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1- La Hipocondría

La hipocondría proviene del término griego hypocondros que significa 'bajo las costillas' y de hecho
designa las regiones laterales superiores del abdomen.

En tales regiones se encuentran las partes bajas de la caja torácica. El órgano hipocondral más grande
es el hígado, y curiosamente el síndrome de la hipocondría lleva ese nombre porque los griegos creían
que la afección se originaba en el mal funcionamiento del hígado a la hora de secretar la bilis.

La enfermedad consiste en que el hipocondríaco se siente enfermo e insiste en ello aunque el médico
diga que no, y de hecho, no está equivocado, sólo que su enfermedad es emocional.

Lo más difícil a la hora de tratar a estos pacientes sanos es que ellos necesitan sus enfermedades, pues
éstas son síntomas de otros problemas que simplemente se niegan a enfrentar. Puede ser una especie
de defensa o puede funcionar como una manera de llamar la atención, pero independientemente, las
enfermedades imaginadas son clave para saber que la persona no está tranquila en el nivel emocional.

Para evitar que le quiten sus enfermedades, se negará a asistir a un psicólogo y puede llegar a vivir
buscando el médico que le diga que sí está enfermo, o incluso buscar otras opciones como curanderos o
cualquier medicina que no sea tradicional, para que le sigan enviando medicamentos, y para dar con
quién no le niegue sus enfermedades.

El enfermo de hipocondría necesita sus enfermedades, por ellas se autodefine, se identifica y siente que
es parte de su personalidad, por lo que si se viera obligado a curarse ya no serían él.

Otra típica conducta es que se canse de que los expertos nieguen lo que él sabe muy bien, y entonces
opte por automedicarse.

La persona hipocondríaca se obsesiona a tal punto con su salud que llega a ser lo único importante en su
vida, y para quienes conviven con ella puede ser insoportable, pues no pueden contar con ella para nada
ya que estará siempre pensando en su salud.

El problema es que en niveles muy avanzados, el paciente no está imaginando sus síntomas, sólo
imagina la enfermedad, pero el dolor, la fiebre, el vómito, la acidez, o cualquier otra muestra de la
enfermedad es totalmente real, pues él mismo se los provoca desde su inconsciente.

Uno de los peligros más graves que corren estos enfermos es que al tomar tantos medicamentos para
enfermedades que no existen, se provocan daños a su organismo que pueden llegar a matarlo. Muchas
veces tales síntomas desaparecen y vuelven a aparecer, y lo más común es que se dé en adultos de
edad mediana, profesionales y de posición acaudalada, sin embargo la enfermedad puede atacar a
cualquier persona.

La hipocondría se detona por diversas condiciones. Se sabe que es común que el estudiante de medicina
de tercer año, empiece a sentir una de las enfermedades que estudia y luego contagie a toda la clase.
Otra circunstancia en que suele aparecer es después de la muerte de alguien cercano, pues se piensa
que igual al que ya pasó a mejor vida, uno se va a morir y de la misma enfermedad.

Muchas veces esta enfermedad es producto de un fuerte sentimiento de culpa, que lleva a la persona a
autocastigarse inconscientemente con dolores o síntomas de graves enfermedades. También se sabe
que puede provenir de la actitud de los padres hacia la enfermedad, cuando el enfermo era niño.

Si los padres lo sobreprotegen y le enseñan a pensar que se puede envenenar con cualquier cosa, que
sólo la comida hecha por mamá es sana, que el viento le puede hacer daño, el niño aprenderá a tener
una relación enfermiza con el mundo, y a pensar que todo le hace daño, e incluso se le convierte en una
cuestión de moral.

Posteriormente, el niño encontrará que cuando se enferma sus papás le ponen mucha atención y creerá
que esa es la única manera de establecer una relación afectiva, por eso seguirá enfermo todo el resto de
su vida. También es posible que los padres experimenten temor cuando su hijo no está enfermo,
pensando que debe tener algo pero que no dice nada. Por el contrario, si manifiesta algún dolor será
totalmente normal, y de esta forma hay una costumbre a la enfermedad y una necesidad de ésta para
que todos se sientan seguros.

Independientemente de su origen, sus síntomas o de si el enfermo participa a todos de sus


enfermedades o las oculta, el problema es que su actitud desorienta totalmente a los médicos y a sus
familiares o amigos, y por lo general se encuentra con burlas e incomprensión, cuando lo que se
requiere es que no le den los medicamentos, y que lo convenzan de ir donde un psicólogo, analista o
psiquiatra, quien sabrá investigar las causas y darle el tratamiento apropiado a tal enfermedad.

Esa es la única manera de ayudar a un hipocondríaco, que como todo enfermo requiere urgente ayuda,
y que debido a que su mal es emocional, con las burlas o con los regaños sólo se logra que empeore y
que se sienta solo y más mal.

2- La Hipocondría
Qué es Hipocondria, síntomas, causas y tratamientos

La Hipocondría es un trastorno psicológico en el cual la persona desarrolla una obsesiva preocupación por su propia
salud.
Siente un miedo constante a padecer una enfermedad grave que le cause la muerte.
El hipocondríaco está en continuo estado de alerta ante el menor síntoma e inmediatamente lo relaciona con una
seria enfermedad que acabará con su vida.

La persona con Hipocondría no acepta que los resultados de sus estudios indiquen que no padece ninguna patología,
piensa que están equivocados y que “algo” debe tener.

Pone atención en lo que come y bebe, evitando aquello que considera dañino. Si toma un medicamento, lee
cuidadosamente el prospecto y al poco rato se está observando a si mismo creyendo padecer los efectos secundarios.

Cuando visita a un enfermo sale sintiendo los mismos síntomas y pensando que tiene lo mismo.

El paciente con Hipocondría tiene como tema casi exclusivo las enfermedades, cuenta a los demás sobre sus
síntomas y escucha las opiniones sobre las patologías que supuestamente padece.
Es importante el nivel cultural de la persona hipocondríaca porque puede ser presa fácil de curanderos u otros
grupos, que le prometan curas milagrosas para sus males inexistentes.
La Hipocondría está relacionada al Trastorno obsesivo compulsivo (TOC) a la ansiedad generalizada y a la
depresión y se diagnostica luego de 6 meses con los mismos síntomas.
Generalmente afecta más a hombres que a mujeres.

Esta enfermedad no debe ser confundida con los trastornos psicosomáticos, en los cuales el paciente somatiza un
conflicto psicológico, es decir, se expresa con un síntoma físico, como puede ser una contractura muscular, dolor de
cabeza o de estómago.
En la hipocondría el síntoma puede ser imaginario y en caso de existir no tiene la importancia que el enfermo
pretende darle.

Este trastorno le causa verdadera angustia al paciente al punto de tener grandes problemas en su vida social, laboral o
personal ya que desatiende todo para ocuparse sólo de su enfermedad.

Causas de la Hipocondría

Estos vienen a ser factores que favorecen el desarrollo de la enfermedad, más que causas en si mismas.

* Muerte o enfermedad grave de alguien cercano.


* Alguna historia de error médico que lo impactó.
* Haber sufrido enfermedades en la infancia.
* Crecer en un ambiente donde se hablaba de enfermedades.
* Centrarse demasiado en si mismo.
* Inconscientemente querer llamar la atención.

Tratamientos para la Hipocondría

En estos pacientes se lleva a cabo las terapias cognitivas, para reaprender otro tipo de conductas, conocerse a si
mismo para identificar los síntomas reales de aquellos que no lo son.
También debe aprender a manejar la ansiedad, lo que lleva en algunos casos a recetar alguna medicación de apoyo.
3- La Hipocondría o el enfermo imaginario
Entre el seis y el diez por ciento de la población mundial sufre de hiponcondría, que es el miedo irracional a
enfermarse.

Cualquier molestia orgánica o dolor ocasional es suficiente, para que estas personas tengan la certeza de padecer una
enfermedad terminal y la amenaza de una muerte cercana.

El hipocondríaco, es el que está convencido que está enfermo, aunque los médicos le aseguren que está perfectamente
sano.

Se trata de un temor infundado que se experimenta sin tener ningún diagnóstico confiable que lo avale; de una
certeza, preocupación y convicción de estar enfermo o al borde de la muerte, en virtud de una falsa interpretación y
un erróneo diagnóstico, inferido a partir de eventuales síntomas orgánicos.

Este temor continúa afligiéndolos aunque todos los exámenes que les realicen no acusen ninguna anormalidad y el
médico les asegure que no existe ninguna patología.

Esta creencia no es una enfermedad mental grave, pero es un trastorno psicológico que dificulta la vida laboral del
paciente, perturba su entorno social y sus relaciones, y obstaculiza cualquier otra actividad que habitualmente realiza.

Si el paciente se somete a un tratamiento médico y busca un apoyo psicológico adecuado, este trastorno en pocos
meses puede mejorar.

Antiguamente se pensaba que se trataba de un problema orgánico, pero posteriormente se comenzó a considerar como
un problema psicológico, pero es probable que en alguna medida estén comprometidos ambos niveles.

Cualquier síntoma que generalmente es producido por el estrés, estas personas lo atribuyen a enfermedades graves; y
esos pensamientos les crean la necesidad imperiosa de consultar a distintos médicos, obligándolos a deambular por
los consultorios de diferentes especialistas. Aunque hay casos en que ni siquiera se animan a consultar a un médico
por temor a confirmar sus sospechas más temidas.

Los dolores corporales son muy subjetivos y no todos sienten de la misma manera aunque se trate de la misma
patología.

El hipocondríaco se siente muy vulnerable, es vencido por su propia sugestión que es la que aumenta su ansiedad y le
hace interpretar sus sensaciones físicas como dolorosas, haciendo que su percepción sea tan real como la de una
enfermedad verdadera.

La personalidad de estos pacientes se caracteriza por la baja autoestima y pueden ser melancólicos, narcisistas,
obsesivos, ansiosos o depresivos.

No todas, sino cualquiera de estas características pueden estar presentes en esta patología, que afecta por igual a
ambos sexos.

Desde el punto de vista psicoanalítico, a nivel inconsciente, puede tratarse de personas que hayan reprimido su gran
hostilidad hacia personas significativas durante su infancia, que estén proyectando hacia el exterior su culpa y que
ésta regrese en forma de castigo.

A veces, este trastorno aparece en circunstancias en que algún familiar cercano o amigo fallece debido a una
enfermedad grave, o por tener una constitución débil, o por estar inmerso en un contexto familiar aprensivo,
demasiado obsesionado por el cuidado de la salud, que puede transmitirle la misma preocupación agravada a sus
descendientes.

Pero lo que encubre principalmente la hipocondría es el miedo a la muerte.

Como bien expresó alguien que me hizo alguna vez un comentario sobre este tema, sólo se muere una vez, pero los
hipocondríacos mueren todos los días.
4- El Miedo a Enfermarse o la Hipocondría
La medicina preventiva es un gran avance de la ciencia pero desde el punto de vista psicológico obsesiona a la gente
con las enfermedades, y con el afán de saber si su cuerpo funciona normalmente, provocando el colapso de la
capacidad de los sistemas sanitarios.

Las personas mayores, que tienen menos ocupaciones, son las que se apoderan de todos los turnos médicos
disponibles, quedándole pocas posibilidades de atención a breve plazo a personas que realmente lo necesitan.

Los médicos saben que estadísticamente la mayoría de los que acuden a sus consultorios no tienen enfermedades
graves. Sólo presentan algunos trastornos funcionales que muchas veces se deben al estrés, sin embargo, todavía
existen muchos médicos que no preguntan a los pacientes qué les está pasando y que sólo se limitan a extender una
receta para despacharlo rápido.

Reconozco que para atender un enfermo, en las obras sociales los médicos no disponen más que de diez minutos,
tiempo absolutamente insuficiente para una buena atención.

Sin embargo, si realmente fueran buenos médicos, además de enterarse de los síntomas que presentan, podrían
demostrar un breve interés personal en la circunstancia existencial de sus pacientes, y en forma breve tratar de saber
qué les está pasando, además de enterarse sólo de sus síntomas.

Dado que la tarea de un médico clínico de una obra social se limita en algunos casos, a tomar la presión, registrar
datos en la ficha del paciente y hacer una receta, estimo que le sobrarían cinco minutos para mirarlo a la cara e
interesarse en él como persona.

La pésima calidad de las prestaciones médicas a nivel humano lejos de disminuir el sufrimiento, aumenta la
frustración y el malestar de los enfermos que ya no encuentran médicos clínicos en quien confiar y tienden a
inclinarse a consultar otras formas de terapias alternativas que lo dejan más satisfecho.

La profusa difusión televisiva de programas relacionados con temas médicos, enfermedades, operaciones quirúrgicas,
etc., predisponen a las personas a pensar que enfermarse es necesario.

El deseo de controlar cualquier variable convierte a una persona en obsesiva, dedicándose gran parte de la vida a
evitar enfermarse a toda costa, excediéndose en las precauciones hasta el punto de vivir pendiente de eso.

El miedo a morir se convierte en miedo a vivir, a comer lo que le gusta, a viajar, a salir de noche, a manejar, a viajar
en avión, a relacionarse sexualmente y a tener cualquier nueva experiencia y reducirse a una vida de pura rutina,
porque es sólo la rutina lo que lo hace sentir seguro.

Como cualquier otra fobia, el obsesivo tiene que implementar conductas contrafóbicas, o sea, hacer todo lo que teme
y observar las consecuencias.

Si se atreve a hacerlo, puede atenuar el efecto de la angustia mediante la técnica de la relajación y la programación.

La programación implica visualizar lo que se desea hacer que se teme, pero sintiéndose bien.

Enfermarse no es necesario, el cuerpo humano dispone de un sistema inmunológico con todos los medicamentos
necesarios y libres de contraindicaciones para protegerse; y tiene la capacidad de vivir más de 120 años en buenas
condiciones físicas y mentales, y morir naturalmente por desgaste, sin sufrimiento.

Las personas longevas han encontrado la paz interior, hacen lo que les gusta, no se quejan, son equilibradas,
independientes, no se quedan en el conflicto y aprenden a tomar decisiones, no se exigen ni exigen a los demás, no se
preocupan por las apariencias, no tienen nada que probar a nadie y además se entregan a la providencia y no viven a
la defensiva creando una muralla a su alrededor.

Han aprendido a mirar, a aceptar que no son perfectos, a no oponer más resistencias, a rendirse y saber esperar con fe.

Recién cuando no tenemos miedo podemos ser libres.


5- Estados de Ansiedad-La Hipocondría
La fobia es un trastorno que se manifiesta como un miedo o aversión irracional a situaciones, objetos o conjunto de
objetos, que llega al límite de paralizar a una persona y no permitirle desarrollar una vida normal.

Una fobia puede tener su raíz en una huella profunda del pasado, debida a una experiencia traumática que produjo
temor y que frecuentemente se reprime o se olvida.

Esa circunstancia vivida como amenazante, se transfiere a otras situaciones similares en el presente, reviviendo el
mismo proceso de ansiedad que suscitó esa antigua experiencia.

Las terapias cognitivas apelan al sentido común y a la razón mediante técnicas que enfrentan al paciente con sus
miedos; para que puedan darse cuenta que sus pensamientos pueden engañarlos cuando le adjudican cualidades
atemorizantes a situaciones inofensivas.

La hipocondría es el temor irracional a enfermarse, a estar enfermo y a morir, de modo que la vida de un
hipocondríaco se reduce a rodar por los consultorios médicos, las salas de urgencias, y las guardias de los hospitales
para asegurarse que cualquier sospecha o dolor que siente no sea una enfermedad incurable que exige inmediato
tratamiento, para evitar la muerte.

El hipocondríaco quiere estar seguro de no estar enfermo y concurre al médico para recuperar su tranquilidad.

Para liberarse de esta fobia deberá aceptar que la seguridad no existe y que él, como todos los demás en este mundo,
tendrá que aprender a vivir en la incertidumbre.

Lucy teme contraer cáncer de cerebro porque hace cinco años perdió a su padre debido a esta enfermedad, cuyo
proceso, aunque rápido, la afectó seriamente. Siente dolores migratorios que circulan alternativamente por todo su
cuerpo, principalmente en su cabeza, detrás de los ojos, donde presume tener un tumor.

John teme contagiarse con el virus del sida y le teme a la sangre y a los homosexuales que supone pueden contagiarlo
con su sola presencia. Cree inclusive que él mismo ya está infectado aunque ya se ha hecho tres pruebas y han
resultado negativas. Sin embargo se resiste a aceptar que está libre del virus y toma innumerables precauciones en su
casa para no contagiar a su esposa y a sus hijos. Su vida es un infierno.

Susan teme a la picadura de insectos, sufrir un ataque alérgico y morir. Siente que se le cierra la garganta y no puede
respirar, está convencida que tiene un serio problema coronario y no se atreve ni a correr ni a caminar demasiado.
Vive encerrada en su casa.

Miriam hace cinco años que está en una silla de ruedas pero los médicos no logran detectarle ninguna afección
orgánica.

La importancia que Miriam le asigna a la opinión ajena y la poca tolerancia a la crítica, baja su autoestima, y se ha
convencido que cualquier intento que haga en la vida es inútil porque nadie cree en ella ni la acepta como es. Dejó de
caminar y de avanzar en la vida.

Los cuatro participan de un tratamiento intensivo de terapia cognitiva, durante un fin de semana, dispuestos a intentar
enfrentar sus miedos.

Lucy se da cuenta que quiere cargar con esos dolores porque profundamente se siente culpable de la enfermedad de
su padre, por haberle provocado durante su adolescencia mucho estrés.

Le teme también a los analgésicos por miedo al shock alérgico, cuya probabilidad de que le ocurra a alguien en el
mundo es de uno cada diez años, pero acepta finalmente tomarlos y comprueba que le resultan efectivos.

Logra tomar conciencia que puede dejar de pensar en su padre y dejarlo ir, y abandonar sus investigaciones sobre
enfermedades terminales y la muerte, pero deberá seguir con su terapia.

John es conectado personalmente con un homosexual que hace 21 años que vive normalmente como portador del
HIV, y confirma que el virus se contagia solamente a través de la sangre, información que él no tenía clara y que lo
tranquiliza, lo ayuda a bajar su nivel de ansiedad y a controlar mejor su miedo al contagio.
Susan se enfrenta con un panal de abejas, debidamente protegida, y puede manipular los elementos de las colmenas.
También se atreve a correr en la cinta y se sorprende de no sentir ningún síntoma de falla cardíaca ni ahogos.

Miriam supuestamente podría volver a caminar si aceptara que lo que realmente tiene es un ataque de ansiedad y no
una parálisis orgánica.

Los cuatro logran resultados promisorios y aunque deberán continuar con la terapia, ya no hablan de sus
enfermedades sino de su ansiedad, que es el verdadero problema.

6- La Hipocondría
La hipocondría es la preocupación y el miedo a sufrir una enfermedad grave o, incluso, pensar con certeza que se
tiene. Es un estado de ansiedad en el que las personas que la padecen interpretan, de forma exagerada, las sensaciones
corporales que experimentan. Un hipocondríaco deforma sus percepciones y las transforma en síntomas de un mal
grave que le aqueja. Por ejemplo, un lunar puede ser para ellos el principio de un cáncer de piel; una simple erupción
cutánea, un herpes zóster; una taquicardia, el prolegómeno a un infarto de miocardio; un dolor de cabeza, la
consecuencia de un tumor cerebral. Y así la cadena se vuelve eterna, como la tortura en la que viven.

El trastorno afecta frecuentemente a ambientes familiares, es decir, que muchos miembros de una familia tienden a
sufrir este mal. Y es que parece que existe una predisposición genética a padecer hipocondríasis. Además, muchas
familias son especialmente sensibles hacia la interpretación de los signos de enfermedad.

Causas.- Quien padece hipocondría teme la enfermedad por el papel desagradable que ocupa el dolor y la muerte en
la mayoría de las culturas. Por ello, tienden a obsesionarse con algunos signos, en muchas ocasiones imperceptibles,
que muestra su cuerpo desencadenando así la hipocondría. Se ha podido comprobar que en esa enfermedad tiene
mucho que ver el ambiente familiar en el que se encuentra el individuo, por lo que es frecuente encontrar varios
hipocondríacos en una misma familia. Y es que el los normal es que cada persona aprenda en su entorno a interpretar
los signos de enfermedad o corporales.

Por otro lado, hay que tener en cuenta la posibilidad de que el hipocondríaco padezca verdaderamente algún tipo de
mal, aunque lo más frecuente es que éste no sea muy grave y se tienda a exagerar o que se ponga su atención en los
síntomas más leves, olvidando los verdaderamente graves. Asimismo, hay que señalar que, en ocasiones, el nivel de
hipocondría es tan alto que el afectado es capaz de crear verdaderos síntomas orgánicos de la enfermedad por la que
se haya obsesionado. Además, el hipocondríaco se caracteriza por no conformarse con un examen médico que le
asegure su buen estado de salud, por lo que viven en constante preocupación.

7- La hipocondria - Síntomas
Hay que diferenciar entre la hipocondría y la aprensión, ya que ésta última no afecta a la vida social, laboral y
familiar del afectado. Además, para diagnosticar hipocondría es necesario que el paciente presente los síntomas al
menos durante seis meses y se debe asegurar que no padezca ninguna enfermedad real.

La hipocondría es un trastorno relacionado, en la mayoría de los casos, con la ansiedad y el síntoma más frecuente es
la preocupación excesiva por la enfermedad, así como la creencia constante de encontrarse enfermo. Así, se puede
descubrir si una persona es hipocondríaca si se observa en ella la meditación constante sobre los síntomas de una
enfermedad, ya sean reales o imaginarios. En ocasiones, esta obsesión es de tal dimensión que el afectado se puede
provocar auténticos síntomas físicos, como la aceleración de los latidos del corazón o disfunciones digestivas.
Además, el hipocondríaco examina sus propias funciones biológicas de forma regular e incluso obsesiva. Por ello, se
toma el pulso, la temperatura o la tensión arterial, numerosas veces al día, y analiza la cantidad y la composición de
los alimentos que va a ingerir.

Pero la preocupación del afectado no sólo hace referencia a aspectos corporales, sino que también implica males
físicos menores, como heridas o tos, y a sensaciones físicas vagas, como el cansancio. Lo normal es que estos
síntomas no pertenezcan a ninguna enfermedad grave real, aunque el enfermo se los atribuye a alguna patología y
llega a creer que la padece. Incluso, se puede dar el caso de que el hipocondríaco se encuentre verdaderamente
enfermo y que los síntomas reales hayan escapado de su atención, por la preocupación de padecer algo más grave.

Tratamiento adecuado.- La hipocondría es un trastorno psicológico, por lo que el tratamiento principal consiste en
una terapia cognitivo-conductual, que tiene el objetivo de hacer que el paciente pierda el miedo a estar enfermo. Lo
primero que hay que conseguir es que el paciente abandone las visitas constantes a las consultas médicas y a las
urgencias hospitalarias y que la salud y la enfermedad no sean un tema habitual de conversación para él. Para ello, es
imprescindible la colaboración de la familia del afectado.

Por último, para eliminar el miedo a la enfermedad, se utiliza la desensibilización en la imaginación del paciente de
aquellas situaciones temidas, para conseguir la progresiva aceptación de éstas y evitar que el cuerpo sea únicamente
una fuente de dolor y angustia para él. Conjuntamente, en algunos casos, se emplean psicofármacos en la fase inicial
de la enfermedad para controlar los síntomas ansiosos de la persona afectada.

8- LA HIPOCONDRIA: EL ENFERMO IMAGINARIO


La hipocondría es, en esencia, una actitud que el individuo adopta ante la enfermedad. La persona hipocondríaca
está constantemente sometida a un análisis minucioso y preocupado de sus funciones fisiológicas básicas, pensando
en ellas como una fuente de segura enfermedad biológica.

La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una


enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el
cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses, incluso latidos del corazón, movimientos
involuntarios, o sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco
solamente se queda tranquilo un rato, pero su preocupación vuelve de nuevo.

La interpretación catastrófica de los signos corporales más ínfimos por parte del individuo, es el mecanismo que
desencadena la hipocondría. Se sabe que este trastorno afecta a menudo a ambientes familiares, es decir, que muchos
miembros de una familia tienden a estar afectados. Hay familias que son especialmente sensibles y están muy
inclinadas hacia la interpretación de los signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta forma, los
miembros de la misma familia aprenden a interpretar de negativamente cualquier signo corporal y lo asocian con
angustia, miedo o ansiedad.

No debemos descartar que una persona hipocondríaca esté realmente enferma. En muchas ocasiones lo que hace es
centrar su atención en síntomas leves o imaginarios (mareos, dolor de cabeza, etc.), y no en los verdaderamente
importantes. Asimismo, el hipocondríaco al centrar su atención emocional en una determinada función biológica,
puede terminar por formar síntomas orgánicos reales (reacciones psicosomáticas).

Sintomatología

Estamos ante un trastorno asociado muy a menudo con la ansiedad, por lo que el principal síntoma de la hipocondría
es la preocupación exagerada que siente por su salud. El hipocondríaco medita constantemente sobre sus síntomas,
reales o imaginarios, llegando a percatarse de signos funcionales que normalmente se escapan a la conciencia
(intensidad de los latidos cardíacos, funciones digestivas, etc.). Puede describir su cuadro clínico con una sutileza
impresionante, aclarando repetidas veces el alcance de cada uno de sus síntomas físicos. La atención del
hipocondríaco se centra no sólo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso, la temperatura, el número de
respiraciones por minuto y la tensión arterial varias veces al día), sino también en la cantidad y composición de los
alimentos. Sabe con qué aguas hace mejor la digestión, qué grados de ventilación o de temperatura le convienen, etc.

La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una


enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de uno o más signos o síntomas somáticos. La sintomatología
más típicamente hipocondríaca es la sugestiva, que experimenta acompañada de una especial alteración negativa del
estado de ánimo, sumamente desagradable, y que le hace colocarse en una actitud fóbica frente a sus molestias, de las
que siempre cree que son el comienzo de enfermedades graves. Finalmente, el hipocondríaco acaba renunciando a
casi todo para consagrarse a cuidar su enfermedad imaginaria.

En la hipocondría las preocupaciones del enfermo hacen referencia a funciones corporales (latido cardíaco, sudor o
movimientos peristálticos), a anormalidades físicas menores (pequeñas heridas, tos ocasional) o a sensaciones físicas
vagas y ambiguas (corazón cansado, venas dolorosas...). El individuo atribuye estos síntomas o signos a una
enfermedad temida y se encuentra muy preocupado por su padecimiento. Pero en realidad no existe ninguna
enfermedad médica asociada a los síntomas, y si el paciente está enfermo verdaderamente, su enfermedad no está
relacionada con ellos.

Diagnóstico

La hipocondría hay que distinguirla de ser aprensivo; en la hipocondría el malestar es significativo y afecta la vida
laboral, social u otras áreas importantes de la vida del sujeto. Hay que considerar también que la duración de la
sintomatología sea significativa, al menos 6 meses, antes de diagnosticar dicha enfermedad.
Se debe asegurar que el paciente no tenga verdaderamente ninguna enfermedad física. Una vez que se ha descartado,
si el paciente sigue con angustia, preocupación y dudas acerca de su estado de salud, es conveniente estudiar la
posibilidad de un trastorno psicológico.

Los Criterios Diagnósticos de Investigación (CIE 10) para la hipocondría especifican que debe existir la convicción
de "estar padeciendo como máximo dos enfermedades médicas importantes" y exigen que, por lo menos, una de ellas
sea correcta y específicamente nombrada por el individuo que presenta el trastorno hipocondríaco.

En psiquiatría, la actitud hipocondríaca aparece como un síntoma en algunas formas de depresión endógena,
especialmente en la melancolía involutiva (depresión de los ancianos). También puede adquirir en ciertos casos los
rasgos de un desarrollo delirante, de contenido hipocondríaco, en la llamada paranoia hipocondríaca. Multitud de
neuróticos, tanto histéricos, neurasténicos, como organoneuróticos y pacientes psicosomáticos, destacan en su cuadro
clínico general la actitud hipocondríaca.

Tratamiento

En algunos casos, se utilizan psicofármacos inicialmente para controlar los síntomas ansiosos tan importantes que
padecen estos pacientes.

Conjuntamente, se puede utilizar una terapia psicológica cognitivo-conductual, en la que se promueve la pérdida de
la angustia y el miedo a la enfermedad que el hipocondríaco siente.

En un principio se le pide que no acuda a más la consulta del médico ni a las urgencias hospitalarias y que no hable
de salud ni de enfermedad. Para esto es muy conveniente la colaboración de la familia del paciente, ya que han de
entender que tiene un problema real, aunque no el que el paciente refiere, sino otro igualmente preocupante. Una vez
que se ha establecido este marco fuera de la consulta, comienza el tratamiento psicológico propiamente dicho.

Como ya hemos dicho, el tratamiento básico consiste en perder el miedo a la enfermedad y a la muerte. Muchas veces
la propia angustia producida por el pensamiento de estar enfermo, como sensación desagradable e incontrolable, se
convierte en el desencadenante dicho miedo. Para conseguir la desaparición de estos temores, se emplea la
desensibilización en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse
a ellas sin angustia y sin miedo.

El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son
agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de
placer y confianza.

Finalmente, se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su vida
cotidiana: toma de decisiones difíciles, cambio de trabajo, separaciones, etc. Se intenta evitar de forma que en el
futuro se desencadenen situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden hacer recaer en sus problemas
hipocondríacos.

Bibliografía:

Belloch, A., Sandín, B. (1996): Manual de psicopatología. McGraw-Hill Interamericana. España.

CIE 10, Trastornos mentales y del comportamiento. Descripciones clínicas y pautas para el diagnóstico. (1992)
Organización Mundial de la Salud. Madrid. Mediator.

DSM-IV, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. (1997). Barcelona. Masson.
Hay personas -aunque no se sabe cuántas- que conviven con un pensamiento permanente: el temor a
estar enfermas y a morir inevitablemente por esa causa. Aunque en su cuerpo no haya indicios claros de
alguna dolencia, y sean sanos y rozagantes, cada paso dado (o que tal vez no se animan a dar) está
atrapado en ese pánico.

El trastorno, cuyo nombre deriva del supuesto órgano del cuerpo donde creían en una época que se
originaba -el hipocondrio, que es la zona situada en la región superior y lateral del abdomen-, es por
cierto muy antiguo pero aún despierta misterios.

La doctora Amparo Belloch Fuster, catedrática de la Facultad de Psicología de la Universidad de


Valencia, España, hizo de la hipocondría tema central de sus últimas clases en nuestro país, que visitó
una vez más invitada por la Fundación Aiglé.

-¿El hipocondríaco es un enfermo imaginario?

-No exactamente. Es alguien que le tiene pánico a la muerte. Una de las situaciones del entorno
cotidiano que nos recuerdan que nos vamos a morir son las señales que nos envía nuestro cuerpo y eso,
en el hipocondríaco, implica interpretar una manchita o un picor como un indicio inevitable de su
finitud. Está todo el tiempo alerta a lo que sufre en su cuerpo.

-¿Es del tipo de persona que siempre va al médico?

-Depende, cuando está muy angustiado puede ir y pedir pruebas y por más que los resultados den bien
sigue sintiéndose mal... No suele ser del tipo que consume muchos medicamentos: tiene miedo a los
efectos adversos, entonces no se automedica.

-Tiene miedo a todo síntoma...

-En realidad más que miedo a los síntomas tiene miedo a que "eso" que siente realmente sean síntomas.
Y a veces no va al médico por miedo a que le confirme que realmente tiene algo.

-¿Y entonces qué siente?

-No siempre síntomas físicos. Hay una confusión entre la hipocondría y el trastorno por somatización. El
somatizador es aquella persona que convierte sus miedos y preocupaciones en síntomas físicos:
jaquecas, dolores musculares, de espalda o gástricos que como son reales para él los interpreta como
enfermedades y recorre consultorios buscando el origen de su mal.

-¿Todos somos somatizadores?

-En algún momento de la vida... Pero no hay ningún síntoma que por sí solo indique enfermedad.
También todos podemos tener una hipocondría transitoria, como luego de la muerte de un familiar o un
conocido, y pasar un período durante el cual podamos sentir temor a sufrir un problema similar. La
hipocondría como trastorno crónico, en cambio, es estar preocupado todo el tiempo por estar enfermo y
que eso cause una muerte inevitable.

-¿Expresan ese temor obsesivo?

-Generalmente lo que expresan es que no pueden dejar de pensar en la posibilidad de estar enfermos.
Lo fundamental no radica en qué síntomas tiene -puede tenerlos o no-, sino en la rumiación continua,
en la cabeza que no para de dar vueltas: y entonces si hago esto a lo mejor me pongo enfermo... mejor
que no lo haga ¿y si muero?...

-¿Entre quiénes sucede más?

-En los hombres. Clásicamente se dice que la hipocondría es al hombre lo que la histeria a la mujer. La
histeria es un trastorno disociativo: la persona convierte sus conflictos, en este caso en síntomas físicos
tremendamente llamativos, y se desmaya de golpe, deja de hablar o se queda ciega, sin una causa
orgánica que lo justifique. Hace una conversión a un síntoma físico de un problema psíquico y es más
frecuente entre las mujeres. En la hipocondría tampoco hay un problema físico. En cuanto la mayor
frecuencia, estamos obteniendo los primeros datos de una investigación que encaramos el doctor Héctor
Fernández Alvarez de la Fundación Aiglé, sobre un estudio aplicado en poco más de 200 sujetos y
corroboramos la tendencia: los hombres puntúan mucho más.

-¿Qué pasa cuando realmente tiene un problema físico?

-Generalmente, la hipocondría cede. Y como enfermos son muy obedientes. Con una adherencia
extrema al tratamiento, no se saltan un régimen ni una pastilla, ni toman nada por iniciativa propia.

-¿Esta enfermedad se hereda?

-No hay datos. Pero la clínica dice que los hipocondríacos tuvieron padres que se preocupaban mucho,
que por un resfriadillo no los mandaban al colegio. Y luego, en su vida juvenil, el hipocondríaco es ya
aquel que no tomará conductas de riesgo, que será prudente al conducir y no cometerá excesos,
entonces la familia suele apoyar sus actitudes, no lo ven mal.

-¿Y cómo son los tratamientos?

-Nosotros trabajamos con terapias cognitivas. Tenemos un programa de 15 sesiones, una vez por
semana, de una hora de duración, con el objetivo de que la persona pueda organizar su mundo de
manera diferente. Intentamos confrontarlo con sus creencias disfuncionales básicas. Y utilizando
distintas técnicas. Por ejemplo, se usa un cuaderno donde la persona va anotando las ideas que lo
asaltan, la acción automática que eso suscita, la emoción que genera y el pensamiento. Y luego se
trabaja con esos elementos. También proponemos la hora de la preocupación : se le pide que no piense
en su temor durante todo el día, pero que sí reserve algunas horas para hacerlo, y hasta cansarse. Y
pasa tanto tiempo pensando en su miedo básico que llega a aburrirse. Pero, sin embargo, nada ocurre
después, entonces el temor obsesivo va cediendo.

-¿Hay curación?

-No. Este un problema crónico, de larga data, y esto significa que no tiene curación. Buscamos mejorar
el componente de la ansiedad por la salud. El objetivo no es que deje de ser hipocondríaco, pero que
conviva razonablemente con su problema. Y, en etapas posteriores, animarlo a cosas más riesgosas,
pero cuando le haya perdido el miedo a los pensamientos.

9- La hipocondría
La hipocondría es uno de los trastornos más preocupantes de la sociedad globalizada. El individuo hipocondríaco
tiende a imaginar que padece alguna enfermedad, exagera cualquier molestia, cualquier malestar físico, hasta el punto
de creer que se está muriendo. El primer hipocondríaco conocido fue un tal Joseph Petergue, nacido en Pittsburg. A
los cinco años exageró los síntomas de un constipado común hasta conseguir que su madre le dejara quedarse en casa
en vez de llevarle a la escuela. El éxito de esta estrategia animó a Petergue, quien siguió perfeccionando la
hipocondría hasta el punto de contagiar a su madre. Consiguió, concretamente, que la mujer cavara un hoyo en el
jardín y se enterrara viva, convencida como estaba de que había muerto.

Años más tarde, Joe “el fiera” Richmond mató a su hermana encerrándola en un microondas lleno de papel de
aluminio. Fue acusado de asesinato sin preaviso, y él se defendió alegando que padecía hipocondría. Creía que estaba
muerto, dijo, y como ya no le importaba nada, mató a su hermana porque era fea y para divertirse. “Bastante jodido
estaba como para tener que quedarme allí quieto aburriéndome”, añadió. El juez Battlemore, sin embargo, fue un
poco más listo que el acusado. Afirmó que él también creía que estaba muerto, y como tampoco le importaba nada en
la vida, tenía pensado divertirse un rato viendo como le freían los cojones a Joe “el fiera” Richmond. Por suerte, el
acusado fue condenado a prisión, pero sus cojones quedaron intactos, al ser considerados objeto de culto por aquel
entonces.

El doctor Kikleconde Halufre fue el primero en diagnosticar una hipocondría. Hasta aquel momento todo el mundo
creía que la hipocondría era una planta de color azulado que crecía en los campos ingleses. Un buen día, en la
consulta del doctor Kikleconde Halufre, acudió un individuo que afirmaba haberse quedado completamente ciego por
culpa de los lametones de una cabra. El doctor sospechó enseguida del paciente, porque amaba a las cabras, así que lo
encerró en una habitación oscura y le preguntó si lo veía todo negro. El paciente contestó afirmativamente.
Seguidamente, el doctor llamó a una enfermera y le pidió que entrara en aquella misma habitación. “¿Lo ve todo
negro?”, le preguntó Halufre. “Sí, lo veo todo negro”, respondió solícita. El doctor le pidió a la enfermera que llamara
a la secretaria para que entrara también en la habitación. Después llamó a otro paciente, luego a la señora de la
limpieza y más tarde llamó a su mujer para recordarle que no vendría a cenar aquella noche. Todos, incluida su
mujer, lo veían negro. Finalizado el experimento, el doctor volvió a quedarse a solas con su paciente hipocondríaco.
“¿Lo ve? Todos ven lo mismo que usted. O usted no es ciego, o bien todos somos ciegos. Si todos fuésemos ciegos
los ciegos no irían al médico porque sería lo normal”, le dijo el doctor Halufre. El paciente se echó a llorar
desconsoladamente, se dio en la frente con un escalpelo y perdió la conciencia.

Actualmente la hipocondría está castigada por la ley. Fingir un malestar físico puede llevarte a la silla eléctrica en
según qué estados. En Francia las penas aplicadas a los hipocondríacos son muy duras, y la gente se ha acostumbrado
a aguantar el dolor y a no quejarse. Por eso los franceses tienen la frente arrugada, especialmente las mujeres, y
hablan con una boquita de piñón.

10- Causas de la hipocondría


Queremos mostrarte algunas causas que podrían originar la hipocondría en la adultez, desde la niñez,
esperamos te sean de utilidad.

• Tener una relación estrecha con un familiar hipocondríaco.


• La sobreprotección causa inseguridad en los niños, más aún si constantemente se les previene de
enfermedades.
• Necesidad de llamar la atención quejándose de dolores físicos. Si no se detiene a tiempo se convierte en
una mala costumbre y deriva en hipocondría.
• El recuerdo de una enfermedad dolorosa, o vivir cerca a un familiar que padece una enfermedad grave.

Los padres deben aprender a diferenciar una dolencia real de aquella que solo está en la mente de los niños,
involucrarse en sus vidas, dialogar con ellos y ser verdaderos confidentes será vital para evitar problemas futuros.

11- HIPOCONDRÍA
• La HIPOCONDRÍA es un trastorno en el que la persona interpreta síntomas somáticos de depresión o
ansiedad como enfermedad
• Esa interpretación la hace en el contexto de un intento desesperado de que esos síntomas desaparezcan
porque suponen para el paciente un dolor inmenso y una amenaza de enfermedad o muerte
• Entre el 4% y el 9% de los pacientes que acuden al hospital lo hacen debido a síntomas hipocondríacos
• Hay que señalar que los enfermos hipocondríacos graves no suelen ir a la consulta del médico,
precisamente por el miedo a que les diagnostiquen una enfermedad
• Es difícil para muchos enfermos hipocondríacos aceptar que sus problemas son psicológicos, y van
peregrinando de médico en médico intentando buscar a alguno que les haga caso
• El origen de la hipocondría ha podido ser una depresión, que a lo mejor está todavía latente, pero el
problema se independiza y lo que queda es que los síntomas que siente, que son de ansiedad o miedo, los
interpreta como enfermedad lo que genera ansiedad y miedo y entra en un circulo vicioso que mantiene pos
sí solo el trastorno. En esa situación es difícil que el paciente vea que el problema está precisamente en su
interpretación de los síntomas
• OBJETIVOS DE LA TERAPIA: Perder la angustia y el miedo a la enfermedad que teme
• PROHIBICIONES Y TAREAS:
1. NO ACUDIR A MÁS MÉDICOS NI A LAS URGENCIAS HOSPITALARIAS
2. NO HABLAR DE SALUD Y ENFERMEDAD. Es muy importante la colaboración de la familia
del paciente, también para que entiendan que lo suyo no es cuento, que tiene un problema real
aunque interpretado por todos como un problema que no existe
• EL TRATAMIENTO BÁSICO CONSISTE EN PERDER EL MIEDO A ESTAR ENFERMO. Muchas
veces la propia angustia producida por el pensamiento de estar enfermo, como sensación desagradable e
incontrolable, se convierte en un disparador de los miedos a la enfermedad. Se establece así un circulo
vicioso en el que el miedo a la enfermedad causa unas sensaciones que son a su vez interpretadas como
enfermedad
• EN LA TERAPIA SE TRATA DE QUE EL PENSAMIENTO DE ESTAR ENFERMO NO DISPARE UN
MIEDO TERRIBLE. Para ello se emplea una técnica llamada exposición a las sensaciones corporales, que
consigue que el paciente pierda el miedo a los síntomas que antes interpretaba como enfermedad. Aprende
que si no huye de ellos, si no lucha contra ellos y los acepta, se pueden convertir en sensaciones admisibles
que nos permiten seguir con nuestras actividades diarias sin mucho sufrimiento
• TAMBIÉN HAY QUE ENFRENTAR EL MIEDO A LA ENFERMEDAD Y A LA MUERTE. Para ello se
comienza un trabajo de desensibilización ante la enfermedad y la muerte de forma que se sitúe el miedo que
causan al paciente en términos razonables
• El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas
que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un
generador de placer y confianza.
• Finalmente se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su
vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, como cambio de trabajo, separaciones, etc., problemas de
relación, de forma que se pueda evitar que en el futuro se le desencadenen situaciones de depresión,
angustia continuada que le pueden hacer recaer en sus problemas hipocondríacos

NO SIEMPRE SON LOS SÍNTOMAS ASOCIADOS A LA ANSIEDAD O DEPRESIÓN LOS QUE


DESENCADENAN LA HIPOCONDRÍA. EN CUALQUIER MOMENTO PODEMOS SER CONSCIENTES DE
ALGUNA DE LAS MILES DE SENSACIONES QUE TENEMOS EN EL CUERPO. SI CONSIDERAMOS QUE
NO TENEMOS QUE SENTIR NADA Y QUE ADEMÁS ESA SENSACIÓN QUE TENEMOS NO ES NORMAL
SINO QUE PUEDE ESTAR ASOCIADA A UN CÁNCER O CUALQUIER OTRA ENFERMEDAD GRAVE
PUEDE SURGIR EL PROBLEMA

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