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y Territorio
Una visión geográfica
de nuestro mundo
Ambiente, Sociedad
y Territorio
Una visión geográfica
de nuestro mundo
Carlos Reboratti
Carpeta de trabajo
Diseño original de maqueta: Hernán Morfese
Procesamiento didáctico: Hernán Pajoni / Adriana Imperatore
ISBN: 978-987-1782-49-9
Impreso en Argentina
Lectura obligatoria
Es la bibliografía imprescindible que acompaña el desarrollo de los conteni-
dos. Se trata tanto de textos completos como de capítulos de libros, artícu-
los y "papers" que los estudiantes deben leer, en lo posible, en el momento
en que se indica en la Carpeta.
Actividades
Se trata de una amplia gama de propuestas de producción de diferentes ti-
pos. Incluye ejercicios, estudios de caso, investigaciones, encuestas, elabo-
ración de cuadros, gráficos, resolución de guías de estudio, etc.
Para reflexionar
Es una herramienta que propone al estudiante un diálogo con el material, a tra-
vés de preguntas, planteamiento de problemas, confrontaciones del tema con
la realidad, ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión, etc.
Lectura recomendada
Es la bibliografía que no se considera obligatoria, pero a la cual el estudian-
te puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema o contenido.
Pastilla
Se utiliza como reemplazo de la nota al pie, para incorporar informaciones
breves, complementarias o aclaratorias de algún término o frase del texto
principal. El subrayado indica los términos a propósito de los cuales se in-
cluye esa información asociada en el margen.
Índice
Introducción........................................................................................11
Objetivos ........................................................................................13
La cuestión espacial ............................................................................13
Referencias bibliográficas..................................................................161
Introducción
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Objetivos
La cuestión espacial
La temática que vamos a abordar es de carácter transdisciplinario, pues ya
una mirada a lo espacial o territorial exige que se abandonen los límites
característicos de las disciplinas y se vaya a sus “bordes”, tratando de
relacionar diferentes actores y diferentes factores del escenario espacial
concreto. Esa mirada múltiple tampoco puede ser estática, sino que
también debe ser transversal en el tiempo, única dimensión que nos puede
acercar a la explicación de fenómenos –como es el caso de los territoriales–
que no son productos espontáneos ni azarosos, sino el resultado de un
lento desarrollo, muy complejo y de diferentes escalas y plazos.
Si bien la visión inicial -y la que se reivindica en el título- parte de la
geografía, no se limita a ella sino que acepta y utiliza otras dimensiones
disciplinares, y puede ser considerada como un alegato en contra de las
miradas fragmentarias y una apuesta a la erosión de las barreras
temáticas autoimpuestas por muchos colegas y mantenidas por las
diversas corporaciones que los agrupan.
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El ambiente del hombre
❘❚❚ “Naturaleza es tal vez la palabra más compleja del idioma. Resulta relativa-
mente fácil distinguir tres áreas de significado: i) la calidad y carácter esencia-
les de algo; ii) la fuerza básica que dirige el mundo, o a los seres humanos, o
ambos; iii) el mismo mundo material, incluidos o excluidos los seres huma-
nos. No obstante, es evidente que en (ii) y (iii), si bien el área de referencia es
clara en líneas generales, los significados precisos son variables y por mo-
mentos inclusive opuestos. El desarrollo histórico de la palabra a través de es-
tos tres sentidos es importante, pero también es significativo que los tres, y
las principales variaciones y alternativas en los dos más difíciles, tengan toda-
vía vigencia y difusión en el uso contemporáneo. Naturaleza proviene [...] de
natura, del latín, de una raíz en el participio pasado del latín nasci, nacer [...].
Su sentido original [...] era el (i), el carácter y la calidad esenciales de algo.
Así, naturaleza es una de varias palabras importantes, incluida cultura, que se
iniciaron como descripciones de una cualidad o un proceso, inmediatamente
definidos por una referencia específica, pero que más adelante se convirtieron
en sustantivos independientes. La expresión latina pertinente para los signifi-
cados desarrollados es natura rerum, la naturaleza de las cosas, ya que en al-
gunos usos latinos se resumía en natura la constitución del mundo. [...]
No obstante, en ocasiones es preciso que la conexión y distinción entre
los sentidos (i), (ii) y (iii) sean muy conscientes. La expresión común naturale-
za humana, por ejemplo, que a menudo es crucial en tipos importantes de ar-
gumentación, puede contener, sin demostrarlo con claridad, cualquiera de los
tres sentidos fundamentales e incluso las principales variaciones y alternati-
vas. Hay un uso relativamente neutro en el sentido (i): que es una cualidad y
una característica esenciales de los seres humanos hacer algo (aunque ese
algo que se especifica puede ser controvertido, desde luego). Pero en muchos
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Aunque a lo largo del texto volveremos frecuentemente sobre las otras acep-
ciones del término, nos interesa ahora especialmente la tercera, aquélla que
define o resume la totalidad del mundo que nos rodea. Suele ocurrir que
esa totalidad se personalice –cuando escribimos su nombre con mayúscu-
las, le atribuimos el sexo femenino y le asignamos capacidad de acción, de
pensamiento y aun de legislación. Curiosamente, lo que para casi todos es-
tá fuera de lo humano adquiere un perfil totalmente asimilado al hombre, y
así la “Naturaleza” es alternativa o paralelamente sabia, buena, iracunda, in-
flexible, bella, agreste, pacífica, alegre o triste.
Es preciso aclarar que existe una discusión, explícita o implícita, sobre si
esta idea de naturaleza como globalidad incluye o no al hombre. En realidad,
cuando en el lenguaje cotidiano se habla de naturaleza se excluye al hombre
y a todas sus obras: por ejemplo, nadie incluiría un rascacielos como ejem-
plo de “lo natural”, pero muchos incluirían dentro de la naturaleza o, por lo
menos, conviviendo armónicamente con ella a una tribu del Amazonas que
vive de lo que recolecta, caza y pesca. Y si esas mismas personas, influidas
por una idea evolucionista de la sociedad, se retrotrajeran en el tiempo y
“miraran” al hombre de 200.000 años atrás, seguramente lo incluirían en la
naturaleza como una especie más entre muchas otras. Lo que plantea una
pregunta seguramente inquietante: si el hombre no es ya parte de la natura-
leza, en algún momento dejó de serlo. ¿Por qué?
Efectivamente, mucha gente, ya sea por escasa experiencia en el ejercicio
de la reflexión o por comodidad metodológica, divide al mundo en dos: el do-
minio de lo natural y el de lo artificial, e incluye en este último todo lo cons-
truido por el hombre. Como toda clasificación dicotómica, ésta tiene el en-
canto de la aparente claridad y presenta el problema de la excesiva rigidez.
En este caso, por ejemplo, además de dejar pendiente la pregunta que nos
formulábamos acerca de cuándo dejamos de ser “naturales”, tiene el pro-
blema de que excluye de la clasificación buena parte del mundo en que vivi-
mos nuestra existencia cotidiana. Si atravesamos una plaza, ¿estamos en el
dominio de lo natural o de lo artificial? ¿Es “natural”, por ejemplo, que allí la
mayor parte de las especies arbóreas (todas, en realidad) sean originarias
de otros lugares? ¿Es natural que cortemos el pasto? ¿O es que en este ca-
so combinamos el criterio genético (¿dónde se originan los elementos que
observo?), que en definitiva domina la división natural/artificial, con un crite-
rio estético (el pasto cortado es más “lindo” que el crecido)? Siguiendo en
la misma línea de pensamiento, ¿son naturales o artificiales los productos
de la agricultura y de la ganadería?
Para evitar estas confusiones, y para no caer en la trampa de la dicoto-
mía natural/artificial, que nos lleva a considerar al hombre y a la naturaleza
como antinómicos, podríamos concebir a la naturaleza como una totalidad
que incluye al hombre y que es a la vez un continuum de elementos, en uno
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y su ambiente, pero que también fue asignada para referirse a las relacio-
nes mismas, razón por la cual se podía hablar de la “metodología de la Eco-
logía”, pero también de “la ecología del páramo de Ecuador” o de “la ecolo-
gía del yacaré overo”. Disciplina y objeto de estudio se confunden entonces
en un solo término, como sucede con otras ciencias. Pero en este caso el
uso y abuso del término le fue confiriendo otro sentido, similar al de ambien-
te pero casi siempre con una idea de protección del mismo. Así, es posible
leer carteles muy bien intencionados que dicen “protejamos la ecología” o
escuchar a locutores televisivos decir “éste es un problema ecológico”,
cuando se refieren a la necesidad de cuidar el ambiente.
Más allá del problema semántico, es necesario hacer algunas precisio-
nes con respecto al concepto de ambiente y a la diferencia con el de natura-
leza. Como definición básica, las que nombramos anteriormente son muy
apropiadas y todas giran alrededor de un mismo punto: el ambiente como
entorno, como las circunstancias que rodean a algo. Vale aclarar que ese
“algo” es también parte del ambiente y que, integrándose a él, puede pasar
a formar parte de otro ambiente, cuando cambiemos el sujeto al cual nos re-
ferimos. Y allí reside justamente la diferencia entre los conceptos de natura-
leza y ambiente. La primera no tiene una referencia específica (usando el
ejemplo anterior, cuando alguien habla de “la naturaleza del yacaré overo”
se está refiriendo al comportamiento de ese individuo y no a su entorno),
mientras que la segunda por lo general sí la tiene, aunque a veces se haga
abstracción de un individuo específico y se establezcan limites entre diferen-
tes “ambientes”. El ambiente, podríamos decir, es la concreción de la natu-
raleza con respecto a un individuo o un espacio específicos.
GALLOPÍN, G., “El
medio ambiente Por lo tanto, cuando utilizamos el término “ambiente” siempre deberíamos
humano”, en: SUNKEL, O. y hacerlo respecto de algo o de alguien. En esta carpeta de trabajo nos intere-
GLIGO, N. (1980), Estilos de sa no todo el ambiente (lo que podríamos llamar el ambiente mundial), sino
desarrollo y medio ambien- una parte de él, la que corresponde al ambiente donde vive el hombre. Claro
te en América Latina, FCE,
México. que esto nos trae muchos problemas, sobre todo cuando comenzamos a ha-
blar de escalas e influencias. Adelantándonos a nuestro tema, digamos que
a medida que se ha desarrollado la historia de la especie humana, su “am-
biente” se ha agrandado, si entendemos provisoriamente por esto el conjun-
to de elementos que el hombre utiliza o modifica en su actividad de subsis-
tencia. En la actualidad existen muy pocos lugares del planeta que podamos
identificar como libres de los efectos de la actividad humana, sean éstos di-
rectos o indirectos. En alguna medida, la tan mentada globalización también
ha extendido el ambiente humano a todo el ambiente planetario.
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❘❚❚ “[…] para algunos efectos puede ser conveniente analizar separadamente
los componentes físicos y sociales del medio ambiente humano, aunque sólo
sea porque las disciplinas científicas tradicionales han elaborado sus méto-
dos, técnicas y conceptos de distintas maneras. Sin embargo, no hay que con-
fundir esa separación pragmática con una dicotomía conceptual porque, como
se dijo, los componentes físicos y sociales naturalmente forman parte del me-
dio ambiente humano total, sino que además interactúan de forma estrecha.
Cuando el medio ambiente humano es limitado simplemente a sus alcances
físicos, surge la tentación de concebir al hombre y su medio ambiente como
entidades separables y a menudo conflictivas” (GALLOPÍN, en: SUNKEL y GLIGO
(1980), p. 214). ❚❚❘
En esta unidad haremos un breve repaso de los factores del ambiente hu-
mano que son estructurales al mismo, es decir, que el hombre no ha creado
y cuyos mecanismos normalmente no controla (aunque esto no significa que
no pueda influir sobre ellos). Nos referiremos a estos factores como siste-
mas en funcionamiento y actividad constantes, lo cual debe ser tenido espe-
cialmente en cuenta: desde el punto de vista de los factores estructurales o
naturales, el ambiente es un sistema en permanente cambio, una interrela-
ción dinámica de aire, tierra, agua y vida en permanente estado de movili-
dad, crecimiento, disminución, intercambio, nacimiento y muerte, idea bas-
tante contrastante con aquélla que concibe el ambiente como algo de
características geológicas, inmutable en el tiempo. El ambiente, es verdad,
cambia constantemente, pero estos cambios tienen distintas velocidades y
distintas escalas geográficas. Algunos son evidentes: por ejemplo, en el lap-
so de pocos días podemos ver cómo en el jazmín de nuestro patio se forma
un capullo que luego florece, se seca, cae de la planta y desaparece. En
cualquier documental podemos ver animales salvajes que se desplazan rápi-
damente y podemos leer sobre erupciones volcánicas súbitas que producen
muchas víctimas. Todos estos cambios son evidentes al ojo humano y a
nuestro sentido del tiempo y la escala territorial. Pero aunque no lo advirta-
mos, también cambian lentamente otros factores del ambiente: gradualmen-
te van cambiando las estaciones del año, aún más lentamente un río va
cambiando su cauce, se producen cambios imperceptibles en la altura de
una montaña, el clima va cambiando a lo largo de miles de años…
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1.3.1. El aire
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“Es justamente durante esta centuria [el siglo XVII] cuando algunas ciudades de la
región debieron ser trasladadas por causa de las extraordinarias crecientes. La
ciudad de Tucumán, fundada primitivamente sobre el río Pueblo Viejo, que baja-
ba de la Quebrada del Portugués, pedía ser trasladada por causa de los desbor-
des de éste a 66 km al norte, sobre la margen derecha del río Salí. En 1670, D.
Juan de Andino se refería a la necesidad de traslado ‘[...] para que sus habitantes
busquen el alivio por el manifiesto peligro que les amenaza en ella de ser arrui-
nados del río que pasa por la ciudad [….] habiéndose explayado tanto que no al-
canza la vista sus márgenes, cuyas avenidas la tienen en miserabilísimo estado
[...]’. En 1677 el Gobernador resumía las continuas calamidades por las que pasa-
ban los vecinos de la provincia en cuatro conceptos básicos: indios infieles, inun-
dación de los ríos, repetidas pestes y ‘decaimiento’ del valor de los frutos que la
tierra producía. Las reiteradas misas y rogativas a Santa Bárbara y San Jerónimo
‘para que cesen los relámpagos, truenos y tempestades que se suceden continua-
mente’ aparentemente no tuvieron resultados positivos” (PRIETO, en: REBORATTI,
1997, p. 70).
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1.3.2. El agua
1.3.3. La tierra
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erosionable (de acuerdo con la cohesión que tengan los elementos); permi-
tirá la infiltración del agua de lluvia (como sucede en los suelos arenosos) o
se tornará prácticamente impermeable (como en el caso de los muy arcillo-
sos), etcétera.
El suelo, que es el lugar de contacto de los tres elementos abióticos (ai-
re, tierra y agua), que hemos descripto brevemente, es también el lugar don-
de se desarrolla parte de la vida y donde, por alguna casualidad histórica, el
hombre apareció sobre este planeta.
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Los vegetales, como forma de vida, se caracterizan por estar fijos en el sue-
lo. Debido a esta inmovilidad, su ciclo de vida es radicalmente diferente del
de los animales. Para alimentarse y crecer realizan un proceso llamado “fo-
tosíntesis”, a través del cual captan la luz solar, que, combinada con una
cierta cantidad de agua, dióxido de carbono y calor, todo en presencia de
una sustancia conocida como clorofila, da como resultado la producción de
oxígeno, glucosa y carbohidratos. Del producto total del proceso de fotosín-
tesis, parte se desgasta en el proceso de respiración y parte en la produc-
ción de tejidos que permiten crecer a las plantas. Este proceso está relacio-
nado básicamente con las características del ambiente donde está el
vegetal (luz, calor, humedad en el suelo y el aire), lo que pone ciertos límites
al proceso de fotosíntesis, que, por ejemplo, es constante si se cumplen las
condiciones mínimas de luz y temperatura, pero cesa si éstas bajan de un
cierto nivel. De esa manera, en los trópicos la actividad fotosintética es
constante, mientras que en latitudes más altas sólo se realiza en las tempo-
radas de mayor temperatura.
Pero la fotosíntesis también está relacionada con las características pro-
pias de los vegetales, que han desarrollado todo un sistema muy complejo
de elementos para poder generarla. Así, los vegetales desarrollan hojas a
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❘❚❚ “La selva que acabamos de pasar era de una fecundidad extraordinaria. La
más tupida, hermosa y rica en especies arbóreas de todas las que pudimos
descubrir […] el camino lo constituía un túnel de 15 km de largo y 6 m de an-
cho, perforado, por así decirlo, en la espesura boscosa […] se destacan abun-
dantes y temibles, avanzando desde la tupida fronda que flanquea el camino,
gigantescas ortigas de cerca de 3 m de altura[...] la Quebrada de Cianzo se
ensancha considerablemente hacia la de Humahuaca que, a poco, se la des-
cubre, amplia, profundamente escarpada, cubierta de cantos rodados y flan-
queada de altos y desnudos cerros que parecían coronar un vasto campo sin
vida […] La aridez reinando por todas partes […] y en cumbres, lomadas, cres-
tas, profundos barrancos y restos de trastornos geológicos interminables, el
tétrico cardón, que de nada se alimenta, irguiéndose fatídico, hirsuto, espinu-
do y seco, disperso y solitario, como un digno representante de aquel infinito
campo de desolación y muerte” (DE LA SERNA, 1930, pp. 212 y 229). ❚❚❘
Los animales -la otra forma de vida sobre el planeta- son mucho más recien-
tes en este mundo y, si se los compara con los vegetales, su capacidad de
adaptación al ambiente utiliza otras estrategias, debido sobre todo a que po-
seen una característica fundamental: la movilidad, que les permite buscar el
alimento allí donde éste se encuentre, construir una guarida si los elemen-
tos ambientales lo exigen, seleccionar una pareja para reproducirse, huir pa-
ra no ser devorado o perseguir a su presa. Los distintos grupos de animales
se han adaptado en su movilidad a diferentes ambientes, y así hay animales
que nadan en el ambiente acuático, otros caminan en el terrestre o vuelan
en el aéreo, si bien algunos (los menos) se adaptan a varios ambientes o,
pese a que provienen originalmente de uno, viven en otro.
La adaptación de los animales también se relaciona con el tipo de dieta:
los hay que sólo comen vegetales (herbívoros), otros sólo se alimentan de
animales (carnívoros) y finalmente unos pocos que tienen una dieta amplia
(omnívoros), como es el caso del hombre. Su adaptación también incluye la
forma de controlar la temperatura externa. A ese respecto, hay dos grandes
grupos de animales: los de sangre fría, que no son capaces de regular su
temperatura corporal y por ende son muy dependientes de las condiciones
ambientales y se manejan en un rango relativamente corto de posibilidades
térmicas, y los animales de sangre caliente, que regulan su temperatura in-
terna y además poseen toda una serie de elementos que los aíslan de la
temperatura exterior (pelos y plumas para abrigarlos y un sistema de refrige-
ración basado en la transpiración para atemperar las altas temperaturas), lo
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LÓPEZ BERMÚDEZ, F., Como especie animal el hombre se clasifica entre los vivíparos, mamífe-
RUBIO RECIO, J. M. y ros y omnívoros, de gestación lenta pero período reproductivo regular no es-
CUADRAT, J. M. (1992), Geo-
grafía Física, Cátera, Madrid, tacional, mediana longitud de vida, un período de dependencia materna no-
tercera parte, capítulo 10. tablemente extenso, hábitos terrestres, incapaz de volar, mediocre corredor
y nadador y uno de los pocos animales que mata por placer, especialmente
SIMMONS, G. (1987), Biogeo- a otros animales de su propia especie. El hombre ha modificado algunas de
grafía natural y cultural,
Omeba, Barcelona, sección estas características originales utilizando su capacidad de innovación tecno-
I, capítulo 2. lógica: por ejemplo, ha alargado su período “natural” de vida, vuela, se des-
plaza muy velozmente por la superficie y por el agua. Sin embargo, todos es-
tos adelantos tecnológicos no le han hecho cambiar ese particular hábito de
matar a sus semejantes, que, es más, ha potenciado.
1.5. Ecosistemas
Como ya hemos dicho, la idea de separar los diferentes factores que encon-
tramos en la naturaleza sólo tiene una finalidad didáctica. La realidad con-
creta se nos presenta como un sistema complejo de elementos muy relacio-
nados entre sí, razón por la cual una forma más realista de acercarnos a
una explicación de los fenómenos naturales es a través de la idea de eco-
sistema -conjunto de animales, vegetales y elementos abióticos que se de-
sarrollan e interactúan en un cierto lugar y en un cierto momento-.
Los límites de los ecosistemas son puestos por el observador. En realidad,
toda la superficie terrestre (que algunos llaman la biosfera) es un ecosiste-
ma único, que dividimos para su mejor análisis. Así, por ejemplo, hablare-
mos del ecosistema de la laguna tal o del cerro cual, pero al hacerlo las
más de las veces tendremos que incluir elementos que ingresan y egresan
de dicho ecosistema y que provienen de o se dirigen a otros. También pode-
mos hacer un esfuerzo de clasificación y tratar de dividir la superficie terres-
tre en una suerte de ecosistemas característicos, esto es, combinaciones
singulares de factores, llamados biomas (por ejemplo, el bosque o el desier-
to) y aun referir esos biomas a rasgos muy específicos de cierta parte del
planeta (el pastizal pampeano, el desierto andino).
De acuerdo con sus características, los ecosistemas son más o menos pro-
ductivos, productividad en cuya medición es muy difícil incluir a los animales
en razón de su movilidad, por lo cual suele medirse de acuerdo con la pro-
ducción vegetal, ya sea año a año (productividad primaria neta), o bien por el
peso total de los elementos vegetales (la llamada biomasa), mediciones que
varían de acuerdo con el ambiente de que se trate.
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Un ecosistema está formado por una gran cantidad de elementos que gene-
ralmente se agrupan en dos conjuntos: el biotopo o conjunto de factores
abióticos (agua, aire, minerales, relieve, etc.) y la biocenosis o conjunto de
seres vivos, animales y vegetales. La biocenosis se desarrolla como un sis-
tema constantemente dinámico que se retroalimenta (si hablamos de eco-
sistemas grandes) o bien recibe insumos desde el exterior del sistema. Ese
desarrollo puede pensarse organizado en dos formas: las llamadas cadenas
tróficas y las redes tróficas. La cadena trófica se caracteriza por el hecho de
que diferentes animales sirven de alimento el uno al otro, por lo general de
menor a mayor tamaño (el famoso dicho “el pez grande se come al chico”
no está muy alejado de la realidad si hablamos de una cadena trófica incom-
pleta, pero olvida el último eslabón, cuando el pez grande, al morir, sirve de
alimento a los pequeños…). Por lo general, cuanto más pequeños son los
animales en las cadenas tróficas mayor es su número en el ecosistema,
mientras que a medida que ascendemos por la cadena el número de anima-
les desciende, si bien puede aumentar su tamaño. Suele ocurrir que los ani-
males ubicados muy debajo en la cadena se manejen en territorios peque-
ños, donde abunda el alimento (la vegetación), mientras que los ubicados
en los escalones superiores necesitan mayor disponibilidad de territorio por
el hecho de que el alimento es menos abundante.
Debido a que la idea de cadena trófica es demasiado simple como para
explicar la complicada interrelación que existe en un ecosistema, se utiliza
con mayor frecuencia la idea de red trófica, que designa un sistema relacio-
nado de diferentes cadenas. Por ejemplo, cuando Marchetti y Prudkin esque-
matizan el funcionamiento del bioma del bosque subtropical en la Argentina
(véase más adelante), ubican por lo menos seis tipos de animales que se
alimentan de vegetales (ciervos, monos, aves omnívoras y fitófagas, insec-
tos, pequeños animales terrestres) y que a su vez sirven de alimento indis-
tintamente a otros cinco grupos de animales carnívoros (felinos, hurones,
coatí, aguará guazú y dos tipos diferentes de aves). A su vez, cuando mue-
ren, estos animales sirven de alimento a animales carroñeros y a insectos,
y entremedio de la red se mezclan reptiles y anfibios que se alimentan de la
amplia gama de insectos. Todo el sistema se origina, por así decirlo, con la
actividad fotosintética y el crecimiento de las plantas, que sirven de alimen-
to a los animales herbívoros, y así comienzan las diferentes cadenas trófi-
cas, que terminan cuando los animales y las plantas que no han servido de
alimento mueren, se descomponen y se reciclan al suelo como sustancias
minerales y orgánicas.
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La sociedad en su ambiente
Reino animal: para distinguirlos de los miembros de otros reinos, los animales
pueden ser definidos como organismos multicelulares y heterotróficos, con cro-
mosomas diploides y un tipo especial de desarrollo embrionario. La mayor parte
de sus formas tiene un sistema nervioso y tejidos contráctiles, tales como los
músculos.
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Clase mamíferos: vertebrados endotérmicos cuyo tegumento les provee una co-
bertura aislante de pelo y también garras, uñas, cuernos y elementos glandulares
para la alimentación postnatal de los jóvenes, las glándulas mamarias que le dan
su nombre a esta clase. El riñón de los mamíferos es el único adaptado para
mantener la estabilidad de los fluidos corporales y la posesión de un diafragma
incrementa notablemente la eficiencia de la respiración.
Subclase placentados: son los más numerosos y exitosos de los actuales mamífe-
ros. Los jóvenes, que nacen en un estado de desarrollo más avanzado que el de
los marsupiales, son destetados un corto tiempo después de nacer.
Orden primates: orden de los mamíferos que retiene una cantidad de las caracte-
rísticas estructurales primitivas, tales como cinco dedos en los miembros anterio-
res y posteriores, pero que muestra también muchos rasgos avanzados como ojos
con visión binocular dirigidos hacia adelante, cerebro agrandado, manos y pies
prensiles y miembros de gran flexibilidad, que evolucionaron para trepar y ba-
lancearse en los árboles.
Familia hominídeos: una familia de los primates cuya única especie viva es el
homo sapiens, los humanos, difiere de sus más cercanos familiares, los pongí-
deos, por el hecho de tener caninos más pequeños, brazos más cortos, cerebros
más grandes y locomoción bípeda totalmente desarrollada. La mandíbula inferior
tiene forma de arco y toda la cara es chata, con la excepción de nariz y pómulos
prominentes (ART, 1993).
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y, menos aun, de enriquecerlas con el paso del tiempo. Por ejemplo, si bien
las hormigas o las abejas poseen un sistema social complejo, éste se ha
mantenido sin modificaciones durante cientos de miles de años…
❘❚❚ “Pero cuando los animales ejercen una influencia duradera sobre el
ambiente en que viven, ello se efectúa involuntariamente y, para estos
mismos animales, es algo casual. Pero cuanto más se aparta el hombre
de la animalidad, tanto más adquiere su influencia sobre la naturaleza am-
biente el carácter de una acción prevista, conforme a un plan, dirigida ha-
cia objetivos determinados y conocidos por anticipado. El animal destruye
la vegetación de un territorio sin saber lo que hace. El hombre la destruye
para sembrar granos en el campo así despejado o plantar árboles o viñas
de los que sabe que le producirán muchas veces más que lo sembrado”.
(ENGELS, 1941) ❚❚❘
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de los ecosistemas, aun los que parecen más vírgenes, y esto, como ya ve-
remos, lo ha logrado utilizando algunos elementos del ecosistema e introdu-
ciendo en él modificaciones, que a su vez precipitaron cambios cuantitativos
y cualitativos. De esta manera, cuando, por ejemplo, se crea un parque na-
cional creyendo que se “preserva” la naturaleza original, muchas veces lo
que se está haciendo es cuidar un ecosistema ya muy alterado (lo que no
debe tomarse como algo negativo).
“Cuanto más uno conoce sobre su historia, más se da cuenta que la tal ‘naturale-
za virgen’ no es lo que parece. Lejos de ser el lugar en la Tierra que se mantiene
apartado de la humanidad, es un hecho profundamente humano. De hecho, es la
creación de una cultura humana muy particular en momentos muy particulares
de la historia humana. No es el santuario prístino donde los últimos remanentes
de una naturaleza intocada -en peligro pero aún trascendente- pueden encontrar-
se sin la pátina contaminante de la civilización. Es en cambio un producto de esa
civilización, por lo que difícilmente podría estar contaminada por el mismo mate-
rial del cual está hecha. La naturaleza virgen esconde su antinaturalidad detrás de
una máscara que es tanto más seductora al parecer tan natural. Al mirar en el es-
pejo que sostiene para nosotros, con facilidad nos imaginamos que lo que vemos
es la naturaleza, cuando en realidad lo que estamos viendo es el reflejo de nues-
tros propios y no reconocidos deseos y nostalgias. Por esta razón, nos engaña-
mos cuando suponemos que la naturaleza virgen puede ser la solución para la
problemática relación de nuestra cultura con el mundo no humano, dado que el
propio concepto no es una parte menor del problema” (CRONON, en: CRONON,
1996, p. 69).
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❘❚❚ “Pero el problema con la naturaleza virgen es que calladamente expresa y re-
produce los mismos valores que sus admiradores buscan rechazar. La huida de
la historia, que está muy próximo a ser el corazón de la idea de lo ‘salvaje’, re-
presenta la falsa esperanza de un escape de la responsabilidad, la ilusión que
de alguna manera podemos limpiar la marca de nuestro pasado y volver a la si-
tuación que supuestamente existía antes que comenzáramos a dejar huellas
en este mundo. El sueño del paisaje natural intocado es la fantasía de los que
nunca han tenido que trabajar la tierra para vivir, gente urbana para quienes la
comida viene de un supermercado o de un restaurante antes que del campo
[…] Solamente alguien cuya relación con la tierra ya estaba alienada puede
sostener lo salvaje como modelo para la vida humana en la naturaleza, dado
que la idea romántica de lo salvaje precisamente no deja lugar para que los hu-
manos vivan de la tierra. Esta es la paradoja principal: lo salvaje incluye una vi-
sión dualista en la cual el ser humano se encuentra enteramente fuera de lo
natural. Si nos permitimos pensar que la naturaleza, para ser cierta, debe ser
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de sus consuelos: poder aislarse del mundo humano, una sensación de perma-
nencia e incluso de eternidad. En lugar de ello, cada metro cúbico de aire, cada
metro cuadrado de suelo, está indeleblemente marcado por nuestra tosca huella,
por nuestra X” (MCKIBBEN, 1990, p. 106).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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“En nuestro lenguaje, la Tierra es nuestra Madre Tierra, el sol nuestro hermano
mayor, la luna nuestra abuela y así siguiendo. Es la creencia de nuestro pueblo
que todos los elementos del Mundo Natural fueron creados en beneficio de to-
das las cosas vivas y que nosotros, como humanos, somos una de las más débi-
les de toda la Creación, dado que somos totalmente dependientes de toda la
Creación para nuestra supervivencia” (JEFE SEGWALISE de los iroqueses, en: MARS-
HAL, 1992, p. 142).
“El mundo es malo, sí, es malo y sin embargo en amado como si fuera bueno.
¿Pero qué es malo en el mundo? Porque el cielo y la tierra y el agua y las cosas
que hay en ellos, los peces y las aves y los árboles no son malos. Todos ellos son
buenos, es el hombre malo que hace este mundo malo.” (SAN AGUSTÍN, en: GLAC-
KEN, 1992, p. 197.)
“El hombre es el intermediario entre las criaturas, el amigo íntimo de los seres su-
periores y el rey de los inferiores, el intérprete de la naturaleza por la agudeza de
sus sentidos, por la curiosidad indagatoria de su razón y por la luz de su inteli-
gencia, el intervalo entre la eternidad duradera y el fluir del tiempo” (PICO DE LA
MIRÁNDOLA, en: MARSHAL, 1992, p. 181).
“En los reinos animal y vegetal la naturaleza ha esparcido los gérmenes de vida
con enorme abundancia y prodigalidad. Ha sido, en cambio, relativamente parca
en cuanto al espacio y el alimento necesarios a su conservación. Los gérmenes
de vida contenidos en este trozo de tierra, dada una alimentación abundante y
espacio donde extenderse, llegarían a cubrir millones de mundos al cabo de
unos pocos años. La necesidad, esa imperiosa ley de la naturaleza, que todo lo
abarca, se encarga de restringirlos manteniéndolos dentro de los límites prescri-
tos. Tanto el reino de las plantas como el de los animales se contraen bajo esta
ley restrictiva, y el hombre, por mucho que ponga a contribución su razón, tam-
poco puede escapar a ella” (MALTHUS, 1993, p. 54).
“El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre,
proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su inter-
cambio de materias con la naturaleza. En este proceso, el hombre se enfrenta co-
mo un poder natural con la materia de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas
naturales que forman su corporeidad, los brazos, las piernas, la cabeza y la ma-
no, para de ese modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las ma-
terias que la naturaleza le brinda. Y a la par que de ese modo actúa sobre la na-
turaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza,
desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus
fuerzas a su propia disciplina” (MARX, 1946, tomo I, p. 130).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
Y así llegamos hasta el presente sin haber logrado un acuerdo sobre si so- FEENBERG, A. (1982),
mos o no parte de nuestro ambiente y, aunque no decidamos al respecto, si Más allá de la su-
pervivencia. El debate ecoló-
tiene sentido tratarlo con respeto. Teniendo esto en cuenta, vale la pena gico, Tecnos, Madrid.
que dirijamos una rápida mirada sobre cómo establecemos nuestra relación
con el ambiente. LE BRAS, H. (1997), Los lími-
tes del planeta. Mitos de la
naturaleza y la población,
Ariel, Barcelona.
2. Lea atentamente el texto sobre las opiniones sobre la natu-
MCKIBBEN, B. (1990), El fin
raleza y el hombre y responda, ¿cuál le parece más atinada y de la naturaleza, Diana,
por qué? México.
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hasta el fin del siglo XVIII, Ed. El Cerbal, Barcelona, parte 1, en-
sayo introductorio.
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Ambiente, Sociedad y Territorio
Todos los recursos naturales integran lo que podríamos llamar el stock total
de materias del planeta, formado por la conjunto de elementos que integran
nuestro mundo y que alcanza la inimaginable cantidad de 6,6 x 1021 (Ton
Hagget, 1988, p. 204), cifra en sí misma muy impresionante pero de dudo-
sa utilidad. Los recursos naturales propiamente dichos representan una pe-
queñísima porción del stock total, dado que se ubican en la delgada capa
superficial del planeta que habitamos y que podemos utilizar (téngase en
cuenta que el recurso natural que extraemos de mayor profundidad, el petró-
leo, lo obtenemos perforando un pozo de aproximadamente 10.000 m, dis-
tancia que, aunque similar a la de la máxima profundidad del mar, sólo re-
presenta un 0,08 % del radio terrestre.
Los recursos son la parte útil de ese stock global y su existencia se mide a
través de un parámetro conocido como “reserva”, concepto muy discutido por-
que a su vez depende de una serie de factores muy dinámicos e interrelacio-
nados, tales como nuestro conocimiento del ambiente, la invención de técni-
cas para extraerlos y el precio que éstos adquieren en el mercado (lo que en
teoría indicaría al menos el esfuerzo que demanda extraerlos). De esa forma,
y tomando como ejemplo el petróleo, la estimación de sus reservas depende
en primer lugar de cuánto se haya explorado la corteza terrestre para calcular
su existencia (por ejemplo, la Argentina ha multiplicado sus reservas por el
simple hecho de haber extendido la exploración a áreas que no habían sido
analizadas). Pero las reservas también dependen de la tecnología desarrolla-
da para extraer el recurso, y, volviendo a nuestro ejemplo, estamos ahora en
condiciones de explotar yacimientos ubicados a mayor profundidad y en me-
dios mucho más difíciles (por ejemplo, arenas impregnadas de petróleo), que
antes no podían explotarse. Finalmente, también interviene el precio que el re-
curso tiene en el mercado; así, el incremento del precio del petróleo a comien-
zos de la década del setenta permitió ampliar la búsqueda a las plataformas
submarinas profundas, cuya explotación resulta muy onerosa, y por lo tanto
sólo factibles de ser productivas con precios altos. Debido a la combinación
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Universidad Virtual de Quilmes
de estos factores, por lo general las reservas de los distintos recursos natura-
les se encuentran en expansión, con excepción de aquellos recursos que son
no renovables.
Pero debemos introducir ahora un nuevo elemento: una clasificación de
los recursos naturales debido a la imposibilidad de referirse a ellos en for-
ma global sin haber procedido a clasificarlos.
Consumibles
No renovables
Reciclables
Permanentes
Renovables
Transitorios
Escénicos
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Ambiente, Sociedad y Territorio
Que se les asigne un precio entre otras cosas da como resultado que no
toda la población mundial tenga el mismo acceso a esos recursos y no es
raro constatar, por ejemplo, que el 75% del petróleo mundial es consumido
por los países desarrollados, cuya población no llega a un 30% del total.
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Ambiente, Sociedad y Territorio
La degradación del ambiente por parte del hombre incluye la alteración del re-
lieve, que aunque realiza todavía en una escala relativamente pequeña, es
importante a nivel local, ya que modifica pendientes, achata lomadas y crea
otras, cambia sistemas hídricos modificando su diseño y alterando sus flujos.
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Universidad Virtual de Quilmes
2.4.2. La contaminación
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Ambiente, Sociedad y Territorio
localizada, como es el caso de las ciudades, sino que también han comen-
zado a notarse efectos de escala mucho mayor, como los muy comentados
agujero de ozono y efecto invernadero. La contaminación, que afecta tanto el
suelo, como el aire y el agua y genera problemas de todo tipo, que incluyen
la degradación de la fauna y la flora, problemas de salud en la población, de-
gradación de recursos turísticos y envenenamiento de los alimentos. Ade-
más, los elementos generados por el hombre que se introducen en el am-
biente contaminándolo permanecen en él durante un tiempo muy dispar,
pero por lo general prolongado.
Los contaminantes conocidos como biodegradables son aquéllos sobre
los cuales actúan los procesos biológicos normales de degradación. Se tra-
ta de contaminantes que se originan en recursos naturales que no han sido
totalmente transformados y en la actividad biológica del hombre y sus pro-
ductos. Siempre que no tengan un alto grado de concentración espacial,
paulatinamente van retornando al ambiente en la forma de minerales que se
incorporan al suelo y al agua. Pero el hombre también genera residuos que
son el producto de fuertes transformaciones, que no existen en la naturale-
za y que por lo tanto no se ven alterados por los procesos biológicos o tar-
dan muchos años en hacerlo. Los plásticos, los metales y sobre todo algu-
nos productos químicos permanecen inalterados en el ambiente y su
capacidad de contaminación se mantiene por mucho tiempo y a veces se ex-
tiende a mucha distancia de donde fueron vertidos. El deplorable panorama
de los “ríos” de bolsas plásticas que bordean los caminos es un buen ejem-
plo, aunque menos peligroso que los residuos químicos tóxicos que se vier-
ten en los cursos de agua o se entierran en lugares poco habitados.
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Ambiente, Sociedad y Territorio
❘❚❚ “Le fue castigado por Dios como reventó el volcán y salió y se asomó los
malos espíritus y salió una llamarada y humo y cenizas y arena y cubrió toda
la ciudad y su comarca donde se murieron mucha gente y se perdió todas las
viñas y ajiales y sementeras. Oscureció treinta días y treinta noches. Y hubo
procesión y penitencia y salió la Virgen María todo cubierto de luto y así estan-
có y fue servido Dios y su madre la Virgen María. Aplacó y apareció el sol pe-
ro se perdió todas las haciendas de los valles de Maxi. Con ceniza y pestilen-
cia de ella se murieron bestias y ganados” (GUAMÁN POMA, en: DIEZ CAMINO, en:
GARCÍA ACOSTA (1996), vol. I, p. 146). ❚❚❘
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puesto Nuestro Señor con tanta misericordia, que fuego, piedra, ceniza y are-
na no la arrojó en derechura a la ciudad, sino a los lados de ella’” (PERALDO
HUERTAS y POHLY, en: GARCÍA ACOSTA (coord.) (1996), vol. I, pp. 317-318.) ❚❚❘
Así como los procesos naturales que originan los desastres son variados,
también lo es la forma, densidad y característica de la instalación y la activi-
dad humanas que se ven afectadas por ese proceso. Para analizar la rela-
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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3
Población y sociedad
Si bien hasta aquí nos hemos referido a la especie humana que puebla nues-
tro planeta utilizando indistintamente varios términos -hombre, especie huma-
na, población y sociedad-,cabe ahora diferenciarlos dado que a esas diferen-
cias nos referiremos en las próximas unidades. Como hemos visto, es
posible considerar que el hombre (tomando este vocablo en forma genérica,
es decir, incluyendo a todos los hombres y a todas las mujeres, sin ánimo se-
xista) es una especie en tanto y en cuanto responde a los imperativos bioló-
gicos que la hacen similar (y a la vez diferente) a otras especies animales.
Pero esta especie puede nombrarse de otras formas si nos referimos no
sólo a sus características estrictamente biológicas. Así, cuando hablamos
de las dimensiones concretas de la especie, tales como el número de indivi-
duos que la conforman, sus características físicas o socioeconómicas, su
movilidad y formas de distribución, la llamamos población. Si deseamos di-
ferenciarla de otras poblaciones animales, deberíamos llamarla población
humana, pero nuestro característico antropocentrismo nos lleva a que cuan-
do hablamos de población a secas nos estemos refiriendo a la humana,
mientras que si hablamos de otras poblaciones, entonces sí agregamos su
nombre distintivo (la población de tortugas, por ejemplo).
En términos muy globales, esa población conforma un conjunto que es el de
todos los habitantes humanos del planeta, lo que durante mucho tiempo se
conoció como la humanidad, aunque este término algo vago connotaba tam-
bién lo que podríamos llamar cultura. Comúnmente nos referimos a subcon-
juntos dentro de ese conjunto mayor, diferenciados por alguna característica
que los hace específicos: el lugar donde habitan (la población del Perú), al-
gún rasgo físico distintivo (las personas de ojos verdes), el sexo (los hom-
bres), una característica económica (los trabajadores metalúrgicos) o cultu-
ral (los analfabetos), y así por el estilo. Todas éstas, que son poblaciones
distintivas por el hecho de que comparten esa característica, pueden a su
vez pueden combinarse, dando lugar a conjuntos cada vez más específicos
y por ende más reducidos en número (los obreros metalúrgicos peruanos de
ojos verdes y analfabetos. En teoría, al menos, podríamos hacer clasifica-
ciones cada vez más estrechas hasta lograr que cada individuo quede com-
prendido dentro de una subpoblación de la cual sea el único miembro, ejer-
cicio metodológico que no por sofisticado deja de ser absolutamente inútil.
Por regla general, los investigadores tratan de hacer ejercicios más intere-
santes y la asignación de una persona a cierta población la clasifica -con
distintos fines- dentro de una serie de conjuntos que dividen exhaustivamen-
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Desde otro punto de vista, una sociedad es una población más todas las re-
laciones (concretas, virtuales, actuales y pasadas, explícitas e implícitas)
que se establecen entre sus miembros, y, como veremos en la unidad si-
guiente, ella también puede dividirse según diferentes grupos y tipos de re-
laciones. Pero por el momento volvamos a la idea de población.
Una persona, y, por simple agregación, un grupo de personas, tiene una se-
rie de características que la individualizan. Algunas, de carácter biológico,
son el resultado no controlado (ni, por ahora, controlable) y fortuito de su
propia gestación, como es el caso del sexo. Otras características, también
biológicas, provienen de lo que en términos muy generales podríamos llamar
su ancestro genético: color de tez, ojos y pelo, conformación craneana. To-
mando en cuenta esas últimas, durante mucho tiempo se clasificó a los se-
res humanos en razas o agrupaciones de personas que compartían las mis-
mas características biológico-genéticas. Las dificultades científicas que traía
aparejada esta clasificación, la virtual imposibilidad de encontrar algo así co-
mo una raza “pura” luego de dos millones de años de uniones entre diferen-
tes grupos humanos y, en no menor medida, el uso ideológico de un térmi-
no supuestamente objetivo, que llevaba a determinar la existencia de razas
“superiores” y justificaba la discriminación, la dominación y aun el genoci-
dio, desacreditaron el uso de esta idea, que fue entonces reemplazada, co-
mo sistema clasificatorio de orden biológico, alternativamente por la de et-
nia o bien la de raíz genética, ambas de uso común (y relativamente
inofensivo) en las ciencias sociales y biológicas.
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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Ambiente, Sociedad y Territorio
Región Pobl. %
África 498 9,4
América Latina 445 8,4
América Anglosajona 276 5,2
Sureste asiático 466 8,8
Sur asiático 1.129 21,3
Lejano Oriente 1.357 25,6
Medio Oriente 408 7,7
Europa Occidental 382 7,2
Europa Oriental * 345 6,5
TOTAL 5.306 100
* Incluye Rusia
Fuente: RUBINSTEIN, J. (1997), The Cultural Landscape. An introduction to Hu-
man Geography, Prentice Hall, Nueva York, p. 60.
Factores Ejemplos
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Desde el punto de vista ambiental, es evidente que hay ambientes más fa-
vorables a la instalación humana que otros, si bien esto debe relacionarse
necesariamente con la capacidad tecnológica del grupo humano al que nos
referimos. Si se habla de sociedades muy poco desarrolladas tecnológica-
mente, que viven de lo que hemos llamado la cosecha ecosistémica, es evi-
dente que aquellos ambientes que generan mayor biomasa con ecosiste-
mas complejos serán más aptos respecto de otros de baja producción de
biomasa con ecosistemas simples. Por ejemplo, una zona subtropical gene-
rará más “oportunidades” de alimentación que otra desértica fría (sin ir más
lejos, en la Argentina la densidad de población prehispánica en lo que hoy
es la provincia de Misiones era mucho más alta que la de la meseta patagó-
nica). Dicho de otra manera, la “capacidad de carga” de la primera será ma-
yor que la de la segunda.
Sin embargo, hace mucho tiempo que el hombre trata tenazmente de
neutralizar los límites que le impone el ambiente, por lo cual, a través del de-
sarrollo de la técnica, ha ido aplicando diferentes sistemas de producción
de alimentos que le han permitido desarrollarse. Por ejemplo, ha logrado
neutralizar la falta de agua para la agricultura inventando y aplicando siste-
mas de riego, lo que permite, por ejemplo, que zonas como los Andes del
noroeste de la Argentina hayan podido sostener una población mucho más
densa de lo que podríamos suponer teniendo en cuenta sólo la cantidad de
lluvia o el tipo de relieve, neutralizados por un sistema de riego combinado
con andenes de cultivo que permiten sembrar en las laderas de los cerros.
De hecho, allí había mucha más población que en Misiones, aunque éste
fuera un lugar más “apto”.
También la abundancia relativa de algún recurso natural ha llevado a la
instalación humana en diferentes lugares, no necesariamente muy favora-
bles desde el punto de vista ambiental (las grandes alturas, por ejemplo,
donde se asienta la población minera). Ante la necesidad de obtener algún
producto, la sociedad humana nunca ha sido detenida por los límites am-
bientales. Asimismo, en la historia de la humanidad ha habido toda una se-
rie de traslados de población originados en causas políticas, sociales o eco-
nómicas, que llevaron a ésta a redistribuirse a un ritmo cada vez más rápido
(no todas la zonas que podríamos considerar “aptas” se poblaron espontá-
neamente y en muchas los habitantes originales fueron desplazados).
En líneas generales, la tendencia de la población ha sido a instalarse en
zonas cada vez más marginales desde el punto de vista de su aptitud am-
biental, por la acción combinada del propio crecimiento de la población, la
necesidad de explotar recursos naturales cada vez más lejanos, asegurar
fronteras y desplazar o reemplazar sectores de la sociedad por distintas
causas sociales, religiosas o políticas, tipo de redistribución de la población,
del cual un ejemplo es la ocupación en la Argentina de áreas como el Chaco
o la Patagonia, reemplazando una población original por otra, debido a cau-
sas estratégicas (fortalecimiento de áreas de frontera u ocupación de zonas
de soberanía en disputa), económicas (ampliación del área productiva) y aun
culturales (reemplazo de una población –la aborigen–, considerada atrasada,
por otra, de origen europeo y supuestamente más desarrollada).
Como veremos en la próxima unidad, también podemos referirnos a la distri-
bución de la población no ya pensando en ciertas unidades (países, conti-
nentes, etc.) o en distintas zonas del mundo, sino refiriéndonos a la organi-
zación espacial de esa distribución. En forma convencional, se ha
66
Ambiente, Sociedad y Territorio
Cuando nacemos, cada uno de nosotros queda determinado por dos “coorde-
nadas”, una biológica (nuestro sexo) y otra temporal (el momento en que na-
cemos, que a medida que crecemos determina una cierta edad). Ambas ca-
racterísticas tienen un rango limitado: el sexo porque biológicamente sólo hay
dos (lo que no quiere decir que culturalmente no se pueda hablar de un nú-
mero mayor de categorías), y la edad porque todavía el hombre no ha podido
evitar la tiranía del tiempo y estamos destinados a morir en un lapso bastan-
te corto, que por lo general no va más allá de los 75-80 años y, en casos muy
extremos, llega hasta los 120, aunque los plazos se han ido extendiendo.
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Razones: relacionan dos subpoblaciones entre sí. Ejemplo: masculinidad, que re-
laciona la cantidad de hombres por cada 100 mujeres.
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Ambiente, Sociedad y Territorio
Medidas resumen: dan una idea rápida de una situación, ya sea con respecto a
una población (ejemplo: edad promedio) o bien relacionando un dato de pobla-
ción con otra información (ejemplo: densidad de población, que relaciona una
cantidad de población con la superficie a la cual se refiere).
P2= P1+N+IN-M-EM
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CR = N – D + IN – EM
P2 = P1 + CV + SM
TD TC70%
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Ambiente, Sociedad y Territorio
3.3.2. La natalidad
El nivel de natalidad de una población está relacionado con una serie de fac-
tores, entre los cuales el más básico es la propia fertilidad de sus mujeres,
esto es, su capacidad de reproducción. Si bien desde el punto de vista bio-
lógico, a lo largo de su vida potencialmente fértil (entre los 15 y los 50
años, aproximadamente) una mujer puede tener aproximadamente 35 hijos,
en la práctica existe una serie de factores que hacen que este número sea
mucho menor. En las poblaciones más aisladas y rurales, factores tales co-
mo los prolongados períodos de lactancia (durante los cuales generalmente
la mujer es mucho menos fértil), el trabajo femenino agrícola, las malas con-
diciones de alimentación y los tabúes culturalmente impuestos (por ejem-
plo, prolongados períodos de “impureza” donde se le prohibe tener contacto
sexual, matrimonios tardíos, prohibición a las viudas de volver a casarse,
etc.) hacen que la fertilidad (o sea el número efectivo de hijos nacidos al fi-
nal de la vida reproductiva) sea mucho menor, ubicándose alrededor de 8 ó
10 (si bien, como veremos, relativamente pocos de éstos sobreviven).
En las poblaciones con mayor nivel de urbanización y por lo tanto con ma-
yor acceso a la información, también hay una práctica generalizada de con-
trol de la natalidad a través de diversos métodos (preservativos, DIU, etc.)
que inciden fuertemente para definir niveles relativamente bajos de fertili-
dad, que, según los casos, se ubican entre 2 y 3 hijos a lo largo de la vida
fértil, medida que desciende en los países más desarrollados hasta casi lle-
gar a 1. También la vida “moderna” impone restricciones a la fertilidad fe-
menina: mayor participación en la PEA, reemplazo del antiguo ideal familiar
por otros que implican menor número de niños pero con mayor acceso al
sistema educativo y cultural, gradual desarticulación de la familia formal,
gran proporción de matrimonios fracasados…
En la población humana se han medido tasas de natalidad de entre 14 y
50 por mil anual. Si nos referimos específicamente a las mujeres, la tasa de
fecundidad se ubica entre 40 y 250 por mil anual. Por lo general, las tasas
más altas corresponden a los países menos desarrollados, más pobres y
menos urbanizados.
3.3.3. La mortalidad
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3.3.4. La migración
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vios. Téngase en cuenta que, por lo menos en teoría, cada vez que dejamos
nuestro lugar de residencia estamos formando parte de un proceso de movi-
lidad de la población, tanto si lo hacemos todos los días para ir a trabajar
como si estamos migrando definitivamente a otro país. Esta complejidad ha
traído aparejado el intento de todo tipo de clasificaciones con respecto a la
movilidad de la población.
A partir de un elemento muy básico, como es la determinación del origen
y el destino de los que se movilizan, pueden surgir una extensa gama de
preguntas, tales como: ¿de dónde y adónde se produce el movimiento? ¿A
cuántas personas involucra? ¿Qué tipo de población se moviliza? ¿Cuáles
son las causas? ¿Por cuánto tiempo se movilizan? ¿Se trata de un movi-
miento entre dos polos o es de otro tipo? ¿Cuán frecuente es la migración?
Para ordenar esta complejidad, es posible confeccionar una lista preliminar
de los movimientos posibles, organizándolos por diversos factores y tipos:
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Ambiente, Sociedad y Territorio
Por supuesto que resulta posible combinar varios factores y tipos de migra-
ción: por ejemplo, la gran migración interna que caracterizó a nuestro país
hasta 1970 se debía a causas sociales, económicas y laborales, e incluyó
tanto migraciones permanentes como de retorno. En realidad, aun cuando al
clasificarlas se trata de ordenar un panorama muy complejo, es más realis-
ta pensar las migraciones como un continuo de movimientos de todo tipo,
que se van desarrollando en un escenario muy variado y que también van
cambiando con el tiempo. Por ejemplo, las primeras migraciones internacio-
nales en nuestro país provenían de Europa, pero luego fueron desplazadas
en importancia por los migrantes limítrofes y las migraciones internas. De la
misma manera, hasta 1970 hubo una fuerte emigración del campo a la ciu-
dad, que actualmente disminuye en importancia a medida que la población
rural pierde peso relativo y absoluto.
Al respecto, tal vez uno de los temas más complicados es tratar de ana-
lizar las causas por las cuales la población se moviliza, ya que por lo gene-
ral es muy difícil definir una, con excepción, claro está, de los casos de mi-
gración forzada. Pero como la mayor parte de las migraciones son de tipo
espontáneo (lo que no significa que no sean planificadas, sino que se trata
de una planificación privada y no colectiva), se torna muy difícil ubicar una
causa única; por el contrario, se trata de causas superpuestas en diferente
escala, que van de lo personal a lo global.
Durante un tiempo se trató de organizar estos movimientos alrededor
de la idea de factores de atracción y repulsión entre los lugares de emigra-
ción e inmigración, pero paulatinamente se ha abandonado esta idea de-
masiado simple y se ha vuelto a análisis más complejos, donde se sope-
san ambos factores –más allá de otros, como el contexto económico,
social y político en el cual se desarrollan estos movimientos y, cambiando
de escala, también las percepciones que los diferentes actores tienen de
la migración-.
También hay que tener en cuenta que la migración no es un fenómeno in-
mutable en el tiempo, ya que a medida que cambian las circunstancias, tam-
bién cambia el tipo de movimientos y su importancia. Tomemos algunos
ejemplos:
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LIVI BACCI, M. (1993), (*) Los datos corresponden al período inmediatemente anterior
Introducción a la Fuente: Censos Nacionales de Población 1947, 1970 y 1991.
demografía, Ariel, Barcelona.
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Las relaciones que se establecen entre las personas pueden ser muy varia-
das: las hay asociativas, cuando un grupo se une para lograr un fin determi-
nado; de intercambio, cuando entre las relaciones media un objeto concreto
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❘❚❚ “Un grupo social se compone de un cierto número de personas unidas por
una red o sistema de relaciones sociales. Sus miembros interactúan entre sí
[…] dentro de normas aceptadas por el grupo […] están amalgamados por un
sentido de identidad o semejanza de intereses que les permite diferenciar a
sus miembros de quienes no lo son” (CHINOY, 1980, p. 58). ❚❚❘
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4
La organización social del espacio
Definiciones
Espacio: 1. Aquello que los objetos ocupan como resultado de su volumen, siendo
la cantidad de espacio ocupado el volumen del objeto. 2. Una parte del espacio,
un volumen, área o longitud que puede ser ocupada por algo, o puede estar vacía,
como por ejemplo una extensión de la superficie terrestre, o la distancia entre dos
puntos o dos objetos, o dos líneas en una página. 3. Un período de tiempo, por
ejemplo entre dos sucesos. 4. Aquello que está más allá de los límites de la Tierra.
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Universidad Virtual de Quilmes
Lugar: 1. Una parte particular del espacio, un área o volumen del espacio, vacía
u ocupada por una persona, objeto u organismo. 2. Un área particular del espa-
cio, por ejemplo una ciudad, pueblo, distrito, etc., real o percibida, donde la gen-
te y el ambiente interactúan a lo largo del tiempo para darle características distin-
tivas respecto de aquéllas de los lugares que lo rodean. 3. La posición en una
jerarquía, escala, arreglo ordenado o en el espacio.
Algunos de estos términos son bastante indefinidos: por ejemplo, ¿qué dife-
rencia hay entre área y zona? ¿Por qué un fragmento territorial en que hay
una situación impositiva específica se llama zona franca y no área franca?
¿Por qué hay un área de frontera ubicada dentro de una zona de seguridad
de frontera y no al revés? Posiblemente el uso sea prácticamente indistin-
to, y no tenga mucho que ver con el tamaño relativo ni con la asignación de
funciones; se trata de términos que no han sido “apropiados” semántica-
mente por ninguna disciplina y cuyo uso, por ende, carece de regulaciones
formales.
No sucede lo mismo con otros términos. Hay algunos que provienen de
las Ciencias Naturales (por ejemplo, bioma), de las Ciencias Sociales (re-
gión) o de la Administración Pública (municipio), lo que significa que han si-
do inventados por ellas o apropiados después de un uso sistemático, espe-
cífico y diferenciado. Y finalmente hay otros que, partiendo de una u otra
área disciplinaria, han sido utilizados a los fines prácticos por las demás. En
todos esos casos, también existe una dimensión del uso común de los tér-
minos, por lo general no muy cuidadosa con su origen semántico.
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Tal vez los conceptos más básicos (y al mismo tiempo complejos) de la lista
que hemos enumerado sean lugar y espacio, necesariamente interrelaciona-
dos, como veremos enseguida.
Aunque muy utilizada en el lenguaje cotidiano, la idea de lugar es muy di-
fícil de concretar. Esta palabra tiene varias acepciones, una de las cuales,
por ejemplo, es la ubicación de una cosa con respecto a cierto orden (a eso
se refiere el famoso dicho “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lu-
gar”). Otra, más cercana a nuestro interés, es un segmento específico de la
superficie terrestre (¿a qué lugar fuiste de vacaciones?), una fracción parti-
cular del espacio, lo que significa que un lugar se puede “definir”, esto es,
ubicar espacialmente, y que esa ubicación es única, ya que no puede haber
dos lugares superpuestos.
Pero ¿cómo concretamos esa ubicación? Una posibilidad objetiva es ha-
cerlo mediante el cruzamiento de coordenadas geográficas: sólo un “lugar”
está definido por la latitud tal y la longitud cual. Pero esa ubicación también
puede hacerse por la simple aplicación de un nombre propio a ese lugar o,
si éste no lo tiene, por su posición relativa a otro lugar conocido (“Fui de va-
caciones a Cavalango” –y, ante la cara de sorpresa del interlocutor– “queda
cerca de Tanti” –sigue la sorpresa– “en Córdoba, cerca de Carlos Paz”). Un
lugar, por lo tanto, tiene una localización absoluta (un “sitio”, por así decir-
lo), definida por un topónimo o por una red cartográfica, pero también una
posición relativa a otros lugares, medida cualitativa o cuantitativamente por
la distancia que media con ellos.
Pero en el diálogo anterior se ha introducido un nuevo problema: ¿cuál es
la extensión de un “lugar”? Si queremos ser muy precisos, el cruzamiento
de coordenadas del cual hablamos en realidad determina un punto concre-
to, pese a lo cual a nadie se le ocurriría que un lugar es un simple punto, si-
no que tiene cierta extensión. A lo sumo, ese punto determina el centro del
lugar, pero no todo el lugar. El problema básico proviene del hecho de que
los lugares son, en realidad, una forma de percepción del espacio que nos
rodea y que esa percepción no tiene límites precisos y además permite va-
rios tamaños superpuestos. Cavalango, Tanti y Carlos Paz son, cada uno,
“lugares”, pero de tamaño diferente. Veamos qué nos dice un autor sobre el
tema de la percepción de los lugares:
90
Ambiente, Sociedad y Territorio
misma forma que se conoce a otra persona. En un nivel muy alto de abstracción
teórica, los lugares son puntos en un sistema espacial, pero en el extremo
opuesto representan fuertes sentimientos viscerales. Los lugares pocas veces
se conocen en ambos extremos: uno está demasiado lejos de la experiencia
sensorial para ser real, el otro presupone tener raíces en una localidad y un com-
promiso emocional con ella, ambos cada vez más escasos. En el mundo moder-
no, para la mayoría un lugar es una experiencia ubicada a medio camino entre
esos extremos. Dentro de ese rango los lugares son ‘construidos’ a partir de
elementos tales como olores, texturas y calidades visuales específicas del am-
biente, cambios estacionales de temperatura y color, cómo se ven cuando nos
acercamos desde lejos, su localización en un mapa de caminos o en el atlas es-
colar” (TUAN, YI FU, 1975, p. 152 -traducción de C. REBORATTI-). ❚❚❘
91
Universidad Virtual de Quilmes
Entre las formas de fragmentación del espacio concreto nos interesa discu-
tir tres de ellas, debido a su larga tradición y por el hecho de que hacen re-
ferencia específica al espacio que sirve de escenario a la sociedad: la no-
ción de territorio, la noción de paisaje y la noción de región.
Avanzando en la noción de espacio concreto, si lo consideramos específi-
camente en relación con la sociedad, como el ámbito en el cual ésta habita,
convive, produce, transporta y consume, y con el cual desarrolla algún grado
de identificación (lo que podríamos llamar el espacio efectivamente apropia-
do y utilizado por el hombre), deberíamos utilizar la noción de “territorio”.
Cuando se desarrollan (y, en ocasiones, para poder hacerlo) todas esas ac-
tividades, la sociedad necesita identificarse con el espacio concreto que es-
tá utilizando, considerarlo como propio (si bien no necesariamente en un
sentido de apropiación formal y exclusiva). Dicho de otra manera, territorio
es cualquier porción del planeta con la cual algo o alguien se identifica: en
diferentes escalas, nos referiremos entonces al territorio de un individuo, de
un conjunto de personas, de una institución o al espacio concreto sobre el
cual ejerce soberanía un Estado.
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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Universidad Virtual de Quilmes
Cabe decir que estas distancias cambian con las diferentes culturas: por
ejemplo, es notable la diferencia que existe entre lo que un anglosajón con-
sidera distancia “personal” (que nunca incluye el contacto físico) y lo que
una persona del sur de Europa acepta como tal. En este caso, las distan-
cias personales muchas veces incluyen el contacto físico, normal y espera-
ble como prueba de afecto y relación.
Territorios y territorialidades
“Los seres humanos dividieron temprana y sistemáticamente el espacio geográfi-
co en el cual vivían. El concepto de territorio expresa el reconocimiento del he-
cho de que un grupo de personas está ‘en casa’ y detenta el control seguro de
sólo una fracción del total del área que está en general abierta al recorrido e ini-
ciativas de sus miembros” (GOTTMAN, J., 1973, p. 7).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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Universidad Virtual de Quilmes
del concepto de paisaje, uno de raíz estética, en que el paisaje es una porción
del espacio concreto aprehensible por la percepción visual. Los diferentes
arreglos de los factores que constituyen un paisaje (en términos generales,
los elementos naturales y los producidos por el hombre) determinan una cier-
ta configuración que es adjetivada por el espectador. Si bien por lo general al
término “paisaje” se le asigna una valoración positiva (el paisaje como algo
bello, armonioso, tranquilo), también es común hablar de un paisaje feo, deso-
lado o inarmónico. El sentido original estético del término paisaje se manifies-
ta en el hecho de que la forma más evidente de mostrarlo es a través de una
fotografía o, mejor aún, de un cuadro. En los típicos cuadros “de paisaje” se
muestra un arreglo entre elementos de la naturaleza y productos humanos ar-
monioso y pacífico, elementos todos que agregan algo al conjunto (razón por
la cual se diferencia de la fotografía, que contiene elementos objetivos que ha-
cen “ruido” al observador). En los típicos cuadros paisajísticos no faltan una
montaña, un lago, un bosque, un prado, un ciervo, un crepúsculo, una cabaña,
tal vez un bote…
En el otro significado, la idea de paisaje también ha tomado cuerpo en la
ciencia, a través de la geografía primero, para luego extenderse a la ecolo-
gía. También en este caso el paisaje es una porción del espacio concreto
aprehensible por los sentidos, pero la idea no es estética sino metodológi-
ca: se trata del fragmento del espacio al alcance de un analista en el cam-
po, es una superposición de elementos de distinto origen (por ello se utiliza
la figura de un palimpsesto, documento medieval que se borraba y sobre el
cual se volvía a dibujar, dejando un rastro del dibujo anterior).
Hace mucho tiempo que en Ciencias Sociales se habla del tema de la región,
aunque se trata de un término, que, por su uso, supera ampliamente el cam-
po estricto de estas disciplinas y es parte ya del lenguaje cotidiano. En princi-
pio, y para la mayoría de la gente, una región es simplemente un fragmento del
espacio terrestre que tiene alguna característica propia, independientemente
de su tamaño y de su grado de formalización administrativa; así, es posible re-
ferirse a la región de la Patagonia, a la región del vino o al Mercosur como re-
gión de América Latina. También es parte del lenguaje cotidiano referirse a
96
Ambiente, Sociedad y Territorio
una región como una forma de administración del territorio. Por ejemplo, la
Constitución de nuestro país, en su reforma de 1994, indica que las provin-
cias pueden agruparse para formar “regiones” con el fin de lograr un objetivo
común. En otros países, como el Brasil, el término “región” es de uso corrien-
te para designar también un recorte territorial y administrativo específico.
Paralelamente, es común que se hable de “regionalismo” para referirse a
algo característico y único de un lugar determinado (por ejemplo, el uso de
una palabra o una comida especial, sindicados como “regionales”). También
es común usar el término para referirse a cierta identificación territorial de
la población, que generalmente se opone a la nacional (desarrollaremos el
tema en la Unidad 6). Finalmente, en nuestro país es común el uso del tér-
mino “regional” para referirse a lo que proviene o está fuera de la región
pampeana (una evidente “barbaridad” de nuestro lenguaje), por ejemplo,
cuando hablamos de “economías regionales” o de “problemas regionales”.
Pero en Ciencias Sociales (y principalmente en Geografía) se le ha querido
dar al concepto de región una forma más cercana a lo científico. En primer lu-
gar, se comenzó a hablar de “región geográfica” como una porción del espa-
cio concreto que preserva un cierto grado de “personalidad”, esto es, un te-
rritorio relativamente completo en sí mismo. Según Iná de Castro, “[…] las
regiones existen como unidades básicas del saber geográfico [...] como el re-
sultado del trabajo humano en un ambiente determinado” (De Castro, I.,
1995, p. 56). Esa región, de un tamaño variable pero siempre ubicado dentro
de una nación, era objeto de una descripción minuciosa y aparentemente ex-
haustiva, siguiendo por lo general un índice preciso (posición, tamaño, geolo-
gía, geomorfología, etc.), pero el concepto carecía del suficiente vuelo meto-
dológico y obligaba a los investigadores a trabajar con espacios cada vez
más pequeños, justamente en virtud de esa necesidad de exhaustividad.
Aunque la idea de región geográfica tuvo una larga tradición, fue necesa-
rio ampliar este concepto hacia otros más prometedores desde el punto de
vista científico. Así, aparecieron los conceptos de región homogénea, región
funcional y planificación.
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Universidad Virtual de Quilmes
“En el lenguaje cotidiano del sentido común, la noción de región parece existir
relacionada con dos principios fundamentales, los de localización y extensión.
Así, puede ser utilizada como una referencia asociada a la localización y la ex-
tensión de un cierto hecho o fenómeno, o ser también una referencia a los lími-
tes más o menos habituales atribuidos a la diversidad espacial. De esta forma,
utilizamos cotidianamente expresiones como ‘la región más pobre’, ‘la región
montañosa’ o ‘la región de la ciudad X’, como referencia a un conjunto espacial
donde existe el dominio de determinadas características que distinguen dicha
área de las demás. Notemos que como simple referencia no exigimos que esta
noción se defina siempre con relación a los mismos criterios, que exista precisión
en sus límites o que esté siempre referida a un mismo nivel de tamaño o escala
espacial […] En las ciencias en general, como las matemáticas, la biología o la
geología, la noción de región es empleada también asociada a la localización de
un cierto dominio, como el de una cierta propiedad matemática, de una especie,
de un afloramiento rocoso o de ciertas relaciones, como por ejemplo en la bio-
geografía –inspirada a su vez en la ecología- donde dividimos la Tierra en asocia-
ciones regionales de clima, fauna y flora (región australiana, neoártica, etc.). En
este caso, es posible percibir cómo el empleo de la noción de región se aproxi-
ma a su etimología, o sea, un área bajo un cierto dominio o definida por una re-
gularidad de propiedades. En la geografía, el uso de esta noción de región es un
poco más complejo, porque al tratar de hacer de ella un concepto científico, he-
redamos sus indefiniciones y la fuerza de su uso en el lenguaje común y a esto
se suman las discusiones epistemológicas que el mismo uso de este concepto
nos impone” (DE CASTRO, I., 1995, pp. 53-54).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
espacio dado, son lo que normalmente se llama redes urbanas. Si a ellas su-
mamos el conjunto de relaciones que se establecen entre los centros, y que
para la teoría urbana clásica conforman un sistema jerárquico, se llega a lo
que podríamos denominar sistemas urbanos, los cuales, al distribuirse sobre
un territorio específico, definen un espacio que los incluye y el espacio inters-
ticial a los mismos (o sea el espacio rural), que se presupone relacionado
con el sistema urbano. Se establece de esta manera una verdadera jerarquía
territorial –jerarquía que, según la teoría, está escalonada-, que va desde la
población dispersa a la concentrada en los mayores conglomerados.
Esta visión de la región, que podríamos llamar a la vez cartográfica y fun-
cional (dado que todo el sistema espacial actúa como un conjunto), nos la
muestra como una forma especial de región homogénea, donde la homoge-
neidad está dada por el funcionamiento del sistema. Es posible afirmar que
la región funcional, que fácilmente puede abstraerse del espacio concreto y
definirse como un sistema ideal, ha pasado a integrar el sentido común de
los geógrafos, planificadores, arquitectos y en general de todos aquellos que
se ocupan del territorio, dando lugar a lo que hemos llamado el “espacio
abstracto”. Cuando la región funcional se utiliza para planificar el crecimien-
to futuro del sistema, esto es, cuando se aplica el sistema funcional a una
realidad a la que se quiere llegar, se habla de una “región plan” o “región de
planificación”, conceptos que tuvieron mucha importancia en América Latina
cuando la planificación territorial estaba en auge, durante las décadas del
sesenta y del setenta. Implícita o explícitamente, se partía entonces de la
idea de “polos de desarrollo”, consistentes en centros del sistema funcional
en los cuales aplicaría todo tipo de inversiones, cuyo efecto beneficioso (tra-
bajos, mejores salarios, mayores ingresos) se distribuirían por todo el siste-
ma a través de las conexiones existentes. En la práctica, este efecto, llama-
do de percolación, no se produjo y, a lo sumo, se logró que crecieran algunos
de esos polos, sin que el efecto se distribuyera al conjunto de la región.
Un problema que en general se presenta en el momento de la aplicación Coraggio, J. L., “So-
práctica de la idea de región reside en que nunca se han definido muy clara- bre la espacialidad
social y el concepto de re-
mente sus límites, ni se ha estimado el tamaño ideal. Algunos opinan que la
gión”, en Coraggio, J. L. et
región debería ser necesariamente un fragmento subnacional (esto es, más al. (1989), La cuestión regio-
pequeño que el Estado). Pero, por otra parte, encontramos que en muchos nal en América Latina, IIED-
lugares de América Latina existen regiones (funcionales o geográficas) que /CIUDAD, Quito.
traspasan los límites nacionales, impuestos, después de todo, sobre las
realidades concretas. Por ejemplo, el Altiplano puneño es una región geográ-
fica o funcional compartida por la Argentina, Chile y Bolivia. Para otros, no es
posible determinar a priori el tamaño de una región y lo que importa, en de-
finitiva, es el criterio de definición de la misma (por ejemplo, hablan del Mer-
cosur como de una región).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
promedio” reconocido por todos los que se identifican con ella. Tampoco
existe una correspondencia específica entre este nivel de fragmentación es-
pacial y una forma de gestión o administración del conjunto de elementos es-
paciales concretos. Por lo general, ésta se encuentra en otros niveles, aun-
que ejerce influencia sobre éste.
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Ambiente, Sociedad y Territorio
“El punto de partida del presente trabajo es que la combinación de dispersión es-
pacial e integración global han creado un nuevo papel estratégico para las ciuda-
des más grandes. Más allá de su larga historia como centros del comercio inter-
nacional y de la banca, estas ciudades tienen ahora cuatro nuevas funciones.
Primero, como los altamente concentrados puntos de comando para la organiza-
ción de la economía mundial; segundo, como localizaciones clave para las finan-
zas y empresas de servicios especializados que han reemplazado a la industria
manufacturera como el principal sector económico; tercero, como los lugares de
producción –incluyendo la producción de innovaciones– de estas nuevas indus-
trias líderes, y cuarto, como mercados para esos mismos productos e innovacio-
nes. Estos cambios en el funcionamiento de las ciudades han tenido un fuerte
impacto tanto en la actividad económica internacional como en las formas urba-
nas, ya que esas ciudades concentran el control sobre una gran masa de recur-
sos, al mismo tiempo que las finanzas y las industrias de servicios especializados
han reestructurado el orden social y económico urbanos. Son las ciudades globa-
les, y los ejemplos más importantes son por ahora Nueva York, Londres y Tokio”
(SASSEN, 1998, pp. 3-4).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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Ambiente, Sociedad y Territorio
“La mayor parte de las fundaciones urbanas hispanoamericanas tienen como ba-
se un esquema formal muy claro, geométrico y racional, más o menos perfecta-
mente realizado y conocido por la cuadrícula urbana. Este trazado, soporte de la
ciudad colonial, fue después sucesivamente ampliado y extendido para acoger el
considerable crecimiento urbano contemporáneo de aquellos países. Pero este
crecimiento urbano adoptó, se acomodó al mismo tipo de organización espacial,
con un despliegue de nuevas cuadrículas en trono a las antiguas. La persistencia
de esta forma de organización urbana y de ordenación espacial, parece indicar su
generalizada aceptación social y su satisfactorio funcionamiento, esto es, una va-
lidez permanente, más allá de las circunstancias históricas concretas” (GARCÍA
ZARZA, E., 1996).
Entre el espacio urbano y el rural hay una fracción del territorio poco defini-
da, una suerte de ecotono entre la gran densidad de uso urbana y la utiliza-
ción extensiva de la tierra rural. Se trata de un territorio que, por indefinido,
hasta hace relativamente poco tiempo no era objeto de atención por parte
de los analistas territoriales, aunque seguramente traía aparejado más de
un problema a los gestores y planificadores urbanos, es lo que desde una
postura en algún sentido “urbanística” podríamos llamar la tierra periurba-
na, territorio indefinido en su uso, en su apropiación y en su significación,
que en la literatura de fines de siglo era nominado como el arrabal o los ex-
tramuros, con una connotación no sólo geográfica, sino también de margina-
ción social y desconocimiento ambiental. Sin embargo, el crecimiento de la
concepción norteamericana de la ciudad/suburbio cambió esta idea, y el
arrabal (ahora rebautizado) pasó a ser socialmente aceptable y deseable.
Pero no todos los problemas de la producción espacial del territorio son
provocados por tensiones sociales. El ecotono entre la ciudad y el campo re-
presenta también un brusco cambio en el uso ambiental, razón por la cual
esta frontera es muchas veces el escenario de los peores problemas am-
bientales. En muchas ocasiones el borde urbano es el menos controlado: no
ha sido regulado por las reglamentaciones o por los gestores de la tierra ru-
ral, y tampoco ha sido contemplado por los de la ciudad, razón por la cual
permanece muchas veces en un limbo administrativo. Por otra parte, es a
este territorio adonde se dirigen los actores que tienen problemas con su
instalación en la ciudad: las industrias “sucias”, los basurales, los barrios
marginales, todos, de una u otra manera, grandes generadores de tensiones
ambientales. Por falta de regulación, muchas veces este ecotono es una
melange de usos muy diferentes: en la periferia de las ciudades más gran-
des es usual encontrar lado a lado un horno de ladrillos, una huerta, un
country y una villa miseria. En los centros urbanos más pequeños la transi-
ción es menos compleja, aunque es común que algunos usos ambiental-
mente “complicados” (como los basurales) se instalen en este territorio.
Es posible afirmar que lo urbano se extiende sobre lo rural, y también, en
alguna medida, lo contrario: un uso importante en la secuencia rural/urbana
en las aglomeraciones de mayor tamaño es la producción intensiva de horti-
cultura. Esta secuencia de lo urbano a lo rural puede analizarse en un mo-
mento dado del tiempo (que, a la manera de Von Thunen, puede darse como
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Si, con todos los recaudos explicitados, admitimos que existe una separa-
ción entre dos formas de organización del territorio -urbano y rural-, es impor-
tante observar que el peso relativo de uno y otro han ido cambiando. Duran-
te la mayor parte de su historia el hombre vivió en el medio rural (hasta
mediados del siglo XIX menos del 10% de la población vivía en un medio que
podríamos considerar urbano). Hasta entonces eran muy pocas las ciudades
realmente grandes (Londres, París, Pekín), centros de poder de los imperios
coloniales más importantes las dos primeras, o, en el caso de Pekín, el nú-
cleo de una unidad territorial muy extensa y poblada.
Que la Revolución Industrial se extendiera a todo el mundo significó un au-
mento del número de ciudades y como consecuencia un fuerte proceso de
urbanización, proceso que define la dinámica del tamaño relativo de la po-
blación urbana con respecto a la población total. Así, hacia 1950, aproxima-
damente el 30 % de la población mundial era urbana, porcentaje que actual-
mente llega al 50 %.
¿Pero cómo se produjo el incremento del porcentaje de la población urba-
na? Mediante una serie de mecanismos encadenados. En primer lugar, se
produjo una fuerte emigración del campo a la ciudad (lo que algunos llaman
el éxodo rural). En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, co-
menzaron a aparecer nuevos centros urbanos, y, en tercer lugar, algunos de
ellos (viejos y nuevos) alcanzaron un tamaño extraordinario (varias ciudades
del mundo están cerca de alcanzar los 20 millones de habitantes). Como ve-
remos en la próxima unidad, paralelamente tuvo lugar un cambio económico
muy importante, consistente en el pasaje de un sistema basado en la pro-
ducción agraria a otro donde predomina la producción industrial y los servi-
cios.
El crecimiento de las ciudades de mayor tamaño produce a su vez una
serie de modificaciones en su organización territorial. La expansión demo-
gráfica empuja el crecimiento de los bordes de la llamada mancha urbana
(las ciudades son notablemente extensas), a veces porque la población de
mayores recursos busca vivir en áreas menos densas, en lo que se llama un
proceso de suburbanización, pero muchas veces también (o en forma combi-
nada con lo anterior) porque la población de menores recursos es desplaza-
da a los márgenes de la ciudad, donde la tierra es más barata (y las condi-
ciones de acceso a los servicios, peores). Paralelamente, hay en las
ciudades un fuerte proceso de densificación, a través de la construcción de
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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5
La organización económica del espacio
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actividad entabla con el territorio una relación diferente, que admite escalas,
dimensiones y temporalidades específicas.
Aunque cada uno de estos sectores puede ser considerado desde varios
puntos de vista, es común que el punto de partida del análisis sea la distin-
ción de dos tipos de factores: los de producción y los de localización. Los
primeros tienen que ver con la combinación de elementos, ya sea generados
por la propia naturaleza o por la sociedad, que dan como resultado final un
producto. Los segundos son los factores que determinan la ubicación de de-
terminada actividad económica sobre el espacio concreto. Tanto unos como
otros pueden analizarse a diversa escala, desde la individual (por ejemplo,
cómo organiza sus factores de producción un fabricante de corbatas o dón-
de decide localizarse un productor de trigo), hasta la global (por ejemplo, có-
mo van cambiando los factores de localización de la industria automotriz).
En realidad, los factores de producción y los de localización están fuerte-
mente relacionados, y, en buena medida, los segundos dependen de los pri-
meros.
Usualmente se designa como factores de producción la tierra, el trabajo,
el capital y la tecnología, mientras que los de localización son la posición re-
lativa de los mercados de bienes y de trabajo y las características de los re-
cursos naturales e insumos. En las actividades terciarias los factores de
producción y de localización difieren según cuál sea el tipo de actividad a
que nos referimos, y por tanto será totalmente diferente hablar de los facto-
res de localización de una línea de transportes que de un comercio.
En una economía mercantil capitalista como la nuestra, los factores de
producción tienen un valor que se traduce en un precio (lo que desde el pun-
to de vista del proceso productivo es un costo). A su vez, la combinación del
costo de estos factores a lo largo del proceso de producción da como resul-
tado un costo y un precio final del producto. Los factores de localización no
tienen un precio directo, sino que significan un valor y un costo de oportuni-
dad (esto es, varían de acuerdo con la relación entre esos mismos factores
y los productivos), que se reflejará en el precio del producto final. Por ejem-
plo, si un productor agropecuario decide producir trigo en un lugar apropiado
desde el punto de vista ecológico pero que se encuentra a muchos kilóme-
tros de distancia de los mercados, el precio del transporte le impedirá llevar
a ese mercado su producción con un precio adecuado (o sea, similar o me-
nor al de otros productores). De esa forma, los factores de localización se
han traducido, finalmente, en un costo.
El hecho de que intentemos describir la actividad económica en términos
de factores de producción y localización no debe conducirnos a la falsa idea
de que estos factores actúan libremente y de que son objeto de una elec-
ción abierta por parte de los distintos actores económicos. Por un lado, la
economía capitalista no regulada tiende a crear en ellos una distorsión (por
ejemplo, la acción de monopolios que modifican a su gusto los precios).
Además, el propio proceso económico, como veremos, genera factores supe-
restructurales que tienden a crear determinados efectos (por ejemplo, las
llamadas economías de escala y de aglomeración) que limitan la libertad de
elección, y, finalmente, también la sociedad como grupo organizado, a través
de la acción del Estado, puede modificar y limitar alguno o algunos de estos
factores, por motivos que van más allá de la pura lógica económica (por
ejemplo, cuando el Estado actúa como agente de protección ambiental).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
Si bien en principio casi toda actividad económica se basa en el uso y en la 1. MÉNDEZ, R. (1997),
Geografía económi-
apropiación del ambiente o de algunos de sus sectores, ello no significa que ca. La lógica espacial del ca-
ese uso ni esa apropiación tiendan a utilizar el ambiente de acuerdo con pitalismo global, Ariel, Bar-
sus propias características. La lógica económica usual (esto es, la que mo- celona, caps. 1 y 2.
toriza al capitalismo) tiende a considerar el ambiente como una dádiva divi-
2. SÁNCHEZ, J. E. (1991), Espa-
na, razón por la cual no se siente responsable por los efectos que sobre él cio, economía y sociedad, Si-
genera. Esta concepción, a su vez, proviene de una larga tradición que no glo XXI, Madrid, caps. 4 y 5.
define ni la apropiación ni el control social de los recursos naturales (toma-
dos éstos en un sentido amplio), sino que a partir de la teoría del laissez fai-
re (dejar hacer) establece que el ambiente puede ser utilizado por quien se
lo proponga, sin ninguna responsabilidad por los efectos de ese uso. Ya he-
mos visto que en el transcurso de la historia humana esta conducta ha ge-
nerado una serie de efectos desastrosos (deforestación, extinción de espe-
cies, contaminación, etc.), y sólo en los últimos años ha tomado cuerpo un
movimiento dirigido a exigir cierta responsabilidad ambiental a los distintos
agentes del sistema económico, corporeizado en la creación de una legisla-
ción de prevención, control y castigo, aunque vale la pena aclarar que la
efectividad de esos controles es aún dudosa, sobre todo en un mundo glo-
balizado y a la vez fragmentado entre ricos y pobres (se trate de países o de
personas).
Las actividades primarias son aquellas que se basan en el uso de los recur-
sos naturales para obtener un producto. En términos generales, hay dos ti-
pos de actividades primarias:
a) las extractivas, que son las que justamente extraen un producto natural
en cuya gestación no han tenido participación, tales como la minería, la
pesca o la extracción de productos forestales naturales;
b) las agropecuarias, en que a partir de un ecosistema dado se lo modifica
para que produzca lo que el hombre quiere, ya sea a través de la agricul-
tura o de la ganadería.
Las actividades primarias tienen en común una serie de características:
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a) están fijas en el espacio, lo que significa que como sistema productivo no pue-
den trasladarse dado que dependen de la existencia de recursos (ya sean mi-
nerales, forestales o ecosistemas) que son esencialmente inmóviles. Ello tie-
ne como consecuencia que cada lugar del planeta ofrezca para la actividad
primaria una serie de características básicas (que podemos denominar poten-
cial productivo), que, si bien pueden ser relativamente modificadas (sobre todo
en el caso de la producción agropecuaria), determinan una forma de utilización
de los factores de producción y una base rígida para los de localización. Por
ejemplo, si una persona decide plantar bananas en Tierra del Fuego, técnica-
mente puede hacerlo, pero los costos de producción serán altísimos, lo que in-
dica que sería mucho más racional hacerlo en Formosa o en Salta. De la mis-
ma manera, la producción de cobre está ligada a un elemento evidente: la
simple existencia del yacimiento, que no depende de la voluntad humana;
b) se basan en la cantidad y en la extensión como dimensiones básicas, y
aunque un uso intensivo de algunos factores de producción puede au-
mentar la producción, esto tiene naturalmente un techo técnico (para las
extractivas) y biológico (en el caso de las agropecuarias), a partir del cual
para aumentar la producción debería incrementarse, o bien la profundi-
dad, o bien la extensión del yacimiento o de la superficie cultivada;
c) resultan de las relaciones entre cuatro factores: recurso (ya se trate del re-
curso natural básico o de la tierra), trabajo, capital y manejo, que se interre-
lacionan sin poder reemplazarse mutuamente en su totalidad. El aumento
de la actividad primaria se basa entonces en el aumento relativo de estos
factores, si bien en proporciones cambiantes con el tiempo. Así, por ejem-
plo, la producción agrícola puede ampliarse mediante la expansión territo-
rial, pero esa expansión exige a su vez un aumento del capital (por la vía de
las inversiones tecnológicas y de insumos) y del trabajo. Otra variante es el
aumento de la producción por la intensificación del rendimiento, lo que sig-
nifica un aumento en la inversión y en el trabajo, mientras que la variable
tierra permanece fija (lo que no quiere decir que desaparezca);
d) en el caso de las actividades agropecuarias, para obtener su producto
éstas dependen de las características del medio natural, razón por la
cual dependen fuertemente de las condiciones y de los riesgos natura-
les, que sólo pueden ser neutralizados aplicando altas dosis de algunos
de los factores de producción mencionados (por ejemplo, en un área con
escasas precipitaciones, esta limitante puede ser solucionada con el rie-
go, esto es, con inversión de capital).
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Ambiente, Sociedad y Territorio
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Ambiente, Sociedad y Territorio
cantidad de producto que se obtiene o por el precio que ese producto ob-
tiene en el mercado. Por el hecho de que existe cierta flexibilidad en el
uso de los factores y además por la posibilidad de intercambiar su intensi-
dad, la productividad cambia con el transcurso del tiempo. Por ejemplo, la
tendencia actual a intensificar el capital por sobre el uso del trabajo y del
ambiente genera un aumento en la productividad de esos factores, dado
que su peso relativo es menor.
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Pastoreo
Ciudad
Forestación
Agricultura de rotación
Rotación de agricultura
y ganadería
Agricultura de barbecho
largo y ganadería
Modelo de Von Thünen
0 25 50 Millas
0 25 50 Km
118
Ambiente, Sociedad y Territorio
que cuando las sociedades de base agraria crecen en tamaño desarrollan mejores
técnicas de producción para hacer frente a la creciente necesidad de alimentos,
para lo cual da el ejemplo del uso que diferentes grupos de población hacían del
barbecho, esto es, el tiempo que se deja descansar el campo para que recupere
su productividad. Según Boserup, las sociedades de baja densidad utilizaban un
barbecho muy largo (de más de 20 años) –que llama barbecho forestal-, al cabo
del cual la vegetación original se había recuperado totalmente. A medida que la
población crecía, requería el uso de más tierra y eso llevaba a que los períodos
de descanso se acortaran en años, al cabo de lo cual sólo se había regenerado la
vegetación baja (por esta razón llamada barbecho de arbustos). Si la población
seguía creciendo, el barbecho se acortaba a dos o tres años (barbecho de pastos)
y, para mantener la productividad, se comenzaba a utilizar fertilizantes naturales,
llamados abonos verdes. Luego el período de descanso se llevaba a sólo un año,
con lo cual había aumentado la cantidad de abonos, además de aque se utiliza-
ban otros más potentes, y finalmente el período de descanso se eliminaba total-
mente y la productividad se mantenía únicamente mediante el uso intensivo de
abonos naturales y químicos.
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muy alta y puede hacer descender los costos. Participa fuertemente en los
sectores cerealeros, ganaderos y de producción de frutas. No es un gran or-
ganizador del espacio y genera muy bajas densidades de población, aunque
sí se apoya en las redes urbanas.
La plantación es un tipo agrario originado en el siglo XVII en la producción de
azúcar en el Caribe, a partir de lo cual se desarrolló rápidamente en Améri-
ca como una de las primeras formas de introducción de la economía mer-
cantil. Se apropia de grandes porciones de territorio, hasta entonces por lo
general vacío o con un uso muy extensivo. Como la anterior, es una forma
estrictamente empresarial que contrata grandes cantidades de mano de
obra, sobre todo de tipo temporario en momentos de cosecha. Es un impor-
tante factor de organización territorial, especialmente por el hecho de que
suele instalarse en áreas con escaso nivel de desarrollo territorial. En la Ar-
gentina se dedica fundamentalmente a la producción azucarera.
La hacienda -forma arcaica de producción agropecuaria originada en exten-
sas concesiones territoriales de la época colonial- en una época fue funcio-
nal al desarrollo regional como productora de alimentos y combustibles, pe-
ro actualmente está reducida a áreas muy aisladas del Noroeste. El factor
básico de producción es la tierra, dado que el uso de capital es casi inexis-
tente y su productividad muy baja, debido a que su valor es más de renta
que de producción. Frecuentemente ha servido de marco para la preserva-
ción de la cultura campesina.
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productos de bajo precio, como por ejemplo pan, dado que los costos de
transporte serían mayores que el precio original o lo elevarían tanto que el
producto no podría venderse.
Las características del mercado y del lugar donde se instala una industria
generan una serie de factores de suma importancia para ésta -las econo-
mías de localización y las externalidades-. Las economías de localización se
relacionan con la posibilidad de que una industria comparta con otras una
serie de ventajas brindadas justamente por la aglomeración de actividades
similares, lo que abarata los insumos, concentra la potencial mano de obra
y agrupa la demanda potencial, permite el uso de sistemas de transporte
compartidos y suele generar un mercado propio de insumos. Muchas veces
el Estado promociona este tipo de economías de localización ofreciendo
ventajas para la instalación industrial, como es el caso de la creación de los
llamados parques industriales, donde un determinado municipio ofrece a las
industrias tierra a bajo precio, descuentos en los costos de energía y mu-
chas veces exenciones impositivas.
Pero la instalación industrial no se agota en la construcción de una plan-
ta, sino que la puesta en marcha de ésta y el mismo proceso de producción
generan una serie de efectos externos a la planta, que se generalizan bajo
el nombre de externalidades. Estos efectos pueden ser ambientales (por
ejemplo, el aumento de la contaminación), sociales (la degradación de los
lugares cercanos), económicos (la pérdida de valor de los terrenos circun-
dantes) y aun estéticos (aparición de los famosos horizontes de chimeneas).
Hasta hace poco tiempo, cuando se realizaba una instalación industrial no
se tomaban en cuenta las externalidades e implícitamente se pensaba que
los beneficios de esa instalación serían siempre mayores que los daños. Sin
embargo, gradualmente la sociedad fue advirtiendo la falsedad de esa posi-
ción (los beneficios son privados mientras que los daños son colectivos) y
cada vez más las externalidades comienzan a incluirse en la legislación co-
mo limitantes, y por ende a pesar cada vez más en las decisiones de locali-
zación industrial, por lo que se ha generado un cambio importante en la or-
ganización territorial. Algunos de esos efectos han sido la ruralización de las
industrias, trasladadas a zonas rurales para evitar los problemas que hemos
mencionado, o su concentración en áreas especiales y el control muy estric-
to de las que se quedan en los viejos sitios. Este efecto del costo de las ex-
ternalidades es muy evidente en los países desarrollados, y lo es cada vez
más en los menos avanzados.
La localización industrial también responde al contexto social, económico
y político de su entorno, lo que también constituye una externalidad. Es evi-
dente que una decisión de instalación industrial tiene siempre en cuenta la
situación social del lugar donde se ubicará. Por lo general, la tendencia es a
localizarse en lugares de escasa actividad social y donde exista una oferta
de mano de obra asegurada, lo que se relaciona con el contexto económico,
tanto de corto como de largo plazo.
Finalmente, el contexto político y legislativo es fundamental debido a que
por una parte expresa de alguna manera el control sobre las externalidades
negativas (por ejemplo, las industrias tienden a evitar los lugares con fuer-
tes controles ambientales) y por otra porque puede definir un escenario muy
favorable a la instalación industrial. Es muy común que los gobiernos (nacio-
nales, provinciales o municipales) promuevan la instalación industrial me-
diante la oferta de beneficios externos a la misma, tales como exención im-
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nuestro país en sectores tales como la imprenta, las hilanderías, las fábri-
cas de queso o de muebles) y debido a sus escasas externalidades se ubi-
caron en la trama urbana sin mayores problemas; c) la gran empresa nacio-
nal, el sector más importante en el proceso de sustitución de
importaciones, que se desarrolló entre 1930 y 1970 en sectores como la
producción de maquinarias, prendas de vestir, metalurgia liviana y cigarri-
llos. En ocasiones, estas empresas eran de propiedad -total o parcial– del
Estado, que por su mayor capacidad de inversión dio lugar a industrias co-
mo la refinería de petróleo o la metalurgia pesada. Por lo general, se insta-
laron en los bordes de las ciudades y se constituyeron en un elemento de
fuerte atracción para las migraciones en busca de trabajo; d) la gran em-
presa multinacional, relacionada con el mercado internacional y con la glo-
balización de la actividad económica, que aprovecha algunas ventajas com-
parativas que ofrece el país, como la abundancia de recursos naturales y
energía, la calificación de la mano de obra o el apoyo que brinda el Estado,
es actualmente el sector industrial más dinámico aunque tiene como des-
ventaja su volatilidad, dado que considera los factores de localización a
una escala diferente respecto de los otros sectores.
Es posible considerar esta clasificación desde un punto de vista dinámi-
co temporal, lo que permite observar cómo a lo largo del tiempo el peso de
la actividad secundaria fue trasladándose entre estos sectores de distinto
tamaño, y provocando una crisis en el resto. Actualmente, la concentración
en las empresas globalizadas presenta varias facetas. En primer lugar, es
preciso tener en cuenta que este proceso implica la íntima relación entre di-
ferentes sectores de la economía, motorizados por los grandes conglomera-
dos financieros, lo que confiere a las empresas un poder tal que provoca
que el proceso de globalización no implique sólo la creación de nuevas in-
dustrias, sino también la captación de otras más antiguas. Hoy es muy co-
mún la concentración de industrias de un sector determinado (lo cual es
muy evidente en la industria de la alimentación) por parte de las compañías
multinacionales, dirigida a transformar a cada sector en un monopolio (así
se denomina la situación en que un único productor controla un determina-
do producto, lo que le permite fijar el precio y el nivel de ganancia).
Por otra parte, hay que considerar que la industria se encuentra actual-
mente transitando un cambio de escala de producción. Hasta no hace mucho
tiempo, se consideraba que el principal factor de producción era la obtención
de las llamadas economías de escala, en que debido al gran tamaño de la
empresa, ésta podía reducir al mínimo los costos de producción distribuyén-
dolos en un gran volumen; sin embargo, esto generaba una especie de gigan-
tismo industrial, en que cada decisión de localización debía contemplar un
gran volumen de insumos, mano de obra y productos, lo que no era fácil de
lograr, además de que aumentaba muchísimo la generación de externalida-
des, sobre todo las ambientales, y, por último, necesitaba muchos años de
producción para amortizar los costos de instalación. Esto llevó a pensar en
una industria más pequeña, ubicua, altamente tecnificada, que no almacena-
ra grandes cantidades de insumos ni de productos, muy relacionada con la
moderna tecnología computacional y con los sistemas rápidos de comunica-
ción y transporte e integrada en una red productiva basada en un manage-
ment centralizado y en la descentralización de las actividades. Surgieron así
sistemas como el just in time (justo a tiempo), donde los insumos se reciben,
se procesan inmediatamente y se traslada el producto directamente a los
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Marítimo lento muy grande muy grande muy bajo muy baja
Fluvial lento grande grande muy bajo baja
Ferrocarril mediano mediana mediana mediano mediano
Camión rápido baja baja alto muy alta
Avión muy veloz muy baja muy baja muy alto mediana
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las bases para la formación de un medio urbano, ya que para minimizar sus
costos necesita de la concentración espacial de los mercados. Al igual que
en el caso del transporte, la creación de valor por parte del comercio no re-
side en una transformación física de un determinado producto, sino en su
proceso de distribución.
Es común que el comercio se clasifique en dos tipos, el mayorista y el mino-
rista, y la diferencia radica en su ubicación con respecto al sistema de distri-
bución de mercaderías: el mayorista está en contacto con el producto y dis-
tribuye sus productos en grandes cantidades entre los minoristas, que a su
vez se encargan de la distribución entre los consumidores. El evidente enca-
recimiento de costos en este diseño de la red de distribución ha llevado a
adoptar sistemas distintos, uno de los cuales fue la distribución entre mino-
ristas realizada directamente por los productores, muy notable en el caso de
productos de bajo precio y necesidad de distribución rápida (por ejemplo, le
leche líquida). El otro caso, más moderno, es la aparición de los super e hi-
permercados, que hacen las veces de mayoristas y minoristas al mismo
tiempo.
Esto último nos lleva a otra forma de clasificar el comercio, tal cual es su
escala de tamaño. Desde ese punto de vista, tenemos un continuum que
parte del pequeño comercio informal callejero, característico de algunas eco-
nomías urbanas, como se observa en la ciudad de La Paz. Este comercio
cumple un importante papel económico y social en economías no totalmen-
te mercantilizadas, es parte de la estrategia de supervivencia de las clases
menos privilegiadas y a pesar de que evidentemente no cumple con ninguna
de las reglas de escala del comercio mercantil con respecto al balance en-
tre costos e ingresos, tiene una notable capacidad de sostenimiento e inclu-
so de crecimiento, como se puede ver en las ciudades argentinas, que en
los últimos años han visto crecer este tipo de actividad, tal vez como resul-
tado del creciente proceso de fragmentación social.
El comercio minorista mediano, típico de la primera época de crecimiento de
las economías, tuvo un gran desarrollo en nuestro país y cumplió un papel
muy importante como eslabón final de la cadena de distribución de produc-
tos, tanto en el medio rural (el famoso almacén de ramos generales se ubi-
caba en esta categoría), como en el urbano, donde el comercio de barrio fue
un elemento de organización económica, social y territorial relevante.
La etapa de la globalización de la economía mundial trajo aparejado el surgi-
miento de una nueva escala del comercio, la de los ya mencionados super-
mercados, que gracias a aplicar los principios de la economía de escala se
introdujeron muy fuertemente en economías como la nuestra, con el resulta-
do de una fuerte disminución de la escala intermedia. Es por ello que la ma-
nera tradicional de clasificar el comercio -por rubros (alimentos, ropa, artícu-
los para el hogar, etc.)- choca con la tendencia actual a la concentración,
que parte de la idea contraria a la especialización comercial (y a la fragmen-
tación territorial de la oferta), remplazándola por la de la concentración de
los consumidores y de la oferta.
El de las comunicaciones es el rubro del sector terciario que más cambios
ha sufrido en los últimos años. Es posible clasificarlas en comunicaciones
personales, esto es, las que se entablan a un mismo nivel entre individuos
(teléfono, correo) y en que los interlocutores se identifican mutuamente, y
comunicaciones masivas, donde si bien existe alguien que genera el mensa-
je lo dirige a un público no específico, con el cual no se entabla una relación
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relación alguna con lo que sucede en el espacio intersticial a esa red. Aquí
(y en muchos otros casos), las relaciones se han invertido, no van desde los
centros menores a los mayores, sino a la inversa: los impulsos entran por
las redes mayores y a lo sumo bajan hacia los centros intermedios, pero
nunca descienden hasta el medio rural.
Aunque no es posible afirmar que en los países del tercer mundo las re-
des urbanas no tienen relación con el medio rural, existe un corte importan-
te: una cosa es el medio rural con sus pequeños centros rurales, y otra la
red urbana propiamente dicha, que si bien atrae a la población rural, no ne-
cesariamente la sirve ni se relaciona funcionalmente con ella.
Las redes y sus territorios se organizan de acuerdo con lo que en general
podría llamarse áreas de influencia (lo que en la antigua literatura se llama-
ba hinterland) -ya nos hemos referido a ello con la explicación de la teoría de
Christaller (véase texto)-, concepto fácil de captar en principio, pero cuya
aplicación práctica exige mucha reflexión. La idea de área de influencia ne-
cesita una mayor definición: ¿influencia con respecto a qué: al comercio, a
las comunicaciones, al poder político? Si tomamos diversos tipos de influen-
cia, veremos que las redes se agrandan o se achican, se apartan y se super-
ponen y cambian de escala.
Lo que comúnmente se entiende como área de influencia está fuerte-
mente relacionado con la organización económica y política de la sociedad.
Por ejemplo, si medimos la influencia de un centro por el alcance del comer-
cio, hasta hace relativamente poco tiempo se organizaban redes jerárquica-
mente diseñadas, en cuyos nudos mayores se instalaban las grandes casas
comerciales y las distribuidoras mayoristas, y a partir de éstas se armaban
territorios de influencia comercial, que iban descendiendo en jerarquía hasta
definir para cada pequeño pueblo su área de influencia medida por la ubica-
ción de las personas que vivían en el medio rural y que compraban en esa
aglomeración. Ese tipo de redes tiende a cambiar con la mejora de los sis-
temas de comunicación y transporte, que permite prescindir de los últimos
tramos de la red y concentrar la actividad en pocos nudos (por ejemplo, si
se asfalta una ruta, es posible que los chacareros de una zona prefieran
comprar en el supermercado de la ciudad grande y lejana antes que en el al-
macén del pueblo cercano).
Como veremos en la próxima unidad, la influencia política es más difusa
y cambiante: se basa en una organización territorial formal (que representa
la organización política y administrativa básica), y a partir de ésta adquiere
una dinámica propia, cuya explicación es muy compleja (vale la pena men-
cionar el curioso caso de la técnica de gerrymandering, que consiste en mo-
dificar los límites formales de los territorios -las secciones electorales en es-
te caso- para lograr la victoria de un determinado partido político).
En este contexto de organización territorial y económica, podemos consi-
derar el caso de las cambiantes relaciones entre el campo y la ciudad en
nuestro país. En muchos lugares de la Argentina las áreas rurales están
siendo fuertemente transformadas por la introducción agresiva del capitalis-
mo en la producción agraria, lo que a su vez está transformando -y creando-
los centros urbanos que sirven como núcleos de servicios a esta expansión,
y simultáneamente dejan totalmente de lado a otros centros urbanos, que
prácticamente carecen de toda función más allá de la de alimentarse a sí
mismos. La existencia de estos centros urbanos autárquicos y autónomos
de su medio circundante no puede explicarse con los esquemas clásicos, y
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La organización política del espacio
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1. Los límites entre estados no son líneas inamovibles, razón por la cual un
Estado puede avanzar sobre el territorio de otro justificando este hecho
por una variedad de causas;
2. existen fragmentos de territorio que son objeto de disputa entre estados;
3. existen fragmentos espaciales sobre los cuales ningún Estado tiene po-
testad.
1. CLAVAL, P. (1982),
En buena medida, los conflictos bélicos de los últimos siglos se han plan-
Espacio y poder,
teado precisamente alrededor del primero y del segundo tema, aunque es FCE, México. SÁNCHEZ, J. E.
posible imaginar que el tercero generará buena parte de los conflictos de fu- (1992), Geografía política,
turo (sobre el uso del mar, por ejemplo). Ed. Síntesis, Madrid.
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“De hecho, las naciones, al igual que los estados, son una contingencia y no una
necesidad universal. Ni las naciones ni los estados existen en toda época y cir-
cunstancias […] No cabe duda de que el Estado ha emergido sin ayuda de la na-
ción. También, ciertamente, hay naciones que han emergido sin las ventajas de
tener un Estado propio […] Así pues, ¿qué es esta contingente –pero en nuestra
era, al parecer, universal y normativa– idea de la nación? La discusión de dos de-
finiciones muy provisionales, hechas para salir del paso, nos ayudará a ceñir es-
te elusivo concepto:
2. Dos hombres son de una misma nación si y sólo si se reconocen como perte-
necientes a la misma nación. En otras palabras, las naciones hacen a los hombres,
las naciones son los constructos de las convicciones, fidelidades y solidaridades
de los hombres. Una simple categoría de individuos [...] llega a ser una nación si
y cuando los miembros de la categoría se reconocen mutua y firmemente ciertos
deberes y derechos en virtud de su común calidad de miembros” (GELLNER, E.,
1991, pp. 19-20).
Según López Trigal y Del Pozo, habría tres tipos de naciones: las políticas,
donde todos sus integrantes están sujetos a la ley común y son representa-
dos políticamente por una única legislatura; las culturales, donde el grupo
social comparte una historia, una serie de costumbres, una relación, una
lengua y una identidad comunes, y finalmente las jurídicas, donde un grupo
de personas se vincula con un Estado por el sistema de derecho.
Pero, ¿qué es el Estado? Cuando se concretan los límites territoriales y
se formalizan los aparatos políticos de gobierno, nace lo que se conoce co-
mo un Estado, la unión de un territorio, un gobierno y un pueblo. El Estado
tiene soberanía (o sea capacidad exclusiva de ejercer el poder) sobre el te-
rritorio demarcado y para ejercer ese control desarrolla un sistema legal or-
denado.
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Nombres e identidades
“La imposición de apellidos permanentes a la población de las colonias nos
ofrece la posibilidad de observar, comprimido en menos de una década, un
proceso que en Occidente puede haber tomado muchas generaciones. Los mis-
mos objetivos animaban al Estado tanto en el caso de los países europeos co-
mo de las colonias, pero en estas últimas el Estado es a la vez más burocrático
y menos tolerante a la resistencia popular. La propia rudeza colonial para darle
un nombre a las personas pone más en relieve los propósitos y paradojas de
este proceso.
En ningún otro lugar esto está mejor ilustrado que en el caso de las Filipinas
bajo el control de España. Mediante un decreto del 21 de noviembre de 1849 los
filipinos estaban obligados a adoptar apellidos permanentes de raíz española. El
autor del decreto era el Gobernador Narciso Clavería y Zaldúa, un meticuloso ad-
ministrador determinado a racionalizar los nombres, tanto como lo había estado
para racionalizar las leyes, los límites provinciales y el calendario […]. El remedio
utilizado [para el caso de los nombres] fue el uso del catálogo, un compendio no
sólo de nombres propios sino también de otros extraídos de la flora, la fauna, los
minerales, la geografía y las artes, cuyo propósito era ser usado para asignar ape-
llidos permanentes y hereditarios […]. La confusión que se trata de remediar es
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Es muy común que se utilice el término “país” para definir un Estado. Se tra-
ta de una palabra mucho más usual en el lenguaje cotidiano que en el for-
mal, ya que no existe en la terminología legal y en la práctica tiene varios
usos. Comparte su raíz con la palabra patria y con la muy común “paisano”,
y todas ellas hacen implícita referencia a una dimensión simbólica de la re-
lación entre una persona y su lugar de origen, reforzamiento de la identidad
que en el último caso se da aun sin la presencia directa del territorio, que
aparece como retirado en el tiempo (por ejemplo, muchos italianos o judíos
de origen centroeuropeo reconocen a una persona como “paisano” refirién-
dose más a una pertenencia étnica que a un lugar preciso).
TAYLOR, P. (1994),
La idea de país no tiene una dimensión precisa ni es necesariamente asi- Geografía Política.
milable a un Estado o a una nación: puede ser asimilada a un lugar, a un Economía-mundo, Estado-
grupo social originario del mismo, a una comarca o a un Estado, aunque nación y localidad, Trama
siempre con un fuerte acento en la identidad, en ocasiones incluso con ca- Editorial, Madrid.
rácter casi patológico y excluyente.
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Todo Estado debe fragmentarse territorialmente para cumplir con dos objeti-
vos básicos: facilitar la administración y la gestión territorial y dar lugar a los
sentimientos localistas. Esta fragmentación tiene como características la de
ser, por lo menos en los primeros niveles, exhaustiva, esto es, que toda por-
ción del territorio queda bajo la administración de uno de los fragmentos. A
partir de la unidad espacial básica, que es todo el territorio del Estado, se
produce una primera subdivisión exhaustiva, que recibe diferentes nombres
según el Estado de que se trate.
Para el caso de la Argentina, esa primera subdivisión es la provincia, que
corresponde a una unidad de representación y gobierno del Estado federal.
Un caso similar es el de los estados en el Brasil y en los Estados Unidos de
América, esto es, unidades territoriales que dividen totalmente al Estado
central y tienen una cierta autonomía política (en ambos casos, por ejemplo,
el nombre oficial es Estados Unidos de…).
En otros casos la primera subdivisión territorial/administrativa recibe el
nombre de Departamento (como ocurre en Bolivia). En el caso de los gobier-
nos unitarios, estos fragmentos territoriales sólo tienen fines administrati-
vos, dado que sus autoridades son definidas por el gobierno central. Un ca-
so particular es el de España, cuya nueva constitución divide el territorio
estatal en regiones, que en casi todos los casos corresponden a entidades
nacionales (Cataluña, Galicia, Cantabria, Asturias, etc.), que son fuertemen-
te autónomas.
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(véase Unidad 4), que incluye no sólo el aumento de la población que habi-
ta en un núcleo urbano, sino que paralelamente implica un proceso de ex-
pansión del área construida de la ciudad. Si se produce sobre áreas rurales,
la expansión no genera mayores problemas administrativos si la autoridad
competente es capaz de ir ampliando el ejido urbano (existe sí un problema
con la administración de la franja periurbana, normalmente tierra de nadie
desde el punto de vista de la gestión), aunque puede suceder que este cre-
cimiento traspase los límites administrativos subprovinciales (cuando éstos
existen).
El problema se hace más complejo cuando el crecimiento urbano va cap-
tando otros centros urbanos menores, a su vez administrados por autorida-
des locales. De esta forma, en las grandes ciudades de América Latina es
común que una gran aglomeración urbana incluya varias autoridades efecti-
vas diferentes. Por ejemplo, en la Argentina el área urbana de Buenos Aires
tiene no menos de 19 municipalidades diferentes, y son similares los casos
de Mendoza y San Miguel de Tucumán, lo cual dificulta mucho la gestión ur-
bana global, ya que para enfrentar problemas comunes (por ejemplo, el trán-
sito o la contaminación) no existe una autoridad global sino que deben pro-
curarse acuerdos entre los distintos fragmentos de gobierno territorial.
Los problemas de la delimitación territorial municipal son un muy buen
ejemplo de las rigideces que el sistema político y administrativo impone so-
bre los procesos concretos, sociales y territoriales, generalmente mucho
más dinámicos y que tienden a no respetar las líneas imaginarias que el
aparato administrativo genera sobre un territorio concreto.
La Argentina es un Estado cuyo territorio admite una unidad superior (el Es-
tado-Nación), con soberanía plena sobre todo el territorio que formalmente
está bajo su administración excluyente (lo que no incluye la Antártida, terri-
torio sobre el cual nuestro país no tiene soberanía, sino sólo aspiraciones a
la misma) internacionalmente reconocida. El Estado administra, legisla e im-
parte justicia, y sus decisiones en ese sentido son absolutas y no pueden
ser contrariadas por las de las provincias. El Estado nacional, que genera
una legislación válida para todo el territorio nacional a través del Poder Le-
gislativo, es el encargado de velar por la integridad territorial a través del
control del sistema de seguridad nacional, integrado por las Fuerzas Arma-
das, la Gendarmería, la Prefectura y la Policía Federal. Además, el Estado na-
cional controla por medio de la Aduana el ingreso y egreso de mercaderías y
también recolecta los impuestos no territoriales (al consumo, a las ganan-
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Una vez aclarado cuáles son los fragmentos territoriales que la política im-
pone para una adecuada administración y gestión de sus recursos y agen-
tes, es necesario preguntarse cómo se manifiestan estos fragmentos en la
práctica, cuáles son los mecanismos de su imposición y formalización.
En principio, los fragmentos politico-territoriales se delimitan mediante
dos elementos, cuya definición no es lo suficientemente clara como para evi-
tar la confusión en su uso cotidiano: los límites y las fronteras. En términos
generales, la diferencia entre uno y otro está en su corporeización concreta,
ya que los límites son líneas y las fronteras franjas. Sin embargo, en el uso
diario estos términos tienden a utilizarse indistintamente debido a que en el
imaginario colectivo la “frontera” entre dos países esta determinada por una
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territorial, son objetivos, esto es, no representan sino una situación de nego-
ciación entre niveles de decisión extra locales. De esta forma, y si no han si-
do resultado de un análisis local detallado, estos límites suelen separar cie-
gamente a personas, tradiciones y culturas, algunas de ellas muy antiguas.
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6.4.2. La frontera
❘❚❚ “Y pronto, sin ser sentidos/por la frontera cruzaron/Y cuando la habían pa-
sao,/Una madrugada clara/Le dijo Cruz que mirara/Las últimas poblacio-
nes/Y a Fierro dos lagrimones/Le rodaron en la cara/Y siguiendo fiel el rum-
bo/Se entraron en el desierto” (HERNÁNDEZ, J., 1915, p. 112). ❚❚❘
Como una extensión de esta idea, se utiliza el término frontera para definir
el área que separa el territorio usado y organizado por un grupo social de
otro que no lo está, caso en el cual usualmente se agrega la palabra agríco-
la para describir el motor que hace desplazar esa frontera. En la Argentina
ha habido muchos casos de fronteras de este tipo, que señalaron los perío-
dos de expansión agropecuaria en lugares como la región pampeana, el Cha-
co o Misiones, donde la frontera significaba el cambio de un uso extensivo y
basado en la explotación de recursos naturales, con escasa instalación hu-
mana permanente, a un uso intensivo agrícola o ganadero, que incluía la ins-
talación permanente de población inmigrante.
Por último, tenemos la idea de frontera política, utilizada en el lenguaje
cotidiano como sinónimo de límite, pero que en el ámbito académico es
usualmente utilizada con una acepción específica, más cercana a la identifi-
cación cultural, como la del área que separa dos estados y que contiene el
límite, pero no se circunscribe al mismo. La frontera es así una especie de
área de transición entre dos culturas y dos identidades diferentes, una fran-
ja donde ambas se mezclan y dan como resultado una hibridación que no es
totalmente la una ni la otra. En la frontera se hablan dos idiomas (si éstos
son diferentes), se escuchan dos formas de música, se comen dos tipos de
comida y se usan dos especies de dinero. La frontera es una especie de
ecotono cultural, que no tiene una extensión definida sino que ésta difiere
según el lugar, el peso de las tradiciones y también la diferente “densidad”
que tienen las dos culturas originales. Muchas veces la frontera es también
un lugar de intercambio comercial, que fluye de un lado a otro al compás del
valor relativo de los diferentes productos.
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Una pregunta que muchos se hacen al mirar el clásico mapa político del
mundo o de América es por qué los países son tan diferentes en tamaño,
seguida por cuál es el tamaño máximo y cuál el mínimo que puede tener un
país. Es ésta una pregunta de no fácil respuesta, porque envuelve implícita-
mente una serie de dudas alrededor de un tema fundamental, que es lo que
podríamos llamar la “viabilidad” de un estado relacionada con el tamaño de
su territorio, lo que a su vez se relaciona con la cantidad de población que
este territorio contiene, porque, evidentemente, por el hecho de que la po-
blación no está homogéneamente distribuida en el mundo, el “tamaño” de
un país es no sólo un problema estrictamente territorial sino también demo-
gráfico.
Por ejemplo, si atendemos a la lista de estados miembros de las Naciones
Unidas, podemos ver que éstos van desde algunos muy pequeños y muy po-
blados a otros muy grandes y poco poblados, mezclados con otros peque-
ños y despoblados y otros grandes y poblados. Con algunos ejemplos es po-
sible construir un cuadro como el siguiente:
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