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Sociales de la
Ciencia y la
Tecnología
Aspectos
Sociales de la
Ciencia y la
Tecnología
Pablo Kreimer
Con la colaboración
de Hernán Thomas
Carpeta de trabajo
© Universidad Nacional de Quilmes
Maestría en Ciencia, Tecnología y Sociedad.
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología.
Impreso en Argentina
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Bibliografía obligatoria
Actividades
Para reflexionar
Indice
Contenidos .........................................................................................14
1. Ciencia y sociedad..........................................................................17
1.1 La investigación científica analizada a partir
de sus dimensiones sociales...........................................................17
1.2 La investigación científica como una producción
de la sociedad en su desarrollo histórico..........................................18
1.2.1 Institucionalización de la ciencia.........................................19
1.2.2 La profesionalización de la ciencia......................................20
1.2.3 La industrialización de la ciencia .......................................21
1.3 La investigación científica como producción social
(En un espacio institucional, conjuntos de personas
interactúan para obtener algo denominado conocimiento)..................23
1.4 La ciencia y la tecnología como transformadoras de la
sociedad y de las relaciones sociales. La finalidad del conocimiento
científico: dos modos diferentes y complementarios para analizarla......30
1.5 El cruce de disciplinas, abordajes teóricos, autores y perspectivas
en la comprensión de la ciencia y las prácticas científicas.................34
1.5.1 La matriz disciplinar...........................................................35
1.5.2 Los enfoques teóricos .......................................................37
1.5.3 La construcción de un objeto del conocimiento. ..................37
1.6 El origen del campo CTS: mapa de su desarrollo desde
los años 30 hasta el presente. ........................................................39
1.6.1 La sociología normativa .....................................................40
1.6.2 El planteo de “grandes problemas” desde una
perspectiva marxista...................................................................41
1.6.3 La historia de la ciencia .....................................................44
1.6.4 Kuhn y la nueva sociología de la ciencia .............................44
1.6.5 Los estudios sobre política científica
(science poliicy studies) ..............................................................45
1.6.6 Conclusión: últimos movimientos........................................47
Bibliográfica Citada...........................................................................173
Trabajo Práctico................................................................................176
Aspectos generales del curso
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¿Cuál sería la formulación inversa a esta? Afirmar que los cambios cientí-
ficos y tecnológicos sólo son la consecuencia de las transformaciones de la
sociedad. Esta fórmula también ha sido frecuente, bajo el siguiente esquema:
logra aquí explicar el conjunto del problema de las relaciones complejas entre
la ciencia, la tecnología y la sociedad. Veamos el conjunto de preguntas fun-
damentales que, de adoptarse el esquema citado, quedarían sin respuesta:
* ¿Quiénes son aquellos que producen el conocimiento científico y tecnológico?
* ¿En dónde se formaron como investigadores, técnicos o tecnólogos?
* ¿En qué instituciones trabajan?
* ¿Cuántos recursos son necesarios para producir conocimientos?
¿Quién les paga?
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Jean-Jacques Salomon
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Contenidos
Unidad 1: Ciencia y Sociedad
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Ciencia y sociedad
Jean-Jacques Salomon
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El proceso comienza en las Academias, que aparecen por primera vez en Ita-
lia, y cuyas prácticas van al encuentro de las fórmulas de tipo especulativo,
propias de la ciencia aristotélica. Se puede encontrar en este proceso la
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PUBLICAR Y CASTIGAR
Pablo Kreimer
Kreimer, (1998)
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LA CIENCIA MOVILIZADA
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Robert Merton
Merton, (1984)
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Aquí diremos, sin embargo, que toda actuación por parte de los científi-
cos puede estar orientada tanto al ámbito de lo público como aquella que
aparenta estar dirigida al ámbito de lo privado, siempre resulta de un carác-
ter eminentemente social. Así, aunque los investigadores parezcan concen-
trarse en el ámbito específico de sus laboratorios o lugares de trabajo, en
esas prácticas cotidianas toman en consideración aquellos conocimientos ya
producidos por otros investigadores que los precedieron: ya sea con el obje-
to de asentarse sobre dichos conocimientos para construir sobre ellos, es
decir, usarlos como un insumo o un ladrillo sobre el cual intentarán el propio
(aspecto acumulativo de la ciencia), o bien, con el objeto de discutir, poner
en cuestión o descartar conocimientos existentes (aspecto de rupturas de la
ciencia).
Dicho de otro modo, en ambos casos los científicos interactúan entre
ellos, tanto en forma inmediata como mediada por otros factores. Aquellos
que enfatizan los aspectos acumulativos de la ciencia, han propuesto la idea
de un gran edificio que se va construyendo con los aportes de cada uno de
los investigadores, y que cada vez se puede ver más lejos, puesto que el edi-
ficio es, de resultas de este procedimiento, cada vez más alto.
Podríamos pensar, finalmente, que cada vez que un investigador comien-
za un trabajo en su lugar de investigación, establece un diálogo imaginario y
obligatorio, tácito o explícito, con todos aquellos que han trabajado sobre te-
mas afines, o con quienes trabajan actualmente y, aún con aquellos que po-
drán ser potenciales usuarios futuros del conocimiento que el científico en
cuestión se propone desarrollar.
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Un buen ejemplo del peso que pueden tener las tradiciones nacionales
nos lo ofrece el siguiente pasaje de Crombie:
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ESTILOS DE CIENCIA
Alistair Crombie
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LA BÚSQUEDA DE GENERALIDAD
Alan Chalmers
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Bruno Latour
Para finalizar este apartado debemos remarcar una idea que resulta cen-
tral para el análisis de las consecuencias de la ciencia, de la producción de
conocimiento, sobre la sociedad y sobre los diferentes actores que la com-
ponen: no es posible pensar solamente en las consecuencias sociales de un
conocimiento determinado, como si dicho conocimiento surgiera “mágica-
mente” y estuviera desligado de las condiciones en que fue obtenido o pro-
ducido. Por el contrario, debemos integrar las dimensiones anteriores que
analizamos, puesto que todo conocimiento –sea científico, técnico, tecnoló-
gico– se inserta en una estructura social que le da origen, y sobre la cual
despliega sus consecuencias. Pero, para que dichas consecuencias tengan
lugar, es necesario que participen, en diferentes momentos del proceso,
otros actores sociales que mediatizan, que se apropian, que modifican y
transforman a través de la significación, del uso o del rechazo los contenidos
sociales del conocimiento científico.
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disciplinas
enfoques
teóricos
objetos
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
historia de las matemáticas. Ni tampoco, por otro lado, es suficiente ser his-
toriador para hacer la historia de la ciencia.
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de la sociología, las relaciones entre los trabajadores entre sí, entre trabaja-
dores y patrones, la estructura de calificaciones, la división de tareas, etc. Lo
mismo puede decirse respecto de la antropología, la ciencia política, la edu-
cación, la historia. Respecto de los abordajes teóricos, ya mostramos en el
apartado anterior la posibilidad de estudiar, desde diferentes disciplinas, o
desde el interior de la misma, los mismos o diferentes objetos de investiga-
ción, desde la perspectiva teórica del marxismo y, naturalmente, el mismo
ejercicio puede hacerse respecto de cualquier otra corriente teórica.
En el campo particular de los estudios sociales de la ciencia (al igual que
en otros campos temáticos), los objetos comienzan a construirse de un mo-
do paralelo con la propia constitución del campo. Dicho de otro modo: des-
de el momento en que la ciencia, la tecnología, sus actores e instituciones,
sus productos y sus prácticas comienzan a constituirse en objetos posibles,
pensados desde diferentes abordajes teóricos y desde diferentes discipli-
nas, es que el estudio social de la ciencia y la tecnología comienza a confor-
marse como tal.
Aunque, en sentido estricto, todas las unidades anteriores están organi-
zadas como para dar cuenta, al mismo tiempo, de las matrices disciplinarias,
de las perspectivas teóricas y de los objetos de investigación, siempre es ne-
cesario elegir una puerta de entrada para comenzar a desenrollar el hilo que
nos vaya mostrando la conformación histórica del campo. En este caso, aun-
que prestamos especial atención a las otras dimensiones, hemos privilegia-
do como puerta de entrada, como punto inicial del recorrido, una estructura-
ción basada en la construcción de objetos de investigación.
Así, vale la pena exponer a manera de ejemplo, el primero de los tópicos
que abordamos en la unidad 2: el problema de la organización social de la
investigación científica. ya sea que el conjunto de investigadores practican-
tes sea analizado como “comunidad científica” (concepción A), como “cam-
po de producción simbólica” (B) o como “arenas transepistémicas” (C), el ob-
jeto que resulta así construido se sustenta sobre bases que se superponen,
si bien nunca de un modo idéntico, sí lo hacen de un modo aproximado. El
esquema sería el siguiente:
Espacio de
intersección del
objeto
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
1.6 El origen del campo CTS: mapa de su desarrollo desde los años
30 hasta el presente.
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
tendida como un grupo social particular, será la punta de lanza de este pro-
grama, junto con una persistente preocupación de Merton acerca de las re-
laciones entre esta comunidad, en el seno de las sociedades modernas.
No es este el lugar para desarrollar adecuadamente los fundamentos del
análisis mertoniano sobre la ciencia. Es imprescindible, sin embargo, seña-
lar algunos de sus rasgos esenciales, para poder comprender el modo en
que ello influyó en una morfología particular del campo. El primer aspecto
que es necesario destacar de la sociología mertoniana es su énfasis norma-
tivo: la institución científica está regulada por un conjunto de normas que
son establecidas y aceptadas por el consenso general de sus practicantes.
Estas normas están concebidas en términos de su funcionalidad; es decir, la
existencia de una norma se justifica en la medida en que ésta sea adecua-
da para el reforzamiento de la institución en su conjunto, a través del cum-
plimiento de sus funciones particulares.
El segundo rasgo característico de la sociología mertoniana es el divorcio
o, mejor, división del trabajo, que ella produjo, de hecho, entre la sociología
y la epistemología. A la sociología le correspondía estudiar los problemas ex-
ternos a la producción del conocimiento, y en ningún caso la producción de
teorías o de enunciados. La hipótesis que subyace es que la ciencia, en su
“medio interno” (es decir, en la construcción de su propio objeto) no tiene re-
levancia sociológica, en la medida en que los científicos obtienen conoci-
miento verdadero siempre y cuando hagan una correcta utilización del méto-
do científico. Si dicho método no resulta correctamente aplicado, ello se de-
be, ahora sí, a la irrupción de factores de orden social que perturbaron o in-
terfirieron con aquel proceso.
La otra vertiente que formuló tempranamente estos tópicos, fue la que sur-
gió del planteo de los “grandes problemas” señalados en la relación cien-
cia-sociedad y, sobre todo, ciencia-política, por el cristalógrafo, historiador y
militante marxista John Bernal en Inglaterra, más precisamente en Cambrid-
ge primero y en el Birkbeck College de Londres, años más tarde. A diferen-
cia de Merton, el camino por el cual llega Bernal a la reflexión acerca de la
ciencia, no es la voluntad de tipo académica de fundar un nuevo campo en
las ciencias sociales, y más particularmente en la sociología. Por el contra-
rio, Bernal era ya hacia fines de los años 30, un cristalógrafo destacado, es-
pecializado en el estudio de las estructuras tridimensionales de las proteí-
nas, y tenía, paralelamente, una importante actividad política; afiliado al Par-
tido Comunista inglés, había sido uno de los fundadores del primer sindica-
to de profesores e investigadores de Inglaterra, creado en Cambridge duran-
te los años 20. Gozaba, al mismo tiempo, de un gran prestigio intelectual y,
aunque ocupaba una posición importante en el campo de la cristalografía y
la bioquímica de la época, no tuvo un reconocimiento, de parte de la comu-
nidad científica internacional, semejante al que sí tuvieron muchos de sus
discípulos. En efecto, Bernal fue quien formó a una cantidad de discípulos
que habrían de obtener un gran reconocimiento, entre los quienes vale la
pena mencionar a Rosalind Frankiln (cuya contribución a los trabajos de in-
vestigación sobre la estructura del ADN han sido determinantes, como bien
testimonia James Watson), Dorothy Hodgkin, o Max Perutz, quienes obtuvie-
ron el premio Nobel años más tarde, entre otros.
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
ción sobre diferentes aspectos del problema, resulta interesante notar que
ambos autores tenían una percepción similar acerca de la racionalidad que
gobernaba al conjunto de la comunidad científica. Así, mientras Merton dirigió
su esfuerzo a la descripción y al análisis de las normas que rigen las relacio-
nes entre los científicos, y que componen lo que él llamó el ethos de la cien-
cia; Bernal se interesó por los efectos de la ciencia como conjunto (como pro-
ducto, como medio de producción) sobre la sociedad que se la apropia.
En ambos esquemas de pensamiento, por lo tanto, el proceso “real” de
producción de conocimientos aparecía como un tópico que no era, en sí mis-
mo, problemático. Se aceptaba que dicho proceso es necesariamente “so-
cial”, en la medida en que se desarrolla en el marco de instituciones socia-
les pero, en el interior de los espacios reales de producción de conocimien-
tos, –los laboratorios, los observatorios, el terreno mismo– las relaciones
que gobiernan están despojadas de los intereses (soberanía de la irraciona-
lidad), y los sujetos parecen limitarse a la correcta aplicación del “método”
científico. De hecho, es con estas palabras que Merton establece la diviso-
ria de aguas que mencionamos más arriba: “se trata de incursionar en la so-
ciología, y no en la metodología”, puesto que esta última (la producción de
conocimiento como producto de la correcta aplicación de un método) corres-
ponde que sea estudiada por otras disciplinas, como la epistemología o la
historia –internalista– de la ciencia.
Cada uno de estos dos modelos pioneros tuvo diferentes consecuencias
para el desarrollo de las ideas y las investigaciones en el campo de los es-
tudios sobre la ciencia. Los trabajos de Merton y de sus discípulos fueron
conformando una verdadera escuela que, sobre la base de una gran canti-
dad de investigaciones, proporcionó un cuadro con mucha información acer-
ca del funcionamiento de la comunidad científica, de la ciencia como insti-
tución. Son especialmente interesantes, más allá del marco teórico que las
inspira, sus descripciones acerca del llamado “efecto Mateo”, de las luchas
por las prioridades, de los sistemas de recompensas, para citar las más co-
nocidas. Algunos autores cercanos a Merton, como Ben-David, Cole, Solla
Price, Hagstom o Zuckerman, realizaron también valiosas investigaciones
que, concentrándose en aspectos particulares del problema, fortalecieron el
“paradigma normativo” (le otorgo aquí al concepto de paradigma su más ca-
bal sentido kuhnianao) en el estudio social de la ciencia, y que fue amplia-
mente dominante hasta bien entrados los años setenta, es decir, durante
más de un cuarto de siglo.
El aporte de Bernal fue menos estructurado, por las evidentes razones
que se desprenden de la diferente colocación de éste en el medio académi-
co de la época, además de que el desarrollo de un verdadero programa de
investigaciones no formaba parte de la estrategia de Bernal, sino que sus
primeros trabajos estaban más bien dirigidos a sensibilizar a diferentes tipos
Algunos autores pue-
de actores, en particular, a los científicos y al estado. Y es, precisamente, co- den ser reconocidos
mo consecuencia de pensar en la relación de estos dos actores, que las pro- sin duda como herederos di-
rectos de los trabajos de
posiciones de Bernal están en el origen de un verdadero pensamiento políti- Bernal. Véanse, en este sen-
co sobre la ciencia y, aún más, de la necesidad de establecer políticas para tido, los trabajos de Rose y
la ciencia que regulen, desde el estado, la producción de conocimientos, y Rose (1972).
las formas en que la sociedad puede hacer uso y apropiarse de ellos. Esta
preocupación política será recuperada desde los años de la posguerra en
adelante por la mayor parte de los gobiernos de Europa occidental, aunque
la matriz marxista que le diera origen quedara desdibujada frente al desafío
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mayor (y, en casi todos los casos, contradictorio con la propia posición de
Bernal) que fue poner en práctica acciones públicas que asociaran positiva-
mente la investigación científica con el crecimiento económico y, en última
instancia, con el bienestar de la sociedad.
Luego de los primeros trabajos desarrollados por los “pioneros”, los es-
tudios sociales de la ciencia y la tecnología se van diversificando, articula-
dos en un “triple cruce” de disciplinas, teorías y construcción de objetos que
señalamos más arriba.
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
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nales. De Solla Price analizó estas bases de datos, dando lugar a la “ciento-
metría”, es decir, el análisis cuantitativo de los datos de producción científi-
ca, de insumos de la investigación, etcétera. Fue a partir de estos datos, que
este autor pretendió brindar herramientas poderosas a los encargados de di-
señar las políticas públicas para la ciencia.
Una segunda vertiente pretendió buscar las razones más profundas de la
interdependencia entre la ciencia y la política a partir de la sociedad indus-
trial moderna. Su emergencia podríamos trazarla hacia comienzos de los
años setenta, con el libro de Jean-Jacques Salomon, “Ciencia y política”, que
constituyó un verdadero punto de inflexión en los estudios sociales de la
ciencia. Un pasaje ejemplifica bien la postura de este autor:
CIENCIA Y POLÍTICA
Jean-Jacques Salomon
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Bernal, John (1939): The Social Function of Science, Londres, Routledge and
Keagan Paul.
Chalmers, Alan (1990). La ciencia y cómo se elabora. Madrid, Siglo XXI, Cap. 3.
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Thuillier, Pierre (1990): “El saber ventrílocuo: cómo habla la cultura a través
de la ciencia”. México, Fondo de Cultura Económica.
BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA
Chalmers, Alan (1990). La ciencia y cómo se elabora. Madrid, Siglo XXI, Cap.
3. (21 págs)
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Thuillier, P.: “El saber ventrílocuo: cómo habla la cultura a través de la ciencia”.
México, FCE, 1990. Cap. II: La ciencia moderna. (16 págs)
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2
La organización social
de la investigación científica
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y las actividades de los científicos. Este nivel de análisis nos remite, más
bien, a la relación que, genéricamente, se ha señalado como “ciencia-socie-
dad”, y a la cual aludimos en la unidad precedente. Aquí nos referimos, más
bien, a la organización “interna” de la ciencia. Aunque algunos autores, co-
mo veremos, rechazan esta división (y tienen parte de razón), mantendremos
aquí la distinción, a los fines de una mejor explicación.
Así, la organización interna de la ciencia presenta también problemas par-
ticulares para el análisis, no sólo cuando se la estudia desde diferentes con-
cepciones teóricas (que desarrollaremos en esta misma unidad), sino tam-
bién en lo que atañe a la relación que existe (o puede existir) entre diferen-
tes formas de organización y el tipo de conocimiento que consecuentemen-
te se produce.
De hecho, la organización interna de la ciencia se fue constituyendo en
un verdadero objeto de investigación. Y surgieron, por lo tanto, diferentes
abordajes para su estudio y análisis. Durante muchos años, la pregunta
fundamental que formularon algunos sociólogos, en particular seguidores
de Robert Merton, fue la de establecer los factores y mecanismos que tor-
nan posible el progreso de las ciencias: ¿Qué condiciones favorecen el pro-
greso de la ciencia? Inversamente, en qué medida la organización puede
ser dañina, a través de comportamientos oportunistas y “desviados”. Así,
estudiaron:
ORGANIZACIÓN DINÁMICA DE LA
SOCIAL CIENCIA
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
FORMA DE
TIPO DE ACTIVIDAD
ORGANIZACIÓN DE LA
CIENTÍFICA
INVESTIGACIÓN
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han tenido en el desarrollo de los estudios sobre la ciencia, es una tarea que
resulta más conveniente abordar en la unidad siguiente, dedicada a la com-
prensión de la naturaleza del conocimiento científico. Por cierto, entre los mo-
delos que se presentan aquí y lo que se discute más adelante hay una inte-
racción que sólo el carácter (que en última instancia tiene algo de arbitrario)
de toda clasificación obliga a exponer en dos acápites diferenciados.
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
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quiere decir, por supuesto, que cada vez que alguien lo utilice, esté asumien-
do y haciendo propios todos estos sentidos posibles. En muchos casos, co-
mo señalamos, su uso se ha establecido casi como una “convención” entre
los autores, que al aplicarla en investigaciones empíricas despojan de facto
al concepto de casi todos estos sentidos que incluimos. Lo que tratamos de
hacer es mostrar que el concepto, al ser aceptado en forma acrítica “conge-
la” una reflexión que es en sí misma interesante, y que guía todo el desarro-
llo que hacemos en esta unidad: ¿cuál es la forma en que los actores vincu-
lados con el mundo de la ciencia se organizan e interactúan?
Con las prevenciones que señalamos podemos entrar, ahora sí, en la
consideración que se ha hecho del término “comunidad científica”, y el uso
que se le ha dado y se le da en la actualidad. Luego examinaremos, a tra-
vés de otras corrientes y otros autores, las críticas a este concepto, y las
propuestas alternativas para el análisis del problema de la organización so-
cial de la ciencia.
El concepto de comunidad científica aparece por primera vez en el enun-
ciado del epistemólgo (aunque físico de formación) Michael Polanyi, en
1958. Según este autor, “los científicos, hoy en día, no pueden practicar su
actividad de un modo aislado […] Los diferentes grupos de científicos, jun-
tos, forman una comunidad científica. La opinión de esta comunidad ejerce
una profunda influencia en el curso de toda investigación individual. El reco-
nocimiento de las pretensiones de descubrimientos (knowledge claims) está
bajo la jurisdicción de la opinión científica, expresada por los científicos co-
mo un todo.” Muchas de las ideas de Polanyi, sustentadas en la idea de una
comunidad de investigadores que opera como un verdadero regulador y, so-
bre todo, como una autoridad en el espacio social (pero también cognitivo)
de la ciencia, habrán de ser retomadas por Thomas S. Kuhn, en su conocido
libro La estructura de las revoluciones científicas, publicado en 1962, y cuya
repercusión ha sido sorprendentemente, mucho más amplia que la de las te-
sis de Polanyi. Este problema lo retomaremos en la unidad 3.
Sin embargo, quienes mayor utilización han hecho del concepto de comu-
nidad científica fueron, explícita o tácitamente, los sociólogos pertenecientes
a la escuela funcionalista normativa, establecida por Robert Merton y sus
discípulos.
Más allá de las diferentes orientaciones que cada autor habrá de imprimir a
la interpretación sobre la estructura y el funcionamiento de la comunidad
científica, los autores que se inscriben dentro de la tradición funcionalista
normativa articulan sus proposiciones alrededor de un conjunto de concep-
tos clave: institución, aprendizaje, normas, control social. Asociados con es-
tos conceptos, se plantean tres problemas fundamentales como objeto de
estudio de la comunidad científica:
* los orígenes de la comunidad científica,
* la diversidad de los roles científicos, y
* la naturaleza y la influencia de las normas sociales propias a la comunidad.
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
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Una vez que se cumplen estos dos requisitos, la ciencia puede organizar-
se como una verdadera institución, autónoma y, en el curso de este proceso
de organización - institucionalización, los científicos definen su rol particular,
en un doble sentido: por un lado, diferente de otros roles sociales externos
a las prácticas de la ciencia y, por otro lado, a través de una diferenciación
social interna al propio sistema de la ciencia.
Otro sociólogo adscripto a la corriente normativa–institucional, Norman
Storer (1966), siguió también en la misma línea de Ben-David, en el análisis
y la descripción del papel de los científicos. Storer analiza la institución cien-
tífica recortándola en sub–unidades y estudia a cada una de ellas en térmi-
nos de profesiones. Según este autor, para poder constituirse de un modo
autónomo, los sistemas sociales de las ciencias suponen organizaciones
profesionales internas con relaciones ordenadas y con miembros motivados
a participar en esas relaciones. El científico desempeña, entonces, un papel
en el interior de su profesión. Precisamente, la profesión se caracteriza, se-
gún Storer, por cuatro rasgos principales, asociados a la concepción de pro-
fesión. Así, para él, la profesión científica
a) es responsable de un cuerpo de conocimientos especializados (manteni-
miento, transmisión, extensión, ampliación);
b) tiene una autonomía para el reclutamiento, para la formación y para el
control de los miembros;
c) establece relaciones regulares con el resto de la sociedad para asegurar-
se el sostén y la protección. Puesto que las ciencias no son una “profe-
sión de servicio”, puesto que no venden su saber experto, ellas obtienen
el apoyo, principalmente, a través de la educación superior;
d) tiene un sistema propio de recompensas para motivar y controlar a sus
miembros. La motivación de los científicos para seguir las normas centra-
les de su ciencia provienen, al mismo tiempo, del reconocimiento que re-
ciben y de las relaciones estrechas con sus colegas desde el tiempo de
su formación (socialización prolongada).
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
ideológicos específicos, pero esos compromisos no tienen más que una in-
fluencia débil sobre las teorías científicas propiamente dichas.
La comunidad científica se distingue de los grupos que la componen por
su “perspectiva temporal”: mientras que los científicos deben, a menudo, ac-
tuar rápidamente sobre la base de informaciones limitadas, la comunidad
científica generalmente expresa una mayor paciencia y tolerancia respecto
de la evaluación de las teorías que se le presentan. Esta temporalidad pro-
pia de la comunidad científica se revela por lo general como funcional para
la ciencia entendida como institución.
Según Hagstrom, la comunidad científica dispone de diversas estrategias
para prevenir su propia desorganización. Por ejemplo, las autoridades que
controlan el acceso a las redes de comunicaciones científicas pueden recha-
zar la publicación de artículos que juzgan inútilmente polémicos. De hecho,
uno de los aspectos que más le interesa a Hagstrom refiere a la organiza-
ción colectiva de la investigación y, en particular, el control interno de la cien-
cia. Según él, cuando se les pide a los científicos que justifiquen sus obje-
tos o los de sus colegas, la mayor parte de las veces evocan motivos tales
como el gusto, la motivación personal, incluso el sentido estético; y muy a
menudo ignoran completamente la influencia de sus relaciones sociales. Sin
embargo es en esas relaciones, dice Hagstrom, que hay que buscar el meca-
nismo a partir del cual se puede pensar la conformidad con normas y valo-
res característicos de la institución científica.
Para Hagstrom, el lazo que une al científico con la comunidad es de natu-
raleza transaccional: consiste en intercambiar información a cambio de reco-
nocimiento. Hagstrom se interroga: ¿Qué hace un científico, cuando obtiene
resultados que juzga como “probatorios”? Intenta obtener la publicación de
los mismos. Veamos cómo lo explica el propio Hagstrom:
Warren Hagstrom
Hagstrom,(1965)
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¿Cómo explicar que la comunidad científica pueda reposar sobre una for-
ma de intercambio característica de sociedades arcaicas o “primitivas”?
Hagstrom hace notar, en efecto, que la lógica del “don/retorno del don” con-
tribuye a reducir considerablemente la racionalidad de los comportamientos
económicos: “La racionalidad resulta maximizada cuando los “costos” de las
acciones alternativas pueden ser evaluados, y estos costos se establecen,
por lo general, en los intercambios característicos de los mercados libres”.
Sin embargo, la comunidad científica no reposa, para Hagstrom, sobre la ra-
cionalidad puramente contractual del mercado, sino sobre la de los “servi-
cios profesionales” y ello ocurre por razones puramente funcionales. Según
Hagstrom, “en los intercambios contractuales, cuando los servicios son re-
compensados sobre una base financiera, el cliente renuncia en un grado con-
siderable a su control moral sobre el productor. Es capaz de elegir de un mo-
do racional entre fuentes alternativas de aprovisionamiento. En la ciencia, co-
mo en otras profesiones, este renunciamiento al control moral podría ser una
fuente de desajuste del sistema. El productor de servicios profesionales se
debe sentir comprometido con valores superiores. Se debe sentir responsa-
ble de sus productos e implicado por el hecho de mantener o corregir las teo-
rías existentes e su área. El intercambio de dones a cambio de reconocimien-
to tiende a mantener estas orientaciones.”
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Quizá los que escriben menos tienen más tiempo para leer que los que son
prolíficos, de modo que se produce un cierto tipo de equilibrio. El autén-
tico investigador seguramente no lee en absoluto, sino que consigue su
información de otras maneras, a través de conversaciones y relaciones so-
ciales. En conjunto, un científico puede relacionarse con un grupo de co-
legas que tiene un tamaño efectivo de unos pocos centenares de miem-
bros; con seguridad no puede relacionarse con 10.000.
Hagstrom, (1965)
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Universidad Virtual de Quilmes
Concluye Price que, de hecho, todo este panorama está cambiando rápi-
damente, re-situando el papel de los artículos científicos en el seno de la co-
munidad. Según él, “los colegios invisibles poseen un mecanismo automáti-
co de “feedback” (retroalimentación) que opera para aumentar su fuerza y su
poder dentro del mundo científico y en relación con el ambiente social y po-
lítico. Lo malo es que este mecanismo es de tal tipo que existe el peligro de
que pierdan fuerza y eficacia áreas y países en los que el circuito integrador
no se ha desarrollado todavía.”
Como vemos, si bien una parte del argumento de Price parecía un tanto
sesgado, en la medida en que sólo considera a los centros y a las discipli-
nas más desarrollados, ubicados en los países avanzados, y dejaba de lado
lo que ocurre con las masas de investigadores situados en la periferia. Sin
embargo, a pesar de que Price es consciente de este aspecto de su formu-
lación, no aborda en ninguna parte el problema de la producción científica en
los países de menor desarrollo. Una explicación posible de este sesgo la de-
bemos encontrar en el hecho de que el punto de partida de Price es el aná-
lisis de datos cuantitativos de producción científica y que, históricamente, los
países menos desarrollados, han tenido muy pocos datos sobre la produc-
ción científica de sus investigadores.
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EL CAMPO CIENTÍFICO
Pierre Bourdieu
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teoría resulta, para Latour y Woolgar, insuficiente al menos por dos razones: por
un lado, da una explicación tautológica del interés de los científicos. De hecho,
no hace ninguna referencia al contenido de la ciencia que es producida por los
científicos. Y, por otro lado, según estos autores no hay, en los textos de Bour-
dieu, un análisis del modo en el cual la técnica está ligada al poder social. Es-
ta ausencia puede no ser un problema cuando se estudia la “alta costura” (y
aún así), pero resulta absurda en el caso de la ciencia.
Para remediar estas debilidades, Latour y Woolgar proponen reemplazar la
noción de “autoridad científica” por la de credibilidad. La teoría de la credibi-
lidad se sustenta en una observación simple: cuando se le pide a los cientí-
ficos que describan su comportamiento, éstos utilizan frecuentemente analo-
gías económicas: un científico reconoce, por ejemplo, que su “inversión” en
tal área científica no le ha dado los frutos esperados; otro considera que un
instrumento adquirido recientemente puede hacerle “ganar” tantos artículos
por año, etc. Para Latour y Woolgar, la acumulación de esas analogías mues-
tra claramente que, cuando los científicos describen sus comportamientos,
expresan una necesaria conexión entre los factores internos a la producción
de conocimientos científicos y los factores externos a dicho proceso.
EL CÍRCULO CRÉDITO-CREDIBILIDAD
Latour y Woolgar
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Karin Knorr-Cetina
Los científicos hacen inteligible su trabajo de laboratorio refiriéndose
a compromisos y negociaciones que apuntan más allá del lugar de inves-
tigación (y vuelven inteligible su involucrarse con lo ex situ por referen-
cia a su trabajo de laboratorio). Pero el razonamiento de laboratorio de los
científicos no sólo nos lleva fuera de los límites del sitio de investigación,
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sino que también nos lleva más allá de las fronteras de la especialidad en
la cual un científico –o un fragmento de investigación– es incluido. Nos
confrontamos con arenas de acción que son transepistémicas; ellas invo-
lucran una mezcla de personas y argumentos que no se dividen natural-
mente en una categoría de relaciones pertenecientes a la “ciencia” o “la
especialidad”, y una categoría de “otros” asuntos. Si fuéramos a dividir
una tal arena de acción en términos de estas categorías nos encontraría-
mos en dificultades para justificar nuestra demarcación. […]
Así como no hay ninguna razón para creer que las interacciones entre
los miembros de un grupo de especialidad sean puramente “cognitivas”,
tampoco hay razón para creer que las interacciones entre los miembros de
una especialidad y otros científicos o no-científicos se limiten a transfe-
rencias de dinero u otros intercambios comúnmente categorizados como
“sociales”. Los agentes subsidiantes y los vendedores de las industrias
pueden negociar la adecuación de una elección técnica particular con un
especialista, y los colegas de especialidad discuten regularmente las deci-
siones financieras, personales, y otras que son “no-científicas” entre sí en
los departamentos de las universidades y los institutos de investigación.
Mi argumento es que si no podemos presumir que las elecciones “cogniti-
vas” o “técnicas” del trabajo científico están exclusivamente determinadas
por el grupo de pertenencia a una especialidad de un científico, no tiene
sentido buscar una “comunidad de especialidad” como el contexto rele-
vante para la producción de conocimiento. […]
Las elecciones técnicas del laboratorio nos remiten a arenas transepis-
témicas de la acción que son a la vez más pequeñas y más extensas que las
comunidades generalmente postuladas en los estudios sociales de la cien-
cia. Son más pequeñas en el sentido de que la preocupación de los cientí-
ficos gira en torno a unas pocas personas centrales y arenas de operación,
las cuales son actualizadas, transformadas y renegociadas por medio de la
comunicación directa o indirecta.
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Hemos repasado hasta aquí los diferentes modelos de pensar, analizar e inter-
pretar la organización y la dinámica en el mundo de la ciencia. Dos variables
se pueden cruzar para comprender el modo que se proponen los diferentes en-
foques: por un lado, los abordajes que se sustentan en normas y valores que
organizan la institución, versus los enfoques que ponen el énfasis en las rela-
ciones que establecen los actores. En este sentido, podemos alinear a todos
los enfoques que proponen alguna modalidad de intercambio entre los agen-
tes que participan del proceso, dentro de una misma categoría: Hagstrom,
Bourdieu, Latour y Woolgar. La otra variable sería la que opone a las teorías del
orden versus lo que denominamos teorías del conflicto. En este caso, tendre-
mos en un mismo conjunto a todos los autores que han propuesto el concep-
to de “comunidad científica” (Ben-David, Solla Price, Hagstrom, Merton), frente
a autores como Bourdieu o Latour y Woolgar. El análisis de Knorr-Cetina es di-
ferente, y no encaja en esta última variable, dado que un punto central de su
argumentación es el de plantear que las relaciones entre los diferentes agen-
tes son al mismo tiempo de conflicto y de colaboración.
Podríamos agregar otra variable adicional que resulta de gran importancia
para el estudio de los problemas relacionados con el mundo de la ciencia: la
separación entre los aspectos sociales y los aspectos cognitivos inherentes
a la investigación científica. Sin embargo, no haremos aquí más que anun-
ciar este problema, ya que su discusión in extenso será, precisamente, uno
de los objetos de la unidad siguiente.
Resulta evidente que, de todos los enfoques, el de Knorr-Cetina es el que
mejor parece explicar la organización y el funcionamiento de las relaciones
sociales en el área de la producción de conocimientos científicos. Sin embar-
go, su enfoque dista de ser comprensivo de todos los problemas que se pre-
sentan para el estudio de la llamada comunidad científica. En todo caso, el
problema más importante que surge cuando se analiza el planteo de esta au-
tora, es que su formulación está referida a un nivel de agregación más bien
micro. Por lo tanto, muchos de los aspectos que resultan evidentes en un ni-
vel macrosocial se escapan a la categorización realizada en función de are-
nas transepistémicas y de las relaciones de recursos. A ello debemos agre-
gar que las relaciones, entendidas en su conjunto, entre la ciencia, la produc-
ción de conocimiento científico y el conjunto de actores significativos de la
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BIBLIOGRAFÍA CITADA
Durkheim (1967): De la división del trabajo social. Buenos Aires, Ed. Shapire.
Price, Derek de Solla (1973): Hacia una ciencia de la ciencia. Barcelona, Ariel.
Storer (1966): The Social System of Science. New York, Rinehart and Winston.
BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA
Bourdieu, Pierre (1994): “El campo científico” REDES Nº 2, vol. 1 (30 págs)
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El marco conceptual sobre el cual se asienta Merton es, sin duda, su ins-
cripción dentro de la corriente estructural-funcionalista norteamericana, fun-
dada por Talcott Parsons, Pitrim Sorokin y en la cual surgiría también Paul
Lazarsfeld. De algún modo, y pecando a sabiendas de un simplismo excesi-
vo, es posible plantear la idea de que la concepción del sistema social, tal
como fuera enunciado por Parsons, representaba, desde los años treinta,
un intento por construir una interpretación sociológica claramente antagóni-
ca del marxismo, inspirado en la comprensión de la sociedad como un con-
junto articulado de instituciones cuyas funciones sociales están determina-
das por un “lazo social” que debe operar como un dispositivo que integre a
los sujetos sociales, procesando los conflictos en términos de adecuación
a las normas vigentes, ellas mismas surgidas de un difuso consenso, que
define al mismo tiempo la integración al sistema y el papel de los sujetos y
de las instituciones en su seno.
Sin embargo, el valor de la obra de Merton va mucho más allá: por un la-
do, Merton mismo procura superar la identificación con el funcionalismo de
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EL ETHOS DE LA CIENCIA
Robert Merton
Los cuatro conjuntos normativos básicos esbozados por Merton son los
siguientes:
* Universalismo: las pretensiones a la verdad deben ser sometidas a crite-
rios impersonales preestablecidos; la consonancia con la observación y
con el conocimiento anteriormente confirmado. En todas las épocas, aún
soportando presiones en contrario, los científicos adhirieron al carácter in-
ternacional, impersonal y prácticamente anónimo de la ciencia.
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Robert Merton
Este pasaje resulta fundamental, porque explica la división tajante que es-
tablece Merton entre el dominio de la sociología y de otras disciplinas. Todo
lo que parece pertenecer al campo “externo”, es decir, lo que nos refiere a
los científicos y a las relaciones entre ellos, y a las instituciones en donde
trabajan, queda afuera del alcance de la sociología. Por el contrario, los as-
pectos “internos”, relacionados con las prácticas científicas, con la formula-
ciones de proposiciones, con el contenido de los conocimientos, con las teo-
rías y explicaciones sobre el
mundo físico y natural, corresponden, o bien al campo de estudio de la
epistemología, de la filosofía de la ciencia, o de la historia “internalista” de
las ciencias.
En consecuencia, todos estos últimos aspectos que señalamos quedan,
pues, resumidos por Merton bajo la denominación genérica de “problemas
de método”. Es así que se va construyendo lo que sus críticos llamarán más
tarde una verdadera “caja negra”, en la cual ingresan insumos, bajo la forma
de recursos, contextos institucionales, relaciones sociales, etc., pasan por
un conjunto de procesos que se prefiere ignorar (los métodos) y emergen pro-
ductos, es decir, conocimiento verdadero. En un esquema, esta idea podría
representarse así:
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Thomas Kuhn
Thomas Kuhn
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Digamos, para finalizar, que muchas han sido las críticas a la vaguedad
con la que se define un paradigma, si uno se atiene a los conceptos desa-
rrollados por Kuhn. De hecho, el propio Kuhn necesitó escribir una buena
cantidad de artículos para explicar los sentidos que había pretendido otorgar-
le a ese concepto. En particular, una buena parte de los autores criticaron la
polisemia (multiplicidad de sentidos) del término paradigma, y extraen de allí
su extrañeza por el éxito que recorrió dicha noción durante los últimos trein-
ta años. Preferimos aquí llamar la atención sobre el efecto inverso: la idea
de paradigma fue exitosa, precisamente, porque fue ambigua. Así, cada au-
tor podía encontrar en ella los argumentos que justificaran sus propias ideas
respecto de la ciencia y del desarrollo del conocimiento científico.
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David Bloor
EL PROGRAMA FUERTE
David Bloor
a) Debe ser causal, es decir, ocuparse de las condiciones que dan lu-
gar a las creencias o a los estados de conocimiento. Naturalmente,
habrá otros tipos de causas además de las sociales que contribuyan
a dar lugar a una creencia.
b) Debe ser imparcial con respecto a la verdad y falsedad, la raciona-
lidad y la irracionalidad, el éxito o el fracaso. Ambos lados de es-
tas dicotomías exigen explicación.
c) Debe ser simétrica en su estilo de explicación. Los mismos tipos
de causas deben explicar, digamos, las creencias falsas y las ver-
daderas.
d) Debe ser reflexiva. En principio, sus patrones de explicación de-
berían ser aplicables a la sociología misma. Como el requisito de
simetría, éste es una respuesta a la necesidad de buscar explicacio-
nes generales. Se trata de un requerimiento obvio de principio,
porque, de otro modo, la sociología sería una refutación viva de
sus propias teorías.
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EL PROBLEMA DE LA REPLICACIÓN
Harry Collins
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LAS REDES
Bruno Latour
[Hay] dos aspectos que se pueden fusionar [en un solo abordaje]: las
tecnociencias existen a través de lugares establecidos recientemente, extra-
ños, caros, frágiles, y que acumulan cantidades desproporcionadas de re-
cursos; esos lugares pueden en algunos casos ocupar posiciones estratégi-
cas y a veces ligadas entre ellas. Las tecnociencias pueden así ser descrip-
tas tanto como una empresa demiúrgica que multiplica el número de alia-
dos, y como una actividad extraña y frágil que no hace que se hable de ella
o que resulte importante más que por el peso de aquellos que la utilizan.
Si es posible describir la misma actividad como si fuera tan poderosa
y al mismo tiempo tan marginal, tan concentrada y tan diluida, esto signi-
fica que tiene las características de una red. La palabra indica que los re-
cursos están todos concentrados en algunos lugares –los nudos- pero que
esos nudos están ligados unos con otros por mallas; gracias a esas cone-
xiones algunos de los recursos dispersos se convierten en una red que pa-
rece extenderse por todos lados. Las líneas telefónicas, por ejemplo, son
minúsculas y frágiles, tan minúsculas que no se ven en un mapa y tan frá-
giles que pueden ser fácilmente cortadas; ello no impide que la red telefó-
nica pueda cubrir el mundo entero. La noción de red nos ayuda a reconci-
liar esos dos aspectos contradictorios de las tecnociencias y a comprender
por qué tan pocas personas parecen cubrir el mundo entero.
En el interior de las redes, los actores definen quiénes serán sus aliados,
porque no se trata, desde la perspectiva de Callon y de Latour, de redes que
están en un equilibrio ingenuo que es la consecuencia del consenso de los
diferentes actores. Por el contrario, éstos establecen alianzas para ir hacién-
dose más fuertes y poder imponer así sus propios intereses por sobre los
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no funciona como en el primer caso. Con estos sujetos, el científico está obli-
gado a dialogar y, en última instancia, a negociar. La predominancia de uno
u otro tipo de relación resulta, por lo tanto, clave en la comprensión de la or-
ganización de un laboratorio y, también, de su dinámica.
Una última consideración del estudio de Lemaine y Lécuyer se relaciona
con un concepto que, a simple vista, parece aproximarse a la idea de “redes
de actor”: los autores llegan a la conclusión de la inutilidad de determinar
los espacios “interior” y “exterior” de los laboratorios, desarrollando en es-
te sentido el concepto de environnement (entorno) que determina un espacio
que resulta mucho más amplio que las puras fronteras formales. Sin embar-
go, lo que parece muy interesante en este abordaje, es que esta idea no sur-
ge como consecuencia de un postulado o una petición de principios, sino que
es una consecuencia del trabajo empírico comparativo, que les mostró la im-
posibilidad de trazar con claridad las fronteras precisas de los laboratorios.
Si embargo, la noción de environnement, por más extendida que parezca a
simple vista, está muy lejos de las formulaciones de Callon y Latour, puesto
que, en primer lugar, el entorno al que se refieren Lemaine y Lécuyer está es-
trictamente limitado a los actores sociales, y no a la interacción con las en-
tidades no-humanas. En segundo lugar, y aún más importante, el punto de
vista de estos autores está fuertemente marcado por el concepto sociológi-
co de estrategias propias de los actores sociales más significativos, y los pro-
blemas tales como las formas de organización de las unidades de investiga-
ción, o las relaciones internas de esas unidades se ven, así, reducidas a la
puesta en práctica de dichas estrategias.
El segundo enfoque que vamos a comentar, y con él finalizaremos es-
ta unidad, es el abordaje neo-institucional de la investigación científica.
Una de las preguntas fundamentales que se formulan los autores perte-
necientes a esta corriente, en relación con las categorías de análisis de
Merton, es: ¿las inequidades sociales entre científicos, representan la
consecuencia organizacional exclusiva de una “necesidad social” definida
por la institución científica (el crecimiento del stock de conocimientos
científicos válidos? Si no es así, ¿qué perspectivas alternativas o comple-
mentarias se pueden adoptar para explicar la morfología diferenciada de
la organización científica? El modo de responder a esta pregunta consis-
te en buscar en la naturaleza misma de la disciplina científica el principio
de organización social del trabajo científico. Según este enfoque, en par-
ticular según Terry Shinn y Richard Whitley, la ciencia es heterogénea por
la localización de los individuos de su estructura, pero es también hetero-
génea por la naturaleza de los saberes que allí se difunden. El sociólogo
debe, por lo tanto, interrogarse sobre la relación que establecen esas he-
terogeneidades social y cognitiva.
Así, según Shinn, la institución científica no se reduce a un conjunto de
divisiones verticales: supone igualmente divisiones horizontales entre disci-
plinas científicas diferentes. Diferenciación social y diferenciación cognitiva
son dos problemas que van a la par. Sin embargo, ¿de qué modo se integran
esas dos dimensiones, de diferenciación interna del sistema social de la
ciencia? Para Terry Shinn resulta fundamental establecer la relación entre la
jerarquía cognitiva de los resultados (es decir, la importancia relativa de los
diferentes trabajos, estudio empírico o intento de interpretación teórica) y la
jerarquía social (el estatus de los miembros del laboratorio).
Veamos, en algunos ejemplos, cómo analiza Shinn estos problemas: en
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Así, según muestra Shinn, los resultados son diferentes según la posición
jerárquica de los investigadores. Esas posiciones jerárquicas corresponden
igualmente a redes sociales personales diferentes, y existe una relación en-
tre el tipo de resultado producido en el seno del laboratorio y esas redes. La
jerarquía social de los resultados de investigación se sustenta al mismo
tiempo en el estatus obtenido en la implicación en redes sociales y en el ti-
po de resultado (ligado al tipo de investigación científica).
Finalmente, para Shinn, la jerarquía social de los resultados no se corres-
ponde siempre con la jerarquía cognitiva. Cuando hay divergencias, ello pue-
de ser la fuente de cuestionamientos conceptuales (cuestionamiento y refor-
mulación de los resultados del director del laboratorio) y social (cuestiona-
miento de la autoridad del director y debilitamiento de la estructura organiza-
cional del laboratorio).
Estos aspectos analizados por Shinn resultan cruciales para la compren-
sión de las prácticas científicas, y sin duda un de los abordajes más serios
y profundos para el enriquecimiento de los estudios sociales de la ciencia.
Esto es así porque es uno de los pocos abordajes que logró, establecer sis-
temáticamente la relación entre los aspectos cognitivos y los aspectos so-
ciales, que es un desafío permanente de todos los estudios post-mertonia-
nos. Pero, a diferencia, por ejemplo, de los autores de la escuela francesa,
Shinn (y Whitley) produjo sus investigaciones recuperando y fortaleciendo las
categorías del análisis sociológico. Así entendido, el problema de las jerar-
quías puede ser pensado como uno de los ejemplos de categorías “clásicas”
utilizadas por las ciencias sociales, sólo que, una vez que se plantea relacio-
nar los problemas cognitivos y los problemas sociales como dos partes in-
trínsecamente unidas de las prácticas científicas, estas categorías son re-
significadas para romper con la falsa y antigua construcción epistemológica
de la caja negra.
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BIBLIOGRAFÍA CITADA
Callon, Michel y LATOUR, Bruno (1992): “Don't Throw the Baby Out with the
Bath School!” en: Pickering (1992).
Latour, Bruno (1991): Nous n'avons jamais été modernes. Paris, La Découverte.
Prego, Carlos (1992): Las bases sociales del conocimiento científico. La revo-
lución cognitiva en sociología de la ciencia. Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina.
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BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA
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La producción de conocimiento:
el nivel micro del análisis
Como consecuencia del giro que se produjo desde mediados de los años se-
tenta, se hizo evidente la necesidad, por parte de los estudios sociales de la
ciencia, de desarrollar un conjunto de trabajos empíricos. Ello se debe a di-
versas razones, algunas de las cuales ya adelantamos brevemente en la uni-
dad anterior:
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STEVE WOOLGAR
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Según el propio Woolgar, las actividades que los científicos van juntando
laboriosamente, como recoger elementos con sus propias manos, medir,
mostrárselo a otros, proponer argumentos acerca de ello, y hacerlo circular
hacia otros en sus comunidades, no son “objetos naturales” independientes
del proceso cultural y de las formas literarias que los propios científicos uti-
lizan. Todo eso son extractos, “tejidos culturales” y residuos impresos en
matrices gráficas; muestra ordenadas, clasificadas y filtradas; marcas foto-
gráficas cuidadosamente alineadas e impresas, así como narraciones verba-
les. Estas son las “cosas” próximas que se hacen en el laboratorio y que cir-
culan bajo la forma escrita, y que constituyen un rico repositorio de acciones
“sociales”. Así, si uno pretende observar estos recursos y productos docu-
mentales como objetos relevantes para la consideración sociológica, es ne-
cesario discriminar el modo en que ellos son algo más que simples represen-
taciones de un orden natural.
Como en otros casos que hemos considerado, los estudios de nivel mi-
crosociológico han tenido un desarrollo considerable durante las últimas dé-
cadas. Así, con diferentes perspectivas teóricas y metodológicas, se han
desplegado, por ejemplo, estudios que pusieron el énfasis en las relaciones
entre los investigadores (Lemaine y Lécuyer), en los aspectos organizaciona-
les (Shinn), en el discurso de los investigadores (Mulkay), en los aspectos
más puramente cognitivos (Lemaine), en la construcción de objetos socio-
técnicos (Callon), y muchos otros. Sin embargo, debíamos elegir aquí algu-
nos trabajos que fueran emblemáticos de corrientes definidas y de formas
particulares de abordar la investigación en el interior de los laboratorios. Así,
la investigación de Bruno Latour (publicada luego junto con Woolgar) abre es-
ta reseña puesto que tiene el mérito de ser la primera investigación que in-
corpora ideas realmente novedosas en la investigación sobre los laborato-
rios, la primera que se centró en la vida del los laboratorios, y sólo fue pre-
cedida en el tiempo por los trabajos de Lemaine y Lécuyer, aunque estos úl-
timos (como vimos en la unidad anterior) estaban trabajando entonces
(1972) desde una concepción paradigmática más cercana a la sociología
normativa. Los trabajos de Knorr-Cetina resultan relevantes por la riqueza
teórica que emana de ellos, por sus reflexiones metodológicas, y por el he-
cho de que ha sido una de las escasas investigadoras que ha continuado tra-
bajando en un nivel micro desde entonces. El trabajo de Michael Lynch es re-
levante, finalmente, porque ejemplifica una deriva conceptual claramente di-
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ferente de los dos anteriores, con un fuerte énfasis puesto en las técnicas
de investigación surgidas de la etnometodología de Harold Garfinkel, y por su
cuidadoso análisis del discurso de los científicos.
Bruno Latour
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Bruno Latour
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LA VIDA DE LABORATORIO
Bruno Latour
Naturalmente, los trabajos de Latour han sido muy discutibles y, muy dis-
cutidos. Suscitaron reacciones tanto desde la perspectiva de los defensores
de la sociología clásica de la ciencia, de otros representantes de la “nueva
sociología del conocimiento”, de los investigadores de ciencias exactas y na-
turales, y de investigadores de ciencias sociales en general. Elegimos aquí
sólo una de las últimas discusiones a propósito de la obra de Latour (entre
cientos de artículos que animaron una larga polémica. Al respecto véase
Kreimer, 1999, cap. IV).
Se trata de un artículo muy reciente de James Brown, de la Universidad
de Toronto, titulado “La ciencia prosaica de Bruno Latour”. Brown (1998) ata-
ca, particularmente, uno de los ejes centrales del abordaje de Latour: la hi-
pótesis constructivista. Esta hipótesis se sintetiza en la afirmación de Latour
según la cual “Sin un enunciado (químico) no es posible afirmar la existen-
cia de una substancia”. Latour había dicho, entre otras cosas, que:
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de los ejemplos que da Knorr-Cetina, uno de los investigadores del grupo tu-
vo un papel decisivo en la elaboración del método. Es el primero en intere-
sarse en el cloruro férrico y es también él quien logra convencer a los miem-
bros de su grupo de sistematizar el uso de este método y de obtener de allí
una publicación. ¿Por qué este investigador se interesa fundamentalmente
en el cloruro férrico? La autora explica este interés por el hecho de que es-
te científico toma conocimiento, en un momento determinado, de que el clo-
ruro férrico permite obtener precipitados proteicos sin recurrir a temperatu-
ras elevadas siendo que, en ese momento particular, él estaba particular-
mente “fascinado por la noción de economía de energía”.
Knorr-Cetina va un poco más allá: señala el interés de dicho científico por
el cloruro férrico no está desvinculado del modo en el que piensa su propio
futuro profesional. El científico expresa, en efecto, el deseo de obtener un
puesto en su Universidad de origen. En efecto, ese regreso resultaba difícil
a causa de su falta de experiencia en el abordaje tecnológico y a gran esca-
la de las proteínas. Esta falta es percibida por el investigador como un freno
potencial a su carrera. El recurso al cloruro férrico aparece por lo tanto co-
mo un medio de llenar esa carencia: el nuevo método era posible trasponer-
lo posteriormente, en una perspectiva comparada, a los grandes laboratorios
universitarios.
Cuando Knorr-Cetina pasa de la observación de la investigación al análi-
sis de la publicación producida por los miembros del laboratorio, presta una
atención particular al modo en que los científicos reconstruyeron racional-
mente su propia práctica científica. El artículo no deja ningún lugar a los ac-
cidentes ni a las preocupaciones de las carreras científicas: sólo queda allí
una dinámica de investigación en la cual los hechos científicos aparecen co-
mo los únicos motores de la actividad científica: “En el laboratorio, los cien-
tíficos reaccionan a las oportunidades que se les presentan instituyendo
nuevas líneas de investigación; en el artículo, lo único que los mueve es la
demanda de un método alternativo de recuperación de proteínas”. La elimi-
nación de la dimensión contextual de la investigación en el artículo analiza-
do se analiza a partir de los diferentes borradores del mismo artículo (Knorr-
Cetina analiza 15 borradores preliminares). Estos han sido sometidos por los
autores a la lectura de colegas (colaboradores o rivales). Knorr-Cetina mues-
tra así que ciertas proposiciones que se juzgan como “débiles” o “peligro-
sas” han sido suprimidas, y el artículo, por lo tanto, debe ser redactado de
nuevo y corregido.
Para la autora, este trabajo de re-escritura forma parte de las “negocia-
ciones” o de las “batallas” entre los autores y sus colegas. Entre la primera
y la última versión no hay un cambio estructural fundamental: la organización
general de la argumentación prácticamente no evoluciona. En el fondo, sin
embargo, el artículo se va transformando progresivamente, y esta transfor-
mación se basa, según Knorr-Cetina, en un proceso que es, al mismo tiem-
po, de decontextualización y de recontextualización: decontextualización por-
que toda referencia a las dimensiones contingentes del trabajo de investiga-
ción resulta eliminada del cuerpo del artículo; recontextualización porque el
proceso de investigación es ubicado por los investigadores (sobre todo en la
introducción del artículo) en un contexto más amplio que el espacio reduci-
do del laboratorio al cual ellos pertenecen.
El análisis de ese doble proceso debe llevarnos, según Knorr-Cetina, a
percibir mejor la naturaleza del rol que tiene toda publicación científica: esta
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Analicemos ahora, para concluir este apartado, la corriente, por cierto cer-
cana a las anteriores, que puede denominarse bajo el amplio rótulo de “et-
nometodología”, de “análisis del discurso” y los trabajos “reflexivos”.
El punto de partida de estos estudios es la premisa de estudiar, ya no los
problemas derivados de la producción de conocimiento científico, o mera-
mente los contenidos de la investigación, (como en el caso de Latour o de
Knorr-Cetina) sino que su objetivo está dirigido a dar cuenta de las prácticas
científicas propiamente dichas. La etnometodología, según las palabras de
los autores que trabajan en esta corriente, es una disciplina fundacional:
LA ETNOMETODOLOGÍA
Hay, entonces, dos elementos que merecen ser resaltados en esta defini-
ción del enfoque. Por un lado, el lugar central que ocupan las prácticas dis-
cursivas de los científicos, su habla cotidiana, sus conversaciones e inter-
cambios discursivos. En este sentido, para los etnometodólogos no es posi-
ble distinguir un “hablar científico” de un “hablar no científico”; se trata sim-
plemente de tomar en cuenta todos los enunciados proferidos por los inves-
tigadores en su trabajo cotidiano. Por otro lado, el análisis de los actos con-
versacionales se enmarca en una comprensión de la actividad científica en-
tendida como una actividad ordinaria o, dicho de otro modo, una actividad
que no se distingue a priori de otras prácticas sociales. No vale la pena, pa-
ra esta corriente, hablar del método científico para referirse al carácter orde-
nado y ordinario (cotidiano) de las actividades de los científicos. Las activi-
dades disciplinarias, en este contexto, deben comprenderse no como el aca-
tamiento a una forma incorporada de los ideales de la ciencia, sino a la “de-
mostrabilidad de una disciplina científica en las prácticas incorporadas de su
trabajo específico, a que las prácticas son específicas de la disciplina y que
muestran, además, los contenidos de la disciplina en su producción tempo-
ral.” (Lynch, Livingston y Garfinkel, 1983).
Los etnometodólogos trabajan alrededor de la idea de temporalidad, esto
es, la construcción de los procesos en cursos reales de actividad, en tiempo
real. En este sentido, identifican diferentes formas en las que la actividad
científica puede reunirse analíticamente en torno a la temporalidad.
Sostienen, en primer lugar, que se deben desarrollar lo que ellos deno-
minan descripciones canónicas de los métodos de laboratorio y de los cursos
reales de acción. Debemos apuntar que esto se corresponde con un rasgo
metodológico distintivo de la etnometodología, como es el de registrar co-
mo datos en grabaciones de audio y vídeo las actividades que se investi-
gan. Esto permite al mismo tiempo estudiar los escritos científicos como
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
una fase específica del trabajo, más que como datos descriptivos de las ac-
tividades reales del laboratorio. La aspiración fundamental, que bien podría-
mos enunciar como un objetivo general de este enfoque, es el intento de
desacralizar la investigación científica.
La preocupación por el desarrollo de este tipo de descripciones exhausti-
vas acerca de los diferentes tipos de práctica cotidiana, va a resultar funda-
mental en el periodo que estamos describiendo en los estudios de la ciencia.
Sin dudas, la obra que inspirará una buena parte de los trabajos será el libro
de Harold Garfinkel, Studies in Ethnomethodology, publicado en 1967, no sólo
sobre sus propios discípulos, como Michael Lynch, sino sobre toda una gene-
ración de investigadores sociales. Garfinkel pretende estudiar “un conjunto de
consideraciones no investigadas por los sociólogos, la estandarización de los
rasgos de las escenas cotidianas, que son utilizados diariamente por los
miembros de una comunidad como esquema de interpretación”
El autor compara lo que denomina las “propiedades particulares de las
actividades científicas” con las del sentido común, y propone una lista de las
diferentes formas que adquiere la racionalidad que está en juego en cada ca-
so. En función de esto, llega a la conclusión de que “las racionalidades cien-
tíficas funcionan, de hecho, como propiedades estables de acciones y como
ideas sancionables sólo en el caso de acciones gobernadas por la actitud
propia de la teorización científica. En cambio, las acciones gobernadas por
la actitud de la vida cotidiana están marcadas por la ausencia específica de
esas racionalidades, tanto como por las propiedades o los ideales sanciona-
bles. Las racionalidades a las que se refiere Garfinkel son cuatro, y son las
únicas que no son comunes a todas las acciones, sino específicas de la ac-
tividad científica. Mirado desde hoy, parecerían bastante evidentes: compati-
bilidad de las relaciones medios-fines con la lógica formal; claridad y distin-
ción semántica; claridad y distinción “en sí mismas”; compatibilidad de la de-
finición de una situación con el conocimiento científico.
El segundo aspecto saliente se denomina reajuste retrospectivo-prospecti-
vo de los métodos científicos en función de los resultados disponibles. Ha-
ce referencia al análisis del hecho de “retroceder en el tiempo” como una ta-
rea normal en el trabajo de un laboratorio, como consecuencia de que “algo
ha ido mal” o de que “algo podría salir potencialmente mal”. De este modo,
se hace necesario recorrer retrospectivamente los diferentes pasos de los
experimentos, para buscar el origen del problema que se ha detectado.
Otro aspecto importante del análisis de Garfinkel se refiere a la conside-
ración del objeto como un ícono de la temporalidad del laboratorio. Ello supo-
ne que las narraciones de las actividades científicas se desvinculan del cur-
so real de actividad científica que las produjo, en una línea argumental que
nos hace recordar al Marx que consideraba a las mercancías como portado-
ras de un fetichismo que escondía las relaciones sociales (la carga de plus-
valía) ocultas en ellas.
Los etnometodólogos tienen numerosos puntos de contacto con los estu-
dios acerca del discurso puesto que, en la mayor parte de los casos, los in-
vestigadores enrolados en la etnometodología han trabajado a partir del dis-
curso de los científicos como una materia sólida sobre la cual apoyarse pa-
ra la investigación sobre la vida cotidiana de la ciencia. Como dice Lynch, “...
la conversación es ubicua, toda vez que las personas en la sociedad desa-
rrollan acciones cada uno en la presencia verbal del otro. A causa de esto,
los estudios de las estrtucturas conversacionales presentan una relevancia
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curso si se le aplican las mismas reglas que al discurso de los científicos in-
vestigados.
De hecho, Woolgar y Ashmore interpretan, como la mayor parte de los in-
vestigadores, el desarrollo del campo de un modo particular, dentro del cual,
naturalmente, su propuesta será superadora, y avanzará un paso más en el
desarrollo de los estudios y, por cierto, un paso más radical que el de los
otros autores. Ellos son los autores de lo que denominan El Proyecto Refle-
xivo, en donde se trata de analizar los estudios sociales de acuerdo con el
modo en que éstos consideren a la práctica científica y la relación entre la
ciencia y el sociólogo que la investiga.
Así, ellos encuentran que el primer programa consideraba tanto a la cien-
cia como a los estudios de la ciencia con criterios realistas. De este modo,
la sociología de la ciencia era igual a la sociología de los científicos, en don-
de se ignoraba el contenido de la ciencia y los factores sociales sólo eran
utilizados para explicar el error. El Programa Mertoniano sería, naturalmente,
el mayor exponente de esta corriente.
El segundo programa consideraba a la ciencia según criterios relativistas:
analizaba el contenido de la ciencia penetrando en la caja negra, pero se con-
sideraba a sí mismo con criterios realistas. A esta corriente pertenecen el
Programa fuerte (imparcialidad y simetría), el Programa empírico relativista,
la primera generación de la etnografía de la práctica científica y los analistas
del discurso.
El tercer programa considera que, tanto la ciencia como los investigado-
res que la estudian, deben ser relativizados. Es el que corresponde al pro-
grama reflexivo y a las nuevas formas literarias; y es practicado por la segun-
da generación de etnógrafos de la práctica científica.
El argumento general que articula el proyecto reflexivo es el de enfrentar
la cuestión espinosa de la propia invalidación, el problema del tibi quoque (a
tí también) que se les plantea a los defensores del relativismo en la com-
prensión de la ciencia. Aquí no se trata de "lidiar" con este problema, sino
de incorporarlo y trabajarlo. Producto de esto es la adquisición de nuevas for-
mas literarias que resultan similares a las que utiliza Mulkay. Woolgar y As-
homre apelan, por ejemplo, a la irrupción de una segunda voz, que entabla
un diálogo con los autores, cuestionándolos. Las interrupciones aparecen en
párrafos con letras mayúsculas, hasta que esto mismo es cuestionado, de
modo que ya no se distingue esta segunda voz de la primera (supuestamen-
te la de los autores) y el texto se asemeja a una discusión en donde no se
puede distinguir quién interrumpe a quién.
Un problema que debe ser abordado si se quiere incorporar la reflexividad
como una ironía en los estudios de la ciencia, es el de las diferencias y si-
militudes entre la observación (las imágenes), el observador y los observa-
dos (sujeto/objeto). La separación sistemática de los objetos científicos y la
práctica del análisis da lugar a lo que Woolgar llama los desastres metodoló-
gicos (Woolgar, 1988a). Esto llama la atención acerca de dos aspectos: por
un lado, acerca de la naturaleza de la relación entre los tres componentes.
Aún en el caso de trabajos en los cuales se acepta una indiferenciación (o
que prevalecen las similitudes por sobre las diferencias) entre la imagen y la
realidad representada, o que se incorpora este aspecto como un problema,
en muchos casos esto es elaborado como un post-hoc que revela, según
Woolgar, la naturaleza descomprometida del observador respecto de los ob-
servados. (Woolgar 1988b)
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(Woolgar, 1988).
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resultaban fértiles para la explicación de las tribus, deben esta vez; ser re-
formuladas para “dar cuenta de los objetos duros”, para igualar, metodológi-
ca y teóricamente, naturaleza y sociedad.
Dicho de otro modo, lo anterior implica que se pueden estudiar objetos
“blandos” (la tribu) haciendo un uso racional de los instrumentos analíticos
clásicos de las ciencias sociales (clase, relaciones sociales, apropiación de
trabajo, análisis estructural del discurso, por citar sólo algunos tópicos); pe-
ro es necesario formular nuevos conceptos para estudiar los objetos duros.
Buena parte de estos laberintos podrían resolverse si se aceptara el con-
cepto, desarrollado por una considerable cantidad de autores, de que la cien-
cia es, básicamente, relaciones sociales. Naturalmente, esta aceptación es
sólo un punto de partida, pero recordarla puede contribuir a una derivación
metodológica que, en el marco de algunas categorías de análisis de las cien-
cias sociales, aporte una cantidad nada despreciable de conocimiento nue-
vo, y reflexiones interesantes acerca de la tribu que trabaja en los laborato-
rios. En efecto, se ha indagado bastante poco acerca de problemas típicos
de los estudios sociales como para que propongamos (prematuramente) su
destierro, y nos aboquemos alegre y creativamente a nuevas construcciones
teóricas antes de someter a prueba las herramientas con las que contamos.
Desde una línea de trabajo ciertamente diferente a la de Callon, Woolgar,
Latour y otros, se ha realizado uno de los trabajos pioneros en los estudios
de laboratorios: el estudio realizado por los sociólogos franceses G. Lemaine
y B-P. Lécuyer hacia 1972, y que ya comentamos oportunamente. Veamos aquí
sus diferencias con el enfoque genérico del constructivismo. En este estudio,
con una metodología más bien clásica, sustentada en cuestionarios, entrevis-
tas y análisis de fuentes diversas, se intentan establecer los diversos facto-
res que condicionan o actúan sobre el éxito de un laboratorio determinado.
Así, categorías tales como el tamaño de los grupos, las escalas y las estrate-
gias de formación de científicos y de técnicos, la proximidad con un “ambien-
te” (environnement) estimulante, la calificación y el momento de la carrera del
jefe de la unidad son, entre otros, factores que explican, para los autores, la
posibilidad del éxito de cada laboratorio. Por cierto, este estudio, que tiene un
gran valor no sólo por su carácter novedoso para la época, sino por la gran
cantidad y originalidad de la información que presenta, ha sido sumamente
discutido en función de su premisa central: el intento de explicación del éxi-
to, concepto ubicado naturalmente en las antípodas del Programa Fuerte. La
objeción no es banal, puesto que buena parte de este voluminoso trabajo se
sustenta en la búsqueda de variables que sistematicen lo exitoso y lo diferen-
cien del fracaso; y esta orientación delimita necesariamente los límites de la
investigación, ya que no parece haber justificación convincente acerca del uso
discriminatorio y sus consecuencias sobre la comprensión sociológica de un
laboratorio que tal concepto de éxito implica.
Sin embargo, el estudio de Lemaine y Lécuyer tiene un valor per se, más
allá de que se puede (y se ha hecho) objetar el concepto de éxito: señala la
fertilidad de utilizar las variables y los instrumentos de las ciencias sociales
en el interior de un (o varios) laboratorio, y muestra la posibilidad de poner
en práctica una sociología del laboratorio, de la investigación. Por cierto, pa-
ra los investigadores como Latour, el tipo de investigación que describimos
resulta rápidamente tildada despectivamente como una "sociología de los
científicos", en contraposición a una verdadera sociología de la ciencia (por-
que esta última daría cuenta, como ya dijimos, de los objetos "duros").
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cada realidad. En Francia existe una carrera para la formación de los técni-
cos que, asociada paralelamente a la formación científica, puede llegar has-
ta el título de ingeniero, con una alta capacitación y especialización. Sin em-
bargo, un ingeniero no será considerado un científico, y para ello es necesa-
rio pasar el rito de iniciación: la tesis de doctorado, que es la marca del cam-
bio de estatus. Es posible encontrar, también, notables diferencias de acuer-
do con las disciplinas, como mostraron algunos historiadores: por ejemplo,
en la etapa de desarrollo de la física nuclear en los años cuarenta y cincuen-
ta, buena parte de los científicos eran al mismo tiempo “bricoleurs”, tenían
que diseñar sus propios instrumentos, puesto que no existía empresa algu-
na que proveyera los aparatos necesarios. Hoy, en muchos campos se pro-
ducen efectos similares cuando se trata de adaptar, crear o gestionar progra-
mas avanzados de computación que posibiliten adaptar las máquinas a los
requerimientos específicos de cierta investigación. Esto atraviesa, natural-
mente, las viejas nociones de ciencia y de técnica.
Por último, el estudio comparativo es indispensable para poner de relieve
una dimensión fundamental: el cruce de lo universal con lo especifico. Aquí
es necesario poner a prueba la analogía del aeropuerto, e intentar desentra-
ñar los elementos que permiten hablar de una ciencia universal en contrapo-
sición con las particularidades de cada país, de cada institución, de cada gru-
po, de cada laboratorio. En este ir y venir (que no podemos desarrollar aquí)
debemos buscar los mitos que construyen el carácter de lo universal, las tra-
diciones que producen las identificaciones locales y ver las prácticas socia-
les del mundo de los científicos en sus actividades cotidianas. Cuando se va
desenrollando esta madeja, es lícito volver a preguntarse en qué resulta sus-
tantivamente diferente estudiar a los científicos y su contexto, sus produccio-
nes, su lenguaje, sus prácticas cotidianas, el uso de sus máquinas, etc., del
estudio de otro grupo (social) cualquiera.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Brown, James (1998): “La science prosaïque de Bruno Latour”. En: Kremer-
Marietti: Sociologie de la science. Sprimont, Ed. Mardaga.
137
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Latour, Bruno y Woolgar, Steve (1995): “La vida de laboratorio”. Madrid, Alianza.
Lynch, Michael (1985): Art and artifact in laboratory science. A study of shop work
and shop talk in a research laboratory. London, Routledge and Keagan Paul.
Mulkay, Michael (1986): “Replication and mere Replication”. In: Mulkay (1991).
Mulkay, Michael y Gilbert, Nigel (1984): Opening Pandora's Box. Cambridge, CUP.
BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA
Knorr-Cetina, Karen (1995): “The couch, the Cathedral and the laboratory”.
en: Handbook of Science and Technologies Studies. London, Thousand Oaks
and New Delhi, Sage.
138
5
Tecnología y sociedad
5.1 Introducción
El inicio de esta tensión puede ser registrado en la obra del propio Marx.
Una de sus frases más conocidas ha dado sustento a una tradición de tra-
bajos focalizadas en el determinismo tecnológico: “El molino trajo la socie-
dad con señor feudal; la máquina de vapor la sociedad con industrial capita-
lista” (K. Marx, Miseria de la Filosofía). Al mismo tiempo, ha dado lugar a crí-
ticas del determinismo tecnológico desde posiciones deterministas sociales
El trabajo de Bruce
y a defensas del pensamiento marxista. Bimer (1990) aporta
A lo largo del siglo XX es posible registrar diferentes trabajos en los que elementos significativos acer-
esta tensión se prolonga. En la historia de la tecnología, el determinismo tec- ca de la cuestión del determi-
nismo en Marx).
nológico se expresa en historias de artefactos explicadas por argumentos
tecnológico-ingenieriles: el hallazgo de soluciones técnicas a problemas téc-
nicos, en el impacto de nuevos artefactos y técnicas sobre la producción in-
dustrial y la vida cotidiana (Daumas, 1983, De Gregori, 1988). A partir de ini-
cios de los ´60, la preocupación por los riesgos de la tecnología nuclear atra-
jo la atención de sociólogos sobre los efectos del desarrollo tecnológico. Pe-
ro, prácticamente al mismo tiempo, comenzaron a desarrollarse algunas lí-
neas de estudios que intentaban develar la conformación social de los arte-
factos tecnológicos (MacLeod, 1977, Gille, 1973). Tanto algunos estudios
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Zvorikine, (1961:2)
En lugar de realizar rápidamente algunos comentarios, tal vez sea más in-
teresante ver las objeciones que realiza Joravsky (1961) al planteo anterior:
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
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Mumford, (1964:2)
"... la nueva libertad se torna una versión más sofisticada de la vieja es-
clavitud: el ascenso de la democracia política durante los últimos siglos
ha sido crecientemente nulificado por la exitosa resurrección de técni-
cas centralizadas autoritarias [...] a través de mecanización, automa-
ción, dirección cibernética, estas técnicas autoritarias han tenido éxi-
to sobre su más seria debilidad, su original dependencia sobre la re-
sistencia, a veces activa desobediencia de servomecanismos, lo sufi-
cientemente humanos aún como para sostener propósitos que no
siempre coinciden con los del sistema."
LA AUTONOMÍA DE LA TECNOLOGÍA
Lewis Mumford
Mumford, (1964:6)
144
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Propone, entonces, cuatro razones para afirmar por qué la tecnología po-
dría estructurar la historia:
Primera: el conocimiento de una era es restringido por el stock acumulado
de conocimiento disponible. Las realizaciones técnicas preceden normalmen-
te lo que los hombres conocen. La expansión del conocimiento es gradual.
Segunda: la capacidad de competencia material, el nivel de experticia tec-
nológica de una era condiciona el potencial de cambio tecnológico.
Tercera: el requisito de "congruencia tecnológica" (compatibilidad de una
tecnología con la división del trabajo y la especialización industrial).
Cuarta: la acumulación de capital.
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Heilbroner, (1967:343)
Y concluye:
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J. SCHUMPETER
Lo que calificamos de gran invento casi nunca sobresale del curso na-
tural de los acontecimientos como Atenea de la cabeza de Zeus, y, prácti-
camente todas las excepciones que se nos ocurran se desvanecen al inves-
tigarlas más a fondo. La cooperación de muchas mentes y numerosas pe-
queñas experiencias que actúan con respecto a una situación objetiva da-
da y que las coordina, lentamente desarrolla lo que parece ser en verdad
nuevo sólo si esquivamos etapas intermedias y comparamos tipos distan-
tes en tiempo y espacio.
Al final del punto 2 se planteó que la tensión determinista sólo podría ser su-
perada en tanto se abandonase la representación analítica-estructural de ‘tec-
nología’ y ‘sociedad’ como dos entidades equivalentes, de existencia indepen-
diente. Pero, evidentemente, no es suficiente con abandonar una perspectiva
para resolver un problema. La superación sólo se consigue si es posible adop-
tar una nueva representación que evite los inconvenientes de la anterior.
El desarrollo de los estudios sociales de la tecnología durante los últi-
mos 15 años generó una serie de abordajes que intentan captar la natura-
leza compleja de los procesos de cambio tecnológico (Vessuri, 1991;
1994). En particular, estos abordajes se han centralizado en una convicción
teórica: es imposible –e inconveniente- realizar distinciones a priori entre 'lo
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Thomas Hughes
Hughes, (1987:53)
Thomas Hughes
Hughes, (1987:51)
Hughes, (1987:51)
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Hughes, (1987:52-3)
Hughes, (1987:53)
151
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Hughes, (1987:54)
Hughes, (1987:55-6)
Hughes, 1987:64)
(Hughes, (1987:67)
Hughes, (1987:68)
152
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Hughes, (1987:69)
Hughes, (1987:76)
Hughes, (1987:77)
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EL ACTOR-RED
Michel Callon
Callon, (1987:93)
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Callon, (1987:96)
Callon. (1992:73)
155
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DEFINICIÓN DE ACTOR
Callon. (1992:79)
156
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Callon. (1992:81-2)
157
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Callon. (1992:87)
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
OCDE, (1992:83)
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OCDE
Tratar a los SNI como redes tecno-económicas supone serios riesgos me-
todológicos. Por ejemplo, en el caso argentino, el grado de apertura del SNI
local hace pensar que las redes tecno-económicas contenidas por las fronte-
ras nacionales son escasas y poco significativas, en tanto la mayoría de las
redes excede los límites locales.
Bijker, (1993:121)
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Bijker, (1995:48)
Bijker, (1995:48)
Bijker, (1995:49-50)
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Bijker, (1993:118)
Bijker, (1995:75)
Bijker, (1995:75-6)
Bijker, (1993:119)
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Bijker, (1995:86)
Bijker, (1993:121)
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5.10. Poder
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Bijker, (1995:262)
Bijker, (1995:263)
Bijker, (1995:263)
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Wiebe Bijker
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Bijker, (1993:125)
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Para una revision de El abordaje constructivista presenta diversas limitaciones. En tanto la no-
las principales críti- ción de 'flexibilidad interpretativa' resulta de suma utilidad para describir pro-
cas que recibió el abordaje
constructivista, y sus co- cesos de tema de decisión y adjudicación de prioridades y valores, el abor-
rrespondientes respuestas, daje relativista resulta deficitario a la hora de describir procesos de cambio:
ver Pinch (1997)
Elzen, (1996:100)
Bijker, (1993:127)
168
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
Molina, (1989:4)
Molina, (1989:IX)
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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología
a) las flechas de doble punta indican que las relaciones de influencia viajan
en ambas direcciones -desde el círculo interior de tecnología (T) hacia los
círculos exteriores, y viceversa- en un único flujo singular
b) moviéndose desde el círculo interior (T) hacia afuera, la figura describe
que la tecnología sólo puede ser producida dentro del dominio de oportu-
nidades y restricciones presente en el mundo físico. En otras palabras, la
tecnología sólo puede ser conformada en el dominio de lo conformable.
c) el siguiente círculo describe que las tecnologías son generalmente el re-
sultado de un proceso de integración de recursos humanos, materiales (e
informacionales), financieros, temporales y espaciales. Estos recursos no
son estáticos cuantitativamente, cambian contínuamente al tiempo que la
sociotechnical constituency evoluciona.
d) el penúltimo círculo muestra que esta integración de recursos tiene lu-
gar a través de procesos de interacción de personas e instituciones
(constituyentes socio-técnicos) que no sólo controlan directa o indirecta-
mente estos recursos, sino que, precisamente por esto, pueden influen-
ciar la forma de su integración, dando forma, por lo tanto, al desarrollo
de la tecnología de acuerdo con sus intereses. No debe derivarse de es-
to un dominio consciente de los actores sociales sobre los productos
tecnológicos y sus derivaciones:.."esta percepción no significa que los
constituyentes siempre tengan una clara idea de sus intereses específi-
cos, ni que el desarrollo de tecnologías siempre siga un patrón intencio-
nal o genere los resultados esperados por los constituyentes" (Molina,
1989:6)
e) el círculo exterior subraya el hecho de que la tecnología no es el resulta-
do de un proceso insular, interno a la constituency. Es simultáneamente el
resultado de la interacción de una sociotechnical constituency con otras
en un contexto de circunstancias históricas, legislaciones y tendencias
tecnológicas y de mercado, las cuales son, al mismo tiempo, resultado del
proceso de interacción de las sociotechnical constituencies. En este sen-
tido, las tendencias tecnológicas y de mercado no deben ser vistas como
'externas' a las constituencies:
"En toda constituency existe una tensión entre 'dar forma' y 'ser
formada'. Como una regla simple, uno puede decir que cuanto me-
nos desarrollada es una technological constituency, menor es su
capacidad de dar forma y mayor es su permeabilidad a ser forma-
da por las tendencias tecno-económicas [...] En última instancia,
es la habilidad para alterar este balance lo que hace toda la dife-
rencia entre éxito y fracaso relativos."
Molina, (1989:8)
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Pinch, (1997:22)
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Trevor Pinch
Pinch, (1997:26)
BIBLIOGRÁFICA CITADA
Bimer, Bruce (1990): Karl Marx and the Three Faces of Technological Determinism,
en Social Studies of Science, Nro. 20, pp. 333-51.
Bloor, D. (1976): Knowledge and Social Imagery, Routledge & Keagan, Londres.
Callon, Michel (1986): The Sociology of an Actor-Network: the case of the Elec-
tric Vehicle, en Callon, Michel; Law, John y Rip, Arie: Mapping the Dynamics of
Science and Technology, MacMillan Press, London.
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Daumas, Maurice (1983): Las grandes etapas del progreso técnico, Fondo de
Cultura Económica, México D. F.
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Mumford, Lewis (1966): Technics and the Nature of Man", en Technology and
Culture, vol VII, No.3, pp. 303-317.
Pinch, Trevor y Bijker, Wiebe (1990): The Social Construction of Facts and
Artifacts: or How the Sociology of Science and the Sociology of Technology
Might Benefit Each Other, en Bijker, W. et al., The Social Construction of Tech-
nological Sistems, The MIT Press, Cambridge.
Rosenberg, Nathan (1982): Inside the Black Box – Technology and Economics,
Cambridge University Press, Londres.
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TRABAJO PRÁCTICO
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