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MUNDO
Los altos niveles de pobreza absoluta definida como un ingreso per cápita
que no excede un dólar (US$1) diario, ajustado al poder adquisitivo
hacen que la gente en los países pobres sea especialmente propensa a
contraer enfermedades. Quienes viven en pobreza extrema normalmente
carecen de acceso a agua potable, viviendas dignas, saneamiento
adecuado, alimentos, educación, atención sanitaria profesional,
transporte, empleo fijo y sin riesgo, e información sobre salud. En el
sector salud, las diferencias en el gasto en atención sanitaria,
investigación, mejora de la capacidad y acceso a tecnología e información
contribuyen a las disparidades que se observan a nivel mundial. La OMS
estima que los países de ingreso medio y bajo constituyen el 11% del
gasto en salud; sin embargo tienen más del 80% de la población mundial
y sufren más del 90% de la carga de enfermedades del planeta.
Los pobres están afectados cada vez de forma más desproporcionada por
la triple carga de altos niveles de enfermedades infecciosas, enfermedades
no trasmisibles, y muerte y discapacidad por lesiones, abuso de
sustancias y violencia.
Uno de los estudios más extensos hasta la fecha sobre las desigualdades
de salud en los países de menor desarrollo utiliza los bienes de los
hogares, datos sobre servicios y otras información de las Encuestas
demográficas y de salud (un proyecto de investigación por encuestas que
se lleva a cabo en África, Asia y América latina) para medir el nivel
socioeconómico. El índice de riqueza del hogar ofrece una definición de
nivel económico relativa, que se refiere únicamente a ese país, en vez de
una definición absoluta. Los investigadores dividieron la población de
cada país en cinco grupos de ingreso o quintiles, basados en su posición
relativa en la escala de riqueza de los hogares dentro de cada país. Es
decir, que el nivel económico del quintil más pobre en Haití, por ejemplo,
es muy diferente del quintil más pobre de Brasil.