Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Estefanía Di Meglio
Universidad Nacional de Mar del Plata
Resumen
En el presente artículo se efectúa un somero análisis de dos novelas que se inscriben en la serie literaria
de la narrativa de postdictadura argentina: Villa (1995) de Luis Gusmán y Dos veces junio (2002) de
Martín Kohan. Este análisis se enmarca en el proyecto de investigación denominado “La
reescritura/relectura de la dictadura militar desde los márgenes del discurso del poder (1990-2010)”, del
cual forma parte de mi tesis de Licenciatura. Como forma de presentar una mirada alternativa de la
historia, al tiempo que en un movimiento dialéctico releen y reescriben discursos, las novelas constituyen
su lugar enunciativo alterno por medio de personajes también marginales, victimarios del sistema
represivo, en una posición indefinida entre éste y el resto de la sociedad. Ciertos discursos del régimen
castrense son actualizados y emulados desde su ficcionalización por medio de estrategias discursivas,
procedimientos y recursos que, al mismo tiempo, los cuestionan. Finalmente, el trabajo rastrea diversas
concepciones y visiones de la historia que se delinean a partir del plano del enunciado y de la enunciación
de las novelas, volviéndose sobre sí mismas y reflexionando sobre su propio discurso.
Palabras clave
Relectura/reescritura de la historia, microhistoria/macrohistoria, perspectiva alternativa, ficcionalización
del discurso autoritario, concepciones de historia.
Villa (1995)1 de Luis Gusmán y Dos veces junio (2002) de Martín Kohan se inscriben
dentro de la serie literaria de la narrativa de postdictadura. A pesar de esto, sus tonos de
escritura, sus estrategias enunciativas así como el contenido de su argumento las
convierten en disruptivas dentro de la serie. El mismo lugar de la enunciación da la
pauta de un quiebre dentro de esta narrativa, en tanto que la narración se emprende, en
cada caso, desde la perspectiva de un victimario perteneciente al sistema represivo.
1
Los años ’90 son epicentro de una “explosión sin precedentes de la cultura de la memoria”,
dimensionada como “una preocupación central de la cultura y de la política de las sociedades
occidentales” (Huyssen: 7, 13). El boom de la memoria que deja su huella en el escenario mundial se ve
potenciado por cuestiones locales en el caso argentino, que convierten en acto la memoria en cuanto a
terrorismo de estado respecta. Las declaraciones de Adolfo Silingo, ex capitán de Marina, sobre los
vuelos de la muerte y la apertura de los Juicios por la Verdad a mediados de la década son dos
acontecimientos determinantes para el resurgir de la memoria.
144
Villa y Dos veces junio: memorias del horror
El marco temporal de Villa se extiende desde los últimos tres meses del tercer
gobierno peronista hasta las primeras semanas luego de producido el golpe de estado, en
marzo del ’76. Villa es el apellido del médico protagonista de la novela –un amoral cuya
única preocupación es no verse implicado en los sucesos que acucian al país. El
personaje trabaja en el Ministerio de Salud Pública bajo las órdenes de Firpo, ministerio
que pronto cambia su nombre al de Bienestar Social, convirtiéndose en un
“aguantadero” de la Alianza Anicomunista Argentina. Poco o poco comienza a verse
involucrado en el sucio accionar de la Triple A, hasta terminar por convertirse en
médico asistente de las sesiones de tortura perpetradas a los secuestrados por dos
torturadores. Hacia el estallido del golpe, cuando cree haber eludido las tareas que
podían convertirlo en responsable casi directo de los hechos, un llamado telefónico lo
devolverá a sus actividades como médico colaboracionista. Por su parte, el período
temporal que comprende Dos veces junio está sugerido por el título: se trata del mes de
junio del año ’78, el que abarca el grueso de la novela, y junio del ’82, tiempo que da
marco al epílogo. Dos momentos de exacerbación nacionalista, capitalizados por el
gobierno de facto: uno está dado por el Campeonato Mundial de Fútbol y el otro por la
Guerra de Malvinas, por la que Argentina se enfrentó con Inglaterra. El protagonista
desafía tal lugar, esto es, el de personaje principal, en tanto que oscila entre ser
protagonista y testigo (mudo) de los hechos y, como Villa, es un amoral. Se trata de un
conscripto destinado a chofer del Doctor Mesiano, un médico colaboracionista de la
ESMA.
El carácter de victimario antes señalado y las similitudes que van surgiendo de la
mera descripción argumental, trazan el vínculo que se establece entre estas dos novelas
en particular, en tanto que la de Kohan toma Villa como intertexto. Ya los paratextos
marcan una filiación: en el título de la primera resuena otro de los textos de Gusmán,
que tematiza la dictadura y que está producido y editado durante aquel período: En el
corazón de junio, de 1983. De igual manera, el epígrafe que antecede la novela de
Kohan está conformado por una cita de Gusmán. Mientras que lo paratextual alude a
una filiación, lo peritextual termina por confirmarla: en diversas entrevistas el propio
autor ha reconocido en el personaje de Villa un objeto de inspiración para su novela.
Basta leerla para reconocer similitudes entre ambos textos: finalmente el aspecto textual
propiamente dicho señala el intertexto.
En el caso de ambas novelas, es clara la opción por un lugar marginal para la
enunciación. Los personajes protagonistas son subalternos de un sistema en el que se
145
Estefanía Di Meglio
posicionan de un modo aleatorio e indefinido. Esta estrategia discursiva del lugar desde
el cual enunciar marca una correspondencia con la operatoria de la literatura en
cuestión, a saber, la elección de una perspectiva alternativa y marginal para relatar los
hechos. Los personajes principales de cada novela se ubican entonces, en una zona
fronteriza, intencionadamente ambigua e indefinida: los dos están situados en el interior
del sistema represivo, pero a la vez en sus márgenes: uno es un médico colaboracionista
y otro sólo cumple con su año obligatorio en el servicio militar. Asimismo, Villa y el
conscripto de Dos veces junio son, en principio, embajadores de un aparente monopolio
discursivo dentro de los textos. Pero este dominio de la narración se verá resquebrajado
ante el ingreso, incipiente y solapado, de voces que pertenecen a otros sectores y sujetos
opuestos a aquellos con los que, en cierta forma, se identifican los personajes. Esta
estrategia del discurso se presenta como homóloga al discurso durante el período
histórico de la dictadura: mientras que el gobierno y los órganos que él instrumentaba
pretendían poseer el monopolio del discurso, otras voces, desde diversos territorios
discursivos, se filtraban por entre sus resquicios y fisuras.
Una característica común a ambos personajes es su amoralidad. Los dos intentan
negar los hechos de los que son testigos, éstos son, el accionar de un régimen que no
tolera oposición. En este sentido, se configuran como metáfora y a la vez metonimia de
ciertos sujetos o sectores sociales que manifestaron, en diferentes grados y niveles, una
actitud de negación de los hechos en cuanto que ellos mismos no aceptaban percibirlos.
Metáfora, entonces, porque un médico colaboracionista y un conscripto son
representativos, desde la ficción, de otros roles sociales; metonimia, pues un individuo
en cada caso permite configurar y hacer presente un sector más amplio. En igual
dirección, es posible entender que no son sólo metáfora de sectores de la sociedad del
momento histórico que ficcionalizan sus tramas, sino también de aquella hegemonía del
contexto de producción de las novelas. Así, los años de escritura de ambas se ubican
dentro de gobiernos democráticos que se caracterizaron por la “conciliación” en cuanto
al tema dictadura o que pretendieron tender un manto de silencio sobre el pasado
reciente. Esta actitud de desaprensión, al menos de parte de los sectores oficiales, está
encarnada desde la ficción literaria en los personajes victimarios que manifiestan una
amoralidad frente a los hechos que observan y de los que a la vez forman parte. Para el
caso de la novela de Kohan, la apuesta por un lugar excéntrico de la enunciación está
redoblada por la duplicación del descentramiento del personaje. Mientras que Villa es él
146
Villa y Dos veces junio: memorias del horror
Respecto de esta negación del saber por parte de los personajes, se constituye un
lenguaje que entra en consonancia con ella: se trata de un lenguaje del silenciamiento,
de elusiones, rodeos y del evitar decir de manera directa. Efectivamente hay
información y conocimiento de los hechos que atañen a la sociedad en dictadura, pero
son presentados sólo de forma indirecta, pretendiendo los personajes un
desconocimiento o, al menos, una actitud que en ninguna medida establezca una
implicancia con ellos. Esta postura de desaprensión que asumen está representada por la
enunciación a partir de recursos y estrategias discursivas que portan información sobre
el contexto socio-político ficcionalizado, pero sólo en el nivel de lo implícito y del
significado secundario. En esta dirección, se opera una emulación del discurso
castrense, el cual adoptó los polos más extremos de la escala de la referencialidad,
oscilando entre la máxima indireccionalidad posible y la explicitud más directa. Como
lo señala Horacio Verbitsky, durante los primeros años (en los que la ocultación de los
hechos lograba cierta efectividad), los responsables de la “guerra sucia” usaron un doble
lenguaje: por un lado, anunciaban que exterminarían al enemigo, mientras que por otro
atribuían a grupos de ultra derecha todo acto ilegal de represión (2002: 115). En este
sentido, se genera una tensión entre lo explícito y lo implícito, tensión que se remeda en
el tejido textual de las novelas a partir de recursos que fluctúan entre la
indireccionalidad y la referencialidad más directa.
En Villa, el contraste entre lo que se dice y lo que se oculta por medio del
lenguaje se cristaliza en recursos tales como el eufemismo y la alusión, las
comparaciones cuyo término es sugestivo de una realidad que si no es mediante
analogías no se menciona, las metáforas y el doble sentido, por el que el significado
literal esconde un significado figurado, que alude a esa realidad que sólo se manifiesta
por rodeos. Todos estos recursos, además, se constituyen por medio de un léxico que va
configurando paulatinamente un campo semántico en relación con el accionar del
sistema represivo y el clima de terror y muerte que invade la atmósfera del país. En esta
amalgama entre lo velado y lo explícito, la ambigüedad asume una doble significación
en el tejido textual. Por un lado, se vislumbra como efecto, desprendido precisamente de
147
Estefanía Di Meglio
148
Villa y Dos veces junio: memorias del horror
149
Estefanía Di Meglio
En el instante en el cual toma contacto con una de las secuestradas en uno de los
centros clandestinos incluidos en la trama de la novela, conforme a su actitud de
desentenderse del tema, el conscripto la escucha -sólo porque no tiene otra opción- pero
se queda inmóvil. El narrador informa que la mujer le relata todo lo que ha sucedido, lo
que ha vivido, lo que le han hecho. Sin embargo, en ningún momento se hace explícito
su parlamento. La omisión es el recurso que atraviesa el plano de la enunciación en
dicho fragmento, en emulación del discurso castrense por el cual la voz del “otro” era
sistemáticamente silenciada. Asimismo, el fragmento es metafórico de otro rasgo, en el
sentido de que si bien se omite, al menos se alude a la existencia de voces otras que,
solapadamente, se filtraban y socavaban ese discurso del poder pretendidamente
unívoco. El discurso ficcional es metáfora del autoritario en cuanto que a la aparente
reducción del relato a la perspectiva del conscripto se le contraponen estas otras,
deconstruyendo el monopolio discursivo y la idea de un discurso único. De manera
semejante, en Villa ingresa la voz de la oposición, la de un militante que amenaza a
quienes forman parte del sistema represivo. La introducción de estas otras elaboraciones
discursivas, que definen una postura alternativa y que socavan el orden que pretende
cuajar el discurso oficial, pone sobre la superficie las fisuras del intento autoritario de
imponer una única voz y un discurso que se quiere monovalente.
En fin, el contraste entre lo latente y lo patente, entre lo connotado y lo
denotado, genera un efecto de lectura por el cual parece estar todo dicho pero, en
realidad, discursivamente no existe una afirmación contundente que pruebe lo que el
lector sospecha: se dice “la escuela”, no la ESMA; se dice Malvinas, no el Pozo de
Quilmes, se dan las coordenadas urbanas de estos centros de detención y tortura –a los
que, por cierto, se los llama también “el centro” a secas- pero nunca se los menciona
explícitamente. De igual manera, se emula la jerga eufemística de los perpetradores, por
la cual la tortura es una “ciencia” (30), las consecuencias de aquélla constituyen
“problemas médicos” (83) o se habla de los “traslados” (83) como si realmente fueran
tales y no el eufemismo que alude a la eliminación física de los secuestrados, esto es, su
asesinato. A propósito de este rasgo del discurso, la frase del Doctor Mesiano está
cargada de connotaciones metafóricas y encierra en germen esta cuestión: a su chofer le
advierte, “jamás hay que olvidarse de cuidar bien el lenguaje” (110).2
2
Pilar Calveiro se refiere a las especificidades de este lenguaje en los centros clandestinos de detención y
tortura, en los siguientes términos: “Es significativo el uso del lenguaje, que evitaba ciertas palabras
reemplazándolas por otras: en los campos no se tortura, se ‘interroga’, luego los torturadores son simples
150
Villa y Dos veces junio: memorias del horror
Los dos textos en cuestión se vuelven sobre sí mismos en un afán de reflexionar -así
como sobre el discurso histórico- sobre la materia y los mecanismos de construcción de
su propio discurso. El narrador personaje de la novela de Gusmán, ante la imposibilidad
de hablar abiertamente (y también por separado, la imposibilidad de hablar y de hacerlo
abiertamente) debido a la intolerancia y a los silencios y censura que impone el régimen
militar, decide escribir en clave un manuscrito, en el que quede registro de todo aquello
que de otra manera no puede expresar. Este manuscrito sigue para su escritura en código
secreto las reglas mnemotécnicas empleadas por el médico en su época de estudiante. Se
dimensiona el informe de Villa como una metáfora de la novela en su conjunto, en
cuanto que durante su devenir contiene en germen varios de sus procedimientos. 3
‘interrogadores’. No se mata, se ‘manda para arriba’ o ‘se hace la boleta’. No se secuestra, se ‘chupa’. No
hay picanas, hay ‘máquinas’. No hay asfixia, hay ‘submarino’. No hay masacres colectivas, hay
‘traslados’ ” (2006: 42). Por su parte, Emilio Crenzel habla de la “jerga negadora de los perpetradores”,
que dentro de su paradigma incluye términos como “chupadero”, “traslado”, “zona liberada”, entre tantos
otros (2008: 118).
3
Al mismo tiempo, es posible interpretar el carácter cifrado del informe como metáfora de aquella
narrativa denunciadora del régimen escrita durante la dictadura misma, en tanto que dicho carácter es
homólogo a los mecanismos literarios de sortear la censura, como el gesto críptico creado por las
metáforas y las alusiones, que caracterizaron las novelas que dieron inicio a la serie. Cabe destacar que
estos procedimientos y estrategias mediante los cuales los textos se oscurecen en sus significados no se
deben únicamente a un intento de evadir la censura oficial, sino que responden en igual medida a las
especificidades de la escritura y el estilo de una época de experimentación. Como señala María Teresa
Gramuglio, las novelas de la dictadura “elaboraron narrativas oblicuas, alusivas, fragmentarias, que
transformaban o directamente eludían las convenciones de la mímesis tradicional” (9).
151
Estefanía Di Meglio
4
“Si antes del quiebre brutal de las dictaduras existía una divergencia entre la ‘historia oficial’ y la ‘no
oficial’, después de éstas la brecha se transformó en un abismo” (Jelin y Lorenz citados por Crenzel 2010:
193).
152
Villa y Dos veces junio: memorias del horror
5
Hayden White insiste en la idea de que el conocimiento de una historia no puede ser sino “fragmentario,
incompleto y parcial” (135). Al mismo tiempo, el autor concibe la autorreferencia y la mostración
explícita de la imposibilidad objetiva como un mecanismo del texto de señalar, precisamente, su
descreimiento de toda idea de objetividad o de concepción de un discurso unívoco (163). Es decir que si
bien es verdad que la literatura no escapa a ciertos escollos al momento de narrar, al menos exhibe su
conciencia de ellos como forma de resistirlos en alguna medida.
153
Estefanía Di Meglio
reúne. Algo semejante sucede con la historia: su sentido e interpretación están dados por
la reunión de los fragmentos que en la realidad se presentan dispersos y por la mirada en
perspectiva que sobre ellos se impone.
Corpus textual
Gusmán, L. (2006) [1995]: Villa. Buenos Aires: Edhasa.
Kohan, M. (2002): Dos veces junio. Buenos Aires: Sudamericana.
Bibliografía
154