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Jurate Miceviciute
LAS 17 CIUDADES
DE SANTA TERESA
L i b r o d e v i a j e s
4 M al ag ón
Título original:
17 Šv. Teresės miestų. Kelionių knyga
Jūratė Micevičiūtė
Aštuntoji Diena, Vilnius, 2015
ISBN: 978 - 84 - 8353 - 877 - 7
Depósito Legal: BU - 4 - 2018
Impresión y encuadernación:
Grupo Editorial Fonte – Burgos
Impreso en España. Printed in Spain
B IO GR AFÍA
Teresa de Jesús: cómo vivir libre,
si naciste en tiempos estrechos
26 p.
1. Ávila
Una decisión
radical: comienzo
de todo camino
44 p.
2. Medina del Campo
Un jarro de agua fría
para el fervor inicial
3. Malagón
58 p.
Compromisos: las
muchas vueltas del
camino
72 p. 4. Valladolid
Errores en el camino:
pasos en falso
5. TOLEdo
Poder de la pobreza:
con poca carga se
camina más ligero
90 p.
6
106 p. 6. Pastrana
Caprichos de los
poderosos: ¿ir con la
corriente o en contra?
7. Salamanca
Guía del camino:
¿razón o corazón? 122 p.
138 p.
8. Alba de Tormes
Alma y cuerpo:
inseparables compañeros
de camino
9. SEGOVIA
Gastos de viaje:
el sentido espiritual
del dinero 152 p.
15. Soria
La alegría de los pasos
fáciles: respiros en el
camino
242 p.
16. Granada
Compañeros del
camino: uno nunca
256 p. viaja solo
17. Burgos
272 p.
La reina humildad:
pequeño peregrino en
un camino grande
Tímpano de la Puerta Norte de la Catedral de Ávila 8
PRÓLO G O
Misión imp osible: histori a de alg o que n o tu vo que ser 9
PRÓLO GO
Misión imposible:
historia de algo que
no tuvo que ser
Un viajar diferente
Una ciudad, otra más: tercera, cuarta... Otros muros de piedra que suben
sobre la cabeza, más hermosas esculturas y pinturas mientras otro guía nos inun-
da la cabeza de cifras, fechas y datos. Se acumulan impresiones, los ojos se llenan
de vistas; la cabeza, de información; y los álbumes, de fotos en papel o digitales,
que tal vez nunca descarguemos de la memoria de nuestro ordenador. Así llega
el momento en que empezamos a querer algo más, echar un vistazo más allá
de aquellos impenetrables muros: tocar, oler, degustar, cómo vive la gente allí,
qué felicidad anhelaba y buscaba construyendo estos muros en los tiempos en
que esta palabra mágica significaba otra cosa. ¿Tan distintos eran de nosotros?
No lo sabremos, a no ser que nos acompañe algún habitante de aquella vetada
reserva de la historia. Como cuando paseamos por una extraña ciudad con un
nativo, quien nos muestra los pasadizos secretos hacia los minúsculos bares ocul-
tos entre las sombras de pequeñas plazoletas nunca invadidas por los turistas...
Y quedamos embrujados por aquellos olores, vistas, sabores, sonidos del territorio
conquistado, para siempre, porque por un tiempo lo hemos vivido como profun-
damente nuestro.
Este libro sobre diecisiete ciudades y pueblos de España precisamente invita
a conocer, qué ocultan los gruesos muros de las gigantescas iglesias, palacios y
conventos, cientos de veces descritos en los folletos y libros de viajes. Pero esta vez
nos guía una nativa –Teresa de Jesús–, santa para los creyentes pero también una
reconocida escritora excepcional, innovadora y hasta revolucionaria intrépida,
una persona que supo ser ella misma en unos tiempos difíciles. Precisamente,
ella nos abrirá las puertas a la misteriosa España del Siglo de Oro que estaba a la
Misión imp osible: histori a de alg o que n o tu vo que ser 11
Misión imposible
Todo lo que cuenta este libro, simplemente, no tuvo que pasar en la España
del siglo XVI, al menos, por cuatro razones: la protagonista era una mujer, hija
de un simple mercader, nieta de un judío converso y una monja de clausura, y
por si fuera poco, una enferma incurable desde los 23 años de edad. Semejante
Curriculum Vitae le cerraría casi todas las puertas también en la actualidad,
aunque ya no vivimos en un reino confesional de principios del barroco, cuando
una mujer no podía ni siquiera aparecer por la calle sola; le estaban cerradas las
puertas de las universidades; los inquisidores le habían prohibido leer libros de
12 PRÓLO G O
atestiguando que todavía hoy encuentran respuestas para sus problemas vita-
les en los escritos y la vida de esta mujer, nuestra guía.
BIO GR AFÍA
Teresa de Jesús:
cómo vivir libre, si naciste
en tiempos estrechos
espiritual dentro de la vieja Iglesia. Entre ellos destaca Teresa de Jesús, autora
de cuatro obras sobre la oración y meditación que todavía hoy se consideran
cúspide de la espiritualidad cristiana, y reformadora de la poderosa Orden del
Carmen. ¿Cómo ella, tan práctica y prudente, excelente conocedora de la Igle-
sia de su tiempo, se atrevió con una tarea como esta? Era nieta de un judío
converso, por lo tanto una persona de segunda clase en la España de entonces,
y solo ella misma sabía cuánto arriesgaba abandonando la segura sombra de un
convento de clausura y lanzándose a la acción. En cualquier momento podía
salir a la luz este amenazador hecho de su linaje, alegrando enormemente a los
incontables enemigos de la “inquieta monja andariega”.
En sus obras Teresa revela que sacaba fuerza de su oración personal (hoy
diríamos meditación) y de la relación con Dios, a quien llamaba su amigo.
Pero esta amistad no nació de golpe. En la biografía de Teresa de Jesús
destacan tres etapas muy diferentes: su vida en el mundo hasta los veinte
años (la niñez y la adolescencia); los veintisiete años en el monasterio de la
Encarnación, y los últimos veinte años en los que ella marcó el rumbo de la
historia espiritual del mundo cristiano.
Convento de Nuestra Señora de Gracia (s. XVI) de las madres agustinas, era el internado para las
nobles señoritas abulenses donde casi un año vivió Teresa por voluntad de su padre. Ávila
Monasterio de la Encarnación; en 1568 Teresa de Ahumada abandonó la seguridad de sus muros para con-
vertirse en Teresa de Jesús, la fundadora, representada “saliendo” por sus puertas. Fernando Cruz Solís, 1968
El locutorio de la Encarnación San José y el Niño Jesús (s. XVIII); Teresa Arrodillada en este
donde a Teresa se le “representó contó que precisamente a este santo suntuoso cojín la
Cristo con mucho rigor” dándole agradecía su recuperación después del señorita de Ahumada
entender cuánto le pesaban sus coma y los tres años de parálisis. Museo pronunció sus primeros
vanas conversaciones (V 7, 6) Carmelitano, Alba de Tormes votos. Monasterio de la
Encarnación, Ávila
reptando a gatas, sintiéndose tan feliz que se olvidó por completo de la poca
dignidad de esta postura. Según Teresa, la había curado san José, el humilde
esposo de la Virgen María, hasta entonces poco venerado en la Iglesia.
El maldito viaje para ver a la curandera dio otro inesperado fruto: de cami-
no la enferma se quedó un tiempo en casa de su tío donde leyó uno de los best
sellers de aquellos años, el “Tercer Abecedario”. Su autor fray Francisco de Osuna
animaba a no conformarse con las devociones externas y buscar una relación
más auténtica con Dios. Teresa sintió que sus palabras le llegaron al corazón.
Desde la infancia era mujer de fuertes deseos, y ahora decidió vivir su elección
vital hasta sus últimas consecuencias, y ya que se comprometió a amar a Dios,
hacerlo con toda la valentía y para la eternidad, como los valientes caballeros de
sus lecturas juveniles. Solo que el monasterio de la Encarnación no era un lugar
propicio para hacerlo por sus muchas distracciones, y Teresa se sentía mal, como
si estuviera traicionando a Dios, a quien prometió su fidelidad y amor.
Al morir su padre (1544) Teresa se sintió aun peor, pero para una conver-
sión definitiva todavía faltaban diez años. La balanza de sus dudas se inclinó
definitivamente cuando ella un día vio la imagen de Cristo “muy llagado” que
alguien había dejado en el oratorio (V 9, 1). Al verlo Teresa se sintió profunda-
mente conmovida por los sufrimientos que él aceptó pasar por los hombres y
también por ella. El último empujoncito se lo propició san Agustín. Teresa se
reconoció en su libro de “Confesiones”, donde él relata cómo vivía el doloroso
“sí, pero todavía no”, diciendo a Dios que le llame definitivamente, pero mejor
que lo haga más tarde. El “sí” definitivo debía pronunciarse aquí y ahora, y
Teresa de Jesús: Cómo vivir libre , si nac iste en tie mp os estrec hos 21
Teresa lo hizo, por fin entregando su voluntad a Dios sin reservas. Entonces,
en 1555, comenzó la etapa de abundantes visiones sobrenaturales en su imagi-
nación. En breve toda Ávila se llenó de habladurías sobre la monja visionaria
porque sus confesores poco discretos se fueron de la lengua. Estaban asusta-
dos: en las últimas décadas varias mujeres (monjas y hasta una abadesa) enga-
ñando –o engañándose– consiguieron la atención y respeto, siendo invitadas
a aconsejar a los nobles y hasta a los reyes, pero acabaron condenadas por la
Inquisición. ¿Y si era el demonio quien se aparecía a Teresa y la engañaba?
Aconsejaban a Teresa ahuyentar las visiones… dándoles higas. Fue pesadísima
la carga de habladurías, sospechas y condenas que Teresa tuvo que soportar
durante cinco años, pero mucho más pesadas le resultaron sus propias dudas
interiores y temores. Por fin en 1560 conoció a san Pedro de Alcántara, quien
con toda su autoridad le afirmó que sus visiones provenían de Dios. Por fin,
Teresa sintió la tierra firme bajo sus pies.
La revolucionaria de la humildad
Modernas revistas de psicología dirían que Teresa se encontró a sí misma.
Esto ocurrió tarde, cuando ya había cumplido 47 años, una edad cuando incluso
nuestras contemporáneas empiezan a meditar sobre la jubilación. En la España
del siglo XVI una mujer de esta edad y con tantísimas enfermedades, ya debía
dirigir todo su pensamiento hacia la eternidad. Pero Teresa se lanzó a la acción.
En 1562 fundó su primer convento reformado de Carmelitas Descalzas, donde
pasó los cinco años más felices de su vida y escribió dos de sus cuatro grandes
obras. Desde 1567 su actividad superó todo lo imaginable. En quince años fundó
otros 16 conventos de mujeres y dos de hombres, carmelitas descalzos (y ayudó
a fundar otros 13), gestionando estas fundaciones escribió más de 15 mil cartas
(entre 3 y 5 al día) y viajó seis mil kilómetros a lomos de mula o en carrozas
tiradas por bueyes, por las malas carreteras de la meseta central que en los meses
de invierno eran un cenagal y en verano se convertían en una sartén del infierno.
¿Cómo es posible que tanta actividad no llamara la atención de la Inqui-
sición? Tres denuncias contra Teresa, entregadas entre 1574 y 1579, obligaron
a los inquisidores a interesarse por la monja andariega, pero todo se acabó con
una investigación preliminar, sin llegar a la presentación de cargos. Finalmente,
el mismísimo gran inquisidor cardenal Gaspar de Quiroga recibió a Teresa en
Madrid y le expresó su profunda admiración por el libro de la “Vida”.
22 BIO GR AFÍ A
Gregorio, san Jerónimo y así que a diferencia de las para entrar en un convento
san Agustín, dando un gran Clarisas –otra orden femenina de clausura, a las candidatas
empujón a la vida espiritual de clausura de entonces– exigiesen poseer el doctorado6.
de Teresa. Reconociendo Teresa aspiraba reunir en sus Beatriz murió al dar a luz a su
su mérito Teresa, en las carmelos la élite intelectual décimo vástago cuando tenía
Constituciones de su Carmelo de su tiempo. Según un apenas 33 años, dejando a
reformado, subrayará que las historiador moderno, era Teresa huérfana a la edad de
hermanas deben saber leer, como si en el día de hoy, 14 años.
1.
Ávila
28 Ávil a
Una decisión
radical: comienzo
de todo camino
una grandísima compasión por las muchas almas que no aceptan la mano de
Dios y se pierden, ¿pero cómo podía ayudarlas? Los hombres se convertían en
predicadores o misioneros, pero siendo mujer Teresa veía un único camino:
vivir sus votos de carmelita con tanta perfección como pueda, y entregar toda
su voluntad a Dios como sacrificio por estas almas. Consiguió contagiar con
ese fervor a unas cuarenta monjas de la Encarnación, y todas empezaron a
dedicar mucho tiempo al recogimiento y la oración interior, que hoy llama-
ríamos meditación.
En una de las improvisadas reuniones del pequeño “club de mujeres” que
solían acudir a la celda de Teresa, la hija de su primo, María de Ocampo, se
acordó del convento más riguroso recientemente fundado por la reina regente
Juana de Austria: “Tía, tú podrías fundar un conven-
to como este para nosotras”. Y ofreció para este fin
su futura dote, mil ducados. La noble viuda abulense
Guiomar de Ulloa, emocionadísima, se ofreció ayu-
dar con las licencias y la renta. Teresa se sintió aco-
rralada: criticar era una cosa, ¿pero salir ella misma
a fundar un convento? Se sentía demasiado mayor y
La cúpula de la Basílica
de San Vicente. Ávila
30 Ávil a
El camino de Toledo a Ávila pasa por la escarpada y agreste meseta central castellana
Una dec isión r adic al: comienzo de tod o c a min o 31
Iglesia de San Juan donde fue Los dos coros, alto y bajo, de la Encarnación pero ya provistos de
bautizada la futura santa. Ávila una doble reja propia de los Carmelos reformados de Teresa de
Jesús; en el centro, el comulgatorio usado por ella; la pintura
representa sus desposorios místicos que vivió en este lugar. Ávila
salud. Por suerte Teresa no le hizo caso: la carta del Papa, enviada desde Roma
en abril, llegó a la Encarnación por la tarde el mismo día cuando llegó ella...
¿Y si la importante misiva hubiera acabado en otras manos?
El cuñado de Teresa, Juan de Ovalle, cayó preso de una misteriosa fiebre
en Ávila, donde se encontraba solo. La priora de la Encarnación permitió a
Teresa mudarse a la supuesta nueva casa de los Ovalle a cuidar del familiar en-
fermo. Así, sin querer, le dio la oportunidad de culminar su atrevido proyecto.
Con la supervisión de Teresa en la humilde casita terminaron las reformas, y
su cuñado Juan bromeaba: “Señora, ya no es menester que yo esté más malo”8.
Los vecinos empezaron a sospechar, y faltando solo dos días para la apertura
del convento entregaron una queja a la junta de la ciudad: decían que las obras
ponían en peligro la red pública de abastecimiento de agua.
Las “coincidencias” no acabaron allí. En julio de 1562 vino a Ávila el gran
valedor de Teresa san Pedro de Alcántara, ya gravemente enfermo. Se tomó
la molestia de convencer al nuevo obispo, Álvaro de Mendoza, a admitir bajo
su obediencia el nuevo convento, porque el provincial del Carmelo se había
negado a hacerlo.
Teresa tenía elegidas sus cuatro primeras candidatas, todas ya maduras
y sin parientes cercanos, capaces de aguantar los previsibles ataques. Ellas
recibieron sus hábitos de las manos de Teresa el 24 de agosto, mientras tañía la
agujereada campana de la nueva fundación (el dinero solo daba para comprar
una con defecto de fábrica), y así se fundó el Carmelo de San José. En la pobre
Una dec isión r adic al: comienzo de tod o c a min o 33
Nuestra Señora de Soterraña (s. XIII). Cuenta la tradición que El baldaquino del cenotafio
Teresa de Jesús y sus primeras compañeras pasaron por esta de los tres mártires (s. XV).
capilla camino de su primera fundación y se descalzaron en su Basílica de San Vicente, Ávila
presencia. Basílica de San Vicente, Ávila
La fachada del convento de San José en Ávila oculta un Iglesia de san Pedro (s. XII–XIII),
laberinto de pasillos, escaleras y celdas situadas a diferentes extramuros, donde se celebraban los
niveles porque para la primera fundación hubo que unir juicios de la Inquisición; desde la
varias casas compradas por Teresa de Jesús en secreto. Ávila columna preside la plaza la figura de
santa teresa. Ávila
Carmen Descalzo, así que trabajaba por las “doce pobrecillas” que debían vi-
vir encerradas en San José. Los abulenses poco a poco empezaron a admirar a
sus descalzas por su vida ejemplar de recogimiento. Aunque tanto rigor podía
asustar a las posibles candidatas: cuando la futura Isabel Bautista vino a Ávila,
sus familiares trataron de persuadirla, diciendo que a causa de pasar hambre
las descalzas perdían la cabeza. Lo cierto era que muchas veces las hermanas
subsistían tan solo con pan y queso, y si algún día con la limosna les traían un
huevo o una sardina, era todo un festín.
A pesar de ello para la nueva fundación sobraban candidatas de las prin-
cipales familias de Ávila. Por ejemplo, María Davila “vino triunfando del
mundo, muy galana, con mucha seda y oro y con todas
las galas y aderezos que se podían pedir, acompañada de
toda la caballería de la ciudad, porque tenía parentesco con
la gente principal de ella, y a todos los tenía espantados,
porque era sola en casa de su padre y ya heredada, y poco
antes (...) le parecían pocos todos los casamientos que la
salían”, relata el padre Ribera12. De su dote se construyó la
primera iglesia del convento.
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