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LEGISLACIÓN COMPARADA Y OBJETIVOS DE LA TEORÍA GENERAL

DEL PROCESO

En la mayoría de los países de Latinoamérica, hemos vivido el sueño de una


sociedad perfecta, pero día a día desafiamos una dura realidad cuando nos
enfrentamos a la imperfecta situación en que vivimos; “Hemos persistido en la
esperanza utópica porque fuimos fundados por la utopía, porque la memoria
del origen feliz está en la memoria misma de América, y también al final del
camino como meta de su realización” esperanzas y expectativas estas que no
escapan al plano de lo jurídico, porque no es posible negar que añoramos un
sistema legal que nos genere la tranquilidad de ver efectivizados y por lo tanto
realmente garantizados nuestros derechos fundamentales y constitucionales a
partir de la existencia de herramientas jurídicas que nos generen una
verdadera confianza en nuestros sistemas, en este contexto en materia de
derecho procesal el debido proceso ha venido cumpliendo un rol de mucha
importancia, se puede incluso afirmar que el debido proceso en el derecho
tiene un papel creciente en las legislaciones latinoamericanas, en la medida en
que nuestros sistemas jurídicos se han desarrollado y se han vuelto cada vez
más complejos, con el avance mismo del proceso, dados los cambios
económicos, los cambios sociales de las regiones y por supuesto a la
democracia misma.

Ante este panorama estamos frente a un derecho fundamental verdadero, con


un carácter instrumental que comparte características de los derechos de
libertad porque crea una esfera para los titulares libre de ciertas injerencias por
parte del Estado y de los derechos de prestación porque obliga al Estado a
asegurar condiciones mínimas en todo proceso.

PRINCIPIO DE IGUALDAD DE PARTES PROCESALES EN EL PERÚ

Proclamado en el art. 24 de la Constitución, supone que ambas partes, ya


fueren demandante y demandado o bien acusador y acusado, disponen de las
mismas posibilidades y cargas de alegación, impugnación y prueba.

Conforme a este principio, resulta intolerable, tanto la concesión de privilegios


de índole procesal que carezcan de justificación objetiva y razonable, como,
simplemente, la mera negación a una de las partes de posibilidades de
alegación y prueba que, sin embargo, se concedan a la contraria.

Es decir según este principio, se prohíbe la existencia de desigualdad entre las


partes del proceso, y las partes han de disponer de iguales medios de ataque y
defensa procesales. Sin embargo, el ordenamiento jurídico reconoce ciertas
situaciones en las que es posible que existan ciertas diferencias o
desequilibrios procesales entre las partes.

El principio de igualdad en el ámbito del proceso es una manifestación del


principio general de "igualdad ante la ley" . Dice Clemente Díaz que al penetrar
el principio político constitucional de la igualdad de los habitantes de la Nación
en la órbita del Derecho Procesal se transforma en la "relativa paridad de
condiciones de los justiciables, de tal manera que nadie pueda encontrarse en
una situación de inferioridad jurídica". Y Calamandrei señala que el principio de
igualdad procesal se formula de la siguiente manera, "las partes en cuanto
piden justicia, deben ser puestas en el proceso en absoluta paridad de
condiciones”.

Guasp, a su vez, dice que la posición igual de las partes o principio de la


igualdad de partes, significa que la condición de cada una de ellas debe tener
un contenido equivalente, es decir, que no pueden diferir en sustancia los
deberes y derechos de una parte y otra. Señala este autor que la igualdad de
las partes es para el proceso un principio instrumental y no un principio final:
primero, porque teóricamente las partes no está situadas en un mismo plano,
sino en distintas perspectivas, ya que el actor es el verdadero protagonista del
proceso y el demandado sólo el sujeto pasivo al que se refiere su reclamación;
y, segundo, porque en la práctica, muchas veces, la igualdad absoluta no es
aconsejable, y a veces ni siquiera posible, de donde la diferencia de trato que
se observa en cualquier derecho positivo en este punto, en un acreedor
ejecutante frente a su deudor.

Según Prieto-Castro, el principio de igualdad de las partes significa que los


derechos, las cargas y las responsabilidades que nacen de la llevanza de un
proceso se conceden, recaen o se imponen, respectivamente, sobre las partes
sin discriminación entre ellas, de tal modo que el resultado a que cada cual
aspira no puede ser favorecido por privilegios a favor ni gravámenes en
perjuicio. La idea de proceso, ha dicho un fallo, no es concebible, en el marco
de un estado de derecho de esencia republicana, si las partes no ostentan
iguales facultades procesales.

LA POSICIÓN IGUAL

La posición igual supone que ambas partes, la demandante y la demandada,


aparecen situadas en un mismo plano, con las mismas cargas que expectativas
o deberes procesales, al menos formalmente.

Precisamente, esa igualdad jurídica de las partes es una garantía del debido
proceso sustantivo, y una conquista en el logro de la paz social a través del
Derecho, en la medida en que se plantea una lucha incruenta y sin ventaja, al
menos formal, para ninguna de las partes.

Se trata de un principio debido y sustantivo, por cuanto la igualdad es asumida


como valor fundamental del “aquí y ahora” de nuestra realidad constitucional
(art. 1.1. de la Constitución).

El principio del proceso justo o debido proceso proviene del derecho


angloamericano y de su mandato de un fair trial o también del due process of
law recepcionado en nuestro país a través de las propuestas garantistasque
plantea la LEC de justificación constitucional.

Según este principio el órgano jurisdiccional tiene el deber de estructurar el


proceso de manera tal, como lo pueden pretender de él las partes del proceso.

Particularmente ello significa, en el supuesto que se examina, que el órgano


jurisdiccional no puede conducirse de modo tal que se desentienda de la
exigencia de audiencia de las partes personadas, ya que su actuación en ese
modo ha de ser correlativa a como desearían las partes que actuara.

Aunque, repárese que ese deber de estructuración del proceso surge en


nuestro derecho por vía normativa y, además, con una acentuada
operatividad garantista extrarradio de un deber del órgano
jurisdiccional de estructurar el proceso; pues esa estructuración posee en
nuestro derecho un amplio respaldo normativo cada vez más garantista.
La igualdad de las partes es una garantía constitucional del proceso que posee,
como tal, su tratamiento específico en el artículo 24 de la Constitución cuando
establece el derecho de todo ciudadano a la tutela judicial efectiva,
proscribiendo toda indefensión y propugnando un proceso con todas las
garantías, incluida la garantía procesal de la igualdad.

El carácter garantista de la igualdad procesal postula una igualdad lineal y en


modo alguno progresiva por cuanto, la sustantividad debida por la norma
constitucional “de aquí y ahora”, no permite una progresión programática en la
equiparación de los desiguales con los iguales, sino la aplicación, sin paliativos
de progresividad, de la igualdad allí donde exista desigualdad. La igualdad es
lineal y no progresiva como postula MAIRAL JIMÉNEZ (La igualdad de las
partes, pág. 56) cuando dice “que la aplicación de la igualdad jurídica no pueda
ser lineal”, esto es, igual para todos, sino “progresiva”, es decir, hay que otorgar
un tratamiento desigual a los que inicialmente tienen una situación de
desigualdad para, de esta forma, equiparar a estos últimos con los que ya han
conseguido una situación de igualdad.

En su concreción sustantiva y debida, la igualdad es procesal. No afecta a


la adjetividad procedimental; de aquí que, la igualdad de las partes va más allá
de ser una mera garantía formal para convertirse en un concepto sustantivo y
garantista de corrección inmediata, lineal y sustantiva. La igualdad no es una
mera garantía formal tal y como postula MONTERO AROCA. MONTERO
AROCA es un firme postulador de una igualdad afectada por la exclusiva
adjetividad como garantía formal. No como garantía sustantiva de corrección
inmediata y lineal que ha preterido la forma como condición necesaria de
certeza. Dice MONTERO AROCA (1982, Los principios informadores del
proceso civil en el marco de la Constitución, pág. 35 y 36) que “... la certeza del
derecho exige que la persona que pretende pedir justicia sepa exactamente
cuáles son -dice- los actos que debe realizar para obtenerla, qué derecho y qué
cargas le comportan la condición de parte procesal”. Y añade “el propio
MONTESQUIEU decía que la forma -dice- es la condición necesaria para la
certeza, el precio de la seguridad”.
LEGISLACIÓN COMPARADA

Artículo 15 del Código de Procedimiento Civil. Según Hernando Devis


Echandía (1966: p 48): “Dos consecuencias se deducen: 1. La de que en el
curso del proceso las partes gozan de iguales oportunidades para su defensa,
lo cual halla fundamento en la máxima audiatur ex altera parts, y viene a ser
una aplicación del postulado que consagra la igualdad de los ciudadanos ante
la ley, base de la organización de los Estados modernos; 2. Que no son
aceptables los procedimientos privilegiados, al menos en relación con raza,
fortuna o nacimiento de personas”. Siendo que nuestro ordenamiento jurídico
vigente nos garantiza la igualdad ante la Ley, y así en casi todos los órdenes
jurídicos existen, comúnmente, a nivel constitucional, una serie de reglas
jurídico-generales que se refieren a la igualdad. Por ejemplo: el llamado
principio o garantía de la igualdad ante la ley; la prohibición de las distinciones
fundadas en el sexo, la raza, el color, la religión, la condición económica o
social, etc. Tales reglas, u otras semejantes, son consagradas positivamente o
admitidas supra positivamente en los diversos órdenes jurídicos del mundo.

Por ello, el Artículo 21 de la Constitución del 1.999 consagra este principio de


una forma detallada y explícita, en la siguiente forma, tomando en cuenta el
artículo 21 de la Carta Magna: “Artículo 21: Todas las personas son iguales
ante la ley, y en consecuencia:

1. No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la


condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado
anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de
igualdad, de los derechos y libertades de toda persona.

2. La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas para que la


igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará medidas positivas a favor de
personas o grupos que puedan ser discriminados, marginados o vulnerables;
protegerá especialmente a aquellas personas que por algunas de las
condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancias de debilidad
manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ella se cometan.”
Significa que las dos partes, constituidas por el demandante y el demandado o
el acusador y el acusado dispongan de las mismas oportunidades para
formular cargos y descargos y ejercer los derechos tendientes a demostrarlos.
Es así como, por ejemplo, en un proceso declarativo el demandante formula en
la demanda su pretensión y el demandado pronuncia frente a ella dentro del
término del traslado que se le corre a continuación de la notificación del auto de
admisión. Viene luego el periodo probatorio para practicar las pruebas
solicitadas por las partes en la demanda y su contestación.

La noción de igualdad jurídica constituye una de las nociones jurídicas más


íntimamente vinculadas con los cambios histórico-sociales, pudiéndose decir,
por ello, que es una noción evolutiva. Así su significación abstracta, que le
viene dada por su consagración legislativa, como su significación concreta que
es precisada por la interpretación jurisprudencial depende de las estructuras
políticas, jurídicas, económicas y sociales (comprendiendo aquí las estructuras
religiosas, morales, étnicas y de estratificación social) existentes en la
colectividad y de los valores socialmente aceptados en una época dada. Por
esto es posible afirmar que las normas jurídicas que establecen una
desigualdad o, por el contrario, suprimen una y proclaman una determinada
igualdad, son la expresión: o bien de una desigualdad social, o bien de una
reacción debida al cambio de las valoraciones sociales, que a su vez el
resultado, en gran parte de una transformación de las estructuras colectivas.

Así, pues, cuando en una comunidad dada se piensa por la mayoría de sus
integrantes, o al menos por las clases o grupos sociales que aspiran al control
del poder en la misma, que una determinada igualdad jurídica y/o social hasta
ese momento aceptada, o al menos, soportada, se les debe suprimir por
sentírsela como injusta, se inicia un proceso de lucha social tendiente a
cambiar las estructuras de dicha comunidad que hacen posible aquella
desigualdad. Pues como ya dijo ARISTÓTELES, la desigualdad es siempre la
causa de las revoluciones, cuando no tienen ninguna compensación los que
son víctimas de ella... y en general puede decirse que las revoluciones se
hacen para conquistar la igualdad.
Ello significa, entonces, que nuevos valores se hacen predominantes en la
colectividad. Empero, es necesario indicar que este cambio axiológico es causa
y efecto de las transformaciones de las estructuras de la sociedad. Es decir,
que si se tiene como injusta una determinada desigualdad jurídica y/o social y
la estructura que la fundamenta, es porque los valores que la hacían soportable
han cambiado. Pero esto implica, a su vez, el cambio, al menos, de una
estructura. Así la transformación de una estructura económica o religiosa, por
ejemplo, pueden hacer cambiar las valoraciones populares en vigor y hacer
sentir las estructuras políticas y jurídicas, como injustas y viceversa. Según el
autor Adolfo Gelsi Bidart, citado por Petzold ( 1994: p 451) la “igualdad en el
proceso, significa posibilitar a cada parte para que haga valer sus derechos
ante el Juez, rodearla de las garantías y quitar los obstáculos para que
libremente pueda alegar en el ataque o en la defensa y aportar los medios de
convencimiento necesarios.” Por ello, es que debemos buscar siempre la
igualdad, ya que, según Petzold (1974: p 66): “...en la actualidad y en la gran
mayoría de las naciones civilizadas, como lo señala también el jurista inglés
H.L.A. HART se acepta “ el principio de que prima facie los seres humanos
tienen derecho a ser tratados con igualdad...”. Continúa el mencionado autor
(1974: p 68): “De ahí que la utilización de determinados criterios de relevancia,
como la consideración de ciertas personas como iguales o desiguales
jurídicamente, son cuestiones esencialmente axiológicas, pues implican la
formulación de juicios de valor por medio de actos de voluntad de carácter
jurídico, a los cuales sirven de vehículo de sentido las normas de una
constitución, una ley, un reglamento, una sentencia, etc., en fin, normas
jurídicas generales o individualizadas, según los casos”. Se debe tomar en
cuenta, que en la mayoría de las legislaciones modernas, incluyendo la
Venezolana hasta 1.999, la Justicia Gratuita es un beneficio que se aplica
como una excepción a la regla general, donde la exoneración de los gastos
judiciales se concede sólo a los legal o judicialmente declarados “pobres”. Es
por esto, que luego de la entrada en vigencia de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela en 1.999, donde el constituyente Venezolano en un
propósito innovador, rompió con la uniformidad que había con respecto a éste
principio, al establecerlo ahora como un principio de carácter general. De lo
anteriormente escrito, podemos ver que lo que establece el Código de
Procedimiento Civil en cuanto al citado principio quedó derogado, ya que la
Constitución buscando la igualdad jurídica de las partes en el proceso y
elevando la justicia al rango de derecho social, ha implementado el beneficio de
la justicia gratuita, no como un beneficio de pobreza, sino como un beneficio
general para acceder a la justicia en Venezuela. Para ello la Constitución
establece en el Artículo 26: ...”El Estado garantizará una justicia gratuita,
accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente,
responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o
reposiciones inútiles”. En concordancia con lo que establece el artículo 254 de
la Constitución, donde dice que “...el Poder Judicial no está facultado para
establecer tasas, aranceles, ni exigir pago alguno por sus servicios”. De esta
manera vemos como la evolución de las valoraciones admitidas -que influyen
socialmente y que son interpretadas por los cambios de las condiciones de vida
de un país, se reflejan en las condiciones jurídicas y sociales de la población,
respecto a la noción de igualdad no uniforme, todo basado en la imposición
social.

En otro país latinoamericano, tal es México la igualdad entre las partes, como
un principio en el proceso penal, debe entenderse como prerrogativas que
deben gozar lo sujeto del procedimiento penal (ministerio público, víctima,
ofendido, defensor, imputado), con la finalidad de contar con las mismas
oportunidades para aportar, ofrecer, materializar y desahogar las pruebas, y
algo importante, para poderlas debatir e impugnarla. El debate constituye un
pilar fundamental para la legitimación de dichas prerrogativas. De tal forma, la
igualdad entre las partes, permitirá que las pruebas, los estándares de
suficiencia probatoria, los plazos procesales y demás hechos tenidos por
probados, se puedan realizar bajo un escenario de garantías de los derechos
de las partes, evitando con ello, una mala valoración que repercuta en una
resolución de una falsa culpabilidad o inclusive de una falsa absolución (que se
puedan considerar igual de graves esas resoluciones que puedan ser falsables)
o posiblemente verdaderas (en el mejor de los casos)8 . Se puede afirmar que
el principio de igualdad entre las partes, requiere del principio de contradicción,
ya que el proceso penal, en un sistema acusatorio, está dotado de garantías
constitucionales; está presidido por la idea de debate, de controversia, de
conflicto de intereses y lucha de contrarios. Por lo que se puede aducir, que el
proceso es una actividad donde las partes tienen por objetivo velar por los
intereses que representan. Con el proceso penal, se busca articular un proceso
dialéctico de valoración de la prueba para conocer la verdad de los hechos a
partir de la presentación de pruebas y argumentos de manera equilibrada y en
la misma igualdad de circunstancias. Con ello se buscará, que exista un
equilibrio de los sujetos en el proceso penal, y el respeto a sus derechos y
prerrogativas. En este sentido, el proceso penal no puede entenderse como un
monólogo del juez, sino como un diálogo abierto, entre los diversos
intervinientes en su calidad de partes, sujeto a acciones y reacciones, a
ataques y contraataques. Por estos motivos se le ha denominado también
como de bilateralidad, de controversia o de carácter dialéctico del proceso. Con
ello podemos afirmar, que en un sistema inquisitivo jamás se lograría dicha
dialéctica. Por lo tanto, para que la igualdad se pueda llevar a cabo en el
proceso penal, se requiere de la aplicación de una correcta contradicción, es
decir, que los sujetos en el proceso penal dispongan de todos los medios
necesarios para presentar sus respectivas posiciones, pretensiones mediante
una correcta preservación del derecho de audiencia, para que los sujetos
tengan la oportunidad de ser oído y vencido en juicio. Con lo anterior, las partes
permitirán articular un proceso dialéctico de valoración de la prueba para
conocer la verdad de los hechos a partir de la presentación de pruebas y
argumentos de manera equilibrada y en igualdad de circunstancias entre los
sujetos. Se requiere entonces, que el órgano jurisdiccional tenga conocimiento
de los sujetos procesales, así como de todas pruebas practicadas y de la forma
que se aportaron al proceso, lo anterior evitará realizar medios de convicción
secretos y mecanismos indebidos que no sean objeto de la controversia. De tal
manera que, cada sujeto procesal, pueda confrontar y debatir los medios de
prueba, bajo las mismas oportunidades y circunstancias, y se logre con ello,
una correcta igualdad entre las partes.

IMPORTANCIA DE EL PRINCIPIO DE IGUALDAD DE PARTES


PROCESALES

Este principio juega de manera muy particular en el derecho del trabajo en la


medida que la mayor cantidad de veces el trabajador se encuentra en una
posición de inferioridad de poder respecto de su empleador. Esta posición de
desventaja que se traslada al proceso laboral no solo se expresa en los
términos económicos, sino también en el manejo de información empresarial.
Que las dos partes puedan acceder a la misma documentación e información
es una necesidad para alcanzar la correlación de fuerzas en el proceso laboral

No es suficiente que el juez escuche a las partes y con ello cumpla con el
principio de contradicción, sino que en determinadas circunstancias, para que
esta audiencia de posturas sea efectiva, es necesario dotar de «mayores
armas» a la parte más débil. La idea es dotar a las partes de igualdad de
oportunidades en el proceso una vez que se haya asegurado la participación
en el proceso. Por ejemplo, el principio de contradicción impone la condición de
que el acceso al proceso sea gratuito para el trabajador; sin embargo, ya
dentro del proceso, el trabajador requiere medidas de apoyo para equilibrar su
debilidad como una defensa jurídica gratuita por parte del Estado.

El principio de igualdad de partes: la regla general en Derecho Procesal es que


el órgano judicial debe mantenerse en una posición de neutralidad y tratar a
ambas partes por igual (lo que, en parte, deriva del principio de contradicción).
Así pues, el principio de igualdad de partes supone que éstas se encuentran en
una posición sustancialmente idéntica, ostentando las mismas facultades y
cargas.

La igualdad de las partes es un elemento fundante del proceso civil. Trasunto


del principio de igualdad formal que dirige la sociedad liberal y sus estructuras
sociopolíticas, se incorpora al modelo típico de proceso civil vigente en el
liberalismo como codificación de la normalidad y de los instrumentos de
reacción de los que se dota a los sujetos actuantes en el plano de las
relaciones materiales como personas libres e iguales.

En efecto, el sistema jurídico de derecho privado se resume en un sistema


contractual normativo deducido de la autonomía privada, en el que se produce
una "sustitución" de los conceptos económicos por los conceptos propiamente
jurídicos en una visión necesariamente abstracta y formalista.
En el ámbito procesal, y aun cuando se construya teóricamente una autonomía
de la relación procesal respecto de la relación sustantiva, material, la igualdad
formal de los ciudadanos se traduce en la igualdad de las partes. Esta noción
incorpora, en fin, determinados elementos que ayudan a precisarla de manera
nítida. Sintéticamente, se podría condensar este principio en que no se
subordina la admisión de la demanda a la aprobación del juez. La demanda es
de absoluto dominio de los privados, quienes la pueden utilizar para sus fines,
incluso de manera temeraria.

Desde esta concepción privada y personal, el juez es un tercero neutral e


imparcial que debe oír a ambas partes antes de dictar su decisión respetando
"los derechos jurídicos de defensa" de manera bilateral. Iniciada por la parte
demandante, la disposición del proceso pertenece igualmente a las partes. Son
éstas, y no el juez, quienes dominan los tiempos del proceso: "El dominus del
derecho es el tínico en tener el poder y la carga de administrar la actio”. Y son
también las partes quienes deben suministrar al órgano judicial los elementos
fácticos y el material probatorio sobre los mismos en que haya de
fundamentarse la decisión del juez, quien se encuentra vinculado a tales
iniciativas llevadas a cabo en el desarrollo del proceso.

La aplicación de estos principios a las actuaciones procesales de tutela de los


derechos surgidos en el seno de la relación laboral, fue muy prontamente
objeto de crítica. Y ello no sólo porque la noción de igualdad formal en el
Derecho hace caso omiso de los individuos concretos y de las desiguales
posiciones de poder entre ellos. Este reproche, ya antiguo, de que para ser
igual, el derecho tendría que ser desigual, se resume en la constatación
evidente de que la igualdad de las personas como sujetos jurídicos implica
automáticamente la desigualdad de los individuos concretos (el trabajador, el
empresario): "Para el uno el libre contrato permite una nueva forma de dominio
social con el que subordina los demás a sí mismo, para el otro este mismo libre
contrato significa sólo una nueva forma de servidumbre social con la que se
subordina a otro"
BIBLIOGRAFIA

Ampliación de información disponible en:

 https://www.iberley.es/temas/partes-proceso-civil-55671

 https://estudiosjuridicos.wordpress.com/introduccion-al-
derecho/principios-del-derecho-procesal/

 http://www.geocities.ws/cindeunsch/doc/public/Artur01.pdf

 http://www.expansion.com/diccionario-juridico/principio-de-igualdad-de-
partes-procesales.html

 http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/derechoprocesal/article/viewFile/23
95/2346

 https://ocw.uca.es/pluginfile.php/1271/mod_resource/content/1/Procesal
3.pdf

 file:///C:/Users/Vivian/Downloads/ppioigualdadprocesal%20(1).pdf

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