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Sermón Narrativo 2

LA HIJA DE JAIRO
Lucas 8:40-56

1. LEER EL PASAJE
Luc 8:40 - 56

2. VER EL VIDEO
Película Jesús, escena La sanidad de la hija de Jairo.

3. COMENTAR LA HISTORIA:

LA CURACIÓN DE UNA HIJA ÚNICA. Luc_8:40-42 y 49-56

La desgracia de la vida de pronto se vuelve alegría. Lucas sintió en lo más


íntimo la tragedia de la muerte de esta niña. Había tres cosas que la
hacían tan terrible.

(a) Era hija única. Sólo Lucas nos lo dice. Se había apagado la luz de la
vida de sus padres.

(b) Tenía unos doce años de edad. Es decir, estaba en el albor de la


feminidad, porque en el Este los chicos se desarrollan antes que en
el Oeste. Algunas chicas hasta se casaban a esa edad. Lo que debía
haber sido la mañana de la vida se había convertido en la noche.

(c) Jairo era el presidente de la sinagoga. Es decir, que era el


responsable de la administración de la sinagoga y de mantener el
culto público. Había llegado a lo más alto en la estimación de sus
semejantes. Sin duda tenía una posición desahogada.

Parecía como si la vida, como sucede a veces, le hubiera dado


generosamente muchas cosas, pero ahora estuviera a punto de
quitarle la más preciosa.

Toda la desgracia de la vida estaba en el trasfondo de esta historia.

En el v. 50, después de que se le había dicho que la niña estaba muerta,


Jesús declara: «No temas; cree solamente, y será salva».

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Ya habían venido las plañideras (Las lloronas). A nosotros nos parece
algo repulsivamente artificial pero el alquiler de estas mujeres era una
señal ineludible respeto a la persona muerta. Estaban seguros de que
estaba muerta.

Pero Jesús dijo que estaba simplemente dormida. Fuera como fuera, la
verdad es que Jesús le devolvió la vida.

Debemos fijarnos en un detalle muy práctico: Jesús dijo que le dieran algo
de comer a la niña en seguida.

¿Estaría pensando tanto en la madre como en la hija?


La madre, con el dolor de la pérdida y la repentina alegría de la
recuperación, debía estar a punto del colapso.
En momentos así, el hacer algo práctico con las manos puede salvar la
vida. Y es posible que Jesús, con esa amable sabiduría que le permitía
conocer la naturaleza humana tan bien, estaba dándole a la madre
agotada por la emoción algo que hacer para calmarle los nervios.

Pero con mucho el personaje más interesante de la historia es Jairo.

1. No cabe duda de que era un hombre que podía tragarse el orgullo.


Era presidente de la sinagoga.
Para entonces, las puertas de la sinagoga se le estaban cerrando a
Jesús a toda prisa, si es que no estaban ya del todo cerradas. Pero
en su hora de necesidad, se tragó el orgullo y fue a pedir ayuda.

La historia de Roldán, el paladín de Carlomagno, es una de las más


famosas en la literatura universal.
Roldán estaba a cargo de la retaguardia del ejército, y los sarracenos
le cogieron por sorpresa en Roncesvalles. Los franceses luchaban
valerosamente en inferioridad de condiciones. Ahora bien: Roldán
tenía un cuerno al que llamaba Olifante, que le había ganado al
gigante Jatmund, cuyo toque se podía oír a cincuenta kilómetros, y
era tan potente que las aves caían muertas en vuelo cuando su
sonido cruzaba los aires.
Oliver, su amigo, le pidió que tocara el cuerno para que lo oyera
Carlomagno y viniera en su ayuda; pero Roldán era demasiado
orgulloso para pedir ayuda. Sus hombres fueron cayendo uno tras
otro hasta que se quedó solo. Entonces, con el postrer aliento, tocó
el cuerno, y Carlomagno se apresuró en su ayuda; pero fue
demasiado tarde, porque Roldán estaba muerto.
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Fue demasiado orgulloso para pedir ayuda.

Cuando todo va bien pensamos que podemos solos con la vida. Pero
para experimentar los milagros de la gracia de Dios tenemos que
tragarnos el orgullo, y confesar humildemente nuestra necesidad, y
pedir ayuda. «Pedid y recibiréis»; pero no se recibe nada si no se
pide.

2. No cabe duda de que Jairo era un hombre de fe firme.


Sintiera lo que sintiera, no aceptó sin más el veredicto de las
plañideras.
Esperaba contra toda esperanza. No cabe duda de que, en su
corazón, algo le decía: «Nunca se sabe lo que puede hacer Jesús.»
Ninguno de nosotros lo sabemos.

En el día más negro podemos seguir confiando en los recursos


inagotables y en la gracia y en el poder inagotable de Dios.

Por ultimo en Luc. 8.56 ¿Por qué Jesús pidió a los padres que no hablaran de
la sanidad de su hija?
Jesús sabía que los hechos hablarían por sí solos. Además, estaba consciente
de su ministerio. No quería que le conocieran como uno que hacía milagros,
quería que la gente escuchara su mensaje que aún hoy posee la virtud de
sanar las vidas espirituales quebrantadas.

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