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El propósito de la filosofía hegeliana es encontrar un método que explique el movimiento: el

movimiento de la historia, el arte, la religión, la ciencia y la filosofía. Pretende encontrar una


solución definitiva al desenvolvimiento de cada uno de los aspectos humanos. El análisis del
devenir histórico en todos sus ámbitos desemboca en la filosofía hegeliana que se presenta
como una síntesis o suma total de todas las filosofías anteriores. El método dialéctico es un
método dinámico que corresponde a lo dinámico de los pensamientos del hombre. Para Hegel
la verdad no surge de la identidad, sino de la oposición e incluso de la contradicción. De esta
oposición (Tesis y antítesis) surge un tercer término: la síntesis. En la que tanto tesis como
antítesis se reúnen para dar lugar a una nueva realidad o a un nuevo concepto. De esta forma,
cualquier concepto contiene en sí su propia negación, pero la afirmación y la negación nos
llevan a una afirmación de la síntesis, la cual es mucho más rica que la tesis y su negación,
pues contiene ella misma a ambos contarios.

Hegel ve cómo de un determinado concepto nace su opuesto y su papel no sólo es de


observador, sino de revelar cómo se da la unión entre ambos. Por ejemplo, el concepto de ser
da espacio para que surja el del no-ser y de la unión de ambos brota un concepto mucho más
rico y explicativo: el devenir. Así, el devenir es el concepto de lo que pasa y se modifica, el
movimiento del ser al no-ser y del no-ser al ser. La dialéctica y el dinamismo no sólo se dan
en la realidad o en la vida, sino en la realidad de los conceptos. En los conceptos también se
da este movimiento dialéctico.

Es importante señalar que la síntesis tiene siempre mayor contenido y riqueza que la tesis y
la síntesis, de esta forma, al concebir Hegel a su propia filosofía como una síntesis de las
anteriores, la considera mucho más rica y más llena de contenido que la de sus predecesores,
es decir, en él hay un progreso respecto a su antecesores y, de hecho, no sólo un progreso,
sino la culminación (Síntesis) del camino del espíritu, se trata de un progreso espiritual.

Hegel considera que el gran acierto de Kant es haber mostrado que el conocimiento de los
objetos (de la naturaleza) no es sólo un acto de observación exterior, sino reconocer que el
hombre pone las condiciones de tal conocimiento (Juicios sintéticos a priori). El
entendimiento se sabe a sí mismo en el conocimiento de la naturaleza. Sin embargo, Kant se
queda corto, según Hegel, pues los juicios sintéticos a priori son sólo una condición para el
conocimiento de la naturaleza, aún queda un conocimiento a posteriori, es decir, falta
experimentar la naturaleza, lo que está fuera del entendimiento, es por ello que Kant postula
la cosa en sí, como un algo independiente del sujeto. El sujeto se asume a sí mismo como
teniendo un límite que no puede o no le es lícito sobrepasar. Sin embargo, la razón sobrepasa
los límites a través de la idea, pues la idea amplía no el conocimiento, sino la voluntad, porque
se vuelve un imperativo científico, que trata siempre de rebasarse, de lograr alcanzar aquello
que no se da en la realidad (por ejemplo, el hombre perfecto).

El método dialéctico de Hegel supone que poner un afuera (cosa en sí) como independiente
del sujeto, no es más que una negación de la realidad, pero aunque negación ésta es necesaria
para poder lograr la síntesis. La dialéctica además de ser un método es el modo en que la
realidad se desarrolla o se despliega. La realidad, la cosa en sí, en un principio nos parece
inaccesible, porque de hecho así debe ser. Sin embargo, con Hegel la relación entre el en sí
y el para sí se muestran unidas, nos damos cuenta que la realidad solo se puede entender en
sus relaciones recíprocas y contrarias.

La vida espiritual como diferente de la vida animal, es la única que puede volverse hacia sí
misma, pensarse y reflexionar sobre sí misma. La conciencia en Hegel es una actividad libre
del espíritu mismo porque se da su propio contenido y cuyas relaciones son dialécticas. La
conciencia se reconoce a sí misma cuando conoce la naturaleza. El sujeto aunque sea finito,
tiene la ventaja de reconocerse como finito y trata continuamente de trasgredir dicho límite.
La auto conciencia como verdad de la conciencia: Saber de lo otro en tanto que saber de sí
mismo. La auto conciencia es esencialmente consciencia práctica. La autoconciencia en la
oposición a la autoconciencia, pues ésta es consciencia activa. Ser y obrar deben sintetizarse
en la consciencia.

En la crítica de la razón práctica la libertad (la autoconciencia) se concibe como negación de


la naturaleza, sin embargo, con Hegel esta negación tiene que ser superada, en la que ser y
obrar sean una misma cosa, ya que esto nos va a permitir plantear al problema humano desde
una nueva perspectiva.

VIDA Y AUTOCONCIENCIA.

Hegel trata de pensar el ser mismo de la vida y de la autoconciencia. Cuando habla del
concepto absoluto o de la vida universal, no está pensando en una vida biológica particular,
sino de la vida en general. El embrión por ejemplo es en sí un ser humano, pero todavía no
lo es para sí. El hombre es la búsqueda, se busca a sí mismo. El hombre debe llegar a ser para
sí lo que es en sí.

Cuando el entendimiento se encuentra con las manifestaciones de la vida, se encuentra


siempre con una multiplicidad de ellas, cuando pensamos en esa multiplicidad de
determinaciones como infinitas, descubrimos que en ellas hay un movimiento del cual
deviene su contrario (vida y muerto). Por ejemplo, para que afirmemos algo de la vida
tenemos que hacer referencia o pensar en su contrario que es la muerte. Sólo la
autoconciencia humana es capaz de superar esta contradicción y ponerse por encima de ella
y observar la unidad que existe entre ambas y esto es la “vida universal o el alma de mundo”.
Tomar conciencia de la vida universal es una reflexión creadora. La ontología de la vida
universal sirve como base para su concepción del ser del hombre. La vida es inquietud,
movimiento que se pierde en lo otro y vuelve a encontrarse a sí misma a través de la
autoconciencia.

Las oposiciones no deben desaparecer, sino que hay que desarrollarlas hasta que aparezca en
ellas la contradicción, pues esta operación anula la contradicción y da paso a la síntesis. La
filosofía debe captar en sí misma la contradicción o la oposición absoluta. La vida es saber y
por lo tanto, saber de sí misma. La vida envía algo distinto de sí misma (autoconciencia) y es
la autoconciencia la que revela o da luz para mostrar que la verdad no está fuera de la vida,
está en la autoconciencia que revela la superación de esta contradicción.

La vida es un doble movimiento que va de la unidad de la vida a la multiplicidad de las


formas vivientes o biológicas, de tal forma que al partir de la multiplicidad de las formas
vivientes regresamos a la unidad de la vida. La vida es un devenir circular que se refleja en
sí mismo con la emergencia de la autoconciencia que capta tal unidad. La autoconciencia es
la verdad de la vida, pero con ella empieza otra vida, una experiencia que incluye todo el
desarrollo que hemos visto. La autoconciencia como verdad de la vida, el espíritu como
verdad de autoconciencia, dejan lejos a la Naturaleza, que sólo es espíritu para el espíritu que
la conoce.

La autoconciencia es deseo que solo alcanza su verdad al encontrar otra autoconciencia


viviente como ella (reconoce que es otra autoconciencia) en el elemento de la vida y el
movimiento para reconocerse a sí misma en la otra (amo-esclavo) y la interiorización de ese
movimiento en tres etapas: estoicismo (dominio de sí mismo, libre de las circunstancias),
escepticismo (libertad absoluta rechaza toda oposición a la del propio yo) y conciencia
desgraciada (el sentimiento de dolor de la pura subjetividad que ya no tiene en ella misma su
sustancia) que requiere del reconocimiento del otro. La autoconciencia pasa a ser razón. Lo
que desea la autoconciencia es deseo porque desea la unidad del yo consigo mismo, desea
sin saberlo explícitamente, es ella misma su propio deseo y por eso sólo podrá alcanzarse a
sí misma encontrando otro deseo, es decir, otra autoconciencia. El deseo conduce a los
objetos del mundo y luego al objeto más cercano que es la vida y finamente conduce a otra
autoconciencia. Tal es el deseo que se busca a sí mismo en el otro, el reconocimiento del
hombre por el hombre. Desear vivir es desear ser sí mismo.

El encuentro de las autoconciencias se muestra como la lucha entre ellas por hacerse
reconocer. El deseo es el deseo, no de amor, sino del reconocimiento de otra autoconciencia
que desea eso mismo. El reconocimiento se manifiesta en la oposición de las autoconciencias,
que se muestran elevadas por encima de la vida y de la que todavía son prisioneras. Sólo me
reconozco como autoconciencia si me hago reconocer por otra autoconciencia y si reconozco
a la otra de la misma manera. El reconocimiento mutuo en el sentido de que los individuos
se reconocen reconociéndose recíprocamente crea el elemento de la vida espiritual.

“El deseo humano sólo surge cuando contempla otro deseo o, mejor dicho, cuando se abre a
otro deseo y se convierte en deseo de ser reconocido y, por tanto, de reconocerse a sí mismo.
Únicamente en esa relación de las autoconciencias se actualiza la vocación del hombre, la de
hallarse a sí mismo en el ser, hacerse ser. Pero no hay que olvidar que este ser no es el ser de
la Naturaleza, es el ser del deseo, la inquietud del sí mismo, y que, por consiguiente, lo que
debemos encontrar en el ser o actualizar en él es el modo de ser propio de la autoconciencia.”

LIBERTAD

La libertad implica el reconocimiento del otro, ¿de qué sirve pensarse a sí mismo como libre,
si el otro no lo reconoce? En realidad no puedo ser libre si no soy reconocido como tal pro
los otros. Incluso para que yo mismo pueda saberme libre es preciso dicho reconocimiento,
el cual se obtiene solo de la relación con otros. Necesita su verificación frente a otra
conciencia.
Autoconciencia

La conciencia distingue algo como fuera de sí misma (cosa en sí). Es conciencia de algo
como algo diferente de ella misma., para que haya esta diferenciación es necesario que la
conciencia se conciba a sí misma como distinta o diferenciada del objeto que percibe. Esto
significa que la conciencia también tiene conocimiento de sí misma pues si la conciencia no
se refiere también a sí misma cuando habla de otro objeto como distinto de ella, no tendría
sentido siquiera decir que se refiere a algo independiente o diferenciado de ella. La conciencia
es referente consciente de ella misma y en este sentido es conciencia de sí o autoconciencia.

Vida

La vida es el desarrollo creador o movimiento constante. Se nace, se perece, se aparece y


desaparece. La vida es constante devenir, se es y no se es constantemente, es continua
negación, pues constantemente se está transformando. La semilla se convierte planta y luego
en flor y esta a su vez en fruto y del fruto vuelve a surgir la semilla. Lo vivo o la vida siempre
suponen un proceso con sus propias fases. La vida se conoce o se reconoce en este despliegue,
pero es la autoconciencia como un despliegue de la vida la que da cuenta de ello. La
autoconciencia toma a la vida pero no ya como negatividad, sino como vida universal, en la
que la vida y la muerte, la constante trasformación no son opuestos, sino parte de la vida
universal. La realidad no solo incluye lo que es real, sino aquello que es posible, lo que puede
llegar a ser, es decir, su negación y su afirmación (síntesis).

El yo y la apetencia (deseo)

La autoconciencia es deseo que solo alcanza su verdad al encontrar otra autoconciencia


viviente como ella (reconoce que es otra autoconciencia) en el elemento de la vida y el
movimiento para reconocerse a sí misma en la otra (amo-esclavo) y la interiorización de ese
movimiento en tres etapas: estoicismo (dominio de sí mismo, libre de las circunstancias),
escepticismo (libertad absoluta rechaza toda oposición a la del propio yo) y conciencia
desgraciada (el sentimiento de dolor de la pura subjetividad que ya no tiene en ella misma su
sustancia) que requiere del reconocimiento del otro. La autoconciencia pasa a ser razón. Lo
que desea la autoconciencia es deseo porque desea la unidad del yo consigo mismo, desea
sin saberlo explícitamente, es ella misma su propio deseo y por eso sólo podrá alcanzarse a
sí misma encontrando otro deseo, es decir, otra autoconciencia. El deseo conduce a los
objetos del mundo y luego al objeto más cercano que es la vida y finamente conduce a otra
autoconciencia. Tal es el deseo que se busca a sí mismo en el otro, el reconocimiento del
hombre por el hombre. Desear vivir es desear ser sí mismo. El hombre es búsqueda: se busca
a sí mismo. Esto significa que el hombre debe llegar a ser para sí lo que es en sí y esto sólo
se logra con el reconocimiento de otra autoconciencia.

Señorío y servidumbre

“No saben que el hombre es libre y, por tato, no lo son”. La libertad implica necesariamente
una voluntad de libertad, requiere una conciencia que se asuma como libre, pero esto no es
suficiente, se requiere de otra autoconciencia que lo reconozca como libre.

“Sólo es libre quien está dispuesto a morir por su libertad”. No puedo ser libre si no soy
reconocido por otros. El hombre como autoconciencia requiere del reconocimiento de otra
autoconciencia que verifique o que afirme esa libertad, pero la otra autoconciencia también
quiere lo mismo. De esta forma se da el choque entre autoconciencias que toma la forma de
una lucha a muerte. La autoconciencia intuye que en la libertad está la esencia humana y
renunciar a la libertad es renunciar a su calidad humana. Es por ello que arriesga su propia
vida en defensa de su libertad, porque es valiosa. El combate de las autoconciencia se abrevia
cuando uno de los contendientes se rinde antes der muerto. Descubre que al igual que la
libertad la vida le es esencial. Cuando renuncia a la libertad, logra conservar su vida, pero
sometido a la esclavitud. Pierde su libertad y también su vida humana porque es tratado como
cosa por el amo, quien dispone de él a su voluntad. Sin embargo el reconocimiento que el
amo o el señor logra es insuficiente o insatisfactorio porque no proviene de otra
autoconciencia independiente.

La lucha de las autoconciencias contrapuestas

En la dialéctica del amo y el esclavo. El primero arriesgo su vida para conseguir el


reconocimiento de su libertad dominando a la otra autoconciencia. El amo es dueño del
esclavo y dueño de la vida. El esclavo es dominado por el miedo. El miedo del esclavo no es
hacia el otro, sino a la muerte (el señor absoluto). El esclavo, no es esclavo del amo, sino de
la vida. El esclavo reconoce en el amo la su propia esencia, pero no puede hacerla efectiva
sin arriesgar su vida. Del temor pasa a la experiencia de servicio. Debe satisfacer los deseos
y apetencias de su amo. Está privado de lo que él mismo provee a su señor y por ello templa
su carácter, en la obediencia y la disciplina, se ennoblece.

Mientras que el amo se vuelve esclavo de los placeres, del capricho, del consumo y de las
comodidades que le provee el esclavo. De tal forma que el amo ha perdido el dominio de sí
mismo y de su mundo. Para todo necesita servidores y nada es sin ellos. El amo es el esclavo
del esclavo, mientras este se ha convertido en el amo del amo.

Lo interesante es cuando el esclavo accede al mundo del trabajo y se convierte en artífice del
posterior desarrollo de la conciencia humana. Las nuevas figuras que adoptará ésta no surgen
del señor, del amo ocioso, sino del hombre que trabaja, de las clases dominadas.

Conciencia escéptica: El esclavo descubre la falsa libertad del amo y descubre su propia
libertad interior. Niega el consumo, pero también el trabajo.

Conciencia estoica: acepta resignada lo que venga, puede soportar cualquier cosa, porque es
indiferente ante la universalidad espiritual de su interior. Deja de desear la libertad de este
mundo, la libertad real, convencida de que es falsa.

Conciencia desgraciada: Síntesis dialéctica de la conciencia estoica y la conciencia


escéptica. Reconoce la universalidad infinita en su interior y la particularidad de su vida real.
Cae en una conciencia infeliz que vaga en este mundo entre la conciencia de su libertad y su
realidad como esclavo.

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