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Aspectos

Sociales de la
Ciencia y la
Tecnología
Aspectos
Sociales de la
Ciencia y la
Tecnología

Pablo Kreimer
Con la colaboración
de Hernán Thomas

Carpeta de trabajo
© Universidad Nacional de Quilmes
Maestría en Ciencia, Tecnología y Sociedad.
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología.

Primera edición: Febrero de 2000

Diseño de Tapa: Hernán Morfese


Diseño de Interior: Caludio Puglia / Marcelo Aceituno
Procesamiento Didáctico: Gustavo Bender

La Universidad Nacional de Quilmes se reserva la facultad de disponer de es-


ta obra, publicarla, traducirla, adaptarla o autorizar su traducción y reproduc-
ción en cualquier forma, total o parcialmente, por medios electrónicos o me-
cánicos, incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica y cualquier sistema
de almacenamiento de información.
Por consiguiente, nadie tiene facultad de ejercitar los derechos precitados
sin permiso escrito del editor.

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Bibliografía obligatoria

Actividades

Leer con atención

Para reflexionar
Indice

Aspectos generales del curso..............................................................11

Introducción: problemática general del campo .....................................11

Objetivos del curso .............................................................................14

Contenidos .........................................................................................14

1. Ciencia y sociedad..........................................................................17
1.1 La investigación científica analizada a partir
de sus dimensiones sociales...........................................................17
1.2 La investigación científica como una producción
de la sociedad en su desarrollo histórico..........................................18
1.2.1 Institucionalización de la ciencia.........................................19
1.2.2 La profesionalización de la ciencia......................................20
1.2.3 La industrialización de la ciencia .......................................21
1.3 La investigación científica como producción social
(En un espacio institucional, conjuntos de personas
interactúan para obtener algo denominado conocimiento)..................23
1.4 La ciencia y la tecnología como transformadoras de la
sociedad y de las relaciones sociales. La finalidad del conocimiento
científico: dos modos diferentes y complementarios para analizarla......30
1.5 El cruce de disciplinas, abordajes teóricos, autores y perspectivas
en la comprensión de la ciencia y las prácticas científicas.................34
1.5.1 La matriz disciplinar...........................................................35
1.5.2 Los enfoques teóricos .......................................................37
1.5.3 La construcción de un objeto del conocimiento. ..................37
1.6 El origen del campo CTS: mapa de su desarrollo desde
los años 30 hasta el presente. ........................................................39
1.6.1 La sociología normativa .....................................................40
1.6.2 El planteo de “grandes problemas” desde una
perspectiva marxista...................................................................41
1.6.3 La historia de la ciencia .....................................................44
1.6.4 Kuhn y la nueva sociología de la ciencia .............................44
1.6.5 Los estudios sobre política científica
(science poliicy studies) ..............................................................45
1.6.6 Conclusión: últimos movimientos........................................47

Bibliografía citada ...............................................................................47

Bibliografía obligatoria ........................................................................48

2. La organización social de la investigación científica.........................51


2.1 La ciencia y las prácticas científicas como una
organización social: diferentes niveles de análisis.............................51
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2.2 Los diferentes modos de analizar y


comprender la organización social de la investigación
científica I: la comunidad científica ..............................................53
2.2.1. Problemas generales para el análisis de
la comunidad científica ...............................................................54
2.2.2.Una organización social estructurada a partir
de roles específicos....................................................................56
2.2.3. La comunidad científica como
sistemas de intercambio. ............................................................58
2.2.4. Los colegios invisibles ......................................................60
2.3 Los diferentes modos de analizar y comprender la
organización social de la investigación científica II: el campo
científico y los círculos de crédito-credibilidad. ..................................63
2.3.1. El campo científico ...........................................................63
2.3.2. Los círculos crédito-credibilidad .........................................65
2.4 Los diferentes modos de analizar y comprender la
organización social de la investigación científica III:
las arenas transepistémicas de investigación. ..................................67
2.5 Comparación entre las diferentes perspectivas.
¿Es posible pensar otro modelo? .....................................................71

Bibliografía citada ...............................................................................72

Bibliografía obligatoria ........................................................................72

3. La naturaleza del conocimiento científico ........................................75


3.1 Resumen del desarrollo de las concepciones teóricas
que intentaron comprender e interpretar la naturaleza del
conocimiento científico desde las ciencias sociales. .........................75
3.2 Los modelos clásicos: la división entre epistemología y
sociología de la ciencia y la construcción de una “caja negra” ...........76
3.3 La puesta en cuestión de los modelos clásicos: las lecturas
de Kuhn y su utilización como un arma antimertoniana. ....................82
3.4 Los nuevos modelos I: El programa fuerte de la sociología
del conocimiento.............................................................................86
3.5. Los nuevos modelos II: Constructivismo y relativismo
en la escuela de Bath. ....................................................................90
3.6 Los nuevos modelos III: La Escuela Francesa .............................94
3.7. Los nuevos modelos IV: Otras corrientes...................................98

Bibliografía citada .............................................................................103

Bibliografía obligatoria ......................................................................104

4. La producción de conocimiento: el nivel micro del análisis. ............105


4.1 El acceso a un nuevo lugar para los investigadores
en ciencias sociales: los laboratorios. ............................................105
4.2 Los estudios pioneros de Bruno Latour:
la vida de laboratorio.....................................................................108
4.3 Otros estudios emblemáticos: los trabajos de
Karin Knorr-Cetina y Michael Lynch en California. ............................115
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

4.4 Diferentes problemas teóricos y metodológicos en los estudios


micro de la investigación científica: perspectivas actuales para el
estudio “micro” de la producción de conocimiento científico ............128
4.5 Conclusión: Dos Estudios de caso ...........................................132

Bibliografía citada .............................................................................137

Bibliografía obligatoria ......................................................................138

5. Tecnología y sociedad ...................................................................139


5.1 Introducción............................................................................139
5.2. La cuestión del determinismo ................................................141
5.3 Predominio de la historia de artefactos
en la historia de la tecnología ........................................................147
5.4 Relaciones socio-técnicas........................................................148
5.5 Abordaje en términos de 'Sistema tecnológico'.........................149
5.6 Abordaje en términos de actor-red (actor-network) .....................154
5.7 Redes tecno-económicas (techno-economic networks) ...............155
5.8 Convergencia con la economía de la innovación ........................159
5.9 Abordaje en términos de constructivismo social ........................160
5.9.1 Grupos sociales relevantes ..............................................160
5.9.2 Flexibilidad interpretativa..................................................161
5.9.3. Clausura y estabilización.................................................163
5.9.4. Technological frame ........................................................163
5.10. Poder..............................................................................164
5.11. Ensamble socio-técnico (Sociotechnical ensembles)............166
5.12 . Conformaciones sociotécnicas
(Sociotechnical constituencies) ...................................................169
5.13 Constructivismo moderado y radical...................................172

Bibliográfica Citada...........................................................................173

Bibliografía Obligatoria ......................................................................176

Trabajo Práctico................................................................................176
Aspectos generales del curso

Introducción: problemática general del campo

Decir que la ciencia y la tecnología presentan “aspectos sociales” puede pa-


recer obvio. Sin embargo, en la medida en que se avanza en el análisis de
las percepciones y representaciones corrientes acerca del conocimiento
científico y el desarrollo tecnológico en el seno de las sociedades modernas,
estas “dimensiones sociales” parecen mucho menos claras y evidentes.
Cualquiera percibe que, en nuestra vida cotidiana, interactuamos perma-
nentemente con objetos, artefactos, productos de la ciencia y la tecnología,
a veces casi sin darnos cuenta. Otras veces percibimos claramente que los
productos de la ciencia y la tecnología modernas modifican nuestras propias
prácticas cotidianas.
Sin embargo, los lazos y las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la
sociedad son bastante más complejos que la simple modificación de algu-
nas prácticas de nuestra vida cotidiana. Aunque nuestra vida cotidiana siga
estando en el eje de nuestra percepción.
El estudio de los aspectos sociales de la ciencia y la tecnología, si bien Hay abreviaturas muy
ha estado presente en las diversas disciplinas de las ciencias sociales comunes en este cam-
po de estudios. Es común
desde el siglo XIX, no se desarrolla de un modo sistemático hasta los abreviar con la sigla “CyT”
años treinta de nuestro siglo y, sobre todo, desde los años posteriores al la frase “ciencia y tecnolo-
gía” o “científico y tecnoló-
fin de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Por lo tanto, la ma- gico”. “Investigación y desa-
yor parte de las reflexiones acerca del desarrollo de la ciencia y la tecno- rrollo”, por su parte, se suele
logía y de las dimensiones sociales que lo enmarcan o explican, son rela- abreviar como “I+D”. Y
“ciencia, tecnología y socie-
tivamente recientes en la mayor parte de los países más desarrollados, y dad” es común abreviarlo co-
muy novedosas en el seno de los países periféricos, y en América Latina mo CTS. Los tres conceptos
se abrevian de un modo aná-
en particular. logo en inglés: “S&T”
También es necesario señalar que la ciencia y sus productos por un la- (Science and Technology),
do, y el desarrollo tecnológico por otro, no permanecieron neutros o sin va- “R&D” (Research and Deve-
lopment) y “STS” (Science,
riaciones a lo largo de las últimas décadas. Por el contrario, fueron alcan- Technology and Society)
zando cada vez un mayor y más veloz desarrollo, al punto que la velocidad
de las innovaciones es cada vez mayor, y resulta hoy difícil seguir “el tren”
de muchos sectores de investigación.
Aunque tal vez pueda resultar obvio, la sociedad, sus actores e insti-
tuciones también se fueron modificando a lo largo de los últimos años.
Puede decirse que una parte de las transformaciones de la sociedad
obedece a una lógica propia de los actores sociales que participan de los
juegos de fuerza y de las relaciones sociales, económicas, políticas, cul-
turales que componen el “núcleo” del desarrollo de las sociedades. Otra
parte de la transformación que experimentaron las sociedades, sin em-
bargo, está en estrecha relación con las transformaciones científicas y
tecnológicas.
Una precoz llamada de atención tal vez sea necesaria aquí: no estamos
diciendo (al menos no por ahora) que una parte de los cambios sociales

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Universidad Virtual de Quilmes

sea la consecuencia directa de los cambios tecnológicos. Esta formulación,


que ha sido bastante frecuente, tomaría la siguiente forma:

CAMBIO CIENTÍFICO Y TRANSFORMACIONES


TECNOLÓGICO SOCIALES

¿Cuál sería la formulación inversa a esta? Afirmar que los cambios cientí-
ficos y tecnológicos sólo son la consecuencia de las transformaciones de la
sociedad. Esta fórmula también ha sido frecuente, bajo el siguiente esquema:

Con un ejemplo concreto se podrá comprender mejor la diferencia de ca-

TRANSFORMACIONES CAMBIO CIENTÍFICO Y


SOCIALES TECNOLÓGICO

da una de estas formulaciones:

La investigación científica permitió el desarrollo de vacunas para


combatir ciertas enfermedades que producían una alta tasa de
mortalidad. Esto trajo como consecuencia un mejoramiento de las
condiciones de vida, y un alargamiento del promedio de longevi-
dad. Así, se pasó (en los países más avanzados) de una esperan-
za de vida de alrededor de 60 años, a alrededor de 75 o más. A
su vez, como consecuencia de ello, la población se retira más tem-
prano del mercado de trabajo y, como consecuencia, tiene más
años de sobrevivencia en condiciones físicas adecuadas y, por lo
tanto, dispone de más tiempo libre. Ese tiempo libre suele ser un
incentivo fuerte para el desarrollo, entre otras, de las tecnologías
asociadas al esparcimiento y la recreación.

A partir de este ejemplo podría pensarse, en efecto, en un esquema que


complementaría y reemplazaría a los dos anteriores:
Sin embargo, aunque este esquema parezca más adecuado, tampoco se

TRANSFORMACIONES CAMBIO CIENTÍFICO Y


SOCIALES TECNOLÓGICO

logra aquí explicar el conjunto del problema de las relaciones complejas entre
la ciencia, la tecnología y la sociedad. Veamos el conjunto de preguntas fun-
damentales que, de adoptarse el esquema citado, quedarían sin respuesta:
* ¿Quiénes son aquellos que producen el conocimiento científico y tecnológico?
* ¿En dónde se formaron como investigadores, técnicos o tecnólogos?
* ¿En qué instituciones trabajan?
* ¿Cuántos recursos son necesarios para producir conocimientos?
¿Quién les paga?

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

* ¿Quién decide lo que se investiga y/o produce?


* ¿Cómo circulan y utilizan los conocimientos CyT?
* ¿Para qué se utiliza el conocimiento científico y tecnológico?
* ¿Además de los científicos y tecnólogos, qué otros actores
sociales participan del proceso de producción/creación/
descubrimiento de conocimientos CyT?
* ¿Cómo se establece el valor económico del conocimiento?

Para responder a estas y muchas otras preguntas que quedan excluidas


si se adopta el diagrama simplificado de las “mutuas relaciones” que mos-
tramos en la figura 3 (y mucho más con los otros dos esquemas anteriores),
es que desarrollamos los contenidos del presente curso. Para decirlo con pa-
labras de Jean-Jacques Salomon:

LAS RELACIONES CIENCIA-TECNOLOGÍA-SOCIEDAD

Jean-Jacques Salomon

Si los factores sociales y culturales –de las mentalidades y las creen-


cias a la organización económica, política y social– influyen sobre el rol
que desempeñan la ciencia y la tecnología en tal o cual país, la difusión de
nuevos conocimientos, de nuevos productos y procedimientos desarrolla-
dos gracias al progreso de la ciencia y la tecnología, transforman a su vez
las estructuras sociales, los comportamientos y las mentalidades. La tec-
nología misma es un proceso social entre otros: no está, por un lado, lo
técnico y, por otro, lo social, como dos mundos o dos procesos heterogé-
neos. La sociedad y el cambio técnico se modelan recíprocamente.
Por supuesto, la difusión de una tecnología no es por sí mismo un ele-
mento de cambio rápido de la sociedad. Intervienen otros factores, como
las políticas económicas y sociales, las políticas educativas, las negocia-
ciones y acuerdos entre actores sociales, las costumbres establecidas en la
vida cotidiana y las instituciones sociales, los valores y las tradiciones.

Salomon, (1988), pág. 34, (ver referencias al final de la unidad 1)

Adicionalmente, el programa de estudios se articula en un cruce de tres


“caminos” diferentes:
a) una perspectiva que parte de los problemas o tópicos del análisis;
b) una perspectiva que parte de las disciplinas que participan del estudio de
las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad: sociología, historia,
antropología, ciencia política, economía; y
c) una perspectiva que parte de los diversos abordajes teóricos en los que se
inscribe cada uno de los investigadores que ha reflexionado y trabajado so-
bre estos problemas. Estos caminos van re-componiendo un mismo objeto,
y nos ayudan a comprender mejor el desarrollo de los problemas de “cien-
cia, tecnología y sociedad”, o CTS, como se los llama en la actualidad.

A lo largo del curso se pretende presentar los diferentes modos de pen-


sar el problema de la ciencia y la tecnología en las sociedades modernas. Di-
cho de otro modo, la pregunta central que articula el módulo es la siguiente:
¿qué tienen que ver los ciudadanos comunes con el desarrollo de la ciencia
y la tecnología en nuestra sociedad?

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Universidad Virtual de Quilmes

Naturalmente, para responder a esta pregunta, para poder pensarnos a


nosotros mismos en relación con la ciencia y la tecnología, es necesario que,
previamente, se presente, analice y discuta un conjunto de problemas, de tó-
picos que organizan nuestra indagación, algunos de los cuales estaban im-
plícitos en las preguntas que formulamos más arriba. Son dichos problemas
los que se van organizando en las siguientes unidades, “desarmando” un pa-
quete complejo, para conocer qué son y cómo funcionan cada una de las pie-
zas que lo componen; en particular para comprender en qué medida la cien-
cia y la tecnología no son o no deberían ser actividades “esotéricas” aisla-
das del contexto social, político, cultural, económico en el cual tienen lugar.
Para cumplir con el objetivo propuesto, se ha restringido la cantidad de
problemas que están implicados en la compleja relación entre ciencia, tec-
nología y sociedad. Así, se seleccionaron seis aspectos centrales que orga-
nizan lo que podemos llamar el “núcleo básico” de la cuestión: 1. Ciencia y
sociedad; 2. La organización social de la investigación científica; 3. La natu-
raleza del conocimiento científico; 4. La producción del conocimiento: el ni-
vel micro del análisis; y 5. Tecnología y sociedad.

Objetivos del curso

El curso se estructura a partir de los siguientes objetivos:

1. Presentar una introducción general para la comprensión del papel de la


ciencia y la tecnología en las sociedades modernas, y de los sujetos so-
ciales que allí participan.
2. Comprender las diferentes lógicas presentes en la producción, la circula-
ción, la utilización de conocimientos y analizar las consecuencias que ello
implica para los diferentes actores sociales.
3. Presentar las diferentes alternativas teóricas y metodológicas existentes
para la investigación, el análisis y la interpretación de las relaciones que se
generan entre la ciencia, la tecnología y los actores e instituciones sociales.

Contenidos
Unidad 1: Ciencia y Sociedad

a. Las dimensiones sociales de la investigación científica


b. La investigación científica como una Producción de la Sociedad en su De-
sarrollo Histórico.
c. La investigación científica como Producción Social (La interacción de con-
juntos de personas, en un espacio institucional, para obtener “algo” de-
nominado conocimiento).
d. La ciencia y la tecnología como Transformadoras de la Sociedad y de las
Relaciones Sociales.
e. El cruce de disciplinas, abordajes teóricos, autores y perspectivas en la
comprensión de la ciencia y las prácticas científicas.
f. El origen del campo CTS: mapa de su desarrollo desde los años 30 has-
ta el presente.

Unidad 2: La organización social de la investigación científica

a. La ciencia y las prácticas científicas como una organización social.

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

b. Los diferentes niveles de análisis: micro y macro. Las consecuencias y las


limitaciones metodológicas.
c. Los diferentes modos de analizar y comprender la organización social de
la investigación científica I: la comunidad científica y los colegios invisibles.
d. Los diferentes modos de analizar y comprender la organización social de
la investigación científica II: el campo científico.
e. Los diferentes modos de analizar y comprender la organización social de
la investigación científica III: las arenas transepistémicas de investigación.
f. Comparación entre las diferentes perspectivas. ¿Es posible pensar otro
modelo?

Unidad 3: La naturaleza del conocimiento científico

a. Resumen del desarrollo de las concepciones teóricas que intentaron com-


prender e interpretar la naturaleza del conocimiento científico.
b. Los modelos clásicos: la división entre epistemología y sociología de la
ciencia y la construcción de una “caja negra”.
c. La puesta en cuestión de los modelos clásicos: las lecturas de Kuhn y su
utilización como un arma antimertoniana.
d. Los nuevos modelos I: el Programa Fuerte de la Sociología del Conoci-
miento.
e. Los nuevos modelos II: Constructivismo y relativismo en la escuela de
Bath.
f. Los nuevos modelos III: La escuela francesa.
g. Los nuevos modelos IV: Otras corrientes

Unidad 4: La producción de conocimiento: el nivel micro del análisis.

a. El acceso a un nuevo lugar para los investigadores en ciencias sociales:


los laboratorios.
b. Los estudios pioneros de Bruno Latour: la vida de laboratorio.
c. Otros estudios emblemáticos: los trabajos de Karin Knorr-Cetina y Mi-
chael Lynch en California.
d. Diferentes problemas teóricos y metodológicos en los estudios micro de
la investigación científica.
e. Perspectivas actuales para el estudio “micro” de la producción de cono-
cimiento científico.

Unidad 5: Tecnología y Sociedad

a. La aparición de la tecnología como un objeto de las ciencias sociales.


b. Los enfoques deterministas: 1) los cambios tecnológicos como determi-
nantes de cambios sociales; 2) Las causas sociales que determinan el
cambio tecnológico.
c. La comprensión de la tecnología luego del giro producido por el Programa
Fuerte de la sociología del conocimiento.
d. El carácter social de la tecnología y el carácter tecnológico de la sociedad.
e. Los nuevos abordajes I: los sistemas tecnológicos.
f. Los nuevos abordajes II: Las redes tecno-económicas.
g. Los nuevos abordajes III: El constructivismo social (SCOT)

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16
1

Ciencia y sociedad

1.1 La investigación científica analizada a partir de sus dimensiones


sociales

Como ya señalamos en la Introducción, es necesario “abrir el paquete” de


las complejas relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad. Así, lo
primero que pretendemos hacer aquí es mostrar las diferentes dimensiones
fundamentales que explican y desarrollan el carácter social de la investiga-
ción científica. Un resumen de los problemas que pretendemos explicar lo
proporciona Jean-Jacques Salomon, uno de los más importantes especialis-
tas de la actualidad:

EL CARÁCTER SOCIAL DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGIA

Jean-Jacques Salomon

Los factores sociales y culturales –actitudes y creencias que se relacio-


nan con la organización económica, política y social– influyen en el papel
que desempeñan la ciencia y la tecnología en una sociedad dada. La difu-
sión de nuevos conocimientos y de nuevos productos y procedimientos
creados por el progreso científico y técnico transforma a su vez las estruc-
turas sociales, los comportamientos y las actitudes mentales. Todas las teo-
rías del desarrollo reconocen el papel del cambio técnico en los procesos de
crecimiento económico. Pero ¿cuál es, con precisión, ese papel? En parti-
cular, ¿qué parte tuvieron la ciencia y la tecnología en las revoluciones eco-
nómicas y sociales que acompañaron la Revolución industrial desde sus co-
mienzos? Estas preguntas no tienen una respuesta fácil ni completa, y ne-
cesitan un análisis sutil, una perspectiva histórica de largo plazo, y referen-
cias a ejemplos surgidos de diferentes disciplinas de las ciencias sociales.

Salomon, (1994), pág. 5

Las dimensiones sociales de la ciencia y la tecnología se pueden organi-


zar de este modo:
* La investigación científica como una producción de la sociedad en su de-
sarrollo histórico.
* La investigación científica como producción social (En un espacio institu-
cional, conjuntos de personas interactúan para obtener algo denominado
conocimiento).
* La ciencia y la tecnología como transformadoras de la sociedad y de las
relaciones sociales.

En los apartados siguientes analizaremos con detalle cada una de estas


tres dimensiones. Es necesario, sin embargo, tener presente que la distin-

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Universidad Virtual de Quilmes

ción de estos tres aspectos es un artificio analítico que proponemos para


comprender mejor, de una manera introductoria, los diferentes elementos
que están presentes en las complejas relaciones entre la ciencia y la tecno-
logía con diferentes actores sociales, en el seno de las sociedades moder-
nas, y cómo estas relaciones se fueron desarrollando a lo largo de diferen-
tes períodos históricos.
Pero esta distinción analítica no debe hacernos pensar que estas dimen-
siones se presenten de un modo claramente diferenciable en la observación
directa de los fenómenos en cuestión. Por el contrario (y esto es central pa-
ra una correcta comprensión de los temas involucrados en los estudios so-
bre ciencia, tecnología y sociedad), lo particular de las relaciones entre la
producción de conocimientos, el uso que los actores sociales hacen –o po-
drían hacer de ellos- los fundamentos de dichos conocimientos, y las conse-
cuencias que ello tiene –o podría tener- en su desarrollo futuro, es que todos
estos aspectos están, y han estado presentes de un modo interrelacionado en
el seno de las sociedades modernas, a lo largo de la historia. Con esta debi-
da prevención, podemos analizar, entonces, cada una de las tres dimensio-
nes analíticas.

1.2 La investigación científica como una producción de la sociedad


en su desarrollo histórico

La ciencia, tal como la entendemos hoy, no existió siempre en la historia de


la humanidad. Es cierto que el ser humano siempre se preguntó por las ra-
zones de los fenómenos de la naturaleza, así como intentó (y logró), desde
hace muchísimos siglos, modificar y utilizar la naturaleza en provecho propio.
Sin embargo, la forma, la organización de las actividades, los métodos, la
inserción institucional de las prácticas científicas es un fenómeno relativa-
mente novedoso en la historia. Está asociado, como señala Salomon, al de-
sarrollo de la Revolución Industrial y, más genéricamente, al fin de las rela-
ciones feudales y al advenimiento del capitalismo.
El surgimiento y desarrollo de la ciencia moderna es, por lo tanto, una con-
secuencia del desarrollo de las sociedades. Aunque siempre hubo formas de
conocimiento, la ciencia moderna podría no haber existido, si las sociedades
hubiesen conocido otro tipo de desarrollo y evolución. Se trata, por lo tanto,
de un fenómeno propio de la modernidad, de las relaciones sociales que tra-
jo aparejada la organización de la sociedad moderna.
En una breve síntesis, el nacimiento, desarrollo, consolidación y transfor-
mación de la ciencia moderna hasta nuestros días ha sido el fruto de un pro-
ceso caracterizado por tres etapas sucesivas: institucionalización, profesiona-
lización, industrialización. Es necesario señalar que estas etapas se fueron
desplegando de un modo sucesivo, pero restringido a los que son hoy países
industrializados, en particular los países de Europa occidental y, algo más
tarde, en los Estados Unidos.

1.2.1 Institucionalización de la ciencia

El proceso comienza en las Academias, que aparecen por primera vez en Ita-
lia, y cuyas prácticas van al encuentro de las fórmulas de tipo especulativo,
propias de la ciencia aristotélica. Se puede encontrar en este proceso la

18
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

fuente de la “laicización” del mundo moderno (separación entre lo que per-


tenece al campo de los hechos y de la prueba científica de aquello que de-
pende de la fe, de la creencia o de la convicción).
Desde el comienzo, la institución científica estuvo ligada al poder político,
del cual ella espera obtener protección y apoyo, y éste espera recibir de ella,
a su vez, resultados útiles y utilizables. Es a partir de esta relación que se
va gestando, en los países de Europa occidental, lo que podríamos llamar un
“contrato ciencia–sociedad”, algunas veces implícito, y muy a menudo explí-
cito: cada parte suscriptora del contrato tiene obligaciones y beneficios para
ofrecer y para obtener del buen curso que sigue la puesta en marcha de es-
te “contrato”.
Para situarnos históricamente, el proceso de institucionalización de la
ciencia moderna va desde el siglo XVII al XVIII. Durante ese lapso, se des-
plaza el trabajo de los investigadores hacia una nueva institución que los
alberga: las academias. Hasta entonces, los hombres de ciencia (y, más
apropiadamente, los “sabios”) trabajaban en sus propias casas, en don-
de construían su propio taller y sus propios instrumentos o, cuando traba-
jaban en algún espacio institucional, se trataba de instituciones que no
eran, como lo fueron las academias, espacios dedicados a la “producción
de saberes”.
Según el historiador y divulgador de la ciencia francés Pierre Thuillier, es
lícito, y vale la pena preguntarse: “¿por qué la ciencia moderna nació en
Europa y no en otro lado?” Sin embargo, no hay una sola y única respues-
ta a esta pregunta, las interpretaciones propuestas por los especialistas
son numerosas y a menudo divergentes. Los conflictos, a veces violentos,
que se manifiestan entre historiadores de la ciencia tienen una causa pro-
funda: los desacuerdos acerca de la naturaleza misma de la ciencia. Estos
desacuerdos involucran directamente la imagen que nos hacemos de la ac-
tividad científica y de su lugar dentro de la vida de la sociedad. Estas dife-
rentes visiones acerca de la naturaleza de la ciencia son, precisamente, el
objeto que trataremos en la unidad 3.

1.2.2 La profesionalización de la ciencia

Una vez que la ciencia logró establecerse en espacios institucionales espe-


cíficos en los cuales sus prácticas tienen lugar, fue posible que se comien-
ce a gestar el proceso de profesionalización de la investigación. Por profesio-
nalización nos referimos a la conformación de una nueva profesión, a un nue-
vo ejercicio profesional, sujeto a un conjunto de reglas, pautas de trabajo,
que articulan a aquellos que ejercen prácticas similares. Para que exista una
profesión, dos requisitos resultan fundamentales: en primer lugar, la existen-
cia de una carrera, de un cursus cuyo ingreso, o rito de iniciación esté clara-
mente determinado por reglas conocidas y aceptadas por todos y, en segun-
do lugar, la existencia de recursos que provean los medios de subsistencia.
Respecto del primer requisito, paulatinamente se fueron estableciendo
los criterios que regulan el ingreso a la carrera científica; los estudios cien-
tíficos se fueron transformando desde la enseñanza de la ciencia “hecha”,
a través de los libros de texto, hacia una ciencia “en movimiento”, cuyo eje
es la experimentación. Así, para acceder al estatus de “científico”, los in-
vestigadores noveles deben, desde entonces, atravesar por la práctica ex-
perimental en los laboratorios que se fueron estableciendo para tal fin, ba-

19
Universidad Virtual de Quilmes

jo la dirección de científicos experimentados, verdaderos “maestros” si que-


remos hacer un paralelo con las profesiones y artesanos propios de la épo-
ca feudal.
Los medios de ascenso y reconocimiento a lo largo de la carrera, tam-
bién se van estableciendo de un modo gradual, hasta conformar un conjun-
to de reglas bien establecidas, que se van incorporando luego como verda-
deros reglamentos en las instituciones dedicadas a la investigación cientí-
fica. Entre todas ellas, la que va adquiriendo cada vez una importancia ma-
yor es el mandato de publicar los resultados de la investigación científica.
Esto llega a tal punto que es hoy común que la evaluación del trabajo de
los científicos se realiza, sobre todo, a través del análisis de los artículos
(y de su cantidad) publicados por los investigadores en las revistas espe-
cializadas.

PUBLICAR Y CASTIGAR

Pablo Kreimer

Podemos entonces convenir en el hecho de que los artículos no refle-


jan exactamente los procesos de investigación en el laboratorio, y esto es
así, además de los argumentos que ya avanzamos, porque la redacción
del artículo mismo es una parte del proceso mismo de investigación, y
no una conclusión de ese proceso que está por afuera, algo así como el
moño de un paquete de regalo. Hay aquí una paradoja, que consiste en
que: se acepta que un artículo no es necesariamente la representación di-
recta de un conjunto de experimentaciones, sino que se trata más bien
del despliegue de alguna (o varias) de estas estrategias: a) un ejercicio
de retórica que se apoya en el uso de la información producida por ellos
(lo que Latour denomina inscripciones) e interpretada a través de sus
propios análisis y de sus propias lecturas; b) una parte de lo que efecti-
vamente se ha obtenido en el laboratorio puesto que los científicos nun-
ca publican todas sus experiencias; c) una parte de las investigaciones,
pero sólo aquéllas que han sido verdaderamente exitosas, o aquellas que
confirman lo que el investigador quiere demostrar, mientras permanecen
en el más puro secreto aquellos argumentos que responden a errores co-
metidos por los científicos, o a hipótesis no demostradas o a aquellos da-
tos poco deseables.
Sin embargo, las evaluaciones que los pares de los científicos (otros
científicos, naturalmente) realizan de un modo externo a la producción de
los laboratorios, por ejemplo, en el momento clave de la evaluación de las
solicitudes de financiamiento para la investigación, se realizan casi con
exclusividad a partir de la puesta en consideración de los artículos, de los
papers: su cantidad, calidad, el lugar en el cual han sido publicados y el
“índice de impacto” de dicha publicación, la cantidad de veces que han
sido “efectivamente” citados, etc.

Kreimer, (1998)

Un punto de inflexión fundamental para el pasaje de una ciencia amateur


a una profesional es el establecimiento de una relación contractual: el cien-
tífico, como consecuencia de este proceso, va a comenzar a recibir un sala-
rio por su trabajo. Esto, que leído desde el presente puede parecer obvio,
no lo era en absoluto en épocas pasadas. De hecho, durante el período de

20
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

institucionalización, en particular en las Academias, los investigadores so-


lían recibir una cantidad de recursos variable, de acuerdo con la influencia
que pudiera ejercer cada uno de ellos sobre aquellos que detentaban el po-
der político y económico. Se trataba de un modelo que –trazando un parale-
lo con el campo del arte– podemos calificar como basado en el mecenazgo,
y no en una relación de tipo profesional.
A partir del establecimiento de un salario para que los “hombres de cien-
cia” puedan dedicarse de lleno a la actividad de investigación, se cristaliza
una relación contractual: se establece un contrato que indica –como todo
contrato– que cada parte tiene derechos y obligaciones. Las obligaciones
del Estado (que es el primer empleador de los científicos) suponen propor-
cionar los recursos necesarios no sólo para equipar adecuadamente los la-
boratorios, sino también establecer un salario para que los investigadores
no tengan que desempeñar otras actividades para dedicarse a esa activi-
dad, o para no restringir esas prácticas sólo a quienes contaran con recur-
sos para financiarlas (lo cual ocurría a menudo en el modelo anterior).
Los investigadores se comprometen, a cambio, a dedicarse de un modo
exclusivo a generar conocimientos y a darlos a conocer públicamente, a in-
teractuar con otros colegas, a formar a las nuevas generaciones de científi-
cos. En suma, a proporcionar a la sociedad conocimiento útil para las nece-
sidades que se desprendan del devenir histórico, de las demandas genera-
das por los diferentes actores sociales y, en particular –como cláusula no
escrita–, a satisfacer las demandas de conocimiento que provienen del po-
der político del Estado. Entre estas necesidades, sobresale el conocimien-
to necesario para los emprendimientos bélicos, como veremos más delan-
te en este apartado.
De un modo paralelo con surgimiento de una nueva profesión, se va de-
sarrollando un espacio social de interacciones, un ámbito de sociabilidad,
que va a desempeñar el papel de identificación de quienes trabajan en ac-
tividades afines, y también de control, “sanción de desviaciones”, de deter-
minar quién queda dentro y quién queda fuera de dicho ámbito. Así, se van
creando diferentes foros internacionales, revistas especializadas en donde
se publican los trabajos, se organizan congresos, seminarios y simposios in-
ternacionales para discutir los trabajos de investigación. Estas formas de
organización social de la investigación científica serán, precisamente, el ob-
jeto del análisis de la unidad 2.

1.2.3 La industrialización de la ciencia

Ante todo, es necesario hacer una aclaración, para descartar de entrada


malos entendidos: no se debe confundir la etapa de industrialización de la
ciencia, con la investigación industrial. Esta última, entendida como asocia-
ción de los laboratorios con las fábricas, se desarrolla a partir de la mitad
del siglo XIX. La industrialización de la ciencia somete las actividades cien-
tíficas mismas a los métodos de gestión de la industria, y coincide con el
desarrollo de los grandes equipos. Es en la época de la industrialización de
la ciencia que se ha difundido como el predominio de la “Gran ciencia” (Big
Science), frente al modelo anterior, que se desarrollaba a escala más peque-
ña y que estaba centrado en la utilización de pequeños equipos, muchas ve-
ces fabricados por los propios investigadores. Es lo que los franceses lla-
man el científico “bricoleur” o artesano.

21
Universidad Virtual de Quilmes

La industrialización de la investigación es la etapa más reciente, y su ori-


gen se remonta a los tiempos posteriores a los de la Segunda Guerra Mun-
dial. Desde entonces, y en parte como consecuencia del conocido Proyecto
Manhattan, la investigación se convierte en una actividad a gran escala. Las
características más importantes que describen al nuevo modelo de organi-
zación y funcionamiento de la ciencia pueden ser resumidas en los puntos
siguientes:

* la investigación es, cada vez, más intensiva en capital: de forma crecien-


te, cada vez son más necesarias enormes cantidades de inversiones en
mano de obra y en equipos especializados;
* la escala de los trabajos se multiplica muchas veces respecto del mode-
lo precedente, que era más bien artesanal, y a menudo “casero”;
* acortamiento de los plazos y reducción de las incertidumbres: los tiem-
pos de los que se dispone son cada vez menores; la gran cantidad y la
magnitud de las inversiones hace que se exijan resultados concretos e
inmediatos, y que cada vez se acepte menos el carácter azaroso e incier-
to que caracterizaba a las prácticas científicas;
* la investigación está cada vez orientada hacia resultados específicos, y
el margen que queda para la investigación “libre” (sólo dependiente de
las decisiones de los propios investigadores) se reduce cada vez más.

LA CIENCIA MOVILIZADA

Steven Rose y Hilary Rose

Sobre la relación entre ciencia y guerra en Inglaterra. El estallido de la


guerra encontró a los científicos ingleses en un estado de preparación ma-
yor, y al gobierno inglés en una disposición mental más abierta a su empleo
que en 1914, y la desaparición de la mano de obra calificada en las fauces
de las fuerzas armadas fue relativamente controlada. Desde las eminencias
científicas hasta los simples funcionarios parece haber habido una disposi-
ción general a preguntarse de qué manera podrían contribuir en su condi-
ción de científicos. La penicilina, por ejemplo, fue desarrollada para ayu-
dar en el tratamiento de las heridas, y aunque la prioridad científica es de
una importancia inmensa, un biólogo comentó: “no fue un milagro; alguien
debía llegar allí primero, y para los biólogos la heridas eran claramente el
problema importante de la guerra”. En realidad, puede haber poca duda de
que Inglaterra hizo un uso mayor y más eficiente de sus recursos de mano
de obra durante 1939-1945 que nunca antes o después, y que en este senti-
do, coordinó sus recursos con un grado de éxito mayor que la totalitaria, y
por tanto más eficaz en apariencia, sociedad nazi en Alemania.

Rose y Rose, (1972)

Es fundamental señalar que la etapa de industrialización de la investiga-


ción es un proceso propio de los países más desarrollados. Precisamente,
uno de los problemas que se señalan muy a menudo respecto del desarrollo
científico y tecnológico en los países en desarrollo, es la ausencia o el modo
muy precario de esta última etapa en esas naciones. Naturalmente, las cau-
sas de esta diferencia sustantiva entre países de diferente desarrollo relativo
son muy variadas, y los análisis que pretenden explicarlo, también.

22
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

1.3 La investigación científica como producción social

En un espacio institucional, conjuntos de personas interactúan para ob-


tener algo denominado conocimiento.
Como vimos en los apartados anteriores, las prácticas científicas no sur-
gieron de un vacío social, ni desvinculadas de las sociedades en las cuales
se desarrollaron. Así, si bien la preocupación humana por comprender los fe-
nómenos de la naturaleza acompaña la historia de la sociedad misma, el es-
tablecimiento de espacios específicos para el desarrollo de prácticas siste-
máticas destinadas a la producción de conocimientos científicos, es decir, lo
que denominamos ciencia moderna, se va desarrollando como consecuencia
de un proceso social particular (la Revolución Industrial) que se genera a
partir del siglo XVII en Europa.
Ya señalamos antes que no es obvio responder a la pregunta acerca de
por qué la ciencia surge precisamente en ese tiempo y en esos países. Dicho
de otro modo: si se acepta que ciertos rasgos y ciertas características de la
sociedad son fundamentales para explicar la ciencia como una producción
de una sociedad determinada, es crucial determinar qué condiciones esta-
ban presentes, y qué influencia ejercieron para el surgimiento y desarrollo de
la ciencia moderna.
Robert Merton, sociólogo norteamericano uno de los pioneros en reflexio-
nar sobre estos problemas, plantea diferentes dimensiones sociales que es-
tuvieron necesariamente presentes para el desarrollo de la ciencia y la tec-
nología en la Inglaterra del siglo XVII.
Merton plantea, en primer lugar, una división entre sociedad, civilización
y cultura, como tres esferas diferentes (aunque relacionadas entre sí) que
influyen de un modo directo en el desarrollo de los conocimientos científi-
cos. Sociedad alude a las pautas de interacción entre personas, particular-
mente en tanto pueden ser concebidas como el resultado de impulsos y
condiciones naturales; la estructura social debe ser pensada dentro de es-
ta categoría.
Los ámbitos de la civilización y la cultura impregnan, para Merton, con-
cretamente la sociedad pero, a los fines del análisis, son diferentes de ella.
La civilización consiste en el cuerpo de conocimiento empírico y científico, y
el conjunto de medios técnicos para el control del hombre y de la naturale-
za que se encuentran en toda sociedad. La cultura comprende el esquema
de valores, de principios normativos e ideales que sirven para definir lo bue-
no y lo malo, lo permisible y lo prohibido, lo hermoso y lo feo, lo sagrado y
lo profano.
Entre los aspectos relativos a la sociedad, Merton incluye la densidad de
la población, como un elemento que influye en el impulso para la producción
de conocimientos. Sin embargo, Merton discute este factor porque, según él,
no basta limitarse a señalar la correlación entre densidad de la población y
las invenciones y descubrimientos: “Queda por hacer una descripción de los
mecanismos y procesos por los cuales se efectúa esta asociación. En resumen,
¿cuáles son las características de la densidad elevada de la población que
pueden conducir al incremento del cultivo de la ciencia y la tecnología?” (Mer-
ton, 1984).
El segundo aspecto que señala Merton es más adecuado para la explica-
ción: se refiere al aumento de la interacción social. Según este autor, “un al-
to grado de interacción social involucra una cantidad de procesos que facili-

23
Universidad Virtual de Quilmes

tan el cambio cultural en general, y el desarrollo de la ciencia específicamen-


te.” Veamos un ejemplo de este problema, planteado por el propio autor:

“CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD”

Robert Merton

En 1671, el astrónomo francés Richer fue de París a Cayenne (Guaya-


na Francesa) para hacer observaciones astronómicas a fin de determinar la
longitud. Halló que su reloj de péndulo, que indicaba el tiempo correcto
en París, atrasaba dos minutos y medio diariamente con respecto al tiem-
po solar medio. Acortó el péndulo, pero, al volver a París, observó que era
demasiado corto. No pudo explicar este fenómeno, pero, al serle comuni-
cado a Huyghens, este brillante teórico atribuyó el fenómeno parcialmen-
te a la mayor tendencia centrífuga de la Tierra en Cayenne. De este modo,
la observación de Richer, que si no hubiera sido comunicada a otros no ha-
bría tenido ninguna influencia sobre el avance científico de la época, con-
dujo a la teoría de que el mismo cuerpo recibe diferentes aceleraciones por
la gravedad en lugares diferentes de la Tierra.
Dicho sea de paso, esta misma experiencia proporciona una ilustración
del complejo entrelazamiento de los factores sociológicos que afectan a la
ciencia. Podemos ir más allá, y preguntarnos por qué la observación ori-
ginal fue realizada por Richer y, de manera independiente, por Halley. La
respuesta a esta pregunta indica la intervención de otros elementos socia-
les. Debemos recordar que el objetivo de idear un medio para determinar
la longitud en el mar fue estimulado constantemente por las necesidades
de la navegación y, en última instancia, del comercio. Esto hizo que dife-
rentes gobiernos financiaran numerosas expediciones para la determina-
ción de las longitudes de lugares importantes en todo el mundo.

Merton, (1984)

En el ejemplo de Merton se ven claras las dos dimensiones que hemos


ido articulando hasta aquí: la ciencia como producto de la sociedad; y la cien-
cia como producto de interacciones sociales. El análisis de las interacciones
sociales en el interior de una comunidad científica será, precisamente, el te-
ma que abordaremos en la unidad 2; mientras que el análisis de la concep-
ción normativa de la ciencia será uno de los objetivos de la unidad 3.
En efecto, resulta imposible pensar, luego del siglo XVII, en aquella ima-
gen del inventor o del sabio trabajando aislado en su taller o laboratorio. Aun-
que esa figura haya perdurado en el imaginario o en ciertos relatos literarios,
lo cierto es que sólo muestran una imagen “congelada” del trabajo de los in-
vestigadores, allí en donde aparecen como el momento de “explosión de la
genialidad”, o el momento en que se enciende la “chispa del ingenio”. Por el
contrario, lo que pretendemos señalar aquí es que el trabajo científico es pro-
ducto, necesariamente de interacciones colectivas, y no (sólo) el fruto de las
cualidades excepcionales de un individuo. Veamos algunas razones que ex-
plican esta necesaria interacción social en la producción de conocimientos:

La ciencia remite, necesariamente, a la esfera de lo pú-


blico. Es necesario llamar la atención acerca del doble
significado del verbo publicar. En general nos referimos

24
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

al más corriente, que es el de “llevar un contenido pre-


determinado al papel, a lo escrito”, “por medio de la im-
prenta”, nos sugiere el Diccionario de la Real Academia
Española. El segundo sentido nos remite a “hacer pú-
blico”, a salir de la esfera de lo privado, a poner algo en
conocimiento del mayor número posible de personas.
Ambas dimensiones están necesariamente presentes en
los procesos de producción de conocimiento científico.

La exigencia de hacer público, y de publicar por medios escritos, surge del


proceso de institucionalización de la ciencia: aquel conocimiento que no se po-
ne a disposición de los colegas, de todos aquellos que pueden estar interesa-
dos por esos hallazgos, simplemente no existe. La publicación es el medio que
tienen los investigadores para mostrar dos cosas al mismo tiempo: por un la-
do, los nuevos hallazgos que quieren mostrar a los otros, el contenido nuevo
que muestra aspectos desconocidos hasta entonces por quienes se interesan
en esos problemas (como lo mostraba el ejemplo de Richer proporcionado por
Merton). Por otro lado, lo que se pretende mostrar es que esos hallazgos tie-
nen un autor, no son impersonales, llevan, necesariamente, una firma.
Por consiguiente: para que un conocimiento pueda ser reconocido como
un verdadero avance al conjunto de conocimientos de que se dispone en un
momento determinado, ese conocimiento debe hacerse público. Además, en
el mismo momento de hacerse público, se adjudica la autoría, es decir que
se le concede al autor la autoridad sobre dichos conocimientos (el juego de
palabras es imprescindible).

Una vez publicados (hechos públicos) los conocimientos


son sometidos al análisis y a la evaluación por parte de
los otros individuos o grupos significativos. Para empe-
zar, no todo lo que se escribe resulta ipso facto acepta-
do por las revistas y publicaciones especializadas en las
diferentes áreas de conocimiento. De hecho, como es
bien sabido, todas las revistas dedicadas a la publica-
ción de investigaciones (o de resultados de investiga-
ción) cuentan con comités de científicos que leen, ana-
lizan y juzgan los artículos que se reciben. Una vez que
han establecido que los conocimientos que allí se mues-
tran (o pretenden mostrar) son relevantes, es decir, que
resultan de interés para la comunidad de científicos im-
plicados en esos temas; originales, es decir, que no han
sido ya establecidos por otros investigadores; y que su-
ponen un avance para el estado presente de los conoci-
mientos en un momento histórico determinado, es que
se recomienda su publicación.

Por lo tanto, la validez del conocimiento es evaluada socialmente y, por lo


tanto, podemos reformular la afirmación, en el sentido de que el conocimien-
to que no hace público no existe. Además, el conocimiento que se publica re-
sulta, a priori, legitimado por un número de científicos que lo sancionan con
aquellas tres condiciones (relevancia, originalidad, avance del conocimiento
global), y le dan un primer “certificado de validez”, o verdadera cédula de
identidad. Naturalmente, luego, ese conocimiento será sometido al escruti-
nio de los lectores de esa publicación, cuyas actitudes respecto de ese co-
nocimiento analizaremos enseguida.

25
Universidad Virtual de Quilmes

El desarrollo de los procesos de institucionalización de


la ciencia va conformando, de un modo creciente, una
comunidad o un campo particular de relaciones. Esos
espacios sociales tienen algunas características que los
identifican con otros grupos sociales, y otros rasgos que
hacen que se trate de un espacio particular y diferente.
El análisis de este espacio está, sin embargo, marcado
por las diferentes concepciones que cada autor propo-
ne para pensar el espacio social de las prácticas cientí-
ficas, tema que profundizaremos en la unidad 2.

Aquí diremos, sin embargo, que toda actuación por parte de los científi-
cos puede estar orientada tanto al ámbito de lo público como aquella que
aparenta estar dirigida al ámbito de lo privado, siempre resulta de un carác-
ter eminentemente social. Así, aunque los investigadores parezcan concen-
trarse en el ámbito específico de sus laboratorios o lugares de trabajo, en
esas prácticas cotidianas toman en consideración aquellos conocimientos ya
producidos por otros investigadores que los precedieron: ya sea con el obje-
to de asentarse sobre dichos conocimientos para construir sobre ellos, es
decir, usarlos como un insumo o un ladrillo sobre el cual intentarán el propio
(aspecto acumulativo de la ciencia), o bien, con el objeto de discutir, poner
en cuestión o descartar conocimientos existentes (aspecto de rupturas de la
ciencia).
Dicho de otro modo, en ambos casos los científicos interactúan entre
ellos, tanto en forma inmediata como mediada por otros factores. Aquellos
que enfatizan los aspectos acumulativos de la ciencia, han propuesto la idea
de un gran edificio que se va construyendo con los aportes de cada uno de
los investigadores, y que cada vez se puede ver más lejos, puesto que el edi-
ficio es, de resultas de este procedimiento, cada vez más alto.
Podríamos pensar, finalmente, que cada vez que un investigador comien-
za un trabajo en su lugar de investigación, establece un diálogo imaginario y
obligatorio, tácito o explícito, con todos aquellos que han trabajado sobre te-
mas afines, o con quienes trabajan actualmente y, aún con aquellos que po-
drán ser potenciales usuarios futuros del conocimiento que el científico en
cuestión se propone desarrollar.

La investigación científica como un trabajo colectivo.


Una vez que las prácticas de la ciencia pasan de un
modelo basado en el “sabio” individual, aislado en su
laboratorio casero o en su taller, hacia un modelo que
se localiza en un espacio institucional particular, y
más tarde cuando el papel del científico como profesio-
nal va estableciendo las reglas de funcionamiento, la
investigación científica se va convirtiendo, progresiva-
mente, en una actividad esencialmente colectiva.

Como consecuencia de la profesionalización de la actividad científica, la


investigación se va conformando en grupos de trabajo. Los científicos orga-
nizan su trabajo discutiendo colectivamente una serie de tópicos: qué temas
habrán de investigar, cómo habrán de abordarlos, qué métodos y qué técni-
cas habrán de utilizar, en dónde se publicarán los resultados, en qué reunio-
nes y congresos se habrán de discutir los trabajos, en dónde se solicitarán
recursos para la investigación, entre los más importantes.

26
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Esta organización colectiva no es neutral respecto del tipo de conocimien-


to que se obtiene, por el contrario, la forma interactiva de trabajo modifica
tanto la vida cotidiana de los científicos como los contenidos mismos de los
conocimientos. Debemos pensar sólo en el hecho de que resulta usual que
los científicos que conforman un grupo de investigación provengan de forma-
ciones diferentes, de tradiciones diferentes, de culturas diferentes y, por cier-
to, poseen habilidades que suelen ser, también, diferentes.
Como consecuencia de lo anterior, se va produciendo, en el interior de los
grupos de investigación, una división del trabajo: ya no hacen todos lo mismo,
sino que diferencian sus actividades, de un modo tal que cada uno se dedica
sólo a una parte de las tareas que componen la investigación, y se van, de
este modo, complementando en sus actividades. El resultado de esta división
del trabajo es una capacidad mucho mayor para diseñar experiencias, para ob-
tener información, para procesarla, para organizar los resultados, etc.
A lo largo del proceso que describimos, se va produciendo una diferencia-
ción que resulta fundamental para el análisis de la investigación científica co-
mo práctica colectiva: la diferenciación entre “ciencia” y “técnica” en el inte-
rior de los grupos de investigación.
En la mayor parte de los grupos de investigación, en la medida en que las
tareas vinculadas con la investigación científica se van haciendo más com-
plejas, se va consolidando un nuevo perfil profesional, diferente del papel
que desempeñan los científicos: se trata de los técnicos, que son los auxilia-
res que asisten a los investigadores en una variada gama de actividades,
que van desde la puesta a punto de los instrumentos, la preparación de cier-
tos experimentos, o el desarrollo completo de algunas experiencias.
La división entre ciencia y técnica no está marcada por una línea clara de
separación, y el análisis de este problema constituye un tópico mismo para
la investigación en los estudios sociales de la ciencia: ¿qué actividades son
puramente científicas? ¿cuáles están más relacionadas con un problema
“técnico”? ¿qué relación existe entre ambas?
De hecho, estas preguntas sólo se pueden responder si nos remitimos al
contexto particular de cada disciplina y, aún, dentro de cada disciplina, de-
penden de los diferentes “estilos” de investigación científica. De una forma
sintética, es posible formular dos modos de analizar el papel de la técnica
en los grupos de investigación: a) como subordinada y auxiliar de los traba-
jos de los científicos, o b) como una actividad relativamente autónoma y com-
plementaria de las actividades los investigadores.

Con el desarrollo moderno de los grupos de investiga-


ción, las prácticas de la ciencia se van tornando más
complejas, y requieren de mayores habilidades y, sobre
todo, de conformar grupos de investigación lo suficien-
temente numerosos como para hacer frente a los nue-
vos desafíos del conocimiento. A este aspecto se lo sue-
le denominar la “conformación de masas críticas”.

El concepto de “masa crítica”, tomado de las ciencias físicas y químicas,


hace referencia a la necesidad de contar con un número mínimo de sujetos
para poder emprender exitosamente un proyecto (o un conjunto de proyec-
tos) determinado. Antiguamente, como ya señalamos, un investigador (o un
sabio) aislado, podía hacerse cargo de todas las tareas necesarias para lle-

27
Universidad Virtual de Quilmes

var a cabo los trabajos de investigación que se proponía: diseñaba y fabrica-


ba sus propios instrumentos, ponía en práctica y desarrollaba sus propios
experimentos, etc. Por cierto, un aspecto complementario de este problema
lo constituye el hecho de que los investigadores individuales no solían pro-
ponerse el desarrollo de investigaciones más complejas, sino que adaptaban
sus proyectos de trabajo a las capacidades (limitadas) de que disponían.
Pero eso corresponde a una época en la cual la mayor parte de las inves-
tigaciones podían efectivamente ser emprendidas por estos sabios individua-
les. Con la complejización de la investigación, con el advenimiento de la cien-
cia moderna, los propios objetos de investigación imponen el trabajo en equi-
po, y por consiguiente la constitución de verdaderos grupos de investigación.
Veremos esto más claro con un ejemplo: para construir un telescopio me-
cánico que permita el estudio del movimiento de los astros, tal como ocurría
hasta bien entrado el siglo XVIII, no era necesario que el científico contara con
mucha colaboración, a lo sumo algún asistente, del cual podía inclusive pres-
cindir si no tenía recursos para pagarle, o si él mismo se daba maña para fa-
bricar el artefacto. Pero, para construir un acelerador de partículas hacen fal-
ta cientos de personas, varias decenas para operarlo y otras tantas para ocu-
parse de su mantenimiento. Al mismo tiempo, para el diseño y construcción
del aparato, son necesarias diversas competencias: hacen falta físicos nu-
cleares, ingenieros civiles, expertos en estructuras, técnicos especializados,
expertos en sistemas de medición, en computación, en programación, en
software, en instrumental, en mantenimiento, etcétera.
Por otra parte, una vez construido el acelerador de partículas, se necesi-
tan también diversas competencias para el diseño de las experiencias, para
realizar la lectura de los datos provistos por ellas, para la puesta a punto de
los instrumentos, para mejorar su rendimiento, entre otras.
A diferencia de otros modos de producir conocimiento, en donde los cien-
tíficos podían elegir trabajar solos o conformar un grupo de dimensiones va-
riables, en el ejemplo anterior existe una cantidad mínima indispensable pa-
ra llevar a cabo los proyectos de investigación que se proponen. Sin llegar a
dimensiones tan grandes, la mayor parte de los trabajos de investigación
científica en la actualidad necesitan también masas mínimas de investigado-
res y técnicos para que la investigación sea factible.
Hay otro aspecto complementario del anterior, en lo que respecta a la con-
formación de masas críticas: ya no sólo es necesario conformar grupos con
una mínima dotación de científicos y técnicos, sino que el mismo problema
se extiende a un ámbito más amplio: el “medio ambiente” o environnement,
como se lo denominó originalmente en francés. Así, un grupo de investiga-
ción determinado, especializado en ciertos temas necesita, para que sus tra-
bajos sean viables, contar con otros grupos de investigación localizados en
las proximidades, ya sea para complementar sus trabajos, para alimentar
sus investigaciones con resultados que provienen de disciplinas vecinas, pa-
ra estudiar diferentes aspectos de un mismo fenómeno, para formar a jóve-
nes investigadores en temas específicos, cuyas competencias serán luego
indispensables para la investigación del grupo en cuestión.

La conformación de tradiciones científicas entendidas


como el resultado de procesos colectivos desarrollados
a lo largo del tiempo.

28
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Las tradiciones científicas implican no sólo conocimiento técnico que es


susceptible de formularse en reglas, principios, directivas y máximas, y que
pueden por lo tanto aprenderse en libros y luego “aplicarse”, sino también
conocimiento práctico que no puede reducirse a reglas, no puede ser escri-
to, y por lo tanto no puede enseñarse ni aprenderse, sino sólo impartirse.
Según King (1970), este conocimiento se expresa de un modo habitual o tra-
dicional de hacer las cosas; existe sólo en la práctica, y el único modo de ad-
quirirlo es aprendiendo de un maestro –no porque el maestro lo pueda ense-
ñar (no puede), sino porque se puede adquirir sólo con un contacto continuo
con aquel que lo practica continuamente.
Siguiendo las reflexiones de King, es posible poner el énfasis (como un
modo de sortear el problema de la polisemia siempre implícito en este tipo
de definiciones) en el carácter complejo del concepto de tradición y, por lo
tanto, en las múltiples dimensiones que lo componen.

a) En primer lugar, debemos señalar que una tradición se desarrolla en un


contexto nacional particular, como una expresión de lo que Shinn (1983)
denomina la “universalidad restringida”, que tiende a prevalecer en la co-
munidad de experimentadores sobre la “universalidad global”.
b) En segundo lugar, el desarrollo de una tradición se articula con las rela-
ciones que se van estableciendo entre diferentes generaciones, a través
de un proceso que podemos denominar como “relaciones de filiación”,
relaciones que se estructuran a partir de la existencia de maestros y discí-
pulos, de la construcción de verdaderos “linajes”.
c) En tercer lugar, diremos que el desarrollo de tradiciones científicas se
asienta sobre instituciones determinadas, que brindan el marco para su
desarrollo, pero al mismo tiempo esas instituciones mismas sufren nece-
sarias y enriquecedoras transformaciones.
d) En cuarto lugar, es necesario señalar la existencia de un conjunto de iden-
tificaciones culturales, sociales, políticas, de un sistema de referencias
pasadas, que operan en el sentido de generar lenguajes y prácticas co-
munes e inteligibles para los miembros pertenecientes a una tradición
particular, de un modo de relación con las instituciones y, especialmente,
al modo de insertarse en una comunidad científica particular.
Este aspecto resulta fundamental a la hora de analizar la comprensión de ca-
da grupo acerca de los desafíos que implica la producción de conocimien-
to, sus objetivos, el lugar social de la investigación, etc.
e) Finalmente, una tradición científica se articula a través de una cierta ma-
nera de encarar las prácticas científicas cotidianas, expresadas a través
del espacio que se le otorga a las determinaciones técnicas, a los aspec-
tos organizativos, a los modos de disposición jerárquica y del ejercicio de
la autoridad, a la interacción entre científicos y técnicos, al modo de abor-
dar problemas, de formularse preguntas y de diseñar estrategias.

Un buen ejemplo del peso que pueden tener las tradiciones nacionales
nos lo ofrece el siguiente pasaje de Crombie:

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ESTILOS DE CIENCIA

Alistair Crombie

¿Culturas regionales diferentes favorecen estilos diferentes (de hacer


ciencia)? Parece haber una correspondencia natural entre el estilo cartesia-
no axiomático en filosofía, la tragedia moral estructurada de modo estric-
to por Racine, y el énfasis francés en las matemáticas en todas las ramas
de la ciencia del siglo xviii y comienzos del siglo xix. El contraste es ge-
neral con el empirismo baconiano, la estructura más flexible del teatro de
Shakespeare y el énfasis inglés en la experiencia durante el mismo perío-
do. Del mismo modo, la cultura comercial inglesa, tal como la analizó
Adam Smith, hizo de la selección natural un modo de pensar previo a que
Charles Darwin lo llevara del mundo social al de la naturaleza. El Medi-
terráneo, por su parte, no tuvo una influencia específica sobre la estilísti-
ca de la ciencia: los seis estilos aparecen bajo formas diversas en el pen-
samiento griego. Pero podemos celebrar el logro intelectual único de esos
pueblos en la ciencia, que liberó el espíritu humano para una investigación
abierta y nos liberó de una brutal dependencia de la naturaleza.

Crombie, (1996), pág. 12

1.4 La ciencia y la tecnología como transformadoras de la socie-


dad y de las relaciones sociales. La finalidad del conocimiento
científico: dos modos diferentes y complementarios para analizarla.

Hablar de la finalidad de la ciencia es un aspecto complementario de las “di-


mensiones sociales” que mencionamos en el apartado anterior. De un modo
general, se puede entender la finalidad de la ciencia como la producción de
conocimiento sistemático acerca del mundo. Sin embargo, esta definición tan
amplia se expresa en, al menos, dos modalidades complementarias: la gene-
ralidad y la utilidad. Como veremos de inmediato, estas dos modalidades de
comprender el conocimiento científico están en el centro de los debates ac-
tuales acerca de la naturaleza del conocimiento científico. De hecho, mientras
la finalidad de generalidad nos remite al espacio de lo universal, la dimensión
de utilidad sólo cobra sentido en contextos locales bien particulares y defini-
dos. Este es, pues, un punto de tensión que acompaña toda reflexión en los
estudios sociales de la ciencia y la tecnología, y comprender adecuadamente
los desafíos implícitos en este problema ha sido, por lo tanto, una condición
sine qua non para todos aquellos que se internen en el análisis y la reflexión
sistemática sobre los procesos de desarrollo científico y tecnológico. Ambas
dimensiones las habremos de retomar con mayor profundidad cuando anali-
cemos, en la unidad 3, la naturaleza del conocimiento científico.
Empecemos por considerar el problema de la generalidad. Veamos, para
ello, lo que nos plantea el físico y filósofo inglés Alan Chalmers, para ilustrar
la vocación que, según este autor, se atribuye a la ciencia:

“Un rasgo del conocimiento científico que deseo subrayar es su


generalidad. Si consideramos ejemplos no problemáticos de cono-
cimiento científico, por ejemplo la geometría euclideana y la ley de
reflexión de luz conocidas por los antiguos, o la mecánica de New-

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

ton y la teoría de la relatividad de Einstein en tiempos más moder-


nos, no es difícil apreciar la generalidad de las afirmaciones entra-
ñadas. Los teoremas de la geometría se aplican por igual en los
dominios de la carpintería, la agrimensura y la astronomía, mien-
tras que la mecánica newtoniana se aplica tanto al movimiento de Debemos llamar la
los cometas como a la oscilación de un péndulo” atención, como se
explicará en las unidades si-
guientes, sobre el uso que
Chalmers (1990), pág. 31 Chalmers da a la expresión
“ejemplos no problemáti-
cos”. Para muchos autores,
Buena parte de la explicación de la generalidad como un componente cen- no existen enunciados no
tral de la finalidad de la ciencia se debe a la obra del epistemólogo Karl Pop- problemáticos en el campo
del conocimiento científi-
per. Según él, toda vez que procedamos a explicar alguna ley o teoría median- co. Para otros, no es válido
te una nueva teoría conjetural de un grado mayor de universalidad, estamos marcar una distinción entre
descubriendo más acerca del mundo, y tratando de penetrar más profunda- enunciados “problemáti-
cos” y otros que no los son.
mente en sus secretos. Es fácil apreciar en esta idea que la “mayor universa- Para otros, finalmente, el
lidad”, la “mayor generalidad”, resultan conceptos inmediatamente asociados carácter problemático sólo
depende del momento de
a “mayor capacidad explicativa”, o mayor profundidad en el conocimiento del “estabilización” de enun-
mundo. Cabe aclarar que cuando se refiere, en estos casos, al “mundo” se ciados, dentro de un largo
trata, por regla general, del mundo físico, mucho más que del mundo social. proceso de negociación so-
cial. Es nuestro deber, por
La asociación inmediata entre generalidad y fuerza explicativa están en la lo tanto, advertir que Chal-
base de otro principio, asociado con el de la generalidad como finalidad de mers, por lo tanto, no es
neutral ni ingenuo al utili-
la ciencia: el carácter acumulativo y progresivo. Así, en la medida en que se zar esta expresión
formulan explicaciones acerca de la naturaleza y del funcionamiento del mun-
do físico que resultan más generales que las explicaciones anteriores (o que
poseen menos restricciones para validar su fuerza explicativa), se produce La idea, que recorre
varias de las obras de
un avance respecto del conocimiento precedente. Y dicho avance se susten- Popper, está extraída de
ta sobre esos conocimientos ya existentes, apoyándose en ellos para supe- “Conocimiento Objetivo”,
rarlos en la su capacidad de explicación, y proporcionar un “ladrillo más só- Madrid, Tecnos, 1974
lido al edificio de la ciencia”.
Veamos un ejemplo:

LA BÚSQUEDA DE GENERALIDAD

Alan Chalmers

Los antiguos buscaban conocimiento general que explicara el mundo


cotidiano de las apariencias. Por ejemplo, al dar por sentado los cambios
observables que tienen lugar en el mundo cotidiano, crecimiento y dege-
neración, congelación y ebullición, cambios estacionales, etc., buscaban
una concepción del mundo que explicara cómo es posible el cambio gene-
ral. Este problema condujo a que algunos propusiera una teoría atómica
mediante la cual se podía explicar la identidad a través del cambio en tér-
minos de persistencia de los átomos antes y después de aquél, mientras
que su reordenación podía dar cuenta del propio cambio. Según Demócri-
to, “en verdad nada existe, excepto átomos y vacío”. Si pude haber algo
más general que eso, quizá lo sea la teoría general de la relatividad, cen-
tral en la cosmología moderna.

Chalmers, (1990), pág. 33

Ahora bien, la búsqueda de generalidad sólo explica una parte de la fi-


nalidad de la ciencia. La otra parte, complementaria, gira alrededor del con-

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cepto de utilidad. En efecto, en el plano meramente aproximativo en el que


estamos deslizándonos en este capítulo, la ciencia no significa sólo la ca-
pacidad de comprender y explicar los fenómenos del mundo físico o natu-
ral, sino también su capacidad para transformar y usar en provecho propio
(del hombre) toda esa fuerza explicativa.
Según algunos autores, la aspiración de generalización de la ciencia
puede ser útil como punto de partida para explicar a la ciencia como una
institución, o como método, o como suma creciente y progresivamente or-
ganizada de experiencias, pero estos aspectos no pueden explicar por sí
mismos ni las grandes funciones que le corresponden a la ciencia en la ac-
tualidad, ni las razones por las cuales nació originalmente como medio de
producción. Esta última definición la propuso John Bernal, cristalógrafo e
historiador inglés de inspiración marxista:
“Antiguamente, la ciencia seguía a la industria; ahora tiende a avanzar
con ella y a guiar su avance a medida que se va comprendiendo claramen-
te su lugar en la producción. La ciencia ha partido del pote y de la rueda,
llegando a la máquina a vapor y a la dínamo. La ciencia influye en la histo-
ria de dos maneras generales: en primer lugar, por los cambios que susci-
ta en los métodos de producción, y a continuación, de un modo más direc-
to pero menos importante, por medio del impacto de sus descubrimientos
e ideas en la ideología de la época.”
Naturalmente, la versión de Bernal resulta algo esquemática, derivada
de su particular lectura de la interpretación marxista de la historia: son las
relaciones sociales de producción (en donde el conocimiento científico y
técnico desempeña una función crucial) el eje que estructura la sociedad y,
por lo tanto, la formación de una consciencia, de una configuración ideoló-
gica, resulta ser la consecuencia del estado que adquieren las relaciones
de producción. Así, como veremos en el apartado siguiente, Bernal logra
distinguir entre la estructura interna de la ciencia de los usos que se hacen
de sus productos, trazando una fuerte línea de división entre ambos espa-
cios sociales. Son, en consecuencia, los usos sociales de la ciencia los
que están determinados por las clases dominantes, en particular para uti-
lizar dichos conocimientos en beneficio del mantenimiento de la estructura
de dominación social y política.
Sin embargo, en la actualidad, es necesario desarrollar una mayor pre-
cisión conceptual en el vocabulario, puesto que hay conceptos diferentes
que suelen ser confundidos: investigación, ciencia, tecnología, innovación y
técnica. Esta confusión no es, por cierto, fortuita, sino que traduce una in-
suficiencia manifiesta de reflexión sobre las funciones respectivas de esas
diversas entidades, pero también es el testimonio de una cierta cohesión
entre todas ellas.
Veamos un ejemplo de cómo se relacionan estos diferentes aspectos:

CIENCIA, TECNOLOGÍA, INNOVACIÓN

El descubrimiento del transistor por los laboratorios Bell en los Esta-


dos Unidos, en 1947, abrió el camino a toda una ola de innovaciones tec-
nológicas que jalonaron la historia y la evolución de la electrónica desde
hace 50 años. Fruto de una estrategia de investigación inteligente puesta
en marcha desde los años treinta, el transistor significaba el éxito de una
aplicación de resultados recientes de la física (en particular de la física
cuántica) en el estudio de las propiedades del estado sólido. Para pasar al

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

estadio de la innovación debía convertirse en el componente de base de


un nuevo dispositivo industrial o de un nuevo producto lanzado al mer-
cado. La aceptación por parte de los usuarios –ya sean éstos consumido-
res o empresas- transforma un descubrimiento en innovación y los “so-
cializa” en una técnica nueva. Fue el éxito impresionante de las primeras
radios a transistores, hacia el fin de los años cincuenta, lo que sirvió de
examen: los consumidores plebiscitaron literalmente esos nuevos apara-
tos, fáciles de transportar, mucho menos molestos que las radios clásicas
de válvulas.

Por cierto, la mayor parte de las innovaciones están lejos de presentar


una historia tan ejemplar. Hay que señalar, ante todo, que no todas las in-
novaciones tienen una filiación directa con un descubrimiento científico. Por
ejemplo:

a) el cierre relámpago, innovación modesta al comienzo pero que fue, al


mismo tiempo, revolucionaria, en la medida en que puso en crisis la fa-
bricación de botones, no debe nada a la investigación científica.
b) a diferencia de lo anterior, la industria de la confección utiliza hoy el lá-
ser para cortar las telas y géneros, y ello es una consecuencia directa de
la investigación científica.

Según algunos autores, hay ciertos productos de la ciencia que tienen


la capacidad de transformar a toda una sociedad. Se trata de configuracio-
nes particulares que están en la base de un conjunto de relaciones socia-
les, y que, en determinados períodos de la sociedad, resultan claves para
modificar el conjunto de dichas relaciones. Aunque lo más común en estos
casos es hacer referencia a las consecuencias de la investigación científi-
ca sobre la guerra, existen otros ejemplos que involucran a una mayor can-
tidad de actores, cuyas prácticas y, en última instancia, su vida cotidiana,
se ve afectada como consecuencia de nuevos conocimientos científicos.
El sociólogo francés Bruno Latour despliega, en un artículo que ya hoy
es famoso, dos ideas novedosas y complementarias: por un lado, no exis-
te una diferenciación verificable entre lo que ocurre en el interior de los la-
boratorios, y lo que sucede en el exterior de ellos. Por otra parte, según La-
tour, este aspecto se expresa a través de la presencia de las relaciones e
intereses sociales en el interior de los propios laboratorios, así como por la
presencia del conocimiento científico en la sociedad en su conjunto.
De este modo, no habría conocimiento producido en el interior de los la-
boratorios que esté desligado de las relaciones sociales que lo generan, ni
existe conocimiento científico que no tenga consecuencias sobre las rela-
ciones sociales. En otras palabras, como señala Latour en otro de sus tra-
bajos, la ciencia y la sociedad no constituyen dos mundos separados, sino
que son diferentes expresiones de un mismo mundo, de un continuum de
relaciones socio-cognitivas. Esta concepción se puede apreciar con claridad
en un pasaje acerca del interés y de las repercusiones generados como
consecuencia de las investigaciones sobre los microbios, del científico fran-
cés Louis Pasteur, a fines del siglo XIX.

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DADME UN LABORATORIO Y MOVERÉ EL MUNDO

Bruno Latour

Estamos en el año 1881, la prensa científica y popular está llena de ar-


tículos acerca del trabajo que se está haciendo en un cierto laboratorio, el
de Monsieur Pasteur, en la Ecole Normale Supérieure. Día tras día, sema-
na tras semana, periodistas, investigadores científicos, médicos e higienis-
tas centran su atención en lo que está ocurriendo en una pequeña colonia
de microbios en diferentes medios, bajo el microscopio, dentro de anima-
les inoculados, en las manos de unos pocos científicos. (…) Lo que llama
la atención es el corto circuito que normalmente se establece entre unos
pocos grupos desinteresados por lo que pasa dentro de las paredes del la-
boratorio, y laboratorios normalmente aislados y desinteresados por lo que
ocurre en el exterior. Sin embargo, algo está pasando en esa “cocina” que
parece ser directamente esencial para los proyectos de esos grupos (se re-
fiere a los médicos, higienistas e investigadores) que expresan sus opinio-
nes a través de la prensa. (…) Pero el interés de los outsiders por los ex-
perimentos de laboratorio no es algo que ya esté dado: es la consecuencia
del trabajo de Pasteur para enrolarlos y comprometerlos. En definitiva, lo
que está en juego es la capacidad potencial de las investigaciones llevadas
a cabo por Pasteur, para transformar toda la sociedad francesa de fin del
siglo XIX. Este proceso podría llamarse, con justicia, como una verdade-
ra pasteurización de Francia.

Latour, (1983), pág. 143

Para finalizar este apartado debemos remarcar una idea que resulta cen-
tral para el análisis de las consecuencias de la ciencia, de la producción de
conocimiento, sobre la sociedad y sobre los diferentes actores que la com-
ponen: no es posible pensar solamente en las consecuencias sociales de un
conocimiento determinado, como si dicho conocimiento surgiera “mágica-
mente” y estuviera desligado de las condiciones en que fue obtenido o pro-
ducido. Por el contrario, debemos integrar las dimensiones anteriores que
analizamos, puesto que todo conocimiento –sea científico, técnico, tecnoló-
gico– se inserta en una estructura social que le da origen, y sobre la cual
despliega sus consecuencias. Pero, para que dichas consecuencias tengan
lugar, es necesario que participen, en diferentes momentos del proceso,
otros actores sociales que mediatizan, que se apropian, que modifican y
transforman a través de la significación, del uso o del rechazo los contenidos
sociales del conocimiento científico.

1.5 El cruce de disciplinas, abordajes teóricos, autores y perspecti-


vas en la comprensión de la ciencia y las prácticas científicas.

Para explicar el desarrollo de los estudios sociales de la ciencia y la tecno-


logía durante las últimas décadas, hemos escogido una perspectiva que se
sitúa en tres planos diferentes y complementarios: la matriz disciplinar, el
marco teórico, la construcción de un objeto.
Si tuviéramos que elegir un modo de representar gráficamente estas di-
mensiones, el resultado tendría un formato similar al siguiente:

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

disciplinas

enfoques
teóricos

objetos

1.5.1 La matriz disciplinar

En primer lugar, estudiaremos la matriz disciplinar sobre la cual se apoya cada


una de las corrientes que se propusieron el estudio de la ciencia y la tecnología.
En efecto, a lo largo de la historia reciente los autores que se propusie-
ron construir este objeto de estudio provinieron de diferentes orígenes disci-
plinarios, como la sociología, la historia, la antropología, la economía, las
ciencias políticas, las ciencias de la educación. Naturalmente, cada una de
las disciplinas de origen de los investigadores fueron impregnando una mira-
da particular sobe los problemas bajo análisis: mayor énfasis en las relacio-
nes sociales, o en el devenir histórico-temporal de las investigaciones o pro-
ductos de la ciencia, o de los desafíos culturales implícitos en la producción
de conocimiento, etcétera.
Con el correr de los años, como veremos enseguida, y en particular des-
de los años setenta en adelante, las diferentes disciplinas correspondientes
a las ciencias sociales fueron convergiendo en una nueva articulación que se
centró, progresivamente, en el objeto, más que en las matrices disciplinarias.
Este movimiento fue la consecuencia de los postulados que interpretaban la
necesidad de integrar las visiones sobre la ciencia y la tecnología, más que
recortar el objeto, para mejor comprenderlo analíticamente. En realidad, se
trata de un doble movimiento: durante una primera época, que podemos si-
tuar entre los años que van desde 1940 hasta el comienzo de los setenta,
las especificidades disciplinarias fueron haciendo un lugar a la ciencia den-
tro de la constelación de temas y objetos propios de cada una de ellas.
Luego, una vez que pudieron surgir y estabilizarse especializaciones tales
como la “sociología de la ciencia”, o la “historia de la ciencia”, los aborda-
jes disciplinarios redefinieron sus propios objetos, señalando que, por ejem-
plo, ya no era posible pensar sociológicamente (o antropológicamente, o po-
líticamente) a la ciencia sin tomar en cuenta la dimensión histórica. Lo mis-
mo puede postularse respecto de las otras disciplinas de origen; así, la his-
toria de la ciencia se fue convirtiendo, paulatinamente, en una historial so-
cial de la ciencia.
Hay, sin embargo, un inconveniente en el estudio social de la ciencia que
resulta diferente de la configuración disciplinaria de otros objetos abordados
por las ciencias sociales. De hecho, estos estudios son los únicos que, por
su propio objeto, han sido frecuentados por los científicos mismos, es decir,
por investigadores de las llamadas “ciencias duras”, como los físicos, mate-

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máticos, biólogos, químicos o tecnólogos. Normalmente, muchos de ellos se


internaron en el estudio de la ciencia y la tecnología tomando como punto de
partida sus propias experiencias en la investigación, en sus disciplinas de
origen. Así, resultó común que hubiera físicos que se dedicaran a hacer la
historia de la física, o biólogos que reflexionaran acerca de las determinacio-
nes sociales de la biología.
Sin embargo, a los efectos de reconstruir la génesis y el desarrollo del
campo de los estudios sociales de la ciencia, debemos distinguir claramen-
te a aquellos investigadores de las ciencias “duras” que reflexionan “des-
de” sus disciplinas, de aquellos que fueron capaces de “dar el salto” des-
de esas disciplinas hacia el estudio social de la ciencia, sea cual fuere la
disciplina de las ciencias sociales que les sirviera de “puente” para realizar
aquel pasaje.
Aquí consideraremos, pues, como pertenecientes al campo de los estu-
dios CTS sólo a esta última categoría de investigadores, pensando a la pri-
mera más como aportes laterales o marginales (por cierto, algunos de ellos
muy serios e interesantes) al “núcleo duro” de las conformación histórica de
los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Dentro de aquella segun-
da categoría (aquellos que efectivamente han realizado el pasaje al campo
CTS) encontramos, de hecho, a algunos de los más conocidos y eminentes
investigadores del campo: John Bernal, que hace el pasaje de la cristalogra-
fía de proteínas hacia la historia social de la ciencia; Thomas Kuhn, físico
que se dedicó igualmente a la historia y la filosofía de la ciencia; David Bloor,
matemático que ingresó de lleno en la sociología; o Michel Callon, ingeniero
que también se desplazó hacia la sociología.
Una buena argumentación acerca de la importancia de la matriz discipli-
nar la proporciona Jean-Jacques Salomon. Según este autor, las competen-
cias necesarias para investigar en el campo CTS plantean, de entrada, dos
consecuencias: en primer lugar, no se accede a este campo sin formación,
competencia, ni experiencia previas; en segundo lugar, la diversidad y la am-
plitud del campo son tales que ninguna investigación puede realmente pro-
gresar sin apoyarse sobre los conocimientos adquiridos gracias a las inves-
tigaciones desarrolladas por más de una disciplina. Se trata, por lo tanto, de
un punto de unión, de fertilización cruzada: como mínimo hace falta un inter-
cambio entre conocimientos, saberes y prácticas propias a formaciones dife-
rentes. cada una de ellas se desarrolla de un modo más o menos separado
de las otras, con su herencia, sus objetos, sus métodos propios y, en cada
una de ellas, eventualmente, la investigación se puede caracterizar por es-
fuerzos fragmentarios y separados.
Dicho de otro modo, dice Salomon, no es serio abordar este campo sin el
bagaje que únicamente puede garantizar una especialización. Pero esta es-
pecialización previa no es en sí misma la única condición para llevar a cabo
“buenas” investigaciones: del mismo modo que el hecho de haber sido físi-
co o biólogo no califica a nadie para hacer la historia de la física o de la bio-
logía, el hecho de haber sido investigador, ingeniero, tecnólogo en una disci-
plina científica dada no alcanza para garantizar que el abordaje del campo
responderá a los criterios de seriedad y de rigor científico.
Como corolario, se puede afirmar que las ciencias sociales e históricas,
como las otras, tienen sus propios métodos, sus referencias, su cultura y
sus prácticas, por las cuales hay que pasar, aprender, formarse, “sufrir”. No
basta ser un excelente matemático para convertirse en un “académico” en

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

historia de las matemáticas. Ni tampoco, por otro lado, es suficiente ser his-
toriador para hacer la historia de la ciencia.

1.5.2 Los enfoques teóricos

En segundo lugar, las investigaciones se organizan de acuerdo con los enfo-


ques teóricos que articulan los puntos de partida de cada investigador o con-
junto de investigadores.
Este aspecto se puede superponer, como ha sido el modelo clásico, en el
interior de las disciplinas mismas, o bien exceder el marco estrecho de una
sola matriz disciplinar. De hecho, un enfoque teórico no es otra cosa que un
conjunto de supuestos de base que organizan una investigación, una indaga-
ción sistemática sobre un objeto particular. Este conjunto de supuestos sue-
len reagrupar a un conjunto de investigadores, compartan o no la misma for-
mación disciplinaria de origen.
Así, por ejemplo, el conjunto de supuestos teóricos provenientes del mar-
xismo, operó como un articulador de diferentes estudiosos y analistas, que se
dedicaron a abordar diferentes objetos, toda vez que compartían una base co-
mún de teoría. De este modo, podemos encontrar que el supuesto según el
cual la “existencia material resulta un determinante de las formas de pensar
el mundo, de las configuraciones ideológicas, de los aparatos políticos” es
una matriz común a estudios provenientes de la sociología, la antropología, la
historia y, por supuesto, la economía, y aplicados a diferentes objetos, tales
como las producciones culturales de una sociedad determinada; la superes-
tructura jurídica; los procesos de trabajo, la estructura del empleo, etcétera.
En el campo particular de los estudios sobre la ciencia, uno de los su-
puestos teóricos que podemos imaginar como ejemplo es el de considerar
al conocimiento científico como una construcción social, más que como un
proceso de descubrimiento o de búsqueda de la verdad. Este supuesto orga-
niza tanto a los trabajos que se sostienen en una matriz cercana a la etno-
grafía (y que estudian las prácticas cotidianas de los investigadores), como
a enfoques más sociológicos (centrados en las relaciones sociales), o abor-
dajes semiológicos en el análisis del discurso de los científicos.

1.5.3 La construcción de un objeto del conocimiento

La construcción de objetos propios es un rasgo particular de la conformación


de todo campo del conocimiento. Del mismo modo que respecto de los abor-
dajes teóricos y de la matriz disciplinaria, la construcción de objetos de inves-
tigación y de reflexión puede hacer coincidir a diferentes estudiosos que pro-
vienen de disciplinas diversas y que postulan abordajes teóricos diferentes.
Se trata, en realidad, de recortar una porción de los problemas en cues-
tión, y concentrar sobre ellos el análisis. Así, de un modo análogo a los ejem-
plos que proporcionamos respecto de las otras dos dimensiones, el proceso
de trabajo como un aspecto relevante de una sociedad determinada, puede
ser pensado como un objeto particular que se puede recortar nítidamente, pa-
ra centrar sobre él el estudio sistemático de los investigadores. Sin embargo,
este mismo objeto puede ser abordado desde disciplinas diferentes, tanto co-
mo desde enfoques teóricos diferentes. Así, siguiendo con nuestro ejemplo,
algunos economistas estudiarán las determinaciones financieras, las condi-
ciones salariales, la estructura de costos en relación con el trabajo, etc. Des-

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de la sociología, las relaciones entre los trabajadores entre sí, entre trabaja-
dores y patrones, la estructura de calificaciones, la división de tareas, etc. Lo
mismo puede decirse respecto de la antropología, la ciencia política, la edu-
cación, la historia. Respecto de los abordajes teóricos, ya mostramos en el
apartado anterior la posibilidad de estudiar, desde diferentes disciplinas, o
desde el interior de la misma, los mismos o diferentes objetos de investiga-
ción, desde la perspectiva teórica del marxismo y, naturalmente, el mismo
ejercicio puede hacerse respecto de cualquier otra corriente teórica.
En el campo particular de los estudios sociales de la ciencia (al igual que
en otros campos temáticos), los objetos comienzan a construirse de un mo-
do paralelo con la propia constitución del campo. Dicho de otro modo: des-
de el momento en que la ciencia, la tecnología, sus actores e instituciones,
sus productos y sus prácticas comienzan a constituirse en objetos posibles,
pensados desde diferentes abordajes teóricos y desde diferentes discipli-
nas, es que el estudio social de la ciencia y la tecnología comienza a confor-
marse como tal.
Aunque, en sentido estricto, todas las unidades anteriores están organi-
zadas como para dar cuenta, al mismo tiempo, de las matrices disciplinarias,
de las perspectivas teóricas y de los objetos de investigación, siempre es ne-
cesario elegir una puerta de entrada para comenzar a desenrollar el hilo que
nos vaya mostrando la conformación histórica del campo. En este caso, aun-
que prestamos especial atención a las otras dimensiones, hemos privilegia-
do como puerta de entrada, como punto inicial del recorrido, una estructura-
ción basada en la construcción de objetos de investigación.
Así, vale la pena exponer a manera de ejemplo, el primero de los tópicos
que abordamos en la unidad 2: el problema de la organización social de la
investigación científica. ya sea que el conjunto de investigadores practican-
tes sea analizado como “comunidad científica” (concepción A), como “cam-
po de producción simbólica” (B) o como “arenas transepistémicas” (C), el ob-
jeto que resulta así construido se sustenta sobre bases que se superponen,
si bien nunca de un modo idéntico, sí lo hacen de un modo aproximado. El
esquema sería el siguiente:

Espacio de
intersección del
objeto

El último aspecto que resulta importante destacar en la conformación de


los objetos correspondientes al campo de los estudios sociales de la cien-
cia y la tecnología (en rigor, como en todo campo de investigaciones), es el
del nivel de análisis en el que se sitúa cada investigador.
En rigor, el nivel de análisis resulta de un problema de orden metodológi-
co, pero en la práctica es indisociable de la construcción de un objeto de in-

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

vestigación. Así, la organización social de la investigación científica puede


ser pensada en su máximo nivel de agregación, por ejemplo, la comunidad
científica, en el nivel macro; o bien en un nivel medio o meso, como por ejem-
plo, una organización disciplinaria o institucional particular (la sub-comunidad
de biólogos, o el conjunto de los investigadores de la Universidad de Buenos
Aires), o a nivel micro, como por ejemplo, el plano de los laboratorios de in-
vestigación.
Naturalmente, el nivel de análisis nada nos dice acerca de los enfoques
teóricos o disciplinarios, aunque es frecuente que ciertas disciplinas se incli-
nen más bien por cierta forma de construcción del objeto, y por lo tanto se
sitúen en un nivel de análisis determinado. Por otro lado, es una aspiración
que suelen tener la mayor parte de los abordajes y perspectivas, la de inten-
tar relacionar los diversos niveles del análisis, aunque es poco frecuente que
dicha operación sea realizada con éxito. Normalmente, aquellas perspectivas
que se sitúan en el nivel micro del análisis pretenden proponer hipótesis que
resulten explicativas de aquello que sucede en el macro contexto. Y lo mis-
mo puede decirse de los abordajes de nivel macro, que suelen suponer que,
aquello que ocurre en los niveles de análisis correspondientes al nivel micro
es similar a lo que ellos mismos observan, describen o explican.
Sea como fuere, lo más importante para comprender la construcción de
un objeto y su relación con la ubicación en los diferentes niveles de análisis
(micro, macro y meso), es tomar en consideración el hecho de que en todos
los casos se gana una porción de información, pero al mismo tiempo, y simé-
tricamente, se pierde otra parte de la información. Por ejemplo, y volviendo al
mismo ejemplo, si nos situamos en el plano del análisis de la comunidad
científica (nivel macro) estaremos en condiciones de investigar las posiciones
de conjunto que adoptan los actores respecto de un conjunto de problemas
en particular; pero nos será imposible, al mismo tiempo, conocer las conse-
cuencias que esas tomas de posición implican para las prácticas cotidianas
en el interior de los laboratorios.

1.6 El origen del campo CTS: mapa de su desarrollo desde los años
30 hasta el presente.

El estudio de la ciencia desde las perspectivas de las ciencias sociales, si


bien es relativamente reciente (si se lo compara con otros objetos de estu-
dio de las ciencias sociales), tiene ya varias décadas de desarrollo. En efec-
to, la constitución de un verdadero campo en este tipo de estudios se va de-
lineando de un modo muy preliminar recién hacia los años cuarenta, y no se-
rá hasta bien avanzados los sesenta, que habrá de instalarse una verdade-
ra tradición, con relaciones más complejas, y con un volumen y calidad de
trabajos considerable.
La constitución del campo reconoce, pues, dos antecedentes fundamen-
tales, cada uno de los cuales se origina en un perfil profesional, en unas
orientaciones programáticas, en un marco institucional y aún en una matriz
ideológica bien diferentes. Ambas orientaciones, sin embargo, y paradójica-
mente, encontrarán puntos de convergencia, como señalaremos de inmedia-
to, más allá de la curiosa simultaneidad de los momentos en los cuales ca-
da una de ellas se hace pública.

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1.6.1 La sociología normativa

En primer lugar, nos referimos a los trabajos de inspiración funcionalista y


normativa que fueron formulados originalmente por Robert Merton, en Esta-
dos Unidos, a partir de los años 40 y 50. Su reflexión comienza, en particu-
lar, a partir de la elaboración de su tesis de doctorado, titulada, precisamen-
te, Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del Siglo XVII, y publicada en
los Estados Unidos en 1937. En segundo lugar, es necesario destacar la pu-
blicación en Inglaterra, en 1939, del libro de John D. Bernal, La función so-
cial de la ciencia. Analicemos brevemente las características de estos dos
embriones emblemáticos de un pensamiento sobre la ciencia.
Merton era, en los años 30, un joven sociólogo formado en el círculo de
los discípulos de Talcott Parsons, y enrolado por tanto en la corriente funcio-
nalista liderada por éste y ampliamente hegemónica en la sociología nortea-
mericana de la época. Aunque es difícil encasillar a Merton como un mero dis-
cípulo de Parsons, la matriz funcionalista –o del análisis funcional, como ele-
girá llamar Merton mismo a esta corriente- y sus relaciones con sociólogos co-
mo Wilfredo Paretto, Pitr Sorokin o su coetáneo Paul Lazarsfeld están sin du-
da en la base de un desarrollo de categorías analíticas que tienen por objeto
una verdadera institucionalización de la sociología en los Estados Unidos.
Con este conjunto de categorías que constituían la matriz de la aún inci-
piente sociología funcionalista –el concepto de sistema social, las determi-
naciones normativas, la funcionalidad de la sociedad organizada sobre insti-
tuciones, el reforzamiento tendencial de las conductas funcionales, etc.– la
preocupación de Merton por relacionar las diferentes dimensiones presentes
en el siglo XVII respecto del papel del conocimiento científico, de las determi-
naciones técnicas y del cambio social producido durante la revolución indus-
trial, se presentan como una propuesta temática innovadora respecto del
conjunto de preocupaciones imperantes por entonces en la mayor parte de
la comunidad de sociólogos de la época.
Cuando uno lee esta ya hoy famosa tesis doctoral, es posible rastrear al-
gunas pistas de lo que luego serán las claves fundamentales en la obra de
Merton. En primer lugar, el interés por identificarse con una tradición pura-
mente sociológica que, vista desde los años 30 en estados Unidos, no pare-
cía aún algo suficientemente consolidado. Así, no resulta extraño encontrar,
por ejemplo, numerosas alusiones, en Ciencia, tecnología y sociedad... a la
obra de Max Weber –en particular a La ética protestante y el espíritu del ca-
pitalismo– cuyas tesis centrales pueden leerse, en cierto sentido reinterpre-
tadas en clave “funcional” en la obra de Merton. En segundo lugar, una inci-
piente preocupación teórica por el desarrollo de categorías de análisis espe-
cíficamente sociológicas para el análisis de un proceso –la revolución indus-
trial y sus consecuencias– que ya había sido abordado desde otras discipli-
nas o desde otros enfoques teóricos. Y en tercer lugar, y especialmente im-
portante para el tema que nos ocupa, el hecho de poner de relieve, de un
modo novedoso para las ciencias sociales, la emergencia de la investigación
científica, de la ciencia moderna, en relación con las transformaciones ope-
radas en la sociedad.
Estas preocupaciones iniciales de Merton no habrán de desaparecer en
sus trabajos de las décadas siguientes, pero resultarán rearticuladas en lo
que, a partir de los años cuarenta, va a constituir un verdadero programa de
investigaciones: el estudio del espacio social de la comunidad científica, en-

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

tendida como un grupo social particular, será la punta de lanza de este pro-
grama, junto con una persistente preocupación de Merton acerca de las re-
laciones entre esta comunidad, en el seno de las sociedades modernas.
No es este el lugar para desarrollar adecuadamente los fundamentos del
análisis mertoniano sobre la ciencia. Es imprescindible, sin embargo, seña-
lar algunos de sus rasgos esenciales, para poder comprender el modo en
que ello influyó en una morfología particular del campo. El primer aspecto
que es necesario destacar de la sociología mertoniana es su énfasis norma-
tivo: la institución científica está regulada por un conjunto de normas que
son establecidas y aceptadas por el consenso general de sus practicantes.
Estas normas están concebidas en términos de su funcionalidad; es decir, la
existencia de una norma se justifica en la medida en que ésta sea adecua-
da para el reforzamiento de la institución en su conjunto, a través del cum-
plimiento de sus funciones particulares.
El segundo rasgo característico de la sociología mertoniana es el divorcio
o, mejor, división del trabajo, que ella produjo, de hecho, entre la sociología
y la epistemología. A la sociología le correspondía estudiar los problemas ex-
ternos a la producción del conocimiento, y en ningún caso la producción de
teorías o de enunciados. La hipótesis que subyace es que la ciencia, en su
“medio interno” (es decir, en la construcción de su propio objeto) no tiene re-
levancia sociológica, en la medida en que los científicos obtienen conoci-
miento verdadero siempre y cuando hagan una correcta utilización del méto-
do científico. Si dicho método no resulta correctamente aplicado, ello se de-
be, ahora sí, a la irrupción de factores de orden social que perturbaron o in-
terfirieron con aquel proceso.

1.6.2 El planteo de “grandes problemas” desde una perspectiva marxista

La otra vertiente que formuló tempranamente estos tópicos, fue la que sur-
gió del planteo de los “grandes problemas” señalados en la relación cien-
cia-sociedad y, sobre todo, ciencia-política, por el cristalógrafo, historiador y
militante marxista John Bernal en Inglaterra, más precisamente en Cambrid-
ge primero y en el Birkbeck College de Londres, años más tarde. A diferen-
cia de Merton, el camino por el cual llega Bernal a la reflexión acerca de la
ciencia, no es la voluntad de tipo académica de fundar un nuevo campo en
las ciencias sociales, y más particularmente en la sociología. Por el contra-
rio, Bernal era ya hacia fines de los años 30, un cristalógrafo destacado, es-
pecializado en el estudio de las estructuras tridimensionales de las proteí-
nas, y tenía, paralelamente, una importante actividad política; afiliado al Par-
tido Comunista inglés, había sido uno de los fundadores del primer sindica-
to de profesores e investigadores de Inglaterra, creado en Cambridge duran-
te los años 20. Gozaba, al mismo tiempo, de un gran prestigio intelectual y,
aunque ocupaba una posición importante en el campo de la cristalografía y
la bioquímica de la época, no tuvo un reconocimiento, de parte de la comu-
nidad científica internacional, semejante al que sí tuvieron muchos de sus
discípulos. En efecto, Bernal fue quien formó a una cantidad de discípulos
que habrían de obtener un gran reconocimiento, entre los quienes vale la
pena mencionar a Rosalind Frankiln (cuya contribución a los trabajos de in-
vestigación sobre la estructura del ADN han sido determinantes, como bien
testimonia James Watson), Dorothy Hodgkin, o Max Perutz, quienes obtuvie-
ron el premio Nobel años más tarde, entre otros.

41
Universidad Virtual de Quilmes

La preocupación de Bernal surge, pues, al mismo tiempo como el discur-


so reflexivo de un científico practicante acerca de su propio lugar en la socie-
dad, y como la preocupación política de un militante acerca del papel que le
cabe a la ciencia, un componente fundamental de la sociedad, en los proce-
sos históricos de cambio social.
En “La función social de la ciencia” Bernal analiza, polémicamente, lo que
hoy llamaríamos la apropiación diferenciada por parte de las diferentes cla-
ses sociales (bajo el imperio de la sociedad capitalista) del conocimiento
científico que es producido por investigadores y técnicos. Bernal distingue
muy claramente lo que hoy llamamos el “medio interno” de la ciencia, es de-
cir en toda la trama de relaciones socio-cognitivas que están implicadas en
la producción de conocimiento, del uso que de dichos conocimientos hace –o
está en condiciones de hacer– una sociedad en un momento determinado.
Para Bernal, la apropiación de ese conocimiento es intrínsecamente con-
flictiva, como consecuencia de la existencia, en la sociedad capitalista, de
dominantes y dominados, de propietarios y de trabajadores. La producción
misma de conocimientos no es lo problemático para Bernal puesto que está
inspirado en la creencia de que el conocimiento es, ante todo, un bien de la
sociedad. Los científicos, por lo tanto, son individuos que obran, como con-
secuencia de una división social del trabajo, en una elevada misión que con-
siste en producir y legitimar conocimientos útiles para la sociedad en su con-
junto. Así, su visión acerca de los aspectos más “internos” parece ajena a
toda clase de conflicto; en la ciencia impera una racionalidad casi absoluta
y democrática, gobernada por la lógica de la ambición de conocer, y en don-
de todas las opiniones, en la medida en que sean fundamentadas y legitima-
das por sus pares, son portadoras del mismo valor social de verdad.
El problema, en verdad, se sitúa “por afuera” de la comunidad científica:
la base radica en que los sujetos sociales no tienen las mismas posibilida-
des de apropiarse del producto de la investigación científica y que, por lo tan-
to, ésta no hace más que enfatizar las diferencias de clase existentes, y cu-
yo máximo “pecado” puede llegar a la apropiación lisa y llana del conocimien-
to científico, a través de las patentes, del uso restringido de empresas y aún
del Estado, de la privatización, en suma de aquello que para Bernal forma
parte del patrimonio de la sociedad, de lo público por antonomasia. Así, por
ejemplo, el hecho de que existan investigaciones científicas que, en vez de
dar origen a papers publicados en revistas de circulación masiva, sean el ob-
jeto de la exclusividad y del secreto, es la directa consecuencia, para Bernal,
de una sociedad en donde unas clases detentan la propiedad de los medios
de producción.
Años más tarde, Bernal avanzará aún más en esta dirección, sugiriendo
que, finalmente, la propia lógica profundamente democrática de la comuni-
dad científica podría ser “exportada” al conjunto de la sociedad capitalista,
como un medio para dotar a aquella de una racionalidad que exceda –que
reemplace– la simple apropiación de los más poderosos del producto del tra-
bajo del conjunto de los actores sociales.
Tanto Merton como Bernal aportaron una preocupación fundamental para
las ciencias sociales: comprender a la ciencia como un producto de las socie-
dades modernas, consecuencia de interacciones sociales; productora y trans-
formadora, a su vez, de las sociedades en las cuales la investigación científi-
ca se despliega. Si bien los horizontes teóricos que inspiraron los trabajos de
uno y otro diferían notablemente, y cada uno de ellos centraba su preocupa-

42
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

ción sobre diferentes aspectos del problema, resulta interesante notar que
ambos autores tenían una percepción similar acerca de la racionalidad que
gobernaba al conjunto de la comunidad científica. Así, mientras Merton dirigió
su esfuerzo a la descripción y al análisis de las normas que rigen las relacio-
nes entre los científicos, y que componen lo que él llamó el ethos de la cien-
cia; Bernal se interesó por los efectos de la ciencia como conjunto (como pro-
ducto, como medio de producción) sobre la sociedad que se la apropia.
En ambos esquemas de pensamiento, por lo tanto, el proceso “real” de
producción de conocimientos aparecía como un tópico que no era, en sí mis-
mo, problemático. Se aceptaba que dicho proceso es necesariamente “so-
cial”, en la medida en que se desarrolla en el marco de instituciones socia-
les pero, en el interior de los espacios reales de producción de conocimien-
tos, –los laboratorios, los observatorios, el terreno mismo– las relaciones
que gobiernan están despojadas de los intereses (soberanía de la irraciona-
lidad), y los sujetos parecen limitarse a la correcta aplicación del “método”
científico. De hecho, es con estas palabras que Merton establece la diviso-
ria de aguas que mencionamos más arriba: “se trata de incursionar en la so-
ciología, y no en la metodología”, puesto que esta última (la producción de
conocimiento como producto de la correcta aplicación de un método) corres-
ponde que sea estudiada por otras disciplinas, como la epistemología o la
historia –internalista– de la ciencia.
Cada uno de estos dos modelos pioneros tuvo diferentes consecuencias
para el desarrollo de las ideas y las investigaciones en el campo de los es-
tudios sobre la ciencia. Los trabajos de Merton y de sus discípulos fueron
conformando una verdadera escuela que, sobre la base de una gran canti-
dad de investigaciones, proporcionó un cuadro con mucha información acer-
ca del funcionamiento de la comunidad científica, de la ciencia como insti-
tución. Son especialmente interesantes, más allá del marco teórico que las
inspira, sus descripciones acerca del llamado “efecto Mateo”, de las luchas
por las prioridades, de los sistemas de recompensas, para citar las más co-
nocidas. Algunos autores cercanos a Merton, como Ben-David, Cole, Solla
Price, Hagstom o Zuckerman, realizaron también valiosas investigaciones
que, concentrándose en aspectos particulares del problema, fortalecieron el
“paradigma normativo” (le otorgo aquí al concepto de paradigma su más ca-
bal sentido kuhnianao) en el estudio social de la ciencia, y que fue amplia-
mente dominante hasta bien entrados los años setenta, es decir, durante
más de un cuarto de siglo.
El aporte de Bernal fue menos estructurado, por las evidentes razones
que se desprenden de la diferente colocación de éste en el medio académi-
co de la época, además de que el desarrollo de un verdadero programa de
investigaciones no formaba parte de la estrategia de Bernal, sino que sus
primeros trabajos estaban más bien dirigidos a sensibilizar a diferentes tipos
Algunos autores pue-
de actores, en particular, a los científicos y al estado. Y es, precisamente, co- den ser reconocidos
mo consecuencia de pensar en la relación de estos dos actores, que las pro- sin duda como herederos di-
rectos de los trabajos de
posiciones de Bernal están en el origen de un verdadero pensamiento políti- Bernal. Véanse, en este sen-
co sobre la ciencia y, aún más, de la necesidad de establecer políticas para tido, los trabajos de Rose y
la ciencia que regulen, desde el estado, la producción de conocimientos, y Rose (1972).
las formas en que la sociedad puede hacer uso y apropiarse de ellos. Esta
preocupación política será recuperada desde los años de la posguerra en
adelante por la mayor parte de los gobiernos de Europa occidental, aunque
la matriz marxista que le diera origen quedara desdibujada frente al desafío

43
Universidad Virtual de Quilmes

mayor (y, en casi todos los casos, contradictorio con la propia posición de
Bernal) que fue poner en práctica acciones públicas que asociaran positiva-
mente la investigación científica con el crecimiento económico y, en última
instancia, con el bienestar de la sociedad.
Luego de los primeros trabajos desarrollados por los “pioneros”, los es-
tudios sociales de la ciencia y la tecnología se van diversificando, articula-
dos en un “triple cruce” de disciplinas, teorías y construcción de objetos que
señalamos más arriba.

1.6.3 La historia de la ciencia

De la historia, la filosofía y la sociología de las ciencias, es la primera la que


se autonomiza mejor, dotándose de instituciones separadas y, en particular,
de una red de departamentos en universidades de los Estados Unidos, Ingla-
terra, Alemania, Escandinavia, Francia.
Es importante señalar que la historia de la ciencia accede al estatus de
disciplina en gran medida gracias a los trabajos de Alexandre Koyré. Este his-
toriador francés fue, según la mayor parte de los autores, un “maestro” que
marcó a toda una generación de historiadores de la ciencia, precisamente
porque ofrecía una coherencia cognitiva y metodológica a un campo de cono-
cimientos que encontraba, finalmente, un espacio en las universidades.
El doble movimiento que sitúa a la historia de la ciencia en el interior de
instituciones y que le da una especificidad disciplinaria está, al mismo tiem-
po, en el origen de una famosa división en el campo de los historiadores de
la ciencia: el internalismo versus el externalismo. Bajo la superficie de este
debate, en donde parecía discutirse un problema de orden metodológico, es
necesario ver un verdadero combate por la definición de lo que es legítimo o
no en la historia de la ciencia.
La línea internalista enfatiza los aspectos particulares de la elaboración
de teorías, su lógica de producción interna, desvinculada de todo aspecto
que no tenga que ver con los experimentos y las teorías que se desarrollan.
En este sentido, puede ser leída por algunos autores como la tentativa de
crear un tipo de análisis ligado a su objeto (la o las ciencias) hasta el punto
de poder reforzar la identificación de la disciplina para asegurar más adecua-
damente la legitimidad institucional de los jóvenes y frágiles departamentos
de historia de las ciencias.
La línea externalista se preocupa menos por los aspectos cognitivos, y se
sitúa mas bien en el plano de los actores sociales (en particular científicos)
e instituciones en donde se elaboraron dichos experimentos y teorías, sin
atender a la lógica interna presente en dicha elaboración. Esta línea busca-
rá luego su forma de legitimidad en un acercamiento a las ciencias sociales,
aunque en un primer momento se presentó, más bien, como la “mirada ex-
terna” al mundo de la ciencia, generalmente elogiosa y poco cuestionadora
de lo que ocurre “fronteras adentro” del campo científico.

1.6.4 Kuhn y la nueva sociología de la ciencia

La ruptura (algunos dirán la “solución”) de este debate llegó de la mano del


aporte de Thomas Kuhn. Aunque analizaremos con mayor profundidad sus
consecuencias sobre los estudios sociales de la ciencia en unidades poste-
riores, es necesario avanzar aquí algunos elementos. El concepto de para-

44
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

digma, en la medida en que se lo considera como una matriz disciplinaria, li-


ga en un todo indisociable colectividad de científicos y contenidos científi-
cos de un campo de investigación determinado. En particular, Kuhn puso de
relieve el hecho de que la dinámica de los conocimientos científicos está ne-
cesariamente ligada a su organización social y, más precisamente, a través
de las modalidades de enseñanza científica universitaria.
Cabalgando sobre algunas de las ideas esbozadas por Kuhn, surgió un
conjunto de enfoques que luego habrían de conocerse como la “nueva socio-
logía de la ciencia”, y que se articularon en un abierto contraste frente a la
sociología normativa de Merton. En particular, la nueva generación de soció-
logos acusaba a Merton de haber construido una verdadera “caja negra” en
donde se producen los conocimientos, que está prohibida para el análisis so-
ciológico y que pertenece, en cambio, al mundo de la epistemología.
Surgió así el llamado Programa fuerte de la sociología del conocimiento,
elaborado por David Bloor en 1976, y que sirvió como inspiración para toda
una generación de investigadores, cuyos autores más significativos son
Barry Barnes, Harry Collins, Bruno Latour, Michel Callon, Michael Lynch, Ka-
rin Knorr, Steve Woolgar, Michael Mulkay, entre otros. El grupo original surge
en Edimburgo, luego en Bath, ambos en Gran Bretaña, y luego encuentran un
gran desarrollo en Estados Unidos, Francia, Alemania y Holanda. (Este último
enfoque y sus consecuencias serán tratados en profundidad en la unidad 3).

1.6.5 Los estudios sobre política científica (science policy studies)

Estos estudios se originan paralelamente en los Estados Unidos y también,


con especial fuerza en la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo
Económico), y se asientan sobre dos puntos de partida:
a) El primero, de tipo conceptual - teórico: surge del análisis de la relación
entre ciencia y política;
b) El segundo se asienta en el análisis y las propuestas de las políticas cien-
tíficas a nivel nacional.

Una primera vertiente, que podría encontrar un antecedente remoto en los


primeros trabajos de Bernal, se diferencia de éste, sin embargo, puesto que
se propone un verdadero “programa de estudios”, con un fuerte énfasis des-
criptivo respecto del desarrollo de la ciencia y el contexto político en el cual
ésta se desarrollo, diferente de los aspectos normativos o prescriptivos que
estaban presentes en la obra de Bernal. Estas corrientes surgen entre los
años sesenta y setenta, y sus dos mejores exponentes son Derek de Solla Pri-
ce, fundador del International Council for Science Policy Studies (Consejo Inter-
nacional para los estudios de política cietífica), y Don K. Price, que es autor,
entre otras, de dos obras fundamentales: “Government and Science” (Gobier-
no y Ciencia, en 1962) y “The scientific estate” (El estadio científico, en 1965).
Derek de Solla Price, sobre todo, intentó darle a los estudios un carácter
sistemático, y es uno de los primeros en formular la idea de una nueva dis-
ciplina encargada del estudio de los problemas científicos, que él denominó
una “ciencia de la ciencia”. En particular, desarrolló los primeros trabajos
que pretendían un gran rigor metodológico, haciendo uso de los primeros ins-
trumentos estadísticos, como asesor de Garfield, creador de la enorme em-
presa “Science Citation Index”, que recoge y clasifica en bases de datos la
parte más sustantiva de las publicaciones realizadas en revistas internacio-

45
Universidad Virtual de Quilmes

nales. De Solla Price analizó estas bases de datos, dando lugar a la “ciento-
metría”, es decir, el análisis cuantitativo de los datos de producción científi-
ca, de insumos de la investigación, etcétera. Fue a partir de estos datos, que
este autor pretendió brindar herramientas poderosas a los encargados de di-
señar las políticas públicas para la ciencia.
Una segunda vertiente pretendió buscar las razones más profundas de la
interdependencia entre la ciencia y la política a partir de la sociedad indus-
trial moderna. Su emergencia podríamos trazarla hacia comienzos de los
años setenta, con el libro de Jean-Jacques Salomon, “Ciencia y política”, que
constituyó un verdadero punto de inflexión en los estudios sociales de la
ciencia. Un pasaje ejemplifica bien la postura de este autor:

CIENCIA Y POLÍTICA

Jean-Jacques Salomon

En la relación dialéctica de la ciencia y el poder es ocioso tratar de de-


terminar cuál de los dos se vale del otro, pues la ayuda prestada evidente-
mente es recíproca; pero preguntarse hasta qué punto los objetivos del uno
se identifican con los de la otra nos sitúa en el corazón del problema: ¿la
ciencia tiene como destino convertirse en la servidora del Estado, puesto
que el apoyo que este último le presta es función de los servicios que es-
pera recibir y puesto que no tiene otro deseo, para seguir progresando, que
el de obtener favores cada vez más grandes de parte del poder? (…) los
problemas que plantea la política de la ciencia se encuentran en la con-
fluencia de varias disciplinas: economía, sociología, ciencia política, his-
toria de las ciencias, para no hablar de las contribuciones incesantes que
aportan los científicos.”
Salomon, (1974) pág. 4-5

También a comienzos de los años setenta, se institucionalizó el que sería


uno de los primeros grupos de investigación y reflexión sobre los problemas
relacionados con la política científica: el Science Policy Research Unit (Unidad
de investigación sobre política científica, SPRU) en la Universidad de Sussex,
en Inglaterra. Esta unidad, bajo el liderazgo de Christopher Freeman, desarro-
lló un conjunto importante de estudios sobre las diferentes políticas nacio-
nales de ciencia y tecnología, muchos de ellos patrocinados por la División
de política científica de la Organización de Cooperación y Desarrollo Econó-
mico (OCDE), con sede en París, que agrupa a las naciones más desarrolla-
das del mundo, y que dirigió el propio Salomon entre 1962 y 1982.
Durante esos años, esa oficina de la OCDE tuvo un papel destacado, no
solo porque se dedicó al estudio de las incipientes políticas nacionales de
ciencia y tecnología, sino porque fue, en buena medida, la institución que
más influyó en la existencia y, sobre todo, en la dirección y el contenido que
adquirieron dichas políticas hasta bien entrados los años ochenta.
Freeman, por otra parte, tuvo un papel destacado en el acercamiento que
se produjo entre los estudiosos de la tecnología que provenían del ámbito
de la economía (como él mismo), y el campo de los science policy studies.
Freeman tuvo una influencia crucial en la relectura que se hizo, por esos
años (fin de los sesenta y los setenta) de la obra de Joseph Schumpeter y
sus ideas acerca de la invención, la innovación, la tecnología, y los ciclos
tecno-económicos por los que atraviesan las sociedades.

46
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

1.6.6 Conclusión: últimos movimientos

En las épocas más recientes, las diversas corrientes se fueron diversifican-


do y complejizando, dentro del juego complejo de dimensiones que señala-
mos más arriba. Así, por ejemplo, las teorías que plantean la existencia de
redes de actores, surgen como consecuencia de los trabajos desarrollados
por la “nueva” sociología de la ciencia, con autores como Michel Callon o
John Law. Sin embargo durante los últimos años, estos estudios se fueron
acercando a los trabajos que se habían desarrollado en el campo de la eco-
nomía de la tecnología, y dieron origen a una nueva orientación, que bien po-
dríamos denominar como “sociología de la tecnología”, representada por au-
tores como Pinch, Bijker, o el propio Callon, por nombrar sólo a algunos.
Por otro lado, surgieron disciplinas que no se habían ocupado hasta en-
tonces de los problemas de la ciencia y la tecnología, como la antropología
o la lingüística, que brindaron nuevas herramientas de análisis e hicieron
más rica la concepción teórica y el abordaje metodológico de los estudios so-
ciales de la ciencia. Por su parte, la antigua división entre historia y sociolo-
gía de la ciencia parece desdibujarse a partir de nuevos trabajos y nuevos
autores que plantean la historia social de las ciencias como un campo unifi-
cado de sentido, en donde ambas disciplinas resultan, en última instancia,
inseparables. Lo mismo puede decirse de los aspectos políticos, que ya no
están hoy restringidos al estudio específico de las relaciones entre “ciencia
y estado”, sino que la dimensión política impregna, a justo título, la mayor
parte de las investigaciones que se despliegan en el campo.
En resumen: hoy el campo es muy complejo y heterogéneo, y no se pare-
ce en nada a lo que se podía observar hasta hace unas pocas décadas. Los
objetos son múltiples, las perspectivas se entrecruzan, y las fronteras entre
las disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales se van haciendo, cada
vez más, difíciles de reconocer, al tiempo que las relaciones entre los nive-
les macro y micro, entre los acontecimientos en tiempo real y la mirada de
largo plazo, se van dibujando de un modo más inteligible. Como consecuen-
cia de todo ello, la comprensión de los aspectos sociales de la ciencia va en-
trando en un doble juego (sin dudas paradójico) de una mayor clarificación
en el enunciado de problemas relevantes, al tiempo que los enfoques y los
marcos teóricos, así como las relaciones entre las disciplinas, se van tornan-
do más complejos. Los estudios sociales de la ciencia y la tecnología se van
constituyendo, pues, es un campo académico de pleno derecho.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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Keagan Paul.

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Chalmers, Alan (1990). La ciencia y cómo se elabora. Madrid, Siglo XXI, Cap. 3.

Cordon, Faustino (1982): La función de la ciencia en la sociedad. Madrid,


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Universidad Virtual de Quilmes

Crombie (1996): “Styles et tradictions de la science occidentale”. Alliage Nº


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Gómez, R.: Neoliberalismo y seudociencia. cap.II.

King, Michael (1971): “Reason, tradition and the progressiveness of science”.


History and Theory, vol. X, N°1.

Kreimer (1998): “Publicar y castigar: el paper como problema y la dinámica de


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Latour, Bruno (1983, versión castellana de 1995): “Dadme un laboratorio y


moveré el mundo”. En: Iranzo et alii: Sociología de la Ciencia y la tecnología.
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Salomon, Sagasti y Sachs (comps): La búsqueda incierta: Ciencia, tecnolo-
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de la ciencia”. México, Fondo de Cultura Económica.

BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA

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Cap. 1. (32 págs)

Chalmers, Alan (1990). La ciencia y cómo se elabora. Madrid, Siglo XXI, Cap.
3. (21 págs)

Cordon, Faustino (1982): La función de la ciencia en la sociedad. Madrid,


Anthropos. Cap. II. (51 págs)

Merton, Robert (1984): Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del si-


glo XVII. Madrid, Alianza. Cap. 11. (29 págs)

Salomon, Jean-Jacques (1997): “La ciencia y la tecnología modernas”, en


Salomon, Sagasti y Sachs (comps): La búsqueda incierta: Ciencia, tecnolo-
gía, desarrollo. México, Fondo de Cultura Económica.

48
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Shinn, Terry (1999): “Prólogo” en Kreimer, Pablo: De probetas, computadoras


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Thuillier, P.: “El saber ventrílocuo: cómo habla la cultura a través de la ciencia”.
México, FCE, 1990. Cap. II: La ciencia moderna. (16 págs)

49
2

La organización social
de la investigación científica

2.1 La ciencia y las prácticas científicas como una organización so-


cial: diferentes niveles de análisis

En la unidad anterior avanzamos en la consideración de las diferentes dimen-


siones sociales que atraviesan a las prácticas de producción, difusión, y uti-
lización de conocimientos científicos y tecnológicos. Dentro de estas dimen-
siones, destacamos como importante el hecho de que la ciencia se consti-
tuye como una empresa colectiva; en particular, el hecho de que la ciencia
pasara de ser una actividad individual o solitaria, practicada por “sabios” en
sus talleres o laboratorios “caseros”, a constituirse en una práctica institu-
cionalizada, practicada por sujetos que se van profesionalizando, significa un
pasaje fundamental en el desarrollo de la ciencia moderna.
Así, hemos postulado que la ciencia, de un modo similar a otras activida-
des de la sociedad, puede ser analizada en función de las formas particula-
res de organización social bajo las cuales se fue estructurando para su fun-
cionamiento, a lo largo de su desarrollo. Hablar de “organización social” im-
plica poner bajo el análisis diferentes elementos constitutivos, tales como la
diferenciación social interna, que da como resultado una estructura estratifi-
cada; los diferentes roles que desempañan los actores sociales significati-
vos; los recursos que estos mismos actores movilizan; la relación entre la or-
ganización social y las instituciones; la relación con actores sociales “exter-
nos” a la propia organización; los conflictos entre los diferentes sujetos que
componen la organización, etc.
Algunos autores, como John Bernal, han postulado que existe una oposi-
ción entre “organización” y “libertad” en el mundo de la investigación cientí-
fica. Bernal pone el énfasis en un problema muy antiguo, como es la reivin-
dicación de la libertad de la que gozan (o deberían gozar) los científicos, ver-
sus los condicionamientos y restricciones implicado en toda forma de orga-
nización social. De hecho, esta oposición pueda parecer hoy algo anacrónica
luego de los enormes desarrollos implicados en la etapa de la industrializa-
ción de la ciencia, y de la investigación estrechamente ligada a la producción
industrial en particular en los países de mayor desarrollo. Sin embargo, pa-
rece adecuado mencionarla aquí, puesto que hace referencia a dos proble-
mas que están, aún hoy, claramente presentes en las ideas y las expresio-
nes públicas de los científicos: existen, de hecho, demandas de “libertad”
por parte de los investigadores, quienes suelen postular que “nadie externo
al mundo de la ciencia debería limitar la libre determinación por parte de los
científicos, respecto a qué investigar y a cómo hacerlo”.
Con respecto a los efectos de la organización sobre las prácticas científi-
cas, sin embargo, es necesario distinguir dos sentidos bien diferentes: por
un lado, las relaciones que se plantean entre la organización de la sociedad

51
Universidad Virtual de Quilmes

y las actividades de los científicos. Este nivel de análisis nos remite, más
bien, a la relación que, genéricamente, se ha señalado como “ciencia-socie-
dad”, y a la cual aludimos en la unidad precedente. Aquí nos referimos, más
bien, a la organización “interna” de la ciencia. Aunque algunos autores, co-
mo veremos, rechazan esta división (y tienen parte de razón), mantendremos
aquí la distinción, a los fines de una mejor explicación.
Así, la organización interna de la ciencia presenta también problemas par-
ticulares para el análisis, no sólo cuando se la estudia desde diferentes con-
cepciones teóricas (que desarrollaremos en esta misma unidad), sino tam-
bién en lo que atañe a la relación que existe (o puede existir) entre diferen-
tes formas de organización y el tipo de conocimiento que consecuentemen-
te se produce.
De hecho, la organización interna de la ciencia se fue constituyendo en
un verdadero objeto de investigación. Y surgieron, por lo tanto, diferentes
abordajes para su estudio y análisis. Durante muchos años, la pregunta
fundamental que formularon algunos sociólogos, en particular seguidores
de Robert Merton, fue la de establecer los factores y mecanismos que tor-
nan posible el progreso de las ciencias: ¿Qué condiciones favorecen el pro-
greso de la ciencia? Inversamente, en qué medida la organización puede
ser dañina, a través de comportamientos oportunistas y “desviados”. Así,
estudiaron:

* los sistemas de comunicación (publicaciones, citaciones, circulación de


informes y flujos de información);
* los factores de productividad, especialmente la influencia del grupo sobre
la creatividad y la de las estructuras sobre la eficacia de las investigacio-
nes, y la influencia de la gestión de la investigación sobre la motivación y
la productividad;
* la personalidad y las motivaciones de los investigadores;
* las condiciones institucionales de emergencia de nuevas disciplinas.

Otros sociólogos, como Terry Shinn, establecen una relación, inversa a la


precedente, entre el tipo de actividad científica y las formas de organización.
Así, se plantea que las diferencias entre disciplinas conducen a formas de
organización específicas, y la ciencia no es un bloque homogéneo a causa
de la naturaleza diferenciada de sus actividades. De este modo, contraria-
mente al modelo que presentamos más arriba, Shinn y otros autores se in-
teresan en los contenidos del trabajo científico. No se trata de explicar ese
contenido meramente por factores sociológicos, sino de ver cómo el conteni-
do explica, al menos en parte, las formas sociales particulares que adopta
la organización de la investigación científica.
Podemos esquematizar ambas posiciones. A la posición adoptada por
Merton y sus seguidores la podemos sintetizar así:

ORGANIZACIÓN DINÁMICA DE LA
SOCIAL CIENCIA

52
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

La segunda posición, sostenida por Terry Shinn y otros autores, se puede


esquematizar del siguiente modo:

FORMA DE
TIPO DE ACTIVIDAD
ORGANIZACIÓN DE LA
CIENTÍFICA
INVESTIGACIÓN

Finalmente, para concluir con esta introducción al problema de la organi-


zación social de la ciencia, debemos referirnos a los diferentes niveles de
análisis. De hecho, las consecuencias resultan muy diferentes según se es-
tudie este aspecto en el nivel macro que si se lo plantea en el nivel micro.
Por cierto, como en otros aspectos, los trabajos más recientes rechazan es-
ta distinción, y plantean conceptos que superan los diferentes niveles de
análisis. Sin embargo, una vez más adoptaremos la diferencia entre los dife-
rentes niveles, a fin de poder exponer más claramente cada forma de abor-
dar el problema.
Así, desarrollaremos en esta unidad sólo los abordajes acerca de la orga-
nización de la ciencia que se sitúan en el nivel macro. El nivel micro será ob-
jeto, por su parte, del análisis que haremos en la unidad 4, aunque allí no li-
mitaremos la presentación a la organización social, sino que esta dimensión
será una más entre otras significativas que están presentes en la dimensión
micro de la investigación científica.

2.2 Los diferentes modos de analizar y comprender la organización


social de la investigación científica I: la comunidad científica

El análisis de la comunidad científica, aunque presenta, en su abordaje his-


tórico, una cierta unidad conceptual, debe ser organizado según los diferen-
tes matices que han aportado los diferentes autores que se ocuparon de es-
te tópico. Así, en la presentación seguimos el siguiente esquema: 1) proble-
mas generales para el análisis de la comunidad científica; 2) una organiza-
ción social estructurada a partir de roles específicos; 3) la comunidad cientí-
fica como sistemas de intercambio, 4) los colegios invisibles.
Es imperioso notar que todas las corrientes que analizamos en este apar-
tado, cuyo común denominador es el de pensar a la organización de la cien-
cia y de la investigación en términos de una “comunidad”, con toda la carga
teórica que ello implica, se basan, de un modo directo o indirecto, en la pers-
pectiva mertoniana de la ciencia, organizada a partir de normas positivas que
regulan las actividades de la ciencia, funcionales para al mantenimiento y pro-
greso de la ciencia, entendida como institución. Sin embargo, preferimos no
desarrollar aquí los fundamentos de la concepción funcionalista de la ciencia,
y presentar más bien a aquellos autores que se han ocupado más específica-
mente de estudiar a la comunidad como su objeto particular de investigación.
Naturalmente, el propio Merton podría inscribirse en estas líneas, y ya hemos
avanzado en la unidad anterior algunos de los conceptos elaborados por él;
pero la presentación y discusión de sus ideas, dado el peso que las mismas

53
Universidad Virtual de Quilmes

han tenido en el desarrollo de los estudios sobre la ciencia, es una tarea que
resulta más conveniente abordar en la unidad siguiente, dedicada a la com-
prensión de la naturaleza del conocimiento científico. Por cierto, entre los mo-
delos que se presentan aquí y lo que se discute más adelante hay una inte-
racción que sólo el carácter (que en última instancia tiene algo de arbitrario)
de toda clasificación obliga a exponer en dos acápites diferenciados.

2.2.1. Problemas generales para el análisis de la comunidad científica

Según la socióloga mexicana Rosalba Casas, una de las investigadoras que


se ha preocupado por el estudio de las comunidades científicas, el concep-
to de comunidad científica ha sido hasta nuestros días ampliamente utiliza-
do entre los sociólogos y otros especialistas que se han concentrado en el
estudio de la actividad científica. Dentro del contexto teórico de la sociología
de la ciencia el concepto recibe las más diversas interpretaciones y se lo em-
plea muy especialmente para denominar lo que debe ser considerado como
uno de los objetos de estudio de dicha disciplina.
Los estudios empíricos sobre los científicos y su organización social han
proliferado, sobre todo en los Estados Unidos, y dicha organización ha sido
definida bajo el término de comunidad, que en forma muy general significa el
apego a ciertas normas y valores que rigen la actividad de estos grupos.
Según Casas (1980), aparentemente, la utilización de este concepto “no
parece presentar problemas entre los sociólogos de la ciencia y se la consi-
dera en cambio como un concepto ya formalizado e institucionalizado”. Sin
embargo, afirma esta autora, existen ciertos puntos a discutir, en particular
es necesario aclarar el contenido teórico e ideológico del concepto, en rela-
ción con su empleo en la teoría sociológica más general.
Como señala Torres Albero (1994), Tönnies fue el primero en distinguir
la voluntad natural, caracterizada por la fe y el deseo, frente a la voluntad
racional–instrumental, en la que predomina el cálculo, la deliberación y la
evaluación crítica de las situaciones. De la primera deriva el concepto de co-
munidad; de la segunda, el de formas asociativas más complejas. Se esta-
blece, así, un modo dual de pensar el problema de las formas de organiza-
ción social, que será retomado por una larga tradición de autores.
Ya dentro de la tradición sociológica, el concepto de comunidad ha sido
abordado por algunos de los llamados “padres de la sociología”: uno de
ellos, el sociólogo alemán Max Weber , quien define a la misma como una
“relación social en la cual la acción social se inspira en el sentimiento sub-
jetivo de los partícipes de constituir un todo, que constituye un concepto muy
amplio y abarca una gran diversidad de situaciones”. Otro de ellos ha sido el
sociólogo francés Emile Durkheim quien se inscribe en cierto modo dentro
de la tradición inaugurada por Tönnies, y que establece que una comunidad
depende de sus grados de conciencia, y se expresa bajo formas básicas: so-
lidaridad mecánica, aquella en la cual los integrantes establecen relaciones
primarias o “cara a cara”, y en donde la solidaridad entre sus miembros se
establece por el mero hecho del reconocimiento mutuo. La solidaridad orgá-
nica se produce como consecuencia de una división del trabajo social, en
donde cada individuo participa en la esfera desde un rol social diferenciado
y, por lo tanto, la solidaridad ya no depende de relaciones primarias, puesto
que se trata de sociedades más complejas, sino del lugar y la función que
cada uno de ellos desempeña en la sociedad.

54
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

La concepción teórica que subyace, supone que la sociedad tiende, natu-


ralmente, a la integración más que a la disgregación y que desarrolla, por lo
tanto, alguna forma de lazo social, es decir de elemento “invisible” que hace
que los individuos desarrollen un sentimiento de pertenencia hacia la comu-
nidad en la cual están insertos. A este elemento, que resulta ser algo así co-
mo supra–subjetivo, Durkheim lo denomina “consciencia colectiva”.
En todo caso, la aplicación del concepto de comunidad al ámbito de la cien-
cia presenta problemas que son, en sí mismos, interesantes para el estudio so-
cial de la ciencia. Por un lado, la mayor parte de los autores han asumido y utili-
zado este concepto (ya sea que lo apliquen sin cuestionamientos o con conside-
raciones críticas), para explicar la organización social de la ciencia. Pero, por otro
lado, las consecuencias de la concepción dual, desarrollada por Tönnies y parti-
cularmente por Durkheim, están lejos de estar resueltas. Según Torres Albero, “a
pesar de la asunción aproblemática del término comunidad científica, e incluso
de su refinamiento con la subdivisión entre comunidades mecánicas y orgánicas
para designar las cristalizaciones del orden científico, la utilización del binomio
conceptual dista de ser adecuada. […] la plasmación de una determinada cultu-
ra científica en uno u otro sentido depende de la peculiar relación que se esta-
blece, en cada caso, entre los distintos factores morales y utilitarios presentes
en el orden científico. Así, es posible que la cristalización cultural devenga en una
comunidad científica orgánica o mecánica, pero también es factible encontrar rea-
lidades empíricas que no encajen bajo los parámetros teóricos de este concep-
to.” (Torres, 1994, cap II)
Expliquemos un poco mejor este problema: según lo que acabamos de de-
cir, es conveniente no postular a priori la existencia de una comunidad para
definir cualquier forma asociativa, agrupación social o conglomerado de cien-
tíficos. La razón de esta prevención de método tiene que ver con las conse-
cuencias teóricas que implica hablar de comunidad científica. Dicho de otro
modo: el término “comunidad” no es neutro. Por el contrario, viene cargado de
sentido, quiere decir algo más que la descripción de una simple agregación
de individuos: implica suponer, por principio, una relación particular entre
esos individuos, y obliga a aceptar por ejemplo, algunos supuestos, según
los cuales en una comunidad:

* los individuos que la componen tienen lazos primarios, o directos, o inme-


diatos, entre ellos;
* las tendencias a la integración prevalecen por sobre los conflictos, reales
o potenciales que pudieran implicar tendencias de disgregación;
* existen objetivos generales o una finalidad particular que se sitúan “por
encima” de los objetivos de los sujetos que la componen, y son superio-
res a ellos;
* existe un sentimiento general y unánime acerca de las características y
los límites de la propia comunidad, así como acerca de los mecanismos
para demarcar dichos límites;
* existe un conjunto de normas o reglas generales que organizan las activi-
dades de sus componentes, y que estas reglas son normalmente compar-
tidas por todos ellos.

Expliquemos un poco más el significado de la lista anterior:


Lo que queremos hacer aquí es un listado de los posibles sentidos “no
neutros” que el término comunidad implica o, mejor, podría implicar. Esto no

55
Universidad Virtual de Quilmes

quiere decir, por supuesto, que cada vez que alguien lo utilice, esté asumien-
do y haciendo propios todos estos sentidos posibles. En muchos casos, co-
mo señalamos, su uso se ha establecido casi como una “convención” entre
los autores, que al aplicarla en investigaciones empíricas despojan de facto
al concepto de casi todos estos sentidos que incluimos. Lo que tratamos de
hacer es mostrar que el concepto, al ser aceptado en forma acrítica “conge-
la” una reflexión que es en sí misma interesante, y que guía todo el desarro-
llo que hacemos en esta unidad: ¿cuál es la forma en que los actores vincu-
lados con el mundo de la ciencia se organizan e interactúan?
Con las prevenciones que señalamos podemos entrar, ahora sí, en la
consideración que se ha hecho del término “comunidad científica”, y el uso
que se le ha dado y se le da en la actualidad. Luego examinaremos, a tra-
vés de otras corrientes y otros autores, las críticas a este concepto, y las
propuestas alternativas para el análisis del problema de la organización so-
cial de la ciencia.
El concepto de comunidad científica aparece por primera vez en el enun-
ciado del epistemólgo (aunque físico de formación) Michael Polanyi, en
1958. Según este autor, “los científicos, hoy en día, no pueden practicar su
actividad de un modo aislado […] Los diferentes grupos de científicos, jun-
tos, forman una comunidad científica. La opinión de esta comunidad ejerce
una profunda influencia en el curso de toda investigación individual. El reco-
nocimiento de las pretensiones de descubrimientos (knowledge claims) está
bajo la jurisdicción de la opinión científica, expresada por los científicos co-
mo un todo.” Muchas de las ideas de Polanyi, sustentadas en la idea de una
comunidad de investigadores que opera como un verdadero regulador y, so-
bre todo, como una autoridad en el espacio social (pero también cognitivo)
de la ciencia, habrán de ser retomadas por Thomas S. Kuhn, en su conocido
libro La estructura de las revoluciones científicas, publicado en 1962, y cuya
repercusión ha sido sorprendentemente, mucho más amplia que la de las te-
sis de Polanyi. Este problema lo retomaremos en la unidad 3.
Sin embargo, quienes mayor utilización han hecho del concepto de comu-
nidad científica fueron, explícita o tácitamente, los sociólogos pertenecientes
a la escuela funcionalista normativa, establecida por Robert Merton y sus
discípulos.

2.2.2.Una organización social estructurada a partir de roles específicos

Más allá de las diferentes orientaciones que cada autor habrá de imprimir a
la interpretación sobre la estructura y el funcionamiento de la comunidad
científica, los autores que se inscriben dentro de la tradición funcionalista
normativa articulan sus proposiciones alrededor de un conjunto de concep-
tos clave: institución, aprendizaje, normas, control social. Asociados con es-
tos conceptos, se plantean tres problemas fundamentales como objeto de
estudio de la comunidad científica:
* los orígenes de la comunidad científica,
* la diversidad de los roles científicos, y
* la naturaleza y la influencia de las normas sociales propias a la comunidad.

Naturalmente, también estas corrientes son portadoras de una concep-


ción implícita sobre la naturaleza del conocimiento científico, aunque para
una mayor claridad, dejamos este aspecto para la unidad siguiente.

56
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Respecto del origen de la comunidad científica, el trabajo más represen-


tativo lo constituye, sin ninguna duda, la tesis doctoral del propio Merton,
“Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del Siglo XVII”, que ya analiza-
mos en la unidad 1 y que constituyó, en buena medida, el punto de largada
de los estudios sociales de la ciencia en general, y sobre sociología de la
ciencia en particular.
El sociólogo estadounidense Joseph Ben-David puso en relación los oríge-
nes de la comunidad científica analizados por Merton, con un problema so-
ciológico particular: la emergencia de un nuevo rol social. En efecto, una co-
munidad no se puede constituir como tal si no se desarrolla un rol particu-
lar, en el seno de la sociedad, que caracterice a todo aquel que pertenezca
a dicha comunidad. Ben-David pone el acento en la importancia de la histo-
ria de las universidades europeas: su formación como cuerpo autónomo (a
veces como corporación) en relación con el resto de la sociedad y sus mo-
dos de organización y diferenciación interna. Pero Ben-David va más allá del
análisis de Merton, y plantea el origen del rol del científico bastante antes
del siglo XVII:

EL ORIGEN DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA

por Joseph Ben-David

Los maestros y/o los aprendices se transformaron en un cuerpo colec-


tivo. El estudiante europeo del siglo xiii no iba a estudiar con un maestro
particular, sino a una universidad particular. Una universidad comprendía
varios miles de estudiantes (eran 6.000 en París hacia el año 1300) y, a ve-
ces, varias centenas de maestros vivían en una comunidad intelectual re-
lativamente bien dotada de recursos y privilegiada. Esta comunidad inte-
lectual gozaba de una independencia que era muy difícil de imaginar por
parte de los intelectuales que estaban al servicio del estado o de la Iglesia.
* * *
Durante el proceso que va desde los siglos xv al xvii, los científicos se
logran imponer socialmente como individuos que “estudian la naturaleza
más que las vías de Dios o del hombre, y utilizando para este fin herra-
mientas matemáticas, medidas y experimentos más que la interpretación
de textos y la tradición, la especulación o la inspiración; una persona que
observa el conocimiento de su tiempo como algo que debe ser mejorado
sin cesar, y considerado como equivalente en dignidad con el filósofo es-
colástico, el teólogo o el literato.
** *
La revolución inglesa ha sido, durante este proceso, de una importan-
cia capital, puesto que desencadenó la fusión, única, entre el cientismo ba-
coneano y las ideologías religiosas puritanas, creando así una base de le-
gitimación para la institucionalización de la ciencia.

Para la lectura de Joseph Ben-David, el proceso de institucionalización


(que ya mencionamos en la unidad 1) resulta clave, e implica, principalmen-
te, dos aspectos:
* el reconocimiento, por parte de la sociedad, de la función característica
de la actividad científica y de su valor intrínseco;
* la formación de un complejo normativo que regula los comportamientos
en el campo de la actividad científica compatible tanto con la realización
de los fines de esta actividad como con la reproducción de su autonomía.

57
Universidad Virtual de Quilmes

Una vez que se cumplen estos dos requisitos, la ciencia puede organizar-
se como una verdadera institución, autónoma y, en el curso de este proceso
de organización - institucionalización, los científicos definen su rol particular,
en un doble sentido: por un lado, diferente de otros roles sociales externos
a las prácticas de la ciencia y, por otro lado, a través de una diferenciación
social interna al propio sistema de la ciencia.
Otro sociólogo adscripto a la corriente normativa–institucional, Norman
Storer (1966), siguió también en la misma línea de Ben-David, en el análisis
y la descripción del papel de los científicos. Storer analiza la institución cien-
tífica recortándola en sub–unidades y estudia a cada una de ellas en térmi-
nos de profesiones. Según este autor, para poder constituirse de un modo
autónomo, los sistemas sociales de las ciencias suponen organizaciones
profesionales internas con relaciones ordenadas y con miembros motivados
a participar en esas relaciones. El científico desempeña, entonces, un papel
en el interior de su profesión. Precisamente, la profesión se caracteriza, se-
gún Storer, por cuatro rasgos principales, asociados a la concepción de pro-
fesión. Así, para él, la profesión científica
a) es responsable de un cuerpo de conocimientos especializados (manteni-
miento, transmisión, extensión, ampliación);
b) tiene una autonomía para el reclutamiento, para la formación y para el
control de los miembros;
c) establece relaciones regulares con el resto de la sociedad para asegurar-
se el sostén y la protección. Puesto que las ciencias no son una “profe-
sión de servicio”, puesto que no venden su saber experto, ellas obtienen
el apoyo, principalmente, a través de la educación superior;
d) tiene un sistema propio de recompensas para motivar y controlar a sus
miembros. La motivación de los científicos para seguir las normas centra-
les de su ciencia provienen, al mismo tiempo, del reconocimiento que re-
ciben y de las relaciones estrechas con sus colegas desde el tiempo de
su formación (socialización prolongada).

En consecuencia, para Storer, las ciencias son sistemas sociales que


motivan y controlan a los individuos operando sobre las recompensas
mutuas que se otorgan. Si un profesional recibe una recompensa de un
“no profesional”, éste podría estar tentado de obviar los principios de la
profesión. Por lo tanto, la pregunta acerca de la naturaleza de la recom-
pensa resulta central para comprender la dinámica del sistema social de
la ciencia. El otorgamiento de gratificaciones es controlado por los cole-
gas y está ligado al objetivo profesional de desarrollo de su cuerpo de
conocimientos.

2.2.3. La comunidad científica como sistemas de intercambio

El mejor exponente de una concepción basada en un sistema de inter-


cambios lo constituye la obra, hoy clásica, escrita por Warren Hagstrom,
“La comunidad científica” (The Scientific Community, publicado por primera
vez en 1965). La concepción de la comunidad científica propuesta por
Hagstrom se asienta en gran medida en la tradición fundada por Merton.
En términos generales, Hagstrom considera a la comunidad científica co-
mo una institución autónoma respecto del resto de la sociedad. Esta co-
munidad está compuesta por grupos sociales que tienen compromisos

58
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

ideológicos específicos, pero esos compromisos no tienen más que una in-
fluencia débil sobre las teorías científicas propiamente dichas.
La comunidad científica se distingue de los grupos que la componen por
su “perspectiva temporal”: mientras que los científicos deben, a menudo, ac-
tuar rápidamente sobre la base de informaciones limitadas, la comunidad
científica generalmente expresa una mayor paciencia y tolerancia respecto
de la evaluación de las teorías que se le presentan. Esta temporalidad pro-
pia de la comunidad científica se revela por lo general como funcional para
la ciencia entendida como institución.
Según Hagstrom, la comunidad científica dispone de diversas estrategias
para prevenir su propia desorganización. Por ejemplo, las autoridades que
controlan el acceso a las redes de comunicaciones científicas pueden recha-
zar la publicación de artículos que juzgan inútilmente polémicos. De hecho,
uno de los aspectos que más le interesa a Hagstrom refiere a la organiza-
ción colectiva de la investigación y, en particular, el control interno de la cien-
cia. Según él, cuando se les pide a los científicos que justifiquen sus obje-
tos o los de sus colegas, la mayor parte de las veces evocan motivos tales
como el gusto, la motivación personal, incluso el sentido estético; y muy a
menudo ignoran completamente la influencia de sus relaciones sociales. Sin
embargo es en esas relaciones, dice Hagstrom, que hay que buscar el meca-
nismo a partir del cual se puede pensar la conformidad con normas y valo-
res característicos de la institución científica.
Para Hagstrom, el lazo que une al científico con la comunidad es de natu-
raleza transaccional: consiste en intercambiar información a cambio de reco-
nocimiento. Hagstrom se interroga: ¿Qué hace un científico, cuando obtiene
resultados que juzga como “probatorios”? Intenta obtener la publicación de
los mismos. Veamos cómo lo explica el propio Hagstrom:

EL RECONOCIMIENTO SOCIAL DEL DESCUBRIMIENTO

Warren Hagstrom

Los manuscritos sometidos a los periódicos científicos son a menudo


llamados “contribuciones” y son, de hecho, dones (gifts). Los autores ge-
neralmente no reciben regalías u otros pagos, y a sus instituciones se les
puede incluso pedir que hagan aportes financieros a los periódicos. por
otro lado, los manuscritos por los cuales los autores sí reciben pagos, ta-
les como los libros de texto y de divulgación son, sino despreciados, sin
duda considerados como mucho menos importantes que los artículos que
contienen resultados originales de investigación.
En general, la aceptación de un don por un individuo o una comunidad
implica un reconocimiento del estatus del donante y la existencia de cier-
tos modos de derechos recíprocos. Estos derechos recíprocos pueden con-
ducir a la obtención de una contraprestación del mismo tipo y valor, como
en muchos sistemas económicos primitivos. En la ciencia, la aceptación de
las contribuciones manuscritas por parte de los periódicos científicos, es-
tablece el estatus científico del donante –en efecto, el estatus de científico
sólo se puede obtener por este tipo de dones y retornos– y le asegura el
prestigio hacia el interior de la comunidad científica.

Hagstrom,(1965)

59
Universidad Virtual de Quilmes

¿Cómo explicar que la comunidad científica pueda reposar sobre una for-
ma de intercambio característica de sociedades arcaicas o “primitivas”?
Hagstrom hace notar, en efecto, que la lógica del “don/retorno del don” con-
tribuye a reducir considerablemente la racionalidad de los comportamientos
económicos: “La racionalidad resulta maximizada cuando los “costos” de las
acciones alternativas pueden ser evaluados, y estos costos se establecen,
por lo general, en los intercambios característicos de los mercados libres”.
Sin embargo, la comunidad científica no reposa, para Hagstrom, sobre la ra-
cionalidad puramente contractual del mercado, sino sobre la de los “servi-
cios profesionales” y ello ocurre por razones puramente funcionales. Según
Hagstrom, “en los intercambios contractuales, cuando los servicios son re-
compensados sobre una base financiera, el cliente renuncia en un grado con-
siderable a su control moral sobre el productor. Es capaz de elegir de un mo-
do racional entre fuentes alternativas de aprovisionamiento. En la ciencia, co-
mo en otras profesiones, este renunciamiento al control moral podría ser una
fuente de desajuste del sistema. El productor de servicios profesionales se
debe sentir comprometido con valores superiores. Se debe sentir responsa-
ble de sus productos e implicado por el hecho de mantener o corregir las teo-
rías existentes e su área. El intercambio de dones a cambio de reconocimien-
to tiende a mantener estas orientaciones.”

2.2.4. Los colegios invisibles


El primero que formuló el concepto de “colegio invisible” ha sido D. Solla
Price, autor que ya hemos comentado en la unidad precedente, en relación
con sus estudios pioneros sobre la medición de la producción científica.
De hecho, su preocupación por los colegios invisibles se halla muy ligada
a la idea misma de producción en la ciencia. Su marco general de análisis
está cercano de la concepción de la ciencia como institución propuesta por
Merton, y se inscribe, también, próximo a una teoría del intercambio como
la que enunciara Hagstrom. Sin embargo, el punto de partida singular de
Price, la producción de artículos por parte de los científicos, le fue impri-
miendo a sus trabajos un sesgo más específico.
Price considera como un verdadero problema a las organización de las pu-
blicaciones científicas en términos de su consumo y producción por parte de
una persona concreta. Lo plantea en estos términos:

SOBRE COLEGIOS INVISIBLES I

Derek de Solla Price

La persona que llega al frente de la investigación encuentra a otros que


poseen parecido adiestramiento sobre el mismo tema y que abordan los mis-
mos problemas e intentan coger manzanas del mismo árbol. Su deseo sería
asimilar el trabajo de estos individuos que son rivales y sus iguales. Desea-
ría aprovechar sus contribuciones más que duplicarlas. ¿Cuántas personas
puede controlar en este sentido? Creo que la respuesta es del orden del cen-
tenar. Con seguridad puede leer un artículo por cada uno que escribe. No
puede, en cambio, asimilar 10.000 artículos por cada uno de los suyos, lo
que equivaldría a que un científico autor de 100 trabajos leería durante toda
su vida un millón de artículos, es decir, algo más de 60 al día. […]
Parece que podemos manejar un consumo efectivo que equivale a
multiplicar por unos pocos centenares el tamaño de nuestra producción.

60
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Quizá los que escriben menos tienen más tiempo para leer que los que son
prolíficos, de modo que se produce un cierto tipo de equilibrio. El autén-
tico investigador seguramente no lee en absoluto, sino que consigue su
información de otras maneras, a través de conversaciones y relaciones so-
ciales. En conjunto, un científico puede relacionarse con un grupo de co-
legas que tiene un tamaño efectivo de unos pocos centenares de miem-
bros; con seguridad no puede relacionarse con 10.000.

Hagstrom, (1965)

Es muy interesante leer en el texto de Price el modo de llegar a estable-


cer cómo se va constituyendo una comunidad “de lectores-escritores”, lo que
significa, de algún modo, avanzar de un modo “científico” en la categoriza-
ción de los intercambios que proponía Hagstrom. La palabra “científico” no
la usamos arbitrariamente; fue precisamente Price quien propuso un giro en
los estudios sobre la ciencia, aplicando criterios más rigurosos para el aná-
lisis de los aspectos vinculados, principalmente, con la comunidad científica,
cuantificando aspectos que hasta entonces sólo se consideraban de un mo-
do cualitativo. Así, fue él mismo quien propuso el desarrollo de una “ciencia
de la ciencia”.
Price analiza, a continuación, cuántos lectores tiene cada una de las re-
vistas científicas, quiénes son los que leen los artículos, con quiénes los
comparten y, muy importante, qué artículos eligen citar cuando ellos mismos
se enfrentan a la escritura de un artículo propio. Así, el análisis de las citas
puede ser utilizado para construir un indicador de los artículos más leídos
(se sobreentiende aquí que los más citados deben ser, forzosamente, los
más leídos). A continuación, es posible identificar si existen revistas particu-
lares cuyos artículos resulten más citados que los de otras revistas compe-
tidoras. Price llega así a establecer el “impacto” esperable de publicar un ar-
tículo en una revista “A” respecto de su publicación en una revista “B”, y lo
que continúa es el armado de una estructura jerárquica compuesta por las
diferentes revistas científicas. A partir de allí construye una curva de distri-
bución de frecuencia de los diferentes impactos relativos de las revistas
científicas según campos de interés determinados.
Como consecuencia del análisis de las diferentes curvas, Price se concen-
tra, tomando como punto de partida los mecanismos ligados a la publica-
ción, en la organización de los diferentes grupos que se relacionan entre sí.
Para él, los congresos son precisamente un síntoma: ellos son un espacio
fundamental de relación de los grupos que se interesan por temas afines, o
que se estructuran a partir de identificaciones grupales precisas. Sin embar-
go, dice Price, resulta insuficiente una reunión al año y surge la necesidad de
una relación más estrecha y continuada dentro del grupo de “cien figuras”.
Así, los miembros que se identifican con la pertenencia a un grupo parti-
cular diseñan procedimientos de comunicación diaria. Existe, según Price, un
complicado sistema de envío, no sólo de separatas, sino de “preprints” (bo-
rradores) y de adelantos del trabajo que se está realizando y de los resulta-
dos que se van a obtener: “la existencia de un grupo se podría comprobar
consultando la lista de “preprints” de una figura y continuando después con
las de las personas que en ella aparecen; se encontraría muy pronto un gru-
po limitado, unos pocos centenares estrechamente asociados, que constitu-
yen una selección entre decenas de miles”.

61
Universidad Virtual de Quilmes

SOBRE COLEGIOS INVISIBLES II

Derek de Solla Price

Estos grupos constituyen un colegio invisible en el mismo sentido


que lo formaron los científicos británicos que más tarde se asociaron pa-
ra fundar la Royal Society. Igual que hicieron éstos, confieren a cada
miembro un estatus y un prestigio que depende de la sanción de sus co-
legas y, sobre todo, resuelven una crisis de comunicación, reduciendo un
grupo amplio a otro selecto en el que resulta posible la relación interper-
sonal. Tales grupos han de ser alentados porque contribuyen a consoli-
dar el estatus de los científicos sin necesidad de aumentar el número de
trabajos que, de otra forma, serían publicados con este fin. Creo que de-
be admitirse que el intercambio científico de alto nivel se ha convertido
en un medio de comunicación importante y que debemos favorecer sus
progresos. (…)
Resulta sorprendente un examen detallado de la incidencia del trabajo
científico en colaboración que muestra cómo ha ido aumentando de forma
constante y progresiva a partir del principio del presente siglo. (…) Una
forma de entender este movimiento hacia la colaboración masiva es con-
siderarla como una extensión natural del crecimiento creado por el cam-
bio constante de la distribución de Pareto de la productividad científica.
Hay una tendencia continua a que aumente la productividad de los autores
más prolíficos y el número de los que los son mínimamente. A medida que
nos aproximamos al límite en ambas direcciones, está claro que algo tie-
ne que ocurrir. Los autores más prolíficos aumentan su productividad por
ser directores de equipos que pueden realizar más trabajos que los que
ellos harían individualmente. El grupo que tiene escasa producción, difí-
cilmente puede crecer si no llega a producir individualmente muchos tra-
bajos importantes.
Price, (1973), cap. 3

Concluye Price que, de hecho, todo este panorama está cambiando rápi-
damente, re-situando el papel de los artículos científicos en el seno de la co-
munidad. Según él, “los colegios invisibles poseen un mecanismo automáti-
co de “feedback” (retroalimentación) que opera para aumentar su fuerza y su
poder dentro del mundo científico y en relación con el ambiente social y po-
lítico. Lo malo es que este mecanismo es de tal tipo que existe el peligro de
que pierdan fuerza y eficacia áreas y países en los que el circuito integrador
no se ha desarrollado todavía.”
Como vemos, si bien una parte del argumento de Price parecía un tanto
sesgado, en la medida en que sólo considera a los centros y a las discipli-
nas más desarrollados, ubicados en los países avanzados, y dejaba de lado
lo que ocurre con las masas de investigadores situados en la periferia. Sin
embargo, a pesar de que Price es consciente de este aspecto de su formu-
lación, no aborda en ninguna parte el problema de la producción científica en
los países de menor desarrollo. Una explicación posible de este sesgo la de-
bemos encontrar en el hecho de que el punto de partida de Price es el aná-
lisis de datos cuantitativos de producción científica y que, históricamente, los
países menos desarrollados, han tenido muy pocos datos sobre la produc-
ción científica de sus investigadores.

62
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

2.3 Los diferentes modos de analizar y comprender la organización


social de la investigación científica II: el campo científico y los cír-
culos de crédito-credibilidad.

2.3.1. El campo científico

El concepto de campo científico fue propuesto originalmente por el sociólogo


francés Pierre Bourdieu, en un artículo muy conocido (aunque sólo reciente-
mente se tradujo al español) publicado en 1975. Para Bourdieu, un campo
científico se puede definir como:
“Un sistema de relaciones objetivas entre las posiciones adquiridas [en
las luchas anteriores], y es el lugar (es decir el espacio de juego) de una com-
petencia que tiene por desafío específico el monopolio de la autoridad cien-
tífica inseparablemente definida como capacidad técnica y como poder so-
cial; o si se prefiere, el monopolio de la competencia científica, entendida en
el sentido de la capacidad de hablar y de actuar legítimamente (es decir de
manera autorizada y con autoridad) en materia de ciencia, y que se le reco-
noce formalmente a un agente determinado”.
En parte, la teoría de Bourdieu se puede inscribir como una particular teo-
ría de intercambio o, aún, de “mercado”, y en este sentido podría pensarse
como una relectura crítica de los trabajos de Hagstrom que comentamos
más arriba. Sin embargo, la teoría del campo de producción simbólica pre-
tende ir (y va, de hecho) mucho más allá que una simple teoría del intercam-
bio entre actores: se refiere, al mismo tiempo, a una teoría de la cultura, a
una teoría de la comunidad científica más compleja, y en particular a una teo-
ría de la dominación social. Todo ello, se inscribe dentro de la teoría socioló-
gica de Bourdieu, que el autor aplicó a diferentes campos de producción sim-
bólica, de modo que el espacio de la ciencia resulta ser, para este autor, uno
más de los espacios sociales que constituyen un objeto para el análisis de
la sociología.
Para Bourdieu, la comunidad científica es un campo social: el universo
“puro” de la ciencia más pura es un campo social como otro. En ese siste-
ma de relaciones objetivas definido por el estado de luchas anteriores, los
individuos o grupos de individuos entran en competencia para obtener el
monopolio de la autoridad científica. Detentar la autoridad científica es de-
tentar un “poder” relativo sobre los mecanismos del campo científico; el po-
der está asociado a una forma específica de “capital social”. Decir de un
científico que posee un “nombre” de prestigio o de notoriedad, es recono-
cerle un poder que tiene una doble naturaleza: social y técnica. Bourdieu se-
ñala la imposibilidad de disociar esas dos dimensiones de la autoridad. Co-
mo lo dice Bourdieu:

EL CAMPO CIENTÍFICO

Pierre Bourdieu

Decir que el campo es un lugar de luchas no es sólo romper con la ima-


gen pacífica de la “comunidad científica” como la ha descrito la hagiogra-
fía científica –y a menudo después de ella la sociología de la ciencia–, es
decir, con la idea de una suerte de “reino de los fines” que no conocería
otras leyes que las de la competencia pura y perfecta de las ideas, infali-
blemente diferenciadas por la fuerza intrínseca de la idea verdadera. Es

63
Universidad Virtual de Quilmes

también recordar que el funcionamiento mismo del campo científico pro-


duce y supone una forma específica de intereses (las prácticas científi-
cas no aparecen como “desinteresadas” más que por referencia a intereses
diferentes, producidos y exigidos por otros campos). […]
Un análisis que intentara aislar una dimensión puramente “política” en
los conflictos por la dominación del campo científico sería tan radicalmen-
te falso como su contraparte, más frecuente, el análisis que no considera
sino las determinaciones “puras” y puramente intelectuales de los conflic-
tos científicos. […]
De una definición rigurosa del campo científico como espacio objeti-
vo de un juego donde se encuentran comprometidas posiciones científicas
se deduce que es inútil distinguir determinaciones propiamente científicas
y determinaciones propiamente sociales de prácticas sociales esencial-
mente sobredeterminadas.

En la práctica, Bourdieu descarta en su análisis toda referencia a la natu-


raleza de las tradiciones científicas, al contenido de las teorías y a los a prio-
ri epistemológicos de los científicos. Su objetivo fundamental es el de esta-
blecer una crítica sociológica de la concepción inmanente del desarrollo de
la ciencia. De un modo particular al del empresario capitalista, el científico
innova, pero no lo hace por azar: innova en un campo y con métodos elegi-
dos en función de su rentabilidad previsible, dado que las informaciones de
las cuales dispone respecto del estado del mercado. La autoridad científica,
observa Bourdieu, no es un capital social como otros. Puede, por cierto, ser
reconvertido en otras formas de capital, pero, una vez más, una vez extraído
de la comunidad científica, no podrá reproducirse según las modalidades que
contribuyeron a su formación. La especificidad de este capital se sustenta
en el hecho de que es el producto de un intercambio entre individuos que es-
tán ellos mismos en situación de competencia por el monopolio de dicho ca-
pital. En la comunidad científica, los individuos tienden a no tener otros
“clientes” posibles que sus competidores.
Esto último significa, según Bourdieu, que “en un campo científico fuerte-
mente autónomo, un productor particular no puede alcanzar el reconocimien-
to del valor de sus productos (…) más que por parte de otros productores
quienes, siendo ellos mismos sus competidores, son los menos proclives a
otorgarle el reconocimiento sin discusión ni examen”. Como consecuencia
de ello, Bourdieu llega a tres conclusiones:
* el intercambio información/reconocimiento es similar a una lucha en el
curso de la cual los individuos intentan hacer admitir a sus competidores
el valor de sus propias teorías;
* el desafío de esta lucha no se limita jamás a la teoría examinada: com-
promete la definición misma de ciencia sobre la cual reposa esta teoría,
definición que corresponde a los intereses específicos de su productor;
* puesto que todo científico es a la vez juez y parte –el que somete su teo-
ría a sus pares pero también el que juzga la teoría que le es sometida–
no existe ninguna instancia neutra que permita establecer una sentencia
entre los competidores: la supremacía de una definición de la ciencia so-
bre otra es siempre la consecuencia de una relación de fuerza entre gru-
pos de interés diferentes.

De un modo similar a Hagstrom, Bourdieu describe la comunidad científi-


ca como un espacio parcialmente “autónomo” –evoca la variabilidad de la

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

“autonomía” de las disciplinas científicas– y analiza allí el control social in-


terno en relación con la voluntad de los científicos por adquirir un reconoci-
miento social. Pero, mientras Hagstrom piensa el desinterés expresado por
los científicos como una consecuencia de la racionalidad orientada por valo-
res de su comportamiento –lo que implica la persistencia de normas y de va-
lores interiorizados por los individuos–, Bourdieu hace de la expresión de ese
desinterés una estrategia de “segundo orden”. El mercado de bienes cientí-
ficos, que Bourdieu propone como una herramienta conceptual, no deja nin-
gún espacio a la moral: si el científico se dice desinteresado es, ante todo,
porque sabe que le conviene el desinterés. Si el científico transforma en su
discurso la sumisión a las leyes del mercado en una obediencia electiva a la
norma, es sobre todo para poder disimular mejor su finalidad profunda: ase-
gurar su dominación sobre sus competidores acumulando “las satisfaccio-
nes del interés bien entendido y los beneficios prácticamente comprometi-
dos por las acciones, sin otra determinación aparente que el respeto por el
desinterés de la regla”.
Esto es así porque, en el campo científico como en el campo de las rela-
ciones de clase, la lucha es siempre la de dominantes contra dominados, es
decir, de grupos de individuos desiguales a causa de sus posiciones diferen-
tes en la estructura de la distribución del capital simbólico. Los “dominan-
tes” están encargados de asegurar la reproducción del orden científico esta-
blecido; los “dominados”, es decir, los recién llegados al campo, privilegian
estrategias de subversión propias para invertir las relaciones de fuerza. Tan-
to en un caso como en otro las estrategias no tienen ningún valor intrínse-
co: no son más que la justificación científicamente oculta del estado particu-
lar de las instituciones con las cuales los científicos están vinculados por
cuestiones de principios.
Para finalizar la exposición de este modelo de análisis, es importante se-
ñalar que la teoría del capital simbólico (o capital científico, cuando se lo
aplica al análisis de los campos científicos en particular), elaborada por
Bourdieu, tiene un origen evidente en la analogía que este autor propone
con la teoría marxista del capital. Así, el capital científico resulta asimilado
a una forma particular de capital, que se produce y se acumula, y que otor-
ga, a quien lo posee y lo controla, la dominación efectiva sobre el campo.
Esta teoría de inspiración marxista del campo científico no parece dejar,
sin embargo, ningún lugar real al actor. Más allá de lo que pueda decir el
científico respecto de sus elecciones teóricas, a sus objetivos y a los medios
para lograrlos, su discurso constituye siempre a priori un medio funcional pa-
ra asegurar su dominación sobre los demás. Las razones teóricas que Bour-
dieu ofrece acerca de sus comportamientos están dictadas por el estado de
las relaciones de fuerza inherentes a la comunidad a la cual pertenecen.

2.3.2. Los círculos crédito-credibilidad

La teoría de la existencia de círculos que se generan sobre las ideas de crédi-


to y credibilidad, propuesta por Bruno Latour y Steve Woolgar, se inspira direc-
tamente en la concepción acerca de la autoridad científica entendida como ca-
pital simbólico, propuesta por Bourdieu. Latour lo reconoce sin vueltas: el so-
ciologismo de Bourdieu es “extremadamente útil para la sociología de la cien-
cia”. Permite, según él, rechazar la ilusión según la cual la comunidad científi-
ca reposaría sobre principios de racionalidad y desinterés. Sin embargo, esta

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Universidad Virtual de Quilmes

teoría resulta, para Latour y Woolgar, insuficiente al menos por dos razones: por
un lado, da una explicación tautológica del interés de los científicos. De hecho,
no hace ninguna referencia al contenido de la ciencia que es producida por los
científicos. Y, por otro lado, según estos autores no hay, en los textos de Bour-
dieu, un análisis del modo en el cual la técnica está ligada al poder social. Es-
ta ausencia puede no ser un problema cuando se estudia la “alta costura” (y
aún así), pero resulta absurda en el caso de la ciencia.
Para remediar estas debilidades, Latour y Woolgar proponen reemplazar la
noción de “autoridad científica” por la de credibilidad. La teoría de la credibi-
lidad se sustenta en una observación simple: cuando se le pide a los cientí-
ficos que describan su comportamiento, éstos utilizan frecuentemente analo-
gías económicas: un científico reconoce, por ejemplo, que su “inversión” en
tal área científica no le ha dado los frutos esperados; otro considera que un
instrumento adquirido recientemente puede hacerle “ganar” tantos artículos
por año, etc. Para Latour y Woolgar, la acumulación de esas analogías mues-
tra claramente que, cuando los científicos describen sus comportamientos,
expresan una necesaria conexión entre los factores internos a la producción
de conocimientos científicos y los factores externos a dicho proceso.

EL CÍRCULO CRÉDITO-CREDIBILIDAD

Latour y Woolgar

Supongamos que los investigadores sean inversores de credibilidad.


Ello trae como resultado la creación de un mercado. La información ha
adquirido un valor, y autoriza a otros investigadores a producir la informa-
ción que permita el retorno del capital invertido. Hay una demanda por
parte de los inversores de una información que puede aumentar el poder
de sus propios inscriptores, y hay una oferta de información de otros in-
versores. Las leyes de la oferta y la demanda crean el valor de la merca-
dería, que fluctúa constantemente según los montos de la oferta, de la de-
manda, del número de investigadores y del equipamiento de los producto-
res. Tomando en cuenta la fluctuación de ese mercado, los investigadores
invierten su credibilidad allí en donde ésta tiene más chances de ofrecer
un retorno más alto. Su evaluación de esas fluctuaciones explica, al mis-
mo tiempo, la referencia que hacen los investigadores a los “problemas in-
teresantes”, temas que “dan beneficio”, “buenos métodos” y “colegas en
quienes se puede tener confianza”, y también por qué los investigadores
pasan su tiempo a cambiar de área de trabajo, a lanzar nuevos proyectos
de colaboración, a adoptar y a desprenderse de hipótesis de acuerdo con
las circunstancias, a reemplazar un método por otro, todo ello sometido a
la extensión del ciclo de credibilidad.

Latour, B. y Woolgar, S. (1995). Cap. 5

Para Latour y Woolgar, no resulta adecuado considerar a este modelo de


mercado como un simple intercambio de bienes a cambio de dinero. Según
ellos, los científicos, de hecho, analizan muy pocas veces el éxito de sus
operaciones en términos de crédito puro; sólo tienen una idea vaga del nú-
mero de veces que su trabajo ha sido citado. No se preocupan normalmen-
te de la distribución de honores, y apenas se interesan por las cuestiones de
crédito y de prioridad. En realidad, dicen los autores, los investigadores dis-
ponen de un medio mucho más sutil que el dinero para dar cuenta del éxito

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

o simplemente para medir los retornos. El éxito de cada inversión se evalúa


en función de la rapidez con la cual aquella favorece la conversión de credi-
bilidad y la progresión del investigador a través del ciclo. El signo de una in-
versión exitosa para un investigador puede ser el número de llamados tele-
fónicos que recibe, el hecho de que sus artículos sean aceptados, el interés
que otros demuestran hacia su trabajo, el hecho de que se le crea más fá-
cilmente, y que se lo escuche con mayor atención, que se le propongan me-
jores puestos, que sus experimentos funcionen bien, que sus datos se acu-
mulen de un modo más confiable y formen un conjunto más creíble. El obje-
tivo de la actividad del mercado, concluyen Latour y Woolgar, es el de exten-
der y de acelerar el ciclo de credibilidad tomado como un todo.
De las muchas observaciones que se pueden realizar al modelo de Latour
y Woolgar, señalaremos sólo las dos que nos parecen más evidentes. La pri-
mera: no parece realista decir que los científicos no estén al tanto (y muy inte-
resados) por saber la cantidad de veces que ha sido citado un artículo propio.
Por el contrario, muy a menudo son los propios científicos quienes esgrimen el
“Science Citation Index” como una espada para mostrar su propio prestigio o,
en palabras de Latour y Woolgar, su propia credibilidad. Naturalmente, lo mis-
mo puede decirse de la distribución de honores: esto está lejos de ser un asun-
to por el cual los investigadores no se preocupen; más bien todo lo contrario.
De modo que no se comprende bien de dónde han obtenido los autores tales
observaciones sobre las conductas de los científicos, tan a contramano de lo
que cualquiera observa en la vida cotidiana de la investigación.
La segunda observación corresponde a la diferencia que parecen hacer los
autores entre “dinero, honores y recompensa”, y las otras formas de “retorno
del crédito” que señalan, tales como una mayor presencia, mejores puestos,
mayor aceptación de sus artículos, etc. Todo ello no parece formar parte de dos
categorías diferentes, y no se entiende por qué unas deberían formar parte de
los dividendos que otorga una inversión determinada y las otras no. De hecho,
si se piensa en este esquema de mercado, tanto unos como otros deberían
ser pensados como diferentes tipos de dividendos, de ganancias del capital, o
cualquiera que sea la metáfora que se utiliza para nombrarlo.
De todos modos, el proceso de conversión de la credibilidad en crédito
(es importante notar que ambos conceptos tienen, en última instancia, la
misma raíz) presenta, como modelo interpretativo, una ventaja fundamental
sobre el análisis de Bourdieu: al escapar del concepto de capital, escapa
también de todas las consecuencias teóricas que dicho concepto trae apa-
rejadas, y que resultan de muy difícil aplicación para el universo de la cien-
cia y de las prácticas científicas. En cambio, en la medida en que permane-
ce dentro de los modelos de analogía de mercado y, más en general, de los
modelos de intercambio, presenta los mismos problemas analíticos que se-
ñalan diversos autores. A continuación desarrollamos, en particular, las críti-
cas que ha elaborado Knorr-Cetina a este conjunto de enfoques.

2.4 Los diferentes modos de analizar y comprender la organización


social de la investigación científica III: las arenas transepistémicas
de investigación.

La socióloga Karin Knorr-Cetina ha sido una de las representantes más impor-


tantes de la corriente “constructivista” que analizaremos más adelante. Bue-
na parte de sus investigaciones han avanzado en la investigación empírica

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Universidad Virtual de Quilmes

dentro de los grupos de investigación y, al mismo tiempo, comienza buena par-


te de sus trabajos con una crítica teórica a lo que llama los modelos que han
pretendido interpretar a la comunidad científica en términos de “mercado”, en
palabras de Knorr, “modelos cuasi-económicos sobre la investigación”. Natu-
ralmente, bajo esta denominación quedan incluidos todos los modelos con-
ceptuales que hacen del intercambio el eje de la estructuración de una comu-
nidad científica particular y, sobre todo, tanto la teoría del capital científico pro-
puesta por Bourdieu, como la del círculo “crédito- credibilidad”, formulada por
Latour y Woolgar. De modo que desarrollaremos aquí las críticas a dichos mo-
delos, incorporando los comentarios de Knorr-Cetina a los nuestros, para com-
prender mejor su propia propuesta de análisis de la comunidad científica, ba-
sada en la existencia de “arenas transepistémicas”.
Así, Knorr-Cetina se ocupa, en particular, de hacer una crítica muy aguda
al modelo de análisis propuesto por Bourdieu. Según ella, la teoría de “cam-
pos” se sustenta, como dijimos, en una analogía con el modelo de mercado
de las actividades científicas. En este marco, la noción de capital simbólico
ocupa un lugar fundamental (el puente privilegiado que hace posible la ana-
logía), puesto que supone que los agentes que acumulen esta especie par-
ticular de capital (que en este caso es la autoridad científica) tendrán una dis-
posición a invertirlo con el objeto de obtener un mayor capital; esto es, una
mayor autoridad científica. El planteo se inscribe, de este modo, en la línea
de una teoría del conflicto o, más exactamente, de la dominación, que con-
trasta fuertemente con las teorías en boga hasta la época, más bien de tipo
normativas, o teorías del orden.
Como vimos más arriba, es en este último punto en donde estriba, precisa-
mente, su diferencia de enfoque respecto de Hagstrom, puesto que, si bien tan-
to este último autor como Bourdieu analizan a la comunidad científica en tér-
minos de intercambios simbólicos, para Hagstrom estos intercambios resultan
funcionales para el conjunto de la institución, mientras que para Bourdieu son
los que articulan las luchas por la dominación de un campo específico.
Sin embargo, como señala acertadamente Knorr-Cetina, el concepto de ca-
pital científico es un compuesto cuyos componentes no están claramente de-
finidos. Así, por ejemplo, el control de los medios de producción en la ciencia
no implica necesariamente un alto grado de reconocimiento profesional, y
aquellos que ostentan la más alta autoridad científica no necesariamente se
apropian del producto de la investigación de otros científicos, condición ésta
necesaria para una teoría del capital que, aunque analógica, debe guardar cier-
ta coherencia con la teoría “de origen” aludida (la teoría marxista del capital).
En este último sentido, la idea de capital, si se toma en cuanta su formu-
lación original, no puede desprenderse del concepto de “apropiación del tra-
bajo ajeno”, por algunas de las vías que así lo hagan posible, es decir, algu-
na modalidad de producción de plus valor. Su extrapolación al campo cientí-
fico no parece adecuarse necesariamente a la dinámica de las relaciones so-
ciales en ese campo. Tal vez sólo parcialmente pueda hablarse de “apropia-
ción de trabajo”, en el sentido de la relación entre directores de unidades (la-
boratorios, institutos) e investigadores y estudiantes de menor jerarquía. Sin
embargo, estas relaciones parecen ser de una naturaleza más compleja que
la sugerida por la búsqueda de la mera apropiación. resulta evidente que los
investigadores que detentan una mayor autoridad científica están mejor do-
tados para imponer los límites y las reglas de juego y, al mismo tiempo, son
quienes tienen acceso a mejores condiciones de producción; pero de allí no

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

se concluye obligatoriamente que la capacidad de acrecentar el “capital cien-


tífico” se sustenta en la apropiación del trabajo de científicos con menor capi-
tal simbólico. En todo caso, se trata de relaciones que implican, a menudo,
una transacción en la cual los científicos con menor autoridad pueden “apro-
piarse” de parte de parte del capital que detenta el investigador con mayor
capital (firma conjunta de artículos).
Por cierto, la situación es diferente si consideramos un horizonte más am-
plio, donde intervienen variables relacionadas con la inserción diferenciada en
la “comunidad científica internacional”; en este caso, la marginalidad relativa
de los grupos de investigación de los países periféricos puede dar lugar a mo-
delos de relación que difícilmente se verifiquen en contextos más integrados.
Knorr-Cetina plantea, en cambio, la existencia de arenas transepistémicas
de investigación, que se constituyen en el locus en el cual se establecen, se
definen, se renuevan o se expanden lo que Knorr-Cetina denomina relaciones
de recursos (que es un concepto clave en su propuesta analítica) que enta-
blan los científicos. Estas relaciones se refieren a un doble ámbito: tanto a
las transacciones entre los científicos mismos cuanto, en un segundo aspec-
to, a las relaciones entre científicos con otros actores.
En este sentido Knorr-Cetina comparte con Latour y Woolgar la preocupa-
ción por señalar que no existe una diferencia significativa entre los factores
“externos” y los factores “internos” en el espacio de la producción de cono-
cimientos científicos. Para esta autora, la separación entre ambas esferas
es sólo una ficción creada por algunos investigadores, que no tiene ningún
sustento desde el momento en que uno se dispone a analizar las prácticas
concretas de los científicos en sus lugares de trabajo. Sin embargo, Knorr-
Cetina se distingue de los trabajos de Latour y Woolgar, en la medida en que
las arenas transepistémicas pretender romper, precisamente, con la idea de
un modelo basado en cualquier forma de analogía de mercado o de una in-
terpretación basada en el intercambio.
Por otro lado, el enfoque de Knorr-Cetina se diferencia, además, del abor-
daje de Bourdieu en la medida en que las relaciones de recursos implican tan-
to la competencia de los diferentes actores, y la lucha por el dominio de los
elementos significativos en la constitución de arenas de investigación, como
los mecanismos de colaboración y de cooperación entre ellos. Por lo tanto,
las relaciones de los actores, en el modelo presentado por esta autora, es-
tán sujetos a configuraciones específicas, y no están a priori sobredetermi-
nados por la competencia por el monopolio de la dominación. Cuando se con-
sideran las cosas desde último sentido, los actores pierden toda capacidad
de diseñar estrategias que escapen a esas determinaciones, y lo que se ob-
tiene es, en consecuencia, un modelo interpretativo largamente sesgado en
relaciones que van en un solo sentido, la competencia, haciendo imposible,
por ejemplo, comprender los sistemas de alianzas y otras relaciones que tie-
nen por objeto fines diferentes del ejercicio de la dominación.

LAS ARENAS TRANSEPISTÉMICAS DE INVESTIGACION

Karin Knorr-Cetina
Los científicos hacen inteligible su trabajo de laboratorio refiriéndose
a compromisos y negociaciones que apuntan más allá del lugar de inves-
tigación (y vuelven inteligible su involucrarse con lo ex situ por referen-
cia a su trabajo de laboratorio). Pero el razonamiento de laboratorio de los
científicos no sólo nos lleva fuera de los límites del sitio de investigación,

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Universidad Virtual de Quilmes

sino que también nos lleva más allá de las fronteras de la especialidad en
la cual un científico –o un fragmento de investigación– es incluido. Nos
confrontamos con arenas de acción que son transepistémicas; ellas invo-
lucran una mezcla de personas y argumentos que no se dividen natural-
mente en una categoría de relaciones pertenecientes a la “ciencia” o “la
especialidad”, y una categoría de “otros” asuntos. Si fuéramos a dividir
una tal arena de acción en términos de estas categorías nos encontraría-
mos en dificultades para justificar nuestra demarcación. […]
Así como no hay ninguna razón para creer que las interacciones entre
los miembros de un grupo de especialidad sean puramente “cognitivas”,
tampoco hay razón para creer que las interacciones entre los miembros de
una especialidad y otros científicos o no-científicos se limiten a transfe-
rencias de dinero u otros intercambios comúnmente categorizados como
“sociales”. Los agentes subsidiantes y los vendedores de las industrias
pueden negociar la adecuación de una elección técnica particular con un
especialista, y los colegas de especialidad discuten regularmente las deci-
siones financieras, personales, y otras que son “no-científicas” entre sí en
los departamentos de las universidades y los institutos de investigación.
Mi argumento es que si no podemos presumir que las elecciones “cogniti-
vas” o “técnicas” del trabajo científico están exclusivamente determinadas
por el grupo de pertenencia a una especialidad de un científico, no tiene
sentido buscar una “comunidad de especialidad” como el contexto rele-
vante para la producción de conocimiento. […]
Las elecciones técnicas del laboratorio nos remiten a arenas transepis-
témicas de la acción que son a la vez más pequeñas y más extensas que las
comunidades generalmente postuladas en los estudios sociales de la cien-
cia. Son más pequeñas en el sentido de que la preocupación de los cientí-
ficos gira en torno a unas pocas personas centrales y arenas de operación,
las cuales son actualizadas, transformadas y renegociadas por medio de la
comunicación directa o indirecta.

Para hacer operativa su visión acerca de las arenas transepistémicas co-


mo el modelo de análisis del espacio de la ciencia, Knorr-Cetina propone ha-
blar de relaciones de recursos. Estas relaciones a las cuales se recurre, o de
las cuales se depende, para obtener insumos o apoyo. El punto central de es-
te concepto es que se habla, en primer lugar, de relaciones y que estas rela-
ciones organizan las transacciones tanto entre especialistas (los propios in-
vestigadores) como entre científicos y no-científicos. Para la autora, “es vital
darse cuenta de que los intereses que sostienen la definición de algo como
recurso, la equivalencia entre recursos definidos de modo dispar y, más ge-
neralmente la convertibilidad de los recursos son, a la vez, negociados en las
relaciones de recursos. Esto significa que no podemos invocar, sin dificulta-
des, los intereses de un agente para explicar por qué algo se percibe y adop-
ta como recurso.
El concepto de “interés” por parte de los científicos lleva al modelo de
Knorr-Cetina a un plano sustantivamente diferente de los modelos de in-
tercambio cuasi-económicos que hemos analizado. En la medida en que
existe un interés particular por la parte de un actor, dicho interés no re-
sulta de una visión objetiva del espacio de relaciones, sino que se cons-
truye a través, precisamente, de dicha relación. No se supone, por lo tan-
to, a priori, que esas relaciones tengan como motivación el conflicto ni la
cooperación, sino que en cada caso se deben analizar las configuraciones
de actores particulares, estableciendo principalmente las diferentes lógi-
cas yuxtapuestas que funcionan en cada una de las tomas de posición por

70
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

parte de los actores y, sobre todo, en el modo en que se construyen di-


chas relaciones.
Los recursos a los que se refiere esta autora pueden ser entendidos, con-
secuentemente, como todo aquello que resulta movilizado por los actores,
en función de las propias estrategias y de las relaciones en las que se en-
cuentra organizada su actividad. Así, los mecanismos de financiamiento, la
obtención de equipos para la investigación, pero también la cooptación de jó-
venes investigadores o becarios, son ejemplos de relaciones de recursos
que establecen los científicos, particularmente con agentes no-científicos. Al
mismo tiempo, los científicos entablan, necesariamente, relaciones de recur-
sos que adoptan, tanto las formas del conflicto y la competencia, como las
de la colaboración y la cooperación con otros agentes científicos.

2.5 Comparación entre las diferentes perspectivas. ¿Es posible


pensar otro modelo?

Hemos repasado hasta aquí los diferentes modelos de pensar, analizar e inter-
pretar la organización y la dinámica en el mundo de la ciencia. Dos variables
se pueden cruzar para comprender el modo que se proponen los diferentes en-
foques: por un lado, los abordajes que se sustentan en normas y valores que
organizan la institución, versus los enfoques que ponen el énfasis en las rela-
ciones que establecen los actores. En este sentido, podemos alinear a todos
los enfoques que proponen alguna modalidad de intercambio entre los agen-
tes que participan del proceso, dentro de una misma categoría: Hagstrom,
Bourdieu, Latour y Woolgar. La otra variable sería la que opone a las teorías del
orden versus lo que denominamos teorías del conflicto. En este caso, tendre-
mos en un mismo conjunto a todos los autores que han propuesto el concep-
to de “comunidad científica” (Ben-David, Solla Price, Hagstrom, Merton), frente
a autores como Bourdieu o Latour y Woolgar. El análisis de Knorr-Cetina es di-
ferente, y no encaja en esta última variable, dado que un punto central de su
argumentación es el de plantear que las relaciones entre los diferentes agen-
tes son al mismo tiempo de conflicto y de colaboración.
Podríamos agregar otra variable adicional que resulta de gran importancia
para el estudio de los problemas relacionados con el mundo de la ciencia: la
separación entre los aspectos sociales y los aspectos cognitivos inherentes
a la investigación científica. Sin embargo, no haremos aquí más que anun-
ciar este problema, ya que su discusión in extenso será, precisamente, uno
de los objetos de la unidad siguiente.
Resulta evidente que, de todos los enfoques, el de Knorr-Cetina es el que
mejor parece explicar la organización y el funcionamiento de las relaciones
sociales en el área de la producción de conocimientos científicos. Sin embar-
go, su enfoque dista de ser comprensivo de todos los problemas que se pre-
sentan para el estudio de la llamada comunidad científica. En todo caso, el
problema más importante que surge cuando se analiza el planteo de esta au-
tora, es que su formulación está referida a un nivel de agregación más bien
micro. Por lo tanto, muchos de los aspectos que resultan evidentes en un ni-
vel macrosocial se escapan a la categorización realizada en función de are-
nas transepistémicas y de las relaciones de recursos. A ello debemos agre-
gar que las relaciones, entendidas en su conjunto, entre la ciencia, la produc-
ción de conocimiento científico y el conjunto de actores significativos de la

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Universidad Virtual de Quilmes

sociedad, resulta difícil de comprender si se parte sólo desde una perspec-


tiva microscópica de las prácticas de los científicos y de sus relaciones con
no científicos. Formular como problema de estudio el de las amplias relacio-
nes entre ciencia y sociedad requiere, necesariamente, de otros instrumen-
tos de análisis. Sin duda, debemos elaborar alguna forma de comprensión
acerca de la comunidad científica (u otra forma de denominación que se eli-
ja) en su conjunto, pero éste será sólo un elemento para la comprensión del
lugar de la ciencia en las sociedades modernas.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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Bourdieu, Pierre (1994): “El campo científico” REDES Nº 2, vol. 1

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Casas, Rosalba (1980): La idea de comunidad científica: su significado teórico y


su contenido ideológico. Revista Mexicana de sociología. Vol.XLII, Nº 3. (13 págs)

Knorr-.Cetina, Karen (1996): “¿Comunidades científicas o arenas transepis-


témicas de investigación? Una crítica de los modelos cuasi-económicos de la
ciencia.” En REDES Nº 7, vol. 3. (30 págs)

72
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Latour, Bruno y Woolgar, Steve (1995): La vida de laboratorio. Madrid, Alian-


za Universidad. Cap. 5. (56 págs)

Price, Derek de Solla (1973): Hacia una ciencia de la ciencia. Barcelona,


Ariel. Cap. 3 (40 págs.)

Torres Albero, Cristóbal (1994): Sociología política de la ciencia. Madrid, CIS.


Cap. 2, ptos III y IV. (58 págs).

73
3

La naturaleza del conocimiento científico

3.1 Resumen del desarrollo de las concepciones teóricas que inten-


taron comprender e interpretar la naturaleza del conocimiento cien-
tífico desde las ciencias sociales.

Como ya explicamos en la Unidad 1, el desarrollo de diversas perspectivas que


se propusieran analizar a la ciencia y las prácticas científicas desde una mira-
da propia a las ciencias sociales es relativamente reciente si se la compara
con otros objetos de estudio de las ciencias sociales. Sin embargo, pese a es-
te retraso relativo, ya existe una historia en este campo de estudios que lleva
más de cincuenta años y que ha dado origen a diversos “movimientos”.
Naturalmente, la riqueza de abordajes y perspectivas es demasiado am-
plia, y lo que haremos aquí es describir brevemente aquellas que considera-
mos como más significativas para el desarrollo de la reflexión y la investiga-
ción sobre la ciencia. Para ello, ponemos el énfasis, en particular, en el mo-
do en el cual cada una de las corrientes ha caracterizado e interpretado la
naturaleza del conocimiento científico. Aunque esta interpretación acerca de
su naturaleza no siempre se hace explícita en cada autor o conjunto de au-
tores, es posible identificarla claramente aun cuando se encuentre implícita
en las investigaciones y supuestos teóricos. Dicho de otro modo: todos los
autores y todas las corrientes llevan implícita alguna interpretación acerca de
la naturaleza del conocimiento científico que las identifica y que opera como
una plataforma sobre la cual se asientan las investigaciones.
Naturalmente, cuando abordamos, en la unidad anterior, el problema de
la organización social de la ciencia, ya hemos hecho referencia a más de una
de las corrientes implicadas en estos movimientos, toda vez que estamos
cruzando (en la unidad 2) un tópico o un problema (la organización social) con
el enfoque de corrientes o abordajes históricos que presentamos aquí. De
modo que algunas de las perspectivas, y su comprensión acerca de la natu-
raleza del conocimiento se han ido esbozando o insinuando previamente.
Lo anterior es necesariamente así porque, de toda evidencia, hablar des-
de la sociología de la ciencia de la naturaleza del conocimiento científico im-
plica, necesariamente, poner en discusión a los sujetos sociales encargados
de llevar adelante la interacción con la naturaleza, de interactuar con ella pa-
ra producir u obtener el conocimiento que será socialmente validado.
De un modo resumido, es posible plantear que existen tres grandes mo-
vimientos que se despliegan durante las últimas décadas:
* el paradigma mertoniano;
* el giro post-kuhniano;
* los nuevos enfoques.

El primero de ellos, el “paradigma” fundado por Merton, esbozado desde


fines de los años 30 y comienzos de los años 40, resulta prácticamente he-
gemónico hasta bien entrados los años 60. Y su fuerza y presencia en el

75
Universidad Virtual de Quilmes

campo ha sido tan protagónica, que constituye, de hecho, la única corriente


a la que se ha podido aplicar retrospectivamente, el concepto de verdadero
“paradigma”. Por ello, lo presentamos en los acápites que siguen, como la
corriente que representa, en sociología de la ciencia, los modelos “clásicos”,
así como los autores, fundadores de la sociología misma, como Karl Marx,
Emile Durkheim y Max Weber han merecido el nombre de “clásicos” para el
pensamiento sociológico contemporáneo.
Hacia fines de los años sesenta y, sobre todo, a comienzos de los años
setenta, el paradigma mertoniano fue puesto en cuestión. Un conjunto de au-
tores, utilizando la obra del historiador de la ciencia Thomas Kuhn como un
instrumento, propusieron la necesidad de formular una “nueva” sociología,
ya no de la ciencia, sino del conocimiento. Así surgió, como pionero y como
emblema, el hoy famoso “Programa Fuerte” enunciado por el matemático y
sociólogo inglés David Bloor, y que marcó el nacimiento de muchas otras co-
rrientes, no siempre convergentes, que enriquecieron notablemente el nue-
vo campo de estudios sobre la ciencia.
Ya en los años noventa, el panorama es mucho más complejo que hace
unas décadas: resulta, de hecho, difícil determinar qué corrientes predomi-
nan con claridad, y es mejor hablar de diferentes abordajes y, aún, de dife-
rentes autores, que de escuelas de pensamiento formalmente constituidas.
Este verdadero “estallido” de ningún modo debe ser evaluado en forma ne-
gativa, sino que puede ser pensado como la marca de una relativa madurez
en el avance de los estudios sobre la ciencia, en particular por la gran mag-
nitud de estudios empíricos que se han desplegado en los últimos años. Di-
cho de otro modo, y expresado con una paradoja habitual en las ciencias so-
ciales: sabemos hoy mucho más acerca de los aspectos sociales de la cien-
cia, y de sus prácticas y de sus relaciones múltiples con la sociedad y, al mis-
mo tiempo, tenemos muchas más preguntas que formularnos, cuyas res-
puestas irán orientando las investigaciones en el futuro, generando nuevas
preguntas y produciendo nuevas interpretaciones conceptuales.

3.2 Los modelos clásicos: la división entre epistemología y


sociología de la ciencia y la construcción de una “caja negra”

El marco conceptual sobre el cual se asienta Merton es, sin duda, su ins-
cripción dentro de la corriente estructural-funcionalista norteamericana, fun-
dada por Talcott Parsons, Pitrim Sorokin y en la cual surgiría también Paul
Lazarsfeld. De algún modo, y pecando a sabiendas de un simplismo excesi-
vo, es posible plantear la idea de que la concepción del sistema social, tal
como fuera enunciado por Parsons, representaba, desde los años treinta,
un intento por construir una interpretación sociológica claramente antagóni-
ca del marxismo, inspirado en la comprensión de la sociedad como un con-
junto articulado de instituciones cuyas funciones sociales están determina-
das por un “lazo social” que debe operar como un dispositivo que integre a
los sujetos sociales, procesando los conflictos en términos de adecuación
a las normas vigentes, ellas mismas surgidas de un difuso consenso, que
define al mismo tiempo la integración al sistema y el papel de los sujetos y
de las instituciones en su seno.
Sin embargo, el valor de la obra de Merton va mucho más allá: por un la-
do, Merton mismo procura superar la identificación con el funcionalismo de

76
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Parsons, situándose en una posición que se inscribe como continuidad de la


“sociología clásica” (Marx, Durkheim, Weber). Por otro lado, porque Merton
critica por igual a la sociología de raíz europea, puesto que ésta aborda te-
mas sustantivos, pero desde una perspectiva macro que impide un análisis
más profundo (aquí la crítica le cabe también al propio Parsons), y a la so-
ciología norteamericana, puesto que ésta desarrolla investigaciones con ma-
yor profundidad, pero sobre temas más triviales. Frente a ambas posiciones,
Merton desarrolla las “teorías de alcance intermedio”, que permitirán abor-
dar problemas sustantivos del análisis sociológico, desde un nivel de análi-
sis que permita un mayor conocimiento empírico.
En este contexto, la preocupación de Merton es la de investigar el funcio-
namiento de la sociedad en el plano de las instituciones, más acotado que
el del “sistema social” parsoniano, y más apto para profundizar tanto en el
funcionamiento interno de una institución determinada como tal, como con
sus funciones respecto del conjunto de la sociedad en la cual dicha institu-
ción opera. Así, sus intereses respecto de la ciencia entendida como institu-
ción pueden ser comprendidos tanto desde la lectura que implique un avan-
ce conceptual para el desarrollo de la teoría social, como un estudio singu-
lar acerca del funcionamiento de la ciencia como institución. Esto último lle-
va, consecuentemente, a una doble dimensión: las relaciones ciencia-socie-
dad y la dinámica interna de la comunidad científica que encarna, finalmen-
te, dicha institución.
Por lo tanto, tomemos como punto de partida el hecho de que Merton de-
sarrolla sus ideas e investigaciones acerca de la ciencia a partir de dos ejes
problemáticos diferenciados. El primero de ellos, enunciado en sus “Estu-
dios sobre sociología de la ciencia”, se centra en las relaciones, entendidas
en un nivel “macro”, entre la ciencia y la sociedad. Según el propio Merton:

(...) la interdependencia dinámica entre la ciencia, como actividad


social en marcha que da nacimiento a productos culturales y de
la civilización; y a la estructura social que la envuelve. Las relacio-
nes recíprocas entre la ciencia y la sociedad son el objeto de in-
vestigación (...).

Este primer eje de sus investigaciones se corresponde con lo que podría-


mos llamar “el primer Merton”, y se expresa, sobre todo, en la elaboración
de su tesis “Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII”, y
en los artículos que publicó durante los años cuarenta (en particular, “La
ciencia y el orden social” y “Ciencia y tecnología en un orden democrático”),
en donde su preocupación fundamental estaba dirigida a determinar –y a de-
fender, claro- la autonomía de la ciencia, entendida como una institución par-
ticular de la sociedad.
Merton estaba seriamente preocupado por la irrupción de poderes exter-
nos a la propia comunidad científica, sobre todo del poder político, como per-
cibía que ocurría, sobre todo, en la Alemania nazi y, en menor medida, en la
Unión Soviética. Más adelante veremos cómo la preocupación por las influen-
cias externas, y en consecuencia el análisis de la autonomía de la investiga-
ción, ha sido uno de los motivos de la construcción de una sociología que no
podía pensarse más que en los aspectos externos a los procesos de produc-
ción de conocimiento científico.

77
Universidad Virtual de Quilmes

La segunda dimensión del análisis de Merton nos remite a la considera-


ción de la ciencia como institución y, sobre todo, a la dinámica del funciona-
miento interno de dicha institución. Esta dinámica reposa, en gran medida
en la formulación de las normas que rigen el funcionamiento de la institu-
ción, y adquieren tal centralidad en el análisis de Merton, que buena parte
de los autores posteriores habrán de referirse a sus trabajos como una so-
ciología normativa de la ciencia.
El conjunto de normas que regulan y explican la perspectiva moral de la
ciencia se resume (y constituye) en lo que Merton denominó la existencia de
un ethos particular en el mundo de la investigación científica. Es necesario
remarcar que resulta ambiguo el carácter estrictamente normativo que ad-
quieren estos conjuntos de normas, puesto que su expresión ética, anclada
en un “deber ser” que forma parte, indudablemente, del discurso científico,
carece en la mayor parte de los casos de la contraparte punitiva que su vio-
lación implica. Dicho de otro modo, es difícil de comprender, sociológicamen-
te, un conjunto de normas cuya violación no resulta explícitamente sanciona-
da por las comunidad o por alguna autoridad representativa o competente.
Veamos, pues, el modo en el que Merton define el ethos de la ciencia:

EL ETHOS DE LA CIENCIA

Robert Merton

La meta institucional de la ciencia es la ampliación de los conocimien-


tos comprobados. Los métodos técnicos empleados para ese fin proporcio-
nan la definición adecuada del conocimiento: predicciones empíricamen-
te confirmadas y lógicamente congruentes. […]
Toda la estructura de normas técnicas y morales lleva a la consecución
del objetivo final. La norma técnica de la prueba empírica, suficiente, vá-
lida y fidedigna, es un requisito previo para la predicción verdadera sus-
tentada; la norma técnica de la congruencia lógica, un requisito previo de
la predicción sistemática y válida. La moral de la ciencia tiene una expli-
cación racional metodológica, pero es obligatoria no sólo porque es eficaz
desde el punto de vista del procedimiento, sino porque se la cree justa y
buena. Es un conjunto de prescripciones tanto morales como técnicas.
(Merton, Robert (1968, edición castellana, 1992): “Estudios sobre so-
ciología de la ciencia”, y “La ciencia y el orden social”, en Teoría y estruc-
tura social. México, Fondo de Cultura Económica.)

Los cuatro conjuntos normativos básicos esbozados por Merton son los
siguientes:
* Universalismo: las pretensiones a la verdad deben ser sometidas a crite-
rios impersonales preestablecidos; la consonancia con la observación y
con el conocimiento anteriormente confirmado. En todas las épocas, aún
soportando presiones en contrario, los científicos adhirieron al carácter in-
ternacional, impersonal y prácticamente anónimo de la ciencia.

* Comunismo (más tarde devenido “comunalismo”, según la propuesta de


Barber): Significa la propiedad común de los bienes. Los descubrimientos
de la ciencia son un producto de la colaboración social y son asignados
a la comunidad. Constituyen una herencia común en la cual el derecho del
productor individual está muy limitado.

78
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

* Desinterés: El desinterés científico debe entenderse como una pauta dis-


tintiva de control institucional, y no como las motivaciones personales de
los científicos. La casi inexistencia del fraude o de conductas fraudulen-
tas en la ciencia debe interpretarse por el hecho de que, al tener que so-
meterse a la verificabiblidad de resultados, la actividad científica está so-
metida a un control policíaco. La exigencia del desinterés tiene una base
firme en el carácter público y contrastable de la ciencia, y es esta circuns-
tancia la que contribuyó al "carácter íntegro" de los científicos.

* Escepticismo organizado: Es un mandato metodológico e institucional. El


investigador científico no respeta la brecha entre lo sagrado y lo profano:
todo debe ser sometido a un análisis crítico y todo debe ser verificado.
Merton ve aquí una de las causas posibles de la resistencia a la intromi-
sión de la ciencia en otras esferas sociales; no sólo la religión organiza-
da, sino también (y cada vez más) grupos económicos y políticos.

Es necesario prestar atención al hecho de que hay, en la concepción de


Merton, dos concepciones complementarias y antagónicas: por un lado, y la
que parece más evidente, está marcada por el racionalismo respecto de la
ciencia como institución. Sin embargo, en un segundo plano, emerge una
concepción antipositivista de la acción social. Veamos con mayor atención la
primera de ellas: la ciencia es comprendida como una actividad acumulativa,
que se va enriqueciendo con el aporte personal de cada uno de los sujetos,
quienes se apoyan los unos sobre el conocimiento establecido por los otros
(sus antecesores) para ir edificando y fortaleciendo progresivamente la “gran
empresa” del conocimiento. Entendida la institución de este modo, las nor-
mas resultan funcionales al crecimiento de la ciencia, en la medida en que
su observancia supone un estímulo para la producción individual desintere-
sada. Cada uno tomado de un modo individual se asienta, en palabras de
Merton, como si fuera un enano subido sobre “hombros de gigantes” (frase
cuyo origen, aunque incierto, parece remontarse a la época de Isaac Newton,
o tal vez antes), con el fin de poder mirar más lejos.
Paralelamente a esas normas, Merton analizó los diversos sistemas de
recompensas y reconocimiento que existen en la ciencia y profundizó, par-
ticularmente, en el mecanismo que él mismo denominó eponimia, que con-
siste en otorgar la recompensa a través del otorgamiento del nombre del
propio autor (científico) a una porción significativa del conocimiento que
ese mismo autor contribuyó a establecer, según un orden jerárquico esta-
blecido. Así, quienes hubieren realizado contribuciones mayores, recibirán,
en consecuencia, recompensas mayores. Así, por ejemplo, en el más alto
grado de reconocimiento se ubican quienes estuvieron en el punto de in-
flexión de una revolución científica, y que dieron origen a una nueva forma
de pensar el mundo físico o natural. Así se puede hablar de toda una épo-
ca euclideana (por Euclides, fundador de la geometría en el mundo griego)
o de una época newtoniana (por Newton). En un orden decreciente de im-
portancia se sitúan los iniciadores de nuevas disciplinas, como Freud y el
psicoanálisis, o Comte y la sociología. Luego, siempre bajando en la jerar-
quía, encontramos a quienes propusieron principios o leyes de gran impor-
tancia, como Arquímedes, Lavoisier, Ohm o Kepler (a algunos de ellos se
los utilizó, incluso, como unidad de medida, como Ohm, Volt o Coulomb). Y
así sucesivamente, hasta aquellos que encontraron “efectos” particulares

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Universidad Virtual de Quilmes

(efecto Doppler, etc.), o “números” que cumplen alguna característica es-


pecial (número de Avogadro, constante de Planck, etc.).
En principio, estos modos de recompensa resultan funcionales a la con-
cepción acumulativa de la ciencia, en la medida en que estimula a quienes
están en condiciones de realizar contribuciones, puesto que las que sean
consideradas como más relevantes serán más recompensadas, y ello esti-
mulará, en última instancia, la mayor acumulación de conocimientos y, por lo
tanto, el fortalecimiento de la ciencia en su conjunto.
El anterior es, típicamente, el caso de una función manifiesta. Su evidente
cumplimiento, regulado por normas específicas, fortalece la funcionalidad de
la institución en su conjunto (el papel de la ciencia en la sociedad). Pero ¿qué
ocurre cuando, en la práctica, se verifica que puede ocurrir lo contrario? Eso
es precisamente lo que descubre Merton cuando analiza en profundidad el
problema de la atribución de prestigio y recompensas en la ciencia: advierte
con inteligencia que muy a menudo aquellos que han realizado contribuciones
significativas en el pasado, reciben una recompensa por sus trabajos presen-
tes mucho más que proporcional a contribuciones semejantes realizadas por
científicos menos prestigiosos. Así, el mismo artículo puede ser aprobado o
rechazado según el prestigio previo del que goza el autor, o un científico pue-
de obtener más dinero para sus investigaciones aunque sus propuestas sean
iguales en méritos a las de otros colegas. A esta desigualdad en el otorga-
miento de recompensas Merton la denomina como el “efecto Mateo” en la
ciencia: “se da más a quien ya tiene, y muy poco o nada al que nada tiene”.
Sin embargo, en la medida en que esta norma se verifica muy frecuente-
mente en la práctica cotidiana, desde la perspectiva analítica de Merton de-
be ser funcional al progreso de la ciencia. Sin embargo, esto implica una vio-
lación a la normativa que establece un sistema de recompensas que es pro-
porcional al esfuerzo y contribución de cada sujeto. ¿Cómo podría ser funcio-
nal tanto una norma como su violación sistemática? He aquí un problema ló-
gico, que Merton resuelve con astucia: es aquí en donde establece la distin-
ción conceptual entre funciones manifiestas (la proporcionalidad) y funciones
latentes (el efecto Mateo). El efecto Mateo puede parecer disfuncional en la
medida en que resulta una actividad sistemática y no una violación aislada
de las normas establecidas, pero esto pondría en cuestión todo el edificio
teórico. Así, plantea que detrás de la aparente disfuncionalidad de la despro-
porción de las recompensas, se esconde una función latente, que supone
que quienes ya hubieran realizado contribuciones importantes al edificio de la
ciencia, tendrán más probabilidades de realizarlas en el futuro.
Con todo, en esta construcción ya no estamos ubicados en el puro plano
racional de los actores, sino que se ha desplazado hacia la segunda dimen-
sión que mencionamos más arriba: la concepción antipositivista de la acción
social, que contrasta claramente con la estricta racionalidad acumulutaiva y
progresista impresa en la primera dimensión. Problemas tales como las lu-
chas por las prioridades, o los conflictos por la originalidad y el plagio, refuer-
zan, del mismo modo, esta contradicción.
Veamos ahora, para finalizar, cómo llega Merton a plantear una sociología
de la ciencia que resulte externa a las prácticas de conocimiento científico,
puesto que es éste el punto clave de ruptura que habrán de proponer los su-
cesores y continuadores de la sociología del conocimiento.
Como señala Steve Wollgar (1991), la principal preocupación de la so-
ciología normativa de la ciencia (cuyo inspirador fue, como vimos, Robert

80
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Merton) se ha centrado en cómo la ciencia, en tanto que institución social


en rápido crecimiento, se autoorganiza y autoregula. Se ha prestado espe-
cial atención a la relación existente entre los productores del conocimien-
to: sus roles sociales, la naturaleza del sistema de remuneraciones, la
competitividad y, especialmente, el sistema de normas según el cual se
guían las acciones de los científicos.
Sin embargo, en la descripción del programa de investigación de Merton
queda explícitamente de lado todo aquello que se relaciona con las prácti-
cas concretas de producción de conocimientos, sus métodos, los recursos
técnicos y, sobre todo, el contenido de las investigaciones. Como el mismo
Merton admite, en uno de sus artículos más conocidos:

LA CIENCIA Y EL ORDEN SOCIAL

Robert Merton

Aquí nos ocuparemos de la estructura cultural de la ciencia, esto es, un


aspecto limitado de la ciencia como institución. Así, consideraremos, no los
métodos de la ciencia, sino las normas con las que se los protege. Sin du-
da, los cánones metodológicos son a menudo tanto expedientes teóricos co-
mo obligaciones morales, pero sólo de las segundas nos ocuparemos aquí.
Este es un ensayo sobre sociología, no una incursión por la metodología.

Este pasaje resulta fundamental, porque explica la división tajante que es-
tablece Merton entre el dominio de la sociología y de otras disciplinas. Todo
lo que parece pertenecer al campo “externo”, es decir, lo que nos refiere a
los científicos y a las relaciones entre ellos, y a las instituciones en donde
trabajan, queda afuera del alcance de la sociología. Por el contrario, los as-
pectos “internos”, relacionados con las prácticas científicas, con la formula-
ciones de proposiciones, con el contenido de los conocimientos, con las teo-
rías y explicaciones sobre el
mundo físico y natural, corresponden, o bien al campo de estudio de la
epistemología, de la filosofía de la ciencia, o de la historia “internalista” de
las ciencias.
En consecuencia, todos estos últimos aspectos que señalamos quedan,
pues, resumidos por Merton bajo la denominación genérica de “problemas
de método”. Es así que se va construyendo lo que sus críticos llamarán más
tarde una verdadera “caja negra”, en la cual ingresan insumos, bajo la forma
de recursos, contextos institucionales, relaciones sociales, etc., pasan por
un conjunto de procesos que se prefiere ignorar (los métodos) y emergen pro-
ductos, es decir, conocimiento verdadero. En un esquema, esta idea podría
representarse así:

81
Universidad Virtual de Quilmes

El hecho de que la obtención de conocimiento “verdadero” no sea proble-


mática para Merton ensambla los aspectos “internos” de la ciencia como ins-
titución (no confundir con los aspectos internos de la ciencia como proceso de
investigación) con los aspectos externos de la relación ciencia–sociedad. Es-
to se explica, desde esta perspectiva, porque aquél depende exclusivamente
de la correcta aplicación de los métodos adecuados, sin interferencias de nin-
gún tipo. Dicho de otro modo: cuando los científicos trabajan de un modo au-
tónomo y libres de toda influencia exterior (en particular del mundo político),
su consecuencia lógica es la aplicación de los métodos correctos y, por lo tan-
to, de conocimiento verdadero. Allí, los sociólogos no tienen nada que decir
puesto que, como vimos, nada tienen que opinar sobre los métodos (ellos es-
capan al ámbito de su investigación), y sólo pueden investigar los factores so-
ciales que “recubren” los procesos de investigación.
Finalizamos nuestra exposición con una pregunta: ¿Qué sucede cuándo
se obtiene conocimiento falso o no certificado como válido? Esto es, para
Merton, la consecuencia de la injerencia de factores ajenos al mundo de la in-
vestigación, que han perturbado la correcta aplicación de los métodos científi-
cos. Ya ofrecimos antes los dos ejemplos clásicos de este tipo de interferen-
cias: la acción sobre los científicos por parte de los regímenes de la Alema-
nia nazi y del gobierno soviético (aunque Galileo y las presiones que sobre él
hizo recaer la Iglesia pueden ser un excelente antecedente que Merton po-
dría suscribir). En un campo autónomo de injerencias extrañas, sólo factores
sociales (extracientíficos o, mejor, como los denomina Merton, extrateóricos),
pueden irrumpir para que la empresa de la investigación científica no produz-
ca, simplemente, conocimiento verdadero.

3.3 La puesta en cuestión de los modelos clásicos: las lecturas de


Kuhn y su utilización como un arma antimertoniana.

Como ya señalamos, los trabajos de Merton fueron largamente hegemónicos


en el campo de los estudios sociales de la ciencia hasta fines de los años
sesenta. A partir de allí, sin embargo, comenzaron a surgir diversos cuestio-
namientos respecto de la sociología normativa. La mayor parte de estos
cuestionamientos encontró en el libro de Thomas Kuhn, La estructura de las
Revoluciones científicas, publicado por primera vez en 1962 y re-editado en
1970, el fundamento que estaban esperando para emprender una nueva lí-
nea de trabajos en el estudio social de la ciencia.
Es necesario hacer una nota aclaratoria fundamental: no debemos pensar
en las consecuencias directas de la obra de Kuhn para el nacimiento de nue-
vas corrientes en el estudio de la ciencia y, mucho menos, en una actitud de-
liberada del propio Kuhn en el sentido de pretender romper con la sociología
normativa. De hecho, la primera edición de la obra de Kuhn fue prologada y
elogiada por el propio Merton. Nos referimos, en cambio, a las lecturas que
los sociólogos e historiadores de comienzos de los años (la mayor parte de
ellos entonces jóvenes) hicieron de la obra de Kuhn.
Como el libro de Kuhn es suficientemente conocido, no vale la pena de-
sarrollar aquí más que unos pocos conceptos que resultaron clave para la
relectura de la obra de Merton, y para el posterior desarrollo de una nue-
va sociología del conocimiento científico. Estos conceptos los podemos
resumir, básicamente, en tres: ciencia normal, revolución científica y, el

82
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

más importante de todos para el tema que abordamos, el de paradigma.


Veamos estos aspectos en las propias palabras de Kuhn:

CIENCIA NORMAL, PARADIGMAS

Thomas Kuhn

[...] “Ciencia normal” significa investigación basada firmemente en


una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna co-
munidad científica particular reconoce, durante cierto tiempo, como fun-
damento para su práctica posterior. En la actualidad, esas realizaciones son
relatadas, aunque raramente en su forma original, por los libros de texto
científicos, tanto elementales como avanzados. Esos libros de texto expo-
nen el cuerpo de la teoría aceptada, ilustran muchas o todas sus aplicacio-
nes apropiadas y comparan éstas con experimentos y observaciones. An-
tes de que esos libros se popularizaran, a comienzos del siglo XX, muchos
de los libros clásicos famosos de ciencia desempeñaban una función simi-
lar. [...] Sirvieron durante cierto tiempo para definir los problemas y los
métodos legítimos de un campo de la investigación para generaciones su-
cesivas de científicos. Estaban en condiciones de hacerlo así, debido a que
compartían dos características esenciales. Su logro carecía suficientemen-
te de precedentes como para haber podido atraer a un grupo duradero de
partidarios alejándolos de los aspectos de competencia de la actividad
científica. Simultáneamente, eran lo bastante incompletas para dejar mu-
chos problemas para ser resueltos por el redelimitado grupo de científicos.
Voy a llamar, a las realizaciones que comparten esas dos característi-
cas, “paradigmas”, término que se relaciona estrechamente con el de
“ciencia normal”. [...]. la adquisición de un paradigma y del tipo más eso-
térico de investigación que dicho paradigma permite es un signo de madu-
rez en el desarrollo de cualquier campo científico dado.

Kuhn, (1962), pág. 34-35

Como bien señala Prego (1992), la implicación importante de este tema


radica en la articulación que viene a realizar, de la mano de Kuhn, entre los
componentes metodológicos y las presuposiciones teóricas, con la conse-
cuente introducción del elemento de variabilidad histórica y contextual del re-
pertorio evaluativo a través de del cual se actualizan los juicios de la comu-
nidad científica. El hecho de que la noción de paradigma esté estrechamen-
te ligada a los contenidos de los conocimiento imperantes en un momento
histórico determinado, y a la comunidad de investigadores que legitima su
creencia, resulta crucial para comprender el éxito de la obra.
Vale la pena repasar, también, la diferencia entre períodos de ciencia nor-
mal, que constituye la mayor parte del tiempo que pasan los científicos, re-
solviendo problemas (en la versión inglesa, Kuhn los denomina “puzzles”,
que también quiere decir enigmas, o rompecabezas), con los períodos (ex-
traordinarios) de “ciencia revolucionaria”:

CIENCIA NORMAL, REVOLUCIONES CIENTÍFICAS

Thomas Kuhn

(Distinguí hace muchos años) dos tipos de desarrollo científico: normal


y revolucionario. La mayor parte de la investigación científica que tiene

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Universidad Virtual de Quilmes

éxito produce como resultado un cambio del primer tipo, y su naturaleza


queda bien descrita por una imagen muy común: la ciencia normal es la que
produce los ladrillos que la investigación científica está continuamente aña-
diendo al creciente edificio del conocimiento científico. Esta concepción
acumulativa del desarrollo científico es familiar y ha guiado la elaboración
de una considerable literatura metodológica. Tanto esta concepción como
sus subproductos metodológicos se aplican a una gran cantidad de trabajo
científico importante. Pero el desarrollo científico manifiesta también una
modalidad no acumulativa, y los episodios que la exhiben proporcionan cla-
ves únicas de un aspecto central del conocimiento científico.
[...] El cambio revolucionario se define en parte por su diferencia con
el cambio normal, que es el tipo de cambio que tiene como resultado el
crecimiento, aumento o adición acumulativa de lo que se conocía antes.
[...] Los cambios revolucionarios son diferentes y bastante más problemá-
ticos. Ponen en juego descubrimientos que no pueden acomodarse dentro
de los que eran habituales antes de que se hicieran dichos descubrimien-
tos. Para hacer, o asimilar, un descubrimiento tal, debe alterarse el modo
en que se piensa y describe un rango de fenómenos naturales.

Kuhn, (1989), pág. 58-59

Con estas afirmaciones de Kuhn se pone en cuestión, por primera vez, el


carácter acumulativo de la ciencia, por más que éste quede reducido a perío-
dos excepcionales. De hecho, para Kuhn la ciencia es acumulativa, pero só-
lo en el interior y mientras dure la vigencia de un paradigma determinado. La
relación entre las investigaciones producidas en paradigmas diferentes pasa
a constituir un aspecto problemático, que Kuhn describió con el concepto de
“inconmensurabilidad” entre paradigmas. De modo que aquí los sociólogos
han encontrado la posibilidad de quebrar la primera imagen de la ciencia es-
tablecida por la sociología de la ciencia clásica: existen momentos (aunque
excepcionales) en que la actividad científica no es acumulativa, y esto pare-
ce abrir la puerta para investigar si el carácter acumulativo no merece ser
puesto en cuestión de un modo más radical.
Por otro lado, cuando los científicos se encuentran frente a una crisis de
paradigmas, no tienen ningún elemento racional para tomar decisiones fren-
te a teorías competitivas que pretenden explicar el mismo fenómeno. Si no
existe una base racional para decidir, entonces los elementos sobre los cua-
les se toman las decisiones deben incorporar factores de orden emotivo, so-
cial, cultural, generacional u otros, que influyen sobre los científicos en esos
momentos de incertidumbre respecto de la racionalidad imperante en los pe-
ríodos de ciencia normal. Como lo sintetiza de manera clara el sociólogo fran-
cés Raymond Boudon (1995, pág. 467) quien, dicho sea de paso, se espan-
ta del surgimiento de la nueva sociología), una vez que se aceptan elemen-
tos irracionales, aunque sólo fuera en momentos excepcionales, la partida
está ganada por la “nueva” sociología del conocimiento, lo cual (aunque
Boudon no lo acepte), rompe la división de trabajo impuesta años atrás por
Merton: “exit la filosofía, entra la sociología”
Las lecturas sociológicas de la obra de Kuhn enfatizaron, como dijimos,
los aspectos de ruptura respecto de la sociología normativa, valorando el
concepto de paradigma como verdaderas “armas antimertonianas”, para re-
tomar las exactas palabras que utilizó el sociólogo Richard Whitley. De entre
todas las invitaciones para utilizar la obra de Kuhn como piedra de partida

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

de un nuevo movimiento en el estudio social de la ciencia, vale la pena re-


producir la que desarrollaron los autores franceses Michel Callon y Bruno
Latour, puesto que es, sin duda, la que expuso este aspecto con mayor én-
fasis y claridad. Callon y Latour ponen el énfasis, como veremos, en la doble
dimensión de los paradigmas, social y cognitiva.

AL FIN LLEGÓ THOMAS KUHN

Michel Callon y Bruno Latour

Hay obras que tienen la virtud de reunir, en algunos conceptos bien


elegidos, modos de análisis y problemas que todo parecía tornar incompa-
tibles. Es el tour de force del libro de Thomas Kuhn, publicado por pri-
mera vez en 1962, que propuso una síntesis que parecía improbable y que
se sostiene en una palabra mágica, portadora de todas las ambigüedades:
la de paradigma.
Primera síntesis exitosa lograda por Kuhn, aquella que vuelve compa-
tibles la explicación por las estructuras de pensamiento y la explicación
por las estructuras sociales que reunifica las dos trascendencias. [...] Cuan-
do uno lee La estructura de las revoluciones científicas se pregunta qué
prejuicio había podido volver esas tesis antagónicas. Para volverlas com-
patibles, es suficiente con decidir que todo grupo tiene una doble existen-
cia: social y cognitiva. La magia un poco turbia de la palabra “paradigma”
se sostiene en esta doble significación: designa una cierta manera de con-
cebir y de percibir el mundo, arbitraria, coherente e irreductible a toda
otra, pero al mismo tiempo una organización social con sus reglas, sus for-
mas de solidaridad propia. ¡Por qué haber alejado durante tanto tiempo lo
social y lo cognitivo! Ambos son indisociables, y el grupo no podría defi-
nirse por afuera de las concepciones del mundo que sus miembros com-
parten y que estructuran los conocimientos que aquél produce; recíproca-
mente, sin los mecanismos sociales de integración, aprendizaje, transmi-
sión de la matriz cultural, ésta desaparecería y no tendría ninguna consis-
tencia. Con esta solución, todo se vuelve inextricablemente socio-cogniti-
vo: los argumentos, las pruebas, los problemas de investigación no po-
drían ser separados del juego social del cual son una parte sustantiva. No
sirve de nada distinguir las dos dimensiones: la ciencia es heterogénea.

Callon y Latour, (1991), pág. 17-18

Es fundamental retener la importancia de estas dos dimensiones pues-


to que, por regla general, la mayor parte de las investigaciones surgidas a
partir de los años setenta, hicieron suyas las afirmaciones según las cua-
les la obra de Kuhn había posibilitado algo que, de hecho, ya estaba “en el
aire” de la época. En este sentido, La estructura de las revoluciones cientí-
ficas parece haber desempeñado, más bien, el papel de “catalizador” de
conceptos que ya se estaban gestando durante fines de los años sesenta.
En todo caso, ya sea como una “llave” fundamental para abrir las puertas
de la caja negra que había instalado la sociología clásica, ya sea como una
contundente “arma antimertoniana” o ya sea como una catalizador de las
ideas imperantes en la época, el concepto de paradigma fue fundamental
en el giro que se produjo entonces. Dicho giro se sostuvo en la doble signi-
ficación del paradigma, como conjunto de reglas técnicas, teóricas y meto-
dológicas, y como conjunto de creencias compartidas por una comunidad
científica particular.

85
Universidad Virtual de Quilmes

Digamos, para finalizar, que muchas han sido las críticas a la vaguedad
con la que se define un paradigma, si uno se atiene a los conceptos desa-
rrollados por Kuhn. De hecho, el propio Kuhn necesitó escribir una buena
cantidad de artículos para explicar los sentidos que había pretendido otorgar-
le a ese concepto. En particular, una buena parte de los autores criticaron la
polisemia (multiplicidad de sentidos) del término paradigma, y extraen de allí
su extrañeza por el éxito que recorrió dicha noción durante los últimos trein-
ta años. Preferimos aquí llamar la atención sobre el efecto inverso: la idea
de paradigma fue exitosa, precisamente, porque fue ambigua. Así, cada au-
tor podía encontrar en ella los argumentos que justificaran sus propias ideas
respecto de la ciencia y del desarrollo del conocimiento científico.

3.4 Los nuevos modelos I: El programa fuerte de la sociología del


conocimiento.

Antes de comenzar a considerar al conjunto de autores que desarrollan sus


trabajos desde el punto de partida de una crítica a la sociología normativa, de-
bemos descartar de entrada la idea de que se trata de un movimiento homo-
géneo de respuesta a la sociología mertoniana hegemónica hasta entonces.
Por el contrario, se trata de múltiples intentos por indagar diferentes aspec-
tos de la ciencia, del conocimiento y de las prácticas científicas que poseen
algunos puntos en común, pero que están lejos de constituir una verdadera
“escuela” o un verdadera “programa” de investigaciones. Se trata, por el con-
trario, de un conjunto de corrientes que confluyen en algunos puntos de vis-
ta, que tienen algunas bases comunes sobre las cuales desarrollan sus inves-
tigaciones, y que van creando, además, espacios de interacción, de diálogo y
de encuentro, como no habían existido hasta entonces por fuera de las co-
rrientes derivadas de la sociología normativa. Sin embargo, cada una de las
corrientes se va orientando hacia preocupaciones particulares, y generando
marcos teóricos propios que los identifican entre sí, y que los diferencian de
las otras corrientes contemporáneas. Así, el panorama actual de los estudios
sociales de la ciencia no se parece en nada a lo que había sido la marca de
la tradición de la sociología de la ciencia clásica, sino que nos encontramos
frente a un verdadero “estallido” de proposiciones conceptuales, de aborda-
jes metodológicos, de debates a menudo virulentos, en suma, de un campo
de las ciencias sociales bastante parecido a cualquier otro.
De los dos párrafos anteriores se desprende la imposibilidad de tratar,
aquí, todas las corrientes que se han desarrollado en los últimos años. Por
el contrario, hemos elegido cuatro de las que parecen, consideradas con la
distancia que otorga el paso de algunos años, las más significativas en el
desarrollo del pensamiento y la investigación en los estudios sociales de la
ciencia. Naturalmente, nos quedan afuera del análisis autores de una gran
riqueza y que realizaron aportes significativos para el desarrollo de este cam-
po. Barry Barnes y sus estudio sobre el papel de los intereses en la produc-
ción de conocimientos parecen, a simple vista, el ejemplo más evidente. Sin
embargo, toda selección debe ajustarse a criterios de clasificación que con-
tendrán, en última instancia, algún elemento de arbitrariedad.
A partir del punto de inflexión que significó la lectura de los trabajos de
Kuhn, se comenzaron a desplegar diferentes corrientes que fueron, al mismo
tiempo, críticas de la sociología normativa de Merton, y propulsoras de una

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

nueva forma de estudiar y de comprender la ciencia, tanto en su papel den-


tro de las sociedades modernas como en sus dimensiones internas.
En muchos sentidos, un común denominador de la mayor parte de las co-
rrientes que surgen desde comienzos de los años setenta en adelante ha si-
do la pretensión de “abrir la caja negra” construida por los enfoques prece-
dentes. La segunda pretensión, paralela de la anterior, fue la de ligar los as-
pectos cognitivos, presentes en el interior de la caja negra, con los aspectos
sociales que los condicionan, los enmarcan y –como dirán algunos– incluso
los determinan.
En relación con estos dos comunes denominadores, la primera barrera
que las nuevas corrientes pretendieron derribar fue la de suponer que los
científicos “sólo se limitaran a la aplicación de los métodos adecuados” con
el objeto de “obtener conocimiento verdadero”. Por el contrario, el conoci-
miento es, para la mayor parte de los autores, el resultado de una construc-
ción social, motivo por el cual la nueva sociología del conocimiento ha sido
frecuentemente denominada como “constructivismo”.
La segunda barrera que los sociólogos del conocimiento científico deben
derribar es la que establece que sólo cuando parecen haber intervenido cau-
sas sociales es posible que la sociología tenga acceso a los procesos de
producción de conocimiento científico. Como habíamos visto, la irrupción de
factores sociales era el factor que, para Merton, explicaba la distorsión en la
correcta aplicación de los métodos y, por lo tanto, la obtención de conoci-
miento falso o erróneo. Esta posición será estigmatizada por la nueva socio-
logía surgida en los años setenta como la de una mera “sociología del error”.
Y el desafío consecuente será el de poner en práctica un estudio que pueda
dar cuenta de toda forma de producción de conocimiento, sin suponer a prio-
ri que son los factores sociales y no los cognitivos los que interfieren en la
correcta aplicación de los métodos. De hecho, el principio sobre el cual re-
posa esta afirmación es que los científicos, además de aplicar métodos y
técnicas, realizan muchas otras actividades en sus lugares de trabajo. Y
esas otras actividades merecen –y deben- ser indagadas.
La primera consecuencia lógica que se desprende de considerar que el
conocimiento está socialmente construido, es que los sociólogos pueden
ahora, a diferencia de lo que postulaba Merton, considerar a los procesos
“técnicos” de producción de conocimientos como un proceso social y, por lo
tanto, susceptible de ser investigado en pie de igualdad con cualquier otro
proceso en el cual intervienen actores sociales particulares. Dicho de otro
modo, la nueva sociología del conocimiento propone un reposicionamiento
del objeto, cuando no una nueva construcción de su objeto de estudio, lisa
y llanamente.
La segunda conclusión, que se desprende de la anterior, es que la cien-
cia pasa de ser un espacio sagrado, a donde sólo pueden ingresar los inicia-
dos, un verdadero santuario, a constituirse en un espacio más profano, simi-
lar a otros espacios de interacción social. La ciencia tiene, así, sus particu-
laridades, pero ellas no la hacen más específica que lo que puede ser el es-
pacio de los militares, de la religión o del Estado moderno, por no citar más
que tres de los objetos de análisis más frecuentes en las ciencias sociales
desde el siglo XIX hasta nuestros días.
La tercera conclusión se desprende de la anterior: si el espacio de la cien-
cia no resulta ser substantivamente diferente de otros espacios de interac-
ción social, entonces es posible (y necesario) que los investigadores de las

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ciencias sociales ingresen en dichos espacios para observar con detenimien-


to los procesos concretos de producción de conocimientos. Algunos de los
ejemplos particulares de estas investigaciones vamos a abordarlos en la uni-
dad siguiente.
La cuarta conclusión que se sigue cuando se adopta cualquier hipótesis
constructivista es que los procesos cognitivos y los procesos sociales no só-
lo deben ser tomados en cuenta: al fin y al cabo, Merton había ya considera-
do la existencia de ambas esferas. Sin embargo, de lo que se trata en este
caso es de establecer las posibles relaciones entre los dos ámbitos, e inten-
tar generar nuevas categorías de análisis que den cuenta de esas relaciones.
Una de las consecuencias más importantes de la emergencia de la nue-
va sociología del conocimiento científico ha sido la capacidad que tuvieron, la
mayor parte de los enfoques, para emprender y desarrollar una enorme can-
tidad de trabajo empírico. Gracias a esta tendencia, un gran conjunto de pro-
blemas fueron abordados desde el interior de los lugares de producción de
conocimientos, se investigaron muchas controversias, se dieron ejemplos de
problemas concretos en ámbitos muy diferentes acerca de las condiciones
reales de producción de conocimientos y de su papel en las sociedades mo-
dernas. Es mucho más lo que sabemos hoy sobre todos estos procesos, que
lo que estábamos en condiciones de conocer hace 20 o 25 años. Y este as-
pecto atraviesa, prácticamente, a todas las corrientes sea cual fuere su
orientación teórica: la marca por la aproximación empírica a los problemas
del conocimiento empírico es, sin dudas, el denominador común de las inves-
tigaciones durante las dos últimas décadas.
La dispersión y complejidad de las diferentes corrientes que componen el
campo, tal como decíamos unos párrafos más arriba, es, hoy, la marca más
evidente de la madurez relativa de los estudios sociales de la ciencia. Sin
embargo, hubo un origen, un punto de confluencia en el pasado, que es hoy
reconocido por la mayoría de los investigadores pertenecientes a la “nueva”
(la denominación ya parece un poco arcaica, si pensamos que la “novedad
está por cumplir las tres décadas) sociología de la ciencia: fue el mutuo re-
conocimiento de la importancia de los enunciados contenidos en el Progra-
ma Fuerte de la sociología del conocimiento, propuesto por David Bloor.
Bloor publicó, en 1976, un libro que años más tarde se volvería un verda-
dero clásico: Conocimiento e imaginario social. Este libro contiene diversas
investigaciones en donde Bloor intenta aplicar un nuevo modo de investigar
y de comprender el conocimiento científico. Allí, su tesis central (ya esboza-
da en un artículo anterior, de 1973) es que Karl Mannheim, el sociólogo ale-
mán que postuló que existía una determinación existencial del conocimien-
to, no se animó a dar el paso definitivo: demostrar que toda forma de cono-
cimiento, incluido, naturalmente, el conocimiento científico, está socialmente
determinado. En efecto, Mannheim había señalado que el conocimiento so-
cial estaba determinado por lo que él denominaba situación existencial, y
que hoy debemos leer como la existencia material. Sin embargo (por falta de
osadía), dejó afuera de esta determinación al conocimiento científico. Y Bloor
pretende subsanar este aspecto, demostrando la determinación social de lo
que considera como el “último reducto de la racionalidad científica”: las ma-
temáticas. Según él, si logra demostrar la causación social para las matemá-
ticas, habrá removido el último obstáculo para mostrar que el conocimiento
científico, al igual que cualquier otra creencia, depende de la configuración
social e histórica que lo determina. Bloor lo explica de este modo:

88
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO

David Bloor

El sociólogo se ocupa del conocimiento, incluso del conocimiento cien-


tífico, como de un fenómeno natural, por lo que su definición del conoci-
miento será bastante diferente tanto de la del hombre común como la del
filósofo. En lugar de definirlo como una creencia verdadera, para el soció-
logo el conocimiento es cualquier cosa que la gente tome como conoci-
miento. Son aquellas creencias que la gente sostiene confiadamente y me-
diante las cuales viven. En particular, el sociólogo se ocupará de las creen-
cias que se dan por sentadas o están institucionalizadas, o de aquellas a las
que ciertos grupos humanos han dotado de autoridad. Desde luego, se de-
be distinguir entre conocimiento y mera creencia, lo que se puede hacer re-
servando la palabra “conocimiento” para lo que tiene una aprobación co-
lectiva, considerando lo individual e idiosincrásico como mera creencia.

Bloor, (1998), pág. 34

Sin embargo, lo más valiosos del libro de Bloor es el enunciado programá-


tico con el que comienza, desarrollado a partir de cuatro principios. Veamos,
pues, cuáles han sido los postulados centrales de dicho programa:

EL PROGRAMA FUERTE

David Bloor

[El enfoque que se propone sugiere que] la sociología del conocimien-


to científico debe observar los cuatro principios siguientes. De este modo,
se asumirán los mismos valores que se dan por supuestos en otras discipli-
nas científicas. Estos son:

a) Debe ser causal, es decir, ocuparse de las condiciones que dan lu-
gar a las creencias o a los estados de conocimiento. Naturalmente,
habrá otros tipos de causas además de las sociales que contribuyan
a dar lugar a una creencia.
b) Debe ser imparcial con respecto a la verdad y falsedad, la raciona-
lidad y la irracionalidad, el éxito o el fracaso. Ambos lados de es-
tas dicotomías exigen explicación.
c) Debe ser simétrica en su estilo de explicación. Los mismos tipos
de causas deben explicar, digamos, las creencias falsas y las ver-
daderas.
d) Debe ser reflexiva. En principio, sus patrones de explicación de-
berían ser aplicables a la sociología misma. Como el requisito de
simetría, éste es una respuesta a la necesidad de buscar explicacio-
nes generales. Se trata de un requerimiento obvio de principio,
porque, de otro modo, la sociología sería una refutación viva de
sus propias teorías.

Estos cuatro principios, de causalidad, imparcialidad, simetría y refle-


xividad, definen lo que se llamará el programa fuerte en sociología del co-
nocimiento.

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Universidad Virtual de Quilmes

La importancia crucial que tuvieron estos (hoy ya famosos) cuatro prin-


cipios no debemos buscarla en el hecho de que estos principios hayan
guiado tomados en conjunto la investigación durante las décadas siguien-
tes. De hecho, esto no ocurrió prácticamente en ningún caso. Sin embar-
go, casi todos los autores tomaron como propios algunos de estos princi-
pios, para enfatizarlos, y construir sobre ellos sus nuevos abordajes. Así,
Barry Barnes, quien surgió, como Bloor, de la Universidad de Edimburgo,
prefiere concentrarse sobre el principio de causalidad más que sobre los
otros tres, para proponer, en los años setenta, una interpretación acerca
del papel que desempeñan los intereses en la determinación del conoci-
miento científico. Harry Collins, por su lado, como veremos a continuación,
habrá de enfatizar el principio de simetría y de imparcialidad, descartando
el primero y el último de los enunciados por Bloor. En particular, sobre el
principio de simetría, Collins supone que esto no es más que una distrac-
ción respecto de los verdaderos problemas que debe enfrentar una socio-
logía del conocimiento que aspire a dar verdadera cuenta de problemas ta-
les como el consenso y la controversia o, dicho de otro modo, las formas
mediante las cuales las teorías resultan aceptadas o rechazadas. Latour y
Callon, por su parte, se concentran en una ampliación extrema del princi-
pio de simetría, sobre el cual edifican una corriente particular y polémica
para el estudio social de la ciencia y la tecnología. Analizaremos ahora al-
gunas de estas corrientes.

3.5. Los nuevos modelos II: constructivismo y relativismo en la


escuela de Bath.

Como señalamos más arriba, Harry Collins, el mejor exponente de esta


escuela, se concentra sobre dos de los postulados enunciados por Bloor, im-
parcialidad y simetría. Descarta, así, la causalidad y la simetría, puesto que
el primero de ellos le resulta evidente, y está –en el mejor de los casos- con-
tenido en los otros dos, y el de reflexividad, porque sólo implica una “moles-
tia” para poder avanzar en el conocimiento de los verdaderos problemas. De
modo que el “Programa empírico del relativismo”, que Collins propuso, está
basado en los dos principios que mencionamos más arriba.
Lo primero que hace Collins es descalificar a todas las explicaciones que
cometan el pecado “trasp”. Esta expresión proviene de una sigla que, tra-
ducida del inglés significa verdadero, racional, exitoso, progresivo. Ninguno
de estos conceptos puede, según este autor, explicar la producción de co-
nocimiento, porque presupone que se conoce, a priori el desenlace que la
investigación habrá de tener en el futuro. Es útil utilizar una metáfora algo
familiar: Collins estaría prohibiendo, de algún modo, recurrir al “diario del lu-
nes”. Se explica: quien tiene, el día domingo, el periódico del día siguiente
puede acertar todas las apuestas de, por ejemplo, las carreras de caballos.
Ahora bien: resulta que uno nunca dispone del periódico del día siguiente
en la vida cotidiana (descartamos aquí, naturalmente, todos los esoteris-
mos adivinatorios). Entonces, ¿por qué usarlos para explicar el conocimien-
to? No se puede saber si un experimento resultará exitoso, o verdadero,
más que observándolo desde el presente. Pero quienes participaban de ese
experimento, en el pasado, no tenían ninguna certeza de los resultados que
habrían de obtener.

90
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Lo mismo se puede decir de la idea de racionalidad, adosada a posterio-


ri a muchas polémicas en la ciencia. Sin embargo, cuando uno analiza los
debates y las “pretensiones de conocimiento”, no se hace evidente el im-
perio de la racionalidad por sobre el de la irracionalidad: ambos están es-
trechamente ligados en los procesos que implican al conocimiento. Es co-
mún, cuando uno se entrevista con un científico célebre, que éste “recons-
truya” su carrera imprimiéndole una racionalidad que rara vez tenía durante
su desarrollo histórico. Así, frases tales como “hace X años que me propu-
se llegar a determinar los efectos de Z sobre Y” pueden ser muy tramposas
de las verdaderas razones (racionales e irracionales) que condujeron al
científico en cuestión a obtener los resultados que finalmente obtuvo. Lo
que en tiempo presente aparecen como certezas pueden haber sido (y por
lo común lo fueron) dudas, incertidumbres, riesgos, emociones, luchas,
avances “a ciegas” o aún “pálpitos” que tuvieron los investigadores a lo lar-
go de sus carreras.
Collins avanza, precisamente, sobre estos aspectos, cuando propone la
utilización de las categorías de actor. Esto implica que el problema anterior
puede superarse por medio de una distancia metodológica, en donde las ex-
plicaciones que hacen referencia el éxito, la racionalidad, el progreso o la ver-
dad, pueden ser atribuidas a los actores que las expresan, sin que se supon-
ga que dichas categorías deban implicar al sociólogo más allá de la expre-
sión de un actor particular. Sería similar al hecho de preguntar a uno de los
miembros de un grupo revolucionario acerca de la racionalidad que tuvo su
grupo en la toma del poder en un momento determinado. El hecho de que di-
cho protagonista afirme, por ejemplo que “toda su vida la ha dedicado a la
revolución” no hace por ello necesario que esa sea, por lo tanto, una verdad
que deba sostenerse. Se trata, en todo caso, de la percepción de una actor
que “reconstruye” de un modo racional sus acciones pasadas o presentes.
Collins propone, por lo tanto, desarrollar un “giro” interpretativo, en don-
de los datos (y, en este contexto, el discurso y las creencias de los científi-
cos son, precisamente eso, datos) no tienen sentido fuera de un contexto in-
terpretativo. De no existir dicho contexto, los datos no son más que trazos
sobre un papel, y no tienen, por lo tanto, ninguna validez por sí mismos.
En relación con este punto, Collins aboga por el desarrollo de un gran con-
junto de estudios empíricos, que den cuenta, por un lado, de los diferentes
procesos que servirán como un ejemplo de acumulación de trazas, de cons-
trucción de los datos que, hasta los años ochenta, aún no habían sido abor-
dados de un modo sistemático. Pero, al mismo tiempo, la interpretación de
los datos va a ir construyendo un edificio en el cual la propia comprensión
de los procesos ligados al conocimiento vayan poniendo de manifiesto la ne-
cesaria interpretación que dichos datos van requiriendo. Así, trabajo empíri-
co y construcción teórica a través de la interpretación son, desde la perspec-
tiva de Collins, las dos caras de una misma moneda.
De los muchos aspectos de los trabajos de Collins, hay dos aspectos,
complementarios, que debemos mencionar aquí. El primero de ellos se re-
fiere a las controversias científicas. Según este autor, durante las controver-
sias se ponen en cuestión los problemas fundamentales de la comprensión
de la ciencia, y es allí en donde se pueden contraponer los principios de un
análisis clásico y, según él, muy limitado, frente a la capacidad comprensi-
va de los nuevos enfoques. Problemas como “prueba”, o “consenso”, lejos
de “estar dados”, son construcciones que realizan los actores particulares

91
Universidad Virtual de Quilmes

que forman parte de controversias específicas. Lo que para una parte de


los contendientes puede ser considerado como prueba no lo es para los
otros, y viceversa. Esto, hasta el punto clave de las controversias, que es el
momento y, sobre todo, el modo en que estas se clausuran. Collins analizó
diversas controversias, aunque tal vez la más famosa de todas sea la de la
existencia de las ondas gravitacionales. A partir de esos estudios, el autor
va mostrando todos los dispositivos que despliegan los actores concretos.
Este interés por lo actores, por los sujetos, lo llevó a formular la idea de que
es fundamental estudiar los grupos particulares que toman parte de una
controversia, y a notar que existe lo que puede llamarse “núcleo central”
(core set, en inglés), que son aquellos que están en “el ojo” de las discu-
siones, que permanecen allí por más tiempo, y que realizan los aportes más
significativos. Según Collins, el estudio de estos núcleos centrales resulta
clave para comprender cómo se cierra una controversia: en efecto, se trata,
en todos los casos, de la victoria de unos sobre otros, y no de un simple
hallazgo de una verdad inmanente.
El segundo aspecto que estudió Collins, vinculado con el anterior, se
relaciona con el problema de cómo se establece que un hallazgo deter-
minado es, ciertamente, un descubrimiento. Según él, la ciencia, como to-
da otra actividad cultural, reposa sobre un conjunto de fundamentos de
la realidad que se dan por supuestos. Normalmente, los científicos pa-
san su tiempo observando las cosas a través del marco de referencia
que se les dio a lo largo de su formación. A veces, sin embargo, intentan
establecer algo que no encaja exactamente con el marco conceptual es-
tablecido, como por ejemplo, intentan establecer que un conjunto de da-
tos representa un fenómeno nuevo o un gran descubrimiento. El proble-
ma crucial es lograr, entonces, que los demás estén de acuerdo en que
se trata de un descubrimiento: se trata de pasar de reglas “privadas” a
reglas “públicas”. Collins propone de un modo muy inteligente conside-
rar la alternativa:

EL PROBLEMA DE LA REPLICACIÓN

Harry Collins

Supongamos que yo pretendo haber descubierto que las esmeraldas


cambian al negro por la noche. Puedo mantener esta pretensión en forma
privada todo el tiempo que yo quiera, pero no vale nada si no se vuelve
parte de la cultura. Esto podría ocurrir, la gente podría comenzar a pensar
que las esmeraldas, como las hojas de algunos árboles, cambian de color
en ciertos momentos. Pero si los descubrimientos fueran cosas privadas
que no necesitan reconocimiento social, podría haber tantos descubrimien-
tos como gente tonta exista.
¿Cómo establecen los científicos que han hecho un descubrimiento
que puede ser una nueva parte del dominio público? Si uno presiona a los
científicos, ellos defenderán, en última instancia, la validez de sus preten-
siones refiriéndose a la repetibilidad de sus observaciones o a la replicabi-
lidad de sus experimentos. Esto se refiere normalmente a su repetibilidad
potencial. La repetibilidad, o replicabilidad (uso ambos términos de modo
intercambiable), es la piedra fundamental de la filosofía de la ciencia del
sentido común. Sin embargo, la replicabilidad actual de un fenómeno es
sólo la causa de que se lo ve como replicable, del mismo modo en que el
color de las esmeraldas es la causa de su verdor. Más bien, la creencia en

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Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

la replicabilidad de un nuevo concepto o descubrimiento pasa de mano en


mano en medio de la correspondencia de nuevos elementos dentro de una
red conceptual/institucional. Esta red es el tejido de la vida científica. La
replicabilidad, la vanguardia de las teorías de la ciencia del sentido común,
se convierte sobre todo en un enigma filosófico y sociológico del proble-
ma de la inducción, más que una simple y directa comprobación de un co-
nocimiento determinado.

Collins, (1985), pág. 18-19

Collins se pregunta, luego, cómo es posible que las teorías de la ciencia


que forman parte del sentido común (expresión que califica a la epistemolo-
gía pre-kuhniana) sobrevivan a pesar de esta complejidad. Y se responde,
sorprendentemente, que un motivo importante e irónico para la visión del
sentido común es que la replicación de los hallazgos y resultados de los
otros es una actividad que raramente se practica. Sólo en circunstancias ex-
cepcionales se obtiene algún reconocimiento por haber replicado el trabajo
del prójimo. La ciencia, dice Collins, le reserva los más altos honores a quie-
nes hacen las cosas primero, y la confirmación del trabajo del otro apenas
confirma que el otro merece ser premiado.
Digamos, para finalizar la exposición de los trabajos de Collins que, según
este autor, hay tres cosas que hacen los científicos que merecen ser estu-
diadas: en primer lugar, trabajan dentro de su propia actitud natural (paradig-
ma) recogiendo datos y produciendo resultados de un modo que suponen “no
problemático” (aquí se ve una vez más la impronta de Kuhn: se trata, clara-
mente, de lo que este autor llamó la “ciencia normal”). Para Collins es co-
rrecto, naturalmente, estudiar esta actividad. En segundo lugar, los científi-
cos tratan de superar las reglas que se dan por supuestas y reemplazarlas
con un conjunto completamente nuevo (otra vez, en términos de Kuhn, se re-
fiere a las revoluciones científicas). Existe, finalmente, un tercer tipo de acti-
vidad, que se ubica en el centro de las otras dos: los científicos producen re-
sultados que “no encajan bien” dentro del paradigma y se ven envueltos en
controversias cuando intentan hacer cambios mayores en lo que ya está es-
tablecido, aunque sin reformar completamente la estructura.
Estos tres ámbitos de estudio de “lo científico” definen, de algún modo,
el objeto que Collins pretende demostrar, y para ello elaboró algunas de las
herramientas metodológicas que señalamos. Se trata, con todas las letras,
de un verdadero programa de investigaciones que fue adquiriendo una fuer-
za importante durante las últimas décadas. Sobre todo porque Collins, a di-
ferencia de otras escuelas, defiende el relativismo en los estudios sobre la
ciencia, pero tiene clara consciencia del carácter de dichos estudios. En una
controversia famosa con Latour y Callon, Collins afirmó que el sociólogo que
se dedique a estudiar la ciencia debe creer en la existencia social de los su-
jetos que estudia, puesto que la existencia social es su propia “materia de
trabajo”. Puede mostrar el carácter construido de los objetos con los que tra-
bajan los científicos, pero éstos, a su vez, deben considerar a la naturaleza
como real, porque ésta, a su vez, es su propia materia con la que operan. Y
finaliza afirmando que podrán luego venir sociólogos que estudien a los so-
ciólogos de la ciencia y muestren que esa misma existencia social es cons-
truida, aunque ese ya es un problema que excede sus propios estudios.

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3.6 Los nuevos modelos III: La escuela francesa

La llamada “escuela francesa” en sociología de la ciencia y la tecnología se


remite, en realidad, a la obra fundamental de dos autores a los cuales ya he-
mos aludido previamente, Michel Callon y Bruno Latour. El caso de Latour es
singular, porque ha sido el autor de uno de los trabajos pioneros en los lla-
mados “estudios de laboratorios”, pero esos trabajos los comentaremos en
la siguiente unidad, consagrada al nivel micro del análisis. Nos concentrare-
mos, aquí, en algunas de las ideas básicas propuestas por Callon y Latour,
y por muchos de sus seguidores y discípulos.
El punto de partida de estos autores es la reconsideración del principio de
simetría. Según ellos, el programa fuerte desempeñó un papel fundamental:
permitió ponerle fin a la asimetría en la explicación de los conocimientos, que
separa los conocimientos científicos, explicados hasta entonces por lo real o
por la naturaleza, de las creencias no científicas, explicadas hasta entonces
por la sociedad. Con todo, agregan, en su primera versión (como fuera formu-
lada por Bloor) este principio sigue siendo insuficiente. Permite dar cuenta
tanto de lo verdadero como de lo falso con la ayuda de categorías idénticas,
pero, en la práctica, esas categorías son exclusivamente sociológicas. El prin-
cipio de simetría sigue siendo asimétrico, y por lo tanto reduccionista, “ya no
porque divide, como los epistemólogos, la ideología y la ciencia, sino porque
pone entre paréntesis a la naturaleza y hace descansar todo el peso de la ex-
plicación sobre el polo de la sociedad” (Latour, 1991, pág. 130).
De allí proviene la necesidad de promover una generalización de la sime-
tría –lo que llaman el principio de “simetría generalizada”. El sociólogo, con-
vertido en antropólogo, debe de allí en más situarse en el punto medio en
donde puede seguir la atribución de propiedades no humanas y propiedades
humanas, con el fin de reconstruir la integridad, es decir, la heterogeneidad
de las redes a partir de las cuales cobra sentido tal o tal hecho científico.
Para comprender esta proposición tres conceptos resultan claves: la rup-
tura de la distinción entre naturaleza y sociedad, el problema de las redes, y
la definición de actores tanto humanos como no humanos, que pasan a de-
nominar actantes.
Respecto del primer problema, en una polémica histórica que sostuvieron
Callon y Latour frente a los sociólogos ingleses Harry Collins y Steve Yearley,
los primeros pretendían mostrar que el “realismo sociológico” de Collins, aún
inspirado en una posición relativista resultaba “asimétrico”, porque se asen-
taba en una separación tajante del mundo natural y del mundo social. Los
franceses ilustraban las dos alternativas teórico–metodológicas con estos
gráficos, cargados de ironía:
El primero de ellos muestra cómo está organizado el problema según los
autores ingleses, que se ubican a sí mismos dentro del polo “radical”:

polo de la Naturaleza polo d e la Sociedad


“Las posiciones en
los debates sobre estu-
dios de la ciencia están ali-
neadas sobre un solo eje, que
va de la Naturaleza a la Socie- reaccionario conservador justo medio progresista radical
dad y utilizan términos que
salen de la política”. (Callon
y Latour, 1992, pág 346).

94
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

El segundo de ellos reposiciona los problemas tal como los ve la escue-


la francesa:

EJE DE LA ESCUELA INGLESA El eje unidimensio-


nal de la figura 1 per-
conservador justo medio progresista radical mite ubicar cualquier enti-
reaccionario
dad a lo largo de la línea
“objeto–sujeto” (su longi-
tud). El eje bidimensional
A’ B’
nos permite ubicar adecua-
polo de la Naturaleza polo de la Sociedad damente objetos y sujetos
de acuerdo con su grado de
estabilización (su latitud), y
A A’’ por lo tanto ofrecer a cada
entidad dos coordenadas.
De cada una de las entida-
B des nos preguntamos no só-
B’’ lo si son naturales o sociales
(proyectadas en A’ y en B’ e
el eje de la escuela inglesa),
sino también si es estable o
EJE DE LA ESCUELA FRANCESA inestable (proyectadas en A’’
y B’’ en el eje de la escuela
de París). (Callon y Latour,
1992, pág. 349)
La idea sobre la cual se basan Callon y Latour es la indiferenciación en-
tre actores humanos y no humanos, entre naturaleza y sociedad. Así, han
propuesto la categoría de “actantes” para todas las entidades que partici-
pan de una red socio-técnica-cultural-material de relaciones. En artículo muy
conocido Callon analiza, desde esta perspectiva, el problema de la pesca de
vieyras en la Bahía de Saint Brieuc, al norte de Francia. Los actantes que allí
participa son los investigadores científicos, los marinos y pescadores, los di-
señadores de sistemas de pesca, ¡y las vieyras! En un momento determina-
do, el problema está planteado en términos de que las vieyras se resisten a
ingresar en las redes diseñadas por los investigadores, y bloquean de este
modo las estrategias de los otros actores.
Por cierto, esta interpretación extrema no siempre se formuló en estos tér-
minos: en una primera etapa, más que hablar de las estrategias de los no-hu-
manos, Callon y Latour preferían formularlo en términos de traducción, es decir,
que los humanos eran los portavoces de los agentes no-humanos, traduciendo
sus intereses, y los de otros actores, en beneficio propio. Este fue el caso, por
ejemplo, de los estudios de Latour sobre Pasteur, en donde el autor analiza có-
mo el biólogo francés logró movilizar a los productores rurales, a los médicos
militares, a los higienistas, para convertirlos en sus aliados, frente a la corpora-
ción médica, que era más bien reticente respecto de sus investigaciones.
Si esta última versión, que ha sido denominada como la teoría de los alia-
dos supuso una innovación interesante, a pesar de los debates que se ge-
neraron, las teorías que se centraron en los “actantes” fueron mucho más
discutidas, y difícilmente aceptadas por otros investigadores. Así, el sociólo-
go de la ciencia alemán Peter Weingart (de la universidad de Bielefeld) opina
que la extensión del principio de simetría generalizada constituye el pretexto
para la producción de un discurso tan confuso como arbitrario. Poniendo en
el mismo plano todos los fenómenos visibles, es decir, concediéndoles inten-
ción tanto a los investigadores como a los microbios, a las vieyras o los ar-
tefactos, los partidarios de la teoría de las redes de actor (la escuela france-
sa) cometen un doble error:

95
Universidad Virtual de Quilmes

a) Ignoran las dimensiones social, cultural y cognitiva propias a la acción


científica y haciendo eso contribuyen a ofrecer una representación total-
mente “desocializada”. Así, los científicos parece hacer sus investigacio-
nes del mismo modo en que el sol brilla, las bacterias crecen, o los tubos
se rompen.
b) Los autores de la escuela de París adoptan una concepción “reduccionis-
ta” de las interacciones entre los fenómenos visibles. Así, según Wein-
gart, los aspectos que no son aparentes y que no pueden ser reconstrui-
dos más que desde un punto de vista interno a la ciencia, es decir, recu-
rriendo a la dimensión conceptual, como la estructuración mutua de sen-
tido y de expectativas a través de la interacción, resultan simplemente sa-
crificados, anulados en el análisis. Así, desde esta perspectiva es igual
de pertinente afirmar la existencia de una interacción entre los científicos
y sus máquinas, que entre una tostadora y una rebanada de pan.

Veamos, para finalizar nuestro análisis sobre la escuela francesa, cómo


ha sido conceptualizado el problema de las redes, concepto clave en el de-
sarrollo de diversas escuelas de pensamiento. Haremos aquí una breve ca-
racterización, que retomaremos en la unidad 5, dedicada a discutir los abor-
dajes sociales de la tecnología. Bruno Latour lo explica así:

LAS REDES

Bruno Latour

[Hay] dos aspectos que se pueden fusionar [en un solo abordaje]: las
tecnociencias existen a través de lugares establecidos recientemente, extra-
ños, caros, frágiles, y que acumulan cantidades desproporcionadas de re-
cursos; esos lugares pueden en algunos casos ocupar posiciones estratégi-
cas y a veces ligadas entre ellas. Las tecnociencias pueden así ser descrip-
tas tanto como una empresa demiúrgica que multiplica el número de alia-
dos, y como una actividad extraña y frágil que no hace que se hable de ella
o que resulte importante más que por el peso de aquellos que la utilizan.
Si es posible describir la misma actividad como si fuera tan poderosa
y al mismo tiempo tan marginal, tan concentrada y tan diluida, esto signi-
fica que tiene las características de una red. La palabra indica que los re-
cursos están todos concentrados en algunos lugares –los nudos- pero que
esos nudos están ligados unos con otros por mallas; gracias a esas cone-
xiones algunos de los recursos dispersos se convierten en una red que pa-
rece extenderse por todos lados. Las líneas telefónicas, por ejemplo, son
minúsculas y frágiles, tan minúsculas que no se ven en un mapa y tan frá-
giles que pueden ser fácilmente cortadas; ello no impide que la red telefó-
nica pueda cubrir el mundo entero. La noción de red nos ayuda a reconci-
liar esos dos aspectos contradictorios de las tecnociencias y a comprender
por qué tan pocas personas parecen cubrir el mundo entero.

(Latour, 1989, pág. 431)

En el interior de las redes, los actores definen quiénes serán sus aliados,
porque no se trata, desde la perspectiva de Callon y de Latour, de redes que
están en un equilibrio ingenuo que es la consecuencia del consenso de los
diferentes actores. Por el contrario, éstos establecen alianzas para ir hacién-
dose más fuertes y poder imponer así sus propios intereses por sobre los

96
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

de sus adversarios. Esto es así porque desde la perspectiva de estos auto-


res, los conflictos, los enunciados no se resuelven ni solamente por la ac-
ción de los actores sociales (recordemos que descartan la explicación mera-
mente “sociológica”), ni mucho menos por el recurso a una “correcta” inter-
pretación del mundo natural, y menos aún por el recursos a un conocimien-
to verdadero. Por el contrario, se tratan de redes complejas e las cuales par-
ticipan los actores humanos, junto con los artefactos, los instrumentos, los
recursos, y otros elementos que forman parte del juego de alianzas.
En términos metodológicos, resulta crucial el concepto de traducción. Se-
gún Michel Callon, los científicos e ingenieros construyen, sobre el papel, un
mundo que recortan y que traman. Definen y plantean entidades y relaciones.
Construyen una realidad, proponen una problematización. Los actores (científi-
cos, pero también ingenieros, médicos, juristas, economistas, sociólogos y
también todo otro actor) intentan imponer su definición de la realidad, a través
de implicarse en verdaderas luchas para imponer su definición de la realidad.
Esas discusiones intervienen desde los primeros momentos de una inves-
tigación científica, e el momento en que se identifican los problemas, los ob-
jetos de estudio, los lazos que se operan y los abordajes pertinentes para
estudiarlos. En el mismo movimiento, los protagonistas establecen y definen
los contenidos y los contextos, y la problematización que construyen es, al
mismo tiempo, cognitiva y social. Cada protagonista establece su propia pro-
blematización de la realidad apoyándose en su situación particular, motivo
por el cual hay, a priori, tantas problematizaciones como actores relevantes.
En razón de esto, según Callon, conviene no establecer una diferencia entre
un actor dado y su problematización, puesto que identificar una problemati-
zación implica identificar a un actor: el contenido y el contexto, lo técnico y lo
social son una sola y la misma cosa.
La relación de traducción coordina a los diferentes actores que operan en
registros distintos. A través de ella, campos de actividad diferentes, que a
veces se ignoran entre sí, se ponen en relación, de modo que elementos muy
heterogéneos, como un concepto, un animal, un financista, un instrumento,
una revista, resultan ligados por una problematización particular. Y esa for-
ma de problematizar necesita traducir las perspectivas de los diferentes ac-
tores en la propia, de modo que los otros actores resulten movilizados, por
medio de negociaciones y confrontaciones, de modo de hacerse indispensa-
ble para los otros actores, y lograr redefinir el problema original, tal como se
lo planteó cada uno de los actores, en los términos en que él mismo lo defi-
ne. Así, logra imponer su propia problematización, y por lo tanto sus propias
soluciones, a los otros actores significativos. Define, así, los puntos de pasa-
je obligados para los otros. Este segundo procedimiento, contiguo al de tra-
ducción, Callon lo identifica como un proceso de “interesamiento” y de “en-
rolamiento”, y es allí en donde se solidifican las redes de alianzas que se
construyeron en la etapa precedente.
La identidad de las entidades y la naturaleza de las relaciones depende
del peso estructural de la red. La significación de un enunciado, su fuerza y
su capacidad para convencer, por ejemplo, dependen de la cadena de traduc-
ciones y de la referencia creada por la red. El poder de convicción, así como
la eficacia o la fortaleza de una técnica, la legitimidad de un argumento o la
aceptabilidad social de una nueva tecnología son función de la morfología de
las redes y de la fortaleza de las traducciones que la constituyen. La fortale-
za de la red depende del alineamiento y del entrelazamiento de traducciones

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Universidad Virtual de Quilmes

creadas adentro y afuera de los laboratorios y otros centros de producción.


Siguiendo la traducción, se superan esas localizaciones para dar cuenta de
la amplitud, de la composición y de la fortaleza de la red. Abandonar los la-
boratorios para seguir los hilos de la red implica pasar de una localización a
otra, como lo indica el libro de Latour, “La ciencia en acción”, que lleva por
subtítulo el de “seguir a los científicos e ingenieros a través de la sociedad”.
Sin embargo, dice Callon, no se abandona nunca el nivel local para pasar
simplemente al nivel global. Siempre se circula y se recorre una red más o
menos extendida, de la cual no se suele salir: se la redefine.

3.7. Los nuevos modelos IV: Otras corrientes.

En los acápites anteriores analizamos dos de las corrientes más significativas


que son la consecuencia del programa fuerte enunciado por Bloor. Sin embar-
go, a pesar de la enorme influencia de este enfoque sobre el conjunto del cam-
po de los estudios sobre la ciencia, durante los últimos años se fueron desa-
rrollando otros trabajos que, si bien representan avances significativos –y, has-
ta cierto punto una ruptura- respecto de la sociología normativa no se apoya-
ron substantivamente sobre ninguno de los principios propuestos por la Escue-
la de Edimburgo, sino que representan proyectos que pueden ser definidos, en
cierto modo, como más clásicos, en la medida en que continúan utilizando con-
ceptos e instrumentos más próximos a las diferentes tradiciones sociológicas.
En este sentido, analizaremos aquí dos abordajes que pueden ser un buen
ejemplo de estas corrientes. El primero de ellos comprende los estudios desa-
rrollados por los sociólogos franceses Gérard Lemaine y Bernard-Pierre Lécu-
yer, al que, con todas las prevenciones del caso, podríamos denominar como
un enfoque “neo-mertoniano”. El segundo, cuyos autores más relevantes son
Richard Whitley y Terry Shinn, puede ser catalogado como neo-institucional.
El primero de los enfoques que analizaremos se ha centrado en el estu-
dio de las estructuras sociológicas del trabajo científico. Un equipo liderado
por Lécuyer y Lemaine realizó, hace más de 25 años, un estudio clásico diri-
gido a establecer los factores de éxito en los laboratorios de investigación
social en Francia. El estudio parte de una pregunta muy simple: ¿por qué hay
laboratorios que “funcionan bien” y laboratorios que “funcionan mal”? para
intentar responde a esta pregunta, los autores decidieron estudiar un conjun-
to de 12 laboratorios de investigación fundamental, seis en física y seis en
biología. Estos laboratorios fueron clasificados en función de su localización
geográfica, de la cantidad de investigadores y del reconocimiento del cual
son objeto (reconocimiento medido gracias a la utilización del Science
Citation Index y de un conjunto de expertos científicos).
En rigor, se trata de uno de los primeros trabajos empíricos realizados en
el interior de laboratorios. Sin embargo, el motivo por el cual lo incluimos en
este apartado, y no en la unidad siguiente, dedicado a los estudios realiza-
dos a nivel micro, es porque sus presupuestos de partida, tanto como sus
metodologías resultan, como veremos, muy diferentes de los otros estudios
que comentaremos. Por otro lado, es dudoso que se trate, stricto sensu de
estudios que se sitúen en el nivel micro, por más que los investigadores se
hayan propuesto (y logrado) identificar problemas y categorías de análisis en
el interior de los laboratorios. En efecto, la perspectiva de Lemaine y Lécuyer
pretende una conceptualización más amplia que el mero espacio de los la-

98
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

boratorios: las extrapolaciones que los llevan a considerar al conjunto de las


unidades de investigación tienen por objeto poder establecer más bien los
parámetros de la comparación que la lógica interna de cada uno de ellos.
Las observaciones de campo desplegadas por el equipo de marras los
conducen a subrayar la extrema diversidad de las organizaciones de investi-
gación fundamental. Más allá de los ejemplos extraídos de cada uno de los
laboratorios que estudian, los autores proponen la conclusión de que no hay
un solo modo de concebir la organización de los laboratorios para cada dis-
ciplina. Algunos se asientan sobre una cierta descentralización, otros, por el
contrario, y a veces dentro de una misma disciplina, son fuertemente unita-
rios con un claro y expreso monopolio de la autoridad.
En todos los casos, sin embargo, la organización aparece como una res-
puesta a finalidades definidas, a elecciones precisas en ciertas condiciones
contextuales. La organización constituye un “sistema compuesto por agen-
tes sociales individuales o colectivos que tienen finalidades determinadas,
compatibles o no unas con otras, que consiguen los medios, en un campo
dotado de ciertos recursos más o menos accesibles (posiciones de poder,
medios materiales, etc.) para alcanzar los objetos que se propone (...)”.
A través del análisis sobre la dependencia estratégica de las organizacio-
nes científicas, Lemaine y Lécuyer insisten incidentalmente sobre la dificul-
tad existente para escapar a la ilusión de la organización científica como en-
tidad claramente delimitable, es decir, una entidad que posee fronteras más
allá de las cuales se vuelve imposible hablar de “entorno”. Así, el estudio se
centra en la división de trabajo interno en los laboratorios tanto en ciencia
“ligera” como ciencia “pesada” y, más específicamente todavía en las rela-
ciones entre los investigadores y los técnicos, lo cual resulta útil para com-
prender el problema de la naturaleza de la organización científica. Allí, los au-
tores señalan las tensiones constitutivas de la relación entre investigadores
y técnicos: los primeros conciben a los segundos como “auxiliares” más que
como “colaboradores”; los segundos denuncian que los primeros tienen una
tendencia a asimilarlos muy fácilmente a trabajo “doméstico”.
Sin embargo, este estudio no se queda allí en el análisis: llama la aten-
ción sobre dos modalidades diferentes en estas relaciones entre científicos
y técnicos, que son muy relevantes para comprender la dinámica de un labo-
ratorio. Según la primera modalidad, en efecto, los técnicos aparecen como
subordinados directamente a las órdenes de los científicos, como si fueran
sólo algo más que empleados administrativos. Este tipo de relación se pro-
duce cuando los técnicos poseen dos tipos de competencias: o bien están
muy poco calificados, y sólo pueden realizar tareas simples que les indican
los investigadores, o bien, lo que es más interesante, poseen competencias
similares a las de los propios investigadores, quienes, por lo mismo, sólo les
delegan algunas de las tareas, pero manteniendo el control cognitivo de los
experimentos. La idea de delegación y, sobre todo, de sustitución es, aquí, la
clave para comprender esta modalidad. Los técnicos pueden sustituir a los
científicos, y ello es la marca, precisamente, de su subordinación.
Por otro lado, hay otras situaciones en la cuales los técnicos poseen ca-
pacidades y competencias diferentes de las que poseen los científicos. Es
el caso típico de los especialistas en el manejo de ciertas máquinas, o de
los ingenieros en el interior de los laboratorios y, en la época actual, de los
expertos informáticos. Con estos técnicos, los científicos no pueden estable-
cer simples relaciones de subordinación, ya que el principio de sustitución ya

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Universidad Virtual de Quilmes

no funciona como en el primer caso. Con estos sujetos, el científico está obli-
gado a dialogar y, en última instancia, a negociar. La predominancia de uno
u otro tipo de relación resulta, por lo tanto, clave en la comprensión de la or-
ganización de un laboratorio y, también, de su dinámica.
Una última consideración del estudio de Lemaine y Lécuyer se relaciona
con un concepto que, a simple vista, parece aproximarse a la idea de “redes
de actor”: los autores llegan a la conclusión de la inutilidad de determinar
los espacios “interior” y “exterior” de los laboratorios, desarrollando en es-
te sentido el concepto de environnement (entorno) que determina un espacio
que resulta mucho más amplio que las puras fronteras formales. Sin embar-
go, lo que parece muy interesante en este abordaje, es que esta idea no sur-
ge como consecuencia de un postulado o una petición de principios, sino que
es una consecuencia del trabajo empírico comparativo, que les mostró la im-
posibilidad de trazar con claridad las fronteras precisas de los laboratorios.
Si embargo, la noción de environnement, por más extendida que parezca a
simple vista, está muy lejos de las formulaciones de Callon y Latour, puesto
que, en primer lugar, el entorno al que se refieren Lemaine y Lécuyer está es-
trictamente limitado a los actores sociales, y no a la interacción con las en-
tidades no-humanas. En segundo lugar, y aún más importante, el punto de
vista de estos autores está fuertemente marcado por el concepto sociológi-
co de estrategias propias de los actores sociales más significativos, y los pro-
blemas tales como las formas de organización de las unidades de investiga-
ción, o las relaciones internas de esas unidades se ven, así, reducidas a la
puesta en práctica de dichas estrategias.
El segundo enfoque que vamos a comentar, y con él finalizaremos es-
ta unidad, es el abordaje neo-institucional de la investigación científica.
Una de las preguntas fundamentales que se formulan los autores perte-
necientes a esta corriente, en relación con las categorías de análisis de
Merton, es: ¿las inequidades sociales entre científicos, representan la
consecuencia organizacional exclusiva de una “necesidad social” definida
por la institución científica (el crecimiento del stock de conocimientos
científicos válidos? Si no es así, ¿qué perspectivas alternativas o comple-
mentarias se pueden adoptar para explicar la morfología diferenciada de
la organización científica? El modo de responder a esta pregunta consis-
te en buscar en la naturaleza misma de la disciplina científica el principio
de organización social del trabajo científico. Según este enfoque, en par-
ticular según Terry Shinn y Richard Whitley, la ciencia es heterogénea por
la localización de los individuos de su estructura, pero es también hetero-
génea por la naturaleza de los saberes que allí se difunden. El sociólogo
debe, por lo tanto, interrogarse sobre la relación que establecen esas he-
terogeneidades social y cognitiva.
Así, según Shinn, la institución científica no se reduce a un conjunto de
divisiones verticales: supone igualmente divisiones horizontales entre disci-
plinas científicas diferentes. Diferenciación social y diferenciación cognitiva
son dos problemas que van a la par. Sin embargo, ¿de qué modo se integran
esas dos dimensiones, de diferenciación interna del sistema social de la
ciencia? Para Terry Shinn resulta fundamental establecer la relación entre la
jerarquía cognitiva de los resultados (es decir, la importancia relativa de los
diferentes trabajos, estudio empírico o intento de interpretación teórica) y la
jerarquía social (el estatus de los miembros del laboratorio).
Veamos, en algunos ejemplos, cómo analiza Shinn estos problemas: en

100
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

primer lugar, este autor estudia un laboratorio de hidromecánica física, en


donde los investigadores trabajan individualmente. Cada investigador se ocu-
pa de su proyecto y lleva a cabo las tareas que le corresponden, concibien-
do y construyendo él mismo su dispositivo experimental y sus instrumentos,
así como realiza él mismo sus experimentos y analiza sus datos. No hay, allí,
división del trabajo experimental, ni organización o gestión centralizada del
trabajo, puesto que cada investigador trabaja sobre fenómenos visibles a
simple vista, o por medio de un simple aparato fotográfico, a veces amplifi-
cadas las imágenes a través de una computadora. Los signos son muy a me-
nudo geométricos y fácilmente comprensibles, lo que determina una simpli-
cidad que facilita tanto la identificación de anomalías como la posibilidad de
hacer observaciones ocasionales fuera del laboratorio. La estructura intelec-
tual de la física experimental resulta definida por Shinn como policéntrica,
con múltiples nichos conceptuales, metodológicos y fenomenológicos, lo cual
favorece que los investigadores cambien regularmente su centro de interés.
La diversidad de los fenómenos que se estudian y la estructura intelectual
de la disciplina tornan difícil toda forma de autoridad y de control centraliza-
do y favorecen, al mismo tiempo, la emergencia de una diversidad de tipos
de resultados. Los investigadores son muy autónomos en el nivel de sus pro-
yectos y de los conceptos que ponen en marcha.
Pese a lo que acabamos de describir, la estructura jerárquica del labora-
torio afecta a veces sus orientaciones de investigación, en especial a causa
de las rivalidades que se generan por la obtención de los recursos necesa-
rios para la construcción de sus equipos (incluso cuando éstos no son muy
costosos). Por otro lado, los investigadores se implican a veces en activida-
des de formación o en consejos que les permiten desarrollar aptitudes para
producir representaciones globales, sintéticas y detalladas de los fenóme-
nos, para transmitir sus interpretaciones personales y para pasar de un fe-
nómeno o de un modelo a otro.
Esta situación es muy diferente de la que encontramos en otros campos
de la física. En la física de altas energías, por ejemplo, la relación con los
instrumentos de investigación condiciona la movilización de un gran número
de investigadores cuyas competencias, específicas y complementarias, son
exigidas por el aparato y por el fenómeno estudiado. El trabajo, en este ca-
so, está organizado de manera muy estructurada y centralizada. En este la-
boratorio, Shinn observa una correspondencia entre la jerarquía social del la-
boratorio y el tipo de resultados de la investigación. Existen tres grupos de in-
vestigadores que produce, cada uno, un tipo de resultado particular (caracte-
rizados, respectivamente, por los criterios siguientes: el estatus administra-
tivo, la percepción interna, la implicación en la enseñanza y el hecho de per-
tenecer a consejos consultivos):

* los jóvenes investigadores producen resultados locales, muestran las di-


versas facetas de un fenómeno y subrayan su complejidad. Evitan reali-
zar generalizaciones demasiado rápidamente y prestan, por el contrario,
mucha atención a las condiciones de validez y a las anomalías, al tiem-
po que rechazan toda forma de simplificación que esté en contradicción
con la pulcritud de sus análisis. Le dan mucha importancia a la instru-
mentación y a la precisión, para distinguir los artefactos de las anoma-
lías significativas y, cuando utilizan un modelo, es sobre todo para orde-
nar las informaciones sobre el fenómeno, y no para encontrar la “buena”

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interpretación. Sus resultados son, así, de tipo ordenado, detallados,


precisos y abiertos a la crítica.
* Los investigadores “confirmados” (senior) ponen, por su parte, el acento
en la selección de los modelos de representación de los fenómenos y so-
bre la inserción de los datos en un modelo bien elegido. Comparan los
modelos, sobre la base de sus experiencias y de los resultados hallados
en la literatura, antes de escoger el que les conviene, e introducen allí en-
seguida metódicamante sus propios datos. Señalan las condiciones de
validez y las anomalías cuando éstas son significativas. Su argumenta-
ción está construida con claridad y elegancia. Las anomalías son para
ellos un estímulo para el estudio de nuevos fenómenos.
* El director del laboratorio produce resultados del tipo “generalizaciones”,
abarcando diversas categorías de fenómenos en el interior de un modelo
simple, físico, normativo y predictivo. Restringe el número de parámetros
que toma en cuenta y subraya sobre todo los rasgos salientes. No se de-
tiene en las condiciones límites y las anomalías, su argumentación es
simple y estructurada e integra sus observaciones personales fuera del
laboratorio y las imágenes familiares; sus vivencias personales están pre-
sentes en la formulación de resultados. Toma en cuenta trabajos realiza-
dos en otros laboratorios y se refiere a la literatura científica dominante
en su campo.

Así, según muestra Shinn, los resultados son diferentes según la posición
jerárquica de los investigadores. Esas posiciones jerárquicas corresponden
igualmente a redes sociales personales diferentes, y existe una relación en-
tre el tipo de resultado producido en el seno del laboratorio y esas redes. La
jerarquía social de los resultados de investigación se sustenta al mismo
tiempo en el estatus obtenido en la implicación en redes sociales y en el ti-
po de resultado (ligado al tipo de investigación científica).
Finalmente, para Shinn, la jerarquía social de los resultados no se corres-
ponde siempre con la jerarquía cognitiva. Cuando hay divergencias, ello pue-
de ser la fuente de cuestionamientos conceptuales (cuestionamiento y refor-
mulación de los resultados del director del laboratorio) y social (cuestiona-
miento de la autoridad del director y debilitamiento de la estructura organiza-
cional del laboratorio).
Estos aspectos analizados por Shinn resultan cruciales para la compren-
sión de las prácticas científicas, y sin duda un de los abordajes más serios
y profundos para el enriquecimiento de los estudios sociales de la ciencia.
Esto es así porque es uno de los pocos abordajes que logró, establecer sis-
temáticamente la relación entre los aspectos cognitivos y los aspectos so-
ciales, que es un desafío permanente de todos los estudios post-mertonia-
nos. Pero, a diferencia, por ejemplo, de los autores de la escuela francesa,
Shinn (y Whitley) produjo sus investigaciones recuperando y fortaleciendo las
categorías del análisis sociológico. Así entendido, el problema de las jerar-
quías puede ser pensado como uno de los ejemplos de categorías “clásicas”
utilizadas por las ciencias sociales, sólo que, una vez que se plantea relacio-
nar los problemas cognitivos y los problemas sociales como dos partes in-
trínsecamente unidas de las prácticas científicas, estas categorías son re-
significadas para romper con la falsa y antigua construcción epistemológica
de la caja negra.

102
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

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Woolgar, Steve (1991): Ciencia: abriendo la caja negra. Madrid, Anthropos.

103
Universidad Virtual de Quilmes

BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA

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Kreimer, Pablo (1999): De probetas, computadoras y ratones. Buenos Aires,


Ed. U.N. Quilmes. Cap. III. (80 pags.)

Collins, Harry (1994): “Los siete sexos: estudio sociológico de un fenómeno


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de la ciencia y la tecnología. Madrid, CSIC. (20 págs)

Kuhn, Thomas: La estructura de las revoluciones científicas. México, Fondo de


Cultura Económica. Cap. II y III. (35 págs).

Merton, Robert (1992): “La ciencia y la estructura social democrática”, en


Teoría y estructura social. México, Fondo de Cultura Económica. (12 págs.)

Shinn, Terry (1999): “Prefacio”, en Kreimer (1999). (11 pags)

Callon, Michel: “Algunos elementos para una sociología de la traducción: la


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zo et alii: Sociología de la ciencia y la tecnología. Madrid, CSIC. (24 págs).

Lemaine, Géerard, y Lécuyer, Bernard-Pierre (1972): Les voies du succès. Pa-


rís, CNRS Cap. V (50 pags).

104
4

La producción de conocimiento:
el nivel micro del análisis

4.1. El acceso a un nuevo lugar para los investigadores en ciencias


sociales: los laboratorios.

Como consecuencia del giro que se produjo desde mediados de los años se-
tenta, se hizo evidente la necesidad, por parte de los estudios sociales de la
ciencia, de desarrollar un conjunto de trabajos empíricos. Ello se debe a di-
versas razones, algunas de las cuales ya adelantamos brevemente en la uni-
dad anterior:

* Necesidad de apertura de la caja negra. En efecto, la necesidad de “abrir”


los procesos sociales que pusieran en relación las dimensiones sociales
con los contenidos específicos de los conocimientos hizo que un conjun-
to de investigadores se viera empujado a “ingresar” a los lugares especí-
ficos en donde trabajan los científicos.
* Prácticas reales de los científicos: las normas mertonianas fueron objeto
de la mayor parte de los cuestionamientos, en particular por el carácter
ideal que ellas implicaban, puesto que resultaban más de un “deber ser”
postulado por el sociólogo, o aún por los propios investigadores, pero que
no se correspondían con lo que los científicos realmente practican en su
vida cotidiana, en el interior de sus lugares de trabajo y en sus otras ma-
nifestaciones en la arena pública.
* Constructivismo: a diferencia de un modelo centrado en la idea de “des-
cubrimiento” ligada a las “correctas aplicaciones de métodos universa-
les”, la nueva sociología del conocimiento tomó como un postulado que
la empresa de la ciencia era una actividad social y que, por lo tanto, los
objetos que produce son, en última instancia, construcciones sociales.
Dar cuenta, en forma empírica, de dichas construcciones, se transformó
en el desafío central de una parte importante de los investigadores en los
estudios sociales de la ciencia.
* Cambio metodológico: como la sociología clásica de la ciencia había pro-
ducido innovaciones metodológicas significativas, como las observacio-
nes de las prácticas externas de los científicos realizadas por Merton, los
experimentos respecto de la atribución de recompensas que concluyeron
en la idea del “Efecto Mateo”, realizadas por él mismo y por Zuckerman,
o los comienzos de la utilización estadística propuestos por Price, que lle-
varon al desarrollo de la cientometría. Incluso, uno de los primeros estu-
dios empíricos realizado en los laboratorio (Lemaine y Lécuyer, véase la
unidad anterior), utilizaron el Science Citation Index inspirado por Price pa-
ra “medir” la percepción externa de una unidad de investigación. Sin em-
bargo, las nuevas corrientes encontraron que dichas metodologías no
eran en absoluto adecuadas para dar cuenta de los nuevos desafíos de
investigación que se plantearon. Así, métodos surgidos de la observación

105
Universidad Virtual de Quilmes

etnográfica, observaciones participantes, entrevistas, grabaciones, y


otros métodos reemplazaron a los modos de investigar las prácticas cien-
tíficas que habían imperado hasta entonces.

Como consecuencia, tanto en términos teóricos como metodológicos, se


trató de una completa re-definición del objeto de estudio. En este contexto,
el “giro constructivista” significó algo más extenso que un mero cambio del
nivel de análisis, pasando de un nivel macro, o meso, al nivel micro de la pro-
ducción concreta de conocimientos. De hecho, pasar de una concepción de
la actividad cotidiana de los científicos entendida como “no problemática” en
la medida en que su autonomía quedara a resguardo de toda intervención,
hacia una concepción en donde las propias interacciones entre actores, tan-
to internos como externos, y entre éstos y el contenido de los conocimien-
tos, resultan la clave sobre la cual se asienta la nueva formulación del obje-
to. Sin embargo, recíprocamente, este cambio de nivel de análisis fue, en
gran medida, la apoyatura metodológica que permitió que ese conjunto de
nuevas dimensiones pudieran ser, primero, conocidas y, luego, descriptas,
analizadas e interpretadas.
Con todo, no debe pensarse que los marcos teóricos para el análisis y la
interpretación de las prácticas de los científicos constituyeron un esquema
homogéneo entre los diferentes investigadores y autores enrolados en estas
nuevas formas de investigación social de la ciencia. Por el contrario, existen
y han existido matices significativos, en donde los marcos conceptuales, aún
compartiendo metodologías similares, fueron portadores de diferencias de
interpretación significativas.
Es cierto, de todos modos, que la confluencia de enfoques que hicieron del
laboratorio el espacio central para investigar las prácticas científicas. Todo lo
que allí ocurre cobra, así, una nueva significación, y se van, de este modo, iden-
tificando actores, tomas de posición, discursos, prácticas cotidianas, utiliza-
ción de máquinas y equipos, interacciones, y se elaboran nuevas categorías
que sean capaces de dar cuenta de “todo lo que allí ocurre”. Esta expresión,
“todo lo que allí ocurre” tuvo la inspiración inicial de desmitificar las prácticas
de investigación, entendidas hasta entonces como un espacio que estaba go-
bernado por la máxima racionalidad. Naturalmente, los debates frente a esta
pretensión no estuvieron ausentes, como podremos observar más adelante.
Veamos el balance de los estudios de laboratorio que traza quien fuera
uno de sus protagonistas, Steve Woolgar autor junto con Bruno Latour de la
obra más significativa enrolada en estas nuevas corrientes (aunque luego él
mismo se desplazara hacia otros enfoques):

STEVE WOOLGAR

Los estudios de laboratorio

Un rasgo central de los estudios de laboratorio es su descripción de la


ciencia tal como sucede. En un sentido de esta frase, el trabajo de los estu-
dios de laboratorio es un intento de producir una descripción del trabajo
científico relativamente no obstaculizada por la reconstrucción retrospecti-
va. La idea es que el estudio contemporáneo de la actividad científica per-
mite al analista basar su discusión en experiencias de primera mano más que
confiar en las recolecciones hechas a la luz de los sucesos subsecuentes.

106
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

En un segundo sentido, el estudio de la “ciencia como sucede” permi-


te al analista evitar las construcciones intermedias que surgen de apoyar-
se en los informadores fuera de su ambiente de trabajo cotidiano. Así, la
observación in situ ofrece un acceso más directo a los sucesos del labora-
torio que, por ejemplo, las respuestas a entrevistas. En ambos casos, la
idea general es que se gana más estando en el sitio que intentando la inter-
pretación desde una perspectiva secundaria. La observación in situ de la
actividad científica contemporánea posibilita, pues, recuperar algo del ca-
rácter artesanal de la ciencia. El cuadro resultante de la ciencia retrata al
científico firmemente ubicado en su laboratorio, y trata con cierto escep-
ticismo el tipo de representaciones que ofrecen los científicos, en especial
cuando éstas se producen en situaciones separadas (temporal o contextual-
mente) de la escena de acción científica.

Woolgar, (1995), pág. 222-223.

Según el propio Woolgar, las actividades que los científicos van juntando
laboriosamente, como recoger elementos con sus propias manos, medir,
mostrárselo a otros, proponer argumentos acerca de ello, y hacerlo circular
hacia otros en sus comunidades, no son “objetos naturales” independientes
del proceso cultural y de las formas literarias que los propios científicos uti-
lizan. Todo eso son extractos, “tejidos culturales” y residuos impresos en
matrices gráficas; muestra ordenadas, clasificadas y filtradas; marcas foto-
gráficas cuidadosamente alineadas e impresas, así como narraciones verba-
les. Estas son las “cosas” próximas que se hacen en el laboratorio y que cir-
culan bajo la forma escrita, y que constituyen un rico repositorio de acciones
“sociales”. Así, si uno pretende observar estos recursos y productos docu-
mentales como objetos relevantes para la consideración sociológica, es ne-
cesario discriminar el modo en que ellos son algo más que simples represen-
taciones de un orden natural.
Como en otros casos que hemos considerado, los estudios de nivel mi-
crosociológico han tenido un desarrollo considerable durante las últimas dé-
cadas. Así, con diferentes perspectivas teóricas y metodológicas, se han
desplegado, por ejemplo, estudios que pusieron el énfasis en las relaciones
entre los investigadores (Lemaine y Lécuyer), en los aspectos organizaciona-
les (Shinn), en el discurso de los investigadores (Mulkay), en los aspectos
más puramente cognitivos (Lemaine), en la construcción de objetos socio-
técnicos (Callon), y muchos otros. Sin embargo, debíamos elegir aquí algu-
nos trabajos que fueran emblemáticos de corrientes definidas y de formas
particulares de abordar la investigación en el interior de los laboratorios. Así,
la investigación de Bruno Latour (publicada luego junto con Woolgar) abre es-
ta reseña puesto que tiene el mérito de ser la primera investigación que in-
corpora ideas realmente novedosas en la investigación sobre los laborato-
rios, la primera que se centró en la vida del los laboratorios, y sólo fue pre-
cedida en el tiempo por los trabajos de Lemaine y Lécuyer, aunque estos úl-
timos (como vimos en la unidad anterior) estaban trabajando entonces
(1972) desde una concepción paradigmática más cercana a la sociología
normativa. Los trabajos de Knorr-Cetina resultan relevantes por la riqueza
teórica que emana de ellos, por sus reflexiones metodológicas, y por el he-
cho de que ha sido una de las escasas investigadoras que ha continuado tra-
bajando en un nivel micro desde entonces. El trabajo de Michael Lynch es re-
levante, finalmente, porque ejemplifica una deriva conceptual claramente di-

107
Universidad Virtual de Quilmes

ferente de los dos anteriores, con un fuerte énfasis puesto en las técnicas
de investigación surgidas de la etnometodología de Harold Garfinkel, y por su
cuidadoso análisis del discurso de los científicos.

4.2 Los estudios pioneros de Bruno Latour: la vida de laboratorio.

“Los antropólogos se pasaron la vida estudiando esos grupos, pertenecien-


tes a otras culturas, cuya mentalidad era “precientífica” y los comportamien-
tos “irracionales”, pero nadie estudió esos grupos, tan cercanos a nosotros,
que producen la ciencia.” Aunque existen algunos estudios sobre la produc-
tividad de los investigadores o sobre la gestión de las unidades de investiga-
ción, no hay ningún programa de investigación que estudie un laboratorio con
el mismo cuidado que se le presta al análisis de una tribu.” (Latour, 1984,
pág. 68).
Este es el punto de Bruno Latour: estudiar a los científicos como si fueran
una tribu extraña a nuestra cultura, y no como si se tratara del santuario de la
racionalidad. Uno puede rápidamente imaginarse el impacto que una afirma-
ción semejante causó en el seno de la comunidad científica: ¡comparar a los
“hombres de ciencia con una tribu de indígenas! Parecía una verdadera osa-
día, en particular cuando Latour comenzó sus investigaciones, hace más de
veinte años. Por entonces, como vimos en unidades anteriores, los estudios
sobre la ciencia se preocupaban, como señala Latour, de estudiar la “produc-
tividad de los investigadores” u otros aspectos externos o, en todo caso, me-
nos comprometidos de la vida cotidiana. En rigor, Latour no tiene toda la ra-
zón: como ya mostramos, los trabajos de Lemaine y Lécuyer ya habían incur-
sionado, a comienzos de los años 70, en el interior de los laboratorios. Pero,
Latour sí tiene razón en su intento de desacralizar la ciencia en su reducto de
racionalidad: los autores franceses estaban, todavía, marcados por la relación
(restringida) entre unidades de investigación y producción, a tal punto que el
libro que publicaron entonces se llamó, precisamente, “las vías del éxito”.
El trabajo de investigación de Latour comienza, pues, con el intento de
aplicar al estudio de un laboratorio en biología algunos de los métodos de la
antropología: inmersión completa por un período de dos años, de un obser-
vador extraño sin formación científica particular, en un laboratorio de investi-
gación fundamental. Según Latour, sus principios de partida eran:

LA ETNOGRAFÍA DE LOS LABORATORIOS

Bruno Latour

Observar la actividad científica como si se tratara de una actividad ex-


traña y de otra cultura; no interpretar las observaciones con la ayuda de
conceptos tradicionales (hipótesis, método, hecho, experiencia), sino con-
siderar a esos conceptos como problemáticos y someterlos a verificacio-
nes empíricas; finalmente, aprovechar el terreno privilegiado de un labo-
ratorio para analizar la combinación de los elementos que uno encuentra
siempre dispersos en las diferentes ramas de la epistemología o de la his-
toria, la economía o la sociología de la ciencia.

Latour, (1984), pág. 68

108
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Aquí debe llamarnos la atención, en primer lugar, el hecho de que Latour


afirme que él puede ingresar en el laboratorio de investigación fundamental
“sin formación científica particular” para analizar lo que allí ocurre, pero des-
pojándose, a priori, de las herramientas “clásicas” utilizadas por la episte-
mología. Esto, como puede verse, genera muchos interrogantes:

* La primera observación es de carácter estratégico: si resultaba provocati-


vo, para los científicos, que un sociólogo o antropólogo se propusiera es-
tudiar la vida interna de los laboratorios “como si fuera una tribu”, cuán-
to más provocativo parece que, además, se afirme con toda naturalidad
que se trata de una “extraño” sin “competencias científicas”. Fue, enton-
ces, esperable que los investigadores se preguntaran :¿qué puede enten-
der este “intruso” de lo que ocurre aquí adentro?
* Luego, es necesario preguntarse acerca de las categorías de análisis pa-
ra un estudio socio-antropológico: en el caso de la sociología normativa,
este aspecto no era problemático; bastaban las categorías puramente so-
ciológicas, puesto que, en la medida en que se trataba de una mirada “ex-
terna” no se pretendía ni estudiar, ni analizar, ni mucho menos compren-
der los contenidos, la producción de conocimiento se reducía a la aplica-
ción de los métodos científicos, cuya aplicación no concernía, como vi-
mos, al análisis sociológico.
* Pero, por otro, lado, quienes sí habían avanzado en el análisis de los con-
tenidos de los conocimientos, eran los epistemólogos y los historiadores
“internalistas” de la ciencia. Ellos habían propuesto un conjunto de cate-
gorías de análisis tales como “hipótesis”, “prueba”, “hecho”, “verifica-
ción”, “método”, “experiencia”. Sin embargo, para Latour estas catego-
rías no tienen una validez “a priori”, sino que deben ser puestas en cues-
tión, deben considerarse como problemáticas en sí mismas.

Veamos, entonces, de qué modo se hacen los cuestionamientos al con-


junto de instrumentos y categorías surgidos de la epistemología, y qué con-
ceptos propone Latour en su reemplazo. El concepto central sobre el cual se
apoya Latour es la diferenciación entre la ciencia hecha y la ciencia mientras
se hace.
Así, según Latour, es necesario analizar los hechos y las máquinas en el
curso mismo de su fabricación; no debemos cargar con ningún prejuicio so-
bre lo que constituye el conocimiento: “estudiamos el cierre de cajas negras
y procuramos distinguir dos explicaciones contradictorias de este cierre, una
que está terminada, otra que está en curso de fabricación”. Es muy ilustra-
tivo el modo en que el autor lo explica:

PRIMERA REGLA DE MÉTODO

Bruno Latour

Tome usted una frase extraída de un manual, desprovista de toda huella


de elaboración, de construcción o de apropiación, por ejemplo, que la mo-
lécula de ADN tiene la forma de una doble hélice. Póngala enseguida entre
comillas: “La molécula de ADN tiene la forma de una doble hélice”, lue-
go, como en los dibujos animados, póngala dentro de un globo que sale de
la boca muy real de alguien que habla: “Los tipos de Cambridge pretenden
que la molécula de ADN tiene la forma de una doble hélice”. Enseguida,

109
Universidad Virtual de Quilmes

imagine delante de este personaje a otro personaje a quien le habla, y que


no está de acuerdo: “Pero es imposible, dice Rosalind, ellos no tienen nin-
guna prueba”. Agregue ahora los decorados, los lugares, el equipamiento,
los momentos, las máquinas, los colegas. Mientras que la controversia se
encarna y se precisa, reconstituya la multitud movilizada por la discusión:
¡atención, aquí está el punto central del experimento! La multitud que se
juntó ya no tergiversa más: las situaciones, los lugares, las personas mis-
mas comienzan a desvanecerse, dicen todos lo mismo, en el mismo globo:
“Watson y Crick pretenden que la molécula de ADN tiene la forma de una
doble hélice”. Y así llegamos a nuestro punto de partida, la misma frase en-
tre comillas, la evidencia indiscutible en un manual. Tal es el movimiento
general que pretendemos realizar: entrar en la ciencia desde el exterior, se-
guir las controversias y acompañar a los investigadores hasta el fin, y ser
así llevados lentamente hacia fuera de la ciencia mientras se hace a la cien-
cia hasta la ciencia indiscutible.

Latour,( 1989), pág. 50

Así, Latour propone un conjunto de afirmaciones que ponen en cuestión


la razón de la ciencia hecha, contraponiéndola a la ciencia mientras se ha-
ce. Lo representa mediante las dos caras de Jano, una joven, la otra ancia-
na. Veamos, esquemáticamente, cómo se contraponen las dos visiones:

CIENCIA HECHA CIENCIA MIENTRAS SE HACE


(Cara anciana) (cara joven)

Es suficiente considerar los hechos Deshágase de todos los hechos


inútiles

Elija la máquina más eficaz Decida en qué debe consistir


la eficacia

Una vez que la máquina funcione, La máquina funcionará cuando todas


todos se convencerán las personas involucradas
se convenzan

Cuando las cosas son verdaderas, Cuando las cosas se mantienen,


se mantienen comienzan a ser verdaderas

La ciencia no se deja intimidar por ¿Cómo ser más fuerte que


una multitud de opiniones una multitud de opiniones?

Este conjunto de oposiciones está en el corazón de la estrategia de los


trabajos como los de Latour: la ciencia es un constructo social y, por lo tan-
to, no hay una verdad o un conjunto de enunciados verdaderos que sean in-
dependientes de las condiciones en las cuales la ciencia se produce. Así co-
bra sentido la afirmación según la cual los enunciados sólo son verdaderos
cuando el conjunto de personas involucradas lo consideran como tal. Y es
allí en donde se va construyendo lo que Latour llama “la construcción de un
hecho”.

110
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

En ese proceso de construcción no hay un recurso a la naturaleza, sino a


las relaciones sociales y, sobre todo, a las estrategias de los actores, quie-
nes intentan imponer su perspectiva a los otros actores y, para ello, buscan
conformar una alianza que sea más poderosa que quienes se oponen a
ellos. Luego, pero sólo después de que una controversia está resuelta, un
hecho adquiere la fuerza de un enunciado indiscutible y, entonces, el mundo
natural resulta representado por ese enunciado. Nunca antes, es decir, la na-
turaleza no tiene nada que ver durante un proceso de desarrollo de un enun-
ciado y, sobre todo, mientras subsiste la controversia.
En relación con lo anterior, resulta evidente que si la ciencia resulta cons-
truida socialmente, el único modo válido para investigara es “metiéndose en
el interior de los lugares en donde se produce”, dando cuenta de la vida del
laboratorio.
En el estudio emblemático desarrollado por Latour, el autor estuvo, efec-
tivamente, dentro del laboratorio observando lo que hacen los investigado-
res en su vida cotidiana. Pero las observaciones no se restringieron sólo a
las actividades de los investigadores, sino que todo lo que ocurre allí aden-
tro tiene sentido para el observador “ingenuo” que personifica Latour, des-
de la disposición espacial, las discusiones que se producen en los semi-
narios, pero también en los almuerzos, en las charlas informales, en las re-
laciones con los equipos y las máquinas, en los recursos que se utilizan,
etcétera.
En particular, la relación con las máquinas e instrumentos en el interior
de los laboratorios constituye para Latour la punta de un ovillo cuyo hilo lo
llevará al análisis de tópicos que el autor califica como centrales en el ti-
po de actividades que ponen en práctica los investigadores. De las nume-
rosas “máquinas” e “instrumentos” que encuentra en el laboratorio,
Latour nos llama la atención sobre la diferencia entre aquellas que no ha-
cen más que transformar un estado de la materia en otros, y aquellas que
transforman la materia en algo escrito. Estas últimas, más importantes, re-
ciben el nombre de inscriptores. El observador puede percibir el trabajo del
laboratorio como una serie de inscripciones que se van transformando se-
gún las necesidades de la argumentación. Los científicos producen (e in-
tentan reproducir, diría Collins) entonces, fundamentalmente, inscripciones
literarias, que tienen un fin retórico: convencer a diferentes personas, a fin
de convertir los enunciados débiles y discutidos en enunciados cada vez
más fuertes y menos discutidos, de los que cada vez se duda menos, has-
ta que logran estar firmemente establecidos, y se convierten en hechos.
(Kreimer, 1999).
Para llegar a la construcción de un hecho, los científicos deben recurrir a
la negociación. Es precisamente a propósito de la negociación que Latour
presenta su (hoy muy conocida) teoría de los aliados. No vencerá las prue-
bas el enunciado más verdadero, sino aquel que sea defendido por aliados
más poderosos. Así, por ejemplo, si alguien pretende desafiar los enuncia-
dos expuestos en un artículo, no sólo tiene que responder al o los científi-
cos que firman dicho artículo, sino que se las tiene que ver con todos los
aliados que el autor ha convocado: el editor de la revista, los árbitros, los or-
ganismos que han financiado la investigación, las autoridades del Instituto al
cual pertenece el autor, etc.
Hay por lo tanto una dimensión de la teoría de los aliados que podría-
mos denominar como los aliados implícitos en un enunciado. La segunda

111
Universidad Virtual de Quilmes

corresponde a las movilizaciones de diferentes actores sociales que un


científico realiza para poder acumular más poder que sus adversarios. En
ambas dimensiones, el papel de los inscriptores es crucial: son verdaderas
máquinas que operan como “productoras de datos” que serán reconverti-
dos en enunciados, en argumentos para la negociación o, dicho de otro mo-
do, podríamos pensar que se trata de “máquinas que se usan para cons-
truir pruebas”.
Latour propone, también, una discusión metodológica sobre el papel que
debe desempeñar el observador. Haciendo uso de un artilugio interesante,
en cada capítulo del libro el observador toma distintas formas; “un perfecto
ignorante que ingresa en el laboratorio como en otros tiempos se metía en-
tre los Bantús”, o bien “un historiador batallador en guerra contra la episte-
mología que deconstruye la exacta veracidad de un hecho científico” o “un
etnometodólogo atento a las competencias propias de los investigadores, cu-
yo lenguaje comienza a comprender” o, finalmente, “un sociólogo completa-
mente clásico”. (Latour y Woolgar (1988), pág. 28.
Este modo de comprender el rol del observador presenta varias ventajas,
puesto que incorpora, en primer lugar, a la figura del extranjero, de aquel
que, en todo sentido externo al problema, penetra en el laboratorio, y pre-
tende (como en realidad pretende haber hecho Latour) “hacerse invisible,
formar parte del laboratorio como las máquinas e instrumentos”. Latour
mismo cuenta que, al cabo de un tiempo, cuando llegaban visitantes al la-
boratorio, el científico que guiaba al recién llegado solía decirle: “en esta
sala está nuestro espectrómetro de masa, en esta otra las centrífugas, más
allá el grupo encargado del secuenciamiento, allí el grupo de bioquímica, y
aquí está nuestro antropólogo”, como si fuera, con el tiempo, la cosa más
natural del mundo...
Al mismo tiempo, como advierte con perspicacia Lynch (1982), la cons-
trucción de ese observador se trata de una ficción literaria, pero una ficción
que lleva incorporadas necesariamente las prácticas de las ciencias socia-
les, de las cuales el autor no puede desprenderse , aunque quiera.
La confrontación entre el observador real y el observador ficticio se ve cla-
ra cuando Latour plantea que se debe dar cierta independencia al análisis
de la ciencia, y por lo tanto es necesario no reposar solamente en lo que los
científicos dicen de ellos mismos: ellos deben volverse, para Latour, un “in-
formador privilegiado”, pero un informador del cual se duda. Para Latour se-
rán más importante las prácticas mismas que el discurso de los científicos
cuando éste se vuelve auto-referencial. Es ciertamente notable lo que seña-
la Latour en el sentido de que, cuando se les pregunta a los científicos acer-
ca la descripción de su trabajo, del sentido de la investigación, en vez de ha-
blar como investigadores, su discurso aparece teñido de expresiones propias
de la epistemología con permanentes referencias al método científico, la ex-
periencia crucial, la falsificación, el paradigma, etc.
Lo anterior, sin embargo, plantea un nuevo problema, que se deriva de lo
que los etnometodólogos llaman el principio de autoridad; puesto que la pre-
gunta que cabe formular es ¿en base a qué criterios puede el sociólogo acep-
tar y/o descartar porciones del discurso de los científicos como relevantes
para la comprensión sociológica de la producción de conocimiento? y, ade-
más, ¿con qué criterio diferenciar radicalmente los discursos de las prácticas
(o no considerar a los discursos mismos como parte de las prácticas?). Sha-
pin, por ejemplo, en un comentario sobre la edición en inglés La science en

112
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

action, el libro de Latour que siguió a La vida de laboratorio, plantea que el


rechazo en tomar en consideración las prácticas discursivas de los científi-
cos no parece justificado por las consideraciones de orden metodológico, si-
no que significa un sesgo que podría modificar la imagen que se brinda de
la ciencia. Además profundiza la pregunta acerca de cuál es el criterio para
considerar algunas prácticas y no otras (las discursivas).
Latour mismo se encargó de discutir, años más tarde, este problema. Se-
gún él, el observador no puede fiarse completamente de lo que los investi-
gadores dicen sobre lo que hacen. El problema del informador que cuenta lo
que debe ser cuando le preguntamos sobre qué es, se plantea en la sociolo-
gía de la ciencia tanto como en etnología: “Cuando se le preguntó a James
Watson por qué había elegido pensar en una doble hélice en lugar de una tri-
ple, responde: «porque era más simple». Enseguida el entrevistador (sociólo-
go) introduce consideraciones estéticas en el razonamiento científico. Sin
embargo, Francis Crick exclama: «Tú dices siempre eso, Jim... pero esa deci-
sión se debía a buenas razones científicas». Entonces, el entrevistador deja
de lado las consideraciones estéticas, hasta que oye a Crick mismo que
agrega una frase, más tarde: «...y además los modelos de Pauling eran tan
seductores...» Decidirse por una de esas masas de contradicción y de eva-
luaciones en lugar de otras, elegir una forma de razonamiento excluyendo las
otras, es perderse toda la sal de la ciencia «caliente», sería, sobre todo, per-
der de vista su sorprendente familiaridad con la historia propiamente dicha”.
(Latour, 1984, pág. 70)
La pregunta sociológica fundamental que se formula Latour en sus estu-
dios de laboratorios es: ¿por qué procedimientos la ciencia, hecha entera-
mente de elementos “externos” puede producir ciertos efectos que, de un
momento a otro, están dotados de una existencia casi autónoma? Sin em-
bargo, para responder a esta pregunta se necesita, según el autor, algo más
que observaciones en el laboratorio, aunque la observación puede permitir
plantearla con exactitud.
Para Latour, la manera más simple de poner orden es contar todo lo que
es contable: el dinero que ingresa en un laboratorio, el número de horas que
se pasan en cada actividad, los materiales consumidos en el proceso de pro-
ducción. Se puede contar también el número de artículos publicados por el
grupo y medir su impacto, estudiando la cantidad de artículos que llevan en
el título ciertos conceptos o sustancias descubiertas por el grupo.
Otra manera de poner orden, desde esta perspectiva, es analizar cuali-
tativamente la literatura publicada por el grupo. En efecto, “si el conoci-
miento es una noción vaga de la cual nada es preciso ni puede ser dicho,
la literatura es un dato material susceptible de ser contado, clasificado y
tratado”. (Ibid, pág. 71)
Claro que uno puede rápidamente imaginar la cantidad de anécdotas,
informaciones, tradiciones orales, documentos, y hasta de chismes, que un
investigador puede recopilar en dos años en un grupo bastante cerrado de
unas cuarenta personas. El problema mayor es encontrar un sentido a
esos fragmentos que las anotaciones de campo ofrecen de un modo muy
desordenado. La fabricación de modelos –en el sentido metafórico que esa
palabra tiene en ciencias sociales- se vuelve indispensable para poner or-
den. Veamos finalmente una narración hecha por Latour de su propio tra-
bajo de campo:

113
Universidad Virtual de Quilmes

LA VIDA DE LABORATORIO

Bruno Latour

El terreno elegido para este estudio es el laboratorio de Neuroendocri-


nología en el Instituto Salk, en el sur de California. Gracias al recibimien-
to generoso del Profesor Guillemin, fue posible introducir a un filósofo-
sociólogo en ese grupo prestigioso. El laboratorio es uno de los mejores
equipados de los Estados Unidos. Su forma tiene la pureza de un cristal:
en el centro las oficinas de los investigadores que rodean una pequeña sa-
la de conferencias, de un lado la fisiología, del otro la química analítica y
sintética que comprende todo el gran equipamiento: espectrómetro de ma-
sa, RMN, analizador de aminoácidos, etc. La composición del grupo es
muy variada. Hay de 8 a 10 doctores y unos veinte técnicos. Las especia-
lidades de los investigadores son complementarias y cubren una amplia
gama de la biología. La división del trabajo está muy desarrollada. El gru-
po es conocido, sobre todo, por haber aislado y caracterizado varios Fac-
tores Hipotalámicos (Releasing Factors) responsables de la regulación de
la hipófisis. El investigador (sociólogo) tiene su oficina en el laboratorio,
asiste a las reuniones, participa como técnico en algunas experiencias y
tiene acceso a los archivos del grupo. Después de algunos meses él se
vuelve “invisible”. La ventaja de este tipo de terreno sobre otros, más co-
rrientes en antropología, es que el observador es un investigador como los
otros investigadores que él observa. Hay por lo tanto una homogeneidad
única entre el objeto de estudio y el sujeto que estudia, lo que permite
comparar las dos actividades de conocimiento y enriquecer las ciencias
exactas por el ejemplo de las ciencias sociales.

Naturalmente, los trabajos de Latour han sido muy discutibles y, muy dis-
cutidos. Suscitaron reacciones tanto desde la perspectiva de los defensores
de la sociología clásica de la ciencia, de otros representantes de la “nueva
sociología del conocimiento”, de los investigadores de ciencias exactas y na-
turales, y de investigadores de ciencias sociales en general. Elegimos aquí
sólo una de las últimas discusiones a propósito de la obra de Latour (entre
cientos de artículos que animaron una larga polémica. Al respecto véase
Kreimer, 1999, cap. IV).
Se trata de un artículo muy reciente de James Brown, de la Universidad
de Toronto, titulado “La ciencia prosaica de Bruno Latour”. Brown (1998) ata-
ca, particularmente, uno de los ejes centrales del abordaje de Latour: la hi-
pótesis constructivista. Esta hipótesis se sintetiza en la afirmación de Latour
según la cual “Sin un enunciado (químico) no es posible afirmar la existen-
cia de una substancia”. Latour había dicho, entre otras cosas, que:

* El TRF (Thyratropin Releasing Factor) existe si, y sólo si el enunciado B es


adoptado.
* B es adoptado como consecuencia de negociaciones sociales.
* Por lo tanto, el TRF no es descubierto: es una construcción social.

Según Brown, ¿es necesario entender que, simplemente, sin un enuncia-


do, no estamos en condiciones de afirmar que la substancia existe? Enton-
ces, se abre la pregunta acerca de si la substancia de la cual se trata (TRF
u otra) existe efectivamente o no. En consecuencia, los hechos no son nece-
sariamente construcciones de la sociedad, contrariamente a lo que afirma

114
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Latour. La argumentación de Latour se apoya en la tesis según la cual “na-


da es verdadero ni falso más que a posterior”. Para Brown, esto no es más
que un fenómeno de cambio de creencias, que no alcanza de ningún modo
aprobar lo que Latour avanza a propósito del estatus ontológico profundo de
los hechos. Que la gente cambie de opinión, ello no afecta en nada los he-
chos. Sin parecer darse cuenta, Latour describe simplemente lo que otros fi-
lósofos llamarían una teoría “coherentista” de la justificación. No hay que
confundir esto con una teoría social de la verdad. Latour sería más creíble
–pero menos original- si dijera que los científicos que llegan más tarde fijan
las teorías de quienes los precedieron. Es Newton quien hizo creíble a Ke-
pler; es Euler el que fijó a Newton. Y Brown finaliza, su crítica con una frase
lapidaria. Según este autor, “Latour busca ennegrecer la ciencia con un pin-
celazo tan amplio que no queda allí nada que valga la pena ser observado.
Y, así, no nos ofrece más que una mirada cínica.” (Brown, 1998, pág. 168).
Un análisis equilibrado debería, por cierto, evitar estos extremismos. Pe-
ro lo virulento de los ataques nos da una idea de las dimensiones de los de-
bates de los últimos años.

4.3 Otros estudios emblemáticos: los trabajos de


Karin Knorr-Cetina y Michael Lynch en California.

La representación general de la ciencia propuesta por estos autores que,


en algunos postulados se hallan próximos a los trabajos de Latour, se estruc-
tura alrededor de tres proposiciones:

a) La práctica científica reposa sobre una dinámica del “oportunismo”.


b) La práctica científica es “idiosincrática”: no tiene más realidad que en el
nivel local.
c) Los hechos científicos son engendrados por los detalles “contingentes”
de la práctica científica.

La primera proposición nos lleva a las modalidades concretas del compor-


tamiento de los científicos. Los socioconstructivistas se apoyan aquí, gene-
ralmente, sobre la idea de la actividad científica entendida como “bricolage”,
propuesta por el biólogo francés François Jacob: un “bricoleur” no sabe qué
es lo que va a producir, pero utiliza todo lo que puede encontrar alrededor de
él. Lo que produce no está generalmente ligado a ningún proyecto específi-
co, sino que es la consecuencia de una serie de elementos contingentes, de
todas las oportunidades que ha podido encontrar.
La práctica científica es caracterizada como oportunista porque se desa-
rrolla y se transforma conforme a las posibilidades que se ofrecen al inves-
tigador en un momento dado de su trabajo. Este no parece tener una estra-
tegia definida de una vez y para siempre: ajusta y renueva su estrategia en
función de la posibilidad de disponer de un equipo determinado hasta enton-
ces inhallable, de un colaborador reclutado recientemente y con un “know-
how” específico o, por el contrario, la partida de un investigador que tenía un
rol importante en la puesta a punto de un procedimiento particular. Los bri-
coleurs, según Knorr-Cetina, son oportunistas: son conscientes de las opor-
tunidades materiales que encuentran en un lugar determinado y las explotan
para poner en marcha sus proyectos. Al mismo tiempo, determinan lo que es

115
Universidad Virtual de Quilmes

factible, ajustan y desarrollan sus proyectos. Cuando observamos a los cien-


tíficos trabajando en el laboratorio, este tipo de oportunismo aparece como
el signo distintivo de su modo de producción.
La segunda proposición constituye la prolongación lógica de la primera. Si
los científicos son “bricoleurs” oportunistas, sus prácticas de investigación
no pueden comprenderse independientemente de los contextos locales en los
cuales se inscriben. Cada laboratorio dispone de una “vida material” que le
es propia. Sus miembros despliegan interpretaciones particulares de las re-
glas metodológicas, de conocimientos locales, de recursos específicos que,
todos ellos, se ponen en marcha en el momento de la concepción y de la
puesta en marcha de las experimentaciones. Todos estos elementos singu-
lares conforman la práctica científica, modificando su curso y la vuelven, así,
idiosincrática.
La tercera proposición describe el modo de constitución de hechos cien-
tíficos. Estos no son descubiertos: no preexisten a la práctica científica. Son,
por el contrario, fabricados en todas sus partes por los científicos en el cur-
so de su práctica ordinaria. Se trata de una discusión (como veremos más
adelante) entre los sociólogos constructivistas si los laboratorios son o no
objetos de investigación como cualquier otro. Para algunos de ellos, los la-
boratorios son espacios fundamentales, puesto que allí se juega el “desti-
no” de los enunciados científicos y, por lo tanto, de la naturaleza misma del
conocimiento científico. Ese destino puede describirse globalmente como
una oscilación más o menos durable entre dos estatus: el de los “hechos”,
por un lado, y el de los “artefactos”, por otro. Así, hay una incertidumbre in-
herente al proceso de investigación científica: la posibilidad de transformar
un enunciado hipotético en un “hecho” reposa en la capacidad de los cientí-
ficos de crear un “efecto de verdad”, es decir, una ilusión realista surgida del
ocultamiento de las condiciones sociales, históricas, materiales de produc-
ción de los hechos propiamente dichos.
En el estudio que consagra a un laboratorio (que, al igual que en el caso
de Latour, también está ubicado en California) dedicado al análisis de proteí-
nas de plantas, Knorr-Cetina Cetina intenta reconstruir el proceso literario
por el cual los científicos llegan a crear un “efecto de realidad”. La autora se
interesa en particular en una nueva metodología que dio lugar a una innova-
ción en 1977. Esta innovación se refiere a la naturaleza del reactivo a utili-
zar para obtener un precipitado proteico. La explicación tiene un contenido
“técnico” que puede parece esotérico para todos aquellos que no posean
una formación científica. Vale la pena, sin embargo, internarse en algunos
tecnicismos, para observar el modo en que la autora analiza el espacio de
los laboratorios.
Según Knorr-Cetina, “el descubrimiento del cloruro férrico no sólo selló el
destino del ácido fosfórico como una no-solución, sino que constituyó, tam-
bién, un cambio en la orientación de la investigación [...] El cloruro férrico fue
considerado como un éxito, y fue considerado como tal durante todo el pe-
riodo de observación, como lo indica la publicación rápida de un artículo que
hacía la promoción del método” (Knorr-Cetina, 1981, pág. 64).
Lo que llama sobre todo la atención de la autora es la diferencia entre el
contenido de la publicación firmada por los miembros del grupo de investiga-
ción que se observaron, y la realidad “objetiva” del proceso de investigación.
La investigación propiamente dicha le aparece al sociólogo como algo desor-
denado y que se basa en factores esencialmente contingentes. Según uno

116
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

de los ejemplos que da Knorr-Cetina, uno de los investigadores del grupo tu-
vo un papel decisivo en la elaboración del método. Es el primero en intere-
sarse en el cloruro férrico y es también él quien logra convencer a los miem-
bros de su grupo de sistematizar el uso de este método y de obtener de allí
una publicación. ¿Por qué este investigador se interesa fundamentalmente
en el cloruro férrico? La autora explica este interés por el hecho de que es-
te científico toma conocimiento, en un momento determinado, de que el clo-
ruro férrico permite obtener precipitados proteicos sin recurrir a temperatu-
ras elevadas siendo que, en ese momento particular, él estaba particular-
mente “fascinado por la noción de economía de energía”.
Knorr-Cetina va un poco más allá: señala el interés de dicho científico por
el cloruro férrico no está desvinculado del modo en el que piensa su propio
futuro profesional. El científico expresa, en efecto, el deseo de obtener un
puesto en su Universidad de origen. En efecto, ese regreso resultaba difícil
a causa de su falta de experiencia en el abordaje tecnológico y a gran esca-
la de las proteínas. Esta falta es percibida por el investigador como un freno
potencial a su carrera. El recurso al cloruro férrico aparece por lo tanto co-
mo un medio de llenar esa carencia: el nuevo método era posible trasponer-
lo posteriormente, en una perspectiva comparada, a los grandes laboratorios
universitarios.
Cuando Knorr-Cetina pasa de la observación de la investigación al análi-
sis de la publicación producida por los miembros del laboratorio, presta una
atención particular al modo en que los científicos reconstruyeron racional-
mente su propia práctica científica. El artículo no deja ningún lugar a los ac-
cidentes ni a las preocupaciones de las carreras científicas: sólo queda allí
una dinámica de investigación en la cual los hechos científicos aparecen co-
mo los únicos motores de la actividad científica: “En el laboratorio, los cien-
tíficos reaccionan a las oportunidades que se les presentan instituyendo
nuevas líneas de investigación; en el artículo, lo único que los mueve es la
demanda de un método alternativo de recuperación de proteínas”. La elimi-
nación de la dimensión contextual de la investigación en el artículo analiza-
do se analiza a partir de los diferentes borradores del mismo artículo (Knorr-
Cetina analiza 15 borradores preliminares). Estos han sido sometidos por los
autores a la lectura de colegas (colaboradores o rivales). Knorr-Cetina mues-
tra así que ciertas proposiciones que se juzgan como “débiles” o “peligro-
sas” han sido suprimidas, y el artículo, por lo tanto, debe ser redactado de
nuevo y corregido.
Para la autora, este trabajo de re-escritura forma parte de las “negocia-
ciones” o de las “batallas” entre los autores y sus colegas. Entre la primera
y la última versión no hay un cambio estructural fundamental: la organización
general de la argumentación prácticamente no evoluciona. En el fondo, sin
embargo, el artículo se va transformando progresivamente, y esta transfor-
mación se basa, según Knorr-Cetina, en un proceso que es, al mismo tiem-
po, de decontextualización y de recontextualización: decontextualización por-
que toda referencia a las dimensiones contingentes del trabajo de investiga-
ción resulta eliminada del cuerpo del artículo; recontextualización porque el
proceso de investigación es ubicado por los investigadores (sobre todo en la
introducción del artículo) en un contexto más amplio que el espacio reduci-
do del laboratorio al cual ellos pertenecen.
El análisis de ese doble proceso debe llevarnos, según Knorr-Cetina, a
percibir mejor la naturaleza del rol que tiene toda publicación científica: esta

117
Universidad Virtual de Quilmes

no tiene por objetivo el de describir la realidad de la práctica científica, sino


sólo hacer admitir a los otros (en este caso, a la comunidad de investigado-
res que trabajan sobre proteínas de plantas), con ayuda de un cierto núme-
ro de “estrategias literarias”, que no sólo hay una sola posibilidad de obte-
ner un precipitado proteico válido, sino que toda la actividad científica depen-
de de esta posibilidad única, preexistente a la actividad de investigación.
La opción por los estudios de laboratorio, tal como la presenta Karin
Knorr-Cetina, no se presenta como una alternativa excluyente a las otras co-
rrientes, sino más bien como la otra cara de la moneda de, por ejemplo, los
mecanismos a través de los cuales son negociados los consensos en el con-
texto de una comunidad científica. Es aquí en donde Knorr-Cetina pretende
avanzar algunos pasos más, puesto que lo que está en cuestión no es sólo
el modo de abordar sociológicamente la producción de conocimiento científi-
co, sino el abordaje propio de la sociología en general. La referencia clave es
la determinación de los niveles micro y macro de la investigación en sociolo-
gía. Y es precisamente esta distinción la que la autora pretende derribar.
Para ello, plantea que el intento deberá ir en la dirección de reconstruir
una perspectiva macrosociológica, tomando como punto de partida una pers-
pectiva microsociológica: propone una hipótesis que denomina de represen-
tación, y con la cual pretende superar los intentos previos, que plantea que
lo “macro está activamente construido y continuado desde el interior de la
acción microsocial, mientras que las otras hipótesis piensan al macro-orden
como un fenómeno emergente compuesto por la suma de los efectos de mi-
cro-eventos”. Si se llevara hasta el límite la hipótesis de la representación,
deberíamos negar la existencia de un orden macro-social diferente de aquel
de las macro-representaciones producidas de un modo rutinario en el curso
de la acción micro-social.
Esta hipótesis se expresa en la discusión que la autora entabla con lo que
denomina los “modelos cuasi-económicos” de la ciencia y que da lugar a uno
de los conceptos más creativos, el de arenas transepistémicas de investiga-
ción y que ya analizamos con mayor énfasis en la unidad 2. Knorr-Cetina
menciona en primer lugar a los modelos que, como el de Merton y algunos
de sus discípulos (Hagstrom, Storer) proponen un modelo de interpretación
de las relaciones en la ciencia en términos de intercambios, que ya han sido
suficientemente criticados. Más tarde, va surgiendo un pasaje hacia mode-
los que la autora denomina de economía capitalista de mercado, en especial
el planteo de Bourdieu (1975) y de Latour y Woolgar.
El primero de ellos había desarrollado sus conocidas proposiciones acer-
ca del capital simbólico adquirido por los agentes científicos (que analiza-
mos en la unidad 2) a través de la imposición de definiciones técnicas y re-
presentaciones que legitiman los objetos científicos del campo. Los segun-
dos, con la idea –sin dudas tomada en su origen de Bourdieu, aunque sin
citarlo– de ciclos de credibilidad, en donde se producen sucesivas inversio-
nes (y conversiones) de crédito (monetario) en crédito (credibilidad). El pun-
to central de la crítica se basa en que un modelo semejante, para que pue-
da funcionar correctamente como una analogía, debería poder trabajar con
la idea de plusvalía, con su correlato de estructura de clase y alienación.
Sin embargo estos elementos, sin duda claves como mecanismos constitu-
tivos, son ignorados, con lo cual la analogía pierde plausibilidad. La segun-
da limitación parte del problema de que el capital simbólico remite a una vi-
sión internalista, en el sentido de que se limita a la visión de los propios

118
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

científicos, como si éstos estuvieran auto-contenidos en el campo, y éste


concebido a su vez como un sistema casi independiente.
A este enfoque, Knorr-Cetina le opone la visión del científico como un “ra-
zonador económico”, complementario del “razonador literario” que analiza-
mos más arriba. Este “razonador económico” interactúa, pues, hacia el inte-
rior pero también hacia el exterior de la comunidad de científicos, lo que la
autora denomina la contextualidad del trabajo científico. Estamos entonces
frente a las arenas transepistémicas, que incluyen a un conjunto de personas
que no pertenecen naturalmente a la categoría de relaciones de la “ciencia”
o de la “especialidad” o la “disciplina”. Para ilustrar este nudo de relaciones,
la autora plantea que, por ejemplo, en el hecho –sin dudas relevante– de pre-
sentar una solicitud para un subsidio a cualquier institución financiadora, el
científico toma en cuenta numerosos elementos, como las prioridades de di-
cha institución, las características de las evaluaciones que se realizarán, el
perfil de los asesores de dicha institución, etc. Esto implica algo más que un
cambio de forma o de título de la presentación; hay una injerencia importan-
te en partes del contenido del plan de investigación. Es lo que nosotros po-
dríamos llamar la internalización de parte de los científicos de fragmentos de
una política científica explícita o implícita.
El tipo de intercambios que se producen en las arenas transepistémicas
es lo que Knorr-Cetina las denomina las relaciones de recursos, es decir, re-
laciones en las cuales cada uno se apoya o de las cuales cada uno depen-
de para provisiones o para sostén. Estas relaciones regulan las transaccio-
nes entre los especialistas, así como entre especialistas y no especialistas
pero, lo que es importante, esto ocurre de un modo que presupone que no
hay una delimitación a priori entre el universo en el cual cada una tiene lu-
gar. Así, podemos leer de otro modo el ejemplo que presentamos algunos pá-
rrafos antes respecto de la negociación; esta se produce en el marco de re-
laciones de recursos recíprocas, en las cuales cada uno de los actores invo-
lucrados pretende obtener un beneficio. Las relaciones de recursos son lo
que enmarca y da sentido, y hace por lo tanto inteligibles las negociaciones.
El modelo de análisis de Knorr-Cetina se va enriqueciendo, entonces, con el
postulado (necesario) según el cual es el laboratorio el locus privilegiado para
observar y analizar las diferentes relaciones de recursos. La pregunta que, se-
gún la autora, es necesario formularse, se refiere en primer lugar a cómo di-
chas relaciones transepistémicas son relevantes para la producción de conoci-
miento y, en segundo lugar, por qué requieren buena parte de la atención que
comúnmente se les presta a los grupos de especialistas. Esto remite en algún
sentido a su punto de partida, que es la comprensión de las selecciones rea-
lizadas por los científicos, y su construcción en base a las selecciones previas.
De este modo, podemos apreciar que la autora pretende romper con la di-
cotomía micro-macro, al proponer este tipo de relaciones que trascienden (o
que atraviesan) ambos niveles, interconectándolos en muchos otros subnive-
les. Al mismo tiempo, reafirma que es en el nivel micro en donde la metodo-
logía de observación puede ser más poderosa para detectar estas relacio-
nes. Finalmente, a diferencia de autores como Barry Barnes, esta autora no
concibe que las acciones observadas en el interior de las prácticas científi-
cas puedan ser atribuidas a intereses sociales localizados en el contexto so-
cial más amplio, sino que este modelo parecería quedar superado en la me-
dida que el contexto social participa, necesariamente, en la producción de
las arenas transepistémicas que constituyen la producción de conocimiento.

119
Universidad Virtual de Quilmes

Analicemos ahora, para concluir este apartado, la corriente, por cierto cer-
cana a las anteriores, que puede denominarse bajo el amplio rótulo de “et-
nometodología”, de “análisis del discurso” y los trabajos “reflexivos”.
El punto de partida de estos estudios es la premisa de estudiar, ya no los
problemas derivados de la producción de conocimiento científico, o mera-
mente los contenidos de la investigación, (como en el caso de Latour o de
Knorr-Cetina) sino que su objetivo está dirigido a dar cuenta de las prácticas
científicas propiamente dichas. La etnometodología, según las palabras de
los autores que trabajan en esta corriente, es una disciplina fundacional:

LA ETNOMETODOLOGÍA

Lynch, Livingston y Garfinkel

A diferencia de otros intentos que pretenden hallar los fundamentos de


la ciencia en creencias cognitivas, supuestos tácitos, prejuicios temáticos
mantenidos por la comunidad, o acuerdos omisos, los estudios etnometo-
dológicos intentan descubrir y demostrar cómo las distintas prácticas cien-
tíficas se componen y recomponen mediante las conversaciones locales y
el carácter ordinario de las actividades disciplinarias incorporadas.

Lynch, Livingston y Garfinkel, (1983)

Hay, entonces, dos elementos que merecen ser resaltados en esta defini-
ción del enfoque. Por un lado, el lugar central que ocupan las prácticas dis-
cursivas de los científicos, su habla cotidiana, sus conversaciones e inter-
cambios discursivos. En este sentido, para los etnometodólogos no es posi-
ble distinguir un “hablar científico” de un “hablar no científico”; se trata sim-
plemente de tomar en cuenta todos los enunciados proferidos por los inves-
tigadores en su trabajo cotidiano. Por otro lado, el análisis de los actos con-
versacionales se enmarca en una comprensión de la actividad científica en-
tendida como una actividad ordinaria o, dicho de otro modo, una actividad
que no se distingue a priori de otras prácticas sociales. No vale la pena, pa-
ra esta corriente, hablar del método científico para referirse al carácter orde-
nado y ordinario (cotidiano) de las actividades de los científicos. Las activi-
dades disciplinarias, en este contexto, deben comprenderse no como el aca-
tamiento a una forma incorporada de los ideales de la ciencia, sino a la “de-
mostrabilidad de una disciplina científica en las prácticas incorporadas de su
trabajo específico, a que las prácticas son específicas de la disciplina y que
muestran, además, los contenidos de la disciplina en su producción tempo-
ral.” (Lynch, Livingston y Garfinkel, 1983).
Los etnometodólogos trabajan alrededor de la idea de temporalidad, esto
es, la construcción de los procesos en cursos reales de actividad, en tiempo
real. En este sentido, identifican diferentes formas en las que la actividad
científica puede reunirse analíticamente en torno a la temporalidad.
Sostienen, en primer lugar, que se deben desarrollar lo que ellos deno-
minan descripciones canónicas de los métodos de laboratorio y de los cursos
reales de acción. Debemos apuntar que esto se corresponde con un rasgo
metodológico distintivo de la etnometodología, como es el de registrar co-
mo datos en grabaciones de audio y vídeo las actividades que se investi-
gan. Esto permite al mismo tiempo estudiar los escritos científicos como

120
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

una fase específica del trabajo, más que como datos descriptivos de las ac-
tividades reales del laboratorio. La aspiración fundamental, que bien podría-
mos enunciar como un objetivo general de este enfoque, es el intento de
desacralizar la investigación científica.
La preocupación por el desarrollo de este tipo de descripciones exhausti-
vas acerca de los diferentes tipos de práctica cotidiana, va a resultar funda-
mental en el periodo que estamos describiendo en los estudios de la ciencia.
Sin dudas, la obra que inspirará una buena parte de los trabajos será el libro
de Harold Garfinkel, Studies in Ethnomethodology, publicado en 1967, no sólo
sobre sus propios discípulos, como Michael Lynch, sino sobre toda una gene-
ración de investigadores sociales. Garfinkel pretende estudiar “un conjunto de
consideraciones no investigadas por los sociólogos, la estandarización de los
rasgos de las escenas cotidianas, que son utilizados diariamente por los
miembros de una comunidad como esquema de interpretación”
El autor compara lo que denomina las “propiedades particulares de las
actividades científicas” con las del sentido común, y propone una lista de las
diferentes formas que adquiere la racionalidad que está en juego en cada ca-
so. En función de esto, llega a la conclusión de que “las racionalidades cien-
tíficas funcionan, de hecho, como propiedades estables de acciones y como
ideas sancionables sólo en el caso de acciones gobernadas por la actitud
propia de la teorización científica. En cambio, las acciones gobernadas por
la actitud de la vida cotidiana están marcadas por la ausencia específica de
esas racionalidades, tanto como por las propiedades o los ideales sanciona-
bles. Las racionalidades a las que se refiere Garfinkel son cuatro, y son las
únicas que no son comunes a todas las acciones, sino específicas de la ac-
tividad científica. Mirado desde hoy, parecerían bastante evidentes: compati-
bilidad de las relaciones medios-fines con la lógica formal; claridad y distin-
ción semántica; claridad y distinción “en sí mismas”; compatibilidad de la de-
finición de una situación con el conocimiento científico.
El segundo aspecto saliente se denomina reajuste retrospectivo-prospecti-
vo de los métodos científicos en función de los resultados disponibles. Ha-
ce referencia al análisis del hecho de “retroceder en el tiempo” como una ta-
rea normal en el trabajo de un laboratorio, como consecuencia de que “algo
ha ido mal” o de que “algo podría salir potencialmente mal”. De este modo,
se hace necesario recorrer retrospectivamente los diferentes pasos de los
experimentos, para buscar el origen del problema que se ha detectado.
Otro aspecto importante del análisis de Garfinkel se refiere a la conside-
ración del objeto como un ícono de la temporalidad del laboratorio. Ello supo-
ne que las narraciones de las actividades científicas se desvinculan del cur-
so real de actividad científica que las produjo, en una línea argumental que
nos hace recordar al Marx que consideraba a las mercancías como portado-
ras de un fetichismo que escondía las relaciones sociales (la carga de plus-
valía) ocultas en ellas.
Los etnometodólogos tienen numerosos puntos de contacto con los estu-
dios acerca del discurso puesto que, en la mayor parte de los casos, los in-
vestigadores enrolados en la etnometodología han trabajado a partir del dis-
curso de los científicos como una materia sólida sobre la cual apoyarse pa-
ra la investigación sobre la vida cotidiana de la ciencia. Como dice Lynch, “...
la conversación es ubicua, toda vez que las personas en la sociedad desa-
rrollan acciones cada uno en la presencia verbal del otro. A causa de esto,
los estudios de las estrtucturas conversacionales presentan una relevancia

121
Universidad Virtual de Quilmes

general para las variedades de situaciones específicas de trabajo”. (Lynch,


1985, pág. 9).
Así Lynch, a quien podemos considerar como un exponente emblemático
de esta corriente, investigó específicamente el shop talk (las charlas informa-
les) en un laboratorio durante un tiempo prolongado, a través de largas ho-
ras de grabaciones. El shop talk es, para Lynch, un acompañamiento insepa-
rable de las prácticas cotidianas del laboratorio; a través de su estudio pre-
tende dar cuenta de las explicaciones acerca de los artefactos (productos
científicos erróneos que pueden presentarse bajo la forma de experimentos
correctos) en tanto explicaciones de los orígenes sociales de las produccio-
nes científicas que están situadas dentro de las circunstancias prácticas de
la investigación del laboratorio. El objetivo central es el de develar lo oculto
en la familiaridad de la práctica cotidiana y en los productos científicos, di-
gamos, fetichizados. Dicho de otro modo, para Lynch, los hechos resultan in-
separables de las acciones que los producen. A diferencia de lo que plantea-
ba Collins como el último paso del programa empírico del relativismo, aquí
no es necesario buscar explicaciones en un contexto social más amplio; to-
do puede ser explicado a partir del estudio de las prácticas cotidianas.
La orientación hacia la explicación de los artefactos está en línea con los
enunciados del programa fuerte acerca de la simetría. Como dice el mismo
Lynch, su enfoque “contrasta con la adopción, que estipulaban los análisis
en ciencias sociales, de una posición 'anti-realista' como un recurso de prin-
cipio para lograr que el trabajo científico pueda ser abordado por el análisis
sociológico” Lo que señala el autor como diferencia sustantiva con otros tra-
bajos es la posibilidad de tomar en cuenta las propias explicaciones de los
miembros del laboratorio acerca de los orígenes sociales del objeto científi-
co en cuestión; en el caso del laboratorio en cuestión, se trata de los fenó-
menos neutrales en referencia a las características de la información mos-
trada por un microscopio electrónico.
Los llamados específicamente estudios acerca del discurso, tienen una
misma matriz etnometodológica, aunque su profundización acerca de las es-
tructuras de organización de los actos de habla de los científicos resulta en-
fatizada, ocupando aquí el centro de la escena. No hay, en realidad, líneas
claras de demarcación entre uno y otro enfoque. Entre quienes han trabaja-
do en los estudios del discurso debemos mencionar, principalmente, a
Michael Mulkay, Nigel Gilbert y Steve Woolgar.
El caso del sociólogo Mulkay es uno de los más interesantes: se trata de
un investigador que ha recorrido diferentes líneas de trabajo y que merece,
por lo tanto que indaguemos, al menos brevemente, un poco más en su pro-
ducción. Esto obedece a dos razones; por un lado el papel importante que
desempeña este sociólogo en el campo, y por otro, porque sería extremada-
mente simplista hacer alusión a algunos de sus últimos trabajos y clasificar-
lo sin más trámite en una categoría, escondiendo los matices interesantes
de su trayectoria. Según una descripción que él mismo autor hace de su
obra, distingue tres periodos distintivos: el primero que refiere a una “socio-
logía interpretativa”, el segundo de “análisis del discurso” y el tercero sobre
“nuevas formas literarias”.
Más allá de la propia caracterización de sus trabajos, en sus primeros es-
critos, hacia fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, se ve to-
davía presente la marca de la influencia de la formación dominante en la so-
ciología de la ciencia, el modelo mertoniano. Sin embargo, su primer libro, de

122
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

1969, va trazando ya un momento de ruptura con dicho modelo, en la medi-


da en que comienza a utilizar los trabajos de Kuhn para la comprensión del
cambio científico. A partir de ese periodo se habrá de convertir, sin dudas,
en el mayor conocedor y, al mismo tiempo en uno de los más lúcidos críticos
de lo que llama la estructura normativa de la ciencia desarrollada por Merton,
al develar el carácter ideológico que subyace en la operatoria de las normas
que constituyen el ethos mertoniano.
También por esa época comienza a realizar algunos trabajos de campo so-
bre la investigación científica (hoy considerados como “clásicos”) que lo si-
tuarían como un pionero en este tipo de práctica. En un estudio que desarro-
lla junto con David Edge se propone estudiar el desarrollo de la radioastro-
nomía, en donde formulan algunas preguntas fundamentales; la emergencia
de la disciplina como un área identificable de estudio, la secuencia de desa-
rrollos científicos, y la relación de estos con los cambios en las relaciones
sociales. Especialmente interesantes resultan sus comentarios metodológi-
cos referidos a esta investigación, sobre todo en la medida en que ellos son
leídos con más de veinte años de distancia: un elemento sobre el que llama
numerosas veces la atención –y sobre el que se articula parte de la investi-
gación– es el hecho de que su colaborador, David Edge, ha trabajado como
radioastrónomo.
La investigación de marras se desarrolló fundamentalmente sobre la ba-
se de entrevistas con los científicos, y para realizarlas, la formación previa
de Edge parece haber jugado un rol principal, puesto que las entrevistas (re-
cordemos que hacen hincapié en los aspectos metodológicos) se distinguen
en tres categorías: aquellas realizadas por un sociólogo solo, aquellas reali-
zadas por un sociólogo y un ex-participante, y aquellas realizadas por un ex-
científico solo.
En una visión retrospectiva más reciente, Mulkay afirma que la decisión
en favor de estudiar la radioastronomía se basaba en la convicción de que,
si se pudiera demostrar la producción social del conocimiento en las áreas
más duras, esto implicaría que el conocimiento resulta ser socialmente ne-
gociado y socialmente contingente en todas las otras áreas menos desarro-
lladas. Como vemos, el argumento resulta similar al esbozado por Bloor, só-
lo que para este último el caso más duro lo representaban las matemáticas,
en lugar de las ciencias físicas. También, en la misma línea de Edimburgo,
Mulkay reconoce que sus primeros trabajos intentaban construir una explica-
ción general de la producción social del conocimiento científico que fuera en
paralelo con los modelos idealizados de los científicos sobre el mundo natu-
ral; el propio abordaje sociológico debía ser (y ser considerado) científico.
Sea como fuere, hacia los años ochenta, Mulkay comenzó (reflexivamen-
te) a encontrar serios problemas en el lenguaje propio utilizado por las cien-
cias sociales para dar cuenta de su objeto de estudio. Este lenguaje, junto
con sus convenciones para redactar los informes resultaba, para el autor,
de un carácter unitario, es decir, que presuponen la existencia de un sólo
mundo social real. Estas limitaciones metodológicas contrastaban severa-
mente con la multiplicidad de explicaciones que, acerca del mundo social,
estaban presentes en el trabajo de investigación. Mulkay decidió, entonces,
abandonar las explicaciones sociológicas tradicionales y trabajar, en cam-
bio, en la descripción de cómo los participantes construyen sus diferentes
versiones de su mundo social y sobre el lazo que une las variaciones de los
discursos de los participantes a los aspectos del contexto social en el cual

123
Universidad Virtual de Quilmes

se producen. Esto último es lo que se denominará análisis del discurso en


la estrategia de investigación, y es esta preocupación la que guiará enton-
ces sus desarrollos posteriores.
Así como en sus trabajos anteriores de tipo más “tradicional” Mulkay ha-
bía elegido, por los motivos que hemos visto, la radioastronomía, el libro que
publicó junto con Nigel Gilbert (1984), Abriendo la caja de Pandora, es el re-
sultado de una investigación en el área bioquímica. Pero no es la única dife-
rencia con sus trabajos más antiguos; mientras que en aquellos los aspec-
tos de la historia del campo disciplinario son relevantes para mostrar “lo que
realmente sucedió”, aquí la postura metodológica (y teórica, deberíamos
agregar) es radicalmente distinta. Para Mulkay el principal problema que tie-
nen las explicaciones sociológicas clásicas es el de presentar sólo una voz,
la del sociólogo que se esfuerza por transcribir una versión descriptiva lo más
fidedigna posible de la realidad que se investiga. En esta línea se desarrolla
la mayor parte de los trabajos en la sociología de la ciencia y del conocimien-
to, aún luego del giro interpretativo de los años setenta (incluidos, por cier-
to, los primeros trabajos de Mulkay).
Lo que se intenta con el análisis del discurso es “abrir la caja de Pando-
ra”, es decir “liberar la multitud de voces divergentes y en conflicto con las
que hablan los científicos” (Mulkay y Gilbert, 1984). El sentido que se le da
a la expresión es diferente del uso común de caja negra que ya hemos co-
mentado en unidades anteriores, en particular en la unidad 3. Esta última su-
pone que hay un conjunto de contenidos de la ciencia más allá de las rela-
ciones sociales observables (o, mejor, producidos por éstas), pero una vez
que se la puede abrir, en las explicaciones se desarrollan estructuras causa-
les (por más que estas sean simétricas) que darán cuenta de los procesos
“tal como sucedieron” (aunque se haga abstracción del éxito o del fracaso
que comporten). La idea de la caja de Pandora supone, en cambio, que no
puede presentarse una descripción ni una explicación de los procesos socia-
les. En su “mejor” versión, la apertura de la caja negra será complementaria
(y será un supuesto para) la apertura de la caja de Pandora; mientras que en
la “peor” (explicaciones unitarias e unívocas), ambas concepciones parece-
rán teóricamente opuestas.
La metodología para romper con esta trampa es trabajar a partir de ana-
lizar las descripciones que los participantes mismos (los científicos) hacen
de los procesos en los que están inmersos, de modo que no haya una voz
autorizada (la del sociólogo) que prevalezca, a priori, sobre las demás. Para
Mulkay y Gilbert, el método que describimos no supone que el analista no
haga otra cosa que reproducir el discurso de los científicos, sino que hace,
por el contrario, tres tipos de aportes:

a) subsume los pronunciamientos específicos de los participantes bajo con-


ceptos más generales;
b) generaliza las afirmaciones de los participantes sobre acciones o actores
particulares en clases generales de acción social y grupos generales de
actores;
c) identifica los segmentos del discurso de los participantes que deben ser
considerados como representaciones precisas de procesos sociales im-
portantes que ocurren en el área de la vida social bajo estudio, mientras
que a otras partes del discurso de los participantes las ignora o las trata
como inexactas.

124
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Ciertamente, uno podría objetar que esta parte de la metodología no pa-


rece diferenciarse radicalmente de lo que sería cualquier otro trabajo socio-
lógico de carácter interpretativo de indagación en la ciencia (o en otro ámbi-
to de producción social). En realidad, parece que lo que cambia es el énfa-
sis en la elección de las fuentes que permiten al sociólogo construir sus ba-
ses de información, a partir de las cuales desarrolla su marco explicativo. En
este caso, el análisis del discurso sería equivalente a otras metodologías.
Sin embargo, esta interpretación cambia si avanzamos en comprender el lu-
gar que el discurso adquiere en la concepción de los autores:

...empezamos a concebir el mundo social en términos de una se-


rie indefinida de potencialidades lingüísticas que pueden realizar-
se bajo una variedad de modos diferentes y que son continuamen-
te reformuladas en el curso de un proceso interpretativo continuo...
Mulkay y Gilbert, (1984)

La diferencia fundamental de este enfoque con los otros que menciona-


mos, radica en que esta corriente no trata el discurso de los participantes
como un recurso sino como su tema de investigación. La pregunta fundamen-
tal que se formula en este tipo de estudios es ¿cómo generan socialmente
los científicos sus descripciones de la acción y de la creencia? Según declaran
los autores, la afirmación (que funciona como una premisa) acerca de la va-
riabilidad del discurso de los participantes (en comparación, suponemos, con
otros elementos más estables) está sujeta a demostración empírica y, en
buena medida el libro de 1984 es un intento para poner en práctica esta de-
mostración, al tiempo que se desarrollan diferentes abordajes para sistema-
tizar el análisis de las producciones discursivas.
Lo que los autores desarrollan son explicaciones de diversos problemas
que emergen a partir del discurso en sus diferentes investigaciones. De es-
te modo dan cuenta en diferentes trabajos, por ejemplo, del modo en el cual
la lectura de la obra de Popper por parte de los científicos produjo modifica-
ciones sustantivas en su discurso (1981), del modo en el cual los científicos
toman las decisiones entre diferentes teorías (1984), y de las discusiones
acerca de la naturaleza de la replicación de experimentos (1986), entre otros
tópicos investigados.
En sus últimos años, los trabajos de Mulkay conocieron un nuevo vuelco
significativo hacia lo que, inspirado en las definiciones de Woolgar, el autor
denomina nuevas formas literarias. Esto significa dar una nueva vuelta de
tuerca al giro anterior hacia el análisis del discurso. En efecto, Mulkay pre-
tende haber roto, con la aplicación del análisis del discurso, con la unicidad
de la voz que describe desde afuera las diferentes voces que se relacionan
y se enfrentan en las prácticas científicas. Sin embargo, aún cuando la mul-
tiplicidad de las voces tienen cabida en la explicación, el relato sigue tenien-
do una forma discursiva exterior que, finalmente, permanece en el marco de
la mera retórica. Mulkay propone entonces una ruptura de las formas del re-
lato científico de la sociología, en cierta medida, una ruptura con las formas
cientiformes con las cuales él mismo (y muchos otros) describía sociológica-
mente las prácticas científicas un par de décadas atrás.
Un modo que presentan estas nuevas formas literarias en la perspecti-
va del autor considerado es la de la parodia. De hecho, para Mulkay una

125
Universidad Virtual de Quilmes

parodia es un texto secundario que está basado muy próximamente en un


texto original, pero que difiere del texto original en un modo que revela la
verdadera naturaleza del texto original y que establece, al mismo tiempo,
la superioridad del texto secundario. Así, parodia y análisis pueden ser de-
finidos, según el autor, prácticamente con los mismos términos.
Lo anterior se entromete en problemas que ponen en cuestión la reflexi-
vidad: en la medida en que uno acepta que los propios análisis son parodias
de textos de otros, estos textos secundarios no pretenden tener ningún pri-
vilegio respecto de otros textos secundarios paralelos. Una parodia explícita
no pretende ofrecer una versión definitiva del texto original. Pero hay algo
más; la parodia no está sólo destinada a hacer ameno un texto original. Jun-
to el ridículo y el humor, la exageración y la condensación, la selección y la
paráfrasis, son formas que se usan para informar al lector acerca de la na-
turaleza del texto original. Lo más importante, en términos reflexivos, es que
todas estas formas llaman la atención sobre el texto secundario mismo, so-
bre el propio carácter de la propia textualidad del relato, de modo que el lec-
tor no pierda en ningún momento de vista la relación (implícita y explícita) en-
tre el texto original y el (o los) texto secundario (paródico). Así, en su traba-
jo sobre la ceremonia de entrega de los premios Nobel, Mulkay hace interve-
nir diferentes voces, “a la manera de” cada uno de los imaginarios pero ve-
rosímiles personajes e, incluso, los hace entablar una disputa inimaginable
en dicho contexto, pero en donde los argumentos que cada uno sostiene son
verosímiles respecto de los personajes que representan.
Mulkay se acerca a los problemas relativos a la reflexividad, en su proxi-
midad con Woolgar y Ashmore, dos de los investigadores que han expuesto
más claramente este problema. Trataremos precisamente en unas pocas lí-
neas esta cuestión, en especial el aporte de Steve Woolgar, quien le dedicó
buena parte de sus trabajos.
Woolgar, quien escribió el ya clásico libro junto con Latour del que ya he-
mos hablado extensamente, es autor de numerosos trabajos críticos en la
sociología de la ciencia, sobre diferentes problemas. Su inscripción personal
resulta próxima a lo que caracterizamos como la vertiente etnometodológica
y también al análisis del discurso, al cual le aportó la idea de trabajar a par-
tir de nuevas formas literarias. Sin embargo, la preocupación que recorre la
mayor parte de sus trabajos está centrada en el propio lugar del sociólogo
como sujeto investigador, su relación con el objeto estudiado, la rigurosidad
de los exámenes que ese sujeto debe pasar para no invalidar su trabajo, etc.
Como casi todas las corrientes que hemos analizado, encuentra su punto de
contacto con el programa fuerte; en este caso en el desarrollo crítico de su
cuarta premisa, la de reflexividad.
El punto de partida para el planteamiento de la profundización de la refle-
xividad comienza, desde la perspectiva de Woolgar por su propia insatisfac-
ción de lo que él llama la etnografía instrumental, de la cual él mismo pare-
ce haber formado parte como coautor de La vida de Laboratorio. Esta etno-
grafía instrumental es la que mostró que los sociólogos pueden estudiar la
práctica científica en el laboratorio, que el trabajo de los científicos es tan
susceptible de análisis sociológico que cualquier otro fenómeno. En realidad,
según dice Woolgar (1982), por más que el Programa fuerte incluyera la pre-
misa de reflexividad, esta ha adquirido carácter programático, pero no en las
prácticas; de hecho son muy pocos los investigadores que escapan a lo que
él llama el “problema de la falibilidad”, es decir, la invalidación del propio dis-

126
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

curso si se le aplican las mismas reglas que al discurso de los científicos in-
vestigados.
De hecho, Woolgar y Ashmore interpretan, como la mayor parte de los in-
vestigadores, el desarrollo del campo de un modo particular, dentro del cual,
naturalmente, su propuesta será superadora, y avanzará un paso más en el
desarrollo de los estudios y, por cierto, un paso más radical que el de los
otros autores. Ellos son los autores de lo que denominan El Proyecto Refle-
xivo, en donde se trata de analizar los estudios sociales de acuerdo con el
modo en que éstos consideren a la práctica científica y la relación entre la
ciencia y el sociólogo que la investiga.
Así, ellos encuentran que el primer programa consideraba tanto a la cien-
cia como a los estudios de la ciencia con criterios realistas. De este modo,
la sociología de la ciencia era igual a la sociología de los científicos, en don-
de se ignoraba el contenido de la ciencia y los factores sociales sólo eran
utilizados para explicar el error. El Programa Mertoniano sería, naturalmente,
el mayor exponente de esta corriente.
El segundo programa consideraba a la ciencia según criterios relativistas:
analizaba el contenido de la ciencia penetrando en la caja negra, pero se con-
sideraba a sí mismo con criterios realistas. A esta corriente pertenecen el
Programa fuerte (imparcialidad y simetría), el Programa empírico relativista,
la primera generación de la etnografía de la práctica científica y los analistas
del discurso.
El tercer programa considera que, tanto la ciencia como los investigado-
res que la estudian, deben ser relativizados. Es el que corresponde al pro-
grama reflexivo y a las nuevas formas literarias; y es practicado por la segun-
da generación de etnógrafos de la práctica científica.
El argumento general que articula el proyecto reflexivo es el de enfrentar
la cuestión espinosa de la propia invalidación, el problema del tibi quoque (a
tí también) que se les plantea a los defensores del relativismo en la com-
prensión de la ciencia. Aquí no se trata de "lidiar" con este problema, sino
de incorporarlo y trabajarlo. Producto de esto es la adquisición de nuevas for-
mas literarias que resultan similares a las que utiliza Mulkay. Woolgar y As-
homre apelan, por ejemplo, a la irrupción de una segunda voz, que entabla
un diálogo con los autores, cuestionándolos. Las interrupciones aparecen en
párrafos con letras mayúsculas, hasta que esto mismo es cuestionado, de
modo que ya no se distingue esta segunda voz de la primera (supuestamen-
te la de los autores) y el texto se asemeja a una discusión en donde no se
puede distinguir quién interrumpe a quién.
Un problema que debe ser abordado si se quiere incorporar la reflexividad
como una ironía en los estudios de la ciencia, es el de las diferencias y si-
militudes entre la observación (las imágenes), el observador y los observa-
dos (sujeto/objeto). La separación sistemática de los objetos científicos y la
práctica del análisis da lugar a lo que Woolgar llama los desastres metodoló-
gicos (Woolgar, 1988a). Esto llama la atención acerca de dos aspectos: por
un lado, acerca de la naturaleza de la relación entre los tres componentes.
Aún en el caso de trabajos en los cuales se acepta una indiferenciación (o
que prevalecen las similitudes por sobre las diferencias) entre la imagen y la
realidad representada, o que se incorpora este aspecto como un problema,
en muchos casos esto es elaborado como un post-hoc que revela, según
Woolgar, la naturaleza descomprometida del observador respecto de los ob-
servados. (Woolgar 1988b)

127
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El segundo aspecto se refiere a la naturaleza textual de las representa-


ciones, que es el modo corriente de dar cuenta de las observaciones (imá-
genes). Aquí se incorpora un nuevo elemento que muy pocos suelen tomar
en cuenta: el lector. Esto último invertiría la secuencia lógica que iría des-
de los hechos observables (la realidad), hacia el observador, luego de allí ha-
cia la imagen o representación (lo textual), y entonces a un lector. Si se pue-
de poner el punto de partida en el lector, la secuencia se invierte. Aunque
Woolgar no propuso explícitamente este tipo de inversión, esta podría deri-
varse del conjunto de sus preocupaciones. La inversión que sí propone Wool-
gar explícitamente, es aquella que sostiene que los objetos del mundo natu-
ral se constituyen en virtud de su representación, en vez de ser algo pre-exis-
tente a nuestros esfuerzos por descubrirlos.
Lo que sugiere Woolgar es que se debe interrogar a la representación, lo
cual contrasta sensiblemente con los intentos de explicarla y de huir de ella.
Hay, en este intento, una buena dosis de juego, de ejercicio, en síntesis, de
ruptura que hace que ya no sea posible leer un texto según el lugar que se
le asigna normalmente al lector: éste se imagina, a través de la representa-
ción, los rasgos que esta transmite sobre la realidad y piensa, de este mo-
do, que está en contacto con ella. Por el contrario, las nuevas formas litera-
rias (herramienta fundamental de esta ruptura) se despliegan para hacer re-
cordar al lector en todo momento que está frente a una construcción social,
entremezclada con la realidad que pretende representar, y que no supone
una interpretación definitiva de ésta, sino solo un interjuego activo en el cual
el que escribe (el observador) es una parte inseparable, tanto del texto co-
mo de los observables.
Por cierto, esta visión ha sido criticada como una práctica que conspira
contra la buena investigación (seria), y como un ejercicio que lleva a una re-
gresión hacia los meta-estudios; también se ha criticado la ruptura de la ima-
gen realista del mundo social por parte de la sociología, lo cual llevaría a la
falta de todo punto sólido de referencia. La respuesta que ofrecen los refle-
xivistas es que, en la sociología de la ciencia, es necesario superar (radical-
mente) la distinción entre la concepción de las prácticas de los científicos y
la concepción de las prácticas de los sociólogos, como un medio de no huir
del problema de la propia validación de nuestras propias explicaciones, sino
de enfrentarnos, de “embarrarnos” y de jugar con ello.

4.4 Diferentes problemas teóricos y metodológicos en los estudios


micro de la investigación científica: perspectivas actuales para el
estudio “micro” de la producción de conocimiento científico.

La sociología de la ciencia no ha podido, aún hoy, superar una controver-


sia fundamental, a saber, si existe una particularidad específica en la cons-
titución del objeto investigación científica, como sustantivamente diferente de
otros objetos construidos por las ciencias sociales. Dicho de otro modo, si
una sociología de la ciencia resulta o no sustantivamente diferente de, por
ejemplo, una sociología del trabajo, de la salud o de la educación. Con res-
pecto a este problema, de la especificidad diferencial de una sociología de
la ciencia, repasemos brevemente algunos argumentos. Así, por ejemplo,
Steve Woolgar parece insinuar que no debería encontrarse una especificidad
en este tipo de estudios cuando sugiere que

128
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

[...] la ciencia es un campo social en el cual se espera que prestemos


una atención especial a la forma y a la circulación de prácticas de razona-
miento la ciencia comporta diversos procedimientos institucionalizados
que permiten determinar la precisión de un razonamiento. En consecuen-
cia, el estudio de un laboratorio debe ser la ocasión para examinar las prác-
ticas científicas con el fin de buscar lo que éstas nos pueden enseñar sobre
las prácticas de razonamiento en general. Se podría decir que una etnogra-
fía de la práctica científica no debería sólo ser un estudio de un laborato-
rio, sino un estudio en un laboratorio.

(Woolgar, 1988).

Podría pensarse, entonces, que si las prácticas de razonamiento en gene-


ral pueden ser leídas a través del caso específico del trabajo en un laborato-
rio, esta indagación no debería diferir de la que se realiza en otros campos
de producción simbólica, para utilizar la expresión de Bourdieu.
Sin embargo, buena parte de los autores parecen desafiar esta posición,
y proponen entonces una serie de condiciones específicas que debe cumplir
una sociología de la ciencia, para dar cuenta del carácter especial de su ob-
jeto: el de ser portador, al mismo tiempo, de una existencia social y una exis-
tencia cognitiva. La mayor parte de estas formulaciones se apoyan en lo que
se ha llamado el giro cognítivista en sociología de la ciencia, cuyo origen se
encuentra en las lecturas que produjo la conocida obra de Kuhn, y que ya
analizamos con detalle en la unidad 3. En efecto, los textos de Kuhn han si-
do utilizados, en los años setenta, más bien como un arma contra Merton y
lo que se percibía como el obstáculo fundamental: la dificultad de penetrar
en la caja negra de la investigación científicas.
Aceptar el carácter particular de la ciencia como práctica social parece ha-
ber implicado el desarrollo de categorías de análisis también propias para
dar cuenta de dichas prácticas. No es éste el camino elegido por todos los
investigadores como preocupación central, sino que este problema se ubica,
más bien, en una línea de tensión entre diferentes abordajes, como veremos
a continuación. Como ya analizamos, buena parte de las propuestas teórico-
metodológicas que surgen a partir del giro mencionado encuentran parte de
su fundamento en las premisas esbozadas por los defensores del Programa
Fuerte (recordémoslas: causalidad, imparcialidad, simetría y reflexividad). Sin
embargo Bruno Latour nos plantea un problema de difícil resolución: como
ya vimos, partiendo del concepto de simetría desarrollado por Bloor sostiene
que esta idea de simetría debe ser llevada más allá: “…no sólo hay que tra-
tar en los mismos términos a los vencedores y a los vencidos de la historia
de la ciencia, sino que hay que tratar igualmente y en los mismos términos a
la naturaleza y a la sociedad. No se puede considerar dura como el hierro a
la primera para explicar mejor la segunda; creer firmemente en las clases so-
ciales para dudar mejor de la física”.
Latour propone un giro completo, puesto que nuevamente el objeto de estu-
dio resulta similar a otros objetos, sólo que a través del proceso se ha perdido
una parte sustantiva: la especificidad de las relaciones sociales como objeto
constitutivo de la sociología; los actores son reemplazados por los actantes (ver
la unidad 3). El sociólogo Sal Restivo está preocupado por el hecho de que, se-
gún él, “están trabajando fuerzas opuestas en el campo teórico de los estudios

129
Universidad Virtual de Quilmes

de la ciencia. [... ] Una fuerza tiende a empujar el campo hacia la dirección de


un análisis sociológico más sofisticado. Una fuerza opuesta empuja al campo
hacia afuera de los abordajes sociológicos, hacia enfoques más filosóficos”.
Las consecuencias de estas tensiones para el estudio que pretenda con-
siderar, desde la sociología, la investigación en un laboratorio, pueden ser de
gran importancia. ¿Es que acaso se trata de dudar de la física, más aún de
lo que se crea o deje de creer en las ciencias sociales? Por cierto, la res-
puesta que dan los mismos autores no carece de astucia: el problema radi-
ca en las cíencías sociales mismas. Durante largo tiempo han vivido la socio-
logía, la antropología y la economía al abrigo de las ciencias y las técnicas,
que ya no pueden ser utilizadas tal cual para dar cuenta de los objetos du-
ros; necesitan ser reformuladas. La reformulación que se propone va en la
dirección de construir un nuevo tipo de objetos para el análisis de los proce-
sos de producción de conocimiento. Estos objetos, que van a ser definidos
como híbridos, hacen que las ciencias sociales, para comprenderlos, deban
descentrarse de su posición localizada únicamente en los actores (humanos)
y puedan considerar a los elementos intervinientes en un laboratorio (o en
cualquier otro espacio de interacciones) como intrínsecamente formados por
una combinación de factores sociales y de factores naturales.
En consecuencia, si las ciencias sociales recortaran su objeto sólo a los
actores (humanos) estarían dando cuenta solamente de una parte de la rea-
lidad y serían, en consecuencia, incapaces de explicar la producción de co-
nocimiento científico, y la naturaleza que allí interviene. Así, los representan-
tes de lo que se ha llamado la escuela francesa otorgan, en diferentes traba-
jos, una dimensión especial a los moluscos (Callon), o a los microbios (La-
tour), como actantes en pie de igualdad con los actores, sean estos pescado-
res o científicos. Por cierto, en la atribución de intencionalidad a los actan-
tes queda dispuesto un grado de arbitrariedad para los que investigan estos
procesos que hace que las argumentaciones, aunque ingeniosas, pierdan ca-
si toda su fuerza explicativa. Aun si se acepta provisoriamente que es posi-
ble tratar del mismo modo a la naturaleza y a la sociedad, ¿cuál es la natu-
raleza que resulta relevante en un laboratorio, si no es exclusivamente en
función de las relaciones sociales que la producen?
El carácter extremadamente radical de estas formulaciones parece haber
provocado algunas reacciones de rechazo que opacaron el aporte, sin dudas
sumamente estimulante para aquel que pretende penetrar en lo que se ha
llamado la caja negra de la investigación científica. Por ejemplo, Mario Bun-
ge le responde a Latour, de un modo simétricamente radical, tildando sus tra-
bajos simplemente de "ordinarismo", y descalificando de plano cualquier in-
dicio de relativismo o de puesta en cuestión de la legitimidad de la práctica
científica y de su lugar de verdad. No vale la pena tomar muy en cuenta las
posiciones extremas de Bunge -más cerca de la bravata que del análisis-, pe-
ro sí conviene cuestionar la utilidad que algunas de las formulaciones radi-
cales que comentamos más arriba pueden ofrecer a quien pretenda com-
prender la vida de un laboratorio
Buscando respetar a ultranza el principio de simetría Latour viola, sin em-
bargo, el cuarto principio del Programa Fuerte, el de reflexividad. Cuando en
un artículo que ya mencionamos plantea que se debe estudiar la ciencia con
el mismo cuidado que se le presta a una tribu, y asimila el estudio de las
prácticas científicas al de otras prácticas sociales, resulta que en el estudio
concreto de un laboratorio, la misma sociología, la misma antropología que

130
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

resultaban fértiles para la explicación de las tribus, deben esta vez; ser re-
formuladas para “dar cuenta de los objetos duros”, para igualar, metodológi-
ca y teóricamente, naturaleza y sociedad.
Dicho de otro modo, lo anterior implica que se pueden estudiar objetos
“blandos” (la tribu) haciendo un uso racional de los instrumentos analíticos
clásicos de las ciencias sociales (clase, relaciones sociales, apropiación de
trabajo, análisis estructural del discurso, por citar sólo algunos tópicos); pe-
ro es necesario formular nuevos conceptos para estudiar los objetos duros.
Buena parte de estos laberintos podrían resolverse si se aceptara el con-
cepto, desarrollado por una considerable cantidad de autores, de que la cien-
cia es, básicamente, relaciones sociales. Naturalmente, esta aceptación es
sólo un punto de partida, pero recordarla puede contribuir a una derivación
metodológica que, en el marco de algunas categorías de análisis de las cien-
cias sociales, aporte una cantidad nada despreciable de conocimiento nue-
vo, y reflexiones interesantes acerca de la tribu que trabaja en los laborato-
rios. En efecto, se ha indagado bastante poco acerca de problemas típicos
de los estudios sociales como para que propongamos (prematuramente) su
destierro, y nos aboquemos alegre y creativamente a nuevas construcciones
teóricas antes de someter a prueba las herramientas con las que contamos.
Desde una línea de trabajo ciertamente diferente a la de Callon, Woolgar,
Latour y otros, se ha realizado uno de los trabajos pioneros en los estudios
de laboratorios: el estudio realizado por los sociólogos franceses G. Lemaine
y B-P. Lécuyer hacia 1972, y que ya comentamos oportunamente. Veamos aquí
sus diferencias con el enfoque genérico del constructivismo. En este estudio,
con una metodología más bien clásica, sustentada en cuestionarios, entrevis-
tas y análisis de fuentes diversas, se intentan establecer los diversos facto-
res que condicionan o actúan sobre el éxito de un laboratorio determinado.
Así, categorías tales como el tamaño de los grupos, las escalas y las estrate-
gias de formación de científicos y de técnicos, la proximidad con un “ambien-
te” (environnement) estimulante, la calificación y el momento de la carrera del
jefe de la unidad son, entre otros, factores que explican, para los autores, la
posibilidad del éxito de cada laboratorio. Por cierto, este estudio, que tiene un
gran valor no sólo por su carácter novedoso para la época, sino por la gran
cantidad y originalidad de la información que presenta, ha sido sumamente
discutido en función de su premisa central: el intento de explicación del éxi-
to, concepto ubicado naturalmente en las antípodas del Programa Fuerte. La
objeción no es banal, puesto que buena parte de este voluminoso trabajo se
sustenta en la búsqueda de variables que sistematicen lo exitoso y lo diferen-
cien del fracaso; y esta orientación delimita necesariamente los límites de la
investigación, ya que no parece haber justificación convincente acerca del uso
discriminatorio y sus consecuencias sobre la comprensión sociológica de un
laboratorio que tal concepto de éxito implica.
Sin embargo, el estudio de Lemaine y Lécuyer tiene un valor per se, más
allá de que se puede (y se ha hecho) objetar el concepto de éxito: señala la
fertilidad de utilizar las variables y los instrumentos de las ciencias sociales
en el interior de un (o varios) laboratorio, y muestra la posibilidad de poner
en práctica una sociología del laboratorio, de la investigación. Por cierto, pa-
ra los investigadores como Latour, el tipo de investigación que describimos
resulta rápidamente tildada despectivamente como una "sociología de los
científicos", en contraposición a una verdadera sociología de la ciencia (por-
que esta última daría cuenta, como ya dijimos, de los objetos "duros").

131
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4.5 Conclusión: dos Estudios de caso

Vamos a ilustrar, a continuación, el problema del estudio de la ciencia en el


nivel micro con dos estudios de caso desarrollados durante los años 1992
y 1993, por un investigador (sociólogo) argentino en dos laboratorios euro-
peos: el Instituto Pasteur de París y el Birkbeck College de Londres. (Ver los
estudios completos en Kreimer, 1999b).
Uno de los objetivos de estos estudios era el de poner a prueba las formu-
laciones teóricas y metodológicas que discutimos más arriba, así como la
búsqueda de un conjunto de tópicos que dieran cuenta de la realidad de un
laboratorio, considerado como un espacio social de producción (material y
simbólica). El hecho de considerar más de un laboratorio posibilita trabajar
también en la contrastación empírica de problemas tales como la tensión en-
tre la internacionalización y lo local; las prácticas culturales específicas y la
explicitación de la llamada cultura científica; en fin, lo particular y lo universal.
No se trata sólo de reforzar aquello que planteaba Lévi-Strauss: “cualquier mi-
to puede servir de mito de referencia”, sino de ponerlo a prueba en un estu-
dio de campo. Para decirlo en palabras del politólogo italiano G. Sartori, “la
comparación es un método de control de nuestras generalizaciones”.
El investigador intentó seguir al pie de la letra el requisito de “virginidad”
con respecto al conocimiento de los objetos “duros” del laboratorio. Este es,
sin dudas, el primer requisito que se derrumba a poco de andar; de nada va-
le, para el sociólogo que ingrese a hacer un estudio de campo a un labora-
torio, sostener largamente esta posición. Parece, en este sentido, que se
plantean tres alternativas:

* ir instruyéndose a medida que transcurre su propia investigación, en cier-


to sentido inevitablemente, y aun a pesar suyo, si quiere hacer en parte
inteligible la producción de discursos y los discursos mismos en el inte-
rior de un laboratorio, o bien
* persiste en el intento de virginidad científica descartando entonces como
extraña a su investigación una buena porción de la información que se le
presenta para su análisis, o bien
* intenta instruirse antes (de un modo general) sobre los contenidos de las
investigaciones que constituyen las prácticas en el laboratorio elegido.

Podríamos señalar que ni aun los mismos defensores de esta virginidad


han elegido la segunda alternativa, aunque ellos mismos no lo reconozcan.
Así lo demuestra Knorr-Cetina en The Manufacture of Knowledge, así lo hace
ver Latour en Laboratory Lífe, y lo mismo puede decirse de otros estudios si-
milares. Es también riesgosa la tercera alternativa, puesto que a algunos in-
vestigadores les ha implicado una pérdida de la distancia y la diferenciación
necesarias entre el objeto de investigación de los científicos y su propio ob-
jeto de investigación y, en este caso, cuando uno lee el informe del trabajo
de reflexión sobre el laboratorio, se confunde la investigación de los científi-
cos (objeto) con la propia investigación del sociólogo/antropólogo; confusión
que a menudo adquiere la forma de largos discursos “explicativos” o “ilus-
trativos” acerca de tal o cual objeto duro.
En los dos casos estudiados, a poco de avanzar en el estudio de terreno
dentro del laboratorio, un acercamiento al conocimiento más específico de
esos objetos duros (y de las consecuencias que éstos implican) se va plan-

132
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

teando de un modo inevitable; y la necesidad de ampliar o profundizar algu-


nos problemas “internos” de esa propia investigación (objeto) surge como
una imposición metodológica. Sólo a modo de ejemplo se presentan algunos
de los problemas más interesantes para la comprensión de las prácticas de
la investigación científica.
El laboratorio francés está dedicado al estudio de la regulación de la ex-
presión genética. El trabajo de observación comenzó con una muy aséptica
descripción acerca de las características del espacio físico, de las instalacio-
nes, de las máquinas, de la gente que circulaba cotidianamente, de los diá-
logos, etc. Toda esta información, recogida en un cuaderno de notas, como
indican las metodologías que mencionábamos más arriba, sólo podía cobrar
un sentido si el observador agregaba a sus impresiones otro tipo de informa-
ción, no directamente observable. Si la regulación genética dejaba de signifi-
car un conjunto de vocablos inconexos, para estructurarse como una unidad
de sentido, como un discurso social, Pero esta reconstrucción de sentido no
podía aparecer a posteriori era necesario ir articulándola a medida que se
avanzaba en la investigación/observación.
Así, por ejemplo, surgieron a la luz problemas que de otro modo hubieran
permanecido dentro de un código interno de la propia vida del laboratorio.
¿Cómo se investiga la regulación de la expresión genética? ¿Qué relación
existe entre estas regulaciones, expresadas en el plano del discurso, y las
manipulaciones llamadas “de secuenciamiento” que efectúan cotidianamen-
te los investigadores (científicos y técnicos)? El intento de dar respuesta a
estas, (y a otras) preguntas fue permitiendo que emergieran, al mismo tiem-
po, otras cuestiones problemáticas, también relevantes para el observador.
Sin duda, una de las más significativas fue formular, a partir de la descrip-
ción de una determinada forma de organización del trabajo, cuáles son las
condiciones que explican cierta determinada organización (social) y cómo és-
ta surge. Aquí, los argumentos sociales y los cognitivos ingresan con toda su
fuerza en la discusión. El laboratorio estudiado estaba estructurado en tres
grandes grupos, que trabajan de un modo encadenado, como si se tratara de
una línea de montaje al estilo “fordista”. Se trataba de una secuencia relati-
vamente lineal, en la cual cada etapa dependía de los productos (insumos)
de la anterior. Como el objeto de trabajo estaba constituido por el secuencia-
miento de porciones de ADN, una rápida analogía podría hacernos pensar en
la correspondencia (al menos metafórica) entre ambas secuencias.
Sin embargo, en una reflexión posterior, fueron apareciendo otros elemen-
tos que contribuyen a formular una explicación más compleja: el modelo de
trabajo secuencial parecía más apto para un mejor control, de parte del di-
rector, de cada etapa del trabajo. Al mismo tiempo, fue posible verificar una
característica que había sido formulada hacía algunos años por la literatura,
y que presentaba la particularidad de que los científicos y técnicos que tra-
bajaban en cada una de las etapas tenían sólo una visión parcial del traba-
jo del laboratorio, en tanto que era el director el único que podía disfrutar de
una visión de conjunto de todas las prácticas que se desarrollaban.
El problema anterior nos remitió entonces a centrarnos en la figura del di-
rector, como un elemento importante en el funcionamiento del laboratorio.
Expresado de un modo extremadamente resumido podemos decir que, en
una tipología de los modos de dirección del laboratorio, encontramos en es-
ta unidad francesa una forma que denominamos “autoritaria-paternalista”.
De inmediato se presentó entonces la necesidad de confrontar este modelo

133
Universidad Virtual de Quilmes

con otras formas de dirección, de modo de poner a prueba la influencia que


este aspecto tiene en la vida cotidiana del laboratorio.
En el laboratorio inglés el objeto de investigación era la elucidación de la
estructura de determinadas proteínas, tanto a través del trabajo en el labo-
ratorio, como a partir de la modelización por computadora, partiendo de un
conjunto de premisas conocidas. La organización del trabajo era significati-
vamente diferente del laboratorio francés: tenía una estructura muy comple-
ja en la cual resultaba difícil determinar la existencia de grupos claramente
diferenciados (aunque éstos existían en los papeles y organigramas). No ha-
bía nada parecido a un trabajo secuencial: todos los investigadores parecían
estar trabajando de un modo similar, tratando de resolver problemas simila-
res, y en lugar de una línea de montaje se parecía más a un funcionamiento
de tipo cooperativo. Al observador en un principio le parece sencillo separar
a quienes trabajan en el laboratorio de aquellos que están frente a pantallas
de computadora. Sin embargo, estos roles no sólo cambiaban, sino que aún
aquellos que sólo estaban en uno de los recintos trabajaban estrechamente
con otros del otro sector.
También aquí las explicaciones se yuxtaponen: a las características pro-
pias de la constitución del objeto, es necesario cruzarlas nuevamente con el
modelo de gestión y de dirección, entre otros elementos. Así, el director de
este laboratorio tenía un conjunto de investigadores de cierta trayectoria y
prestigio con los cuales discutía periódicamente la marcha de la investiga-
ción; no sólo no era el único que tenía una visión global del laboratorio, sino
que esta visión global era compartida por la casi totalidad de los miembros
de la unidad. Si retomamos nuestra tipología, podríamos definirlo como un
rol de “consejero” al que todos recurrían, más que a una efectiva función de
control, una especie de primus inter pares, al menos en el funcionamiento co-
tidiano, ya que no en la trayectoria y prestigio del director con respecto a los
demás investigadores, puesto que allí sí había una distancia considerable.
Es necesario destacar que, en una reconstrucción histórica de ambos la-
boratorios, surge una característica notable: el laboratorio francés es creado
en el seno del Instituto Pasteur para un director que lo tendrá a su cargo, y
desaparece si este científico deja la institución. Por el contrario, en el labo-
ratorio inglés existe una línea de continuidad; luego de que el actual director
deje sus funciones, otro científico ocupará su cargo, y la unidad seguirá su
curso. Esto trae como consecuencia que la mayor parte de los directores, en
el caso de la institución francesa considerada, se piensen como dueños de
su propio laboratorio, sabiendo que, en buena medida, pueden hacer valer la
frase “le laboratoire c’est moi”.
Otro tópico que surgió en el transcurso de la investigación fue lo que po-
dríamos llamar los mecanismos de filiación en la investigación científica. En
efecto, en la vida cotidiana del laboratorio es posible rastrear estos mecanis-
mos a través de las relaciones entre maestros y discípulos, elemento que
juega un papel preponderante, en varios sentidos. En primer lugar, en el es-
pacio de las identificaciones interpersonales, en la constitución de identida-
des colectivas y en el posicionamiento en un campo científico. Por otro lado,
resultan especialmente importantes en un punto en el que parecen confluir
elementos cognitivos y elementos de las relaciones sociales: la elección de
los temas de investigación.
Vayamos por partes. En el laboratorio francés es posible reconstruir to-
da una secuencia (otra vez) de relaciones de filiación, que arrancan en un

134
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

grupo relativamente mítico en la institución, que era el de Monod, Jacob y


Lwoff, reconocidos con el premio Nobel en 1965. Una antigua asistente de
este grupo, y estrecha colaboradora de uno de ellos, formó un equipo al cual
llamó a incorporarse al actual director del laboratorio estudiado. A su vez,
este director tiene actualmente trabajando en su unidad a un científico “jo-
ven y brillante” a quien está preparando para la sucesión dentro de algunos
años. Todas las líneas de este linaje se reconocen como pertenecientes a
un mismo colectivo, constituyen un “nosotros” que los identifica. No pare-
ce casual que casi todos ellos se hayan formado en la Ecole Normal Supé-
ríeure, institución de gran prestigio que (como mostró Bourdieu) fue uno de
los dispositivos más eficaces para la formación de élites políticas e intelec-
tuales en Francia. En las motivaciones explícitas de los sujetos en referen-
cia a esta pertenencia, se confunden los argumentos científicos (la excelen-
cia, la relevancia de las investigaciones, etc.) con motivaciones de identifi-
cación cultural. Por cierto, no era poco importante, en el estudio de este la-
boratorio, el peso de lo que se ha llamado la tradición Pasteur, de la que par-
ticipa la mayor parte de los que trabajan allí. Para dar sólo un ejemplo: en
el Instituto Pasteur trabajan investigadores que son pagados por diferentes
fuentes de financiamiento: CNRS, fondos privados, proyectos internaciona-
les y personal propio del Instituto. En este último caso, los investigadores
se denominan a sí mismos “yo soy Pasteur”, “él es CNRS”, etc. Para el ca-
so de los que “son” Pasteur, se ha acuñado un adjetivo, pasteuriano, y las
identificaciones que esto produce están siempre presentes en las interac-
ciones cotidianas y en el plano de los discursos. Buena parte de las comu-
nicaciones internas de la institución suelen apelar al “espíritu pasteuriano”,
en lo que respecta a una ética especial, a un papel especial de los científi-
cos en la comunidad, etcétera.
Consideraciones similares pueden señalarse con respecto al laboratorio
inglés. En este caso se trata del laboratorio de cristalografía fundado por
John D. Bernal, de modo que para los que trabajan en los estudios sociales
de la ciencia este hecho tiene una doble significación, considerando la im-
portancia de Bernal como pionero en este campo. De un modo extremada-
mente sintético, podríamos relatar que Bernal, uno de los pioneros en la cris-
talografía, fue discípulo del verdadero fundador de esta disciplina, William
Henry Bragg, primero en Cambridge y luego estableciendo su propio labora-
torio en el Birkbeck College. Es allí en donde junto con Bernal trabajaba
Dorothy Hodgkin, quien obtendría el premio Nobel años más tarde (1964), y
es bajo la dirección de esta investigadora que comenzó a trabajar el actual
director del laboratorio. A diferencia de las identificaciones que aparecen ex-
plícitas en el laboratorio francés, referidas al contexto cultural, a motivacio-
nes intelectuales y a la preocupación por problemas de tipo epistemológico
y aun ontológico con respecto a la ciencia, en el caso inglés predomina una
fuerte identificación política: todos los eslabones de esta tradición otorgan
un papel importante al compromiso político de científico.
Durante el período de trabajo en el laboratorio inglés, el director se hallaba
especialmente ocupado en tareas de administración de la ciencia a nivel mi-
nisterial y era un secreto a voces que, en caso de ganar el laborismo las elec-
ciones (cosa que no ocurrió), él era candidato seguro para ocupar el Ministerio
de la Investigación Científica. Si quisiéramos simplificar con una metáfora, po-
dríamos decir que las tradiciones estudiadas parecen manifestar la oposición
entre El azar y la necesidad y La función social de la ciencia (libros escritos, res-

135
Universidad Virtual de Quilmes

pectivamente, por André Lwoff, con preocupaciones de tipo epistemológico, y


por John Bernal, con preocupaciones claramente políticas).
De lo anterior se desprende el interés que puede presentar el estudio de
las relaciones de filiación (consideradas necesariamente en sus distintos ni-
veles, desde su perspectiva histórica hasta su actualización en la vida coti-
diana) como puerta de entrada para el estudio de la génesis y desarrollo de
tradiciones científicas. El paso siguiente consiste en poner a prueba, en el
estudio en el laboratorio, el papel que estas tradiciones desempeñan, y có-
mo se modifican y transforman.
Otro tópico que presenta un interés especial es el estudio de la caracte-
rización, diferenciación y relación entre científicos y técnicos. Este problema,
que ya ha sido estudiado hace más de 25 años por Lemaine y Lécuyer, es
necesario abordarlo, al menos, en dos dimensiones: por un lado, en el mo-
do en que se estructura el trabajo científico en relación con lo técnico. Esta
dimensión implica indagar las representaciones acerca del papel de la técni-
ca (o las técnicas) en el proceso de investigación, las prácticas concretas y
la diferenciación entre ciencia y técnica en la vida cotidiana del laboratorio,
la designación y atribución de roles que en función de esta diferenciación se
producen, y los mecanismos institucionales que organizan estas relaciones.
La segunda dimensión implica un estudio comparativo que exceda el marco
del laboratorio, y que pueda mostrar dos planos, o dos cruces: cómo varían
las relaciones entre científicos y técnicos entre países o entre tradiciones, y
cómo varían entre diversas disciplinas.
En los dos casos estudiados, las dos dimensiones se presentaron muy di-
ferentes en cada uno. En el laboratorio francés, estas relaciones se plantea-
ban de un modo sumamente conflictivo, que daría lugar para muy interesantes
reflexiones: como parte de las características del trabajo de investigación del
laboratorio tienen un carácter más bien rutinario y repetitivo, un conjunto de in-
vestigadores cuestionaba la asignación de tareas, argumentando que “se les
hacía hacer el trabajo de técnicos en lugar del de científicos”. Sin embargo, hay
en el laboratorio un conjunto de técnicos que trabajan, específicamente, en el
desarrollo de nuevas metodologías que, luego, serán aplicadas por los diver-
sos grupos. Este equipo de técnicos depende directamente del director, y no
interactúa necesariamente con el resto del laboratorio. Como metáfora, podría-
mos decir que son las manos del director, puesto que éste (como sucede muy
a menudo, según hemos podido constatar) hace tiempo que no realiza mani-
pulaciones (experimentos con sus propias manos) en el laboratorio.
En el laboratorio inglés, son muy pocos los técnicos que, bajo ese rótulo,
trabajan en la unidad. En lo que se refiere a las modelizaciones que mencio-
namos antes, los que trabajan allí son todos científicos, lo cual concordaría
con lo que, a priori, parece la característica distintiva de la tarea de los cien-
tíficos: la capacidad de realizar abstracciones y generalizaciones a partir de
lo que Latour llamó los mecanismos de inscripción. Sin embargo, debemos
señalar una particularidad: lo que se podría llamar trabajo técnico suele ser
ejecutado por estudiantes, por lo general de doctorado. De este modo, casi
todos los estudiantes aceptan el pasaje por las manipulaciones en el labora-
torio durante una etapa de su formación, mientras que los investigadores
más formados justifican esta práctica por la escasez de recursos destinados
a contratar personal técnico.
Si retomamos la dimensión comparativa, podemos apreciar las diferentes
asignaciones de valor que se le otorgan al trabajo técnico y al científico en

136
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

cada realidad. En Francia existe una carrera para la formación de los técni-
cos que, asociada paralelamente a la formación científica, puede llegar has-
ta el título de ingeniero, con una alta capacitación y especialización. Sin em-
bargo, un ingeniero no será considerado un científico, y para ello es necesa-
rio pasar el rito de iniciación: la tesis de doctorado, que es la marca del cam-
bio de estatus. Es posible encontrar, también, notables diferencias de acuer-
do con las disciplinas, como mostraron algunos historiadores: por ejemplo,
en la etapa de desarrollo de la física nuclear en los años cuarenta y cincuen-
ta, buena parte de los científicos eran al mismo tiempo “bricoleurs”, tenían
que diseñar sus propios instrumentos, puesto que no existía empresa algu-
na que proveyera los aparatos necesarios. Hoy, en muchos campos se pro-
ducen efectos similares cuando se trata de adaptar, crear o gestionar progra-
mas avanzados de computación que posibiliten adaptar las máquinas a los
requerimientos específicos de cierta investigación. Esto atraviesa, natural-
mente, las viejas nociones de ciencia y de técnica.
Por último, el estudio comparativo es indispensable para poner de relieve
una dimensión fundamental: el cruce de lo universal con lo especifico. Aquí
es necesario poner a prueba la analogía del aeropuerto, e intentar desentra-
ñar los elementos que permiten hablar de una ciencia universal en contrapo-
sición con las particularidades de cada país, de cada institución, de cada gru-
po, de cada laboratorio. En este ir y venir (que no podemos desarrollar aquí)
debemos buscar los mitos que construyen el carácter de lo universal, las tra-
diciones que producen las identificaciones locales y ver las prácticas socia-
les del mundo de los científicos en sus actividades cotidianas. Cuando se va
desenrollando esta madeja, es lícito volver a preguntarse en qué resulta sus-
tantivamente diferente estudiar a los científicos y su contexto, sus produccio-
nes, su lenguaje, sus prácticas cotidianas, el uso de sus máquinas, etc., del
estudio de otro grupo (social) cualquiera.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Brown, James (1998): “La science prosaïque de Bruno Latour”. En: Kremer-
Marietti: Sociologie de la science. Sprimont, Ed. Mardaga.

Knorr-Cetina, Karen (1981): The manufacture of knwledge. Oxford, Pergamon


Press.

Kreimer, Pablo (1999): De probetas, computadoras y ratones. Buenos Aires,


Ed. U.N.Q.

Kreimer, Pablo (1999b): L’universel et le contexte dans la recherche scientifi-


que. Lille, Presses Universitaires du Septentrion.

Lamo de Espinosa et alii (1994): Sociologías del cocimiento y de la ciencia.


Madrid, Alianza.

Latour, Bruno (1984): “L’ethnographie des laboratoires”. Cahiers STS Nº5.

Latour, Bruno (1989): La science en action. Paris, La Découverte.

137
Universidad Virtual de Quilmes

Latour, Bruno y Woolgar, Steve (1995): “La vida de laboratorio”. Madrid, Alianza.

Lynch, Michael (1982): Technical Work and Critical Inquiry: Investigations in


a Scientific Laboratory. en Social Studies of Science, Vol.12.

Lynch, Michael (1985): Art and artifact in laboratory science. A study of shop work
and shop talk in a research laboratory. London, Routledge and Keagan Paul.

Lynch, Michael, Livingston, Eric y Garfinkel, Harold (1983): “Temporal Order in


Laboratory Work”, en : Knorr-Cetina y Mulkay (1983): Science Observed.
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Mulkay, Michael (1981): “Putting Philosophy to work”. In: Mulkay (1991).

Mulkay, Michael (1984): “Theory Choice”. In: Mulkay (1991).

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Mulkay, Michael (1991): Sociology of Science. A Sociological Pilgrimage. Open


University Press, Buckingham.

Mulkay, Michael y Gilbert, Nigel (1984): Opening Pandora's Box. Cambridge, CUP.

Woolgar, Steve (1988): Ciencia: abriendo la caja negra. Barcelona, Anthropos.

Woolgar, Steve (1995): Estudios de laboratorio. Un comentario sobre el esta-


do de la cuestión. En Iranzo et alii, op.cit.

BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA

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en: Handbook of Science and Technologies Studies. London, Thousand Oaks
and New Delhi, Sage.

Latour, Bruno y Woolgar, Steve (1995): “La vida de laboratorio”. Cap. 1 y 6.

Kreimer, Pablo (1999): De probetas, computadoras y ratones. Buenos Aires,


Ed. U.N.Q. Cap. IV y V.

Lamo de Espinosa et alii (1994): Sociologías del cocimiento y de la ciencia.


Madrid, Alianza. Cap. 22, I, II y III: Pags 539-565

138
5

Tecnología y sociedad

5.1 Introducción

A lo largo de esta unidad abordaremos algunos aspectos del desarrollo de


los estudios sociales de la tecnología. No realizaremos una revisión históri-
Una revisión histórica
ca de la evolución de estos estudios, sino que nos centraremos en un eje te- de los estudios socia-
mático particular: la relación tecnología / sociedad. les de la tecnología, se puede
ver Mackenzie y Wajcman, J.
Las primeras realizaciones de lo que, en sentido amplio, podrían denomi- (1985) y Williams y Edge
narse “estudios sociales de la tecnología” parecen remontarse a mediados (1996) (incluido en las lectu-
del siglo XIX. En opinión de Nathan Rosenberg (1982:34) la obra de Karl Marx ras básicas de esta unidad).
marca un punto de inflexión en la forma de estudiar los desarrollos tecnoló-
gicos: frente a la forma tradicional, centralizada en la figura del inventor sin-
gular y su “genio”, Marx propone un abordaje social de la tecnología, y, al
mismo tiempo, incorpora el desarrollo tecnológico como un elemento consti-
tutivo de las explicaciones históricas.
Por otra parte, también es posible ubicar en ese momento el inicio de una
tensión que atraviesa el desarrollo de los estudios sociales sobre tecnolo-
gía. Desde entonces, es posible registrar diferentes trabajos que abordan la
relación entre tecnología y sociedad, cuyas líneas argumentales plantean, en
términos generales, dos líneas mono-causales deterministas:

a) causalidad tecnológica: los cambios tecnológicos (descubrimientos, nue-


vos productos, etc.) determinan cambios sociales.
b) causalidad social: los cambios tecnológicos son explicados mediante cau-
sas sociales.

El inicio de esta tensión puede ser registrado en la obra del propio Marx.
Una de sus frases más conocidas ha dado sustento a una tradición de tra-
bajos focalizadas en el determinismo tecnológico: “El molino trajo la socie-
dad con señor feudal; la máquina de vapor la sociedad con industrial capita-
lista” (K. Marx, Miseria de la Filosofía). Al mismo tiempo, ha dado lugar a crí-
ticas del determinismo tecnológico desde posiciones deterministas sociales
El trabajo de Bruce
y a defensas del pensamiento marxista. Bimer (1990) aporta
A lo largo del siglo XX es posible registrar diferentes trabajos en los que elementos significativos acer-
esta tensión se prolonga. En la historia de la tecnología, el determinismo tec- ca de la cuestión del determi-
nismo en Marx).
nológico se expresa en historias de artefactos explicadas por argumentos
tecnológico-ingenieriles: el hallazgo de soluciones técnicas a problemas téc-
nicos, en el impacto de nuevos artefactos y técnicas sobre la producción in-
dustrial y la vida cotidiana (Daumas, 1983, De Gregori, 1988). A partir de ini-
cios de los ´60, la preocupación por los riesgos de la tecnología nuclear atra-
jo la atención de sociólogos sobre los efectos del desarrollo tecnológico. Pe-
ro, prácticamente al mismo tiempo, comenzaron a desarrollarse algunas lí-
neas de estudios que intentaban develar la conformación social de los arte-
factos tecnológicos (MacLeod, 1977, Gille, 1973). Tanto algunos estudios

139
Universidad Virtual de Quilmes

políticos y económicos como sociológicos abordan los objetos tecnológicos


como resultado de procesos sociales.
El desarrollo de los estudios sociales de la tecnología durante los últimos
15 años propone una serie de nuevos abordajes que intentan superar las li-
mitaciones y contradicciones de los abordajes mono-deterministas, captan-
do de forma ‘no determinista’ los procesos de cambio tecnológico.
Tomando como punto de partida las contribuciones de la Sociología del
Conocimiento Científico –en particular, del Programa Fuerte de Edimburgo–,
estos trabajos se basan en una convicción teórica: es imposible realizar dis-
tinciones a priori entre 'lo tecnológico', 'lo social', 'lo económico' y 'lo cien-
tífico'. Esta característica metodológica del estudio social de la tecnología ha
sido descrita con la metáfora del 'tejido sin costuras' (seamless web): el de-
sarrollo de tecnologías no debe ser explicado como un desarrollo lineal de
conocimiento técnico, influenciado por factores sociales, sino que constituye
un entramado complejo en el que se integran, de manera compleja, hechos
heterogéneos (artefactos, instituciones, reglas, conocimientos...) y actores
diversos (ingenieros, empresarios, agentes políticos, usuarios...), de forma
no lineal.
Del mismo modo en que la evolución de la Sociología del Conocimiento
Científico colocó al conocimiento científico como objeto de indagación socio-
lógica, la sociología de la tecnología no se limita a estudiar el “contexto” o
el “impacto” de los procesos de cambio tecnológico sino que aborda el con-
tenido mismo de la tecnología (y las nociones de diseño, calidad, funciona-
miento y cambio tecnológico) como legítimo objeto de análisis sociológico.
En otros términos, estos estudios intentan mostrar el carácter social de
la tecnología y el carácter tecnológico de la sociedad, generando un nivel de
análisis complejo: lo 'socio-técnico'. Esta opción metodológica se distancia,
entonces, de las visiones deterministas lineales, tecnológicas o sociales, tra-
dicionalmente adoptadas por los analistas (economistas, historiadores de la
tecnología, etc.) o por los propios actores (ingenieros, empresarios, burócra-
tas relacionados al área de Ciencia y Tecnología, operarios, etc) intervinien-
tes en los procesos de cambio tecnológico.

El contenido de la presente unidad se divide en dos


secciones. En la primera (puntos 2 y 3) se revisarán al-
gunas líneas argumentales deterministas y algunas
formas en las que se intentó escapar a la tensión entre
los dos abordajes. Asimismo, se analizará, en particu-
lar, cómo el determinismo tecnológico lleva aparejado
un modo de recorte del objeto de análisis de los estu-
dios sociales de la tecnología, centrándose en el arte-
facto y su historia lineal.
En la segunda sección (puntos 4 y 5), se analizan tres
abordajes que intentan superar los problemas y con-
tradicciones que genera la existencia de la tensión en-
tre los dos determinismos lineales. Estos abordajes
juegan un papel central en el desarrollo de los actua-
les estudios sociales de la tecnología: “sistemas tecno-
lógicos” (Thomas Hughes; “redes tecno-económicas”
(Michel Callon, Bruno Latour y John Law) y “construc-
tivismo social” (Social Construction of Technology -
SCOT) (Trevor Pinch y Wiebe Bijker).

140
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

5.2. La cuestión del determinismo

En nuestros días, parece evidente que la tecnología causa cambios sociales:


el cambio tecnológico ocasiona cambios en la economía, la cultura, los siste-
mas políticos, la vida cotidiana. El desarrollo de la informática, en particular,
agudizó la percepción de la centralidad de lo tecnológico en los procesos de
cambio social. La historia de la tecnología tradicional afirma un modo particu-
lar de determinismo tecnológico: las características internas de la dotación
tecnológica actual determinan los desarrollos tecnológicos derivados. La tec-
nología evoluciona a partir de la dotación tecnológica previa disponible.
Pero, al mismo tiempo, resulta también evidente que los procesos de
cambio social (político, estético, económico, ideológico, cognitivo) deman-
dan, promueven o motivan cambios tecnológicos.
Normalmente, los estudios sociales de la tecnología oscilan entre dos lí-
neas argumentales: a) causalidad tecnológica, por ejemplo: estudios sobre
el impacto social o ambiental de la tecnología, estudios económicos del
cambio tecnológico, y b) causalidad social, por ejemplo: historia social de los
inventos, estudios de género de la tecnología.
Tal vez lo más llamativo en el tema sea que durante los últimos años, a
pesar de la centralidad que ha alcanzado la percepción de lo tecnológico en
la vida cotidiana, la cuestión de los modos de articulación de esos cambios
en procesos complejos –al mismo tiempo sociales y tecnológicos- aún per-
manece abierta.

La tecnología es percibida normalmente como una ca-


ja negra que, o bien responde a los inputs que recibe
(sociales, económicos, políticos) o bien genera outputs
de impacto social o ambiental (cambios laborales, dis-
minución del empleo, polución ambiental, cambios
educativos).

No se trata simplemente de una percepción de los estudios académicos,


la tecnología también aparece configurada como “caja negra” en el sentido
común de las personas. El determinismo tecnológico se expresa en el senti-
do común en dos nociones:

a) la “neutralidad” de la tecnología: “los efectos, positivos o negativos”, no


dependen de la tecnología en sí, sino del uso que le dan los hombres, y
b) la “autonomía” de la tecnología: la tecnología evoluciona según su propia
racionalidad interna, más allá del control de los hombres (“la tecnología
se aleja de los valores y la moral”, “la tecnología evoluciona más rápida-
mente que la política o los principios éticos”).

La cuestión es más compleja de lo que parece en esta formulación sim-


plificada. Es necesario tener en cuenta, además, que las relaciones de de-
terminación no aparecen verbalizadas por los autores de estudios sociales
de la tecnología en "estado puro"–por ejemplo: “el cambio tecnológico cau-
sa el cambio económico”, o viceversa– sino que los discursos sobre la cues-
tión suelen contener planteos de mayor complejidad.
La dificultad de dar cuenta de las contradicciones entre ambos aborda-
jes deterministas aparece reflejada en los propios textos de los autores

141
Universidad Virtual de Quilmes

que intentaron responder al desafío de encontrar una salida coherente. Es


posible encontrar interesantes ejemplos al respecto.
Zvorikine (1961), desde una posición representativa del materialismo
(¿dialéctico?) soviético señala que:

“... la tecnología fue desarrollada por el hombre en el proceso so-


cial de producción. Las ciencias naturales sólo indican posibles so-
luciones para problemas técnicos, pero no pueden, por sí mismas,
guiar la tecnología, ni determinar el alcance o ritmo de su desarro-
llo. Son exclusivamente las leyes económicas de un sistema so-
cial dado las que, en el largo plazo, determinan la conducta de la
gente y guían la dirección y ritmo del progreso de la tecnología.”

Zvorikine, (1961:2)

Pero, en el mismo texto, afirma que:

“La historia de la tecnología es la ciencia que estudia el desarrollo


de los medios de trabajo en un sistema social de producción. Des-
de las perspectivas de la ciencia natural, la historia de la tecnolo-
gía debe describir cómo el hombre domina las leyes de la natura-
leza en un grado creciente, asegurando un más profundo y multi-
facético uso y aplicación de las sustancias naturales y las fuentes
de energía. Desde el punto de vista social, la historia de la tecno-
logía podrá revelar el papel motriz de las fuerzas sociales y las con-
diciones sociales y económicas para el desarrollo de la tecnología.
La influencia de la tecnología en el desarrollo de la sociedad de-
be ser mostrado, así como el papel desempeñado por los produc-
tores de nuevas tecnologías de las distintas naciones."
Zvorikine, (1961:3)

En lugar de realizar rápidamente algunos comentarios, tal vez sea más in-
teresante ver las objeciones que realiza Joravsky (1961) al planteo anterior:

Como el profesor Zvorikine deja en claro, los historiadores marxis-


tas soviéticos de la ciencia y la tecnología están normalmente le-
jos de determinismos unilaterales, del tipo de Hessen en 1931.
Ellos usualmente reconocen la importancia del genio individual en
el desarrollo técnico, así como la influencia de teorías de la cien-
cias naturales, de las condiciones nacionales o de la lógica autó-
noma del desarrollo de instrumentos y procesos. Pero 'en el largo
plazo' o 'en último análisis' estos factores son de importancia se-
cundaria. Para Zvorikine 'Son exclusivamente las leyes económi-
cas de un sistema social dado las que, en el largo plazo, determi-
nan la conducta de la gente y guían la dirección y ritmo del pro-
greso de la tecnología.' Nos encontramos entonces en la tensión
familiar que atraviesa la teoría histórica marxista. Esta tiende, por
una parte, hacia el determinismo económico y, por otra, al mismo
tiempo, hacia la existencia de múltiples factores, el tejido sin cos-
tura de la historia. ¿Cuál es el sentido de la aserción de Engels de
que hay 'interacción (de varios factores) en la base de las necesi-

142
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

dades económicas, las cuales en última instancia siempre se afir-


man a sí mismas'? La cuestión es particularmente aguda para el
historiador marxista de tecnología, a la luz de la definición de En-
gels de necesidad económica: 'lo que nosotros entendemos por
condiciones económicas, las cuales observamos como base deter-
minante de la historia de la sociedad, son los métodos por los cua-
les los seres humanos en una sociedad dada producen sus me-
dios de subsistencia e intercambio de productos (en tanto exista
una división del trabajo). Por lo tanto, esta aquí incluida entera-
mente la técnica de producción y transporte.' Entonces tecnolo-
gía es un, o el, elemento crucial de las condiciones económicas
que determina el conjunto del desarrollo social; pero, al mismo
tiempo, el desarrollo de la tecnología es en sí mismo determina-
do por las leyes económicas de un sistema social dado.”
Joravsky, (1961:7)

Queda así configurada una paradoja de determinaciones cruzadas. Más


allá de los posibles disensos, objeciones y comentarios laterales acerca de
los juicios de ambos autores, es necesario llamar la atención acerca del pro-
ceso de construcción discursiva de la paradoja señalada por Joravsky. Los
pasos de este proceso de racionalización de la relación tecnología/sociedad
pueden describirse de la siguiente manera:

a) se diferencian a priori dos unidades: 'tecnología' y 'sociedad',


b) dentro de la unidad 'sociedad' se diferencia 'economía' de otros conteni-
dos, y se adjudica autonomía a cada sub-unidad (economía, política, cul-
tura, ideología),
c) recién entonces se procuran relaciones causales,
d) la tecnología (fuerza productiva), es movilizada y condicionada por las
fuerzas sociales y económicas (tecnología como efecto),
e) el desarrollo de las fuerzas productivas, incluida la tecnología como acti-
vidad generadora de los medios de producción, condiciona el desarrollo
económico (tecnología como causa).

No se trata de un problema interno al pensamiento marxista sobre tecno-


logía. Es útil observar ahora el planteo –de orientación humanista– de Mum-
ford (1964), para apreciar otra manera de encarar la tensión de los determi-
Es posible registrar
nismos que conduce a problemas similares: durante la lectura
del discurso de Mumford
TECNOLOGIA Y DETERMINISMO constantes resonancias de
Habermas (1992), en parti-
cular acerca de la necesi-
Lewis Mumford dad de control humano so-
bre las lógicas de repro-
“... desde los tiempos del neolítico tardío, en el Este Cercano, hasta ducción del sistema social.
nuestros días, dos tecnologías han existido recurrentemente lado a la-
do: una autoritaria, la otra democrática, la primera sistema-centrada,
inmensamente poderosa, pero inherentemente inestable, la otra humano-
centrada, relativamente débil, pero con fuentes renovables y durable. Si
estoy en lo cierto, estamos acercándonos rápidamente a un punto en el
cual, a menos que alteremos radicalmente nuestro presente curso, nues-
tras técnicas democráticas sobrevivientes serán completamente supri-
midas o suplantadas, por lo tanto todo residuo de autonomía individual

143
Universidad Virtual de Quilmes

será aniquilado, o será permitido sólo como un instrumento de gobierno,


como elecciones nacionales generales en países totalitarios"

Mumford, (1964:2)

"... la nueva libertad se torna una versión más sofisticada de la vieja es-
clavitud: el ascenso de la democracia política durante los últimos siglos
ha sido crecientemente nulificado por la exitosa resurrección de técni-
cas centralizadas autoritarias [...] a través de mecanización, automa-
ción, dirección cibernética, estas técnicas autoritarias han tenido éxi-
to sobre su más seria debilidad, su original dependencia sobre la re-
sistencia, a veces activa desobediencia de servomecanismos, lo sufi-
cientemente humanos aún como para sostener propósitos que no
siempre coinciden con los del sistema."

Mumford, (1964: 4-5)

Podría entenderse de estos dos párrafos que Mumford sostiene un carác-


ter autónomo de la tecnología, que causa determinaciones sociales, sin em-
bargo, aclara:

LA AUTONOMÍA DE LA TECNOLOGÍA

Lewis Mumford

No se entienda mal. El peligro para la democracia no radica en un descu-


brimiento científico o invención electrónica específicos [...] El peligro nace en
el hecho de que, desde que Francis Bacon y Galileo definieron los nuevos mé-
todos y objetivos de las técnicas, nuestras grandes transformaciones físicas se
han efectuado a través de un sistema que deliberadamente elimina la persona-
lidad humana, ignora el proceso histórico, torna secundario el papel de la in-
teligencia abstracta, y hace del control sobre la naturaleza física, en última ins-
tancia sobre el hombre mismo, el propósito principal de su existencia.

Mumford, (1964:6)

La causa se encuentra no en la tecnología en sí sino en un “sistema” que


controla al hombre mismo. Más allá de coincidir con las preocupaciones de
Mumford, es de interés notar que diferencia “sistema” (¿social?) de “hom-
bre” (¿Humanidad?), estableciendo una relación de contradicción coyuntural
entre un sistema de producción de ideas (valores, prioridades, percepciones)
concreto y una construcción ideal (una esencia de hombre no desarrollada).
Mumford que coloca la determinación en un plano histórico coyuntural, a di-
ferencia del planteo anterior, de características estructurales. Aparece enton-
ces una diferenciación entre 'determinismo como categoría transhistórica' y
'determinismo como forma de relaciones de un periodo histórico'.
Un artículo de Robert L. Heilbroner (1967), que lleva el por demás signi-
ficativo título de "¿Las máquinas hacen la historia?", permite continuar pro-
fundizando esta línea de análisis. Trataremos de seguir su razonamiento lo
más fielmente posible.

144
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Heilbroner aborda la cuestión del determinismo tecnológico a partir de una


revisión de postulados de Karl Marx al respecto, intentando "ver si es posible
decir algo sistemático acerca del asunto, ver cómo es posible ordenar el pro-
blema a fin de constituirlo en algo intelectualmente manejable" [...] "la cues-
tión que nos interesa concierne a los efectos generados por la tecnología que
determinan la naturaleza del orden socioeconómico [...] ) la tecnología me-
dioeval generó el feudalismo? )la tecnología industrial es condición necesaria
y suficiente para la aparición del capitalismo? (Heilbroner, 1967:335).
El autor, en primer término, responde a la pregunta ¿existe una secuencia
determinada de evolución de la tecnología?. Para sostener una postura afir-
mativa se basa en:
* la existencia de invenciones simultáneas,
* la ausencia de “saltos tecnológicos”
* la predictibilidad general de la evolución de la tecnología

Propone, entonces, cuatro razones para afirmar por qué la tecnología po-
dría estructurar la historia:
Primera: el conocimiento de una era es restringido por el stock acumulado
de conocimiento disponible. Las realizaciones técnicas preceden normalmen-
te lo que los hombres conocen. La expansión del conocimiento es gradual.
Segunda: la capacidad de competencia material, el nivel de experticia tec-
nológica de una era condiciona el potencial de cambio tecnológico.
Tercera: el requisito de "congruencia tecnológica" (compatibilidad de una
tecnología con la división del trabajo y la especialización industrial).
Cuarta: la acumulación de capital.

Luego explora la posibilidad de que una tecnología dada imponga ciertas


características sociales y políticas sobre una sociedad. A fin de apoyar esta
posición afirmativamente, distingue dos modos de influencia de la tecnología
sobre la sociedad:
a) la composición de la fuerza de trabajo: diferentes tecnologías requieren
distintas dotaciones de mano de obra;
b) la jerarquización de la organización del trabajo: diferentes tecnologías re-
quieren distintos órdenes de supervisión y coordinación.

Llegado a este punto, Heilbroner advierte acerca del peligro de asignar el


papel de causa única eficaz a la presencia visible de maquinarias, si esto im-
plica dejar así de lado otros factores. Un elemento "social" independiente,
señala, es el diseño de tecnología, que puede desempeñar un papel crítico,
dado que en el diseño se tiene en cuenta el nivel de educación de la fuerza
laboral o su precio relativo. La tecnología refleja así las relaciones sociales
de trabajo. Este tipo de consideraciones -plantea Heilbroner- "urgen a la prác-
tica de lo que William James llamó soft-determinism" (Heilbroner, 1967:342).
A partir de este análisis sistematiza algunas objeciones a lo que deno-
mina “paradigma marxista básico”:
* el progreso tecnológico es en sí una actividad social: la actividad de inno-
var es atributo de algunas sociedades, no es condición general;
* el curso que adquiere el avance tecnológico responde a un direcciona-
miento social: si bien el nivel general de la tecnología puede seguir una
secuencia determinada independiente sus áreas de aplicación ciertamen-
te reflejan influencias sociales y,

145
Universidad Virtual de Quilmes

* el cambio tecnológico debe ser compatible con las condiciones sociales


existentes.

Como consecuencia de estas consideraciones, deduce que:

“estas reflexiones acerca de la incidencia de las fuerzas socia-


les sobre el progreso tecnológico nos tientan a desechar com-
pletamente la noción de determinismo tecnológico como falsa
o errónea. Sin embargo es necesario moderar la posición res-
pecto del determinismo tecnológico, relegando el progreso téc-
nico de primer motor a factor mediador, no para dejar de lado
su influencia sino para especificar su modo de operación con
mayor precisión.”

Heilbroner, (1967:343)

Para Heilbroner, al adoptar el papel de mediación, la interacción entre so-


ciedad y tecnología tiende a clarificarse:
* la aparición del capitalismo constituyó un estímulo significativo para el de-
sarrollo de la tecnología de producción;
* la expansión de la tecnología dentro del sistema de mercado tomó una
apariencia "automática": al orientarse a través del mercado el desarrollo
de la tecnología asumió un atributo de "fuerza" difusa impersonal que es-
tructura la sociedad;
* el desarrollo de la ciencia dio un nuevo ímpetu a la tecnología

Y concluye:

“el determinismo tecnológico es, por lo tanto, un problema pecu-


liar de cierta época histórica -específicamente la del gran capita-
lismo y pequeño socialismo- en la cual las fuerzas del cambio tec-
nológico han sido liberadas, mas también, en la que las agencias
para el control y orietación de la tecnología son aún rudimentarias.”
Aparece claramente
la determinación his-
tórica de las activida-
des tecnológicas. Otto Mayr Dejando de lado el resquemor que provoca la recomendación de adoptar
(1982) advierte que esta de-
terminación alcanza a la for- el concepto de soft-determinism, Heilbroner realiza dos aclaraciones funda-
ma en que distintas socieda- mentales: a) el desarrollo tecnológico es en sí una actividad social, b) sólo en
des diferencian actividades
de 'ciencia' y de 'tecnología', algunos momentos de la historia de la humanidad el desarrollo tecnológico
y alerta sobre los riesgos de ocupa un papel central. Sin embargo, a partir de la primera aclaración, el pa-
anacronismo que implica pel mediador de la tecnología queda desdibujado: ¿entre qué elementos la
que el historiador proyecte
las actuales conceptualiza- tecnología desempeña su papel de mediación?
ciones de esas actividades Si bien el razonamiento de Heilbroner coloca a la historia –en tanto disci-
hacia el pasado. Este plan-
teo provoca la aparición de plina– en un lugar privilegiado dado que le cabe explicar las determinaciones
un nuevo problema: la dis- histórico-sociales del papel desempeñado por la tecnología, la ambigüedad
yuntiva metodológica entre de la noción 'mediación' parece implicar nuevos inconvenientes metodológi-
anacronismo o relativismo.
La consideración de posi- cos. Tal vez una respuesta superadora de la cuestión de la determinación só-
bles salidas a este atolladero lo se logre abandonando la representación analítica-estructural de tecnología
excede el alcance de este
texto introductorio, sólo po- y sociedad como dos entidades de existencia independiente, como veremos
demos sugerir aquí que el en la segunda parte.
relativismo no parece ofre-
cer una real solución.

146
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

5.3 Predominio de la historia de artefactos en la


historia de la tecnología

Una particular expresión del determinismo tecnológico se verifica a través de


la tendencia a centralizar algunos estudios históricos en la descripción por-
menorizada de artefactos, o, aún, de producir narraciones donde el principal
protagonista es un artefacto "singular" que vive el drama de “su evolución”.
Las historias generales de la tecnología –y muchos abordajes teóricos–
suelen tomar como objeto principal de estudio a los artefactos. Se conforma
así un línea argumental “internalista” donde el artefacto aparece como el cen-
tro del 'hacer' tecnológico. Una de las derivaciones más concretas de esto es
la relativa escasez de estudios sobre la extensión/difusión de tecnologías, las
repercusiones culturales, las distintas formas de internalización/apropiación
por parte de distintas sociedades, las distintas formas de desaparición de
tecnologías. Por otra parte, las historias de artefactos tienden a obviar las in-
novaciones en procesos (o a tratar a las mismos, analógicamente, como ar-
tefactos).
¿Cuál es el motivo de esta centralización en los artefactos? A primera vis-
ta aparecen tres factores explicativos de este comportamiento:

a) El artefacto es la realización tecnológica más evidente. Constituye una


unidad diferenciada y autoevidente (no es necesario demostrar su exis-
tencia).
b) Centralizar la visión en el producto omitiendo el sistema mediante el cual
se produce es una operatoria común en ciertos abordajes econométricos.
Lo "concreto evidente" de un sistema de producción, lo medible, es el pro-
ducto, el artefacto. Por otra parte lo "consumido", lo "popularizado" a tra-
vés de la comercialización es, también, el producto. En tal sentido estos
estudios repiten la perspectiva propia de los sistemas industriales de pro-
ducción. Constituyen, por lo tanto, visiones intratecnológicas construidas
'desde' un momento particular de los sistemas de producción. Por esto
mismo uno de los mayores intereses de estos estudios es 'cuándo' se
produce 'la novedad'. La importancia de ciertos artefactos es medida en
términos de la extensión (volumen) de su consumo.
c) Entender/explicar el desarrollo de la técnica a partir de los objetos resul-
ta más sencillo que encarar la complejidad de los "procesos sociales", de
sus complejas combinatorias socio-técnicas previas y subsiguientes. Es-
te comportamiento es asimilable a la dominancia que durante cierto tiem-
po ejerció la arqueología sobre la antropología (Mumford, 1961, 1966).
Centralizar el estudio de las tecnologías en los artefactos es un procedi-
miento táctico de los investigadores que garantiza la obtención de resul-
tados concretos. Pero constituye, al mismo tiempo, un mecanismo de
ocultamiento de la complejidad del fenómeno socio-productivo, y su reduc-
ción a la observación de lo evidente. En una suerte de mecanismo meto-
nímico (señalado por M. Quintanilla, 1991) se nos presenta, normalmen-
te, la parte por el todo.

Parece prudente, en principio, desplazar la centralización de la visión des-


de los artefactos hacia los procesos que posibilitan su existencia y los mo-
tivos por los que éstos se producen: una tecnología determinada es, funda-
mentalmente, una relación entre objetos operativos (entre sí) y (en relación

147
Universidad Virtual de Quilmes

a ciertas) funciones, para producir y realizar cosas consideradas (pragmáti-


camente) útiles. Las invenciones e innovaciones tecnológicas surgen del ha-
llazgo de nuevas relaciones posibles. Por ello, normalmente, el pensar inno-
vativo aparece como proceso sintético.
Es razonable concebir las innovaciones como sinónimos de 'nuevas com-
binaciones', como lo hace J. Schumpeter. Cualquier innovación específica re-
sulta de combinar de manera distinta los conocimientos actuales con la par-
ticipación de muchas personas. Es interesante señalar que Schumpeter su-
braya la naturaleza acumulativa de las innovaciones en aras de explicar la di-
námica de largo plazo orientada sobre todo a las innovaciones tecnológicas
más drásticas, como el ferrocarril.

J. SCHUMPETER

Sobre los inventos

Lo que calificamos de gran invento casi nunca sobresale del curso na-
tural de los acontecimientos como Atenea de la cabeza de Zeus, y, prácti-
camente todas las excepciones que se nos ocurran se desvanecen al inves-
tigarlas más a fondo. La cooperación de muchas mentes y numerosas pe-
queñas experiencias que actúan con respecto a una situación objetiva da-
da y que las coordina, lentamente desarrolla lo que parece ser en verdad
nuevo sólo si esquivamos etapas intermedias y comparamos tipos distan-
tes en tiempo y espacio.

(J. A. Schumpeter, The Theory of Economic Development, Cambrid-


ge University Press, Mass, 1934, cit. en Rosenberg (1979).

No se trata, claro está, de dejar de lado el estudio de los artefactos. Tan-


to los artefactos como las tecnologías son constructos sociales. El abordaje
determinista tecnológico “internalista” tiende a captar sólo una parte de es-
te proceso, mediante la construcción de relaciones causales meramente “téc-
nicas” colocadas como condiciones necesarias y suficientes. El abordaje de-
terminista social, por su parte, tiende a ocultar los aspectos tecnológicos del
diseño y conformación de artefactos y procesos. Sólo una concepción que
consiga dar cuenta de los múltiples interjuegos y territorialidadades (topológi-
cas y nomológicas) parece poder superar la tensión determinista y abarcar la
complejidad y diversidad de los procesos de cambio tecnológico y social.

5.4 Relaciones socio-técnicas

Al final del punto 2 se planteó que la tensión determinista sólo podría ser su-
perada en tanto se abandonase la representación analítica-estructural de ‘tec-
nología’ y ‘sociedad’ como dos entidades equivalentes, de existencia indepen-
diente. Pero, evidentemente, no es suficiente con abandonar una perspectiva
para resolver un problema. La superación sólo se consigue si es posible adop-
tar una nueva representación que evite los inconvenientes de la anterior.
El desarrollo de los estudios sociales de la tecnología durante los últi-
mos 15 años generó una serie de abordajes que intentan captar la natura-
leza compleja de los procesos de cambio tecnológico (Vessuri, 1991;
1994). En particular, estos abordajes se han centralizado en una convicción
teórica: es imposible –e inconveniente- realizar distinciones a priori entre 'lo

148
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

tecnológico', 'lo social', 'lo económico' y 'lo científico'. Esta característica


del desarrollo tecnológico ha sido descrita con la metáfora del 'tejido sin
costuras' (seamless web) (Hughes, 1986; Bijker, Hughes y Pinch, 1987).

“El tejido de una sociedad moderna no está hecho de distintas pie-


zas científicas, económicas, tecnológicas o sociales. Esos 'dobleces'
pueden ser vistos como hechos por los actores o por los analistas.”
Bijker,(1993:120)

Estos estudios intentan mostrar el carácter social de la tecnología y el ca-


rácter tecnológico de la sociedad, generando un nivel de análisis complejo:
lo 'socio-técnico', en contra de las visiones deterministas lineales, tecnológi-
cas o sociales, corrientemente adoptadas por los analistas (economistas,
historiadores de la tecnología, etc.) o por los propios actores (ingenieros, em-
presarios, políticos, operarios, usuarios...) intervinientes en los procesos de
cambio tecnológico.
Tres abordajes: sistemas tecnológicos, actor-red y constructivismo social,
juegan un papel central en el desarrollo de los actuales estudios sociales de
la tecnología.
El primero, se basa en el trabajo del historiador de la tecnología nortea-
mericano Thomas Hughes. El segundo está asociado al trabajo de Michel
Callon, Bruno Latour y John Law. El tercero, iniciado por los trabajos teórico-
metodológicos de Trevor Pinch y Wiebe Bijker.
Si bien es posible encontrar amplios territorios de coincidencia en las pre-
misas iniciales de estos tres abordajes, también es posible verificar diferen-
tes trayectorias conceptuales (Boczkowski, 1996). A continuación intentare-
mos sintetizar cada una de estas trayectorias, dado que las diferentes mira-
das que reflejan significan distintas perspectivas de análisis de las dinámi-
ca de cambio tecnológico.
Es posible verificar en la actualidad un movimiento de convergencia entre No nos referimos
economía de la innovación y sociología de la tecnología. Una de las expresio- simplemente a los
nes más claras en este sentido, realizada 'desde' la sociología, es la cons- avances realizados desde la
sociología del trabajo y la
trucción del modelo de representación institucional de 'socio-technical cons- escuela de la regulación, re-
tituencies', desarrollado por Alfonso Molina. Esta vía de teorización, con- flejados, por ejemplo, en
los trabajos de B. Coriat
gruente con los abordajes anteriores intenta formalizar las interrelaciones (1985 a y b, 1992 a y b,
entre actores de un sistema complejo interactivo. 1995, en colaboración con
En el plano teórico, los desarrollos de los tres abordajes permiten abrir la 'ca- D. Taddéi) sino a conver-
gencias más explícitas. Por
ja negra' de la tecnología, y des-construir sus elementos constitutivos. En un pla- ejemplo: R. Coombs, P. Sa-
no práctico, las herramientas analíticas de estos abordajes fueron generadas 'a viotti y V. Walsh "Techno-
logy and the firm: The Con-
fin de dar cuenta' del carácter complejo y dinámico del objeto de análisis 'cam- vergence of Economic and
bio tecnológico'. Los autores intentaron 'limpiar' su aparato conceptual de toda Sociological Approach" o
carga determinista a priori. Por ello, los instrumentos generados no incluyen (o D. MacKenzie "Economic
and Sociological Explana-
al menos intentan evitarlo explícitamente) connotaciones que "dejarían entrar tion of Technical Change",
por la puerta trasera" conceptualizaciones mono-deterministas. en R. Coombs, P. Saviotti y
V Walsh (eds.) (1991):
Technological Change and
Companies Strategies, Aca-
5.5 Abordaje en términos de 'Sistema tecnológico' demic Press, London.

El análisis de la tecnología de Thomas Hughes se basa en la conceptualiza-


ción de la dinámica tecnológica en términos de la metáfora de “sistemas”.
Define a los 'sistemas tecnológicos' mediante dos vías:

149
Universidad Virtual de Quilmes

DEFINICIÓN DE SISTEMA TECNOLÓGICO POR SU OBJE-


TO: SISTEMA DE RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS

Thomas Hughes

"Los sistemas tecnológicos solucionan problemas o satisfacen objeti-


vos haciendo uso de cuantos medios son disponibles y apropiados; los pro-
blemas reordenan el mundo físico en formas consideradas útiles o desea-
bles, al menos para quienes diseñan o emplean un sistema tecnológico"

Hughes, (1987:53)

DEFINICIÓN DE SISTEMA TECNOLÓGICO POR SUS ELE-


MENTOS COMPONENTES

Thomas Hughes

"Los sistemas tecnológicos contienen diversos, complejos componen-


tes orientados en términos de problema-solución. Son construidos y mol-
deados socialmente. Los componentes de los sistemas tecnológicos son ar-
tefactos físicos [...], incluyen organizaciones (firmas manufactureras, em-
presas de servicios, bancos de inversiones), y componentes usualmente
denominados científicos (libros, artículos, programas universitarios de en-
señanza e investigación). Artefactos legislativos, tales como leyes regula-
torias, también pueden formar parte de los sistemas tecnológicos. porque
son socialmente construidos y adaptados con el objeto de funcionar en sis-
temas, los recursos naturales, como minas de carbón, también califican co-
mo artefactos del sistema."

Hughes, (1987:51)

La dinámica sistémica, antes que los elementos aislados, permite com-


prender la orientación y alcance de los procesos de cambio tecnológico:

"Un artefacto, tanto físico como no físico, funcionando como com-


ponente de un sistema interactúa con otros artefactos, todos con-
tribuyen directa o a través de otros componentes a los objetivos
generales del sistema. Si un componente es removido de un sis-
tema o si sus características cambian, los otros artefactos en el
sistema alterarán sus características en consonancia."

Hughes, (1987:51)

Hughes destaca el carácter 'socialmente construido', tanto de los siste-


mas como de los artefactos singulares. A tal fin diferencia el papel de los
'constructores de sistemas' (system builders) como los sujetos dinamizado-
res de los sistemas tecnológicos:

"Los componentes de los sistemas tecnológicos son artefactos so-


cialmente construidos porque son inventados y desarrollados por
'constructores de sistemas' y sus asociados."
Hughes, (1987:52)

150
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Al integrar en el sistema aspectos convencionalmente denominados 'ad-


ministrativos', vinculados a la actividad de los ‘constructores de sistemas’,
se elimina la necesidad de diferenciar factores sociales dentro del sistema.
No hay ya 'factores' internos, económicos, sociales, políticos, sino compo-
nentes del sistema. Al mismo tiempo, esta característica de los sistemas
de Hughes le permite explicar una tendencia a la inclusión de componentes
del entorno al interior del sistema, verificable en los grandes sistemas tec-
nológicos:

"Dado que los componentes organizacionales, convencionalmente


llamados sociales, son creaciones de los constructores de siste-
mas -o artefactos- la convención de designar factores sociales en
un sistema tecnológico como el entorno o el contexto puede ser
soslayada.(...) Los sistemas tecnológicos son administrados para
incorporar el entorno dentro del sistema, a fin de eliminar fuen-
tes de incertidumbre, tales como un mercado libre. Tal vez, la si-
tuación ideal para un control del sistema sea un sistema cerrado,
no afectado por el entorno. En un sistema cerrado, o en un siste-
ma sin entorno, los gerentes puedan recurrir a burocracia, rutini-
zación, para eliminar incertidumbre y libertad."

Hughes, (1987:52-3)

Dado que toda conceptualización en términos de sistema implica realizar


una diferenciación sistema-entorno, Hughes establece las particulares 're-
glas de juego' de los sistemas tecnológicos:

"Los sistemas tecnológicos se relacionan con el entorno de dos


maneras, una, en la que dependen de éste, otra en la que éste de-
pende de ellos. En ambos casos, no existe interacción entre siste-
ma y entorno, existe simplemente una influencia unidireccional.
Dado que no se encuentran bajo el sistema de control, los facto-
res de entorno que afectan al sistema no deben ser confundidos
con componentes del sistema. Dado que no interactúan con el
sistema, los factores del entorno dependientes del sistema no
pueden ser vistos como parte de éste."

Hughes, (1987:53)

El aspecto de 'control' es utilizado como criterio de diferenciación entre


'componentes' y 'artefactos' del sistema tecnológico:

"Los sistemas tecnológicos están delimitados por los límites de


control ejercidos por los operadores artefactuales y humanos [...]
Los inventores, científicos industriales, ingenieros, gerentes, finan-
cistas y trabajadores son componentes, pero no artefactos del sis-
tema. No son creados por los 'constructores de sistemas', los in-
dividuos y grupos tienen un grado de libertad que no poseen los
artefactos. Los modernos constructores de sistemas, sin embargo,
han tendido a burocratizar, descalificar y rutinizar con el objetivo

151
Universidad Virtual de Quilmes

de minimizar el papel de la voluntad de los trabajadores y admi-


nistradores en el sistema."

Hughes, (1987:54)

La conceptualización de sistemas lleva a Hughes a integrar y redefinir al-


gunos de los conceptos más usuales para describir procesos de cambio tec-
nológico. En la dinámica de los sistemas aparecen nuevas 'invenciones' e
'inventores':

"Grupos económicos, plantas energéticas o lámparas de luz, todos


son invenciones. Inventores, gerentes y financistas son algunos de
los inventores de los componentes del sistema.(...) Las invenciones
radicales no necesariamente mayores efectos sociales que las con-
servadoras, pero del modo en que se ha definido aquí, son inven-
ciones que no devienen componentes de sistemas existentes."

Hughes, (1987:55-6)

y se complejizan las actividades de innovación, acercándose a los mode-


los interactivos planteados por la economía de la innovación:

"Las innovaciones revelan la complejidad tecnológica de los siste-


mas. El inventor-entrepreneur, junto con los ingenieros asociados,
científicos industriales, y otros inventores que ayudan a tornar el
producto utilizable, usualmente combinan lo inventado y los com-
ponentes físicos desarrollados en un complejo sistema consisten-
te en fabricación, ventas, y servicios de mantenimiento."

Hughes, 1987:64)

Al mismo tiempo, las actividades de transferencia y adaptación aparecen aso-


ciadas, en un sentido similar al planteado por los desarrollos de la economía de
la innovación que integran en un proceso interactivo innovación y difusión:

"Dado que un sistema usualmente requiere adaptaciones a las ca-


racterísticas de diferentes épocas y lugares, los conceptos de
transferencia y adaptación están ligados."

(Hughes, (1987:67)

Esta ligazón, asociada al carácter socialmente construido de las tecnolo-


gías conduce a la generación de formas de desarrollo tecnológico particula-
res: los estilos tecnológicos:

"La exploración del tema de la transferencia lleva fácilmente a la


cuestión del estilo, la adaptación es una respuesta a diferentes
entornos, y la adaptación al entorno culmina en estilo."

Hughes, (1987:68)

152
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

Distintos factores inducen la aparición de estilos. Los factores que con-


forman el estilo son numerosos y variables, por ejemplo: ganar prestigio pa-
ra un regimen, factores de naturaleza geográfica, o experiencias históricas
regionales y nacionales. Los estilos tecnológicos, permiten la realización de
descripciones enmarcadas en la concepción constructivista:

"Al aplicar el concepto de estilo a la tecnología se percibe la false-


dad de la noción de que tecnología es simplemente ciencia aplica-
da y economía [...] Las leyes de Ohm y Joule y los factores de input
y output y las unidades de costo no son explicación suficiente para
la conformación de la tecnología. Los conceptos de conformación
social de la tecnología y estilo tecnológico ayudan al historiador y al
sociólogo a superar análisis reduccionistas de la tecnología."

Hughes, (1987:69)

En contra de las conceptualizaciones que tratan a los 'sistemas de arte-


factos' como entidades independientes (por ejemplo, sistema energético, si-
derúrgico, etc.), para Hughes los sistemas tecnológicos no se autonomizan,
sino que adquieren momentum:

"Los sistemas tecnológicos no devienen autónomos, aún des-


pués de largos períodos de crecimiento y consolidación, sino que
adquieren momentum. Los sistemas tienen una masa de compo-
nentes técnicos y organizacionales; tienen dirección u objetivos; y
una tasa de crecimiento que sugiere velocidad. Un alto nivel de
momentum causa la sensación en los observadores de que el sis-
tema ha devenido autónomo."

Hughes, (1987:76)

El momentum de un sistema es explicado como una construcción social


compleja. Esta forma de plantear la acumulación en favor de una tecnología
amplía el alcance, en términos de actores y recursos puestos en juego, de
conceptualizaciones como trayectoria tecnológica y tecno-económica (N. Ro-
senberg, G. Dosi., C. Freeman):

"Los sistemas maduros tienen la cualidad de responder, en térmi-


nos analógicos, a una cierta inercia al movimiento. La gran masa
de los sistemas tecnológicos procede, particularmente, de organi-
zaciones y personas imbuidas de diversos intereses en el sistema.
Corporaciones manufactureras, servicios públicos y privados, labo-
ratorios industriales y gubernamentales, agencias de inversiones
y bancos, departamentos de instituciones educativas y legislacio-
nes regulatorias cooperan al momentum del sistema."

Hughes, (1987:77)

El abordaje en términos de 'sistema tecnológico' supone una crítica y supe-


ración de otras opciones analíticas: no es lineal, no prioriza ningún aspecto

153
Universidad Virtual de Quilmes

(económico, tecnológico, político) transformándolo en hilo conductor, no restrin-


ge la actividad tecnológica a un locus privilegiado (empresa, laboratorio de I&D,
etc.), permite comprender el carácter complejo de construcción social de la tec-
nología a través de operaciones de representación racional.
Sin embargo, no todo son ventajas en este enfoque. El bagaje conceptual
del abordaje en términos de 'sistema tecnológico' puede resultar excesiva-
mente restringido para la explicación de procesos de cambio tecnológico:

"...no proveen un conjunto específico de conceptos para analizar


cómo los diversos actores interactúan con la tecnología, cómo la
evalúan y en qué dirección proponen el cambio tecnológico."
Elzen et al, (1996:101)

5.6 Abordaje en términos de actor-red (actor-network)

Michel Callon define primariamente el actor-red por comparación con otros


conceptos aparentemente afines, cuyas restricciones desea superar:

EL ACTOR-RED

Michel Callon

El actor-red es irreductible tanto a un actor aislado como a una red. Ta-


les redes están compuestas por una serie de elementos heterogéneos, ani-
mados e inanimados, que han sido relacionados a otro durante un cierto
período temporal. El actor-red puede distinguirse de los actores tradicio-
nales en sociología, una categorización que normalmente excluye compo-
nentes no humanos, y cuya estructura interna es poco asimilable a una red.
Pero, por otro lado, el actor-red no debe ser confundido con una red que
vincula, de un modo previsible, elementos perfectamente definidos y esta-
bles. Las entidades que componen el actor-red, sean naturales o sociales,
pueden redefinir su identidad y sus relaciones mutuas en cualquier mo-
mento, y colocar nuevos elementos en la red. Un actor-red es simultánea-
mente un actor cuya actividad es vincular en la red heterogéneos elemen-
tos y una red habilitada para redefinir y transformar su propio material.

Callon, (1987:93)

Frente a las asociaciones homogéneas propuestas por la sociología o la


economía (grupos de empresas, sectores económicos, comunidad de inge-
nieros, por ejemplo), el actor-red supone una dinámica de integración de ele-
mentos y relaciones heterogéneas

"Estas relaciones que definen la contribución de cada elemento


así como la solidez de la construcción como un todo, son variadas.
Se debe abandonar el análisis sociológico convencional que trata
de adoptar la fácil solución de limitar las relaciones a una restrin-
gida serie de categorías sociológicas [...] No sólo las asociaciones
están compuestas de elementos heterogéneos, sino que las pro-
pias relaciones son también heterogéneas."
Callon, (1987:95)

154
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

De allí que las explicaciones de procesos de cambio adquieren un carác-


ter ineludiblemente complejo:

"Las operaciones que llevan a cambios en la composición y fun-


cionamiento de un actor-red son extremadamente complejas. El
grado en que una entidad es susceptible de modificación es una
función del modo en que la entidad en cuestión resume y simpli-
fica una red en relación con otra. Si graficáramos una red usando
secuencias de puntos y líneas, deberíamos ver a cada punto co-
mo una red que a su vez es una serie de puntos colocados por
sus propias relaciones. Las redes se dan fuerza unas a otras."

Callon, (1987:96)

A partir del abordaje en términos de actor-red, Callon desarrolló un frame-


work para el análisis de redes tecno-económicas. A continuación se consignan
los elementos que los integran y algunas de sus principales características.

5.7 Redes tecno-económicas (techno-economic networks)

Callon propone una definición tentativa de red tecno-económica:

DEFINICIÓN DE RED TECNO-ECONÓMICA

"... es un conjunto coordinado de actores heterogéneos –por ejemplo:


laboratorios públicos, centros de investigación tecnológica, empresas, or-
ganizaciones de financiación, usuarios y gobierno- que participan activa-
mente en la concepción, desarrollo, producción y distribución o difusión
de procedimientos para producir bienes y servicios, algunos de los cuales
dan origen a transacciones de mercado."

Callon. (1992:73)

Las redes tecno-económicas aparecen, en la conceptualización de Callon,


como una derivación directa del actor-red:

"... las redes tecno-económicas no son redes en el sentido en que


éstas son normalmente definidas. Guardan una distante familiari-
dad con las redes técnicas normalmente estudiadas por econo-
mistas (redes de telecomunicaciones, redes de entrenamiento,
etc.), las que pueden ser reducidas esencialmente a extensas aso-
ciaciones de no-humanos que aquí y allí vinculan a algunos huma-
nos entre sí. Tampoco son reductibles a las redes de actores des-
critas por los sociólogos, que privilegian interacciones entre huma-
nos en ausencia de todo soporte material. las redes tecno-econó-
micas son compuestos, mezclan humanos y no-humanos inscrip-
ciones de todo tipo, y dinero en todas sus formas. Su dinámica só-
lo puede ser entendida bajo la forma de operaciones de transla-
tion que inscriben las mutuas determinaciones de los actores en

155
Universidad Virtual de Quilmes

los intermediarios que ponen en circulación. El 'conocimiento’ de


estas redes implica la 'lectura' de estas inscripciones."
Callon, (1992:96)

Callon distingue dos niveles de elementos constitutivos de una red tecno-


económica: intermediarios y actores. Las redes están encarnadas por interme-
diarios, que son puestos en circulación, en las diversas interacciones de la red:

"... un intermediario es cualquier cosa que pasa de un actor a


otro, y que constituye la forma y la sustancia de la relación cons-
truida entre ellos [...] tenemos actores que se reconocen entre sí
en interacción. Esta interacción está encarnada (embodied) en
los intermediarios que los propios actores ponen en circulación
[...] cada intermediario describe (en el sentido literario del térmi-
no) y compone (en el sentido de dar forma a) una red en la cual
es el medio y a la cual otorga orden."
Callon. (1992:74-5)

Callon distingue diferentes tipos de intermediarios:

a) textos: reportes, libros, artículos, patentes, notas


b) artefactos tecnológicos: instrumentos científicos, máquinas, robots, bie-
nes de consumo
c) seres humanos y sus habilidades [skills]: conocimientos, know-how
d) dinero, en todas sus diferentes formas

El segundo elemento de las redes tecno-económicas son los actores:

DEFINICIÓN DE ACTOR

"Por 'actor' entendemos a cualquier entidad capaz de asociar los ele-


mentos listados, que definen y construyen (con mayor o menor suceso) un
mundo poblado de otras entidades, a las que otorgan una historia y una
identidad, calificando las relaciones entre ellas."

Callon. (1992:79)

En principio "todo intermediario puede ser un actor" (Callon. 1992:80).


Un actor es diferenciado del resto de los intermediarios porque tiene la ca-
pacidad de poner en circulación a otros intermediarios:

"Es imposible hacer una distinción absoluta entre actores e inter-


mediarios, excepto por los mecanismos de atribución adjudicados
a los primeros: un actor es un intermediario con el atributo de po-
ner a los otros intermediarios en circulación. Por lo tanto, un ac-
tor puede describirse como un transformador, que produce (por
combinación, mezcla, concatenación, degradación, computación,
anticipación, etc.) una generación N+1 de intermediarios por fue-
ra de la generación N.[...] Distinguir entre actores nada tiene que
ver con metafísica, ontología o la filosofía de los derechos del

156
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

hombre. Es un problema empírico cuya solución se encuentra en


la observación."
Callon. (1992:80)

En las redes tecno-económicas se integran los diferentes actores-red vin-


culados entre sí:

"Una red puede estar formada por la agregación de todos estos


poli-céntricos actores-red, entre los cuales los intermediarios circu-
lan y vinculan unos a otros."
Callon. (1992:83)

Al poner en circulación a los intermediarios, los actores se autoconstitu-


yen en actor-red. La operatoria de la puesta en circulación de intermediarios
En las traducciones
por parte de los actores es planteada a través del concepto de translation. al castellano de los
Callon propone una definición funcional-formal del concepto: textos de Latour y Callon,
normalmente el concepto
'translation' aparece como
DESCRIPCIÓN DE UNA OPERACIÓN DE TRANSLATION 'traducción'. Sin embargo,
no parece conveniente
"La operación de translation es realizada por una entidad A sobre una adoptar un criterio similar.
La riqueza de connotacio-
entidad B. Ambos, A y B, pueden ser actores o intermediarios, humanos o nes convergentes del térmi-
no-humanos. El postulado "A translate B' puede tener dos sentidos dife- no 'translation' es abarcada
rentes. Primero, que A provee a B de una definición. A puede imputar a B sólo parcialmente por su
ciertos intereses, proyectos, deseos, estrategias, reflexiones o ideas a pos- sustituto 'traducción'. En
teriori. [...] pero esto no significa que A tiene total libertad. Lo que A rea- particular, los sentidos de
'traslación', 'versión' e 'in-
liza o propone es consecuente con un conjunto de series de interjuegos de terpretación', presentes en
operaciones de translation, algunas de las cuales determinan las transla- el término inglés –y explo-
tions al punto de preprogramarlas. Estas definiciones [de A sobre B], y es- tados por Latour y Callonse
ta es la segunda dimensión de la translation, están siempre inscritas en in- pierden en el sustituto cas-
termediarios [...] Claramente, las translations envuelven tres términos: 'A tellano.
- I (intermediario) - B'."

Callon. (1992:81-2)

A fin de comprender la dinámica interna y el alcance de las redes, el con-


cepto de convergencia resulta fundamental:

"El concepto de convergencia refiere el grado de acuerdo genera-


do por una serie de translations y por los intermediarios de todo
tipo que operan en ellas."
Callon. (1992:83)

La convergencia opera en dos aspectos: alineamiento y coordinación:

* alineamiento: "Una red comienza a constituirse tan pronto como por lo


menos tres actores A, B y C están alineados (por interpuestos intermedia-
rios). Hay dos configuraciones básicas posibles en este alineamiento. La
primera corresponde a una situación de complementariedad (que resulta
de la transitividad de las relaciones: A translate B, quien translate C, por
lo tanto A translate C). La segunda de sustituibilidad (A translate B, quien
también es translated por C, C da una definición de B similar a A). El gra-

157
Universidad Virtual de Quilmes

do de alineamiento depende del grado de éxito de las translations. [...] Ha-


blaremos de un alineamiento fuerte cuando, en cualquier punto, la trans-
lation alinea a los actores." (Callon. 1992:84)
* coordinación: "Todas estas convenciones producen el mismo resultado,
restringir el universo de actores posibles mediante la organización de las
atribuciones y la limitación del número de translations estabilizables. Pro-
pongo denominar 'formas de coordinación' a este proceso regulatorio. Es-
tas formas codifican las translations [...] En las redes tecno-económicas,
diferentes formas de coordinación pueden funcionar simultáneamente
(mercado, confidencialidad, reconocimiento). Cada una de estas formas
puede ser vista como un grupo específico de convenciones que definen
los regímenes de translation." Callon. (1992:86)

A partir de la combinación de alineamiento y coordinación, plantea Callon


que es posible establecer el grado de convergencia de una red:

"Permítannos llamar grado de convergencia de una red al índice


combinado resultante de los grados de alineamiento y coordina-
ción. Este concepto se basa en la simple idea de que a mayor ali-
neamiento y coordinación, mayor será el trabajo conjunto de los
actores en una empresa común, sin que su status como actores
se encuentre constantemente en riesgo."

Callon. (1992:87)

Los análisis en términos de red tecno-económica responden necesaria-


mente al criterio de historicidad de los procesos de cambio tecnológico. Por
ello, la conceptualización actor-red resulta refractaria al establecimiento de
universales a priori:

"Una de las ventajas de razonar en términos de red tecno-econó-


mica es que queda claro una teoría del actor no puede ser univer-
sal [...] La ontología del actor tiene una geometría variable, y es in-
disociable de la red que lo define, y a la cual, con otros actores,
contribuye a definir. La dimensión histórica deviene una parte ne-
cesaria del análisis."
Callon. (1992:96-7)

La des-construcción de actividades tecnológicas e institucionales en térmi-


nos de intermediarios y actores permite 'mapear' las acciones consignadas
en las fuentes secundarias de un modo no subordinado a una lógica origina-
ria de producción, en general ligada a abordajes economicistas. Tanto las ins-
tituciones, como los artefactos, las agencias gubernamentales como las fuen-
tes de financiación pueden ser interpretadas a la luz de esta conceptualiza-
ción. Los aspectos micropolíticos del cambio tecnológico revelados por el con-
cepto de translation resultan de suma utilidad para describir la dinámica inno-
vativa local dando cuenta de las variaciones en la constitución de los actores.
Pero, ¡cuidado!, no debe confundirse el uso de las heterogéneas redes ca-
llonianas con el de otras redes, de carácter homogéneo: redes instituciona-
les, sectoriales, gubernamentales, informáticas, por ejemplo.

158
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

5.8 Convergencia con la economía de la innovación

Una de las convergencias teóricas entre sociología de la tecnología y econo-


mía de la innovación relevadas en el transcurso de este trabajo se encuen-
tra consignada en el manual de la OCDE "Technology and the Economy, en
un apartado titulado: "La morfología de las redes y los sistemas nacionales
de innovación"

"Cuando es analizada en términos de red la noción de 'sistema


nacional de innovación' gana en sustancia e inteligibilidad. Los
elementos constitutivos de tales sistemas y los vínculos entre
ellos pueden ser identificados y puede comenzar a determinarse
el grado de organización dentro de un conjunto coherente. El aná-
lisis de redes puede permitir la identificación de actores, tipo de
información intercambiada y posición (dentro del sector, esfera de
intercambio, economía nacional, etc.)."

OCDE, (1992:83)

La conceptualización en redes es utilizada para iluminar algunos aspec-


tos de las interacciones detectadas en el sistema nacional de innovación.
Los criterios para distinguir procesos de cambio en las redes son de utilidad
como parte del aparato conceptual utilizado para construir explicaciones de
alteraciones en la dinámica socio-técnica local. El concepto de translation,
dada su ubicuidad, puede ser integrado en distintos planos explicativos, por
ejemplo: en la descripción de trayectorias tecnológicas, en el seguimiento de
cambios en el proceso de toma de decisiones, en la estructuración institu-
cional, en mecanismos de selección y transferencia de tecnología de los sis-
temas nacionales de innovación. El concepto de ‘grados de convergencia’ es
útil para demarcar la cohesión de distintos grupos de actores del sistema, a
fin de comprender conflictos de intereses y la dinámica derivada de sus re-
soluciones.
Más allá de estas ventajas y potencialidades, el enfoque de redes tecnoe-
conómicas también presenta algunos inconvenientes. El alcance de este
abordaje, tanto como el anterior de 'sistemas tecnológicos', padece limita-
ciones en términos de precisión conceptual y caracterización de procesos de
permanencia y cambio:

"El abordaje ofrece pocas herramientas conceptuales para ayu-


darnos a comprender cómo los actores van tomando formas ca-
racterísticas de interactuar con la tecnología. todo lo que estable-
ce Callon es que los actores pueden translate otros actores e in-
termediarios (los cuales pueden ser artefactos tecnológicos). [...]
Esto genera problemas a la hora de definir factores que guían a
los actores."

Elzen et al, (1996:100)

Si bien la potencialidad de la convergencia entre redes callonianas y SNI


parece promisoria, en la práctica supone no pocas dificultades. De hecho, un
SNI no es una simple integración de redes tecno-económicas nacionales:

159
Universidad Virtual de Quilmes

SISTEMA NACIONAL DE INNOVACION

OCDE

Un sistema nacional de innovación coherente incluirá necesariamente


una serie de redes de innovación más o menos coordinadas, esto no signi-
fica que el análisis pueda ser llevado al nivel de 'macro red nacional de in-
novación'. La falta de información puede tornar tal análisis sin sentido. El
análisis de red debe tener lugar en un nivel menor o más intermedio del
sistema productivo, dado que la red compuesta no es simplemente un mo-
saico de sub-redes. Las redes se yuxtaponen e interpenetran. Dependien-
do del tamaño del subsistema productivo estudiado puede haber una o más
redes tecnoeconómicas involucradas en un sistema de innovación y, de-
pendiendo del campo de tecnología, tales redes pueden estar interligadas
o relativamente separadas.[...] Un sistema nacional de innovación estará
compuesto por redes locales que pueden estar relacionadas, o no, con re-
des globales."
OECD, (1992:84)

Tratar a los SNI como redes tecno-económicas supone serios riesgos me-
todológicos. Por ejemplo, en el caso argentino, el grado de apertura del SNI
local hace pensar que las redes tecno-económicas contenidas por las fronte-
ras nacionales son escasas y poco significativas, en tanto la mayoría de las
redes excede los límites locales.

5.9 Abordaje en términos de constructivismo social

Al igual que los abordajes anteriores, el constructivista social (Social Construction


of Technology - SCOT) apunta a describir y explicar las relaciones socio-técnicas en
términos de la metáfora del tejido sin costuras. En un ejercicio de ‘reflexividad’, in-
tenta que las herramientas analíticas no traicionen la posición epistemológica res-
pecto del objeto:

"Los conceptos teóricos requeridos deben ser tan heterogéneos co-


mo las actividades de los actores y tan 'sin costura' como el teji-
do sobre el cual estos conceptos deben ser aplicados [...] Nuestro
framework conceptual no debe compelernos a realizar ninguna dis-
tinción a priori acerca del carácter social, tecnológico o científico
de los patrones específicos que harán visibles para nosotros."

Bijker, (1993:121)

En el marco de este abordaje se han desarrollado una serie de concep-


tos, que no sólo tienen valor individualmente, sino que se integran en un di-
seño de características micro-macro, que conduce la investigación, en dife-
rentes niveles de definición de los objetos de estudio, desde los artefactos
hasta unidades socio-técnicas complejas. A continuación se describen estos
conceptos y la forma de integración.

5.9.1 Grupos sociales relevantes


El constructivismo social toma de la Sociología del Conocimiento Científi-
co el concepto de 'grupo social relevante':

160
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

"El concepto de grupos sociales relevantes es una categoría de los


actores. Aunque los actores generalmente no usan estas palabras,
ellos emplean activamente este concepto para ordenar su mundo
[...] Una proposición crucial en el desarrollo del modelo de tecno-
logía del constructivismo social es que el grupo social relevante es
también una importante categoría de análisis."

Bijker, (1995:48)

La detección y seguimiento de los grupos sociales relevantes como un aspec-


to basal y punto de partida del análisis de los procesos de cambio socio-técnico:

"El desarrollo tecnológico puede ser visto como un proceso social,


no como un proceso autónomo. Los grupos sociales relevantes
son los portadores (carriers) de ese proceso. Por lo tanto, el mun-
do tal como existe para esos grupos relevantes es un buen lugar
para que el analista inicie su investigación. [...] La racionalidad bá-
sica de esta estrategia es que sólo cuando un grupo social es ex-
plicitado en algún lugar del mapa se genera un sentido que lleva
al analista a tomar el hecho en consideración."

Bijker, (1995:48)

Los grupos sociales relevantes constituyen a los artefactos. Deconstruir


esos artefactos de acuerdo con las diferentes perspectivas de los distintos
grupos sociales relevantes es una operación clave del análisis constructivista:

"Si queremos entender el desarrollo de la tecnología como un he-


cho social es crucial tomar a los artefactos tal como son vistos por
los grupos sociales relevantes. De otro modo, la tecnología vuelve
a tornarse autónoma, con vida propia. Por lo tanto, en este mode-
lo descriptivo los sentidos atribuidos a los artefactos por los dife-
rentes actores relevantes constituyen al artefacto."

Bijker, (1995:49-50)

5.9.2 Flexibilidad interpretativa

Los diferentes grupos sociales relevantes atribuyen distintos sentidos a los


artefactos. A partir de esta multiplicidad de visiones, socialmente situadas,
aparecen tantos artefactos como visiones de los mismos. El concepto de
'flexibilidad interpretativa' fue generado para dar cuenta de esta multiplici-
dad. Aun cuando pueda tratarse del mismo objeto, la flexibilidad interpretati-
va "explica" la existencia de distintos artefactos:

DES-CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA APARENTE


UNICIDAD DEL ARTEFACTO

Los grupos sociales relevantes no ven simplemente los diferentes as-


pectos de un artefacto. Los sentidos otorgados pro un grupo social relevan-

161
Universidad Virtual de Quilmes

te 'constituyen' el artefacto. Hay tantos artefactos cuanto diferentes grupos


sociales relevantes, no hay artefactos no constituidos por grupos sociales
relevantes.
Bijker, (1995:77)

Demostrar la flexibilidad interpretativa de un artefacto permite mostrar


que una 'cosa' aparentemente no-ambigua (un proceso técnico, una condi-
ción material del metal, etc.) es mejor comprendida al ser considerada co-
mo diferentes artefactos. Cada uno de estos artefactos 'oculto' dentro de la
misma 'cosa' puede ser rastreado (traced) a fin de identificar los sentidos
atribuidos por los diferentes grupos sociales relevantes.

Bijker, (1993:118)

Los artefactos son diseñados para satisfacer diferentes criterios. Son


vendidos, comprados y usados para diferentes propósitos, son evaluados por
diferentes estándares. No existe un criterio universal, independiente del
tiempo y la cultura para definir si un artefacto 'funciona' o 'no funciona':

"El 'funcionamiento' o 'no funcionamiento de un artefacto es una


evaluación socialmente construida, antes que una derivación de
las propiedades intrínsecas de los artefactos."

Bijker, (1995:75)

La construcción social del "funcionamiento" de un artefacto aparece co-


mo una extensión del principio de simetría de Bloor:

"Esto es análogo a argumentar que la 'Naturaleza' no puede de-


sempeñar el papel de explanans, en el sentido enunciado por
Bloor (1973, 1976) en su 'programa fuerte'. La 'Naturaleza' no
puede ser invocada para explicar la verdad de las creencias cien-
tíficas, ni específicas circunstancias sociológicas pueden ser invo-
cadas exclusivamente para explicar la falsedad de las creencias
científicas. Este 'principio de simetría' pugna por la imparcialidad
respecto de la verdad o falsedad de las creencias científicas por
parte de los sociólogos que analizan los desarrollos científicos."

Bijker, (1995:75-6)

A través del concepto de flexibilidad interpretativa, Pinch y Bijker (1984)


extienden este principio para argumentar que el funcionamiento o no-funcio-
namiento de las máquinas debe ser analizado simétricamente. El funciona-
miento de una máquina no debe ser considerado como el explanans sino co-
mo el explanandum:

"El funcionamiento de una máquina no debe ser considerado co-


mo la causa de su éxito sino como el resultado de haber sido
aceptada por grupos sociales relevantes."

Bijker, (1993:119)

162
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

5.9.3. Clausura y estabilización

La construcción social de un artefacto es resultado, para Bijker, de dos pro-


cesos combinados: clausura y estabilización. O tal vez seria más adecuado
plantear que son dos aspectos del mismo proceso. Bijker define clausura en
relación con la flexibilidad interpretativa:

DEFINICIÓN DE PROCESO DE CLAUSURA DE UN


ARTEFACTO

"Clausura, en el análisis de la tecnología, significa que la flexibilidad


interpretativa de un artefacto disminuye. Surge consenso entre los diferen-
tes grupos sociales relevantes acerca del sentido dominante de un artefac-
to, y el 'pluralismo' de los artefactos decrece."

Bijker, (1995:86)

El concepto de ‘grado de estabilización’ es definido en relación con los


grupos sociales relevantes:

GRADO DE ESTABILIZACIÓN DE UN ARTEFACTO

"El grado de estabilización es introducido como una medida de la


aceptación de un artefacto por parte de un grupo social relevante. Cuanto
más homogéneos sean los sentidos atribuidos a un artefacto, mayor será el
grado de estabilización."

Bijker, (1993:121)

Los procesos de clausura y estabilización aparecen como dos perspecti-


vas que iluminan diferentes apariencias de un mismo fenómeno:

"La clausura lleva a una disminución de la flexibilidad interpre-


tativa -un artefacto deviene dominante y los otros cesan de exis-
tir. Como parte del mismo movimiento, el artefacto dominante de-
sarrollará un creciente grado de estabilización en un (y posible-
mente más) grupo social relevante."
Bijker, (1995:87)

5.9.4. Technological frame

El concepto 'technological frame' es propuesto por el constructivismo como


un concepto teórico, que intenta dar cuenta de la complejidad del objeto de
análisis. El technological frame, no ya el artefacto, pasa a ser la nueva uni-
dad de análisis primaria del framework constructivista. Dada la naturaleza
del intento, dejar que el objeto continuara siendo "la tecnología" o "los arte-
factos" hubiera implicado continuar con la dicotomía sociedad-tecnología. El
concepto ofrece diversos planos de respuesta-solución a este problema:

163
Universidad Virtual de Quilmes

DEFINICIÓN DE TECNOLOGICAL FRAME

(Ref. Bijker, 1993:123)

a) un technological frame es heterogéneo, en el sentido de que no se refie-


re excluyentemente a un dominio cognitivo o social. Entre los componen-
tes de un technological frame se encuentran tanto artefactos ejemplares
como valores culturales, tanto objetivos como teorías científicas, protocolos
de testeo o conocimiento tácito.
b) los technological frames no son entidades fijas -son desarrollados como
parte de los procesos de estabilización de un artefacto. Su carácter interac-
tivo los hace conceptos intrínsecamente dinámicos. Un technological frame
no reside internamente en individuos o externamente en la Naturaleza -es
externo al individuo, pero interno al conjunto de interacciones individuales
en los grupos sociales relevantes. Por lo tanto, un technological frame ne-
cesita ser sostenido contínuamente por interacciones, y sería sorprenden-
te que sus características permanecieran sin cambios.
c) los technological frames proveen los objetivos, los pensamientos, las he-
rramientas de acción. Un technological frame ofrece tanto los problemas
centrales como las estrategias orientadas a resolverlos. Pero, al mismo
tiempo, al desarrollarse un technological frame se restringirá la libertad de
los miembros de los grupos sociales relevantes. La estructura generada por
interacciones restringirá las interacciones siguientes. Dentro de un techno-
logical frame no todo es posible (aspecto centrado en la estructura) pero
las restantes posibilidades serán más claras y factibles para todos los
miembros del grupo social relevante (aspecto centrado en el actor).

5.10. Poder

A diferencia de otros análisis sociológicos, donde la dimensión política es po-


co analizada, o delegada a análisis secundarios, el abordaje constructivista
(SCOT) toma la dimensión ‘poder’ como un nivel de agregación de las rela-
ciones previamente planteadas en el plano de los grupos sociales relevan-
tes y sus interpretaciones de los artefactos, en primera instancia, y de la di-
námica interna de los technological frames, en segundo término. La dimen-
sión política aparece como el tercer nivel de análisis del planteo constructi-
vista. Para hacerlo, se adopta una definición de poder acorde con la dinámi-
ca global de su framework:

"Como un útil punto de partida tomé la definición de Giddens


(1979) de poder: la capacidad de transformar a su servicio la
agencia de otros para satisfacer sus propios fines. Poder, por lo
tanto, es un concepto relacional que concierne la capacidad de
los actores de asegurar resultados cuando la realización de esos
resultados depende del agenciamiento de otros (Giddens,
1979:93). El énfasis en la capacidad transformativa respecto de
los servicios de otros subraya el aspecto relacional. Para mis pro-
pósitos será necesario extender 'la agencia de otros' a fin de in-
cluir la agencia de máquinas, así como la de actores humanos, da-
do que las tecnologías pueden ser instrumentalizadas para reali-

164
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

zar ciertos objetivos. Dado que poder es un concepto relacional,


es ejercido antes que poseído. El poder es también ubicuo y se en-
cuentra presente en todas las relaciones e interacciones. Al tomar
al poder como una capacidad resulta más fácil analizar a las inte-
racciones como gobernadas por algo más que estrategias cons-
cientes."

Bijker, (1995:262)

La visión constructivista distingue dos dimensiones del Poder:

"Giddens usa 'dominación' y 'capacidad transformativa' como los


dos lados, estructural y de acción, de la moneda del poder. Yo em-
plearé los términos 'poder semiótico' y micropolíticas del poder'
para describir una vinculación más directa con mi framework
conceptual."

Bijker, (1995:263)

Esta dimensión política aparece, en la dinámica socio-técnica, en el plano


de constitución de los technological frames:

"Poder es el orden aparente de categorías de existencia tomadas


por garantidas, fijadas y representadas en los technological fra-
mes. Este poder semiótico forma el lado estructural de mi mone-
da del poder. Las micropolíticas del poder describen el otro lado:
cómo una variedad de prácticas transforma y estructura las accio-
nes de los actores, constituyendo una forma particular de po-
der.[...] Es importante destacar que el poder de disciplinamiento
de dichas micropolíticas no tiene un único centro, y que estas es-
trategias micropolíticas no son necesariamente estrategias cons-
cientes. Es claro que poder semiótico y micropolítica del poder es-
tán inextricablemente vinculados: las micropolíticas resultan en
específicas estructuras semióticas, en tanto el poder semiótico in-
fluencia las estructuras micropolíticas."

Bijker, (1995:263)

PODER, CLAUSURA Y ESTABILIZACIÓN

La dimensión del poder se evidencia en los procesos de clausura y es-


tabilización, dado que clausura y estabilización resultan en la fijación de
sentidos, esta fijación de sentidos representa poder.
Los procesos de clausura, donde disminuye la flexibilidad interpretati-
va de un artefacto y se fija su sentido, pueden ser interpretados como el
primer paso en la constitución de poder semiótico, resultado de una mul-
titud de micropolíticas para fijar sentidos. En el subsecuente proceso de
estabilización aparecen más interacciones que fijan más elementos dentro
de la estructura semiótica. Un technological frame restringe las acciones
de los miembros de un grupo social relevante y ejerce poder a través de la

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Universidad Virtual de Quilmes

fijación de sentidos de los artefactos; este es el aspecto semiótico de la


nueva concepción del poder. Un technological frame habilita a sus miem-
bros proveyendo estrategias problema-solución, teorías y prácticas de tes-
teo, por ejemplo, las que forman el aspecto micropolítico del poder.

Dentro de un technological frame la característica interactiva del poder re-


gula la actuación de los diferentes grupos sociales relevantes y de sus res-
pectivos miembros. En términos del discurso de poder, es posible decir que
los technological frames representan cómo es distribuida la discrecionalidad
de quienes hacen qué, cuando, dónde y cómo a objetos y actores. Un tech-
nological frame es al mismo tiempo constituido por las interacciones de los
miembros de los grupos sociales relevantes, y resulta en disciplinamiento de
los miembros de esos grupos. Hace esto de diversas formas: restringe la li-
bertad de elección para el diseño de nuevas tecnologías; habilita para el tra-
bajo de diseño o, más en general, la posibilidad de interacción de los acto-
res. Un sistema de patentes es, en este sentido, una forma específica de
emplear las patentes como una estrategia de poder.
Algunos artefactos se constituyen como 'puntos de pasaje obligatorio'
(piénsese, por ejemplo, en los cajeros automáticos o los conflictos por mo-
nopolio generados por la difusión del entorno Windows, de Microsoft). Los ar-
tefactos pueden representar intereses específicos. Los intereses, desde es-
ta perspectiva, son resultado de estabilizaciones temporarias de las interac-
ciones entre diferentes grupos sociales relevantes. Esta estabilizacion ocu-
rre, en parte, en forma de artefactos.

5.11. Ensamble socio-técnico (Sociotechnical ensembles)

En el tercer plano de agregación del framework de SCOT aparece con mayor


claridad la dimensión interactiva y no-lineal de la propuesta constructivista.
Esta agregación posibilita otorgar un mayor grado de precisión al planteo in-
teractivo de la construcción social de la tecnología, desde una posición no
determinista. Desde allí resulta más adecuado hablar de "lo socio-técnico".

¿QUÉ ES “LO SOCIO-TÉCNICO”?

Wiebe Bijker

"Permítasenos dar un paso más y sugerir una tercera interpretación del


'tejido sin costura'. El 'stuff' [relleno, materia, género] de la invención de la
lámpara fluorescente fue tanto económico y político como eléctrico y fluo-
rescente. Permítasenos llamar 'socio-tecnología' a ese 'stuff'. Las relaciones
que analicé en este libro han sido simultáneamente sociales y técnicas. Las
relaciones puramente sociales sólo pueden ser encontradas en la imagina-
ción de los sociólogos, relaciones puramente técnicas sólo se encuentran en
el terreno de la ciencia-ficción. Lo técnico es socialmente construido y lo
social es tecnológicamente construido. Todos los ensambles estables son
estructurados al mismo tiempo tanto por lo técnico como por lo social."
Bijker, (1995:273)

"Lo 'socio-técnico' no es meramente una combinación de factores so-


ciales y tecnológicos, es algo sui generis. Los ensambles socio-técnicos,
antes que los artefactos tecnológicos o las instituciones sociales, devienen

166
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

nuestra unidad de análisis [...] La sociedad no es determinada por la tec-


nología, ni la tecnología es determinada por la sociedad. Ambas emergen
como dos caras de la moneda socio-técnica durante el proceso de cons-
trucción de artefactos, hechos y grupos sociales relevantes."

Bijker, (1993:125)

En este tercer nivel de agregación, los ensambles tecnológicos devienen la nue-


va unidad de análisis. Dentro de un ensamble socio-técnico es posible diferenciar
diferentes technological frames en acción. Las dinámicas internas de los ensam-
bles pueden estar determinadas por las distintas relaciones planteadas entre los
diferentes frames. La introducción del concepto de technological frame puede ofre-
cer una posibilidad explicativa diferente de la dicotomía sociedad-tecnología.
En un primer análisis pueden distinguirse tres configuraciones de ensam-
bles socio-técnicos: cuando ningún technological frame dominante orienta
claramente la interacciones, cuando un technological frame es dominante, y
cuando varios technological frames son importantes al mismo tiempo para
entender las interacciones del ensamble sociotécnico estudiado. En cada
una de estas configuraciones es posible encontrar diferentes procesos de
cambio tecnológico. (ref. Bijker, 1993:128-9)

TRES CONFIGURACIONES DE ENSAMBLES


SOCIO-TÉCNICOS

1ªconfiguración: no aparece un grupo efectivo de intereses estableci-


dos. Bajo tales circunstancias si los recursos necesarios son accesibles pa-
ra una diversidad de actores, habrá varias innovaciones. Muchas de estas
innovaciones podrán ser radicales. Más que en otras configuraciones, el
éxito de una innovación dependerá de la formación de una constituency,
un grupo que adopte el technological frame emergente.
2ª configuración: un grupo dominante es capaz de sostener su defini-
ción de problemas y soluciones apropiadas. Bajo tal situación monopolis-
ta las innovaciones tienden a ser convencionales. Los problemas pueden
derivarse de fallas funcionales y las soluciones son juzgadas en términos
de su adecuación a dichas fallas.
3ª configuración: cuando hay dos o más grupos compitiendo con tech-
nological frames divergentes, los argumentos de peso a favor de unos pue-
Para una definición del
den ser poco relevantes para otros. Bajo tales circunstancias, criterios ex- término ‘constituency’
ternos a los frames en cuestión (como, por ejemplo, reclamos de terceras ver al inicio del punto 4.1
partes: otros usuarios, grupos ecologistas) pueden resultar importantes en
la orientación de los grupos sociales. Normalmente, serán buscadas las in-
novaciones que admitan la fusión de los diversos intereses establecidos.

Como los abordajes anteriores, la propuesta constructivista permite inte-


grar en una única explicación no-lineal la complejidad de la dinámica innova-
tiva.. T. Pinch y B. Bijker realizaron sus investigaciones para "demostrar" la
pertinencia de su aparato conceptual, y, a tal fin, siguieron una trayectoria in-
ductiva, que los llevaba desde los artefactos singulares a fenómenos socia-
les inclusivos: los conceptos constructivistas son utilizados para analizar
una tecnología en particular, o un technological frame aislado: detección de
algunos grupos sociales relevantes que determinan cambios en la dinámica
innovativa, diferenciación de interpretaciones según estos diferentes grupos,
descripción de procesos de estabilización de esas interpretaciones.

167
Universidad Virtual de Quilmes

Para una revision de El abordaje constructivista presenta diversas limitaciones. En tanto la no-
las principales críti- ción de 'flexibilidad interpretativa' resulta de suma utilidad para describir pro-
cas que recibió el abordaje
constructivista, y sus co- cesos de tema de decisión y adjudicación de prioridades y valores, el abor-
rrespondientes respuestas, daje relativista resulta deficitario a la hora de describir procesos de cambio:
ver Pinch (1997)

"... aparecen problemas cuando el sentido atribuido a un artefac-


to tecnológico por un grupo social relevante cambia. Los grupos
sociales relevantes (o, más precisamente, los tecnological frames)
deben ser analizados dinámicamente. El abordaje SCOT [social
construction of technology] no ofrece ninguna herramienta para
hacerlo. [...] No sólo los miembros de un grupo social relevante de-
terminan cómo un actor interactúa con un artefacto, sino que
también existen patrones de interacción en los cuales otros acto-
res juegan papeles importantes."

Elzen, (1996:100)

Si bien el conjunto de conceptos acuñados en los diferentes abordajes de


la sociología de la tecnología resultan de utilidad para dar cuenta de fenóme-
nos simultáneos (o sincrónicos), presentan una clara limitación para describir
y analizar procesos de cambio tecnológico en tanto fenómenos diacrónicos.
Si bien la aplicación de estos conceptos conduce inevitablemente a re-
ducciones, esto no implica necesariamente un "empobrecimiento" del análi-
sis. Como plantea Bijker:

"Este término [reduccionismo] es frecuentemente utilizado en un


sentido despectivo, reduccionismo es algo que debe ser evitado.
Yo argumento a favor de su revaluación, en una nueva forma a ser
desarrollada aún. Cuando lo social y lo tecnológico eran dos mun-
dos diferentes eran practicadas dos formas de reduccionismo. El
reduccionismo tecnológico asumía que los desarrollos en el mun-
do de los social podían ser explicados por lo que ocurría en el tec-
nológico. El reduccionismo social asumía que lo tecnológico era
completamente explicable por lo social. Ambas formas de reduc-
cionismo pueden ser evitadas si las nuevas unidades de análisis
son los ensambles sociotécnicos. Si el ideal de explicar no es
abandonado, es necesaria alguna forma de reducción. Sin ella la
investigación puede recaer en un empirismo indiscriminado. Las
posibilidades de contar historias con lucidez o de teorizaciones
más formales deberían ser abandonadas. Aún es necesario mu-
cho trabajo para desarrollar nuevas formas de reducción en el do-
minio de la socio-tecnología."

Bijker, (1993:127)

5.1.2 . Conformaciones sociotécnicas (Sociotechnical constituencies)

Los tres abordajes anteriormente sintetizados responden a un alto grado de

168
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

abstracción. Esto probablemente dificulte su comprensión inicial y, en parti-


cular, se presente como un inconveniente a la hora de ponerlos en práctica
en una investigación concreta. Por eso, nos pareción conveniente incluir el
modelo sociotechnical constituencies. El modelo puede ser utilizado como
una herramienta analítica, como una guía que permite des-construir situacio-
nes complejas, ubicar elementos heterogéneos, y reconstituir los interjuegos
que los vinculan.
El modelo 'sociotechnical constituencies' fue generado por Alfonso H. Mo-
lina a fin de dar cuenta de la complejidad de los procesos sociales de inno-
vación tecnológica:

"Estos asuntos son complejos y demandan la comprensión de un


proceso en el cual factores tecnológicos y económicos interactúan
con los recursos, visiones, e intereses de los actores individuales
e institucionales, en un contexto que envuelve tendencias tecno-
lógicas, de mercado y políticas. Un modo de lidiar con esta com-
plejidad [...] es concebir el cambio tecnológico y la generación de
capacidades como siendo determinadas por el desarrollo de so-
ciotechnical constituencies."
Molina, (1989:IX)

Se ha preferido mantener el término en su original en lengua inglesa: 'so-


ciotechnical constituencies'. pareció inconveniente su traducción por 'consti-
tuciones sociotécnicas', dado que el autor desea resaltar el carácter de
'constituencies: intervención política de diversos actores, coalición'. No exis-
te expresión equivalente en lengua castellana.

DEFINICIÓN DE SOCIOTECHNICAL CONSTITUENCIES

"... sociotechnical constituencies son ensambles de instituciones que


interactúan entre sí a través y dentro del desarrollo de tecnologías especí-
ficas. Las sociotechnical constituencies materializan procesos tecnológi-
cos de tal modo que los frutos de ese proceso, por ejemplo un computador
paralelo, son momentos o cristalizaciones de trabajos de la constituency.
Vista de esta manera, la creación, producción y difusión de una tecnología
dada deviene un proceso único de interpenetración de factores tecnológi-
cos, socioeconómicos, políticos y culturales."

Molina, (1989:4)

"[las sociotechnical constituencies] son ensambles de constituyentes


tecnológicos (por ejemplo, máquinas) y constituyentes sociales (por ejem-
plo, instituciones) que interactúan y se conforman mutuamente en el cur-
so de la creación, producción y difusión de tecnologías específicas."

Molina, (1989:IX)

Lo esencial del modelo es el acento en el plano de las interacciones en-


tre los elementos tecnológicos y sociales constitutivos. El modelo intenta,
además, contener la dimensión dinámica (en el tiempo) de esas interaccio-

169
Universidad Virtual de Quilmes

nes. El proceso de cambio tecnológico para una tecnología determinada de-


viene único y monolítico (inescindible de sus elementos constitutivos):

"El término 'sociotechnical constituencies' expresa la idea de que


podemos hablar de constituyentes tecnológicos (por ejemplo, ex-
perticia, herramientas, máquinas, etc.) y constituyentes sociales
(por ejemplo, personas y sus valores, intereses grupales, etc.) cen-
tralizando la cuestión de que ningún elemento singular aislado
puede explicar la conformación de los procesos tecnológicos. Los
constituyentes tecnológicos y sociales son inseparables, lo impor-
tante es su interacción dinámica. Los constituyentes tecnológicos
y sociales no son nunca estáticos, siempre están cambiando y al-
terando su 'mezcla' de modos que se reflejan en el desarrollo o
debilidad de la constituency como un todo." (Molina, 1989:4)

5.13 Modelo sociotechnical constituencies (Fuente: Molina, 1989:5)

170
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

La modelización de una sociotechnical constituency permite analizar los


procesos complejos de innovación, incorporando en su diseño una serie de
especificaciones que responden gráficamente a determinaciones conceptua-
les (ref. Molina, 1989:4-8):

a) las flechas de doble punta indican que las relaciones de influencia viajan
en ambas direcciones -desde el círculo interior de tecnología (T) hacia los
círculos exteriores, y viceversa- en un único flujo singular
b) moviéndose desde el círculo interior (T) hacia afuera, la figura describe
que la tecnología sólo puede ser producida dentro del dominio de oportu-
nidades y restricciones presente en el mundo físico. En otras palabras, la
tecnología sólo puede ser conformada en el dominio de lo conformable.
c) el siguiente círculo describe que las tecnologías son generalmente el re-
sultado de un proceso de integración de recursos humanos, materiales (e
informacionales), financieros, temporales y espaciales. Estos recursos no
son estáticos cuantitativamente, cambian contínuamente al tiempo que la
sociotechnical constituency evoluciona.
d) el penúltimo círculo muestra que esta integración de recursos tiene lu-
gar a través de procesos de interacción de personas e instituciones
(constituyentes socio-técnicos) que no sólo controlan directa o indirecta-
mente estos recursos, sino que, precisamente por esto, pueden influen-
ciar la forma de su integración, dando forma, por lo tanto, al desarrollo
de la tecnología de acuerdo con sus intereses. No debe derivarse de es-
to un dominio consciente de los actores sociales sobre los productos
tecnológicos y sus derivaciones:.."esta percepción no significa que los
constituyentes siempre tengan una clara idea de sus intereses específi-
cos, ni que el desarrollo de tecnologías siempre siga un patrón intencio-
nal o genere los resultados esperados por los constituyentes" (Molina,
1989:6)
e) el círculo exterior subraya el hecho de que la tecnología no es el resulta-
do de un proceso insular, interno a la constituency. Es simultáneamente el
resultado de la interacción de una sociotechnical constituency con otras
en un contexto de circunstancias históricas, legislaciones y tendencias
tecnológicas y de mercado, las cuales son, al mismo tiempo, resultado del
proceso de interacción de las sociotechnical constituencies. En este sen-
tido, las tendencias tecnológicas y de mercado no deben ser vistas como
'externas' a las constituencies:

"En toda constituency existe una tensión entre 'dar forma' y 'ser
formada'. Como una regla simple, uno puede decir que cuanto me-
nos desarrollada es una technological constituency, menor es su
capacidad de dar forma y mayor es su permeabilidad a ser forma-
da por las tendencias tecno-económicas [...] En última instancia,
es la habilidad para alterar este balance lo que hace toda la dife-
rencia entre éxito y fracaso relativos."
Molina, (1989:8)

f) las sociotechnical constituencies sólo existen enraizadas en el tejido socio-


técnico de países y regiones específicos. De hecho, la presencia y modo es-
pecífico en que se realiza este enraizamiento en países dados (por ejemplo,
I&D, producción, uso, etc.) responden al tipo de capacidades tecnológicas

171
Universidad Virtual de Quilmes

desarrolladas y al papel desempeñado por esos países en el proceso de de-


sarrollo de una tecnología dada.

El modelo sociotechnical constituencies de Molina es, como se ha plantea-


do anteriormente, una herramienta útil para formalizar el complejo campo de
relaciones de las dinámicas innovativas. Presenta la ventaja de incorporar en
su estructura actores y variables políticos y sociales. No se restringe a incor-
porar actores sociales vinculados "directamente" a la generación de tecno-
logía, ni se centraliza en el plano institucional de las firmas. Y, finalmente, no
establece una priorización de las acciones tecno-económicas sobre el resto
de acciones posibles. De hecho, el modelo supone la existencia de interac-
ciones entre acciones tecnológicas, económicas, políticas y sociales. Permi-
te organizar esas relaciones sin caer en modelizaciones causales lineales. Al
no establecer una distinción interior/exterior entre locus de la innovación y
contexto científico institucional (como en el caso de algunas modelizaciones
generadas en la matriz disciplinar de la economía de la innovación) permite
incorporar en el análisis diferentes elementos de manera no-lineal.
Pero, a pesar de su intención dinámica, el modelo sociotehnical constituen-
cies resulta estático: representa un momento estable de un sistema de inte-
racciones. La temporalidad -historicidad de las dinámicas- sólo es representa-
ble mediante una sucesión de modelizaciones, tantas como estabilizaciones
son detectadas. Pero esto sí permite, suplementariamente, identificar y anali-
zar momentos de desestabilización y cambio en la orientación general de las
interacciones, y de alteración en las dinámicas de cambio tecnológico.

5.13 Constructivismo moderado y radical

Resulta pertinente una última aclaración, a fin de evitar posibles malenten-


didos. En nuestros días, afirmar que la tecnología responde a un proceso de
construcción social puede ser interpretado como una verdad de Perogrullo.
Sin embargo, es necesario distinguir entre un constructivismo “moderado” y
uno “radical”. El primero, cercano al sentido común, plantea la influencia que
los intereses políticos, los grupos de consumidores, los estereotipos de gé-
nero, la mercadotecnia, ejercen sobre la forma final de la tecnología. Hasta
aquí, simple determinismo social. Pero el constructivismo radical se propone
explicar la manera en que los procesos sociales influyen en el contenido mis-
mo de la tecnología:

“La versión radical, que gira alrededor del trabajo de la sociología


de la ciencia, sostiene que el significado de la tecnología, incluyen-
do hechos sobre su funcionamiento –establecidos quizás median-
te un proceso de diseño de ingeniería y prueba-, son en sí cons-
trucciones sociales. Esta última consideración se opone a cual-
quier concepción de determinismo tecnológico que ubica al de-
sarrollo tecnológico bajo su propia lógica inmanente.”

Pinch, (1997:22)

En otros términos, en tanto el planteo moderado supone una autonomía


de la tecnología que sufre influencias “externas”, para el planteo radical la
tecnología es social “hasta la médula”.

172
Aspectos Sociales de la Ciencia y la Tecnología

CONSTRUCTIVISMO SOCIAL RADICAL

Trevor Pinch

“La tecnología forma parte de un tejido sin costuras de la sociedad, la


política y la economía. Por ello, el desarrollo de un artefacto tecnológico,
como una lámpara incandescente de alta resistencia, no es simplemente un
logro técnico; inmerso en él se encuentran las consideraciones sociales,
políticas y económicas. Estas tres perspectivas están interesadas en buena
medida en considerar lo social y lo técnico de manera equivalente. La par-
te más difícil de cualquiera de dichos análisis, por supuesto, es demostrar
la manera en que los artefactos mismos contienen a la sociedad inmersa en
ellos. ‘Abrir la caja negra de la tecnología’ se convirtió en el grito reani-
mante para el nuevo trabajo”

Pinch, (1997:26)

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TRABAJO PRÁCTICO

1) Compare los tres abordajes (sistemas tecnológicos, redes tecno-económi-


cas y constructivismo social). Defina los puntos de afinidad. Construya un
cuadro con los mismos en el que se reflejen los niveles de correlación.

2) Conteste brevemente (en no más de 5 líneas) la siguiente pregunta:


¿Cómo superan los tres abordajes (sistemas tecnológicos, redes tecno-
económicas y constructivismo social, considerados en conjunto) la ten-
sión entre determinismo tecnológico y determinismo social?

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