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(Los párrafos han sido numerados para localizar mejor las citas).
EJEMPLO XXXIV
DE LO QUE ACONTECIÓ A UN CIEGO QUE ADIESTRABA A OTRO
1 Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, de esta manera:
2 - Patronio, un pariente amigo mío, en quien yo confío mucho y estoy seguro que me ama
verdaderamente, me aconseja que vaya a un lugar de que me recelo yo mucho. Y él dice que yo no
tenga recelo, que antes tomaría él la muerte que yo tome ningún daño. Y ahora ruégoos que me
aconsejéis en esto.
3 - Señor conde Lucanor –dijo Patronio-, para este consejo mucho querría que supieseis lo que
aconteció a un ciego con otro.
4 El conde le preguntó cómo fuera aquello.
5 - Señor conde –dijo Patronio-, un hombre moraba en una villa, y perdió la vista de los ojos y
fue ciego. Y estando así ciego y pobre, vino a él otro ciego que moraba en aquella villa, y díjole que
fuesen ambos a otra villa cerca de aquélla y que pedirían por Dios y que tendrían de qué mantenerse y
alimentarse.
6 Y aquel ciego le dijo que él sabía aquel camino de aquella villa, que había allí pozos y
barrancos y muy diferentes pasos; y que se recelaba mucho de aquella ida.
7 Y el otro ciego le dijo que no tuviese recelo, porque él se iría con él y lo pondría a salvo. Y
tanto le aseguró y tantas ventajas le mostró en la ida, que el ciego creyó al otro ciego; y fuéronse.
8 Y después que llegaron a los lugares difíciles y peligrosos cayó el ciego que guiaba al otro, y
no dejó por eso de caer el ciego que recelaba el camino.
9 Y vos, señor conde, si recelo tenéis con razón y el hecho es peligroso, no os metáis en
peligro por lo que vuestro pariente y amigo os dice que antes morirá que vos toméis daño; porque
muy poco os aprovecharía a vos que él muriese y vos tomaseis daño y murieseis.
10 El conde tuvo éste por buen consejo e hízolo así y hallóse por ello muy bien.
11 Y entendiendo don Juan que este ejemplo era bueno, hízolo escribir en este libro, e hizo
estos versos que dicen así:
12
Nunca te metas donde puedas tener malandanza,
a pesar de que tu amigo te ofrezca seguranza.
3. ANALIZA SU MÉTRICA.
A)
- Yo … quien libre me vi,
yo, quien pudiera olvidaros; C)
yo só el que, por amaros Sin Dios, porqu’en vos adoro;
sin vos, pues no me queréis;
B) pues sin mí, ya está de coro,
Sin Dios y sin vos y mí. que vos sois quien me tenéis.
POESÍA POPULAR
ROMANCE DE ROSAFRESCA
(ANÓNIMO)
Rosafresca, Rosafresca,
tan garrida y con amor,
cuando yo os tuve en mis brazos
no vos pude servir, no,
y ahora que os serviría 5
no vos puedo haber, no.
- Vuestra fue la culpa, amigo,
vuestra fue, que mía no:
enviásteisme una carta
con un vuestro servidor 10
y en lugar de recaudar
él dijera otra razón:
que érades casado, amigo,
allá en tierras de León,
que tenéis mujer hermosa 15
e hijos como una flor.
-Quien os lo dijo, señora,
no vos dijo verdad, no,
que yo nunca entré en Castilla
ni allá en tierra de León, 20
sino cuando era pequeño
que no sabía de amor.
- CELESTINA.- ¡Ay Dios, si llegase a mi casa con mi mucha alegría a cuestas! A Pármeno y a
Sempronio veo ir a la Magdalena. Tras ellos me voy y si ahí no estuviese Calisto, pasaremos a su casa a
pedirle las albricias de su gran gozo.
- SEMPRONIO.- Señor, mira que tu estada es dar a todo el mundo que decir. Por Dios, que huyas de ser
traído en lenguas, que al muy devoto llaman hipócrita. ¿Qué dirán sino que andan royendo los santos? Si
pasión tienes, súfrela en tu casa; no te sienta la tierra. No descubras tu pena a los extraños, pues está en
manos el pandero que lo sabrá bien tañer.
- CALISTO.- ¿En qué manos?
- SEMPRONIO.- De Celestina.
- CELESTINA.- ¿Qué nombráis a Celestina? ¿Qué decís de esta esclava de Calisto? Toda la calle del
Arcediano vengo a más andar tras vosotros por alcanzaros y jamás he podido con mis luengas aldas.
- CALISTO.- ¡Oh joya del mundo, acorro de mis pasiones, espejo de mi vista! El corazón se me alegra
de ver esa honrada presencia, esa noble senectud. Dime, ¿con qué vienes? ¿Qué nuevas traes, que te veo
alegre y no sé en qué está mi vida?
- CELESTINA.- En mi lengua.
- CALISTO.- ¿Qué dices, gloria y descanso mío? Declárame más lo dicho.
- CELESTINA.- Salgamos, señor, de la iglesia y de aquí a casa te contaré algo con que te alegres de
verdad.
- PÁRMENO.- (Buena viene la vieja, hermano; recaudado debe de haber.
- SEMPRONIO.- Escúchala).
- CELESTINA.- Todo este día, señor, he trabajado en tu negocio y he dejado perder otros en que harto
me iba. Muchos tengo quejosos por tenerte a ti contento. Más he dejado de ganar que piensas. Pero todo
vaya en buena hora, pues tan buen recaudo traigo; y óyeme, que en pocas palabras te lo diré, que soy
corta de razón: a Melibea dejo a tu servicio.
- CALISTO.- ¿Qué es lo que oigo?
- CELESTINA.- Que es más tuya que de sí misma; más está a tu mandado y querer que de su padre
Pleberio.
- CALISTO.- Habla cortés, madre, no digas tal cosa, que dirán estos mozos que estás loca. Melibea es
mi señora. Melibea es mi dios, Melibea es mi vida; yo su cautivo, yo su siervo.
- SEMPRONIO.- Con tu desconfianza, señor, con tu poco preciarte, con tenerte en poco, hablas esas
cosas con que atajas su razón. A todo el mundo turbas diciendo desconciertos. ¿De qué te santiguas?
Dale algo por su trabajo; harás mejor, que eso esperan esas palabras.
- CALISTO.- Bien has dicho. Madre mía, yo sé cierto que jamás igualará tu trabajo y mi liviano
galardón. En lugar de manto y saya, porque no se dé parte a oficiales, toma esta cadenilla, ponla al cuello
y procede en tu razón y mi alegría.
- PÁRMENO.- (¿Cadenilla la llama? ¿No lo oyes, Sempronio? No estima el gasto.
- SEMPRONIO.- Oírte ha nuestro amo; ternemos en él que amansar y en ti que sanar, según está
hinchado de mucho murmurar. Por mi amor, hermano, que oigas y calles, que por eso te dio Dios dos
oídos y una lengua sola.
- PÁRMENO.- ¡Oirá el diablo! Está colgado de la boca de la vieja, sordo y mudo y ciego, hecho
personaje sin son, que, aunque le diésemos higas, diría que alzábamos las manos a Dios rogando por buen
fin de sus amores).