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Eduardo E Cordón K.
Carne # 20090425
Ahora que contamos con una base conceptual, debemos repasar el contexto histórico y
político del Paraguay a inicios del siglo XIX, puesto que allí podremos encontrar factores que
favorecen el desarrollo del fenómeno político en cuestión. A propósito, debe aclararse que la
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experiencia colonial de ese país difiere, en gran medida, de la del resto de América española.
Esto se debe, principalmente, a la importancia de la Compañía de Jesús hasta 1776 en la
pacificación, asimilación e inclusión de los pueblos indígenas a la sociedad. Además, que el
territorio paraguayo, por encontrarse tierra adentro en el continente, está rodeado de selva
amazónica, el desierto del Chaco y la cadena montañosa de los Andes.
Desde inicios de 1800, las guerras europeas contra el dominio del imperio francés bajo
Napoleón Bonaparte hacen que España debilite su presencia militar en América. Los ingleses
aprovechan la situación y en 1806 y 1807 atacan el Virreinato de la Plata, poniendo en
evidencia al raquítico sistema colonial español. No obstante, es la invasión napoleónica a la
península ibérica en 1808 cuando estalla la crisis política del imperio español. En medio de
esta situación, se convoca a las Cortes Generales para la organización del gobierno, momento
que aprovecha la periferia colonial –ahora organizada en Juntas de Gobierno– para
emanciparse, con algunas excepciones.
La hostilidad entre ambos gobiernos continúa por el lapso de un año, hasta que la
última declara su independencia por medio del congreso de 1811 y da vida a la Junta de
Gobierno de Asunción. A la cabeza del nuevo país están Fulgencio Yegros y J.G. R. de
Francia, cada uno representando a distintos sectores de la sociedad paraguaya. El primero, es
el actor político de la élite criolla, mientras el segundo es la figura principal de las clases
medias y bajas del incipiente país. Esta situación tensa las relaciones entre ambos dirigentes,
pues la clase dominante que controla el gobierno insiste en la unión con Buenos Aires. Es
hasta 1813, que de Francia consigue completar la autonomía del Paraguay, por medio de
evitar la anexión al unitarismo; razón que le gana la enemistad de la élite.
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congreso en 1816 y logra que se declare la Dictadura Perpetua con él como gobernante del
país. Inmediatamente, la élite criolla pone en marcha una serie de conspiraciones contra el
sistema impuesto por de Francia, que culminan con el fusilamiento de Fulgencio Yegros en
1821 y la derrota definitiva de la clase dominante. Es en este momento cuando el gobierno
autocrático se consolida y, rápidamente aísla al país del exterior con el propósito de frustrar el
las pretensiones de Brasil y Buenos Aires.
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Por otro lado, se encuentra el caudillismo peruano y boliviano. Estos se diferencian del
resto de la región porque en esos países el ejército monárquico tenía una mayor presencia. De
allí que su papel en el proceso de independencia tiene más importancia y le da su
particularidad militar al fenómeno político en esos países. Mientras que el surgido en
Ecuador, se distingue de ambos por ser de corte teocrático y tiene como mayor exponente a
García Moreno. Por último, en las Provincias de la Plata el distintivo particular lo establece
Juan Manuel de Rosas, quien es un caudillo telúrico; es decir, que basa su poder en la tierra.
Esto contrasta con la experiencia paraguaya puesto que él recibe gran apoyo del naciente
grupo de saladeros-ganaderos, así como permite que la élite tradicional bonaerense sigua
enriqueciéndose mientras no se oponga a su gobierno. Además, Rosas no destruye el poder de
la iglesia, más bien lo utiliza como un pilar sostenedor de la dictadura unitarista. Es
importante mencionar, que él representa también otro tipo de caudillismo, el «fronterizo», que
quiere decir que para imponer el orden se apoya a la ciudad o la provincia, dependiendo la
situación.
Dentro de la novela, existe una variada gama de actores secundarios que tienen la
función de evidenciar la dinámica del relato y completar el panorama que recibe el lector de la
historia. Para mencionar algunos están Juan P. Robertson, Ana Díaz, Petrona Regalada, Doña
Juana Esquivel, el perro Sultán, Correira da Camara, etc. Sin embargo, como personajes
principales destacan el Dictador Supremo y Policarpo Patiño, quienes están presentes a lo
largo del texto. Es importante mencionar que todos los participantes de la narración se
refieren al dictador como “Su Majestad”, “vuecencia” o “excelencia”, poniendo en evidencia
la distancia que existe entre el Dictador Supremo y sus ciudadanos.
Por extraño que parezca, la obra se compone de pequeños relatos –podría decirse que
es un mosaico– en donde cada uno aporta una pieza que completa la visión histórico-
panorámica protagonizada por el Supremo. Esto se refleja en los tipos de texto que utiliza
(Los Apuntes, Circular Perpetua, Cuaderno Privado, Auto Supremo, y Las Notas), así como
transmiten la idea de que cada uno está dirigido a distinto destinatario. De allí que explicar las
diferencias entre ellos es importante. El resumen de los distintos tipos de texto se hace con
base al comentario «La escritura en Yo el Supremo» de Milagros Esquerro, contenida en la 7ª
edición de Yo el Supremo (2010) publicada por Ediciones Cátedra.
El primer texto que aparece son Los Apuntes, los cuales podemos decir que son la base
de la obra. Allí se desenvuelven los hechos del día a día, incluido el monólogo entre el
Dictador y Policarpo Patiño. El siguiente es el Cuaderno Privado, en el cual el Supremo
reflexiona sobre los acontecimientos y busca un balance entre estos. Podría decirse que lo
utiliza como un cuaderno comercial. Luego está la Circular Perpetua, cuya principal función
es dar órdenes al funcionariado público. Sin embargo, dentro de ella también se escriben
consejos y todo aquello importante que evite distorsiones y malas interpretaciones de los
hechos. Por otro lado están Las Notas, en donde se incluyen textos aclarativos, explicaciones
y una variada matiz de contenido que pretende ensanchar la perspectiva de los sucesos. Por
último, están Las otras modalidades. Éstos aparecen una vez en la obra y su oficio primordial
es aclarar algún evento específico dentro de la trama. Para mencionar algunos están el Auto
Supremo, el Pasquín, el Cuaderno de Bitácora, etc.
El hecho que cada tipo de texto esté dirigido a diferente destinatario es a lo que Jesús
Florencia Z., en su artículo Yo el Supremo: las otras historias dentro de la historia (2006), se
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refiere como «intertextualidad». Esto quiere decir, que se crea la percepción de estar
presenciando un monólogo que despliega la historia desde el punto de vista del protagonista.
Por lo tanto, el autor consigue mantener a ese personaje como el centro de atención y logra el
sentimiento de ser un espectador –o cómplice– dentro del pensamiento del gobernante.
El propósito principal del relato –lo que Roa Bastos desea transmitir– es la denuncia
del caudillismo como el fenómeno político-social que concentra la autoridad del Estado en
una sola persona. De esta intención, se desarrolla el poder como tema central que se
acompaña de otros, como la dualidad del hombre, para demostrar las consecuencias de
enfocar el poder absoluto que dirige a un país.
Aquí la generalidad del pueblo se encarna en el Estado. Aquí puedo afirmar yo sí con entera
razón: El Estado-soy-Yo, puesto que el pueblo me ha hecho su potestatario supremo.
Identificado con él, qué miedo podemos sentir, quién puede hacernos perder el juicio ni el seso
con estas bufo-nadas. (Roa Bastos, p.129:2001)
Y para demostrar como la dualidad del hombre acompaña durante toda la obra al tema central,
dice el narrador:
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Difícil ser constantemente el mismo hombre […] YO no soy siempre YO. El único que no
cambia es ÉL. Se sostiene en lo invariable. Está ahí en el estado de los seres superlunares. […]
Sólo ÉL permanece sin perder un ápice de su forma, de su dimensión; más vale creciendo-
acreciéndose de sí propio. (Roa Bastos, p.35: 2001).
Por lo tanto, el poder soberano del país no cambia, los únicos que cambian son las personas
que lo ejercen en distintas épocas. Más que eso, recibir autoridad modifica al individuo, les
internaliza un conflicto societario; puesto que la sociedad no distingue entre la persona y el
gobernante.
Otra muestra del tema central dentro de la novela es cuando el Dictador Supremo
explica que estar investido de autoridad deviene del afán del pueblo por defender su
independencia y su soberanía; ya que es trabajo del gobierno protegerlos. Por lo tanto, el
depósito se hace temporalmente sobre algunos hombres, en este caso él, pero siempre regresa
al mismo pueblo. Nos dice:
No me he elegido yo. Me ha elegido la mayoría de nuestros conciudadanos. Yo mismo no
podría elegirme. ¿Podría alguien reemplazarme en la muerte? Del mismo modo nadie podría
reemplazarme en vida. Aunque tuviera un hijo no podría reemplazarme, heredarme. Mi
dinastía comienza y acaba en mí, en YO-ÉL. La soberanía, el poder, de que nos hallamos
investidos, volverán al pueblo al cual pertenecen de manera imperecedera. (Roa Bastos,
p.95:2001).
Sin embargo, el ungimiento del caudillo como gobernante hace que la población pierda
derechos y libertades; de allí que tras unos años inicia una nueva búsqueda por recuperarlos.
Esto, a su vez, es algo que los gobernantes no consiguen comprender, puesto que están
seguros de ser una expresión de los deseo de la patria. Esto se muestra cuando el dictador
cuestiona la actitud de las personas.
¡Y todavía hay pasquinarios que se atreven a presentar la Dictadura Perpetua como una época
tenebrosa, despótica, agobiante! Para ellos sí. Para el pueblo no. ¡La Primera República del
Sur convertida en Reino del Terror! ¡Archifalsarios felones! ¿No les consta acaso que ha sido,
por el contrario, la más justa, la más pacífica, la más noble, la de más completo bienestar y
felicidad, la época de máximo esplendor disfrutada por el pueblo paraguayo en su conjunto y
totalidad, a lo largo de su desdichada historia? (Roa Bastos, pp.192-193:2001)
Por último, otra muestra del poder como tema central aparece cuando el Dictador
explica cuál es la base del mismo en América.
El poder de los gobernantes […] está fundado sobre la ignorancia, en la domesticada
mansedumbre del pueblo. El poder tiene por base la debilidad. Esta base es firme porque
su mayor seguridad está en que el pueblo sea débil. (Roa Bastos, p.65:2001).
A propósito, debe mencionarse que aquí se ve uno de los aspectos del fenómeno del
caudillismo, pues en la medida que el pueblo sea menos organizado y débil, más poder y
autoridad podrá ejercer el líder.
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Por otro lado, está la debacle interna del protagonista, quien está atrapado adentro de
la figura del dictador. El dilema gira, según las palabras de Roa Bastos, entre la “Persona-
corpórea/Figura impersonal” (p.77:2001), en donde el «YO» no puede expresarse
autónomamente ni desea ser influenciada por el poder; del que es depositario. Mientras el
«ÉL» -el Dictador Supremo- ejerce la autoridad a ojos de la sociedad que le ama y teme; en
un sentido maquiavélico. Esto se observa en varios momentos de la obra, aunque se citan los
dos que se consideran más importantes. La primera dice:
A mi turno me revuelco en el barro en busca de no sé qué cosa perdida. Perdido en dos por la
concusión de la caída. Me encontré en el caso de quien ya no puede decir YO porque no está
sólo, sintiéndose más solo que nunca en esas dos mitades, sin saber a cuál de ellas pertenece.
(Roa Bastos, p.41-42:2001)
Y la segunda dice:
Me ven cabalgando el cebruno. No se engañan. Saben que ese Yo no es El Supremo, a quien
temen-aman. Su amor-temor les permite saberlo, obligándoles a la vez a ignorar que lo saben.
Su miedo es toda la sabiduría que tienen. No ser nada. No saber nada. (Roa Bastos,
p.68:2001).
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Por otro lado, el más notorio mansaje cultural es el constante uso de palabras
guaraníes, que contribuyen a plasmar la cosmovisión de ese pueblo en la novela. Esto se ve,
por ejemplo, cuando el mito popular fusiona la Dictadura Perpetua con la creencia en el
Karai-Guasú. Dicha historia, según la tradición oral guaraní es “… un famoso cacique, brujo y
terrible tirano al que sus súbditos atribuyen el don de la inmortalidad […] Dicen que recorre
sus dominios por tierra o por aire montado en un tigre azul, uno de los mitos zoomorfos de su
cosmogonía.”(Roa Bastos, p.192:2001). Aquí, además, se muestra como se mitifica la
dictadura, no sólo de de Francia sino en general, y se convierte en una idea incrustada en el
ideario social.
Luego, entre los mensajes políticos de la obra, cabe destacar cuando el Supremo habla
sobre las leyes y dice:
Todo lo que se necesita es la igualdad dentro de la ley. Únicamente los pícaros creen que el
beneficio de un favor es el favor mismo. Entiéndalo todos de una vez: El beneficio de la ley es
la ley misma. No es beneficio ni es ley sino cuando lo es para todos. (Roa Bastos, p.31:2001).
Esto se complementa con la discusión que sostiene el dictador con Pedro Alcántara de
Somellera; que va así:
Vea usted, don Pedro, precisamente porque la fuerza de las cosas tiende sin cesar a destruir la
igualdad, la fuerza de la Revolución debe siempre tender a mantenerla: Que ninguno sea los
bastante rico para comprar a otro, y ninguno sea lo bastante pobre para verse obligado a
venderse. […] La igualdad no se da sin la libertad, don Pedro Alcántara. Esos son los dos
extremos que debemos reunir. (Roa Bastos, p.30:2001).
Entonces, es posible decir que el Supremo busca la realización de los principios de igualdad y
libertad. Sin embargo, debe recordarse que la sociedad paraguaya del momento esto era un
cambio radical, pues estaban acostumbrados a un sistema de privilegios y prerrogativas a las
que se accedía según el estrato social en el que se naciera. De allí que el gobierno dictatorial
tuviese que actuar tan fuertemente para contrarrestar las grandes diferencias sociales
existentes.
Esto es uno de los principales mensajes éticos dentro de la novela. Para cimentar la
legitimidad y la autoridad del gobierno, De Francia impone un sistema educativo basado en el
Catequismo Patrio Reformado con lo cual homogenizar y unificar las creencias sobre el
Estado, promover el patriotismo entre la población y enseñar a las personas a vivir
armoniosamente bajo una república.
Nunca como hoy es necesario hacer entera verdad del dicho: En el Paraguay no hay ningún
ciudadano que no sepa leer ni escribir, y lo que es su consecuencia: Expresarse con propiedad.
(Roa Bastos, p.288:2001).
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Sin embargo, esto lo hace a costa del poder político de la Iglesia Católica porque entiende que
el interés de la nación es mejorar constantemente. Abajo se muestra, como de Francia
intentaba educar en los principios de igualdad, libertad y dignidad de la patria.
El Dictador de una Nación, si es Supremo, no necesita ayuda de ningún Ser Supremo. Él
mismo lo es. En este carácter lo que hice fue proteger la libertad de cultos. Lo único que
impuse fue que el culto se sometiera a los intereses de la Nación. Promulgué el Catequismo
Patrio Reformado. El verdadero culto no está en el ir y venir, sino en el comprender y cumplir.
Obras quiero yo, no palabras… (Roa Bastos, p. 257:2001).
Estos mensajes se complementan con otros como, la denuncia de la opresión militar del
Paraguay bajo la dictadura de Alfredo Strössner; la dependencia económica del país tanto de
Brasil como de Argentina, por medio de referirse al tratado que crea la hidroeléctrica de Itaipú
(1970); o el demostrar que el clientelismo de la sociedad no ha cambiado desde el inicio de la
época nacional.
¿No te parece que debí haber mandado a la horca a todos los que dicen servir a la Patria
cuando lo único que hacen es robarla a discreción?¿Qué opinas tú, mi fideindigno?[…] Si los
bribones-ladrones supiesen las ventajas de la honradez tendrían la pillería de hacerse honrados
a tiempo. (Roa Bastos, p. 266:2001).
Por su lado, Sergio Guerra Vilaboy llega a la conclusión que, además de ser el padre
de la patria paraguaya, Rodríguez de Francia es el forjador de la identidad nacional y quien
permite a ese país gozar de estabilidad política, económica y social durante los primeros 20
años de época independiente. Según este historiador, este lapso de tiempo muestra a un
gobernante agudo y eficaz; un constructor de Estado que asegura la supervivencia de su país.
Mientras que para el compilador de Yo el Supremo, este momento histórico representa el
caudillismo, la represión social y el inicio de la tradición autoritaria en Paraguay.
Por último, debe decirse que la experiencia regional con el caudillismo ha sido
desastrosa, pues en la mayoría de casos los líderes no han conseguido solucionar los
antagonismos básicos existentes en cada sociedad. De allí que mientras no cambiemos
nuestra cultura política, asistiremos continuamente, como dice el Supremo, al desastre de la
patria. (Roa Bastos, p.328:2001).
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Anexos
Bibliografía