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Este sistema relacionaba la periferia con el centro y la costa del altiplano, mantenía a
los rebeldes bajo observación y hacia fluir la información burocrática administrativa,
entre otras cosas.
Las estructuras políticas cuzqueñas del siglo XV fueron conocidas como excepcionales
y utópicas. Se trataba de “gente de razón”, civilizada, con riego intensivo, grandes
almacenes, centros y periferias, una administración centralizada y una marcada
estratificación social. Nadie era pobre, no había hambre.
Hacia 1500 había dos sistemas en la agricultura y el acceso a la tierra, el del Estado y
el de los grupos étnicos locales, estos ayllu étnicos funcionaban dentro de la estructura
de poder económico y social del Estado.
Las tierras de cultivo estatal eran denominadas “tierras del sol”, Allí se cultivaba chicha
y maíz, indispensables para el ceremonial.
Los señores étnicos locales, llamados Kuraka tenían derecho a usar la energía humana
de su comunidad, ellos no recibían tributo de ninguna clase, aunque eran muy
respetados. Solo usaban la energía necesaria para hacer producir sus tierras, era parte
de sus privilegios contar con este servicio.
El estado respetaba el principio de mit´a de reciprocidad, era el suministro obligado de
comida y chicha. Tal obligación era común a nivel local, quien se beneficiaba con la
edificación de una casa convidaba a todos los constructores, y lo mismo hacia el
Kuraka cuando se barbechaban sus chacras.
Los jóvenes se iniciaban ayudando a sus familiares en sus obligaciones locales, y más
tarde en las étnicas y estatales. La diferencia no consistía en la edad, ni en el tipo de
labores realizadas, sino en el grado de responsabilidad asumido: hasta su matrimonio,
el joven cumplía con lo asignado por sus padres. El matrimonio constituía un lazo
étnico, era el símbolo de nuevo status del contribuyente.
El cumplimiento de las obligaciones era una ocasión gozosa, durante el cultivo de las
tierras del sol, el Estado proveía a los campesinos de comida y chicha.
Todos los varones útiles estaban obligados a tributar energía al Estado. Este
controlaba la vida económica y social del país con propósitos básicamente de
bienestar.
En los pisos ecológicos alto-andinos los únicos cultivos nativos eran la quinua y los
tubérculos. Sin los tubérculos la ocupación humana en la zona hubiera sido imposible.
El maíz era un alimento codiciado, festivo, en contraste con la papa y el chuño, era
parte de los ritos del ciclo vital.
Un sistema de clases como el reino lupaqa estableció una “verticalidad” como patrón
de organización territorial.
Después de 1570, con la muerte de los últimos señores andinos, y con la llegada de de
los jesuitas y Toledo, tuvo éxito la campaña de reducciones. El factor despoblamiento
facilito la administración, catequización y el reclutamiento para las minas.
Los europeos no comprendían tales contiendas por “tan poca cosa” y en 1549,
preocupados por la disminución demográfica trataron de parar los conflictos obligando
a una de las partes a vender su acceso al cocal. Hubo resistencia a la medida poco
andina y estallo un litigio que perduro hasta 1570.
Los recursos alejados del núcleo, tuvieron a la larga que ser compartidos por razones
ecológico-políticas con otros grupos étnicos.
Se trata de unas 200 unidades domesticas, en las yungas de La Paz, de habla aymara.
Controlaban extensos cocales y cultivaban su propio sustento. Alrededor de sus casas
y pueblos cultivaban yuca, maíz, frijoles, fruta y papas y a cierta distancia ubicaban las
chacras de coca. Todos los moradores tenían las suyas, y entregaban a la vez,
grandes cantidades al Tawantinsuyu.
Los inka y el modelo del archipiélago vertical.
El pastoreo local, campesino, era una tarea parcial, temporal y juvenil. Los pastores
eran de ambos sexos, cuando los rebaños se volvían más numerosos, los jóvenes eran
reemplazados por adultos que se ocupaban de la tarea permanentemente, y esta era
considerada de bajo status, aunque seguían perteneciendo a su grupo de parentesco.
En 1532 era normal que todos tuvieran llamas, aunque había casos en que se podía
carecer de rebaños:
1- Jóvenes solteros.
Las personas que perdían sus animales por mal manejo, por carecer de parientes o por
sequias o heladas, contaban con otros métodos, como la generosidad de algún señor
étnico local, o la existencia de “rebaños de la comunidad”.
Rebaños no campesinos.
Existía en lupaqa gente de condición servil hereditaria que vivía exiliada en la capital,
denominados Malku. Además del pastoreo, ejercían derechos sobre la mano de obra
campesina. Una vez concluida la estación de lluvias, cientos de llamas eran
despachadas a los llanos cargadas de productos del altiplano a cambio de maíz. Gran
parte de este canje consistía en el transporte de cosechas propias.
Los hatos del Estado, de la iglesia y los rebaños de los poderosos se diferenciaban de
los de los campesinos y débiles.
Antes de la conquista inka, los grupos qoya guerrearon entre si por pastos, aguas y
rebaños. El Tawantinsuyu empezó su expansión allí, donde las rivalidades
imposibilitaban un defensa conjunta. El Estado pudo pretender del control de los
recursos, pero la tradición oral recuerda las frecuentes rebeliones de los lupaqa contra
el dominio inka. Algunos de los rebaños capturados fueron repartidos personalmente a
soldados y oficiales inkaicos.
Las fibras básicas hiladas y tejidas en la región andina fueron el algodón en la costa y
la lana de los auquénidos en la sierra.
La mujer andina hilaba la fibra y tejía gran parte de la ropa que vestía su familia. Eran
enterradas con objetos característicos de esta profesión, aunque en la práctica la
división sexual del trabajo era menos rígida. Viejos, inválidos y niños ayudaban hilando
y torciendo sogas, tejiendo costales, según su fuerza y capacidad.
Las funciones de tejido tenían un costado ornamental, las prendas aparecen como
regalo principal y preferido. El vestir ceremonial de ropa nueva representaba un
aspecto integral de cambio de status.
De todas las etapas, la muerte tenia la mas intima relación con el tejido, los muertos
eran adornados con ropa nueva. La cultura andina siempre considero las prendas de
vestir como uno de los sacrificios mas preciados.
La obligación de tejer para el Estado recaía principalmente sobre las mujeres, este
había formulado una política textil de organización. Entre los consumidores de las
prendas de las reservas estatales, el ejército y la guerra ocupaban el primer lugar. Los
soldados que se distinguían en las batallas recibían prendas de vestir.
A través de los años, tejer llego a ser un gravamen creciente sobre el hogar campesino,
una especialidad artesanal de importancia y, eventualmente un factor en la emergencia
de grupos gremiales.
Los Kurakas o señores étnicos locales tenían deberes, derechos y privilegios, después
de la conquista incaica fueron incorporados al sistema administrativo del Estado. Su
autoridad era dual, intervenían en litigios sobre tierras, asignaban chacras nuevas y
expresaban públicamente los reclamos del grupo étnico.
Los pobres en el mundo andino eran una categoría social muy distinta de lo que son en
una economía capitalista. Esta categoría era atribuida a viudas, huérfanos, aquellos
que carecían de parientes, en fin aquellos que debían recurrir al respaldo público de los
kuraqkakuna. La sociedad practicaba una generosidad institucionalizada, estructural.
Los Kurakas tenían que mirar en dos direcciones: hacia las relaciones con su propio
grupo ético y hacia el Estado que los había conquistado. Los Inka gobernaban a través
del mando indirecto: los asuntos locales quedaban en manos de gente del lugar, pero
tales autoridades adquirieron nuevas obligaciones. Debían formar cuadrillas para la
construcción y mantenimiento de los caminos incaicos.
Las visitas del inspector inka eran frecuentes, rara vez los Kuraqkakuna eran
destituidos.
El sistema decimal.
En Huanuco, este sistema tiene que ver con contextos mas bien civiles que militares.
El área ocupada por los grupos de habla aymara en tiempos pre europeos era mucho
más extensa de lo que es hoy. Los lupaqa contaban con más de 20.000 unidades
domesticas, el territorio estaba diseminado a lo largo de diversos microclimas distantes
entre sí, hoy son las repúblicas de Bolivia, Perú y Chile. Este reino se había
consolidado en tiempos preincaicos.
De tres regiones andinas, el reino lupaqa fue una de las seleccionadas y reservadas
primero a Carlos V y después a Felipe II. Las guerras civiles de la década de 1540 y 50
causaron estragos en la población, reduciéndola de 20.000 a 15.000 unidades.
La estructura de poder se vio también afectada por las presiones europeas. Aunque la
tradición política de los reinos lacustres suponía la coexistencia de dos señores
gobernando cada provincia y dos reyes reinando en la capital, durante 16 años.
Los lupaqas pagaban tributo directamente a Felipe II, ya que tanto ellos como sus
tierras eran suyos. El secreto de sus riquezas estaba en los cientos de miles de
alpacas y llamas bajo su control.
El ecosistema lupaqa
La división dual y la estratificación social de los grupos étnicos entre los lupaqa.
Los Cari fueron denunciados como rebeldes a quienes los inka habían tenido que
reducir una y otra vez, mientras que los Qhari, como leales al Cuzco, recibieron las
responsabilidades administrativas que abarcaron más allá de su dominio étnico
tradicional. Los dos reyes tenían idéntico acceso a los recursos y servicios, a pesar de
que el status y los ingresos de los malku eran mayores.
Cada una de las siete provincias lupaqas y el reino en general estaban divididos
siguiendo el criterio dual. Parejas de señores gobernaban a nivel provincial.
Los ingresos de los señores provenían esencialmente del acceso que tenían al trabajo
de los campesinos y a sus tierras y rebaños.
El señor organizaba y encabezaba las tropas en campaña. Dirigía los ritos anuales en
los cuales se le confirmaba públicamente a la unidad domestica, la uta, el
aprovechamiento continuo de las chacras bajo su control.
El khipu como elemento de contabilidad reflejo desde muy temprano las presiones
foráneas sobre la economía andina. Los guardas enumeraban en hilos separados lo
que se entregaba al ejército de los aliados europeos.
En las aguas cálidas de la costa del Pacifico vive un molusco, cuyo nombre quechua es
mullu. Esta concha fue objeto de enorme interés económico y ceremonial por parte de
las poblaciones sureñas, donde las aguas frías que vienen del Antártico limitan su cría
y recolección.
Hubo tráfico costanero del golfo hacia el sur, la quinta parte de la población de un reino
costeño se dedicaba al intercambio tanto marítimo como terrestre.