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Trabajo becado en la 11ª edición de las Becas de Investigación Max


Aub "Hablo como hombre" de la Fundación Max Aub, 2008
www.maxaub.org

2
© Del texto Carles Sirera Miralles
© Del prólogo Pedro Ruiz
Diseño de cubierta: Rosa Sanmartín

Alupa Editorial, Mislata, 2012


Teléfono: 961082177
Fax: 96 108 21 77
Correo electrónico: info@alupa.es

ISBN 978-84-939609-8-8
Dep. Legal: V-2393-2013
ÍNDICE

Prólogo 4
Introducción 10
La clase media liberal entra en el PSOE 13
El laberinto socialista 21
Los primeros meses de guerra de Verdad 47
Max marcha a París 69
Escribir y filmar sobre la guerra en guerra 89
Exilio y expulsión del PSOE 101
Firmeza moral ante el falso dilema 135
La salida del laberinto: decencia e integridad 166
De la fe inquebrantable en la democracia 181
Aparato crítico 189
Agradecimientos

"A mis maestros, el Dr. Jesús Millán y la Dra. Mª Cruz Romeo, porque,
como directores de mi tesis, supieron acompañarme en el aprendizaje del trabajo de
investigador"

3
Prólogo
En los albores de la década de 1930, con la democracia liberal en retirada por
toda Europa, en pleno avance de la “dictadura del proletariado” y sobre todo de las
dictaduras de corte más o menos fascista y en una España que tras la penosa experiencia
de la dictadura de Primo de Rivera veía caer en el más absoluto descrédito a la
monarquía de la Restauración y a sus partidos políticos, fueron muchos los que como
Max Aub pusieron sus esperanzas en el socialismo. Tal y como recoge en su estudio
Carles Sirera, Max Aub intervino en febrero de 1930 en la Casa del Pueblo de Madrid,
poco después de su ingreso en el PSOE, para decir: “Yo he venido al Socialismo porque
es el único Partido hoy en España que ofrece la posibilidad de un mundo mejor. Todos
los otros, viveros de intereses creados, de personalismos, (…) se glorían de mantener la
vida en las mismas circunstancias de hoy; sus reformas suelen ser superficiales (…). En
estos tiempos de turbios conservadores que se dicen liberales, de jóvenes que se
proclaman reaccionarios, de intelectuales coqueteos con la fuerza de los revolucionarios
de café o manzanilla, os aseguro, compañeros, que en ningún sitio se encuentra tan a
gusto un universitario, ni en un medio que más le esperanza, como entre vosotros”.
Así pues, dos tipos de razones esgrimía Max Aub para entrar en el PSOE. En
primer lugar, la posibilidad que ofrecía el socialismo de un mundo mejor, frente a los
intereses creados, los personalismos y las reformas superficiales de los demás partidos
políticos. Ahora bien, y este era el segundo motivo, su opción por el socialismo tenía
lugar en una época de conservadores disfrazados de liberales, de jóvenes reaccionarios y
de revolucionarios de café o manzanilla. De ahí el terreno dejado al socialismo por el
vacío liberal. Las convicciones democráticas de Max Aub, como pone de relieve el
estudio de Carles Sirera, eran muy firmes. Procedían de la cultura liberal, en su vertiente
progresista y republicana, y se mantuvieron pese a la decepcionante inhibición de
Francia y Gran Bretaña durante la Guerra Civil. Aun cuando apreciara la transformación

4
que había tenido lugar en la Rusia soviética y más tarde valorara su ayuda en el combate
con las tropas de Franco, el juicio que le merecía el régimen bolchevique era negativo.
Puede verse en la entrevista de 1933 aparecida en periódico Luz, recién llegado de una
breve estancia en la URSS. Max Aub había encontrado allí un chauvinismo nacionalista,
una dictadura que impedía la libertad de pensamiento y lo ahogaba en la disciplina, una
propaganda capaz de hacer creer que se vivía en el mejor de los mundos y unas
concomitancias entre el estado comunista y la manera fascista o hitleriana de concebir el
“camino de perfección” y “la necesidad de toda clase de sacrificios en la trayectoria”.
Carles Sirera pone en primer plano las convicciones democráticas de Max Aub,
que lo aproximaban al “socialismo liberal” de Fernando de los Ríos y al de otros
intelectuales de clase media. Para ellos, me atrevería a decir, la modernización de la
sociedad española todavía pasaba, como a principios de siglo había escrito Joaquín
Costa, por una política ejecutiva “radicalmente transformadora, o si se
quiere, revolucionaria”. Bien entendido que, como el autor de Oligarquía y
caciquismo se apresuraba a añadir, nada había de ruptura drástica con el pasado liberal,
sino de rectificación de la trayectoria seguida hasta entonces en España, porque en el
fondo se pretendía llevar a la práctica la anhelada reforma social. Semejante reforma,
denunciaba Costa, era imposible mientras las componendas electorales y las del poder
legislativo a lo sumo produjeran efectos en La Gaceta, ¿pero hasta dónde llegar? A
finales del siglo XIX y principios del XX el universo finito pero de contornos
imprecisos del reformismo contenía distintas maneras de concebir el problema social y
la intervención política con el fin de resolverlo. Las diferencias entre el “liberalismo
social” y el “socialismo liberal” podían llegar a no ser muy marcadas debido a la
estrecha relación entre ambos, como sucedía en Gran Bretaña, en el solidarismo francés
y con los llamados socialistas de cátedra en Alemania. Sin embargo, en plena crisis del
Estado liberal en las décadas de 1920 y de 1930, con la revolución comunista a un lado
y el ascenso del fascismo en el otro extremo, en pleno camino hacia la Segunda Guerra
Mundial que finalmente estallaría en 1939, ¿seguía teniendo sentido la entente entre
“liberalismo social” y “socialismo liberal” para traer los cambios que la sociedad
española necesitaba? Carles Sirera nos dice que la generación de Max Aub, deudora del
regeneracionismo en su vertiente no autoritaria, “quedó atrapada entre la grave e
inoperante decencia de hombres como Manuel Azaña y el empuje de unos jóvenes más

5
radicales”, cuyos referentes políticos se encontraban en la Unión Soviética de Stalin, en
la Italia de Mussolini o en la Alemania de Hitler. Este no era, desde luego, un escenario
propicio para la acción de un socialismo comprometido con la democracia liberal, ni
para todos aquellos que, como Max Aub, estaban convencidos de que democracia y
socialismo podían ir juntos.
El término “socialismo”, con el fin de dar nombre propio a una corriente de
pensamiento, suele ir unido en el idioma francés a la figura de Pierre Leroux, discípulo
tardío y heterodoxo de Saint-Simon, que se atribuyó en 1830 la paternidad de la palabra
para dar cuenta de su oposición al individualismo imperante en los inicios de la “gran
transformación” del siglo XIX. En realidad, como sabemos, el socialismo tiene una
historia mucho más larga, plural y compleja, siquiera sea a escala europea. Una historia
con gran diversidad de formas y en la que es posible dar cabida a las propuestas
“utópicas” o “científicas”, según calificativos que fueron variando interesadamente en
el tiempo, así como a los principios éticos enraizados en medios religiosos tradicionales,
en nuevas religiones seculares para los tiempos modernos o en concepciones morales
alimentadas por las diversas corrientes materialistas de la Ilustración. La larga, compleja
y contradictoria historia del socialismo incluyó también, al menos desde las primeras
décadas del siglo XIX, el conflicto permanente entre partidarios de la reforma y de la
revolución y asimismo el rechazo o la defensa de la acción con vistas a la conquista de
parcelas de poder político y del Estado. Sin embargo, no cabe duda que desde principios
del siglo XX fue imponiéndose entre los socialistas una determinada opción, la del
partido político que concurría a las elecciones, cada vez con más éxito, para adquirir
responsabilidades parlamentarias, cuando no también en el gobierno. Así, de un modo
gradual y pacífico, en definitiva a base de reformas, podría avanzarse y producir el
cambio radical, el mundo nuevo y mejor por el que desde hacía mucho tiempo luchaban
las distintas corrientes del socialismo.
El universitario Max Aub y otros como él, poco antes o inmediatamente después
de 1930, se sintieron atraídos por “el cauce arrollador del Partido Socialista Obrero
Español”, pero al mismo tiempo tenían plena conciencia de la diversidad “de ideas y
pulsaciones” que había en el seno del mismo. Se metieron de lleno en lo que Carles
Sirera denomina, una vez más con acierto, “el laberinto socialista”, porque en el PSOE
había distintas formas de concebir el socialismo y la acción política con semejante

6
objetivo, algo que Max Aub valoró favorablemente al ingresar en dicha organización
política. Sin embargo, lejos de enriquecer democráticamente al partido, las disputas
dejaron paso en la Segunda República a divisiones y enfrentamientos, por motivos que
tenían tanto o más de cuestiones de índole personal que de ideología. En un medio tan
distinto al que el recién llegado Max Aub esperaba encontrar al incorporarse a las filas
del socialismo, en el laberinto socialista marcado por la división y los enfrentamientos
que la Guerra Civil y el posterior exilio acrecentaron, se desarrolló el drama personal e
intelectual que Carles Sirera nos narra en este libro. Divisiones y enfrentamientos que,
lejos de aumentar el cauce arrollador del PSOE, lo desperdiciaron en luchas internas
hasta extremos difíciles de soportar por personas como Maux Aub. Muchos habían
llegado al socialismo para luchar por un mundo mejor, no para verse envueltos en el
mezquino conflicto de los intereses personales y de las políticas oportunistas y variables
en función de las circunstancias. La condición humana y la lucha fratricida eran la cruda
realidad con que debía chocar inevitablemente el idealismo.
Carles Sirera, según nos dice, emprendió su estudio sobre Max Aub y el PSOE
con el propósito de averiguar los motivos por los que la dirección del partido acabó
expulsándole en los años del exilio y, asimismo, para entender mejor el sustrato de
“desilusiones, vacilaciones, amarguras, penas y frágiles esperanzas” que hay en El
Laberinto Mágico. No sólo se trata de Max Aub, añade Carles Sirera, porque están
también los amigos, compañeros y conocidos que vivieron aquellos trágicos años y
formaron parte “de la generación de españoles mejor formados, capaces, honestos y
generosos que la historia había conocido hasta entonces”, enfrentados al “temible
embate propiciado por las fuerzas destructoras de la democracia”. El estudio de Carles
Sirera se propone contribuir a una mejor comprensión de los “dilemas y aflicciones” de
esa generación. Ambos objetivos, puedo afirmarlo y el lector lo comprobará enseguida,
se alcanzan de manera muy satisfactoria en este libro, pero hay algo más y asimismo de
mucho interés. Carles Sirera hace gala de oficio y rigor en el análisis histórico, pero
también de un gran sentido de la oportunidad con vistas al momento presente. La
narración que nos acerca al drama de Max Aub y de su generación no sólo ayuda a
entenderlo en el contexto de su época, para nosotros lejana y terrible, sino que nos
interpela en relación con nuestros propios asuntos.

7
Para empezar, el libro de Carles Sirera contribuye a desmontar la imagen de
quienes hoy siguen empeñados, dentro y fuera del mundo académico, en adjudicarle al
socialismo español de la Segunda República un compromiso puramente instrumental y
circunstancial con la democracia, al que anteponía la tradicional vocación
revolucionaria de ruptura con el Estado de derechos y libertades creado en el siglo XIX.
Al contrario de una simplificación tan sesgada, la variada gama de posturas y “los
dilemas y aflicciones” que se dieron no sólo antes sino sobre todo después del golpe
militar, cuando la guerra modificó sustancialmente el estado de cosas como ocurre
siempre en un conflicto bélico, son hechos que difícilmente pueden soslayarse, por más
que no quiera verlos el revisionismo de corte neofranquista o neoliberal en nuestros
días. A diferencia del antiliberalismo de que hicieron gala en aquellos años los
modernistas reaccionarios y los fascistas, por un lado, y los comunistas y los
anarcosindicalistas por otro, el socialismo con el que se identificaron muchas personas
como Max Aub no era contrario al Estado de derecho y su combate no fue sólo a dos
sino a tres bandas. En efecto, además de la polarización en los dos extremos, a derecha e
izquierda del espectro político, la debacle de los partidos que se decían liberales,
sumidos la mayoría en la división y en la confrontación interna, en el desprestigio y en
la impotencia, cuando no cómplices de la reacción, dejó en aquellos años al Estado de
derecho en una situación muy precaria en cuanto a apoyos. Se mantuvo gracias a una
minoría de demócratas liberales comprometidos y al apoyo de muchos socialistas que en
1931, con la proclamación de la República en España, vieron el momento de llevar a
cabo, junto con los primeros, la anunciada y tantas veces postergada “reforma social”.
El segundo asunto de plena actualidad tiene un carácter muy distinto, porque en
este caso aquello que ayuda a desmontar no es el discurso revisionista, sino una cierta
imagen en nuestros días del socialismo y en general de la izquierda durante la Segunda
República y la Guerra Civil sin matices y con muy poco sentido crítico. Durante mucho
tiempo, tras el final del conflicto, predominó la autocrítica de los derrotados, basada en
sus propias experiencias, mientras la dictadura de Franco se asentaba y prolongaba
durante décadas. Ahora son otras las generaciones que, sin tener recuerdos personales
de la guerra o del franquismo, ponen en primer plano la condición de víctimas de los
que sufrieron la represión por su lealtad a la república democrática. No cabe duda de esa
condición de víctimas, pero con frecuencia la abrumadora presencia en nuestros días del

8
testimonio de la víctima inhibe el razonamiento crítico y deja fuera otros aspectos de
suma importancia. Como nos previene Beatriz Sarlo, sólo una confianza ingenua en la
primera persona y en el recuerdo de lo vivido, sólo una caracterización ingenua de la
experiencia vivida en la narración testimonial, por más que al sujeto con todo
fundamento le atribuyamos la condición de víctima, puede reclamar para semejante
testimonio y experiencia una verdad más alta que la del relato a partir de otras fuentes.
Por el contario, me gustaría añadir, para acercarse a lo ocurrido y llegar a entenderlo
con toda la complejidad y las contradicciones propias del hecho humano, además del
trabajo de análisis de los testimonios con sentido crítico, es preciso no introducir
retrospectivamente la condición de víctima de aquellos que más tarde lo fueron y hacer
un esfuerzo por dar cuenta de la pugna de ideas, de valores, de actitudes y de intereses
personales en cada momento. Carles Sirera pone en este libro ante nuestros ojos cómo
los tremendos dilemas durante la Guerra Civil y en el exilio a que se vieron
confrontados los socialistas iban a resolverse en una amplia gama de acciones políticas,
desde el acierto al error de graves consecuencias, pasando por la impotencia. Asimismo
esos dilemas dieron pie a una muy variada gama de respuestas en el terreno de la
conducta personal, muchas con una absoluta falta de escrúpulos y otras, por el contrario,
con una firmeza moral de extraordinario valor en aquellas circunstancias, como fue el
caso de Max Aub.

Pedro Ruiz Torres


Valencia, diciembre de 2012

9
Introducción
Cuando el 23 de abril de 1946 se publicó en el Socialista la expulsión de 36
destacados militantes del Partido Socialista Obrero Español, Max Aub, como muchos
otros compañeros, se encontraba sano y salvo en México después de soportar años de
lucha y sufrimiento. Físicamente, España estaba lejos y, temporalmente, la Guerra Civil
se había distanciado después del agitado exilio y la consiguiente Segunda Guerra
Mundial. En una década, su vida personal, como la de millones de personas, se había
trastocado hasta extremos inimaginables y era muy difícil acertar cómo serían los
tiempos inmediatamente venideros.
Sin embargo, la dirección del PSOE, en vez de concentrarse en administrar un
futuro incierto y convulso que corría el riesgo de aletargarse en la melancolía del exilio,
decidió cerrar las heridas suscitadas por los acontecimientos de la contienda fraticida
mediante la purga política. Las tres facciones internas que dividieron al socialismo
español, caballeristas, prietistas y negrinistas, después de sucederse alternativamente
en el gobierno en un clima de emergencia, no pudieron reconciliarse y asumir sus
mutuos errores y flaquezas.
Los anteriormente enemistados caballeristas y prietistas dejaron sus diferencias a un
lado con el fin de expulsar a los afectos a la figura de Juan Negrín. Si bien no hubo,
realmente, un comunicado que motivase dicho fallo ni ha quedado registro escrito de las
deliberaciones que condujeron a tal resolución, esta ruptura tomada a instancias del
dirigente socialista Indalecio Prieto se justificó por una supuesta sumisión del Gobierno
presidido por Negrín al Partido Comunista y por haber supeditado a su propia
agrupación, el PSOE, y a sus militantes a los intereses de los comunistas.
Como es lógico, esta censura ha sido entendida por historiadores e intelectuales,
tanto conservadores como de inspiración ácrata, como una prueba más de que la
República española y su Gobierno legítimo se habían transformado en una simple

10
prolongación de la Unión Soviética en la retaguardia de Europa1. No obstante, a pesar
de que la falta de documentación ha impedido un estudio específico de este capítulo de
la Historia de España, los trabajos aportados en los últimos años por Helen Graham,
Enrique Moradiellos, Gabriel Jackson y Ángel Viñas han permitido resituar las
coordenadas de la polémica protagonizada entre prietistas y negrinistas en un plano
donde los resentimientos acumulados en el plano personal tuvieron un peso más
significativo que las disputas de carácter ideológico.
Precisamente, el objetivo de la presente investigación ha sido esclarecer las
razones que llevaron a la dirección del PSOE a expulsar a Max Aub, un escritor que, en
su calidad de dramaturgo y por su condición de francófono, había desempeñado
importantes funciones de difusión cultural en la embajada española en Francia bajo las
órdenes de Luis Araquistain, la mano derecha de Francisco Largo Caballero. Como es
evidente, la figura de Max Aub resulta de especial relevancia para desentrañar el nivel
de enquistamiento que habían alcanzado los conflictos surgidos a raíz de la guerra. En
primer lugar, porque Max Aub no ostentó jamás cargo orgánico en las estructuras del
partido y su actividad política estuvo siempre circunscrita al mundo cultural, cuyas
fronteras entre partidos eran más difusas y permeables. En segundo lugar, porque Max
Aub siempre fue, como ha señalado el profesor Manuel Aznar 2, un hombre precavido
hacia la Unión Soviética y siempre consideró la doctrina comunista aplicada por el
stalinismo como una aberrante reducción de la condición humana. En tercer lugar,
porque su magna obra, El Laberinto Mágico, es un fiel retrato de las desilusiones,
vacilaciones, amarguras, penas y frágiles esperanzas que su generación de amigos,
compañeros y conocidos vivieron en aquellos trágicos años. Fue, probablemente, la
generación de españoles mejor formados, capaces, honestos y generosos que la historia
había conocido hasta entonces y tuvieron, como el resto de europeos, que afrontar el
temible embate propiciado por las fuerzas destructoras de la democracia.
Este libro confía ayudar a entender mejor los dilemas y aflicciones que los
marcaron para el resto de sus vidas.

1
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 13-27
2
AZNAR SOLER, Manuel: Los laberintos del exilio. Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max Aub.
Sevilla, Renacimiento, 2003

11
La clase media liberal entra en el PSOE
En sus orígenes, el PSOE fue un partido de clase fundado en los postulados del
marxismo ortodoxo. Su acción política estaba dirigida al ideal de trabajador proletario,
un obrero de fábrica alienado cuya única posesión era su fuerza laboral, con el fin de
lograr su concienciación, organización y prepararlo para la lucha contra su clase
antagónica, la burguesía propietaria de los medios de producción. Por esta razón, los
jornaleros agrícolas, los artesanos, los profesionales, los labradores… fueron colectivos
desatendidos en los primeros planteamientos de Pablo Iglesias. Del mismo modo, los
debates sostenidos por conservadores, liberales y republicanos sobre la Soberanía
Nacional, el Sufragio Universal Masculino o el espacio reservado a la Iglesia en las
instituciones tampoco recibieron una atención preferente de los socialistas. Desde una
perspectiva estrictamente economicista, el PSOE consideraba estos asuntos como temas
menores o condicionados al objetivo prioritario de transformar las relaciones sociales de
producción mediante la acción del Estado.
Precisamente, esta actitud fue la causa principal de la desconexión del PSOE con
la sociedad española de finales del siglo XIX, ya que, en realidad, ésta no respondía a
los rígidos esquemas sociales vaticinados por la doctrina marxista. En la práctica, el
obrero fabril era testimonial en comparación con los trabajadores agrícolas y, además,
en las ciudades el peso de los pequeños talleres y del artesano cualificado dificultaba la
tarea de movilizar a los trabajadores como una clase proletaria homogénea y compacta.
De hecho, los primeros militantes socialistas, tanto en España como en Alemania,
fueron artesanos cualificados organizados en pequeños centros de producción y no en
grandes fábricas1.

1
JULIA, Santos: Los socialistas en la política española, 1879-1982. Madrid, Taurus, 1997, pp. 15-86
LÜDTKE, Alf: Eigen-Sinn : fabrikalltag, arbeitererfahrungen und politik vom Kaiserreich bis in den
Faschismus. Hamburg, Ergebnisse, 1993
Por el contrario, los republicanos, con un discurso democrático, popular y
participativo, sí habían logrado conectar con gran parte del descontento social existente
hacia la Restauración, especialmente en Valencia, donde se produjo la primera ruptura
del turnismo político. En 1899, los blasquistas lograron unos magníficos resultados en
las elecciones municipales y en 1901 obtuvieron la victoria por mayoría. A diferencia
del socialismo, el republicanismo era un movimiento político interclasista que, pesar de
su anticlericalismo populista, provenía intelectualmente del liberalismo y, en
consecuencia, respetaba la propiedad privada como uno de los pilares de la sociedad, si
bien defendía también los derechos de sindicación y de huelga y otorgaba al Estado un
importante campo de actuación en materia educativa 2.
Sin embargo, la represión desatada por el gobierno Maura a raíz de los
acontecimientos de la Semana Trágica aproximó al PSOE al republicanismo y los unió
en la defensa de las libertades públicas propias del constitucionalismo. En virtud de esta
nueva situación, el 17 de noviembre de 1909 se sellaría la Conjunción Republicano-
Socialista, que presentaría a Benito Pérez Galdós y a Pablo Iglesias al Congreso de los
Diputados por el distrito de Madrid. Esta unión electoral supuso la progresiva
convergencia del socialismo hacia principios del radicalismo pequeño burgués, así
como la revalorización de cuestiones formales como el régimen Republicano o el
respeto escrupuloso a los procesos electorales y al sufragio universal. Por otra parte, el
asesinato de Canalejas en 1912 dejaría a la monarquía sin un mediador que pudiese
domesticar este reagrupamiento de izquierdas que, en el medio plazo, aspiraba a ser una
amenaza real para la Corona.
Como es lógico, esta implicación del PSOE en el sistema alfonsino para
derribarlo mediante la movilización electoral repercutió en un mayor protagonismo de
esta formación, que pasó rápidamente a ejercer un poderoso atractivo para parte de la
clase media profesional que, anteriormente, se había identificado con el republicanismo
radical. Igualmente, la Gran Guerra, así como la crisis de 1929, agudizaron esta
tendencia y el PSOE vio ingresar en sus filas a profesores universitarios como Julián
Besteiro, Fernando de los Ríos, Leopoldo Alas, Luis Jiménez de Asúa o Juan Negrín.
Esta conjunción entre el socialismo y la clase media ilustrada se evidenciaría por
primera vez en el X Congreso del Partido Socialista celebrado a finales de octubre de

2
REIG, Ramiro: Blasquistas y Clericales. València, Institució Alfons el Magnànim, 1986

14
19153. Pero esta tendencia tomará una fuerza incontestable en las Cortes de la Segunda
República, donde de los 201 escaños ocupados por el PSOE en las tres legislaturas, el
73‟6% será ostentado por profesionales liberales, industriales o empleados públicos
frente el 26‟4% que detentarán obreros o agricultores4.
En este punto, es necesario destacar que la clase media anterior a la Segunda
Guerra Mundial no se definía ni en España ni en el resto de Europa por el nivel de su
renta, sino por su acceso a la educación reglada5. Desde las revoluciones liberales, la
clase media se había identificado idealmente con el liberalismo y había tomado como
signo de distinción el acceso a la enseñanza media. El hecho de cursar el Bachillerato
permitía adquirir la cultura general y los conocimientos que se consideraban
imprescindibles al ciudadano, al miembro activo y útil de la comunidad política. La
clase media se distinguía de los estratos inferiores por su correcta alfabetización en
castellano y por desempeñar trabajos no manuales6. En este sentido, es fácil entender
que uno era de donde había cursado el bachillerato, porque en aquellos años había
tomado cuerpo su personalidad al tiempo que su esfera de autonomía trascendía el
ámbito privado de la familia. En la secundaria se fraguaban los lazos de amistad que
perdurarían y se empezaba a tantear las responsabilidades de la madurez 7.
Del mismo modo, los planes de estudio que componían el bachillerato hasta el
franquismo fueron deudores del liberalismo avanzado que caracterizó la Revolución
Gloriosa de 1868. A pesar de los gobiernos conservadores de la Restauración, los
estudios generales del bachillerato se mantuvieron, en términos generales, como un
compendio de saberes enciclopédicos y valores políticos que cualquier hombre culto,
decente y europeo debía compartir con sus iguales. Por esta razón, el individualismo, el
nacionalismo, el parlamentarismo, el libre mercado o el darwinismo se encontraban
comprendidos en la enseñanza media, aunque ésta también reservaba un lugar marginal

3
TUÑÓN DE LARA, Manuel: Medio siglo de cultura española (1886-1936). Madrid, Tecnos, 1970, pp. 159-
160
4
MARTÍN NÁJERA, Aurelio: El grupo parlamentario socialista. Vol I. Madrid, Editorial Pablo Iglesias,
2000, pág. 654
5
PILBEAM, Pamela M.: The middle Classes in Europe 1789-1914. France, Germany, Italy and Russia.
Hong Kong, MacMillan, 1990
RINGER, Fritz K.: Education and Society in Modern Europe. Indiana University Press, 1979
6
SIRERA MIRALLES, Carles: Un título para las clases medias: el instituto de bachillerato Lluis Vives de
Valencia 1859-1902. PUV, 2011
7
SOUTO KUSTRIN, Sandra: “Juventud, teoría e historia: la formación de un sujeto social y un objeto de
análisis”, HAOL, Núm. 13 (Invierno, 2007), 171-192

15
al neotomismo en sus cursos académicos en un inestable equilibrio que se mantuvo
hasta la Guerra Civil8.
De hecho, Max Aub fue testigo directo de este pluralismo antagónico en sus
últimos años de convivencia pacífica, cuando estudió en el Instituto General y Técnico
de Segunda Enseñanza, actual I.E.S. Lluís Vives, entre 1914 y 1919. Como él mismo
escribió ya en el exilio: Me eduqué en el respeto del sentir de los demás y la admiración
por la tolerancia. Y en ello sigo. No estoy dispuesto a que los demás usen conmigo una
medida distinta9. De hecho, como recuerda en la Gallina Ciega10, tuvo como profesor
de filosofía y ética a Manuel Polo y Peyrolón, senador por los carlistas y publicista de
esta causa, y tras su fallecimiento en 1918 al republicano Manuel Hilario Ayuso
Iglesias, antiguo compañero de Antonio Machado en Soria, que otorgaría a Max Aub un
sobresaliente con opción a Matrícula de Honor11 en Rudimentos del Derecho 12.
En este mismo sentido, se debe destacar que dos de los catedráticos que tuvo en
el instituto, también mencionados en la Gallina Ciega13, fueron dos destacados
dirigentes del republicanismo democrático de Valencia, cuyas biografías parecían
sacadas de los Episodios Nacionales de Galdós: Anselmo López Arenas y Saturnino
Milego. Jóvenes de origen humilde, hijos de un zapatero y un calderero
respectivamente, habían logrado alcanzar la universidad gracias a su esfuerzo personal y
fueron estudiantes de la Universidad Central comprometidos con la Revolución
Gloriosa de 1868. Vinculados al krausismo, obtuvieron en 1874 sendas plazas de
profesores en un instituto de Canarias, donde iniciaron una trayectoria profesional
salpicada por la animadversión que suscitaban sus enseñanzas entre los sectores
católicos. Salvados de las purgas decretadas por Cánovas contra los krausistas, durante

8
DÍAZ DE LA GUARDIA, Emilio: Evolución y desarrollo de la Enseñanza Media en España de 1875 a 1930.
Un conflicto político-pedagógico. Madrid, MEC, 1988
9
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 215
10
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español. Barcelona, Alba, 1995,
pág. 296
11
Max Aub no abonó las tasas de expedición de título de Bachiller; por esta razón, la localización de su
expediente académico en el Arxiu Històric de l‟Institut Lluís Vives a día de hoy es una tarea casi
imposible, porque se encuentra sin clasificar en alguna de las 585 cajas-archivador que se conservan de
este periodo.
12
MEMORIAS DEL INSTITUTO PROVINCIAL DE 2ª ENSEÑANZA. CURSO DE 1918 Á 1919. Valencia, Imprenta de
Manuel Alufre, pág. 27
13
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español. Barcelona, Alba, 1995,
pág. 204

16
la Restauración emprendieron caminos separados hasta que volvieron a coincidir en
Valencia a principios del Siglo XX14.
Saturnino Milego, encargado de las asignaturas de Literatura Española, fue un
profundo demócrata y nacionalista enamorado de la lengua castellana y su legado. Fue
profesor por 20 años en Toledo, donde tuvo como discípulo a Navarro Ledesma, y en
1878 se enfrentó a Marcelino Menéndez Pelayo en los ejercicios de oposición para la
cátedra de Historia Crítica de la Literatura Española de la Universidad Central. Cuando
llegó a Valencia, rápidamente se vinculó al blasquismo e inició campañas periodísticas
en contra de los privilegios concedidos a los centros educativos religiosos que
motivaron virulentas polémicas. Asimismo, fue un renovador de los métodos
pedagógicos y un activo ateneísta15, que en 1918 concedió un Sobresaliente a Max Aub
en la asignatura Historia General de la Literatura16, justo dos años antes de jubilarse.
Este sobresaliente dio la opción a Max Aub de postular por una Matrícula de Honor, que
exigía una disertación sobre un epígrafe de un temario. A pesar de su temprano talento,
la dificultad era considerable para alguien que había huido de su país natal, Francia,
hacía sólo unos pocos años. Como el propio Max recordaría: Mi castellano cojeaba
todavía. Aún recuerdo cómo confundí lo elegíaco con lo bucólico al escoger un trabajo
y que me vi lanzado hacia Teócrito cuando quería hablar de Quevedo17.
Anselmo Arenas, a su vez, muestra un periplo vital todavía más interesante y
agitado. Profesor de Historia y Geografía, después de 15 años de ejercer la docencia en
Badajoz y ser el líder local del republicanismo, en 1892 se trasladó a Granada, donde
sus manuales de historia despertaron las iras del obispado. Tras dos años de campañas
periodísticas contra su persona, la Dirección General de Instrucción Pública decidió
suspenderlo temporalmente e iniciar un expediente disciplinario que se demoró por años
por la controversia política que suscitó su caso en relación con la cuestión de la libertad
de cátedra, ya que Arenas fue el único catedrático sancionado por razones ideológicas
tras las purgas de krausistas que realizó el ministro Orovio en el primer gobierno de
Cánovas. Finalmente, en 1900 se resolvería su proceso con el fallo salomónico de

14
SIRERA MIRALLES, Carles: Un título para las clases medias: el instituto de bachillerato Lluis Vives de
Valencia 1859-1902. PUV, 2011, pp. 171-254
15
HERRERO CORTÉS, Rafael: Ideario y acción de un krauso-institucionista: Saturnino Milego e Inglada.
Tesis Doctoral, València, Universitat de València, 1983
16
MEMORIAS DEL INSTITUTO PROVINCIAL DE 2ª ENSEÑANZA. CURSO DE 1917 Á 1918. Valencia, Imprenta de
Manuel Alufre, pág. 30
17
AUB, Max:"José Gaos", Cuadernos para el diálogo, extraordinario XXII, Madrid, octubre 1970, pág. 61

17
negarle la posibilidad de enseñar historia a cambio de hacerlo titular de otra asignatura,
al mismo tiempo que se lo trasladaba al instituto de Valencia con la intención de que su
figura, en una ciudad más grande y tolerante, no encendiese los ánimos del catolicismo
intransigente18. Allí, como compañero de su viejo amigo Saturnino Milego, enseñaría
Francés hasta su jubilación en 1918, y, como es lógico, pondría sobresaliente a Max
Aub en los dos cursos obligatorios que cursó como alumno libre en un solo año 19.
Por lo tanto, como ya destacó Marta Bizcarrondo sobre la adscripción intelectual
de Luis Araquistain20, Max Aub había recibido el legado político del fracaso de la
Revolución democrática de 1868. Si el liberalismo democrático no había podido
enraizarse en la sociedad española y minar la virulencia del catolicismo intransigente,
era lógico esperar que una doctrina nueva, más moderna, como el socialismo lograse
triunfar donde ideas antiguas como el liberalismo se habían estrellado. Ni Negrín ni
Max Aub, que ingresaron ambos en el PSOE en 1929 21, estaban concernidos por los
debates entre Kautsky y Berstein o Malenkov y Lenin, sus preocupaciones eran
deudoras del pensamiento de Joaquín Costa y de los dilemas existenciales de Unamuno.
En aquella época, según Max Aub, para él y sus amigos, el futuro filósofo José Gaos y
el sociólogo en ciernes José Medina Echavarría, la revista España era nuestra Biblia y
a Unamuno lo leíamos por lo menos una o dos veces por semana en El Mercantil
Valenciano22. Su horizonte de expectativas era equiparar la realidad española con sus
modelos de referencia europeos, modernizarla para superar el atraso impuesto por la
superstición clerical y conseguir alcanzar un futuro de mayor igualdad y progreso. Por
todo esto, la supuesta contradicción de clases que presuponía la doctrina socialista no
era un problema de primer orden y el propio Max Aub se pronunció al respecto en su
primer discurso netamente político. El 2 de febrero de 1930, a las pocas semanas de

18
CALERO DELSO, Juan Pablo: “Fe contra razón: Anselmo Arenas y la censura eclesiástica”.
Comunicación presentada a las VII Jornadas de Castilla la Mancha sobre investigación en archivos:
España entre Repúblicas (1868-1939), Guadalajara, 2005
SIRERA MIRALLES, Carles: Un título para las clases medias: el instituto de bachillerato Lluis Vives de
Valencia 1859-1902. PUV, 2011, pp. 171-254
19
MEMORIAS DEL INSTITUTO PROVINCIAL DE 2ª ENSEÑANZA. CURSO DE 1916 Á 1917. Valencia, Imprenta de
Manuel Alufre, pp. 22-23
20
BIZCARRONDO, Marta: Araquistain y la crisis socialista en la II República. Leviatán (1934-1936).
Madrid, Siglo XXI de España, 1975, pp. 13-26
21
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 1-41
22
AUB, Max:"José Gaos", Cuadernos para el diálogo, extraordinario XXII, Madrid, octubre 1970, pág. 60

18
ingresar en el partido, en la Casa del Pueblo de Madrid, empezaba su alocución citando
un artículo de otro escritor sobre este punto.

“No, candidos amantes de la paradoja; no puede haber socialistas burgueses como no se


puede encender una vela a San Miguel y otra al diablo; ser con los mamíferos y con las
aves ratón, como el murciélago de la fábula; jugar con dos barajas, ponerse al sol que más
calienta; estar al caldo y a las tajadas y dar gusto a tirios y troyanos. No hay más remedio
que hablar claro y decir que si se es partidario de la renta o del producto íntegro del trabajo,
de la explotación del hombre por el hombre o de la emancipación del proletariado. Lo
demás es palabrería, todo lo literaria que se quiera, pero palabrería. Por algo los
trabajadores miran a los literatos profesionales con cierta prevención. Suelen ser
paradojistas y, según la última moda vanguardista, apolíticos, asociales, irreligiosos y arre,
que es tarde, a alcanzar cuanto antes la renta, el empleo, el casamiento ventajoso o la
subvención descarada. La cuestión es hurtar el cuerpo al trabajo, y para ello la literatura
suele ser un recurso excelente, cuando la literatura no tiene un contenido humano y al
mismo tiempo espiritual”
Así escribe un viejo liberal que nosotros, los jóvenes, no solemos leer con gran
frecuencia- Antonio Zozaya-, en un artículo recientemente publicado. Que no hay ley sin
excepción, compañeros, es lo que os quería decir con este primer contacto.
Compañeros: Yo he venido al Socialismo porque es el único Partido hoy y en España que
ofrece la posibilidad de un mundo mejor. Todos los otros, viveros de intereses creados, de
personalismos, no injustificados dada la pobreza de sus componentes se glorían de
mantener la vida en las mismas circunstancias de hoy; sus reformas suelen referir a cosas
superficiales. Que las hondas y verdaderas también las engloba, además, el Socialismo.
En estos tiempos de turbios conservadores que se dicen liberales, de jóvenes que se
proclaman reaccionarios, de intelectuales coqueteos con la fuerza de los revolucionarios de
café o manzanilla, os aseguro, compañeros, que en ningún sitio se encuentra tan a gusto un
universitario, ni en un medio que más le esperanza, como entre vosotros.
Tengo la completa seguridad de no tener exactamente las mismas ideas ni pulsaciones que
gran parte de vuestros compañeros; pero ¿qué importa eso? Al contrario, de esos múltiples
y pequeños choques tiene que surgir esplendoroso y magnífico el cauce arrollador del
Partido Socialista Obrero Español.23

En 1930, por toda Europa habían surgido nuevas amenazas contra la democracia
parlamentaria que, en muchos países, de forma abrupta y trágica deshicieron todos los
logros políticos y sociales de los últimos cien años24. Pero, en España, la Dictadura de
Primo de Rivera era el fin de un ciclo de dominio de la reacción y el inicio de una
esperanza de mayor libertad e igualdad. Como sostenía Max Aub, de esos múltiples y
pequeños choques entre la libertad y la igualdad tenía que surgir esplendoroso y
magnífico el cauce arrollador del Partido Socialista Obrero Español.
Desafortunadamente, cuando se logró fundar una república parlamentaria en
España, ésta ya no parecía a ojos de algunos una nueva forma de gobierno, sino un
régimen terriblemente anticuado. La generación de Max Aub y de Francisco Ayala,

23
El Socialista, 5 de febrero de 1930
24
MAZOWER, Mark: La Europa Negra, desde la Gran Guerra hasta la caída del comunismo. Sabadell,
Ediciones B, 2001

19
deudora del Regeneracionismo en su vertiente no autoritaria, quedó atrapada entre la
grave e inoperante decencia de hombres como Manuel Azaña y el empuje de unos
jóvenes más radicales, drásticos y extremos cuyos referentes políticos se encontraban en
la Unión Soviética de Stalin, en la Italia de Mussolini o en la Alemania de Hitler. En
teoría, a sus treinta y pocos años todavía podían elegir cómo querían seguir entendiendo
el mundo y sumarse al bando donde sintiesen mayor acomodo. Pero, como veremos más
adelante, en la práctica las circunstancias los arrojaron de una trinchera a otra sin
dejarles mucho tiempo para la dilación de sus actos.

20
El laberinto socialista
Antes de relatar las peripecias de Max Aub durante la Guerra Civil, es necesario
describir a grandes rasgos las disputas internas que atravesaron al PSOE en estos años y
los bandazos ideológicos que protagonizaron sus dirigentes para entender mejor el
contexto de progresiva desconfianza que rodeó a sus militantes. Como es ampliamente
conocido, a inicios de 1936 el PSOE estaba dividido en dos líneas de actuación respecto
a la Segunda República: una postura pragmática y de colaboración con los partidos
republicanos de izquierda liderada por Indalecio Prieto, donde se incluía Negrín, y una
actitud intransigente y maximalista ante el nuevo régimen capitaneada por Largo
Caballero, secretario general de la UGT, quien empleaba una retórica revolucionaria
para alentar una política obrerista antiburguesa.
Esta situación, que fácilmente se podría equiparar con el escenario de ruptura
entre mencheviques y bolcheviques previo a la Revolución Rusa, era en realidad
extremadamente confusa. En 1936, el grupo de Prieto y el Partido Comunista coincidían
en la necesidad de unir fuerzas y apuntalar la estabilidad del sistema parlamentario,
mientras que los caballeristas denunciaban la futilidad del gradualismo reformista.
Como es obvio, el Partido Comunista no defendía la colaboración con los republicanos
por un convencimiento sincero, sino por imposición directa de Moscú. La Unión
Soviética intentaba aunar esfuerzos en Europa, política exterior conocida como
seguridad colectiva, y lograr la complicidad de las democracias parlamentarias mediante
el cese de las tareas subversivas sostenidas por el Comintern. De este modo, Stalin
confiaba en poder frenar el ascenso del fascismo en Europa y desactivar la amenaza que
se cernía sobre su país.
Por el contrario, los caballeristas de la mano de Luis Araquistain, su ideólogo y
director de la revista Leviatán, desarrollaron un pensamiento revolucionario propio e
independiente que dio cabida a aportaciones de los trosquistas y marginó a anarquistas y
comunistas1. Pero, a pesar de su farragosa teoría marxista de alta dureza intelectual, los
caballeristas eran mayoritariamente líderes sindicales de la UGT, veteranos del partido,
acostumbrados a una práctica de negociación colectiva y a formular exigencias
posibilistas. No constituían un partido de vanguardia en el sentido leninista, carecían de
cualquier tipo de preparación militar o marcial y su tradición guerrera, a diferencia de
los anarquistas, tenía como grandes hitos la celebración de huelgas y manifestaciones
pacíficas. De hecho, por estas razones, la sublevación de 1934 fue un fracaso en Madrid,
plaza fuerte de los simpatizantes de Largo Caballero, y sólo tuvo éxito de forma
autónoma en Asturias, donde, paradójicamente, Prieto tenía un enraizado apoyo entre
las bases que lo obligó, junto al sector centrista, a apoyar a los compañeros que habían
tomado insensatamente las armas 2.
Sin embargo, todo esto no impidió que se produjera un equívoco entre las
juventudes socialistas, que en parte sí se habían radicalizado a imitación del modelo
bolchevique, y el sector caballerista, al que tomaron, en un primer momento, como
referente y guía3. La Federación de Juventudes Socialistas declaró la guerra a los
centristas de Prieto con la esperanza de que la izquierda del PSOE rompiese
definitivamente con sus adversarios, pero Largo Caballero decidió distanciarse de los
acontecimientos del 34 y aceptar, en apariencia, la colaboración con los republicanos
para la constitución del Frente Popular, si bien intentó también reforzar su control sobre
el aparato del partido.
En esta tesitura, las juventudes socialistas empezaron a tantear y ser tanteados
por sus compañeros de las Juventudes Comunistas hasta que en abril de 1936 ambas
organizaciones se fusionaron. Esto, empero, no supuso un acercamiento de los
caballeristas a la órbita del partido comunista, porque no tardaron en percibir que la FJS
había sido más bien absorbida por la Unión de Juventudes Comunistas. Como era
lógico, la generación de Largo Caballero sólo estaba dispuesta a aceptar a los
comunistas si estos decidían integrarse en las filas del PSOE y jurar su lealtad al partido
y no al COMINTERN, porque su vida política de lucha y solidaridad había transcurrido

1
BIZCARRONDO, Marta: Araquistain y la crisis socialista en la II República. Leviatán (1934-1936).
Madrid, Siglo XXI de España, 1975, pp. 217-433
2
GRAHAM, Helen: El PSOE en la Guerra Civil. Poder, crisis y derrota (1936-1939), Barcelona, Random
House Mondadori, 2005, pp. 29-72
3
SOUTO KUSTRIN, Sandra: Y ¿Madrid? ¿Qué hace Madrid? Movimiento revolucionario y acción colectiva
(1933-1936). Madrid, Siglo XXI, 2004

22
bajo las siglas de un partido que no pensaban supeditar a las decisiones que se tomasen
en la Unión Soviética.
Por el contrario, la generación más joven no acumulaba experiencias
compartidas con los compañeros de filas. No había una historia en común ni un pasado
que hubiese tejido una red de fidelidades personales inquebrantables. Fue esta la razón
que permitió que gran parte de los jóvenes socialistas pasasen a ser jóvenes comunistas,
mientras que, en muchos casos, sus padres no pudieron acompañarlos en este camino
por sentirlo como una traición.
Precisamente, a lo largo del Laberinto Mágico este dilema se refleja en distintas
escenas: además del caso real de Wenceslao Carrillo y su hijo Santiago que se cita en
algunas ocasiones, el inicio de Campo Abierto presenta a Asunción Meliá y a Vicente
Dalmases, dos jóvenes miembros de las juventudes comunistas que, a raíz de una
denuncia contra el padre de ella, tranviero sindicado en la UGT, pronto tendrán que
decidir entre los dictados de los burócratas del partido o sus sentimientos hacia la
familia y los amigos. Por otra parte, a veces, las circunstancias rompen con esta
distancia generacional y las distintas sensibilidades de la izquierda se aproximan hasta
fraguar nuevas amistades. Es el caso, nuevamente, de Vicente Dalmases quien, en
Campo del Moro, es acogido como un hijo por Fidel Muñoz, el honesto tipógrafo
sindicalista de la UGT que había sido admirador de Besteiro hasta que éste se mostró
partidario de sumarse a la Asamblea Nacional convocada por Primo de Rivera en 1927,
momento en el que se pasó al sector de Indalecio Prieto. Este hilo de preocupación y
ternura recíproca es uno de los elementos narrativos de Campo del Moro, novela que
trata con dureza y verosimilitud extrema todos los acontecimientos que rodearon el
golpe de Casado, fatídico detonante que hizo eclosionar todos los resentimientos y
agravios albergados por priestistas, caballeristas, negrinistas, comunistas y anarquistas.
En esa loca espiral de represión y destrucción mutua entre supuestos camaradas, Fidel
Muñoz busca al joven comunista detenido por los suyos, cuando encuentra un destino
fatal sin que el lector sepa nunca a manos de que facción muere este trabajador íntegro y
honesto.
No obstante, en febrero de 1936 estas diferencias todavía no habían aflorado de
forma irreparable. El Frente Popular había ganado las elecciones en un contexto político
de bipolarización que necesitaba la constitución de un gobierno fuerte capaz de dar

23
estabilidad a las instituciones. Es en este momento, cuando socialistas y republicanos
fuerzan la destitución del Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, para
nombrar en su cargo a Manuel Azaña.
Las razones de esa reprobación son las mismas que Max Aub le reprochará a
Azaña en su obra de teatro Cara y Cruz: la permisividad ante Sanjurjo y su golpe de
1932. En aquella ocasión, Azaña, como presidente de un consejo de ministros que
incluía tanto a Indalecio Prieto como a Largo Caballero, consideró que Sanjurjo no
debía ser condenado a muerte para evitar su elevación a mártir y, al mismo tiempo,
rebajar la tensión política. Pero, para no caer en una imagen de tibieza ante los
opositores partidarios de una sublevación armada, se pactó con Niceto Alcalá Zamora
que, bajo ningún concepto, el general Sanjurjo sería amnistiado.
Alcalá Zamora, empero, no cumplió con su palabra y cedió a las presiones del
político reaccionario José María Gil Robles. El perdón concedido a los golpistas, como
es lógico, le granjeó la desconfianza de toda la izquierda parlamentaria que, una vez
declarada vencedora de los comicios de 1936, lo depuso del rango de Jefe de Estado
para sustituirlo por Manuel Azaña. Dicha medida se tomó con la esperanza de que
Indalecio Prieto asumiría la presidencia del Gobierno y, de este modo, afianzar la
alianza entre republicanos y socialistas moderados en una coalición de amplia base
social y política.
Sin embargo, Largo Caballero se mostró contrario a participar en un gobierno
con los republicanos y amenazó a Prieto con que él y sus diputados afines no votarían a
su favor en la sesión de investidura. Se celebró una reunión interna de los diputados
socialistas y la postura de Largo ganó por 47 votos frente a 19 votos, más dos
abstenciones. Ante el riesgo de fracturar internamente el partido, Prieto prefirió no
postular a la presidencia con el apoyo del resto de partidos de izquierda, pero sin el
consenso del suyo propio, a pesar de que algunos colaboradores suyos, como Juan
Negrín le insistieron en ese sentido. En el futuro, Prieto no dejaría de lamentarse por
haber obrado con tantos escrúpulos y Juan Vidarte consideraría en sus memorias que
todos habían sido culpables por haberse plegado a las exigencias de los caballeristas 4.

4
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 156-158
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 217-222

24
La consecuencia de esta indecisión fue que la responsabilidad de gobernar
recayó en el republicano Santiago Casares Quiroga, hombre de carácter débil que
minimizó los riesgos de una posible sublevación militar y no tomó las medidas
necesarias para apartar a los posibles oficiales rebeldes de sus puestos de mando. El 17
y 18 de julio, varios generales de brigada en colaboración con parte de los partidos y
asociaciones de derechas se alzaron en armas contra el gobierno legítimo. En la mayoría
de capitales de provincia las fuerzas del orden auxiliadas por la población civil,
principalmente militantes obreros de los partidos de izquierda, consiguieron sofocar la
rebelión; pero el territorio colonial africano, donde se concentraba el grueso de tropas
del ejército español, cayó en manos de los sublevados sin ninguna resistencia.
Este fue el inicio de la Guerra Civil. Durante las primeras horas, Santiago
Casares Quiroga intentó detenerla con la publicación de decretos que exigían el desarme
y la entrega de los oficiales golpistas, al mismo tiempo que prohibía la distribución de
armamento a los partidos políticos para evitar la formación de milicias. Ante la futilidad
de sus pretensiones, Azaña nombró en las primeras horas de la mañana del 19 de julio a
Diego Martínez Barrio presidente del Gobierno con el fin de que negociase con Mola un
alto el fuego que evitase el inminente baño de sangre. Mola se negó a cualquier tipo de
negociación, porque la única reivindicación que unía a los sublevados era la supresión
del régimen republicano y su sistema electoral democrático.
A partir de ese momento, la segunda república como espacio ideal de libertad e
igualdad que la generación de Max Aub había conquistado se hundió. Si la década de
los años treinta había conocido también agitación y violencia política, las nuevas
circunstancias bélicas exacerbarían hasta extremos incontrolables la defensa de la
libertad y la igualdad, así como la agitación y la violencia. Los próximos tres años
serían apasionantes, pero horribles.
El asalto al poder perpetrado por los rebeldes propició la fractura del orden
público en todo el país. Las zonas bajo su dominio fueron rápidamente militarizadas y
sometidas a la ley marcial para efectuar una rápida y sistemática eliminación de
enemigos y desafectos. Por el contrario, en las ciudades republicanas, a excepción del
País Vasco, surgieron como nuevos centros de poder los comités de los sindicatos que
asumían el control de los servicios públicos y abastecían a las milicias y a los soldados
leales en su lucha contra los insurrectos. Si bien el PSOE y el Partido Comunista no

25
eran partidarios de cuestionar la legitimidad de las instituciones republicanas, al final
optaron también por organizarse y armarse para no quedar en desventaja frente al
sindicato anarquista CNT5.
En esta tesitura, se produjo una terrible privatización de la violencia:
anarcosindicalistas, personas furiosas o delincuentes comunes autodenominados
anarquistas aprovecharon la confusión y el caos para vengarse de antiguas represalias o
perpetrar asesinatos y robos. El colapso del Estado dejó indefensa a gran parte de la
población que no podía recurrir ni a la policía ni a los tribunales. Las grandes ciudades
se transformaron en un escenario sin ley ni una autoridad pública centralizada y el
riesgo de precipitarse por el abismo hobbesiano de la guerra de todos contra todos sólo
pudo conjurarse gracias a la colaboración y el consenso que, en un equilibrio muy
precario, partidos políticos y sindicatos tejieron espontáneamente. Este es,
precisamente, el trasfondo de toda la primera parte de Campo Abierto, que muestra con
toda crudeza la violencia civil que caracterizó el principio de la guerra. En el campo
republicano, encontramos al pistolero anarquista el Uruguayo, que acumula un
impresionante historial de crímenes cometidos en favor de la Idea y de sus propios
intereses, pero que, finalmente, es sentenciado y ejecutado por los milicianos tras
discutir anarquistas, republicanos y socialistas qué hacer con incontrolados tan
peligrosos.
En un sentido opuesto, Jorge Mustieles, un joven radical-socialista (es decir,
liberal-demócrata), hijo de un cacique de derechas logra huir de Valencia gracias a la
complicidad y permisividad de los anarquistas, quienes, al igual que él mismo,
entienden que su pensamiento moderado y su pasado familiar hacen de él una víctima
propicia de cualquier exaltado del bando republicano. A pesar de que su fuga se cumple
con éxito tras abonar un rescate, una vez en territorio franquista es ejecutado
sumariamente por sus antecedentes políticos sin que sea posible mediación de ningún
tipo. De este modo, se contrapone una violencia colectiva arbitraria, autónoma y sádica
a veces por desatada, con la represión eficiente, deshumanizada e inmisericorde de una
dictadura militar que no atiende a razones, sólo a objetivos.
Para restaurar la paz social en la zona republicana fue necesario organizar un
gobierno de concentración nacional liderado por Largo Caballero el 4 de noviembre,

5
GRAHAM, Helen: La República española en guerra (1936-1939). Barcelona, Debate, 2006, pp. 105-152

26
que aglutinó a todas las formaciones integrantes del Frente Popular y consiguió que la
CNT y la FAI se comprometiesen activamente en la defensa de la República. Asimismo,
por el lado de los socialistas se incluyó a estrechos colaboradores de Largo Caballero y
al líder del sector centrista Indalecio Prieto, quien solicitó la inclusión de Juan Negrín
en la cartera de Hacienda.
De este modo, se consiguió concertar unas fuerzas cuya desunión anterior había
precipitado la catástrofe y desarrollar una política que permitió reconducir el fervor
revolucionario de los anarcosindicalistas hacia el esfuerzo bélico. Para alegría de Prieto
y Negrín, el veterano dirigente de la UGT se decantó por un pragmatismo centrado en la
creación de un nuevo ejército popular que incorporase a la oficialidad leal a la
República y a los milicianos, así como a recuperar el monopolio de la coerción legítima
para las instituciones públicas. Si bien se respetó la autonomía adquirida por los
sindicatos, principalmente la CNT en Cataluña, a grandes rasgos se pudo apuntalar un
nuevo marco de actuación para el Estado que logró en parte supeditar los comités a su
autoridad. Desafortunadamente, no se pudo erradicar la violencia popular pero, como
mínimo, sí se redujo y controló mediante el establecimiento de tribunales populares 6.
En el transcurso de la construcción de esta nueva administración, los comunistas
adquirieron una relevancia superior a su auténtico peso social. La inestimable ayuda en
material bélico y personal militar cualificado que prestaron los soviéticos, el mando
jerárquico y único del partido ejemplo de eficiencia y disciplina, su política de atraerse a
los sectores sociales con estudios o capacitación técnica y su deslumbrante propaganda
cultural hicieron del Partido Comunista la estrella emergente de la Guerra Civil. De
forma acelerada, un partido de vanguardia de cuadros dirigentes en el concepto leninista
inició un proceso de transformación en auténtico partido de masas y, para tal fin,
aprovechó cualquier oportunidad de hacer proselitismo. Esto supuso hacer campaña de
captación de militantes en las bases socialistas y entrar en lucha con los veteranos
sindicalistas de la UGT, la columna vertebral del sector caballerista.
Por otro lado, el ala moderada del PSOE estaba más preocupada por lograr que
la maquinaria del Estado funcionase correctamente y, en consecuencia, no dudaron en
recurrir a personal cualificado sin tener en cuenta su filiación política. Esta fue una vía
de acceso de los comunistas a cargos de responsabilidad que, gracias a la influencia

6
Ibíd. pp. 153-275

27
soviética, resultó imposible de detener cuando su parcialidad y sectarismo empezaron a
alertar al resto de fuerzas políticas. El propio Negrín, al reorganizar el cuerpo de
Carabineros a finales de septiembre de 1936, dispuso el apoliticismo de los miembros
de estas fuerzas para evitar la infiltración de militantes del PCE 7. En realidad, era más
bien, según Francisco Ayala, una fuerza de choque para prevenir la instrumentalización
del Ejercito Popular por parte de los sectores stalinistas. Como él mismo recordaba:

Puesto que el partido comunista, de entidad e influencia mínimas al comienzo de la


sublevación, había impuesto, prevaleciendo sobre anarquistas y partidarios de Largo
Caballero, su táctica sensata de “ganar la guerra ante todo”, y esto le había procurado no
sólo popularidad creciente entre las masas asqueadas del forcejeo paralizador de los líderes
socialistas sino también un control muy efectivo y cada vez mayor sobre el ejército cuya
organización y disciplina había propugnado, este Cuerpo de Carabineros de Negrín estaba
llamado a ser, terminada la contienda con una eventual derrota del fascismo, el instrumento
que evitara la implantación de un sistema marxista totalitario en España. Los carabineros de
Negrín eran en su mayor parte jóvenes socialistas de clara orientación democrática y
estaban encuadrados por una oficialidad que se reclutaba sobre todo entre los hijos de la
burguesía liberal (o entre los liberales de la burguesía).8

Sin embargo, no se podía impedir que la capacidad de sacrificio por la causa y la


eficiencia de los comunistas encantaran a parte de esa misma clase profesional que
había ingresado recientemente en el PSOE o que los funcionarios y militares leales a la
República prefiriesen la resolución del PCE a las interminables discusiones políticas del
resto de partidos. Estos son los dilemas y angustias que asaltaron a Max Aub y a su
generación y de los que dejó brillante constancia escrita en las discusiones sostenidas
por el trío de amigos protagonistas que recorren el Laberinto Mágico: Juan Fajardo,
Julián Templado y Paulino Cuartero.
El primero, trasunto del escritor Juan Chabás, es un estudiante poco aplicado de
buena familia, literato, calavera y profesor en el instituto de Alcoy, que se encuentra en
medio de una crisis personal cuando se produce la sublevación. Como cuenta Max Aub:

Vivía huido. Estaba en Madrid, por unos días, cuando estalló la rebelión militar: vio el
mundo pintiparado para desaparecer, sirviendo para algo. Subió, sin más, a la Sierra, en el
primer camión que le salió al paso. Del contacto feroz con los hombres y la muerte se le
abrió el cielo, creyó ver claro. Ingresó a poco en el Partido Comunista, convencido de que
era la única solución terrenal. Se le borró todo lo demás. De nuevo los hombres le
parecieron nuevos, como cuando lo de su amor, pero ahora sin posibilidad de vuelta.
Cuando le sugirieron que se ocupara, con otros “intelectuales” de poner a salvo las obras de
arte, se negó en redondo: quería ser militar, militante, no ocuparse para nada de la salvación

7
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 196-197
8
AYALA, Francisco: Recuerdos y olvidos. Madrid, Alianza, 1991, pp. 226-227

28
del espíritu como no fuese directamente a través de los campesinos y los obreros. No es que
despreciara, desde su mundo nuevo, a sus antiguos compañeros, pero creía verlos en una
esfera distinta; le pareció -con la ayuda de su fatua superioridad- que cuanto hacían, aunque
muy puesto en razón, no era más que cosa secundaria.9

Por el contrario, Julián Templado, médico de profesión, había ingresado en el


año 34 en el Partido Socialista, por reacción ante la política del gobierno Lerroux-Gil
Robles. No hizo nunca más que pagar su cuota. Fue de todos la sorpresa, los primeros
días de la sublevación militar, al pedir las patrullas de control la documentación, verle
exhibir el carnet del partido 10. Por su formación intelectual y sus valores, el personaje
exclama en Campo de Sangre:

No creo en la posibilidad de una victoria comunista en España. Como no creo en los


anarquistas. Pertenecer a un partido es pagar una cuota, aceptar vagamente un programa.
Los comunistas lo entienden de otra manera como antes los de la FAI. No aceptan
durmientes. Lo que llevamos en la sangre es el caudillismo y el cacicazgo. Estamos
acostumbrados a que nos gobiernen siguiendo voluntades y no doctrinas. Un liberal y un
socialista no dejan sus manías, sus costumbres, ni sus afectos por el Partido. Un comunista
ciega por su Partido, se cierra a banda. El comunismo es una religión, una obligación de
conciencia, un deber, con sus normas, con su infalibilidad, sus observancias. El hombre
deja de ser profesor, carnicero o albañil. Un comunista es, ante todo, un peón del Partido.11

Años después, empero, sus puntos de vista han variado. Si sus palabras se
pronuncian a las diez y media de la noche del 31 de diciembre de 1937 y Max Aub las
publica en 1945, el mismo autor nos cuenta en 1963 que:

Julián Templado ha estado en Francia parte del año 38. Lo sacó de Barcelona a principios
del mismo, José Rivadavia -fiscal de la República, muy su amigo- cuando, por amor de
Lola Cifuentes y capricho propio, estuvo a punto de pasarlo mal a manos de la policía.
Templado no se encontró a gusto en París. En la Embajada le dieron algo que hacer: atender
inválidos, enfermos, pero el médico madrileño, auténtico culo de mal asiento, no dormía
tranquilo. Nadie le decía: “¿Por qué no estás en España?”, pero él, tan aficionado a mirarse
al espejo, se espetaba la pregunta a cualquier hora. Tal vez por ello tampoco ligó de verdad
durante esos meses con ninguna mujer de su gusto. […] No: le roía el gusano español; con
la guerra se cambia más aprisa que con la paz -pensaba-. Extraño cultivo.
Le faltaba alma para cualquier cosa. De su amistad con José Vicens, que trabajaba en la
Embajada, y los amigos de éste, con quienes solía reunirse aquí y allá, decantó su ingreso
en el partido comunista -empeñado entonces en buscar adeptos sin pararse en barras- y su
regreso a España.12

9
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el Magnànim,
2002, pp. 238-239
10
Ibíd. pág. 94
11
Ibíd. pág. 153
12
Ibíd. pp. 495-496

29
La insoportable carga de ver aproximarse una derrota que todos creían, como el
propio Max Aub, imposible y sentir como la Europa culta y civilizada que habían
admirado los abandonaba y se desmoronaba al mismo tiempo, hace que poco a poco
Julián Templado busque refugio en la inquebrantable voluntad y seguridad que ofrece el
Partido Comunista. Por esta razón, a punto estará de perder la vida junto al joven
Vicente Dalmases en Campo del Moro a manos de los partidarios del golpe de Casado.
La diferencia la marcará Paulino Cuartero, uno de los responsables de salvar el
patrimonio artístico del Museo del Prado, hombre de creencias religiosas y el único de
los tres con mujer e hijos. Al final de Campo de Sangre, ante el avance imparable de las
tropas franquistas que romperá la zona republicana por Vinarós, Fajardo escribe a
Cuartero con el fin de que ingrese en el Partido Comunista. Su exposición de
argumentos responde a una impecable lógica escolástica deudora del pensamiento de
San Agustín:

Estás convencido de la iniquidad de la organización presente. Crees en la necesidad de un


mundo mejor. ¿Qué medios se presentan? Mil. Pero uno sólo verdadero. Todos los demás
deben, naturalmente, necesariamente, ser falsos. Conviértete al único probable, ciegamente.
Una vez en el camino él mismo te dará fuerza para proseguirlo. […]
Nada es más deleznable que someterse a la voluntad de uno solo; nada tan razonable
como someterse a la voluntad de muchos, aunque esta voluntad esté representada por uno
solo. […]
Sea cualquiera la actitud que adoptes, tu propia razón debe exigirte que consagres tu vida
al conocimiento de la verdad y práctica de la virtud: si es que estás en tu sano juicio y si la
integridad moral de tu espíritu no está pervertida aún.
Por poco que supongas la posibilidad de la realización de un mundo mejor, por poco que
sea: un relámpago, un esguince, una agonía, también debe tu razón persuadirte a marchar
por el camino más seguro. Aunque sólo fuera por tu bien personal, la satisfacción de haber
trabajado por algo mejor te llenará de alegría y te salvará. Nada hay más desesperante para
el hombre que preguntarse en la meseta o en el ocaso de su vida: ¿para qué he vivido? Así
que habla ahora a tu conveniencia. Y no vayas a creer que digo esto porque me quepan
dudas acerca de la vida futura, sino tan sólo a título de recitación acomodada a los limites
de tu ignorancia. […]
¿Ingresas en el Partido?
Si te interesa saberlo, salgo ahora mismo para Gandesa. Y después Líster dirá. Tibi.13

No obstante, Paulino Cuartero no encontrará consuelo para las desgracias de la


guerra y su crueldad hará que se sienta más humilde ante la injusticia dictada por Dios.
En Campo de los Almendros, mientras se deshacen los últimos vestigios del gobierno
republicano, le preguntan qué es además de católico y él responde que: los comunistas
dicen que soy anarquista. Y los anarquistas aseguran que soy comunista. Así que me va

13
Ibíd. pp. 399-402

30
a ser muy difícil vivir, a menos que deje de pensar. Que es lo que hacen muchos por
aquello de que es necesario alcanzar el fin. Pero, ¿qué fin? Si uno no lo ha de ver lo
que importa son los medios. Y los medios de hoy no me gustan nada14. A pesar de todo
lo ocurrido, Cuartero, como Max Aub a lo largo de su vida, se mantendrá firme: el fin
no justifica los medios y hay medios que son injustificables. No es casualidad que
Cuartero, al igual que Max, sea el único de los tres amigos imaginarios casado y con
hijas.
Sin embargo, los escrúpulos morales y la integridad eran difíciles de mantener
cuando debían tomarse decisiones que afectaban a terceros. En estas circunstancias, ni
Largo Caballero, ni Prieto ni Negrín podían frenar el irresistible ascenso de los
comunistas, porque prescindir del PCE y la Unión Soviética implicaba sencillamente
aceptar la derrota y el triunfo del fascismo.
Además, los partidos tenían derecho a hacer política y el PCE desplegaba un
inteligente doble juego que combinaba una línea de acción realista y sensatamente
pragmática con un discurso utópico y voluntarista que apelaba a una futura revolución
capitaneada por un partido obrero unificado. Las contradicciones que habían anulado a
la izquierda caballerista no hacían mella en el PCE, porque no se veía atenazado por las
reglas de la coherencia y la honestidad. Se exhibían como auténticos revolucionarios
con el fin de captar militantes en las bases de la UGT y atraerse a los jóvenes y, acto
seguido, redirigían a esos valerosos sectores bolchevizados hacia objetivos útiles que no
desbaratasen el esfuerzo común, mientras los caballeristas veían consternados como
corrían el riesgo de ser arrollados por culpa de su indefinición.
Por ejemplo, la política económica de Largo Caballero contraria a las
colectivizaciones propugnadas por anarquistas y la Federación Española de
Trabajadores de la Tierra, el sindicato agrícola de la UGT, coincidía con los propósitos
del ministro de Agricultura, el comunista Vicente Uribe, pero estas precauciones
pequeño burguesas sólo desgastaban a Largo, porque el PCE podía argüir que se trataba
de una posición meramente táctica y circunstancial, ya que el padrinazgo del
COMINTERN certificaba la autenticidad de su socialismo a prueba de reformistas. Los
comunistas minaban los apoyos de la izquierda socialista al mismo tiempo que se

14
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-B. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 96

31
mostraban ante centristas y republicanos como el único instrumento capaz de supeditar
el impulso revolucionario a las necesidades de la administración15.
El problema era que el recurso a los miembros del aparato del partido tenía
como contrapartida su inserción en las estructuras del Estado. La designación de
personas que estuviesen en la órbita del PCE en un puesto de responsabilidad solía
aparejar una preocupante extensión de su esfera de influencia por toda la maquinaria
burocrática que sostenía a la República. Por otra parte, si, en un primer momento,
habían ayudado honestamente a reestablecer el orden público, la llegada de asesores
rusos trajo consigo a los agentes del NKVD, los servicios secretos soviéticos, y sus
métodos policiales. En teoría, el PCE había trabajado con el resto de partidos para
apuntalar los tribunales populares y reintroducir las garantías procesales del Estado de
Derecho, pero, en la práctica, decidieron saltarse esas minucias legalistas cuando les
convino. En el fondo, como amargamente bromeaban con desconsuelo algunos
personajes del Laberinto Mágico, se corría el riesgo de que se instalase la deplorable
alternativa de escoger entre el pistolerismo cínico y calculado de los comunistas y el
pistolerismo idealista y generoso de los anarquistas.
Precisamente, fue este conflicto el que desembocó en los famosos Hechos de
Mayo de 1937, episodio sólo tratado indirectamente en el Laberinto Mágico, ya que
Campo Abierto termina en noviembre de 1936, tras salvarse milagrosamente Madrid de
la ofensiva fascista, y Campo de Sangre empieza el 31 de diciembre de 1937. Como es
ampliamente conocido, los enfrentamientos entre la CNT y el PSUC en Barcelona
sirvieron de pretexto a los ministros del PCE para forzar una crisis de gabinete. Largo
Caballero, desde la pérdida de Málaga, había sido atacado por la prensa comunista que
dudaba de su liderazgo militar y de la competencia de los oficiales de su confianza, y
esto lo aisló definitivamente del resto de fuerzas políticas. En esa tesitura, únicamente la
CNT, que poco a poco estaba asumiendo modos y maneras más institucionales de hacer
política, podía prestar algo de amparo al veterano sindicalista. En consecuencia, el PCE
aprovechó la coyuntura para poner a Largo Caballero ante la disyuntiva de reestablecer
la autoridad del Estado en Cataluña en detrimento de la Generalitat y los comités de la
CNT o renunciar por su incapacidad de mantener el orden en la República.

15
GRAHAM, Helen: El PSOE en la Guerra Civil. Poder, crisis y derrota (1936-1939), Barcelona, Random
House Mondadori, 2005, pp. 114-135

32
En esta estrategia, el PCE fue respaldado por Indalecio Prieto, Juan Negrín y
Manuel Azaña, quienes no plantearon, en un primer momento, grandes reparos a otra de
las exigencias realizadas por los comunistas que Largo Caballero se negó a aceptar: la
ilegalización del POUM, partido trotskista crítico con los stalinistas. Sin embargo, al
mes de ser nombrado Juan Negrín Jefe del Gobierno con el beneplácito de Prieto y
Azaña, los rumores sobre el secuestro y ejecución ilegal de Andreu Nin, líder del
POUM, motivaron que el socialista Julián Zugazagoitía, ministro de la Gobernación,
iniciase una investigación para esclarecer lo ocurrido.
Las conclusiones fueron devastadoras: el Director General de Seguridad, el
coronel Antonio Ortega, había permitido y/o alentado y encubierto el secuestro y el
asesinato de Nin, ya fuese por orden directa de Moscú, del encargado del NKVD en
España, el coronel Orlov, o por iniciativa conjunta con cuadros de mando del PCE. A
pesar de que hoy en día hay discrepancia sobre el grado de implicación directa de Stalin,
de Orlov o de Ortega en estos hechos, no hay duda de su complicidad para perpetrar
dicho crimen. Del mismo modo, también se discute el impacto que tuvo en Negrín
conocer la verdad y la actitud beligerante que sostuvo Zugazagoitía contra los
comunistas, a quienes consideraba necesario expulsar del Gobierno 16. Pero, fuese como
fuera, al final tanto Juan Negrín como Indalecio Prieto tuvieron que transigir con los
crímenes del NKVD por la amenaza de romper relaciones con la Unión Soviética.
Como es obvio, no se pudo encausar a los agentes soviéticos ni a sus colaboradores
españoles, pero, como mínimo, se logró que el PCE aceptase la destitución de Ortega,
un veterano militar que había sido captado por su organización.
La ejecución de Andreu Nin puso de manifiesto que los stalinistas no hacían
distinciones entre los métodos empleados para acabar con el enemigo en el campo de
batalla y con la oposición política interna. Su lógica de funcionamiento era la misma se
tratase de abatir tanques o refutar ideas y, en cualquier momento, la dialéctica de las
pistolas podía sustituir al debate parlamentario como había ocurrido en la URSS. Esto
entraba en directa contradicción con el espíritu de una República que se había
caracterizado por un apego irrenunciable a la libertad de expresión y a la práctica del

16
VIÑAS, Ángel: El Escudo de la República. Barcelona, Crítica, 2007, pp. 586-627
GRAHAM, Helen: La República española en guerra (1936-1939). Barcelona, Debate, 2006, pp. 306-373
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 105-137
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 234-280

33
parlamentarismo a pesar del contexto bélico y de la agitación revolucionaria de los
primeros meses. Las Cortes se reunieron en los momentos más duros del conflicto y la
censura permitió cierto nivel de crítica política dentro de las consignas oficiales de
unidad.
De hecho, las duras luchas entre republicanos, prietistas, caballeristas y
anarquistas, si bien habían registrado incidentes violentos, no se habían planteado jamás
en un clima de eliminación sistemática del adversario. Por esta razón, la animadversión
mostrada por los funcionarios soviéticos y sus simpatizantes hacia el minúsculo
grupúsculo de trosquistas del POUM sorprendió y alarmó enormemente al resto de
partidos. Si, anteriormente, se habían producido muertes lamentables, siempre se había
podido apelar a su condición de excesos fortuitos o de terribles accidentes. Incluso con
los anarcosindicalistas siempre se habían mantenido cauces de dialogo y reconocimiento
legítimo para conseguir la intermediación de sus personalidades más influyentes con las
agrupaciones más recalcitrantes o independientes.
Todo esto puso en alerta al sector centrista del PSOE, que inició un discreto
proceso de purgas en las fuerzas de seguridad para librarlas del personal de dudosas
fiabilidad. Igualmente, tanto el PSOE como los partidos nacionalistas y republicanos
mostraron una sincera preocupación por garantizar la normalidad democrática aún en
tiempos de guerra con la esperanza de que el correcto funcionamiento de los tribunales
redujera el campo de acción del NKVD. En un sentido similar, destacó la creación por
parte de Prieto del Servicio de Inteligencia Militar en agosto de 1937 a modo de agencia
de contraespionaje puesta directamente bajo sus órdenes como ministro de Defensa.
Esto molestó a Orlov, porque entendió correctamente que el principal objetivo del SIM
sería controlar al NKVD y sustituirlo, aunque no pudo impedir su constitución.
Asimismo, Prieto también decretó la incorporación de las Brigadas Internacionales al
Ejército Popular para recortar su autonomía y expulsó a 140 comisarios políticos
nombrados por el anterior ministro de Estado, Julio Álvarez del Vayo 17.
Sin embargo, a pesar de que el clientelismo y el sectarismo en los
nombramientos o en el ejercicio diario del poder de los comunistas inquietaba al resto

17
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 193-198
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 97-103
GRAHAM, Helen: La República española en guerra (1936-1939). Barcelona, Debate, 2006, pp. 370-404

34
de formaciones políticas, en muchas ocasiones era imposible distinguir quién
colaboraba con ellos por sincero convencimiento de que sólo su fuerza de voluntad y
disciplina podían salvar la República y quién por arribismo. Del mismo modo, no era
fácil trazar las diferencias entre militantes del PCE, compañeros de viaje, simpatizantes
o simplemente sobornados, ni tampoco establecer si su lealtad estaba primero con la
República y sus instituciones legítimas o con la Unión Soviética. Además, la locura
misma de una contienda fraticida intervenida por potencias extranjeras justificaba actos
que en otras circunstancias hubiesen sido abominables. En diciembre de 1937, Negrín
estableció tribunales especiales de espionaje en contra de la opinión del ministro de
Justicia del PNV, Manuel de Irujo, que dimitió. A Prieto tampoco le gustó la medida y
votó constantemente en contra de la aplicación de la pena de muerte. Pero, al final, se
impuso el criterio del Presidente del Gobierno incluso a pesar de las reticencias del
Presidente de la República.
Como es obvio, a la mayoría le disgustaba tanta severidad porque se tomaban
decisiones sin contar con toda la información posible y esas decisiones estaban
crudamente condicionadas por una realidad imperfecta. A veces, no era fácil saber si el
acusado por espionaje había cometido alguna imprudencia o era un colaborador del
enemigo. Desafortunadamente, faltaban tiempo y recursos para dudar. En teoría, de este
modo se hacía mejor la guerra, pero el número de injusticias se multiplicaba, aunque el
gabinete se mostró, en general, partidario de conmutar la pena capital. A día de hoy, los
investigadores estiman que el Gobierno ratificó, como mínimo, 173 ejecuciones y
cuando a finales de 1938 se sentó en el banquillo de los acusados al resto de integrantes
del POUM, el fiscal, José Gomís, no pidió la pena de muerte para ninguno de los
acusados, que no fueron declarados culpables de los cargos de espionaje, como deseaba
el PCE, si bien sí se condenó algunos de ellos por rebelión 18.
Por su parte, Max Aub no rehuyó esta problemática en sus novelas. Campo de
Sangre, publicada en 1945, arranca con tres ejecuciones dictadas por los tribunales
especiales. La escena la contemplan Templado y su compañero Rivadavia, fiscal de la
República, que comentan amargamente como uno de los reos muere por denuncias
falsas presentadas ante el SIM, que, más tarde, perseguirá también a Templado por
idénticas razones. En el sinsentido de la guerra les parece un episodio inevitable más: el

18
GRAHAM, Helen: La República española en guerra (1936-1939). Barcelona, Debate, 2006, pp. 404-414

35
SIM se puede equivocar, pero en la guerra se cometen fallos mortales y no hay medios
ni posibilidades de minimizarlos hasta la insignificancia. Los dos protagonistas
mantienen un diálogo pesimista y resignado: ninguno de los dos deseó jamás verse en
esas circunstancias.
En esta misma línea, se debe remarcar que, a finales de 1937, el avance del
enemigo franquista provocó la supeditación del orden civil al militar. Esto, empero,
tuvo como consecuencia que se extendiese un amplio consenso entre la población
salpicado por un espíritu de resignación. Son los días de la Batalla de Teruel, cuando
todavía Azaña, Prieto y Negrín luchaban para que la esperanza prevaleciera sobre la
pesadumbre. La noche del 31 de diciembre, a pesar de que muchos saben que se trata de
una ilusión pasajera, la República resiste bravamente y sueña con el auxilio de las
democracias europeas que haría posible un armisticio. Esa noche, los protagonistas de
Campo de Sangre se reúnen en Barcelona para celebrar el fin de año, charlar y darse
ánimos en una cena agridulce. Cuando el capitán comunista Jesús Herrera, recién
llegado del frente de Teruel, pregunta a un amigo dicharachero cómo están las cosas por
la ciudad, éste le contesta:

¿Que qué hace aquí la gente? Así, ¿en general...? Un republicano trabaja ocho horas, se
pasa dos hablando de la posibilidad de procurarse tabaco, otras dos... “que si Inglaterra, que
si Francia...”; critica durante tres a los catalanes, otro tanto o un poco menos a los
comunistas. Lo demás son alarmas. Un catalán trabaja poco más o menos lo mismo, habla
mal de los madrileños, muele comunistas, muele murcianos. Un comunista quizá trabaja
media hora más, pasa cuatro y media entre reuniones, radios, ponencias, células, lee durante
una hora la historia del partido. Habla mal de los catalanes, de Inglaterra, de Largo
Caballero. Se vuelve a reunir dos horas más. Los de la CNT trabajan menos, hablan mal de
los comunistas, de los socialistas, de los republicanos. Quedan los que hablan de los que
hablan mal. Aquí nos tienes a todos, desde el Presidente de la República hasta el último
mono, que es el que yo hago a las once de la noche, que también procura lo suyo. Se puede
especificar: un funcionario habla mal de su ministro, de su ex-ministro, de los que pueden
serlo, de su director general. Cada can lame su picha y Dios la de todos. 19

A lo que el capitán responde: a veces le dan a uno ganas de que les aticen un
bombardeo en toda regla. Los siguientes capítulos relatan las evacuaciones y la derrota
sufrida por la República en la Batalla de Teruel, la fulgurante marcha hacia el mar de las
tropas franquistas y los bombardeos sobre Barcelona.

19
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 135-136

36
Precisamente, a raíz de estos hechos, se produjo la ruptura entre Negrín y Prieto.
La inminente presencia de la debacle hizo que Prieto, al igual que Azaña, considerase
fútil presentar una feroz resistencia y optase por un pesimismo inoperante que tampoco
planteaba propuestas prácticas para lograr el final dialogado de la contienda o la
evacuación de la población. Por el contrario, Negrín, el general Vicente Rojo y el PCE
entendieron que resistir era vencer si existía la posibilidad de que el escenario
internacional cambiase. En el caso de que Inglaterra decidiera de una vez poner límites
a las pretensiones de Hitler, la falta de ayuda del eje forzaría a Franco a algún tipo de
negociación que impidiese la rendición incondicional y la eliminación física y
sistemática del enemigo que estaba aplicando en el territorio bajo su control.
Por su parte, el PCE, en una campaña de movilización dirigida a elevar la moral
del Ejército Popular y de la población civil, tomó como objetivo criticar duramente a
Indalecio Prieto, con quien mantenían contenciosos personales anteriores a la Guerra
Civil. En esta tarea, destacó el ministro de Agricultura Vicente Uribe y tuvo su clímax
en una manifestación celebrada en Barcelona el 16 de marzo de 1938. En teoría, estaba
organizada por el Frente Popular en su conjunto, pero los comunistas dictaron las
consignas, muchas de ellas en contra de la persona de Prieto, y parte del sector centrista
del PSOE no desautorizó este comportamiento. Después de estas protestas, Prieto
saldría del gobierno airadamente y acusaría a Negrín de expulsarlo por orden directa de
Moscú. Asimismo, como expondremos en un capítulo posterior, es probable que Max
Aub fuese expulsado del PSOE por haber concluido Campo de Sangre con una
descripción impresionista de esta manifestación.
En la actualidad, los investigadores divergen sobre el grado de enemistad
declarada de los comunistas hacia Prieto: si realmente estaban en contra de su presencia
en el Gobierno por sus recelos hacia el PCE o por su derrotismo declarado. Del mismo
modo, el papel de Negrín y su independencia de criterio se puede discutir, pero, a
grandes rasgos, hay coincidencia en señalar que Prieto abandonó molesto el ministerio
de Defensa por sentir herido su orgullo y porque su convencimiento personal de que la
guerra estaba perdida le impedía decretar el sacrificio de más vidas 20.

20
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 306-321
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 222-246
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 315-395

37
Sin embargo, posteriormente, Prieto reelaboraría las razones de su cese,
impuesto o voluntario, con el fin de justificarse personalmente y disponer de
argumentos políticos para desarmar a la oposición dentro del partido. A pesar de que
tanto como Prieto y Negrín habían colaborado con las autoridades rusas y trabajado
conjuntamente con el PCE sin que esto fuese óbice para descartar sus recelos, a raíz de
su ruptura con Negrín procedería Prieto a reconstruir su pasado inmediato en el
gabinete. En agosto de 1938, ante la ejecutiva nacional socialista descargaría un
discurso que, una vez taquigrafiado y publicado inmediatamente después de finalizar la
guerra, llevaría el siguiente título: Cómo y por qué salí del Ministerio de Defensa
Nacional. Intrigas de los rusos en España. En una alocución rabiosa y extremadamente
personalista, expuso que él, como ministro de Defensa, siempre había intentado leal y
servicialmente el triunfo de la República y, en ese propósito, se había visto
interrumpido, o pura y simplemente boicoteado, por los soviéticos con la aquiescencia
de los comunistas españoles y Juan Negrín, quien finalmente se había plegado a sus
deseos de purgarle.
Este relato, que fue exagerándose con el paso del tiempo, en 1938 le alejó de sus
más estrechos colaboradores, que lo consideraron un acto de suicidio colectivo. Prieto,
aislado de sus subalternos como Negrín, Zugazagoitia, Juan Vidarte o Ramón
Lamoneda y alejado de los caballeristas, a los que había desahuciado del poder con
malos modos tras la crisis de mayo de 1937, se mantendría los próximos meses inactivo,
pero con esa declaración había marcado la senda de su reconciliación con la facción de
Largo Caballero, sus antiguos adversarios, y establecido una estrategia que le permitiría
retomar el control del PSOE una vez concluyese la guerra, independientemente de cuál
fuese su fin21.
De hecho, el fin de la contienda se precipitó por culpa del enquistamiento de las
rivalidades políticas en el bando republicano. El fatídico golpe del coronel Segismundo
Casado, acontecido el 5 de marzo de 1939, fue la violenta culminación de las disputas
surgidas hacía más de tres años entre la izquierda del PSOE y el PCE por el control de
las Juventudes Socialistas Unificadas. Después de los sucesos de mayo de 1937, los

GRAHAM, Helen: El PSOE en la Guerra Civil. Poder, crisis y derrota (1936-1939), Barcelona, Random
House Mondadori, 2005, pp. 173-183
21
GRAHAM, Helen: El PSOE en la Guerra Civil. Poder, crisis y derrota (1936-1939), Barcelona, Random
House Mondadori, 2005, pp. 173-189

38
seguidores de Largo Caballero habían sido apartados de los centros de poder por el
Secretario General del PSOE, Ramón Lamoneda, con el beneplácito de Negrín y Prieto.
Pero, en las ciudades donde los caballeristas eran fuertes como Madrid y Valencia, las
destituciones se produjeron mediante bruscas coacciones que terminaron por enfrentar a
la izquierda socialista con el PCE a pesar de su supuesta cercanía ideológica. Además,
la división de la zona republicana por Vinarós distanció al Gobierno, ubicado en
Barcelona y donde se encontraban los centristas del PSOE, de las bases socialistas
concentradas en la zona sur-centro, que se sintieron desamparadas por sus supuestos
líderes.
Si bien en Barcelona, donde estaba Max Aub en aquellas fechas, el caballerismo
era más débil y la presencia de la autoridad central contenía los conflictos entre la
izquierda del PSOE y el PCE, en el resto de ciudades republicanas, los militantes del
PSOE acumularon, al igual que los anarcosindicalistas, un buen número de agravios
legítimos contra el PCE que no fueron contestados por el simple autocontrol que
imponía la necesidad de no perder la guerra. Sin embargo, tras la caía de Cataluña a
finales de febrero de 1939, el sector caballerista no tuvo ninguna razón para continuar
callado ante las humillaciones inflingidas por los comunistas. En esa tesitura, el coronel
Segismundo Casado pensó sinceramente que una mediación con el general Franco era
posible si se expulsaba al PCE del Gobierno y las negociaciones transcurrían entre
militares. En ese objetivo, pronto logró el apoyo de antiguos líderes del PSOE como
Julián Besteiro y de la CNT, además de veteranos dirigentes de la UGT y colaboradores
de Largo Caballero que fueron sumándose a la conspiración voluntariamente o a
remolque de los acontecimientos22.
Todo esto tuvo como consecuencia una pequeña guerra civil que enfrentó,
principalmente en Madrid, a caballeristas y anarquistas contra comunistas. Hubo
secuestros, ejecuciones, asesinatos e incluso se movilizaron hombres que estaban en el
frente para auxiliar a los dos bandos. Por otra parte, el PCE no tuvo claro cómo actuar
porque carecía de directrices dictadas desde Moscú. En un primer momento, dudaron
sobre si enfrentarse al nuevo enemigo con todas sus fuerzas o intentar una tregua e
intercambio de prisioneros, como finalmente hicieron. El caos producido fue tal que
condenó a miles de republicanos a una precipitada huida sin la más mínima cobertura de

22
Ibíd. pp. 277-302

39
las potencias extranjeras, porque después del golpe se finiquitó cualquier atisbo de
reconocimiento internacional que todavía pudiese albergar la República. No había
gobierno, no había ejército, no había diplomacia, no había nada. Nadie podía pedir
auxilio en nombre nada. Esa es la trágica y desesperada historia que relata Campo de los
Almendros, la última lucha agónica por sobrevivir.
Por esta razón, además de la tristeza e indignación que conllevaba una traición
surgida desde las mismas filas de la República, el golpe de Casado fue
contraproducente. Si bien se puede discrepar sobre si la política de defensa numantina
de Negrín era un sincero suicidio o una útil estratagema para organizar la evacuación
del mayor número de civiles posibles, el hecho cierto, empero, es que Casado no logró
establecer ninguna mediación con Franco. Besteiro, a su vez, infravaloró la brutalidad
de los fascistas y pensó, ingenuamente, que algún tipo de instituciones representativas
podrían ser aceptadas por los franquistas. Más allá de producir más muertes y vengar
afrentas personales completamente legítimas, la insurrección de Casado no alcanzó
ninguno de sus objetivos.
Precisamente, Max Aub dedicó toda la novela Campo del Moro a la absurda
espiral de represión mutua que desencadenó el golpe de Casado. Como veremos
posteriormente, fue duro en su censura, pero abordó con crudeza y preciso realismo los
motivos que llevaron a antiguos compañeros a pelearse angustiosamente justo antes de
precipitarse por el acantilado. Campo del Moro se puede entender como un alegato en
favor de la política de resistencia de Negrín, pero no se puede considerar que sea una
obra parcial, a pesar de haberse escrito en 1963, cuando hacía ya más de quince años
que Max Aub había sido expulsado del PSOE.
En realidad, el golpe de Casado fue el final de una guerra civil y el inicio de una
batalla fraticida entre camaradas, porque trastocó cualquier posibilidad de preparar un
exilio ordenado y coherente por las instituciones republicanas. El 31 de marzo y el 1 de
abril de 1939 se reunieron en París, la Diputación permanente de las Cortes, presidida
por Martínez Barrio, y el Jefe de Gobierno y, a pesar del consenso momentáneo, se hizo
evidente que en el futuro inmediato surgiría un conflicto entre la legitimidad de las
Cortes y la del ejecutivo. Del mismo modo, Negrín ya no tenía el control sobre el
cuerpo diplomático, cuyos representantes del PSOE próximos a Prieto, como el
embajador en Washington Fernando de los Ríos, empezaron a operar según sus

40
instrucciones y no las del Gobierno. Fueron los duros años del exilio que Max Aub
sufrió en carnes y que estuvieron marcados por dinámicas mezquinas, luchas de poder
entre facciones y tristes recelos. En este proceso, Negrín fue aislándose todavía más del
partido y perdiendo el control de los recursos económicos que pertenecían a la
República23.
En consecuencia, cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, Prieto, junto al
sector proveniente del liderazgo de Largo Caballero, decidió ajustar cuentas con su
antiguo colaborador con el fin de lavar su propia imagen. Por esta razón, Negrín y otros
35 militantes, entre los que se encontraba Max Aub, fueron expulsados del partido por
su supuesta connivencia con los comunistas. Esto, como es lógico, abrió el interrogante
de si Negrín fue en verdad un criptocomunista, un líder corrupto sobornado por la
URSS o una simple y tonta marioneta en manos de Moscú, epítetos que ha recibido en
innombrables ocasiones y libros. Asimismo, también sería lícito preguntarse si Max
Aub fue un compañero de viaje convencido.
Todas estas preguntas se contestarán a lo largo de los siguientes capítulos, si
bien es necesario antes resituar la problemática que siempre conlleva interpretar las
acciones cometidas por terceros, porque se pueden inferir conclusiones no
fundamentadas mediante el proceso conocido como atribución de intenciones. Es decir,
no siempre es fácil saber si Negrín tomó las decisiones que tomó por seguir su propio
criterio o por atender las instrucciones del PCE, especialmente si las decisiones de
Negrín y los deseos del PCE eran coincidentes, porque esa coincidencia no demuestra
por sí sola que las razones y la finalidad de las decisiones fuesen las mismas. La
decisión podía ser idéntica o similar, pero las razones y sus objetivos distintos e incluso
contrapuestos si uno de los de se estaba equivocando en su decisión. Para exponerlo de
un modo más formal: Negrín podía pensar que las circunstancias A, para lograr C,
obligaban a tomar la decisión B, mientras que los comunistas podían considerar que en
las circunstancias A, para lograr D, la mejor opción era B. Es más, Negrín podía valorar
las circunstancias como A y los comunistas como E, pero ambos podían querer llegar a
C y pensar que tanto en A como en E la mejor opción posible era B. En consecuencia,
sus decisiones sólo pueden analizarse si se contrastan con todo el contexto referencial
de posibilidades que tenían a su alcance.

23
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 575-612

41
Un ejemplo en este sentido sería el episodio del acorazado alemán de bolsillo
Deutschland. El 29 de mayo de 1937, en el transcurso de un bombardeo sobre el puerto
de Ibiza, aviones republicanos tripulados por pilotos soviéticos arrojaron bombas contra
el buque alemán causando 23 muertos y 83 heridos. Probablemente, fue un accidente
porque la URSS no quería bajo ningún concepto un enfrentamiento directo con el
Tercer Reich y no resulta creíble que los disciplinados oficiales del Ejército Rojo
desearan provocar una conflagración internacional por propia iniciativa. Pero, fuese
como fuera, la República no reconoció el error ni pidió disculpas.
Como era previsible, esto encendió las iras de Hitler, quien deseaba declarar la
guerra oficialmente a la República y enviar más tropas, pero, al final, su Estado Mayor
le convenció de que serían mejor acciones selectivas de represalia. El 30 de mayo un
crucero y cinco destructores alemanes, sin previo aviso, dispararon unos doscientos
proyectiles contra la ciudad de Almería. La respuesta que debía darse a esta agresión
motivo una reunión urgente del Gobierno y allí Prieto se mostró partidario de atacar a
los buques alemanes para desencadenar una guerra mundial que rompiese con el
aislamiento de la República. Por el contrario, Negrín y los comunistas consideraron esta
idea como temeraria. En una reunión posterior junto a Azaña, parece que la mayoría
desestimó el proyecto, aunque estaba avalado por el general Vicente Rojo. En esta
ocasión, los ministros comunistas habían telegrafiado urgentemente a Stalin en petición
de instrucciones y éste les había prohibido taxativamente cualquier operación que
implicase una escalada del conflicto24.
Con la información disponible es difícil determinar con certeza si Negrín siguió
su propio criterio o se dejó condicionar por el no de los comunistas. El hecho cierto es
que, retrospectivamente, el plan de Prieto parece más verosímil que en mayo de 1937,
porque la invasión de Polonia en septiembre de 1939 desencadenó la Segunda Guerra
Mundial. Por esta razón, éste sería uno de los argumentos empleados por Prieto para
ilustrar las nefastas consecuencias del seguidismo de Negrín a los comunistas y, al
mismo tiempo, insinuar claramente que él hubiera sido capaz de lograr un fin
satisfactorio de la Guerra Civil.
No obstante, en 1937 el Comité de No Intervención era una simple pantomima,
el Reino Unido era permisivo y tolerante con los nazis y los franceses tenían serios

24
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 47-66

42
reparos para vender legítimamente armamento a los republicanos por si irritaban a
Hitler. Nada permitía suponer que si Italia y Alemania desembarcaban más tropas,
alguna nación democrática tomaría represalias contra ellos, especialmente si ahora
podían aducir que se trataba de dar respuesta a una declaración de guerra directa. En
realidad, el resultado de la conferencia de Munich fue bastante clarificador en ese
aspecto: Checoslovaquia podía, sencillamente, desaparecer de los mapas con el fin de
apaciguar al eje. Por otro lado, a pesar de que es triste reparar en este detalle, no se
puede olvidar que Inglaterra y Francia sólo dieron garantías a Polonia tras el pacto
Molotov-Ribbentrop. Si nazis y soviéticos no hubiesen establecido un acuerdo de no
agresión en detrimento de Polonia, probablemente Inglaterra hubiese visto con agrado el
avance de los tanques alemanes hacia Moscú a través de Varsovia25.
Por lo tanto, se puede considerar que la decisión de no atacar a los buques
alemanes fue completamente racional y cauta, además de secundada por el resto de
formaciones políticas, aunque puede que las circunstancias requiriesen mayores dosis de
audacia y temeridad. Pero, independientemente de su acierto, la actitud del PCE sí
demostró su doblez: propugnaban la resistencia a ultranza siempre y cuando contase con
el beneplácito de Stalin. Posteriormente, una vez derrotada la República y con los
exiliados amontonándose en los campos de internamiento franceses, el pacto Molotov-
Ribbentrop reforzaría la impresión negativa que muchos anarcosindicalistas, socialistas
y republicanos tuvieron de la duplicidad de los comunistas. De hecho, en medio de la
desilusión por la derrota era lícito preguntarse amargamente si España sólo había sido
un juguete en las manos del COMINTERN, porque era la URSS quien realmente había
marcado los tempos de la Guerra Civil en su beneficio. El propio Max Aub, mientras
estaba detenido en Roland Garros por las autoridades francesas, escribía con amargura
el 20 de agosto de 1940, al año de firmarse el pacto:

Éramos antifascistas hace dos meses ¿y ahora ya no los somos? ¿No permitíamos una
agresión sin tomar las armas, hace dos meses y ahora la aplaudimos? Había que defender a
Polonia hace dos meses ¿y hay que hundirla? El enemigo, hace dos meses, era el nazismo
alemán y había que acabar con él ¿y ahora hay que ayudarle? Supongo que tanto lo uno
como lo otro encubre la verdadera política soviética. Pero ¿quién responde de ella?
Tu fe. Bueno. A mí déjame ver. Nuestra lucha se ha prolongado contra el fascismo, contra
lo que teníamos abiertamente que luchar era contra el capitalismo. Si en vez de luchar

25
OVERY, Richard: The Road to the War. London, Vintage, 2009, pp. 1-139

43
contra Alemania e Italia nos hubiésemos entendido con ellas… como la URSS se entendió
después, ¡qué cosas no hubiese oído el que lo hubiera propuesto!26

Sin embargo, estas dudas razonables han derivado en sesgadas interpretaciones


sobre el conflicto español y la política exterior de la Unión Soviética que, mediante
atribución de intenciones y argumentos contrafactuales, dibujan un Stalin demiurgo que
planeó y controló la sucesión de acontecimientos internacionales gracias a un poder y
una mente maquiavélica omnipotente27. En términos generales, se aduce que Stalin
alargó la Guerra Civil para intercambiar la derrota de la República por el pacto
Molotov-Ribbentrop con Hitler. La realidad, empero, es menos lineal. Si bien la URSS
siempre primó sus intereses nacionales por encima de cualquier consideración
ideológica y muchas de sus consignas o doctrinas como la seguridad colectiva eran
puramente tácticas y circunstanciales, esto no invalida que su principal objetivo fuese
granjearse la amistad de las democracias europeas hasta, como mínimo, la conferencia
de Munich28. Además, Stalin, más que un brillante estratega, era un paranoico redomado
cuya desconfianza patológica y purgas sistemáticas debilitaron a su propio país y al
Ejército Rojo. Por esta razón, se equivocó en un buen número de ocasiones y, si no
hubiese sido por los alocados dictados de Hitler y el auxilio norteamericano, el Tercer
Reich podría haber desintegrado la URSS. En este sentido, se debe remarcar que fue la
historiografía soviética y su propaganda los primeros en crear la imagen del gran Stalin
maquiavélico como una forma de presentar sus insensatos errores como brillantes
planes para confundir al enemigo y hacerle caer en sus trampas 29.
Por otra parte, su ayuda a la República española siempre fue interesada y, a
medida que transcurrían las batallas, incluso llegó a ser chantajista, al mismo tiempo
que dictaba al PCE una resistencia numantina. Sin ningún rubor podía ordenar a los
comunistas españoles luchar hasta la muerte mientras encarecía los precios del
suministro de armas y retiraba a los asesores militares. Pero, esta mezquindad era

26
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Nuevos diarios inéditos (1939-1972). Sevilla,
Renacimiento, 2003, pp. 26-27
27
KOCH, Stephen: La ruptura. Hemingway, Dos Passos y el asesinato de José Robles. Barcelona, Galaxia
Gutenberg, 2005
RADOSH, Ronald. HABECK, Mary R. SEVASTIONOV, Gregory: Spain Betrayed. The Soviet Union in the
Spanish Civil War. New Haven, Yale University Press, 2001
28
ROBERTS, Geoffrey: The Unholy Alliance. Stalin’s Pact with Hitler. London, Tauris, 1989
OVERY, Richard: The Road to the War. London, Vintage, 2009
29
GALLAGHER, Matthew P.: The Soviet History of the Worl War II. Myths, memories, and realities. New
York, Frederick A. Praeger, 1963

44
obviada por los comunistas españoles, que la ignoraban, la justificaban o, simplemente,
no se percataban por no verla con sus propios ojos. El dilema se hubiese producido si el
COMINTERN hubiese ordenado a los comunistas españoles en su conjunto atentar
directamente contra la República española. En ese caso, una contradicción explícita de
sus lealtades podría haber fracturado la voluntad de muchos militantes o haberles hecho
optar por el desencanto con la utopía socialista como ocurrió con muchos
posteriormente, pero, fuese como fuera, en ningún momento de la guerra el
comportamiento del PCE, más allá de su brutalidad calculada o relativismo moral,
estuvo dirigido en contra de los intereses legítimos de la República.
Probablemente, Max Aub, por entender la amistad como un valor supremo y
tener, a su vez, amigos que habían ingresado en el partido, estaba convencido de que
jamás traicionarían a su país, porque los ideales positivos que él consideraba arraigados
en el pueblo español hacían imposible que la dictadura del centralismo democrático
prevaleciese. Él había elegido ser español y se mantuvo fiel a su pueblo y a su gobierno
legítimo y, en consecuencia, tenía fe en que los comunistas españoles serían siempre
españoles antes que comunistas. Desafortunadamente, cuando el pacto Molotov-
Ribbentrop dejó al descubierto la hipocresía de Stalin, todos estaban demasiado
ocupados huyendo para salvar la vida como para discutir tranquilamente tamaña
iniquidad. Francia, que los había abandonado, ahora los maltrataba físicamente y, a los
pocos meses, les pediría que se enrolasen en la Legión Extranjera para salvar la
democracia que los franceses no querían salvar. No hubo tiempo para reproches, porque
en junio de 1941 Hitler invadiría la URSS y la propaganda soviética camuflaría la
estupidez de Stalin como un plan genial para hacer caer a la Wehrmacht en la
emboscada de Stalingrado. A finales de 1945 todo había terminado, pero la Guerra Fría
empezaba y era tal la cantidad de hechos históricos acumulados que era difícil no
sentirse abrumado y notar que las certezas de la década de 1930 habían menguado.

45
Los primeros meses de guerra de Verdad
Max Aub ingresó en el PSOE en 1929, justo cuando el partido estaba
experimentando un rápido incremento de la militancia que se dispararía a raíz de la
instauración de la Segunda República 1. Antes de tomar la decisión de comprometerse
con un partido político, Max se había dado a conocer en los círculos intelectuales de
Madrid y Barcelona gracias a la publicación de artículos, poemas y obras de teatro, así
como entablado amistad con escritores y artistas de su generación en un ambiente de
tolerancia, libertad e inquietud artística marcado por la tarea editorial que hombres
como Ortega, Luis Araquistain y Azaña realizaban. Pero, a pesar de ser un habitual de
las tertulias literarias de la capital, Max Aub no encajaba exactamente en el rol de
erudito o intelectual que tantos de los que pululaban por Madrid deseaban interpretar.
Él, en realidad, era un trabajador: un agente comercial que trotaba por toda España en
representación del pequeño negocio de su padre. No se matriculó en la universidad
porque lo consideraba una pérdida de tiempo por su bajo nivel académico. En vez de
proseguir con los estudios, decidió ganarse por sus propios medios su sustento. Por esta
razón, viaja, conoce gente, gana dinero y se costea de su bolsillo su vocación literaria,
mientras que el resto de compañeros de generación vive del patrimonio familiar o de
pensiones recibidas del Estado.
Sin embargo, estas diferencias en el calibre moral de los artistas no eran, en un
primer momento, tan relevantes. En aquella época, la atracción por las vanguardias era
equiparable a un compromiso ético porque en el esfuerzo de alcanzar el ideal estético
muchos entendían que también se alcanzaba un ideal de justicia y virtud. La
modernización cultural y social de España era un mismo objetivo que compatibilizaba el
disfrute democrático de la belleza con el reino de un régimen mejor. En consecuencia,
su nueva faceta de militante no supuso un cambio radical para Max, quien dio una
1
BIZCARRONDO, Marta: Araquistain y la crisis socialista en la II República. Leviatán (1934-1936).
Madrid, Siglo XXI de España, 1975, Gráfico nº 1
conferencia el 5 de febrero de 1930 en la Casa del Pueblo de Madrid titulada La Gran
Guerra y el socialismo, publicada después en El Socialista2. Asimismo, también es
probable que pronunciara la misma conferencia en Valencia, porque, en 1958, Evaristo
Jorge Moreno, editor desde Francia de El Socialista Español, le escribiría en una carta
que Yo recuerdo de usted en sus comienzos, cuando militaba en la Agrupación
Socialista Valenciana, y de una conferencia leída que nos dio en la calle de Calatrava,
presidida por Antonio de Gracia, antes de la República. Entonces era yo secretario de
la Agrupación. Después durante la guerra tuvimos una entrevista en los Dominicos.
Tenía usted un cargo importante en el ministerio de Instrucción Pública. Y ya no he
tenido el gusto de volverle a ver3.
Max Aub se referiría con posterioridad a su conferencia con cierta displicencia
al escribir que si no recuerdo mal, iba precedida de una tirada lírica contra el mundo
capitalista, sus responsabilidades y males evidentes y acababa con otras parrafadas
pacifistas a favor de los desheredados que fue lo único que motivó el entusiasmo de la
gente que abarrotaba el salón4. Sus palabras, empero, no eran una simple tirada lírica;
eran más bien una encendida descripción del escenario internacional de 1930
pronunciada por un hombre que había huido con poco más de diez años de su país natal
con su familia por miedo a que los franceses tomasen represalias contra ellos por su
ascendencia judeo-alemana. Además, como el propio Max reconoció, la descripción de
los hechos históricos estaba fundada en el libro de Emil Ludwig Juli 14. Den Söhnen
zur Warnung publicado en 1929.
Por todo esto, su conferencia, a pesar de su severo juicio, fue digna de mérito y,
como él mismo recordaba, José Gaos estaba asombrado. No tanto como yo al ver
publicado mi texto íntegro en el periódico del partido, como folletón, durante tres días
seguidos. Allí lo encontrará algún día un erudito, cuando dejen a las personas de este
género consultar papeles tan nefastos, todavía hoy, en Madrid5. Sobre los males de la
guerra y el nacionalismo, Max enfatizó que:

2
SOLDEVILA, Ignacio: El compromiso de la imaginación. Vida y obra de Max Aub. Segorbe, Fundación
Max Aub, 1999, pp. 9-31
3
AFMA: Correspondencia, C 10/26
4
AUB, Max:"José Gaos", Cuadernos para el diálogo, extraordinario XXII, Madrid, octubre 1970, pág. 61
5
Ibíd. pág. 61

48
Contra esta terrible aberración, contra ese azote profundo de la Humanidad, mucho peor
que todas las tuberculosis y cánceres posibles, se ha alzado en el mundo, desde hace
relativamente pocos años, un luchador. Un luchador que nació del aire, débil, pero inmortal:
el Socialismo.
A los proletarios del mundo entero toca acabar con la guerra. Haciéndola desaparecer,
como una enfermedad, absolutamente. Yo quisiera- mi ambición es infinita- que mi vida
sirviese para algo; no pido más que sea un jalón en el camino de la paz perpetua. Y, ilusión
completa, crear o ayudar a florecer otros jalones más fuertes que yo. Habréis aprendido que
la esclavitud se abolió. Cuando en el cine, en el periódico, en la revista veáis desfilar largas
filas cuadriculadas con fusiles y cañones, filas y cuadros formados por proletarios de todos
los países, pensad si lo que os enseñaron era exacto. […]
He aquí los hechos. ¿Han oído nombrar en ese desfile- que yo he querido hacer imparcial-
alguna vez al pueblo? ¿Ha influido en los acontecimientos relatados, aunque sólo fuese un
momento la voluntad de los obreros y de los campesinos? Si alguna vez se ha recurrido a
ellos ha sido después de haberlos adobado con las salsas patrióticas más violentas, después
de haber condimentado los artículos más furibundos, redoblando los tambores del más fácil,
barato y suntuoso nacionalismo.
Los periódicos, la gran mayoría de ellos, en el momento oportuno, cuidadosamente
elegido, han ondeado las más vistosas galas de los lugares comunes. Los regimientos han
desfilado por las calles con músicas bullangueras. Nada se ha escatimado. Y los vítores de
los chauvinistas no eran contrarrestados. En ningún momento se ha tenido en cuenta más
que lo se llamaba intereses del Estado, sin pensar que este Estado está virtualmente
formado por la nación. ¡Que el Gobierno X ha enviado un barco al Polo Este! En seguida,
el honor patrio peligra. Unas notas, un ultimátum. ¡Sí, señor! Una guerra. ¿Y qué? Es que
se va a permitir que el país vea hollado su honor?- su honor en el Polo; ¡quien dice el Polo,
dice una isla desierta del Pacífico!-. Y tú, herrero, y tú, labrador, y tú albañil, os vais,
agitando banderitas, contra otro herrero, contra otro labrador, contra otro albañil,
embaucados por el olor de los artículos- eso sí, elocuentísimos- de la prensa burguesa, a
entreasesinaros. […]
Alsacia-Lorena son francesas como eran alemanas: a la fuerza. La Silesia, gran parte de
Polonia y toda Yugoeslavia [sic]- nombre providencial- yacen bajo el yugo de Gobiernos
artificiales creados por el Tratado de Versalles, Lituania, Polonia, Yugoeslavia, Italia, viven
en régimen de dictadura. No hablemos de Rumania. En Alemania, los partidarios de Hitler
ganan terreno. En el mundo, compañeros, hay diez millones de soldados más que en 1914.
Este es el balance. Si a este desenfreno no pone barrera el Socialismo, creo que nosotros
mismos conoceremos otra gran guerra. Esta sólo se puede evitar con una inteligencia entre
los pueblos; pero entre los pueblos verdad [sic], no entre los Gobiernos que representen
únicamente los aspectos capitalistas de la nación, muchas veces interesados en la
consumación de las matanzas.
Bien está la Sociedad de las Naciones; pero las guerras se acabarán únicamente cuando
todos los proletarios de todos los países digan de una vez: “No queremos más guerras”. Es
posible que para llegar a eso se hayan de sacrificar algunas vidas. Tengo la seguridad de
que todo buen socialista sacrificaría gustosamente la suya, como yo ofrecería la mía, si en
algo pudiera servir para este resultado. Esto es todo.6

Por lo tanto, presentar a Max Aub como un escritor tenuemente comprometido


con los asuntos de la cosa pública antes de 1936 sería un error. Si bien es cierto que no
tomó cargos de responsabilidad hasta la Guerra Civil, esto no significa que se
desentendiera del mundo. Para calibrar con exactitud los cambios operados, hay que
remarcar que diez años antes, a principios de la década de 1920, Max Aub había dado su
primera conferencia en el balneario Las Arenas en la primera exposición que hicieron
6
El Socialista, 5 y 7 de febrero de 1930

49
sus amigos los pintores Genaro Lahuerta y Pedro Sánchez. Como él mismo recordaba,
llevé del brazo a mi abuela. Llevaba yo una chaqueta negra ribeteada y pantalón a
rayas, ¡tan cursi! ¡tan señorito! Totalmente horro de saber, leí infatigable y sudando
sin remedio durante dos horas7.
Como es lógico, esta transformación personal se tradujo también en su obra
literaria. En 1933, escribió Luis Álvarez Petreña, una novela que cuestionaba la
autenticidad como hombre y como artista de los escritores vanguardistas que no
aceptaban la responsabilidad social que conlleva ser poseedor de cultura, conocimiento
y talento. Precisamente, el conflicto entre el egoísmo artístico y el altruismo político es
uno de los motores narrativos de La Calle de Valverde, novela publicada por Max Aub
en 1961 que entrecruza la vida de unos personajes juveniles que encarnan distintas
actitudes hacia el amor y los amigos, el arte y la sociedad. Al mismo tiempo que se
forman como personas, se suceden los preparativos de la conspiración en contra de
Primo de Rivera organizada por parte de los oficiales del Cuerpo de Artilleros el 24 de
junio de 1926 y conocida como la sanjuanada. A pesar de su oposición a la dictadura de
Primo de Rivera, los jóvenes protagonistas aubianos no se implican realmente en el
pronunciamiento por el rechazo que les produce la figura de Fermín Galán, el capitán de
infantería ejecutado en 1930 tras sublevarse el 12 de diciembre en Jaca. En La Calle de
Valverde Fermín Galán aparece como un revolucionario fanático, simple e irreflexivo
que produce espanto entre sus compañeros8.
Por el contrario, los jóvenes de la década de 1920 continúan por la senda del
conocimiento y el bien guiados por las personalidades del momento sin caer en el juego
de las utopías maximalistas. Cuando al final de la novela Manuel Aparicio, poeta
vanguardista de innegable talento artístico, pero emocionalmente egoísta y depresivo,
asesina a su amada y se suicida, se produce en su entierro una escena que contrapone a
Molina, un amigo del anterior menos brillante y más terrenal, y al médico comunista
Juan Ruiz.

En el entierro de Aparicio, sin buscarse, se encontraron Molina y Ruiz.


-Los médicos no solemos ir a los entierros, por principio.
- Preparando el siguiente.

7
AUB, Max:"José Gaos", Cuadernos para el diálogo, extraordinario XXII, Madrid, octubre 1970, pág. 60
8
AUB, Max: La calle de Valverde. Madrid, Cátedra, 1997, pp. 331-340

50
Ninguno de ellos, inteligentes, gusta de refinamientos. Complácese Juan Ruiz en su
brutalidad, Molina en lo elemental.
- Era muy inteligente
- ¿Para qué le ha servido? No digamos a los demás.
- A los demás…- repitió con cierta ironía el montañés.
- ¿No crees en ellos?- Juan Ruiz tuteaba a todo el mundo-. Pues no hay otra cosa.
Ahora estudia ruso, piensa ir a Moscú, al XV Congreso de la Internacional Comunista.
[…]
- No hay otra cosa. O se es comunista o no se es nada. ¿O quieres que el mundo siga
produciendo Manueles Aparicios?
- No quiero ni dejo de querer.
- ¿Entonces?
- No creo que exista una fuerza suficiente para hacer variar ni un tanto así a los españoles.
- Pareces viejo: a los españoles y al mundo entero. […]
- ¿Y tú crees que en Rusia no hay Manueles Aparicios?
- Tal vez. Pero mañana, no.9

La creación artística como un resultado de pulsiones egoístas y superficiales en


comparación con las necesidades básicas de toda la población se defiende con matices
ante la deshumanización propugnada por un Partido Comunista que impone la
mecanización utilitarista de todos los ámbitos de la vida humana. La Calle de Valverde
muestra a una generación de jóvenes que, en la búsqueda de sus sentimientos, afectos y
ambiciones, logra llenarse de valores, virtudes y talento a pesar de desigualdades
sociales y diferencias políticas. Es innegable la nostalgia que Max Aub siente por
aquellos tiempos más inocentes, donde todos compartían aquella mezcolanza de ilusión,
compromiso y hedonismo cosmopolita. Pero, además, se trata de un convincente alegato
en favor de aquella generación que, gracias a esos sentimientos y anhelos que se
extendían entre todas las capas sociales, fue capaz de proclamar la Segunda República.
En 1969, cuando pudo volver a Valencia y se reencontró con un viejo amigo de aquellos
años, escribió:

Manolo Zapater, registrador de la propiedad, ilustrado amigo de hace más de cincuenta


años, hombre liberal, amigo como hay pocos, pero de estos amigos que son amigos, sin
ninguna otra razón. Hoy, poco leído a Dios gracias, se asusta de las películas que proyectan
¡ahora! Sí, y de la libertad de costumbres…
Y éste era de los mejores compañeros nuestros de los años 20 y de los años 30…
Seguramente otras personas como él, millares y millares, piensan lo mismo. Eran
hombres vagamente de izquierda, liberales, de Izquierda Republicana, admiradores de don
Manuel Azaña, sin tomar partido, pero sí elementos de aquella gran masa liberal y
esperanzada.10

9
Ibíd. pág. 475
10
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español. Barcelona, Alba, 1995,
pp. 159-160

51
Es en este contexto de atracción por las vanguardias y las revoluciones que se
inscribe el viaje a la URSS que en 1933 hicieron Max Aub y su amigo y compañero de
instituto José Medina Echavarría, uno de los más grandes sociólogos españoles. Como
ha destacado el principal estudioso de la Revolución Rusa, Orlando Figes, el
espectacular estallido de la vanguardia artística que conoció Rusia a raíz de la caída de
los tzares fue un acontecimiento pura y simplemente fortuito. Las necesidades de la
guerra centraron de tal forma el interés y la atención de Lenin y Trotsky que esto dio,
accidentalmente, un gran campo de maniobra a hombres como Belyi, Gumilev,
Mayakovsky, Meyerhold o Eisenstein. Si la revolución política y la artística
coincidieron fue por casualidad, porque los líderes revolucionarios no tenían un especial
gusto estético o éste, más bien, era conservador, academicista o próximo al kitsch. Por
esta razón, en la década de 1930 empezó a producirse un cambio dictado por Stalin en
las tendencias de la creación cultural11.
Un cambio que, como ha señalado el profesor Manuel Aznar en su estudio sobre
Max Aub y la vanguardia teatral12, Max Aub detectó claramente en su breve estancia en
la URSS y le hizo marcar una distancia crítica con el llamado teatro proletario que
condicionaba todo el montaje teatral a una finalidad política. En sus trece artículos
publicados sobre la cuestión en el diario Luz, Max Aub hizo un completo e imparcial
estudio de la realidad teatral de la Unión Soviética: cifras de espectadores, números de
teatros y funciones, entrevistas con burócratas y directores, críticas de montajes y textos
y un análisis de las motivaciones ideológicas. Pero, además, antes de publicar sus
reportajes fue entrevistado en julio de 1933 por el periódico Luz al respecto de la
realidad política y social de la URSS. Entrevista recogida por Manuel Aznar y que
reproducimos íntegramente a continuación:

- ¿Da el régimen soviético la sensación de un régimen estable?


- Desde luego. Parece hecho para durar. Tiene en marcha tantas cosas, que sólo por el
hecho de llevarlas a cabo habrá de sostenerse mucho tiempo. El trabajo, que es la idea
dominante de aquella gente, se basta por ahora para a asegurar la vida del régimen. Pero, a
mi juicio, esta estabilidad de hecho no responde a una estabilidad de doctrina; ésta ha ido
amoldándola a las necesidades del Estado. El intenso sabor nacionalista que han dado estos
últimos tiempos a la obra en marcha es una prueba fehaciente de ello.
- ¿Existe en Rusia un espíritu nacionalista?

11
FIGES, Orlando: La Revolución Rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo. Barcelona, Edhasa, 2000,
pp. 797-817
12
AZNAR SOLER, Manuel: Max Aub y la vanguardia teatral (escritos sobre teatro, 1928-1938). València,
Universitat de València, 1993, pp. 37-87

52
- Sí, y se advierte en todos los órdenes. Ha crecido de una manera exagerada el orgullo
nacional, que nada tiene que envidiar a cualquier conocido chauvinismo, aunque, hasta
cierto punto, es explicable por el sencillo hecho de creer que viven en el mejor de los
mundos. Se habla de un comunismo estrictamente ruso, se desliga ya el porvenir de las
Repúblicas rusas del resto del mundo.
- Y ese nacionalismo ¿hace que el régimen pierda universalidad?
- Así lo parece. Abandonan ya la idea de una revolución comunista próxima en el mundo.
Las actuales circunstancias de la política alemana les han enseñado mucho. Piense usted
que el partido comunista alemán era el más fuerte y mejor organizado. A lo sumo, piensan
en la posibilidad- pero con demasiada fe- de una revolución en países factibles de sostener
una economía cerrada; por ejemplo: en Norteamérica, China, en alguna República
suramericana. Y mientras se aleja la posibilidad de esa revolución mundial es comprensible
que surja, viva y aumente el nacionalismo. Nacionalismo que, por otra parte, corresponde
en las artes a una renovación del academicismo.
- ¿Qué posición ocupa entonces Trotski, que propugna una revolución permanente y
mundial?
- Dadas las posibilidades de las cuales dispone el Gobierno de cercenar cualquier
pensamiento, de ahogarlo todo en la disciplina, de dirigir toda opinión, el nombre del
célebre revolucionario ha sido prácticamente borrado de la historia de la revolución. Las
generaciones nuevas le ignoran o le tienen, a lo sumo, por un peligroso
contrarrevolucionario. Para darle idea de hasta qué punto es ello verdad, le diré que en el
Museo de la Historia de la Revolución, de Moscú, aparece su nombre contadísimas veces, y
siempre para denigrarle. Se llega a afirmar que en Brest-Litovsky propugnaba Trotski la
continuación de la guerra (¡allí está demostrado en carteles y estadísticas!). Y en un gran
cuadro que representa al Comité ejecutivo del partido en 1917 está Trotski retratado, en una
oscura esquina, de espaldas, y (habla el cicerone) “hablando con Zinoviev, lo cual era ya
muy significativo”.
- Entonces, ¿la propaganda tiene gran importancia?
- A ella dedican sus mejores esfuerzos, con magníficos resultados. Y no lo digo en broma:
el ruso es hoy un hombre feliz, que cree vivir en el mejor de los mundos. No me negará que
ello tiene su importancia. Está convencido de que los obreros del resto de la humanidad, y
en eso no distingue de países, andan bajo el látigo de los capataces, igual que los soldados
bajo las bofetadas de los capitanes.
- ¿Cree usted que el pueblo ruso está contento con el régimen en que vive?
- Desde luego. Desconoce otra cosa. Al hablar de Rusia y compararlo con otros países no
debemos olvidar, en ningún momento, que el país pasó diez años en las más espantosa
miseria- los países capitalistas tienen la culpa indudable de ello-, y ahora, cuando el primer
plan quinquenal le permite empezar a vivir con una mayor holgura, con unos brotecitos,
muy pequeños, de lujo, descubre un mundo nuevo cada día, y atribuye el milagro- con
razón- a su régimen. He aquí un país que ha carecido durante diez, doce años, de sitio, de
cristal, de papel; un país entero que ha sufrido hambre y que de pronto, debido a su
exclusivo esfuerzo y voluntad de sacrificio, empieza a tener mejores paños, aparatos
fotográficos, perfumes; es indudable que han de parecerle estas cosas magníficas y ha de
hallar en ellas- las ha hecho él- un placer centuplicado al maestro [sic]. Por eso no es
posible contestar a la inevitable pregunta que todo el mundo hace al que vuelve de Rusia:
“Pero, vamos a ver, ¿Se está mejor allí que aquí?”
- Conforme, sí. ¿Pero ciertas comodidades de tipo universal…?
- A mí no me faltó de nada. Pero, desde luego. En general y en particular, no hay
comparación posible. Han de pasar muchos años antes de que el régimen comunista ofrezca
facilidades de vida semejantes a las del régimen capitalista.
- ¿Se ha operado una transformación honda en el sentido moral y social de las masas?
- Indudablemente, y mayor de la que yo no puede dar cuenta por desconocer el estado del
pueblo ruso antes de la revolución. Aparte de grandes cosas ingenuas, que es la
característica de multitud de reformas que tienen en muy mucho, hay problemas, como el
sexual, que, si no resuelto, me parece en trance de estarlo. Aunque la palabra clase no me
parezca apropiada, se ven en Rusia claramente dos tipos de hombres: el obrero, pura y
sencillamente obrero (el que gana de 200 a 300 rublos) y el técnico, el capataz, el

53
funcionario (que gana de 800 a 1.500 rublos). Y cada día más, con el plan de industria
ligera en realización.
- ¿Y las Universidades?
- Ellos mismos reconocen que sus técnicos (es el santón, la palabra tabú, conocidísimo
fenómeno de países capitalistas) no están todavía a la altura de los extranjeros ni existen en
número suficiente. No hay que dejarse llevar por las estadísticas, que engloban en sus cifras
lo bueno y lo malo. El materialismo dialéctico constituye la base de toda enseñanza. Todo
joven universitario se sabe a los dieciocho años El Capital de memoria. Sin embargo, faltan
nuevos maestros. De los de más fama, Eisenberg o Bustriansky, no pudimos, a pesar de
nuestros esfuerzos, encontrar obra alguna. Stalin, y sobre todo Lenin, son las únicas fuentes
de sabiduría. Como siempre en estos casos, la Historia sirve para estas cosas: los discípulos
llevan las teorías a términos insospechados por los maestros. El materialismo dialéctico
sirve para los casos más peregrinos. Hay que verlo para creerlo. En el Ermitage me
explicaban los cuadros de Fragonard por la serie de impuestos que pagaban, en el siglo
XVIII, el campesinado francés. O a los maestros holandeses por la calidad, naturalmente no
pictórica, de las telas.
- ¿Qué idea se hacen de España?
- Como en todas partes, algo fantástica, aunque extraordinariamente simpática. No sé si
sabrá usted que Carmen es la música oficial de Rusia, la que se oye a cada momento. Y
Carmen es España. Desde luego, no se explican las cosas. He hablado mucho de la labor
que aquí ha realizado la República, con verdadero asombro por mi parte de mis oyentes.
Ellos se creen solos en poseer sindicatos, cooperativas y hasta casas baratas. Las Misiones
pedagógicas y los Museos ambulantes, sobre todo esto último, de lo cual carecen, llevan su
asombro al colmo.
- ¿Qué sentido tienen sus relaciones internacionales?
- Les interesa hoy por hoy, y ante todo, comerciar. He vuelto de Rusia antes de que se
levantara el embargo que Inglaterra ejercía sobre las mercancías moscovitas, pero supongo
el alivio y la alegría que el éxito de las gestiones de su enviado habrá producido.
Considerado el Estado como propiedad común, todos se interesan por su comercio.
- Por lo que usted me ha dicho, parece ser que el estado comunista tiene cierta relación con
la manera fascista o hitleriana.
- Desgraciadamente, sí. El concepto del estado en “camino de perfección”, con la
necesidad de toda clase de sacrificios en la trayectoria, es muy semejante en los tres países.
Y créanme que se respira más fácilmente fuera de las fronteras de cualquiera de esos tres
países.
- ¿Cuál es su impresión final, sucintamente?
- El ambiente ruso es un ambiente de un país en guerra. Además, todo está hecho para dar
esa impresión; toda la terminología tiende a dar una idea de contienda al trabajador, de que
tiene que llegar el primero para vencer. Una gigantesca organización deportiva, esto es, en
definitiva, la U.R.S.S, porque en la guerra no es más que un deporte, el máximo, y lo que
importa es ganar. Y los rusos van a ganar a la tierra, a las máquinas, al agua. Luchan.13

Para calibrar mejor el agudo ojo de Max Aub, que entendió perfectamente el
alcance de las disputas entre el concepto de revolución permanente y el del socialismo
en un solo país, se debe tener en cuenta que en la década de 1920 y 1930 hubo un
auténtico furor de libros de viaje a la Unión Soviética. Un dramaturgo progresista y
honesto como George Bernard Shaw cayó rendido al influjo de la utopía socialista y,
como señaló Lionel Trilling en su estudio introductorio al Homage to Catalonia de
Orwell, esto produjo un vacío entre la intelectualidad de izquierdas londinense que

13
Ibíd. pp. 33-36

54
rechazaba el autoritarismo stalinista, porque no encontraba figuras de primer nivel que
amparasen su necesidad de una justicia social que no violentase los principios positivos
del liberalismo como la libertad de expresión o los derechos civiles14. Por otra parte, el
gran filósofo Bertrand Russell se expresaba en 1930 de manera mucho más elogiosa y
permisiva sobre las convulsiones que se vivían en la URSS: Los jóvenes inteligentes de
hoy son probablemente más felices en Rusia que en ninguna otra parte de la tierra. […]
Rusia está creando un nuevo mundo, el nuevo mundo con que sueña, el mundo que hará
casi seguramente al ruso medio más feliz que antes de la revolución. No será tal vez su
mundo el mundo que haga felices a los refinados intelectuales de Occidente, pero el
intelectual refinado de Occidente no tiene que vivir en él15.
Por el contrario, Max Aub, al igual que había hecho Fernando de los Ríos en Mi
viaje a la Rusia Soviética, rechazó de plano los aspectos más negativos y sombríos del
paraíso socialista. De hecho al equiparar, en parte, Rusia y Alemania mostró su firme
compromiso con una República que defendía las libertades públicas y la función social
del Estado en un momento en que todos los partidos conservadores europeos, excepto
en Inglaterra, se habían arrojado a los pies de opciones políticas populistas, autoritarias
y nacionalistas profundamente antiliberales y que el SPD y el KPD acababan de
desaparecer de Alemania por su incapacidad para defender conjuntamente la República
de Weimar16. Además, Max Aub no sólo se anticipaba al concepto de Estado Totalitario
que crearía posteriormente la retórica de la Guerra Fría con el fin de equiparar el
comunismo y el fascismo 17, también tomaba una actitud valiente por no caer en una
complacencia acrítica hacía el régimen stalinista. Sin lugar a dudas, juicios tan severos
lo exponían a ser considerado por escritores más fervorosos como anticuado, viejo
prematuro a sus recién treinta años cumplidos o, peor aún, trotskista.

14
ORWELL, George: Homenatge a Catalunya. Barcelona, Ariel, 1992, pp. 5-21
15
RUSSELL, Bertrand: La conquista de la felicidad. Madrid, Espasa, 1991, pág. 143
16
CABRERA, Mercedes. JULIA, Santos. (Comp): Europa en crisis, 1919-1939, Madrid, Editorial Pablo
Iglesias, 1991
MAZOWER, Mark: La Europa Negra, desde la Gran Guerra hasta la caída del comunismo. Sabadell,
Ediciones B, 2001
ASHBY TURNER, Henry: A treinta días del poder. Barcelona, Edhasa, 2000
17
UCELAY- DE CAL, Enric: “Introducción histórica a una categoría imprecisa: unas reflexiones sobre el ´el
fascismo antes del fascismo` en perspectiva hispana”. en ANTÓN MELLÓN, J. (Coord.): Orden, jerarquía y
comunidad. Fascismos, dictaduras y postfascismo en la Europa Contemporánea. Madrid, Tecnos, 2002,
pp. 61-62
Sobre la imposibilidad de trazar una diferencia nítida entre las dictaduras y los Estados Totalitarios: LEE,
Stephen J.: Dictaduras Europeas. 1918-1945. Barcelona, Inforbook, 2004

55
Fuese como fuera, Max Aub prosiguió con sus inquietudes y se implicó
activamente en la campaña electoral sostenida por el Frente Popular con la escritura de
la obra de teatro El agua no es del cielo o con sus colaboraciones en la revista
valenciana inscrita en la órbita del partido comunista Nueva Cultura18, aunque en su
artículo titulado Antecedentes del teatro ruso contemporáneo, que recogía sus trabajos
anteriores, no abandonaba algunas de sus precauciones hacia el teatro exclusivamente
político ya mencionadas19.
Precisamente, el núcleo de Nueva Cultura, con Josep Renau al frente, se
encargaría de transformar el Diario de Valencia en Verdad, diario político de
unificación editado por los partidos comunista y socialista. Esta tarea fue un intento de
lograr el consenso entre dos partidos que, en el caso de Valencia, mantenían vivos
recelos por ser la agrupación valenciana del PSOE mayoritariamente caballerista y, por
tanto, contraria a una fusión con el PCE. Probablemente, por su amistad con Renau,
delegado por el PCE, Max Aub integró el consejo editorial en nombre del PSOE.
Sin embargo, es difícil encontrar el rastro de Max Aub en este periódico
mientras estuvo en Valencia. En primer lugar, porque la mayoría de artículos y noticias
no estaban firmados y las columnas de opinión se escribían bajo seudónimo y, por su
estilo agresivo, no permiten su atribución a Max. En segundo lugar, porque Max asumió
esta dirección por poco tiempo, ya que el 22 de noviembre fue nombrado agregado
cultural de la embajada española en París.
Una prueba de la escasa presencia de Max en Verdad es el distinto trato que dio
el periódico al nombramiento de Renau como Director General de Bellas Artes y el de
Max como agregado cultural. Si bien la importancia de los cargos difiere, la designación
de Renau mereció dos columnas de la primera plana, que muy elogiosamente
destacaban:

Su nombramiento es lo suficientemente expresivo, en cuanto a la orientación que desde el


ministerio de Instrucción Pública se está dispuesto a marcar con ese atolladero de
incompetencia y favoritismo que ha sido en los últimos cincuenta años la deplorable
realidad de la vida artística española. Renau es la garantía más firme de que este estado de
cosas se liquidará inexorablemente. […] Hombre joven, impuesto, capaz, que ha mantenido

18
AZNAR SOLER, Manuel: “Política y literatura en los ensayos de Max Aub”, en ALONSO, Cecilio (Ed.):
Actas del Congreso Internacional “Max Aub y el Laberinto español”. Valencia, Ajuntament deValència,
1993, pp. 568-614
19
AZNAR SOLER, Manuel: Max Aub y la vanguardia teatral (escritos sobre teatro, 1928-1938). València,
Universitat de València, 1993

56
robusta su naturaleza a salvo de las delicuescentes deformaciones espirituales de su
momento, es sin duda ninguna el artista español en quien concurren las máximas
disposiciones intelectuales para la actividad de su cargo. La juventud española encontrará
en Renau a su más entusiasta colaborador.
Últimamente, sus amigos de Valencia hemos convivido con él en VERDAD, diario del
que fué nombrado director por las Ejecutivas de los Partidos Socialista y Comunista, las
terribles jornadas de julio y las dificultosas tareas cotidianas de organización, en instantes
como los actuales, fatalmente caóticos. La claridad de su visión y la entereza de su temple
ha sido en todo momento admirable. […] Valencia no olvida tampoco que durante más de
un año, “Nueva Cultura” aparecía en las extremas latitudes de la Argentina y la U.R.S.S
atestiguando cuán honda corriente puede hacer circular una naturaleza enérgica a través de
las juventudes intelectuales del mundo.
Camarada Renau: Nuestro entusiasta saludo desde la luminosa región que tanto conoces y
admiras: y la seguridad de que tus camaradas no pueden responder a tu responsable papel
de hoy sino del mismo modo: trabajando.20

Por el contrario, no ha sido posible encontrar ninguna mención a Max Aub tras
su elección como agregado cultural de la embajada más importante de todo el servicio
diplomático español, el lugar, como veremos en el siguiente capítulo, donde se estaba
jugando el futuro de la República.
En términos generales, se puede sostener que esta desconsideración coincidía
con el oportunismo del que hizo gala el PCE durante toda la contienda y que tanto irritó
a los veteranos del Partido Socialista. Es posible que, cuando Renau se marchó, Max no
dudase que merecía una calurosa enhorabuena de sus amigos, mientras que cuando fue
Max el que se despidió, el redactor-jefe, Marcelo Jover21, y el consejo editorial
consideraron que no era conveniente conceder tanta relevancia a un militante socialista,
a pesar de que el propio Jover era miembro de la agrupación socialista de Valencia22.
De hecho, Verdad molestó a los socialistas valencianos hasta el punto que en
febrero de 1937 rompieron con el periódico para fundar Adelante, porque su línea
editorial plegada a los intereses del PCE y su constante bombardeo promocional del
partido hicieron imposible colaborar en su dirección 23. No obstante, debe remarcarse
que desde su inicio el 31 de julio hasta que Max Aub pasó a la embajada, Verdad fue
fiel en todo momento al gobierno legítimo y un firme partidario del gabinete de unidad
presidido por Largo Caballero. Si bien es cierto que la información sobre el PCE estaba

20
Verdad, 9 de septiembre de 1936
21
Una entrevista realizada a Ricardo Zabalza, Gobernador Civil de Valencia, por el redactor-jefe de
Verdad firmada como M.J y publicada el 14 de octubre, permiten suponer que Marcelo Jover desempeñó
dicho cometido en esas fechas.
22
Agradezco esta información a mi compañero Sergio Valero, quien en la actualidad ultima su Tesis
Doctoral sobre la Agrupación Socialista de Valencia.
23
GRAHAM, Helen: El PSOE en la Guerra Civil. Poder, crisis y derrota (1936-1939), Barcelona, Random
House Mondadori, 2005, pp. 119-121

57
sobrerrepresentada respecto de su peso social real, tampoco se puede obviar que el PCE
era la organización más activa y dinámica en la lucha diaria por la República.
En un principio, Verdad tomó como primera misión reestablecer el orden
público y contener la violencia revolucionaria. Con este propósito, publicaron en la
primera plana del primer ejemplar el siguiente editorial:

La pequeña burguesía está al lado del pueblo


SUS INTERESES DEBEN SER DEFENDIDOS Y RESPETADOS
La región valenciana, en la que predominan los pequeños patronos, comerciantes,
industriales, campesinos que poseen un pedazo de tierra, intelectuales pobres, artesanos
trabajadores independientes, en fin esa clase social que conocemos con el nombre genérico
de pequeña burguesía, ha demostrado desde el primer momento su inquebrantable lealtad a
la República democrática del 16 de febrero. No se olvida que en aquella fecha histórica,
esta clase social, encuadrada en su mayor parte en los partidos republicanos de izquierda,
contribuyó en gran manera al triunfo del Frente Popular. El partido fascista de Lúcia, la
Derecha Regional Valenciana, a pesar de su demagogia, principalmente entre los modestos
campesinos, no logró desgajar a esta clase social del resto del pueblo trabajador, del cual
forma parte y es carne de su carne.
Hoy, la pequeña burguesía valenciana ha dado pruebas inequívocas de su adhesión al
régimen democrático, poniéndose incondicionalmente al servicio de las fuerzas leales al
Gobierno y al lado de las milicias populares armadas, de las cuales forma parte en muchos
casos.
En estas condiciones, son absolutamente intolerables algunos hechos aislados producidos
en nuestra ciudad, que reflejan la incomprensión de algunos milicianos y la necesidad de un
estrecho control por parte de las milicias para evitar que en sus filas se infiltren elementos
indeseables o simples aventureros.24

Por otra parte, por influencia del valencianismo de Emilio Gómez Nadal, se
autodefinieron no sólo como exponente de la voluntad de unificación de los partidos
comunista y socialista, sino también como defensores de los intereses del proletariado
[y] los intereses de Valencia, porque no por ser defensores del obrero en sí olvidamos
lo que le circunda. El hombre es, además de su cuerpo, la luz, la ciudad, el campo que
le rodea, y nosotros queremos una Valencia hermosa y fuerte, dentro de una España
fuerte y hermosa, todo ello encuadrado en un mundo de paz 25. Esta sensibilidad hacia el
hecho nacional valenciano se tradujo en la inclusión de varios artículos de opinión
escritos en valenciano por Enric Navarro i Borras, así como en una atención destacada a
las actividades organizadas por el Partit Valencianista d’Esquerra. Asimismo, el
espacio reservado a anarquistas y republicanos fue marginal, aunque su tratamiento
completamente correcto y se reprodujeron de forma destacada los discursos de Federica

24
Verdad, 31 de julio de 1936
25
Verdad, 31 de julio de 1936

58
Montseny encaminados a lograr la inclusión de la CNT en el futuro gobierno de Largo
Caballero26.
En consecuencia, es difícil determinar con exactitud el grado de implicación de
Max Aub en este periódico, a pesar de que Ignacio Soldevila sostiene que lo dirigió
desde el principio con Renau 27. Es posible que la intervención de Max fuese mayor
durante los primeros días, porque en el tercer número, del 3 de agosto, se publicaron en
primera plana las notas manuscritas de apoyo de los intelectuales franceses
revolucionarios Paul Nizan, Jean Cassou, Jean Richard-Bloch y Andre Viollis, que
estuvieron en la redacción del diario 28. Además, en el mismo ejemplar se incluyó al
final un extenso pasaje de la Revolución Francesa de Thomas Carlyle que relataba el
asalto a la Bastilla. En una nota introductoria sobre este escritor escocés y filósofo
calvinista contrario al utilitarismo y la democracia, se explicaba que:

Iniciamos nuestra página literaria con la publicación de este capítulo de Carlyle. […]
Respecto a Carlyle, él no era desgraciadamente de los nuestros. Su poderosa inteligencia
literaria no podría figurar en esa línea magna que tratare de eslabonar hasta nuestros días
los nombres de todos aquellos que significaron en su tiempo un máximo empuje de
penetración real. Idealista hasta los huesos, el héroe ejercía sobre él una atracción
irresistible, y la melancolía tan de su época envuelve las páginas de su Revolución Francesa
como un humo sobre el vigor de los hechos, cuya fidelidad, sin embargo, no sale
malparada. Una de estas hermosas páginas ofrecemos hoy a los españoles en pie de guerra:
la toma de la Bastilla. 29

Sin embargo, en números posteriores esta sección literaria desaparecería. No


habría espacio para la literatura si no era exclusivamente de militancia política y el 30
de septiembre se inició la publicación del folletín Tchapaief el Guerrillero Rojo. A
grandes rasgos, se produjo un progresivo incremento de las noticias sobre el transcurso
de la contienda, así como una mayor presencia de los discursos políticos dirigidos a la
unificación del PSOE y el PCE. Si los rumores sobre el asesinato de García Lorca
habían sido destacados en primera plana 30 y, tras la confirmación de su muerte,
motivado un indignado artículo José Miguel Romá31, esta sensibilidad literaria tuvo que

26
Verdad, 1 de septiembre de 1936
27
SOLDEVILA, Ignacio: El compromiso de la imaginación. Vida y obra de Max Aub. Segorbe, Fundación
Max Aub, 1999, pág. 35
28
Verdad, 2 de agosto de 1936
29
Verdad, 2 de agosto de 1936
30
Verdad, 2 de septiembre de 1936
31
Verdad, 9 de septiembre de 1936

59
supeditarse a las circunstancias bélicas y dar cabida a crónicas de Koestler 32, de
Kotlzov33 o de Nizan34 traducidas por Marcelo Jover.
Por lo tanto, es probable que Max Aub se distanciara de la gestión de Verdad y
centrara más sus esfuerzos en la dirección del grupo de teatro universitario de la
Federación Universitaria Escolar El Búho, que, como han destacado María Fernanda
Mancebo y Manuel Aznar, sostuvo una gran actividad tanto en Valencia como en las
poblaciones cercanas durante estas fechas35. Una de sus actuaciones más conocidas tuvo
lugar el 19 de septiembre en la iglesia de los dominicos de Valencia, incautada por el
PSOE. En aquella ocasión, se representó el Bazar de la providencia de Rafael Alberti y
el auto en dos cuadros de Max Aub Historia y muerte de Pedro López García. Además,
Max también dictó una conferencia sobre El teatro y la revolución y se recitó su
Pequeña canción de Unidad proletaria. El acto, organizado por la Aliança
d’Intel.lectuals per a la Defensa de la Cultura, la FUE y el PSOE contó también con la
participación de Juan Gil-Albert, quien solía publicar sus poemas en Verdad, de
Marcelo Jover, que hizo un discurso sobre el socialismo y la cultura, y del diputado
Isidro Escandell de las juventudes socialistas unificadas 36. Otro acto de destacada
relevancia sería el homenaje a los pueblos de Rusia y México que se celebró el 9 de
noviembre en el Teatro Principal a cargo de la Aliança d’Intel.lectuals per a la Defensa
de la Cultura y en el que se leyó el poema de Max Aub Canto a Rusia.
Desafortunadamente, es difícil calibrar el entusiasmo que Max sentía por la
Unión Soviética a finales de 1936 porque la Pequeña canción de unidad proletaria y
Canto a Rusia no se han conservado. El principal especialista en la poesía de Max Aub,
Pasqual Mas, no ha encontrado rastro alguno de estos títulos. Sin embargo, el poema
Canto de los esclavos para el Ejército Rojo escrito en el campo de concentración de
Djelfa el 21 de febrero de 1942 es una exaltación del Ejercito Rojo que recuerda cómo
los únicos que ayudaron a la República fueron los rusos. En pésimas circunstancias, tras

32
Verdad, 23 de septiembre de 1936
33
Verdad, 8 de octubre de 1936
34
Verdad, 22 de agosto de 1936
35
MANCEBO, María Fernanda: La Universidad de Valencia en Guerra. La F.U.E (1936-1939). València,
Universitat de València, 1988, pp. 113-117
AZNAR SOLER, Manuel, MANCEBO, María Fernanda: “El Búho, teatre de la FUE de la Universitat de
València”, 60 anys de teatre universitari. València, Universitat de València, 1993, pp. 9-21
36
Verdad, 18 de septiembre de 1936
Verdad, 20 de septiembre de 1936

60
pasar años de angustia y tensión, Max escribía una extensa canción de la que
reproducimos los siguientes fragmentos:

¡Que no se entere nadie!


¡Nadie lo ha de saber!
Estos aviones nuevos, tanques que ayudan a salvar Madrid...
(Primeros de noviembre
suben los de Albacete.)
-¡Calla, no se puede decir!
-Estos tanques y cañones
nacieron de la entraña de la tierra,
nacieron en Archena,
nacieron en Cartagena.
-¡Calla, calla, calla, calla:
no se puede decir
que son hijos de Stalin,
que son nietos de Lenin.
-¡Que lo sepan todos: Ahora se puede decir
de dónde venían
los aviones y los tanques que salvaron Madrid!
La mejor sangre
frente a frente de un tanque
se defiende,
frente a diez tanques,
muere.
¿Quién envió armas, quién?
¿Fue Blum?
¿Fue el parlamento inglés?
¿Quién envió armas, quién?
Preguntadlo a los españoles,
los de Vernet, los de Colliure, los de Gurs
preguntadlo al desierto,
todos dicen: ¡La Urss!
Todos nosotros, compañeros,
conocimos aquellos mozancones
poco habladores,
anchas manos de mecánicos
encallecidas en palancas y disparadores
de los tanques de quince toneladas.
Aquél era, sin serlo,
el Ejército Rojo,
el ejército nuestro.
¡No se podía decir! Había que callarlo,
no fuera que se dieran
por enterados
los caballeros de Saint James, aquellos
que creían que un italiano
no era un italiano
sino un turista o un canario.
¡No fiarse de la Historia!
El 18 de julio
cae antes que el 22 de junio. […]
¿Que no lo sepa nadie?
¡Que lo sepan todos:

61
Hurra el Ejército Rojo! 37

Como es obvio, el entusiasmo de Max por el ejército de Stalin se explica por la


situación de principios de 1942, cuando los únicos que se enfrentaban al nazismo eran
las pésimamente equipadas tropas rusas. Del mismo modo, a finales de 1936 el
entusiasmo de Max por la URSS se explicaría porque fueron los únicos que habían
prestado auxilio, mientras que los caballeros de Saint James, el servicio diplomático
británico, impusieron un Comité de No Intervención que dejó al gobierno legítimo
completamente desamparado ante la ofensiva fascista. De hecho, Max no sentía
entusiasmo por el PCE, sino por ganar la guerra y lograr el triunfo de la República. Su
fidelidad, en primer lugar, estaba con el gobierno legítimo y por eso defendía las
políticas de unidad dirigidas a reestablecer el orden público y la consecución de un
Ejército Popular que pudiese parar el avance del franquismo. Con ese propósito,
escribió la obra Dos hermanas, que propugnaba la colaboración entre la CNT y la UGT
y que se estrenó el 24 de noviembre de 1936 en el Teatro Principal, después de que el
Gobierno hubiese reprimido en Valencia a la Columna de Hierro, una sección
independiente del Ejercito Popular integrada por anarcosindicalistas.
En realidad, Max nunca negó que se tratase de obras de circunstancia y nunca las
tuvo en una estima destacada por esa misma razón. En su participación en el décimo
Congreso Internacional de Teatro celebrado en París en junio de 1937, cuando era
miembro de la embajada española, Max hizo una ponencia elogiosa sobre la política
cultural de la Segunda República y el papel de los sindicatos en la colectivización del
teatro posterior a la sublevación del 18 de julio, pero, al mismo tiempo, no dejaba de
reseñar que naturalmente, lo que faltan son obras de calidad. Existen obras de
circunstancias, tan bienintencionadas como malas38. Igualmente, cuando en marzo de
1938 intentó editar sus obras políticas escritas desde 1936, advertía en el prólogo que:

Si existe algún escritor en cuya obra no haya repercutido la guerra abominable que nos ha
sido impuesta, o no es escritor o no es español. Se pudo defender en algún tiempo pasado
que el mantenerse alejado de las luchas sociales o internacionales era una posición moral
altiva; […] el tiempo es otro; nuestros años (son) de lucha. […] No sostengo aquí “que el
que no esté conmigo está contra mí”, sino que los que no están ni con los unos ni con los

37
Agradezco a Pasqual Mas la atención y generosidad por facilitarme una copia del citado poema
recogido en su próxima antología sobre la poesía de Max Aub
38
AZNAR SOLER, Manuel: Max Aub y la vanguardia teatral (escritos sobre teatro, 1928-1938). València,
Universitat de València, 1993, pág. 177

62
otros no existen; y lo que no existe, mal puede sobrevivir. No es que las piezas que siguen
tengan pretensión alguna de longevidad: son demasiado pequeñas, mal encaradas o
encarnadas, y nacieron de cualquier manera, por encargo o necesidad del momento; pero
cumplieron su cometido, llevan su circunstancia en la frente, y vivieron lo suyo. 39

Esta opinión, además, no cambió con el tiempo. En su Manual de Historia de la


Literatura española, publicado por primera vez en 1966, afirmaba sobre la Segunda
República, que la agitación social sólo dio base para una literatura de circunstancias.
Si algo importante se publica, es consecuencia de la época anterior 40. A Max el
carácter instrumental de su teatro de aquella época nunca le agradó, pero más relevante
para nosotros es saber los objetivos de sus obras y éstos, a grandes rasgos, coincidían
hasta finales de 1936 con la política sostenida por el Frente Popular, por el ala centrista
del PSOE encabezada por Prieto y con el PCE, aunque respecto de la revoltosa CNT se
mostraba partidario de lograr su concurso voluntario a la causa mediante la persuasión y
la propagando como se describía en Dos hermanas, en vez de recurrir a un
enfrentamiento directo como podían desear los sectores vinculados a los cuerpos de
seguridad, ya fuesen independientes o próximos a la orbita de los comunistas.
Por lo tanto, en este punto, es necesario interrogarse sobre cuál fue la relación
que mantuvo Max Aub con los redactores del periódico Verdad, porque, como ya
hemos comentado, su línea editorial produciría malestar en las bases socialistas de
Valencia y sería el inicio de una tensión que en esta ciudad, al igual que en Madrid, se
traduciría en coacciones hasta estallar violentamente por culpa del golpe de Casado. Por
lo tanto, la implicación de Max Aub en este diario pudo ser uno de los desencadenantes
de su expulsión del PSOE.
En un primer momento, las propias palabras de Aub escritas para Ignacio
Solvedila sobre su papel director en Verdad son escuetas a este respecto: Llegó la
sublevación militar de Franco. Estaba en Madrid. A fin de julio pude llegar a Valencia:
allí me hice cargo, por el partido socialista, de la dirección de Verdad. A primeros de
noviembre volví a Madrid, a fines de año estaba en París 41. Como señala Gerard
Malgat, Jean Cassou recordaba a Max de su visita a Valencia de principios de agosto,
sobre el que escribió que en una imprenta me topé con mi viejo amigo Max Aub y con

39
Ibíd. pág 216
40
AUB, Max: Manual de Historia de la Literatura española. Madrid, Akal, 1974, pág. 508
41
AUB, Max: Cuerpos presentes. Segorbe, Fundación Max Aub, 2001, pág. 277

63
otros escritores que redactaban periódicos republicanos y revolucionarios 42.
Igualmente, en algún momento de noviembre, antes de ser agregado oficialmente a la
embajada de París pero después del traslado del Gobierno a Valencia, Max tuvo que
asumir tareas de representación y guía de periodistas extranjeros por su don de gentes y
dominio de idiomas. Francisco Ayala dejó constancia de la divertida anécdota sobre una
periodista francesa de raigambre aristocrática e ideología conservadora a quien le
asignaron a Max Aub como guía para su viaje por Valencia. En aquella ocasión, se
enfrentó a la indignación de esta mujer, que se había escandalizado ante un ejemplar de
la publicación popular y anticlerical La Traca por reproducir una ilustración indecorosa
de una monja. Gracias a su capacidad disuasoria, Max logró hacerle entender que se
trataba de una revista de mal gusto que no podía prohibirse porque se trataría de un
atentado contra la libertad de prensa, pero, al dejarla en el Ministerio de Estado, donde
tenía una entrevista con Julio Álvarez del Vayo, el subsecretario que la recibió tenía en
su mesa el mismo ejemplar de La Traca. Concluía Ayala escribiendo que Max, que
había elaborado no sin dificultad un itinerario para llevar por la ciudad a aquella
señora evitando pasar ante las iglesias quemadas, decía que iba a dimitar [sic] de su
cargo, que prefería irse a pegar tiros en el frente43.
Por lo tanto, es legítimo preguntarse si no se ha exagerado la implicación de
Max Aub en Verdad. Tras la marcha de Renau, el redactor-jefe fue Marcelo Jover y éste
no prestó especial atención a las labores desempeñadas por Max en El Búho o en
representación de la República ante legaciones extranjeras, aunque puede que esto se
debiese a su modestia sincera. Cuando el 28 de agosto J.M.B reseñó la actuación de El
Búho en el Teatro Eslava, tuvo estas atentas palabras hacia su director: Esperamos
mucho de esta renovada agrupación. Y más, siendo dirigida por quien lo está hoy, ya
que en contados días ha hecho patente de lo que es capaz: gusto escénico, acertado
movimiento, modernidad44. Pero después, una vez Renau fue nombrado Director
General de Bellas Artes, no se repitieron este tipo de comentarios. Es más, en la reseña
del acto del 9 de noviembre que hizo Verdad es realmente difícil encontrar la escueta
mención a su Canto a Rusia45.

42
MALGAT, Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pág. 56
43
AYALA, Francisco: Recuerdos y olvidos. Madrid, Alianza, 1991, pág. 219
44
Verdad, 28 de agosto de 1936
45
Verdad, 10 de noviembre de 1936

64
Más relevante todavía es el tratamiento que Verdad dio a la función de la obra
Dos hermanas. Este breve texto tenía una función política vital porque propugnaba la
fiel colaboración entre dos centrales sindicales, UGT y CNT, que habían estado
enfrentadas y cuya desunión podía desestabilizar por completo la retaguardia. Los
inteligentes diálogos jugaban con los reproches históricos que ambos sindicatos se
habían hecho durante toda su historia, pero, al final, concluían que había más elementos
que los semejaban que los separaban. Además, la representación estaba realizada por
una compañía de teatro experimental formada por miembros de las secciones sindicales
del espectáculo de la CNT y la UGT. Como es obvio, su valor político era fundamental
en Valencia, especialmente para cerrar las heridas del triste incidente de la Columna de
Hierro. Por esta razón, Fragua Social, periódico de los anarcosindicalistas, y El
Mercantil Valenciano, próximo a los partidos republicanos, le dieron una amplia
cobertura al acontecimiento46.
Por el contrario, Verdad optó por ignorarlo y darle una cobertura marginal. El 24
de noviembre, sólo apareció el anuncio en la cartelera del siguiente modo: TEATRO
PRINCIPAL- Compañía dramática Experimental. Debut: Martes 24 de noviembre.
Estreno de Soborno y el Diálogo Las dos hermanas, escrito por la Comisión
Realizadora47. Asimismo, no publicarían más informaciones hasta el domingo 29 de
noviembre, cuando en la sección de espectáculos del diario, en la última página y en una
pequeña columna referirían equivocadamente:

El viernes debutó la compañía encargada de realizar este teatro nuevo tan lleno de
posibilidades, cuajado de directrices renovadoras de las que tan falta se halla la escena
española. Patrocina el experimento el Comité Ejecutivo de Espectáculos Públicos UGT-
CNT. […]
Se representó el diálogo simbólico “Las dos hermanas” compuesto por la comisión
realizadora sobre un guión de Max Aub. Las dos hermanas son las dos grandes centrales
sindicales, que tras un diálogo ágil y lleno de certeros pensamientos, se abrazan para luchar
contre el enemigo común. […] Hubo aplausos y la orquesta interpretó “La Internacional”. 48

Es evidente que el PCE decidió ningunear una iniciativa surgida de unos


sindicatos que no controlaba, sobre los que no ejercía ninguna influencia y que, a su
vez, empezaban a sentirse amenazados por la preponderancia que estaba adquiriendo el

46
COSME FERRIS, María Dolores: El teatro en la ciudad de Valencia. Reconstrucción de la cartelera
valenciana (1936-1939). Tesis Doctoral, Universitat de València, 2008, pp. 1379-1421
47
Verdad, 24 de noviembre de 1936
48
Verdad, 29 de noviembre de 1936

65
PCE por culpa del conflicto bélico. Se podría argüir que había noticias más importantes
o que ocuparon el espacio que merecía este acontecimiento, como un extenso discurso
de Ángel Galarza publicado íntegramente o las noticias sobre la muerte y entierro de
Durruti. Pero, por ejemplo, una reseña de Irene de Falcón sobre Salud, España de
Afinogenov fue destacada a dos columnas 49, mientras que a una función teatral nacida
del trabajo conjunto de la UGT y la CNT con el propósito de unir a sus afiliados y evitar
la tentación de resolver sus diferencias tiros por las calles de Valencia, se le negó la
promoción.
Por lo tanto, si Max Aub participó activamente en este proyecto, es muy posible
que no despertase las simpatías de los militantes comunistas más beligerantes contra los
anarcosindicalistas. Por esta razón, la hipótesis de que la intervención de Max Aub en
Verdad estaba ligada a su amistad con Renau podría explicar su paso a la
intrascendencia para el medio. Esto, empero, no excluye su compromiso con el
sostenimiento de la publicación, porque, como recordaba en sus diarios escritos en el
campo de Djelfa en 1941, él fue a Madrid la primera semana de noviembre para solicitar
a Renau que les ayudase a comprar papel para la publicación, justo en el momento que
las Brigadas Internacionales entraron en la ciudad para defenderla 50.
Sin embargo, resulta paradigmático el escaso recuerdo que este periódico tiene
en su obra literaria. Campo Abierto empieza relatando las aventuras de los jóvenes
componentes de El Retablo, compañía trasunto de El Búho, mientras el apasionante
mundo del periodismo y sus trepidantes redacciones se circunscribe al breve personaje
de Lisa51, una joven judía alemana, que hace un pequeño comentario sobre los errores
en la maquetación de unos grabados del periódico de la Juventud52. Del mismo modo, a
su regreso a España en 1969, Max evocaría con nostalgia al grupo de jóvenes que

49
Verdad, 25 de noviembre
50
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 81
51
Se debe señalar que Lisa es el trasunto literario de Ilsa Kulcsar, socialista austriaca que colaboraba,
como el personaje literario, en el servicio de prensa del gobierno y que se casó con Arturo Barea. La
descripción física de ambas coincide: AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-B.
València, Institució Alfons el Magnànim, 2002, pág. 353; PRESTON, Paul: Idealistes sota les bales.
Barcelona, Proa, 2007, pp. 66-68. Además, Max Aub sospechó que quien escribía realmente los libros de
Arturo Barea fue Ilsa: AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona,
Alba, 1998, pág. 252
52
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. II, València, Institució Alfons el Magnànim,
2001, pág. 314

66
habían integrado El Búho tras reunirse con estudiantes en la librería Viridiana53, pero,
por el contrario, la única referencia a sus tiempos en el periódico es la historia de su
amigo Fernando Dicenta, quien le recordó que te hiciste cargo del periódico, fuimos a
trabajar al teatro Eslava. Te ayudé54, y, por esa razón, cuando logró pasarse al bando
franquista con su familia casi lo fusilan por rojo amigo de Max Aub. Al final, lo
condenaron a doce años de cárcel y cumplió ocho, pero, paradójicamente, su amigo
Max no recordaba que Fernando le hubiese ayudado en aquellos tiempos. Finalmente, se
debe añadir que tampoco se ha encontrado mención alguna en sus diarios publicados a
Marcelo Jover, aunque debe resaltarse el detalle de que la compañía de teatro
universitario El Retablo de Campo Abierto cuenta con la presencia de tres hermanos de
apellido Jover que son descritos con ironía y constituyen el contrapunto cómico a la
seriedad de Vicente Dalmases, el joven comunista entregado a la causa. Por otra parte,
uno de ellos, José Jover, encontrará un trágico destino al intentar huir de un campo de
reclusión en Campo de los Almendros55.
Si bien todo esto no es suficiente como para probar que Max Aub se desentendió
pronto del curso tomado por Verdad, tampoco se puede negar que no hay sólidos
indicios que demuestren su intervención directa en la línea editorial del periódico. Por lo
tanto, no se puede afirmar, como ha sido un lugar común, que Max Aub fuese el
director o codirector de dicho periódico, porque parece bastante evidente que su
principal centro de atención en aquellos meses fue el grupo teatral El Búho.

53
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español. Barcelona, Alba, 1995,
pp. 293-297
54
Ibíd. pág. 149
55
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-B. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 548

67
Max marcha a París
En la constitución del gabinete de Largo Caballero el 4 de septiembre de 1936,
se tomó una decisión que trastocó por completo la vida de Max Aub. Aquel día, Largo
Caballero propuso para el Ministerio de Estado a su mano derecha, el intelectual Luis
Araquistain, pero Manuel Azaña, resentido por sus escritos retórico-revolucionarios que
habían ayudado a frustrar el posible gobierno de Indalecio Prieto, vetó su designación.
En sustitución, Largo escogió a otro de sus más estrechos colaboradores, Julio Álvarez
del Vayo, quien sí fue ratificado a cambio de que Araquistain fuese enviado a la
embajada de París1. Como es obvio, este nombramiento no era precisamente un cargo
menor, porque era en Francia donde se estaba jugando el futuro de España. La embajada
tenía que convencer fuese como fuera a los diputados franceses y a su opinión pública
de que se levantase el bloqueo y se permitiera a la República comprar armas.
La amistad de estos tres políticos, auténtico sostén de la izquierda socialista, fue
retratada en distintas ocasiones por Max Aub, quien incorporó a Del Vayo y a
Araquistain como protagonistas de algunos episodios del Laberinto Mágico o mencionó
detalles de sus vidas privadas. En Campo Abierto, por ejemplo, refirió en un breve
pasaje que el 3 de septiembre Álvarez del Vayo y Araquistain fueron a sacar a Largo
Caballero de la cama y le convencieron de que debía tomar el poder2. No obstante, al
poco tiempo, el equipo Largo-Vayo-Araquistain empezó a desquebrajarse. A pesar de
que Julio Álvarez del Vayo y Luis Araquistain eran cuñados y habían desarrollado una
importante actividad editorial conjunta, por motivos ideológicos o intereses personales,
Álvarez del Vayo había ido sintiendo progresivamente una mayor simpatía por el
Partido Comunista, mientras que Largo y Araquistain mantenían una fidelidad mutua y

1
GRAHAM, Helen: La República española en guerra (1936-1939). Barcelona, Debate, 2006, pp. 153-160
VIÑAS, Ángel: La soledad de la República. Barcelona, Crítica, 2006, pp. 197-213
2
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. II, València, Institució Alfons el Magnànim,
2001, pág. 435
personal inquebrantable, además de su lealtad hacía el PSOE, independientemente de
las luchas de facciones.
Por el contrario, el acercamiento de Del Vayo a la órbita del PCE se tradujo en
una serie de nombramientos de militantes de este partido que despertaron los recelos de
sus compañeros. Especialmente significativo fue el predominio que logró el Partido
Comunista en el escalafón de los comisarios de guerra, cuya elección estaba entre sus
facultades, y que, como hemos reseñado anteriormente, motivó una purga realizada por
Prieto tras la disolución del gabinete de Largo en mayo de 1937 y la sustitución Álvarez
del Vayo por Giral3. De hecho, ha sido tal la mala reputación que adquirió Del Vayo en
el ejercicio de su cargo que el crítico de arte Stephen Koch le ha imputado, de forma
incorrecta según Paul Preston, parte de la responsabilidad del asesinato de José Robles,
el traductor al español de John Dos Passos4.
Por lo tanto, en este punto es necesario preguntarse quién designó realmente a
Max Aub para la embajada española en París, porque Julio Álvarez del Vayo fue
expulsado del PSOE, en su caso con razón, por haber supeditado el gobierno y el
partido a los intereses de Stalin, mientras que Luis Araquistain estuvo en el bando
opuesto como antiguo caballerista. Desafortunadamente, el estudio de la
correspondencia conservada entre el ministerio y la embajada no permiten dilucidar esta
cuestión, aunque se debe apuntar que es difícil realizar una investigación en
profundidad sobre los fondos documentales generados por la embajada porque estos se
encuentran esparcidos en tres archivos diferentes: el Archivo General de la
Administración, el archivo personal de Luis Araquistain depositado en el Archivo
Histórico Nacional y el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, que, a su vez, se
subdivide en el Archivo de Barcelona. En consecuencia, la correspondencia consultada
en el AMAE entre Del Vayo y Araquistain en esas fechas no refiere ninguna
información sobre los motivos o razones de la designación de Max Aub y el único

3
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 193-198
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 97-103
GRAHAM, Helen: La República española en guerra (1936-1939). Barcelona, Debate, 2006, pp. 370-404
4
KOCH, Stephen: La ruptura. Hemingway, Dos Passos y el asesinato de José Robles. Barcelona, Galaxia
Gutenberg, 2005
PRESTON, Paul: Idealistes sota les bales. Barcelona, Proa, 2007, pp. 99-142

70
documento hallado es el nombramiento oficial con fecha de 22 de noviembre en
sustitución de Aurelio Viñas5.
Sin embargo, es probable que se tratase de una decisión directa de Luis
Araquistain, con quien Max había tenido más cercanía y con quien, como veremos en
los capítulos siguientes, mantuvo una correspondencia más cordial en el exilio. En
Campo de Sangre, publicada en 1945 antes de las expulsiones del PSOE, en las escenas
finales de angustia ante el avance de las tropas franquistas, el fiscal Rivadavia,
republicano de izquierdas, musita en la cama: ¿Y si me dan? ¿Por qué me van a dar?
¿Por qué no me van a dar? ¿Por qué no he de estar yo en el extranjero? ¿No ha ido
Peralta?, y es tonto. Tonto. Amigo de Vayo. Pero tonto, tonto, tonto. Hubiera hecho
mejor aceptando un puesto en el extranjero. Un trocito de metralla, y adiós6.
Fuese como fuera, ser miembro de la embajada no era tan fácil y no eran tantos
los afortunados. Además, sobre ellos recaía la obligación de lograr un viraje de la
política exterior francesa. Como ha descrito extensamente Ángel Viñas, para
estupefacción de todos los republicanos españoles el Gobierno de izquierdas de Leon
Blum se había mostrado, al principio, timorato al respecto de vender armas legalmente a
la República, después renuente incluso a cumplir con los contratos de compra-venta de
armamento ya subscritos con anterioridad y, finalmente, reacios a cualquier gesto que
pudiese a estropear un entendimiento cordial con el Tercer Reich 7.
En ese contexto, Max Aub tenía como objetivo desarrollar una política cultural
que despertase la simpatía del pueblo francés hasta el punto de que sus representantes se
viesen obligados a solidarizarse activamente con el sufrimiento de España. No se
trataba, en realidad, de simples tareas de índole artística. La importancia de su misión se
comprueba al leer una relación del personal técnico de la embajada, donde figura Max
Aub como Attaché Special junto a cinco agregados en las secciones de comercio,
agricultura y militar, más dos secretarios primeros y José Bergamín, quien, en un primer
momento, es nombrado como agregado cultural, pero después alguien tacha ese cargo y
añade también agregado especial8.

5
AMAE: P 36/ EXP 25874
6
AUB, Max: Obras completas,El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el Magnànim,
2002, pág. 296
7
VIÑAS, Ángel: La soledad de la República. Barcelona, Crítica, 2006, pp. 25-61
VIÑAS, Ángel: El Escudo de la República. Barcelona, Crítica, 2007, pp. 287-361
8
AGA, Sección 10, Caja 54/11073, nº 6566

71
Como es ampliamente conocido, el cometido más trascendente fue la
organización del pabellón español de la Exposición Internacional celebrada en París,
acontecimiento en el que Max Aub tuvo el honor de participar en la comisión que
encargó a Pablo Picasso la elaboración de un cuadro que, finalmente, sería el Guernica y
que Max Aub personalmente compraría para la República española al extender un
cheque con su firma a Pablo Picasso 9. El acuse de recibo de este pago sería fundamental
para que el primer gobierno democrático surgido de la transición recuperase la
titularidad pública del Guernica en detrimento de los herederos de Picasso, quienes se
negaban a reconocer la legitimidad de las nuevas instituciones y defendían su propiedad
sobre la obra. Por esa razón, el historiador Javier Tusell, en aquellos años Director
General de Bellas Artes, escribió urgentemente a Perpetua Barjua con el fin de que
autentificase la firma de su difunto marido y, de este modo, consiguió resolver un
proceso que podía haberse alargado en un interminable y costoso pleito 10.
Sin embargo, la intervención de Max Aub en otros asuntos también fue
destacada y decisiva, a pesar de su menor repercusión histórica. Por ejemplo, en el
montaje de Fuenteovejuna fue él quien se enfrentó al director de escena y stalinista
convencido Erwin Piscator. Cuando éste falleció, Max Aub le dedicó una amable
necrológica, reproducida por Manuel Aznar Soler, que recordaba las razones de su
desencuentro:

Le conocí en París, en 1937. Me lo presentó Araquistain, entonces embajador de la


República Española y viejo amigo suyo.
- Éste es Piscator. Quiere montar una obra de Lope. Entiéndase con él.
Todo era posible, menos eso. El alemán- como bueno- tenía metidas a machamartillo unas
cuantas ideas en su cabeza de hierro y no hubo quien las moviera. Su realización costaba un
dineral, con andamiajes de hierro, fuentes de verdad, figuración numerosísima, amén de la
distorsión total de la obra.
¿Quién tuvo la culpa de nuestras desavenencias? Posiblemente los dos. Nunca tuve por
necesario falsear un drama para hacer propaganda. No creía que Lope tuviera que pagar con
su poesía por la justicia de nuestra causa. Lo iba a demostrar Barrault, meses después con
Cervantes, y gentes de menos envergadura con el propio Lope. Lo vio Piscator, me echó
las culpas. No protesté entonces, no lo voy a hacer ahora.11

Por el contrario, Erwin Piscator no fue tan considerado. El 8 de abril de 1937


escribió una indignada carta a Luis Araquistain en contra de Max Aub que

9
MALGAT , Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pp. 57-62
10
AFMA: Correspondencia Perpetua Barjau, C 16/62
11
AZNAR SOLER, Manuel: Max Aub y la vanguardia teatral (escritos sobre teatro, 1928-1938). València,
Universitat de València, 1993, pág. 98

72
reproducimos en su integridad con sus mayúsculas y subrayados por ser un documento
inédito:

Excelentísimo Señor Embajador:


Sintiéndolo mucho, es preciso que le comunique lo que sigue, refiriéndome a un asunto
que, a pesar de su relativa importancia- si se tiene en cuenta la gravedad de la situación
general por la que atraviesa España- sin duda merecerá su digna atención.
Cuando el día 17 de Diciembre ppdo. Tuve el honor de conversar con U., U. tuvo a bien
decirme que celebraría si yo pudiese colaborar en las manifestaciones teatrales que la
Embajada de su digna dirección iba preparando en París, y que se trataría de ante todo de la
“mise-en-scéne” de una obra de LOPE DE VEGA Ud. No habrá olvidado aun, sin duda,
cuánto este ofrecimiento me honraba y me alegraba, declarándome yo inmediatamente
dispuesto a colaborar. Sin embargo, no le podía ocultar a Ud. Mis serias dudas acerca de la
oportunidad política de dicho montaje por un alemán, y no por un director de escena
francés.
Durante cierto tiempo no he tenido noticias por parte de Uds. Otros informadores me
aseguraban, sin embargo, que el proyecto iba precisándose cada vez más. Un día encontré a
M. LENORMAND, el cual me manifestó su extrañeza de que yo me encontraba en París
sin participar en las magníficas realizaciones que Uds. Iban preparando. Yo sólo le pude
contestar que me parecía comprensible si los españoles no creían conveniente la
colaboración de un director de escena alemán, cuando se trataba de montar una obra en
París. Mr. LENORMAND no estaba de acuerdo y se propuso hablar del asunto con la
Embajada. Aunque no me parecía necesario que otra persona interviniese en este asunto
como mediador al que no necisto, Mr. LENORMAND me comunicó el día siguiente que el
Sr. AUB le había manifestado que, si no se me ha solicitado mi colaboración, este hecho no
se debía a algún motivo político, sino única y exclusivamente a que “PISCATOR
COSTABA DEMASIADO CARO”. Sin embargo, “PUESTO QUE LENORMAND LO
RECOMENDABA” (!!), él estaría dispuesto de enfocar la posibilidad de la colaboración de
Piscator. Todo esto no podía dejar de maravillarme en extremo.
Celebróse luego una entrevista con el Sr. AUB, la cual se terminó por un acuerdo
completo entre nosotros, en virtud del cual yo quedaba definitivamente encargado de la
“mise-en-scéne” de la obra FUENTEOVEJUNA, cuyo texto español y traducción francesa
me fueron entregados en la misma ocasión, para que yo pudiera ponerme inmediatamente a
trabajar. El Sr. AUB me rogó asimismo que me pusiera en contacto con el adaptador
francés de la obra Mr. Jean CASSOU, lo que no dejé de hacer. Me comunicó, además, que
las decoraciones correrían a cargo del Sr. PICASSO, y que los Ministerios de I.P. y de
Estado colaborarían a la “mise-en-scéne” con 100.000 francos y 50.000 pesetas,
respectivamente. De todos modos, él- el Sr. AUB- se trasladaría a Valencia para ver si
obtenía una subvención aun mayor.
Después de la vuelta de Valencia del Sr. AUB, celebróse aun otra entrevista en el Salón
Rojo de la Embajada, entrevista a la cual asistieron igualmente dos colaboradores míos.
Fijaronse otros muchos detalles, coincidiendo absolutamente todos los criterios. Entretanto,
yo había encargado una traducción alemana de la obra a uno de mis colaboradores, para
establecer una comparación detallada entre las versiones original y francesa. Al mismo
tiempo, entraba en negociaciones acerca del alquilar un teatro adecuado, elaboré toda una
escena de prólogo para la obra, en una palabra, consagré un trabajo considerable al
proyecto de cuya realización tenía todos los motivos para creerme definitivamente
encargado.
Ahora, súbitamente, se me comunica todo lo contrario, y esto bajo tres formas diferentes,
sino contradictorias, por tres conductos distintos. Según la versión A) se cree inoportuno
encargar el montaje a un DIRECTOR DE ESCENA ALEMÁN (o sea, mi propio
argumento que quedóse descartado desde un principio); según la versión B) la Junta de
Relaciones Culturales –que hasta hora no tuvo ninguna intervención en el asunto, el Sr.
AUB habiéndose declarado únicamente competente- decidió que la obra no fuese
presentada en París, mientras que el mismo Sr. AUB me comunica- versión C)- que el
asunto quedará aplazado solamente.

73
Con ello, confieso no comprender en absoluto lo que ha pasado y lo que pasa. Ignoro si la
Junta que repentinamente interviene, está en antecedentes de todo lo estipulado entre
nosotros por mediación del Sr. AUB, quedando dicho señor desautorizado en sus gestiones
o no. Me permito creer, sin embargo, que de todos modos, manejar este asunto y a personas
que en él intervienen de una manera tan arbitraria como caprichosa, no podrá servir a los
intereses ni de la causa ni de las personas mencionadas.
No puedo creer que la motivación POLÍTICA –versión A)- puede considerarse todavía
como contundente, puesto que según he dicho ya, quedó descartada desde el primer
momento. Me creo, pues, autorizado a solicitarle se sirva aclararme debidamente lo
sucedido, por cuyo favor le da las gracias anticipadamente su atto. Affmo.amigo. y
s.s.q.e.s.m.
ERWIN PISCATOR
P.S.- Me permito rogarle que se sirva remitir la copia adjunta y la carta a Don Jesús
HERNÁNDEZ, puesto que me parece conveniente que también él tome conocimiento del
caso.12

Una carta de protesta ante tal desaire no era un asunto menor si provenía de un
director teatral tan bien considerado en Moscú. El postcriptum demandaba que el
Ministro de Instrucción Pública y comunista de pro Jesús Hernández tuviese
conocimiento del asunto y esto podía significar señalar a Max Aub como persona non
grata ante los funcionarios del partido deseosos de agradar a un hombre de la influencia
de Piscator. Una queja de este calibre podía acarrear serios problemas e incluso una
destitución fulminante. En consecuencia, para aclarar las acusaciones vertidas, el
embajador solicitó un informe al respecto que le fue entregado el 10 de abril y que
reproducimos íntegramente a continuación a pesar de los tachones y añadidos
manuscritos.

INFORME SOBRE LA CARTA ADJUNTA DE EDWIN [sic] PISCATOR ACERCA DE


LA PUESTA EN ESCENA DE LA OBRA FUENTEOVEJUNA
En el mes de Diciembre de acuerdo con el subsecretario de J.P. y la Junta de relaciones
culturales formada por J. Bergamín, Aragon, Max Aub y Luis Lacasa se tomó el acuerdo de
montar en París Fuenteovejuna de Lope de Vega.
Max Aub se puso en relación con algunos de los “metteur en scene” franceses tal como
Jouvet o Feyder, pero no hubo posibilidad de llegar a un acuerdo por el excesivo trabajo
que sobre ellos pesaba. Puesto en contacto con la Unión de Teatros Independientes de
Francia (U.T.I.F.) Dreyfus estudió un presupuesto que ascendía a 150.000 francos;
transmitida esta cifra a Valencia fue contestado con un ofrecimiento de 100.000 francos y la
formación de una Junta compuesta por José Bergamín, Luis Buñuel, Luis Lacasa y Max
Aub con objeto de controlar la puesta en escena de dicha obra. En vista de la insuficiencia
de la suma Max Aub solicitó del Ministerio de Estado los 50.000 francos que hacían falta
para llevar a cabo esta realización. En el mes de Enero con ocasión de entrevistarse con el
Señor Lenormand, este se extrañó de que no interesara el concurso de Edwin [sic] Piscator
que se encontraba actualmente en París. Max Aub le contestó que Piscator era un hombre
“demasiado caro” pero que sin embargo con tal de ser agradable a Lenormand, ya que por
otra parte este ilustre autor trabaja a favor de nuestra causa, que puesto que él lo creía
conveniente el caso se estudiaría; todo esto que no pasó de ser una banal conversación fue

12
FPI: ALA-98-36

74
reproducido textualmente y por escrito por el mismo Lenormand y dirigido a Piscator; este
último llamó a continuación por teléfono a la Embajada de España para protestar de ese
calificativo y ofrecerse gratuitamente a trabajar por España. El mismo día la Embajada
llamó por teléfono al Subsecretario de Instrucción Pública preguntándole que pensaba sobre
la posibilidad de que Piscator se encargara de la puesta en escena de Fuenteovejuna, el
Subsecretario contestó que le parecía muy bien y que se consultara a la Junta designada al
efecto en París. En la entrevista celebrada aquella tarde en la Embajada entre Piscator y
Max Aub se aclaró que lo que este último consideraba “caro” no era la aportación personal
de Piscator sino sus concepciones y maneras de montar las obras dramáticas. Piscator
quedó en estudiar la obra señalada, cuya traducción francesa no podía leer y que tampoco
satisfacía a los demás por ser un arreglo. Aprovechando un viaje hecho, por otra causa,
Max Aub habló en Valencia de este asunto con el Subsecretario de Instrucción Pública, el
cual manifestó sus dudas sobre la conveniencia de confiar a Piscator ese trabajo. Le fue de
todo punto imposible aclarar la participación del Ministerio de Estado para este caso
todavía pendiente. A su vuelta el Señor Piscator expuso a Max Aub, en el salón rojo de la
Embajada, sus ideas sobre el montaje de la obra y el prólogo que había pensado escribir
para Fuenteovejuna en el que aparecían Cervantes, Shakespeare, Victor Hugo, etc… un
gran monumento de Lope y Madrid en el fondo. Max Aub pidió más detalles en cuanto a
presupuesto y otros pormenores técnicos. Después se reunió la Junta y acordó por
unanimidad después de oír al tantas veces mencionado Max Aub, que Piscator no montaría
la obra. Esta decisión fue comunicada telefónicamente por Max Aub, delante de Bergamín,
a Erwin Piscator.
Estos son los hechos que rectifican sensiblemente los que elude el Señor Piscator en su
carta. Las primeras conversaciones eran desconocidas. Es evidente que en la entrevista con
Lenormand las contestaciones eran pura cortesía. En cuanto a la versión C) en el cual se
hace referencia a la conversación telefónica, por la cual se comunicó el acuerdo de la Junta
no podía dar lugar a ninguna duda.
Este acuerdo tuvo por base las siguientes razones:
1º Que no parecía indicado que un alemán montara una comedia española en París, no por
nosotros, sino por los franceses.
2º Por ser Piscator un comunista notorio.
3º Por no corresponder su técnica a lo que debiera ser una representación de Fuenteovejuna
en París.
4º Por haber dado Luis Lacasa la noticia de que con ocasión de una proyección de una
película de Piscator en Valencia había manifestado el Subsecretario de Instrucción Pública
un parecer desfavorable acerca de una intervención del citado señor Piscator en la
realización de Fuenteovejuna. La Junta resolvió por unanimidad que Piscator no montara la
obra y esperamos que nuestro punto de vista sea confirmado.
Max Aub no tenía porqué comunicar al señor Piscator la composición y funcionamiento
de esta Junta hasta que fuera definitivamente encargado del montaje de la obra. De la
existencia de la Junta sí tenía noticia, ya que, una vez conseguido la aprobación telefónica
del Subsecretario dependía la definitiva aprobación de dicha Junta y nunca se dio al señor
Piscator encargo formal de hacer esta realización.13

Como se puede leer, la principal preocupación de la Junta y de Max Aub fue el


recibimiento que el público francés daría al montaje y, por esa razón, se desestimó al
exiliado alemán Piscator por ser un destacado miembro del KPD que había hecho
proselitismo de su causa mediante el teatro proletario. Como es obvio, ante una opinión
pública francesa escorada hacia posturas cautas y conservadoras en política exterior, una
representación revolucionaria del clásico de Lope de Vega sólo hubiera servido para

13
FPI: ALA-98-36

75
confirmar las acusaciones vertidas por los medios reaccionarios sobre la bolchevización
de la República española.
En este punto, se debe destacar también que el subsecretario de Instrucción
Pública era el militante del PCE Wenceslao Roses, que compartió el parecer de la Junta
contrario a la participación de Piscator en Fuenteovejuna. Esto significa que hubo una
oposición desde España al criterio de sus camaradas europeos, porque si Piscator
protestó oficialmente por el rechazo, seguramente debía contar con el beneplácito de su
partido, ya fuese el KPD en el exilio o la sección francesa del Partido Comunita. Por eso
mismo, él pensaba que, en un principio, su condición de alemán podía resultar un
problema, pero después, al entender que no, se enfadó por una negativa que juzgaba
improcedente. No obstante, desde España el PCE, o Wenceslao Roses por su cuenta, no
apoyaron sus exigencias, a pesar de que él creía que Jesús Hernández lo respaldaría. Por
lo tanto, esta contradicción reafirmaría la impresión de Rafael Cruz de que los artistas
inscritos en el PCE, en la práctica, actuaron con una considerable libertad y de forma
autónoma a los dictados del COMINTERN14, ya que no se puede olvidar que Piscator
fue recibido con grandes honores en Barcelona entre el 10 y el 13 de diciembre de 1936,
donde propugnó la necesidad de una movilización total del arte para la causa de la
guerra y la revolución15.
Por otra parte, un informe posterior sobre este asunto fijaba el origen del
proyecto a finales del 36, cuando los hispanistas Cassou y Camp se pusieron en contacto
con Max Aub para montar su traducción de Fuenteovejuna. Finalmente, en septiembre
de 1937, la Junta Delegada de Relaciones Culturales, presidida en esta ocasión por José
Gaos, Rector de la Universidad de Madrid, decidió concederle una subvención que sería
aprobada por el Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública. Los acuerdos
establecían que la obra sería interpretada por una compañía dependiente del sindicato
francés CGT y que el Ministerio de Instrucción Pública sólo asumiría los costes de
decorados y trajes, dos meses de ensayos, siempre y cuando el primer presupuesto no
excediese los 50.000 francos. Max Aub, por su parte, logró que la Unión de Sindicatos
de la Región Parisina adelantase el dinero necesario. Igualmente, Cipriano Rivas

14
CRUZ, Rafael: “La cultura política y la política cultural del PCE: en la guerra de los tres años”, AZNAR
SOLER, Manuel. BARONA, Josep Lluís. NAVARRO NAVARRO, Javier (Eds.): València, capital cultural de la
República (1936-1937). Congrés Internacional. València, PUV, 2008, pp.655-678
15
MARRAST, Robert: El teatre durant la Guerra Civil espanyola. Assaig d’història i documents.
Barcelona, Institut del Teatre, 1978, pp. 127-132

76
escogió a un modisto español afincado en la Rue Clément-Marot 16 para la confección
del vestuario. Éste hizo 28 trajes por 13.700 francos, más el vestuario de los figurantes
que suponían otros 22.750 francos. A principios de enero de 1939, pasado un año del
estreno, sólo había cobrado 10.000 francos y por eso escribió al embajador, en aquellas
fechas Marcelino Pascua, para explicarle que el importe total de este trabajo (ciento
veinte y un trajes) es de 36.450 francos, cantidad que reduje en todo lo posible por
tratarse de una obra de propaganda para la República Española. Ofrezco el beneficio
de mi trabajo personal, dejando el importe de este trabajo reducido a los gastos
ocasionados por los obreros y materiales que se invirtieron en su realización, siendo
esta cantidad de un total de 25.000 francos16.
Probablemente, esta factura no se cobró jamás. Una vez concluyó la Exposición
Internacional la embajada sufrió un severo recorte en sus partidas de gasto. El 10 de
diciembre de 1937 se suprimió la Junta de Relaciones culturales y su secretario, Juan
Larrea, y José Bergamín, que continuó como agregado cultural honorífico, se
encontraron sin una oficina donde poder realizar sus gestiones porque el comisariado de
la Exposición había sido desalojado 17. Para sustituirles sería enviado como Delegado de
Propaganda el bibliotecario Juan Vicens 18, miembro del PCE que había hecho un
extraordinario trabajo como Director General de Bibliotecas y con quien Max Aub
mantendría una agria disputa política y literaria en 1952. Es más, como ya hemos visto,
fue Juan Vicens quien hizo que el personaje de ficción Julián Templado ingresara en el
Partido Comunista.
Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, Fuenteovejuna se estrenó. Max
Aub escribió una elogiosa reseña al respecto en el periódico La Vanguardia el 18 de
febrero de 1938 para advertir al lector que, si los franceses daban una fría acogida al
montaje, esto se debía en parte a los prejuicios de una crítica de gustos elitistas por falta
en Francia de una tradición de teatro clásico surgido de la cultura popular 19. En ese
mismo sentido, el embajador, Ángel Ossorio, telegrafió el 30 de enero al Ministro de
Instrucción Pública para comunicarle que asistido Ministro de Educación Nacional y
público numerosísimo. Obra excelentemente puesta en escena ha tenido éxito enorme

16
AGA: Sección 10, Caja 54/11043, nº 6699
17
AGA: Sección 10, Caja 54/11053, nº 6640
18
AGA: Sección 10, Caja 54/11103, nº 6606
19
AZNAR SOLER, Manuel: Max Aub y la vanguardia teatral (escritos sobre teatro, 1928-1938). València,
Universitat de València, 1993, pp. 203-209

77
subrayando público su sentido político. Pasado mañana daré aquí el almuerzo de que
V.E. tiene noticia y reportarle el 28 de febrero que está dándose con éxito crítica y
publico modesto pero boicoteada por burguesía en Teatro Pueblo. Salvadas primeras
dificultades el drama continuará en los carteles con utilidad hasta política por
demostraciones de simpatía que carácter obra permite20. Asimismo, el encargado de
negocios alertó el 25 de marzo que la obra había sido suspendida por gran gasto con
perjuicio notorio de propaganda republica ruegole consejo teatro ponga remedio difícil
situación creada Teatro Pueblo21, aunque, al final, el subsecretario de propaganda
contestó que no había tal disponibilidad de fondos.
En un primer momento, los menesteres de índole cultural podían parecer un
asunto frívolo en comparación con el sufrimiento que centenares de miles de jóvenes
soportaban en España. No obstante, el comportamiento de José Gaos y Max Aub fue
modélico. Por ejemplo, José Gaos envió la factura detallada de los 50.000 francos
usados para organizar el ágape-velada que inauguraría el pabellón español de la
Exposición Internacional22. Por el contrario, el embajador Ossorio no sería tan
considerado, ya que el 22 de enero comunicaba por telegrama que con motivo de
estreno de Fuente Ovejuna dispongome dar banquete a escritores músicos escenógrafos
y principales interpretes, por si tuviera indicación especial que hacerme23. Como es
obvio, el acto de inauguración de la Exposición Internacional podía ser una ocasión
magnífica para presionar a los políticos franceses y desplegar toda la habilidad
diplomática de que la embajada fuese capaz, mientras que ofrecer un banquete a los
actores y escenógrafos, si bien era un detalle, se podía considerar por completo
innecesario, especialmente si tenemos en cuenta que aquellos días se estaba librando la
Batalla de Teruel. Como mínimo, Max logró imponer un poco de recato y sobriedad, y
en relación con el estreno, el embajador informó, con cierta displicencia, que según el
Sr. Max Aub […] no hay que ir de etiqueta, solamente de negro, preferible 24. Dadas las
circunstancias, era la opción más elegante.
En realidad, estos excesos no eran un problema menor, porque la embajada era
un salvoconducto hacia la seguridad y el bienestar que atraía a egoístas y arribistas,

20
AGA: Sección 10, Caja 54/11043, nº 6699
21
AGA: Sección 10, Caja 54/11043, nº 6699
22
AGA: Sección 10, Caja 54/11103, nº 6606
23
AGA: Sección 10, Caja 54/11043, nº 6699
24
AGA: Sección 10, Caja 54/11043, nº 6699

78
como reflejó Max Aub en el Laberinto Mágico. Una de las personas más críticas ante
estas flaquezas fue el informante secreto y personal de Negrín, conocido como C, que
en agosto de 1937 le escribía al Presidente que aquellas comidas que daban D. Alvaro
de Albornoz y D. Luis de Araquistain, en las que se charlaba mucho y no se resolvía
nada, se han convertido, desde la llegada de D. Ángel Ossorio a la Embajada, en
banquetes que se repiten con una frecuencia injustificada25. En sus informes
conservados, C no hizo mención alguna jamás a Max Aub, hecho que es relevante,
porque todos sus escritos eran de carácter negativo.
Por otra parte, parece evidente por la documentación consultada que Max Aub
siempre fue bien considerado por sus superiores. El 27 de abril de 1937, a los pocos días
del enfrentamiento con Piscator, Luis Araquistain escribía al Ministerio de Instrucción
Pública que entendía interesante la participación de nuestro país en este congreso
(Congreso Internacional del Teatro) y para presentarle, podría designarse a Don José
Bergamín, Don Eduardo Ugarte y Don Max Aub, cuya residencia actual es París,
interesados los tres en asuntos de teatro por lo que dejarían nuestra representación a la
altura debida26. Asimismo, cabe preguntarse si no fue Max quien convenció al
embajador de la idoneidad de proponer al rector de la Universidad Central de Madrid,
su amigo José Gaos, como director del pabellón español de la Exposición Internacional
de París. Pero, independientemente de esta cuestión, Max devino al poco tiempo
indispensable.
Por esa razón, a principios de junio de 1937, Max Aub debía compatibilizar su
participación en el Congreso Internacional de Teatro celebrado en París, ultimar los
detalles del pabellón y supervisar una exposición en Francia de cuadros de la pinacoteca
del Prado con el objeto de recaudar fondos para la República. Estos esfuerzos, empero,
no eran secundados por el Gobierno. Por ejemplo, las preocupaciones del nuevo
embajador, Ángel Ossorio, eran fútiles y el 28 de junio escribía al Ministerio de
Instrucción Pública consternado sobre los actos de inauguración porque los bailes
populares, sobre ser cosa discordante con nuestra situación, se presta poco a las
críticas que siempre ha acarreado la España de pandereta 27. Además, como era
previsible, los resultados en términos políticos tampoco fueron muy esperanzadores.

25
FPI: ACZ 184-30
26
AGA: Sección 10, Caja 54/11254, nº 6243
27
AGA: Sección 10, Caja 54/11103, nº 6606

79
Ossorio decía sobre el discurso de Blum que todo sonaba hueco pero puede ser
utilizado en Ginebra y la dejadez mostrada desde España hizo que José Gaos tuviese
que escribir al Gobierno el 10 de septiembre de 1937 estas desconcertadas palabras: no
sé en realidad a quien compete la jurisdicción sobre la Exposición. Yo salí de Valencia
con la idea de que eso era cosa del Ministerio de Instrucción Pública, pero aquí me
entero de que no es así, sino que la autoridad radica en una Junta presidida, por
delegación del Sr. Presidente del Consejo de Ministros, por el Subsecretario Sr. Prat 28.
Al final, incluso el Subsecretario José Prat tuvo que disculparse en nombre del Consejo
de Ministros.
Por lo tanto, el abnegado trabajo que entregaron todos los componentes de la
delegación española fue una empresa colectiva de un grupo de amigos que soñaron con
la posibilidad real de influir en la política exterior francesa. Viejos compañeros desde la
década de 1920 que se reunieron por azar en París en 1937 como si fueran personajes
del Laberinto Mágico con el épico propósito de vencer al fascismo empuñando como
únicas armas el arte y la cultura que habían dado origen a la República española.
Quisieron deslumbrar al mundo con su talento y lo deslumbraron sin que el mundo se
horrorizase al ver consumirse aquella luz.
De hecho, Max Aub creó su saga de ficción empleando episodios históricos de
los que fue protagonista como el intento de exponer parte de los fondos del Prado en
Francia. Como ha descrito extensamente Arturo Colorado, desde los primeros días de la
contienda el patrimonio artístico fue una de sus principales víctimas, especialmente por
culpa de la introducción de los bombardeos indiscriminados contra objetivos civiles que
hicieron estragos en Madrid. El anuncio de la guerra total era un nuevo episodio en la
escalada de la barbarie que los republicanos quisieron desde el primer momento detener,
o como mínimo, atenuar y por esa razón constituyeron el 23 de julio de 1936 la Junta de
Incautación y Protección del Tesoro Artístico que, con la llegada de Renau a la
Dirección General de Bellas Artes, tomaría un descomunal empuje. Gracias a su
excepcional trabajo en pésimas condiciones, se pudo evacuar el patrimonio artístico a
Valencia en noviembre de 1936 ante el peligro de la inminente caída de Madrid 29. Max
Aub dio buena cuenta de aquellos episodios de esta epopeya nacional en Campo

28
AGA: Sección 10, Caja 54/11103, nº 6606
29
COLORADO CASTELLARY, Arturo: Éxodo y Exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la
Guerra Civil. Madrid, Cátedra, 2008, pp. 15-61

80
Abierto, y retomó el lugar imaginado del Museo del Prado y sus cuadros tanto en
Campo de Sangre como en Campo de los Almendros.
En el Laberinto Mágico, Velázquez, el Greco o Goya y su obra simbolizan el
valor sacro del arte. El valor inmaterial e intangible que no se puede someter a las
exigencias de la guerra ni reducir a fines utilitarios y mezquinos, porque su salvaguarda
es el esfuerzo que nos hace trascender a la miseria y la mediocridad que los peores
impulsos humanos de la violencia y el egoísmo imponen. En esta tarea, destaca entre
todos ellos Paulino Cuartero, de quien nos cuenta Max que:

Paulino Cuartero era hombre leído y leedor; de niño estuvo dos años en Bélgica y no
había olvidado el idioma; podía, además, sin dificultad, con el inglés. Sufría de su
mediocridad, conociendo lo excelente. Puesto a imaginarse las cosas se sentía feliz: su
realización le desencantaba. Acabó por escribir poco, y menos por virtud que por interés.
No había encontrado en los libros nada susceptible de hacerle variar sus creencias
religiosas, bien establecidas por una madre inteligente.
-¿Tú crees que vale la pena perder la fe? Porque se puede perder igual que se gana:
repitiéndose las cosas a machamartillo. ¿Me resuelve alguien los problemas últimos? No.
Nadie. ¿Entonces?
Y riendo:
-La otra vida es buen preservativo.
Era recto y puro. La represión de octubre le llenó de asco y le interesó más directamente
por la cosa pública. Sacóle de quicio la sublevación de julio y ofreció servir en lo que le
mandaran. Enroláronle en la Junta de Protección y Conservación del Tesoro Artístico,
creada el mismo mes. El día 25, fecha de su nombramiento, fue con otro individuo de la
Junta al Pardo, hacia donde, a lo que decían, había salido una camioneta con cuatro
desgraciados, en plan de quemar iglesias. Llegaron antes y convencieron sin dificultad a los
expedicionarios de su equivocación, y aun consiguieron que se fueran por los pueblos
circundantes para impedir desaguisados de pareja índole. Entraron en el convento de los
Capuchinos para tranquilizar a los frailes, que no las tenían todas consigo. Diéronles algún
dinero y los sacaron emparejados, a lo civil. Al entrar en una habitación la vieron
alfombrada de pelusilla, crenchas, tamo o borra.
-¿Qué lana es ésta? -preguntó el compañero de Cuartero.
-Las barbas de los hermanos -le contestaron.
-¿Qué les dijeron ustedes para que se marcharan? -preguntó el superior, refiriéndose a los
que se creían incendiarios.
-La verdad: que para qué iban a quemar lo suyo.
Para su salvaguarda más de cien mil cuadros trajeron las gentes más diversas, a la Junta,
en tres meses. Más de quinientos mil volúmenes. Un aldeano trajo a hombros de Toledo a
Valencia un San Francisco de Mena. Pero no era la calidad de los objetos lo que valía, sino
la de los hombres que los salvaban, su fe, su ansia de saber, su seguridad de servir.
Muchos de sus nuevos compañeros tenían a Cuartero como personaje raro. Su posición
había sido fácil de equilibrar: antimilitarista y católico, estuvo con la legalidad sin que le
cupiera duda alguna. No le herían algunas bromas groseras acerca de su fe y desarmó a
todos con su buena voluntad y deseo de hacer bien las cosas; acabó por ganar el aprecio de
los indiferentes y el respeto de los sectarios. Su odio a la violencia era el único lunar que la
mayoría le echaba en cara.30

30
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pp. 165-166

81
El dilema entre optar por la nobleza de espíritu que requiere sacrificarse para
salvar obras artísticas irrepetibles o dirigir todos los esfuerzos a ganar la guerra y
mejorar las condiciones de vida de la población recorre todo el Laberinto Mágico
simbolizado en la famosa frase atribuida a Azaña de que es preferible perder la guerra a
perder las Meninas. En la primera novela, Campo Cerrado, un anarcosindicalista
exclama que para esos cantamañanas, un cuadro, un museo, son más importantes que
la vida de un obrero. ¡Si todavía lo dijo Azaña el otro día! ¡Sí, hombre!: que le
importaban más las Mininas-el hablador atropellaba las palabras adrede-que otra cosa
cualquiera. Y la gente lee eso y no se indigna, ¿y nosotros vamos a pegarnos y a morir
por eso?31. Del mismo modo, en Campo de los Almendros, Cuartero soporta el siguiente
reproche:

- Vosotros creéis […] que estos cuadros son más importantes que la vida humana. Que
una vida humana. Una sola. Yo no. Sin arte se puede vivir. Muerto, ¿para qué se quiere? Ya
sé que pensáis que soy simplista, primario. Nosotros (¿Quiénes “nosotros”?, se pregunta
Cuartero) os tenemos por señoritos retorcidos. Yo le oí un discurso a Azaña donde dijo que
le importaba más Las Lanzas que una provincia
- No lo creo.
- Yo lo oí. Además, aunque no fuera así, lo mismo da: muchos de vosotros lo piensan.32

Si bien Paulino Cuartero mantendría incólume su fe en la necesidad del arte


como un valor sagrado y superior a cualquier condicionante bélico, otros de sus
compañeros terminarían por distanciarse de este sentimiento por considerarlo ridículo y
desfasado en las presentes circunstancias. Julián Templado, al final, abandona los
reparos que sostenía hacia el PCE en Campo de Sangre en virtud de un pragmatismo
que entiende indispensable ante la proximidad de la catástrofe. En Campo del Moro,

Recuerda la última vez que vio a Manuel Azaña: en el banquete a Juan José Domenchina
-su secretario-¿en 1934, en 1935? […] Lo dejaron en Madrid, a principios de la guerra. Si
Azaña se lo hubiese llevado a Valencia, no se casa. ¿Por qué recuerdo esto ahora? A Azaña
le importa la literatura, la historia -lo pasado consignado-, las letras en sí, historiadas,
capitulares, miniadas. Capaz de perder a España por salvar Las Meninas. Templado se da
cuenta de que piensa en Azaña, en Domenchina, porque en aquel banquete, en el Hotel
Florida, fue cuando el gran orador dijo que Las Meninas importaban más que... ¿que qué?,
¿que una provincia?, ¿que el poder? No lo recuerda exactamente, pero sí el sentido. El
médico paticojo cree, ahora, a media mañana del 7 de marzo de 1939, que se ha “hecho”

31
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. II, València, Institució Alfons el Magnànim,
2001, pág. 131
32
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-B. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 89

82
comunista para protestar contra la manera de ver y entender el mundo de su amigo Manuel
Azaña. A pesar de todo: gran personaje.33

Sin embargo, la acción de la Junta de conservación no se movía exclusivamente


por la pureza de ideales, también era una estrategia de propaganda que debía hacer
entender al resto del mundo que la barbarie nacionalsocialista amenazaba todo vestigio
de vida civilizada. Además, debía contrarrestar los daños producidos en la opinión
pública internacional de tendencia conservadora o católica por los actos de violencia
incontrolada y la quema de iglesias de las primeras semanas. Los crímenes del bando
republicano se habían perpetrado en las ciudades más importantes, ante las delegaciones
diplomáticas y los observadores extranjeros, mientras que las tropas franquistas
avanzaron arrasando cualquier brote de resistencia en el más absoluto silencio hasta la
toma de Badajoz.
Por lo tanto, la conservación del tesoro artístico nacional era indispensable tanto
por razones ideológicas como por pragmatismo político. En esa tesitura, el Gobierno
francés invitó el 15 de febrero de 1937 al español a realizar una exposición con parte de
la pinacoteca del Prado en la Exposición internacional34. En un principio, dicho
acontecimiento debía coincidir con su inauguració, pero José Giral, Ministro de Estado
en sustitución de Álvarez del Vayo, pospuso la exposición a después de agosto, siempre
y cuando el Gobierno francés asumiese íntegramente su seguro 35, un seguro que, en
términos generales, se quería fijar en un millón de libras esterlinas36. Pero, a pesar de las
dificultades, Wenceslao Roses comunicaba al embajador el 10 de junio de 1937 que este
proyecto me tiene muy emocionado37.
Max, después de ser retenido unos días en París por su amigo José Gaos con el
fin de ayudar en el pabellón, negociaría el 31 de julio de 1937 el acuerdo con el
Gobierno español, redactaría las cláusulas, las traduciría y enviaría copia al embajador.
A grandes rasgos, se estipulaba que Eduardo Aget se encargaría del transporte por cinco
millones de francos, que Francia asumiría el viaje por mar y custodiaría los cuadros,
pero España, para impedir una imagen de debilidad, sería responsable de su traslado en

33
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 593
34
AFMA: ADPV C 13/8
35
AMAE: R-587/14
36
AMAE: R-587/15
37
AGA: Sección 10, Caja 54/11254, nº 6246

83
territorio nacional y no aceptaba ningún seguro que cubriese las obras de arte en
territorio francés a cambio de garantías de que no serían incautadas por representantes
de la Junta militar de Burgos. Para limar asperezas, Max Aub continuó negociando y el
23 de agosto escribía la siguiente nota manuscrita:

Señor Embajador. Asunto Prado. Cumplí anoche mismo su encargo cerca de Mº Jaujard,
subdirector de las Museos Nacionales, y en los términos que Vº me indicó. El ministro de
Educación Nacional estará en París mañana, y no me cabe duda será puesto inmediatamente
al corriente de la conversación. Siempre a sus órdenes, Max Aub. 38

A los dos días, Max insistía en los siguientes términos: Señor Embajador, tengo
entendido que los funcionarios que se ocupan de la exposición del Prado (Mº Jaujard,
Ferralde, Abraham y Cassou) juzgarán conveniente una entrevista de V. con el
ministro, para que, en la misma, le exponga V. toda cuanto desearía llevar a cabo la
exposición. Siempre a sus órdenes, Max Aub39.
El problema fue que estas conversaciones se llevaron en paralelo a una difícil
situación diplomática generada por la conducta pro franquista del cónsul francés en
Barcelona, a quien el republicano moderado José Giral consideraba merecedor de la
expulsión o el presidio, así como por las conocidas simpatías por la causa del fascismo
del embajador Herbette. Por su parte, el embajador español, Ángel Osorio, no fue capaz
de reconducir la situación o solicitar al gobierno francés que retirase a su homólogo de
Madrid y, finalmente, la situación se volvió tan tensa que el 23 de agosto Negrín
comunicó a Azaña que pensaba enviar a Ossorio a Buenos Aires y cambiarlo por
Marcelino Pascua40. Como es lógico, ante esta falta de colaboración entre los dos países
se desestimó el proyecto de la exposición, si bien las principales razones aducidas
fueron el temor real a un embargo, ya que en los círculos diplomáticos ingleses se
estaban vertiendo acusaciones de que los cuadros habían sido vendidos en secreto a las
autoridades soviéticas41. Rumores a los que posteriormente José María Sert, que había
abandonado su puesto en la Exposición Internacional y había sido sustituido por Max

38
AGA: Sección 10, Caja 54/11254, nº 6246
39
AGA: Sección 10, Caja 54/11254, nº 6246
40
AZAÑA, Manuel: Memorias de Guerra 1936-1939. Barcelona, Crítica, 1996, pp. 223-230
41
AGA: Sección 10, Caja 54/11254, nº 6246

84
Aub, daría visos de credibilidad de una forma completamente infundada y con plena
consciencia de su proceder calumnioso42.
A grandes rasgos, estas fueron las tareas desempeñadas por Max Aub en París,
junto a sus amigos José Bergamín y José Gaos. Max fue fiel y cumplidor con el primer
embajador, el caballerista Luis Araquistain43, quien renunció a su puesto el 18 de mayo
tras la crisis de gobierno en solidaridad con su amigo Largo Caballero44 y que, como
veremos en un capítulo posterior, pasó de justificar públicamente la política exterior
española y la colaboración con Rusia en 1938 a criticarla duramente en 1944.
Igualmente, Max también fue indispensable para Ángel Ossorio, amigo de Azaña e
intelectual vanidoso, católico y bon vivant perteneciente a Izquierda Republicana e
incapaz de sobreponerse a su negligencia y dejadez naturales 45. Llegado a París desde
Bélgica, donde había intentado sin éxito despertar las simpatías del catolicismo social
hacia la República, su aterrizaje días antes de la inauguración del pabellón español hizo
que toda la responsabilidad cayera sobre las espaldas de Gaos y Aub, porque Bergamín
estaba en España ocupado con la continuación del Congreso de Intelectuales
Antifascistas. Según Aub, en la práctica esto supuso que él dirigiese gran parte de los
pormenores de la instalación del pabellón, porque el cometido real de José Gaos era
convencer a Ortega y Gasset de que se sumara públicamente a la causa de la
República46. Pero, fuese como fuera, cuando en algún momento del mes de junio
Ossorio solicitó a Max que negociase con el Gobierno de Negrín los detalles del
traslado del Prado a Francia, José Gaos escribió al embajador en estos términos:

Señor embajador, Max Aub me comunica la intención que U. tiene de enviarle a España
con una delegación. Yo me permito rogarle a U. encarecidamente que sustituya por otra
persona a Max Aub. Este me resulta absolutamente preciso, justamente estas semanas, en
que he tenido que ponerle al frente del pabellón, para dirigir toda su incipiente
organización. Yo me encuentro imposibilitado para hacerlo como es menester, por el
despacho y por la asistencia simultánea a varios congresos, en representación de España.

42
COLORADO CASTELLARY, Arturo: Éxodo y Exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la
Guerra Civil. Madrid, Cátedra, 2008, pp. 73-80
43
Según Max Aub (AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español.
Barcelona, Alba, 1995, pág. 447), la única discrepancia surgió a raíz del amparo que dio al escritor Pío
Baroja en contra del criterio del embajador y su esposa; pero según GIL BERA, Eduardo: Baroja o el
miedo. Biografía no autorizada. Barcelona, Península, 2001, pp. 375-390, fue por mediación de José
Bergamín y Aurelio Viñas que Pío Baroja logró acomodo en la Ciudad Universitaria de la Casa de España
44
AMAE: R-587/15
45
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 399-400
46
AUB, Max:"José Gaos", Cuadernos para el diálogo, extraordinario XXII, Madrid, octubre 1970, pp. 59-
62

85
Además, uno de los pilares de la organización del pabellón, el arquitecto Sert, se ha
marchado quince días, en busca de reposo que necesita de todo punto.47

A esta petición, Ossorio respondió que Sr. Gaos, queda usted facultado para
arreglar como mejor le parezca quien ha de ir a Valencia en busca de los cuadros, si
Aub o otra persona, aunque, finalmente, quien tuvo que negociar semanas después este
asunto fue nuevamente Aub. Por el contrario, José Bergamín a finales de 1937 se
mostraba poco colaborador con la embajada escudándose en la naturaleza honorífica y
cultural de su empleo 48. Su amigo el Presidente Azaña, dejaría constancia de su estado
anímico después de tener una entrevista con él en octubre del mismo año: Hace
protestas de lealtad y adhesión a la República, a la que nunca ha querido faltar. Su
lealtad a la República será inquebrantable mientras dure la guerra. […] Quiere
sincerarse conmigo de las extralimitaciones que se les imputan en el orden
internacional. Nunca han hecho actos de carácter político, ni se han dirigido a ningún
Estado extranjero. Sus gestiones han sido de carácter comercial y social. […] Se queja
de Ossorio, porque no secunda ni favorece sus iniciativas. Se promete muy felices
resultados de la propaganda que realizan entre ciertos grupos católicos extranjeros49.
Max Aub, por su parte, parece que siempre fue más prudente y tuvo más tacto
con las cuestiones y hombres de Estado. Del mismo modo, con el último embajador,
Marcelino Pascua, socialista amigo y colega de Negrín, si bien no coincidió con él
físicamente en la embajada, mantuvo una relación estrecha de confianza como se
desprende de algunas cartas conservadas en el AGA. Max le escribía el 30 de diciembre
de 1938 desde Barcelona para aclarar el asunto de las facturas pendientes por el montaje
de Fuenteovejuna, preocupado además porque informes particulares, a los cuales no sé
que crédito conceder, me indican que dicha carta no llegó a su poder. Esto le
consternaba y se lo comunicaba para arreglar los posibles problemas que pudiese haber
y por su responsabilidad moral ante Vd. y nuestro Partido 50.
Por lo tanto, Max Aub desempeñó un trabajo honesto y comprometido con los
intereses del Gobierno legítimo de la República, sin que se pudiese desprender de sus
actos un comportamiento interesado, parcial o sectario. Colaboró con comunistas,

47
AGA: Sección 10, Caja 54/11254, nº 6246
48
AGA: Sección 10, Caja 54/11053, nº 6640
49
AZAÑA, Manuel: Memorias de Guerra 1936-1939. Barcelona, Crítica, 1996, pág. 316
50
AGA: Sección 10, Caja 54/11043, nº 6699

86
socialistas de todas las tendencias y republicanos moderados y fue quien dio la cara
cuando un stalinista del renombre de Erwin Piscator quiso condicionar la política
cultural de la embajada para que fuese acorde a sus planteamientos personales. Si el
COMINTERN, el KPD o la Unión Soviética hubiesen tenido un poder omnímodo en
España y hubiesen empleado de forma espuria las dificultades de la República para la
promoción del comunismo en la esfera internacional, es obvio que un gran montaje de
propaganda en París a cuenta del erario de la República española hubiese sido un
proyecto interesante. Un proyecto que no se realizó por la negativa de Max Aub, en
primer lugar, y Wenceslao Roces y Araquistain en último término.
En consecuencia, sólo se puede reafirmar que hombres como Max Aub
estuvieron motivados por la defensa de unos ideales de justicia, libertad y humanidad
que adquirían trascendencia inmortal mediante el arte y la cultura. Podían parecer
planteamientos ingenuos, naifs e incluso inútiles, pero eran los pensamientos y sueños
con los que se había proclamado la Segunda República. Cuando Max se encontró en un
bar de copas de París en aquellos días con su antiguo conocido, el comediante Edgar
Neville, éste le preguntó con asqueo: ¿Cuándo os cansaréis de hacer el idiota?51, Max
no supo ni pudo responder a esa cínica declaración de indiferencia humana.

51
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español. Barcelona, Alba, 1995,
pág. 369

87
Escribir y filmar sobre la guerra en guerra
En algún momento del mes de octubre de 1937, semanas antes de la clausura de
la Exposición Internacional, Max Aub tuvo que volver a Barcelona para ocupar el cargo
de secretario del Consejo Central del Teatro para el que había sido nombrado el 13 de
dicho mes, ya que el 4 de noviembre no constaba oficialmente entre los 16 residentes
acreditados de la embajada1. El viaje de regreso suponía tropezarse con la triste realidad
de la guerra que había abandonado por París en diciembre de 1936, cuando se
conjugaban el horror de la violencia incontrolada y la tensión extenuante de la defensa
de Madrid. Ahora, Max debía permanecer en la Barcelona posterior a los Hechos de
Mayo de 1937, con una CNT todavía fuerte a pesar de doblegada y con la izquierda
socialista despojada de los puestos de poder mediante coacciones y mezquindades por
sus compañeros prietistas y el PCE. Max, a pesar de los crímenes revolucionarios de las
primeras semanas, no había llegado a ver por sus propios ojos las acciones más sórdidas
y tristes de la política en un contexto de estado de sitio. Campo Abierto es la novela
dedicada a ese mes de noviembre heroico de 1936, de resistencia contra el fascismo, de
idealistas sinceros y entregados, aunque a veces equivocados y brutales, mientras que
Campo de Sangre muestra las delaciones, las traiciones y las ejecuciones sumarias ante
el imparable avance del fascismo. El contraste es evidente y explica las dos realidades
con las que chocó Max Aub, quien no fue testigo directo de esa transición.
Él había partido a París en diciembre y, probablemente, dejó de frecuentar la
tertulia del Ideal Room, de la que era asiduo, antes de la súbita desaparición de José
Robles, hecho que, como explica Ayala en sus memorias, consternó a la ciudad de
Valencia, y especialmente a los grupos de intelectuales que servían en los ministerios 2.
José Robles, traductor de Dos Passos, trabajaba para la delegación soviética y pronto
corrió el rumor que había sido secuestrado por los rusos y asesinado en su embajada por
1
AGA, Sección 10, Caja 54/11073, nº 6566
2
AYALA, Francisco: Recuerdos y olvidos. Madrid, Alianza, 1991, pp. 220-222
algún desliz o comentario inoportuno realizado en algún café. Si bien, a día de hoy, los
investigadores discrepan sobre detalles como la implicación del gobierno republicano,
de su ministro Álvarez del Vayo o de los comunistas españoles o de si José Robles,
realmente, pasó información secreta al bando franquista 3, a finales del 36 los
republicanos recelosos de Stalin pensaron que se había tratado de un exceso típico de su
expeditiva brutalidad, mientras que los simpatizantes de la Unión Soviética entendieron
que se trató de la ejecución de un espía. El problema, empero, es que las dos versiones
coincidían en un mismo punto: el proceso empleado para detener, juzgar, condenar y
aplicar la pena era extrajudicial e ilegal según las leyes de la República. En
consecuencia, se abría el debate de si estaba justificado proceder de ese modo en
circunstancias bélicas. Por otra parte, incontables asesinatos se habían cometido por
exaltados, aunque se trataba de violencia privada revestida de una pseudo autoridad
revolucionaria derivada de los comités. Por el contrario, el caso de José Robles
mostraba una forma de operar coordinada y planificada; es decir, institucional.
El único caso similar había sido la matanza de Paracuellos, pero como ha
relatado Ángel Viñas4, en la sucesión de acontecimientos que desencadenaron el trágico
final intervinieron anarquistas, comunistas españoles y agentes del NKVD en un
contexto de caos y emergencia nacional por la pronta caída de Madrid. Era un crimen
horroroso, pero podía parecer atenuado por los equívocos, excesos, incapacidades y
confusiones de muchos. Todo esto diluía las responsabilidades, aunque no sus daños, y
hacía que fuese más fácil verlo todo como un deplorable accidente colectivo y no como
una acumulación de asesinatos a sangre fría. Sin embargo, el asesinato de Andreu Nin,
como ya detallamos en un capítulo anterior, terminó por convencer al resto de fuerzas
políticas del peligro inherente a la colaboración con la Unión Soviética y produjo una
reacción de Zugazagoitía, Negrín y Prieto encaminada a intentar recortar el campo de
acción del NKVD dentro de los márgenes posibles.
Todos estos acontecimientos, Max los conocería de oídas, pero no los había
presenciado. En consecuencia, cuando aceptó su nombramiento en el Consejo Central
del Teatro, probablemente, no calibró las consecuencias personales de aceptar dicha

3
KOCH, Stephen: La ruptura. Hemingway, Dos Passos y el asesinato de José Robles. Barcelona, Galaxia
Gutenberg, 2005
PRESTON, Paul: Idealistes sota les bales. Barcelona, Proa, 2007, pp. 92-142
4
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 35-87

90
responsabilidad. El Consejo, creado por el Ministro de Instrucción Pública Jesús
Hernández, estaba bajo la presidencia directa de su amigo Josep Renau y, a pesar de un
largo nombramiento de personalidades ilustres, la mujer fuerte en la institución era
María Teresa León, encargada del Teatro de Arte y Propaganda y mujer de Rafael
Alberti. Además, el Consejo tenía como objetivo someter a su autoridad central todos
los teatros que autogestionaban las secciones sindicales de la CNT con el fin de elevar
la calidad artística de las representaciones. Por lo tanto, era evidente que Max Aub se
había colocado en medio de un fuego cruzado entre comunistas y anarquistas, que
vivían su pequeña guerra civil particular.
No obstante, Max Aub optó por la persuasión mediante artículos en La
Vanguardia y una intervención de perfil bajo que recondujera la situación sin reabrir
heridas, a pesar de que los estatutos del Consejo lo facultaban para el uso de la fuerza
con el concurso de la Dirección General de Seguridad 5. Asimismo, escribió pequeñas
piezas teatrales para las Guerrillas del Teatro que hacían funciones en el frente para
elevar la moral de la tropa y combatir el derrotismo. Como él mismo recordó después
sobre aquellos meses:

En abril o mayo de 1938, […] aún me hacía la ilusión de que además de Madrid, donde los
Alberti reinaban en el teatro de la Zarzuela, el Consejo Central del Teatro, del que era
secretario, podía hacer algo más que el espléndido Guiñol que montaba Miguel Prieto en
los altos del cine Coliseo y las Guerrilleras del Teatro [sic], que andaban de aquí para allá
montando obras de circunstancias. Al Guiñol se lo comió una bomba de mil kilos. Los
demás teatros estaban en las intratables manos de los sindicatos. Quedaba la ópera y el
teatro del Liceo; resultó que ambas cosas le interesaban al subsecretario de la Presidencia.
Hablaba con Renau, director de Bellas Artes; con Antonio Machado- nuestro Vice-
presidente-; con Canedo; íbamos al Salón Rosa a comentar lo que fuera y a tomar lo que
había.6

Al igual que ocurrió en otras esferas de la administración, Madrid, en la práctica,


quedó bajo la tutela de María Teresa de León, que estaba adscrita a la Junta de Defensa
y donde el PCE era hegemónico y Barcelona se mantuvo bajo la jurisdicción del
Consejo Nacional del Teatro que dependía directamente del Gobierno de Negrín y, por
esa misma razón, se adoptaron posturas de entendimiento que evitasen un rebrote de la

5
AZNAR SOLER, Manuel: Max Aub y la vanguardia teatral (escritos sobre teatro, 1928-1938). València,
Universitat de València, 1993, pp. 197-223
MARRAST , Robert: El teatre durant la Guerra Civil espanyola. Assaig d’història i documents. Barcelona,
Institut del Teatre, 1978, pp. 15-192
6
Sierra de Teruel. Cincuenta años de esperanza. Número monográfico Archivos de la Filmoteca, 3,
Valencia, sept.-noviembre, 1989, pág. 43

91
animadversión mutua. Por otra parte, tras la crisis de gobierno de abril de 1938, la salida
de Prieto se compensó con la de Jesús Hernández del Ministerio de Instrucción Pública,
a quien Prieto acusaba de haber planeado un intento de asesinato en su contra en la
década de 19207. Esto hizo que la cartera recayese en Segundo Blanco de la CNT, quien
se desentendió del Consejo Nacional del Teatro y propició su parálisis institucional.
Como le decía a finales de 1938 Max Aub a Marcelino Pascual, embajador en París, le
escribo a usted en papel del C.C del Teatro, aunque desde la llegada al ministerio del
actual titular, el C.C. ha dejado de funcionar y duerme el sueño de los justos8.
Es en estos meses cuando su colaboración periodística en La Vanguardia,
centrada en temas teatrales, se amplía hacia consideraciones generales sobre la literatura
y la guerra. El 19 de marzo de 1938 publica Héroes. De Byron a Malraux, que en una
jerga prestada del materialismo histórico, defiende el papel del escritor comprometido y
humilde simbolizado en Malraux y lo contrapone al héroe individual y grandilocuente
del romanticismo como Byron. El 2 de abril de 1938 aparece en La Vanguardia, Los
escritores y la guerra que si bien reproduce alguna parrafada en favor del realismo en la
literatura, se centra mayoritariamente en defender la justicia de la causa republicana y su
carácter internacional.
Probablemente, estos dos escritos bastarían al crítico de arte Stephen Koch para
describir a Max Aub como un lacayo del COMINTERN sometido a los dictados
literarios propugnados por el Primer Congreso de Escritores Soviéticos de 1934 9. Por el
contrario, como ha señalado Manuel Aznar, la elección de André Malraux como modelo
significaba, precisamente, distanciarse del realismo socialista que abanderaba Stalin, ya
que fue Malraux quien se opuso en dicho congreso al dogmatismo implícito en sus
planteamientos10. De hecho, Malraux se ganó la enemistad de Stalin cuando en el
Primer Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura celebrado en
París en 1935 él y André Gide lograron que Mikhaïl Koltsov y Gustav Regler cedieran a
la presión en favor de la participación de Isaak Bábel y Borís Pasternak y, finalmente,
permitieron un debate público y abierto que terminó en escarnio para la URSS al sacarse
el caso del escritor Victor Serge, encarcelado por trotskista, que tuvo que ser liberado.

7
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 312-313
8
AGA: Sección 10, Caja 54/11043, nº 6699
9
KOCH, Stephen: El fin de la inocencia. Barcelona, Tusquets, 1997
10
AZNAR SOLER, Manuel: Los laberintos del exilio. Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max
Aub. Sevilla, Renacimiento, 2003, pp. 30-35

92
Todo esto le costaría a Rostov su detención a finales de 1938 y su posterior ejecución
bajo la acusación de haber sido reclutado por Malraux para el servicio secreto francés 11.
Por lo tanto, Malraux no era un hombre de los soviéticos y esto era sabido en España,
especialmente a raíz del Segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la
Cultura de 1937 que, para frustración del NKVD, no pudo transformase en el
linchamiento unánime y universal que deseaban contra André Gide por haber
abandonado su fe en la utopía socialista.
Del mismo modo, el resto de colaboraciones de Max Aub en La Vanguardia no
estaban adscritas a la línea oficial de ningún partido, más allá de ser contrarias al
derrotismo y al pesimismo sin triunfalismos estridentes. En Escúchame, Francia…
pedía el auxilio injustamente negado por el Gobierno Blum y les recordaba la inminente
posibilidad de un conflicto internacional si la República perdía la lucha contra el
fascismo.

Lo peor es que te engañas, es decir, que tú misma te mientes a sabiendas esperando que
los hechos, corriendo el tiempo […] te lo den todo resuelto; has dejado escapar, en tu dulce
molicie, todo el poder de iniciativa: la inercia es tu modo, el remolque tu manera de andar,
tu motor la City, tu miedo Alemania y, hasta si quieres, tu pasión España. La llevas pegada
a tu costado […] partiéndonos, en lo más alto, la cintura que nos une y separa; y la lengua
de tu país vasco y de tu Rosellón, es la misma que la de nuestros. ¡Qué miedos no pasas,
sin que intentes defenderte, por fiarte de los hados! […]
Si consintieras que se viniese a perder este primer round de nuestra guerra […] entonces
verías cómo los Pirineos alzaban sus cumbres de modo inverosímil, y a los españoles que
quedaran acordarse de los agravios que contigo tienen y que nunca faltan en los hontanares
de la Historia. Sabes que te juegas el papel que en le mundo te ha tocado en suerte. […] En
tierras más áridas e intratables se juega el destino de las próximas décadas. […] Dejas que
se juegue […] el porvenir del mundo: porque aquí se juega no solo el mañana de Europa,
sino el de nuestra América, con sus mercados y sus Universidades y la influencia decisiva
de la edad madura que quieren ejercer los reyezuelos impertinentes que se han impuesto a
Italia y Alemania. Saben que una España libre y gloriosa puede arrebatarles una bandera y
una influencia decisiva. […] Allí va unido tu nombre a un ideal de libertad; allí no tenemos
intereses antagónicos: la democracia es nuestra manera; la dictadura, la de nuestros
enemigos. No es solo tu libertad, el verte reducida mañana a un rango secundario en el
mapa y la historia de Europa: es también tu hundimiento en las otras partes del mundo lo
que juegas en tus titubeos. Nosotros no titubeamos. Aquí morimos aguardándote.12

En un artículo posterior, ¿Conoces tú el país vasco…?, apelaría al sentimiento


nacionalista de los vascos para que no se dejasen engañar nuevamente por los sectores
más reaccionarios del PNV que, con la falsa esperanza de algún tipo de conciliación con

11
PRESTON,Paul: Idealistes sota les bales. Barcelona, Proa, 2007, pp. 291-296
12
La Vanguardia, 22 de abril de 1938

93
los franquistas, habían coadyuvado a la caída de Bilbao 13. Publicado el 30 de abril, les
recordaba que el País Vasco no podía ser libre porque bajo el fascismo no había libertad
y que todos sus recursos naturales serían supeditados a las necesidades bélicas del
Tercer Reich.

Por defender sus luces, sus pintores, sus tierras, es decir, su manera propia de ser, su ser
mismo, lucha con la República, que lo defiende porque es su estilo y expresión actual de
España. El país Vasco es avasallado por motivos que no son ahora del caso: ya se
esclarecerán pero la decisión y la hombría de sus habitantes no se pondrá nunca en entre
dicho. El País Vasco es, al azar de la historia, español y francés. Nadie piensa en mover
mojones: lo vasco es lo de dentro, y el color de la bandera a que se acoge lo de menos; pero
ahora un nuevo monstruo opone el uno al otro, intentando borrar el sentido- haciendo
desaparecer los sentidos- de un nacionalismo creador en pro de aeródromos […] para servir
a potencias e intereses extranjeros. […] El fascismo […] se precia de defender la unidad y
pureza de razas. En nombre de esa identidad de caracteres, se traga Alemania un país de
más historia que ella; anuncia reivindicaciones sobre territorios hoy en poder de naciones
amigas y enemigas. […] Pero tú lo sabes; se puede mentir a quien se quiera menos a la
tierra; y no van a ser ellos, los señoritos de Valladolid, los militares y los alemanes, los que
vayan a romper lo que en otros países del mundo claman unificar. Ni unirán austriacos con
alemanes, ni alzarán vasco contra vascos. Hoy no tienes más tierra que la hermana ni
ciudad que te devuelva el color de la tuya, ni campo que te acoja como mece el propio; pero
todo te será devuelto para siempre. El mañana es nuestro porque la tierra es nuestra: los
ladrones, amigo mío, siempre son ladrones; huyen para que no los cojan, y si no huyen: los
cogen. Nosotros lo cogeremos, no te apures: está escrito en tu cielo. 14

Max Aub, como solía ser habitual en él, optaba por conciliar e intentar sumar
esfuerzos a la causa común en vez de denunciar o denigrar a los posibles adversarios
políticos. Esta llamada de atención al nacionalismo vasco era pertinente, porque, a pesar
de que Irujo continuaba en el gobierno como ministro sin cartera en representación del
PNV, unas semanas después, tras la conferencia de Munich, el lehendakari Aguirre, en
un gesto próximo a la enajenación mental, solicitaría a Londres su intervención para
buscar una salida del País Vasco de la Guerra Civil mediante el reconocimiento de su
derecho a la autodeterminación que debían aceptar, por las presiones de Inglaterra, tanto
Franco como la República 15. Como es obvio, el escrito de Max Aub estaba dirigido
contra estas tentativas insensatas, que preocupaban también al PCE, pero en un tono de
respeto y reconocimiento mutuo digno de elogio teniendo en cuenta la gravedad de la
situación.

13
VIÑAS, Ángel:
El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 133-137
14
La Vanguardia, 30 de abril de 1938
15
VIÑAS, Ángel: El Honor de la República. Barcelona, Crítica, 2009, pp. 429-439

94
Por otra parte, en una sentida nota necrológica por el escritor y premio Nóbel de
la Paz Karl von Ossietzky, Max volvía a emplear un estilo literario con prestamos de la
retórica del COMINTERN para denunciar vehementemente al nazismo. Si bien, en un
primer momento, su exaltación de los escritores adscritos a la Tercera Internacional
puede parecer una profesión de fe comunista, uno debe reparar en que el artículo crítica
al nazismo, pero no propone por contraposición un sistema político ideal que deba ser el
referente del gobierno legítimo de la República. Se critica al fascismo con argumentos y
razones de peso, pero no se ensalzaba por ningún lado a la Unión Soviética ni a Stalin.
En un momento, Max exclamaba: ¡He aquí el verdadero realismo socialista, realista en
su forma, socialista en el fondo, que todos los amigos de Ossietzky tienen y el mismo
tuvo como norte!16.
El lector atento habrá notado que se trata de un ellos y no un nosotros. Max no
se incluía en el grupo identificado con el realismo socialista. De hecho, su sutileza se
demuestra cuando compara el caso de Ossietzky con el de Unamuno:

¿Qué sería del mundo si el fascismo llegase a vencer? El caso de Alemania, de tan claro,
asusta: el de Italia entristece; el panorama de España sojuzgada, indigna. Vuelve a
sobrenadar la escoria intelectual más huera y hueca, insuflada por las vanidades y tonterías
más increíbles, valiéndose de codazos y zancadillas para aparecer brillantes y lucidos en
primera fila, para que se aprecie mejor su nulidad; mientras que, apoyados en su camilla,
humeante su zapatilla chamuscada, muerto de vergüenza y asco, muere solo, concentrado,
vigilado, nuestro don Miguel de Unamuno, que ellos intentaron en vano robarnos- vanos
ellos, vano el intento-.17

Unamuno y sus problemas son nuestros problemas y si de algo no se puede tildar


a Unamuno, precisamente, es de materialista. Los referentes intelectuales de Max
continuaban siendo los mismos que cuando ingresó en el PSOE en 1929; no parece que
se hubiese operado en él ningún proceso de bolchevización, a pesar de un lenguaje
afectado por las proclamas bélicas de la propaganda comunista. Finalmente, su última
colaboración en La Vanguardia nos relata las vicisitudes de una joven asturiana desde
su infancia pasando por la represión del 34 y la caída de Gijón. En el último párrafo, nos
cuenta que:

El 16 de marzo corrían malos vientos. Subida en un camión salimos a llamar a la gente para
que acudiera a la manifestación de apoyo al presidente Negrín para que exteriorizara el
pueblo su deseo de combatir hasta la victoria. A mí me gusta hablarle a la gente. Me- pasé

16
La Vanguardia, 10 de mayo de 1938
17
La Vanguardia, 10 de mayo de 1938

95
la tarde gritando; «España no es Austria». Ya sabe que antes de terminar la manifestación
apareció la aviación italoalemana; fué el principio de aquellos terribles tres días de
bombardeos. Indiqué a los compañeros que conducían e1 coche la conveniencia de- ir a
tranquilizar a la gente, y bajamos hacia los lugares más concurridos de la ciudad, tocaban
las sirenas y la gente de vuelta de la manifestación corría; los exhorté a la calma, y lo
conseguí «Al metro los que quieran, las bocas están al volver de aquella esquina; los otros
pegados a las casas o en los portales». Y luego les gritaba en el altavoz. «Más vale morir en
pie que vivir de rodillas». A la muchacha le da cierta vergüenza contar todo esto. Baja los
ojos. «Y grité nuestro «¡No pasarán», y una mujer vieja acogida en un portal, llevada sin
duda de un lado por- su miedo y por otra parte por mi entusiasmo, me contestó, refiriéndose
a los aviones que en aquel momento descargaban su muerte: «Pasarán por arriba, pero no
por abajo».18

Como explicamos en un capítulo anterior, estas manifestaciones fueron el clímax


de la tensión entre el PCE y Prieto, que culminó con su airada salida del Gobierno. Al
respecto, Max no tomó partido más allá de recoger el relato de esta joven y creer, como
todavía creía mucha gente, en la necesidad de resistir porque era factible que se
produjesen en breve cambios en el escenario internacional. Si Azaña y Prieto
consideraban que luchar era en balde y se debía optar por una rendición honrosa o la
evacuación del mayor número de personas posible, esto no eran más que remedios
parciales que dejaban al país en una situación penosa y deplorable para el futuro. Al
igual que le ocurrió a Besteiro, Prieto y Azaña no eran capaces de ver las consecuencias
inmediatas que su proceder tendría para la República y, probablemente, para la suerte de
Europa. Por esa razón, nadie acompañó a Prieto en abril del 38, porque no ofrecía
ninguna alternativa razonable al Resistir es vencer.
En este punto, se debe remarcar que Negrín y Max Aub compartían una
experiencia directa de la Gran Guerra que los diferenciaba del resto de compañeros. El
Doctor Negrín fue profesor en una universidad alemana durante el conflicto y pudo
comprobar de primera mano cómo el civilizado mundo académico y científico que
conocía y admiraba se disolvía ante el ímpetu nacionalista que arrojó al país a la
debacle19. Igualmente, Max tuvo que huir de Francia con poco más de 10 años por el
miedo que tuvieron su madre y su abuela a represalias por su ascendencia judeo-
alemana. Por lo tanto, si en un contexto todavía más civilizado y sin que Europa se
hubiese abandonado por el precipicio de la barbarie absoluta, las secuelas de la guerra
no se podían contener y los odios y la muerte a todos alcanzaban, era evidente que en la

18
La Vanguardia, 29 de mayo de 1938
19
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 4-9
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 44-58

96
antesala de la Segunda Guerra Mundial conseguir una paz negociada, decorosa o
humanitaria con el fascismo era una simple falacia.
Del mismo modo, su producción literaria de aquellos meses no estaba
condicionada por las directrices de ningún partido. Sus piezas escritas para las
Guerrillas del Teatro no caían en el triunfalismo ridículo, ni en la satanización y
deshumanización del enemigo ni en la exaltación poética del sacrificio humano por un
ideal. No se hacía proselitismo de ningunas siglas ni se denigraba a otras y tampoco se
loaba el papel de la URSS en la guerra, en un momento que, precisamente, habían
disminuido los suministros de armas. En Por Teruel, escrita a finales de 1937, el
enemigo es simbolizado cómicamente en la figura de un grupo de catequistas que se
desmaya ante la entrada de los republicanos en dicha ciudad. En Juan ríe, Juan llora se
muestra a Juan Optimista y a Juan Pesimista discutiendo sobre el futuro de la contienda
desde planteamientos ridículos por extremos hasta que Doña Realidad los hace
encontrar el punto medio sensato y útil para el triunfo. En ¿Qué has hecho hoy para
ganar la guerra? se mantiene el siguiente diálogo:

JOVEN: Yo quiero ser aviador.


MUJER: Eso está bien.
JOVEN: En mi casa no me dejan.
MUJER: ¿Cuántos años tienes?
JOVEN: Catorce. En casa quieren que siga yendo al Instituto. ¿No es una indignidad
cuando tantos están en el frente?
MUJER: Tus padres tienen razón. Debes estudiar: esa es tu arma, en ese ejército estás
alistado: ahí debes continuar; en ningún otro sitio cumplirás mejor con tu obligación. Cada
cual debe tener su puesto.20

La auténtica nobleza humana reluce cuando un pacifista se ve obligado por la


barbarie del fascismo a pergeñar dramas belicistas. En el teatro de circunstancias de
Max Aub no se puede encontrar ninguna proclama victoriosa, ningún grito de guerra
triunfalista ni ninguna apología de la muerte. Su simple esquematismo narrativo no
redunda ni en el maniqueísmo ni reduce la racionalidad de los argumentos a simple
propaganda voluntarista. Probablemente, se trató de una postura individual e
independiente que no contentó a muchos que esperarían una literatura de combate más
aguerrida, hecho que podría explicar la marginación que sufrió Max Aub en la revista

20
AUB, Max: Obras completas, Primer Teatro, Vol .VII-A. València, Institució Alfons el Magnànim,
2002, pág. 309

97
Mono Azul21. Del mismo modo, también debe señalarse que su relato El cojo, publicado
en mayo de 1938 en Hora de España y ambientado en la caída de Málaga tampoco
contenía ninguna referencia que pudiese ser interpretada en un sentido político
partidista.
Por lo tanto, a mediados de 1938 Max Aub continuaba siendo un escritor
comprometido únicamente con la República española y su gobierno legítimo. En
ninguno de sus múltiples cometidos fue sectario, parcial, imprudente o desleal, a pesar
de que los múltiples conflictos intestinos que acarreaba el bando republicano habían
propiciado las rencillas y los odios mutuos. Es en esta situación, cuando la vida de Max
Aub vuelve dar un espectacular giro. A mediados de mayo de 1938 le proponen traducir
al castellano el guión de la película que pensaba dirigir André Malraux sobre su novela
L’Espoir.
Empezó entonces una épica aventura para rodar un film contra reloj y contra el
avance de las tropas franquistas que tuvo que finalizarse en territorio francés al mismo
tiempo que la República perecía derrotada. La filmación, que contaba con el apoyo
directo de Negrín y de Álvarez del Vayo, ministro de Estado nuevamente tras la crisis
de abril, se inició a finales de julio y estuvo compuesta por un amplio equipo de
técnicos cuyo delegado sindical era de la CNT. Por esta razón, es probable que Max
Aub, con el fin de congraciarse con el equipo de rodaje y lograr un clima de unión que
venciese los recelos que el secretario del Consejo Central del Teatro podía despertar,
realizó una extensa arenga en los estudios de Montjuich para motivar a todo el personal,
con mención a Durruti incluida.

Vamos a trabajar juntos unos meses, y es necesario, que el trabajador, el artista, el obrero,
el técnico, sepa para que trabaja. No es otra la razón que mueve una parte del mundo, ni se
diferencia más que en los fines el asalariado del burgués del asalariado de un país socialista.
Vamos a realizar juntos un trabajo. ¿Cuál es este trabajo? ¿Por qué lo hacemos? Para
decirlo estamos aquí. Todos los españoles trabajan para ganar la guerra, todo trabajo que no
tenga este fin, no es trabajo. “Podemos renunciar a todo- dijo Durriti- menos a la victoria”
¿Cuáles son las relaciones de nuestro trabajo con la victoria?
Todos habéis oído hablar de la ley de neutralidad norteamericana, y de la enmienda Nye
que permitiría el envío de material de guerra yanqui a España. No sé si sabréis que esta
enmienda volverá a ser discutida en el Parlamento norteamericano en el mes de Enero
próximo. Si se aprobara, la República Española podría surtirse de armamentos. Nada es
más urgente. Ahora bien, en todas partes la opinión pública es una fuerza considerable, pero
en América es mayor. Y André Malraux, tuvo la oportunidad de que le ofrecieran un
circuito de 1.800 salones de espectáculos para una película que él dirigiera. 1.800 salas a un

21
MONLEÓN, José: Teatro de Urgencia y Romancero de la Guerra Civil. Madrid, Ayuso, 1979

98
promedio de 1.000 plazas dos veces al día, son 3.600.000 espectadores diarios. Esta es la
cifra de súbditos norteamericanos que diariamente podrán ver el trabajo que vamos a
realizar, sea en esta versión, sea en otra, americana, hecha a base de esta nuestra. No es que
creamos que la enmienda Nye se apruebe por este solo hecho, pero no cabe duda que una
gran película, si es buena y eficaz, puede influir poderosamente sobre la opinión pública
norteamericana.
Sin tener este volumen, la América Española, está esperando hace tiempo, un film de la
envergadura de este que emprendemos. Todos los intentos anteriores de los ministerios,
sindicales, o aún particulares, excelentes, buenos y mediocres, fueron hechos a base de
documentales. El interés de ésta es que va ser una interpretación humana de nuestra lucha.
[…] Veremos cómo en el combate del pueblo español por la libertad del mundo a través de
su propia independencia ese sentimiento de fraternidad de los hombres se va robusteciendo.
Es el tema heroico de lo que pretendemos realizar: de cómo las cuerdas hermanas, a cierta
altura épica, dan un son monocorde. […]
La Subsecretaría de Propaganda, los sindicatos, nos han dado toda clase de facilidades. La
responsabilidad es pues enteramente nuestra. Por esto hemos querido reuniros aquí y poner
en antecedentes de lo que nos proponemos hacer; os hemos escogido pensando que sois los
mejores y pedimos vuestra leal ayuda además de vuestro trabajo. 22

Al final, todos estuvieron a la altura de las circunstancias y lograron terminar


una película que a punto estuvo de ser destruida por los nazis. En esa tarea titánica
destacó Max Aub, auténtica alma impulsora de toda aquella empresa y cuya labor
excedió con creces la de traductor, guionista, productor ejecutivo, director de actores,
director de castings, localizador de exteriores, script…
Por otra parte, ante la caída de Barcelona, el 20 de enero todo el equipo
abandonó la ciudad rumbo a Francia, pero, como señaló Max Aub, asistieron a la
última sesión de las Cortes en el Castillo- allí, en una habitación desierta, un mapa de
Etiopía23. Este hecho es relevante, porque la sesión de Cortes de Figueras fue el último
acto de solemne dignidad constitucional del Gobierno Negrín, donde el Presidente del
Gobierno, ante 62 diputados, dejó claro que su principal objetivo era minimizar la
represión civil y la salida airosa del conflicto mediante un concierto de naciones que
impusiera unos límites al naciente régimen de Franco. Allí Negrín no expuso un plan
suicida de resistencia a ultranza inspirado por Stalin y no fue cuestionado por ningún
diputado24. Todos callaron, aceptaron y acataron y Max Aub lo presenció. Cataluña fue
abandonada en una ordenada retirada que ofreció protección a la población civil,

22
AUB, Max:Hablo como hombre. Castellón, Fundación Max Aub, 2002, pp. 146-157
23
Sierra de Teruel. Cincuenta años de esperanza. Número monográfico Archivos de la Filmoteca, 3,
Valencia, sept.-noviembre, 1989, pág. 43
24
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 382-387
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 418-428

99
acompañada en todo momento por sus legítimos representantes y sus fuerzas de
seguridad democráticas.
Sin embargo, semanas después, el golpe de Casado y el caos que suscitó
dañarían irremisiblemente la legitimidad de las instituciones republicanas, las forzaría a
un precipitado exilio y brindaría a Prieto una excelente oportunidad para traicionar a sus
antiguos colaboradores, verter maledicencias y empañar las relaciones entre la
Diputación permanente de las Cortes y el Jefe de Gobierno legítimo con el único fin de
que desplegar su política personal y controlar el PSOE y las instituciones republicanas
en el exilio, aún al coste de poner en apuros y dificultades enormes a miles de exiliados.
Por todo esto, es lógico comprender el monumental desprecio que Max, detenido e
internado en campos de concentración, sentiría por Prieto.

100
Exilio y expulsión del PSOE
Una vez llegado a Francia, Max Aub se dedicó a terminar la película Sierra de
Teruel y a escribir Campo Cerrado, la primera novela del ciclo El Laberinto Mágico.
Negrín, por su parte, volvió a España y situó el centro de su Gobierno en una chalet
cercano a Elda conocido como posición Yuste. Si bien sus críticos sostienen que sus
intenciones eran imponer una resistencia a ultranza suicida y una dictadura personal
megalómana, más bien parece que su principal objetivo era aguantar el avance de las
tropas franquistas para evacuar vía marítima al mayor número posible de españoles.
Sin embargo, la dimisión de Azaña como Presidente de la República, tras el
reconocimiento de la Junta Militar de Burgos por Francia e Inglaterra, y el posterior
golpe de Casado frustraron cualquier posibilidad de realizar una gestión de gobierno
efectiva que permitiese una retirada ordenada de las tropas y la población. Sumados en
el caos y en peligro real para sus vidas, decidieron abandonar España en avión como
relató acertadamente el propio Max Aub en Campo del Moro.
A su regreso a París, como señalamos anteriormente, se celebró el 31 de marzo y
el 1 de abril una sesión de Cortes con la Diputación permanente que logró una postura
consensuada, a pesar de la oposición del diputado Luis Araquistain, quien era partidario
de no condenar el golpe de Casado y censurar, por el contrario, al Gobierno Negrín. El
líder del sector caballerista no estaba implicado directamente en el Consejo de Defensa
insurrecto de Madrid, pero algunos de sus compañeros como Wenceslao Carrillo sí
habían participado. Además, debía ser solidario con el maltrato que los militantes
habían soportado por parte del PCE ante la indiferencia de Negrín, Lamoneda y Prieto;
es decir, de todo el grupo centrista que en el pasado se había denominado prietista.
En este contexto, es cuando el azar devolvió a Prieto a la primera línea política
para que, sin escrúpulos y reparos, decidiera vengarse de las afrentas que se habían
cometido contra su persona. Tras su salida del Ministerio de Defensa, como ya hemos
señalado, Prieto hizo una dura alocución contra Negrín para consumo interno del
partido en agosto de 1938, pero de cara al público mantuvo un silencio respetuoso y
participó en algunos actos de propaganda. Precisamente, con el objeto de aprovechar su
figura política en beneficio de una posible medición internacional, el Gobierno de la
República decidió enviarlo a la toma de posesión del nuevo Presidente de Chile, Aguirre
Cerdá, en representación de España para que iniciara también una gira informal de
contactos y conferencias a favor de la causa republicana 1.
Por otra parte, a finales de febrero Negrín embarcó en el yate Vita una gran
cantidad de bienes y acciones a nombre de la República y lo envió a México con el fin
de evitar que las autoridades francesas cedieran a las presiones del régimen del general
Franco e incautasen dichas propiedades. Destino a México, el Doctor Puche, antiguo
rector de la Universitat de Valencia, fue comisionado para recibir y gestionar ese
patrimonio con el propósito de facilitar el exilio a miles de españoles.
Desafortunadamente, la llegada del yate ocurrió unos días antes que la del
Doctor Puche y Prieto, que se encontraba en la capital mexicana, informado del asunto,
solicitó al Presidente Cárdenas ocuparse personalmente de la custodia del yate. Sin
ningún rubor, Prieto se apropió sin derecho alguno o autoridad de esos bienes públicos y
cuando el Doctor Puche se personó para cumplir con su cometido, Prieto se negó a
colaborar con él y cuestionó la legitimidad de Negrín como Jefe del Gobierno. Empezó
entonces una campaña de difamación en contra de su antiguo compañero, al mismo
tiempo que amparaba el golpe de Casado para reconciliarse con los partidarios de
Besterio y Largo Caballero y movilizaba sus contactos e influencias para perjudicar a
quienes consideraba sus rivales políticos, los mismos que lo habían tenido hacía pocos
años como su líder. La obscenidad de tal proceder llegó al extremo de enviar el 12 de
abril un extenso telegrama a la Diputación permanente de las Cortes que daba a
entender claramente que él controlaba todos los recursos económicos enviados a
México y que si destituían a Negrín, los diputados podrían contar con su apoyo y
dinero.
Por el contrario, el Gobierno republicano había constituido a primeros de abril el
Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles que, a pesar de toda la propaganda
empleada por sus detractores para desprestigiarlo, ni despilfarró ni fue sectario en su
1
GIBAJA VELÁZQUEZ, José Carlos: Indalecio Prieto y el socialismo español. Madrid, Pablo Iglesias, 1995,
pp. 191-196

102
actuación. Más bien, como ha demostrado Enrique Moradiellos, desempeñó una
frenética actividad para poner al mayor número de vidas a buen recaudo durante los
pocos meses que pudo operar antes de la invasión nazi. Fue profesional y diligente, no
racaneó medios, incorporó a todos los partidos que constituyeron el Frente Popular y
estuvo consagrado sólo a salvar compatriotas2, mientras que la Junta de Auxilio a los
Refugiados Españoles creada por Prieto fue dirigida arbitrariamente por él mismo sin
tolerar intromisión de nadie, sin que se recogiera en la contabilidad los gastos, sin
criterios claros de actuación, condicionada al clientelismo político desarrollado por
Prieto y alcanzó tal nivel de críticas por sus abusos que el Gobierno mexicano tuvo que
intervenirla y ponerla bajo su control directo3.
En este mismo sentido, la actitud de Negrín fue siempre conciliadora y dirigida a
aunar esfuerzos en unas circunstancias difíciles. Con ese pensamiento, embarcó rumbó a
Nueva York primero, donde visitó a su familia y mantuvo contactos con la
administración Rooselvet, y después llegó a México. Allí, Prieto se negó a recibirlo, a
pesar de que Negrín le ofreció la dirección del SERE. Sólo hubo un intercambio de
correspondencia que Prieto, inmediatamente, seleccionó y editó en su favor para
desacreditar al Presidente del Gobierno. Su rechazo adquirió tintes próximos al absurdo
cuando ambos embarcaron en el mismo buque camino de Francia, ya que, nuevamente,
Prieto lo esquivó y logró rehuirle durante todo el viaje.
El conflicto tendría su clímax en la reunión de la Diputación permanente del 26
de julio, donde Prieto como diputado tenía asiento. Las semanas anteriores había
proseguido con sus calumnias e insidias, sobre todo de índole sexual, en los corrillos de
personalidades políticas y sellado su reconciliación con Luis Araquistain y el sector de
caballeristas a los que él mismo había condenado al silencio tras los Hechos de Mayo
del 37. No obstante, Francisco Largo Caballero no aceptó entrar en el juego de Prieto y
condenó su modo de proceder, aunque no influyó en el ánimo de sus seguidores.
Finalmente, el 26 de julio Prieto consiguió lo que quería: la Diputación permanente
desautorizó a Negrín y creó la JARE, que pasó a dirigir él mismo. Ahora, el futuro de
los exiliados y cargos políticos dependía de su buena voluntad4. Se le concedió un

2
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 476-491
3
GIBAJA VELÁZQUEZ, José Carlos: Indalecio Prieto y el socialismo español. Madrid, Pablo Iglesias, 1995,
pp. 236-254
4
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 481-494

103
inmenso poder que ejerció a favor de unos por simpatía política y en perjuicio de otros
por su supuesta reputación de filocomunistas como el propio Max Aub.
Max, por su parte, pudo disfrutar de unos meses de paz y tranquilidad a pesar del
sombrío panorama que se cernía sobre él. Como relata Gerard Malgat, se reunió con su
familia, tuvo tiempo para escribir una novela, asumió la responsabilidad de editar en
francés las obras de Azaña para Gallimard, continuó trabajando con Malraux, y, al final,
pudieron presentar en julio la película Sierra de Teruel terminada al Gobierno de la
República. Asimismo, su solicitud del permiso de residencia parece que proseguía por el
buen camino y que las autoridades francesas se lo concederían. El 23 de agosto, en una
cena, Malraux sugirió a Max que viajase a México para distribuir la película y juzgó el
recientemente firmado pacto Molotov-Ribbentrop con estas palabras: ¡La revolución a
ese precio no!5.
Durante ese tiempo, además, Max tuvo que estar al corriente de los pormenores
de las disputas internas del PSOE, porque Prieto presionó sin éxito a José Prat y a Julián
Zugazagoitía, dos antiguos colaboradores, para que se sumasen a su bando.
Zugazagoitía, que había sido el Ministro de Gobernación que se enfrentó al PCE tras el
secuestro de Nin, cuando Prieto inteligentemente se mantuvo en un segundo plano,
había abandonado su cartera en abril de 1938, pero había pasado a ser subsecretario del
Ministerio de Defensa bajo las órdenes directas de Negrín. Del mismo modo, José Prat
había sido, como subsecretario de Presidencia, el responsable político del Pabellón
Español en la Exposición Internacional y durante su residencia en Barcelona en 1938
había ejercido el control sobre el Teatre del Liceu en detrimento del Consejo Central de
Teatro. Igualmente, fue el encargado político de Sierra de Teruel y, por lo tanto, tuvo
que compartir más de una conversación con Max Aub en aquellos días. Por otra parte,
un informe interno del PSOE de agosto de 1939 calificaba duramente el
comportamiento de Prieto y alertaba del peligro de su proceder:

La crisis creada por Prieto a la emigración es profunda en sus consecuencias y pueril en sus
orígenes. […] Prieto no quiso recibirle, por más esfuerzos que Negrín hizo para ello,
llegando en su desprecio por las cuestiones de amor propio a verdaderas humillaciones.
[…] No accede a entrevistarse con Negrín ni siquiera para cosa tan sagrada como el
problema de la emigración a Méjico de los refugiados españoles, a los cuales toma como
banderín emocional para justificar rencores personales infundados o de escaso volumen.
[…] Es una cuestión personal lo que envenena este asunto. […] Asistimos desde abril de

5
MALGAT , Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, 82-86

104
1938 a una cuestión personal envenenada por los correveidiles, los domésticos y los
sectarios de otros partidos que cifran su engorde en nuestra división. […]
Las dificultades propias de un trabajo tan difícil, dado el volumen enorme de refugiados y
las trabas impuestas desde el reconocimiento de Franco, han sido aprovechadas por
descontentos y demagogos para crear irritaciones y protestas. Aunque parezca extraño esa
labor se ha hecho también por los que salieron precipitadamente para América, dejándonos
aquí abandonados a nuestra inmensa tarea de solidaridad. Se ha cultivado el deporte de
enviar copias de cartas venenosas a los campos y a los refugiados; cartas con literatura que
no tiene mucho que envidiar a la empleada por los franquistas. Esa labor de
envenenamiento había ido apagándose en estos últimos tiempos hasta que vino a reavivarla
el camarada Prieto, que por una parte creía llegado el momento de exteriorizar sus
discrepancias con Negrín y por otra parte pretendía anular los acuerdos de la Permanente.
Con desprecio de toda norma disciplinaria, los amigos de Prieto divulgaron varias cartas de
éste, en que se manifestaba contra los acuerdos adoptados, poniéndoles reparos de tipo
reglamentarista. […] He aquí en síntesis, el embrollo suscitado por un enojo personal que
se viste de discrepancia para intentar colarse de matute en la buena fe de los que fácilmente
comulguen con ruedas de molino. […] Si los refugiados españoles hicieran un vacío a esas
campañas personalistas, la emigración lograría un gran impulso. Que es, en definitiva, lo
6
que importa.

Por su parte, Max escribía en su diario el 24 de noviembre que lo terrible es que


desde la pérdida de la guerra no se ha levantado una voz, desde la emigración, no se ha
publicado nada contra la dictadura que destroza, desentraña y desangra a España.
Sólo se oyen voces de unos vencidos contra los otros 7. Años después, recordaría que
pasó aquellos meses sin inmiscuirse en los asuntos de las organizaciones de refugiados
y sin que éstas, ni tampoco sus amigos, le ofreciesen plaza en barco alguno. A pesar de
las penalidades de la guerra que sufría junto a su mujer, separados de sus hijas que
estaban acogidas por familias francesas de la afueras de París, no creyeron que Francia
pudiese caer ante la invasión nazi y Max centró su atención en un proyecto de edición
de los clásicos españoles por Gallimard que auspiciaba el mismo Negrín. No obstante, sí
solicitó un visado por mediación de Alfonso Reyes para viajar a México como
distribuidor de Sierra de Teruel8.
Desafortunadamente, una denuncia anónima presentada el 8 de marzo de 1940
en la embajada española truncaría cualquier esperanza de huida. La acusación contra
Max Aub de comunista notorio de actividades peligrosas y judío alemán nacionalizado
español por el Gobierno rojo, motivó una nota informativa del embajador franquista
Lequerica9 dirigida al Ministro de Asuntos Exteriores francés. No se trataba de un
asunto menor, porque el 27 de marzo los servicios de Seguridad General y Policía

6
FPI: ARLF 167-2
7
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 39
8
MALGAT , Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pp. 82-94
9
AGA, Sección 10, Caja 54/11367, nº 1780

105
Criminal emitieron un circular de aviso de búsqueda por comunista muy peligroso a
todos los prefectos. La mañana del 5 de abril la policía se presentaba en su domicilio y
en el registro encontraron una carta de Negrín sobre la publicación de los clásicos
españoles por Gallimard, prueba suficiente para detenerlo y enviarlo al campo de
concentración improvisado que se había instalado en Roland Garros, donde se
concentraban extranjeros de todas las condiciones sociales y ocupaciones posibles. Allí,
el 15 de abril, Max pudo comprobar que entre los círculos de exiliados españoles había
corrido con fuerza el rumor de que era miembro del Partido Comunista, como reflejó en
su diario al transcribir esta conversación con un médico:

¿Sabe usted? Yo soy de la CNT, como podría ser de otra cosa. Yo soy fundador de la IR
[Izquierda Republicana], lo que sucede es que yo tenía dos coches. Y ganaba bastante
dinero, ¿comprende usted? Si yo hubiese tenido un coche, hubiera sido de la UGT, pero con
dos coches sólo podía ser de la CNT. Y como tenían pocos intelectuales, pues claro,
enseguida me hicieron su secretario. Pero yo soy de IR. Y son mala gente. Y correveidile.
Me dijeron que tuviera cuidado con usted. Que usted no era de los nuestros.10

En un primer momento, si Max integraba una organización supeditada a la


URSS, que había firmado una alianza con un régimen beligerante como el Tercer Reich,
se podría entender estas medidas de precaución. El problema, empero, es que la prueba
empleada para acusarlo, la carta de Negrín, demostraba lo contrario. Negrín había dado
su apoyo a Francia e Inglaterra tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, al igual
que había hecho públicamente el SERE, y, por eso mismo, se había ganado una dura
censura del PCE y de La Pasionaria por ejemplo 11.
Por lo tanto, es evidente que Max Aub fue detenido por antifascista por unos
cuerpos de seguridad que ya estaban allanando el camino de la rendición de su propio
país. Asimismo, que Max fuese señalado como comunista por los exiliados españoles, a
pesar de su comportamiento ejemplar durante toda la Guerra Civil y su actitud
conciliadora con todas las facciones, demuestra que las calumnias vertidas por Prieto
habían surgido efecto y muchos socialistas empezaban a sentir sus consecuencias en su
propia carne. En Valencia, en España, Max era conocido por sus actos y, si alguien le
infamaba, algún amigo podía defenderlo para restituir su buen nombre. Como hemos
visto, sus trabajos para órganos ligados al PCE como Verdad o el Consejo Central del
10
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Nuevos diarios inéditos (1939-1972). Sevilla,
Renacimiento, 2003, pág. 25
11
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 494-498

106
Teatro no le impidieron colaborar con los anarcosindicalistas en ocasiones, ya fuese en
el montaje de Dos hermanas o en la filmación de Sierra de Teruel. Cuando volvió a
España en 1969, un joven desconocido se presentó ante él porque su padre se llamaba
Dantón. Fue conocido mío, anarquista de los buenos- los hay-. Oyó hablar de mí a su
fenecido progenitor. Supo de mi estancia. Ahí le tengo12.
Por el contrario, en Francia, con todos los españoles dispersos y desperdigados
por ciudades desconocidas, arrejuntados por el azar y las circunstancias, hablar mal de
los compañeros salía gratis, porque era muy difícil estar en antecedentes de todo el
mundo: ni se podía preguntar a amigos fiables e íntegros ni había posibilidad de
contrastar opiniones y desacreditar a los mentirosos calumniadores. Se trataba de un
fatídico caldo de cultivo para que las insidias de Prieto se propagasen y le costaran la
vida a centenares de personas por culpa de equívocos y malentendidos que sólo podían
justificarse por sus ansias de controlar el PSOE. Además, Max podía estar seguro de que
la JARE no movería un solo dedo para salvarle la vida, porque había tenido demasiada
cercanía con Negrín en los últimos meses. En realidad, Prieto había huido en otoño de
1939 a México para rehacer el partido a su medida y se había desentendido de todos los
que no fueran los suyos, mientras que Negrín permaneció en Francia junto a sus más
estrechos colaboradores preocupándose de todos los republicanos sin hacer distinciones.
De hecho, el clima estaba tan envenenado que probablemente Max pensó que
había sido denunciado por un prietista, aunque nunca puso por escrito sobre quién
recaían sus sospechas. No se puede olvidar que en verano de 1939, Prieto había
mantenido conversaciones con el embajador Lequerica, en teoría, para favorecer el
retorno de la población civil a España. Igualmente, en un informe policial francés
posterior se incluían datos erróneos sobre su persona, pero otros más acertados sobre su
militancia en el PSOE de Valencia a principios de la década de 1930 que permiten
sospechar que parte de la información surgió de alguien que lo conocía de Valencia 13.
No se trataba de una práctica inhabitual, la embajada contaba con informantes como
Ricardo Cascales, quien el 25 de mayo de 1939 pedía protección a Lequerica porque
había recibido amenazas de miembros de la CNT 14.

12
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español. Barcelona, Alba, 1995,
pág. 417
13
MALGAT, Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pág. 100
14
AGA, Sección 10, Caja 54/11287 nº 6

107
En esa tesitura, Max Aub escribe cartas a Jules Romains, presidente de la
Federación de los Clubes Pens, y André Malraux15, y una carta a Julián Zugazagoitía
que no se ha conservado, aunque su respuesta fechada en 24 de abril sí. Esta decía:

Querido amigo: […] ¡Qué contrariedad debe ser para usted que le hayan detenido por una
filiación que no ha tenido ni tiene! Supongo que su situación se aclarará satisfactoriamente
conforme a su deseo yo daré cuenta de su situación a los amigos del partido por si los
amigos franceses quieren interesarse por su situación. Yo confío en que Ud. puede hacer
evidente ante la policía y los jueces su antigua devoción apasionada por Francia.
Cordialmente, Zugazagoitía.16

El hecho de que Max guardase esta carta toda su vida es bastante revelador de su
preocupación por las falsas acusaciones de ser comunista y de su sospecha de que
procedían de los círculos próximos a Prieto. Como ya hemos señalado, Zugazagoitía fue
un fiel colaborador de Prieto hasta que su derrotismo inoperante lo distanció, en un
primer momento, de su antiguo jefe para, posteriormente, terminar al lado de Negrín por
culpa, precisamente, de la insistencia de Prieto en difamar a su adversario atribuyéndole
supuestos desvíos de fondos para sufragar fiestas privadas o perversiones de carácter
sexual. Probablemente, si Zugazagoitía no hubiese sido capturado por los nazis y
entregado a las autoridades franquistas para su ejecución, él hubiese sido el mejor
mediador posible para lograr un acercamiento entre las dos facciones en el exilio, pero
su pérdida supuso la desaparición de uno de los pocos canales de comunicación
reconocido por ambas partes. Por lo tanto, parece obvio que Max consideró que la
exculpación de Zugazagoitía podría serle de utilidad en un futuro, especialmente si
necesitaba congraciarse con los agentes de la JARE para obtener un permiso de
emigración.
Sin embargo, no tuvo tanta suerte. El 30 de mayo fue trasladado al campo de
Vernet, al mismo tiempo que Pétain claudicaba ante Hilter y Negrín debía emprender un
precipitado exilio bajo la cobertura diplomática del ministro mexicano plenipotenciario
Luis I. Rodríguez Taboada. En su periplo, antes de embarcar desde Burdeos el 21 de
junio hacia Inglaterra, intentó convencer a Azaña para que lo acompañase y reunir al
mayor número de personalidades posibles, como el ex presidente Santiago Casares

15
MALGAT, Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pp. 94-95
16
AFMA: Correspondencia, C 17/64

108
Quiroga, para formar en Londres un gobierno en el exilio creíble como hacían Polonia o
Checoslovaquia17.
Max, por su parte, permaneció encarcelado hasta el 21 de noviembre de 1940, si
bien pudo consolarse pensando que había heredado el colchón y los compañeros de
celda de Arthur Koestler. Además, una vez excarcelado, lo mantuvieron bajo arresto
domiciliario en Marsella. A partir de ese momento, se transformó en uno de los
principales colaboradores de Margaret Palmer del Centro Americano de Ayuda dirigido
por Varian Fry y del cónsul mexicano Gilberto Bosques. Del mismo modo, solicitó por
mediación de Margaret una autorización de ingreso en los Estados Unidos de América
que firmó el mismísimo John Dos Passos, hecho bastante relevante, porque en aquellas
fechas estaba furioso con los comunistas españoles, a quienes acusaba del asesinato de
su amigo José Robles. Asimismo, gracias a los salvoconductos correspondientes pudo
viajar a Niza y a Cannes y mantener contactos con Malraux y André Gide con el fin de
organizar la lucha clandestina 18. Es decir, Max actuaba completamente por libre junto a
intelectuales ferozmente odiados por Stalin y en clara oposición a sus consignas
partidarias del colaboracionismo, pequeños detalles que no impedirían su expulsión del
PSOE en 1946 por albergar, como afirmaron quienes vivieron el inicio de la Segunda
Guerra Mundial tranquilamente en Latinoamérica, declaradas simpatías hacia la URSS.
Según José María Naharro-Calderón, Max no partió en esas fechas hacia México
o Estados Unidos, a pesar de haber obtenido los correspondientes visados, por una
especie de compromiso moral que le impedía denigrarse para salvar su vida, aunque,
como Naharro-Calderón también reconoce de forma secundaria, es más probable que
Max Aub fuese completamente consciente de que su condición de judío bajo arresto
domiciliario era argumento suficiente para invalidar los visados expedidos por terceros
países19. Por esta razón, Max se dedicó plenamente a ayudar al cónsul Gilberto Bosques
y al gobierno de México que desde el 21 de agosto de 1940 había asumido toda la
responsabilidad de la repatriación de los refugiados españoles en detrimento del
desmantelado SERE y del JARE, que pasó a ocuparse principalmente de distribuir

17
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 501-505
18
MALGAT, Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pp. 94-103
19
NAHARRO-CALDERON, José María: “Actualidad del Rapto de Europa (1946)”, AUB, Max: El rapto de
Europa o siempre se puede hacer algo. Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 2008, pp. 11-52

109
pensiones entre los exiliados afincados en México, si bien aceptó contribuir
económicamente en las tareas que desempeñase el gobierno mexicano en Francia20.
Max, empero, siguió bajo vigilancia policial y fue detenido a principios de
junio de 1941 en Niza, donde pasó veinte días en prisión hasta que la presión de
Gilberto Bosques logró su excarcelación momentánea. El 5 de septiembre fue
nuevamente detenido y, a pesar de los intentos del cónsul de liberarlo en virtud de su
autorización para emigrar a México, lo recluyeron en el campo de Vernet. El 27 de
noviembre de 1941 fue conducido a Port-Vendres, embarcó en el Sidi-Aicha, buque
carguero de ganado, con destino al campo de trabajos forzados Djelfa reservado a
presos políticos peligrosos.
Como es obvio, todas estas calamidades influyeron en el ánimo de Max Aub,
que durante aquellos días se replanteó su peculiar situación. El 13 de marzo de 1941,
escribía en su diario:

Personaje gracioso: hermano de Luis Álvarez Petreña. Socialista comunistoide, tiénenlo


todos, como es natural, por comunista de verdad, menos los propios comunistas. Él tiene-
como honrado que es- a pecho declarar, cuando se encuentra con afiliados de la III
Internacional, su posición y su no afiliación. Les choca. Se extrañan no de que no sea del
partido sino de que lo diga- Les molesta, lo toman, hasta cierto punto, como una ofensa.
Como si la sinceridad fuese un cuerpo extraño; es evidente que preferirían que, aun
sabiendo que no lo es, dejara correr la sospecha de que lo fuese. Los comunistas que le
conocen y hablan de él entre sí se preguntan:
- Y Vicente Álvarez Petreña, ¿qué es?
- No sé, un amigo de N21.
(Ambos se conocen perfectamente.)
No quieren aceptar la diferenciación individualista, el que Vicente defienda su vida
privada del derecho de inspección del partido. (Cosa que- a pesar de todo- llevan a cabo. Ya
le han hecho alguna indicación referente a sus amistades con prietistas notorios). Y porque
además para Vicente Álvarez Petreña la política no es cuestión de poder, sino de moral, de
ética, y no puede aceptar por bueno las vueltas, las medias vueltas, cambios de táctica, que
del todo en todo varían las posiciones de los comunistas en veinticuatro horas- o menos-,
encontrando perfecto lo que quemaban antes, o, peor, quemando sin remedio lo que tenían
por excelente un día antes. Vicente no puede aceptar la falta de agradecimiento, el olvido.
Le hiere el feroz utilitarismo de los comunistas. Pero dejando esto aparte ve que son los
únicos que trabajan, de verdad, por un mundo distinto. Y está dispuesto a ayudarles
sinceramente, aunque ellos no quieran.22

En este mismo sentido, días después expondría la indignación que le habían


producido el comportamiento de sus compañeros de partido en los últimos meses: los

20
GIBAJA VELÁZQUEZ, José Carlos: Indalecio Prieto y el socialismo español. Madrid, Pablo Iglesias,
1995, pág. 244
21
Probablemente se refiera a Negrín. N. del A.
22
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pp. 63-64

110
socialistas son gentes para los cuales la vida política se reduce a las elecciones, las
preferencias, las zancadillas, los dimes y diretes, la antigüedad en el partido: no se
diferencian de lo más odioso de los radicales socialistas. Eso arriba. Y a la base,
inficionada. La vida les tiene sin cuidado, dejan toda la libertad al correligionario para
que sea un sinvergüenza. ¿Qué es un partido si no es una norma de vida?23.
No obstante, esos tiempos turbulentos no llegan a hacer mella en él y, a pesar de
la turbación producida por la semiclandestinidad y las denuncias, se mantiene firme en
sus principios. El 14 de mayo recoge en su diario:

La fuga de Hess. El asco. Me da un asco terrible. Hess, Gitton 24 o los generales. La


traición, los delatores, los espías: la policía por todas partes. La guerra ha venido a ser
exclusivamente lucha entre dos policías. Imposibilidad de tener confianza en quien sea. El
más pintado puede ser del servicio de informes enemigo. La quinta columna es ya lo
normal, la traición arma natural, con la que hay que contar en primer término. Confianza
imposible en la rectitud moral de nadie.
Crisis de moral en sí. La gente traiciona no por servir a un ideal o por propio provecho
(Fouché, Danton) sino por abandono total de toda dignidad. Porque la traición ha llegado a
ser una cosa natural. La gente no tiene adónde agarrarse porque todos los adversarios tienen
como medios los exclusivamente utilitarios. Proclaman que los medios no le hacen, que lo
que se busca es el fin, que una vez conseguido ya dignificaremos los medios. ¡Como si
hubiera un fin en la historia! ¡Como si nosotros y nuestra descendencia dejáramos de ser un
medio, como si el juicio final fuese para mañana! Y justamente toda la civilización
occidental había sido, hasta hora, una dignificación de los medios (la busca de…). La cual
envolvía una hipocresía cierta, pero siempre preferible a este estado de caza, de trampa
mortal bajo cada paso, de engaño a que ha llegado la política estos años.
El espíritu que informó (formó) la Edad Media- la caballería, el respeto a la palabra-, se
ha hundido con las “democracias”; el liberalismo se ha suicidado y ha muerto, al mismo
tiempo, cierto respeto hacia las cosas inmateriales, que me duelen, como veo que le duelen
a muchas gentes. ¿Hasta qué punto el utilitarismo nos engaña? ¿Hasta qué punto hay que
llevar la traición para que haga daño? Una cosa cierta: las dictaduras engendran policías. 25

Por otra parte, su llegada a finales de 1941 a Djelfa le hará ver el horror de
primera mano y comprobar la valía y resistencia de hombres de toda procedencia,
unidos en su oposición al fascismo sin que los distingos de antes entre anarquistas,
socialistas o comunistas tuviesen ya relevancia. Allí pasó varios meses, mientras
Margaret Palmer y Gilberto Bosques probaron todo tipo de tentativas para liberarlo. La
salida se produjo el 15 de mayo, cuando el comisario jefe de la policía administrativa de
Casablanca dirigió un telegrama oficial al director del campo de Djelfa requiriendo su
excarcelación y éste ejecutó las órdenes sin consultar a sus superiores, ya que, por el

23
Ibíd. pág. 66
24
Marcel Gitton, secretario general del Partido Comunista Francés que ingresó en el fascista Partido
Popular Francés. N. del A.
25
Ibíd. pp. 72-73

111
contrario, el ministro secretario del Estado de Interior del régimen de Vichy dio a los
pocos días instrucciones opuestas a la liberación de Max Aub y otros siete
compañeros26. Probablemente, la inminente llegada de las tropas americanas en la
operación Torch influiría en el ánimo de las autoridades francesas en Argelia que,
desobedeciendo a la metrópoli, atenuarían la represión para congraciarse rápidamente
con los aliados. Fuese como fuera, Max escapa y se esconde en Casablanca hasta que el
10 de septiembre embarca en el Serpa Pinto rumbo a Veracruz. Éste fue el último barco
fletado con los remanentes del SERE y llevaba a 140 refugiados a bordo 27 .
En octubre de 1942, Max alcanza por fin México y su primer cometido en su
país de acogida es denunciar públicamente la situación de los campos de trabajos
forzados franceses mediante un parlamento ante la Asamblea contra el Terror
Nazifascista28. Asimismo, empieza una frenética actividad como guionista, adaptador y
dialoguista en la importante industria cinematográfica mexicana, a la vez que
compatibiliza estos trabajos con traducciones y artículos periodísticos.
Sin embargo, a pesar de todas estas ocupaciones, Max encuentra tiempo para
escribir entre finales de 1942 y principios de 1943 una de las tragedias teatrales más
significativas del siglo XX: San Juan. Sin lugar a dudas, se trata de la primera obra que
versa sobre el Holocausto antes de que el concepto existiese como tal. El drama se sitúa
en las costas de Asia Menor alrededor de 1938, cuando el viejo buque ganadero San
Juan, cargado con un 600 refugiados europeos de ascendencia hebrea que huyen de la
persecución nacionalsocialista, intenta atracar en algún puerto que acepte el desembarco
de sus pasajeros. La tripulación, empero, contempla como Inglaterra y Turquía les
deniegan la entrada a Palestina. Del mismo modo, ningún país democrático quiere
aceptarlos dentro de sus fronteras, a pesar de que el barco se encuentra en una penosa
situación que hace temer por su seguridad. Al final, una tempestad hunde el barco en
alta mar junto a un capitán que se ha negado a abandonar a los hombres y mujeres que
se encontraban bajo su responsabilidad. Los únicos que escapan de esta muerte
colectiva es un pequeño grupo de militantes comunistas que sólo aceptan a camaradas

26
MALGAT, Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pp. 103-110
27
GIBAJA VELÁZQUEZ, José Carlos: Indalecio Prieto y el socialismo español. Madrid,
Pablo Iglesias,
1995, pág. 215
28
NOS ALDAS, Eloísa: “Presentación de las declaraciones de Max Aub en la Asamblea contra el Terror
Nazifascista”, El Correo de Euclides, anuario científico de la Fundación MAx Aub, nº 2, 2008, Segorbe,
pp. 136-139

112
en su plan de fuga, razón que producirá un conflicto con algunos personajes que no se
sienten suficientemente entregados al Partido como para desentenderse de la suerte de
sus seres queridos. Asimismo, también se contemplan otros intentos de salvación
individual como el soborno o las tentativas suicidas.
Como es obvio, estos judíos, que son retratados con sus contradicciones, sus
incoherencias, miedos y anhelos sin caer nunca en la sensiblería exaltadora del martirio
humano son la trasposición simbólica de la propia tragedia de los exiliados españoles.
Por lo tanto, es fácil imaginar la irritación que produciría una obra de teatro que con
nítido realismo evidenciaba las distintas actitudes humanas y comportamientos que se
habían producido en los últimos años entre los republicanos españoles. Escribir esa
tragedia era poner en el centro de la preocupación pública la suerte que habían sufrido
miles de compatriotas, la dignidad y la integridad de muchos, así como el egoísmo, el
oportunismo y la imprudencia de otros. Además, era un recordatorio de la vigencia de
su infortunio, de hacer presente que todavía muchos en Europa atravesaban similares
circunstancias y la necesidad de aprender de los errores del pasado inmediato. En
definitiva, de criticar la indiferencia que sutilmente muchos propugnaban desde su
confortable y subvencionada comodidad mexicana. En consecuencia, no resulta
sorprendente, como recoge Manuel Aznar en su edición crítica, que un hombre tan
complaciente con el poder como José Bergamín se negase a publicar este texto29.
Al final, la obra se editó con prólogo de Enrique Díaz-Canedo y tuvo una
recepción dispar. Octavio Paz la reseñó, con razón, elogiosamente, aunque se
preguntaba cómo era posible que ninguna sociedad de carácter cultural o política
quisiese representarla. De igual modo, destacaba que el grupo de comunistas es
demasiado frío, y más parecen autómatas de partido que seres de carne. Su fuga no
está justificada en el drama…ni en la doctrina30, mientras que Juan Rejano, miembro
del Partido, resaltaba que todo hace suponer el naufragio cuando cae el telón. Pero
mucho antes, Leva, el joven revolucionario, con otros compañeros, ha huido en el bote,
camino de España, con la palabra victoriosa del Ebro en los labios. Frente a esta
actitud heroica, la resignada y mística del Rabino. […] En sus labios se encenderán
otra vez, como antorchas, los salmos sagrados, las palabras del profeta. Dos formas de

29
AZNAR SOLER, Manuel: “San Juan , de Max Aub: una tragedia abierta de su Teatro Mayor”, AUB, Max:
San Juan (Tragedia). Valencia, Pre-Textos, 1998, pág. 17
30
Ibíd. pp. 216-217

113
oponerse a la ignominia. Dos formas de salvación. Directa, la una; llena de curvas y
nieblas, la otra31. No obstante, las razones políticas ya señaladas impedirían la merecida
difusión y reconocimiento que San Juan requería, como el propio Max Aub se
lamentaba en su diario sin ser capaz de vislumbrar las causas reales:

Me molesta que no me invitaran el otro día en la embajada. ¿Por qué ando lejos de todos los
convites? ¿Por qué soy el “raro”? (sin tener ninguna de las características de este tipo
literario). ¿Por qué nunca se acuerdan de mí en las listas, suscripciones, homenajes a
firmar? En el fondo porque no saben dónde catalogarme. San Juan ha ayudado mucho a las
mentes cuadriculadas para volver a encajarme bajo el marbete “Dramaturgo”, ahora Campo
Cerrado va a desconcertarlos de nuevo. Y será peor cuando salgan los versos. Les cuesta
trabajo, a las gentes que no me conocen personalmente, pensar que yo no soy un
aficionado.32

No se puede olvidar que todo el exilio en México se encontraba viciado por la


división en el seno del PSOE que había repercutido en la creación de dos asociaciones
culturales que rivalizaban en importancia: el Círculo Pablo Iglesias y el Círculo Jaime
Vera. El primero, bastante más numeroso, estaba bajo el control de Prieto y se nutrió de
los fondos de la JARE hasta que el 27 de noviembre de 1942 el Gobierno mexicano
decidió intervenir la entidad. Su actividad se caracterizó por la condena de cualquier
disensión interna que solía terminar en el aislamiento o la soledad de los discrepantes y,
por ende, en la negación de cualquier subsidio que pudiesen necesitar, mientras que el
Círculo Jaime Vera fue una agrupación minoritaria fundada por Ramón Lamoneda y
Ramón González Peña, Secretario General y Presidente de la Comisión Ejecutiva del
PSOE respectivamente y afines a Negrín, que desde su llegada a México en el verano de
1940 toparon con la oposición frontal de Prieto, que se negó a reconocer la legitimidad
de sus cargos como ya hizo con el Gobierno de la República 33. En su declaración de
principios fundacionales, sostenían que:

La necesidad que sienten los españoles, forzados al exilio y acogidos cordialmente en


México, de tener un centro que les sirva de lugar de información y confraternidad espiritual
determina la constitución del círculo Cultural “Jaime Vera”.
Jaime Vera, figura preclara del Socialismo español, merece que en el perenne recuerdo de
su obra, se agrupen con fines culturales cuantos españoles se sientan espoleados por el afán
de aprender en una vida fecunda y ejemplar y de seguir las normas señaladas por su
conducta austera.

31
Ibíd. pág. 219
32
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pp. 107-108
33
GIBAJA VELÁZQUEZ, José Carlos: Indalecio Prieto y el socialismo español. Madrid, Pablo Iglesias,
1995, pp. 207-275

114
Igualmente aquellos mexicanos que deseen prestar su concurso a esta obra de cultura,
siempre absolutamente apartada de la política del país, obra de cultura, pueden coadyuvar
en la seguridad de encontrar el más amplio deseo de compenetración entre los españoles
venidos a esta hidalga tierra en momentos de honda tragedia que hace más meritoria la
generosidad del pueblo mexicano.
Para el logro del fin enunciado, esta Sociedad no tendrá otra misión que la de imbuir a sus
asociados las virtudes cívicas y los ideales de generosos del hombre que en vida se llamó
Jaime Vera.34

En la práctica, empero, el reglamento de la asociación prefiguraba más bien la


organización interna de un partido. De este modo, Lamoneda pudo continuar exigiendo
para sí la legitimidad que le correspondía como representante oficial de la Comisión
Ejecutiva del PSOE, mientras que sus partidarios se agrupaban entorno el Círculo Jaime
Vera que, estatutariamente, era independiente del PSOE. Asimismo, se fijaban un
reglamento garantista para impedir caer en la espiral de expulsiones que había
caracterizado al Círculo Pablo Iglesias, si bien esta entidad no contó con un nutrido
grupo de miembros. A grandes rasgos, se le ha atribuido una filiación de cien personas
sin referir fuente documental concreta, pero, como en su segundo artículo se establecía
que el Círculo Cultural Jaime Vera tendrá duración ilimitada y no podrá disolverse
mientras haya DIEZ socios que quieran permanecer en él 35 es evidente que el número
de adscritos era reducido.
Max Aub, por su parte, no daba demasiada importancia a esas divisiones. El 30
de septiembre de 1943 anotaba en su diario: Anoche vinieron los Segarra y estuvimos
hablando de política. De los comunistas, del frente único, etcétera. Creo que ellos
mismos están convencidos de que la unidad es imposible entre tanto caudillo como
forma la emigración. Además, si efectivamente hubiese que hacer algo serio en España,
todos acudirían a una. Nuestras diferencias son meramente personales 36. En realidad,
se puede decir que se mantuvo al margen de la primera línea del conflicto. El 5 de
octubre de 1943 leyó un pequeño discurso sobre el compromiso político en la literatura
que fue publicado meses después en El Socialista de México37, la cabecera del Círculo
Jaime Vera que dirigía Fernando Vázquez Ocaña. Su principal preocupación, además de
la angustia por mantenerse separado de su familia, fue su actividad literaria: publicó por
fin Campo Cerrado, la antología de relatos breves sobre la Guerra Civil y el campo de

34
FPI: ARLF 169-18
35
FPI: ARLF 169-18
36
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998. pp. 103-14
37
AUB, Max: Hablo como hombre. Castellón, Fundación Max Aub, 2002, pp. 45-50

115
Djelfa No son Cuentos y en 1944 la obra de teatro Morir por cerrar los ojos, cuyo título
se refería al comportamiento tomado por Francia e Inglaterra en el Comité de No
Intervención.
En esta obra, menos trágica y más épica que San Juan, Max retrataba el
conformismo del pueblo francés, capaz de la connivencia con los nazis con tal de
conservar el confort de sus vidas. Ese egoísmo evita cualquier posibilidad de unión
entre los oprimidos y les transforma en esclavos de sus dueños que no dudan en servirse
de ellos mediante pequeños chantajes que no saben resistir. El escenario es un campo de
concentración y sus protagonistas son refugiados y prisioneros políticos de distintas
nacionalidades cuyos comportamientos varían desde la mezquindad hasta el heroísmo
idealista. Igualmente, al año siguiente ve la luz El rapto de Europa o siempre se puede
hacer algo inspirada en sus experiencias en Marsella. De nuevo, los exiliados españoles
toman el protagonismo y sus peripecias para lograr un visado vuelven a ofrecer al
espectador todo un abanico de decisiones morales que retratan su condición humana.
Otra vez, Max se empeña en escribir sobre los estragos que causó la precipitada y
peligrosa huida que muchos sufrieron, aunque en sus páginas no hay acusaciones
directas a Prieto por haber generado un dañino clima de discordia con el único propósito
de perjudicar a su adversario político. Es más, en Cara y Cruz, obra de teatro escrita en
1944 funde en un diputado socialista ideal el obrerismo de Largo Caballero y el
posibilismo de los centristas para reprochar a Azaña que no ejecutase a Sanjurjo,
muestra de debilidad que condenó a la democracia. En esta breve pieza, en vez de
ahondar en las divisiones, intentó sumar todo lo positivo que las distintas facciones
habían representado durante la Segunda República.
Por todo esto, es evidente que Max no deseaba hacer reproches personales a
nadie y que su compromiso literario estaba dirigido a analizar las razones del fracaso y
dignificar la virtud que había regido el comportamiento de los republicanos en
situaciones extremadamente desesperadas. No tenía interés en calibrar la magnitud de
las brechas abiertas por el rencor de Prieto y, por tanto, es posible que el congreso del
PSOE celebrado en Toulouse el 17 de febrero de 1944 le sorprendiese amargamente. En
aquella reunión, Prieto selló su alianza con los caballeristas y los besteiristas en contra
de Negrín, a quien no reconocieron su jefatura de gobierno y cuyos partidarios fueron

116
relegados de cualquier cargo de responsabilidad que todavía ostentasen
honoríficamente.
Por el contrario, Negrín había pasado toda la Segunda Guerra Mundial en
Inglaterra con el objetivo de lograr un reconocimiento internacional para su gobierno en
el exilio, meta que a finales de 1944 se había cumplido parcialmente al ser receptor de
las simpatías de De Gaulle. Como es obvio, la actitud de fiera oposición de Prieto y su
instrumentalización del partido para desprestigiarlo sólo consiguieron debilitar a la
causa de la República. Por otra parte, en esas fechas Negrín no contaba con el apoyo del
PCE, partidario de proseguir con la lucha armada mediante las guerrillas, una alternativa
que producía el rechazo de una comunidad internacional agotada por el esfuerzo bélico
sostenido por más de seis años.
Por esta razón, Negrín inició una campaña de viajes para suscitar el mayor
consenso posible entre el exilio y, de este modo, mantener viva la ficción necesaria de la
vigencia del Gobierno republicano y su legalidad, única vía eficaz de sostener una
interlocución con las potencias aliadas que evitase una permisividad acomodaticia con
el régimen de Franco. El 16 de mayo de 1945, llegó a Estados Unidos para asistir a la
constitución de la Organización de Naciones Unidas y, en parte, obtuvo resultados
positivos y esperanzadores cuando se condenó la dictadura franquista. No obstante,
Negrín tuvo que soportar a la delegación capitaneada por Prieto que desbarató la
posibilidad de acciones concertadas al intentar suscitar el apoyo de Inglaterra y Estados
Unidos mediante sugerencias sobre su propio plan de transición a la democracia: la
celebración de un plebiscito para que los españoles decidieran libremente la nueva
forma de gobierno.
En esta tesitura, Negrín viajó a México para unir las fuerzas del exilio y
solventar sus viejas discrepancias con la Diputación permanente de las Cortes. Para su
suerte, Prieto, por enfermedad, tuvo que permanecer en los Estados Unidos y no pudo
intervenir directamente en estas cuestiones. Asimismo, la actitud conciliadora de Prieto
hacia los monárquicos como vía para desalojar del poder a Franco despertó los recelos
del Presidente de las Cortes, Martínez Barrios, quien consideraba que ese pacto, además
de inoperante, significaba la claudicación de la República y la destrucción de su
legitimidad constitucional.

117
Por lo tanto, en esta ocasión el Jefe del Gobierno y las Cortes mantenían
posturas más coincidentes que en el pasado y todo hacía presagiar un mejor
entendimiento. En consecuencia, el recibimiento a Negrín fue caluroso y pudo realizar
mítines y conferencias multitudinarias para explicar su postura y su acción de gobierno
anterior. La tarde del 17 de agosto de 1945 se reunieron las Cortes de la República con
la asistencia de 96 diputados y la adhesión telegráfica de otros 34 y, como era precepto
legal, se invistió a su Presidente como Presidente de la República por renuncia de
Manuel Azaña. Acto seguido, Negrín presentó su dimisión al nuevo Jefe del Estado con
la esperanza de que le mandaría formar un nuevo gobierno, pero la presión de Prieto y
Araquistain hizo que Martínez Barrio optara por confiar en José Giral para la
presidencia a cambio de otorgar la cartera de Estado a Negrín para que pudiese
capitalizar los buenos contactos internacionales que había establecido en los últimos
años. Esta decisión salomónica, empero, disgustó a Negrín, quien ya estaba hastiado de
las componendas políticas. Si el Presidente de la República no confiaba en él, él
simplemente abandonaría la vida pública. Esto fue lo que ocurrió y, de este modo, se
constituyó un Gobierno de la República débil, de poca relevancia y condenado a la
insignificancia porque Prieto trabajó desde dentro para desbaratarlo en beneficio de su
plan plebiscitario que debía despertar el entusiasmo del pretendiente monárquico y de
sus fieles generales que servían a Franco 38.
Como es evidente, un gabinete capitaneado por Negrín no hubiese restablecido
la democracia en España, pero las propuestas de Prieto, por mucho que quisiera
revestirlas de pragmatismo, tampoco eran mucho más realizables. En primer lugar, no
había ningún indicio que hiciese pensar que las bases del poder de Franco no fuesen
sólidas y que existiese la posibilidad de que los oficiales monárquicos, con el apoyo de
Inglaterra, lo derrocasen para reestablecer la monarquía. Además, si esto sucedía, no
había ninguna razón para que consintieran un plebiscito fundacional de un nuevo
régimen político que podía devenir en una República. La única posibilidad era confiar
en que en el nuevo rey tolerase un sistema de representación política suficientemente
abierto y plural como para permitir la incorporación de un PSOE purgado al juego
electoral.

38
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 506-590

118
Si Prieto consideraba su proyecto realizable, sólo podía ser por una razón: creía
firmemente en los cantos de sirena de José María Gil Robles, quien esperaba emplear el
famoso plebiscito para apuntalar al pretendiente monárquico en detrimento de los
franquistas fieles al general. Por lo tanto, esta alianza no era más que un ardid para
conseguir la colaboración de los exiliados republicanos en las luchas internas del
llamado bando “nacional”. El pragmatismo y el oportunismo que caracterizaban a Prieto
le impedían ver que su proyecto significaba traicionar la memoria de centenares de
miles de republicanos y ponerse a la merced de los deseos de don Juan de Borbón.
Prieto quería que los republicanos se deslegitimaran ellos mismos ante sus antiguos
enemigos, renegaran de su causa y voluntariamente se desarmaran de los argumentos
morales y las razones legales que los habían acompañado siempre en las duras
penalidades de la derrota y el exilio. Pero, cuando el juego de Prieto quedó al
descubierto al entregarse a un don Juan que no dudó en usarlo para pactar con Franco,
se ganó el escarnio y el desprestigio de todos, incluso de quienes le ayudaron en su
persecución de los negrinistas39, aunque gran parte del daño inflingido a la causa
republicana era ya irreparable.
En este sentido, debe remarcarse que las alternativas políticas que se ofrecieron a
los exiliados fueron ante todo decisiones morales, porque sus resultados efectivos no
eran más que quimeras. Se podía justificar el apoyo a Prieto de mil maneras distintas,
pero, independientemente de los principios a los que se quisiera apelar, esto significaba
marginar a antiguos compañeros a cambio de una protección y seguridad que el círculo
de negrinistas no podía ofrecer. Estas fueron las circunstancias que marcaron el exilio y
a Max Aub, quien participó de forma secundaria en este conflicto. El 3 de abril de 1944,
escribió a Julio Álvarez del Vayo, para comunicarle que aprovechando su estancia en
México me es grato recordarle que se halla en Nueva York una copia de la película
Sierra de Teruel. […] Representa dicha obra, en cierto aspecto, la justificación de la
epopeya del pueblo español en pro de un ideal que defienden las Naciones Unidas. La
exhibición de la misma no acarrearía más que beneficios- económicos y de propaganda
a la causa que todos defendemos, sin herir la susceptibilidades de gobiernos enemigos,
aunque oficialmente neutrales, ya que el film no ataca a estos en ningún momento. […]
Resta señalar para los efectos consiguientes que A.M. es deudor de una cantidad
39
GIBAJA VELÁZQUEZ, José Carlos: Indalecio Prieto y el socialismo español. Madrid, Pablo Iglesias,
1995, pp. 368-450

119
bastante elevada de francos a diversas empresas francesas, dinero que se gastó en el
acabamiento del film40.
Probablemente, al año siguiente Max se entrevistó personalmente con Negrín y
Vayo cuando visitaron México, ya que el último mitin de Negrín se celebró el 25 de
noviembre en el Teatro del Sindicato de Cinematografistas 41. Como es lógico, hablarían
de política y del futuro, porque en una carta posterior de Max a Álvarez del Vayo que
no se ha conservado, tuvo que pedirle consejo sobre su situación laboral. La respuesta
de del Vayo, fechada en Nueva York en 31 de diciembre de 1945, fue la siguiente: me
parece lo más aconsejable que si le vuelve a salir otra oferta de películas la acepte,
siempre que no lo ate demasiado tiempo pues tanto N. como yo creemos que el sitio de
usted es París. Pero, eso le daría trabajo digamos hasta la primavera y entretanto de
una manera u otra, sur place, nosotros le prepararíamos todo. ¿No cree usted que es lo
mejor?. Muchas gracias por su cooperación en el asunto de Marcial F. Reunion in
Spain. Un abrazo y recuerdos de Luisa 42.
Esto significa que, tras el traslado del Gobierno de Giral a París, Negrín y del
Vayo estaban pensando en reorganizar en Francia su grupo de partidarios y contaban, en
un principio, con Max Aub. Éste dejo constancia de las dudas que le surgían ante el
nuevo escenario en esta anotación de su diario de 14 de noviembre de 1945: Me lo juego
de nuevo a cara o cruz. (Todo, no). Tres años de México y un futuro con altibajitos de
comidilla de tertulias o revistas y éxitos posibles de cine contra lo desconocido. ¿Qué
parte juega la política en esto? ¿Qué pesa España y un posible mundo mejor en mi
decisión?43. Si finalmente no viajó de nuevo al viejo continente, es posible que esto se
debiese a la debilidad económica de los suyos, que no podían garantizarle una
ocupación estable. Además, si bien se encontraría más cerca de España, donde estaba su
familia, su mayor implicación en política podía dificultar la concesión de los permisos
necesarios que debían obtener de las autoridades franquistas para salir del país. Los
grupos de opositores residentes en Francia estaban sometidos a mayor control y
vigilancia y su participación directa en estos asuntos significaría forzar la huída
clandestina de su mujer y sus hijas. Es fácil suponer que si a Max Aub se le denegó la

40
AFMA: Correspondencia, C 1/18
41
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pág. 568
42
AFMA: Correspondencia, C 1/18
43
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Nuevos diarios inéditos (1939-1972). Sevilla,
Renacimiento, 2003, pág. 75

120
entrada en España hasta 1969, en el caso de haber optado por un papel destacado en la
lucha política antifranquista, su familia podía haber sufrido mayores represalias.
En este clima de pesimismo, Max escribe y publica Campo de Sangre, la
primera novela del Laberinto Mágico propiamente ambientada en la Guerra Civil.
Como ya hemos señalado, transcurre entre diciembre de 1937 y abril de 1938 en
Barcelona y Teruel y su realismo, crudeza y honestidad hacen de ella un testimonio de
fuerza incontestable sobre aquellos difíciles meses. Precisamente, uno de los puntos de
tensión dramática es la relación entre socialistas y el PCE simbolizada en el grupo de
amigos formado por Juan Fajardo, Julián Templado, Paulino Cuartero, Manuel
Rivadavia y Jesús Herrera.
En una conversación sostenida entre el juez instructor Rivadavia y el capitán
comunista Jesús Herrera se resume la problemática moral que entraña el
consecuencialismo propio de la doctrina comunista. Como ha destacado Jonathan
Glover, el materialismo histórico garantiza un conocimiento científico de la evolución
social que permite objetivar y determinar sin duda el resultado de nuestras acciones
colectivas. Esto permite predecir los resultados de nuestros actos y de tal forma
establecer ecuaciones certeras sobre la bondad y maldad de nuestras decisiones y sus
efectos. Según el determinismo marxista, se puede obrar mal en algunas ocasiones
porque la suma de estos pecados redundará en un bien colectivo futuro superior.
Mediante este mecanismo, opera la justificación de los medios por el fin que permite a
personas en teoría íntegras tener comportamientos censurables que obvian en virtud de
sus futuras consecuencias positivas44. El problema, empero, reside en que la pretendida
cientificidad del marxismo no es más que una falacia derivada de la aplicación de los
postulados reduccionistas del realismo científico a una disciplina empírica que carece de
la posibilidad de refutar sus hipótesis a través de la falsación45, aunque esto,
lógicamente, no impide que sus seguidores sientan la férrea seguridad de conocer
exactamente el rumbo que tomará la historia. En palabras de Max Aub:

Con su buena fe acostumbrada, Herrera hace proselitismo. El juez lo ataja:


-Es posible que tengáis razón, que todos los acontecimientos: las artes, los sucesos
políticos, sean determinados por los vaivenes sociales y económicos. Es posible, pero no

44
GLOVER, Jonathan: Humanidad e inhumanidad. Una historia moral del siglo XX. Madrid, Cátedra,
1991
45
GORDON, Scott: Historia y filosofía de las ciencias sociales. Barcelona, Ariel, 1995

121
me importa. Esta guerra es ideológica. La gente se bate por ideas; lo que tiene importancia
son esas ideas y no me ocupo de sus fundamentos, de la misma manera que me tiene sin
cuidado el pedigree de nadie. Si el mundo obedeciera solamente a motores económicos,
¿cómo explicas la destrucción por el pueblo de los símbolos de la opresión? Se contentaría
con las especies. […]
-¿Y la justicia -pregunta Herrera- también es cosa de dilettantis para ti, juez?
-¡Qué remedio! ¡Fiat justitia, pereat mundos[sic]! -contesta Rivadavia-. No, señor
comunista. La justicia reinando sobre el desierto, ya no sería justicia. Prefiero un poco de
injusticia vivida, señor cristiano, vivida.
-¿Y la impartes tan tranquilo?
-Sí. Por ahí dicen que el hombre es hijo de sus obras. Confunden el hombre con su
cultura. Yo, no.
-Eres un anarquista.
-No. Te equivocas. Creen en la bondad y se dejan sobornar. No. No tienen dónde cogerse.
¿Sabes lo que soy? Algo muy difícil de comprender para ti: una antigualla, Herrera, un
liberal. Un viejo liberal, ateo y demócrata. Ah, y creyente en los derechos del hombre.
-¿Masón?
-Eso no se dice. Y con cierta simpatía hacia los comunistas, por decentes y trabajadores.
Pero nada más. […] Sin embargo, no hay más problema que el de la verdad. Lo olvida el
mundo. Les tiene completamente sin cuidado. Oscurecido por la conveniencia, el interés.
¿Que siempre ha sido así? Quizá en lo general, no en lo particular, no en las ideas, no en las
universidades, no en los confesionarios, no en el pensamiento de los hombres. Las teorías
políticas del día demuestran que su único interés está en olvidar que nuestra vida no lo
tiene. La muerte no es un fin. La nada no es posible. Y glorifican los medios diciendo que
no importa cuáles, porque exigiendo un fin, ¿qué más dan los medios? Y para mediar,
delatar, sin remedio. La gente ha creído tener el paraíso en la mano, y jugó unos meses a ser
dioses y así acrecentaron su crueldad. ¿Qué les puede importar si saben por qué y para qué
viven, y entran en la República final con una aureola de personajes que están en el secreto?
Me dirás que delatan por cobrar: verdad, pero escasa. Delatan por porfiar, por hundirse, por
vengarse de sí mismos, por desesperación, por desprecio, como si se fustigaran.
-Haces de un grano una montaña. Todo lo dices por López Mardones. Y al fin y al cabo
este sentimiento que denuncias sería bastante parecido al que lleva al ermitaño al cilicio.
¡Qué cándido eres! ¡Qué optimista! Crees en la bondad humana, Bakunin. Denuncian por
ganarse la vida. Porque les parece un oficio como otro cualquiera.
-Pero los empleáis.
-¿Por qué no? Es la única manera de ganar la guerra.46

Otro de los conflictos centrales de Campo de Sangre es el SIM y la lucha contra


los quintacolumnistas. ¿Hasta que punto es legítima la justicia expeditiva en tiempos de
guerra? El dilema moral es de difícil solución y durante la Guerra Civil no fue posible
darle una respuesta satisfactoria por culpa de los impedimentos materiales, aunque no se
puede negar la voluntad de la República en sostener a cualquier precio un precario
Estado de Derecho en aquel duro trance. De hecho, la valiente honestidad de Max Aub
es demoledora: inicia, como hemos comentado anteriormente, la novela con tres
ejecuciones sumarias. Uno de los reos es un falangista que muere orgulloso, otro es un
anarquista que pensaba atentar, desobedeciendo las consignas de la CNT, contra el
gobierno a raíz de los hechos de mayo del 37 y el último es un pobre hombre que, sin
46
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pp. 93-95

122
saber muy bien cómo, ha terminado autoinculpándose al caer en una red de traiciones y
delaciones urdidas por el SIM en connivencia con una prostituta. Este es el caso que
comentan amargamente Rivadavia y Templado, quien también caerá en una trampa
similar planeada por López Mardones, un viejo enemigo que milita en el PCE y trabaja
por libre para el SIM. Max Aub lo describe del siguiente modo:

Inesperado, asomó la jeta López Mardones. Como siempre, se le revolvió la sangre a


Templado.
-Hola. ¿Qué haces?
-¡Psé! -contestó el recién llegado-. En el periódico; en el ministerio. ¿Y tú?
-Ya sé que ahora eres un personaje importante -le dijo el médico con afán de molestar.
De siempre, y conocía a López Mardones hacía años, le había herido su doblez evidente,
su melosidad, su condición rastrera. Un suceso nimio acabó de forjar el desprecio que
Julián sentía por el arribista. En un café de Madrid, a poco de la República, en una tertulia
que más tenía de cherinola que de otra cosa, López Mardones se había jactado de su
amistad íntima con el secretario del Ministro de Hacienda: -Hemos estudiado juntos el
bachillerato. Todo lo que yo quiera...
Necesitaba Templado una recomendación para este personajillo y, horas después, propuso
a López Mardones que le acompañara y presentara a su amigo. Sucedía esto en el Café
Regina y no tenían sino bajar cien metros. Aculado el fisgón, empezó a disculparse con
jeribeques y excusas traídas por los pelos: Templado, con una dureza inesperada, lo
descornó ante amigos y conocidos.
-Bueno, bueno -le dijeron éstos- no hay para tanto.
-Es que me sacan de quicio esos patarateros* adornados con plumas de ganso y en trance
de pavo real.
Sucedíale a veces a Templado dejarse ir por el tobogán de la ira.
El follón no dijo esta boca es mía. A los pocos días tropezáronse por la calle y el
zarracatero le saludó como si nada. Siempre a la husma, ahora asomaba el morro, bien
afeitado a repelo y Julián, como siempre, buscaba definir a su interlocutor a fuerza de
callados adjetivos.
(Picaño, pequeño, cacoquimio. Fofo, astuto, bocón. Malsín, patrañero, soplón, fanfarrón,
entrometido, espía. Siempre al apaño y amigo del dolo. Traslúcido, con el pelo brillante de
mil brillantinas y la cara de polvos y masajes, amo de los limpiabotas. Oloroso de
peluquería. A lo que él cree: elegante, de lo más elegante, la raya del pantalón pespunteada
para que no haya equívocos. Bajo, bellaco, denunciador por gusto de fastidiar al prójimo,
afán de enterado y pura nequicia. El cuello alto, trabilla, las solapas anchas. Farolero,
estafadorcillo: de su sastre, de su lavandera, del cobrador del tranvía. Tramposo hasta con
su propia corte. Punto del frontón y de los bares. Con los primeros aletazos del cine español
halló su mundo. Estuvo en Joinville y de aquello iba viviendo, y de la creación de unas
extrañas compañías de seguros. Escritor y periodista, a lo que decía. Suspendió pagos en
Madrid, suspendió pagos en Barcelona. Al empezar de la guerra acababa de fundar su
tercera sociedad. Siempre al husmeo del chisme por afán de rebajar a los demás a su talla;
ruin placer de envolver en su podre al que fuera; delator desde el vientre de su señora
madre: que no estaba casada y el bulto le costó la plaza y la vida. López Mardones era
comunista; proporcionábale gusto el obedecer con lealtad hacia su partido. Como su natural
le llevaba a mil trampas, de las que no se podía justificar, el churrián solía esconderse algún
tiempo pretextando enfermedades y reaparecía cuando suponía que la reprimenda del
partido no pasaría de lo oral. Su especialidad: orillear.)
A casi todos sabían a rejalgar sus melindres y engañifas, pero él se hacía el desentendido.
Para López Mardones aquella manera de producirse era lo natural: el mundo es una vasta
“combina” y la cuestión andar de negociejo en negociejo hasta el día del triunfo del partido,
en cuyo caso, por haberlo servido con desinterés, seria magníficamente recompensado.

123
López Mardones era ambicioso. No le herían los medios, ni el desprecio. “Tú llegarás, se
decía. ¿Qué te conviene?”.47

López Mardones, al descubrir una red de espionaje que operaba en Barcelona,


implicará a Julián Templado por la amistad que mantiene con algunos de los acusados
y, a pesar de que su amigo Rivadavia lo protegerá momentáneamente, la torpeza de
Templado y su sentimentalismo terminarán por hacer que sea buscado por el SIM y
salve la vida gracias a un repentino destino a París obtenido por mediación de sus
amigos. En este punto, debe señalarse la extraordinaria verosimilitud con que el modo
de trabajar del SIM es retratado, especialmente en sus ambiguas relaciones con los
delatores a sueldo del PCE, problemática apuntada por Helen Graham48. Es posible que
el conocimiento de los pormenores del SIM, Max Aub los obtuviese de su amigo
Gustavo Durán, quien aparece transfigurado en Víctor Terrazas en Campo del Moro y
La calle de Valverde. Si bien es difícil fechar el inicio de su amistad, Max conocería a
Durán de la década de los veinte, cuando era un pianista vanguardista homosexual con
fama de mantenido y durante la guerra, por mediación de Juan Chabás, trazarían una
sincera amistad.
Fuera como fuese, Gustavo Durán, justo antes del estallido del conflicto,
formaba parte de “La Motorizada”, la guardia pretoriana de Prieto que lo escoltaba en
los actos públicos para protegerlo de posibles agresiones y, al iniciarse las hostilidades,
se incorporó al Quinto Regimiento como oficial del Estado Mayor bajo las órdenes del
general ruso Kléber. No se sabe muy bien por qué, a pesar de su cercanía con los
soviéticos, Prieto lo nombró subdirector del recién creado SIM, organismo que él
mismo quería para controlar al NKVD. Al poco, surgió un conflicto entre Durán y su
superior, porque incumpliendo la normativa, Durán había nombrado provisionalmente a
más de cien agentes. Prieto lo destituyó y éste se quejó al coronel Orlov, el jefe del
NKVD, que intentó terciar por él con pésimos resultados. A día de hoy, no está claro si
Durán fue realmente miembro del PCE o solamente un compañero de viaje, porque al
terminar la guerra, emigró a Estados Unidos, donde se casó y pasó a trabajar como
funcionario de la UNESCO. Allí fue interrogado por el Comité de Actividades
Norteamericanas y en su declaración confesó haber sentido una profunda admiración

47
Ibíd. 42-43
48
GRAHAM, Helen: La República española en guerra (1936-1939). Barcelona, Debate, 2006, pp- 41-40

124
por la capacidad de sacrificio de los comunistas que estuvieron a sus órdenes, pero que
cuando descubrió que su lealtad estaba antes con la URSS que con el gobierno legítimo
se distanció de ellos49. Según Stephen Koch, Durán fue un despiadado asesino
stalinista50; pero el hecho cierto es que, como veremos en un capítulo posterior, cuando
Max Aub casi perdió el contacto con todos sus amigos comunistas a raíz de la polémica
suscitada por un relato suyo, su amistad con Durán sobrevivió y se encontró con él en
sus viajes por Europa.
Por lo tanto, es factible que Max Aub utilizase a Durán como una de sus
principales fuentes de información para ilustrar la rutina y métodos del SIM, así como
su dependencia de los informantes y su ambigua autonomía respecto del Gobierno y del
PCE, elementos que favorecieron el arresto de adversarios políticos o las venganzas
personales. La repugnancia de Max hacia ese oscuro mundo de delaciones y traiciones
es ostensible e intenta que sus amigos comunistas entiendan los peligros que implica
proceder de ese modo. En una conversación que sostienen Julián Templado y Juan
Fajardo se insiste en este tema:

Fajardo y Julián Templado -a las cuatro y media- se quedan casi solos.


-Si te llamaran la atención y te prohibiesen hablar conmigo, ¿qué harías? -pregunta Julián.
-Dejar de hablarte -contesta el militar.
-¿Aun sabiendo que soy inocente?
-Si lo eres, se probará.
-Pero mientras se probara tú me huirías.
-Sí.
-¿Y la amistad, la fraternidad, tu sentido de la hombría?
-Todo esto no es nada ante el Partido.
-Tú sabes perfectamente que acháqueseme lo que se me achacara nada hubiera hecho que
pudiese impedir el que me siguieras dando la mano.
-Sí, pero no importa. No importa que seas una persona decente. Importa lo que puedas
servir sin saberlo, para lo que puedas servir.
-Los chivatos, los sinvergüenzas también sirven, y los saludas.
-Así es. Y lo que importa en la guerra es servir nuestra causa y no la de los demás, por muy
decentes que sean sus servidores. Lo demás: niñerías y literatura. Hay que ganar la guerra,
Julián. La guerra y no sólo nuestra guerra. Y todos los medios son buenos: lo malo es que
no hayan más. Lo personal, la ética, el arte, todo eso ya vendrá después. En medio de una
batalla no puede uno pensar si un árbol que te va a servir de escudo es neguijoso o no. O es
que tú, moribundo de sed, ¿te resistirías a beber un agua que no fuese tuya?
-A pesar de todo. No estaré nunca con vosotros por eso mismo. Una vida sin ética, sin arte,
no vale la pena vivirla. Manden los que manden. Yo me bato por limpieza de sangre en el
verdadero sentido de la palabra: porque es ella la que me empuja; me bato por las Lanzas,

49
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 195-197
50
KOCH, Stephen: La ruptura. Hemingway, Dos Passos y el asesinato de José Robles. Barcelona, Galaxia
Gutenberg, 2005, pp. 204-205

125
por la familia de Carlos IV. Me bato por la decencia, porque no me da la gana de que
manden los que lo tienen todo.
-Todo eso lo conseguirás si vencemos de verdad. Todas las otras victorias serían paños
calientes.
-¿Estás seguro que tu victoria total no sea también un paño caliente? Desde hace tiempo,
veo que os apartáis de mí: porque defiendo a Luis, que es del POUM. Mira que no defiendo
al POUM, amasijo oscuro y traidor, pero sí a Luis, a quien conozco como la palma de mi
mano. Y no la daré a torcer. Para mí los problemas políticos al fin y a la postre son
problemas morales. Dejando de serlo, no me interesan.
-Por eso tiene mil veces razón el Partido al desconfiar de los intelectuales. Sois capaces, por
la defensa de una idea que os parece justa, y no digo que no lo sea, de echar a rodar la
“mesa y la silla”. Sin fijaros en las consecuencias ni ver más allá que vuestra obcecación,
sin importaros los resultados. No hijo, no. Mira más lejos.
-No nos entenderemos nunca, ex-intelectual. Lo malo es que entre nosotros sois la única
cosa seria. Pero no nos podemos fiar: ignoráis vuestro fin, a lo que obedecéis. No creéis en
vuestros sentimientos sino en vuestras consignas, o, mejor dicho, vuestras consignas son
vuestros sentimientos: fuerza de la disciplina y de la fe.
-¿Qué mundo existiría si cada uno se guiara únicamente por su sentir personal? ¿No te bas-
tan los ensayos que casi nos han costado la guerra? Ahora resulta que ningún cuerpo tiene
los planos de las fortificaciones de la línea del Cinca. Las mandó construir la Generalidad
de Cataluña sin decírselo a nadie. Ya veremos lo que nos cuesta.51

Si la referencia negativa al POUM en su generalidad hace pensar a alguien que


Max estaba justificando el asesinato de Andreu Nin, debe tener en cuenta que la
conversación transcurre en diciembre de 1937, cuando eran muy pocos quienes sabían
cuál había sido el auténtico final del líder trotskista y que, por su parte, el POUM había
facilitado la represión al PCE al decidir apoyar a los anarquistas en su pulso contra el
gobierno. En realidad, Max critica el proceder de los comunistas en esta espinosa
cuestión en 1945, justo al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Stalin gozaba,
probablemente, de la mayor popularidad y respeto internacional que hubiese conocido.
Es más, en novelas posteriores como Campo del Moro haría nuevamente referencia a la
cuestión con más dureza. Además, sólo debe compararse el comportamiento de Max,
que ni en los peores momentos de la guerra escribió jamás una línea de propaganda que
fuese vergonzante, con el del republicano moderado y católico José Bergamín, quien
escribió un prologo para el infame libro Espionaje en España que culpaba con pruebas
falsas al POUM de servir a Franco 52.
Por lo tanto, la valentía de Max Aub estaba fuera de toda duda, porque con
honestidad había expuesto certeramente todas las vicisitudes y dilemas que se vivieron
en los duros meses que transcurrieron desde la batalla de Teruel hasta la ruptura del

51
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pp. 347-348
52
RIEGER, Max: Espionaje en España. Barcelona, Unidad, 1938

126
frente republicano por el avance de los franquistas. Su libro era un alegato en favor de
aquellos hombres, republicanos, socialistas, comunistas y anarcosindicalistas que
lucharon hombro con hombro contra el fascismo y, a veces, entre ellos por sus
discrepancias. Ni Negrín ni Prieto tenían un papel destacado y su tratamiento era
positivo y correcto en todo momento, pero cualquier lector atento comprendía mejor las
decisiones del Gobierno y sus motivaciones tras leer Campo de Sangre. Si Prieto había
dedicado los últimos años a publicar panfletos cargados con una buenas dosis de
distorsiones y soflamas próximas al insulto, Max Aub escribió en pocos años una
extensa obra literaria sobre los hechos que habían marcado el exilio, mientras se ganaba
su sueldo gracias a su trabajo como guionista sin necesidad de recurrir a las pensiones
de la JARE que Prieto empleaba con fines clientelares.
Probablemente, el malestar que los libros de Max produjeron en Indalecio Prieto
sería considerable y una de las razones para purgarlo del PSOE cuando decidió expulsar
a los negrinistas. En este sentido, es posible que el final de Campo de Sangre despertase
la ira de Prieto. Como ya hemos comentado, la novela termina con las manifestaciones
que protagonizó el PCE en marzo del 38 para presionar al gobierno y forzar la renuncia
de Prieto. Max Aub, tras un intenso bombardeo de los fascistas, las describe del
siguiente modo:

-Dicen que el gobierno quiere entablar negociaciones.


-Dicen que Prieto se quiere rendir.
-Dicen que no tiene remedio.
-Dicen que se va a firmar un armisticio.
-Dicen que todo está perdido.
-Dicen que Negrín ha huido.
-Dicen que están en Vinaroz.
Sancho pisa tres dedos de polvo y agujillas de cristal. Todos los macizos de la Plaza de
Cataluña tienen color de piedra. Huele a casa vieja, huele a covacha. Los bomberos, las
ambulancias. Los guardias detienen a los válidos:
-A desescombrar.
Toda la manzana de Balmes y Cortes está derrumbada. Un tranvía retuerce en negro sus
costillares. La gente se atreve por las aceras silenciosas. La destrucción sobrepasa lo
imaginado. Los equipos se organizan. Llegan dos camiones con palas y picos.
-Dicen que hay más de cien ahí abajo.
La gente forma hileras y se va pisando piedras o ladrillo deshecho. Acordonando los
edificios, los curiosos van abultando el semicírculo. Un camarero pasa con una bandeja al
aire, una florista con un ramo: se para un momento y sigue. El espectáculo de siempre: las
paredes siguen sosteniendo la muestra de sus interiores.
Mucha gente va subiendo hacia los ministerios. Sancho sigue. No rendirse nunca. ¿Qué
ha pasado en el frente? ¿Por qué han de llegar al mar? ¿Cómo es posible que no se les haya
atajado? Sancho sabe la falta de material; cómo las unidades, después del esfuerzo de
Teruel, fueron retiradas y transportadas a Extremadura para intentar llegar a la frontera
portuguesa. Siempre lo mismo; las pocas brigadas de choque con que cuenta la República.

127
Siempre lo mismo. Ahora se les ha traído para contener el avance italiano por el
Maestrazgo; dicen que demasiado tarde.
-¡No queremos la paz! ¡Mueran los cobardes!
¿De dónde sale la consigna? No sabe. No importa, a lo que siente.
Una vieja que marcha a su lado le enseña las ruinas y dice:
-Pasarán por arriba, pero no por abajo.
Aquella vieja dice la verdad, aunque mañana llegue Franco a Barcelona, aunque mañana
gane la guerra:
-¡Pasarán por arriba, pero no por abajo!
La manifestación es ahora enorme, como si la sangre vertida hubiera hecho crecer de
pronto una floración nueva en los pechos.
-¡No queremos componendas!
Van hacia la Presidencia del Consejo.
-¡No queremos rendición!
-¡No queremos cobardes!
-¡No queremos traidores!
Sancho pierde la noción de quién es. De pronto tiene cien brazos, mil bocas, diez mil
voces. Se siente masa. Hay que luchar.53

En un momento, Max deja entrever la instrumentalización de esta demostración


pública del espíritu de resistencia que propugnaba Negrín y los comunistas: ¡No
queremos la paz! ¡Mueran los cobardes! ¿De dónde sale la consigna? No sabe. No
importa, a lo que siente. Precisamente, esta consigna sería interpretada por Prieto como
una amenaza de muerte y constituiría una de las pruebas fundamentales de sus
acusaciones contra Negrín, de quien insinuaría que llegó pensar en su desaparición
física en complicidad con el PCE 54. En consecuencia, es lógico suponer que cuando
Prieto conociese de la existencia de Campo de Sangre y de esta escena, se enfureciese al
tomarlo como un ataque personal, a pesar de la falta de parcialidad del autor.
No obstante, esta falta de parcialidad y sectarismo no era equidistancia, porque
Max apoyaba al Gobierno Negrín con este libro. Pero con realismo, madurez, amplitud
de miras y tolerancia: valores que él consideraba transversales a todos los republicanos.
Por ejemplo, Juan Chabás, que ingresó en el PCE a raíz de la guerra civil, tuvo una
impresión muy positiva de la obra de Max, aunque no ensalzaba a los comunistas.
Desde Cuba, donde intentaba sobrevivir como profesor ayudante, le enviaba las
siguientes líneas:

He leído paso a paso, al paso de los días y las horas, tus libros ¡Caray! ¡Vaya tío! Bueno, te
has ganado como seis páginas largas del libro sobre la literatura española contemporánea.
Ya las leerás. En todo caso, de ti para mí- o al revés- te digo que se siente el orgullo español

53
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pp. 418-419
54
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pág. 238

128
de que nos haya salido entre barbelados un supermax tan aubeado. Aub, o aube, de la
verdadera novela y el drama verdadero que hay que hacer hoy. Tu teatro y tu novela son
igualmente poesía dramática. De la mejor. No sé si ese será el único camino que se le abre a
nuestra novela- porque creo que hay una especial manera de novelar en español-: pero en
todo caso es uno, es un camino y es el tuyo, y la obra que has hecho va por él fuertemente
haciendo resonar su paso. Paso firme. […] Un abrazo muy fuerte de tu hermano. 55

Por otra parte, esta recapitulación de las experiencias inmediatamente vividas


permitían a Max Aub resituarse en el escenario del exilio, una situación marcada, en
teoría, por su temporalidad. En esta tesitura, empezó a impacientarse realmente con el
transcurso de los asuntos políticos y ante la perspectiva real de pasar el resto de su vida
como un desterrado en México, donde debía echar nuevamente raíces después de que la
Primera Guerra mundial lo arrancase de su Francia natal y la segunda del continente
Europeo. El 10 de abril de 1946, Lamoneda le mandó la siguiente nota Amigo Max Aub:
si no me guardas rencor por lo del año pasado, te agradecería me enviases pronto un
par de cuartillas para el extraordinario del Primero de Mayo. Ya sabes mi dirección 56.
A pesar de que no es posible saber a que incidente se refiere, Max le contestaría con un
artículo que, finalmente, no se publicaría en El Socialista del Círculo Jaime Vera. Años
más tarde lo recogería en Hablo como hombre con el título: Primero de Mayo, a los
jóvenes socialistas españoles de México. Se trataba de un duro exhorto contra la
indiferencia y resignación de los exiliados hacia España, un llamamiento a un
compromiso más sólido con la liberación de su país y la reinstauración de la República,
que, si bien no apelaba a la lucha armada, podía producir confusión:

¡Primero de mayo español de 1946! ¡Tristísimo espectáculo! Patria aherrojada y exilio


descuartizado. El pueblo entre cadenas, sin lengua que le valga, cómitre al ojeo. Buenas
voluntades extranjeras que mueven lástimas y facilitan condolencias expresivas. Y un
aparato más de momias, todo lo legales y auténticas que se quiera, con peligro de museo.
¿Dónde está la juventud de España? ¿Dónde el grito de rebelión? ¿Dónde el deseo de
grandeza para el futuro? Sólo se oye el mugir lastimoso y elegiaco de los que perdieron sus
prebendas. No hablo del pueblo ni de la juventud que crece en España. […] Hablo de
jóvenes, que van diciendo que creen en el socialismo pero no en el pueblo. […]
¡Dejad que los Prietos entierren a los Francos o los Francos a los Prietos! ¡Dejad que los
decretos entierren a los decretos! ¡Creed en el pueblo aunque el pueblo no quiera que creáis
en él! Y acabad de una vez con los socialistas que no quieren ser socialistas. ¡Jóvenes
socialistas, sed socialistas, pero también jóvenes! ¡Que se os oiga! ¡Que se os vea y el
mundo será vuestro!
Aun en México sois parte de España. […] Sois España misma, eco de vosotros mismos,
pared que se levanta para cobijar la patria. Si os dejáis vencer por la pereza, la facilidad, el

55
AFMA: Correspondencia, C 4/18
Esta carta está sin fechar, pero tuvo que ser escrita a finales de 1946 o 1947.
56
AFMA: Correspondencia, C 8/23

129
nuevo mundo. ¿qué será de Valencia, de Bilbao, de Madrid o de Fregenal, Astorga o
Minglanilla? […]
¿Dónde está vuestro trabajo? ¿Dónde? No basta con cumplir, hay que crear, hay que
reconstruir España, aunque sea adobe tras adobe. Nada se pierde si es trabajo. ¿Dónde está
el vuestro? Un gran sueño está a punto de cubriros.57

Probablemente, por su tono beligerante y contundente, Lamoneda prefirió no


publicarlo porque en esas fechas se celebraba en Toulouse el Segundo Congreso del
PSOE en el exilio y se estaba intentando cerrar las heridas abiertas en el exilio
mexicano, aunque estas buenas intenciones no sirvieron de nada. Prieto, con el acuerdo
de Rodolfo Llopis, decretó la expulsión de 36 militantes de forma expeditiva mediante
un comunicado publicado el 23 de abril de 1946 en El Socialista de Toulouse. Como
dicha medida se tomó sin el debido proceso y sin garantías, no se ha conservado la
documentación correspondiente a su baja forzosa en el partido y, por ende, no hay
constancia oficial de los motivos. La cobardía llegó a tal extremo que se publicó un
suelto de la supuesta Comisión Ejecutiva del PSOE en España fechado en diciembre de
1945 solicitando a la Comisión Ejecutiva del PSOE en México el listado de nombres de
aquellos militantes que no reconocían el mandato de la Comisión Ejecutiva de España.
De este tramposo modo, los de México expulsaron a sus correligionarios afincados en el
mismo país en virtud de una petición formulada en España, que los de España acataron
porque se había tomado en México 58.
Por otra parte, si bien la purga no afectó exclusivamente a negrinistas, el grueso
de los desterrados lo formaba el núcleo central de esta facción: el mismo Negrín, Julio
Álvarez del Vayo, Ramón Lamoneda, Ramón González Peña y José Rodríguez Vega.
La intransigencia y el rencor de Prieto, además, se adornaron de extremo cinismo
cuando se incluyó a Gabriel Morón, miembro destacado de la corriente centrista que
Prieto había encabezado años atrás. Fuese a petición suya, de los caballeristas o de los
besteiristas, era infamante acusar a Morón de connivencia con el PCE, porque Morón
había sido la mano derecha de Zugazagoitía en el Ministerio de la Gobernación. Fue
Gabriel Morón quien sustituyó a Antonio Ortega al frente de la Dirección General de
Seguridad y quien realizó la investigación que permitió conocer la verdad sobre el
trágico final de Andreu Nin. Abiertamente contrario a la influencia de la URSS, quiso
procesar a todos los implicados en el asesinato sin reparar en las consecuencias que esto

57
AUB, Max: Hablo como hombre. Castellón, Fundación Max Aub, 2002, pp. 53-54
58
El Socialista, 23 de abril de 1946

130
pudiese tener para el transcurso de la guerra59. Mientras Prieto había callado en este
espinoso asunto, Gabriel Morón había actuado con valentía, decisión e independencia.
Por eso mismo, ahora debía ser purgado bajo el pretexto de colaborar con los
comunistas en detrimento del PSOE.
En este mismo sentido, la inclusión de Max Aub fue especialmente sangrante.
Amigo de Luis Araquistain, había servido bajo sus órdenes en la embajada. Su relación
con el PCE se fundaba en su amistad con Josep Renau y no había desempeñado sus
responsabilidades de forma sectaria o partidista en ningún momento. Asimismo, su
estrecha colaboración con Malraux, integrado ya en el gaullismo en 1946, probaba más
bien que no había sido un hombre de la órbita de la COMINTERN. Todo esto era
público y notorio y Araquistain lo sabía, pero no quiso o no pudo protestar por su viejo
amigo.
En un primer momento, es posible que los afectados no creyesen que su
marginación fuese a prolongarse mucho en el tiempo, porque las razones de la división
no podían ser tan profundas después de tantos años y ese enfrentamiento sólo
beneficiaba al régimen franquista. El 27 de junio de 1946, desde Francia Lamoneda le
escribía a Max Aub: Estimado amigo y compañero: […] Aquí me tienes para lo que
gustes. Como supondrás estoy bastante atareado con la reagrupación de los socialistas,
cosa que no es muy fácil. […] Ya tenemos aquí a Peña. De las cosas de España no hay
mucho bueno que contar. Nos están preparando una jugada bastante mala. Yo tengo
confianza en que nuestra posición se abrirá camino tanto en España como en los
medios de la emigración, por ser la única inequívocamente republicana. […] Leí tu
libro en el barco. Me gustó. Di a Vayo y Negrín el ejemplar dedicado. […] Manda algo
para nuestro socialista que va a salir60.
Sin embargo, Max se encontraba realmente agitado ante los nuevos
acontecimientos. El 18 de julio de 1946, diez años después de la rebelión militar,
contestaba a Lamoneda que supongo que andarás atareadísimo en el imposible intento
de reagrupar a los socialistas. Aquí la situación sigue igual y los prietistas se las
prometen muy felices pensando en las prebendas ministeriales que según ellos no han
de tardar en recoger. Para más tarde referirse a su artículo sobre el Primero de Mayo:

59
JACKSON, Gabriel: Juan Negrín. Médico, socialista y Jefe de Gobierno de la II República. Barcelona,
Crítica, 2008, pp. 124-135
60
AFMA: Correspondencia, C 8/23

131
En un periodiquito llamado “Unión” y que se publica en Redez, acabo de leer un artículo
contestando a aquel mío que no llegó a publicar “El Socialista” en su número del primero
de mayo. […] Me he quedado bastante extrañado el saberlo impreso: ¿cómo llegó a manos
de aquellas gentes? Como me pides un artículo, ahí te va la contestación a la crítica que del
mismo me hacen. (Lo más divertido es que en el encabezamiento del mismo me hacen
aparecer como “diputado” socialista. ¡Ojalá!). Como a últimas fechas parecías más de
acuerdo con mi teoría creo que no habrá inconveniente, con las salvedades que tu creas
necesario anteponer, en publicar las líneas que te adjunto. Mi familia embarca en Bilbao el
10 de Agosto. Esta no sería razón para que yo acudiera a cualquier llamado si es que lo
consideraras conveniente. Saluda muy afectuosamente a Negrín y a Vayo y recibe los más
61
cordiales saludos de tu amigo y compañero.

Max estaba dispuesto a plantar cara al órdago del prietismo y asumir


responsabilidades políticas de primer orden con el fin de que la triste realidad de un
eterno exilio no se impusiese. Se trataba de un vano intento, porque era evidente que el
único apoyo real de Negrín era en aquellos momentos el timorato Gobierno Giral que no
sabía si incluir al PCE y ganarse el reproche de Prieto o, por el contrario, contar con el
dirigente socialista, a pesar de que su único proyecto político era lograr una
componenda con el pretendiente borbónico. Ante este escenario poco prometedor, el
propio Lamoneda aconsejaría a Max Aub resignación en su respuesta del 29 de julio:

Amigo Max: He recibido tu carta y tu artículo de réplica a Canosa, de quien sé es un


escritor que pertenece, según creo, a Izquierda Republicana. Su artículo de “Unión”- que
ahora he conocido- no es muy agresivo, aunque el tema se prestaba a hacer algo
demagógico. Está bien que le contestes para poner los puntos sobre las íes; pero no
compliquemos a El Socialista, por dos razones: la primera, porque la tesis se debilita si
echas por delante que el órgano de tu partido no quiso acogerla; la segunda, porque
tendríamos que anteponer unas líneas diciendo que tu criterio no lo comparte el periódico.
Y además, abriríamos una tribuna libre que querrían aprovechar todos los que discrepando
de la Ejecutiva, pretendan opinar desde el órgano del Partido. Precedente peligroso. Lo
mejor es que “Unión” publique las respuestas, y santas pascuas.
Ahora te debo una explicación. Tu artículo lo conservaba yo, y una de las veces que el
director de “Unión” me pidió original [sic], se lo envié pensando que el tema es interesante
para un periódico literario artístico y político en que escriben gentes de diversos matices
republicanos. El director de “Unión” es Francisco Agüera, socialista y ex redactor de El
Heraldo de Madrid. Esa es una explicación para ti que hace falta a los lectores curiosos.
Desde luego que tu tesis es digna de examen. Abandonar la causa de España a las viejas
colonias de América es peligroso; pero no cabe duda que en España ha desaparecido mucha
gente de izquierda, muchos militantes, y todos los que regresen serán útiles a la República.
¿Han surgido nuevos valores? Quizá. Pero eso está por ver. Yo creo que la cantidad de
“regresantes” dependerá de factores familiares y económicos que nosotros no podemos
variar. Ahora mismo se da un fenómeno en Italia: algunos antifascistas que regresan se
encuentran sin hogar, sin trabajo; en fin, es una situación angustiosa. Cuando pueda volver
a España, la gente tratará de informarse bien antes de desorganizar su vida y correr esos
peligros. Eso no será heroico, pero sí natural y humano. En resumen, lo deseable es que

61
AFMA: Correspondencia, C 8/23

132
volvamos todos, aunque padezca el iberoamericanismo. Otra cosa, por mucho que se
razone, siempre parecerá egoísmo o desaliento.
Espero tu respuesta. Un abrazo, R. Lamoneda.
Negrín y Vayo te envían un saludo y agradecen tu libro.62

A finales de 1946, Max debía aceptar que no tenía otro remedio que empezar de
nuevo su vida en México junto a su familia. No había posibilidad de volver a España, no
había posibilidad de recuperar la democracia y la opción de París, sólo de pensarse, era
tragicómica. En los tensos meses que precedieron el inicio de la Guerra Fría era
completamente posible que De Gaulle persiguiese a los sospechosos de simpatizar con
el comunismo. En ese caso, a Max le esperaría más cárcel y campos de concentración.
En definitiva, otra precipitada huída más.
Del mismo modo, las siglas bajo las que había militado por más de diez años y
por las que no había rehuido los peligros de la guerra, le negaban su pertenencia a ese
colectivo político que había intentado transformar España sin renunciar a las libertades
públicas y los derechos civiles. Su consuelo era que en esa tesitura no se encontraba
sólo, y si fueron pocos los que oficialmente fueron repudiados, muchos se sintieron
ultrajados con esa medida y desertaron de aquel proyecto de futuro vinculado
irremisiblemente al porvenir de la Segunda República.
El hecho más triste es que era evidente cuál había sido la principal preocupación
de Prieto: suprimir todo atisbo de disidencia a su figura. Se prescindió de muchos por
razón de su valía, de su capacidad y de su independencia de criterio. Prieto segó el
bosque para que no hubiese ningún árbol más alto que él. No se trataba de razones
ideológicas, porque, en realidad, había demasiados puntos de encuentro como para que
éste no fuese posible. Simplemente era cuestión de barrer con cualquier asomo de
oposición, de no dejar rastro de la sombra de los militantes más honestos e íntegros que
él, de no tener que discutir con aquellos exiliados que podían reprocharle su nefasta
conducta desde 1939, que pudiesen hablarle de los campos que él no había conocido y
que muchos habían conocido, en parte, como consecuencia de su insensato proceder
dividiendo al exilio. En 1952, en una cena que compartieron Max Aub y Negrín, éste se
disculpó por Prieto porque sus desavenencias marcaron su odisea. Negrín sentía que si

62
AFMA: Correspondencia, C 8/23

133
hubiese conseguido reconciliarse con Prieto, Max, como tantos otros, no hubiese tenido
que sufrir los campos de concentración63.
Por el contrario, no parece que Prieto sintiese alguna vez escrúpulos de esta
índole, aunque, al final, tuvo éxito en su empeño de rehacer el partido a su medida y, sin
lugar a dudas, la inoperancia e irrelevancia en la que se sumió el socialismo en el exilio
es un mérito que debe anotarse en su haber.

63
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 218

134
Firmeza moral ante el falso dilema
A finales de la década de 1940, el clima de bipolarización impuesto por la
Guerra Fría afectaría al exilio republicano en su conjunto y, especialmente, a la obra
intelectual de Max Aub, quien contemplaría con espanto como los antiguos aliados
auxiliaban ahora a los regímenes dictatoriales en virtud de su lucha soterrada contra una
supuesta insurgencia internacional sostenida por la URSS. Su generación, que se había
enfrentado con un esfuerzo titánico contra el fascismo en defensa de una democracia
parlamentaria en un momento en que toda Europa parecía considerar estos sistemas
políticos como periclitados, difícilmente podía entender por qué después de la victoria
final toda esperanza de restaurar los viejos valores de libertad e igualdad se hundía.
Sin entrar a valorar el cúmulo de acontecimientos que motivaron el progresivo
recelo mutuo entre Estados Unidos y Stalin, es probable que el hecho más sentido fuese
el golpe de estado en Checoslovaquia, que culminó con la muerte de su ministro de
Asuntos Exteriores Jan Masaryk. A día de hoy, no se ha resaltado suficientemente la
historia pareja que vivieron Checoslovaquia y España: democracias avanzadas
constituidas con posterioridad a la Gran Guerra, en la década de 1930 sus políticas
socialdemócratas supusieron el contrapunto a la tendencia general del continente y
ambas fueron abandonas a su suerte por Inglaterra y Francia para satisfacer las
ambiciones de Hitler. En consecuencia, muchos exiliados envidiaban la situación de
Checoslovaquia, que sí había sido liberada, mientras que España permanecía bajo el
yugo franquista.
Por esta razón, la muerte de Masaryk fue un triste episodio revelador de los
nuevos tiempos que se avecinaban. A Negrín le afectó directamente, porque en sus
tiempos de gobernantes en el exilio londinense habían mantenido un trato cercano 1. Por
su parte, Max Aub anotó en su diario: Suicidio de Masaryk. […] Dijo que se puede

1
MORADIELLOS, Enrique: Don Juan Negrín. Barcelona, Península, 2006, pp. 589-590
evitar el encuentro entre el oriente y el occidente “si despertamos y comprendemos que
somos humanos”. Sigue: “Sólo si la atmósfera de nerviosidad y desconfianza fuese
reemplazada por una voluntad firme, la consideración objetiva y la justa comprensión y
el arreglo tranquilo de los problemas individuales. […] W.R2 me decía anoche muy
excitado: “Hay que escoger”. (entre Estados Unidos y la URSS). También puede uno
quedarse en medio, para recibir las bofetadas o tirarse por la ventana. Al día siguiente
continuaba: ¿Qué hacer? ¿Bailar en la cuerda floja, hasta caerse como Masaryk?
¿Imitar a Malraux y venir a ser ministro de De Gaulle? ¿Ingresar en el partido
comunista? Nada de eso es agradable. ¡Oh liberalismo!, ¿por qué nos abandonaste?
¡con lo cómodo que resultabas! Ser liberal en este mundo de hoy es algo así como
empeñarse en hablar latín en un almacén de novedades de capital norteamericano 3. Por
otra parte, Max entabló amistad con el agregado cultural de la embajada checoslovaca,
el escritor Norbert Fryd, superviviente del campo de concentración de Auschwitz4.
Por lo tanto, eran momentos de profunda tristeza y desesperanza y de una falta
clara de guía colectiva que permitiese a los refugiados darse ánimo y aliento. Las
iniciativas de resistencia eran aisladas e independientes y sólo el PCE parecía activo y
con objetivos claros, pero el rumbo que había tomado la política exterior de Stalin
despertaba todavía más las precauciones que siempre se tuvieron. En esa tesitura, Max
Aub optó nuevamente por mantenerse al margen de las disputas partidistas, si bien el 9
de mayo de 1947 publicó en El Nacional una supuesta crónica escrita desde Madrid
sobre las reacciones que el discurso a favor de congraciarse a los monárquicos
pronunciado por Prieto el 30 de abril había provocado en España. En tono sarcástico
contaba:

He logrado entrevistar a un republicano que, aun no perteneciendo a ningún partido u


organización política, es escuchado con respeto por cuantos lo conocen.
Don Antonio es hombre de edad, humilde comerciante: antes fue profesor universitario,
ahora vende calcetines. No se queja de su suerte sino de la de su país.
- Yo conozco a don Indalecio Prieto- me dice-, y no acabo de entender su posición. Es
hombre listo, vivo, sagaz, astuto, precavido- quizá demasiado-. […] No acabo de entender
su posición. Y, como yo, tantos. Comprendo su deseo de convivir aquí, en España. Pero ¿es
que no se dan cuenta que los que no quieren son éstos de aquí? Los saben metidos en un
pozo- por ancho que sea el mundo- y deseando volver como sea. Más por ellos que por
España: el uno por su familia, el otro por sus libros, el de más allá por comer unos callos o
tomar café. […] Todo esto es comprensible, pero ¿es que el político no se da cuenta del mal

2
Wenceslao Roces, subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública bajo Jesús Hernández
3
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 139
4
Ibíd. pp. 129-130

136
irremediable que nos ha ocasionado a todos el tender la mano a parte de nuestros
tradicionales enemigos? No hablo siquiera- y habría mucho que decir, aunque quizá
convenga callarlo- de la oscura fuerza de la venganza que anida en tantos miles y miles de
españoles, y nunca más justificada…
Hasta ahora podíamos considerarnos como prisioneros de guerra. Pero la guerra, eso
creíamos continuaba. Y nos daba cierta fuerza. Hasta ahora el español republicano, aquí y
supongo que los desterrados, podía estar orgulloso de sus infortunios, no reconocer, aquí, su
vencimiento. […] El polvo que se agarraba a nuestras plantas era tierra republicana. Pero la
aceptación por parte del gobierno o de políticos tan destacados como Prieto, que queramos
o no, nos representan, de la posibilidad de entablar negociaciones con una parte de los
factores de la rebelión, deja trágicamente al descubierto el reconocimiento de nuestra
derrota. Hemos perdido la guerra. La hemos perdido ahora, y no en 1939. Nuevo tratado de
París… ¿Qué otra cosa si no transar con los auténticos asesinos de la República? […] ¿Qué
es aceptar su concurso- o lo que es peor: suplicárselo- si no declarar que nosotros fuimos
los autores? […] Si alguna vez debió haber un perdón, ese hubo de ser el nuestro, y con él
la victoria. Ahora es cuando podemos decir que hemos perdido la guerra. Hasta ahora nadie
lo había reconocido oficialmente. […] ¿Con qué cara se van a presentar ahora al pueblo
español todas esas gentes? ¿Con qué cara van a decir: “Aquí no ha pasado nada: este es el
buen rey, éste es el buen general, este es el buen obispo? […] Por lo visto nuestra razón se
fue gangrenando en el curso de la emigración; a fuerza de vanidad, de egolatría, al conjuro
del egotismo de ese cura y de aquel cualquier cosa, por la ineptitud o la vanidad monstruosa
de cualquier hijo de vecino, por la picardía de aquel arlequín y la formidable capacidad para
la incapacidad de tanto figurón; de tanto amor propio, que si de lo primero tiene poco de lo
segundo se atraca.5

Sin embargo, en el futuro no volvería a criticar públicamente por medio de la


palabra escrita a Prieto, solamente rebatiría las ideas que no compartía sin hacer
mención expresa de personas concretas. Hasta el relato Remate, escrito a principios de
la década de 1960, no expuso sus agravios personales sufridos por la conducta de Prieto.
En ese cuento, refirió ficcionadamente su propio caso:

-Ramón, el hermano de Pilar, la oveja negra, médico, amigo del doctor Puche, amigo y
compañero del doctor Negrín. Ramón sirvió toda la guerra en Sanidad Militar, pasó a
Francia con su mujer y sus tres hijos. Trabajó de escribano, modestamente, en el SERE; un
hijo de perra lo denunció como comunista.
-La gente tiene que vivir, la policía se nutre de las piltrafas que le echan.
-Le detuvieron los socialistas.
-Sí, aunque me esté mal el decirlo, y lo tuvieron en la cárcel hasta que llegaron los
alemanes, y éstos se lo llevaron quién sabe dónde. Lo cierto: que nunca más se supo de él.
En el registro, en su casa, bueno, en la habitación donde vivía con su mujer y sus tres hijos,
encontraron una carta de Negrín referente a unas prestaciones para un compañero suyo.
Pero como Prieto acababa de publicar un libelo en el que se aseguraba que todos los
negrinistas eran más o menos comunistas, pues... Me lo contó Angustias y a ella el propio
Ramón. Desde la antesala del despacho, oyó al comisario hablar con el agente que le había
detenido: -¿Qué hacemos con el español ése? -¿Qué hay? -Nada. Sí: una carta de Negrín. -
Ah, entonces lo guardamos (Nous le gardons). -En conserva. Te juro que si Angustias,
todavía hoy, se encuentra a Prieto, lo escabecha.6

5
MEYER, Eugenia: Los tiempos mexicanos de Max Aub. Legado Periodístico 1943-1972. Madrid, Fondo
de Cultura Económica-Fundación Max Aub, 2007, pp. 101-103
6
AUB, Max: Obras completas, Relatos, Vol. IV-B. València, Institució Alfons el Magnànim, 2006, pp.
403-404

137
No obstante, la educación y la nobleza serían máximas de conducta que Max
cumpliría fielmente y, a pesar de ser nombrado el 27 de febrero de 1948 como miembro
del Consejo de Redacción de El Socialista de México por la Comité del Círculo Jaime
Vera7, mantendría la distancia hacia los periódicos políticos por las razones que le
exponía el primero de julio de 1948 al director de este medio, Fernando Vázquez Ocaña,
director de El Socialista de México, en la siguiente carta:

Mi querido compañero,
Hace tiempo que habéis solicitado mi colaboración y quiero darte- daros- alguna razón
del porqué no he respondido. Yo no soy hombre de doctrina para enseñar, y, por otra parte,
desde que llegué a puerto libre me impuse la obligación de no escribir palabra en contra de
ningún sector de la emigración. Desgraciadamente nuestros periodiquillos- hablo de todos-
se pasan el tiempo soltando pullas, cuando no groserías, los unos a los otros. Aun nosotros,
que solemos, por fuerza mayor- que es la menor- pecar de discretos, dedicamos el último
número de “El Socialista”, en lo que no es información, a escarnecer a nuestros compañeros
de derecha a izquierda.
Así, por encima, cuento citado a Prieto, treinta y siete veces, con la salvedad de llamarlo,
a ratos, don Indalecio; y, si no otras tantas, bastantes a los comunistas, y, dicho sea de paso,
ninguna para bien; de refilón Albornoz se lleva lo suyo. Si lo merecen o no es otro cantar,
pero lo cierto es que de Franco se habla menos. Total: cuatro artículos contra la fracción
disidente del partido, uno contra los comunistas, son muchos en vista de lo que resta. […]
De todos modos, y en bien de la unidad, que todos quieren y por la que nadie es capaz de
dar un paso, ya que nos repugna abandonar una pulgada de terreno, nos dedicamos con
ardor propio de mucha mejor eficacia, a enzarzarnos de palabras con los demás grupos
emigrados, en vez de hablar de cosas más útiles e intentar que los otros hagan lo mismo. Yo
te propongo, ingenuo que es uno, que en los próximos números no aludamos, no aludáis,
para nada, a nuestras diferencias y sí a lo que nos une. En vez de citar treinta y seis, treinta
y ocho o cuarenta veces a Prieto hablemos de Franco y recordemos un poco más lo que
sucede- y sucedió- en España.
Porque he podido notar, y no me paso de listo, que nuestra gente- los españoles emigrados
todos- va, quieras que no, olvidando los infortunios de allá por los diarios de aquí, o sus
fortunas. El cotidiano bisbiseo entre trifonistas, comunistas, o republicanos, gobiernistas o
no, corre un velo sobre el pasado o aun sobre lo que está sucediendo hoy en nuestra patria.
La proximidad, en manos de la perspectiva, es mala cosa: cualquier pié, o piedra, en primer
término lo esconde todo. No hagamos de nuestro órgano un reflejo de las tertulias de café.
A un espíritu no prevenido la lectura de la prensa republicana en el destierro le habría de
parecer obra de insensatos. ¿Dónde están nuestros muertos? ¿Qué fue de nuestra tierra?
¿Qué de nuestras esperanzas? ¿Lodo para unos y otros que, mejor o peor, lucharon contra el
avasallamiento? Gordo es Prieto, pero puesto como lo ponéis nos va impidiendo ver el
mundo; muchos los comunistas, pero no tantos como para no hablar de otra cosa. Bastante
mal aviados estamos para perder nuestra poca fuerza en peleas de vecindario.
Así las cosas, prefiero mi literatura, por mala que sea; por lo menos va encaminada a
recordarle a la gente, la poquísima que la lee, las razones por las cuales estamos aquí. No
digas: por sabido lo callamos. El olvido es fácil, sobre todo si de dolor o de males se trata; y
la vida, aquí en Méjico, es buen paño caliente. Y más si las diversiones abundan: hablo de
las escaramuzas con nuestros compañeros de fatigas. Te lo digo con la mejor buena fe y
voluntad. […]

7
FPI: ARLF 169-20

138
Perdona el tono por la causa. Tuyo.8

Este deseo de no querer hablar mal de ningún español mientras estemos


“fuera”9, no impidió, como ha reseñado Manuel Aznar, que desahogara en sus papeles
privados el desprecio del que Prieto se había hecho merecedor10. En este sentido, se
debe señalar que en enero de 1948, José Sanchis Banús, director de El Socialista
Español, periódico fundado en julio de 1946 por Ramón Lamoneda en París como
órgano de expresión de los disidentes, escribía esta carta a Max: Estimado compañero:
“El Socialista Español”, órgano de nuestro Partido, necesita la colaboración benévola
de todos los socialistas escritores y periodistas. Encuentro su nombre en una lista de
éstos que me facilita la Comisión Ejecutiva. Me permito encarecerle se sirva honrar
nuestras columnas con su colaboración11.
Max, empero, no contestaría a este reclamo, porque el año de 1948 fue un
periodo de reflexión interna y cierto retraimiento político. Sus contactos con
correligionarios se debilitarían, aunque mantenía fuertes lazos con sus amigos José
Medina Echavarría, José Gaos, Francisco Giner de los Rios, Francisco Ayala y Juan
Chabás, el único con una militancia política declarada. Como le escribía el 23 de febrero
de 1949 a Francisco Giner de los Ríos: Mi querido Paco: he recibido su carta del día 13
con el gusto que da volver a saber de los amigos dispersos, única España que hoy nos
queda12.
Sus diarios reflejan la angustia por el clima belicista provocado por las
elecciones norteamericanas y la obscena indiferencia hacia la vida humana que
mostraban los voceros del militarismo norteamericano. Asimismo, la consternación de
Max crecía también al comprobar como aumentaba el sectarismo de Stalin. El 25 de
abril anotaba: El comunicado del Comité Central del Partido Comunista de la URSS
acerca de la música actual le deja a uno de piedra. ¡Qué atrevimiento! No hay más
remedio que respetarlo, porque además no hay duda de que es un arma que le regalan
a los antisoviéticos. Ahí es nada: decidir por decreto que la música de Prokofiev y
Shostakovich es mala. […] No dudan por un momento que la culpa es de los músicos.

8
AFMA: Correspondencia, C 15/19
9
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 224
10
AZNAR SOLER, Manuel: “Max Aub, militante del Partido Socialista Obrero Español”, El Correo de
Euclides, anuario científico de la Fundación Max Aub, nº 3, 2008, pp. 190-198
11
AFMA: Correspondencia, C 12/17
12
AFMA: Correspondencia, C 6/55

139
¿Por qué no del régimen, de la historia, del momento, o del pueblo mismo? Y si no les
gusta la música “formalista”, ¿por qué obligar a los formalistas a hacer otra?13.
Al día siguiente, continuaba con el tema: Uno de los más criticados,
Jachaturián, escribe a continuación una carta horrible. Un vergonzoso mea culpa. Ya
sé que aquí- yo, por ejemplo-, estoy a sueldo de mis productores de películas para
hacer- sin chistar- cosas peores. […] Así que no podría discutir el caso, en serio, con
ningún comunista. Y, sin embargo, algo se rebela… ¿Habrá que vencerlo? 14. No
obstante, el 18 de mayo, se suscita con A. la discusión acerca de los músicos soviéticos.
Defiende a troche y moche la posición de Jachaturián. […] No se dan cuenta de que lo
horrible está justamente en la sinceridad, que no pongo en duda. Evidentemente
Jachaturián escribió su música formalista con sinceridad y al día siguiente, por
indicación del Comité Central, se retractó con sinceridad. Y a la mañana siguiente
empezaría a escribir música melodiosa y descriptiva, con sinceridad. A eso llamas
poner al hombre en primer término 15.
Igualmente, también dedicaría unas líneas a la ruptura de Tito con el Kominform
y a las razones de estricta índole personal de ese desencuentro: Nadie sabe nada: sólo
los comunistas, y ésos lo que les dicen. Ya muy conformes-cominformes- con lo que les
manden16. El uno de agosto se interrogaba: ¿Existe la posibilidad de un liberalismo que
no sea burgués? Lo trágico es tener que escoger- entre Norteamérica y la URSS- sin
querer escoger17. Del mismo modo, también recogió la indignación que produjo entre
los liberales argentinos exiliados el apoyo de los comunistas de su país a Perón. Sobre
este punto, se sorprendía, porque claro está que se oponen a los norteamericanos,
pero… ¿hasta dónde van a llegar en su desprecio de los valores morales? 18.
Como es evidente, Max sentía cada vez más asfixiante el opresivo ambiente que
la dicotomía excluyente del conmigo o contra mí impuesta por la dinámica de la Guerra
Fría. De hecho, estaba realmente solo, porque sus auténticos amigos, Chabás, Giner,
Medina y Ayala estaban esparcidos por el resto de Latinoamérica. Sólo tenía a José
Gaos, quien, por su carácter retraído, no podía ser un importante puntal en caso de

13
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 145
14
Ibíd. pág. 146
15
Ibíd. pág. 147
16
Ibíd. pág. 149
17
Ibíd. pág. 149
18
Ibíd. pág. 150

140
necesitar una defensa pública. En este contexto, Max se autoeditó su revista Sala de
Espera, que albergaría algunos de sus relatos breves sobre la Guerra Civil y el exilio.
Estos no debieron causar una buena impresión, porque en carta fechada en 4 de julio de
1948 escribía a Wenceslao Roces y Juan Rejano:

Mis queridos amigos: El título de ciertos cuadernillos que publico ha movido a algunas
personas, que os son bien conocidas, a considerarlo como derrotista en sí. Dice el
diccionario:- Espera, acción y efecto de esperar. Esperar, tener esperanza de conseguir lo
que se espera. Creer que ha de suceder alguna cosa. Permanecer en un lugar… hasta que
ocurra algo que se cree próximo. Ser inminente o estar próxima alguna cosa.
Contra estas cuatro acepciones una sola que puede interpretarse peyorativamente:
Detenerse en el obrar hasta que suceda algo. ¿Es detenerse publicar estas hojas? Aguardar y
permanecer en vilo… ¿Quién de nosotros no se ha sentido roído de oscura impaciencia por
lo largo del tiempo frente a nuestras fronteras? Nunca he dicho “esperar sentado” como
parece indicarlo la malévola intención de quién ha querido insinuar cierta lejana- ¡y tan
lejana de todo en todo!- correlación con la palabra “espectador”. Sentado suelen estar los
espectadores cuando no caídos como no hace falta que os diga. […] ¿Qué es espera si no
esperanza? […] No espero el santo advenimiento, ni- para mí- “mañana” quiere decir cada
día lo mismo. “Mañana se fía”, y no os fiáis de nadie, quizá con razón, como tantas veces
se demuestra. Pero yo sí, y de vosotros, y de algunos más. […] No somos culpables los
españoles de ese horrendo plantón que la historia nos ha deparado.
Otros son los espectadores y los expectantes. En las salas de espera- en las estaciones, en
las antesalas de los médicos- todos esperan la marcha o un remedio para sus males; sin
moverse remueven. Otros son los responsables del retraso. Procuro- con sencillez. Hacerme
oír, a ver si sumando mi pobre voz rota a tantos fragores, puedo ayudar en algo: peón
caminero.
Es muy fácil hacer chistes, torcer y retorcer la intención o la realidad ajena. No os hubiese
escrito estas líneas sino me doliese que los que considero como mis amigos den tan mala
interpretación de mi enclenque esfuerzo, mi amarga gota de agua. Tal vez me diréis que
esos comentarios se forjaron en la pendiente de la simpatía mezclados con ese afán de hacer
gracia, tan característica de los españoles. A mí no me ha hecho ninguna.
Pese a lo que puede parecer en su soledad, “Sala de Espera” no es esfuerzo singular, sino
que tiende a encajarse modestamente, pero hombro con hombro, hombre con hombre,
solidariamente, con el trabajo de todos por la reconquista de nuestra España. Sentiría que
no lo entendierais así. El que espera desespera, pero no está desesperado. Desesperado sí lo
estoy, por ejemplo, de encontrar un editor o de dar con una compañía que se interese por
mis comedias: que ese es el pago actual del interés por nuestra España, del que ni puedo ni
quiero librarme. Si los desterrados hubiésemos alcanzado remedio para cualquiera de
ambas cosas, no hubiese tenido que echar al mundo esta “Sala de Espera”, que solo aguarda
algo mejor para desaparecer. Como siempre, vuestro Max Aub. 19

Es posible que estas líneas ayudasen a reconducir una amistad que se debilitaba
por sus diferencias respecto de la política internacional seguida por Stalin, pero, en el
fondo, la brecha abierta se hacía ya difícil de cerrar. Unas semanas después, Max
anotaba:

19
AFMA: Correspondencia, C 12/7

141
Visita a Roces, que vuelve de Europa. Frialdad que contrasta con la enorme emoción con la
que me lee la carta de un condenado a muerte comunista, gallego él. El escrito es muy
bueno, no excepcional porque –desgraciadamente- son y han sido miles y miles los que han
muerto por su idea y han escrito- antes de desaparecer, torturados, hechos polvo por el
martirio- a los suyos recomendándoles que sigan la línea que ellos han trazado. La iglesia
católica puede vanagloriarse de tener tantos mártires. […] Wenceslao temblaba, leyendo
esa declaración de amor a Pasionaria, quitándole fuerza humana al documento que, por otra
parte, es un intento del que lo escribió para no morir: lo cual le añade patetismo. Luego
bramó contra Negrín que, por lo visto fue a ver al Papa y, desde allí le escribió- en broma-
del Papa negro y del Papa rojo. Lo cual naturalmente le saca de quicio. El bueno de
Wenceslao temblaba todo. Poder de la pasión: si la carta hubiese sido de un fascista, no se
inmuta, aunque hubiese estado redactada en los mismos términos. Él: profesor de derecho
romano y tan frío.20

Esta carta, escrita por José Gómez Gayoso, serviría a Max para crear años
después su relato Librada que desataría una agria polémica política. No obstante, a
finales de 1948, el malestar que producía su independencia de criterio le hacía víctima
de duros reproches inmerecidos. El 8 de noviembre recogió en sus diarios el siguiente
incidente: Cocktail en casa del primer secretario de Polonia- compañero de campo en
Vernet y Djelfa-. Conversación violenta con Roces, que me acusa de “existencialista”…
Resulta que Álvarez ha contado al Partido Comunista mi opinión acerca de la carta de
Gómez Gayoso. La amistad, ¿dónde queda? Si él cree que mi opinión puede
perjudicarme, lo que hubiese hecho cualquier ser normal- amigo- era callarse. Pero no,
lo chismorreó. Y ése es el hombre nuevo21.
Todas estas experiencias y reflexiones pesarían en el ánimo de Max, quien
meditó detenidamente sobre su compromiso político y los pormenores que podía
implicar cualquier cambio de actitud. Al haber sido expulsado del PSOE por los
prietistas por su supuesta sumisión a los dictados de Stalin, la evolución natural hubiese
sido un acercamiento a la órbita de los comunistas en el exilio. Ellos eran los únicos que
tenían apoyo internacional para combatir el franquismo, los únicos convencidos de la
necesidad de una oposición tenaz, los únicos con medios, capacidad y motivación. Estos
eran objetivos que Max compartía, pero sus recelos de índole moral hacia sus métodos
eran demasiado fuertes como para que un bien final de orden superior los justificase. Se
trataba de fuertes escrúpulos completamente sinceros, no de mero oportunismo como el
anticomunismo de Prieto u otros renegados que recibieron confortables compensaciones
por abjurar de su anterior credo. No se puede olvidar que Max era conscientemente

20
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 151
21
Ibíd. pág. 152

142
olvidado y relegado al anonimato como escritor por su independencia y honestidad, y
esto le dolía profundamente, porque estaba convencido de su valía literaria y, con razón,
deseaba que fuese reconocida. Si se hubiese decantado por ingresar en el Partido o por
un anticomunismo militante, habría encontrado de pronto una plétora de críticos
literarios que verían en él un excelso ejemplo de intelectual comprometido con su
tiempo como ocurrió con otros muchos más mediocres.
Por el contrario, Max optó por un debate interno y sosegado y cuando encontró
que sus puntos de vista estaban sólidamente establecidos, escribió su artículo El Falso
Dilema, probablemente su único ensayo de carácter exclusivamente político. Éste se
publicó en El Socialista de México, el órgano del Círculo Jaime Vera, en tres entregas
entre diciembre de 1948 y febrero de 1949, posteriormente recogidas en su libro Hablo
como hombre.

El hombre de nuestro tiempo-dicen- está forzado a escoger entre dos soluciones políticas
contrapuestas que, en el fondo, como es natural también lo son metafísicas; y que no dejan
resquicio entre ellas, ni otra alternativa. Para decirlo mal y pronto, hay que decidirse entre
la URSS y los EEUU., entre el comunismo soviético y el imperialismo norteamericano;
entre el bien y el mal; aun cuando, como es de suponer, estos términos varían según el
ángulo desde el cual se contemplan. El mundo ha vuelto a ser maniqueo.
A los que se quedan sin tomar posición- siguen diciendo- no les queda más remedio que
acabar como el asno de Buridán. Es posible que tengan razón, pero, también es posible que
no la tengan. Por de pronto es un hecho evidente el que una gran masa, probablemente
mayoritaria, y no lega, se niega a sumarse a ninguno de esos valores por razones parecidas,
aunque contrarias.
No caeré en la tontería de asegurar, como lo hacen algunos que no quieren tomarse el
trabajo de enterarse, que el comunismo soviético corresponde a cierta forma de fascismo, ni
tampoco que lo sea el imperialismo norteamericano. A lo sumo son dos fuerzas
antagónicas, con denominador común de una policía todo poderosa y un mismo afán último
de controlar la vida y las vidas de todos los humanos. Para nosotros, españoles
republicanos, se añade al dilema nuestra situación especial. Es evidente que la política de
los EE.UU. es favorable a Franco y que la de la URSS le es contraria. […]
Este estado de cosas, observado desde el punta de vista ideológico, puede resumirse así:
el liberalismo político, en boga y mando en el siglo XIX, se ha visto arruinado por sus
contradicciones heredadas de los postulados de la Revolución Francesa. Dejando aparte la
fraternidad, que es un sentimiento y no un fin político, los liberales del siglo pasado basaron
su ideología en un bazuqueo de Libertad e Igualdad. Con el tiempo y el intento de
aplicación de estos dos principios, ha venido a caerse en la cuenta de que son fuerzas
antagónicas.
Si el mundo se decide por la Igualdad no es posible que exista la Libertad, en el sentido
corriente de las libertades individuales, y si se decide por la Libertad, no puede existir la
Igualdad. Ahí reside, en el fondo, la intransigente rivalidad entre cuyos términos- dicen- no
nos queda más remedio que escoger.
Esto nos lleva a dos géneros de incompatibilidades muy diversas; no podemos estar de
acuerdo con los comunistas por sus métodos internos de trabajo, que les empujan a estar
bajo el imperio de chismerías, que impiden toda verdadera solidaridad como no sea, a lo
sumo, con ellos mismos y eso a costa de continuos cercenamientos, ahogando toda libertad
individual.

143
La incompatibilidad con la política norteamericana es de orden muy distinto: su política
exterior nos es adversa: sostiene a Franco, demostrando con ello que no buscan fuera de su
área nacional, más que las posibilidades del mejor desarrollo de su comercio, sin
importarles en lo más mínimo la libertad ni la justicia.
Pero, ¿será cierto que debemos escoger? ¿No existirá la posibilidad de un mundo donde
se dé a la Igualdad lo que es de la Igualdad y a la Libertad lo que es de la Libertad?
El solo hecho de tener que escoger entre dos soluciones extranjeras, la rusa y la
norteamericana […] revela en sus enunciadores una posición negativa, o por lo menos
mediatizada, en cuanto a lo español. Decir: “Estamos con los EE.UU. o con la URSS”
demuestra un sentimiento de reverencia hacia cualquiera de esas potencias.
España ha dado demasiado de sí, en tiempos pasados y presentes, y hoy, desparramada en
una diáspora como no la hay precedente, para venir a uncirse al carro del más fuerte. […]
¿O es que nuestra guerra fue en balde y horra de significado? Sin ofender a nadie: ¿puede
compararse lo que pesa España con lo que representan, hoy, en el mundo, cualquier satélite
de las dos fuerzas en pugna? La palabra España, sin más, en sí bastaría para no adscribirse
a ningún bando, cuando éstos convierten nuestra patria en peón de su juego. España es más,
y nosotros no podemos ser menos. […]
Por otra parte, los hechos- en Checoslovaquia, en Hungría, etc.- han demostrado que los
anticomunistas no carecían de razón. El actual suceso yugoslavo es una muestra de lo difícil
que resulta oponerse a las directivas de Moscú. Los norteamericanos no llegan a tanto y
dejan, por lo menos, ciertas ilusiones a sus conscientes o inconscientes servidores. Ambos
sistemas de dominación tiene- a simple vista- sus ventajas e inconvenientes. […]
No hay duda de que el comunismo soviético ha defraudado a grandes sectores y- por otra
parte- encarna perfectamente el anhelo de otro. El imperialismo norteamericano no
responde a ninguna de esas esperanzas; los que se aferran a él, lo hacen como a un mal
menor. Es un presente, no un futuro. Ahora bien, el comunismo se presenta a sí mismo
como un futuro. La dictadura, aseguran, es un mal necesario. […]

A este acertado análisis, le acompañaba una propuesta de su modelo ideal de


sistema político que, tras el derrumbe de la edad de oro socialdemócrata anterior a la
crisis de 1973, parece a día de hoy un poco naif por sus buenas intenciones. Sin
embargo, a finales de la década de 1940, cuando se empezaba a implementar en todo el
mundo sistemas nacionales de educación y de salud pública universal, al mismo tiempo
que la reconstrucción económica en Europa era capitaneada por los Estados, era fácil
creer que el libre mercado estaría en un futuro próximo completamente tutelado por la
autoridad pública22.

El fin que creo justo: una economía socialista en un estado liberal. […] ¿Una dictadura
económica entraña inevitablemente otra política? ¿Una economía al servicio de los
trabajadores necesita ineluctablemente ahogar todo movimiento intelectual que se oponga a
ella?
Este es el punto a dilucidar, y desde ahora expondré mi criterio contrario. Creo en la
posibilidad de conjugar una economía socialista y la libertad de opinión. Esa libertad no se
reduce, como es natural, a la autocrítica tan alabada por los soviéticos, que sólo permite
actuar en el interior de un cauce delimitado.
¿Puede hoy algún escritor defender a Tito, en la Unión Soviética? ¿O, por hacer otra
pregunta ingenua y boba, y sin ir tan lejos, aprobar el existencialismo?

22
WEE, Herman van der: Prosperidad y crisis. Reconstrucción, crecimiento y cambio, 1945-1980.
Barcelona, Crítica, 1986

144
Evidentemente arguyen que cualquier teoría que se suponga nefasta al Estado Soviético,
no tiene derecho a ser tolerada. Las razones que aportan a favor de ese método tienen una
gran fuerza empírica pero son netamente insuficientes para satisfacer las normas éticas a las
que estamos acostumbrados. De la misma manera que no podemos aceptar la infalibilidad
del Jefe del Estado, base de una vieja organización política, puesta al servicio de una fuerza
nueva. […]
Los comunistas son partidarios de una dictadura total. Creo, humildemente, que una
dictadura económica, necesaria para la igualdad, no entraña, ni mucho menos una dictadura
ideológica. De la libertad de expresión no ha de salir ningún peligro contrarrevolucionario
si el estado controla todos los medios de producción. Una dictadura económica es natural y
necesaria, una dictadura intelectual es antinatural e innecesaria. […]
Vivimos una época difícil porque, en general, los hombres han perdido la conciencia de
ser libres. Hasta la guerra del 14 una parte de la sociedad, los burgueses, se consideraron
libres, porque no sentían los ligazones que les ataban al estado. El resultado más claro de la
guerra fue que esas ataduras empezaron a hacerse sentir: pasaportes, mayor intervención del
gobierno en los negocios. El fascismo y el comunismo hicieron cada uno en su ámbito, muy
claras estas medidas, de signo contrario, en los países que dominaban. La libertad
individual quedó como un dorado recuerdo. El proletariado no lo resintió más que como
reflejo: a él, directamente, no le afectaba: nunca conoció la libertad.
Ahora bien, ¿el que sólo haya sido privilegio burgués en un tiempo pasado, es razón para
desinteresarse de este tipo de libertad? ¿Es que el proletariado lleva algo en sí que le impide
conocer este beneficio? […]
Variando las condiciones, las bases, es posible suponer un futuro mundo socialista, con
economía socialista, que encuadre un Estado liberal donde la libertad no sea un
eufemismo.23

Estas palabras eran un valiente alegato en un momento en que el exilio no


inscrito dentro del PCE carecía de cualquier rumbo. El PSOE, gracias a Prieto, se había
autoinvalidado al prostituir la legitimidad republicana por un mezquino pragmatismo
irrealizable y tragicómico. Los demócratas liberales no tenían ninguna guía ni ninguna
personalidad que quisiese representarlo sino fuera simplemente por la vanidad de
figurar. Sólo Max Aub puso negro sobre blanco las razones que debían mover al exilio y
los límites que su acción debía tener. Como es obvio, se trataba de una postura
simbólica y carente de consecuencias prácticas, pero, como mínimo, era una postura
honorable.
Sin lugar a dudas, publicar este artículo fue una liberación y permitió a Max
marcarse una línea moral y artística que proseguir, un camino que ha hecho de él uno de
los principales referentes morales de un siglo XX que sufrió de demasiados intelectuales
partidistas o interesados24. El 24 de enero de 1949 escribió una carta al profesor Roy
Temple House de la University of Oklahoma, al respecto de una afirmación suya sobre
su conexión con el existencialismo, que retomaba los argumentos expuestos en el Falso

23
AUB, Max: Hablo como hombre. Castellón, Fundación Max Aub, 2002, pp. 91-102
24
FABER, Sebastián: “The Privilege of Pain: The Exile as Ethical Model in Max Aub,Francisco Ayala,
and Edward Said”, Journal of the Interdisciplinary Crossroads, Vol. 3, No. 1 (April, 2006), pp. 11–32

145
Dilema, aunque desde una óptica que primaba la problemática de la creación artística.
Desde una perspectiva humanista, exclamaba que nos molestan el imperio del dinero,
las discriminaciones raciales de los norteamericanos y, por otra parte, la falta de
libertades individuales de expresión del sistema bolchevique. Añádese a ambos la
forma policíaca de regir la vida que nos molesta tanto en uno como en otro, para
terminar afirmando que creo […] en la amistad; me repugnan esas personas para
quienes lo político priva lo personal. Mientras los seres humanos respeten las leyes
humanas, mi deseo, tal vez incumplido, y no por mi culpa, es poder seguir diciendo: mi
amigo Malraux, mi amigo Ehrenburg, mi amigo Hemingway, mi amigo Regler, mi
amigo Marinello. La revolución al precio de abandonar lo humano, no vale la pena.
[…] Creo, lo repito una vez más, en el progreso, en el arte y en la amistad. […] No
importa que el horizonte esté hoy cerrado; ya amanecerá. El hombre es cada vez más
rico de pasado, las catástrofes son eventuales y el afán de justicia, eterno25.
La carta, semanas más tarde, se publicaría también en la revista Cuadernos
Americanos y, a pesar de sus críticas de calado hacia la URSS, Juan Chabás le escribió a
Max: Leí tu carta de C.A. y a falta de lo que esperaba, tomé esa como mía. Aunque a mí
no me duelen como cuestiones las congojas y reserva que a ti todavía u otra vez te
inquietan, me admiran el temple, la serenidad, la lealtad y sobre todo la hombría de
bien de esa carta, por la cual dan ganas de abrazarte 26.
En este sentido, no se puede negar que El Falso Dilema armó a Max de
argumentos y valor. En 1949 empieza la escritura de NO, una obra de teatro situada en
un puesto fronterizo de la Alemania dividida por norteamericanos y rusos que tardará
dos años en terminar por las múltiples versiones que probará. Igualmente, el 8 de marzo
de 1949, tras un año, Max contestaba al director de El Socialista Español: Querido
amigo y compañero: Muy tarde vengo a contestar a su requerimiento, y quizá no
satisfagan completamente su deseo, pero le incluyo la copia de una carta que creo
pueda usted publicar. Con el ruego de que salude a todos nuestros amigos, me es muy
grato repetirme de usted, afectísimo amigo y compañero 27. Probablemente, se trataba de
la carta escrita a Roy Temple, que no vio la luz en este medio al no adecuarse a su
contenido meramente político.

25
Ibíd. 82-86
26
AFMA: Correspondencia, C 4/18-9
27
AFMA: Correspondencia, C 12/17

146
No obstante, la actitud de Max había marcado un camino propio para los
negrinistas desterrados, una camino que, en el fondo, podía ser compartido por todas las
facciones porque trazaba un mínimo denominador común para todos: independencia
nacional respecto de la política de bloques, vigencia de la legitimidad republicana y
reivindicación de la política social y las libertades públicas reconocidas en su
Constitución. Max deseaba fervientemente unir al máximo número de refugiados bajo
esas consignas sin reparar en las viejas heridas. Pero, los resentimientos habían
levantado insuperables barreras construidas con recelos justificados. El 5 de marzo de
1948, el Círculo Jaime Vera recibió una invitación para sumarse a un acto en homenaje
a la República organizado el 14 de abril por la Unión de Intelectuales Españoles en el
Exilio que generó un razonado debate para evitar que la adhesión sea aprovechada con
otros fines28. Por esta razón, se hizo comparecer a Pilar Sanz y a Max Aub el 12 de
marzo para que explicasen la naturaleza política e independencia de esta organización, a
la que, finalmente se sumaron29.
Por el contrario, en el verano de 1949 Max escribió al ex presidente José Giral,
quien encabezaba La Comisión Republicana para la Defensa de la Paz, que: Sr. Dr. D.
José Giral, […] Mi querido amigo: Siento mucho tener que comunicarle que el Círculo
Jaime Vera ha desautorizado mi presencia en La Comisión Republicana para la
Defensa de la Paz, que usted tan dignamente preside, y por este motivo le ruego que
retire mi nombre del comité en el que inmerecidamente me incluyeron. Como hombre
disciplinado a un partido al que pertenezco hace más de veinte años, no me toca sino
acatar esta decisión. Confiando en que usted comprenderá estos motivos, me es muy
grato repetirme de usted. Afmo. S.S y amigo30.
Este hecho fue muy significativo, porque la Comisión Republicana para la
Defensa de la Paz, a pesar de estar encabezada por personalidades del republicanismo,
era un vano intento del PCE de instrumentalizar al exilio español en su conjunto.
Cuando dos años después, el 18 de julio de 1953 probasen una jugada similar, Max
anotaría: Homenaje a Giral organizado principalmente por los comunistas, que no
tienen memoria. Así les ha ido: curioso discurso de don José rememorando hechos de
hace ¡ya! quince años. Homenaje a Azaña, a Malraux, a Besteiro, a Negrín, a Prieto.

28
FPI: ARLF 169-20
29
FPI: ARLF 169-20
30
AFMA: Correspondencia, C 6/56

147
Ni una palabra de los comunistas. Éstos estaban verdes de rabia. ¿No recuerdan sus
ataques a Giral el año 45?31.
Por lo tanto, el pequeño reducto del Círculo Jaime Vera mantenía, de acuerdo
con el rumbo expuesto por Max en el Falso Dilema, su negativa a supeditarse a una
organización cuya lealtad se debía, primeramente, a un líder extranjero y no a la
legitimidad de la causa republicana. En el fondo, eran escrúpulos de orden simbólico y
exagerados, que Max no compartiría por su tendencia natural a buscar el consenso y la
unidad. Pero, al final, siguió el criterio de sus correligionarios y soportó, a partir de ese
momento, un mayor desprecio por parte de los voceros del PCE sin excusarse en
imposiciones de terceros. Max no tardó en percatarse de la trascendencia de su negativa,
como reflejó en su diario: Para vosotros no importa lo escrito sino quién lo ha escrito.
Eso decanta en parte de vuestra concepción policíaca y antiliberal de la vida. Un
escrito, por ortodoxo que sea, si lo escribió un expulsado del partido no tiene derecho a
vivir. Si yo no hubiese retirado mi firma de la Comisión española Pro-Paz vería puesta
por las nubes algunas de las cosas mías que van a salir. Ahora soy un intelectual
pequeño burgués, del que no vale la pena ocuparse. […] F. adujo ayer acerca de mis
últimas publicaciones, creyéndolas escritas hace poco. Da la coincidencia de que son
del tiempo de lo que más celebráis en mí32.
Estas preocupaciones eran comprensibles, porque en 1950, escribió el monólogo
Discurso de la Plaza de la Concordia que teatralizaba el Falso Dilema al contraponer
directamente a Stalin y Truman. Como era fácilmente esperable, no despertó el
entusiasmo entre sus amigos comunitas y José Ignacio Mantecón, ex socialista y
secretario del SERE, le anunció que se va a meter en serio conmigo en Nuestro Tiempo,
por mor del Discurso de la plaza de la Concordia. Ya era hora le dije. A lo que parece
me va a tachar de pequeño burgués. Max Aub o el perfecto pequeño burgués, dice que
intitulará el artículo. Ojalá, que tengo no pocas cosas que decir al respecto. Por
ejemplo, ¿qué es él sino otro pequeño burgués?- y por el hecho de haberse adherido a
los cuarenta y tantos años al Partido Comunista, ¿deja de serlo? ¿En qué se convierte?
¿En proletario? Porque el ser pequeño burgués es señalar a una clase, no un partido.
Conozco muchos comunistas pequeño burgueses- la mayoría- y aun grandes burgueses.

31
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 193
32
Ibíd. pág 167

148
Ahí radica una de las más terribles contradicciones. […] Partido forjado, hecho,
dirigido por pequeños burgueses comunistas que se imponen al proletariado33.
En este mismo sentido, el año 1951 será decisivo en cuanto a cantidad y calidad
de su producción literaria. En primer lugar, el 1 de enero escribe una Pequeña carta a
Mr. Attlee acerca de la dignidad humana, que publicará a su vez en Sala de Espera, en
relación al envío oficial de embajador a España por parte del Gobierno británico. El
paso de los años y el consiguiente triunfo de la desilusión y el realismo se imponían,
como denunciaba irónicamente Max Aub: Muy respetable señor: Encabezo así estas
líneas porque ignoro qué título le corresponde por su jerarquía […] y me parecería
fuera de lugar- y de tiempo- llamarle “Querido compañero”, aunque ambos
pertenezcamos a partidos socialistas, pero tan encumbrado el suyo y tan deshecho el
mío que ya tienen poco en común 34. Como es lógico, Max Aub no se resignaba y
consideraba impropio traicionar los ideales por los que se había luchado hacía tan pocos
años, aunque la amargura y el cinismo de los nuevos tiempos eran una fuerza inmune a
los principios morales.
Un ejemplo de esto lo experimentaría Max Aub en carne propia a las pocas
semanas al denegarle el Gobierno francés un visado que le hubiese permitido
reencontrarse con sus padres. La razón fue su peligrosa militancia comunista que
constaba en los registros policiales. Ante tal infamia, escribió a Vicente Auriol,
Presidente de la República.

Soy escritor, español y fui agregado cultural de la Embajada de España en Francia en


1936 y 37. Dejemos aparte que nací en París, lo que no hace si no dar cierto sesgo
tragicómico a la situación. En marzo de 1940 por una denuncia, posiblemente anónima, fui
detenido, a lo que supe después, por comunista. Conocí campos de concentración. […] Esto
no tiene, desgraciadamente, nada de particular y fue el premio de muchos españoles
defensores de la legitimidad de su gobierno. […]
Lo único que importa ahora, Señor Presidente, es que la denuncia era falsa. Yo no soy, ni
he sido comunista. He sido, soy socialista. Usted lo es, o lo fue. Por otra parte tampoco
quiero dejar de asentar que el ser comunista no me parece ninguna mengua. […] Todo esto
no importa, sino el hecho de que una denuncia puede más que una vida, y la palabra de
cuatro hombres. Porque el señor cónsul de Francia en México me pidió tres cartas para
apoyar mi petición de visado; le di a escoger los firmantes y fijó su atención en don Alfonso
Reyes, Director del Colegio de México, en don Bernardo Giner de los Ríos, Secretario
General de la Presidencia de la República Española, y en don Pablo Tremoya, actual
Representante de España en México. Estas tres personas aseguraron que yo nunca había
pertenecido al partido comunista, tal como su digno representante pidió que se hiciera
constar.

33
Ibíd. pág. 183
34
AUB, Max: Hablo como hombre. Castellón, Fundación Max Aub, 2002, pág. 105

149
Si las “competentes” autoridades francesas se hubiesen molestado en enterarse, no les
hubiese sido difícil hacerlo, mis opiniones no son secretas y se han impreso. […] Pero mi
caso es distinto: yo era socialista y sigo siendo socialista, fui denunciado como comunista,
y para ser perdonado- ¿de qué, señor Presidente, de qué?- tendría que haberme convertido
en comecomunista. Pero yo no soy comunista, ni comecomunista: soy un liberal, un
socialista liberal- creo que puede usted fácilmente entender esta antinomia-, que fue
falsamente acusado de ser comunista, y que tiene la pretensión, la humilde y por lo visto
absurda pretensión, de pasar un mes en París, para ver a sus padres. […]
Lo verdaderamente triste es ver cómo Francia va todavía a remolque de la de Vichy, de
cómo los archivos de una policía fascista señalan los caminos de un desbarrancamiento tan
fácil de evitar. […] ¿Es que ya no hay posibilidad de vivir para gentes que no quieren
plegarse a ninguna dictadura? […] Fui a parar a su país, que por otra parte es casi el mío,
por defender la ley. No deja de ser curioso que por haberla defendido, en su nombre se me
prohíba volver.35

A pesar de las gestiones de André Malraux y Jean Cassou, Max no pudo viajar a
Europa y no vio a su padre antes de que muriese a los pocos meses36. Nuevamente fue
víctima de una acusación falsa e injusta, ni era comunista ni ser comunista debía ser un
delito en un régimen democrático y pluralista. La dinámica de la Guerra Fría resultaba
invencible y tenía atrapados a los refugiados y a su país de origen. Es en este contexto,
cuando Max termina la obra de teatro NO en abril y mayo de 1951. Se trata de un drama
que enfrenta el funcionamiento de dos puestos fronterizos, uno soviético y el otro
norteamericano, en la estación de ferrocarriles del pueblo de Altberg en Alemania. La
burocracia indiferente hacia los dramas de las personas concretas, la desconfianza y el
miedo propagado por la mentalidad belicista y la intransigencia como máxima rectora
desgarran a unos personajes divididos por las circunstancias que no pueden transitar
libremente para seguir sus sueños o solucionar sus problemas. Entre la galería de
personajes que recorren esta estación, destaca André Gabard, famoso escritor francés
que ha sido invitado por la Unión de Escritores Soviéticos a participar en una
conferencia. A pesar de sus recelos, cree necesario establecer un diálogo con los
intelectuales del Partido, pero, al final, regresa a París. Como es evidente, se trataba de
un trasunto de André Malraux y André Gide, en el que Max podía identificarse.
Por lo tanto, al igual que ocurría en San Juan, un drama de resonancia
internacional se transforma en parábola de su propia situación. El destino de España no
era un renglón aparte en la historia de Europa, no era un asunto menor que mereciese
menores escrúpulos. El futuro de España era un tema nuclear del futuro de Europa: si no
se fortalecían las democracias parlamentarias y se acababa con la cínica concepción

35
Ibíd.112-115
36
MALGAT, Gérard: Max Aub y Francia. Sevilla, Renacimiento, 2007, pp. 123-127

150
instrumental de los derechos civiles, el riesgo real era que muchos entenderían que sólo
una dictadura militar podría frenar el avance de las reformas sociales. En definitiva,
Franco era el espejo donde se reflejaban las políticas reactivas que muchos
conservadores podían considerar adecuadas.
Por otra parte, en diciembre de 1951 Max retoma la Guerra Civil con la
publicación de Campo Abierto, tercera novela del Laberinto Mágico, pero segunda
atendiendo a los hechos cronológicos narrados. Como ya hemos señalado, el escenario
es el inicio de la contienda, los duros meses de caos e ilusión que precedieron a la
heroica defensa de Madrid. De nuevo, en un tono honesto Max relata los horrores del
bando republicano sin caer en justificaciones fáciles ni complacientes. Asimismo, da
detalles concretos bien documentados de los acontecimientos políticos que se
sucedieron con rapidez en aquellos días. Para tal fin, empleó el libro de memorias
escrito por Zugazagoitía antes de su ejecución, libro que pidió al teniente general y,
supuesto salvador de Madrid, José Miaja, partidario del golpe de Casado y enfrentado
con los negrinistas. Como éste le escribió el 22 de diciembre de 1950: Mi distinguido
amigo: Como supongo que ya habrá tomado las notas que necesitaba del libro Historia
de la Guerra Española de Zugazagoitía, le agradeceré que me lo lleve al Café
Tupinamba, pues lo necesito 37. Campo Abierto, empero, no gustó a todos precisamente
por su honestidad. Max dejó constancia de ello en sus diarios: Conversación con Rejano
acerca de Campo Abierto, que ha leído- le di el libro anteayer- hasta la mitad. Me
reprocha haber escrito escenas que políticamente- según él- nos pueden perjudicar.
[…] Callo. ¿Para qué discutir? Sé lo que me contestaría si le dijese que de su posición,
políticamente tal vez justa, se desprende la mediocridad de la literatura soviética al
impedir que las cosas no se juzguen más que desde un plano. ¡Fuera todo claroscuro!
¡Todo a la mayor gloria de la victoria y que se chinche la literatura! Lo comprendo en
ellos, comunistas, que están seguros de la victoria, del nacer de un hombre nuevo. Pero
los que dudamos… Al fin y al cabo la literatura- por lo menos la novela- es hija de la
duda38.
Por último, se debe destacar Librada, relato breve publicado en el número 30 de
su Sala de Espera en marzo de 1951, que, como ha destacado Manuel Aznar, produciría
una agria polémica entre Max Aub y sus antiguos amigos del Partido, quienes lo
37
AFMA: Correspondencia, C 10/1
38
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 203

151
rechazarían por su contenido pretendidamente anticomunista39. Librada narra la historia
de Ernesto Rodríguez Monleón enviado por el PCE a España para luchar en la
clandestinidad contra la dictadura. No obstante, a su llegada es detenido,
probablemente, por una delación surgida de sus propias filas y ejecutado por el régimen
franquista. Antes de morir, escribe una sentida carta a su mujer, Librada, mientras que el
órgano de expresión de su Partido lo condena por contrarrevolucionario al servicio del
espionaje británico, acusación que despierta un vivo debate entre sus amigos del exilio,
que se dividen entre quienes dan legitimidad a esa acusación y quienes creen en la
inocencia de su amigo. Si bien esta ficción estaba inspirada en el caso real de Heriberto
Quiñones, fusilado en Madrid el 2 de octubre de 1942, la carta de despedida podía
recordar a la del mártir Gómez Gayoso, procedimiento empleado por Max para fundir
en un mismo personaje a un héroe y a un villano reales ensalzado y condenado
respectivamente por sus compañeros comunistas.
Como era obvio, la honestidad de este relato no encajaba en el clima de trinchera
intelectual propio de la Guerra Fría y fue repudiado públicamente en julio de 1952 en la
revista Nuestro Tiempo, editada en México por Juan Vicens, quien sustituyó de facto a
Max en la Embajada de París a finales de 1937 y quien, en Campo del Moro, hacía que
Julián Templado, a pesar de sus escrúpulos, ingresase definitivamente en el PCE.
Esteban de Vega, bajo el seudónimo de Jorge Cuenca, escribió un artículo titulado La
Sala de Espera de la Falange o los falsificadores de la historia. La primera parte era un
furibundo ataque contra todos los intelectuales que no habían aceptado la jefatura moral
de Stalin. Su virulencia recordaba el tono de los editoriales del Pravda durante los
procesos de Moscú.

Nunca como ahora apareció tan al desnudo la decadencia y podredumbre de la cultura


burguesa y de sus voceros más calificados. Algunos intelectuales que en otros tiempos
proclamaban y practicaban la llamada teoría del arte por el arte, se ven hoy imposibilitados
de continuar realizando el viejo y conocido juego de la evasión ante los problemas político
sociales que les rodean por los cuatro costados, apareciendo cada vez más abiertamente
como ideólogos y propagandistas del capitalismo, como defensores de una clase condenada
por la historia a la desaparición.
Bajo el sucio manto de la cultura occidental se cobija una fauna de gentes turbias y
ambiciosas, aventureros, tránsfugas, existencialistas, que invocando los principios de
libertad, democracia y civilización- occidental, naturalmente-, escribiendo y hablando
demagógicamente sobre los derechos del hombre, la independencia del espíritu, etc., lo que
tratan es de idealizar el rapaz imperialismo norteamericano, ocultando sus planes agresivos

39
AZNAR SOLER, Manuel: Los laberintos del exilio. Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max
Aub. Sevilla, Renacimiento, 2003, pp. 40-66

152
y de dominación mundial y presentándolo como un elevado exponente de la democracia y
la cultura.
Gritando contra las fuerzas de la paz, del progreso y de la auténtica cultura, contra la
URSS., las democracias populares y los pueblos; tratando de deformar grotescamente las
grandes conquistas de la ciencia, el arte y la cultura soviéticas, esos portavoces de la cultura
prostituida muestran su servidumbre hacia los señores de Wall Street, para quienes la
civilización no es más que una palabra invocada para enriquecerse y enmascarar los
preparativos de la guerra.
Entre ellos se encuentran, Sartre, pontífice del existencialismo, con sus náuseas y manos
sucias; Malraux, con su teoría fascista de la geocultura y haciendo piruetas sobre la
civilización atlántica; Silote, el tránsfuga, compadre de Saragat y servidor como él de la
reacción italiana; Dos Passos, cantando las intenciones pacíficas del imperialismo
norteamericano y lanzando insultos contra la Unión Soviética […] Cassou, admirador del
fascista Tito; Koestler, especialista en infamias antisoviéticas; Camus, autor de “La Peste”,
escritor del pesimismo y la desesperanza; W. Vogt, con sus concepciones canibalescas del
maltusianismo; Simon de Beauvior, cuyas novelas sobre temas sexuales son calificadas de
psicología glandular; J.P. David, servidor de los yanquis en Francia, cuya especialidad
literaria es colocar carteles en las calles con citas falsas de Lenin y Stalin; […]
Y presidiendo esa danza macabra, la sombra y la influencia maléficas del desparecido
André Gide, que contribuyó considerablemente a la formación intelectual de la mayor parte
de ellos, con sus historias morbosas y homosexuales. […]
Con individuos de esa especie, que predican la ciudadanía mundial, el cosmopolitismo,
pidiendo a los pueblos que renuncien a la independencia, cuenta Foster Dulles

Proseguía con una crítica contra La fin de l’espoir de Juan Hermanos, obra
fechada, ficticiamente, en Madrid en enero de 1946 y con prólogo de Jean Paul Sartre,
que de forma sesgada y tendenciosa mostraba la resistencia clandestina como cenáculos
de fanáticos comunistas dedicados al terrorismo urbano, una especie de Rote Armee
Fraktion avant la lettre. No obstante, la parte final estaba reservada a Max Aub, de
quien decía:

Hay quien además de desvirtuar los hechos y crear episodios a la medida de su


mentalidad y objetivos anticomunistas, va todavía más lejos, no vacilando en tomar figuras
reales, hombres que cayeron en el combate por la liberación de España, ni en cometer la
vileza de atribuirles palabras y actitudes contrarias a la causa por la cual ofrendaron sus
vidas. […] Y por ese camino, descendiendo la pendiente, se llega incluso a falsificar
burdamente materiales y documentos de un Partido, sobre cuyo contenido se puede tener
una u otra opinión, estar a favor o en contra, pero nadie, absolutamente nadie, está
autorizado a falsearlos si no quiere verse clasificado en la categoría que corresponde a un
vulgar estafador.
Se comprende fácilmente que cuestiones de tal seriedad, no importa que el falsificador se
denomine poeta, ensayista o cosa semejante, nada tienen en común con la libertad del
escritor para elegir sus temas o con piruetas más o menos literarias, y por ello, esas
posiciones ajenas por completo a las normas de decencia política, social o intelectual, debe
ser juzgadas con el rigor que se merecen.
Por ahí circula una especie de cuaderno semiclandestino titulado Sala de Espera que
escribe, edita y distribuye entre sus amigos un señor llamado Max Aub. No se trata en este
caso, por supuesto, de un escritor cuya fama haya traspasado las fronteras.
Es algo muy semejante a lo que los franceses llaman un raté, un fracasado en la literatura.
Quizá por resentimiento, o quién sabe por qué otras razones, se produce en él un fenómeno
similar al que aparece en la mayoría de escritores existencialistas mencionados al principio,

153
que podría denominarse mecanismo psicológico de su evolución, y que la ha conducido a
las posiciones anticomunistas de hoy.
Parece ser que comenzó escribiendo algunas cosas de teatro calcadas de Pirandello. Hubo
un tiempo en que se llamó amigo de los comunistas y colaboró con ellos en la Alianza de
Intelectuales Antifascistas, y escribió artículos elogiosos sobre el teatro soviético. Es decir,
en tamaño reducido, por su menor importancia literaria, presenta un cuadro bastante
semejante al de un Malraux o un Cassou. También estos elementos, hoy al servicio de los
imperialistas y de sus planes de guerra, hace años se llamaban amigos de la Unión Soviética
y de los comunistas.
En diversos números de la mencionada Sala de Espera y en algún trabajo suyo aparecido
en revistas de otro tipo, se encuentran los insultos a la Unión Soviética y al camarada
Stalin, se habla de la llamada cortina de hierro y de los pretendidos campos de
concentración soviéticos, se intenta llenar de lodo a los combatientes de las Brigadas
Internacionales, y se presenta a los comunistas dedicados al espionaje entre si, quienes,
según este difamador, se aniquilan los unos a los otros, es decir, toda la gama de injurias y
mentiras fabricadas en serie por el imperialismo y sus servidores para atacar a la Unión
Soviética y a los comunistas de cada país.
En verdad que ese individuo no ha inventado nada. […] Él se limitó a copiar y reproducir
servilmente.
Pero no todo es copiado; el autor de esa encenagada Sala de Espera ha puesto algo muy
suyo. En el cuaderno número 30, bajo el título de Librada, se muestra hasta qué limites
pueden descender algunas gentes arrastradas por la fobia anticomunista, habiendo
desparecido en ellas todo vestigio de dignidad y reflexión. […]
Examinada superficialmente, la cosa aparece como una de tantas infamias anticomunistas
que pone en circulación Falange. Pero, no es sólo eso; hay algo todavía más repulsivo en el
fondo de la maniobra. Se pretende manchar con el lodo de la traición, tras el nombre
ficticio de Ernesto Rodríguez, al héroe del Partido Comunista y del pueblo español, José
Gómez Ganoso. […] Se falsifica groseramente, volviéndola del revés, la emocionante carta
que escribió a su esposa antes de ser asesinado. Se mutilan y falsean materiales y
documentos del Partido Comunista de España, como el editorial publicado en la revista
Nuestra Bandera (nº 4 de febrero-marzo de 1950), con el título de que Hay que aprender a
luchar mejor contra la provocación. […]
¡La carta de José Gómez Ganoso, es la vida que triunfa sobre la muerte, el acusado que se
transforma en acusador implacable de sus verdugos, el comunista que tiene una fe
inextinguible en la clase obrera y en el pueblo, consciente de que otros continuarán la tarea
de liberar a España y de que, por cada luchador caído, centenares de nuevos compañeros
vendrán a ocupar su puesto!
La otra, la carta del usurpador, es la de un enano al lado de un gigante, de un grotesco
muñeco de guiñol, creado por una mente pervertida, que habla de traición por todos los
lados, de alpargatas, enfermedades y atropello de automóviles, y que recuerda con nostalgia
lo cómodamente que estaba con su mujer en Veracruz.
Las falsificaciones sobre los héroes comunistas y de la política y materiales del Partido se
entrelazan, formando, partes inseparables. En ese llamado periódico clandestino de Madrid,
que el individuo en cuestión fabricó a su medida y conveniencia, cuyo título además se
parece sospechosamente al que usaban los bandidos trotskistas del POUM antes de la
guerra, se reproducen párrafos truncados y otros completamente falsos del mencionado
editorial de la revista Nuestra Bandera. […]
En otro lugar, el traidor Quiñones, agente del Intelligence Service inglés, denunciado
públicamente como provocador y confidente de la policía, responsable de la detención de
centenares de comunistas, está transformado en ese falso periódico clandestino en Ernesto
Rodríguez, en quien se intenta personificar la figura limpia y heroica del camarada José
Gómez Ganoso. […]
Aquellos que se embarcaron en la vieja y maltrecha nave del imperialismo y se aferran
desesperadamente a ella, terminarán pudriéndose en el fondo del mar. El pueblo español ha
aprendido, en la dura experiencia de estos años de lucha, a conocer a su verdaderos amigos,
de dentro y de fuera, y a descubrir a sus enemigos. […] En él perduran, como ejemplo
luminoso, los nombres de esa pléyade de héroes anticomunistas fieles a su Partido […]

154
cuya sagrada memoria no puede ni podrá manchar jamás ninguno de esos gusanos que
reptan en el fango de la charca imperialista.40

Max, expulsado del PSOE bajo la acusación de criptocomunista vertida por


Prieto, ahora era acusado de anticomunista por el PCE en estos duros términos. Él no se
había movido un ápice en sus posturas los últimos veinte años, pero los demás habían
cambiado oportunamente de parecer por conveniencia. En consecuencia, podía prever
perfectamente el golpe, aunque también debía producirle un hondo dolor leer esas duras
críticas en un número en el que colaboraban amigos suyos como Juan Rejano y José
Herrera Petere. En una conversación con Joaquina Rodríguez Plaza, reproducida por
Manuel Aznar, Max Aub explicó que Librada surgió por los reproches que le hacían sus
amigos comunistas por no hacer una literatura militante sobre los guerrilleros en
España. Él quería tratar este tema, en parte, llevado por la admiración hacia esos
hombres templados que se metían en España, a luchar, sin importarles la muerte y por
el reconcomio de una discusión con Roces, cuando los comunistas pusieron por las
nubes la última misiva de Gayoso evidentemente hecha o rehecha por gentes del
partido41.
La principal razón, empero, fue la repulsión que le produjo el artículo Hay que
aprender a luchar mejor contra la reacción publicado en Problemas de España, donde
se denigraba a amigos y familiares. Además, estaba el asunto de Quiñones, a quien Max
no conoció, pero sí su amigo Ángel Gaos, hermano de José Gaos y destacado miembro
valenciano del Partido Comunista. Ángel le contó que todas las acusaciones no eran más
que calumnias: en verdad, había sido un admirable dirigente de la organización que fue
eliminado por su oposición al pacto germano-soviético. Como es lógico, a Max le
encendió aquella duplicidad, especialmente porque sus condenas fueron dictadas por
unos mandamases que estuvieron tranquilamente refugiados en México y la URSS,
mientras que los disidentes purgados eran quienes soportaron sobre sus espaldas el
exilio y la lucha. Por todo esto, contestó con esta carta a Juan Vicens:

Querido Juan Vicens:

40
CUENCA, Jorge: “La Sala de Espera de la Falange o lo falsificadores de la historia”, Nuestro Tiempo, nº
6, año IV, julio, 1952, pp. 45-57
41
AZNAR SOLER, Manuel: Los laberintos del exilio. Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max
Aub. Sevilla, Renacimiento, 2003, pág. 52

155
En el número 6 de Nuestro Tiempo, que según es costumbre decir tan acertadamente
diriges, se publica un artículo bajo el título prometedor, que luego no cumple, de “La Sala
de Espera de Falange”, y en el que se me alude directamente. Lo firma un señor Cuenca.
Como todo lo que allí se dice referente a mi cuento “Librada” es mentira, te ruego tengas
a bien publicar estas líneas si es que la verdad tiene todavía cierto valor para ti.
Si el señor Teruel leyó mi narración y no se enteró, es culpa que no me atañe. Leí, en
1950, en “Problemas de España” un artículo, “Hay que aprender a luchar mejor contra la
provocación”, que me impresionó: pocas veces había llegado el odio a tanto. Hablando con
un camarada tuyo, y precisamente del caso de Quiñones, - que allí se refiere-, fusilado por
Franco y vilipendiado por vosotros con los peores insultos, resultó que había conocido al tal
y me aseguró que era buen hombre, incapaz de haberse trasmutado en agente del I.S. Fue,
al parecer, uno de esos incontables comunistas de raigambre anarquista no apto para aceptar
ciertas tretas alabadas por la historia si salen bien, y que hacen rechinar el alma a quienes
tienen que apechugar con ellas. Otros valencianos, que le conocieron, confirmaron el
aserto. No me velé la cara: otras he visto. Así nació Librada. El hombre y el hecho me
parecieron, sin entrar a tomar partido y contando con la sola duda, lo suficientemente
característicos de nuestro tiempo para entrar a formar parte de la segunda serie de “No son
cuentos”, uno de esos libros míos que no ha leído, ni tiene noticia, el señor Lugo.
Si el mentado señor Oviedo tuviese ojos y cierto entendimiento hubiera advertido, sin
gran esfuerzo, que en ningún momento aseguro que mi personaje- inventado de cabo a rabo
en sus circunstancias personales- es inocente de la culpa de la que, fusilado, infamáis al tal
Quiñones.
De la misma manera el señor Gerona no se ha enterado de ellos, con la misma ligereza
levanta falacia al asegurar, basado en la sola inquina, de que yo aludo en mi relato a José
Gómez Gayoso- ejemplar luchador comunista, asesinado, como Quiñónes, por los sicarios
de Franco.
Nace la indignación del hasta ahora desconocido crítico literario al suponer que copié y
desvirtué una carta de aquél y señala, a sus anchas, una gran cantidad de divergencias con
la “emocionante carta que escribió a su esposa antes de ser asesinado”. Se quedó corto,
tantas hay como palabras. Igual podía haber citado el primer capítulo del Quijote y haberme
acusado de lo mismo. […] Llámeme por ello el señor Gijón: vil, falsificador, indecente,
encenegado, indigno, repulsivo, pervertido y provocador. Todo por no haber copiado; ahora
insistirá en los mismos adjetivos por haberlo hecho: Trae a colación el artículo de revista ya
citado […] No soy escritor parco- aunque para el señor Zamora sólo hice algunas cosas de
teatro, calcadas de Pirandello- Santa Lucía le conserve la vista- y los mencionados trabajos:
le reto a que encuentre una sola línea de las no pocas que he escrito acerca de los
Internacionales en que no se glorifiqué su intervención en nuestra guerra. Nunca sentí
emoción semejante como la que me alzó cuando estreché las manos de los primeros que
salieron al paso, y nada he escrito con más pasión como su llegada a Madrid, en “Campo
Abierto”.
¿A qué insultos no recurrirías en caso semejante? Yo, no. Y es que el señor Córdoba
olvida, y , si no lo sabe, aquí te lo digo para que llegue a sus oídos, que pertenezco hace
más de 25 años al partido socialista y que no he cambiado ni de ideas ni de partido. He sido
amigo de los comunistas, y lo sigo siendo. Vosotros habéis sido amigos de los socialistas y
enemigos según el momento y la línea que creías justa. Ni entro ni salgo, estoy donde
estaba. El año 48 creí necesario fijar mi posición frente a lo que llamé “El Falso Dilema” un
artículo que volví a publicar, sin cambiarles una coma, en un número de mi semiclandestina
“Sala de Espera” […] posición que sigo manteniendo de pe a pa. Pero vosotros no admitís
otra que la del que esté con vosotros o contra vosotros, mas yo no estoy con vosotros ni
contra vosotros, así como no estoy con los E.U y sí contra ellos por su política de ayuda a
Franco.
Y nada más por hoy. No quise referir a los hechos concretos, de lo demás ya hablaremos
otro día.
Tuyo, por una España, socialista, libre y soberana.42

42
AFMA: Correspondencia, C 15/28

156
Max sabía que le esperaban unos meses muy duros. En sus diarios, en las
mismas fechas que publicó el relato, transcribió parte de sus conversaciones sobre la
carta de Gómez Gayoso, sobre el sectarismo que Stalin imponía al Partido y sobre su
concepto utilitarista de la amistad. Desde su expulsión del PSOE, sus escritos personales
muestran una dura lucha interior para no seguir el camino de Mantecón o Amaro del
Rosal, negrinistas que terminaron ingresando en el PCE. Ese hubiese sido,
supuestamente, el camino natural y el que le hubiese dado amparo y reconocimiento.
Pero también era el deseo de Prieto para demostrar de forma retroactiva que sus
calumnias eran ciertas. La fortaleza de los principios de Max se puede seguir en sus
diarios durante los años 1950, 51 y 52. Desde unas discusiones internas sopesando pros
y contras de la política propugnada por el PCE hasta el 1 de marzo de 1952, cuando
Max escribe una larga entrada realmente molesta con los insultos que soporta por la
supuesta claudicación de los socialistas al imperialismo norteamericano.
Su caso no fue, precisamente, un hecho aislado y respondía a la
sobredimensionada susceptibilidad del exilio. El 26 de octubre de 1951 el Círculo Jaime
Vera remitió una circular a sus miembros que advertía que

El órgano en México del PC de España reincide en los ataques que de cuando en cuando
viene dirigiendo, unas veces a España Combatiente, otras al Círculo Jaime Vera. El suelto
aludido está dedicado a impugnar con argumentos pobres pero venenosos, la creación de
nuestra UNIÓN SOCIALISTA ESPAÑOLA y a deducir, en servicio de sus designios
antisocialistas, conclusiones deliberadamente falsas. […] Tal es la razón que mueve al
Comité a dirigirse a los afiliados, conocedores del proceso de nuestra reorganización,
iniciada desde hace dos años […] para que conozcan el proceder de los dirigentes del
partido “hermano” y para recordarles la obligación que tienen, contraída voluntariamente,
de no suscribir documentos en apoyo de la política de otro partido, en este caso el PC,
aunque se disfracen de buenos propósitos, máxime cuando dicho partido procede de modo
tan ruin. […] Si hay algún afiliado a nuestro Círculo que crea fundados los ataques del PC,
su estancia entre nosotros no sería decente, su obligación sería separarse. 43

La creación de la Unión Socialista Española era un intento surgido desde Francia


de revitalizar la disidencia expulsada del PSOE porque cesar nuestra lucha
antifranquista sería un suicidio moral, pero también de la sincera consciencia que:

La pretensión de que nosotros representamos al PSOE va siendo, pues, cada día más
inverosímil. Comporta, además, a nuestra acción restricciones que son cada día más
conllevables. Tomemos un ejemplo concreto: el de la Comisión Ejecutiva. […] Hoy se ve
restringida a casi una sola persona. Por haber tenido tanta gallardía y la tenacidad de asumir

43
FPI: AMMM 474-2

157
esas atribuciones que el transcurso de los años iban acumulando sobre él, nuestro
compañero Lamoneda […] merece por nuestra parte un amplio margen de confianza […].
Pero es evidente que [no] es físicamente posible a un solo hombre seguir asumiendo esas
atribuciones. […]
Nada de esto significa que constituyendo la USE hagamos renuncia de nuestra condición
de afiliados del PSOE. Cada uno de nosotros lleva muy honda la huella con que le marcó
indeleblemente la gran forja (forja de hombres y forja de España) de nuestro emblema. […]
Duele tomar consciencia de la orfandad en la que quedamos, como duele el alejamiento de
la tierra a la que nos unen lazos cuya solidez comprobamos hoy. 44

La USE, empero, no tendría mayor actividad que la publicación ocasional de


manifiestos y en el fundacional proclamaban que no se trataba de crear una
organización sectaria, estrecha y dogmática, sino de rescatar las gloriosas tradiciones
del Partido Socialista Obrero Español […] en nuestro tiempo corresponde una
interpretación del Socialismo exenta de utopías y degeneraciones totalitarias. […] La
Unión Socialista Española es una entidad de amplia democracia en sus formas
orgánicas, contraria al totalitarismo y a toda mixtificación de la voluntad popular. Uno
de sus fines esenciales es conciliar la libertad individual con los intereses colectivos45.
Max Aub ingresaría en 1952 como afiliado número 20 de la agrupación
mexicana de la USE 46, si bien quince compañeros se dieron de baja del Círculo Jaime
Vera porque consideraron que no era decente seguir en un organismo tan confuso como
en el que se ha convertido el Círculo Cultural Jaime Vera 47. Su negativa, empero, se
fundaba no en su deseo de incorporarse al PCE, sino en su irrenunciable militancia
socialista. No estaban dispuestos a romper con la disciplina de su partido, aunque los
firmantes, a diferencia de los fundadores de la USE, no habían sido expulsados de facto
en 1946.
En esa tesitura de abandono, renuncia y confusión, Max recibió una dura carta
de Josep Renau que, tras referirle que Vicens le había pasado su carta de protesta por el
artículo de Nuestro Tiempo, le recriminaba su comportamiento de los últimos años del
siguiente modo:

Me interesa, sin embargo, fijar mi posición personal frente a tu actitud política, ahora que
esta actitud se ha afirmado con una mayor precisión. Una vieja amistad como la que ha
habido entre nosotros no puede acabar en silencio. En nombre de esta amistad, durante la
última etapa de tu actividad literaria, he estado sufriendo seriamente por ti. Unas veces

44
FPI: AAVV- AJJG-87-15
45
FPI: AAVV- AFLT- 151- 46
46
AFMA: Documentos personales C 40/5
47
FPI: AMMM 474-2

158
callando, otras a través de una crítica discreta, directa o indirecta, cuya sutilidad amistosa
no has sabido o no has querido comprender. Así, ni mi actitud ni las consideraciones que
han tenido contigo otros camaradas míos, han podido frenar ni un ápice tu evolución abierta
al campo abierto del anticomunismo.
Al final de la carta, en la que defines a los comunistas como gentes encenagadas en un
siniestro oportunismo, dices que sigues siendo “amigo de los comunistas”. Y esto ya es
demasiado. Tu posición a este respecto no es original […]
¿Cómo enjuiciar la conciencia humana de un escritor que, ante el testimonio de cualquier
individuo sobre una pretendida víctima de los comunistas, se infla de ardor humanitarista y
al mismo tiempo se encoge enfáticamente de hombros ante el testimonio de pueblos enteros
que denuncian, ante la opinión pública mundial, la criminalidad organizada del capitalismo
imperialista; la preparación de una nueva guerra; la utilización criminal del arma
bacteriológica; la inhumana represión de los movimientos de liberación de los pueblos
oprimidos de una a otra punta del globo…?
La explicación de esta ceguera, de este deliberado empirismo humanitarista, no puede ser
otra que el odio, más o menos confesado, hacia el Partido Comunista, vanguardia activa de
todas esas luchas de liberación.
¿Puede explicarse de otra forma la paradoja de que siendo, como dices, amigo de los
comunistas no hayas querido firmar últimamente ninguno de los documentos del
Movimiento Mundial por la Paz? […]
Ser amigo de los comunistas, así, genéricamente, implica algo más que ser amigo de
Fulano o Zutano en tanto que Fulano o Zutano. Implica, en buena ley, un mínimo de
simpatía o adhesión a la posición política que asumen Fulano o Zutano en tanto que
comunistas. ¿Cuál es en tu caso esa mínima adhesión o simpatía por la política del Partido
Comunista para poder llamarte amigo de los comunistas? Un somero balance de tu
actividad política- tus escritos políticos en estos últimos años- indica con harta evidencia
que no eres amigo sino enemigo de los comunistas. Y, en consecuencia, enemigo mío en
tanto que comunista. […]
Para terminar no me resta hacerte constar lo siguiente: a la altura de estos tiempos, todos
los hechos y opiniones que se derivan de la posición política de cada uno, no son
incidencias adjetivas sin trascendencia en la vida social. Son hechos sustanciales que
determinan la amistad, la enemistad o la indiferencia; […] que nos adscriben a uno u otro
lado de la tremenda lucha que está librando la humanidad para salir de una vez de este
maldito pantano capitalista. Por lo que a mí respecta soy, como sabes, comunista. Pero no
comunista suelto, sino firmemente ligado a mi Partido y solidario con su Dirección.
En función de amigo, los dardos venenosos que lanzas contra el Partido Comunista
manchan la amistad que te he profesado y me duelen en mi propia carne. Como enemigo
político resbalarán sobre mí, como resbalan sobre el heroico prestigio que el Partido
Comunista se ha ganado.48

La estrecha amistad y actividad conjunta que unía a Max y a Renau desde antes
de la Segunda República no era merecedora de esa condena fulminante. En el Archivo
de la Fundación Max Aub se conserva un borrador de una carta de respuesta que no
llegó a enviarle. Allí decía:

Querido Renau
Así sí. Así se puede hablar: porque discutes sin infamar. Siempre que hemos discutido
nuestras posiciones eran idénticas a las de ahora. Tú te vas hoy por los tristes cerros de la
intolerancia. Lo siento, porque te conozco, como tú me conoces.
Fuiste la primera persona a quien le leí ese cuentecillo, fuente de tanta discordia, y no le
pusiste reparo. Ahora, desde tu altura, me fulminas. ¿Qué pasó? […] ¿Así que no cuenta

48
AFMA: Correspondencia, C 12/8-2

159
que me insulten a mansalva? ¿Así que lo mismo te daría que te llamaran traidor, vendido,
vil, siendo mentira? ¿Te das cuenta de lo que esto representa como huida en tu condición de
hombre?
Pero no es esto sólo, sino que tú también en menor cuantía recurres al abultamiento
voluntario de los cargos para defender tu posición.
“Aun suponiendo cualquier clase de malentendidos o expresiones inexactas por parte del
autor de la crítica…”
“Al final de la carta, en la que defines a los comunistas como gentes encenagadas en un
siniestro oportunismo” ¿Dónde esta definición? ¿un encenagamiento? ¿qué siniestro? ¿O te
atreverás a negar que el P.C es capaz de aliarte al diablo con tal de salir con la suya? No por
eso se llena de cieno, ni es siniestro, sino juego normal de la política que Lenin definió
perfectamente en “La Enfermedad infantil del izquierdismo del comunismo” y del que te
copio un párrafo en francés para que luego no me andes acusando de tergiversar o
maltraducir una palabra. [No se reproduce el texto] Si esto es encenagada, no lo digo yo,
sino tú. […]
Y así tocamos un punto para mi fundamental. No separo, como ves, los comunistas del
Partido Comunista, sé perfectamente el amor indisoluble que os une a vuestra organización
y lo mismo que escribí que soy amigo de los comunistas hubiese podido escribir que soy
amigo del P.C., y lo repito; siempre que sea enemigo de Franco.
De acuerdo con la confusión de valores, hija en parte de los medios de propaganda, pero
cuidado con la destrucción de valores humanos. […] No siento ningún odio por el P.C.,
pero tampoco creo que esté obligado a aprobar callado, por el solo hecho de ser amigo de
los comunistas- o del P.C.- lo que me parece mal de vuestra organización […]. Es
precisamente porque creo que los comunistas representan la fuerza ascendente mayor de
nuestro tiempo por lo que me alzo- y no con dardos envenenados como tan
“luisdevalmente” dices- señalando lo que me parece mal.
Mira, Renau, no he perdido la tierra que más quería para callar lo que no parece justo.
¿Qué esté equivocado? ¡No faltaba sino que admitiese esa posibilidad! No soy científico
sino escritor.
Y si soy amigo tuyo, lo soy aceptándote como eres, es decir, comunista, como puedo serlo
de otro, así sea anticomunista, siempre que sea antifranquista.
Soy enemigo de la falta de libertad- y no me salgas con aquello de ¿qué libertad? Porque
te contestaré: de la de decir públicamente lo que me da la gana- y eso es- únicamente, lo
que me separa de vosotros. […]
Vamos con el “Movimiento por la Paz”. No he firmado ninguno de vuestros manifiestos:
a) porque no lo aprobaba mi partido, b) porque lo considero inútil. […] Que la URSS quiera
la paz nadie, con sentido, lo puede negar. Pero, y ¿España? ¿Crees de verdad que un pacto
entre la URSS y los E.U. resolvería el terrible estado de lucha que hoy encadena nuestra
patria? Si así fuera sería el primero en firmar lo que fuese.
El afianzamiento del actual statu quo, que yo considero ha de durar largos años, lo mismo
ha de consolidarse con o sin pactos. El desarme no puede ser producto sino de
conveniencias económicas del régimen capitalista. Y no van por ahí las cosas. […]
Y vamos a lo que importa. […] Según tú- es decir, los comunistas- la posición política es
la que determina la amistad […] y ahí sí que no estamos de acuerdo. […]
Si un comunista sólo puede apreciar, amar a un ser conformista de su mismo sectarismo
(así sea la secta por carisma detenga la razón y la verdad), ¿qué hacer con los demás?
Nunca había llegado a tanto la intolerancia desde los tiempos bárbaros de las guerras
religiosas. ¿A eso queréis volver? Es decir: yo puedo ser tu amigo, siendo tú comunista, tú
no puedes serlo mío porque no lo soy. ¿Y habláis de unidad? ¿Con quién? La justicia, a este
precio, no vale la pena.49

Max no envió esta carta porque pensaba que los reproches de Renau no eran, en
realidad, sinceros, ya que en algún momento de la Guerra Civil Renau tuvo que

49
AFMA: Correspondencia, C 12/8-3

160
confesarle los reparos morales que le producían las prácticas de Stalin. Max anotó en su
diario: En el artículo de Renau acerca de Las Españas hay cosas ciertas pero el
método, a veces, es de lo más desleal […]. Además, es muy feo que ese artículo lo haya
escrito él, que colaboró en los primeros números, cuando andaba distanciadillo de
vosotros. Ya sé que es vuestra costumbre: cuando uno está disconforme con una
posición y hay que mantenerla públicamente, a ése toca hacerlo50.
En este sentido, es posible que a Renau le asaltasen las dudas a raíz del arresto
por orden de Stalin del corresponsal del Pravda, Michael Koltzov, conocido de ambos,
y que se las transmitiese a principios de 1940 a su amigo. Koltzov aparece como el
periodista Gorov en Campo Abierto, en otro juego de espejos de Max que funde en su
nombre el del general ruso encargado de la defensa de Madrid: Vladimir Gorev, quien,
por otra parte, tuvo como asesor y traductor personal a José Robles. Pero, en Campo del
Moro, Max escribe los siguientes pensamientos del joven idealista y comunista Vicente
Dalmases: y Gorov (¿de vuelta a estas horas en Moscú, a menos que, como dejó
entender Renau, esté bajo tierra, fusilado?)51.
A pesar de que la mayoría de historiadores, así como los contemporáneos que lo
conocieron durante el conflicto, han considerado que Koltzov era los oídos y los ojos de
Stalin en España y, en la práctica, el cerebro que estaba detrás tanto de los asesores
militares como del servicio de espionaje, más bien parece que los cometidos de Koltzov
eran más modestos y que, por el contrario, jamás gozó de la simpatía de Stalin. En sus
inicios políticos, Koltzov formó parte la oposición de izquierdas que se enfrentó a Stalin
cuando tomó las riendas de la Unión Soviética, pero, para salvar la vida, renegó de sus
antiguos compañeros y abrazó fervientemente la causa del stalinismo. Como es obvio,
delató e infamó antiguos amigos y el deprimente clima moscovita de la década de los
treinta, con sus grotescos procesos y su miedo reverencial al líder, quebró su carácter y
personalidad. Fue la guerra española una nueva oportunidad para su vida, una nueva
lucha idealista en la que se implicó personalmente sin seguir unas directrices especiales
y sin inmiscuirse significativamente en los truculentos asuntos del NKVD. Max y
Renau conocieron a un hombre que había vuelto a nacer: un entusiasta escritor guerrero
que defendía con el lápiz y la pistola los viejos principios que el cinismo de Stalin había

50
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 168
51
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 492

161
desgarrado. Su sincera y fervorosa oposición al fascismo, que difundió en la Unión
Soviética mediante sus escritos, hicieron de él una personalidad incómoda. Su
propaganda transmitía, principalmente, heroísmo y entrega a la causa antes que al
Partido. Se trataba de un romanticismo épico cuya nobleza contrastaba con la
mezquindad diaria del régimen comunista. En la cima de su popularidad, Stalin ordenó
su arresto en agosto de 1939 como una medida más para reorientar su política exterior
hacia el entendimiento con Hitler y en febrero de 1940 sería ejecutado52.
Por lo tanto, la referencia a Gorov era cronológicamente inexacta, pero Renau
tuvo que saber de la detención de Koltzov, haberle impactado como le ocurrió a muchos
leales camaradas y comentar sus impresiones con sus amigos. Esta es la única mención
a Renau en Campo del Moro y, probablemente, presentarlo en medio de personajes
ficcionados es un indicio de la veracidad de ese hecho que, por otra parte, Max hace
encajar a la fuerza en el plano temporal. En consecuencia, Max sabía que Renau en su
interior albergaba serias dudas sobre el correcto proceder de los soviéticos y que, como
muchos, se horrorizó con las purgas de los valientes compañeros que habían luchado en
España, a quienes conocían personalmente y de quienes no podía creer que fuesen
trotskista. Como es lógico, el pacto Molotov-Ribbentrop terminó por sumirlos en el
desconcierto.
Por todo esto, Max sabía que la carta de Renau estaba dictada por las
circunstancias de la Guerra Fría, por esa reduccionista y horrorosa mentalidad de
trinchera que había arraigado en antiguos amigos. Cuando luchaban juntos contra el
franquismo no habían llegado jamás a esos extremos de sectarismo e intolerancia. Por
esta razón, Max enfureció al encontrarse con Renau a los pocos días y enfrentarse a su
ostensible desprecio. En esta ocasión, sí le envió la siguiente carta:

Querido Renau
Cuando recibí tu carta del 25 de agosto, te contesté a vuelta de corro, pero luego no lo
pasé en limpio. Conservaba cierta necia esperanza de que aquellas líneas no estaban, en su
totalidad, escritas en serio (con lo que demuestro, una vez más que no tengo remedio al
anteponer los sentimientos a la razón cuando de comunistas se trata) […]
Lo hago hoy a consecuencia de nuestro encuentro de anoche. ¿No te da vergüenza? Ya sé
que no, y hasta puedes estar satisfecho, de haber pasado a mi lado, con otros amigos que me
saludaban, y haber permanecido con la cabeza dura, bien afeitada, toda rapada, sin volverse
para nada, como un buen soldado que eres. Lo único que te faltó fue marcar el paso de
ganso. Y conste que iba yo con mi mujer, a quien conoces, también, hace treinta años.
Otros compañeros tuyos he encontrado estos últimos tiempos por la calle y su

52
PRESTON, Paul: Idealistes sota les bales. Barcelona, Proa, 2007, pp

162
comportamiento ha sido idéntico. Lo sentí, pero no me importa, lo tuyo sí. Porque aquellos
no eran amigos viejos, y tú, sí.
¿O es que no te das cuenta del mundo que así anuncias? Porque yo no soy un renegado.
[…] Yo estoy donde estaba. Vosotros estuvisteis un cierto tiempo con los socialistas, ahora
no. ¿Es mi culpa? […]
Nunca dejé de señalar lo que me parecía mal en vuestro proceder (acuérdate de cierta
conferencia que di en Valencia […] al volver de la URSS, donde había ido por gusto y mis
propios medios) […] Hay algo que no funciona bien en vuestro proceder. Sois sectarios,
por lo menos una parte del partido, aquí, en México. Y si no fíjate en un solo hecho: en la
emigración, con el correr de los años han salido veinte o treinta muchachos escritores,
ninguno es comunista. […]
No me saludas. Por divergencias políticas, decides romper nuestra amistad por obediencia
a la orden de tu partido. Igual sostienes o sostendrías una posición con la que no estamos de
acuerdo. Si el mundo que deseas es así, te aseguro que no vale la pena. Por lo menos para
mí. Porque el hombre vale más. Y tú vales más de lo que ahora haces. Por eso, el día de
mañana, en que tengamos que volver a luchar el uno al lado del otro, no te guardaré
rencor.53

El incidente de Librada no supuso la ruptura entre Max y Renau. En algún


momento, seguramente tras la desaparición de Stalin y la apertura posterior del régimen,
retomaron su vieja amistad y en el AFMA se conserva una amistosa carta de Reanu
fechada el 4 de marzo de 1958. Por el contrario, Juan Chabás moriría antes de
reconciliarse con su viejo compañero de fatigas. Este hecho dolió profundamente a
Max, que anotó en sus diarios el 3 de noviembre de 1953: Me confirman la muerte de
Juan Chabás. Era de los pocos amigos que tuve, es decir, de los pocos literatos que
creyeron desde el principio, en mí. Estos tres últimos años, a pesar de haberle escrito,
no tuve noticia alguna de él; desde la publicación de “Librada”. Su comunismo de
última hora- del 36, de finales del 36- le llevó a eso. Entre las cosas que más deseaba,
un día, en Madrid, era encontrármelo y charlar con él. […] ¡Qué tipo! Denia en el
recuerdo: su padre, el mar. Juan va atado a mis recuerdos, en Madrid, en Barcelona,
en Valencia. Es el primero que se va. Cuando muera yo, o José Medina, ¡quién se
acordará de tantas noches? […] ¿Quién te iba a decir, Juan, que morirías en Cuba?
¿Que tenías que hacer en esa galera? Y de comunista… Lo fuiste leal, a lo que dicen.
¿Qué tenías que hacer en esa galera? ¡Qué vida la tuya, echada a perder! 54.
Sin embargo, Juan Chabás jamás dejó de sentir una profunda amistad por Max.
En la correspondencia posterior mantenida con su viuda, esta le contaría:

Mucho le agradezco su carta. Usted conoció bien a Juan, le trató con intimidad, puede por
eso comprender como su ternura, su generosidad, su bondad, su talento, llenaron mi vida y

53
AFMA: Correspondencia, C 12/8-3
54
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 252

163
podrá imaginar el vacío espantoso en que su muerte me ha dejado. Juan todo lo compartía
conmigo: preocupaciones intelectuales, políticas y económicas. […] Aceptaba mis críticas
y mis consejos en todo menos en el terreno de la política en que era irreductible, sobre todo
en los últimos tiempos. Muchas veces me habló de usted como uno de sus más queridos
amigos, posiblemente el más recordado de los buenos tiempos de la juventud.[…] Creo que
Max Aub y Dámaso Alonso fueron los nombres que mayor número de veces oí citar a Juan,
siempre con emocionado afecto. […]
Los médicos dicen que murió de un infarto cardíaco; yo creo que le mataron el exceso de
trabajo y sobre todo la pasión política. Su preocupación por los problemas internacionales,
por la situación de España frente al pacto yanqui-franquista, por las conferencias de la paz,
era excesiva o más bien obsesiva; esa militancia política exagerada le traía innumerables
problemas […] le ocasionaba disgustos con muchas personas, incluso con aquellas que le
querían bien- y eso usted demasiado lo sabe-. Mis consejos para que se apartase un poco de
esas cosas, para lo cual no era necesario traicionarlas, no fueron nunca oídos. Esa obsesión
política había hecho de Juan en los últimos años un hombre nervioso y susceptible, aunque
para mí estuvo siempre lleno de bondad y de ternura. […] Me gustaría mucho que usted
escribiese algo sobre Juan, ya que fue una de las personas que mejor lo ha conocido y
estimado; hágalo, se lo ruego.55

Del mismo modo, en otra carta le relataría que he encontrado ese sumario de la
sociedad Lyceum de la Habana que le remito. En su última página podrá usted ver el
programa de un cursillo sobre Literatura española contemporánea ofrecido por Juan.
[…] Le envío ese programa porque en él podrá usted ver su nombre como figura
central de la última lección. En esa época y por consejos de Juan leí su libro “No son
Cuentos” y el impresionante “Diario de Djelfa”. Después he leído otras muchas. No
exagero al decirle que Juan le quería mucho como amigo y lo admiraba grandemente
como escritor56.

55
AFMA: Correspondencia, C 4/18-21
56
AFMA: Correspondencia, C 4/18-22

164
La salida del Laberinto: decencia e integridad
La interrupción de su amistad con Juan Chabás y la dureza de los reproches de
Renau dolieron a Max, pero no le hicieron replantearse sus posicionamientos políticos
que estaban firmemente asentados desde la publicación del Falso Dilema. Él, a pesar de
las divisiones y los resentimientos acumulados por todas las facciones del exilio,
continuó defendiendo la necesidad de la una oposición unida contra la dictadura. El 18
de octubre de 1952, envió la siguiente carta a Ramón Lamoneda, así como una copia a
Renau para que entendiese su postura ante tanto enfrentamiento estéril:

Querido Ramón Lamoneda: He leído con verdadera pena el número sesenta y tres de “El
Socialista”. Dejando aparte los artículos necrológicos […] todo el resto está dedicado casi
íntegramente a insultar a los comunistas y a los prietistas.
¿Qué aberración es esa? ¿Han cambiado los comunistas de manera de ser? No. Nunca
estuvimos de acuerdo con su proceder, y por eso no somos, no soy comunista. Últimamente
se han metido violentamente conmigo, allá ellos. Pero ¿vamos a imitarlos precisamente en
lo que tienen de censurable? ¿Vamos a llamarlos “enemigos del pueblo”? ¿Vamos a
sumarnos a los disidentes de los partidos comunistas, a los renegados, y emplear sus
métodos y su lenguaje?
Si es así, no contéis conmigo. No soy comunista, no lo fui, pero no soy anticomunista, ni
mucho menos voy a sumarme a los expulsados de un partido, al que estoy dispuesto a
señalar sus fallas, pero no a insultar. Eso equivaldría a caer en sus mismos males y sobre
todo olvidar la línea del Partido Socialista Obrero Español.
A mi juicio, dejarse deslizar por esa pendiente no lleva más que a olvidarse de nuestro
actual único enemigo, Franco y lo que representa, para inmiscuirnos en una lucha que, por
ahora, nos es extraña. Y, sobre todo, ¿a qué, a donde nos lleva esta funesta política?
Nuestro periódico, por lo menos el número al que me refiero, parece más un organo de
“Acción Socialista” que de nuestro partido.
Y contra eso alzo la voz y digo, una vez más, que NO.
Como siempre, muy tuyo. 1

Por su parte, Lamoneda le contestó el 26 de octubre: Amigo Max: […] Para que
te expliques esa acritud desusada hasta ahora en nuestro órgano periodístico te
aconsejo que leas tu libro NO, que he recibido y estoy saboreando. Sin embargo, paso

1
AFMA: Correspondencia, C 8/23
tu carta al director de nuestro periódico por si él quiere decirte algo al respecto.
Gracias por el libro y un abrazo de tu amigo y compañero 2.
Su actitud conciliadora le permitiría, a pesar de la distancia y las dificultades,
recuperar los lazos perdidos con el resto de refugiados. Al terminar NO, envió una copia
a su viejo amigo y mentor Luis Araquistain. Su relación no podía ser buena, porque el
antiguo embajador, como ya hemos señalado, fue una persona clave en la oposición a
Negrín tras la caída de Cataluña. Antes, empero, su comportamiento había sido
ejemplar: en 1938 publicó un inteligente panfleto titulado La verdad sobre la
intervención y la no intervención en España que explicaba certeramente la política
exterior de la República, mucho menos contemporanizadora con la Unión Soviética
hasta el estallido de la Guerra Civil que la de Francia, Inglaterra o el mismísimo Tercer
Reich, ya que de hecho no hubo embajadas hasta 1936. Del mismo modo, exponía que
nunca se había dejado condicionar la política interna a las directrices de Stalin y que el
recurso a las armas rusas era circunstancial por culpa del Comité de No Intervención 3.
Estas palabras eran dignas de agradecerse porque la salida del Gobierno de Largo
Caballero se saldó de forma brusca y tanto él como sus seguidores fueron marginados y
relegados al silencio por los prietistas sin demasiada delicadeza.
No obstante, en 1944 escribió el librito Mis tratos con los comunistas editado
por la Secretaría de Propaganda del PSOE en Toulouse que, con mayor o menor razón,
acusaba al PCE de su completo sometimiento a la URSS y de intrigar y conspirar en
contra de los intereses de la República 4. Como es obvio, este texto salido de las manos
del embajador en París servía perfectamente a los intereses de Prieto y reforzó sus
teorías sobre la connivencia de Negrín y los suyos con Stalin.
Por lo tanto, Araquistain era responsable por acción u omisión de la situación
concreta de Max y de forma involuntaria o plenamente consciente hizo el juego a su
antiguo adversario, pero Max no albergó jamás ningún tipo de rencor a su viejo amigo y
superior. En Campo Abierto, Araquistain aparece algunas veces citado sin mayor
relevancia, pero uno de los personajes más nobles y heroicos el médico Carlos
Riquelme, un secundario en toda la saga del Laberinto Mágico, es un amigo personal

2
AFMA: Correspondencia, C 8/23
3
ARAQUISTAIN, Luis: La verdad sobre la intervención y la no intervención en España. Madrid, 1938
4
ARAQUISTAIN, Luis: Mis tratos con los comunistas. Toulouse, Secretariado de Propaganda del PSOE,
1944

166
suyo. Riquelme trabaja incansablemente en un hospital durante toda la contienda con el
único objetivo de salvar vidas y siempre se niega a ser evacuado, porque no puede
abandonar su puesto. De él, nos dice Max: Carlos Riquelme es socialista, por amistad
con sus contertulios, el uno está de embajador en París, otro es ministro, otro anda por
Checoslovaquia. Los tres han procurado que saliera de Madrid. Pero el cirujano ni
siquiera les ha contestado5. Los tres amigos son respectivamente Araquistain, Del Vayo
y Luis Jiménez de Asúa.
En realidad, Campo Abierto trata con justicia y elogiosamente a ese gabinete de
concentración presidido por Largo Caballero y del que formaban parte todos:
republicanos, nacionalistas, comunistas, anarquistas, caballeristas y centristas. Ese es el
espíritu que Max quiso recuperar en el exilio y que la bipolarización de la Guerra Fría
impidió para beneficio de Franco. Sin embargo, en cierta medida, Araquistain, desde
Ginebra, donde residía, se sumó a su llamado. El 2 de diciembre de 1952 le escribió
estas líneas: Querido Max Aub: muchas gracias por su NO. Me ha gustado mucho.
Algunas escenas son goyescas y podrían subtitularse: Nuevos desastres de la
postguerra o de la guerra fría. ¿Se ha hecho en algún teatro? Supongo que a nuestras
compañías, a base de divos de un sexo u otro o del epicero o neutro, que también las
hay, se les encogerá el ombligo para hacer una obra que requiere varios actores y
actrices de primer orden, y cuyo lenguaje realista y al mismo tiempo poético y alusivo
no pueden entender, no es la ñoñería a que están acostumbrados. […] Un cordial
abrazo de su viejo amigo Luis Araquistáin6.
Si bien es cierto que la principal motivación de su carta fue preguntar a Max
sobre la posibilidad de que le editara algunos textos en México, porque tengo muchas
ganas de escribir de todo lo humano y divino, pero necesito el estímulo de la probable
publicación inmediata, que es como dialogar con el público. No me interesa el
monologo de escribir sólo para la gaveta y la posteridad 7, el tono cordial relevaba
sinceridad en sus sentimientos.
El 18 de enero de 1952, en relación a la publicación de unas conferencias suyas,
que luego saldrían como el libro España ante la idea sociológica del estado,

5
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. II. València, Institució Alfons el Magnànim,
2001, pág. 551
6
AFMA: Correspondencia, C 1/39
7
AFMA: Correspondencia, C 1/39

167
Araquistain le decía: No sé si los que le ayudan, si alguien le ayuda, serán bastante
tolerantes para editar unas opiniones que acaso choquen con las suyas. Esto usted lo
sabe mejor que yo y tendrá la bondad de decírmelo, en la seguridad de que no ha de
molestarme lo más mínimo, pues yo también he sido editor y sé las limitaciones con que
este negocio, como el del teatro, tropieza a veces […] Mi hijo le envía saludos muy
afectuosos y yo un fuerte abrazo8. A pesar de que se editaría finalmente en París por la
UGT en el exilio, el reencuentro no se interrumpiría y en agosto de 1957, tras un
terremoto sufrido en México, Araquistain le escribía: Hago votos porque usted y todos
los suyos estén indemnes después de la sacudida sísmica de esa ciudad 9. Cuando
Araquistain murió en 1959, Max publicó la siguiente necrológica en el Boletín de
Información de la Unión de Intelectuales:

En Ginebra, desterrado, ha muerto Luis Araquistain. Piloto de altura que conoció todos
los mares de su tiempo y lo amargo del agua salobre fue, ante todo, un gran periodista. […]
Luis Araquistain estuvo siempre en pie de lucha, más dispuesto a contestar golpe por golpe
que a exponer teorías propias. […] Sus mismos impulsos le llevaron a veces a posturas
difícilmente conciliables entre sí. Socialista, dirigió publicaciones que influyeron mucho en
la implantación de la República, que sirvió destacadamente según su mejor saber y
entender, viendo en Francisco Largo Caballero el hombre mejor dotado para defenderla.
Confundieron su carácter, a veces adusto, con sus sentimientos. No había tal. Vencíale la
pasión, por los suyos, por el teatro y ante todo por España y por la historia de España, que
conocía bien. Sus errores nunca fueron pequeños, en ningún sentido.10

Igualmente, en un capítulo final de La calle de Valverde Max lo sienta en la


misma tertulia junto a su cuñado, y entonces amigo, Julio Álvarez del Vayo, Juan
Negrín y a Willy Hope, trasunto literario de Hemingway. A finales de la década de 1920
discuten sobre el porvenir del mundo y el futuro de España en esa novela dedicada a los
orígenes intelectuales y artísticos de la llamada generación del 27.
Como es evidente, Max no perdió jamás el respeto a Araquistain por una razón:
su integridad. Siempre mantuvo, con más desacierto que acierto, su oposición al
centrismo y mientras ostentó cargos de responsabilidad se comportó responsablemente.
Se enfrentó a Negrín legítimamente en la primera reunión de Cortes celebrada en
Francia antes de que Prieto se hubiese hecho con el control de los recursos del Vita y no
participó directamente en el golpe de Casado, aunque le dio amparo porque viejos

8
AFMA:Correspondencia, C 1/39
9
AFMA:Correspondencia, C 1/39
10
Boletín de Información de la Unión de Intelectuales Españoles, 10, México, julio-octubre, 1959, pág.35

168
amigos suyos como Wenceslao Carrillo sí se habían sumado a la conspiración. No
cambió de actitud o posición por interés o comodidad, a pesar de que en su
reconciliación con Prieto se dejó llevar por un resentimiento, por otra parte, justificado.
En este sentido, se debe destacar que la negativa de Max Aub a retratar
cruelmente a quienes habían sido merecedores del desprecio público por sus actos se
mantuvo incólume muchos años. Cuando Evaristo Jorge Moreno, director de El
Socialista Español le pidió el 8 de febrero de 1953 que colaborase con la revista con el
fin de mejorar su pobre nivel11, Max no contestó porque, probablemente, quería
mantenerse alejado de las disputas partidistas. Este silencio se rompió cuando Juan
Negrín falleció y la publicación decidió preparar un número especial dedicado al ex
Presidente del Gobierno. Con este propósito, Max escribió su sentida necrológica Juan
Negrín, el guerrillero que iba a publicarse junto a otros diecinueve escritos firmados,
entre otras personalidades, por el embajador estadounidense durante la Segunda
República Claude G. Bowers, Jules Moch, Vincent Auriol, Pablo de Azcárate, Julio
Álvarez del Vayo o Félix Gordón. El número, finalmente, no salió a la luz porque la
Unión Socialista Española consideró inapropiado el homenaje tras conocerse que
Negrín había testado a sus familiares que devolviesen al régimen franquista la
documentación original referente al depósito del oro del Banco de España en Moscú
para demostrar tanto la corrección de su proceder como para que se ejerciesen los
derechos oportunos si se podía recuperar parte de ese fondo 12. Desafortunadamente, este
gesto se entendió como un reconocimiento de facto del gobierno de Franco y, por tanto,
se frenó esa iniciativa.
Sin embargo, Max sí rendiría su tributo a la figura de Negrín y publicaría su
necrológica en el Boletín de Información de la Unión de Intelectuales Españoles y,
posteriormente, la recogería en su Hablo como hombre. Esto, empero, no significó que
se inmiscuyese en cuestiones partidistas y continuó al margen, a pesar de que el mismo
Julio Álvarez del Vayo, el 14 de febrero de 1957 le aconsejaba que mandase alguna
cosa suya para “El Socialista Español” a Jorge Moreno (dirección); se lee mucho en
España13.

11
AFMA: Correspondencia, C 10/26
12
FPI: AAVV- AEJM-83-24
13
AFMA: Correspondencia, C 1/18

169
De todas formas, al final de la década de 1950 esas diferencias y divisiones
habían pasado de ridículas y perniciosas a, como mínimo, cómicas o grotescas. El
propio Max Aub dejaría esta humorística estampa de la llegada de los refugiados
españoles a México en su conocido cuento La verdadera historia de la muerte de
Francisco Franco:

Hasta este momento, las tertulias habían sido por oficios u oficinas, sin hostilidad de mesa
a mesa. Los españoles -como de costumbre, decía don Medardo- lo revolvieron todo con
sus partidos y subdivisiones sutiles que sólo el tiempo se encargó de aclarar en la mente
nada obtusa, para estos matices, del mesero sonorense; por ejemplo: de cómo un socialista
partidario de Negrín no podía hablar sino mal de otro socialista, si era largocaballerista o
“de Prieto”, ni dirigirle la palabra, a menos que fuesen de la misma provincia; de cómo un
anarquista de cierta fracción podía tomar café con un federal, pero no con un anarquista de
otro grupo y jamás -desde luego- con un socialista, fuera partidario de quien fuera, de la
región que fuese. El haber servido en un mismo cuerpo de ejército era ocasión de amistad o
lo contrario. El cobrar los exiguos subsidios que se otorgaron a los refugiados los primeros
años, subdividía más a los recién llegados: los del SERE frente a los del JARE, así fuesen
republicanos, socialistas, comunistas, ácratas, federales, andaluces, gallegos, catalanes,
aragoneses, valencianos, montañeses o lo que fueran. En una cosa estaban de acuerdo: en
hablar sólo del pasado, con un acento duro, hiriente, que trastornaba. Nacho llegó a soñar
que le traspasaban la cabeza, de oreja a oreja, con un enorme alfiler curvo, en forma de C,
en un pueblo catalán. […].
El mal era otro: traíanse impertérritos en primer lugar y voz en grito:
-Cuando yo...
-Cuando yo...
-Cuando yo...
-Cuando yo le dije al general...
-Cuando tomamos la Muela...
-Cuando yo, al frente de mi compañía...
De la compañía, del regimiento, de la brigada, del cuerpo de ejército... Todos héroes.
Todos seguros de que, a los seis meses, regresarían a su país, ascendidos. A menos que
empezaran a echarse la culpa, unos a otros:
-Si no es porque la 47 empezó a chaquetear...
-Si no es porque los catalanes no quisieron...
-¡Qué carajo ni qué coño!
-Si no es porque Prieto...
-¡Qué joder!
-Si no es porque los comunistas...
-¡No hombre!
-¡Mira ése!
-¿Qué te has creído?
-Ese hijo de puta...
Todos con la c y la z y la ll a flor de labio, hiriendo los aires. Horas, semanas, meses,
años.14

Si bien era cierto que los años habían pasado, los hechos eran demasiado
trágicos para que tanto sus protagonistas como nosotros, sus descendientes, los

14
AUB, Max: Obras completas, Relatos, Vol. IV-B. València, Institució Alfons el Magnànim, 2006, pp.
344-345

170
olvidásemos. Este es, precisamente, el trasfondo de El Remate, un cuento durísimo que
mezcla realidad y ficción de una forma soberbia. En este relato se narra la historia de
Remigio, escritor fracasado perteneciente a Izquierda Republicana, que vuelve del exilio
mexicano a Francia para reencontrarse con su hijo. Como sospechaba, ambos son dos
completos desconocidos, pero, además, él y su parca obra literaria de antes del conflicto
ha perecido en el recuerdo de todos. No existe como escritor ni como persona y su
mundo ha desaparecido. Estas angustias las comparte con un viejo amigo afincado en
Francia que considera la Guerra Civil como un pasado digno de olvido, y que se irrita al
comprobar el egoísmo del literato, quien a la pregunta ¿Crees que hicimos la guerra
para que aparecieras en las historias de la literatura? contesta: Sí.
Remigio para vencer esa incomprensión le intenta explicar que no se puede
borrar lo que fueron y lo que hicieron y apela a la necesidad de ser objeto de estudio de
un historiador como el valenciano Vicente Llorens, amigo personal de Max 15. La
discusión continúa y Remigio protesta porque:

-Lee, lee las historias de guerra que empiezan a salir ahora, escritas por nuestros hijos.
Resulta que hicimos, que queríamos hacer la revolución. Que fue el pueblo... ¡Cuentos! La
guerra la hicimos nosotros: los señoritos, los empleados, la clase media. ¡Y de qué manera!
Y si no ya viste lo de Sevilla, y lo de Zaragoza, y lo de Oviedo. Es decir que en esas tres
ciudadelas de la clase obrera vencieron los militares sin mayores penas. Aún me acuerdo de
Durruti: -¡Que no me toquen Zaragoza! Es cosa mía...
¿Qué le iba a contestar? Fue republicano, sin más, como yo, pero he visto más cosas. No
iba a discutir sabiendo que no serviría para nada.
-Te has vuelto muy callado.
-Es posible.
-Estoy harto de oír hablar de revolución cuando se trata de nuestra guerra. Revolución
quisieron hacerla algunos aprovechando las circunstancias; pero a nadie, lo oyes bien, a
nadie que luchaba entonces se le ocurría pensar en la revolución sino en la libertad.
Defendíamos la libertad, pura y sencillamente.
Tan patético su acento que no admitía réplica.
-Cuando leo hoy, y posiblemente así quedará, que los “rojos” queríamos hacer la
revolución, que, de hecho, Franco la detuvo, algo se me solevanta dentro, me indigno.
Porque no sólo ganó la guerra sino que ha envenenado la Historia ganando a todos los
paños.
-Así se hicieron o empezaron todas las revoluciones.
-Es posible, pero, ¿dónde empezaba la nuestra? ¿Quién la quería hacer? Nadie. ¿El
gobierno? ¿Los sindicatos? ¿Los partidos? No. Defendíamos lo establecido. Y ahora -
exactamente a los 25 años- sólo a los 25 años puedes leer en un libro nuestro: “La
revolución se convirtió en guerra civil”. ¿Qué monstruosidad es ésta? […]
-Lo que no alcanzo es por qué tiene en menos ser -haber sido- revolucionario.
-Es que no lo fuimos.
-No es desdoro.

15
ALONSO, Cecilio. RANCH SALES, Amparo: “Max Aub y Vicente Llorens. Una amistad en el exilio
(1952-1972)”, El Correo de Euclides, anuario científico de la Fundación Max Aub, nº 1, 2006, Segorbe,
pp. 162-175

171
-Pero falso. ¿Por qué hemos de pasar por lo que no fuimos? Claro, ahora reina cierto
16
sentido del aprovechen que no fue de nuestro tiempo.

En el apogeo de su indignación le muestra un ejemplar, auténtico, del ABC


publicado el 9 de marzo de 1961 que glorificaba la figura de Queipo de Llano a los diez
años de su fallecimiento. Horas después, cuando la conversación ha terminado, el amigo
recuerda el inicio de la Guerra Civil: él estuvo en Sevilla, de donde logró huir y donde
perdió a su padre y amigos. Él presenció las matanzas ordenadas por Queipo. Vuelve a
recordar, vuelve a rememorar todo el pasado que ha sido borrado de la Historia y
termina por exclamar: todos estos muertos han caído en el olvido. Claro, éstos y
millones más. Nada tiene importancia; es lo que repito -ahora que Remigio removió las
aguas- y lo que machaconamente me estuve metiendo en la mollera años y años, en
España y aquí. Pero, si bien está que se olvide a los muertos, que los muertos -
naturalmente- olviden a los muertos, lo que no me cabe en el entendimiento es la
glorificación del asesino. ¡No! Que se sepa, aunque sólo sea una vez, por un Llorens
del porvenir, que Queipo fue un asesino, un cochino asesino, un asesino...17
Al final, Remigio se suicida por no poder soporta su absoluta desaparición como
hombre y escritor, mientras que su amigo tiene el consuelo de su familia arraigada en
Francia. Como es obvio, se trata de un relato sobre el olvido moral que la Guerra Civil
estaba sufriendo, sobre cómo se desdibujaba el hecho fundamental de que el Gobierno
republicano luchó por defender la democracia de origen liberal contra la barbarie
fascista. Es paradójico que Max Aub, quien tuvo una larga relación con Manuel Tuñón
de Lara, fuese el primero en expresarse de forma crítica hacia las aproximaciones
académicas a la Guerra Civil que, deudoras del marxismo o de la Teoría de la
Modernización, describían este conflicto como un episodio inevitable en un país
atrasado que no fue capaz de alcanzar la normalidad. Un enfoque reduccionista que
pretendía desarmar ideológicamente el enfrentamiento fraticida para rebajarlo a la
categoría de locura colectiva con el propósito de tender puentes que hicieran posible la
reconciliación nacional. Una interpretación histórica que, a día de hoy, todavía lastra el

16
AUB, Max: Obras completas, Relatos, Vol. IV-B. València, Institució Alfons el Magnànim, 2006, pp.
401-402
17
Ibíd. pág. 414

172
debate público sobre la Guerra Civil e impide una aproximación honesta y rigurosa que,
como deseaba Max Aub, sirviese para extraer lecciones morales 18.
Sin embargo, esta altura ética propia del ejercicio consciente de exiliado que
caracterizaba a Max Aub era, en cierta medida, un privilegio también de quien podía
mantener una distancia por estar, muy a su pesar, desterrado. Ese abandono o
independencia mantenía su espíritu de demócrata militante que se negaría a conceder al
franquismo un gramo de legitimidad política. El problema es que quienes permanecían
en España debían optar por un pragmatismo que contradecía la dignidad de esas
actitudes. Sirva como ejemplo la carta encontrada en el Archivo Tomas Espresate Pons
depositado en la Fundación Pablo Iglesias con fecha de 10 de Noviembre de 1961,
Madrid y firmada por “Ernest” dirigida a Max Aub en relación a El Remate:

Distinguido amigo: Cuando el otro día, en el buzón de correos de la fábrica había un


sobre para mí, remitido desde México, recibí la consiguiente alegría al suponer que un
amigo tan lejano y que nunca me había escrito o enviado sus escarceos literarios se
acordaba de ciudadano tan insignificante como yo, en el mundo de las letras, las artes y las
ciencias y aun en las armas, pues en estas, si algún significado tuve fue, por culpa del
enemigo. Casi emocionado por el supuesto de que el amigo Max, no solo descubriera
pintores imaginarios, armando su tinglado de moderna farsa, sino que además, recordase a
los amigos que, aunque menguados- en el sentido de pusilánimes- supieron solamente
cumplir con su deber.
Un poco indeciso quedé, al no ver tu nombre, como remitente. […] Quisiera tener la
seguridad de que fuiste tú quien me envió el ejemplar, pues de no ser así, solamente un mal
nacido, puede poner en circulación un sobre abierto con tu folleto y a nombre de la
industria de mi hermano, con el caritativo fin, sin duda, de que llegase a otras manos antes
que las mías y desde luego, por menos, por mucho menos en mi caso y condiciones hay
personas que no hubieran podido contestarte. Si fuiste tú, no te creo con ésa intención, aun
cuando los resultados pudieron ser iguales; ¿pero? Con que fin me lo has enviado ¿Cómo
un espejo para que me mire, ya que en la página 8, sin venir a cuanto, hablas del español de
Zaragoza, que de paso te diré, que se habla bastante más correcto que [sic] cree la gente?
¿Para que vea el fin que me espera, como el de tu Remigio? ¿o para que conozca el caso
de un imbécil, como el de tu Remigio?
Alguien dijo que los ingleses antes ahorcaban de cuando en cuando a un Almirante, para
ejemplo de los demás, algo así debería hacerse con los escritores. […] Pobre Remigio y
pobres escritores que desean pasar a la posteridad por el hecho de haber escrito unos libros.
[…] Voy por el Rastro y veo montones de libros de “Yo y los rusos” de Indalecio Prieto, a
duro. “Correspondencia íntima de Largo Caballero” éste a ocho pesetas y los dos son
gordos y otros montones y montones de libros de escritores y políticos que quieren pasar a
la historia. […]
No comprendo como un hombre como tú que ha comulgado con el marxismo haya
podido escribir este cuento, de no ser que se trata de “meterse” con Izquierda Republicana,
donde te aseguro que hay y ha habido personas muy superiores a tu Remigio y que merecen
toda nuestra consideración y aprecio. […]
Hablas del ABC “hermoso periódico donde viejos cobardes alzan barreras para hacer
olvidar que fueron amigos de Azaña. Los mismos que escriben historias embarrando de

18
FABER, Sebastián: “The Debate about Spain‟s Past and the Crisis of Academic Legitimacy: The Case of
Santos Juliá”, The Colorado Review of Hispanic Studies, Vol. 5, Fall 2007, pages 165–190

173
mierda a quines sirvieron […]” Sin duda tu Remigio no había visto la página en
huecograbado dedicada a ti, con motivo del pintor y no creo que esta fuera de inserción
obligatoria o pagada. Es muy peligroso ser Juez, sin conocer la causa. De vez en cuando,
hay que leer entrelíneas, se ve algo de esos “viejos” y hasta tienen sus disgustos. […]
Lo que no se puede permitir a tu Remigio, es decir a ti, que lo pongas en boca de su
peronaje, es lo que dices en tu página 11 sobre los que hicieron la guerra y trates con ese
desprecio al pueblo. Ahora resulta que tu Remigio o tú, no se enteraron de que el Gobierno
Republicano estaba haciendo desde el poder una revolución, todo lo modesta que tú
quieras; pero revolución era, sobre todo para los reaccionarios. […] El pueblo defendía esto
y los señoritos, los empleados, la clase media también. […]
Esto se hace largo, solamente quería pedirte que no me envíes nada a la fábrica de mi
hermano. Yo me complico la vida o me comprometo solo, no quiero comprometer a mi
familia; pero mucho menos tolero que la comprometan los que se llaman mis amigos. Tú
tienes amigos en la Editorial Aguilar, allí puedes remitir tu “Sala de Espera”, tus libros y
hasta tus manifiestos a la nación y tus amigos pueden avisarnos, para el que quiera, pueda
recogerlos. […]
Si tu Remigio hubiera buscado, habría encontrado […] a hijos de amigos tuyos y míos,
que pudiendo vivir regaladamente en México, están aquí, haciendo lo que pueden, dentro
de grandes estrecheces económicas y […] no les importa comer mal o no comer, les
interesa la idea, el porvenir, no para pasar a la Historia, ellos no echan la vista atrás, miran
hacia adelante.19

Prosigue un largo listado de todas las injusticias que se cometen en España, un


comentario elogioso sobre el cambio de actitud de Peman para terminar del siguiente
modo: Habría visto muchas cosas más, que yo te contaría si en lugar de estar en la sala
de espera estuvieras en el Andén. Hay que estar en el andén, el tren necesita que lo
empujen, hay muchos que lo empujan, faltan más, ya saldrán […] hay que estar en el
andén no para tomar el tren cuando se ponga en marcha, sino para empujarlo.
A pesar de que el propio autor de la carta envió una copia a Tomás Espresate
Pons, uno de los compañeros del Círculo Jaime Vera que se dio de baja en rechazo por
la fundación de la USE, con el fin de que los compañeros juzgasen si había sido muy
duro con Max, es evidente que las palabras eran dolorosamente injustas.
Independientemente de si Max cometió una torpeza al enviar el ejemplar de su cuento o
que alguien que le quería mal lo puso en su correo, el hecho cierto es que el autor no
supo interpretar un relato que, precisamente, criticaba el egoísmo y la vanidad de
Remigio, pero al mismo tiempo destacaba la razón de sus argumentos. Igualmente, tanto
el autor de los reproches como Max coincidían en el papel reformista, y por ende su
valor revolucionario, de la acción de gobierno de la Segunda República
Por otra parte, acusar de indiferencia hacia la suerte de España a un señor de 58
años por no entrar clandestinamente en el país y consagrar el resto de sus años a

19
FPI: AAVV- ATEP- 152-34

174
combatir el franquismo desde el interior y escondiéndose de los cuerpos de seguridad
era, simplemente, inapropiado. Todo esto sin tener en cuenta los antecedentes
personales de Max, que certificaban sobradamente su compromiso con la causa de la
República. De hecho, las autoridades franquistas consideraban que Max era un sujeto
peligroso y le denegaron por mucho tiempo la entrada en España. El 28 de abril de
1964, la Dirección General de Seguridad, Comisaría General de Fronteras, remitía el
siguiente informe al Sr. Director General de Asuntos Consulares:

En contestación a su atento escrito [ …] relativo al nacionalizado mejicano MAX AUB


MOHRENWITZ, tengo el honor de participar a V.I., que del mismo obran en los archivos
de este centro, los siguientes antecedentes:
Nació en París en 1903 teniendo actualmente su residencia en Májico (sic), tratándose de
uno de los mas fecundos escritores de la generación y estando considerado como una de las
figuras mas influyentes en la joven literatura Hispano-Americana y española de la
península y el exilio.
Ha desempeñado cargos diplomáticos y Universitarios y figuró en la solicitud de
autorización de Reuniones, como parte del jurado español para otorgar los “Prix
international des editeurs” y “Prix Formentor”, edición 1962, que tuvo lugar en Formentor.
Es de destacar que no acudió a dicha reunión.
(Subrayado por el funcionario) Se ha titulado Jefe de la Oficina de Prensa del Gobierno
de la República española y tiene acreditada suficientemente su actividad en contra de
nuestro Régimen, a través de siete libros editados en Méjico que tratan, todos ellos, de la
Cruzada Nacional, cuyos títulos y circunstancias son:
[Marcado con una V] Campo Cerrado- Méjico, Ediciones Tezontle, 1943, 257 páginas.
[Marcado con un CO] No son cuentos- Méjico, Ediciones Tezontle, 1944, 152 páginas.
Campos de sangre- Méjico, Ediciones Fondo de Cultura Económica, 1945, 511 pgs.
Campo abierto- Méjico, Ediciones Tezontle, 1954
Las buenas intenciones- Méjico, Ediciones Tezontle, 1954.
Cuentos ciertos- Méjico, Antigua Librería Robredo, 1955.
La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco y otros cuentos- Méjico,
Ediciones Libromex, 1960, 155 páginas.
En virtud de tales antecedentes, esta Dirección General estima no es procedente el
autorizar la entrega en España del expresado súbdito mejicano. 20

Del mismo modo, Xavier de Salas escribió a Gregorio Marañón el 22 de


septiembre de 1966 que recordarás nuestra conversación de anteayer, y como te dije
que Max Aub, conocido escritor y amigo mío desde hace muchos años, emigrado
político viviendo en Méjico, desea visitar España pasando aquí una corta temporada, y
éste, a su vez, envió el 6 de octubre a Pedro Salvador, Director General de Asuntos de
Iberoamérica, entre otras muchas recomendaciones sobre el mismo tema, recibo la
adjunta carta de Xavier de Salas, en relación con los deseos de su amigo Max Aub,
español residente en Méjico, de venir a España por una corta temporada. Mucho te

20
AMAE: R-8339/Exp. 17

175
agradecería tu criterio sobre este asunto. Asimismo, Pedro Salva contestó a Marañón:
Diversas personalidades se han interesado cerca de esta DG en favor de la petición
que, al parecer, ha formulado el conocido escritor MAX AUB […] Dada la destacada
personalidad literaria del citado escritor, parece aconsejable que el asunto se tramite
con la posible urgencia, solicitando en su caso, la opinión no sólamente del Ministerio
de la Gobernación sino del de Información y Turismo, si bien, al final, le explicó al
ilustre doctor el 17 de octubre que pedí los antecedentes del caso y me encuentro con un
escrito de la Dirección General de Seguridad, fecha 28 de abril de 1964, en el que se
deniega la petición de visado entonces planteada, argumentando la conocida posición
anti-régimen del citado escritor. Quizá una vía más eficaz para obtener que la DGS
reconsidere su anterior decisión, sería la de interesar en el asunto al Ministro Fraga,
ya que indudablemente, desde el punto de vista político constituiría un buen impacto
que figura tan destacada del exilio, además de escritor considerable en nuestro idioma,
visitara España21.
Sin embargo, hasta 1969 Max no pudo ir a España. Su figura preocupaba tanto a
la dictadura, que cuando visitó Cuba invitado por la Universidad en 1968 para dictar
algunas conferencias, Ramón Oyarzun, el encargado de negocios de la embajada realizó
un informe poco sustancioso que destacaba como sobre el telón de fondo del tema
anunciado “Escritores Españoles de Nuestra Generación” el conferenciante proyectó
la sombra, con perfiles bastante siniestros, de la guerra civil española, causante de la
última y tajante dicotomía de las “dos Españas” […] El conferenciante, terminada su
disertación mantuvo un diálogo con varias personas del auditorio, al parecer no
demasiado bien informadas, sobre la producción literaria de los escritores de su
generación22.
Por lo tanto, negar el carácter comprometido de su literatura y compararlo con
otra clase de sacrificios más anónimos era, como mínimo, deshonesto, especialmente si
se tiene en cuenta que por su integridad Max perdió, probablemente, una buena corte de
críticos aduladores. En realidad, su deseo de dejar testimonio se acentuó en los últimos
años, cuando decidió enfrentarse a los sucesos más descorazonadores de la Guerra Civil
en las dos últimas novelas del Laberinto Mágico: Campo del Moro y Campo de los
Almendros, que tratan con un rigor sobrecogedor las últimas semanas de vida de la
21
AMAE: R-8339/Exp. 17
22
AMAE: R-9411/Exp. 27

176
República. Con este propósito, se documentó profusamente y contó, por ejemplo, con el
testimonio del director de El Socialistas Español, Evaristo Jorge Moreno23. El valor
testimonial de estos libros alcanza tal extremo que Ignacio Martínez de Pisón los
emplea como fuente para su Enterrar a los muertos24. Asimismo, tampoco se puede
olvidar que Max Aub se reunió con el historiador Raymond Carr en Oxford a finales de
195825. Pero, independientemente de su veracidad, interesa la condena moral que
extiende Max sobre el golpe de Casado.
En primer lugar, esta condena no es exagerada ni gratuita: se exponen las
razones de los golpistas sin artificios y se comprende la motivación de sus actos, cuando
estos son violentos o incluso criminales. Del mismo modo, sus victimas, negrinistas y
comunistas, no son ensalzados como mártires. En ningún momento se olvida u omite
que muchos de ellos fueron verdugos u hombres sin escrúpulos. De hecho, el POUM
reaparece en este diálogo sobre la posibilidad de excarcelar a un comunista que está
detenido:

-Por lo menos que averigüe dónde le tienen detenido. Tú le conoces.


-Y a Romualdo. Tan pronto sepa que se trata de un comunista, se cerrará en banda.
-¿Qué le han hecho?
-Su cuñado era del POUM. Le escabecharon. Eran como hermanos.
-No es una razón.
-Te lo concedo, pero, por eso mismo, no hay ni habrá quien lo convenza.
-Prueba.
-Sembraron mucho odio.
-Prueba.
Pirandello lo promete, pero no lo hizo26.

No obstante, en este honesto retrato de la traición de Casado se apunta


certeramente a la razón de ser de su ilegitimidad. En el despacho del Coronel se sucede
la siguiente escena:

Don Mariano López, magistrado del Tribunal Supremo, rojo de indignación, espeta al
militar:
-Me das a escoger entre dos totalitarismos o hasta tres si quieres: el tuyo, el de Burgos y
el de los comunistas. A los tres digo que no.
-¿Qué quieres?

23
AFMA: Correspondencia, C 10/26
24
MARTÍNEZ PISON, Ignacio: Enterrar a los muertos. Barcelona, Seix Barral, 2005, pp. 97-98
25
AFMA: Correspondencia, C 3/47
26
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 587

177
-Lo que ahora te va a sonar lo más imbécil: la legitimidad, y que, sin embargo, es lo único
que puede salvar nuestro mundo carcomido.
-¡Qué paños calientes!
-Más: dar la cara a la historia. Vosotros le volvéis las espaldas y no vais a ninguna parte.27

Si bien es cierto, que la insensata dimisión de Azaña fue un acto equiparable a la


extensión de un insensible certificado de defunción de las instituciones legítimas y
vigentes, la realidad, empero, es que esas instituciones sufrían con el único propósito de
salvar el máximo número de vidas posibles y que la intentona de Casado y Besteiro era
del todo insensata, como intenta hacerle entender un viejo compañero del partido al
también viejo profesor de filosofía: ¿No os dais cuenta de que entregándonos a ojos
cerrados sacrificaremos más vidas que resistiendo? ¿Hasta qué punto desconocéis al
adversario para suponer que no va a sentenciar a horca y cuchillo a miles y miles de
los nuestros por el solo hecho de haber defendido lo suyo? No por capitular
perdonarán; al contrario, será cebo de crueldad. Se hartarán de sangre, perseguirán de
muerte. […] En los frentes o en la retaguardia la guerra, la muerte, obra a ciegas. Pero
Franco y los suyos escogerán a los mejores, capando el país por lustros28.
A pesar de la locura de esos actos y del agravamiento de la insostenible situación
que produjeron, Max muestra temple y mesura al hablar de ellos, porque sus intenciones
eran honestas y sinceras, aunque sus consecuencias fueron funestas. Por el contrario, en
Campo de los Almendros reserva para Prieto unas durísimas páginas. La novela se
publicó en 1968 y ya no tenía sentido guardar silencio para no perjudicar a un exilio que
morirá en el exilio.

Dicen: „la historia le juzgará‟, como si nosotros no fuésemos historia o el futuro valiese
más que el pasado o el presente. Alguien me ha contado alguna vez aquella madrugada
bilbaína en que dijo: „De no despertarme mañana Presidente del Consejo, no me interesa
nada.‟ En aquella época, era una fantasía de la imaginación. Algunos años después pudo
serlo y se negó. ¿Por comodidad, rehuir de responsabilidades, inseguridad en sí mismo?
Como tantos, creció, se hizo y acostumbró en la oposición. Orador, prefirió atacar el
poder a defenderlo; hombre de partido, pocas veces gozó de la mayoría de los votos de sus
correligionarios y, si los tuvo, buscó triquiñuelas para no coincidir con sus compañeros de
directiva; jamás se entendió con Largo Caballero ni con Besteiro, amigo de soluciones
personales buenas para él con tal de que no fueran compartidas por otros que podían
ofrecerlas distintas.
Opositor por nacimiento, periodista por gusto de llevar la contraria, moviéndose como
anguila en barro entre chismes, dimes y diretes, llevando sus simpatías y diferencias a
categoría superior, dándoles una importancia que no tenían, hinchaba perros, él, tan obeso.
Con visión clara de la realidad nunca procuró enfrentarse decididamente a ella más que

27
Ibíd. pág. 562
28
Ibíd. pág. 561-562

178
palabreando. Gracioso, ocurrente, de inteligencia aguda, perspicaz, honrado hasta donde
puede serlo un político profesional, amigo de los entresijos del poder, que le sorbía el seso,
de gran memoria como lo son indefectiblemente todos los que andan en eso y aficionados
de verdad a la cosa pública; mangoneó durante más tiempo que nadie la política española
republicana.
-¿Qué dirá Prieto?
-¿Qué hará Prieto?
No se hacía nada sin Prieto y Prieto no hacía ni dejaba hacer. ¿Con tal de molestar? No,
sencillamente porque no se hacía o dejaba de hacer lo que él no quería -o quería de otra
manera- llevar a cabo. Siempre dijo que no, príncipe de distingos.
Para toda una vida dedicada a la política, los nuevos ministerios de Madrid, el proyecto de
unión de las estaciones de ferrocarril, más parecen obra de alcalde que de ministro.
Su influencia fue personal -extraordinariamente simpático, ocurrente-; su fuerza, la palabra
-oral y escrita-; en ella quedó, buena para el escritor que no fue, mala para un político. Sus
inquinas de campanario, sus previsiones justas -todas resonantes- le impidieron tener un
norte al que se sacrificara; sus odios personales, enardecidos por su agudeza, le llevaron a
extremos lamentables para el pueblo que siempre esperó de él tanto o más que de nadie.
Defraudó a todos, menos con la lengua. No usurpó: frustró, inutilizó, dejando sin
resultado monumentos y renombres que había contribuido a construir. Teniendo tantas
cosas en la mano las dejaba caer al final por desidia, cansancio o, tal vez, por haberse dado
cuenta de que sirvió para poco pudiendo haber sido tanto, refugiado en sus recuerdos de
juventud.
Sabiéndose superior -lo fue durante años-, gozne sobre el que giró durante unos lustros la
política española, se desperdició y a los demás: vivirá los años suficientes para quedarse
solo, mirar hacia atrás, y no remorderle la conciencia.
Gran gustador de zarzuelas y de toda clase de alimentos, gordo, ojos de buey, oportuno en
réplica, cazurro, dañó con su clarividencia, aplicado más a su gusto personal que al servicio
público, no a su medro. Le perdió, como a tantos, el desprecio. Profundamente burgués,
hijo de su siglo y no, como quería, de su etiqueta socialista. En esta diferencia entre su
marbete y su verdadero pensamiento radicó parte de su impotencia, empeñándose en lo
contrario. Díjose disciplinado para centrar las discordias de los demás capitostes de su
partido. Así vino a reñir con todos los sobresalientes, más si crecidos a su sombra.
Quien tonto o envidioso hace daño, puede, naturalmente, ganar el olvido. Prieto, que oye
gemir el viento en las Antípodas, quedará durante algún tiempo en el de las memorias como
uno de los políticos españoles más funestos de nuestro tiempo.29

Si bien en una recopilación de retratos literarios posterior, titulado Cuerpos


presentes que no llegó a editar, todavía era más duro con Prieto, a quien calificaba de
hipopótamo dañino para la República30, estas líneas de Campo de los Almendros están
atenuadas por el hecho de ser escritas por Paco Ferrís, un socialista de vocación literaria
que reúne elementos negativos a lo largo de la novela y que muere estúpidamente a
manos de un soldado franquista a quien no quiso darle su pluma estilográfica.
No obstante, Prieto se hizo, finalmente, merecedor de la ostensible repulsa
literaria de Max Aub porque su única motivación fue el interés personal. Careció de
integridad moral, obró mal con los amigos y justificó sus actos en supuestas necesidades
históricas y en distorsiones de los hechos y las palabras ajenas. Mostró su hipocresía y
29
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-B. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 123-125
30
AUB, Max: Cuerpos presentes. Segorbe, Fundación Max Aub, 2001, pág. 143

179
su doblez e hizo mucho daño, a pesar de que sus apologetas considerasen que era la
única forma de evitar males mayores. Se excusó en fines que justificaban los medios, en
causas de fuerza mayor; pero fue un traidor a sus compañeros y amigos, a quienes
perjudicó por egoísmo. No respetó la lealtad, no respetó la legalidad, no fue íntegro, no
fue decente. Max, en sus últimos libros, condenó, nuevamente, a aquellos que para
salvar su vida vendieron la vida de sus compañeros. Las diferencias políticas no
importaban, sólo el calibre moral de las personas. Incluso en aquellas circunstancias
difíciles era posible trazar una línea entre actos correctos y actos reprobables. Como
sostiene en una conversación de Campo del Moro:

Hablan de la traición. De quién traiciona a quién.


-¿Qué es eso de traicionar? -pregunta Bonifaz-. ¿Qué quiere decir? Ser fiel a sí mismo,
¿es traicionar? Ser infiel a una causa en la cual ya no se cree ¿es traicionar? No: el quid está
en el provecho. Una misma cosa hecha con fines crematísticos, en vista de cualquier
beneficio personal o para salvar el alma, es traición o lealtad.
-Habría mucho que hablar. Si se triunfa, la gloria; si no el olvido, o, a lo sumo, el estante
de la heterodoxia.
-Librar de un riesgo a un enemigo, por remuneración, está mal; por salvar su vida, puede
estar bien. No hablo de dos personas distintas: de la misma. Es decir: si fulano hace pasar la
frontera a zutano y por ello recibe equis miles de pesetas, es un traidor. Si lo hace por amor
al arte o a la ética -tanto montan- puede no serlo.
-Y si el aprovechado remite las equis miles de pesetas a la caja de su Organización para
los fines específicos de la misma, ¿es traidor?
-No, porque no obra en provecho propio.
-Así que, el traicionar depende de si se cobra o no.
-Así sea infinitesimal el sueldo o el provecho, del tipo que sea.31

31
AUB, Max: Obras completas, El Laberinto Mágico, Vol. III-A. València, Institució Alfons el
Magnànim, 2002, pág. 630

180
De la fe inquebrantable en la democracia
Max Aub fue un hombre que tuvo fe en la democracia, en la capacidad de la
sociedad de lograr el bienestar común mediante la colaboración y el acuerdo sin
violencia ni exclusiones. El viejo sueño de trascender los límites mezquinos impuestos
al progreso por el liberalismo decimonónico para proteger a los ciudadanos
privilegiados y extender la igualdad y la libertad entre toda la población gracias al
avance de la ciencia y de la cultura. Un sueño que, tras la traumática experiencia de las
guerras mundiales, se ha demostrado a ojos de centenares de académicos como una falsa
ilusión que sólo ha servido para justificar perversas utopías. No obstante, para alguien
como Max Aub, que tenía atravesado todo el siglo XX en cada día de su existencia por
haber sido perseguido por judío alemán, francés, español, socialista, comunista o
librepensador, la condición de demócrata fue irrenunciable. Max Aub fue un ciudadano,
un hombre libre que murió en México.
Ese compromiso es inexplicable desde una óptica utilitarista y pragmática y ese
sentimiento de decencia resulta para los cínicos y los realistas casi caricaturesco.
Personajes como Max Aub resultan terriblemente incómodos porque no obraron con la
lógica que se emplea para justificar qué ocurrió en la Guerra Civil. Si, en la actualidad,
destacados sectores de la opinión pública defienden la sublevación militar del 18 de
julio de 1936 como un mal menor necesario para evitar la instauración de un sistema
totalitario bolchevique en España, la profunda convicción democrática de la generación
de republicanos que conoció el exilio desquebraja la fuerza de esa argumentación y
realza la necesidad de abrir un debate público abierto y riguroso sobre nuestro pasado
para extraer lecciones morales. Si la búsqueda de una pretendida objetividad científica
entendida como neutralidad ha dado paso a la construcción de una memoria cargada de
emociones que se identifica con discursos políticos en el contexto español actual, es
necesario trascender el ámbito de discusión nacional y singular para reconstruir el
recuerdo de nuestro pasado mediante testimonios vitales que puedan ilustrarnos sobre
los conflictos y los dilemas políticos universales que cualquier sociedad moderna
intenta siempre resolver de forma imperfecta1. En este sentido, se debe destacar que la
justificación del golpe de Estado en el caso español no difiere significativamente de las
explicaciones usadas en otros países y que sus fundamentos se nutren de una sólida
tradición muy enraizada en el mundo intelectual de la politología 2 que suele recurrir a
dos premisas ampliamente difundidas: primero, una teórica superioridad moral de una
dictadura militar respecto de un régimen represivo calificado como totalitario y,
segundo, la asunción de la objetividad contrastada de suposiciones contrafactuales.
En un principio, puede parecer comprensible considerar una dictadura
tradicional como un régimen político preferible a un sistema totalitario, si bien esta
diferenciación es cuestionable porque, precisamente, estas categorías analíticas son un
constructo político propio de la Guerra Fría creado en la década de 1960 con el fin de
presentar los golpes de Estado como una mal menor necesario y transitorio para
encauzar correctamente la evolución política de los países que corrían el riesgo de
desviarse por la senda bolchevique 3. Anteriormente, no se consideraba que existiesen
diferencias notables y significativas en cuanto a justicia y calidad democrática de una
dictadura militar y de otra proletaria. Esto se evidenciaba en la famosa frase atribuida al
Secretario de Estado de la administración Eisenhower, John Foster Dulles, nuestra
política exterior debe diferenciar entre hijos de puta y nuestros hijos de puta.
En realidad, los estudios empíricos más extensos y detallados, en el momento de
contrastar el funcionamiento y las consecuencias de sistemas autoritarios y totalitarios,
no han podido encontrar diferencias significativas que permitan sostener las etiquetas de
dictaduras autoritarias de naturaleza liberal y estados totalitarios de inspiración
democrática como entidades separadas tal como afirmó Hayek 4. La conceptualización
del Estado Totalitario es un producto de la teoría política no enraizado en una definición
que atienda a sus elementos tangibles y, por tanto, el estudio detallado de los sistemas
1
RUIZ TORRES, Pedro: “Los discursos de la memoria histórica en España”, Hispania Nova 7 (2007),
<http://hispanianova.rediris.es/7/dossier/07d001.pdf>.
2
PRZEWORSKI, Adam; LIMONGI, Fernando: “Modernization: Theories and Facts”, World Politics, 1997,
49, pp 155-183
3
POWASKI, Ronald E.: La Guerra Fría. Estados Unidos y la Unión Soviética. Barcelona, Crítica, 2000,
pp. 291-294
GILMAN, Nils: Mandarins of the Future: Modernization Theory in Cold War America, Johns Hopkins
University Press, 2007
4
HAYEK, F.A: Los fundamentos de la libertad. Madrid, Unión Editorial, 1998, pág. 141

182
totalitarios y las dictaduras europeas obliga al empleo del concepto de totalitarismo
blando, porque la realidad contrastada difiere considerablemente de su referente ideal5.
En la práctica, los regímenes totalitarios blandos, en sus aspectos negativos como la
supresión de libertades y la represión, no difieren notablemente de otras dictaduras
militares concebidas, a veces, como tradicionales. Desde un punto de vista cuantitativo
propio de la pathosmetría, la benignidad o malignidad de estos sistemas se asocia al
número de víctimas del régimen, pero la violencia política ejercida no proviene
directamente de su supuesta naturaleza autoritaria o totalitaria, sino de otros factores de
índole cultural o contingentes como el grado de resistencia popular a la tiranía. En este
caso, el estudio de países concretos parece confirmar la máxima expresada por Max
Aub en su reclusión en los campos de internamiento: Una cosa cierta: las dictaduras
engendran policías6 con independencia de que se trate de gendarmes azules o rojos.
Por otro lado, es evidente que atribuir a una dictadura militar superioridad moral
respecto de una dictadura comunista por ejecutar, a priori, a un menor número de
opositores políticos es un debate perverso o, en palabras de Max Aub, un falso dilema.
Es difícil aceptar como argumento que un asesino merece mayor respeto y
consideración social si sólo mata a una persona en vez de veinte. Asimismo, es difícil
argumentar sobre la mayor benignidad del primer asesino respecto del segundo, porque,
como mínimo, el primer muerto de ambos está igualmente muerto en los dos casos.
Desde un punto de vista moral, cualquier sistema político es igualmente reprobable
fusile o arreste a un disidente político o a veinte, como no es lícito hacer distingos
legales entre asesinos ocasionales y bien intencionados y sistemáticos y mal
intencionados. Por lo tanto, en una sociedad democrática no es admisible una mayor
comprensión hacia sistemas políticos represivos en virtud de esta clase de argumentos.
En segundo lugar, no se pueden justificar moralmente nuestros actos en virtud de
un futuro supuestamente conocido. El futuro no está determinado y no es conocido por
nadie y, en consecuencia, no puede emplearse como justificación de actos presentes. En
palabras de Paulino Cuartero: ¿qué fin? Si uno no lo ha de ver lo que importa son los
medios. Por eso mismo, establecer que la República era la antesala de una dictadura
comunista, además de una interpretación histórica muy discutible, es una argumentación
contrafactual imposible de corroborar y cínicamente amoral. Enunciar que si Franco no
5
LEE, Stephen J.: Dictaduras Europeas. 1918-1945. Barcelona, Inforbook, 2004
6
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba, 1998, pág. 73

183
hubiese dado un golpe de Estado, La Pasionaria hubiese regido España como Stalin es
simplemente una falacia. Por el contrario, el único hecho contrastado es que Franco,
junto a otros militares, dio un golpe de Estado y sometió a España como un dictador.
La justificación de los medios por un fin, que es un mal necesario menor, es una
terrible premisa que corroe nuestro sistema de derechos y valores. Hoy en día, se
emplean argumentaciones de esta naturaleza cuando se propone esta hipotética
situación: un terrorista ha colocado una bomba que puede matar a centenares de
personas, ¿está justificado que la policía torture al terrorista para detener esa bomba?
Como se ha replicado en numerosas ocasiones, este punto de partida es,
nuevamente, falaz. Se presupone: a) el detenido es sin lugar a dudas el terrorista, b) si el
terrorista es torturado, colaborará. En ningún caso, la tortura garantiza que la bomba se
desactive, pero en los dos casos se comete un crimen y, en el primero, una grave
injusticia. Por otra parte, como dictaminó el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de
América en la doctrina conocida como el fruto envenenado, las leyes no admiten
cláusulas de especificidad o excepcionalidad 7. Una prueba obtenida ilegalmente no
puede admitirse en un tribunal, porque, aún en pleno conocimiento de la culpabilidad
del acusado como ocurrió en el caso Miranda, la vulneración ocasional de una ley es
una brecha abierta en el andamiaje constitucional que permite socavar de forma
continuada las leyes restrictivas a la acción represiva de la autoridad pública. Si es lícito
en una ocasión quebrantar la ley porque alguien interpreta que está justificado;
perfectamente se puede volver a justificar la violación de esa misma ley en un
continuum que se prolongará hasta la imposición por la fuerza de un nuevo principio de
autoridad que ordene el sistema o por la creación de un nuevo consenso refundador del
sistema político.
Por lo tanto, si en virtud de un mal mayor futuro, se comete un mal menor; no
existe garantía alguna de que, posteriormente, en virtud de otro supuesto mal mayor no
sea necesario cometer otro mal menor. Nuestro sistema de garantías jurídicas y de
reconocimiento de derechos no permite ser cuestionado por la casuística de casos
concretos que permiten una redefinición o reinterpretación ad hoc de esos mismos
derechos y garantías que, para ser funcionales, deben ser universales. De este modo, se

7
RICHARDS, D.A.J.: Foundation of American Constitutionalism. New York, Oxford University Press,
1989

184
produce un deslizamiento moral que termina por conculcar el valor de las leyes e
instaura su aplicación arbitraria.
Por esta razón, el respeto a las reglas del juego democrático no se puede
cuestionar sin causar un percance en el Estado de derecho. Si alguien no condena un
golpe de Estado porque entiende que existían circunstancias que lo justificaban, se
arroga a sí mismo el derecho de ser intérprete de cuándo es necesario interrumpir la
normalidad democrática. Esta es la diferencia entre entender el sistema democrático
como un valor fundamental que bajo ningún concepto es un valor renunciable o
entender el sistema democrático como un accesorio instrumental: la democracia es un
lujo que nos podemos permitir sólo en determinadas circunstancias, pero en otras,
cuando yo lo considere oportuno, se puede establecer una dictadura militar que haga mi
vida más confortable. En consecuencia, todos los actores políticos que deseen ostentar
una legitimidad delegada por las instituciones y reconocida por la sociedad deben
condenar todos los golpes de Estado cometidos contra democracias pluralistas o, en el
supuesto contrario, emplazarse como fuerzas políticas circunstancialmente democráticas
o abiertamente antidemocráticas.
Resulta paradójico que en nuestros supuestamente sistemas democráticos
consolidados sea necesario argumentar de forma tan prolija los fundamentos morales
que sustentan las condenas de los golpes de Estado por culpa de la amplia cobertura
ideológica que reciben estas intervenciones de carácter dictatorial. De hecho, es
especialmente paradójico si contrastamos estas actitudes con la profunda decencia y
convicción democrática que manifestaron hombres como Max Aub que, a pesar de vivir
en la tumultuosa década de los treinta, en teoría el periódico histórico de menor
popularidad de las democracias liberales o pluralistas, siempre tuvieron presentes estos
dilemas y reparos morales y, por esa razón, jamás renunciaron a preservar los viejos
valores de las caducas revoluciones liberales. Por esta razón, al exponer la evolución
intelectual y el comportamiento político de Max Aub las acusaciones vertidas sobre la
sumisión de Negrín y sus seguidores a los dictados de Stalin parecen, como mínimo,
muy cuestionables. Al igual que los trabajos recientes de Enrique Moradiellos, Gabriel
Jackson o Ángel Viñas relativos a Negrín, esta investigación revela que Max Aub en
ningún momento, anterior, durante o posterior a la Guerra Civil perdió su independencia
de criterio o autonomía. Su identificación política fue siempre con los valores

185
propugnados por la socialdemocracia sostenidos oficialmente y oficiosamente por el
PSOE, a pesar de la retórica pseudorevolucionaria de Largo Caballero. Como Negrín,
consideró necesaria la colaboración con los comunistas por su declarado antifascismo y
por su eficiencia, pero en ningún momento obvió los escrúpulos morales que le
producían sus métodos de actuación.
Es un cruel sarcasmo del proceder calumnioso de Prieto que Max Aub fuese
expulsado por sus simpatías declaradas por el PCE, cuando precisamente su obra
literaria estuvo dirigida a ilustrar los dilemas producidos por la guerra y la colaboración
con los comunistas. Las infamias de Prieto no sólo estuvieron a punto de costarle la
vida, sino que armaron parte del argumentario franquista durante la Guerra Fría e,
incluso, hoy día dan pábulo a los nostálgicos del régimen. Decía resignadamente con
razón Max Aub: como todos somos o fuimos comunistas para quien tú sabes. Esa
ignorancia que trepa como hiedra…8
Sin embargo, el hecho cierto es que Max no fue siquiera un revolucionario.
Luchó por la legalidad, por el respeto a las reglas del juego democrático, por la liberad
de expresión, por la tolerancia, por la igualdad ante la ley, por la educación universal,
por la legislación laboral… y por ello sufrió el destierro y los campos de concentración.
Por otra parte, Max conocía a sus amigos ingresados en el PCE, sabía de su comunismo
forzado por la indiferencia de Europa ante el fascismo. Algunos comunistas podían
haber colaborado con el NKVD por culpa de la confusión moral que impuso el contexto
bélico, pero, según Max, ellos no traicionarían su lealtad a la República por Stalin. La
España de 1936 no era la Rusia de 1917 y pensar en una bolchevización del PSOE era,
simplemente, ridículo. Asimismo, imaginar que en un conglomerado tan heterogéneo y
plural como las fuerzas políticas que componían el Frente Popular era la vanguardia de
Stalin en la retaguardia de Europa sólo podía ser concebido en la propaganda
reaccionaria.
A este respecto, el propio Max Aub contestaría en la década de 1960 con las
siguientes palabras: ¿Es que, cuando luchaba contra Hitler, Churchill dudó un solo
momento en aliarse con Stalin? ¿Es que desunidos esos países hubieran vencido? ¿Es
que por haberse aliado con los comunistas son hoy repúblicas soviéticas los Estados
Unidos o Inglaterra? Evidentemente Polonia, Hungría, se convirtieron en países
8
AUB, Max [Editado por Manuel Aznar Soler]: La gallina ciega. Diario español. Barcelona, Alba, 1995,
pág. 133

186
comunistas al paso del ejército rojo. Pero ¿es que la unión de los comunistas contra
Franco, en España, hará que los ejércitos del mariscal Malinowsky lleguen a Madrid?
Si lo hicieran no hay duda que el partido comunista español tendría poco que ver con
ello9.
En el hipotético caso de una victoria de la República, se hace difícil imaginarse
al supuesto compañero de viaje Max Aub sumándose a un triunfalista PCE con la
ilusión de obtener prebendas y ventajas personales. En el exilio, podía haberlo hecho
bajo un coste moral mucho menor, y no lo hizo a pesar de las contrariedades que eso le
acarreó, mientras que también resulta poco verosímil que se adhiriese por convicción
ideológica. Su firmeza moral, como la de Negrín, Zugazagoitía o Gabriel Morón, era
sólida y se mantuvo incólume aún a riesgo de su propia vida. Se hace difícil imaginar a
estos hombres abandonando la decencia de la que hicieron gala tantos años. Se les
puede querer imputar los crímenes de Paracuellos o de Andreu Nin en su haber, se
puede incluso argumentar que fue su responsabilidad por omisión. Pero, el hecho cierto
es que esos crímenes fueron recogido en la obra literaria de Max Aub con todos sus
claroscuros. No recurrió ni a débiles excusas ni a justificaciones intolerables, tan sólo
expuso que tuvieron que aceptarlos porque ocurrieron en contra de su deseo y de su
voluntad. Igualmente, ni en sus escritos bélicos hay glorificación alguna de la muerte,
de la violencia o del martirio. Si en el destierro mantuvieron la dignidad y la defensa de
la legalidad de su causa, no es fácil encontrar razones para suponer que en el caso de
haber detenido la embestida fascista hubiesen detentado el gobierno con menor respeto
a la ley y al parlamentarismo. Como refugiados, mantuvieron esas ficciones sólo por
coherencia ideológica y de principios y esas ficciones fueron irrenunciables para
hombres como Max. Es difícil explicar que esos mismos hombres hubiesen renunciado
a esas ficciones burguesas en favor de una dictadura del proletariado que habría
revertido en una utopía socialista futura e indeterminada que algún día llegaría.
Por lo tanto, es posible que se pueda discutir durante horas sobre las virtudes y
defectos del proceder de Negrín y sus partidarios, pero no se sostiene su enjuiciamiento
como criminales, asesinos o potenciales bolcheviques. Por el contrario, un proceso
judicial contra Franco o Queipo de Llano contaría con suficientes pruebas históricas
como para condenarlos por rebelión militar y asesinatos colectivos. La única estrategia

9
AUB, Max: Hablo como hombre. Castellón, Fundación Max Aub, 2002, pág. 182

187
de defensa posible sería la justificación del asesinato por razones políticas. A Max Aub
siempre le alarmó la indecencia de quienes se atrevían a amparar esa barbarie, fuesen
las razones políticas las que fuesen. A nosotros, también debería alarmarnos esa
indecencia.

188
ARCHIVOS CONSULTADOS

AFMA Archivo de la Fundación Max Aub


AGA Archivo General de la Administración
AHILLV Arxiu històric de l‟institut Lluís Vives
AMAE Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores
FPI Fundación Pablo Iglesias

PUBLICACIONES PERIÓDICAS

Boletín de Información de la Unión de Intelectuales Españoles


El Socialista
Verdad
La Vanguardia

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