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Compromisos: l a s muc h a s vuelta s del c a min o 3

Jurate Miceviciute

LAS 17 CIUDADES
DE SANTA TERESA
L i b r o d e v i a j e s
4 M al ag ón

Título original:
  17 Šv. Teresės miestų. Kelionių knyga
  Jūratė Micevičiūtė
­  Aštuntoji Diena, Vilnius, 2015

Traducción, edición revisada y complementada:


  Jūratė Micevičiūtė

© 2018 by Jurate Miceviciute, al texto y las fotos


© 2018 by Jurate Kemeklyte Bagdoniene, al diseño y la maquetación
© 2018 by Grupo Editorial Fonte, a la edición
P. del Empecinado, 1; Apdo. 19 - 09080 - Burgos
Tfno.: 947 25 60 61; Fax: 947 25 60 62
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ISBN: 978 - 84 - 8353 - 877 - 7
Depósito Legal: BU - 4 - 2018
Impresión y encuadernación:
Grupo Editorial Fonte – Burgos
Impreso en España. Printed in Spain

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La infracción de los derechos mencionada puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal).
8 p.
Compromisos: l a s muc h a s vuelta s del c a min o 5
P RÓLO GO
Misión imposible: historia de
algo que no tuvo que ser

B IO GR AFÍA
Teresa de Jesús: cómo vivir libre,
si naciste en tiempos estrechos

26 p.
1. Ávila
Una decisión
radical: comienzo
de todo camino

44 p.
2. Medina del Campo
Un jarro de agua fría
para el fervor inicial

3. Malagón
58 p.
Compromisos: las
muchas vueltas del
camino

72 p. 4. Valladolid
Errores en el camino:
pasos en falso

5. TOLEdo
Poder de la pobreza:
con poca carga se
camina más ligero
90 p.
6

106 p. 6. Pastrana
Caprichos de los
poderosos: ¿ir con la
corriente o en contra?

7. Salamanca
Guía del camino:
¿razón o corazón? 122 p.
138 p.
8. Alba de Tormes
Alma y cuerpo:
inseparables compañeros
de camino

9. SEGOVIA
Gastos de viaje:
el sentido espiritual
del dinero 152 p.

10. Beas de Segura


Razones humanas:
cuando los pasos llevan
166 p. donde no se pensaba ir

11. Sevilla 182 p.


Soledad: cuando el
viaje aleja de los suyos
7

198 p. 12. caravaca de la Cruz


Enemigo en propia
casa: cansancio, tristeza
y temores

13. Villanueva de la Jara


No buscar dificultades
adicionales en el camino 212 p.

228 p. 14. Palencia


La toma de decisiones:
los consejeros

15. Soria
La alegría de los pasos
fáciles: respiros en el
camino
242 p.

16. Granada
Compañeros del
camino: uno nunca
256 p. viaja solo

17. Burgos
272 p.
La reina humildad:
pequeño peregrino en
un camino grande
Tímpano de la Puerta Norte de la Catedral de Ávila 8
PRÓLO G O
Misión imp osible: histori a de alg o que n o tu vo que ser 9

“Porque vida es vivir de manera que no se tema


la muerte ni todos los sucesos de la vida”
Santa Teresa de Jesús, “Fundaciones”
10 PRÓLO G O

PRÓLO GO
Misión imposible:
historia de algo que
no tuvo que ser

Un viajar diferente
Una ciudad, otra más: tercera, cuarta... Otros muros de piedra que suben
sobre la cabeza, más hermosas esculturas y pinturas mientras otro guía nos inun-
da la cabeza de cifras, fechas y datos. Se acumulan impresiones, los ojos se llenan
de vistas; la cabeza, de información; y los álbumes, de fotos en papel o digitales,
que tal vez nunca descarguemos de la memoria de nuestro ordenador. Así llega
el momento en que empezamos a querer algo más, echar un vistazo más allá
de aquellos impenetrables muros: tocar, oler, degustar, cómo vive la gente allí,
qué felicidad anhelaba y buscaba construyendo estos muros en los tiempos en
que esta palabra mágica significaba otra cosa. ¿Tan distintos eran de nosotros?
No lo sabremos, a no ser que nos acompañe algún habitante de aquella vetada
reserva de la historia. Como cuando paseamos por una extraña ciudad con un
nativo, quien nos muestra los pasadizos secretos hacia los minúsculos bares ocul-
tos entre las sombras de pequeñas plazoletas nunca invadidas por los turistas...
Y quedamos embrujados por aquellos olores, vistas, sabores, sonidos del territorio
conquistado, para siempre, porque por un tiempo lo hemos vivido como profun-
damente nuestro.
Este libro sobre diecisiete ciudades y pueblos de España precisamente invita
a conocer, qué ocultan los gruesos muros de las gigantescas iglesias, palacios y
conventos, cientos de veces descritos en los folletos y libros de viajes. Pero esta vez
nos guía una nativa –Teresa de Jesús–, santa para los creyentes pero también una
reconocida escritora excepcional, innovadora y hasta revolucionaria intrépida,
una persona que supo ser ella misma en unos tiempos difíciles. Precisamente,
ella nos abrirá las puertas a la misteriosa España del Siglo de Oro que estaba a la
Misión imp osible: histori a de alg o que n o tu vo que ser 11

cabeza de la cultura europea y mundial, y que pervive hoy en cientos de estereo-


tipos, consiguiendo ser odiada o anhelada por muchos. Fue el imperio más pode-
roso del mundo con tierras en los cuatro continentes, sobre el cual, literalmente,
nunca se ponía el sol. Sus pensadores y artistas –escritores, escultores, pintores–,
filósofos, juristas, economistas y geógrafos marcaron el curso de las ciencias y las
artes. Al mismo tiempo, sus líderes espirituales y políticos con todas sus fuerzas
trataron de preservar este Siglo de Oro cerrando a cal y canto las fronteras del
imperio para toda influencia ideológica desde fuera.
Las huellas de aquellos extraños tiempos aún son perceptibles en la cultura y
mentalidad española, pero las reconoceremos mucho mejor en los lugares adonde
invita este libro. Estamos de suerte: nuestra guía santa Teresa de Jesús, en persona,
nos introducirá en ellas a través de miles de detalles y observaciones de su libro
“Fundaciones” y cartas, relato de sus aventuras en aquellas diecisiete ciudades
donde fundó sus carmelos. Lo más sorprendente es que viajando con ella, una
y otra vez, descubriremos que las preocupaciones
cotidianas, temores, esperanzas y objetivos de las
gentes de aquella lejana España no eran tan distin-
tos de los nuestros. Entonces, ¿cómo lidiaban con
todo ello? Más interesante todavía: ¿cómo los vivía
una persona tan excepcional como Teresa de Jesús,
famosa por su practicidad, sentido de humor, valor
y cordura? La primera mujer declarada doctora de la
Iglesia en 1970, santa y monja, que consiguió ena-
morar hasta a la crítica inspiradora del movimiento
feminista Simone Beauvoir, quien la define como
Los leones de la iglesia de San Pedro
una de las personalidades más excepcionales de con las miradas fijas en la puerta
toda la historia de la humanidad. principal de Ávila

Misión imposible
Todo lo que cuenta este libro, simplemente, no tuvo que pasar en la España
del siglo XVI, al menos, por cuatro razones: la protagonista era una mujer, hija
de un simple mercader, nieta de un judío converso y una monja de clausura, y
por si fuera poco, una enferma incurable desde los 23 años de edad. Semejante
Curriculum Vitae le cerraría casi todas las puertas también en la actualidad,
aunque ya no vivimos en un reino confesional de principios del barroco, cuando
una mujer no podía ni siquiera aparecer por la calle sola; le estaban cerradas las
puertas de las universidades; los inquisidores le habían prohibido leer libros de
12 PRÓLO G O

religión en castellano, y hasta sospechaban de una búsqueda


de Dios y devoción más personal.
Por enseñar métodos de oración y meditación en la Es-
paña de santa Teresa, una mujer podía acabar en los sótanos
de la Inquisición. Que ella pudiera reformar una congrega-
ción religiosa –y encima, una de hombres– ni se le pasaba
por la cabeza a nadie. Reinaba la convicción de que en la
naturaleza de una mujer Dios no había puesto la capaci-
dad de enseñar, por lo tanto los sacerdotes y teólogos no se
cansaban de recordar la famosa frase de san Pablo de “que
La futura santa parte del las mujeres deben permanecer calladas en las reuniones”.
Monasterio de la Encarna-
ción para fundar su primer Lo único que tenía valor en ellas era una vida silenciosa y
convento reformado. virtuosa; precisamente por eso Teresa de Jesús fue procla-
Escultura a las puertas de
la Encarnación, Ávila
mada santa pasados tan solo 40 años desde de su muerte (en
(Fernando Cruz Solís, 1968) 1622), pero su proclamación como Doctora de la Iglesia se
hizo esperar tres siglos y medio.
Visto este panorama, la elemental curiosidad práctica lleva a preguntarse:
¿cómo ella consiguió realizar exactamente aquello que le estaba vetado, y encima
recibir aplausos por ello? La respuesta más inmediata parecen ofrecerla sus famo-
sas experiencias sobrenaturales, entonces: ¿sus consejos solo sirven a aquellos que
hablan con los ángeles, levitan, están en varios sitios a la vez y resucitan muertos?
Ni mucho menos. Teresa no se cansa de repetir que estos son unos dones espe-
ciales, “los da la divina Majestad a los más flacos” (3M 1,9) para fortalecerlos,
pero una persona que no teme ser ella misma puede hacer lo que hacen ellos y
muchísimo más. La lógica teresiana es aplastante: todo hombre lleva escrito en
su interior el plan de Dios, así que si consigue reconocer su aspiración más autén-
tica, todos los ejércitos celestes acudirán en su ayuda. Entonces: ¿se puede dudar
de que esta persona pueda conseguir una vida auténtica y plena?
Alguien así deja una profunda huella. Las enseñanzas de santa Teresa
de Jesús son fuente y vida para unas 12 mil mujeres carmelitas descalzas,
quienes en 90 países todavía hoy viven con la estrechez y rigor de las consti-
tuciones de su reformadora. Sus huellas también marcaron profundamente
las diecisiete ciudades de sus fundaciones, que en 2015 celebraron el 500
aniversario de su nacimiento y acabada la fiesta siguen disfrutando de sus
frutos. Las puertas de algunas de sus fundaciones, abiertas después de siglos
de clausura, y centros de interpretación; obras de arte creadas para la ocasión
así como miles de peregrinos que acuden de todos los rincones del mundo
Misión imp osible: histori a de alg o que n o tu vo que ser 13

atestiguando que todavía hoy encuentran respuestas para sus problemas vita-
les en los escritos y la vida de esta mujer, nuestra guía.

Estructura del libro


La composición del libro surgió de su finalidad: conocer y vivir las dieci-
siete ciudades de santa Teresa a través de sus testimonios y los de sus contem-
poráneos. Así, el texto y las fotos se dividen en diecisiete capítulos, cada uno
constando de tres partes.
Cada capítulo se abre concediendo la palabra a la propia fundadora, para
que relate sus aventuras en dicha ciudad tal y como lo hizo con su inigualable
sentido de humor y sabiduría práctica en el libro de las “Fundaciones” y nume-
rosas cartas. A continuación, en la segunda parte, se presenta la posterior vida
del convento y de la ciudad, contemplada en un contexto histórico y cultural
más amplio. Los textos complementarios acompañan al lector permitiendo ob-
servar con más detalle algún hecho o personalidad mencionados en el relato.
Sin embargo, algunas cosas referidas por santa Teresa sorprenden tanto que
vale la pena detenerse un poco más en ellas. Son las regularidades de la mente y
comportamiento humanos, respuestas a los mismos problemas que afrontamos
hoy en día. No obstante, las soluciones teresianas rompen no pocas recetas este-
reotipadas actuales. Son estos los descubrimientos que dejan la huella más profun-
da y duradera, sobrepasando todas las fotos e informaciones acumuladas. A estas
“instantáneas universales” se dedican los párrafos finales de cada capítulo.
Finalmente, como requiere el género de este libro
–un libro de viajes– una parte importante se destina a la
información práctica, pero velando por la comodidad de
los viajeros esta se recopila aparte, en un pequeño libro de
bolsillo que será más cómodo llevar paseando por la ciudad.
En él se describen los lugares relacionados con las aventuras
de santa Teresa que será interesante visitar y ver en cada una
de las ciudades, y se ofrece un pequeño plano para facilitar
al viajero la primera toma de contacto con la ciudad. Las úl-
timas páginas de este anexo se dedican a los cuatro caminos
teresianos para los amantes de saborear los lugares viajando
a pie. Además, también contiene la presentación del primer El bastón de Teresa de
Año Jubilar Teresiano 2017-2018 para los que decidan vivir Jesús, la monja andariega.
“Alegoría del primer empla-
más profundamente la parte espiritual del viaje con nuestra zamiento de la Fundación de
increíble guía: santa Teresa de Jesús. Malagón” (Carlos Guerra, 2015)
14 BIO GR AFÍ A

BIO GR AFÍA
Teresa de Jesús:
cómo vivir libre, si naciste
en tiempos estrechos

Tiempos dif íciles


Los admiradores y los adversarios de Teresa coinciden en una cosa: ella
era una mujer activa, inquieta, ambiciosa, dotada de una inagotable energía
e inteligencia. Pero: ¿qué puede hacer una persona así en la España del siglo
XVI, donde la mujer podía elegir uno de dos caminos: encerrarse en el ho-
gar de la familia o hacer lo mismo entre las cuatro paredes de un convento?
Lo último prometía un poco más de libertad, al menos no habría que ajustarse
en cada momento a los caprichos y humores del marido. Pero también este ca-
minito venía marcado con tanto rigor que cada intento de buscar una relación
más personal con Dios podía acabar en el sótano del Santo Oficio.
En aquellos tiempos de sospecha institucionalizada, ¿cómo consiguió evi-
tar la hoguera Teresa de Jesús? Con su radicalidad y decisión ella no tenía nada
que envidiar a su contemporáneo Lutero, otro reformador religioso del siglo
XVI. Con una importante diferencia: Teresa en vez de abandonar la Iglesia
católica como él, consiguió reformarla... desde dentro.
Los historiadores coinciden que el movimiento protes-
tante si no penetró en España no fue gracias al celo
de los inquisidores sino porque unos cuantos valientes
cristianos consiguieron abrir espacios de renovación
El contexto espiritual de España en tiempos de Teresa de Jesús estuvo
profundamente marcado por el temor al protestantismo; el dueño de
este ejemplar de la “Cosmograf ía” de Sebastián Münster (1550) veía
a Martín Lutero como un demonio. Biblioteca Nacional de España (BNE)
Teresa de Jesús: Cómo vivir libre , si nac iste en tie mp os estrec hos 15

Ávila de los Caballeros

espiritual dentro de la vieja Iglesia. Entre ellos destaca Teresa de Jesús, autora
de cuatro obras sobre la oración y meditación que todavía hoy se consideran
cúspide de la espiritualidad cristiana, y reformadora de la poderosa Orden del
Carmen. ¿Cómo ella, tan práctica y prudente, excelente conocedora de la Igle-
sia de su tiempo, se atrevió con una tarea como esta? Era nieta de un judío
converso, por lo tanto una persona de segunda clase en la España de entonces,
y solo ella misma sabía cuánto arriesgaba abandonando la segura sombra de un
convento de clausura y lanzándose a la acción. En cualquier momento podía
salir a la luz este amenazador hecho de su linaje, alegrando enormemente a los
incontables enemigos de la “inquieta monja andariega”.
En sus obras Teresa revela que sacaba fuerza de su oración personal (hoy
diríamos meditación) y de la relación con Dios, a quien llamaba su amigo.
Pero esta amistad no nació de golpe. En la biografía de Teresa de Jesús
destacan tres etapas muy diferentes: su vida en el mundo hasta los veinte
años (la niñez y la adolescencia); los veintisiete años en el monasterio de la
Encarnación, y los últimos veinte años en los que ella marcó el rumbo de la
historia espiritual del mundo cristiano.

Una adolescente rebelde


Teresa, el quinto vástago de Alonso Sánchez,
nació el 28 de marzo de 1515. Educarla no fue tarea
fácil. Una niña vivaracha organizaba a sus hermanos
Monumento a santa Teresa de Jesús delante de los
muros de su Ávila natal. J. L. Vassallo Parodi, 1982
16 BIO GR AFÍ A

y se ponía a construir ermitas en el jardín, o se escapaba de casa para ir a mo-


rir como mártir en “tierra de moros” (V 1,5) –esta opción parecía de lo más
apropiada y práctica– después de leer y releer la “Vida de los santos”, su libro de
infancia: el martirio era el camino directo al cielo. Además su padre tenía que
“educar” a la par también a la jovencísima madre de Teresa, doña Beatriz, a quien
él doblaba la edad. Cuando después de dos hijos varones nació Teresa, su madre
tenía apenas 20 años y su padre habría cumplido 35. A escondidas de él ambas
leían las novelas caballerescas. Don Alonso hubiera condenado un pasatiempo
tan vacío. ¿Tal vez su rigurosa y seria religiosidad le venía de su padre Juan Sán-
chez, un judío convertido al cristianismo? A causa de su pasado, aquel próspero
comerciante incluso tuvo que cumplir una penitencia pública en su Toledo natal.
Después de este episodio la familia Sánchez se mudó a Ávila, a unos 150
kilómetros de Toledo, y tan eficazmente ocultó el incómodo hecho, que no
salió a la luz en casi cinco siglos, hasta el 1940, cuando en el archivo de Va-
lladolid un historiador aficionado pidió el expediente del pleito del padre de
Teresa y sus hermanos, donde ellos reclamaban se les reconociera su condición
de hidalgos. El expediente estaba a la vista de todos, pero este historiador,
en vez de admirar la primera página como hacían sus predecesores, abrió la
siguiente. Incluso entonces, a mediados del siglo XX, la administración de
Franco que gobernaba el país con mano de hierro, decidió callar la incómoda
verdad sobre la emblemática “santa de la pura raza española”. El documento
no fue oficialmente “descubierto” hasta el 19861. En los tiempos de Teresa la
situación era mucho peor: la sociedad del Siglo de Oro español estaba obsesio-
nada con la honra, es decir, extremadamente sensible a todo gesto que permi-
tiera dudar de la preciosa “sangre pura”. En España solo cabían los cristianos.
Los reyes acababan de expulsar a todos los representantes de otras religiones,
judíos y musulmanes. Así los hijos del viejo mercader toledano –entre ellos
el padre de Teresa– con mucha razón hicieron lo posible para acallar sospe-
chas. Se casaron con hijas de las muy cristianas y nobles
pero empobrecidas familias y se gastaron grandes sumas
de dinero pleiteando durante años en la Cancillería de
Valladolid.

Teresa leyó la historia del caballero Amadís y otras muchas novelas


de caballerías a escondidas de su padre, pero compartiendo esta
pasión con su madre Beatriz. Edición de 1531, BNE
Teresa de Jesús: Cómo vivir libre , si nac iste en tie mp os estrec hos 17

Convento de Nuestra Señora de Gracia (s. XVI) de las madres agustinas, era el internado para las
nobles señoritas abulenses donde casi un año vivió Teresa por voluntad de su padre. Ávila

La joven Teresa de Ahumada (apellido noble de su madre) crecía entre dos


hermanas y nueve hermanos, y según sus palabras: era la preferida de su padre.
Cuando tenía 14 años, después de dar a luz a la pequeña Juana, murió su ma-
dre Beatriz; tenía solo 33 años. Teresa vivía rodeada por su gran familia –a los
hermanos se unieron numerosos primos y primas– y no tuvo mucho tiempo
para la tristeza. La niña era hermosa y elegante. Una carmelita de la Encarna-
ción más tarde recordaba cómo la joven Teresa venía al locutorio luciendo un
precioso vestido naranja con bordes de brocado negro. Ya entonces quedaba
claro, qué poder de atracción poseía la joven: “Ella atraía a la gente como la
piedra imán el hierro”, escribirá el primer editor de su obra fray Luis de León
medio siglo más tarde2. Numerosos admiradores pululaban
a su alrededor, y la misma Teresa no se sentía tan indiferen-
te a uno de ellos. El misterioso joven (Teresa no revela su
nombre) era de una buena familia, así que la relación podía
cómodamente acabar en un casamiento, pero Teresa –­según
confesó más tarde en su autobiografía– “temía casarse”
(V 3, 2). La ambiciosa joven sabía demasiado bien que: “la
mujer para ser bien casada con su marido, que si está triste
se ha de mostrar ella triste, y si está alegre, aunque nunca lo La moda en la juventud de
Teresa. Relicario de santa
esté, alegre, mirad de qué sujeción os habéis librado, herma- Emerenciana (s. XVI), mu-
nas”, enseñaba más tarde a sus monjas (CV 26, 4). seo de la Catedral de Ávila
18 BIO GR AFÍ A

Cuando el padre de Teresa se enteró del romance, en 1531 internó a su


hija de 17 años en un colegio para señoritas nobles: en el monasterio de Nues-
tra Señora de Gracia. Oficialmente explicó (tal vez para ocultar la verdadera
causa) que no podía tenerla en casa después de que se casara María, hija del
primer matrimonio de don Alonso, quien hacía de madre a sus hermanos des-
pués de morir doña Beatriz. El orgullo de Teresa fue profundamente herido
y, según recuerda, los primeros ocho días los pasó muy triste y echando de
menos sus diversiones, aunque también se sentía mucho más libre en el con-
vento. Eso maravillaba y atraía a Teresa, pero todavía durante un largo tiempo
ella siguió sintiéndose “enemiguísima de ser monja” (V 2, 8). Su rechazo
empezó a menguar cuando se hizo amiga de la hermana agustina encargada
de supervisar a las educandas. Pero entonces Teresa enfermó de gravedad y
regresó a la casa de su padre. Para que el tiempo no se le hiciese tan largo a
la enferma, su tío paterno le prestó unos libros espirituales escritos en caste-
llano. Como mandaba la Iglesia de entonces, representaban profusamente los
horrores del infierno, y llegaron asustar tanto a la imaginativa joven, que ella
decidió elegir la salida más lógica y razonable: salvarse cuanto antes, es decir,
meterse en el convento, porque después de allí ya podría ir al cielo, tal vez
pasando un breve espacio de tiempo en el purgatorio. Más tarde, Teresa se reía
de su vocación tan inmadura, porque se casó con Cristo por conveniencia, y
luego... se enamoró.
A pesar de ser profundamente religioso, el padre de Teresa se opuso ro-
tundamente cuando su preferida le reveló su decisión de entrar en la Orden
Carmelitana. Finalmente, la obstinada veinteañera se escapó de casa una
madrugada, aunque –cómo contó más tarde– mientras caminaba hacia la
Encarnación el corazón se le partía de dolor, porque quería
muchísimo a su padre. Después de un año don Alonso acabó
rindiéndose al deseo de su hija, y en el día de su profesión le
otorgó una espléndida dote. Así Teresa pudo entrar a figurar
entre las “doñas” del monasterio de la Encarnación, donde
los estratos sociales destacaban no menos que en el mundo
exterior. Así empezó la segunda etapa de la vida de Teresa, la
más larga y tortuosa.
La Virgen de la Caridad: Teresa adolescente la pidió que fuera su
madre cuando quedó huérfana a los 14 años. Catedral de Ávila
Teresa de Jesús: Cómo vivir libre , si nac iste en tie mp os estrec hos 19

Monasterio de la Encarnación; en 1568 Teresa de Ahumada abandonó la seguridad de sus muros para con-
vertirse en Teresa de Jesús, la fundadora, representada “saliendo” por sus puertas. Fernando Cruz Solís, 1968

Una monja mediocre


En el monasterio de las carmelitas de Ávila la regla no era demasiado
rigurosa, así que Teresa, según sus palabras, empezó a vivir como una monja
muy mediocre (V 7, 1). El principio fue difícil. Después de profesar, Teresa
cayó presa de una misteriosa enfermedad. ¿Tal vez su cuerpo así se opusiera
a una decisión muy lógica y razonada, pero tomada forzando la voluntad?
Los médicos de Ávila no daban con el diagnóstico, y la joven monja empeoró
tanto que su padre la llevó a Becedas (a unos 100 km de Ávila), a consultar a
una conocida curandera.
Teresa creía que le fallaba el corazón, pero la curandera decidió que el mal
provenía del hígado y le preparó unos fuertes vomitivos. Después de tres meses
de intensas purgas la enferma apenas podía mantenerse en pie, y don Alonso
desesperado se la llevó a Ávila. De regreso a su casa natal Teresa entró en coma
y parecía muerta. Las monjas de la Encarnación abrieron un nicho para ella
y vinieron a buscar el cuerpo, pero don Alonso se abrazó al cuerpo de Teresa
suplicando dejarla un poco más. Con esta “locura” él salvó a su hija. Al cuarto
día ella movió un dedo y trató de abrir los ojos que ya estaban pegados con
cera, preparados para su entierro. La vuelta al mundo de los vivos fue larga y
lenta. Teresa quedó casi totalmente paralizada, pero pidió que la trasladaran al
convento. Solo después de tres largos años ella consiguió abandonar su lecho
20 BIO GR AFÍ A

El locutorio de la Encarnación San José y el Niño Jesús (s. XVIII); Teresa Arrodillada en este
donde a Teresa se le “representó contó que precisamente a este santo suntuoso cojín la
Cristo con mucho rigor” dándole agradecía su recuperación después del señorita de Ahumada
entender cuánto le pesaban sus coma y los tres años de parálisis. Museo pronunció sus primeros
vanas conversaciones (V 7, 6) Carmelitano, Alba de Tormes votos. Monasterio de la
Encarnación, Ávila

reptando a gatas, sintiéndose tan feliz que se olvidó por completo de la poca
dignidad de esta postura. Según Teresa, la había curado san José, el humilde
esposo de la Virgen María, hasta entonces poco venerado en la Iglesia.
El maldito viaje para ver a la curandera dio otro inesperado fruto: de cami-
no la enferma se quedó un tiempo en casa de su tío donde leyó uno de los best
­sellers de aquellos años, el “Tercer Abecedario”. Su autor fray Francisco de Osuna
animaba a no conformarse con las devociones externas y buscar una relación
más auténtica con Dios. Teresa sintió que sus palabras le llegaron al corazón.
Desde la infancia era mujer de fuertes deseos, y ahora decidió vivir su elección
vital hasta sus últimas consecuencias, y ya que se comprometió a amar a Dios,
hacerlo con toda la valentía y para la eternidad, como los valientes caballeros de
sus lecturas juveniles. Solo que el monasterio de la Encarnación no era un lugar
propicio para hacerlo por sus muchas distracciones, y Teresa se sentía mal, como
si estuviera traicionando a Dios, a quien prometió su fidelidad y amor.
Al morir su padre (1544) Teresa se sintió aun peor, pero para una conver-
sión definitiva todavía faltaban diez años. La balanza de sus dudas se inclinó
definitivamente cuando ella un día vio la imagen de Cristo “muy llagado” que
alguien había dejado en el oratorio (V 9, 1). Al verlo Teresa se sintió profunda-
mente conmovida por los sufrimientos que él aceptó pasar por los hombres y
también por ella. El último empujoncito se lo propició san Agustín. Teresa se
reconoció en su libro de “Confesiones”, donde él relata cómo vivía el doloroso
“sí, pero todavía no”, diciendo a Dios que le llame definitivamente, pero mejor
que lo haga más tarde. El “sí” definitivo debía pronunciarse aquí y ahora, y
Teresa de Jesús: Cómo vivir libre , si nac iste en tie mp os estrec hos 21

Teresa lo hizo, por fin entregando su voluntad a Dios sin reservas. Entonces,
en 1555, comenzó la etapa de abundantes visiones sobrenaturales en su imagi-
nación. En breve toda Ávila se llenó de habladurías sobre la monja visionaria
porque sus confesores poco discretos se fueron de la lengua. Estaban asusta-
dos: en las últimas décadas varias mujeres (monjas y hasta una abadesa) enga-
ñando –o engañándose– consiguieron la atención y respeto, siendo invitadas
a aconsejar a los nobles y hasta a los reyes, pero acabaron condenadas por la
Inquisición. ¿Y si era el demonio quien se aparecía a Teresa y la engañaba?
Aconsejaban a Teresa ahuyentar las visiones… dándoles higas. Fue pesadísima
la carga de habladurías, sospechas y condenas que Teresa tuvo que soportar
durante cinco años, pero mucho más pesadas le resultaron sus propias dudas
interiores y temores. Por fin en 1560 conoció a san Pedro de Alcántara, quien
con toda su autoridad le afirmó que sus visiones provenían de Dios. Por fin,
Teresa sintió la tierra firme bajo sus pies.

La revolucionaria de la humildad
Modernas revistas de psicología dirían que Teresa se encontró a sí misma.
Esto ocurrió tarde, cuando ya había cumplido 47 años, una edad cuando incluso
nuestras contemporáneas empiezan a meditar sobre la jubilación. En la España
del siglo XVI una mujer de esta edad y con tantísimas enfermedades, ya debía
dirigir todo su pensamiento hacia la eternidad. Pero Teresa se lanzó a la acción.
En 1562 fundó su primer convento reformado de Carmelitas Descalzas, donde
pasó los cinco años más felices de su vida y escribió dos de sus cuatro grandes
obras. Desde 1567 su actividad superó todo lo imaginable. En quince años fundó
otros 16 conventos de mujeres y dos de hombres, carmelitas descalzos (y ayudó
a fundar otros 13), gestionando estas fundaciones escribió más de 15 mil cartas
(entre 3 y 5 al día) y viajó seis mil kilómetros a lomos de mula o en carrozas
tiradas por bueyes, por las malas carreteras de la meseta central que en los meses
de invierno eran un cenagal y en verano se convertían en una sartén del infierno.
¿Cómo es posible que tanta actividad no llamara la atención de la Inqui-
sición? Tres denuncias contra Teresa, entregadas entre 1574 y 1579, obligaron
a los inquisidores a interesarse por la monja andariega, pero todo se acabó con
una investigación preliminar, sin llegar a la presentación de cargos. Finalmente,
el mismísimo gran inquisidor cardenal Gaspar de Quiroga recibió a Teresa en
Madrid y le expresó su profunda admiración por el libro de la “Vida”.
22 BIO GR AFÍ A

Teresa nunca consiguió disfrutar de una mere-


cida jubilación y murió a la edad de 67 años con las
botas puestas (casi literalmente). Durante su último
año de vida todavía fundó un convento de carme-
litas descalzas en Burgos, que le costó muchísima
energía y preocupación, y la última de sus cuatro
grandes obras la acabó cuando le quedaban apenas
Muro exterior del Convento de San
José, la primera fundación de Teresa
dos meses de vida. Murió el 4 de octubre de 1582
de Jesús; la sencilla cruz de madera en Alba de Tormes, donde acudió obedeciendo a la
es igual a las que tienen todas las
celdas en su interior. Ávila
llamada de la duquesa, quien quería con la presencia
de la santa monja asegurar un feliz parto para su
hija. Este capricho impidió a Teresa acabar el largo viaje de su vida en su querida
casa, el convento de san José en Ávila. Fue enterrada en Alba de Tormes el 15 de
octubre, el día en el que la Iglesia católica celebra su fiesta.
Las carmelitas del Alba recordaron que sus últimas palabras fueron un
suspiro de alivio: “Muero hija de la Iglesia”3. Evidencian con terrible claridad
qué consciente fue Teresa hasta el último momento de lo mucho que arriesga-
ba nadando contra corriente en la Iglesia y sociedad de su tiempo. Por mucho
menos la podían haber excomulgado (separado de la Iglesia), y esto significa-
ba –ella lo creía no menos que cualquier otra persona de aquellos tiempos–,
que se le cerraban para siempre las puertas del paraíso. Ella nunca podría
ver a Dios, su amadísimo amigo y esposo. Pero pasados solo treinta años la
Iglesia beatificó a Teresa (1614), y después de otros ocho años la proclamó
santa (1622). Finalmente, en 1970 Teresa se convirtió en la primera mujer
proclamada Doctora de la Iglesia. Ante tal paradoja la practicidad propia de
una persona del siglo XXI lleva a preguntar: ¿dónde reside el secreto de una
vida tan eficaz? De la búsqueda de respuesta nació este libro, estudio de la
anatomía del milagro de una vida valiente más allá de lo imaginable.

Pequeño mercader Alonso Sánchez, el padre de Teresa

A lonso Sánchez nació en


Toledo en 1480, en la fa-
milia del próspero comerciante
un judío converso, a cumplir
una penitencia pública, toda la
familia se trasladó a Ávila. Allí
dose en uno de los 16 merca-
deres de telas afincados en la
ciudad, aunque el inventario de
de telas Juan Sánchez. Cuando en 1507 don Alonso heredó la sus bienes después de enviudar
la Inquisición obligó a su padre, tienda de su padre convirtién- por primera vez revela que las
Teresa de Jesús: Cómo vivir libre , si nac iste en tie mp os estrec hos 23

transacciones no eran muy reciente historia familiar. Por


grandes. Aparte de telas el in- la misma razón todos los hijos
ventario menciona la armadura, no heredaron el bajo apelli-
incluida una espada y cinto do del padre y abuelo sino el
negros con un puñal, así que el noble “Ahumada” de la madre,
joven señor Alonso trataba a veces añadiendo también el
demostrar la nobleza de su lina- apellido de la abuela paterna,
je. Por eso como un caballero Cepeda. Demostrando su Un escudero dormita a los
bien armado en 1512 –antes hidalguía don Alonso poco pies de su señor. Detalle de un
sepulcro, Catedral de Ávila
de nacer Teresa– participó en a poco renunció al oficio de
la guerra del reino de Navarra, mercader, compró más tierras,
y en 1519, cuando la niña ha- evitaba actividades fiscales y padre Teresa también apren-
bía cumplido 4 años, se metió vivía holgadamente. dió a valorar los buenos libros.
en un largo y costoso pleito Con apenas 27 años don A diferencia de la inmensa
de tres años con la ciudad de Alonso quedó viudo con dos mayoría de los españoles de
Ávila, para que a él y a sus hijos pequeños, y después de entonces (los nobles no eran
hermanos se los reconociese dos años se casó con la prima una excepción), don Alonso
la condición de hidalgos. Ser tercera de su difunta esposa poseía una buena biblioteca y
hidalgo resultaba provechoso, (para ello tuvo que pedir la enseñó a leer y escribir a todos
porque ellos estaban exentos dispensa papal), doña Beatriz sus hijos, incluidas las niñas.
de pagar impuestos, pero aún de Ahumada que también era Además, ni siquiera el gran
más importante era tapar la de sangre noble pero... tenía deseo de aparentar hidalguía
solo 14 años de edad. Con movieron a don Alonso a com-
ella tuvo otros diez hijos, y la prar ningún esclavo, aunque
tercera entre ellos fue Teresa. en el siglo XVI esto hubiera
En la casa paterna ella durante evidenciado la alta posición
un tiempo pudo presenciar las social del dueño.
operaciones comerciales, o tal Don Alonso enviudó por
vez heredó una buena maña segunda vez cuando tenía 48
para los negocios de su abuelo. años. No volvió a casarse,
Así más tarde, gestionando abandonó los asuntos de su
interminables asuntos fun- hacienda, se quedó solo en el
dacionales de sus conventos, caserón de Ávila, porque todos
pudo bromear diciendo con sus hijos, uno tras otro, se
mucha razón que era una ne- fueron a tierras americanas en
gociadora y baratona. Era pura busca de fortuna, y él nunca
verdad: se movía con soltura los vio. Empezó a dedicar
en el enmarañado sistema mucho tiempo a la oración,
Al igual que este caballero, el de los préstamos y rentas de dirigido espiritualmente por
padre de Teresa tenía una ar- su siglo, y sabía regatear por su hija Teresa, entonces en la
madura negra, espada y caballo unas pocas monedas con los Encarnación. Murió en 1543
cuando se presentó a servir al arrieros y correos igual de a los 63 años de edad, según
rey castellano durante la guerra
bien que negociar las rentas Teresa, habiendo progresado
de Navarra en 1512. Un caba-
llero cristiano, 1475-1480, detalle de miles de ducados con los enormemente en el camino de
del tapiz, Museo Parroquial de más ricos benefactores de sus la perfección dejándola muy
Tapices de Pastrana fundaciones4. En casa de su atrás en santidad.
24 BIO GR AFÍ A

Beatriz de Ahumada, la madre de Teresa

C on 14 años se casó con


un viudo que le doblaba
la edad, don Alonso, quien
mejor que el padre Gracián,
mucho más joven que ella.
Según cuenta Teresa, su madre
ya criaba a un hijo y una hija era “de harta hermosura, pero
de su primer matrimonio. jamás se entendió que diese
La madre viuda de la ocasión a que ella hacía caso
novia le obsequió con una de ella, porque con morir
espléndida dote: tierras en de treinta y tres años, ya su
el pueblo de Gotarrendura traje era como de persona
a 26 km de Ávila, donde se de mucha edad” (V 1, 2).
celebró la boda. También Pero doña Beatriz, aunque
le legó el palomar, la única “de grandísima honestidad
construcción que pervivió y muchas virtudes” (V 1, 2),
hasta nuestros días; establos, tenía una pasión secreta: las
dos yuntas de bueyes, árboles novelas de caballerías. Tal vez
frutales y un rebaño de se refugiara en este romántico
ovejas de dos mil cabezas. y fantástico mundo de “sus
Así don Alonso se convirtió muchos trabajos” –con estas
en un terrateniente, señor En la construcción de la iglesia palabras Teresa posiblemente
de Gotarrendura se utilizaron
de campesinos, jornaleros y piedras de la antigua casa de
se refirió a su frágil salud y las
pastores de la hacienda que doña Beatriz, la madre de Teresa; preocupaciones llevando un
procuraba comida para su algunas aún conservan el escudo hogar tan numeroso–. Doña
numerosa familia. Antes de de armas de esta noble familia Beatriz contagió esta pasión
la boda el novio se mostró también a su hija Teresa,
muy generoso. En “arras de de Gotarrendura todavía se quien confiesa, que si alguna
la virginidad” de su joven acordaban de aquel fasto. Más vez no podía tener su lectura,
esposa aumentó su dote en tarde por mil maravedíes le le parecía un día perdido
mil florines de oro y le regaló compró “unas angarillas de para la vida. Extraño caso
unas joyas y un traje de bodas mujer, con todo su aderezo en España, donde nueve de
tan espléndido que después de de cinchas enforradas en diez mujeres eran analfabetas,
varias décadas los campesinos veinteedoseno, nuevas, que incluidas las nobles damas (la
costaron mil maravedís”, más abuela materna de Teresa no
un caballo y una mula morata sabía firmar, al igual que la
para los desplazamientos de benefactora del convento de
doña Beatriz y quizás Teresa Alba de Tormes).
a Gotarrendura5. Luego las Más tarde los caballeros
carmelitas recordaban que y bellas damas fueron
Teresa era una buena amazona desplazados por los autores
y conseguía dominar su mula clásicos cristianos, san
El interior del palomar de la granja familiar; tal vez su recuerdo
inspirase a Teresa de Jesús cuando llamó a sus conventos
“palomarcicos”, lugares pequeños y muy cerrados, cuya única
apertura encaminaba a volar hacia el cielo. Gotarrendura
Teresa de Jesús: Cómo vivir libre , si nac iste en tie mp os estrec hos 25

Gregorio, san Jerónimo y así que a diferencia de las para entrar en un convento
san Agustín, dando un gran Clarisas –otra orden femenina de clausura, a las candidatas
empujón a la vida espiritual de clausura de entonces– exigiesen poseer el doctorado6.
de Teresa. Reconociendo Teresa aspiraba reunir en sus Beatriz murió al dar a luz a su
su mérito Teresa, en las carmelos la élite intelectual décimo vástago cuando tenía
Constituciones de su Carmelo de su tiempo. Según un apenas 33 años, dejando a
reformado, subrayará que las historiador moderno, era Teresa huérfana a la edad de
hermanas deben saber leer, como si en el día de hoy, 14 años.

Ávila en los tiempos de Teresa

E n la primera mitad del


siglo XVI Ávila era una
importante ciudad, fundada
el registro que en la ciudad
trabajaban 20 molineros,
25 escribanos y otros tantos
contemporáneas, ella poseía
una amplia cultura, pero
¿dónde podía aprovechar sus
en el cruce de caminos hortelanos, 28 arrieros, 31 conocimientos? Solo tenía
agropecuarios de tránsito de labradores, 32 calceteros, ante ella dos posibles salidas,
rebaños de ovejas, la principal 47 canteros, 64 tejedores el casamiento o el convento.
fuente de riquezas de Castilla; de paños o de lienzos, 81 Eligió la segunda y acabó
también quedaban cerca carpinteros, 95 sastres, 100 fundando su propio “negocio
los importantes centros zapateros, 102 oficiales de espiritual”. Así definió
administrativos, Toledo y lana, etc. La familia de Teresa el proyecto de Teresa un
Valladolid, y más tarde la pertenecía a los mercaderes historiador contemporáneo:
capital Madrid, a tan solo de paños, que sumaban unos a cambio de las rentas y
cien kilómetros. Rodeada 16 oficiales. Las profesiones financiación ella ofrecía a las
de una imponente muralla de “cuello blanco” tenían ciudades y los ricos “comprar”
de dos kilómetros con 88 una representación mucho la oración por sus almas,
torreones, se parecía más a más escasa: 5 maestros, 11 garantizando que la harían
una fortaleza que a la ciudad abogados, un alcaide de la unas monjas de una muy
de unos pacíficos artesanos fortaleza, un cuadrillero, perfecta vida. Y su propuesta
y mercaderes, y hasta el cuatro regidores. Los tuvo una gran aceptación
1877 se llamaba Ávila de los descendientes de las familias en la España del siglo XVI,
Caballeros. nobles no podían arriesgar su preocupada por la salud del
Según el registro de 1561 en honra poniéndose a trabajar. alma7.
Ávila residían 3156 familias, Mujeres trabajadoras eran
es decir unos diez mil poquísimas: 7 labranderas,
habitantes; superaba a Burgos 13 lavanderas, 12 hilanderas,
y León, ciudades famosas una agujetera, 21 panaderas...
en toda Europa gracias al ¿qué perspectivas podía
Camino de Santiago. En tener Teresa? A diferencia
el mismo año se incluyó en de la gran mayoría de sus
Podio en el salón de mujeres provisto de alfombra y cojines según
la costumbre castellana en tiempos de Teresa; en una habitación
como esta las señoras se sentaban con sus hijas y sirvientas para
hilar o bordar mientras alguna a veces leía en voz alta.
Casa museo de El Greco, Toledo
La muralla de Ávila 26
Ávil a
Una dec isión r adic al: comienzo de tod o c a min o 27

1.

Ávila
28 Ávil a

Una decisión
radical: comienzo
de todo camino

1.1 Relato de la fundadora


La vida de Teresa en el monasterio de la Encarnación era cómo-
da. Ella formaba parte del grupo de monjas privilegiadas y guardaba celosa-
mente su honra, haciéndose llamar doña Teresa de Cepeda y Ahumada, tenía
una celda de dos pisos con su oratorio al lado de la iglesia, y una generosa dote
otorgada por su padre le quitaba toda preocupación económica y permitía
reunir una esmerada biblioteca.
En su celda Teresa casi siempre hospedaba a alguna pariente suya, como
era la costumbre. Además, era popular por su devoción y la habilidad social.
Ciertamente su paz se acabó cuando un confesor dejó escapar la noticia sobre
sus primeras experiencias sobrenaturales en 1554-1556. Algunos se escanda-
lizaban, otros temían por su seguridad o la admiraban. Teresa se puso de
moda, y la madre priora encantada “prestaba” su celebridad
a las grandes damas, que buscaban consuelo espiritual. Por
mucho que intentara evitar estas misiones de varios meses, te-
nía que obedecer a sus superiores, pero en su interior sufría un
doloroso conflicto. Tal vez por ello en 1560 vio una aterradora
visión del infierno: Dios le mostró, de qué peligro la había sal-
vado llevándola a la conversión. Desde esta visión Teresa sintió
El pie de la pila bautismal.
Catedral de Ávila
Una dec isión r adic al: comienzo de tod o c a min o 29

La entrada a la lujosa celda de Teresa de dos niveles que se conservó parcialmente


en el Monasterio de la Encarnación; ahora casi todo su espacio y el antiguo oratorio
privado de Teresa ocupa la Capilla de la Transverberación. Ávila

una grandísima compasión por las muchas almas que no aceptan la mano de
Dios y se pierden, ¿pero cómo podía ayudarlas? Los hombres se convertían en
predicadores o misioneros, pero siendo mujer Teresa veía un único camino:
vivir sus votos de carmelita con tanta perfección como pueda, y entregar toda
su voluntad a Dios como sacrificio por estas almas. Consiguió contagiar con
ese fervor a unas cuarenta monjas de la Encarnación, y todas empezaron a
dedicar mucho tiempo al recogimiento y la oración interior, que hoy llama-
ríamos meditación.
En una de las improvisadas reuniones del pequeño “club de mujeres” que
solían acudir a la celda de Teresa, la hija de su primo, María de Ocampo, se
acordó del convento más riguroso recientemente fundado por la reina regente
Juana de Austria: “Tía, tú podrías fundar un conven-
to como este para nosotras”. Y ofreció para este fin
su futura dote, mil ducados. La noble viuda abulense
Guiomar de Ulloa, emocionadísima, se ofreció ayu-
dar con las licencias y la renta. Teresa se sintió aco-
rralada: criticar era una cosa, ¿pero salir ella misma
a fundar un convento? Se sentía demasiado mayor y
La cúpula de la Basílica
de San Vicente. Ávila
30 Ávil a

aquejada de varias graves enfermedades como para meterse


en un asunto “de tan gran desasosiego” (V 32, 12). Entonces
percibió en su interior la voz de Dios: le mandaba actuar
y no se dejó acallar hasta que Teresa se rindió y escribió
a su confesor Baltasar Álvarez. El joven jesuita le mandó
consultarlo con los especialistas. Sin mucha convicción Te-
resa obedeció y se dirigió a dos personas totalmente opuestas
entre sí, un riguroso asceta famoso por menospreciar todo
estudio, Pedro de Alcántara –a él agradecía su recién encon-
trada paz y seguridad espiritual– y al estudioso dominico
Penitencias personales
de Teresa de Jesús: un Pedro Ibáñez, “el mayor letrado que entonces había en el
leño que ella usaba como lugar” (V 32, 16). A este expuso solo las “razones naturales”,
almohada. Museo del Mo-
nasterio de la Encarnación, sin decir ni una palabra de las revelaciones místicas. Para su
Ávila gran sorpresa, ambos apoyaron el proyecto. También dio su
consentimiento el provincial del Carmelo.
La noticia sobre la inminente fundación desató una gran tormenta: las
monjas acusaron a Teresa de soberbia, porque en vez de invertir el dinero para
mejorar las condiciones de su comunidad pretendía convertirse en fundado-
ra... ¡Meterla a la cárcel! Otros se desvivían por Teresa: todavía humeaban las
hogueras de la Inquisición en Valladolid y Sevilla después de los procesos de

El camino de Toledo a Ávila pasa por la escarpada y agreste meseta central castellana
Una dec isión r adic al: comienzo de tod o c a min o 31

1559. En Ávila el proyecto causó tal revuelo que el confesor


de doña Guiomar de Ulloa se negó concederle la absolu-
ción hasta que ella no “quitara el escándalo” (V 32, 15). Se
acobardó hasta el provincial de la orden, y faltando solo un
día para firmar el contrato de la compra de la casa para el
nuevo convento, se negó a admitirlo. Toda la ciudad se reía
“del disparate de mujeres” (V 33,1).
Aunque aparentaba calma, Teresa sufría un tormento:
¿y si la orden de fundar no provenía de Dios? La respuesta
le llegó en forma de abundantes mercedes sobrenaturales,
El único retrato que se
por ejemplo, la famosa transverberación, cuando sintió un conoce de doña Luisa.
dardo dorado traspasar su corazón, o la visión de la Virgen Representada con su marido
y a los pies de Ecce Homo,
María confirmando que deseaba este nuevo convento más s. XVII, Centro Cultural
encerrado. Entonces Teresa, con gran sigilo, retomó su Santa Teresa, Malagón

proyecto: invitó a su hermana Juana a venirse desde el Alba


de Tormes y comprar la casa elegida, fingiendo que venía a
instalarse con su familia. Pagó la compra con las dotes de dos futuras monjas,
y cuando faltó dinero para su acondicionamiento, a Teresa se le apareció el
mismísimo san José prometiendo proveer medios. Confiando en esta promesa
ella contrató a los albañiles, y cuando ya había que pagarles justo antes de la
Navidad de 1561, un mensajero le entregó unos ducados de oro –un regalo
sorpresa de su hermano Lorenzo desde América–.
Doña Guiomar también en secreto escribió al Papa, solicitando el per-
miso para la fundación, pero inesperadamente Teresa recibió una orden del
provincial de Carmelo: debía viajar a Toledo para consolar a una de las prin-
cipales damas del reino, doña Luisa de la Cerda, que después de perder a su
marido en una batalla había caído en tal depresión que temían por su vida.
Teresa se sorprendió porque este curso de acontecimientos no parecía coin-
cidir con la promesa a Dios, pero obedeció. Doña Luisa no tardó en cobrar
un gran cariño a la monja y en su palacete la mimó durante más de medio
año, tiempo suficiente para que se calmaran los ánimos en Ávila y llegara el
permiso del Papa desde Roma. Una visión indicó a Teresa el momento en
que debía partir de Toledo. Lo consultó con su confesor, y este no dudó de la
autenticidad de la comunicación, pero le aconsejó como amigo esperar a que
remitiese el insoportable calor (era el mes de julio de 1562) por su delicada
32 Ávil a

Iglesia de San Juan donde fue Los dos coros, alto y bajo, de la Encarnación pero ya provistos de
bautizada la futura santa. Ávila una doble reja propia de los Carmelos reformados de Teresa de
Jesús; en el centro, el comulgatorio usado por ella; la pintura
representa sus desposorios místicos que vivió en este lugar. Ávila

salud. Por suerte Teresa no le hizo caso: la carta del Papa, enviada desde Roma
en abril, llegó a la Encarnación por la tarde el mismo día cuando llegó ella...
¿Y si la importante misiva hubiera acabado en otras manos?
El cuñado de Teresa, Juan de Ovalle, cayó preso de una misteriosa fiebre
en Ávila, donde se encontraba solo. La priora de la Encarnación permitió a
Teresa mudarse a la supuesta nueva casa de los Ovalle a cuidar del familiar en-
fermo. Así, sin querer, le dio la oportunidad de culminar su atrevido proyecto.
Con la supervisión de Teresa en la humilde casita terminaron las reformas, y
su cuñado Juan bromeaba: “Señora, ya no es menester que yo esté más malo”8.
Los vecinos empezaron a sospechar, y faltando solo dos días para la apertura
del convento entregaron una queja a la junta de la ciudad: decían que las obras
ponían en peligro la red pública de abastecimiento de agua.
Las “coincidencias” no acabaron allí. En julio de 1562 vino a Ávila el gran
valedor de Teresa san Pedro de Alcántara, ya gravemente enfermo. Se tomó
la molestia de convencer al nuevo obispo, Álvaro de Mendoza, a admitir bajo
su obediencia el nuevo convento, porque el provincial del Carmelo se había
negado a hacerlo.
Teresa tenía elegidas sus cuatro primeras candidatas, todas ya maduras
y sin parientes cercanos, capaces de aguantar los previsibles ataques. Ellas
recibieron sus hábitos de las manos de Teresa el 24 de agosto, mientras tañía la
agujereada campana de la nueva fundación (el dinero solo daba para comprar
una con defecto de fábrica), y así se fundó el Carmelo de San José. En la pobre
Una dec isión r adic al: comienzo de tod o c a min o 33

Nuestra Señora de Soterraña (s. XIII). Cuenta la tradición que El baldaquino del cenotafio
Teresa de Jesús y sus primeras compañeras pasaron por esta de los tres mártires (s. XV).
capilla camino de su primera fundación y se descalzaron en su Basílica de San Vicente, Ávila
presencia. Basílica de San Vicente, Ávila

capillita se instaló el Señor de la casa, el Santísimo Sacramento, y se ofició la


primera misa. Para proteger el nuevo hogar, sobre sus puertas pusieron las
tallas de la Virgen María y de san José. Aunque se sentía en el séptimo cielo,
Teresa no podía quedarse, porque pertenecía a la Encarnación: en cuanto la
noticia llegó a los oídos de la priora, le mandó volver a su celda o tal vez hasta
a la cárcel (por suerte el asunto se quedó en una amenaza).
Las nuevas monjas pasaron sus primeros tres meses solas en una casita
que ni siquiera tenía un buen muro para protegerlas. En sus puertas a todas
horas se agolpaba gente; la junta de la ciudad llevaba reunida toda una semana
tratando de decidir, cómo evitar el peligro –en palabras de Teresa–, las cuatro
pobres huérfanas encerradas tras unas endebles tablas y esterillas. Finalmente,
se convocó la Junta Grande de la ciudad (“la más solemne que se podía hacer
en el mundo, como si les fuera en ello salvarse toda España o perderse”9).
El obispo no cedía, y la Junta interpuso una queja formal en el Consejo
Real. Teresa no salía de asombro: “Espantábame yo de lo que ponía el demonio
contra unas mujercitas” (V 36, 19). Era una buena señal según san Pedro de
Alcántara: “se holgaba fuese la fundación con contradicción tan grande, que era
señal se había el Señor de servir muy mucho en este monasterio, pues el demonio
tanto ponía en que no se hiciese” (V 36, 20).
Los señores abulenses acabaron por darse cuenta que el rey favorecía la
reforma de Teresa, y empezaron a aplacarse. A finales del 1562 el obispo con-
venció al provincial del Carmelo para que dejara a Teresa mudarse a su “palo-
34 Ávil a

marcito” (así ella se refería cariñosamente a su fundación, muy pequeña, y solo


abierta hacia el cielo), para que enseñara a las cuatro novicias. Teresa salió de la
Encarnación llevando consigo “una esterilla de pajas, un cilicio de cadenilla,
una disciplina y un hábito viejo y remendado, de lo cual dejó memoria firma-
da de su mano en el convento de la Encarnación, para que hubiese cuidado de
cobrarlo y ella de volverlo”10. Cuenta la tradición que por el camino Teresa y
cuatro monjas de la Encarnación que se fueron con ella pasaron a la Basílica
de San Vicente, donde delante de la Virgen de la Soterraña se cambiaron sus
sencillos zapatos por el calzado de los pobres, unas alpargatas, convirtiéndose
en las carmelitas descalzas. Doña Teresa de Cepeda y Ahumada dejaba paso
a Teresa de Jesús.

1.2 El convento y la ciudad con


el paso del tiempo
Con la llegada de la fundadora la pequeña comunidad, con de-
terminación, empezó a configurar el nuevo modo de vida centrada en lo espi-
ritual. Debían desasirse en lo posible de las cosas de este mundo, empezando
por las comodidades y cuidados del cuerpo. Hubo que definir las mil me-
nudencias: cuándo levantarse, cómo y cuánto rezar, leer, meditar, recrearse,
realizar trabajos físicos, qué y cuándo comer, cómo vestir, con qué cubrir la
cama, cómo aderezar la celda y la iglesia... Una hermana preguntó a Teresa
por qué aparta con tanto rigor las pequeñas comodidades que no contienen
pecado alguno, y la fundadora aconsejó: “Son niñerías, no las hagan, que eso
poquito estorba más de lo que piensan”11. Te-
resa escribía, corregía, reescribía las Constitu-
ciones. En aquel momento ni se le pasó por la
cabeza que iban a surgir otros conventos del

Una visión que Teresa de Jesús tuvo en San José de Ávila:


un demonio apretando el cuello del sacerdote que oficia-
ba misa estando en pecado mortal. 1613, Amberes, uno de
los 25 grabados de la biograf ía ilustrada de Teresa de Jesús
editada por Adrien Collaert y Cornelio; ejemplar del Centro
Cultural Santa Teresa, Malagón
Una dec isión r adic al: comienzo de tod o c a min o 35

La fachada del convento de San José en Ávila oculta un Iglesia de san Pedro (s. XII–XIII),
laberinto de pasillos, escaleras y celdas situadas a diferentes extramuros, donde se celebraban los
niveles porque para la primera fundación hubo que unir juicios de la Inquisición; desde la
varias casas compradas por Teresa de Jesús en secreto. Ávila columna preside la plaza la figura de
santa teresa. Ávila

Carmen Descalzo, así que trabajaba por las “doce pobrecillas” que debían vi-
vir encerradas en San José. Los abulenses poco a poco empezaron a admirar a
sus descalzas por su vida ejemplar de recogimiento. Aunque tanto rigor podía
asustar a las posibles candidatas: cuando la futura Isabel Bautista vino a Ávila,
sus familiares trataron de persuadirla, diciendo que a causa de pasar hambre
las descalzas perdían la cabeza. Lo cierto era que muchas veces las hermanas
subsistían tan solo con pan y queso, y si algún día con la limosna les traían un
huevo o una sardina, era todo un festín.
A pesar de ello para la nueva fundación sobraban candidatas de las prin-
cipales familias de Ávila. Por ejemplo, María Davila “vino triunfando del
mundo, muy galana, con mucha seda y oro y con todas
las galas y aderezos que se podían pedir, acompañada de
toda la caballería de la ciudad, porque tenía parentesco con
la gente principal de ella, y a todos los tenía espantados,
porque era sola en casa de su padre y ya heredada, y poco
antes (...) le parecían pocos todos los casamientos que la
salían”, relata el padre Ribera12. De su dote se construyó la
primera iglesia del convento.

San José con el Niño Jesús portando herramientas de carpintero;


Teresa de Jesús puso bajo la protección de este santo casi todos sus
conventos. Fachada de su primera fundación en Ávila
Las 17 ciudades de Santa Teresa
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Jurate Miceviciute

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