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EDDA HURTADO P.
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Valparaíso, Chile
edda.hurtado@ucv.cl
RESUMEN
ABSTRACT
This article focuses on the analysis of two teaching manuals published at the turn of
the 19th century, in whose production and dissemination, part of the thinking of
traditional intelectuals was shaped as makers of the cultural itinerary of the emergent
republic. At that period, women education became politically important for the
shaping of national imaginary, but of secondary importance in terms of access to
knowledge. Mercedes Marín del Solar and Rafael Minvielle built up a female subject
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following the logic of sex-gender differences, here reviewed as from the notion of
republican motherhood.
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daba por supuesto que este sentimiento debía enseñarse por la vía de una
reformulación del concepto de civilidad que de manera incluyente compro-
metía a un gran espectro social. De este modo, la educación y la literatura
se constituyeron como una pieza maestra en el dispositivo de la nación que
no consistió sólo en la promoción controlada de la circulación de saberes
relacionados con la enseñanza de la lengua y la gramática o la compleja
problemática del estudio de la historia literaria, sino que los intentos de de-
limitación de un currículum nacional de enseñanza –proyecto que en Chile
estuvo liderado por la Universidad de Chile y el Instituto Nacional, centros
donde se forjaron y de donde irradiaron las directrices curriculares durante
el siglo XIX– tuvieron como fundamento discursivo la necesidad de que la
organización de estos saberes pensados y programados para ser difundidos a
través del sistema educacional debían apuntar a modelar el cómo ser y cómo
pensar nacionalmente; ello demandó una educación moral que se inscribió
en las prescripciones curriculares, en los reglamentos de control disciplina-
rio1 y, en particular, a través de la enseñanza de la lengua y la literatura por
medio de la selección de textos que los alumnos debían leer y memorizar.
Igualmente, el aprendizaje de lo nacional y la construcción de experiencia
nacionalmente valiosa (Goodson, 1995) no estuvieron exentos de peculiares
interrelaciones de género2 (Masiello, 1997), instalando en la esfera pública
la relación de las mujeres con la cultura y específicamente con la educación.
Intentando develar las particularidades de esta interrelación nos interesa
analizar y relacionar dos manuales o dispositivos pedagógicos3 del siglo XIX
pertenecientes a dos escritores nacionales: El libro de las madres i preceptoras.
1
El estudio de las humanidades clásicas también respondió a tecnologías disciplinarias
(individualizantes e individualizadoras, centradas en los cuerpos de los individuos y destinadas
a vigilarlos, controlarlos y adiestrarlos con el objeto de hacerlos dóciles y útiles) y reguladoras de
la vida de los individuos (cuyo objetivo no sería tanto regular los cuerpos individuales cuanto el
cuerpo social, las poblaciones). Ambas tecnologías se modularon de tal forma que se fortalecían
para perfeccionar la vida individual y social, poniendo en marcha técnicas de racionalización y
economía, tecnologías de un poder microfísico. Estas tecnologías involucraron la formación de
nuevos saberes e instituciones: por una parte saberes destinados a jerarquizar, clasificar, vigilar y
adiestrar los cuerpos y por otra, saberes destinados a la gestión global de la vida. Al respecto ver
Stephen Hall (1992) y, también, el Reglamento para el Instituto Nacional decretado el 20 de
diciembre de 1843.
2
Masiello examina “la relación entre mujeres y cultura desde comienzos del siglo XIX, periodo
en que empieza a definirse un mundo poscolonial secularizado, hasta mediados de 1930, década
en que culminó una larga experiencia de modernización que, en realidad, terminó en un fracaso.
Con una ininterrumpida presencia de las tradiciones de las belles lettres desde 1830, las acciones
femeninas en la cultura argentina son las más potentes de Latinoamérica (Masiello, 1997: 12).
3
Empleamos el concepto de dispositivo pedagógico en tanto instrumento de prescripción
curricular y disciplinar.
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Sobre la educación práctica de las mujeres, traducido del francés por Rafael
Minvielle, recomendado por José Francisco Gana, decano de la Facultad
de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile para su difusión en
las escuelas de la república, y el Plan de estudios para una niña 4 de la poeta
Mercedes Marín del Solar. Ambos manuales fueron elaborados en la década
del cincuenta del siglo XIX en un momento en que el acceso de las mujeres
a la educación formal se encontraba todavía en ciernes y la esfera literaria
aún no estaba delimitada. La difusión de estos textos, especialmente de la
traducción de Minvielle, da cuenta de la necesidad de institucionalizar los
comportamientos de las mujeres considerados legítimos, a la vez que no
sólo se debía explicitar las normas a las que referirse sino también disponer
los dispositivos que permitieran su inculcación; en este sentido, la escuela,
los libros y especialmente la difusión de estos manuales pretendían cumplir
con este objetivo; “si bien los dispositivos se hallaban fuera de los textos y
dependían de sus usos sociales, de sus lugares de utilización (la familia, la
escuela), de su modo de apropiación (mediante una lectura individual y por
medio de una palabra enseñante)”, también estaban inscritos en el texto
mismo que organizaba sus propias estrategias de persuasión y de inculcación
(Chartier, 1994: 265 y ss.).
4
Este Plan nunca fue publicado y sólo es citado por Miguel Luis Amunátegui en dos
oportunidades: En Doña Mercedes Marín del Solar (1867: 24-32) y en La alborada poética de Chile.
Después del 18 de septiembre de 1810 (1892: 507-517).
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La principal tribuna fue la prensa de la época y dos publicaciones que trataron el tema: De la
Instrucción primaria en Chile, de los hermanos Miguel Luis y Gregorio Amunátegui, escrita en 1853
a raíz de un concurso convocado en 1853 por el Presidente de la República, Manuel Montt y De la
educación popular, de Domingo Faustino Sarmiento. Estos autores proponían que debía hacerse una
división entre escuelas de hombres y de mujeres, argumentando a favor de la instrucción primaria
de las mujeres por sobre la de los hombres, porque sostenían que la mujer, por naturaleza, está más
dispuesta que el hombre a transmitir los conocimientos que posee.
6
La preocupación por la educación de las niñas ha sido ampliamente investigada desde la
perspectiva de la historia de la educación en Chile y sólo como dato general –ya que no es el
propósito de esta investigación– nos parece relevante señalar que hacia 1853 había 95 escuelas para
niñas y 304 para niños (Egaña, Núñez y Salinas, 2003: 26).
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Es preciso que una niña desde que principie a tener conocimiento consagre
a Dios sus afectos, como las primicias de su alma. Para esto las madres tra-
tarán de dar a sus hijas idea de Dios i de su bondad […] dándoles edifican-
tes ejemplos que se graben profundamente en sus almas i evitando todas las
acciones i palabras que en lo mas mínimo pudieran manchar su inocencia
(Amunátegui, 1892: 508).
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despreciable coqueta, [indicios estos] i otros muchos más que merecen toda
la atención de la madre (Minvielle, 1846:10).
Las virtudes de una mujer educada debían desarrollarse en base “al sen-
timiento religioso de su destino providencial, del amor al bien, del aprecio
soberano a la verdad […]”. Según Minvielle, estos motivos elevados permi-
tirían que con el estudio, la mujer afianzara “sus afecciones virtuosas” y así,
no sacrificaría “su razón i su juicio a los juegos pueriles de la memoria i de
la imajinación”, llegando a contar con el auxilio de todas sus facultades para
inspirarse por sí misma y “mostrarse sucesivamente mujer de inteligencia,
mujer de corazón, i también en los dias de prueba, la mujer fuerte de la es-
critura”. Se trataba de insistir en la importancia de la educación de una mu-
jer en relación a la influencia que se le reconocía en el ámbito privado “por
su título de esposa i de madre” y si el mundo estaba dominado por el reino
de la moral y el de la fuerza, se consideraba que este último debía siempre
“estar en mano del hombre [y] el primer interés de la mujer será tratar de
suavizarlo por todos los medios que estén a su alcance” (Minvielle, 1846: 18
y ss.). La lógica del discurso masculino organizado en oposiciones binarias
encaminaba claramente la educación y la instrucción de la mujer.
En el seno de la familia, lugar pedagógico por excelencia y “abrigo de todo
peligro moral”, la niña estaría bajo “el ala protectora de la madre” y podría
aprender los deberes “anexos a la condición de su sexo” (Minvielle, 1846:
22). No obstante, la escuela también presentaba sus ventajas para la educa-
ción de las niñas, ya que garantizaba –como primera regla– la disciplina a la
que debían estar sujetas en tanto allí, la regulación del tiempo y el desarrollo
de la virtud implicaban mecanismos disciplinarios destinados a controlar y
adiestrar a las niñas con el objeto de hacerlas dóciles y útiles, y también im-
plicaba mecanismos reguladores, en tanto la niña se inscribía a partir del
ingreso a la escuela en una institución que contribuiría a su normalización.
El disciplinamiento y la distribución homogénea y vigilada del tiempo se
consideraban como un “correctivo al espíritu ardiente i caprichoso de la ju-
ventud”, siendo la disciplina, “la que preserva de las fuertes excitaciones fre-
cuentemente inevitables en el mundo” (Minvielle: 1846: 24). Mecanismos
tales como la sujeción y el desarrollo de la virtud eran fundamentales en tanto
regulación moral de la conducta de las niñas desde la infancia:
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También se establecía que era necesario enseñar a las niñas que la virtud
implicaba dudar de sí misma, criticando una civilidad puramente mundana
y pagana; de este modo:
tendrá aquel pudor tímido que tan bien sienta a la inexperiencia; hablará
poco, escuchará mucho, conocerá que necesita a los demás i estará por
consiguiente libre de la presunción que notamos en numerosas caricaturas
de mujeres i de hombres que hormiguean en los salones (Minvielle, 1846:
32)7.
7
Según la prescripción, un medio eficaz de mantener a las niñas en este estado de pudor y
recato es “no razonar mucho con ellas […] porque las niñas particularmente gustan de argüir i
discutir sobre todo, porque su respeto hacia sus superiores se altera mui luego, su confianza en sí
misma va en aumento i afectan entónces un aire de importancia ridícula i quieren decidir sobre mil
cuestiones fuera de su alcance”.
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Mercedes Marín no estudió latín, sin olvidarnos que el dominio de esta dis-
ciplina era el salvoconducto para ser un ciudadano de primera categoría, a
través de los estudios de secundaria realizados principalmente en el Instituto
Nacional; pero también sabemos que adscribió a la generación de 1842 y
Lastarria –que la menciona en sus Recuerdos Literarios– junto a otro impor-
tante grupo de liberales propugnó la abolición del estudio obligado del latín
y su sustitución por el estudio de las lenguas vivas o modernas (Cruz, 2002).
En este sentido, vemos a una Mercedes Marín afirmativa y liberal. Sin duda
que el plan diseñado por Marín expresa un intento por demandar acceso al
conocimiento. La disciplina que sugiere en relación a las materias y áreas
que la niña debía conocer constituye el deseo de un modelo pedagógico que
le permitiera refinar sus capacidades de abstracción, por ejemplo, a través de
los conocimientos de geografía, de la explicación del sistema planetario y la
iniciación en el estudio de la historia antigua:
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REFERENCIAS
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