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Arte en Latinoamérica

“Forero y Gaviria: un cine que revela lo que a la imagen misma le falta mostrar”

Por: Vanessa Feijoo Martínez

El presente ensayo tiene como objetivo llevar a cabo un acercamiento al cine

colombiano, y a través de este, reflexionar en torno a cómo se da el fenómeno de la

visibilidad de la violencia este tipo de producciones, por medio del ejemplo de dos

películas: Violencia (2015) de Jorge Forero y La mujer del animal (2016) de Víctor

Gaviria. Igualmente, se pretende analizar las decisiones de las mismas, pensando en la

composición y montaje de las imágenes que revelan el problema.

Con la intención de llevar a cabo este objetivo, es importante reconocer lo que el

arte Latinoamericano ha tratado de ejecutar a la hora de tratar el tema de la violencia

nacional. Teniendo en cuenta que, “en Colombia, el testimonio fue rechazado como una

herramienta de investigación […] haciéndose un pacto de silencio en torno a todo lo que

había ocurrido en los años cincuenta, en cuanto la guerra, los homicidios, y los crímenes”

(Gaviria, 2018), es de vital importancia analizar el tratamiento que se le da al testimonio

desde las diversas propuestas de entender a la víctima. Es por eso que se tomará al cine

colombiano como un medio de producción, el cual se expresaría como mecanismo para

centrarse y ser escuchado, puesto que tiene la capacidad de ofrecer un significado

específico con el propósito de transmitirlo a otros individuos o entidades que lo compartan.

Cuando la víctima, por su situación de ser “víctima”, se expone entre los medios de

codificación familiares, como lo podrían ser algunas producciones cinematográficas o

incluso, noticieros, el espectador no contemplará puntualmente la singularidad de la

persona afectada por el suceso violento, sino que solamente verá a un grupo masivo de

víctimas, deviniendo así en una dificultad de entender realmente al otro. Del mismo modo,
asimilando el estado en el que “termina” la víctima, gracias a la imagen que se presenta y

genera tensión, puede llevar al espectador a deducir el perder un ser querido o el perjuicio

personal que puede producir, llegando así al convencimiento de veracidad o autosugestión.

(León, 2016).

Es por esto que surge la cuestión de si estas prácticas de presentar a la víctima son

pertinentes, correctas o válidas en su tratamiento con los afectados por la violencia. Se

podría argumentar que, al insertar a la víctima en códigos familiares y repetitivos, se caerá

en el concepto de “sobre exposición”, donde frecuentemente se presenta el mismo objeto,

de la misma forma siempre y bajo los estándares tradicionales, lo que termina por

invisibilizar al objeto o al sujeto. Además, en cuanto a las funciones de las imágenes, estas

no tienen el propósito único de ser presentadas ante un público, rescatar la identidad de la

víctima, ni mucho menos asumir la posición del afectado: el efecto que se obtendría sería

todo lo contrario, y esto haría que el hecho en cuestión pueda ser superado, normalizado y

dejado a un lado. La visibilidad real del objeto y el medio aparecerá cuando se piense a

profundidad y cuando se problematice el medio de producción en el cual la victima siempre

estará expuesta, para que, así, no se espere algo en concreto de ella, sino que se entienda

como ser humano particular con una historia única y bajo circunstancias muy singulares.

(Didi-Huberman, 2008).

Jorge Forero es un cineasta de Bogotá, director y guionista de su primer

largometraje, Violencia (2015). Esta pieza ha sido destacada por ser clave para analizar los

dispositivos bajo los que se han defendido y presentado convencionalmente las víctimas de

manera general. Por un lado, el montaje de la película está organizado a partir de tres

acontecimientos diferentes, a modo de capítulos. El primero, nos muestra las vivencias de

un secuestrado en la selva colombiana; el segundo, es el de un muchacho humilde con una


oportunidad de trabajo, quien terminó siendo víctima de un falso positivo; por último, en el

tercero, se presenta la cotidianidad de un comandante paramilitar. La composición y

fotografía constan de planos largos y tranquilos, los que quizás, en unos momentos dentro

de la cinta, son necesarios y favorecedores en la trama, para poder establecer una relación

un poco más personal con el espectador y los personajes.

Uno de los principales aspectos que son atrayentes sobre esta cinta, es su título

“Violencia”. De alguna forma, invita al espectador a imaginarse situaciones relacionadas

con lo violento. Se diría que existe en este caso, una relación con el término “sub

exposición” propuesto por el autor Didi Hubermman, no visto desde el sentido de censurar

la imagen en sí mismo, sino como recurso del director que aborda lo que referencia a “los

cineastas en Colombia, que acuden a una nueva estética, marcada por el legado del cineasta

francés Robert Bresson y, por lo tanto, lo implícito, lo tácito, lo sugerido como requisito del

cine arte” (Gaviria. V, pp 137). Un ejemplo de esto, en la primera historia, se ve cuando se

muestra un primer plano totalmente oscuro al protagonista: se alcanza a ver una luz roja

que se proyecta al rostro, y solo se percibe lo que está sucediendo a través del audio de una

radio, la cual es la voz de un familiar que le ha dejado un mensaje especial al personaje. La

pantalla se funde a negro justo cuando la voz del familiar se corta. En el segundo

acontecimiento, en una de las últimas escenas, la secuencia transcurre en la oscuridad. El

protagonista y su acompañante aparecen de frente en un plano general, cuando los asesina

la guerrilla. Solamente se muestra la silueta de ellos, sin acercarnos completamente a su

cuerpo. Para finalizar, en la última historia, el comandante paramilitar obliga a un soldado a

matar a una mujer con un machete. El plano se mantiene fijo sobre el cuerpo de todos los

soldados y el comandante, pero no exponiendo al soldado con la mujer atada, para que la

ejecuten.
En una entrevista realizada a Forero (2015), (como se citó en Proimágenes, s.f.) se

puede apreciar cómo él asume su visión con respecto a la representación de la violencia en

su propia producción cinematográfica: “(la intención de “Violencia” es) generar una

empatía por el otro a partir del dolor. Por eso Violencia es una película sobre la experiencia

vivencial de la violencia, y no una película que simplemente cuenta una historia”. En el

filme, no fue necesario mostrar explícitamente actos violentos, puesto que la violencia es

una “situación” que los colombianos están acostumbrados a “ver” (lo que los lleva a pensar

que “entienden” en su totalidad el fenómeno de la violencia nacional), y es por eso que la

cotidianidad de los personajes hace que la situación no sea ajena al espectador. No se hace

énfasis en contar una historia en particular, como se haría en un formato tradicional; sin

embargo, en cada uno de estos relatos se maneja el tema de la singularidad de los

personajes, tanto en sus aspectos violentos como los que resultan más familiares y

pacíficos.

Ahora, haciendo referencia a otro cineasta, otro ejemplo importante para evaluar la

representación de la víctima en el cine nacional es Víctor Gaviria, nacido en Medellín. En

su trabajo cinematográfico, se le reconoce por reflejar la realidad social colombiana por

medio de sus ficciones; en su cuarta película La mujer del animal (2016), narra una

historia en particular, mostrando los persistentes maltratos hacia la protagonista, Amparo,

quien fue forzada a ser la mujer de un hombre violento y desmedido, quién nunca reparó en

los daños que podría provocarle. Esta película se centra en las nociones de violencia: señala

la entidad propia del machismo, la normalización de la situación por los testigos, la

violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar que perpetua un abusador

aparentemente influenciado por el posconflicto colombiano.


La mujer del animal (2016) exalta la violencia en todo su esplendor, y el efecto que

ésta genera, se traduce al mismo tiempo en un malestar para el espectador, quien no genera

un rechazo total hacia esta realidad. Como expresó Gaviria (2018) “hay una humanidad que

vive y muta en la película, pero a la vez es cruel en su forma. Dicho de otro modo, es

insoportable pero necesario”. El cineasta, así, asume el esfuerzo de desprenderse de la

anécdota, porque este país, desde siempre, produce anécdotas escalofriantes. En la película,

el director intenta mostrar que existe un dispositivo del mal. Gaviria, desde películas

pasadas, le ha interesado encontrar y construir sus historias a partir de personas de los

barrios más perjudicados por el conflicto. Su objetivo es mostrar de una forma más humana

las condiciones sociales, justo como lo hacía en su momento el movimiento narrativo y

cinematográfico del neorrealismo italiano. (Gaviria, 2018). La mujer del animal (2016),

por ser una historia en particular, deja ver más allá del personaje y quizás, también del

problema principal: por ejemplo, la parte en la que “el animal” deja en cautiverio a Amparo

sin alimento o incluso, la escena en la que ella está con la hoja de papel preguntándose

acerca del porqué de su situación. Estos son sucesos en los que, prácticamente, la

protagonista se encontraba sola sin ser agredida, pero era evidente que estaba sufriendo un

tipo de agresión que no se limita a un golpe o actos físicos, sino a una interpelación

absoluta de su diario vivir detonando un vínculo emocional con el personaje y un escenario

sensible y, a la vez, íntimo.

Por lo tanto, Violencia (2015) y La mujer del animal (2016) son películas que se

relacionan en la medida en que ambas poseen el interés de construir una mirada o memoria

histórica, y tomar una posición con respecto al conflicto armado que ha influenciado la

sociedad colombiana. En ambos casos, se aprecia el enfoque real en la identidad de la

víctima, humanizándola, ya que en el cine Latinoamericano es usual representar a la


víctima como un ser que solo sufre, que ha perdido mucho emocionalmente y socialmente,

y que, por eso, está luchando por reivindicarse con el Estado colombiano. En otras palabras,

este es un cine que rompe con lo establecido, un cine que revela lo que a la imagen misma

le falta mostrar.

Aunque, es importante mencionar que, cada una de estas películas se diferencian en

torno al problema en el que el país ha estado implicado, o sea, la violencia. En la mujer del

animal (2016), se afirma que el proyecto nació a partir de un testimonio, promoviendo una

relación más explícita con la víctima, porque la exponen de una manera clara y detallada,

inscritas dentro de la experiencia de presenciar dichos actos violentos contra el personaje.

Mientras que, Violencia (2015), nació para “generar empatía por el otro a partir del dolor”,

es decir, que su temática es una relación más directa, dado que esta solo seguirá una línea

recta, direccionando solamente un fin de representar de la imagen forma sensible.

En conclusión, las piezas audiovisuales manifiestan una experiencia a través de

estas singularidades. Estas producciones aterrizan la idea de la visibilización de la violencia

al sorprender al público con las ocurrencias que son presentadas (quizás una más que la

otra, aunque ambas muestran, de una forma diferente, la realidad colombiana). Gracias a

que las dos buscan un cambio en las presentaciones de las mismas imágenes, en donde se

han expuesto las víctimas. Proponiendo mecanismos diferentes, que tal vez no pasen por el

problema, pero sí por su historia singular dentro del conflicto, asimismo será escuchada y

mostrada. Además, el hecho de que ambas películas sean contemporáneas sugiere que

ambas poseen una clara inclinación por seguir tratando de reflexionar sobre la memoria, el

medio y el objeto, para que así, no solo se pueda disponer de las piezas que en un momento

nos hicieron estandarizar el problema y dejarlo en el olvido.


Bibliografía:

Didi-Huberman, G. (2008). La emoción no dice ‘yo’. Diez fragmentos sobre la libertad

estética. La política de las imágenes, 39-57.

Guerrero. J, - Matusiak, T. (2018). Los dispositivos del Mal. Una entrevista con Víctor

Gaviria a propósito de la mujer del animal. 134-151

León, I. (2016). El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta. Entre el mito político y

la modernidad fílmica, 79-143

Proimagenes Colombia. (2015) Jorge Forero. Perfiles. Tomado de:

http://www.proimagenescolombia.com/secciones/cine_colombiano/perfiles/perfil_p

ersona.php?id_perfil=3613

Filmografía:

Goggel, D. (productora) y Gaviria, V. (director). (2016). La mujer del animal [cinta

cinematográfica]. Colombia: Polo a Tierra / Viga Producciones.

Bustamante, D, Perez, P. (productoras) y Forero, J. (director). (2015). Violencia [cinta

cinematográfica]. Colombia: Burning Blue.

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