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El haiku desde un enfoque apreciativo para la transformación de la

cultura

Al Fuji subes
despacio —pero subes,
caracolito.
Kobayashi Issa

Un viejo estanque.
Se zambulle una rana,
ruido del agua.
Matsuo Basho

Desde las últimas décadas del siglo XX y consolidándose ya en el siglo XXI, se ha


generado en la sociedad posmoderna un cambio de paradigma de control, se ha pasado de
una sociedad disciplinaria, la cual fue planteada por Foucault, a una sociedad del
rendimiento que tiene como factor base la positividad del poder, en la que el individuo se
‘autoexplota’ con el fin de ser lo más ‘productivo’ posible generando así, en estas
personas, una hiperactividad que no les permite dar un paso al costado y detenerse a
pensar en las actividades que estas realizan (Han, 2010, p.14). Es por ello que, como
salida a este descontrol en el que el hombre contemporáneo está inmerso, realizaré un
pequeño estudio sobre el haiku y su relación con la filosofía oriental, la esencia de mi
solución a este problema.

El haiku, según la RAE (2014), es una “composición poética de origen japonés que consta
de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente.”, definición a la cual
añadiría su estrecha vinculación a la naturaleza y la contemplación desde una óptica
oriental ligada al budismo zen, esta última: factor vital y parte medular del poema.

Si bien el haiku en Japón es una cotidianidad, es porque principalmente parte de su


cosmovisión del mundo; el mono no aware, piedra angular del sentimiento poético
japonés es la capacidad de conmoverse ante un estímulo externo; el wabi-sabi es el valor
que rescata lo hermoso dentro de las cosas que no hallamos agradables; el mujōkan es
entendido como el ‘sentimiento de caducidad’, es decir, la fugacidad de la vida, la
fragilidad del tiempo y así, tenemos otros valores estéticos como el karumi (ligereza),
makoto (sinceridad), shiori (elegancia), yügen (oscuridad), etc.
Además, Haya (2008) afirma: “El haiku es una instantánea de la realidad. El haiku no
transforma el mundo; te pone en contacto con él; te introduce en él. No explica la realidad,
ni la embellece: la muestra.” (p.23). Por esta razón no podemos entender al haiku dentro
de los cánones occidentales poéticos, no hay metáfora –se evita el uso mínimo–, sino esta
debe ser evocadora: el haiku no dice nada solo nos hace vibrar, solo nos hace sentir.

Entonces… ¿Dónde haya cabida el haiku en esta sociedad del autoconsumo?

Arendt nos muestra cómo es que la vita activa que significa el compromiso que tenemos
con todas las cosas del mundo, ya que a través del tiempo perdió su significancia política,
ha ido yendo en contra de la vita contemplativa, esta última siendo desconsiderada,
ignorando su alta capacidad –como mencionaba Aristóteles–, cualidad no solo de
reorganizar la vida a través del alto descernimiento, sino haciendo posible la forma de
vida de este (1958, p. 27). Es aquí donde el haiku hace su aparición, si quizá el hombre
‘tardomoderno’ como mencionó en aquel entonces Arendt o en la actualidad llamado
también posmoderno, no tiene tiempo para detenerse o el tiempo debido para pensar
conscientemente sus actividades planteo como propuesta el enfoque apreciativo, desde el
haiku, entendido este como una forma de no solo ver sino actuar en el mundo en que el
estamos sumergidos, tener un interés de cambio social no solo utilizando nuestra mente,
también relacionándola con nuestro corazón e imaginación.
REFERENCIAS
Arendt, H. (1958). La condición humana. (Ramón Gil Novales). Argentina, Buenos
Aires: Paidós. (Chicago: University of Chicago Press)

Han, B. (2010). La sociedad del cansancio. (Arantzazu Saratxaga Arregi). España,


Barcelona: Herder Editorial. (Alemania, Berlín: Matthes & Seitz Berlin)

Haya, V. (2008). Haiku-dô: El haiku como camino espiritual. España, Barcelona: Kairós.

Real Academia Española. (2014). Haiku. En Diccionario de la lengua española (23.a ed.)
Consultado en https://dle.rae.es/

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