9/11/2019 Morfología de las cubiertas: estructuras recíprocas - Jorge Bautista

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Morfología de las cubiertas: estructuras recíprocas

 La geometría tiene una “dimensión ostentada” correspondiente al extrovertido mundo

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de las formas y una “dimensión ausente” perteneciente al silencioso mundo del
espacio. Correo Electrónico *

Roberto Doberti
Las cubiertas suponen un elemento arquitectónico en sí mismo, delimitador de un espacio ¡SUSCRÍBETE!

interior sirviendo al mismo tiempo de epidermis de este espacio hacia el exterior. Para su
materialización se busca tanto la eficiencia estructural como una intención formal o estética, Taller Escuela de
siendo ambos aspectos como las dos caras de una moneda. Una intención formal vista desde Bioconstrucción

el interior, estableciendo un diálogo particular con el espacio que delimita y su relación al uso, okambuva.coop

simbólico y/o meramente funcional: las bóvedas y cúpulas en edificios monumentales, los Alen & Calche
artesonados de madera finamente tallados en palacios, los cabios de madera vistos en una Arquitectura sana y e ciente
cubierta a dos aguas de una vivienda tradicional, las cerchas en madera ensamblada
artesanalmente o las metálicas más industriales, o los cielos rasos o deconstruidos de Casa de Paja – Blog sobre
bioconstrucción
arquitecturas más modernas, son ejemplos de soluciones de cubierta cada uno en su lugar y
momento concreto, y bien arraigadas en nuestro imaginario. La forma de los techos delimita la Red de construcción con
paja
espacialidad al mismo tiempo que ostenta su geometría (fig.1).
web: altuna

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Figura 1. Catedral de Lincoln: detalle de la cúpula linterna sobre el crucero mayor y las bóvedas
sobre la nave.
La geometría es una herramienta esencial a la hora de diseñar formas que definen espacios y
sus correspondientes elementos constructivos. Para este menester sirven como inspiración
las formas de la naturaleza compleja, tanto de las formas vivas como las inorgánicas, dando
como resultado estructuras con un marcado carácter no solo físico, también imaginativo y
simbólico. Hay numerosos ejemplos de estas geometrías en la naturaleza biológica: la
disposición de las semillas en la flor del girasol, el crecimiento gnomónico de las conchas y
caparazones de algunos invertebrados, el crecimiento de las cornamentas de algunos
mamíferos, etc. La materia se organiza buscando la eficiencia estructural y uso energético. En
este contexto podemos englobar los techos recíprocos, que de alguna manera nos evocan
este imaginario orgánico presente en la naturaleza.

Vivienda T&E, Foyel, Rio Negro, Argentina,

2013
Vivienda P&L, Bella Vista, Buenos Aires,
Argentina, 2013

Figura 2. Ejemplos de techos recíprocos en base al cuadrado y al octógono. Arquitectos Marco

Aresta y Giulia Scialpi. Fuente: ECOhacer.
Las estructuras recíprocas constituyen una trama tridimensional basada en el mutuo soporte
de sus elementos constitutivos conformando así un circuito de fuerzas cerrado. Cada
elemento estructural a su vez se apoya y sirve de apoyo al otro. La estabilidad de la estructura
depende del equilibrio entre las fuerzas de tracción y compresión para que simultáneamente
se anulen en los nudos o puntos de unión/apoyo de los elementos constitutivos. Esto permite
cubrir grandes vanos sin soportes intermedios o sistemas de pórticos, dejando espacios
diáfanos. Su disposición geométrica da como resultado una estructura estable, siendo 3 el
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número mínimo de elementos (fig. 2). La unión de estos elementos puede ser únicamente
mediante la presión y la fricción, con lo que es necesario cierto coeficiente de rozamiento.
Para reforzar estas conexiones e impedir el movimiento y con ello la deformación del sistema,
pueden unirse mediante atado, entallado o atornillado (fig. 3).

Figura 3. Detalle de techo recíproco en Ca María Cristina, Sagunto.

Estas estructuras pueden verse en construcciones actuales dentro del mundo de la
bioconstrucción y la arquitectura sostenible, aunque ya vienen de antiguo. Hay documentados
ejemplos en el Japón del siglo XII aunque los primeros estudios importantes sobre geometría
aplicada a estructuras recíprocas los llevaron a cabo Sebastiano Serlio y Leonardo da Vinci en
torno al año 1500. En el códice Madrid de da Vinci se escribe la utilización del principio de
reciprocidad en el diseño de un puente de vigas de madera (fig. 4). Ya en el siglo XX destaca la
cubierta de la Casa Bofarull y Can Negre de Josep Maria Jujol, estrecho colaborador de
Antonio Gaudí, y más recientemente, el Weave Bridge de la universidad de Pensilvania, del
arquitecto Cecil Balmond, inspirado en el principio estructural de la reciprocidad. Pero la
presencia actual de los techos recíprocos en autoconstrucciones ecológicas y en el ámbito de
la bioarquitectura ha sido gracias a Graham Brown, quien en 1987 desarrolló el techo recíproco
de manera independiente.

Figura 4. Puente dibujado en el Folio 45 del Códice de Madrid I.

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Figura 5. Casa Bofarull, Tarragona, 1917-1933; arquitecto Josep Maria Jujol i Gibert.
Simetría y fractalidad

Los techos recíprocos incorporan geometrías basadas en la simetría y la fractalidad,

cualidades presentes en las formas de la naturaleza biológica. La palabra simetría indica la
posición que ocupan las partes de un todo entre sí. La simetría viene dada por la relación de
una parte con otra y de estas con el todo. Supone la base natural sobre la cual deviene el
ordenamiento sistemático de la variedad de todas las formas (espaciales, temporales u otras).
Podríamos decir que los techos recíprocos son estructuras altruistas, puesto que distribuyen
las cargas de manera homogénea, dando lugar a un sistema equilibrado donde todos los
elementos hacen falta para la unidad: la totalidad se alimenta del elemento individual y
viceversa (fig. 6).

Figura 6. Ejemplos de tramas recíprocas donde se aprecia la iteración de elementos mediante

simetría de rotación y ampliación/reducción, siguiendo un patrón de teselado.

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En el diseño de las estructuras recíprocas, vemos un juego de diferentes operaciones de

simetría. Estas son: la repetición, la reflexión, la rotación, y la ampliación/reducción. Estas
operaciones se encuentran en las geometrías fractales, en las cuales una estructura básica,
fragmentada o aparentemente irregular, se repite en diferentes escalas. El término fue
acuñado por el matemático francés Benoît Mandelbrot a partir de la palabra latina fractus, que
significa ‘quebradoʼ o ‘fracturadoʼ. La principal propiedad matemática de estas formas es que
su dimensión métrica fractal es un número no entero.
Cabe diferenciar entre los fractales naturales presentes en el mundo biológico y los fractales
matemáticos con los que se basan las estructuras recíprocas. Los fractales naturales se
aproximan estadísticamente a la exactitud de los fractales matemáticos, es decir, digamos que
son casi exactos, pero no lo son matemáticamente hablando; además su autosimilaridad está
presente solo en un rango de escalas. Un buen ejemplo de fractal natural es el brécol
romanesco, pero también las nubes, las montañas, el sistema circulatorio, las líneas costeras o
los copos de nieve son fenómenos que pueden describirse mediante geometría fractal (fig. 7).

Figura 7. Ejemplos de factales en la naturaleza.

Techo hogan

Este tipo de cubierta es un buen ejemplo de reciprocidad al que se puede aplicar claramente
el principio de la geometría fractal. Su origen es indígena, de los indios navajos de
Norteamérica, aunque el término original, ‘hooghanʼ, no se refiere al tipo de techo en concreto,
si no al tipo de vivienda de esta cultura. Construida mediante troncos de madera, la cubierta
tiene forma abovedada mediante la disposición de los troncos horizontalmente de forma
concéntrica apoyados unos sobre otros y dejando un hueco en el centro para salida de humos
(fig. 8). Estas cubiertas se apoyan sobre una planta base circular, hexagonal u octogonal, la
cual ya establece la disposición de los troncos ortogonalmente o siguiendo otra figura
poligonal: aquí vemos el primer juego de simetría, en este caso rotacional y de
ampliación/reducción del polígono en cuestión, reduciéndose sus lados en progresión
geométrica.

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Figura 8. Vivienda hogan en Arizona. Mike Roberts 1964.

Una secuencia en progresión geométrica se obtiene multiplicando cada término por un factor
constante o razón. En el caso de un techo hogan en base al cuadrado, cada cuadrado
concéntrico se va reduciendo siguiendo el factor √2, es decir, el lado del cuadrado superior
será la diagonal del siguiente cuadrado, y su área, el doble. Así pues, la fractalidad viene dada
a partir de un crecimiento gnomónico en base a una progresión geométrica de la diagonal
interna del cuadrado, poniendo en relación de causa-efecto el cuadrado y su diagonal, y en
definitiva, simbolizando la conexión entre la unidad y la multiplicidad (fig. 9).
La fractalidad está presente en el crecimiento de la forma y sus movimientos de
transformación armónica; por tanto, el crecimiento gnomónico de un techo hogan siguiendo el
cuadrado u otra figura poligonal es fractal puesto que el movimiento simétrico de
ampliación/reducción conlleva la propiedad de autosemejanza de la forma contenida dentro de
la nueva (fig. 10).

Figura 9. Progresión geométrica con factor √2 en base a la diagonal del cuadrado y su

aplicación en la Vivienda T&E, Foyel, Rio Negro, Argentina, 2013; arquitectos Marco Aresta y
Giulia Scialpi. Fuente: ECOhacer.

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Figura 10. Techo hogan en base al hexágono en Vivienda G&M, El Hoyo de Epuyén, Chubut,
Argentina, 2014; arquitecto Marco Aresta.
Techos recíprocos

Las estructuras recíprocas son útiles para cubrir un espacio abierto sin elementos que lo
interrumpan, sean pilares o muros. Para su montaje, se coloca un puntal que aguantará la
primera viga colocada, y sobre esta la siguiente, y así sucesivamente hasta cerrar el sistema
con la última viga, sobre la cual apoyará a la primera colocada cuando se retire el puntal y se
ajuste el sistema trabándose a sí mismo. Para el éxito del montaje, el puntal inicial debe dejar la
primera viga a una altura ligeramente superior a la que tendrá en su posición final en el
sistema; de esta manera hay espacio suficiente para colocar nuestra última viga y que la
primera apoye sobre esta, una vez quitado el puntal (fig. 11).

Figura 11. Secuencia de montaje para techo recíproco de 16 vigas sobre base octogonal, en
Vivienda M&M, Lago Puelo, Chubut, Argentina, 2014.
A nivel de proyecto, lo primero que hay que definir es el radio del círculo exterior re que
circunscribe el sistema, el radio interior ri que se corresponde con los puntos de intersección
de las vigas, la altura H desde la base al punto más alto central, y el número n de elementos,
que como indiqué más arriba, ha de ser como mínimo 3. El radio del círculo exterior re
determina el área que pretendemos cubrir con nuestra cubierta; el ri la amplitud del polígono
central, que normalmente queda abierto para la luz cenital o ventilación (fig. 12); el número de
elementos n vendrá determinado por la figura poligonal en la que se basará nuestra estructura,
cuya decisión tiene que ver con los cálculos estructurales y con la cualidad estética y/o
simbólica (en relación al número de los lados) que queramos dar al proyecto, y la altura H
determinará la pendiente de la cubierta.

Figura 12. Relación entre la amplitud del radio del polígono interior y la pendiente de la
cubierta; fuente ECOhacer. Abajo: detalle de interior de techo recíproco en Ca María Cristina,
Sagunto.
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Jorge Bautista, docente del Experto en Bioconstrucción de la Fundación UNED.

Fuentes:

ARESTA, M., SCIALPI, G. (2014). “En detalle: morfologías de techos” en Plataforma

Arquitectura.
DOBERTI, Roberto (2008). Espacialidades. Buenos Aires: Ediciones Infinito.
KUHN, D., WOLF, K. L. (2007). Forma y Simetría – una sistemática de los cuerpos simétricos.
Buenos Aires: Eudeba.
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