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Por Noé Adolfo Riande Juárez
Se trata de una situación más que conocida y comentada: en el INEGI desde el 97 o 98 se supo
por primera vez y se hablaba de ello como de la venta del Banco de datos de los
derechohabientes del Seguro Social a una empresa farmacéutica. Pero no obstante lo anterior,
es relevante porque ahora el énfasis se ha puesto no tanto en la violación a la privacidad –tal
como suele hacerse cada vez que se habla de la protección de los datos personales–, sino en el
estado de desprotección en el que se deja al Estado en su conjunto (gobierno-territorio-
población) por este vacío en nuestra legislación.
La manera como se afecta al Estado, es difícil de explicar cuando se le plantea esta posibilidad
a un auditorio acostumbrado a concebir esta problemática simplemente, como una afectación a
los derechos personales. Sin embargo, la oportunidad que ofrece el tener el ejemplo a la vista
no debe dejarse pasar de largo, y es por ello, que en esta ocasión reiteraré argumentos que en
distintos foros, con mayor o menor amplitud, ya he expresado para poner a disposición del
público, un escenario completo de la protección de datos personales.
Es en un marco ideológico de fines del siglo XVIII, en el cual el Estado llega a ser visto como un
"enemigo", donde se forma el concepto de Privacidad. Ser libre en este sentido (libertad
negativa) significa no sufrir interferencias de otros (un derecho pasivo), y cuanto más amplia es
el área de no-interferencia, más amplia es la libertad.
Los partidarios del libre albedrío, como Locke y Mill en Inglaterra, y Constant y Tocqueville en
Francia, admiten que la libre acción de los hombres debe ser limitada por la ley, pero juzgan
que debería haber una cierta área mínima de libertad personal que no debe ser violada, pues si
sus límites fuesen invadidos, el individuo pasará a disponer de un área demasiado estrecha para
el desarrollo mínimo de sus facultades naturales... Y de ahí surge la necesidad de trazar una
frontera entre el área de la vida privada y la de la autoridad pública.
¿Existe una relación directa entre Libertad de Mercado y Privacidad? Ahora bien, ante el
problema de la protección de los datos personales, donde los defensores de la iniciativa privada,
pretenden que se deje un margen para su libre empleo en el mercado (para la venta de listas y
1 Estudio elaborado por el autor en abril del 2003 y que aún se conserva en el sitio argentino “InfoLEG” (de Información
Legislativa y Documental) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos - Presidencia de la Nación. Consultable en
http://www.infoleg.gob.ar/basehome/act_ladesproteccion.htm
de bases de datos con registros sobre las preferencias de los consumidores y sus ámbitos de
ubicación física, social, profesional u de otro tipo), hacemos las siguientes reflexiones:
¿El buen funcionamiento del libre mercado está relacionado con la libertad de acceso a la
información (incluidos los datos personales)? El acceso a las informaciones en el mercado
constituye un tema consensual entre los liberales (Locke, Mill, Constant, Friedman y Hayek),
quienes lo consideran un elemento fundamental para el buen funcionamiento del libre mercado:
"Es importante que exista un alto grado de información entre los agentes económicos, para
viabilizar el funcionamiento óptimo en el mercado".
"…cuanto mayor es el número de informaciones que un consumidor puede obtener para orientar
sus decisiones, mayor será su grado de libertad para realizar sus elecciones racionales".
Pero, ¿hasta qué punto el mero aumento de información sirve para la efectiva ampliación del
poder de decisión del consumidor o para un aumento de su conciencia en el momento en que
actúa en el mercado?
El buen funcionamiento del libre mercado no esté determinado por un mayor acceso a la
información, sino por la ubicación de bienes de consumo pertinentes al mercado en el que se
ofrecen. Por ende, para viabilizar el funcionamiento óptimo del mercado no se requiere de un
mayor conocimiento sobre las preferencias de consumo de las personas (o sobre sus datos
personales), sino sobre las necesidades derivadas del tipo de economía en el que se encuentren
esas personas.
¿La información disponible en el mercado afecta la defensa de la privacidad? Sí, pero al interés
público no se le identifica con la defensa de un espacio individual no regulado por el Estado.
Sucede que, cuando el aumento de información sobre las personas disminuye ese espacio –no
regulado por el Estado–, entonces si se afecta la libertad del individuo a hacer lo que le parece
(independientemente de que, quien lo afecte sea una persona física o moral, perteneciente o no
al Estado, e independientemente de que esa persona se beneficie o no con la puesta en el
mercado de información sobre su persona).
Cuando la información circulante sobre los individuos, bloquea o puede bloquear, el libre
desarrollo de sus actividades productivas, es imperante que el Estado intervenga para que ello
no avenga.
Sin embargo, considerar una necesidad la intervención del Estado para ejercer un control sobre
la información circulante en el mercado, es una conclusión que se obtiene de la apreciación de
esta nueva situación, pero si se toma en cuenta la naturaleza jurídica de los datos, ese control
necesario, de ser una simple apreciación, pasa a ser una obligación del Estado, en virtud de las
siguientes consideraciones:
* Los datos en general, independientemente de que estén o no, referidos a las personas, son
"bienes", y les asigna esa categoría el hecho de que son susceptibles de apropiación y no se
encuentran fuera del comercio (ni por naturaleza, ni por disposición de ley –Arts. 747 y 749 del
Código Civil), por ende, los datos están en el mercado;
* Los datos, aun siendo intangibles como lo son las radiaciones de cualquier tipo o como lo son
las ondas electromagnéticas que viajan en el espectro radioeléctrico, o como el gas, son "bienes
muebles", luego que pueden ser medidos transportados y eliminados como cualquier otro fluido;
* Los datos personales también están en el mercado, pero dado que estos se derivan de atributos
que se le asignan a la persona (y casi siempre son otras personas quienes se los asignan), nadie
puede tener la presunción de ser propietario de los datos relativos a su persona (sobre el dato
personal se puede presumir posesión pero nunca propiedad porque, se trata de atributos del
individuo sobre los cuales él no puede hacer uso de manera exclusiva como con un derecho
real), y si los conserva almacenados en un soporte magnético puede ostentar propiedad sobre
el recipiente y sobre las diferentes cargas magnéticas que en él ha hecho, pero fuera de ese
recipiente, los datos sobre su persona no son ni de él ni de quien los conozca; y al no haber más
que poseedores, todos actúan como si no existiese ninguna restricción para su manejo
indiscriminado;
* Ante la ausencia de controles, las personas a quienes hacen referencia dichos datos,
preocupadas por los perjuicios a los que quedan expuestos debido a la capacidad de cruzamiento
de informaciones (públicas y privadas) posibilitado por las nuevas tecnologías, demandan al
Estado su intervención;
* Sin embargo, el problema surge porque lo que se suele reclamar, es el respeto a sus derechos
como individuos, y exigen que se respete su privacidad o infundadamente, que se les respete
su propiedad (¡sobre "sus" datos!);
* Pero si consideramos que la información que proporcionan los datos personales no se refiere
únicamente a la vida privada sino a cualquier tipo de atributos del individuo y que sobre los
cuales él no puede hacer uso de manera exclusiva como con un derecho real, se concluye que
estos datos son bienes muebles tiene la característica de ser "bienes de uso común";
* Los datos referidos a las personas son bienes de uso común que además de que cualquiera los
puede usar, son bienes equiparables a todos aquellos otros recursos naturales que el Estado
administra, determinando las reglas para entregarlos en concesión (aun cuando no se trate de
bienes necesariamente destinados a una causa de utilidad pública) a cambio de que se genere
riqueza y no deterioro, en beneficio del Estado mismo;
* Y para que alguien pueda aprovechar de manera exclusiva de estos "bienes de uso común",
"se necesita concesión otorgada con los requisitos que prevengan las leyes respectivas" (Art.
768 del Código Civil).
La protección de los bienes de uso común por el Estado, se debe entonces a los riesgos que
genera para la estabilidad social, el disponer de ellos de manera indiscriminada. Y esta
salvaguardia, el Estado debe dársela a sí mismo sin importar que al individuo se le cause o no,
algún daño o molestia.
Ahora, la obligación de intervenir –para que estos bienes de uso común no sean manejados de
manera indiscriminada–, puede transformarse en otra restricción a ese derecho de las personas
a hacer lo que quieran hacer en un espacio individual no regulado (y hasta a su derecho a tener
actividades comprendidas entre las reglamentadas por el Derecho), si con ello se le permite al
Estado inmiscuirse donde a ningún otro le está permitido, esto es, si ahora se le deja indefenso
al individuo, frente a este otro posible usuario de sus datos. De hecho ya han surgido
regulaciones y políticas, básicamente fomentadas e incentivadas por los gobiernos y el sector
privado, que se orientan a controlar, vigilar, monitorear e interceptar las comunicaciones y los
contenidos generados y distribuidos mediante correo electrónico e Internet, y esta tendencia se
ha agudizado luego de los ataques que sufrieran los Estados Unidos el 11 de septiembre del
2001, enarbolando la bandera de la seguridad contra el terrorismo.
Luego entonces, para que los derechos del individuo no queden desprotegidos, habrá que
establecer y fortalecer el derecho de los individuos a consentir quién, cómo, cuándo, dónde y
para qué pudieren recolectarse, almacenarse, procesarse y transmitirse los datos referidos a su
persona, esto es, el derecho a la llamada "autodeterminación informativa", derecho que se
conceptualiza como un derecho personal que ostenta las siguientes características:
Pero, si bien, al individuo sujeto de los datos se le está otorgando un derecho activo, a él no se
le otorga más potestad que la de usarlos y consentir (en los términos de legalidad previamente
determinados) que se conozcan, se conserven, se procesen y/o se transmitan. Lo anterior
significa que, con el establecimiento del derecho a la autodeterminación informativa, se está
distribuyendo el ejercicio de ese control: por una parte la sociedad en general establece los
criterios conforme a los cuales se permite el manejo de tales datos, por otra, los individuos
deciden si consienten o no que otros manejen sus datos, y por otra más, el Estado deberá vigilar
la aplicación de tales criterios mediante la entrega en concesión del derecho al procesamiento
de datos personales sólo a quienes acepten procesarlos responsabilizándose de vigilar que se
respete el derecho a la autodeterminación informativa en los términos de la reglamentación
prevista, y quienes usen tales datos tendrán que participar activamente en las tareas necesarias
para proteger los datos personales.
Esperamos que los representantes de los intereses del libre mercado, entiendan que no se está
identificando la protección de los bienes de uso común con una entrega del derecho de propiedad
de ellos al Estado.
Ahora, los órganos del Estado siempre requieren conservar y procesar datos sobre los
habitantes, sobre el territorio y sobre el gobierno que lo constituyen, pero con excepción de
estos casos, circunscritos por las disposiciones de ley que establecen funciones y procesos
propios del Estado, la conservación y procesamiento de datos sobre las personas deberán
realizarlo las personas físicas o morales interesadas en ello, siempre que lo haga en los términos
de legalidad previamente determinados.
Entendido lo anterior, el Estado se ocupará de proteger los datos personales, no sólo por una
necesidad social emergente, no sólo por la obligación de evitar el manejo indiscriminado de
bienes de uso común, sino porque además, existirá el interés por que nadie que no sea el
individuo mismo, determine el destino de los datos sobre su persona.