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“No oyes ladrar los perros” es un cuento, nacido de la pluma del célebre escritor

mexicano Jun Rulfo, el cual además hace parte de los cuentos que conforman su libro
El llano en Llamas, publicado por primera vez en el año 1953, gracias al trabajo
editorial del Fondo de Cultura Económica. Por el contrario, narra su vida con gran
ingenuidad, despojando de cualquier tragedia situaciones que para cualquier miembro
de la sociedad constituirían algo terrible, contándolo con un lenguaje cotidiano y
natural. De esta forma, hace que la realidad sea mucho más implacable, que si lo
contara desde el dolor. En la cual, se puede observar claramente el lenguaje utilizado
en muchas regiones de México, un lenguaje sencillo y con frases como: “No tenías
llenadero.” El cuento “No oyes ladrar los perros” tiene muchos simbolismos, como la
luna, que puede significar tanto una luz en el camino, una luz al final del túnel, como
también una compañía para el padre de Ignacio, y podría también significar el amor
que siente el padre por su hijo. Este cuento consta de 3 apartados, el primero es desde
las líneas 1 a 64, el segundo apartado incluye las líneas 65 a 167, y el tercer apartado
es consiste en las líneas 169 a 181.
El primer apartado se encuentra una narración que nos ocupa se estructura en base a
la relación entre Ignacio, el hijo, y su padre, cuyo nombre se ignora. Dicha relación se
revela a través del diálogo que mantienen ambos cuando Ignacio, herido en el llano, es
llevado a cuestas por su padre hacia el pueblo de Tonaya durante la noche, para ser
curado. El cuento de alguna manera plantea la aventura del héroe. Además de este
aspecto casi mítico del tema del héroe destacado por la crítica, es posible observar en
las relaciones paternofiliales y en su deterioro las transformaciones que en el medio
social del campo mexicano estaba trayendo consigo el cambio de modos productivos,
de uno de carácter latifundista que sostenía relaciones sociales de tipo más bien cuasi-
medieval, a una explotación capitalista y privada de la tierra. Como resultado de los
cambios sociales y económicos operados en el agro mexicano a partir de la Revolución
de 1910. Por ejemplo, en este cuento, el padre salva a su hijo, quien antes había
matado a su padrino, hecho gravísimo bajo la óptica de una relación tradicional de
compadrazgo. A medida que transcurre la historia la relación entre padre e hijo cambia
de tono emocional.
En el segundo apartado, se percibe cambios emocionales a través del uso de “usted” y
de “tu” que hace variar las distancias afectivas entre ambos. El padre trata de “usted”
a Ignacio cuando le reprocha su actitud: “Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta
usted bien, volverá a sus malos pasos”. El “tu” acerca emocionalmente al padre con el
hijo: “-Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien” (135), refleja su relación familiar.
Donde se empieza a reflejar reproches del padre hacía el hijo. Lo que llama la atención
es como el hijo se iba arrepintiendo de todo lo malo que había hecho, y el padre
reprochaba hasta hacia recuerdos de su esposa, madre de Ignacio. La cual el padre
usaba su nombre para hacer reproche, decía que solo por ella tenía animos de seguir
adelante y no Ignacio. “Todo esto lo hago, no lo hago por usted. Lo hago por su madre”
(161), aquí se evidencia lo explicado anteriormente, también observamos que Ignacio
no tuvo una buena relación con su madre. “Comenzamos porque a usted no le debo
más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras vergüenzas” (166),
reprochándole todo lo que Ignacio significa para su padre.
Tercer apartado, desde la línea 169 a la línea 181. En este se evidencia

La narración., y, en este caso, los héroes son dos: el hijo, un héroe corrupto y
descarriado, y el padre, un héroe salvador. Como resultado de los cambios sociales y
económicos operados en el agro mexicano a partir de la Revolución de 1910 y mís
precisamente en las décadas de los años 30s a 50s del siglo pasado, la forma de vida
tradicional del campesino estaba cambiando como así también sus relaciones
familiares. Por ejemplo, en este cuento, el padre salva a su hijo, quien antes había
matado a su padrino, hecho gravísimo bajo la óptica de una relación tradicional de
compadrazgo. A medida que transcurre la historia la relación entre padre e hijo cambia
de tono emocional, cambio que se percibe a través del uso de “usted” y de “tu” que
hace variar las distancias afectivas entre ambos. El padre trata de “usted” a Ignacio
cuando le reprocha su actitud: “Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien,
volverá a sus malos pasos” (Toda la obra 136. Las citas se toman de esta edición). El
“tu” acerca emocionalmente al padre con el hijo: “-Me oíste, Ignacio? Te digo que no
veo bien” (135). La relación entre los cuerpos de estos dos personajes refleja su
relación familiar. La misma mantiene le pesa al padre, físicamente así como
emocionalmente, y se puede decir que mantiene a lo largo del relato una dirección
vertical, uniendo un “allá arriba”, los hombros del padre donde se encuentra el hijo,
con un “aquí abajo” en donde está anclada la voz y el punto de vista del

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