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Es importante señalar que la síntesis tiene siempre mayor contenido y riqueza que la tesis y
la síntesis, de esta forma, al concebir Hegel a su propia filosofía como una síntesis de las
anteriores, la considera mucho más rica y más llena de contenido que la de sus predecesores,
es decir, en él hay un progreso respecto a su antecesores y, de hecho, no sólo un progreso,
sino la culminación (Síntesis) del camino del espíritu, se trata de un progreso espiritual.
Hegel considera que el gran acierto de Kant es haber mostrado que el conocimiento de los
objetos (de la naturaleza) no es sólo un acto de observación exterior, sino reconocer que el
hombre pone las condiciones de tal conocimiento (Juicios sintéticos a priori). El
entendimiento se sabe a sí mismo en el conocimiento de la naturaleza. Sin embargo, Kant se
queda corto, según Hegel, pues los juicios sintéticos a priori son sólo una condición para el
conocimiento de la naturaleza, aún queda un conocimiento a posteriori, es decir, falta
experimentar la naturaleza, lo que está fuera del entendimiento, es por ello que Kant postula
la cosa en sí, como un algo independiente del sujeto. El sujeto se asume a sí mismo como
teniendo un límite que no puede o no le es lícito sobrepasar. Sin embargo, la razón sobrepasa
los límites a través de la idea, pues la idea amplía no el conocimiento, sino la voluntad, porque
se vuelve un imperativo científico, que trata siempre de rebasarse, de lograr alcanzar aquello
que no se da en la realidad (por ejemplo, el hombre perfecto).
El método dialéctico de Hegel supone que poner un afuera (cosa en sí) como independiente
del sujeto, no es más que una negación de la realidad, pero aunque negación ésta es necesaria
para poder lograr la síntesis. La dialéctica además de ser un método es el modo en que la
realidad se desarrolla o se despliega. La realidad, la cosa en sí, en un principio nos parece
inaccesible, porque de hecho así debe ser. Sin embargo, con Hegel la relación entre el en sí
y el para sí se muestran unidas, nos damos cuenta que la realidad solo se puede entender en
sus relaciones recíprocas y contrarias.
La vida espiritual como diferente de la vida animal, es la única que puede volverse hacia sí
misma, pensarse y reflexionar sobre sí misma. La conciencia en Hegel es una actividad libre
del espíritu mismo porque se da su propio contenido y cuyas relaciones son dialécticas. La
conciencia se reconoce a sí misma cuando conoce la naturaleza. El sujeto aunque sea finito,
tiene la ventaja de reconocerse como finito y trata continuamente de trasgredir dicho límite.
La auto conciencia como verdad de la conciencia: Saber de lo otro en tanto que saber de sí
mismo. La auto conciencia es esencialmente consciencia práctica. La autoconciencia en la
oposición a la autoconciencia, pues ésta es consciencia activa. Ser y obrar deben sintetizarse
en la consciencia.
VIDA Y AUTOCONCIENCIA.
Hegel trata de pensar el ser mismo de la vida y de la autoconciencia. Cuando habla del
concepto absoluto o de la vida universal, no está pensando en una vida biológica particular,
sino de la vida en general. El embrión por ejemplo es en sí un ser humano, pero todavía no
lo es para sí. El hombre es la búsqueda, se busca a sí mismo. El hombre debe llegar a ser para
sí lo que es en sí.
Las oposiciones no deben desaparecer, sino que hay que desarrollarlas hasta que aparezca en
ellas la contradicción, pues esta operación anula la contradicción y da paso a la síntesis. La
filosofía debe captar en sí misma la contradicción o la oposición absoluta. La vida es saber y
por lo tanto, saber de sí misma. La vida envía algo distinto de sí misma (autoconciencia) y es
la autoconciencia la que revela o da luz para mostrar que la verdad no está fuera de la vida,
está en la autoconciencia que revela la superación de esta contradicción.
El encuentro de las autoconciencias se muestra como la lucha entre ellas por hacerse
reconocer. El deseo es el deseo, no de amor, sino del reconocimiento de otra autoconciencia
que desea eso mismo. El reconocimiento se manifiesta en la oposición de las autoconciencias,
que se muestran elevadas por encima de la vida y de la que todavía son prisioneras. Sólo me
reconozco como autoconciencia si me hago reconocer por otra autoconciencia y si reconozco
a la otra de la misma manera. El reconocimiento mutuo en el sentido de que los individuos
se reconocen reconociéndose recíprocamente crea el elemento de la vida espiritual.
“El deseo humano sólo surge cuando contempla otro deseo o, mejor dicho, cuando se abre a
otro deseo y se convierte en deseo de ser reconocido y, por tanto, de reconocerse a sí mismo.
Únicamente en esa relación de las autoconciencias se actualiza la vocación del hombre, la de
hallarse a sí mismo en el ser, hacerse ser. Pero no hay que olvidar que este ser no es el ser de
la Naturaleza, es el ser del deseo, la inquietud del sí mismo, y que, por consiguiente, lo que
debemos encontrar en el ser o actualizar en él es el modo de ser propio de la autoconciencia.”
LIBERTAD
La libertad implica el reconocimiento del otro, ¿de qué sirve pensarse a sí mismo como libre,
si el otro no lo reconoce? En realidad no puedo ser libre si no soy reconocido como tal pro
los otros. Incluso para que yo mismo pueda saberme libre es preciso dicho reconocimiento,
el cual se obtiene solo de la relación con otros. Necesita su verificación frente a otra
conciencia.
Autoconciencia
La conciencia distingue algo como fuera de sí misma (cosa en sí). Es conciencia de algo
como algo diferente de ella misma., para que haya esta diferenciación es necesario que la
conciencia se conciba a sí misma como distinta o diferenciada del objeto que percibe. Esto
significa que la conciencia también tiene conocimiento de sí misma pues si la conciencia no
se refiere también a sí misma cuando habla de otro objeto como distinto de ella, no tendría
sentido siquiera decir que se refiere a algo independiente o diferenciado de ella. La conciencia
es referente consciente de ella misma y en este sentido es conciencia de sí o autoconciencia.
Vida
El yo y la apetencia (deseo)
Señorío y servidumbre
“No saben que el hombre es libre y, por tato, no lo son”. La libertad implica necesariamente
una voluntad de libertad, requiere una conciencia que se asuma como libre, pero esto no es
suficiente, se requiere de otra autoconciencia que lo reconozca como libre.
“Sólo es libre quien está dispuesto a morir por su libertad”. No puedo ser libre si no soy
reconocido por otros. El hombre como autoconciencia requiere del reconocimiento de otra
autoconciencia que verifique o que afirme esa libertad, pero la otra autoconciencia también
quiere lo mismo. De esta forma se da el choque entre autoconciencias que toma la forma de
una lucha a muerte. La autoconciencia intuye que en la libertad está la esencia humana y
renunciar a la libertad es renunciar a su calidad humana. Es por ello que arriesga su propia
vida en defensa de su libertad, porque es valiosa. El combate de las autoconciencia se abrevia
cuando uno de los contendientes se rinde antes der muerto. Descubre que al igual que la
libertad la vida le es esencial. Cuando renuncia a la libertad, logra conservar su vida, pero
sometido a la esclavitud. Pierde su libertad y también su vida humana porque es tratado como
cosa por el amo, quien dispone de él a su voluntad. Sin embargo el reconocimiento que el
amo o el señor logra es insuficiente o insatisfactorio porque no proviene de otra
autoconciencia independiente.
Mientras que el amo se vuelve esclavo de los placeres, del capricho, del consumo y de las
comodidades que le provee el esclavo. De tal forma que el amo ha perdido el dominio de sí
mismo y de su mundo. Para todo necesita servidores y nada es sin ellos. El amo es el esclavo
del esclavo, mientras este se ha convertido en el amo del amo.
Lo interesante es cuando el esclavo accede al mundo del trabajo y se convierte en artífice del
posterior desarrollo de la conciencia humana. Las nuevas figuras que adoptará ésta no surgen
del señor, del amo ocioso, sino del hombre que trabaja, de las clases dominadas.
Conciencia escéptica: El esclavo descubre la falsa libertad del amo y descubre su propia
libertad interior. Niega el consumo, pero también el trabajo.
Conciencia estoica: acepta resignada lo que venga, puede soportar cualquier cosa, porque es
indiferente ante la universalidad espiritual de su interior. Deja de desear la libertad de este
mundo, la libertad real, convencida de que es falsa.