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Prólogo
Mis primeras ideas sobre terapia de la depresión surgieron en 1956, cuando:
- me propuse validar determinados conceptos psicoanalíticos acerca de la depresión: yo
pensaba que las formulaciones psicoanalíticas eran correctas, pero que no habían logrado una
aceptación generalizada debido a la falta de datos empíricos que las apoyen. Inicié entonces una
serie de investigaciones encaminadas a proporcionar datos convincentes.
- un segundo motivo fue mi deseo de delimitar la configuración psicológica característica de la
depresión con el fin de desarrollar una forma breve de psicoterapia dirigida específicamente a
mitigar esta psicopatología.
Los resultados iniciales de mis estudios empíricos parecían apoyar mi fe en los factores psicodinámicos
específicos sobre la depresión, a saber: la hostilidad vuelta hacia sí mismo, expresada corno
“necesidad de sufrimiento”. Sin embargo, experimentos posteriores presentaron algunos resultados
inesperados que parecían contradecir esta hipótesis. Tales inconsistencias me llevaron a evaluar de un
modo crítico la teoría psicoanalítica de la depresión.
Los datos contradictorios apuntaban hacia la idea de que los pacientes depresivos no tienen
necesidad de sufrimiento alguno. El paciente depresivo tiende a evitar conductas que pueden generar
rechazo o desaprobación, en favor de respuestas que elicitan aceptación o aprobación por parte de otros.
Al mismo tiempo me hice consciente de que compañeros de estudios y otros colegas comenzaban su
sexto o séptimo año de psicoanálisis sin aparente mejoría en su conducta o en sus sentimientos. Es más,
observé que muchos de los pacientes depresivos reaccionaban negativamente a las intervenciones
terapéuticas basadas en las hipótesis de la “hostilidad vuelta hacia sí mismo” y de la “necesidad de
sufrimiento”.
Mi reformulación total de la psicopatología de la depresión, a la vez que la de otros trastornos
neuróticos, surgió de las nuevas observaciones clínicas y de los estudios experimentales. El resultado de
que los pacientes depresivos no necesitan sufrir me animó a buscar otras explicaciones de su
conducta.
Observé que adoptaban sistemáticamente una visión negativa de sí mismos y sus experiencias en
la vida, este tipo de visiones eran formas distorsionadas de interpretar la realidad.
El paciente depresivo distorsiona sistemáticamente sus experiencias en una dirección negativa.
Tiene una visión global negativa de sí mismo, del mundo, y del futuro.
Con el propósito de minimizar la sintomatología del depresivo elaboré varias técnicas para
corregir las distorsiones y ajustar a la realidad el sistema de procesamiento de la información de
los pacientes, técnicas basadas en la aplicación de la lógica y de reglas de evidencia.
Los experimentos mostraron que, bajo determinadas condiciones, una serie de éxitos graduales que
llevasen a la consecución de un objetivo claro, podría tener un considerable efecto para modificar
el autoconcepto y las expectativas de carácter negativo, mitigando así la sintomatología depresiva.
Este estudio añadió un nuevo enfoque a las técnicas que yo había descrito anteriormente para corregir
las distorsiones cognitivas; a saber, el uso de experimentos reales para someter a prueba las creencias
falsas o excesivamente negativas del paciente. Esta idea de probar hipótesis en situaciones de la vida
real cristalizó en el concepto general de “empirismo colaborativo”.
Tratando las experiencias cotidianas del paciente como un campo de pruebas para estudiar sus
creencias acerca de sí mismo, podíamos ampliar en gran medida el proceso terapéutico. Prácticamente
cualquier experiencia o interacción presentaba una oportunidad potencial para someter a prueba
las predicciones e interpretaciones negativas del paciente. Así, el concepto de tareas para practicar en
casa o “autoterapia ampliada”, como lo denominaríamos posteriormente, incrementaba el efecto de las
sesiones de terapia.
El movimiento de la terapia de conducta contribuyó sustancialmente al desarrollo de la terapia
cognitiva.
Capítulo 1. Visión general
El problema de la depresión
Al menos un 12% de la población adulta ha presentado o presentará en el futuro un episodio
depresivo y de importancia clínica suficiente como para necesitar tratamiento.
La depresión es la causa del 75% del total de las hospitalizaciones psiquiátricas y que un 15% de los
adultos entre 18 y 74 años puede sufrir síntomas depresivos de cierta consideración.
1. La percepción y, en general, la experiencia son procesos activos que incluyen tanto datos de
inspección como de introspección.
2. Las cogniciones del paciente son el resultado de una síntesis de estímulos internos y externos.
3. El modo que tiene un individuo de evaluar una situación se hace evidente a partir de sus
cogniciones (pensamientos e imágenes visuales).
4. Estas cogniciones constituyen la “corriente de conciencia” o campo fenoménico de una
persona, que refleja la configuración de la persona acerca de sí misma, su mundo, su pasado y su
futuro.
5. Las modificaciones del contenido de las estructuras cognitivas de una persona influyen en su
estado afectivo y en sus pautas de conducta.
6. Mediante la terapia psicológica, un paciente puede llegar a darse cuenta de sus distorsiones
cognitivas.
7. La corrección de estos constructos erróneos puede producir una mejoría clínica.
Los orígenes filosóficos de la terapia cognitiva se remontan a los Estoicos. Epicteto escribió “Los
hombres no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que de ellas hacen”.
Del mismo modo que el Estoicismo, las Filosofías Orientales, como el Taoismo y el Budismo, han
subrayado que las emociones humanas están basadas en las ideas. El control de los sentimientos más
intensos puede lograrse mediante un cambio en las ideas.
El trabajo de Ellis supuso un nuevo impulso en el desarrollo histórico de las terapias cognitivo-
conductuales. Ellis relaciona el estímulo ambiental o Activador (A) con las Consecuencias
emocionales (C) a través de la Creencia interviniente (Cr). Así, el objetivo de su Terapia Racional
Emotiva consiste en hacer que el paciente tome conciencia de sus creencias irracionales y de las
consecuencias emocionales inadecuadas de éstas. La Terapia Racional Emotiva pretende modificar
estas creencias irracionales.
El modelo cognitivo de la depresión
El modelo cognitivo de la depresión ha surgido a partir de observaciones clínicas sistemáticas y de
investigaciones experimentales. (interacción entre lo clínico y lo experimental)
El modelo cognitivo postula tres conceptos específicos para explicar el sustrato psicológico de la
depresión:
1) La tríada cognitiva
La tríada cognitiva consiste en tres patrones cognitivos principales que inducen al paciente a
considerarse a sí mismo, su futuro y sus experiencias de un modo idiosincrático.
El primer componente: visión negativa del paciente acerca de sí mismo: se ve desgraciado,
enfermo, con poca valía. Tiende a atribuir sus experiencias desagradables a un defecto suyo. Debido a
este modo de ver las cosas cree que por estos defectos, es un inútil, carece de valor. Tiende a
subestimarse, a criticarse a sí mismo.
El segundo componente: tendencia a interpretar sus experiencias de una manera negativa. Le parece
que el mundo le hace demandas exageradas y/o le presenta obstáculos insuperables para alcanzar sus
objetivos. Interpreta sus interacciones con el entorno en términos de relaciones de derrota o frustración.
El tercer componente visión negativa acerca del futuro. Cuando la persona depresiva hace
proyectos de gran alcance, está anticipando que sus dificultades o sufrimientos actuales continuarán
indefinidamente. Espera penas, frustraciones interminables. Cuando piensa en hacerse cargo de una
determinada tarea en un futuro inmediato, inevitablemente sus expectativas son de fracaso.
El modelo cognitivo considera el resto de los signos y síntomas del síndrome depresivo como
consecuencia de los patrones cognitivos negativos. Por ejemplo, si el paciente piensa erróneamente
que va a ser rechazado reaccionará con el mismo efecto negativo (tristeza, enfado) que cuando el
rechazo es real.
Los síntomas motivacionales (por ejemplo, poca fuerza de voluntad, deseos de escape y
evitación, etc.) también pueden explicarse como consecuencia de las cogniciones negativas. La
poca fuerza de voluntad viene provocada por el pesimismo y desesperación del paciente.
La creciente dependencia también se puede entender en términos cognitivos. El paciente espera
fracasar en todo. Así, tiende a buscar la ayuda y seguridad en otros que él considera más competentes y
capacitados.
Por último, el modelo cognitivo también puede explicar los síntomas físicos de la depresión. La
visión negativa del futuro (sensación de futilidad) puede producir una “inhibición psicomotriz”.
Absolutista y moralista: soy un cobarde Relativo: no emite juicios de valor: soy más
despreciable cobarde que la mayoría de las personas que
conozco
Invariable: siempre fui y siempre seré un cobarde Variable: mis miedos varían de un momento a
otro y de una situación a otra
Diagnóstico basado en el carácter: hay algo Diagnostico conductual: evito en gran medida
extraño en mi carácter algunas situaciones y tengo diversos miedos
2) Dado que el suicidio es la complicación letal de la depresión, el clínico necesita una serie de
capacidades especializadas para reconocer al paciente suicida y determinar el riesgo de suicidio.
El clínico debe estar preparado para tomar decisiones cruciales sobre asuntos tales como informar a la
familia del paciente acerca del riesgo de suicidio, recomendar un período de hospitalización, prescribir
precauciones especiales dentro del propio hospital, etc.