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Thalía. Musa de la poesía pastoral y la comedia. Melpómene.-Inicialmente fue la musa del canto.
Hoy se le conoce como la musa de la tragedia. Junto con Thalía se constituyeron en el ícono del
teatro. AnunciosObra de teatro
LAS MUSAS
Clío.-la Musa de la historia, registraba todas las acciones grandes y heroicas, con
los nombres de sus autores.
Euterpe.-la musa de la música de flauta y otros instrumentos de viento.
Thalía. Musa de la poesía pastoral y la comedia.
Melpómene.-Inicialmente fue la musa del canto. Hoy se le conoce como la musa
de la tragedia. Junto con Thalía se constituyeron en el ícono del teatro.
Terpsícore.-La ligera musa del baile.
Erato.-Prefería la poesía lírica y era representada con una lira.
Poliminia.-Musa del arte mímico.
Calíope.-Musa de la poesía épica y heroica.
Urania.-Musa de la astronomía.
EL TITÁN ENCADENADO
En los primeros tiempos del mundo cuando Zeus había destronado al feroz Crono y se
había convertido en el dominador del universo, los titanes se habían rebelado contra el
poder del joven rey.
Uno sólo de ellos, Prometeo, no había tomado parte de la rebelión; y no por amor hacia el
nuevo rey, sino porque tenía la facultad de adivinar el futuro y el presente y sabía, por
tanto, que era inútil oponerse, con una rebelión, a las fuerzas ineludibles del destino.
Así pues, Prometeo, como su mismo nombre indicaba, era vidente y sabio, y sus ojos
enérgicos, brillantes, escrutadores revelaban su poder adivino e infalible; su frente alta, la
boca bondadosa, casi infantil, su cuerpo enorme, le conferían el aspecto de un bondadoso
gigante, de fuerza inmensa acostumbrado a dominar los elementos.
El hombre entonces, estaba mísero; no tenía armas, ni trajes; vivía salvaje en los bosques,
alimentándose únicamente de animales crudos y de fruta; para vestirse se cubría con
hojas de los árboles y no tenia para defenderse de las fieras, sino piedras o ramas
nudosas.
Se resguardaba de las heladas y del sol en profundas cavernas bajas, en las que se
introducía, por las noches, como un reptil sinuoso.
Y si, cuando el sol se ponía, no aparecía la luna para iluminar las largas noches, unas
tinieblas impenetrables devoraban el universo. Y los hombres eran, entonces, semejantes
a míseros ciegos, temblorosos, indefensos, en un mundo sin luz, poblado de pavorosos
rugidos y de los ojos relampagueantes, fosforescentes de las fieras.
-Quiero ayudar a los hombres – dijo-. Quiero que su vida sea menos salvaje; que aprendan
a defenderse de los tigres y de los jabalíes; que cultiven la tierra; que trabajen los metales,
que se nutran de alimentos calientes y condimentados y no de restos crudos de los
animales sacrificados. ¡Quiero dar al hombre el fuego!
Sabía, en su clarividencia, que esto era contrario a los deseos de Zeus; sabía que un
semejante hecho a los hombres sería su propia ruina; pero Prometeo era generoso y
estaba decidido a desafiar la ira del Numen Omnipotente, con tal de hacer un bien a los
míseros mortales.
Subió, pues, una noche a la montaña radiante, donde los dioses celebran sus banquetes,
rodeados por las llamas purpúreas del fuego divino.
Y penetro en las fraguas resonantes de Hefesto, que, con su coraza de bronce tocada por
las llamas, forjaba incansablemente armas para los héroes y joyas para las Diosas del
Olimpo.
-He venido a traerte este cántaro de vino de Etna- dijo Prometeo, sentándose junto al
fuego-. ¡Bebe, pues, oh, Hefesto! Este vino te dará mucha más fuerza que tu néctar.
¡Bebe!
El dios aceptó la oferta de buen agrado, y de un solo trago hizo bajar por su garganta—
abrasada por aquel calor de infierno–, el rojo licor de Etna. Pero, al poco rato, su cabeza se
inclinaba pesada y sus ojos, se cerraban presa del sueño. El astuto Prometeo había
mezclado al vino mucho jugo de rojas amapolas. El fuego divino estaba allí, sin custodia, y
Prometeo aprisionó algunas de sus chispeantes semillas en el bastón hueco que le había
dado el mismo Hefesto. Y salió corriendo, dejándose caer por los despeñaderos del
Olimpo, abajo, hacia la tierra desolada.
La noche, en tanto, había bajado, invadiendo con sus olas de tinieblas el corazón de los
hombres y el bastón de Prometeo resplandecía en la oscuridad como un astro
desprendido del firmamento.
-¡Os traigo el fuego! – Gritó grito el gigante a los hombres que le esperaban–. ¡Os traigo la
vida, la civilización, la alegría!
Y amontonando ramas secas, y echando encima los brasas ardientes robados a Hefesto,
Prometeo encendió una enorme pira cuyas llamas ascendieron hasta el cielo, mientras los
gritos felices de los hombres conmovían todo el universo y llegaban hasta el Olimpo.
–El temerario que ha dado a los hombres el fuego, debe ser castigado.
Y ordeno a Hefesto que preparara él mismo enormes cadenas y anillos de bronce con que
encadenar a Prometeo a una roca.
Los hombres, en tanto, por obra del generosos Titán, aprendían a calentarse, a cocer la
carne, a forjarse armas, a construir las casas donde refugiarse por la noche, a fabricar
naves, en fin, en las que surcar sin peligro los mares infinitos.
Y se sintieron tan felices con todos estos dones que, ebrios de dicha por la conquistada
victoria, creyeron que habían llegado ser semejantes a los dioses.
Esto aumentó aun más el furor de Zeus; y Hefesto aun en contra de su propio deseo, pues
apreciaba al titán de los ojos serenos, tuvo que apoderarse del cuerpo del poderoso
gigante, por orden del dios y encadenarle a las rocas inaccesibles del monte Cáucaso.
__ ¡Tú lo has querido Prometeo!__ le decía Hefesto mientras, ayudado por los cíclopes,
cerraba los grilletes en torno a sus muñecas–. ¡¿Cómo se te ha ocurrido dar a los
miserables hombres la llama divina?! ¡¿Sabes que, ahora, durante años y más años,
deberás permanecer encadenado en esta roca nevada y no oirás ya ninguna voz humana y
ningún rostro te consolará en esta cima salvaje?! Tu cuerpo se secará al sol; tus ojos
quedarán casi ciegos, deslumbrados por las nieves y azotados por los vientos, pero como
has nacido inmortal, no podrás jamás cerrarlos en el descanso del sueño eterno. E
inútilmente la noche, piadosa intentará cubrirte con su manto de estrellas: tú continuarás
inmóvil, despierto, sangrando sobre esta roca, sin poder jamás doblar tus rodillas
doloridas en la tierra. ¿Comprendes qué desgracia es la tuya, mi pobre Prometeo?
Y, mientras Hefesto hablaba al gigante encadenado, los cíclopes del gran ojo en medio de
la frente trabajaban incansables, cerrando los grilletes e izando muy alto, sobre el abismo,
el cuerpo dolorido del titán.
Pero Hefesto no había previsto en toda su crueldad el suplicio enorme que esperaba al
que había traído el fuego a los hombres.
Todas las mañanas, un águila inmensa bajada de las nevadas cimas, se acercaba al cuerpo
del aterrorizado e inmóvil gigante, y hundiéndole el pico curvo en el pecho, se alimentaba
de su hígado sangrante.
Pasaron así treinta años, en aquel martirio, hasta que Zeus sintió piedad de aquel pobre
cuerpo roído por la intemperie, de aquellos pobres ojos alucinados por las nieves, de
aquel pecho desgarrado, cuya sangre regaba eternamente la roca.
Y liberó al gigante, acogiéndole, inmortal, en las felices praderas de los campos Elíseos.
Y en efecto, Prometeo vive todavía. Y cada vez que entre los hombres se lleva a cabo una
empresa atrevida, cada vez que un mártir cae por la fe o por la gloria el espíritu inmortal
de Prometeo alienta en torno de los héroes ; y el fuego divino que el gigante robo al cielo,
inflama el alma generosa de los hombres. Prometeo les ha enseñando además de la
civilización, a ser dignos de su origen divino y orgullosos de su alma inmortal.
CENTAURO
Cuentan que Dioniso dios del vino, siempre estaba acompañado de sátiros, centauros y
ninfas.
Fue Heracles quien mato a los centauros, pero Heracles murió con un mejunje de sangre y
semen de centauro, cuando traiciono a su mujer Dayanira, con Lole, quien embadurnó la
túnica de Heracles con aquel extraño mejunje con la esperanza de recuperar su amor. Sin
embargo, en realidad todo era una trampa del centauro que antes de morir le dijo que
podía recuperar el amor de Heracles si es que la traicionaba y en vez de despertar el amor,
aquello llamaba a la muerte. En cuanto la ropa envenenada le rozó la piel, Heracles sintió
una llamarada de infinito dolor.
En la agonía trató de quitarse la túnica, pero cada vez que lo intentaba se desgarraba
grandes jirones de su propia carne y, al final, el dolor le resultó tan insoportable que se
arrojó a las llamas de una pira que mandó levantar en la cima del monte Eta. Sin embargo,
justo antes de morir, una nube le transportó al cielo de los inmortales olímpicos.
Crono /Saturno/ Dios del cielo; soberano de los titanes (mitología romana: dios de la
agricultura)
Hera/ Juno/ Diosa del matrimonio y de la fertilidad; protectora de las mujeres casadas;
reina de los dioses
Tal y como Urano había predicho los hijos de Cronos serian su ruina, luego de rescatar a sus
hermanos del estómago de su padre, Zeus los dirigió en una guerra contra los titanes las fuerzas
primordiales de la naturaleza, los dioses fueron vendedores y los titanes confinados al tártaro.
Tifón comprendía a su madre, Gea, odiaba el hecho de que sus hermanos fueran confinados a vivir
en el tártaro, ellos debían gobernar la tierra, así que decido enfrentar a los dioses en una de las
batallas más feroces que hayan tenido que enfrentar los olímpicos.
Personajes
Egipán: Dios de los granjeros y rebaños, tomo forma de mitad cabra y mitad pez
Tifón: Hijo menor de Gea, tan grande como las montañas, una bestia con miles de serpientes en
sus extremidades
Equidna: Hija de Gea, consorte de titán, una criatura temible mitad mujer mitad serpiente
Delfina: Hija de Gea, dragona hermana de Tifón a la cual se le da la tarea de cuidar los tendones de
Zeus
Acto I
Afrodita y su hijo descansaban a las orillas del rio Nilo, escapar durante varios días del malvado
tifón los ha llevado muy lejos de Grecia, los dioses se han dispersado y desconoce la ubicación de
los miembros del Partenón.
Afrodita: — Eso espero, la verdad no sé qué nos espera en estas tierras, espero el tifón ya haya
sido derrotado —
Eros: — ¿Acaso Zeus no es lo suficientemente poderoso como para hacer frente al tifón? —
Afrodita: — Tifón es hijo de una fuente primordial, y así como lo es Gea el también lo es —
Ambos fueron sorprendidos por alguien que se acercó cogiéndolos de manera desprevenida, pero
para su alivio era el sabio Quirón.
Quirón: — Lamento no ser el portador de buenas noticias en esta ocasión mi estimada, pero debo
anunciarle que algo malo ha ocurrido —
Quirón: — Aun no lo sé, Hermes me comento solo eso, lo que sé es que ahora el tifón está
buscando a todos los olímpicos y a cualquier aliado para tomar de una vez por todas el control
sobre la tierra —
Madre e hijo mutaron en pees juntos nadaron sincrónicamente para escapar del tifón, Quirón por
su parte muto en forma de pez pero solo parcialmente. Lograron escapar de las llamas del tifón.
Acto II
El cielo se tornó rojo, fuertes vientos golpeaban al olimpo, la tierra comenzó a temblar, un
enemigo se aproximaba, los dioses llegaron a temer al nuevo adversario.
Zeus: — Otro vástago maldito, hasta cuando las abominaciones dejaran de retarnos —
Zeus: — Luchar —
Los Olímpicos hicieron cara a gigante tifón y a su acompañante la equidna, la manera de luchar de
esta bestia sorprendió a todos obligándolos a huir debido a la ferocidad con la que se defendía, no
cedió ante los ataques combinados de los dioses y junto a la ayuda de la Equina pudo repeler
absolutamente cada avance de los dioses.
Equidna: — Pensé que serían un reto mayor enfrentar a los que desterraron a los titanes al tártaro
—
Tifón: — Yo también pensé eso, pero solo son cucarachas que no valen nada mira como huyen
como los insectos que son — Los dos monstruos comenzaron a reír aterradoramente.
Los dioses se dispersaron por todo el mundo en busca de refugio contra el tifón.
Acto III
EL tifón logro alcanzar a Zeus en Siria donde le arrebato los tendones gracias a su aliento de lava, y
se los entregó a su hermana delfina para que los custodiara en su cueva mientras le daba caza al
resto de los dioses. Hermes estaba decidido a encontrar a su padre con la ayuda del Egipán, burlar
a la dragona delfina seria su primer obstáculo.
Hermes: — ¡Vamos Egipán!, tenemos que encontrar los tendones de Zeus, es el único que puede
vencer al Tifón —
Hermes: — Cállate tú fuiste el primero en huir, además ahora tenemos un plan, apresúrate y no
hagas ruido —
Egipán y Hermes sigilosamente entraron por el mar hasta la cueva de Delfina, la enorme dragona
se encontraba dormida, una oportunidad que Hermes no podía desaprovechar, ágilmente como
solo él podía hacerlo tomo los tendones de su padre y salió rápidamente con Egipán.
Acto IV
Tifón se encontraba rastreando al resto de los dioses junto a equidna, cuando de un momento a
otros ambos fueron fulminados por cien rayos continuamente.
Tifón: — Veo que has logrado burlar a Delfina para arrebatarle tus tendones, pero aun así sigues
siendo una cucaracha —
Equidna: — Veamos qué tan dura eres para hacerte llamar la reina de los dioses —
La lucha había comenzado, Hera buscaba distraer a la equidna para que Zeus pudiera hacer su
movimiento, pronto Zeus quedo enfrentándose solo a el Tifón, justo como lo había planeado, pero
era un adversario formidable, pero Zeus conocía su estrategia así que pudo combatirlo a la par
logrando acorralarlo.
Zeus: — Te espera algo peor — Zeus tomo el monte Etna y lo arrojo sobre el furioso Tifón,
confinado por la eternidad a vivir encarcelado.
Quirón: — Por sí sola no es una amenaza mi señor, pero como maestro de sus hijos mortales ella
podría ser de utilidad, junto a sus futuros vástagos.
Zeus: — Me parece bien, servirá como prueba para los desafíos que le esperan a mis hijos —
De esta manera Zeus dejo vivir a Equidna y a tus vástagos para que pudieran ser derrotados por
los héroes de Grecia en algún momento de su entrenamiento.