Vous êtes sur la page 1sur 2

EL BOLETO A LA PROSTITUCION

La mujer, de rasgos africanos, camina con el mentón en alto. Su hija -de 15 años- va a su
lado, vestida con ropa modesta pero a la italiana. Viven con un hombre de 70 años que se
las había llevado un día de La Habana. El hombre, italiano, viajó a la isla para disfrutar del
turismo sexual que ofrece esa zona y volvió con una de ellas a su ciudad natal, Trento, en el
norte de la bota itálica. Llevaba tres años con ese hombre que le había prometido liberarla
de las mafias de la prostitución en Cuba. Ella aceptó a ciegas, armó sus maletas y se fue con
él. Solo quería que su niñita creciera en un país donde pudiera viajar y donde no tuviera que
prostituirse por unos pocos dólares. El episodio ocurrió en 1999 y hoy, trece años después,
debe mirar con rencor esos años que pasó al lado de un hombre que le prometió liberarla de
la prostitución, solo para convertirla en su esclava sexual personal. Este tipo de
prostitución, de hombres mayores que viajan a parajes de turismo sexual como Cuba,
Colombia y Tailandia, cuenta con poca difusión en la prensa y afecta a miles de mujeres
cada año.

Estela decidió viajar, salir de esa "maldita isla" -como le decía-, convencida de que el
gobierno de Fidel Castro sería casi eterno, que se transmitiría a su hermano Raúl -como
pasó- y luego a la hija de este. La sucesión monárquica de estos revolucionarios en silla de
ruedas se le antojaba interminable. Así que se casó con ese hombre que la obligaba a
trabajar doce horas diarias como empleada doméstica en un hotel y controlaba cada uno de
sus movimientos. Por no hablar de los derechos maritales que el hombre reclamaba a diario,
a veces incluso forzándola y quitándole la ropa a la fuerza.

En el otro extremo del planeta, en Cartagena de Indias, las jovencitas se ofrecen a los
extranjeros con la intención, no solo de ofrecer sus cuerpos por una hora, sino de que esos
viejos solterones se "encaprichen" con ellas y se las lleven. Da pesar verlas por la plaza de
Santo Domingo con esos cuerpos hermosos y esbeltos, paseando con hombres blancos que
podrían ser sus abuelos. Pero esa profesión, más antigua que las religiones, sigue siendo
para muchas el único boleto que tienen las mujeres para escapar de sus casas de latón y de
tardes enteras sin probar bocado. Lo ha denunciado Óscar Collazos hasta el cansancio. Lo
repiten asociaciones de mujeres hasta quedar afónicas.
Y no son solo las niñas y mujeres; en la recepción de algunos hoteles cinco estrellas de
Cartagena, los recepcionistas ofrecen servicios adicionales de 'spa' y 'jacuzzi' y luego, en
voz baja, le preguntan al turista: -¿y le interesaría un muchachito?-. Cualquiera que pase
hoy por una calle del Corralito de Piedra verá lo innegable. Y es que eso de los
matrimonios interraciales es más cosa de Londres. Las parejas que pasean, jovencita negra,
adulto blanco, son prostituta y turista. Y en muchos casos, la jovencita es menor de edad.
Pero esto no perturbará a los pocos policías que protegen el área.

Ya sea en Cuba o en Colombia, o incluso en un país tan distante como Tailandia, se sigue
comerciando con las mujeres como antaño se comerciaba con los negros y los indígenas.
Un gran negocio que se pavonea mientras los analistas se dan palmaditas en la espalda por
nuevos índices de crecimiento económico. Ni siquiera el escándalo mundial de los escoltas
de Obama afectó el negocio de la prostitución un ápice. Bueno, tal vez sí, hizo que una de
ellas, Dania, consiguiera visa para un sueño de cientos de miles de dólares sin tener que
abrir las piernas. Vaya logro.

Vous aimerez peut-être aussi