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Nueva propuesta de
análisis social
Renato Rosaldo

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. . Cultura y las Artes
L o s N O, V E N T A

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Nueva propuesta de
análisis social
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ultura
y
verdad
Nueva propuesta de
. análisis social '
-I
Renato Rosaldo

LOS NOVENTA

pone al alcance de. los lectores una colección con los más variados
temas de las ciencias sociales. Mediante la publicación de un libro
semanal, esta serie proporciona un amplio espectro del pensamien-
to crítico de nuestro tiempo.
lA Consejo Nacional
para la
Cultura y las Artes
grijalbo
MÉXICO, D.F.
Para mis hijos, Sam, Manny y Olivia
CULTURA Y VERDAD
Nueva propuesta de análisis social

Título original en inglés: Culture and Truth


The Remaking 01 Social Analysis

Traducción: Wendy Gómez Togo,


de la edición de
Beacon Press,
Boston, Massachusetts, 1989

©1989, Renato Rosaldo

D.R.© 1991 por EDITORIAL GRIJALBO, S.A. de C.V.


Calz. San Bartolo Naucalpan núm. 282
Argentina Poniente 11230
Miguel Hidalgo, México, D.F.

Primera edición en la colección Los Noventa

Coedici'on: Dirección General de Publicaciones del


Consejo Nacional para la Cultura y las Artes!
Editorial Grijalbo, S.A. de C.V.

La presentación y disposición en conjunto


y de cada página de CULTURA Y VERDAD,
son propiedad del editor. Queda estrictamente
prohibida la reproducción parcial o total
de esta obra por cualquier sistema o método
electrónico, incluso el fotocopiado,
sin autorización escrita del editor.

ISBN 970-05-0289-9
IMPRESO EN MÉXICO
ÍNDICE

Prefacio. . . .. .. . . ...... . . . ......... . . .. . . .. . . .... . . . . . .. . .. . . .. 11


Introducción. Aflicción e ira de un cazador de cabezas. . . . . . . . . . . . . . 15

Parte Uno. Crítica


1 La erosión de las normas clásicas ............................ 35
2 Después del objetivismo .................................... 53
3 Nostalgia imperialista. . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 71

Parte Dos. Reorientación


4 Poniendo en marcha a la cultura. . . . . . . . . . . . . . . . . ...... . . . . .. 91
5 Improvisaciones ilongote .................................... 107
6 Análisis de la narrativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 123

Parte Tres. Renovacion


7 Las cambiantes narrativas chicanas ........................... 139
8 Subjetividad en el análisis social .............................. 157
9 Cruce de fronteras ......................................... 191

Epílogo ........................................... ;........... 199

Índice temático . ................................................ 223


Índice onomástico .............................................. 227

9
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PREFACIO

Cuando alguien, con la autoridad de un maestro,


describe al mundo y tú no estás en él, hay un mo-
mento de desequilibrio síquico, como si te miraras
en el espejo y no vieras nada.
ADRIENNE RICH, INVISIBILITY IN ACADEME.

Actualmente las preguntas sobre la cultura parecen tocar algún ner-


vio, ya que rápidamente se convierten en cuestiones angustiosas de
identidad. Los debates académicos sobre educación multicultural
también caen con facilidad en los animosos conflictos ideológicos de
esta nación multicultural. ¿Cómo pueden los Estados Unidos respe-
tar la diversidad y al mismo tiempo encontrar unidad? ¿Necesita es-
te país un "crisol" para homogeneizar a la gente en una corriente
"culturalmente invisible"? ¿o puede desarrollar doctrinas alternati-
vas que expliquen mejor su diversidad cultural? Este libro compro-
mete al dogma nacional dominante sobre crisoles y valores esencia-
les, tratando de articular una visión pluralista de la cultura y
verdad, conforme a las identidades divergentes de los Estados
Unidos .
. Mi actual entendimiento sobre la importancia del análisis social
surgió de la "Controversia de la Cultura Occidental" en la Universi-
dad Stanford durante 1986-88. Sin esta batalla académica mi libro se
hubiera terminado antes, pero no tan bien. Es requisito para los es-
tudiantes de primer grado en Stanford, el curso de un año sobre cul-
tura occidental que los obliga a leer una "lista principal" de "libros
grandiosos" del tradicional canon europeo. Los grandes autores, a
menudo tratados como monumentos sagrados que idolatrar, y no
compañeros con quienes dialogar, representaban supuestamente
una tradición magna que se extendía en línea recta desde Home-

11
-
13
PREFACIO
CULTURA y VERDAD
12 d docentes interdisciplinarios de la Uni-
a Voltaire. Los estudiantes debían aprender Los grupos de lectura ~ 1 de investigación de estudios cultu-
ro , a Sh ha krencia"
espeare antes de entrar a1 estu d·10 d"
e otras " tra d··
lClOnes versidad Stan~ord: sobre to ~ el Centro de Stanford para Investiga-
"nuestra e rales y e.l seffil~an~ doc~:~~me:te soy director, diseñaron de forma
culturales. ción Chicana, on e ac d dos grupos de lectura de estu-
Sin embargo, el conflicto surgió cuando un número importante de
estudiantes Y profesores se cuestionaron el "nosotros" que definían importante este libro. Agra . ezc~dad Stanford uno en teoría social
"nuestra herencia" como un estante de libros escritos en otra época diantes graduados de ~~ Un.lversll ~tro en teo~ía de la práctica del
(antes de la primera guerra mundial) yen o.tro lugar (antigua Atenas del departamento de lston~ y e sus comentarios críticos sobre el
y Europa Occidental). ¿Cómo podía una aristocracia académica auto- departamento d~, antropolog¡.;~Je~cios en discusiones similares de
elegida de Estados Unidos, envolverse en una herencia cultural que b~rra?or. Tamblen ~btuV\a·o de estudios culturales del Pro.grama
no incluye autores americanos, sin mencionar a mujeres o personas m1embr.os d~l g:upo, e tra J Latinos del Seminario Latmo de
as
no europeas? Aunque todos los ciudadanos estadunidenses podían InterunIversltano so ore Tfemd 1988 lsimismo deseo agradecer a
sentirse marginados por la lista de libros grandiosos, algunos miem- Verano realizados en Stan or en . . . Eytan Bercovitch Rus-
. . por sus comentanos. '
bros docentes, por su campo de estudio, género o herencia cultural, las sigUIentes personas k Richard Chabran, James Clifford, Rose-
se sentían insultados por el curso de cultura occidental. Sufrimos la seU Berman, Bud Byna~ tdin s Smadar Lavie, Rick Maddox, D?-
destrucción total que la poetisa Adrienne Rich describe de forma mary Coombe, ~t~an o g 'Kathleen Newman, Víctor OrtlZ,
tan mordaz en el epígrafe anterior. nald Moare, Kirm, Nar~ya~, C nthia Ward. Joanne Wyckoff, de
En años recientes la antropología cultural ha vuelto a tomar forma Vicente Rafael, Jos,- Sald~va y y e· os editoriales y a Sharon Ya-
en parte por lo aprendido de los conflictos sobre la realidad social Beacon Press, por su~ v~hO~O\ c~n: ~omo jefa de redacción. Como
multicultural. Al mismo tiempo, descubrió que puede realizar con- mamot9 por ~u 1~~raor~l~o~:I~tu~l o Mary Louise Pratt inspir~ gran
tribuciones importantes a secuelas que ahora enfrentan naciones de companera vlta ICla, e m '" ( '·ento< que este libro comUnIca.
parte de los pensam, :.ntos y sen 1ml ~ _
cultura diversificada. Este libro surgió del doble proceso de ser re-
formado por conflictos mayores y encontrar nuevas posiciones desde
las que se expresen pensamientos y sentimientos sobre la diversidad
cultural. Para mí, como chicano, las cúestiones de la cultura no sólo
emergen de mi disciplina, sino también de políticas más personales
de identidad y comunidad.
Los cambios en el pensamiento social que se describen y reformu-
lan en este libro se originaron de un amplio movimiento; no son pro-
piedad de un solo individuo, disciplina o escuela. He aprendido de
los escritos de numerosos predecesores; contemporáneos y sucesoc
res. que han contribuido a la observación del análisis social. Este li-
bro se cristalizó durante un año en el Centro de Humanidades de
Stanford (1986-87) cuando redacté la mayor parte del manus.crito.
Leí mucho durante un año, sobre temas pertinentes a este proyecto
en el Centro de Estudios Avanzados sobre Ciencias de la Conducta
(1980-81), financiado por la Fundación Nacional de Ciencia (#BNS
7622943) y una beca post doctorado para minorías, administrada por
el Consejo Nacional de Investigación. Las primeras versiones de ciertos
capítulos del libro se publicaron en otra parte y agradezco de nuevo
los comentarios de personas cuyos nombres ya reconocí antes y que
no repetiré aquí. Las formulaciones preliminares de mi proyecto se
beneficiaron del consejo editorial y estímulo de Grant Barnes;Eill
Carver, Vjkram Seth y Helen Tartar. .
- __ .• 0.$._ •. _2 ...

¡;

INTRODUCCIÓN. AFLICCIÓN E IRA


DE UN CAZADOR DE CABEZAS

Si le pregunta a un hombre mayor, ilongote del norte de Luzón, Fili-


pinas, por qué corta cabezas humanas, su respuesta es breve y nin-
gún antropólogo podría explicarla con prontitud: Dice que la ira, na-
cida de la aflicción, lo impulsa a matar a otro ser humano. Afirma
que necesita un lugar "a donde llevar su rabia". El acto de cortar y
arrojar la cabeza de la víctima le permite ventilar y desechar la ira de
su pena, explica. Aunque la labor de un antropólogo es aclarar otras
culturas, no puede encontrar más explicaciones a la declaración con-
cisa de este hombre. Para él, aflicción, ira y cazar cabezas van unidas
de forma evidente por sí misma. Entienda o no. De hecho, por mu-
cho tiempo yo no entendí.
En lo que sigue, quiero hablar sobre cómo hablar de la fuerza cul-
tural de las emociones. 1 La fuerza emocional de una muerte, por
ejemplo, deriva menos del hecho; en bruto abstracto, que de la rup-
tura permanente de una relación íntima particular. Se refiere al tipo
de sentimientos que uno experimente al enterarse de que el niño que
acaban de atropeHar es propio y no de un extraño. Más que hablar
de la muerte en genera~ debe considerarse la posición del sujeto
dentro del área de relaciones sociales, para así comprender nuestra
experiencia emocional.2
Mi esfuerzo por demostrar la fuerza de una declaración simple y
literal, va contra las normas clásicas de la antropología, que prefiere
explicar la cultura a través del engrosamiento de telarañas simbóli-

15
,',1
¡!
'1 16 CULTURA Y VERDAD INTRODUCCIÓN. AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZAOOR DE CABEZAS 17

cas de significado. . En,. conjunto, los analistas culturales. no usa n la cortar cabezas. Considerando su valor nominal y otorgándole toda
parIa b ra .fiuerza,
. SInO termInas como descn'P· ción. densa, mult·d· .,
.1 lCClOn, su importancia, su declaración revela mucho sobre lo que obliga a
po ls~nlla, nqueza 'y.t,extura. La noción de fuerza, entre otras COSáS, estos hombres a cazar cabezas.
cuestIona la s~poslclOn antropológica común de que el mayor senti- En un esfuerzo por obtener una explicación "más profunda" sobre
do h,u:uano}eslde er: el bosque más denso de súnbolos y que el detalle dicha cacería, exploré la teoría del intercambio, quizá porque había
analítico o profundidad cultural" es igual a la explicación aumentada informado sobre tantas etnografías clásicas. Un día en 1974, expli-
de una c~ltura, o "elaboración cultural". ¿En verdad la gente siem- qué el modelo de intercambio de los antropólogos a un hombre ma-
pre descnbe densamente lo que más le importa? yor ilongote llamado Insan. Le pregunté qué pensaba de la idea de
que la cacería de cabezas resultara de que una muerte (la víctima
decapitada) revocara otra (la próxima en la casta). Parecía confun-
LA IRA EN LA AFLICCIÓN ILONGOTE dido, así que procedí a describirle que la víctima de la decapitación
era intercambiada por la muerte de una de su propia casta y así se
Pe:mítanrr:e hacer un.a pausa para presentarles a los ilongotes, con compensaba la balanza. Insan reflexionó un momento y contestó que
qUle~cs mi esposa, MIchelle Rosaldo, y yo vivimos y dirigimos inves- suponía que alguien podía pensar algo así, pero que los demás ilon-
tigacIOnes de campo. durante treinta meses (1967-69, 1974). Son alre- gotes no creían eso. Tampoco existía una prueba directa para mi
ded~r de ~.5?O y ;eslden en una meseta, 145 kilómetros al noreste de teoría del intercambio en rituales, alardes, canciones o en la conver-
M~nIla, FIlIpmas .. Subsisten mediante la caza de venado y cerdo sal- sación casual. 4
vaJe, y con el CUltiVO de huertos regados por la lluvia (de tempora-
1 a
)'.I?e arro~, patatas, dulces, mandioca y verduras. Sus relaciones
amI Iare.s (bIl.aterales) se Suponen p~~ hombres y mujeres. Después
En retrospectiva, pues, estos esfuerzos por imponer la teoría del
intercambio sobre un aspecto de la conducta de los ilongotes, resul-
taron infundados. Supongan que hubiera descubierto lo que busca-
del matnmomo, los padres con sus hIjas casada:sviven en la. misma ba. Aunque la noción de equilibrar la balanza posee una coherencia
casa o en una adyacent~. La unidad más grande dentro de la socie'- elegante, uno se pregunta cómo podría ese dogma teórico inspirar a
dad, un grupo descendwnte de amplio dominio territorial llamado un hombre para quitarle la vida a otro con el riesgo de perder la suya.
el bertan, se ~ace patente sobre todo en el contexto del fe~do. Para Mi experiencia todavía no me proporcionaba los medios para ima-
ellos¡, sus, v~cmos y sus etnógrafos, la cacería de cabezas persiste co- ginar la ira que puede surgir por una pérdida devastadora. Por lo
mo a practica cultural más prominente. mismo, no podía apreciar en su totalidad el problema exacto de sig-
, C:uando los ilongotes me explicaron cómo la ira en la: aflicción po- nificado a que los ilongotes se enfrentaron en 1974. Poco después de
1¡alm p ulsar a los ho~bres:a cazar cabezas, descarté sus narraciones que Ferdinand Marcos declaró la ley marcial en 1972, los rumores
meales com,o .demaslado Simples, débiles,opacas,improbables. Tal de que el fusilamiento era el nuevo castigo para la cacería de cabe-
vez confundI~ mocen~em~nte, la aflicción con la tristeza. Era cierto zas, llegaron a las colinas de los ilongotes. Los hombres decidieron
(ue no poscla exper~encIa personal que me permitiera imaginar la entonces suspender tal cacería. En épocas pasadas, cuando la caza
.ra po.derosa que los lI~ngotes encontraban en la pena. Mi propia in- de cabezas se hizo imposible, los ilongotes permitieron que su ira se
capacId~d para concebIr esto me Uevó a buscar otro nivel de análisis fuera disipando, como mejor pudiera, en el transcurso de su vida dia-
que pudiera ofrecer una explicación para el deseo de Jos hombres ria. En 1974 se les presentó otra opción; empezaron a considerar la
mayores de cazar cabezas . .. conversión evangélica al cristianismo como un medio para controlar
. Sólo catorce años desp~és de mi grabación sobre la aflic~ión.;:la su aflicción. La gente dijo que si aceptaban la nueva religión, ten-
Ira, de un cazador de cabezas, empecé' a comprender ~ú fuerza abru- drían que abandonar sus métodos antiguos, incluyendo la cacería de
madora: Durante años .creí que. una elaboración más verbal ( ue rio cabezas. También podrían arreglárselas con su pena de una forma
er~ vemde.ra) u o~ro mvel analítico (que siguió siendo elusiv~)po­ menos agonizante, ya que podían creer que el difunto partió a un
dnan explIcar mejor los. motivos de estos hombres para la caza .de mundo mejor. Ya no tenían que enfrentarse con la terrible finalidad
cabezas.~asta que yo ffilSmo s~frí unapér.dida devastadora, pude en- de la muerte.
tender m~Jo,r que los. hombres I1ongotes SIgnificaban_exactamente lo La fuerza del dilema enfrentado por los ilongotes se me escapó
que descnblan de la Ira en la aflicción como fuente de su deseo por entonces. Aun cuando grabé sus declaraciones sobre la aflicción y la
INTRODUCCIÓN. AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZADOR DE CABEZAS 19
CULTVRA y VERDAD
18
corazón nos hace pensar en nuestro tío muerto. Sería mejor si hu-
necesidad de desechar su ira, no comprendí la importancia de sus
biera a~eptado a Dios, pero sigo siendo u~ ilongote de cor~ón;
palabras. En 1974, por ejemplo, cuando Michelle Rosaldo y yo vivía- cuando escucho la canción, mi corazón se opnme como cuando pIen-
mos entre ellos, un bebé de seis meses murió, quizá de neumonía. so en esos donceles incompletos a quienes nunca llevaré a cortar .ca-
Esa tarde visitamos al padre y lo encontramos desecho. "Sollozaba y bezas." Entonces Wagat, la esposa de Tukbaw, expresó con la. nura-
miraba fijamente con sus ojos vidriosos e inyectados de sangre, la da que todas mis preguntas le dolían, y me dijo: "Detente: (,no es
manta de algodón que cubría a su bebé."s El hombre sufría inten- suficiente? Hasta yo, una mujer, no puedo soportar lo que sIento en
samente ya que era el séptimo hijo que perdía. Sólo unos años antes, el corazón."
tres de sus hijos murieron uno tras otro en cuestión de días. En ese
entonces, la situación era sombría ya que la gente presente hablaba Desde mi posición actual, es evidente que. la. grabación ~el. ~arde
tanto de la cristiandad evangélica (la posible renunciación a cortar del hombre muerto evocaba poderosos sentumentos de afliCCl?n, so-
cabezas) como de sus rencores contra los llaneros (la contemplación bre todo ira y el impulso de cazar cabezas. En ese entonces solo ~u­
de las incursiones de caza de cabezas en los valles circundantes). de sentir aprehensión y percibí difusamente la fuerza de las emocIO-
En los días y semanas subsecuentes, la aflicción del hombre lo nes que experimentaban lnsan, Tuk?~w, Wagat y los ~tros. "
afectó de manera no anticipada. Poco después de la muerte del be- El dilema para los ilongotes se ongmaba e~ un.c?njunto de practI-
bé, el padre se convirtió a la cristiandad evangélica. Salté a la con- cas culturales con las que resulta una agoma vmr cu~do s~ blo-
clusión apresurada de que el hombre creía que la nueva religión de quean. La suspensión de la cacería de cabezas requena de ajustes
alguna forma evitaría más muertes en su familia. Cuando expresé dolorosos a otras formas de superar la ira que encontraban en la
mis pensamientos a un amigo ilongote, me reprendió diciendo que desdicha. Uno puede comparar su dilema con la noción de que el
impedimento para realizar rituales puede cr~ar ansiedad. En el ca-
8
me había equivocado: "Lo que el hombre busca en realidad en la
nueva religión no es la negación de nuestra muerte inevitable, sino so ilongote, la noción cultural de que arrOjar .un~ cabeza humana
una forma de superar su aflicción. Con el advenimiento de la ley también desecha la ira, crea un problema de Significado cuando el
marcial, la cacería de cabezas no da una posibilidad para ventilar su ritual de cacería ya no puede llevarse a cabo. Ciertamente el p~oble­
ira y con ello reducirla. Si continuara con su forma de vida ilongota, ma clásico de significado de Max Weber en The Protes~ant EthlC ~nd
el dolor de su pena sería insoportable".6 Mi descripción de 1980 the Spirit of Capita/ism (La étic~ protestante y el eSpí!Itu del capI.ta-
ahora me parece tan apta, que me pregunto cómo pude escribir las lismo) es precisamente de ese tIpO.9 En un plano lo~co, la doctr~a
palabras y fracasar en la apreciación de la fuerza del penoso deseo calvinista de la predestinación parecía impecable: DIOS ?~ ,eSCOgIdO
del hombre por ventilar su ira. al elegido, pero los mortales no pueden conocer :su decISIon ..Entre
Otra anécdota representativa resalta más mi falla en imaginarme aquellos cuya preocupación principal es la salvaCIón, la doctnn? de
]a ira posible en la desdicha de los ilongotes. En esta ocasión nues- predestinación es tan fácil de co~prend~r. conceptualmente, aSI co-
tros amigos ilongotes nos urgieron a que tocaramos la cinta de una mo es difícil de sobrellevar en la VIda cotIdiana (a menos que uno re-
celebración de cacería de cabezas que habíamos presenciado cinco sulte ser un ("virtuoso reli~oso"). Par~ l~s calvinistas e il~ngotes, el
años atrás. Tan pronto la pusimos y escuchamos el alarde de un problema de significado reSIde en la practIca, no ,en. la teon~. El C?~­
hOQlbre que había muerto en los años intermedios, la gente nos dijo flicto para ambos grupos involucra el asunto pr~c.tIco de como VIVIr
que apagaramos la grabadora. Michelle Rosaldo informó sobre la con las creencias de uno, más que el enredo 10gIco que resulta de
tensa conversación que siguió: una doctrina oscura.
, I Mientras Insan cobraba ánimo para hablar, la habitación se cargó de
una electricidad un tanto sobrenatural. Las espaldas se irguieron y mi
CÓMO ENCONfRÉ LA IRA EN LA AFLICCIÓN
ira se convirtió en nerviosismo y algo parecido al miedo cuando vi
que los ojos de lnsan estaban rojos. Entonces, Tukbaw, el "herma-
no" ilongote de Renato, rompió el ql,lebradizo silencio, diciendo que Un aspecto esencial de esta introducción. es el hecho de..que me to-
él podía aclarar las cosas. Nos explicó que les lastimaba escuchar una mó catorce años comprender lo que los ilongotes me dijeron so~re
celebración de cacería de cabezas porque la gente sabía que nunca la aflicción, la ira y la cacería de cabezas. Durante todos e~os an~s
más habría otra. Expresó: "La canción nos desgarra, nos arranca el no me encontraba en posición de entender la fuerza de una Ira POSI-
20 CULTURA Y VERDAD
INTRODUCCIÓN, AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZADOR DE CABEZAS 21
ble en la aflicción; ahora, sí. Para adentrarme en esta narración, titu-
beé, tanto por el tabú de la disciplina como por su violación cada vez si son inteligentes, sensibles, de lenguaje fluido y capac~s de mo.verse
más frecuente mediante ensayos sujetos por amalgamas de fIlosofía con facilidad en una cultura extraña, !os buenos etno~rafos tIer:en
continental y retazos autobiográficos. Si el vicio de la etnografía clá- límites y sus análisis siempre son mcompletos. ASI, co.mence a
sica era el desprendimiento del desinterés ideal a la indiferencia ver- ~~~entrañar, por medio de mi propia pérdida, lo que los ~~ong?tes
dadera, el vicio de la reflexividad actual es la tendencia para que el me decían sobre sus pérdidas, y no mediante una preparaclOn siste-
Yo abstraído, pierda la objetividad del Otro culturalmente diferente. mática para la investigación de campo. ,
A pesar de los riesgos que supone, como etnógrafo debo abrir la dis- Mi preparación para comprender una pérdid~ severa e~pez? e~
: I
cusión en este punto para aclarar ciertos aspectos del método. ' 1970 con la muerte de mi hermano, poco desp~es de cump.hr vemtI
! !
El concepto clave en lo subsecuente es el sujeto ubicado (y reubi- siete años. Al experimentar esta severa prueba Jun~o ~on mis pac:;.~s,
cado).1O Según la metodología de la hermenéutica, en el procedi- adquirí cierta retrospectiva en el trauma de la p~rdlda de un lJO.
miento interpretativo de rutina, uno puede decir que los etnógrafos E te punto de vista da cuenta de mi relato, descnto antes de forma
se reubican en tanto van comprendiendo otras culturas. Los etnógra- :rcial sobre las reacciones de un hombre ilongote a la muer.te de
fos comienzan la investigación con un grupo de preguntas, las revi- psu sep
't:1om hl·J·o. Al mismo tiempo , mi pena era menor. a la de
·blmIS pa-
tal
san en el transcurso de la encuesta y al final resultan con preguntas dres, no podía imaginar la fuerza ~brum~d~ra de la Ira pOSI e en 1
diferentes a las primeras. En otras palabras, la sorpresa que provoca aflicción. Quizá mi posición preVia es slm~la~ a la de m~chos .en da
la respuesta a una pregunta nos obliga a enmendar esta última hasta disciplina. Uno debería aceptar que el conocumento etn~áfI~o tIen e
que las sorpresas menores o respuestas muy breves nos indiquen un a poseer la fuerza y limitaciones otorgadas por la relatIva Juv~t~d
término. Clifford Geertz introdujo este enfoque interpretativo en la de los trabajadores de campo que, en su mayo.r ~arte, no han s n o
antropología. 11 pérdidas serias y que no podrían tener conOCImIento pers?naldde lo
Por lo general el método interpretativo se apoya en el axioma de devastadora que puede ser, para el que se queda, la pérdIda e un
que los etnógrafos dotados aprenden su ocupación, preparándose lo compañero. . f ., d
mejor posible. Para seguir el camino sinuoso de la encuesta etnográ- En 1981, Michelle Rosaldo y yo comenzam~s. u.na mves IgaclOn e
fIca, los trabajadores de campo requieren de capacidades teóricas de campo entre los ifugaos del norte de Luzón, FI!lpmas. El 11 de octu-
amplio rango y sensibilidades bien sintonizadas. Después de todo, uno bre de ese año, ella caminaba por un sendero Junto con dos compa-
no puede predecir lo que se encontrará en el campo. Un antropólogo ñeros ifugaos cuando sufrió una caída mortal de unos 20 metros has-
influyente, Clyde K1uckhohn, llegó al grado de recomendar una inicia- ta un río caudaloso por un precipicio. Cuando enc.ontramos JU
ción doble: primero, la prueba severa del psicoanálisis y después cuerpo me encolericé. ¿Cómo podía abandonar~e? l,Cóm? pu o
la del trabajo de campo. Sin embargo, muy frecuentemente este pun- ser tan tonta para caerse? Traté de llorar. Solloce, pero la l~a ,blo-
to de vista se extiende hasta que ciertos prerrequisitos de la investi- ueaba mis lágrimas. Poco menos de un mes más tarde, ?escnbl ese
gación de campo pueden garantizar una etnografía contundente. El ~omento en mi diario: "Me sentía co~o ~n una pesadilla, todo ~~
conocimiento del libro ecléctico y un número de experiencias vitales, mundo se expandía y contraía, se henchla Visual y hon.dame?te. Baje
junto con la lectura incitante y el conocimiento de sí mismo, deberían y encontré a un grupo de hombres, siete u ocho, d~ ~le, q?,letos, ca-
defiotar los vicios de la ignorancia y la insensibilidad. llados y me convulsioné y sollocé, pero no hubo lagrlmas. u~ahex-
Aunque la doctrina de preparación, conocimiento y sensibilidad perie~cia anterior, en el cuarto aniversario de la m.uerte. de nn. er-
es admirable, uno debería esforzarse para minar la comodidad falsa mano, me enseñó a reconocer a los soll?zos ~onvuJsl~os sm lágrimas,
que transmite. ¿En qué punto la gente puede decir' que ha completa- como una forma de ira. Esta ira me ha mvadldo en dIversas formas y
do su aprendizaje o su experiencia vital? El problema con la adop- en varias ocasiones desde entonces; podía durar horas y en .u~a oca-
ción de esta forma de preparar al etnógrafo muy a pecho es que sión varios días. Los rituales pueden desI?ert~r estos sentInnentos,
puede provocar un aire falso de seguridad, una afirmación autorita- pero por lo general surgen de recordatonos mesperados, (como el
ria de certidumbre y finalidad que nuestros análisis no pueden tener. encuentro exasperante de los ¡longotes con la voz de su tlO muerto
Todas las interpretaciones son provisionales; las realizan sujetos ubi" en la grabación). . ...
cados que están preparados para saber ciertas cosas y no otras. Aun Que quede claro que la aflicción no debe redUCIrse a ITa, ro por
mí ni por nadie. 12 Los estados de emociones profundas y poderosas
CULTURA y VERDAD INTRODUCCIÓN. AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZADOR DE CABEZAS 23
22
me abrumaron a veces juntas, a veces separadas. Experimenté el rio continuaba con una reflexión más amplia sobre la m~~rt~, la ira y
profundo dolor desgarrador de I~ pena casi insoportable, ~l frío ~­ la cacería de cabezas, mediante mi "deseo por una soluc~o~ Ilongote;
davérico al percatarme de la finalidad de la muerte, el comIenzo tre- se encuentran más en contacto con la re~l~dad q~e los cnstIano~. Por
mulo en mi abdomen que después se extendía a todo mi cuerpo, los ello, necesito encontrar un lugar para mI Ira ... y.'~,podemos deCIr que
lamentos tristes que salían sin quererlo y los frecuentes sollozos. Es una solución nuestra es mejor que la de ellos? ¿Podemos condenar-
por esto que mi propósito actual de revisar las comprensiones pre- los cuando nosotros bombardeamos ciudades? ¿E~ nuestra razón de
vias sobre la cacería de cabezas de los ilongotes y no un punto de ser más fuerte que la de ellos?" Todo esto fue escnto con desespera~
vista general de la pena, se enfoca en la ira más que en otras emocio- ción e ira. .
nes en la aflicción. Alrededor de quince meses después de la t.n~erte de ~Ic?e.ll~, pu-
Los escritos en inglés necesitan especialmente enfatizar la ira en de volver a escribir sobre antropología. Escnblr la verSlOn mI~lal. de
la aflicción. Aunque los terapeutas de la aflicción alientan por lo ge- "Aflicción e ira de un cazador de cabezas" fue en v~rdad ~!artIco,
neral a ser concienre de la ira entre el afligido, la cultura angloamerica- aunque no en la forma que uno imagit;Ia.r!a. La catarsIs oCU~~lO ~t~s,
na de clase media superior tiende a ignorar la ira que pueden provo- no después del término de la COmposlclon. Cuando la verSlOn ~Clal
car las pérdidas devastadoras. Paradójicamente, este conocimiento de esta introducción se hallaba en mi mente, durante ~l ~es antenor de
convencional de la cultura, niega casi siempre la ira en la aflicción al comenzar a escribir, me sentía difusament: ~epnmldo y enfermo
mismo tiempo que los terapeutas alientan a los miembros de la co- con fiebre. Entonces, un día, una niebla casI literal se leva?t? y las
munidad invisible del afligido a hablar en detalle sobre la ira que palabras fluyeron. Parecía más bien que las palabras se escnblan so-
sienten por'sus pérdidas. La muerte de mi hermano, en combinación las a través de mÍ.
con lo que aprendí de la ira con los ilongotes (para ellos es un esta- El uso de mi experiencia personal sirve c~m?,ve~ículo para hacer
do emocional que se celebra públicamente en vez de negarse), me que la calidad e intensidad de la ira en la afllCClon ~o~gote ~e~ ~
permitió reconocer la experiencia de la ira. 13 accesibles al lector que ciertos modos de CO~pOS!ClOn mas mdife-
La ira ilongote y la mía se traslapan, más bien como dos círculos rentes. Al mismo tiempo, si se invoca la expenencla pe~sonal comO
en parte sobrepuestos y en parte separados. No son idénticos. Junto una categoría analítica, se cor~e el ri~sgo de ~~rder el mterés. Los
con las similitudes asombrosas, las diferencias importantes en tono, lectores hostiles podrían redUCir esta mtroducclOn a u~ acto ~e due-
forma cultural y consecuencias humanas distinguen la "ira", animan- lo o un simple informe de mi descubrimiento sobre la Ira pOSible en
do nuestras respectivas formas de afligirnos. Mis vívidas fantasías, la aflicción. Francamente, esta introducción es eso y más. Un acto de
por ejemplo, sobre un agente de seguros de vida que se negó a reco- duelo, un informe personal y un análisis crítico del méto~o ~ntr?po­
nocer que la muerte de Michelle estaba relacionada con su trabajo, lógico; al mismo tiempo abarca un ,núme~o de procesos disht;I~bles
no me llevó a matarlo, a cortarle la cabeza y celebrar después. De que no pueden cancelarse entre SI. De Igual forma, e~ la siguiente
esta forma ilustro la precaución metodológica de la disciplina contra parte argumento que el ritual, en. general, . ~ la cacena de cab.ezas
la atribución temeraria de las experiencias y categorías de uno mis- ilongote, en particular, forma~ la mte~seCClO? de procesos ~oclales
mo con los miembros de otra cultura. No obstante, dichas adverten- múltiples coexistentes. Ademas de reVIsar elm~orme ~tnogr~fico, la
cias contra las nociones superficiales de la naturaleza humana uni- afirmación principal que se hace aquí .tra.t~ d~ como mI propio duelo
versal puede llevarse demasiado lejos y endurecerse en la doctrina y la consecuente reflexión sobre la afhcclOn, !r~ y cac~na d~ cabezas
también perjudicial de que todo ser humano me es ajeno, excepto de los ilongotes suscitan problema~ metodologIcos de mteres general
por mi propio grupo. Uno espera alcanzar un equilibrio entre reco- en la antropología y en las ciencias humanas.
'nocer diferencias humanas grandes y el modesto axioma de que dos
grupos humanos cualesquiera deben tener ciertas cosas en común.
Sólo una semana antes de terminar el borrador inicial de una pri- LA MUERTE EN ANfROPOLOGÍA
mera versión 'de esta introducción, encontré la anotación en mi dia-
rio, escrita unas seis semanas después de la muerte de Michelle, en La antropología favorece las interpretaciones que igualan a la "p~o­
la que me juré que si volvía a escribir sobre antropología, lo haría fundidad" analítica con la "elaboración" cultural. Muchos estudiOS
empezando con "Aflicción e ira de un cazador de cabezas ..." Mi dia- se enfocan en las arenas en donde uno puede observar eventos for-

~=~.-~_.,-----~
24 CULTVRA Y VERDAD
INTRODUCCIÓN. AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZADOR DE CABEZAS 25
males y repetitivos, ~omo ceremonias, rituaI~s.y jueg~s. De igual for-
ca~oilP,l;m~:
ma los estudios de Juegos de palabras se dmgen mas a las bromas . . . al en una etnografía, concentrad o en " una
co~o los monólogos programados que a los intercambios libres e
dio de un
muerte: muy fac II () P
leo el título de Simone de Beauvoir con iro-
'1 la falta de exposición, sino que tam-
improvisados de chistes ingeniosos. La mayoría de los etnógrafos nía, al IgUal que e a no es so o al arezca como una rutina para
prefieren estudiar eventos que tengan espacios definidos, Con cen- bién hace .q~e la muerte, en ge~er e~l'e lo fue para el difunto. ¿Los
tros marcados y orillas limitadas. A veces también tienen mitades y los sobr~;'1V1entes c~:)I?o sup~e~oa: conmovieron con su muerte? El
extremos. Históricamente parecen repetir estructuras idénticas, ha- hijos e hIjas de la V1eJa mUJe bre cómo se enfrenta la gente con
ciendo las cosas como se hacían ayer. Sus calidades de defmición fija estudio del caso muestra menos so de arecer un ritual. por lo tanto
la muerte, que có~o l~ ~u~r\ea~~~r r!specto de ritual funerario co-
liberan a dichos eventos del desorden de la vida diaria, de forma que
puedan "leerse" como artículos, libros o, Como ahora los llamamos,
textos. se ajusta al ~unto e V1~ ~ e ogramado de actos prescritos. "Para
mo un desplIegue meca~lco .pr n la orden es ritual".18
Guiados por su énfasis en entidades autónomas, las etnografías el vasco", dice Dougl,as, el r~u:!:~ ~:d~ r~ngo de posibles muertes.
escritas según las normas clásicas, consideran a la muerte como un
ritual en vez de una desdicha. Incluso, los subtítulos de ciertas etno-
. Douglas cap~u~aa~~~c: ~ut~narios del ritual se encubre de forma
SI acentuamos o , ines eradas, como los padres que
grafías recientes sobre la muerte hacen énfasis en el ritual. Death in conveniente la .~gollla de mu~;te~e mJere durante el parto. En esas
Murelaga (Muerte en Murelaga), de William Douglas, se subtitula pierden a un hIJO o una mad q , de los sobrevivientes que salen
Funerary Ritual in a Spanish Basque Village (Ritual funerario en un descripciones se esconden las agolllas d OCl·onales Aunque
de la COnfUSIOn, caro l~. o .,
pueblo vasco español); Celebrations of Death (Celebraciones de la ., b· d poderosos esta os em .
1 miembros afligidos del gru-
muerte), de Richard Huntington y Peter Metcalf, tiene por subtítulo Douglas reconoc~ la dlstmClon entr\~~lista más público, escribe la
The Antropology of Mortuary Ritual (La antropología del ritual fune- po familiar del dIfunto y el gr;p~ n 1punto de vista de este último.
rario);A Borneo Journey into Death (Un viaje Borneo a la muerte), narración,laen
Encubre su mayor
fuerza I?art~, d ee~a ea~icción , reduciendo el ritual fu-
emOCIOna
de Peter Metcalf, se subtitula Berawan Eschatology from lts Rituals
(EscatolOgía berawan de sus rituales).14 El ritual en sí se define por nerario a una rutina de ord~n. duelen tanto en escenas ritua-
su formalidad y rutina; bajo dichas descripciones, más bien se parece Con seguridad los.~res r~:ol: s~da cotidiana. Consideremos la
a una receta, un programa fijo o un libro de buenas maneras, que un les como en marcos I arma 1 relato antropológico clásico de
proceso humano abierto.
prueba clara y contundente e~ e de sepultura" entre los nyakyu-
Las etnografías que de esta forma eliminan las emociones inten- Godfrey Wilson sobre "convencIOnes
sas, no sólo distorsionan sus descripciones, sino que también descar- sa de Sudáfrica:
tan variables clave potenciales de sus explicaciones. Cuando el an- l asisten a una sepultura nyakyusa es-
tropólogo William Douglas, por ejemplo, anuncia su proyecto en Por lo men~s algunos defros.¿ue He escuchado a la gente lamentarse
Death in Murelaga, explica que su objetivo es usar a la muerte y al ri- tán conmOVidos por la a ~CCI n. l conversación ordinaria; he visto a
tual funerario "como un dispositivo heurístico para abordar el estu- de la muerte de un hom. re eg ~e morir caIñinar hacia su tumba y
dio de la sociedad rural vasca"Y En otras palabras, el objetivo prin- un hombr~, cu~a ~enJ?ana ac~ a ostració~ de aflicción; y escuché de
cipal de estudio es la estructura social, no la muerte y por lo tanto la llorar
un en SilencIO
hombre ~I?dgóuna
que sesmSUICI po r :umaflicción ante un hijo muerto.1 9
aflicción tampoco. El autor comienza su análisis diciendo: "La
muerte no siempre es fortuita e impredecible"~ 16 Continúa descri- Vea que todos los. c~sod qd 1 ·t 1 formal La gente conversa entre
. s ue Wilson presenció o escuchó, suceden
biendo cómo una vieja mujer, aquejada por las dolencias de su edad, fuera de la esfera lImIta a . e r~ ua en un impulso cómete suicidio.
recibe de buena gana a la muerte. La descripción carece de la pers- sí, camina sola.y.llora e? ~Ile~clO, ~ ocurre dentro de actos rituales
pectiva de los sobrevivientes más afligidos, y vacila en cambio entre La labor de aflIgIrse, qUlza umversa " otidianos donde la gente se
aquellos de la vieja mujer y un observador indiferente. obligatorios, asíco?Io en marcos mas c
Sin duda, algunas personas llevan una vida plena y sufren tanto en halla sola o con pa~Ientes cer~anos. yusa los estados de emocio-
su senectud, que aceptan Con gusto el alivio que la muerte puede En las ceremomas de sepu ~~:a ;:~ ritu~l en sí, que es más que
proporcionarles. Sin embargo, el problema en la creación del estu- nes fuertes se presen~an ta?IbI~ hombres dicen que bailan las pa-
una serie de actos oblIgatonos. os
~II
26
CULTURA y VERDAD INTRODUCCIÓN, AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZADOR DE CABEZAS 27
siones de su desdicha, la cual incluye una mezcla compleia d .
mor y aflicción: J e Ira, te- Mi experiencia con la aflicción y los rituales encaja con el modelo
de trivialidades y catálisis, más que con el de la cultura profunda mi-
"Esta danza de guerra (ukukina)", dice un vie' " crocósmica. Hasta un análisis cuidadoso del lenguaje y la acción sim-
lamentamos por el hombre muerto. Bailamos )0, es un duelo; nos bólica durante dos funerales en los que fui doliente principal, revela-
en nuestros corazones. Una pasión de at]" 'ó porq~e hay una guerra rían muy poco sobre la experiencia de la aflicción.23 Claro, esta
(ilyyojo likutusila)".. , Elyojo significa pas,~CI n y ?ll~do ?os exaspera declaración no debe llevar a alguien a establecerlo como universal
u/cusila quiere decir molestar o I n o aflicción, Ira o miedo'
Un hombre explicó de esta tia exaspe rakur ~e manera insoportable' sólo por el conocimiento personal de alguien más. En cambio debe
' Ia t
InSU '
continuamente me exasrma el u slla'' . "S'I un hombre me. alentar a los etnógrafos a cuestionarse si la sabiduría de un ritual
ro pelear con él". La ~uerte es pera (ukuslla) , de modo que quie- es profunda o convencional, y si su proceso es transformador o
exaspera a los hombres relacion~~ evento e,spantoso y doloroso que sólo un simple paso en una serie prolongada de rituales y eventos
Icar. 2o os Y es Infunde el deseo de pe_ cotidianos.
En el intento por comprender la fuerza cultural de la ira y otros
I:as descripciones de la danza las estados emocionales poderosos, tanto el ritual formal como las prác-
~matos, proporcionan amplia ~vid pe!ea~ subs~cuentes, incluso ase- ticas informales de la vida cotidiana, nos proporcionan un discerni-

de manifiesto que los etnógr f,


cla
mvolucrada. El testimonio claro d e7 . t
la mtensidad emocional
e ~s m orm~ntes de Wilson pone
miento crucial. Así, las descripciones culturales deberían seleccionar
la fuerza y la densidad; deberían ampliarse de rituales bien definidos
tos más intensos. a os pue en estudIar aun los sentimien- a innumerables prácticas menos circunscritas.
A pesar de excepciones como W'I
Ja
que uno. debería ordenar las cosas I son, ;egl~ g~neral parece ser
los bernnches. La mayoría d I ' secan. o ~as lagrlmas e ignorando AFLICCIÓN, IRA y CACERÍA DE CABEZAS ILONGOTE
muerte eliminan las emocio e os est~dlos antropológicos sobre la
dores indiferentes 21 Por I nes, alsumIendo la posición de observa- Cuando se trata de la cacería de cabezas ilongote, la perspectiva del
't 1 . o genera esos estud' f .
~I ua Con el proceso del duel . . lOS USIünan el proceso ritual como almacén de sabiduría colectiva, la alínea con un sacrifi-
Ignoran la relación entre rituaf;, ~~al~~ e! ntua~ co~ lo obligatorio e cio expiatorio. Los incursores llaman a los espíritus de las víctimas
rece al ritual formal pone . a lana. La mchnación que favo- potenciales, realizan sus despedidas rituales y buscan presagios favo-
en nesgo la su " , d
pregunt~s esenciales. Por e'em 10'1 . pOSICIü? e respuestas a rables a 10 largo del camino. Los hombres ilongotes recuerdan muy
profundIdad cultural? J p, {, os ntuales sIempre revelan la bien el hambre y las privaciones que soportan durante días y a veces
La mayoría de los analistas ue . semanas, necesarias para mudarse cautelosamente al lugar donde
con el ritual funerario asumen q fone.n al mIsmo nivel la muerte preparan la emboscada y esperan a la primera persona que pase.
encerrada como si fu;ra un . que os ntuales almacenan sabiduría Una vez que los incursores matan a sus víctimas desechan la ca-
ral envolvente Un estud' mlc:ocosmos de su macrocosmos cultu beza en vez de conservarla como trofeo. Al arrojarla, por analo-
. I .. lO reCIente de la t -
eJemp o, comIenza por afirmar Con . muer e y el duelo, por gía, descartan también las cargas de su vida, incluyendo la ira en su
ban "la sabiduría coIectI'va de m h segurIldad que los rituales englo- aflicción.
rarIzaCIün
" debe requerir una in uc .as cu. , turas" .22 A un aSI,' esta gene- Antes de una incursión, los hombres describen su estado vital, di-
más amplio de hipótesis alter vesttgacIün detallada contra un rango ciendo que las cargas de la vida los han hecho pesados y enmaraña-
En xt nas.
e remos Opuestos los rit 1 . dos, como un árbol con enredaderas. Explican que una incursión
cult~ral ? se desbordan e~ trivial?: ~s m~estran ya sea profundidad exitosa los hace sentir ligeros de paso, y vigorosos de complexión. La
les SI enCIerran la sabiduría d al es. n el pnmer caso, Jos ritua- energía colectiva de la celebración con sus canciones, música y dan-
catalizadores que precipitane :~;~o~ura; en el se~do, actúan como zas les proporciona a los participantes una sensación de bienestar.
ses subsecuentes y hasta añoI. Much c~ya expoSlcIün Ocurre en me- El ritual expiatorio incluye la depuración y catarsis.
los dos aspectos combinand . os r~tuales, por SUpuesto logran El análisis que se esbozó considera el ritual como un proceso au-
de trivialidad. ' o cIerta sabIduría Con una dosis' similar tónomo infinito. Sin negar el discernimiento en este enfoque, tam-
bién deben considerarse sus límites. Imagine por ejemplo rituales de
po

28 CULTURA Y VERDAD
INTRODUCCIÓN. AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZADOR DE CABEZAS 29
exorcismo descritos como .
·d SI se completar '
um os a procesos mayores an en SI, en vez de estar su propio estereotipo cultural para el joven soltero [buintaw]), cons-
tual y después de éste. ¿Por !~~t; d~esar~oIIan antes del periodo ri- _ tantemente anhelan cortar una cabeza. Michelle y yo comenzamos el
da se recupera o sigue afli ida d que pro~esos la persona afligi- trabajo de campo entre los ilongotes sólo un año después de que
consecuencias sociales de g eSI;>ues del ntual? ¿Cuáles son 1 abandonamos a nuestros hijos solteros: de ahí nuestra pronta empa-
. recuperacló d. as
se. co.nSlderan estas cuestione .n o. e ausencIa de ésta? Si no tía con la turbulencia juvenil. El libro de Michelle sobre las nociones
aflICcIones y terapI·as 1 s, se dlsmmuye la fuerza de di h ilongotes de identidad, explora la ira apasionada de los jóv~nes que
O para as que 1 ·t al l' c as
tras preguntas se aplican a su· ten u . tormal es sólo una fase llegan a la mayoría de edad.
yendo a la persona afligida el c~~ os de dlfere~te ~bicación, inc1u~ Tercero, los hombres mayores se ubican de forma diferente que
casos, el problema abarca el del" ad~r y la audIencIa. En todos los sus contrapartes más jóvenes. Debido a que ya han decapitado a al-
antes, durante y después del mo~u:~ml~nlto.de procesos que ocurren guien, pueden usar los aretes de calao rojo que tanto ambicionan los
Llamemos a la noció d I o e ntual. jóvenes. Su deseo por cazar crece menos que el torbellino crónico
ral profunda, el punto d~ vi~taa ~~~~ra ~ut~noma de la actividad cultu- adolescente, es por agonías intermitentes de pérdida. Después de la
t~r~o, el n·tual como una intersecci~~~smlc?'dY a Un punto de vista al- muerte de alguien cercano, los hombres mayores a menudo se impo-
e ntual aparece como un lu a ranslla a. En el segundo caso nen votos de abstinencia, que se anulan el día en que participan en
de procesos sociales distinto~ r{n el que ~~ intersectan un númer; una cacería exitosa. Estas muertes pueden cubrir una variedad de
Un espacio para recorrer distin·tas ~~a~nc~uc~Jadas sólo proporcionan casos, desde la muerte literal, ya sea por causas naturales o decapi~
en ~na forma de encapsulación t ec onas, en vez de contenerlas tación, hasta la muerte social donde, por ejemplo, la esposa de un
cena de cabezas ilongote perman~tal. Dfsde esta perspectiva la ca- hombre escapa con otro. En todos los casos, la ira nacida de una
sos analfticamente separables. ce en a confluencia de tres proce- pérdida devastadora anima el deseo de los hombres mayores por ca-
~l pnmer proceso se ocu a d · . zar. Esta ira en el abandono, es irreductible porque no se puede ex-
la lllcursión. Las condicione~ h. e ,d~scermr la ocasión Oportuna ara plicar en un nivel más profundo. Aunque ciertos analistas discuten
p~ra un~ cacería, que varían d:sJro;lcas determinan las Posibilidfdes este punto de vista, la unión de aflicción, ira y cacería de cabezas no
e.I7poslbles. Estas condiciones inc1~uentfs a probables, improbables tiene otra explicación.
fila :s ~mericanos, la gran de resi' yen os esfuerzos pacíficos colo- Mi primer entendimiento sobre la cacería de cabezas ilongote ca-
mOVImIentos revolucionarios ~n Ion,. l~ se~unda guerra mundial los reció del significado total de cómo experimentan la pérdida y la ira
grupos ilongotes y la dec1aració/danlIc\es cIrcu~dantes, feudos e~tre los hombres mayores. Estos hombres se mostraron difíciles en este
€S.0tes usan la analogía de cazar are a ey marcIal en 1972. Los ilon- contexto porque son ellos, y no la juventud, quienes marcan la pauta
nc~s. Así como los cazadores b~n a habl~r de esas vicisitudes histó- en la cacería. Su ira es intermitente, mientras que en los jóvenes es
cuando se cruzará un animal en gotes. dIcen .que no pueden saber continua. En la ecuación de la cacería de cabezas, los hombres ma-
el.bl anc?, así también ciertas fueSr~~ar;:.lll~ ? SI sus flechas darán en yores son la variable, y los jóvenes, la constante. En el aspecto cultu-
eXIstenCIa, están fuera de su con s I~to.ncas que condicionan su ral, los hombres mayores están dotados de conocimiento y vigor que
1883~1974 (Cacería de cabezas ilo!rol. ~I lIbro ¡longot Headhuntin los jóvenes aún no adquieren; por lo tanto cuidan (saysay) y guían
res hIstóricos en su cacería. goteJ explora el impacto de facto~ (bukur) a los jóvenes durante la incursión.
Segundo, los jóvenes que entran e En un estudio preliminar de la literatura sobre cacería de cabezas,
de turbulencia perSonal en el ue ~ edad sufren Un periodo largo encontré que el alza de las prohibiciones de dueJú ocurre con fre-
Una .cabeza. En este lapso proble~~r ese~n nada tanto como cortar cuencia después de cortar una cabeza. La noción de que la ira de es-
su ,,:?a y contemplan el transtorn ICO, ,u~can a la compañera de tos hombres los impulsa a cortar cabezas, es más pausible que aque-
famIlIas originales y entrar a la d o traUmatlco de separarse de sus llas "explicaciones" frecuentes respecto de la cacería de cabezas
venes lloran, cantan)' estallan en ~ su esposa .como extraños. Los jó-
r na
ca?eza y usar los- codiciados I~:e~~; ~u VIollento ?eseo de cortar
as orejas de los hombres ue . e ca ao rOJo que adornan
como la necesidad de adquirir "cosas del alma" místicas o nombres
persona1es. 24 Debido a que la disciplina rechaza correctamente los
estereotipos del "salvaje sanguinario", debe investigar cómo los ca-
gado (tabi). Volátiles envid- ' como d~cen los ilongotes, ya han Ile- zadores de cabezas crean un deseo intenso por decapitar a otros se-
, IOSOS, apaSIOnados (por 10 m ' res humanos. La ciencias humanas deben explorar la fuerza cultural
enos segun
~-

INTRODUCCIÓN: AFLICCIÓN E IRA DE UN CAZADOR DE CABEZAS 31


CULTURA Y VERDAD
30 ceso que ocurren tanto antes como después del periodo de su reali-
s Los rituales funerarios, por ejemplo, no "contienen" todos
zación.
de las emociones para delinear las pasiones . '
formas de conducta humana. que provocan CIertas los procesos complejos de la aflicción. El ritual y la aflicción no de-
ben chocar uno contra otro porque ni se encierran ni se explican por
completo. En cambio, los rituales son a menudo puntos a lo largo de
RESUMEN
un número de trayectorias procesales más largas; de ahí mi imagen
del ritual como una encrucijada donde se intersectan los distintos
El etnógrafo, 25
humanos mejorcomo sujeto Él
que otros ubicado
n' comprende ciertos fenómenos procesos de ladevida.
La noción ritual como una intersección transitada, anticipa el
t~ral y observa desde un ángufo e ;,~cufa un puesto o lugar estruc- avalúo crítico del concepto de cultura desarrollado en los siguientes
e]~mplo, que la edad, género s~ c IC; ~~. Hay que considerar, por capítulos. En contraste con el punto de vista clásico, que ubica a la
ub;cac;ó~~~,;:;,fl?yen
clon con el régimen neocolo ? 1 . on IClon de extraño y la asocia
1 e . El concepto de lo que el etnóg...fo .p.en:
. len ~e refiere a la forma en ue
cultura como un todo autónomo constituido de patrones coherentes,
la cultura también puede ser concebida como una formación más
cernimiento. En el caso in!e~·m:ten
as experiencias cotidianas
.0 mhiben ciertos tipos de ~hs­ poderosa de intersecciones donde los procesos se entrelazan dentro
de los límites o más allá de éstos. Dichos procesos heterogéneos de-
para imaginarme una ira en l~a :iIi m??una. experiencia me preparó rivan con frecuencia de las diferencias de edad, género, clase, raza Y
mu~r~~ de Michelle Rosaldo en 198~c~0~, smo hasta después de la
poslclOn de entender la fuerza de 1 . o o en~onces me encontré en orientación
Este librosexual.
argumenta que una transformación en los estudios cul-
Ilongotes respecto de la aflicción i: declar~clOnes repetidas por los
s
turales ha desgastado las concepciones, antes dominantes, de la ver-
ma forma, los susodichos nativo' a y ~~ceTIa de cabezas. De la mis- dad y la objetividad. La verdad del objetivismo - absoluto, universal
pos~~n una mezcla distintiva de s ::m~Jle~ son sujetos ubicados que y eterno _ ha perdido su staiUS de monopolio. Ahora compite en
P?slclones estructurales de lo I? spIcaCIa y ceguera. Considere las términos más parejos con las verdades de estudios de casos que es-
ClOnes diferentes de los dolien~eVIeJ~s c.ontra los jóvenes, o las posi- tán más incrustados en contextos locales, configurados por intereses
los son. Mi discusión de los escr~foTInClpales ~o?tra aquellos que no locales Ycoloreados por percepciones locales. La agenda del análisis
a menudo logra sus efectos invi f sdan:ropol~g~cos sobre la muerte social ahora incluye no sólo verdades eternas Y generalizaciones de
La profundidad cultural' ~ len o· as pOSICIOnes. aspecto legal, sino también procesos políticos, cambios sociales y di-
tural. Pensemos simplemen~~ :~e~pre ~s igual a ~a elaboración cul- ferencias humanas. Términos como objetividad, neutralidad e impar-
usado puede parecer elaborado cu ora or ~ue piratea. El lenguaje cialidad se refieren a las ubicaciones del sujeto una vez que se le ha
pero. no es profundo. La profundid~d~ apll~ palabra tras palabra, dotado de gran· autoridad constitucional, aunque se discute que no
sencla o ausencia de elaborac·' D . ebena separarse de la pre- son ni más ni menos válidos que los de actores sociales más compro-
de una línea pueden ser vacías ~n. e Igual forma, las explicaciones metidos pero igual de perceptivos. El análisis debe aceptar que sus ob-
lugar a una intensidad resistent med~ares. El concepto de fuerza da jetivos de análisis también son sujetos analizantes que interrogan de
suceder con la elaboración d e en a ~onducta humana que puede forma crítica a los etnógrafos - sus escritos, su ética y política.
la profundidad cultural o sin ~fsa,:sOCIada. convencionalmente con
c~rs~, canción o ritual, la ira deaio ~~que sm la elaboración del dis-
perdidas devastadoras puede t s/ ongotes mayores que sufrieron
sa a decapitar a .otros seres hu::~ uerte~ conse~~encias, los impul-
volucra tanto la mtensidad a~ f os. ASI, la noclon de la fuerza in-
que s~ d~spliegan después dee~ IV~ co~o consecuencias importantes
ASI mismo, los rituales no . uc o tIempo.
r~l profunda. A veces conti:~empre en~lerran una sabiduría cultu-
ciertos rituales reflejan y creae: ;a sabiduría de Polonia. Aunque
acer~an a la gente y proporc. alor~s. f~ndamentales, otros sólo
contmuar con sus vidas. Los rit~~:n ~nVIahdades que les permiten
s sirven como vehículos para pro-

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