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Tabaquismo

Karina Bakalar

A)

INTRODUCCIÓN

El tabaquismo es una poderosa adicción que padece un tercio de la población mundial y que
representa la primera causa de muerte prevenible en el mundo. La mitad de los tabaquistas
posiblemente mueran por causa directa del consumo de tabaco, es decir, la industria tabacalera es
la única empresa que mata a la mitad de sus clientes. Además del daño para la salud que produce
el tabaquismo en el fumador, actualmente existe evidencia contundente del daño que ocasiona el
humo ajeno en quienes no consumen cigarrillos pero inhalan su humo; a esto se lo conoce como
tabaquismo pasivo. En este capítulo desarrollaremos los aspectos generales de esta adicción,
centrándonos en las tareas que pueden llevar adelante los médicos de atención primaria y el equipo
de salud para participar del control del tabaquismo, particularmente en el consultorio, frente a un
fumador a quien es preciso darle consejo y ayudarlo a dejar de fumar con las mejores herramientas
disponibles si el paciente está decidido a abandonar el consumo.

El médico de atención primaria tiene un rol fundamental en la prevención y el tratamiento


del tabaquismo.

B) OBJETIVOS

1) Jerarquizar la magnitud del tabaquismo como un problema grave de salud pública.


2) Formular las intervenciones sanitarias efectivas para el control del tabaco y la importancia
del médico de atención primaria para llevar a cabo esa tarea.
3) Enumerar las intervenciones de consultorio para dejar de fumar en la práctica cotidiana
del profesional de la salud.

C)

CONTENIDOS

1) Generalidades
2) Intervenciones para el control del tabaco
3) Rol del médico de atención primaria
4) Programa de tratamiento

MEP - Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Italiano de Buenos Aires
Supervisión Editorial: Paula Carrete - Alejandrina Lo Sasso – Mercedes Mutchinik
1 GENERALIDADES

El tabaquismo es un grave problema de salud que ocasiona cinco millones de muertes por año en
el mundo. A pesar de que en los países desarrollados el consumo de tabaco está disminuyendo, en
los países en vías de desarrollo aumenta en forma constante. Este desplazamiento de la epidemia
hacia los países pobres no es atribuible al azar sino a que los gobiernos de los países desarrollados
fueron implementando medidas para combatir el tabaquismo y a que los usuarios demandaron a las
compañías tabacaleras por los perjuicios causados a su salud. En consecuencia, la industria del
tabaco se redirigió a poblaciones blanco más desprotegidas por la falta de legislación en estados
que además fomentaron su crecimiento, persuadidos por las grandes sumas de dinero recaudadas
en materia de impuestos y publicidad. Sin embargo, está demostrado que la recaudación fiscal por
impuestos al tabaco nunca compensa las pérdidas económicas por los costos sanitarios que causa
el tabaquismo. Además, se ha observado un aumento del consumo de productos del tabaco en
ciertas subpoblaciones, como los niños y adolescentes, las mujeres, y los sectores sociales de
mayor pobreza. Los adolescentes constituyen un grupo particularmente vulnerable ya que tienen un
bajo nivel de conciencia del riesgo que representa el tabaco para la salud y una alta susceptibilidad
a la influencia de los medios de comunicación y a la presión de sus pares. De hecho, en América
latina, el 75% de los fumadores empieza a consumir entre los catorce y los diecisiete años.

Epidemiología del tabaquismo en la Argentina


La situación en la Argentina es preocupante, aunque se estima una probable tendencia hacia la
disminución del consumo. La prevalencia actual es del 34% en la población adulta, y del 40% en los
adolescentes de quince a dieciocho años con un claro predominio femenino, datos que nos ubican
como uno de los países de mayor consumo en América latina.

Cada año, 40.000 argentinos mueren por causa directa del consumo de
tabaco.

La Argentina gasta anualmente el 15.5% del presupuesto de salud en el tratamiento de las


patologías relacionadas con el tabaco.

Consecuencias del tabaco sobre la salud


El humo del cigarrillo contiene más de 4000 sustancias químicas, de las cuales muchas son tóxicos
y agentes cancerígenos conocidos (p. ej. el formaldehído, benceno, cianuro de hidrógeno,
amoníaco, tolueno, plomo, cadmio, arsénico, entre otros). Existe contundente evidencia científica
sobre las enfermedades que son consecuencia directa del consumo de tabaco. Todos los productos
con tabaco (tanto los cigarrillos como los puros, los cigarros o la pipa) son igualmente perjudiciales
para la salud. La nicotina es una droga poderosamente adictiva (incluso, más que la cocaína) que
actúa sobre el cerebro, bloqueando la recaptación de catecolaminas en el espacio presináptico, con
el consiguiente incremento de sus niveles en el espacio sináptico.

En promedio, los fumadores mueren diez años antes que los no fumadores, y el 25% de ellos
muere veinticinco años antes.

El tabaquismo tiene un impacto devastador sobre la salud de la población. Cerca de cinco


millones de personas mueren anualmente por causa directa del consumo de tabaco y la
mitad de ellos, antes de los setenta años. La industria del tabaco es responsable de una
gran cantidad de muertes prematuras y enfermedades, superando el impacto destructivo
de las armas y las drogas ilegales.

La cantidad de cigarrillos fumados incide en forma directa sobre el riesgo de contraer enfermedades

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y de morir (relación dosis-respuesta); sin embargo, está demostrado que fumar entre uno y cinco
cigarrillos diarios ocasiona serios daños para la salud. En la práctica, este concepto implica alertar a
la población acerca de que no existe una dosis segura de tabaco, a diferencia de lo que sucede con
el alcohol, por ejemplo, que no parece ser nocivo si se consume en dosis bajas.

Fumar, no importa qué cantidad de cigarrillos, siempre es nocivo, por lo que el consejo
profesional debe dirigirse a no fumar nada, y no a fumar poca cantidad o fumar menos.

En la tabla 1 se enumeran algunas de las principales enfermedades vinculadas con el tabaquismo y


su impacto en la salud de los fumadores en comparación con los no fumadores. El riesgo aumenta
según el número de cigarrillos consumidos y el tiempo de consumo.

Tabla 1.

Riesgo relativo (RR) y riesgo atribuible (porcentaje de muertes atribuidas al tabaco) de enfermedad y muerte
por tabaquismo (datos provenientes de países desarrollados)

RR en fumadores / no fumadores % Muertes atribuidas al tabaco


Varones Mujeres
Mortalidad por 2
todas las causas
Mortalidad cardiovascular 3
Enfermedad coronaria 2a4 43% 25%
Enfermedad cerebrovascular 2
Vasculopatía periférica 9 98% 90%
Muerte súbita 5 80% 75%
en menores de 50 años
Mortalidad por todos los cánceres 2 30% 30%
Cáncer de pulmón 10 a 20 85% 80%
EPOC 6 90% 80%
Mortalidad perinatal 1.3*

RR: riesgo absoluto en fumadores/ riesgo absoluto en no fumadores. EPOC: enfermedad pulmonar obstructiva
crónica.
* El tabaquismo también aumenta la incidencia de aborto espontáneo y de embarazo ectópico

El tabaquismo tiene consecuencias nefastas para la salud. A modo de ejemplo, casi la


mitad de las muertes por enfermedad coronaria en los varones y casi todas las muertes
por cáncer de pulmón en ambos sexos pueden atribuirse al consumo de tabaco.

Tabaquismo pasivo
Se define como fumador pasivo al individuo que, no siendo fumador, está expuesto al humo del
tabaco ajeno emitido por el tabaco que permanece encendido o exhalado por fumadores aledaños.

Hay consistente evidencia que demuestra que los fumadores pasivos se enferman y mueren por
causa directa de la exposición ambiental al humo del tabaco.

Se calcula que, aproximadamente, una de cada diez muertes producidas por el tabaco
ocurren en fumadores pasivos (en la Argentina, este número equivale a 4.000 muertes por
año).

El tabaquismo pasivo incrementa el 20% el riesgo de contraer cáncer de pulmón, el 30% el de


enfermedad coronaria y aumenta también el riesgo de EPOC. Asimismo, en los niños aumenta al
doble el riesgo de desarrollar asma, el 60% la tasa de infecciones agudas del tracto respiratorio y el
250% el riesgo de muerte súbita del lactante (que llega al 500% si ambos padres fuman y la madre
fumó durante el embarazo).
Un dato interesante es que el tabaquismo pasivo aumenta el 70% el riesgo de contraer cáncer de

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mama en mujeres jóvenes.

El tabaquismo pasivo es un concepto muy importante, tanto desde el punto de vista de la


salud pública cuanto desde una perspectiva clínica. En ese sentido, el tabaquista debe
saber que el consumo de tabaco no solamente daña su salud sino la de los que lo rodean
y, un dato particularmente importante en atención primaria, es que la población más
vulnerable a los efectos del tabaco ajeno son los niños y las mujeres jóvenes.

Como ya mencionamos, la situación en la Argentina es alarmante no solo en términos de


prevalencia de consumo sino también en cuanto al tabaquismo pasivo y a la aún escasa conciencia
social sobre este tema. Un estudio realizado por la Organización Panamericana de la Salud, llevado
a cabo en siete países latinoamericanos, demostró que Buenos Aires es la ciudad con mayor
exposición al humo de tabaco ajeno.

El humo ambiental del tabaco persiste en los espacios cerrados por más de 15 días, y no alcanza
con abrir ventanas, colocar sistemas de ventilación, desionizadores o generadores de cortinas de
aire para que los tóxicos desaparezcan. Esto implica que, si se fuma en un determinado ambiente,
hasta que transcurra el periodo de tiempo mencionado, cualquier persona que lo habite inhalará
inadvertidamente las sustancias tóxicas alojadas en las paredes, las cortinas y el mobiliario, aun
cuando se haya puesto en práctica las estrategias mencionadas para facilitar su eliminación.
Además, las puertas cerradas no evitan la contaminación de otros ambientes, ya que el humo es
dinámico y se moviliza hacia espacios contiguos por debajo de las puertas, o bien cuando estas se
abren y cierran; por este motivo, no sirven las divisiones entre espacios de fumadores y no
fumadores en bares o restaurantes. El modo de encarar en forma eficaz el problema del tabaquismo
pasivo es la implementación de ambientes libres de humo. Esta estrategia está siendo llevada a
cabo por numerosos países y en la Argentina es aceptada por la población y se ha legislado para
ello; sin embargo, la transgresión a la ley es aún muy grande y todavía se sigue fumando en
hospitales y escuelas, sitios que, según la ley, deberían ser libres de humo.

Los efectos deletéreos para la salud ocasionados por el tabaquismo pasivo son
suficientes como para justificar la restricción de fumar en lugares cerrados públicos y
desaconsejar a los fumadores hacerlo en sus hogares, para proteger a sus familiares del
efecto perjudicial del humo de tabaco. América latina en general, y la Argentina en
particular, avanzan hacia una creciente concientización sobre el tema y hacia un
progresivo desarrollo de ambientes libres de humo de tabaco, aunque todavía queda
mucho por hacer.

El tabaquismo como adicción (o dependencia a drogas)


Las adicciones se definen como el uso compulsivo de una sustancia y la imposibilidad de
controlar su ingesta pese a conocer los efectos negativos que produce. La Asociación
Psiquiátrica de los Estados Unidos comenzó a utilizar el término “dependencia de
drogas”, en lugar de “adicción”, en el Manual Diagnóstico y Estadístico de las
Enfermedades Mentales (DSM IV).

Según el DSM IV (y su actualización, el DSM V), para que un individuo cumpla criterios de
dependencia de las drogas debe presentar por lo menos tres de las siguientes características: 1)
Consumo en grandes cantidades o durante largos períodos; 2) Deseo persistente o uno o más
intentos frustrados de dejar o de controlar la ingesta; 3) Mucho tiempo perdido en actividades para
conseguir la droga, tomarla o recuperarse de sus efectos; 4) Frecuentes intoxicaciones o síntomas
de abstinencia en momentos en que se espera que cumpla con sus obligaciones (familia, trabajo,
etc.), o cuando es peligroso (por ejemplo, manejar un vehículo); 5) Abandono o disminución de
actividades sociales, ocupacionales o recreativas por el abuso de la droga; 6) Uso continuado pese
al conocimiento de tener problemas físicos, psíquicos, ocupacionales o sociales causados o
exacerbados por el uso de la sustancia psicoactiva; 7) Marcada tolerancia, con necesidad de
aumentar la cantidad de sustancia para lograr el efecto deseado o disminución del efecto con la
misma cantidad de sustancia; 8) Síntomas de abstinencia característicos al discontinuar el
consumo; y 9) El consumo de la sustancia adictiva controla o evita la abstinencia.
La adicción a la nicotina cumple con más de tres criterios y se caracteriza por tener un

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triple componente (o triple gancho): la adicción física, psicológica y socio conductual.

La adicción física es la que genera la molécula de nicotina en los receptores nicotínicos del
cerebro y es la responsable del síndrome de abstinencia que se observa en las primeras semanas
al dejar de fumar. La adicción psicológica es la responsable de que el adicto a la nicotina asocie
su consumo con momentos de placer y/o con alivio de los estados de tensión, como una manera de
resolver conflictos o una ayuda para pensar (“el cigarrillo es mi amigo, mi compañero”, “me calma
los nervios”). La adicción socio conductual es el componente de hábito y socialización del
consumo, el automatismo: fumar siempre en determinadas circunstancias, fumar para tener algo en
las manos o en la boca, encender cigarrillos sin darse cuenta que hay otro encendido en el
cenicero, fumar al tomar alcohol o café, fumar en reuniones, etc.

2 INTERVENCIONES PARA EL CONTROL DEL TABACO

Intervenciones poblacionales
Existen varias intervenciones poblacionales efectivas para el control del tabaquismo. Si bien el
marco de su implementación es competencia de los gobiernos y excede al equipo de salud, el
compromiso de las personas que trabajan en salud es fundamental para la puesta en marcha de
muchas de ellas como, por ejemplo, la instauración de ambientes libres de humo de tabaco o la
participación en planes de capacitación para proveer servicios para dejar de fumar.

Las estrategias poblacionales dirigidas a reducir la oferta de tabaco son el control del
contrabando, la restricción del acceso mediante la prohibición de la venta a los menores de
dieciocho años, la sustitución de cultivos de tabaco y la eliminación de subsidios gubernamentales a
ese cultivo.

Las estrategias poblacionales dirigidas a reducir la demanda de tabaco son las siguientes:
aumento del precio del tabaco (un aumento del 10% en el precio reduce entre el 3% y el 10% la
iniciación del consumo en los jóvenes e incrementa en el 3% la cesación en los adultos), legislación
que prohíba fumar en lugares públicos y laborales (la implementación de ambientes libres de humo
reduce el 30% el consumo, expresado en número de cigarrillos consumidos por día, lo que
representa un dramático descenso del consumo poblacional, y contribuye en el 4% a la cesación;
cabe destacar que la evidencia indica que las restricciones en el trabajo y en la casa son más
efectivas), advertencias en los paquetes de cigarrillos, prohibición total de la publicidad de tabaco
(reduce la iniciación en los jóvenes, sobre todo de las mujeres y, cuando es completa, reduce el
consumo en el 6%), comunicación social agresiva dirigida a prevenir el consumo de tabaco (esta
estrategia, asociada con la explicación de la manipulación de la información por parte de la industria
tabacalera, reduce significativamente el inicio del consumo en los jóvenes) y comunicación dirigida
a concientizar sobre las estrategias de implementación de ambientes libres de humo de tabaco y
sobre las técnicas y servicios para dejar de fumar.

En relación con el último punto, las líneas de ayuda telefónica para dejar de fumar generan tasas de
cesación tabáquica del 15% al 20% al año y también promueven la cesación en la población que no
llama a la línea. Los concursos multitudinarios para dejar de fumar (como el “Abandone y gane”, de
la Organización Mundial de la Salud) generan tasas de abstinencia de entre el 10% y el 15% al año.
Por último, facilitar el acceso a los programas de cesación mediante la cobertura del tratamiento
aumenta el número de intentos de dejar de fumar.

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Las estrategias más eficaces para reducir el inicio del consumo en los niños y jóvenes
son el aumento del precio de los cigarrillos, la prohibición completa de la publicidad y el
desarrollo de campañas de comunicación social sostenidas y agresivas que muestren la
evidencia del daño del tabaco y la manipulación que la industria tabacalera desarrolla para
penetrar el mercado de niños y adolescentes.

La implementación de ambientes libres de humo es, probablemente, una de las estrategias más
importantes para controlar el tabaquismo en el mundo y una de las más resistidas por la industria
tabacalera, dado que, además de reducir dramáticamente el consumo y, por lo tanto, las ventas de
cigarrillos, atenta contra la aceptabilidad social de fumar como una actividad que puede realizarse
naturalmente en cualquier sitio. Este cambio de paradigma es fundamental, ya que cambiar la
normativa cultural según la cual fumar resulta algo normal es una de las claves para cambiar la
historia del consumo. Esto ha sido demostrado en numerosos países del mundo y, por ello, la
industria tabacalera destina enormes esfuerzos y dinero para debilitar las leyes de prohibición de
fumar y para intentar evitar la difusión de la evidencia científica que comprueba que el tabaquismo
pasivo enferma y mata.

Entre las estrategias centrales para que la promoción de los ambientes libres de humo sea exitosa
encontramos: sancionar leyes que promuevan la creación de espacios libres de humo y no dejar
esa decisión en manos de cada institución particular; educar a la población sobre los peligros del
humo de tabaco ajeno, en términos de mortalidad y morbilidad, tanto en niños como en adultos
expuestos; hacer de público conocimiento las estrategias de la industria tabacalera para evitar la
implementación de ambientes libres de humo de tabaco; preparar a la comunidad para que acepte
la legislación y prever políticas de implementación efectivas una vez sancionadas las normas.

La implementación de ambientes libres de humo es, quizá, una de las estrategias


poblacionales más efectivas para controlar el tabaquismo, ya que ayuda a disminuir el
inicio del consumo en los jóvenes así como el número de cigarrillos fumados por día en
los fumadores; por otra parte, también ayuda a dejar de fumar. El personal de salud
debería participar en forma activa de esta estrategia, ayudando a implementarla en su sitio
de trabajo y en los lugares a los que concurre.

Además de los aspectos mencionados, es fundamental que desde las áreas sanitarias
gubernamentales y no gubernamentales se establezcan políticas de promoción de la cesación
tabáquica. En ese sentido, la cobertura de los servicios para dejar de fumar ha demostrado
aumentar el número de intentos de cesación y el número absoluto de ex fumadores.

Por último, es interesante destacar que así como existen estrategias poblacionales que resultan
eficaces, también hay otras que han demostrado claramente tener eficacia dudosa o negativa. Entre
ellas, mencionamos los “programas escolares de concientización sobre el tabaco”, en los que
muchos profesionales de la salud participamos bienintencionadamente pero que no demostraron
servir para prevenir el inicio del consumo. En ese sentido, es importante saber que la industria
tabacalera invierte dinero promoviendo este tipo de estrategias con el único objeto de mejorar su
imagen negativa ante la sociedad pero a sabiendas de que no va a perder clientes a causa de ellas
ya que son ineficaces.

Intervenciones sobre los tabaquistas


En 2011, se publicó la primera Guía de Práctica Clínica Nacional de Tratamiento de la Adicción al
Tabaco en la Argentina, realizada por el Ministerio de Salud de la Nación y con el aporte de un
panel de consenso interdisciplinario y representativo de múltiples instituciones y regiones
geográficas del país, en el que se resume la mejor evidencia disponible adaptada a nuestro medio
(texto completo en www.msal.gov.ar). En esa Guía se afirma que:

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El tabaquismo es una adicción tratable. Mientras que una minoría de fumadores consigue la
abstinencia definitiva luego del primer intento de abandono, la mayoría persiste con períodos de
remisión y recaída hasta que consigue recuperarse definitivamente. Dado que se trata de una
enfermedad crónica, es necesario entender que los pacientes deben recibir cuidados médicos
continuos, con intervenciones reiteradas de consejo, apoyo psicosocial y farmacoterapia. No
considerar al tabaquismo como una enfermedad crónica puede llevar, tras una recaída, a
sentimientos erróneos de frustración para el fumador y para el médico tratante. Las recaídas deben
entenderse como un efecto esperable, secundario a la naturaleza de la dependencia y no a una
incapacidad del paciente o del propio médico.

El tabaquismo es una adicción crónica cuyo tratamiento consiste en ayudar al paciente a


lograr la abstinencia definitiva. El camino es largo y suele tener recaídas que deben
entenderse como parte normal del proceso terapéutico.

Si bien algunos fumadores consiguen abandonar la adicción por sus propios medios (la tasa
promedio de cesación espontánea es del 5 al 7% por año), es muy importante que tanto los
médicos como los pacientes sepan que el tratamiento del tabaquismo mediante las intervenciones
que describiremos más adelante logra que entre el 15% y el 30% de los pacientes consiga
abandonar el consumo.

Los tabaquistas que reciben tratamiento tienen más posibilidades de dejar de consumir
que aquellos que no lo reciben.

Existen varias intervenciones efectivas para dejar de fumar, a saber: entrega de material de
autoayuda, intervenciones de consultorio, intervenciones intensivas y tratamientos telefónicos o por
Internet (ver gráfico 1).

Gráfico 1.

Niveles de intervención en cesación tabáquica y su efectividad adicional respecto de la cesación espontánea o


de grupos controles

Niveles de Intervención en Fumadores( Efectividad)

Telefónicas
Grup. o Ind.
(15-25 %)
Int Intensivas ( 30-35 %)
Con un gran
alcance
poblacional
Int Breves ( 6-10 %)

Consejo Breve (2-3 %)

Materiales Autoayuda (1-2%)

Cesación espontánea (5-7 %)

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Como puede verse en el gráfico, las intervenciones para dejar de fumar tienen una estructura
piramidal: a medida que ascendemos en la pirámide son más efectivas pero tienen menos alcance
poblacional dado que son menos los fumadores que acceden a ellas. Una excepción la constituyen
las líneas de ayuda telefónica, ya que tienen alta eficacia y efectividad y alto alcance poblacional.

La provisión de material de autoayuda para dejar de fumar aumenta leve, pero


significativamente, la tasa de cesación respecto de la actitud de “no hacer nada” y, si bien el 1 o el
2% de beneficio parece poco, el impacto poblacional puede ser importante. Los materiales son más
efectivos cuando están dirigidos a una población específica (embarazadas, etc.) o cuando forman
parte de fuertes campañas de comunicación social.

Las intervenciones de consultorio consisten en una estrategia concreta que desarrolla un


profesional con su paciente (en los contenidos siguientes explicaremos en qué consisten)
y que son altamente efectivas, en tanto duplican la probabilidad de éxito respecto de no
hacerlas. Si bien habitualmente el profesional que realiza este tipo de intervenciones es el
médico de atención primaria, también pueden realizarla enfermeros, psicólogos,
trabajadores sociales, odontólogos e incluso farmacéuticos si se encuentran preparados
para ello.

La intervención intensiva es la estrategia más eficaz para dejar de fumar (las tasas de éxito al año
pueden rondar del 25 al 37%), pero la población que accede es muy escasa y está muy motivada
(de ahí también su alta tasa de eficacia). Consiste en un programa específico de tratamiento para
dejar de fumar basado en entrevistas presenciales, individuales o grupales, reiteradas, con un
seguimiento intenso del proceso de dejar de fumar, es decir, un elevado tiempo de contacto.

Las líneas de ayuda telefónica se están convirtiendo en las estrellas de los tratamientos para
dejar de fumar ya que tienen un alto impacto poblacional (permiten brindar tratamiento a varias
decenas de miles de usuarios por año si la capacidad de la línea es adecuada) y son muy costo-
efectivas (el costo es bajo y la efectividad es mayor que la de las intervenciones de consultorio). Se
las encuentra en casi todos los países desarrollados. En 2004, la Argentina comenzó a trabajar con
una pequeña línea telefónica del Ministerio de Salud de la Nación que aún no tiene la capacidad de
dar respuesta a la demanda de nuestra población, pero que se espera que crezca a tono con las
necesidades de nuestro país.

La línea del Ministerio de Salud de la Argentina es: 0800-222-1002 y su página en la


Internet es www.dejohoydefumar.gov.ar.

Las siguientes son algunas importantes ventajas de estas líneas: los fumadores las prefieren a los
tratamientos cara a cara por razones de costos, disponibilidad y acceso; permiten aumentar el
acceso a franjas poblacionales de bajos recursos (ya que son gratuitas para los usuarios), así como
a personas que viven en áreas rurales o alejadas de las grandes ciudades y que, por lo tanto, no
acceden a otros servicios para dejar de fumar; llegan a mujeres que no pueden dejar a sus niños
para concurrir a servicios presenciales. Además, las líneas tienen una estrategia de promoción
sencilla debido a que se trata de un único número telefónico. En algunos países se promueve la
línea telefónica entre el equipo de salud dado que, si los profesionales tienen escasa motivación
para intervenir en tabaquismo, al menos se los estimula para que destinen medio minuto de su
tiempo para dar consejo antitabáquico y recomendarles a sus pacientes la línea telefónica.

Las líneas de ayuda telefónica para dejar de fumar se están convirtiendo en una de las
estrategias más importantes en muchos países debido a su alto impacto y su elevada
eficacia.

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No debe perderse de vista la importancia de que se involucren las instituciones de salud y sus
autoridades en el control del tabaquismo mediante la provisión de profesionales capacitados y
rentados para brindar ayuda a los fumadores, garantizar la cobertura de los tratamientos para sus
empleados y los pacientes fumadores, generar ambientes libres de humo en sus edificios, así como
promover la investigación y la docencia en tabaquismo. En síntesis: destinar recursos tal como se
hace para otras enfermedades prevalentes de alto impacto en la morbimortalidad poblacional. Esta
participación activa de la institución es aún poco frecuente en nuestro medio y debería promoverse
a partir de la inquietud de los profesionales de la salud motivados para trabajar en tabaquismo.

3 ROL DEL MÉDICO DE ATENCIÓN PRIMARIA

Si bien queda claro que el futuro de la epidemiología del tabaquismo depende sobre todo de
intervenciones poblacionales como las mencionadas en el contenido anterior, el médico de atención
primaria cumple un rol fundamental para ayudar a sus pacientes a dejar de fumar.

Una encuesta realizada por el Ministerio de Salud demuestra que el 56% de los fumadores
argentinos quiere dejar de fumar, que el 24% se encuentra listo para dejar de fumar antes de treinta
días, que el 60% hizo un intento de dejar de fumar en el último año sin lograrlo, que el 80%
desconoce dónde puede pedir ayuda para dejar de fumar y que solo el 8% de los que intentaron
pidieron ayuda para dejar de fumar.

En la Argentina hay dos millones de fumadores que ya están preparados para dejar de
fumar y la mayoría de ellos no sabe dónde pedir ayuda para abandonar la adicción.

Pese a los porcentajes mencionados arriba de fumadores potencialmente dispuestos a dejar el


tabaco que precisan ayuda, el equipo de salud no está ni preparado para absorber esta demanda ni
capacitado para realizar una intervención eficaz. En nuestro país, la formación de médicos que
sepan ayudar a sus pacientes a dejar de fumar es deficitaria tanto en la Facultad de Medicina como
en los programas de formación de posgrado y en las residencias médicas. Solo entre el 20% y el
50% de los médicos cree que el consejo antitabáquico brindado por un profesional es una
herramienta útil para ayudar a dejar de fumar. Por otra parte, un estudio demuestra que solo el
6.3% de los médicos conoce las intervenciones de consultorio para dejar de fumar y solo el 11%
reconoce a la terapia de sustitución nicotínica como efectiva (ver más adelante). Sin embargo, lo
interesante es que el 92% se manifestó deseoso de recibir capacitación.

Un elemento clave de la motivación de los médicos para ayudar a sus pacientes a dejar de
fumar es la reducción del consumo de tabaco por parte de los propios médicos. El médico
cumple un rol importante como emulador de la sociedad en relación con la salud ("Si mi
médico fuma, quiere decir que no hace mal fumar"). Numerosas experiencias del mundo
demuestran que antes de que descienda la prevalencia de tabaquismo en la población
general ha descendido la prevalencia en los médicos. Hoy, en la Argentina, los médicos
fuman igual que la población general (aproximadamente, el 30% de los médicos
argentinos y el 38% de los estudiantes de medicina son fumadores). Una estrategia
fundamental para el cambio cultural es la implementación de ambientes libres de humo en
los Hospitales y en las Facultades de Medicina de nuestro país.

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Es fundamental que los estudiantes de medicina y los médicos se capaciten para realizar
intervenciones de consultorio para dejar de fumar. Estas son fáciles de implementar en la práctica
clínica habitual y, además, son eficaces y costo-efectivas. Para ello es importante motivar e
involucrar a los médicos en la problemática del tabaco y realizar modificaciones curriculares tanto
en las carreras de grado de Medicina como en los posgrados y residencias. Otro rol que se espera
del médico es su liderazgo en la promoción de ambientes libres de humo de tabaco en las
instituciones de salud. Habida cuenta de su rol modélico y su histórico liderazgo educativo, es
esperable que sea el médico quien comience con el cambio cultural de hacer cumplir las normas de
prohibición de fumar en el Hospital y en la Facultad, y eduque a sus pacientes acerca de no
exponer a sus familiares al efecto nocivo del humo de tabaco ajeno.

Es más probable que el objetivo nacional de disminuir la prevalencia de tabaquismo y la


exposición al humo ajeno sea logrado mediante el uso de intervenciones eficaces de alto
alcance, tales como el incremento del precio de los cigarrillos, la prohibición de la
publicidad de tabaco, la realización de campañas agresivas de comunicación y educación
social y la sanción de leyes que prohíban fumar en los ambientes públicos cerrados.
Obviamente, los médicos podemos esperar mejores resultados con los pacientes si
nuestras intervenciones se acompañan de las mencionadas estrategias sanitarias; sin
embargo, nuestro rol es fundamental: las intervenciones de consultorio para dejar de
fumar son efectivas. Asimismo, los médicos (y del equipo de salud en general)
deberíamos ser garantes del cumplimiento de la prohibición de fumar en las instituciones
de salud, acorde con la legislación vigente en nuestro país.

Intervenciones de consultorio

Las intervenciones de consultorio para dejar de fumar, también llamadas intervenciones


breves, son un conjunto de estrategias que cualquier profesional del equipo de salud
entrenado puede aplicar en su práctica clínica para ayudar a sus pacientes. Están
fuertemente basadas en la evidencia y todas las guías de práctica del mundo las
recomiendan como el eje vertebral de la práctica clínica para ayudar a dejar de fumar.

Las intervenciones de consultorio pueden ser provistas por cualquier profesional de la salud, pero
son más efectivas si las realiza un médico de atención primaria. Pueden utilizarse con toda la
población fumadora, independientemente del sexo, la edad y el grado de adicción a la nicotina,
aunque deben adecuarse a la etapa evolutiva de la adicción de cada paciente (ver más adelante).

Las intervenciones de consultorio están constituidas por cinco pasos fundamentales:


a) Conocer el status tabáquico; b) Realizar consejo antitabáquico claro y explícito; c)
Evaluar la etapa evolutiva de la adicción; d) Realizar intervenciones motivacionales en
aquellos que aún no están listos para dejar de fumar; e) Brindar un tratamiento y
seguimiento a aquellos que están listos para dejar de fumar (este último paso será
desarrollado en el contenido cuatro, “Programa de tratamiento”).

a) Conocer el status tabáquico

La pregunta acerca de si el paciente fuma se sugiere hacerla en la primera entrevista médica como
parte del interrogatorio general. Es útil registrar el deseo y el interés del paciente por dejar de fumar
y conocer cuáles podrían ser sus potenciales motivadores.

Valorar el status tabáquico de un paciente implica preguntar y registrar el tabaquismo


como un problema de salud en la historia clínica. Recomendamos iniciar la consulta a la
cual el paciente viene por control con la siguiente pregunta: “¿Tiene algún problema de
salud?”. Habitualmente, el paciente responde que no. Luego, debería preguntarle:
“¿Fuma?”; el fumador responderá: “Sí”. Ese es un momento ideal para decir: “¡Ah!,
entonces Ud. sí tiene un problema de salud: el tabaquismo”.

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El tabaquismo debe incorporarse como un problema activo en la hoja de problemas de la historia
clínica (ver “Historia clínica orientada al problema y Sistemas de registros”). También se han
propuesto numerosas técnicas de recordatorio electrónico y en papel que consignen la condición de
tabaquista (por ejemplo, con un autoadhesivo de color en el sobre de la historia clínica). Estos
recordatorios triplican la tasa de intervención por parte de los médicos.

b) Consejo antitabáquico

Una vez que se definió al tabaquismo como un problema de salud, se recomienda que el médico
valore cómo el tabaco afecta la salud de la persona, ya sea con síntomas o enfermedades graves o
con síntomas que alteran la calidad de vida. Si surge en la consulta la presencia de disnea, tos,
precordalgia, mal aliento, arrugas, epigastralgia, dedos amarillentos, periodontitis, osteoporosis,
disfunción sexual eréctil, etc. es recomendable dar el consejo antitabáquico claro y explicar que
puede estar relacionado con el tabaquismo y podría mejorar si se deja de fumar. También es
importante preguntar desde cuándo fuma, qué cantidad de cigarrillos diarios, si alguien más fuma
en su casa, si los niños han tenido enfermedades respiratorias debido al humo en el hogar, si ha
intentado dejar de fumar en el pasado, etc. Es bueno ligar el consejo a los síntomas o
enfermedades ya que jerarquiza el consumo en su relación nociva para la salud.

El consejo para dejar de fumar debe ser claro y conciso, y se puede proveer en tan solo un par de
minutos. Es recomendable que sea dado siempre que el médico tenga la oportunidad,
independientemente del motivo de consulta y del deseo del paciente de dejar de fumar. Un ejemplo
de qué decir podría ser: “Lo mejor que Ud. podría hacer por su salud es dejar de fumar”. Vale la
pena destacar que, como en toda adicción, la cantidad de la sustancia utilizada por día no es
manejable por el adicto y que, por lo tanto, no es recomendable sugerirle al paciente que fume
menos. Como vimos en el primer contenido, fumar poco también es dañino para la salud y, por otra
parte, es importante ayudar al fumador a eliminar el mito de que él puede dominar la cantidad de
cigarrillos que fuma por día o que va a estar mejor si consume menos. Debe enfatizarse que fumar
es una adicción y que, como en toda adicción, la droga domina al enfermo y no el enfermo a la
droga.

El consejo médico consiste simplemente en expresar de manera clara la recomendación


de dejar de fumar (“Lo mejor que Ud. podría hacer por su salud es dejar de fumar”) y
destacar los efectos nocivos del tabaco y los beneficios de abandonarlo. Recomendamos
que el médico siempre dé este consejo independientemente del nivel de motivación del
fumador. Un aspecto importante para destacar es que el consejo es útil por sí mismo y
que su eficacia es del 2 al 3% al año por encima de la cesación espontánea.

c) Evaluar la etapa evolutiva de la adicción y la motivación para el cambio

Una tarea fundamental del médico que evalúa a un paciente que fuma es identificar en qué etapa
evolutiva de la adicción se encuentra, lo que permite adecuar la intervención al nivel de motivación
que tiene cada paciente. Se definen las siguientes etapas, adaptadas del modelo transteorético
de Prochaska y Diclemente: en la etapa de precontemplación, los fumadores no saben que tienen
una adicción (un problema de salud) o no vislumbran la posibilidad de dejar de fumar en un
horizonte menor a seis meses. En la etapa de contemplación, los fumadores reconocen que tienen
una adicción nociva, quisieran dejar de fumar pero se muestran ambivalentes ante esta decisión y
no están listos para dejar en el próximo mes, aunque ven posible hacerlo en los próximos seis
meses. En la etapa de preparación, la ambivalencia se va transformando en determinación para
cambiar y están dispuestos a poner una fecha para dejar de fumar en los próximos treinta días. La
etapa de cesación (en inglés esta etapa está descripta como de “acción”) es el período de seis
meses que sigue a la fecha del comienzo de la abstinencia, en la que el fumador aprende a vivir sin
fumar, modifica sus patrones de conducta en relación con el consumo y trabaja activamente para
recuperarse. La etapa de mantenimiento es el período posterior al de cesación, es decir, luego de
los seis meses de haber dejado de fumar. En este período, los que dejaron aún tienen, aunque
esporádicamente, ganas de fumar y deben, de alguna manera, esforzarse para no recaer.

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Hay quienes permanecen el resto de su vida en esta etapa porque persisten con la tentación de
fumar, hay quienes recaen y otros que salen de este ciclo, etapa que se denomina terminación;
estos pacientes no se tientan nunca más, son aquellos a quienes les da asco el cigarrillo, etc.
(pasar a esta etapa no implica taxativamente que no puedan recaer). La recaída es muy común en
todas las adicciones y los que recaen vuelven a alguna de las etapas previas para recorrerlas
nuevamente. El gráfico 2 relaciona estas etapas.

Gráfico 2.

Para valorar en qué etapa del ciclo se encuentra cada persona basta realizar tan solo tres
preguntas (ver el gráfico 3).

Una vez definida la etapa en la que está cada paciente, la tarea del médico será realizar la
intervención motivacional adecuada para cada una de ellas.

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d) Intervenciones motivacionales en fumadores que aún no están listos para dejar de fumar

Si el fumador se encuentra en la etapa precontemplativa o en la contemplativa, va a ser muy


difícil que se adhiera a un programa de tratamiento. La mayoría de estos pacientes permanecen
estáticos en estas etapas durante años y, por lo tanto, el médico debería intentar ayudarlos a
progresar hacia una etapa más avanzada y así madurar la decisión de dejar de fumar.

La mejor intervención para favorecer el progreso por las etapas de cambio es la entrevista
motivacional. Esta implica realizar preguntas abiertas que favorezcan la elaboración y
reflexión por parte de los propios pacientes y que fomenten la autonomía del cuidado.

El médico debe utilizar una escucha reflexiva, que implica devolver preguntas con otras preguntas,
para que sea el paciente quien obtenga la respuesta. Es importante siempre jerarquizar las
motivaciones del paciente para dejar de fumar, aunque no sean las prioridades para el médico, y
focalizar la intervención en los beneficios de dejar de fumar más que en los daños. Si bien es cierto
que brindar información sobre el daño que provoca el cigarrillo puede ser estimulante para muchos
pacientes y que es necesario que tengan tal información, es más efectivo poner el énfasis en los
beneficios que confrontar y argumentar excesivamente sobre las consecuencias nocivas del tabaco
sobre la salud.

Focalizar en los beneficios (visión positiva) es una estrategia motivacional más efectiva
que confrontar y argumentar sobre los daños (visión negativa).

Los beneficios de dejar de fumar están claramente demostrados por estudios epidemiológicos y
abarcan desde una reducción dramática de la incidencia de eventos cardiovasculares, cáncer y
mortalidad global, hasta la mejoría inmediata de otros síntomas menos importantes para la ciencia
pero muy importantes para las personas y que vale la pena mencionar en la consulta: a) Ventajas
físicas: mejor olfato y gusto, mejor aliento, mejor capacidad para respirar, para realizar ejercicio y
para tener relaciones sexuales; b) Ventajas psicológicas: mayor autoestima, mayor serenidad
para resolver conflictos, mayor confianza en uno mismo, mayor satisfacción personal, mayor
sensación de libertad; y c) Ventajas sociales: menor cantidad de conflictos con fumadores pasivos,
mayor satisfacción familiar y dejar de causar olor a tabaco.

En términos más técnicos, las ventajas físicas podrían resumirse de la siguiente manera: a los
veinte minutos de haber fumado el último cigarrillo, la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la
temperatura de los pies y las manos regresa a su nivel normal; a las ocho horas, la respiración es
más profunda y hay una mejor oxigenación pulmonar porque los niveles de monóxido de carbono y
oxígeno se normalizan; al cabo de un día disminuye el riesgo de muerte súbita; al cabo de dos días
se normalizan los sentidos del gusto y del olfato y, a los tres días, la función respiratoria. Después
del mes, aumenta la capacidad física y mejora la resistencia al ejercicio; a los seis meses se
reducen los catarros y las molestias en la garganta; entre el mes y los nueve meses mejora el
drenaje bronquial y se reduce el riesgo de infecciones respiratorias; al año disminuye el riesgo de
trombosis y embolias cerebrales y se reduce a la mitad el riesgo de infarto de miocardio; a los cinco
años, el riesgo de sufrir un infarto de miocardio se iguala al de las personas que nunca fumaron y el
riesgo de contraer cáncer de pulmón se reduce a la mitad. Por último, a los diez años, el riesgo de
contraer dicho cáncer es igual que el de alguien que nunca ha fumado.

Conocer las ventajas físicas, psicológicas y sociales inmediatas que implica dejar de
fumar es una poderosa herramienta para el profesional que guía y asiste a sus pacientes
en este proceso. Es muy difícil para un adicto tomar una decisión basada en
enfermedades futuras que el tabaquista suele negar con la ilusión del “a mí no me va a
pasar eso”; sin embargo, las ventajas mencionadas arriba “se sienten” apenas el fumador
ha dejado de fumar. Por lo tanto, recordarlas en la consulta durante el período de
abstinencia es de gran ayuda para el fumador que atraviesa días difíciles.

Un concepto importante que el médico puede transmitirle a los fumadores es que nunca es tarde
para dejar de fumar, incluso después de haber sufrido problemas graves de salud relacionados con
el tabaco. Por ejemplo: los pacientes infartados reducen significativamente el riesgo de reinfarto y
muerte si dejan de fumar; los pacientes con EPOC severa mejoran la disnea y la calidad de vida,
reducen la tasa de reinternaciones y pueden hacer más ejercicio si dejan de fumar.

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Un elemento estimulante para favorecer que la gente joven deje de fumar es que si uno lo logra
antes de los treinta y cinco años, la expectativa de vida es la misma que la de la población que
nunca ha fumado. En los pacientes mayores de esa edad, igualmente dejar de fumar siempre
reduce la mortalidad respecto de la evolución natural de seguir fumando. El impacto de dejar de
fumar sobre la enfermedad coronaria es rápido y dramático: el riesgo de infarto se equipara al de
quien no fumó nunca al cabo de dos a cinco años de haber dejado de fumar.

Ahora bien, además de explicar los beneficios de dejar de fumar, existen varias
intervenciones motivacionales para fumadores no preparados para hacerlo, basadas en
preguntas abiertas que favorecen el proceso de avance en las etapas de cambio.

A continuación mencionamos algunas de ellas: ¿Por qué fuma? ¿Qué ventajas le encuentra a
dejar? ¿Por qué no podría dejar de fumar en el próximo mes? ¿Cuáles podrían ser razones
importantes para dejar de fumar? El impacto de la motivación será mayor si se jerarquizan las
razones o motivos del paciente; siempre es útil proveer información sobre buenas razones para
dejar de fumar e intentar conectarlas con algún síntoma del paciente. ¿Cómo cree que el cigarrillo
afecta su salud? El profesional debe resaltar solo los riesgos que son relevantes para el fumador,
discriminar entre el riesgo agudo y a largo plazo, el riesgo para el medioambiente y para los
convivientes (tabaquismo pasivo), explicar que fumar pocos cigarrillos también hace mal y vincular
el tabaquismo con otros problemas de salud. ¿Cuáles serían sus dificultades para dejar de
fumar? Ante esta pregunta, suelen aparecer temores al fracaso, a aumentar de peso, a la pérdida
del placer por fumar. El médico debe ofrecer respuestas y alternativas de solución a dichos
temores. ¿Cómo fueron los intentos previos? ¿Qué funcionó y qué no funcionó? Hablar de
esto ayuda a entender que la recaída es parte del proceso y no un fracaso.

Es recomendable que el médico le brinde una actitud positiva al fumador, ofrezca ayuda
explícita, se muestre interesado en ayudarlo a dejar de fumar, explique que hay
tratamiento, que está a su alcance y ofrezca una entrevista para iniciar un programa de
tratamiento.

Por último, vale la pena mencionar que es muy habitual que los tabaquistas concurran a la consulta
a hacerse un chequeo y que se preocupen por cómo anda su colesterol, que quieran hacerse un
electrocardiograma, una radiografía de tórax (RxTx), etc. Esta es una excelente ocasión para
profundizar las estrategias de motivación positiva y explicarles que no hay, por el momento, ningún
estudio que haya demostrado que se pueda prevenir ni detectar de manera temprana los efectos
nocivos del cigarrillo.

Las estrategias motivacionales pueden repetirse en el seguimiento longitudinal del


paciente. De hecho, muchos fumadores progresan en las sucesivas etapas de cambio
(pasan de contemplativo a preparado) a lo largo del seguimiento clínico, con lo cual
podríamos decir que las intervenciones motivacionales forman parte del seguimiento de
los tabaquistas que aún no están listos para dejar de fumar.

e) Tratamiento y seguimiento

Este paso será descripto en el contenido siguiente.

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4 PROGRAMA DE TRATAMIENTO

A aquellos pacientes que se encuentran en la etapa de preparación, es decir, que quieren


dejar de fumar y están dispuestos a hacerlo en el próximo mes, el médico debería
ofrecerles un programa de tratamiento que debe incluir cuatro elementos claves:
estrategia psicosocial, fecha de abandono, tratamiento farmacológico y plan de
seguimiento.

Estrategia psicosocial
La estrategia psicosocial constituye el componente más importante del tratamiento para
dejar de fumar. Es una tarea sencilla que puede realizar cualquier integrante del equipo de
salud entrenado y es esencial tanto en una intervención de consultorio, intensiva o
telefónica. Es decir, es el corazón del programa de tratamiento para dejar de fumar.

El abordaje psicosocial proviene del marco teórico de la psicología cognitivo conductual y tiene
como objetivo que el adicto en recuperación conozca las características de su adicción, modifique
pautas de su comportamiento frente a ella y desarrolle estrategias y habilidades para manejar la
abstinencia que le permitan poner en marcha un cambio significativo de su estilo de vida.

Puede ser útil para definir posibles estrategias psicosociales y medicamentosas definir el grado de
adicción física que tiene un paciente a la nicotina. Una herramienta útil es el test de Fagerström. Si
bien existe una versión de seis preguntas en la práctica habitual suele ser suficiente aplicar el test
breve (tabla 2) de dos preguntas que es más práctico y fácil de recordar.

Tabla 2. Test de Fagerström abreviado.

1. ¿Cuánto tiempo pasa entre que se levanta PUNTOS


y se fuma su primer cigarrillo?

Menos de 5 minutos 3
De 6 a 30 minutos. 2
De 31 a 60 minutos 1
Después de 60 minutos 0

2. ¿Cuántos cigarrillos fuma al día?

< 10 0
11-20 1
21-30 2
>30 3

Según el puntaje asignado a cada respuesta del test abreviado se clasifica en dependencia física a
la nicotina baja (0-1), moderada (2-3) y alta (4 o más).

A continuación mencionamos algunas estrategias psicosociales efectivas:

Desarrollo de habilidades y solución de problemas

Son intervenciones dirigidas a que el fumador aprenda a resistir la compulsión por fumar,
rompiendo la fuerte asociación entre fumar y ciertos estímulos como: el estrés, la tensión,
la angustia, la ansiedad, el estar con otros fumadores, tomar alcohol o café, etc. y
sustituya esas asociaciones por otras acciones concretas. Estas acciones pueden ser
salir a caminar, distraerse, tomar agua u otras bebidas frescas, lavarse los dientes, hacer
algo placentero, bañarse, aplicar alguna técnica de relajación, leer, etc.

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También se debe brindar al fumador información acerca de la naturaleza adictiva de la nicotina,
alertar que una sola pitada puede implicar una recaída y explicar de qué se trata el síndrome de
abstinencia, para que pueda prepararse para enfrentar los síntomas que se le presentarán: ganas
de fumar, ansiedad, irritabilidad, insomnio, cefalea, dificultad para concentrarse y constipación. Los
síntomas de abstinencia no suelen prolongarse más allá del primer mes de abandono, y son más
fuertes durante las primeras dos semanas. El más importante es “el deseo imperioso de fumar”, y
es preciso explicar que este deseo cede al cabo de dos o tres minutos, por lo que es muy útil tener
a mano una estrategia psicosocial sustitutiva hasta que el síntoma pase. Con el tiempo, si el
paciente se mantiene en abstinencia, el “deseo imperioso de fumar” aparece con menos frecuencia
y menor intensidad.

Apoyo intratratamiento

Antes y durante el tratamiento, el equipo de salud (o los pares si se trata de un grupo) debe
fortalecer las motivaciones positivas para lograr dejar de fumar, las ventajas de haber dejado,
aumentar la autoeficacia (es decir, la confianza del paciente para lograr la meta), evitar mitos y
racionalizaciones en torno al consumo (como las fantasías de control de la cantidad del consumo
tales como “estoy fumando menos”, justificaciones racionales para continuar fumando, etc.),
prevenir problemas residuales del dejar de fumar (aumento de peso, irritabilidad, mal humor, etc.) y
ayudar al fumador a resolver los estados de ambivalencia si su motivación decae. Asimismo, es
importante preguntar y trabajar las razones que tuvo el paciente para dejar de fumar, las dudas y
preocupaciones que puedan surgir, los logros conseguidos hasta ese momento y las dificultades en
el proceso de abandono.

Apoyo social brindado por familiares y amigos

Es deseable que el tabaquista consiga la colaboración y el compromiso de sus familiares y amigos.


Algunas estrategias en este sentido son: informarle a la mayor cantidad de gente posible acerca del
día en que intentará dejar de fumar, estimular la implementación de ambientes libres de humo en el
hogar y en el entorno laboral y, por último, apoyar a otros fumadores para que abandonen el
tabaco.

Las estrategias psicosociales son un conjunto de intervenciones psicológicas de muy


sencilla implementación cuyo objetivo es brindar habilidades para aprender a vivir sin
fumar, resistir los momentos de tentación, evitar efectos residuales de haber dejado de
fumar y evitar la recaída.

Fecha de abandono

La primera tarea que debe proponerle el médico a un paciente que consulta porque quiere
dejar de fumar es elegir una fecha de abandono absoluto del consumo (día D).

La fecha óptima para el día D es a los quince días de la consulta para dejar de fumar. Se debe
tener en cuenta que si se decide utilizar bupropion, esta fecha no debería ser antes de la semana
ya que esta droga requiere al menos siete días de toma antes del día D (ver tratamiento
farmacológico). Por otro lado, esta fecha tampoco debería ser después de un mes, ya que si pasa
mucho tiempo se corre el riesgo de que el paciente se desmotive.

Poner una fecha para dejar de fumar cuadriplica la posibilidad de éxito respecto de la
disminución progresiva del consumo y constituye un predictor de éxito terapéutico. Se
recomienda que el paciente les notifique a sus familiares y amigos la fecha a partir de la
cual intentará dejar de fumar.

Algunos de nosotros, en el consultorio, firmamos con el paciente una especie de “contrato”, en un

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recetario blanco común o en la historia clínica (si se utiliza historia clínica en papel). En ese contrato
escribimos: “Por la presente, el/la señor/a X se compromete ante su médico/a, el/la Dr./a Y, a dejar
de fumar a partir del día tal”, y abajo firman el paciente y el médico. Esta es una forma de formalizar
aún más la fecha de cesación (cabe aclarar que no hay evidencia que indique que firmar un
contrato sea más efectivo que no hacerlo, lo importante es que haya una fecha para dejar).

Tratamiento farmacológico

El tratamiento farmacológico de la dependencia al tabaco es una estrategia eminentemente médica


en la que un profesional prescribe drogas y, para ello, debe conocer cómo actúan, cómo indicarlas,
qué problemas pueden conllevar, etc., tal como hacemos cuando indicamos fármacos ante
cualquier otra entidad clínica. Sin embargo, es importante que el profesional tenga en cuenta que la
eficacia del tratamiento farmacológico solo es elevada si el paciente cumple con estos tres
requisitos: está en la etapa de preparación, se le provee una estrategia psicosocial y elige una
fecha de abandono.

La intervención farmacológica constituye una herramienta terapéutica eficaz para tratar a


los pacientes que desean dejar de fumar. En los pacientes que están en etapa de
preparación, su uso duplica la posibilidad de éxito si la comparamos con estrategia
psicosocial y fecha para dejar de fumar solamente.

Existen dos fármacos de primera línea que se utilizan en el tratamiento para dejar de fumar: los
sustitutos nicotínicos y el bupropion. El varenicline es considerada una droga de segunda línea y se
la reserva para pacientes que no han respondido o tienen contraindicación al uso de drogas de
primera elección. A continuación describiremos las características más importantes de cada uno de
ellos y cómo los utilizamos.

Sustitutos nicotínicos

Los sustitutos de nicotina ofrecen una concentración de nicotina en sangre inferior a la aportada por
los cigarrillos pero suficiente como para controlar algunos de los síntomas de abstinencia.
Aumentan la tasa de dejadores entre el 5 y el 30%. Existen diversas formas farmacéuticas: parches,
chicles, spray nasal, comprimidos de disolución oral e inhalador bucal (este último no disponible en
Argentina). El principio activo de todos los sustitutos es la nicotina, un potente estimulante del
sistema nervioso central con receptor colinérgico específico, que ingresa a la sangre y llega al
cerebro, controla los síntomas de abstinencia y, en el caso de los parches, desensibiliza los
receptores nicotínicos a los pulsos de nicotina que se producen con cada pitada (efecto de
tolerancia). Los sustitutos de nicotina duplican las posibilidades de éxito terapéutico comparados
con placebo, y tienen pocos efectos adversos. Todos los sustitutos de nicotina deben comenzar a
utilizarse desde el día D (hasta el momento la literatura no evidenció beneficios con el inicio más
temprano) y se utilizan por ocho semanas. Si el paciente vuelve a fumar mientras utiliza estos
sustitutos, debería considerarse que ha ocurrido una recaída y, por lo tanto, debería suspenderse el
tratamiento farmacológico (ver luego en “Plan de seguimiento”).
No existen contraindicaciones absolutas para los sustitutos nicotínicos dado que proveen la
misma droga que tienen los cigarrillos que el fumador consume. Estudios recientes demostraron su
seguridad incluso en pacientes con eventos coronarios recientes. En el embarazo, los sustitutos de
nicotina se consideran del grupo C o D (dependiendo el sustituto); sin embargo, al igual que en los
adolescentes, es preferible brindar una intervención psicosocial tan intensiva como sea posible y
reservar los fármacos para casos excepcionales.

Parches de nicotina: Son los sustitutos nicotínicos con mayor adherencia, son muy seguros y no
tienen efectos adversos serios, por lo que debe trasmitirse a los pacientes que los utilicen con
total y absoluta tranquilidad (de hecho, en la mayoría parte de los países, incluso en la Argentina,
son de venta libre). Su única contraindicación relativa, que es muy rara por cierto, es la
dermatopatía extensa en la cual no es posible encontrar algún sitio de piel sana para colocar el
parche.
Los parches de nicotina son el sustituto nicotínico con mayor adherencia y utilización en

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la práctica. Hay parches de 10 cm2 (contienen 17.5 mg de nicotina), de 20 cm2 (35 mg) y de
30 cm2 (52.5 mg).

Se recomienda comenzar el tratamiento con parches de 30 cm2 en casi todos los pacientes, salvo
en aquellos que fumen entre diez y quince cigarrillos por día, en cuyo caso puede comenzarse con
los de 20 cm2 (los de 10 cm2 solo se utilizan en una etapa más avanzada del tratamiento). Debido a
que los sustitutos nicotínicos nunca llegan a la dosis de nicotina que implica fumar cigarrillos, el
médico que los prescribe no debe tener temor a usarlos a dosis máximas.

Se recomienda comenzar el tratamiento con parches, al igual que con cualquier sustituto
de nicotina, el mismo día en que se deja de fumar (día D) y finalizar al cabo de ocho
semanas. No tiene sentido prolongar su uso más allá de este lapso ya que la efectividad
no mejora.

Normalmente, al cabo de cuatro semanas de abstinencia se suele bajar la dosis (de 30 cm2 a 20 cm2
y luego a 10 cm2, o de 20 cm2 a 10 cm2) y el tratamiento se suspende a las ocho semanas. Este
descenso progresivo de la dosis podría tener un efecto psicológico sobre el paciente, que cree
beneficioso recibir menor cantidad de nicotina en su cuerpo; sin embargo, la evidencia muestra que
no hay diferencia de efectividad entre el descenso progresivo del parche y la suspensión abrupta
desde la máxima dosis. El síndrome de abstinencia post parche no es clínicamente objetivable y,
entre los fumadores, es un mito frecuente que es necesario derribar.

El parche se coloca una vez por día, al levantarse por la mañana (habitualmente, luego de
bañarse) sobre la piel del torso o de los miembros superiores proximales a los codos,
preferentemente en áreas sin vello, de la cintura para arriba, y se recambia cada
veinticuatro horas (el paciente siempre tiene un parche puesto). Es aconsejable rotar la
zona del cuerpo donde se lo coloca para evitar irritaciones locales. Los parches ofrecen
una cantidad de nicotina constante durante el día y la noche; algunos pacientes refieren
insomnio muy importante y, en esos casos, se los puede autorizar a que se saquen el
parche antes de dormir.

Los parches se toleran en forma excelente y es excepcional que haya que suspender la terapia por
intolerancia. El único efecto adverso que suele haber es prurito o irritación en la zona de colocación
del parche; en ese caso, recomendamos recordar rotar el sitio de colocación o indicar una crema
con hidrocortisona al 1%. El adhesivo del parche suele ser suficientemente fuerte como para que
permanezca en su sitio durante todo el día, incluso si el paciente se baña, va a la pileta a recrearse
o practica natación. Si el parche se despega, se lo puede rodear con tela adhesiva hipoalergénica y
si se pierde (en la pileta, por ejemplo), hay que poner otro. El parche no debe cortarse ya que el
mecanismo de liberación de la nicotina es circular.

Chicles de nicotina: Cada chicle contiene entre 2 a 4 mg de nicotina. Deben masticarse


lentamente (para no liberar toda la nicotina de golpe) y, cuando libere cierto picor, dejarlos
estacionados entre los dientes y el carrillo durante treinta minutos, para favorecer la absorción de
nicotina por la mucosa y evitar su deglución (con lo cual se evita la dispepsia secundaria). Se
recomienda masticar periódicamente, en forma independiente al deseo de fumar, para mantener
una nicotinemia estable que disminuya los síntomas de abstinencia. Se pueden masticar hasta diez
o quince chicles por día (uno cada una a dos horas; por lo menos, nueve por día las primeras
semanas; uno cada dos a cuatro horas durante las dos semanas subsiguientes; luego, uno cada
cuatro a ocho horas durante dos semanas; y, luego, suspender). No se recomienda que el paciente
los use justo en el momento en que tiene deseo de fumar, ya que la nicotina demora en llegar al
cerebro una vez instalado el deseo imperioso de fumar. Se debe evitar tomar café, jugos u otras
bebidas que no sean agua quince minutos antes de masticar el chicle. El tiempo recomendado de
sustitución es de dos meses. Los efectos adversos asociados a su uso son: dispepsia, síntomas
orales y dolores de garganta. Sus únicas contraindicaciones relativas son la enfermedad
témporomandibular severa y la prótesis dental (dado que pueden mancharse).

Spray nasal de nicotina: Cada disparo aporta 0.5 mg de nicotina. El paciente debe aplicarse (no

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inhalar) un disparo en cada fosa nasal, una o dos veces por hora, entre 8 a 40 dosis por día. Su
tiempo de acción es más inmediato dado la rápida absorción de esta vía por lo que se reserva para
pacientes con alta dependencia. Sus efectos adversos más frecuentes son irritación nasal, tos y rinitis
que, en algunas ocasiones, son intolerables y llevan a la interrupción del tratamiento. El spray nasal
puede generar dependencia a la nicotina ya que es el sustituto con mayor potencial adictivo; entre
15% y 20% de los pacientes utilizan el spray por mayor tiempo que el recomendado, aunque esto no
se ha asociado a un aumento del riesgo de enfermedades. La contraindicación relativa para su uso es
la hiperreactividad.

Comprimidos de nicotina de disolución oral: Están disponibles en dosis de 2 mg a 4 mg, al igual


que los chicles. Se indica un comprimido cada una o dos horas por ocho semanas. El paciente no lo
debe tragar o masticar sino dejarlo que se disuelva en la boca. Es importante evitar los alimentos y
las bebidas ácidas en los quince minutos previos y posteriores a su consumo. Sus efectos adversos
no son serios pero pueden ser molestos, los más frecuentes son: odinofagia, úlceras orales, cefalea,
dispepsia, hipo y tos.

Bupropion

El bupropion es un antidepresivo atípico cuyo mecanismo de acción no se conoce con exactitud. Se


postula que actúa sobre los núcleos accumbens y coeruleus inhibiendo la recaptación de
serotonina, noradrenalina y dopamina y que, de esta forma, ayuda a controlar los síntomas de
abstinencia ya que la nicotina también aumenta los niveles de dopamina en el espacio presináptico.

El uso de bupropion en el tratamiento para dejar de fumar duplica la posibilidad de éxito terapéutico
en comparación con el placebo. La droga se encuentra disponible en comprimidos de liberación
prolongada (LP) de 150 y de 300 mg.

Se comienza una a dos semanas antes del día D con una dosis de 150 mg por día (antes
se usaba el doble de la dosis pero no hay diferencia de efectividad entre 150 y 300 mg en
los estudios independientes de la industria farmacéutica) en una única toma diaria
(preferentemente por la mañana), por vía oral que se mantiene hasta el final del
tratamiento (habitualmente, de doce semanas).

La tasa de abandono con bupropion es superior al 30%. Esta recomendado su uso para aquellos
fumadores que quieren retrasar el aumento de peso durante el tratamiento (solo con dosis de 300
mg). Los efectos adversos asociados a su uso son poco frecuentes. Los más habituales son:
insomnio (35%), trastornos del sueño, boca seca o metálica y cefalea. Otros más infrecuentes son
la rabdomiólisis y las convulsiones. Su uso está contraindicado de manera absoluta en los
pacientes con episodios de epilepsia o convulsiones actuales o previas, anorexia o bulimia (también
actual o previa) y en aquellos con enfermedad hepática severa. Tampoco debe administrarse en los
pacientes que utilizan o han utilizado en los últimos 14 días inhibidores de la monoaminooxidasa. El
consumo de alcohol, el embarazo, la lactancia y aquellas situaciones que bajan el umbral
convulsivo como el accidente cerebrovascular, el traumatismo encefalocraneano con pérdida de
conocimiento, el uso de antidepresivos, los neurolépticos, los corticoides sistémicos, los
hipoglucemiantes, la insulina, etc. se consideran contraindicaciones relativas para indicar
bupropion.

Varenicline

Es un agonista parcial del receptor nicotínico de la acetilcolina que actúa: 1) por efecto agonista,
produciendo un aumento de dopamina, que a su vez conduce a una disminución del deseo
imperioso de fumar y del síndrome de abstinencia y 2) por efecto antagonista, bloqueando los
receptores y disminuyendo el efecto de la recompensa (o alivio) que experimenta el fumador al
fumar, durante el período de abstinencia. Se trata de una droga nueva y muy estimulada por la
industria pero hacen falta más ensayos clínicos para evaluar su superioridad y su seguridad a largo
plazo. Su costo es mucho más elevado.

Es el triple de efectivo que el placebo y sería algo superior al bupropion a la luz de la evidencia

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actual aunque se necesitan estudios independientes de la industria farmacéutica que confirmen
esta tendencia. No hay suficiente evidencia acerca de su efecto comparado con el de los sustitutos
de la nicotina dado que solamente se ha realizado un estudio abierto, no ciego, patrocinado por el
sponsor del varenicline.

El paciente comienza el tratamiento entre siete a diez días antes de la fecha elegida para dejar de
fumar. Desde el primer al tercer día: indicar 0.5 mg, por la mañana; entre el cuarto y el séptimo
día: 0.5 mg, a la mañana y a la noche; desde el día elegido para dejar de fumar hasta completar
doce semanas de tratamiento: 1 mg a la mañana y a la noche. Los comprimidos deben tragarse
enteros con agua. En el mercado se comercializa el kit de inicio y el de seguimiento que vienen con
la dosis requerida por día. Los comprimidos deben tragarse enteros con agua y pueden ingerirse
con y sin alimentos.

Entre sus efectos adversos se describen los vómitos (ocurre en un tercio de los pacientes, su
intensidad es moderada y ceden con el tiempo), insomnio, cefalea, sueños anormales, constipación
y trastornos del estado de ánimo (humor deprimido, agitación, cambios en el comportamiento,
ideación suicida). Dado estos últimos dos efectos adversos, se sugiere evitar su uso en los
pacientes con antecedentes psiquiátricos (se han publicado dos reportes sobre el potencial
aumento del riesgo de suicidio en usadores de varenicline) y controlar los cambios en el humor y
comportamiento en los pacientes que pudieran aparecer desde el consumo de la medicación.
Además, varios estudios plantean la preocupación por el potencial aumento de los efectos adversos
cardiovasculares graves asociados al uso de varenicline. Su uso está contraindicado en pacientes
con filtrado glomerular inferior a 30 ml/minuto y debe ajustarse la dosis en aquellos con filtrado
glomerular inferior a 50. Debido a la competencia con el receptor nicotínico y ante la falta de
evidencia actual, no se recomienda su asociación con ningún tipo de sustitutos de nicotina.

Conducta recomendada para el uso de fármacos

Hemos descripto las drogas que se utilizan en el tratamiento farmacológico para dejar de fumar.
Ahora bien, es importante que quede claro que nuestra opinión es que todo fumador que intenta
dejar de fumar debería tener la opción de recibir tratamiento farmacológico como parte de la
intervención, aunque siempre asociado con una intervención psicosocial. Las únicas excepciones
para el uso de fármacos son las de aquellos tabaquistas que fuman menos de diez cigarrillos por
día, los adolescentes (porque no hay evidencia suficiente que avale su eficacia en este grupo etario)
y, en general, las embarazadas o las madres que están dando el pecho.

Salvo excepciones, a todo tabaquista que quiere dejar de fumar debería ofrecérsele
tratamiento farmacológico.

Una vez que se ofrece farmacoterapia, se puede elegir entre las diferentes opciones sabiendo que
todas son igual de eficaces. La terapia combinada (bupropion y sustitutos de nicotina) es
marginalmente más eficaz; sin embargo, la ventaja no parece ser lo suficientemente significativa
como para justificar su uso de rutina. Nuestra opinión es que solo tiene sentido indicar ambas
drogas en los que fuman más de cuarenta cigarrillos por día, o bien tienen un severo nivel de
dependencia al tabaco o comorbilidad severa, así como en pacientes que tuvieron reiterados
intentos de dejar de fumar y recayeron o no lograron la abstinencia.

La estrategia más costo-efectiva en la mayoría de los pacientes es ofrecer una sola droga.
La eficacia de los sustitutos nicotínicos, del bupropion y de varenicline es similar, por lo
que la elección de cuál usar dependerá, en la práctica, de aspectos como el costo (en la
Argentina el más barato es el bupropion); las preferencias del paciente (muchos pacientes
les tienen “idea” a las drogas que pertenecen al grupo de los antidepresivos o no quieren
recibir nicotina en el cuerpo, etc.); los efectos adversos y las contraindicaciones. La
terapia combinada (bupropion más sustitutos) debería restringirse solo a algunos
pacientes ya que incrementa significativamente los costos, reduce la costo-efectividad y
limita la adherencia.

Recursos no recomendados para dejar de fumar

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Existen en el mercado diversas estrategias para dejar de fumar que, por el momento, no mostraron
ser más eficaces que el placebo: benzodiacepinas, sertralina, fluoxetina, paroxetina, naltrexona,
hipnoterapia, terapias aversivas, láser, electroestimulación y acupuntura (la evidencia con esta
última es controvertida).

Plan de seguimiento
Debido a que el 80% de los pacientes recae en el primer mes y la mayoría de ellos en las primeras
dos semanas, es muy importante programar una consulta dentro de la primera semana de la fecha
de abandono, otra al mes y otra a los dos meses (y, eventualmente, una cuarta a los tres meses),
independientemente de que el paciente las utilice. El tema central de la etapa de seguimiento estará
relacionado con la abstinencia; muchos pacientes comerán más y engordarán dos o tres kilos, y la
mayoría tendrá alguno de los síntomas de abstinencia que describimos más arriba (recordamos la
importancia de explicarles que estos síntomas van disminuyendo a medida que el tiempo pasa).

En cada encuentro deben abordarse los siguientes puntos: detección de recaídas (si fumó, en qué
situación); identificación de situaciones gatillo y aplicación de estrategias; monitoreo de síntomas de
abstinencia (se le debe recordar al paciente que los deseos intensos de fumar duran pocos minutos
y la abstinencia física finaliza entre las 6 a 8 semanas); evaluación del apoyo social y control
ambiental; detección y neutralización de pensamientos negativos o que justifiquen fumar
(recomendar al paciente que piense “sólo por hoy"); refuerzo positivo (preguntar al paciente si se
está recompensando a sí mismo); confección de una lista de ventajas de la abstinencia y repaso de
la lista de motivos para no fumar; control de la adherencia a la medicación y el peso; y, finalmente,
repaso de información clave (¡No a la primera pitada!) y programación de la nueva cita.

Si existiera una recaída, es fundamental recordarles a los pacientes que la recaída es más
frecuente que el éxito, que forma parte del proceso de cese tabáquico y que es muy
común que realicen múltiples intentos hasta lograr el éxito definitivo. La mayor tasa de
recaídas se produce en las primeras dos semanas; por lo tanto, es muy importante citar al
paciente a la semana del comienzo de la abstinencia (día D).

Más allá de que lo esperable es la recaída (a los fines estadísticos, se considera éxito a un año de
abstinencia), existen ciertos predictores que pueden asociarse con el éxito como, por ejemplo,
poner una fecha para dejar de fumar, haber dejado alguna vez de fumar y utilizar fármacos. Por otra
parte, poseer escasos recursos para manejar el estrés, tener bajos ingresos, ser separado, viudo o
divorciado, y convivir con otros fumadores son predictores de recaída.

Recomendamos que, si el paciente recae, abandone el tratamiento (deje la medicación, si


la está utilizando) y se tome un tiempo para intentar nuevamente.

Insistimos en que hay que aclarar antes de comenzar el tratamiento que la recaída es habitual, que
debe entenderse como parte del proceso de recuperación y que no implica que no pueda tener
éxito posteriormente. Cada nuevo intento de abandono acerca más al paciente a la meta definitiva
(el promedio de intentos antes de conseguir el abandono definitivo es entre cuatro y cinco). No
recomendamos aceptar situaciones intermedias como utilizar sustitutos de nicotina y seguir
fumando, fumar menos, etc. Es importante darle al tratamiento la seriedad que se merece y tener en
cuenta que se trata de una adicción. El médico debe ofrecerles tratamiento a todos sus pacientes,
pero debe estar preparado para la realidad: la mayoría de los fumadores no están listos para dejar
de fumar y el seguimiento, en estos casos, consiste en continuar brindando intervenciones
motivacionales que favorezcan la progresión hacia la etapa de preparación.

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Problemas frecuentes de la cesación tabáquica
Pacientes que fuman ocasionalmente o consumen menos de diez cigarrillos por día. Este
grupo está expuesto también a los daños del tabaquismo y se le debe ofrecer intervenciones no
farmacológicas para dejar de fumar. No hay evidencia que avale el uso de farmacoterapia en este
grupo. De utilizarse, se recomiendan los chicles o comprimidos de 2mg de nicotina a demanda o
parches de nicotina a una dosis inicial de 14 mg diarios.

Pacientes que se presentan a la visita habiendo dejado de fumar. Se debe indicar


farmacoterapia sólo dentro de los dos meses desde la fecha de abandono del tabaco, y con TRN,
ya que el inicio de acción es inmediato.

Pacientes que fuman algún cigarrillo y luego continúan con el tratamiento de cesación. En
estos pacientes no hay que suspender el tratamiento farmacológico; se debe analizar en qué
situación se produjo la recaída y reforzar positivamente la motivación para continuar con el
tratamiento, recordándoles que no deben fumar ni una pitada.

Pacientes que comienzan a fumar nuevamente. Es necesario reevaluar a estos pacientes para
determinar si están dispuestos a volver a poner un día D. Si la respuesta es positiva, es aconsejable
trabajar sobre la ambivalencia y la motivación antes de establecer una nueva fecha de cesación. Si
el paciente aún no está listo para comenzar nuevamente el tratamiento de cesación, se lo puede
citar para efectuar una entrevista motivacional.

Resumen práctico del programa de tratamiento


La dinámica del manejo del tabaquismo en el consultorio que hacemos los médicos de familia del
Hospital Italiano de Buenos Aires con nuestros pacientes suele ser así: establecemos el status
tabáquico del paciente en la primera consulta, damos consejo antitabáquico siempre que podemos
cuando vemos al paciente por cualquier motivo, vamos evaluando la etapa evolutiva de la adicción
y la motivación para el cambio a lo largo del tiempo sobre la base de la relación médico-paciente;
cuando podemos, realizamos intervenciones motivacionales si el paciente aún no está listo para
dejar de fumar y tratamos de ofrecer siempre un tratamiento para cuando esté listo.

Ahora bien, si el paciente acepta iniciar un tratamiento para dejar de fumar, le explicamos en qué
consiste (fecha, fármacos y psicosocial), le sugerimos que pida un turno cuando esté decidido y que
venga con una fecha a partir de la cual no deberá fumar más. Cuando viene le explicamos
estrategias psicosociales para el control de la abstinencia, le indicamos bupropion una semana
antes de la fecha o parches a partir del día D y lo citamos a control a la semana del día D. Si el
paciente está en abstinencia en la consulta de control, lo felicitamos, revemos las estrategias
conductuales para sobrellevar la abstinencia, explicamos que la segunda semana es la más dura y
lo citamos al mes (si usa parches, podemos armar un plan para ir bajando la dosis de a poco). En la
consulta del mes, hacemos lo mismo y lo citamos a los dos meses, fecha en la que finaliza el
tratamiento farmacológico y el paciente está, en principio, de alta, y en plena etapa de cesación
(aún faltan cuatro meses para que entre en la fase de mantenimiento). En todo momento le damos
apoyo y le dejamos la posibilidad de que nos consulte fuera de estas consultas pautadas.

Si se produce una recaída debemos evaluar si fue apenas un “tropezón” o si el paciente ha vuelto a
fumar. En el primer caso seguimos adelante reforzando las pautas trabajadas y en el segundo, se
vuelve a “empezar” siempre alentando al paciente y explicándole que con cada intento está más
cerca de lograr dejar de forma definitiva.

El tratamiento para dejar de fumar exige un médico comprometido, adecuadamente


entrenado y una muy buena relación médico paciente.

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D)

RESUMEN FINAL

1) La dependencia al tabaco es un problema de salud crónico y, a menudo, requiere


intervenciones repetidas a lo largo del tiempo y un equipo de salud capacitado e
involucrado con la problemática.
2) Existe un tratamiento eficaz y costo-efectivo que posee altas tasas de éxito a largo
plazo.
3) Dado que existe una terapia efectiva que consta del uso concomitante del tratamiento
psicosocial y farmacológico, todo fumador que desee dejar de fumar debería tener la
posibilidad de recibirla.
4) Es imprescindible que las instituciones de salud implementen políticas integrales de
control de tabaco para que el impacto sanitario de las acciones sea significativo.
5) Para dar respuesta a la creciente demanda social de servicios para dejar de fumar, es
necesario crear una red de servicios eficaces para tal fin, desde materiales de
autoayuda hasta servicios intensivos para dejar de fumar, presenciales y telefónicos.
Esta red permitiría incrementar la accesibilidad y la satisfacción de usuarios de
diversas preferencias; de hecho, las líneas telefónicas de ayuda gratuita representan
actualmente la estrategia más eficaz para ayudar a la gente a dejar de fumar. En lo
que se refiere a la práctica clínica ambulatoria, el médico y los demás profesionales de
la salud tienen mucho por hacer para ayudar a sus pacientes a dejar de fumar. En ese
sentido, las intervenciones en el consultorio representan el eje vertebral de la tarea y
todos los médicos de atención primaria y el equipo de salud en general deberían
desarrollarlas en el marco de su práctica clínica habitual para alcanzar el impacto
sanitario buscado.
6) Los médicos deberían liderar el cambio cultural necesario para controlar el tabaquismo;
primero, reduciendo su propio consumo, luego, capacitándose y promoviendo
ambientes libres de humo en sus instituciones de salud. El rol modélico del médico es
indiscutible y su poder multiplicador en la educación de la comunidad también.
7) El tratamiento de la dependencia al tabaco es clínicamente efectivo y costo-efectivo en
relación con otras prácticas e intervenciones médicas. Por tal razón, los sistemas de
salud deberían garantizar cobertura de los tratamientos para dejar de fumar y
remunerar a los profesionales que trabajan en esa área como en cualquier otra
actividad relacionada con la salud.

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E)

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

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