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Desde el dominio español ha sido marcada la desigualdad social, los indígenas eran
subestimados y carecían de derechos. Al dar paso a la República se siguió notando tal
desigualdad pues se restauró el tributo indígena colonial bajo el nombre de contribución
personal y conforme pasaba el tiempo los tributos subían, sabiendo aún que la población
indígena no tenía recursos suficientes y así se daba paso a la pobreza. Además se persistió en
la utilización gratuita de la fuerza de trabajo indígena, a pesar de ser abolida por San Martín y
Bolívar pues ahora era conocida como el “servicio a la República”, donde se llegó a usufructuar
ampliamente esta fuente de trabajo gratuito para beneficio personal de los grupos señoriales.
Tanto en la época Colonial como en la República la Iglesia seguía ocupando un papel
importante, tenía gran poder sobre las almas y también tenía propiedades inmuebles.
Los cambios o rupturas que no beneficiaron al Perú en esa época fue la disgregación de
la economía colonial, donde la región andina se fragmentó en un conjunto de espacios
económicos desarticulados entre sí que no permitieron constituirse bien económicamente.
También se percibió una ruptura capital, pues el poder político se degradó al interior de las
sociedades originarias y se debilitó el Estado central que dio lugar a la privatización del poder
y a la constitución de fuertes poderes locales que se encargaron de encuadrar a la población
indígena a través de la violencia y de la imposición de relaciones de servidumbre, marcándose
fuerte el racismo a los indígenas.