concebirá que el hombre es
egoísta por naturaleza, y Marx que el hombre en su inicio es un ser necesitante (pura necesidad) que al satisfacer sus
necesidades produce su propia humanidad.
Finalmente, una consecuencia del luteranismo es ser un comburente (que provoca o favorece) el ateísmo
moderno. En efecto, la doctrina luterana sobre el pecado original dejó al hombre en una situación muy difícil, o,
mejor dicho: irremediable: Pues lo concibió como una inutilidad andante, ya que intrínsecamente corrompido a causa
del pecado original. Efectivamente, los pensadores posteriores a Lutero tuvieron que lidiar con esta situación y
tratarán de salir de ella. Pero el camino que siguieron los llevó al ateísmo. Pues, si para Lutero la salvación del hombre
radica solo y solo en Dios y el hombre es un obstáculo a su propia salvación, entonces ir contra Lucero significaba
darle a la vuelta. Y, esto significaba ir por el camino de considerar que la salvación del hombre radica solo en él y no
en Dios. Esta es la situación hoy en día, donde a Dios se le considera más bien un obstáculo a la salvación del hombre.
El hombre querrá salvarse a sí mismo por sí mismo.
1
Chesterton, G.K. Santo Tomás de Aquino. Buenos Aires, Lohlé-Lumen, 2ª ed., 1996, p. 31.
6
formuló dos tesis, que la primera que podemos denominar como tesis de convergencia, y la segunda como tesis de
divergencia.
En efecto, la primera tesis postula una convergencia entre las Sagradas Escrituras y la astronomía. Esto es,
que las Sagradas Escrituras correctamente interpretadas deben estar necesariamente de acuerdo con los
descubrimientos de la naciente ciencia de la astronomía; y por otro lado, la astronomía seriamente estudiada no debe
contradecir las enseñanzas de la Biblia2. Es lo que se conoce como la tesis de la convergencia entre fe y ciencia. La
segunda tesis de divergencia, afirma Galileo que la Escritura y astronomía se ocupan de cosas totalmente distintas:
la Escritura de la salvación de los hombres, y la astronomía, de cómo funciona el universo. Esta es la tesis de la
separación o divergencia entre el campo de la investigación científica y la esfera de la religión3.
Aparentemente estas tesis son compatibles, pues ambas buscan conciliar religión y ciencia. Pues, mientras
que para la tesis de convergencia no puede haber conflicto entre verdad de ciencia y verdad de fe, porque ambas
avanzan de manera armónica. En la tesis de divergencia tampoco hay conflicto, pues los caminos de la religión y la
ciencia avanzan de manera independiente, cada uno en ámbitos autónomos y separados.
Pero, profundizando en ambas tesis y apelando a la historia, se puede ver que ambas tesis son incompatibles.
Pues para la tesis de convergencia, los saberes de la ciencia y la fe son auténticos y se armonizan, mientras que, para
la tesis de divergencia, el saber auténtico es el científico y la fe solo una creencia. En el primer caso, el conocimiento
es unitario, en el segundo dividido: hay un saber científico público y objetivo y unas creencias religiosas privada y
subjetiva. Esta es la gran división de la Modernidad. División que los pensadores modernos tratarán de subsanar sin
conseguirlo.
2
En carta que Galileo Galilei escribió a Benedetto Castelli en diciembre de 1613 plantea que entre las Sagradas Escrituras y las
Astronomía no se contradicen: “… da la impresión que aquello que los efectos naturales o la experiencia sensata nos ponen ante
los ojos, o lo que se deduce de una demostración convincente, no debe en modo alguno ponerse en duda con citas de la Escritura
donde las palabras tengan una forma distinta ya que no todos los dichos de la Escritura están sujetos a obligaciones tan estrictas
como lo están los efectos de la naturaleza”.
3
En el año 1615, Galileo escribía a Madame Cristina de Lorena dando a entender que la Biblia y la astronomía tratan de cosas
bien distintas: “…Yo podía decir aquí lo que escuché a un personaje eclesiástico elevado a la más alta categoría, a saber, que la
intención del Espíritu Santo [en la Biblia] es la de enseñarnos cómo se va al cielo, y no cómo vaya el cielo [la astronomía]”.
7
2. EL PROYECTO CARTESIANO
Ante el escepticismo se reinaba en el siglo XVII, surge el pensamiento de René Descartes (1596-1650), quien
nace en Francia, en La Haye, en Turena, el 31 de marzo de 1596. Estudia en el famoso colegio jesuita de La Flèche.
En 1616 obtiene la licenciatura de Derecho por la Universidad de Poitiers. Insatisfecho de su formación intelectual
viaja por toda Europa en busca del saber. Para eso se alistó en los ejércitos de varios príncipes alemanes, luego se
dedicó a recorrer Europa en plan de “espectador” y observador.
En la noche del 10 de noviembre de 1619 tiene tres sueños, que Descartes interpreta como llamadas del cielo
para realizar una misión personal en el ámbito del saber. En tales sueños vislumbra que el camino que salvará a la
ciencia de su época del escepticismo tiene su fundamento en el método matemático. En 1628 publica su método
filosófico en la Regulae ad directionem ingeni (Reglas para la dirección del entendimiento). En 1637 publica tres
ensayos sobre los meteoros, precedido por un Discurso del método, que se convertirá en su obra más famosa, y
marcará de manera oficial el inicio de la filosofía moderna. En 1641 publica sus Meditationes de prima philosophia
(Meditaciones metafísicas). En 1644 salen sus Principia philosophiae (Principios de la filosofía) como un intento de
compendio de su filosofía. En 1649 escribe las Pasiones del alma, donde desarrolla su psicología, que tendría que
haber servido de fundamento a la moral definitiva, que Descartes nunca llegó a escribir. En 1650, viaja a Suecia
invitado por la reina Cristina. El 11 de febrero de 1650 muere debido a una pulmonía.
2.1. Lo sintético versus lo sistemático: la diferencia entre el filosofar clásico y el filosofar moderno
La filosofía clásica parte de tres principios indiscutibles: Primero, que existen las cosas. Segundo, éstas son
cognoscibles. Y, tercero, el hombre mediante su razón puede conocerlas. Pero como hemos visto en el tránsito de la
edad Media a la época Moderna, los problemas que se suscitaron, mellaron la confianza que tenían los medievales
del poder de la razón para conocer la verdad de la realidad. En los siglos XV y XVI se pierde también la confianza
en la autoridad: la autoridad de la religión y la autoridad de la ciencia medieval que no era cosa que la ciencia de
Aristóteles.
Como consecuencia de la reforma protestante, se suscitaron unas terribles guerras de religión que no solo
terminaron con la unidad religiosa de Europa, sino que ocasionaron que se empiece a desconfiar de la religión como
camino de felicidad del hombre. Por otro lado, el descubrimiento de la redondez de la tierra por los grandes
navegantes, y los descubrimientos de Copérnico y Kepler que la tierra no es el centro del universo, sino un grano de
arena perdida en la inmensidad de los espacios infinitos, echan por tierra la física de Aristóteles. Por eso no es de
extrañar que en la entrada del siglo XVII el escepticismo cunda por todas partes.
El pensador europeo que empieza a ser moderno ya ha perdido la inocencia, y se ha convertido en alguien
intrínsecamente desconfiado4. Por eso al pensador moderno antes de buscar descubrir la verdad de la realidad, lo que
busca es estar seguro5. Por lo tanto, la filosofía moderna ya no se centrará en la realidad, como lo había sido en la
filosofía clásica, sino en la capacidad o incapacidad del hombre de conocer. El filósofo moderno va a centrar la
filosofía en sí mismo. En los nuevos tiempos modernos, el principio de la filosofía ya no es buscado fuera del hombre
sino en el hombre mismo. Esto lo vamos a ver claramente en Descartes.
El pensador clásico al buscar el fundamento de la filosofía en la realidad fuera de él mismo, entonces su
filosofía será necesariamente sintética6. Ya que hará una síntesis de todo lo pensado anteriormente. Esto es, estudiará
todo lo pensado anteriormente a él, recogiendo lo que considera verdadero y depurando lo que piensa que está
equivocado, y luego, agregará sus propios aportes, prosiguiendo de esta manera la filosofía. Pero como en la
Modernidad el fundamento de la filosofía se busca en el mismo hombre que filosofa, entonces la filosofía moderna
será un sistema acabado, cerrado sobre sí mismo7. Pues la razón de cada pensador es diferente a otro. Por eso, el
pensador moderno crítica y desmonta todo lo pensado anteriormente, y sobre las cenizas de las filosofías anteriores,
4
“El pensamiento moderno es todo lo que se quiera, menos inocente, es todo lo que se quiera; menos espontáneo. Empieza a
surgir ya con la idea de precaución y de cautela”. García Morente, Manuel. Lecciones preliminares de filosofía, México, Ed.
Época, 1967, p. 135, lección 9, nº 3.
5
“Lo que le interesa al pensamiento moderno ahora es la indubitabilidad; es que aquello que se afirma tenga una solidez tan
grande, que no pueda ser puesto en duda, como ha sucedido con el sistema de Aristóteles. No caigamos en las mismas”. Ibíd., p.
137, lección 9, nº 4.
6
“Una filosofía es sintética en la medida en que recibe el pasado y lo incluye en sí misma”. Polo, Leonardo. Evidencia y realidad
en Descartes, Pamplona, Eunsa, 2ª ed., 1996, p.13.
7
“El sistema, como forma de la filosofía moderna es un todo acabado, cristalizado, improseguible”. Ibíd.
8
levanta su propio sistema. Si el filósofo clásico continúa la filosofía en el punto en que lo dejaron sus predecesores,
el filósofo moderno recomienza todo desde el principio. El filósofo peruano Francisco Miró Quezada Cantuarias
describe esta característica radical del pensador moderno que se da claramente en la filosofía alemana:
“Es algo verdaderamente impresionante, sobrecogedor, ver a un filósofo alemán negar todo lo que se ha
hecho antes de él, no por orgullo ni por el prurito vano de crear y de diferenciarse de los demás, sino porque
su razón lo ha conducido ha ello. Cuando Leibniz rechaza toda la filosofía anterior, y partiendo de unos pocos
conceptos, comienza a recrear el conocimiento entero, cuando Kant, llamándose a sí mismo el Copérnico de
la filosofía descubre el abismo de la subjetividad en la constitución del conocimiento y propone normas de
conducta que habrán de conducir a la revolución mundial; cuando Hegel es capaz de reducir a la nada los
conceptos tradicionales del bien y el mal y engloba en un sistema grandioso la totalidad de la historia
universal, cuando Marx denuncia toda la filosofía anterior como expresión del interés de clase y propone la
destrucción total de la sociedad imperante para alcanzar la liberación final; cuando Husserl, se atreve a
proponer un nuevo comienzo para la filosofía; cuando Heidegger propone de un solo plumazo, la destrucción
de toda la metafísica anterior él y rechaza hasta el concepto mismo de logos como fundamento de la filosofía,
no podemos menos que rendir pleitesía de admiración a la filosofía alemana”8.
8
Francisco Miró Quezada Cantuarias., “Introducción”, La filosofía alemana desde Nicolás de Cusa hasta nuestros días (ciclo
de conferencias), Universidad Peruana Cayetano Heredia Fondo Editorial, Lima, 1978, p. 4.
9
Descartes, René. Discurso del método, edición y traducción de Manuel García Morente, Madrid, Austral, 40ª ed., 2006, 1ª
parte, p. 44.
10
García Morente, Manuel. Lecciones preliminares de filosofía, p. 141, lección 9, nº 6.
9
Otra ruptura con el pensamiento clásico, estriba en que Descartes va a pretender que todas las ciencias,
incluida la filosofía, siga un mismo método: el método matemático. En contraposición al pensamiento clásico, en
donde se concibe que cada ciencia tenga su propio método. Por consiguiente, para que las ciencias sean consideradas
como tales, deben tener la misma claridad y seguridad de las matemáticas. Y, finalmente, podemos decir que el fin
de la filosofía cartesiana es totalmente distinto que el de la filosofía clásica, pues si ésta tiene como fin contemplar
la verdad de la realidad, el proyecto cartesiano no tiene otro fin que el práctico, pues tiene como fin ser dueño y
dominador de la naturaleza. Así lo explica en el Discurso del método:
“Pues esas nociones me han enseñado que es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida, y que,
en lugar de la filosofía especulativa enseñada en las escuelas, es posible encontrar una práctica, por medio
de la cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de
todos los demás cuerpos que nos rodean, tan distintamente como conocemos los oficios varios de nuestros
artesanos, podríamos aprovecharlas del mismo modo en todos los usos a que sean propias, y de esa suerte
hacernos dueños y poseedores de la naturaleza”11.
11
Descartes, René. Discurso del método, 6ª parte, p. 90.
12
Descartes, René. Meditaciones Metafísicas, edición y traducción de Manuel García Morente, Madrid, Austral, 40ª ed., 2006,
Meditación I, p. 119.
13
Ibíd., 1ª parte, p. 44.
14
Ibíd., p. 120.
15
Descartes, René. Discurso del método, 4ª parte, p. 66.
10
16
Descartes, Renato. Discurso del método, 4ª parte, p. 65.
17
Descartes, Renato. Discurso del método, 4ª parte, p. 66.
18
Descartes, Renato. Discurso del método, 4ª parte, p. 66.
11
Habíamos dicho que la característica principal del pensamiento moderno es búsqueda de certeza, por eso el
problema del método será de vital importancia para evitar el error. Por eso antes de ponerse a filosofar, Descartes
aclarará su propio método que para él será el camino seguro a un conocimiento indubitable. El método cartesiano,
como lo habíamos anotado, está basado en el método matemático, además que pretende ser universal, válido para
todas las ciencias. En su Discurso del método propone, en forma de enunciados generales, cuatro reglas
fundamentales que destacan por su simplicidad.
La primera regla dice así: “Fue el primero no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con
evidencia que lo es, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios
nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo
en duda”19. Esta primera regla es conocida como la regla de la evidencia, y consiste en partir siempre de una evidencia
y claridad, lo que Descartes llama “ideas claras y distintas”. Pero esta evidencia, claridad y distinción es la claridad
y distinción propia de las matemáticas. En consecuencia, para lograr de la realidad dicha claridad y evidencia, hay
que matematizarla. Hay que lograr expresar la realidad en términos numéricos. Pero, ¿que pasa con aquellas ciencias
que no se pueden expresar matemáticamente? Pues simplemente, que perderán su carácter de científico. Eso es lo
que les pasó la Teología y la Filosofía, que dejaron de ser consideradas científicas.
La segunda regla se enuncia de la siguiente manera: “El segundo, dividir cada una de las dificultades que
examinare en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución”20. Esta regla es conocida como
la regla del análisis, y tiene como fin desarticular lo compuesto en lo simple permite a la razón disipar las
imprecisiones. Por ejemplo, dividir un problema complejo en otros problemas menos complejos de tal modo que al
resolver estos sub problemas, resolveremos el problema complejo.
La tercera regla dice así: “El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos
más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los
más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente”21. Esta regla es la regla
de la síntesis, se trata de recomponer los elementos en los que el compuesto fue desarticulado. Siguiendo el ejemplo
anterior, una vez resueltos los sub problemas, los juntamos nuevamente para ver la situación del problema complejo.
Y, la cuarta regla: “El último, hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,
que llegase a estar seguro de no omitir nada”22. Esta es la regla de la revisión continua. El recuento tiene como fin de
controlar si el análisis ha sido completo, y la revisión controla si la síntesis ha sido correcta. Del ejemplo anterior, al
revisar y analizar la solución se ve si es aceptable, si no es así, se empieza nuevamente el proceso de análisis y
síntesis, hasta hallar una solución razonable al problema complejo.
19
Descartes, Renato. Discurso del método, 2ª parte, p. 53.
20
Ibíd.
21
Ibíd.
22
Ibíd.
12
Thomas Hobbes (1588-1679) nació en Malmesury, Inglaterra en 1588. Hijo de un pastor anglicano rural.
Estudió desde los catorce años en la Universidad de Oxford, donde imperaba la escolástica nominalista de la
decadencia. Como preceptor de una noble familia inglesa, los Canvendish emparentados con los Estuardo, tuvo
ocasión de hacer muchos viajes: en Italia conoció a Galileo, y en Francia conoció la obra de Descartes, sobre todo
las Meditaciones metafísicas realizando unas críticas que fueron contestadas por el mismo Descartes. Vuelto a
Inglaterra en 1637, publica Elementos de la ley natural y política (dividida en tres secciones, sobre el cuerpo, sobre
el hombre, y sobre el organismo social y político). Estallada la guerra entre el parlamento y el rey, Hobbes, sostenedor
del absolutismo monárquico, huye a Francia, donde permaneció de 1640 a 1651. En 1642 publicó el De cive, que
sirvió de base para su obra capital el Leviathan (1651), cuyo nombre tomó del monstruo bíblico para simbolizar al
Estado. Concedida una amnistía, regresó a Inglaterra. Subido al trono Carlos II, de quien Hobbes había sido preceptor,
obtiene del rey una pensión. Murió de muy avanzada edad en 1679.
Se podría decir que el primer encuentro del pensamiento inglés con el racionalismo cartesiano tuvo lugar en
la mente de Hobbes. Si Descartes concebía al mundo natural como un gran mecanismo. Hobbes extenderá el
mecanicismo también al mundo humano, y sobre esta base afrontará los problemas de la vida política, social y
religiosa que se debatían en su tiempo. Esto es, el sistema filosófico de Hobbes es netamente materialista, pues para
él, la realidad solo es materia, hasta el punto que considera absurdo la noción de sustancia incorpórea.
23
Iberico, Mariano. El Nuevo absoluto, Lima, Minerva, 1926, pp. 218-219.
13
En suma, en este estado de conflicto unos contra otros es imposible vivir en tranquilidad y en paz, que son el
deseo todo individuo humano. Por lo tanto, la naturaleza racional va a tener que ir contra las pasiones y buscar el
modo como conseguir la paz para su propio bien. Este deseo de asegurar la paz es el que prepara el tránsito del estado
de naturaleza al estado social, el paso de la fuerza a la razón, de la violencia a la paz, por eso dice Hobbes: “Es cosa
averiguada que el origen de las sociedades más grandes y duraderas no proviene de la recíproca benevolencia entre
los hombres, sino de su recíproco temor”.
Dentro del mismo seno de la Ilustración surgen voces discordantes. Una de ellas es la de Juan Jacobo
Rousseau (1712-1778), quien contra toda lógica iluminista sostiene que el progreso de las ciencias y las artes no ha
contribuido hacer del hombre alguien mejor, sino por el contrario, lo ha envilecido. Los enciclopedistas sostenían al
unísono que la civilización libera al hombre de la ignorancia y lo hace cada vez mejor. Pero Rousseau sorprendió a
sus contemporáneos respondiendo que el hombre nace bueno, y es la sociedad, la sociedad existente la que lo hace
malo, desconfiado, simulador e injusto.
Rousseau nació en Ginebra, en 1712, de una familia de artesanos relojeros, pero la mayor parte de su vida la
pasó en Francia. Su madre murió poco después de traerlo al mundo y, cuando todavía era un adolescente, su padre
tuvo que exiliarse, con lo que Juan Jacobo quedó abandonado y tuvo que ganarse la vida como pudo yendo de un
sitio a otro. A los veintinueve años marchó a París, donde se relacionó con los “filósofos de la ilustración” y colaboró
en la Enciclopedia escribiendo varios artículos sobre música y sobre economía. Muy pronto, sin embargo, surgiría
una profunda y definitiva enemistad entre Rousseau y los “filósofos de la ilustración”. En 1750 ganó un premio de
la Academia de Dijon con su Discurso sobre las ciencias y las artes y posteriormente escribió bastantes obras
literarias y políticas, entre las cuales las más importantes son Discurso sobre el origen de la desigualdad, Emilio, El
contrato social y Confesiones.
La obra de Rousseau está íntimamente relacionada, directamente o por contraste, con su propia vida; con su
personalidad compleja y contradictoria. Se enfrentó intelectualmente al racionalismo de los «ilustrados» sin dejar él
mismo de ser un racionalista; de una afectividad exacerbada, fue incapaz de establecer relaciones duraderas;
preconizando una gran dedicación a la educación de los niños, envió a todos los suyos —ilegítimos— al hospicio y
no los volvió a ver; tuvo amantes de distinto nivel social, frecuentó los salones de damas “ilustradas” y llegó a casarse
con una sirvienta analfabeta. Durante toda su vida, Rousseau tuvo dos sentimientos que, combinados, explican, en
gran parte, sus escritos políticos: en primer lugar, el de que obraba mal a pesar de considerarse un hombre bueno, y
en segundo lugar, el de que la sociedad era profundamente injusta y que le perseguía sin tregua. Este último
sentimiento fue agravándose hasta convertirse en manía persecutoria de nivel netamente patológico. Murió en 1778.
Quizás la inevitable necesidad de autojustificación llevó a Rousseau al convencimiento de que el hombre,
naturalmente bueno, actúa mal, forzado por la sociedad que lo corrompe al privarle de verdadera libertad. Esta
conclusión, que expone como habiéndola comprendido con absoluta claridad, en una especie de visión intelectual, la
erige en el principio de toda su teoría política. Una vez formulado este principio, intentará explicar por qué las cosas
son de esta manera y cuál debe ser el camino a seguir para salir de esta triste situación. Finalmente, cabría decir que
la obra de Rousseau no solo ha influido en el terreno político social, sino también en la literatura, así como en el
movimiento romántico, del que fue un claro precursor.
4.1. El deísmo
La época de Rousseau es el deísmo, que es una postura filosófica que acepta la existencia de un Dios
impersonal deducido racionalmente. Rechazan de plano la creencia de un Dios basado en la revelación como lo
muestran las grandes religiones teístas (judaísmo, cristianismo, islamismo). Al respecto, Coplestón escribe: “El
deísmo del siglo XVIII significaba la desupernaturalización de la religión y la negativa de aceptar cualquier
proposición religiosa basada en el principio de autoridad. Para los deístas era la razón sola la que había de juzgar
sobre la verdad, tanto en materia religiosa como en cualquier otra”24. En palabras más sencillas: un deísta es aquel
que se inclina a creer en la existencia de algún ser superior, pero no practica ninguna religión. El Dios de los deístas
sería algo así como el organizador del mundo, el Hacedor o Arquitecto del universo.
Así, uno de los principales postulados de esta doctrina está basado en la creencia de que Dios existe y creó
el universo físico, pero no interfiere con él. Para los deístas, Dios puso en marcha ese gran mecanismo que es el
universo, y que una vez puesto en marcha funciona por sí misma. En consecuencia, para los deístas Dios que no tiene
nada que ver con ellos y ni ellos con él, esto es, un Dios que no estorba. Por eso, no aceptan los credos de ninguna
religión particular. Rechazan toda pretensión de revelación sobrenatural. No siguen los mandatos de ninguna
autoridad y ni de ninguna norma moral, sino los dictados de su propia razón. Consideran que las religiones teístas
son solo supersticiones o en el mejor de los casos tradiciones respetables. Por ejemplo, en la actualidad un deísta es
aquel que suele decir: No soy religioso, sino espiritual.
24
Coplestón, Frederic. Historia de la filosofía, vol. V: De Hobbes a Hume, Barcelona, Ariel, 1993, p. 158.
16
Un deísta tiene fobia a toda vinculación con la divinidad. En cambio, las grandes religiones teístas sostienen
que Dios no se desentiende de su creación, y aún más, que la criatura puede tener una relación personal con su
Creador, algo impensable en los deístas, por ejemplo, los cristianos se relacionarán con Dios como de un hijo a su
Padre (de allí la oración del Padre nuestro).
Pero Rousseau considera que el camino de la revolución no es posible porque el hombre ya aprendió a usar
su razón y resulta imposible que prescinda de ella, además del tremendo costo de vidas humanas que ello implica.
Por eso, establece otro camino para lograr la libertad del hombre: el Contrato social basado en la Voluntad General
de los pueblos.
El contrato social no es un pacto o convenio entre individuos (Hobbes) ni un contrato bilateral (Locke). El
nuevo contrato social es un pacto de la comunidad con el individuo y del individuo con la comunidad, desde el que
se genera una "Voluntad General" que es distinta a la suma de las voluntades individuales y que se constituye en
fundamento de todo poder político. La Voluntad General no es otra cosa que la voluntad de todos los hombres libres.
Es una especie de Voluntad de la humanidad que busca el bien común de todos. A diferencia de Hobbes y Locke que
concebían un Estado que gobernara al pueblo, lo que propugna Rousseau es que el Estado sea el mismo pueblo. Que
el pueblo se gobierne a sí mismo. Allí viene la noción de sufragio universal. Es lo que se conoce como el bien común.
Ahora bien, la soberanía ha de emanar de la Voluntad General, siendo indivisible (contra Locke y Montesquieu,
Rousseau no es partidario de la separación de poderes) e inalienable (la ley procede de la Voluntad General y sus
ejecutores son, por lo tanto, sustituibles). La libertad individual ha de constituirse, a través de la Voluntad General,
cuando la voluntad del ciudadano se identifica con la Voluntad General.
Pero el problema estriba en ¿Qué se entiende como Voluntad General de los pueblos? ¿Cómo se concreta el
bien común? Pues bien, Rousseau establece que el pueblo deberá elegir mediante sufragio universal a sus
representantes, hombres comprometidos con el bienestar del pueblo, para que ellos determinen que significa
Voluntad General y bien común. Y esto se traducirá en unos principios que serán estampados en un documento que
se denominará Constitución política. Esta Constitución será la guía para que el pueblo se gobierne a sí mismo. Una
especie de libro sagrado, de donde el Estado toma su legitimidad y poder.
Ahora bien, una vez establecido ese pacto, los hombres deben someterse a él. A partir de allí lo primario será
la sociedad y después la persona que será reducida a un individuo que forma parte de una sociedad. Cosa curiosa, en
las antípodas de Hobbes, Rousseau coincidirá con él, al considerar al Estado en una especie de dios, donde la libertad
del individuo radicará no ya en el mismo, sino en identificar su voluntad con la voluntad del estado.
La libertad del buen salvaje, se convertirá en esta nueva sociedad en estar sometido a la Voluntad General
que unos pocos establecieron como tal. Seguir las reglas de este nuevo Estado es lo que llevará a la felicidad al nuevo
ciudadano. Si la libertad del buen salvaje se identificaba con la espontaneidad, la libertad del hombre vuelto a la
naturaleza en la sociedad será “la obediencia a la ley que nosotros mismos nos hemos dado”. Entre la espontaneidad
y la capacidad de auto legislarse se debatirá la libertad en Rousseau. Años después, Inmanuel Kant pondrá como base
de su sistema moral la espontaneidad y la auto legislación.
de penetrar y organizar la vida humana totalmente por la razón instrumental. Esto responde, a la concepción filosófica
del racionalismo. Finalmente, la noción de revolución como ideal de anarquismo puro; destrucción total de lo
anterior; incendio del mundo para reconstruirlo al gusto de unos pocos; es lo que legó también Rousseau a la
posteridad.
5. KANT Y LA ILUSTRACIÓN
5.1. El iluminismo
Los ideales del racionalismo y el espíritu de emancipación penetran en los salones de la alta sociedad, sobre
todo en la corte esplendorosa de Luís XIV, y se forma en ellos, en torno a damas ilustres o magnates cultos, un
ambiente filosófico cuya principal manifestación era la crítica demoledora de los principios y supuestos teóricos del
antiguo régimen (el Medioevo) que en todavía se apoyaba la actual sociedad. De este ambiente frecuentado por la
aristocracia, los hombres de letras, la burguesía rica y cierto número de “clérigos ilustrados”, brotó un movimiento
que se conoce en la historia con el nombre de iluminismo o ilustración.
En el orden intelectual, este movimiento es meramente superficial y, como todo el siglo llamado “de las
luces”, no tiene verdadera importancia filosófica, pero sí la tiene histórica y políticamente, supuesto que se trata de
la irrupción en la sociedad de las ideas y anhelos del racionalismo, y ello arrastrará tras de sí grandes consecuencias.
El nombre de iluminismo procede del ideal implícito de este movimiento de “iluminar” todos los sectores de la
realidad con la razón para que el hombre solo se guíe por ésta. Y así promover el progreso ilimitado del hombre en
su dominio de la naturaleza. En suma, la ilustración no es otra cosa que poner en práctica los ideales del racionalismo
y del empirismo en la sociedad.
Pero la ilustración supone una nueva fe. Una fe en que el hombre mediante su razón puede dominar la
naturaleza, y dominándola ser feliz. Ya no necesita del Dios cristiano para su salvación, él mismo con su razón basta.
Antes de continuar hay que anotar que los ilustrados dejan de lado la racionalidad teórica y la racionalidad ética, muy
cultivada tanto en la Antigüedad griega como en el Medioevo cristiano, y solo se apuesta a la racionalidad
instrumental. En suma, para la Ilustración la razón solo es un instrumento al servicio del progreso científico.
Los ilustrados reemplazaron al Dios trascendente por la diosa razón, la Biblia judeocristiana, por su propia
biblia: La Enciclopedia. Una especie de diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios de la época. En
ella colaboraron las primeras estrellas de aquel tiempo: Dionisio Diderot, Juan D’alembert, Voltaire y Juan Jacobo
Rousseau. La que fue la famosa Enciclopedia es hoy, como tal, una obra arcaica y superada que nadie consulta; pero,
que representó el exponente simbólico de una época donde nació el espíritu cientificista hijo del racionalismo. Según
el modo de pensar cientificista, lo que llamamos conocimiento religioso, metafísico y aún filosófico, no son más que
explicaciones imaginarias sin sentido que el hombre se forja sobre aquellos sectores de la realidad donde aún no ha
llegado el conocimiento científico, puramente racional. Esto es, es el encumbramiento de la razón instrumental.
25
Kant, Inmanuel. Respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?, Ak VIII, p. 35.
20
Esta minoría de edad significa dependencia, inmadurez o no emancipación de la mente guiada por otro (tutor, guía
espiritual), lo cual es producido por la falta de decisión y valor, no por falta de inteligencia.
En cambio, “mayoría de edad o emancipación se interpreta como la autonomía para utilizar la mente y
razonar. Lo cual es imposible conseguir con dejadez o cobardía. “¡Sapere aude”! ten valentía para servirte de tu
propio entendimiento. Esta es la consigna de la ilustración”. En suma, la ilustración se puede resumir salir de la
“minoría de edad” a la “mayoría de edad” mediante un acto de valentía y autonomía.
funcionaría si cada vez que llamo a la puerta de un contribuyente se suscita un debate. En este caso debo hacer uso
privado de la razón, y pedirle al contribuyente que pague.
Ahora bien: Kant es en este punto bastante celoso con la libertad, pues, volviendo al caso anterior, considera
que incluso el recaudador de impuestos, en su tiempo libre y cuando actúa como ciudadano deliberativo, tiene todo
el derecho de criticar el sistema al cual sirve como funcionario.