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El evangelio según los evangélicos

INTRODUCCION

Al ver el titulo de este tema posiblemente algunos podrían pensar que se trata de
algo ofensivo, pero no es así. El objetivo de esta enseñanza no es atacar ni
ofender a nuestros hermanos evangélicos. Mi deseo es simplemente mostrar la
Verdad del Evangelio tal cual es, en un ambiente ecuménico, de amor al hermano
y de amor a la verdad.

Jesucristo dijo: "La Verdad los hará libres" Jn 8,32 y es esa Verdad la que
queremos proclamar sin comentarios, ni interpretaciones, ni agregados. Queremos
proclamar el Evangelio completo de Nuestro Salvador y Señor Jesucristo.

Si eres evangélico compara todas las citas que damos en tu misma Biblia, la
Reina Valera, que es la que usamos en este tema, y ora para que Dios te ilumine y
te guíe hacia la verdad plena. Si eres católico, dale gracias a Dios y ora para que
puedas vivir como un auténtico cristiano siguiendo el Evangelio de Jesucristo. En
este tema te darás cuenta como lo que muchos hermanos separados proclaman
en folletos, radio y televisión no es sino simplemente el Evangelio según los
'evangélicos'. En la columna izquierda encontrarás las frases comunes de muchos
evangélicos y en la derecha lo que realmente dice la Sagrada Escritura.

Son las 12 verdades del Evangelio que como auténticos cristianos debemos de
conocer.

Los 'evangélicos' dicen: El Evangelio enseña:

1.- Ya soy salvo y si muero me voy 1.- Mas el que perseverare hasta el fin,ese se
al cielo, no puedo perder la salvará" Mt 24,13
salvación.
Los 'evangélicos' dicen: El Evangelio enseña:

2.- Soy salvo solo por la fe, las 2.- "No todo el que me dice: Señor, Señor,
obras ni la obediencia nos entrará en el reino de los cielos: mas el que
salvan. hiciere la voluntad de mi Padre que está en
los cielos. Muchos me dirán en aquel
día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre lanzamos
demonios, y en tu nombre hicimos mucho
milagros?

Y entonces les protestaré: Nunca os


conocí; apartaos de mí, obradores de
maldad."

Mt 7,21-23

"Y cuando el Hijo del hombre venga en su


gloria, y todos los santos ángeles con Él,
entonces se sentará sobre el trono de su
gloria. Y serán reunidas delante de Él todas
las gentes: y los apartará los unos de los
otros, como aparta el pastor las ovejas de los
cabritos. Y pondrá las ovejas á su derecha, y
los cabritos á la izquierda. Entonces el Rey
dirá á los que estarán á su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación
del mundo.

Porque tuve hambre, y me disteis de comer;


tuve sed, y me disteis de beber; fuí huésped, y
me recogisteis; Desnudo, y me cubristeis;
enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel,
y vinisteis á mí. Mt 25,31-36

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen:
3.- "Yo soy el pan vivo
3.- Cristo no que he descendido del
está presente cielo: si alguno comiere
en la Eucaristía de este pan, vivirá para
eso es siempre; y el pan que
solamente algo yo daré es mi carne, la
simbólico. cual yo daré por la vida
del mundo. Entonces los
Judíos contendían entre
sí, diciendo: ¿Cómo
puede éste darnos su
carne á comer?"

Jn 6,51-52

"Y Jesús les dijo: De


cierto, de cierto os
digo: Si no comiereis
la carne del Hijo del
hombre, y bebiereis
su sangre, no tendréis
vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe
mi sangre, tiene vida
eterna: y yo le
resucitaré en el día
postrero. Porque mi
carne es verdadera
comida, y mi sangre
es verdadera bebida.
El que come mi carne y
bebe mi sangre, en mí
permanece, y yo en
Él. Jn 6,53-56

"Y muchos de sus


discípulos oyéndolo,
dijeron: Dura es esta
palabra: ¿quién la
puede oir?

Jn 6,60
"Desde esto, muchos
de sus discípulos
volvieron atrás, y ya
no andaban con Él".

Jn 6,66

"Dijo entonces Jesús á


los doce: ¿Queréis
vosotros iros también? Y
respondióle Simón
Pedro: Señor, ¿á quién
iremos? tú tienes
palabras de vida
eterna. Jn 6,67-68

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen: 4.- "Entonces les dijo
Jesús otra vez: Paz á
4.- Hay que vosotros: como me envió
confesarse el Padre, así también
directo con yo os envío. Y como
Dios, no con hubo dicho esto, sopló, y
hombres díjoles: Tomad el
pecadores. Espíritu Santo:

A los que remitiereis


los pecados, les son
remitidos: á quienes
los retuviereis, serán
retenidos. Jn 20,21-
23

"De cierto os digo


que todo lo que
ligareis en la tierra,
será ligado en el cielo;
y todo lo que
desatareis en la tierra,
será desatado en el
cielo. Mt 18,18
Los El Evangelio enseña:
'evangélicos'
dicen: 5.- "Entonces Él, dando
voces, dijo:Padre
5.- No hay que Abraham, ten
llamarle 'Padre misericordia de mí, y
a nadie' la envía á Lázaro que moje
Biblia lo la punta de su dedo en
prohibe. agua, y refresque mi
lengua; porque soy
atormentado en esta
llama. Lc 16,24

"Los mandamientos
sabes: No matarás: No
adulterarás: No
hurtarás: No dirás falso
testimonio: Honra á tu
padre y á tu madre. Lc
18,20

"Me levantaré, é iré á


mi padre, y le diré:
Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti". Lc
15,18

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen: 6.- "Y hay también otras
muchas cosas que hizo
6.- Todo esta Jesús, que si se
escrito en la escribiesen cada una por
Biblia, si no sí, ni aun en el mundo
esta escrito no pienso que cabrían los
vale. libros que se habrían
de escribir. Amén. Jn
21,25

"Y les dijo: Id por todo el


mundo;predicad el
evangelio á toda
criatura.Mc 16,15
"Y ellos,
saliendo, predicaron en
todas partes,
obrando".Mc 16,20

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen: 7.- " Respondió Jesús:
De cierto, de cierto te
7.- No hay que digo, que el que no
bautizar a los naciere de agua y del
niños, ellos no Espíritu, no puede
lo necesitan. entrar en el reino de
Además, debe Dios.Lo que es nacido
de hacerse de la carne, carne es;
sumergido en y lo que es nacido del
un río porque Espíritu, espíritu
Jesucristo es". Jn 3,5-6
recibió el
Espiritu Santo Y luego, saliendo del
cuando bajó al agua, vió abrirse los
agua. cielos, y al Espíritu como
paloma, que descendía
sobre Él" Mc 1,10.

Los El Evangelio enseña:


'evangelicos'
dicen" 8.- "Y entrando el ángel
á donde estaba, dijo,
8.- María es ¡Salve, muy
una mujer favorecida! el Señor es
como otras, no contigo: bendita tú
hay que entre las mujeres". Lc
venerarla pues 1,28
la Biblia no lo
menciona. "Y aconteció, que como
oyó Elisabet la salutación
de María, la criatura
saltó en su vientre;
y Elisabet fué llena del
Espíritu Santo,
Y exclamó á gran voz,
y dijo. Bendita tú entre
las mujeres,y bendito
el fruto de tu
vientre". Lc 1,41-42

"Porque he aquí, desde


ahora me dirán
bienaventurada todas
las generaciones".

Lc 1,48

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen: 9.- "Yo soy el Dios de
Abraham, y el Dios de
9.- María no Isaac, y el Dios de
puede hacer Jacob? Dios no es Dios
nada porque de muertos, sino de
esta muerta vivos.Mt 22,32
igual que los
santos, y "Y les apareció Elías con
además la Moisés, que hablaban
Biblia no dice con Jesús.Mc 9,4
que pueda
"Y faltando el vino, la
interceder.
madre de Jesús le dijo:
Vino no tienen. Y dícele
Jesús: ¿Qué tengo yo
contigo, mujer? aun no
ha venido mi hora. Su
madre dice á los que
servían: Haced todo lo
que os dijere... Y como
el maestresala gustó el
agua hecha vino".Jn
2,3-9

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen: 10.- "Y(Jesús)
volviéndose á ir, oró,
10.- No hay repitiendo las mismas
que decir las palabras. Mc 14,39
mismas
palabras al
orar como en
el Rosario.
Repetirlas no
es bíblico.

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen: 11.- "Y le trajo á Jesús.
Y mirándole Jesús, dijo:
11.- Todos los Tú eres Simón, hijo de
apóstoles Jonás: tú serás
fueron iguales. llamado Cephas (que
Eso del Papa es quiere decir,
un invento que Piedra)". Jn 1,42
no está en la
Biblia. Pedro "Mas yo también te digo,
fue igual que que tú eres Pedro, y
los once. sobre esta piedra
edificaré mi iglesia; y
las puertas del infierno
no prevalecerán contra
ella. Y á ti daré las
llaves del reino de los
cielos; y todo lo que
ligares en la tierra
será ligado en los
cielos; y todo lo que
desatares en la tierra
será desatado en los
cielos. Mt 16,18-19

"Dijo también el Señor:


Simón, Simón, he
aquí Satanás os ha
pedido para
zarandaros como á
trigo; Mas yo he rogado
por ti que tu fe no
falte: y tú, una vez
vuelto, confirma á tus
hermanos. Lc 22,31-
32
"Y vino y los halló
durmiendo; y dice á
Pedro: ¿Simón,
duermes? ¿No has
podido velar una
hora? Mc 14,37

"Y cuando hubieron


comido, Jesús dijo á
Simón Pedro: Simón,
hijo de Jonás, ¿me amas
más que estos? Dícele;
Sí Señor: tú sabes que
te amo.
Dícele:Apacienta mis
corderos.

Vuélvele á decir la
segunda vez: Simón,
hijo de Jonás, ¿me
amas? Respóndele: Sí,
Señor: tú sabes que te
amo. Dícele: Apacienta
mis ovejas.

Dícele la tercera vez:


Simón, hijo de Jonás,
¿me amas? Entristecióse
Pedro de que le dijese la
tercera vez: ¿Me amas?
y dícele: Señor, tú sabes
todas las cosas; tú sabes
que te amo. Dícele
Jesús: Apacienta mis
ovejas.Jn 21,15-17

Los El Evangelio enseña:


'evangélicos'
dicen: 12.- "El que á vosotros
oye, á mí oye; y el que
12.- La Iglesia á vosotros desecha, á
no importa, mí desecha; y el que á
solo Cristo mí desecha, desecha al
salva. Da lo
mismo estar en que me envió. Lc 10,16
cualquiera. Lo
único necesario "El que os recibe á
es aceptar a vosotros, á mí recibe;
Cristo no a la y el que á mí recibe,
Iglesia. recibe al que me
envió. Mt 10,40

"Por tanto, si tu hermano


pecare contra ti, ve, y
redargúyele entre ti y Él
solo: si te oyere, has
ganado á tu hermano.
Mas si no te oyere, toma
aún contigo uno ó dos,
para que en boca de dos
ó de tres testigos conste
toda palabra. Y si no
oyere á ellos, dilo á la
Iglesia: y si no oyere á
la Iglesia, tenle por
étnico y publicano. Mt
18,15-17

""Mas yo también te
digo, que tú eres Pedro,
y sobre esta
piedra edificaré mi
iglesia; y las puertas
del infierno no
prevalecerán contra
ella. Mt 16,18

Así que, adelante hermano. Es


tiempo de decidirnos a aceptar El
Evangelio Completo de Jesucristo tal
como esta y no adaptarlo según el
gusto de cada quien.

Jesucristo dijo:
"Cualquiera, pues, que me oye
estas palabras, y las hace, le
compararé á un hombre
prudente, que edificó su casa
sobre la Roca"

Mt 7,24

Si eres evangélico, esa es la


invitación de parte de Nuestro
Señor. Si eres católico, esa es la
invitación de parte de Nuestro
Señor. Vívelo, para ser un auténtico
cristiano.

De mi parte, como católico, en vez


de las creencias de los grupos
evangélicos, mejor prefiero la
enseñanza del Evangelio. Aunque al
hacer esto suceda como el Apóstol
Pablo dijo:

¿Es que me he vuelto enemigo de


ustedes por decirles la verdad? Gal
4,16

Que la Virgen María interceda por


cada uno de nosotros para ser fieles
al Evangelio de su Hijo Jesucristo y
ser fieles a la Iglesia que El fundó:
La Católica.

Autor Martín Zavala, Misioneros


de la
Palabra www.defiendetufe.org y
librería Misión
2000 www.defiendetufe.com

Dios te siga bendiciendo en


abundancia

El credo explicado siguiendo el Catecismo de la Iglesia


Católica

El credo explicado
(Basado en el
Catecismo de
la Iglesia Católica)

“Creo en Dios”: Esta es la primera afirmación y la más importante. Así


como los demás mandamientos dependen del primero, del amar a Dios, las
demás partes del Credo dependen de esta afirmación, ya que es el núcleo
central; el resto de nuestro Credo nos ayudan a conocer más y mejor a
Dios.
Nuestro Dios es :
 Unico: “Yo soy Dios, no existe ningún otro… ante mi se doblará toda
rodilla…” (Is 45,23). Si bien son tres Personas, es una sola Esencia o
Naturaleza simple.
 Vivo: Dios de los padres, compasivo y fiel a sus promesas. “Yo soy”…
Dios no dice “Yo fui” o “Yo seré”, es un Dios vivo y presente, siempre y para
siempre. Por eso es que es fiel a sí mismo y a sus promesas.
 la Verdad: Por eso sus palabras no pueden engañar, y sus promesas
se cumplen, es un Dios verdadero. El pecado nació de la mentira del
tentador, que llevó al hombre a dudar de la Palabra de Dios. A causa de
esto, Dios nos envió a su Hijo Jesús para “dar testimonio de la verdad” (Jn
18,37)
 Amor: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3,16). El
amor de Dios es gratuito, misericordioso, que a pesar de nuestras
infidelidades y nuestros pecados nos perdona, y eterno: “Los montes se
correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se
apartará” (Is 54,10).
“Padre”: Este término tiene dos aspectos: El primero es que es Padre por
ser origen primero de todo y como autoridad, el segundo es como Padre
bondadoso y con solicitud amorosa para todos sus hijos. La visión que
nosotros tenemos de padre y madre, son humanas, aunque como ellos son
falibles, por ser humanos, pueden desfigurar la imagen de paternidad y
maternidad que nos hacemos de Dios; pero como Dios no es hombre ni
mujer, nadie es Padre como lo es Dios.
También este termino viene en cuanto a su Hijo único: “Nadie conoce al Hijo
sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo
se lo quiera revelar.” (Mt 17,27). Esto es que el Hijo es “consubstancial” al
Padre, o sea, un solo Dios con él. Se realiza una distinción de Padre en
cuanto a las tres personas de la Trinidad.
“Todopoderoso”: La Sagradas Escrituras confiesan mucho el poder
universal de Dios: “Señor de los ejércitos” (Sal 24,10); “Todo lo que El
quiere lo hace” (Sal 115,3); “El Fuerte de Israel” (Is 1,24).
Es todopoderoso porque creó el mundo de la nada, y dispone de su obra
según su voluntad. Nada le es imposible, porque Él lo creó.
Es el Señor de la historia, que gobierna los corazones y acontecimientos
según su voluntad. Su poder se halla en su mayor alto grado, al
perdonarnos libremente los pecados. Este poder no es arbitrario, se ajusta a
su voluntad y a su sabia inteligencia.
Así como María creyó que “Nada es imposible para Dios”, también nosotros
si lo hacemos, podremos creer sin vacilación las cosas más grandes e
incomprensibles.
“Creador del cielo y de la tierra”: Las primeras palabras de la Biblia
son “En el principio Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1). La creación es el
fundamento de todos los designios salvíficos de Dios, es el comienzo de la
historia de la salvación, que culmina con Cristo. Al mismo tiempo, en Cristo
vemos reflejado el por qué de la creación, es decir, que la creación y el fin
van tomados de la mano. Dicen los primeros versículos del Evangelio de
Juan: “En el principio existía la Palabra… y la Palabra era Dios. Todo fue
hecho por él y sin él nada ha sido hecho.”Y San Pablo nos dice también
que “en él fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra… todo
fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo y todo tiene en
él su consistencia”.Claramente vemos la unión inseparable entre la creación
y su finalidad que es Cristo, quien también es el medio.
El mundo fue creado para gloria de Dios “no para aumentar su gloria sino
para manifestarla y comunicarla” dice San Buenaventura. Y es su amor y
bondad por la cual nos creó: “Abierta su mano con la llave del amor
surgieron las criaturas.” (Santo Tomás de Aquino). La gloria de Dios es el
hombre vivo. “Si ya la revelación de Dios para la creación procuró la vida a
todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del
Verbo procurará la vida a los que ven a Dios.” (San Ireneo de Lyon).
El término “cielo y tierra” hace mensión en las Sagradas Escrituras a todo lo
que existe, a la creación entera. La tierra es el mundo de los hombres; el
cielo es el “lugar” propio de Dios (“Nuestro padre que está en los
cielos…” (Mt 5,26) ), es el lugar donde esperamos ir al morir, es el lugar de
las criaturas espirituales (ángeles) que rodean a Dios.
“y en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor”:
El nombre de “Jesús” significa, en hebreo, “Dios salva”. Es el nombre
propio que designa el ángel Gabriel en la Anunciación, y expresa su misión
e identidad, porque… “¿Quién puede perdonar los pecados sino solo
Dios?” (Mc 2,7); en Jesús “Salvará a su pueblo de sus pecados”.(Mt 1,21).
El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente
en la persona de su Hijo; El es el Nombre divino que puede ser invocado
por todos, ya que en la Encarnación se unió a los hombres:“No hay bajo el
cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debemos
salvarnos.” (Hch 4,12). Él es el “Nombre que está sobre todo nombre” (Flp
2,9)… los espíritus malignos temen su Nombre; los discípulos de Jesús
hacen milagros en su nombre… “Todo lo que pidan al Padre en mi Nombre,
él se lo concederá.” (Jn 15,16).
Por su parte, el nombre de “Cristo” deriva de la traducción griega de la
palabra hebrea “Mesías”, que significa “Ungido”. Antes en Israel, eran
ungidos en el nombre de Dios quienes eran consagrados para una misión
que habían recibido de Él. Era el caso de los reyes, sacerdotes y profetas, y,
en Jesús, se cumple esta triple función: El es rey, es sacerdote y es profeta.
En el mismo nombre de Cristo está sobreentendido: El que ha ungido (el
Padre), el que ha sido ungido (el Hijo) y la Unción misma (el Espíritu Santo).
Esta unción se da en el bautismo que recibe en el Río Jordán. Dice en los
Hechos de los Apóstoles: “Dios le ungió con el Espíritu Santo y con
poder.” (Hch 10,38).
El título de “Hijo de Dios” es el centro de la fe apostólica. Pedro, cimiento
de la Iglesia, fue el primero en profesar esta verdad, al decir:“Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Hay una distinción entre nosotros
como hijos de Dios, y la relación de Jesús como Hijo Único de Dios, Él
mismo la hace: “Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios
de ustedes” (Jn 20,17). Se puede poner como comparación la parábola del
viñador que manda a recolectar los frutos a través de sus servidores (Mt 21,
33-39), a quienes matan sucesivamente; luego, ya no son más sus “siervos”
a quienes manda, sino que elige a su propio hijo, a quien terminan también
matando. En el Bautismo y en la Transfiguración se oye una voz, la voz del
Padre, que declara a Jesús como su “Hijo Amado”. Jesús también se
designa a sí mismo el “Hijo Único de Dios” (Jn 3,16), afirmando su
preexistencia eterna. Nosotros los creyentes, es en el misterio pascual en
donde podemos alcanzar el sentido pleno del título de “Hijo de Dios”, porque
es allí donde se cumple el plan de Salvación; el mismo centurión que le
atravesó la espada dijo “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”(Mc
15,39)
El nombre de “Señor”, es la traducción griega “Kyrios”, de la palabra
YHWH (“Yahveh”). En el Nuevo Testamento se emplea este término también
para Jesús, reconociendo de esta forma su divinidad. Cuando la gente se le
acercaba para pedirle el Socorro o alguna curación, le decían Señor, por
respeto y confianza. Al mismo tiempo, San Pablo nos dice “Nadie puede
decir: ‘Jesús es Señor’ si no está impulsado por el Espíritu Santo.” (1 Co
12,3).
“Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”: En la
Encarnación, el Hijo de Dios asume la naturaleza humana, para de esta
forma salvar a la humanidad. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre,
no es una mezcla confusa entre lo divino y lo humano, se hizo
verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios, “en todo
semejante a nosotros menos en el pecado” (Hb 4,15).
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc 1,35), le dice el Angel a María. Fue
enviado para santificar el seno de María y fecundarla por obra divina. La
misión del Espíritu Santo está unida y ordenada a la del Hijo, toda la vida de
Jesucristo manifestará “cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con
poder” (Hch 10,38).
“Nació de Santa María Virgen”: Lo que la fe católica cree acerca de María,
se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña de María
ilumina a su vez la fe en Cristo. Dios quiso el SI de la que estaba
predestinada, antes de cumplir su obra. Así como Eva nos abrió las puertas
de la muerte, María abrió las puertas de la vida. Para ser la Madre del
Salvador, fue dotada de muchos dones. “Llena de gracia” le dice el Ángel, y
un claro ejemplo es su Inmaculada Concepción: el Papa Pio IX al declararlo
como dogma de fe dice “preservada inmune de toda mancha de pecado
original”. Pero todo esto le viene de Cristo, es decir, que Ella fue redimida de
manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo. Otro claro
ejemplo es su virginidad: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un
hijo” (Mt 1,23); es una obra divina, “lo concebido en ella viene del Espíritu
Santo”, le dice el Ángel a San José. Y mediante la profundización de la fe,
nos lleva a confesar una virginidad real y perpetua de María… la siempre
virgen. Por otra parte, la maternidad de María no queda de forma exclusiva
con su Hijo, sino que se extiende: “Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó
el mayor de muchos hermanos” (Rm 8,29), es decir, de nosotros, los
creyentes.
“Padeció bajo el poder de Poncio Pilato”: Por medio de la Ley, Jesús se
somete en todo, hasta en lo más pequeño. De hecho, es el único que puede
cumplir hasta en la mínima prescripción: “¿Quién de ustedes probará que
tengo pecado?” (Jn 8,46). Le da cumplimiento: “No piensen que vine para
abolir la Ley o los Profetas, sino a dar cumplimiento.” (Mt 5,17); y
perfecciona la Ley: “Han oído que se dijo a los antepasados… pero yo les
digo.” (Mt 5,33). Jesús le da la interpretación definitiva, por medio de su
autoridad divina. De hecho, la gente quedaba sorprendida,
porque “enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.”(Mt
7,28-29).
Jesús era todo un escándalo para los escribas y fariseos… porque venía a
perdonar a los pecadores, y esto reflejaba lo que Dios hacía con ellos, con
el pueblo de Israel. Pero no examinaban en sí mismos, sino que señalaban
al prójimo, y creían saberlo todo: “Si ustedes fueran ciegos no tendrían
pecado, pero como dicen ‘Vemos’, su pecado permanece.”(Jn 9,41). No
podían comprender que una persona perdonara los pecados y, por tanto,
pensaban que se hacía pasar por Dios. Su ignorancia y el endurecimiento
de sí mismos, los llevaron a decir que Jesús blasfemaba, y por tanto
pidieron a Poncio Pilato su muerte.
“fue crucificado, muerto…”: quienes condenaron a Jesús fueron los
judíos, pero no fueron responsables colectivamente… sino que fue “la
ignorancia” (Hch 3,17) por parte del pueblo de Jerusalén y de los jefes la
que llevó a Jesús a ser juzgado por las autoridades. Sin embargo, somos
nosotros que, por nuestros pecados, crucificamos al Señor. Cometemos un
crimen aún mayor, ya que nosotros decimos conocerlo, e incluso así lo
despreciamos, al seguir renegando de El con nuestras acciones. Al
respecto, San Pablo dice: “De haberlo conocido ellos no habrían crucificado
jamás al Señor de la Gloria” (1 Co 2,8); y San Francisco:“Los demonios no
son los que le han crucificado, eres tú quien con ellos lo has crucificado y lo
sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados.”.
Es verdad que la muerte de Jesús es un designio de Dios, pero no por esto,
los ejecutores son pasivos, como simples instrumentos de Sus propósitos.
Para Dios, los momentos de los tiempos están presentes en su actualidad,
por tanto, la respuesta de cada hombre es libre a su gracia. Sin embargo,
Dios permite que por su ignorancia y ceguera, se cumplan sus designios…
Jesús cuando lo iban a buscar para ser juzgado dice: “El pondría
inmediatamente más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo
se cumplirían las escrituras?” (Mt 26,53-54).
Jesús es la ofrenda al Padre: “Hacer la voluntad del que me ha enviado y
llevar a cabo su obra.” (Jn 4,34). Es el Cordero de Dios, como símbolo de la
redención de Israel cuando celebró la primera Pascua. Pero esta ofrenda es
libre, Jesús lo hace con total libertad: “Nadie me quita la vida. Yo la doy
voluntariamente.” (Lc 22,19). Y nos une al Sacrificio con la Institución de la
Eucaristía, cuando nos pide: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19). Nos
une también al pedirnos que carguemos con nuestras cruces; al respecto,
Santa Rosa de Lima dice: “Fuera de la cruz no hay otra escala por donde
subir al cielo.”; y María es la que más íntimamente está unida al misterio de
su sufrimiento redentor. Ella es quien más Lo conoce, y a quien la profetisa
Ana le anunció: “A ti misma una espada te atravesará el corazón” (Lc 2,15).
“y sepultado”: Jesús no solo murió por nuestros pecados, sino que gustó
la muerte… conoció el estado de muerte, es decir, la separación entre el
alma y el cuerpo. Dios no impidió su muerte, según la naturaleza humana,
pero unió su alma y su cuerpo con la Resurrección, para que sea Él mismo
en persona el punto de encuentro entre la muerte y la vida. Aunque estas
dos partes (cuerpo y alma) existieron desde un principio en la persona del
Verbo, con la muerte fueron separados uno del otro; sin embargo,
permanecieron cada cual en la misma persona del Verbo.
La Resurrección al tercer día es una prueba de incorruptibilidad de su
cuerpo, ya que se suponía que al cuarto día se daba la corrupción.
Con el Bautismo nosotros bajamos al sepulcro, muriendo al pecado. Como
dice San Pablo: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte,
para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros
llevemos una Vida nueva.” (Rm 6,4).
“Descendió a los infiernos”: Jesús conoció la muerte, gustó de la
muerte… Fue a la morada de los muertos, descendiendo como Salvador,
proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban detenidos, como
dice San Pedro: “Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva” (1
Pe 4,6). Esta “morada de los muertos”, es la que nosotros en el Credo
llamamos “infiernos”, lugar en donde se hallaban los que estaban privados
de la visión de Dios. Jesús no libra a los condenados, ni destruye el infierno
de la condenación, sino que libra a los justos que le precedieron.
Este descenso a los infiernos es la última fase de la misión mesiánica. Fase
que está condensada en el tiempo, pero muy amplia en su significado real
de la extensión de la redención, dado que ésta llega a todos los hombres,
de todos los tiempos.
“Al tercer día resucitó de entre los muertos”: La Resurrección es la
verdad culminante de nuestra fe en Cristo. Ya desde un principio, en la
primera comunidad cristiana era creída y vivida como verdad central. En la
Tradición es un aspecto fundamental; en el Nuevo Testamento, está
establecido; y en lo que es el misterio Pascual, es una parte esencial. Una
prueba de esto es el mismo sepulcro vacío, que ni los guardias podían
explicar.
La fe en la Resurrección nace de una experiencia directa de la realidad de
Jesús resucitado. No es un “producto” de la fe o mera credulidad; de hecho,
los apóstoles dudaban hasta viendo: “Atónitos y llenos de temor creían ver
un espíritu, pero Jesús les preguntó: ‘¿Por qué están turbados y se les
presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo.” (Lc 24,
37-39). El mismo Tomás hasta que no tocara con sus propias manos no iba
a creer. Y justamente, este era un aspecto de Jesús resucitado: el tacto, los
sentidos; no era un espíritu.
Es el mismo cuerpo martirizado y crucificado, pero también glorioso. El
cuerpo no está situado ni en el tiempo ni en el espacio, ya que no pertenece
más a la tierra (distinto de la resurrección de Lázaro por ejemplo, que
resucitó en este mundo), sino que está bajo el dominio divino del Padre.
Aparece como quiere, cuando quiere, donde quiere, bajo cualquier
apariencia, como a María Magdalena, cuando ella lo confundió por jardinero
(Jn 20, 14-15).
La Resurrección es la justificación que nos devuelve la gracia de Dios.
Como dice San Pablo: “Fue entregado por nuestros pecados y resucitado
para nuestra justificación” (Rm 4,25). Él es el “primogénito de entre los
muertos” (Col 1,18), y por tanto es el principio de nuestra propia
resurrección. Ahora, por medio de la justificación de nuestra alma, y luego,
por la vivificación de nuestro cuerpo, que se dará cuando vuelva por
segunda y última vez.
“Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre
todopoderoso”: El cuerpo de Cristo fue glorificado en el mismo instante
de la Resurrección. Durante los siguientes 40 días su gloria queda velada
con rasgos de una humanidad ordinaria… “Después se mostró con otro
aspecto a dos de ellos” (Mc 16,12). Pero en su última aparición, se da la
entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina, bajo dos símbolos:
la nube (“Una nube lo ocultó de la vista de ellos” (Hch 1,9) ) y el cielo (“… se
separó de ellos y fue llevado al cielo.” (Lc 24,52). Jesús se sienta para
siempre a la derecha del Padre. Esta “derecha del Padre”, lo explica bien
San Juan Damasceno, que dice que es la “Gloria y honor de la divinidad,
donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos, como Dios
y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se
encarnó y de que su carne fue glorificada”. Es la inauguración del Reino del
Mesías… del “Reino que no tendrá fin” (Hch 1,11). Ahora Cristo permanece
escondido a los ojos de los hombres.
Pero hay una diferencia entre el Cristo resucitado y el Cristo exaltado a la
diestra de Dios. Él mismo le dice a María Magdalena: “Todavía no he subido
al Padre” (Jn 20,17). La Ascensión es un acontecimiento único e histórico,
que marca la transición de una gloria a otra. Está íntimamente unido a la
Encarnación: “Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del
hombre” (Jn 3,13). La humanidad no tiene acceso por sus propias fuerzas,
sino que sólo Cristo pudo abrir el acceso al hombre.
Desde el Cielo intercede constantemente por nosotros, como mediador que
asegura la efusión del Espíritu Santo, ejerciendo permanentemente su
sacerdocio: “De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se
llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor.”(Hb
7,25).
“Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”:Jesucristo
es Señor, Él está “por encima de todo Principado, Potestad, Virtud,
Dominación”, porque El Padre “bajo sus pies sometió todas las cosas” (Ef
1,20-22). Él es la Cabeza de la Iglesia (su Cuerpo, donde permanece en
tierra), y la fuente de la autoridad sobre la Iglesia es, en virtud del Espíritu
Santo, la Redención.
Desde Su Ascensión a los Cielos, el designio de Dios entró en
consumación, estamos en “la última hora” (1 Jn 2,18). En la Misa
decimos “Ven, Señor Jesús” (Ap 22,20), es que vivimos en el mundo que
gime en dolores de parto, bajo los ataques de los poderes del mal… ya San
Pablo decía “Estos tiempos son malos” (Ef 5,16). Pero también es el tiempo
del Espíritu y del testimonio: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que
descenderá sobre ustedes y serán mis testigos”. Es un tiempo de espera y
de vigilia (Mc 13, 33-37). La Iglesia debe someterse aún a una prueba final,
que va a sacudir la fe de muchos, bajo una impostura religiosa que, bajo
una aparente solución a los problemas, hará apostatar de la verdad,
entrando en un seudo-mesianismo, donde el hombre se glorifica a sí mismo
y se coloca en lugar de Dios. No será un triunfo histórico el de la Iglesia,
como un proceso creciente, sino que será la victoria de Dios (“Juicio final”)
sobre el último desencadenamiento del mal: “Entonces se consumirán los
cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. Pero nosotros, de
acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra
nueva donde habitará la justicia” (2 Pe 3,12-13). En el Juicio del último día,
seremos juzgados“por nuestras obras” (Ap 20,13), por la actitud respecto al
prójimo: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a
mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). Se pondrán a la luz la conducta de cada uno y
el secreto de los corazones. Cristo “adquirió” este derecho por su cruz, y el
Padre también entregó “todo juicio al Hijo” (Jn 5,22). Aunque cada uno se
juzga a sí mismo al rechazar la gracia: “Dios no envió a su Hijo para juzgar
el mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3,17).
“Creo en el Espíritu Santo”: San Pablo dice, de forma clara: “Nadie puede
decir: ‘Jesús es el Señor’ sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Co 12,3). El
conocimiento de la fe nos viene por el Espíritu Santo, y en el Bautismo se
nos da la gracia, por Jesús en el Espíritu Santo, del nuevo nacimiento en el
Padre. Los portadores del Espíritu Santo somos conducidos al Verbo, Quien
a su vez nos presenta al Padre, que finalmente nos concede la
incorruptibilidad. Es evidente la unión inquebrantable e íntima de las Tres
Personas de la Santísima Trinidad. En cuanto a sus revelaciones a lo largo
de la historia, San Gregorio Nacianceno dice que en el Antiguo Testamento,
se nos proclama el Padre de forma clara, y al Hijo oscuramente; en el
Nuevo Testamento se revela al Hijo, y se hace entrever el Espíritu Santo;
ahora, es el Espíritu Santo el que adquiere el derecho de ciudadanía entre
nosotros. No era prudente proclamar abiertamente la divinidad del Hijo
cuando aún no se confesaba la del Padre, al igual que la del Espíritu
Santo con la del Hijo. Es decir, que por avances y progresos “de gloria en
gloria”, la luz de la Trinidad estalla en resplandores más espléndidos.
“Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Co 2,11). Quien
habló por los profetas hace oír la Palabra del Padre, no habla de sí mismo.
Y es por este ocultamiento que “El mundo no puede recibirle porque no lo
ve ni lo conoce” (Jn 14,17). Pero sí lo conocen los que creen en Cristo,
porque él mora en ellos.
El Espíritu Santo nos viene en las Escrituras, Él las inspiró; en la Tradición,
los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales; en el Magisterio de la
Iglesia, Él lo asiste; en la liturgia sacramental, Él nos pone en comunión con
Cristo; en la oración, intercede por nosotros; en el testimonio de los santos;
en los carismas y ministerios que se edifica la Iglesia; en los signos de la
vida apostólica.
Veamos los símbolos del Espíritu Santo:
 Agua: en el Bautismo. En nuestro primer nacimiento nos gestamos en
el agua, y en el nacimiento a la vida nueva, por medio del agua se nos da el
Espíritu Santo.
 Unción: óleo. En la confirmación. El Mesías (que significa Ungido) y
la Unción misma, que es el Espíritu Santo.
 Fuego: es la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo bajó bajo el aspecto de “lenguas como de fuego” (Hch 2,3)
 Nube y luz: a la Virgen el Ángel le dijo: “el Poder del Altísimo te
cubrirá con su sumbra”; en la Transfiguración: “vino en una nube y cubrió
con su sumbra”; en la Ascensión: una nube“ocultó a Jesús a los ojos” de los
discípulos.
 Sello: es cercano a la unción. Es Cristo a quien “Dios ha marcado
con su sello” (Jn 6,27)
 Mano: Jesús bendice a los niños y cura a los enfermos, mediante la
imposición de las manos.
 Dedo: “Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios”(Lc
11,20). La Ley de Dios se nos dice que fue “escrita por el dedo de Dios” (Ex
31,18).
 Paloma: En el final del diluvio universal (que es símbolo del
bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama en el pico,
indicando que la tierra está habilitada; también luego del bautismo de Jesús,
el Espíritu Santo viene como una paloma y baja y posa sobre él.
“Creo en la Santa Iglesia Católica”: La Iglesia es el “lugar donde florece
el Espíritu” (San Hipólito de Roma). Es el Espíritu Santo quien dota de
santidad a la Iglesia, Cristo se entregó por ella para santificarla, y la unió a
sí mismo como su propio cuerpo. La Iglesia es el Pueblo santo de Dios, y
sus miembros son llamados santos. Es Católica (que significa “universal” en
el sentido “según la totalidad” o “según la integridad”) porque Cristo está
presente en ella y porque ha sido enviada por Cristo a la totalidad del
género humano.
El término Iglesia significa “convocación”, es el pueblo que Dios reúne en el
mundo entero y en comunidades locales, como asamblea litúrgica
(eucarística sobre todo). Está prefigurada desde el origen del mundo, fue
preparada en la historia de Israel y de la Antigua Alianza, se constituyó en
los últimos tiempos, manifestada por la efusión del Espíritu Santo, y llegará
a su plenitud al final de los tiempos.
La Iglesia es la finalidad de todas las cosas: “Así como la voluntad de Dios
es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de los
hombres y se llama Iglesia” (Clemente de Alejandría). La reunión de la
Iglesia es la reacción de Dios por el caos provocado por el pecado, que
destruyó la comunión de los hombres con Dios y entre sí.
La Iglesia fue instituida por Cristo, desde el anuncio de la Buena Noticia,
que es la llegada del Reino de Dios, cual promesa en las Escrituras. Jesús
los reúne en torno suyo, enseñándoles la manera de obrar y con oración
propia (Bienaventuranzas, Padre Nuestro…), les da una estructura, citando
a los Doce, a ejemplo de las 12 tribus de Israel, con el significado que son
cimientos de la nueva Jerusalén, poniendo como cima a Pedro, sobre quien
edificará la Iglesia. Pero es sobre todo en la Cruz (y anticipadamente en la
institución de la Eucaristía) donde y cuando tiene comienzo la Iglesia,
porque es en el momento que la lanza atraviesa el costado de Cristo, del
cual brotó sangre y agua, cuando nace el sacramento admirable de la
Iglesia.
La Iglesia es manifestada por el Espíritu Santo, ya desde un comienzo
evangelizando, cuando se proponía la “convocación” de todos los hombres
a la salvación. Nace la Iglesia misionera, que peregrina hasta el fin, y que
llegará a su perfección en la gloria del cielo, cuando Cristo venga en su
cuerpo glorioso.
La Iglesia es visible y espiritual, es una sociedad jerárquica y es también el
Cuerpo místico de Cristo.
“la comunión de los santos”: Es la misma Iglesia. Formamos un solo
cuerpo donde el bien de unos se comunica a otros, es decir, que existe una
comunión de bienes dentro de la Iglesia, donde Cristo, que es la cabeza,
comunica sus bienes a todos por medio de los sacramentos. Nos gobierna
un mismo Espíritu, y todos los bienes recibidos de la Iglesia forman un
fondo común.
La comunión en la fe: la fe nuestra es la fe de la Iglesia que viene de los
apóstoles, y se enriquece en la medida que se comparte.
La comunión de los sacramentos: los frutos de los sacramentos pertenecen
a todos, porque son vínculos sagrados que nos unen a todos y nos ligan a
Jesús, por eso es una comunión, porque nos unen a Dios, sobre todo en la
Eucaristía, que lleva esta comunión a su culminación.
La comunión de los carismas: El Espíritu Santo reparte las gracias
espirituales para la edificación de la Iglesia: “A cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para provecho común.” (1 Co 12,7).
“Todo lo tenían en común” (Hch 4,32): Todo lo que poseemos es para bien
común con los demás, y debemos estar dispuestos para socorrer al
necesitado y a la miseria del prójimo. El cristiano es un administrador de los
bienes del Señor (Véase Lc 16,1 y sigs.)
La comunión de la caridad: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo, como
tampoco muere nadie para sí mismo” (Rm 14,7). “La caridad no busca su
interés” (1 Co 13,5). Todo pecado daña esta comunión, y el menor de
nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos… ya
estén vivos o muertos: en los 3 estados de la Iglesia (peregrinos en la tierra;
ya difuntos y purificándose; ya glorificados), todos participamos en el mismo
amor a Dios y al prójimo, y cantamos el mismo himno de alabanza a Dios.
Todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma
Iglesia y están unidos entre sí en Él. No se interrumpe la unión, al contrario,
se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales. Los santos
interceden por nosotros, ya que están más íntimamente unidos con Cristo, y
consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad: presentan por
medio de Cristo los méritos que adquirieron en tierra. Decían dos grandes
santos:“No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más
eficazmente que durante mi vida” (Santo Domingo); “Pasaré mi cielo
haciendo el bien sobre la tierra” (Santa Teresita).
La comunión con los santos no es solo tomarlos como modelos nuestros,
sino que nos unen a Cristo. En cuanto a la comunión con los difuntos,
nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino hacer eficaz
su intercesión a favor nuestro.
La comunión de los santos tiene dos significados, la comunión en las cosas
santas (viene de “sancta”) y la comunión entre las personas santas
(de “sancti”).
“El perdón de los pecados”: Al dar el Espíritu Santo, Jesús dio el poder
divino de perdonar los pecados: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados
serán perdonados a los que ustedes se los perdonen y retenidos a quienes
se los retengan.” (Jn 20,22-23).
El Bautismo es el primero y principal de los sacramentos del perdón de los
pecados, porque nos une a Cristo, muerto por nuestros pecados y
resucitado para nuestra justificación, para que “vivamos también una vida
nueva” (Rm 6,4). En el Bautismo el perdón recibido es pleno y completo, no
queda nada por borrar, aunque no nos libra de las debilidades de la propia
naturaleza.
Pero el Bautismo no es el único medio para perdonar, era necesario que la
Iglesia fuera capaz de perdonar a todos, incluso hasta en el último momento
de vida… es por eso que existe el sacramento de la Confesión, para que los
ya bautizados puedan recibir el perdón. Y esto se logra, porque la Iglesia
recibió las llaves del Reino de los Cielos, para que se realice en ella la
remisión de los pecados, por la sangre de Cristo y por la acción del Espíritu
Santo. No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda
perdonar.
Dice San Juan Crisóstomo: “Los sacerdotes han recibido un poder que Dios
no ha dado ni a los ángeles, ni arcángeles… Dios sanciona allá arriba todo
lo que los sacerdotes hagan aquí abajo”.
Dice San Agustín: “Si en la Iglesia no hubiera remisión de los pecados, no
habría ninguna esperanza, ninguna expectativa de una vida eterna. Demos
gracias a Dios que ha dado a la Iglesia semejante don”.
“La resurrección de la carne”: “Carne” debido a la condición de debilidad
y de mortalidad del hombre. Después de la muerte no solo el alma inmortal
vive, sino también nuestros “cuerpos mortales” volverán a tener vida. “Si se
anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de
ustedes afirman que los muertos no resucitan? ¡Si no hay resurrección,
Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y
vana también la fe de ustedes. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos
como primicias de los que durmieron.” (1 Co 15, 12-14.20). Resucitaremos
como Él, con Él, por Él… “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25).
Pero… ¿Qué es resucitar? En la muerte se sufre la separación del alma,
que va al encuentro con Dios, y del cuerpo, que cae en la corrupción. Pero
Dios en su omnipotencia le dará al cuerpo definitivamente la vida
incorruptible, uniéndolo a nuestra alma. Se siembra un cuerpo corruptible,
se resucita uno incorruptible, que será nuestro propio cuerpo, pero
transfigurado en cuerpo de gloria, en cuerpo espiritual (Véase 1 Co 15,35-
37.42.53).
¿Y quiénes resucitan? Todos los que murieron: “Los que hayan hecho el
bien resucitarán para la vida, los que hayan hecho el mal, para la
condenación” (Jn 5,24).
¿Y cuándo resucitan? En el último día, al final de los tiempos: “A la señal
dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo
Señor descenderá del cielo. Entonces primero resucitarán los que murieron
en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos.” (1 Ts 4,16-17)
“La vida eterna”: El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús, ve la
muerte como una ida hacia Él, una entrada en la vida eterna. La muerte
pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo
de la gracia divina manifestada en Cristo.
Juicio particular: Al morir, nuestra alma inmortal recibe su retribución eterna
en el juicio particular, por Cristo, Juez de vivos y muertos. Esta retribución
eterna puede ser a una purificación, al cielo o al infierno.Cielo: Los que
mueren en la gracia y en la amistad de Dios, y están perfectamente
purificados, viven para siempre con Cristo. El cielo es la vida perfecta con la
Santísima Trinidad, es la comunión de vida y de amor con Ella, con la
Virgen María, con los ángeles y todos los bienaventurados. Es el estado
supremo y definitivo de dicha. Allí está la comunidad bienaventurada de
todos los que están perfectamente incorporados a Cristo. Esta visión
sobrepasa toda comprensión y representación: en la Escritura se nos
presenta como vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del
Padre, Jerusalén celeste, paraíso… formas simbólicas que nos hacen
imaginarlo. En el cielo gozaremos de esa contemplación de Dios en su
gloria celestial, que es lo que conocemos como “visión beatífica”.
Purificación final o purgatorio: Quienes mueren en la gracia y en la amistad
de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque su salvación eterna esté
asegurada, sufren de una purificación para obtener la santidad necesaria
para entrar en la alegría del cielo. El concepto de purificación, surge a raíz
de las palabras de nuestro Señor: “la blasfemia contra el Espíritu Santo no
será perdonada… ni en este mundo ni en el futuro” (Mt 12,31-32). De esto
se deduce que algunas faltas pueden ser perdonadas acá, en este siglo, y
otras en el siglo futuro. La Iglesia nos recomienda las limosnas, las
indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.
Infierno: Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor
misericordioso de Dios, es permanecer separados de Él por propia y libre
elección. Este estado de autoexclusión definitiva es lo que se denomina
como “infierno”. “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que
aborrece a su hermano es un asesino, y sabéis que ningún asesino tiene
vida eterna permanente en él” (1 Jn 3,14-15). Vamos a estar separados de
Cristo si no socorremos a nuestros hermanos (véase Mt 25). Jesús nos
representa el infierno como la “Gehenna” (lugar donde se ofrecían víctimas
humanas al dios Moloc) o “fuego que nunca se apaga”, lugar reservado a
quienes, hasta el fin, rehúsan creer y convertirse. El Nuevo Testamento nos
dice que el mismo Jesús “Enviará a sus ángeles que recogerán a todos los
autores de iniquidad…, y los arrojarán al horno ardiendo” (Mt 13,11-12) y
pronunciará la condenación: “Alejaos de mí, malditos al fuego eterno” (Mt
25,41). La pena principal del infierno es la separación de Dios, en quien solo
podemos tener vida y felicidad. Tanto las Escrituras como la enseñanza de
la Iglesia nombran al infierno como un llamamiento a la responsabilidad, en
cuanto a la libertad de cada uno con el destino eterno.
Juicio final: Antes que este Juicio, será la resurrección de todos los muertos.
Entonces Cristo vendrá “en su gloria acompañado de todos sus ángeles…
Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los
unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá
las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda… E irán éstas a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna.” (Mt 25,31.32.46). En el Juicio
Final se pondrá frente a Cristo al desnudo la verdad de la relación de cada
uno con Dios. Revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno
haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena. Este
Juicio será cuando venga Cristo glorioso, solo el Padre sabe el día y la hora.
Conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación, la economía
de la salvación, y cómo obraron los caminos de la Providencia, por donde
las cosas llegan a su fin último.
Cielos nuevos y tierra nueva: Luego del Juicio Final, vendrá la renovación
misteriosa que transformará la humanidad y el mundo. Será la realización
definitiva del designio de Dios, de “hacer que todo tenga a Cristo por
Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra”(Ef 1,10). Los que
estén unidos a Cristo, formarán parte de la comunidad de los rescatados,
de la “Ciudad Santa de Dios” (Ap 21,2), de “la Esposa del Cordero” (Ap
21,9). No habrá más heridas dejadas por el pecado, por las manchas, por el
amor propio. Dios será “todo en todos”(1 Co 15,28) en la vida eterna.
“Amén”: esta palabra, en hebreo, tiene la misma raíz que “creer”, y esa raíz
expresa la solidez, la fiabilidad y la fidelidad. En el Antiguo Testamento, se lo
llama a Dios como “Dios del Amén” (Is 65,16), es decir, el Dios fiel a sus
promesas. En el Credo, confirma su primer palabra: “Creo”. Creer es decir
“Amén” a las palabras, promesas, mandamientos de Dios, es fiarse
totalmente de Él. Cristo es el “Amén”(Ap 3,14). Es el “Amén” definitivo del
amor del Padre hacia nosotros. Asume y completa nuestro “Amén” al
Padre. “Todas las promesas hechas por Dios han tenido su ‘si’ en él. Y por
eso decimos por él ‘Amén’ a la gloria de Dios” (2 Co 1,20).
Publicadas por Vivirlafecatólica a la/s 22:10

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