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Estas moléculas inestables recorren nuestro cuerpo intentando robar un electrón con vistas a recuperar su

estabilidad electroquímica, lo que las hace muy peligrosas porque para conseguirlo atacan moléculas
estables. Una vez que el radical libre ha conseguido robar el electrón que necesita para emparejar su
electrón libre, la otra molécula se convierte a su vez en un radical libre, iniciándose así un ciclo destructivo
para nuestras células.
Los radicales libres no son intrínsecamente malos. De hecho, nuestro propio cuerpo los fabrica en
cantidades moderadas para luchar contra bacterias y virus. Los radicales libres producidos por el cuerpo
para llevar a cabo determinadas funciones son neutralizados fácilmente por nuestro propio sistema.
El problema para nuestras células se produce cuando se da un exceso sostenido (durante años) de
radicales libres en nuestro sistema. El exceso tiende a ser producido mayormente por contaminantes
externos que penetran en nuestro cuerpo. La contaminación atmosférica, el humo del tabaco, pesticidas o
ciertas grasas son algunos ejemplos de elementos que generan radicales libres que ingerimos o inhalamos.
La incapacidad de nuestro cuerpo para neutralizar los radicales libres a los que nos exponemos
diariamente nos obliga a recurrir a nutrientes con la propiedad de neutralizarlos. Estos nutrientes actúan
liberando electrones en nuestra sangre que son captados por los radicales libres convirtiéndose así en
moléculas estables. Los compuestos con esta capacidad reciben el nombre de antioxidantes y recientes
estudios han demostrado que pueden ser la protección más eficaz contra el envejecimiento celular y las
enfermedades degenerativas.
Hay hechos que aumentan los radicales libres y que superan las barreras defensivas iniciando una
reacción en cadena que produce la oxidación de los lípidos (lipoperoxidación).
¿Qué hechos aumentan el proceso de oxidación de nuestro cuerpo y a su vez, la cantidad de radicales
libres?
• Alimentación con grasas animales (salvo los pescados de mar) y saturadas.
• Frituras.
• Insuficiente aporte de nutrientes en la dieta.
• Radicaciones ultravioletas A y B; rayos X.
• Cigarrillo.
• Drogas.
• Metales pesados (plomo, cobre, hierro).
• Exceso de alcohol.
• Radiaciones y polución ambiental.
• Edad.
• Inactividad física y obesidad.
Los antioxidantes naturales o sintéticos son sustancias cuya presencia inhibe la tasa de oxidación y como
tales son de utilidad para enfrentar a los radicales libres. Son de naturaleza variada y entre ellos se
encuentran las vitaminas C y E, el Zinc, el cobre, así como el Omega 3 y la Luteína.
Los ojos son uno de los órganos que más rápido se oxidan, por ello es importante incluir en nuestra dieta
diaria Suplementos alimenticios con altos contenidos de antioxidantes y de ácidos grasos tales como el
Omega 3 y la Luteína, ya que, muchas veces, nuestro acelerado ritmo de vida no nos permite alimentarnos
de manera adecuada, además del estrés cotidiano y algunos otros factores antes mencionados.

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