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SOBRE LA POTENCIA

Por Giorgio Agamben


Traducción: Rodrigo Karmy

El concepto de potencia tiene una larga historia en la filosofía occidental, en la


cual, al menos desde Aristóteles, ésta ha ocupado un lugar central. Tanto en su
metafísica como en su física, Aristóteles opone potencia a acto, dynamis a energeia,
legando así, esta oposición a la filosofía occidental y la ciencia.
Mi preocupación aquí no es simplemente historiográfica. No quiero simplemente
intentar restaurar el uso de categorías filosóficas que ya no están en uso. Al contrario,
pienso que el concepto de potencia nunca ha cesado de operar en la vida y la historia de
la humanidad, más notablemente, en aquella parte de la humanidad que ha crecido y
desarrollado su potencia hasta el punto de imponer su poder sobre la totalidad del
planeta.
Siguiendo la sugerencia de Wittgenstein, según la cual los problemas filosóficos
se aclaran si son formulados como preguntas referidas al sentido de las palabras,
propondría el sentido de mi trabajo como un intento de comprender el significado del
verbo “poder”. ¿Qué significa cuando digo: “yo puedo, yo no puedo”?
En un exergo a la colección de poemas que ella tituló Réquiem, Anna
Akhmatova cuenta cómo nacieron sus poemas. Fue en los años de 1930, cuando ella se
unió por meses y meses en la fila fuera de la prisión de Leningrado, tratando de
escuchar noticias sobre su hijo, quien había sido arrestado por razones políticas. Había
una docena de otras mujeres en la línea con ella. Un día, una de estas mujeres le
reconoció y, volteándose, se dirigió hacia ella con la siguiente y simple pregunta:
“¿Puedes hablar tu sobre esto?” Akhmatova se quedó en silencio por un momento y
luego, sin saber como o porqué, encontró una respuesta a dicha pregunta: “Si”, dijo,
“Yo puedo”.
¿Acaso, con estas palabras, ella quería decir que era una poeta afortunada puesto
que sabía como utilizar hábil y suficientemente el lenguaje para describir los atroces
eventos? No lo pienso así. Esto no es lo que ella quiso decir.
Para cualquiera llega un momento, en el cual, ella o él debe expresar este “Yo
puedo”, que no refiere a alguna certeza o a una capacidad específica sino, mas
precisamente, a una demanda absoluta. Más allá de todas las facultades, este “Yo
puedo” no significa nada –sino marca qué es, para cada uno de nosotros, quizá la más
dura y desgarradora experiencia posible: la experiencia de la potencia.

¿Qué es una Facultad?

“Aquí hay una aporía”, leemos en el segundo libro del De Anima de Aristóteles,

“(...) en el por qué no hay sensación de los sentidos mismos. ¿Por qué sucede
que, en la ausencia de objetos externos, los sentidos no dan ninguna sensación, no
obstante contienen fuego, tierra, agua, y los otros elementos de los cuales hay
sensación? Esto ocurre porque la sensibilidad no es actual, sino solamente potencial.
Por eso ésta no da sensación, tal como el combustible no arde por sí mismo, sino con el
comburente; de otra manera se quemaría por sí mismo y no requeriría de la actualidad
del fuego.”1

Estamos tan acostumbrados a representar la sensibilidad como una “facultad del


alma” que, para nosotros, este pasaje de De Anima no parece situar problema alguno. El
vocabulario de la potencia nos ha penetrado tan profundamente, que no advertimos que
lo que aparece por vez primera en estas líneas es un problema fundamental que sólo rara
vez sale a luz en el curso del pensamiento occidental. Este problema –que es el
problema originario de la potencia- es: ¿Qué significa “tener una facultad”? ¿En qué
sentido algo como una “facultad” puede existir?
La Grecia Antigua no concibe la sensibilidad y la inteligencia como “facultades”
del alma. La específica palabra aisthesis, que significa “sensación”, termina en “sis” lo
que significa que expresa una actividad. ¿Cómo, entonces, puede una sensación existir
en la ausencia de sensación? ¿Cómo una aisthesis puede existir en la forma de una
anestesia?
Estas preguntas inmediatamente nos llevan al problema de la potencia. Cuando
decimos a nosotros mismos que los seres humanos tienen la “facultad” de visión, la

1
Aristóteles, De Anima, 417 a 2-5.
“facultad” de hablar (o, como señala Hegel, la facultad de morir) –o simplemente que
algo es o no es “en el poder de uno”- estamos, pues, en el dominio de la potencia.
¿Qué es lo que este pasaje de De Anima nos enseña acerca de la potencia? Lo
que es esencial es que la potencia no es simplemente no-Ser, simple privación sino, la
existencia del no-Ser, la presencia de una ausencia; esto es lo que llamamos “facultad” o
“poder”. “Tener una facultad” significa tener una privación. Y la potencialidad no es
una hipóstasis lógica, sino el modo de existir de la privación.
¿Pero cómo una ausencia puede estar presente, cómo una sensación puede existir
como anestesia? Este es el problema que interesa a Aristóteles.(Frecuentemente se dice
que los filósofos se ocupan de la esencia, que, enfrentados a un problema, se preguntan
“¿Qué es esto?”. Pero esto no es exacto. Los filósofos están, sobre todo, preocupados
con la existencia, con el modo [o en su efecto, los modos] de existencia. Si consideran la
esencia, es para traerla a la existencia, para hacerla existir).

Dos Potencias.

Esta es la razón por la cual Aristóteles comienza distinguiendo dos tipos de


potencias. Existe una potencia genérica, que es a la que nos referimos cuando decimos,
por ejemplo, que un niño tiene el potencial de conocer, o que él o ella pueden,
potencialmente, convertirse en jefes de un Estado. Este sentido genérico no es el que
interesa a Aristóteles.
La potencia que le interesa es aquella que pertenece a alguien que, por ejemplo,
tiene un conocimiento o una habilidad. En este sentido, decimos del arquitecto, que él o
ella tienen el potencial para construir, del poeta, que él o ella tienen el potencial para
escribir poemas. Es claro que esta potencia existente difiere de la potencia genérica del
niño. El niño, dice Aristóteles, es potencial en el sentido que él debe sufrir una
alteración (constituirse en otro de sí) a través del aprendizaje. Alguien que ya posee
conocimiento, por contraste, no está obligado a sufrir una alteración; en cambio, él es
potencial, dice Aristóteles, gracias a una “hexis”, un “tener”, desde el cual puede, a su
vez, no traer su conocimiento a actualidad (me enérgein), por ejemplo, no haciendo una
tarea. Así, el arquitecto es potencial, en tanto, tiene el potencial para no-construir, el
poeta, el potencial para no-escribir poemas.
La Existencia de la Potencia.

Aquí ya discernimos lo que, para Aristóteles, será la figura clave de la potencia,


el modo de su existencia como potencia. Es una potencia no simplemente el potencial
para hacer esto o lo otro sino, el potencial para no-hacer, el potencial que no pasa a acto.
Por eso es que Aristóteles critica la posición de los Megáricos, quienes sostienen
que toda potencialidad existe sólo en actualidad. Lo que Aristóteles quiere situar es la
existencia de la potencia: que allí hay una presencia y un rostro de potencia.
Literalmente él establece en un pasaje de su Física: “privación [stéresis] es como un
rostro, una forma [eidós]” (193 b19-20)
Antes de pasar a la determinación de este “rostro” de la potencia que Aristóteles
desarrolla en el Libro Theta de su Metafísica, quisiera detenerme en una figura de la
potencia que, me parece particularmente significativa y, que aparece en De Anima. Me
refiero a la oscuridad, a las sombras.
Aquí Aristóteles se ocupa del problema de la visión (418 b- 419 e I). El objeto
de la vista, señala, es el color; además, esto es algo para lo cual no tenemos palabra,
pero usualmente se traduce como “transparencia”, diaphanes. Aquí diaphanes se refiere
no a los cuerpos transparentes (como el aire o el agua), sino a una “naturaleza” que,
según escribe Aristóteles, se encuentra en todo cuerpo y es lo que hace visible
verdaderamente en cualquier cuerpo. Aristóteles no nos señala qué es esta “naturaleza”;
sino señala “aquí es diaphanes” esti ti diaphanes. Pero nos dice que la actualidad
(energeia) de esta naturaleza es la luz, y que la oscuridad (skotos) es su potencia.
Agrega que, la luz es, sobre todo, el color de diaphanes en acto; y la oscuridad,
podríamos decir nosotros, es en algún sentido, el color de la potencia. Lo que a veces es
oscuro y otras claro es uno en naturaleza (he aute physis hote men skotos hote de phos
estin).
En unas páginas más adelante, Aristóteles vuelve al problema del skotos,
“oscuridad”. Se pregunta cómo puede ser que percibamos que somos nosotros los que
vemos. Para que este sea el caso, es necesario que nos percibamos, sea con la vista o
con otro sentido. La respuesta de Aristóteles es que nosotros vemos por la visión en sí
misma. Pero, entonces, agrega, se presenta una aporía:
“Para percibir mediante la visión, ésta debe ser para ver, y lo que es visto es
color y lo que tiene color [esto es, diaphanes]. Si lo que vemos es visto en sí mismo, se
sigue que el principio de la vista posee color. Así, pues, “percibir mediante la visión”
no tiene un solo significado, desde el momento en que no vemos distinguimos la
oscuridad de la luz. En efecto, el principio de la visión debe, en algún sentido, poseer
color.”2

En este pasaje, Aristóteles responde la pregunta señalada más arriba, a saber:


“¿Por qué no hay sensación de los sentidos en cuanto tales?” Rápidamente respondimos
la pregunta señalando que es “porque la sensación es sólo potencial”. Ahora estamos en
posición para comprender qué significa esto. Cuando nosotros no vemos (esto es,
cuando nuestra visión es potencial) podemos, sin embargo, distinguir la oscuridad de la
luz; nosotros vemos la oscuridad. El principio de la vista “en algún sentido posee
color”, y sus colores son la luz y la oscuridad, actualidad y potencialidad, presencia y
privación.

Potencia de la Oscuridad.

El siguiente punto esencial ha de ser advertido: si la potencia fuese, por ejemplo,


sólo la potencia para la visión y si ésta existiera sólo en la actualidad de la luz, nunca
podríamos experimentar la oscuridad (o escuchar el silencio, en el caso de la
potencialidad para escuchar). Pero los seres humanos pueden, en cambio, ver sombras
(to skotos), pueden experimentar la oscuridad: tienen el potencial para no ver, la
posibilidad de la privación.

En su comentario sobre De Anima, Themistius escribe:

“Si la sensación no tuviese la potencialidad tanto para la actualidad como para


no-Ser-actual y si fuese siempre actual, ésta nunca podría ser capaz de percibir la
oscuridad [skotos], ni tampoco escuchar el silencio. En el mismo sentido; si el
pensamiento no fuera capaz tanto de pensar como de no pensar [anoia, pensamiento
débil], no podría ser capaz de conocer lo deformado [amorphon], el mal, lo sin forma
[aneidon]. Si el intelecto no tiene una comunidad [koinonein] con la potencia, éste no
podría conocer la privación”.

2
Ibíd. 425 b 15-25.
La grandeza –y también el abismo- de la potencia humana es que es, en primer
término, potencial para no actuar, potencial de la oscuridad. (En Homero, skotos es la
oscuridad que sobreviene a los seres humanos en el momento de su muerte. Los seres
humanos son, pues, capaces de experienciar este skotos).
Lo que es un tema aquí no es algo abstracto. ¿Qué es, por ejemplo, el
aburrimiento, si no la experiencia de la potencialidad-de-no-actuar? Por ello es que
constituye una experiencia terrible, que bordea entre el bien y el mal.
Ser capaz del bien y del mal no es simplemente ser capaz de hacer esta u otra
buena o mala acción (toda acción particular buena o mala es, en este sentido, banal). El
mal radical no es éste o ése mal, sino la potencia de la oscuridad. Y esta potencia es, a
su vez, la potencia de la luz.

Toda Potencia Es Impotencia

Es en el libro de la Metafísica donde Aristóteles parece tomar el “rostro” de esta


privación, la figura de esta potencia originaria. Aristóteles hace dos aseveraciones que
aquí guiarán nuestra búsqueda. “Impotencia [adynamia], leemos en la primera, “es una
privación contraria a la potencia. Así, toda potencia es impotencia de lo mismo y
respecto de lo mismo” (tou autou kai kata to auto pasa dynamis adynamia) (1046 e25-
32). ¿Qué significa esta afirmación? Significa que, en su estructura originaria, dynamis,
la potencia se mantiene a sí misma en relación con su propia privación, su propia
stéresis, su propio no-Ser. Esta relación constituye la esencia de la potencia. Ser
potencial significa: ser su propia falta, estar en relación con la propia incapacidad. Los
seres que existen en la forma de la potencia son capaces de su propia impotencia; y
sólo en este sentido éstos se vuelven potenciales. Ellos pueden ser porque están en
relación con su propio no-Ser. En potencia, la sensación está en relación con la
anestesia, el conocimiento con la ignorancia, la visión con la oscuridad.
La segunda aseveración que hemos de considerar aquí se lee de la siguiente
manera: “Lo que es potencial [dynatos] es capaz [endekhetai] de no ser en acto. Lo que
es potencial puede tanto ser como no ser, en cuanto es potencial aquello que puede, al
mismo tiempo, ser y no ser [to auto ara dynaton kai éinai kai me éinai] (1050 b 10).
En este extraordinario pasaje, Aristóteles ofrece la más explícita consideración a
la originaria figura de la potencia, en la cual podríamos ahora definir con sus propias
palabras como el potencial de no ser. Lo que es potencial es capaz (endekhetai), a la
vez, dice Aristóteles, tanto de ser como de no ser. Dekhomai significa “Yo doy la
bienvenida, recibo, admito”. La potencial bienvenida del no-Ser, y esta bienvenida del
no-Ser es potencia, pasividad fundamental. Es la pasividad como potencia, pero no una
potencia pasiva que va a la sombra de aquello otro que sí misma; sino anda y sufre su
propio no-Ser.
Si notamos que Aristóteles siempre esboza sus ejemplos de esta potencia de no-
Ser desde el dominio de las artes y el conocimiento humano, entonces podríamos decir
que los seres humanos, considerados como conocen y producen, son aquellos seres que,
mas que cualquier otro, existe en la forma de la potencia. Cualquier poder humano es
adynamia, impotencia; toda potencia humana es en relación con su propia privación.
Este es el origen (y el abismo) del poder humano, que es tan violento e ilimitado
respecto de otros seres vivos. Otros seres vivos son capaces sólo de su potencia
específica; ellos sólo pueden hacer esto o aquello. Pero los seres humanos son los
animales capaces de su propia impotencia. La grandeza de la potencia humana se mide
por el abismo de la impotencia humana.
Aquí es posible de ver cómo la raíz de la libertad es ser encontrado en el abismo
de la potencia. Ser libre no es simplemente tener el poder para hacer esto o esta cosa,
sino simplemente tener el poder para rehusarse de hacer esto o esta cosa. Ser libre es, en
el sentido que hemos visto, ser capaz de la propia impotencia, estar en relación con la
propia privación. Por ello es que la libertad es, a la vez, la libertad de lo bueno y lo
malo.

El Acto de Impotencia

Pero, ¿qué es la relación entre impotencia y potencia, entre la potencia de no-ser


y la potencia de ser? Y ¿cómo puede allí haber potencia, si toda potencia es siempre
impotencia? ¿Cómo es posible considerar el acto de la potencia-de-no-ser? La
actualidad de la potencia de tocar el piano es el tocar una pieza de piano; pero ¿cuál
sería la actualidad de la potencia-de-no-tocar?
El acto de la potencia de pensar es el pensar acerca de este u otro pensamiento;
pero ¿cuál es la actualidad de la potencia de no-pensar?
La respuesta que Aristóteles da a esta pregunta está contenida en dos líneas que,
en su brevedad, constituye un extraordinario testamento del genio de Aristóteles. En la
traición filosófica, sin embargo, la aseveración aristotélica ha sido casi enteramente
olvidada. Aristóteles escribe: “Se dice de una cosa que está en potencia si, cuando el
acto por el cual se dice de ésta que está en potencia es realizado, ahí no habrá nada
impotente (esti de dynaton touto, hoy ean hyparxei hé energeia ou legethai ekhein ten
dynamen, ouden estai dynaton) (Metafísica, 1047 a 24-26). Usualmente esta oración es
interpretada como si Aristóteles hubiese querido decir: “Lo que es posible (o potencial)
es aquello respecto de lo cual nada es imposible (impotencia). Si allí no hay
imposibilidad, entonces ahí hay una posibilidad.” Aristóteles habría, pues, escrito una
banalidad o una tautología.
En cambio, intentemos comprender el texto en toda su dificultad. ¿Qué es la
potencia, respecto de la cual, en el momento de su actualidad, no habrá nada impotente?
No puede ser otra cosa más que adynamia, la cual, como hemos visto, pertenece a toda
dynamis: la potencia de no-ser. Lo que Aristóteles señala es, entonces: si una potencia
de no-ser pertenece originariamente a toda potencia, entonces ahí hay una verdadera
potencia sólo donde la potencia de no-ser no descansa detrás del acto, sino que pasa
completamente en él, en cuanto tal. Esto no significa que desaparece en el acto; por el
contrario, se preserva a sí misma, en cuanto tal, en el acto. Lo que es verdaderamente
potencial es aquello que ha traído su impotencia completamente al acto en cuanto tal.

Salvación y Regalo

Ahora podemos concluir con un pasaje de De Anima que es verdaderamente uno


de los vértices del pensamiento de Aristóteles que, sin duda, autoriza la imagen
medieval de un Aristóteles místico. “Sufrir no es un término simple”, escribe
Aristóteles.
“En un sentido ésta es una certera destrucción por la acción del principio
opuesto, y en otro sentido la preservación [soteria, salvación] de aquello está en
potencia por aquello que está en acto y lo que es similar a ello…Para quien posee la
ciencia [en potencia] se vuelve alguien que contempla en acto, y esto no es una
alteración –desde aquí está el regalo al sí mismo para sí mismo y para el acto [epidosis
eis auto]- o esta es una alteración de diferente tipo3.

Contrariamente a la idea tradicional de la potencia que se anula en el acto, aquí


nos confrontamos a una potencia que se conserva a sí misma y se salva a sí misma en
acto. Aquí, la potencia, en otras palabras, sobrevive al acto y, en este sentido, se da a sí
misma para sí misma.

3
Ibíd. 417 b 2-16.

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