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San Juan Eudes, Evangelizado y evangelizador

Había aprendido a reconocer en todas partes la presencia de Dios. En el año de 1641 San
Juan Eudes proyectó fundar la Orden de Nuestra Señora de la Caridad y desde el principio
pensó en dedicarla al Corazón Santísima de María.

Antes de 1663 comenzó San Juan Eudes su obra maestra como teólogo de los Sagrados
corazones, «El Corazón Admirable de la Madre de Dios», obra que sólo logró lleva! a cabo tres

semanas antes de su muerte, el 25 de Julio de 1680, y en la cual trata no sólo del Corazón de
María sino también del divino Corazón de Jesús, al cual dedica oído el libro X11.

a) El Sagrado Corazón de Jesús, símbolo de amor perfectísimo: sensible, espiritual-humano


y divino, durante la vida terrena del Salvador
b) La Eucaristía, la Santísima Virgen y el sacardocio: dones del Corazón amantísimo de Jesús
c) También la Iglesia y los sacramentos son dones del Sagrado Corazón de Jesús.
d) El Sagrado Corazón de Jesús, símbolo de su triple amor a la humanidad en la vida gloriosa
del cielo
e) Los dones del Espíritu Santo son también dones del Corazón adorable de Jesús
f) El culto al Corazón Sacratísimo de Jesús es el culto de la Persona del Verbo Encarnado

III - PARTICIPACIÓN ACTIVA Y PROFUNDA QUE TUVO EL SAGRADO CORAZÓN DE Jesús EN LA


MISIÓN SALVADORA DEL REDENTOR:

a) El Sagrado Corazón de Jesús, símbolo de amor perfectísimo: sensible, espiritual-humano y


divino, durante la vida terrena del Salvador.

b) La Eucaristía, la Santísima Virgen y el sacardocio: dones del Corazón amantísimo de Jesús


c) También la Iglesia y los sacramentos son dones del Sagrado Corazón de Jesús

d) El Sagrado Corazón de Jesús, símbolo de su triple amor a la humanidad en la vida gloriosa


del cielo

e) Los dones del Espíritu Santo son también dones del Corazón adorable de Jesús

f) El culto al Corazón Sacratísimo de Jesús es el culto de la Persona del Verbo Encarnado.

«No habiendo duda alguna de que Jesús poseía un verdadero cuerpo humano, dotado de
todos los sentimientos que le son propios, entre los que campea el amor, es de la mismo
manera mucha verdad que El estuvo provista de un Corazón físico en todo semejante
al nuestro, no siendo posible que la vida humano privada de este excíirlentísimo miembro del
cuerpo tengo su natural actividad afectivo «El primer Corazón de¡ Hombre-Dios, es su Co.
razón corporal, que es tá deificado, lo mismo que todas los otras partes de su sagrado
Cuerpo, por la Unión hipostática que tiene con la Persona divina M Verbo Eterno.

El segundo es su Corazón espiritual es decir la parte superior de su alma santo, que com
prende su memoria, su entendimiento y su voluntad.

EL CORAZÓN DE Jesús
De nuevo bañada por ríos de lágrimas, sufre martirios de dolores a la vista de su Hijo y su
Dios pendiente de la cruz. Sin embargo, en su alma, hace ante Dios oficio de medianera por
los pecadores, coopera con el Redentor a su salvación y ofrece por ellos al Eterno Padre, su
sangre, sufrimientos y muerte, con deseo ardentisimo de su eterna felicidad. El indecible amor
que tiene a su querido Hijo, le hace temer verle expirar y morir, pero a la vez le llena de dolor
el que sus tormentos duren tanto que sólo con la muerte van a terminar. Desea que el Eterno
Padre mitigue el rigor de sus tormentos, pero quiere conformarse enteramente a todas sus
órdenes. Y así, el. Amor divino hace nacer en su Corazón contrarios deseos y sentimientos, que
le hacen sufrir inexplicables dolores.
La bendita Oveja y el divino Cordero, se miran y entienden y comunican sus dolores
solamente comprendidos por estos dos corazones de Hijo y Madre, que amándose
mutuamente en perfección, sufren a una estos crueles tormentos. Y siendo el mutuo amor la
medida de sus dolores, los que los consideran están tan lejos de poder comprenderlos cuanto
de entender el amor de tal Hijo a tal Madre y recíprocamente.
Los dolores de la Santísima Virgen aumentan y se renuevan continuamente con los ultrajes y
tormentos que los judíos ocasionan a su Hijo.
Qué dolor, al oírle decir: « Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado»? (1). Qué dolor al
ver que le dan hiel y vinagre en su ardiente sed!
(1) Math. 27,46.

Sobre todo, qué dolor al verle morir en un patíbulo entre dos malhechores! Qué dolor al ver
traspasar su Corazón con una lanza! Qué dolor, cuando le recibe en susbrazos! Con qué dolor
se retira a su casa aesperar su resurrección! Oh, de cuán buena gana hubiera sufrido esta
divina Virgen todos los dolores de su Hijo, antes que vérselos sufrir a El!
Efecto de la perfecta caridad, al obrar en los corazones de quienes se esfuerzan por imitar a
su divino Padre y a su bondadosísima, Madre, es hacerles soportar con gusto sus propias
aflicciones y sentir vivamente las de los demás, de suerte que les es más fácil soportarlas ellos
mismos que verlas padecer por los demás.
Desde la cruz vela el Hijo de Dios las angustias y desolaciones del sagrado Corazón de su
santisima Madre, oía sus suspiros y veía las lágrimas y el abandono en que estaba y en el que
había de quedar después de su muerte: todo esto era un nuevo tormento y martirio para el
divino Corazón de Jesús. No faltaba, pues, nada de cuanto podía afligir y crucificar los
amabilísimos corazones del Hijo y de la Madre.

De aquí se ve claramente que los dolores de la Madre y los tormentos del Hijo terminaron en
gracias y bendiciones e inmensos favores a los pecadores. Cuán obligados estamos, pues, a
honrar, amar y alabar los amabilísimos corazones de Jesús y María; a emplear toda nuestra
vida y más si tuviéramos, en servirles y glorificarles; a esforzarnos por imprimir en nuestros
corazones una imagen perfecta de sus eminentísimas virtudes. Es imposible agradarles
andando por caminos diferentes a los suyos.

La octava llama de nuestro amable horno


(1) Apoc. 14,4.
CAPITULO IX 7 9 -
Consiste en el amor que nuestro benignísimo Redentor nos demuestra cuando da a los
hombres todos estos testimonios de su bondad, en un tiempo en que no recibe de parte de
ellos sino demostraciones del más furioso odio que pueda imaginarse ¿En qué tiempo nos
hace patente tanto amor? El último de sus días y la víspera de su muerte, es cuando instituye
este divino Sacramento, cuando los hombres despliegan contra El más rabia y furor que los
mismos demonios, según éstas sus palabras: Hace est hora vestra et potestas tenebrarum (1).
¡Oh Salvador mío, no tenéis Vos sino pensamientos de paz, de caridad y de bondad para con
los hombres¡ y ellos no tienen sino pensamientos de malicia y de crueldad contra Vos. Vos no
pensáis sino en encontrar medios de salvarlos; y ellos no piensan sino en encontrar medios de
perderos.
Todo vuestro Corazón y todo vuestro Espíritu se dedican a romper las cadenas que les tienen
cautivos y esclavos de los demonios; y ellos os venden, os traicionan y os entregan en manos
de vuestros crueles enemigos.
Oprobios, blasfemias, y toda suerte de ignominias, de ultrajes y de crueldades.

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