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La discriminación de precios (vender un mismo bien o servicio a diferentes precios). es una práctica
bastante generalizada. La encontramos al viajar, al ir al cine, al cortarnos el cabello, al comprar pizza
o visitar un museo de arte. La mayoría de quienes discriminan precios no son monopolios, pero
éstos discriminan precios siempre que pueden hacerlo.
La discriminación de precios consiste en cobrar distintos precios por un mismo bien o servicio debido
a las diferencias en la disposición a pagar de los compradores y no a diferencias en los costos de
producción. Por lo tanto, no todas las diferencias de precio pueden considerarse discriminaciones
de precios. Algunos productos similares, pero no idénticos, tienen diferentes precios porque sus
costos de producción son distintos. Por ejemplo, el costo de producir electricidad depende del
horario. El hecho de que una planta de generación eléctrica cobre un precio más alto durante los
periodos de mayor consumo (de 7 a 9 de la mañana y de 4 a 7 de la tarde) que en otros horarios no
implica una discriminación de precios.
Una observación más profunda muestra que, lejos de sacrificar utilidades, quienes practican la
discriminación de precios obtienen beneficios más grandes que quienes no lo hacen. Por lo tanto,
un monopolio tiene incentivos para buscar maneras de discriminar y cobrar a cada comprador el
precio más alto posible. Mientras algunas personas pagan menos gracias a la discriminación de
precios, otras pagan más.
La idea clave en que se apoya la discriminación de precios estriba en convertir el excedente del
consumidor en utilidades económicas. Las curvas de demanda tienen una pendiente descendente
debido a que el valor que las personas adjudican a cualquier bien disminuye a medida que la
cantidad consumida de éste aumenta. Cuando todas las unidades consumidas se venden a un solo
precio, los consumidores de ven beneficiados. El beneficio es el valor que los consumidores obtienen
de cada unidad del bien menos el precio que pagan por él. Este beneficio es el excedente del
consumidor. La discriminación de precios es un intento de monopolio.
No obstante, las empresas intentan apropiarse de tanto excedente del consumidor como les sea
posible y, al hacerlo, discriminan en dos formas básicas:
Por ejemplo, una reunión de negocios con un cliente podría dar como resultado un pedido grande
y rentable. Para los vendedores y otros viajeros de negocios, el beneficio marginal de un viaje es
grande y el precio que pagarán por él es alto. En contraste, para un vacacionista, las alternativas
viables pueden ser cualesquiera de varios destinos diferentes, e incluso no salir de vacaciones. Por
lo tanto, para los vacacionistas, el beneficio marginal de un viaje es pequeño y el precio que estarán
dispuestos a pagar por él es bajo. Debido a que los viajeros de negocios están dispuestos a pagar
más que los vacacionistas, las aerolíneas pueden obtener utilidades de la discriminación de precios
entre ambos grupos.