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ALUMNO:
UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
Resumen:
I.CONCEPTO DE TAUMATURGIA.
VI. BIBLIOGRAFÍA.
I. CONCEPTO DE TAUMATURGIA
Integrantes de todos los lugares de cada reino viajaban el día del "toque
real" con la creencia y convicción de que iban a ser sanados por su rey. Pero,
¿tenemos la certeza de que estos milagros eran reales, o sólo eran escritos
inventados para exaltar el poder de los reyes? Sabemos que algunos reyes
eran informados por los médicos de sus respectivas cortes y eran conscientes
de que las infecciones, generalmente las escrófulas de las que hablaremos
luego, eran periódicas y podían desaparecer de forma espontánea, por lo que
existía la posibilidad de que el enfermo se curase. Además, en la época se
denominaba como escrófulas toda aquella inflamación de los ganglios
linfáticos, con lo que abarcaba una gran lista de enfermedades que presentan
estos síntomas, desde las más benignas hasta la más mortal. Las escrófulas
desfiguraban el rostro del infectado y despedían un olor nauseabundo, pero
hay que decir que en la mayoría de los casos no eran mortales, principio en el
que se basa la cura milagrosa de los reyes taumaturgos.1
1
M. BLOCH (1924, 94).
2
M. BLOCH (1924, 194).
precisaban el paso de un tiempo indeterminado3 (a excepción de algunos
casos muy singulares y extraños), lo cual ayudó a forjar la creencia. Otras
veces, la curación sólo fue parcial aunque fuese asumida por la población y los
documentos como una cura total. También había recaídas, de las que los
monarcas se desentendían totalmente y lo cual no fue ninguna sorpresa. En
resumen, podemos decir, tal y como expresa Marc Bloch, que la escrófula pero
en cambio debe ser la enfermedad que mejor puede producir la ilusión de
haberse curado.
Así, tal y como asegura Bloch, apareció la unción en los reinos bárbaros
de los siglos VII y VIII. De esta forma, se mantuvo en los nuevos reinos
formados tras las invasiones bárbaras una atmósfera sagrada en torno a los
nuevos reyes. La Biblia ayudó a estos monarcas a atribuirse esa sacralidad. La
unción tenía el objetivo de transformar cualquier cosa de carácter profano a la
categoría de lo divino. De esta forma, las nuevas dinastías iban a adquirir ese
matiz sagrado por medio de la unción y del pensamiento antiguo que pervivió
en la sociedad medieval.4
Pipino iba a ser el primer monarca que recibiera la unción. A finales del
siglo VIII Inglaterra iba a imitar esta ceremonia y poco después se generalizó
en casi toda Europa occidental. Otra ceremonia se iba a unir a la unción para
conformar los dos ritos que otorgaban el carácter sagrado a los reyes
taumaturgos: la coronación, que tenía un origen bizantino. Fue Carlomagno, en
el año 800, el que con su coronación imperial iba a asociar a una serie de
símbolos (la corona y la diadema) un matiz divino que iba a acompañar a la
unción en los siglos posteriores. Luis el Piadoso iba a ser el primer monarca
ungido y coronado en un mismo acto.
3
M. BLOCH (1924, 522).
4
M. BLOCH (1924, 135).
En definitiva, podemos decir que el poder divino de los reyes procedía
de esta ceremonia de unción y las creencias sobre los milagros y los poderes
sanadores de estos giraban en torno a este rito y todo lo que ello suponía.
Había nacido la institucionalización de la taumaturgia pero estos reyes
sagrados aún no iban a comenzar a "mostrar" sus facultades médicas.
5
M. BLOCH (1924, 97).
Plantagenet y Felipe I se inicia lo que llamamos los verdaderos reyes
taumaturgos, cuyas características principales son que están canonizados ya
por la Iglesia para ejercer esa función mediante la unción y la coronación,
tienen una propaganda política y artística a su alrededor para realzar esta
capacidad, y se centran sobre todo en la curación de escrófulas.6 Y estos reyes
taumaturgos si serán exclusivos en Francia e Inglaterra.
6
V. MÍNGUEZ CORNELLES (2012,49).
7
M. BLOCH (1924, 240).
otro reino comenzaron a reclamar la legitimidad de los territorios usando el
argumento de su origen divino y sus facultades médicas, ya que si no poseían
esa capacidad, estaban incapacitados para gobernar.
Exceptuando las diferencias entre las formas de curar que tenían los
reyes taumaturgos de Francia e Inglaterra, por lo demás apenas encontramos
diferencias que recalcar. No vemos apenas variaciones entre números de
enfermos que recibía el rey, días en los que se celebraban las ceremonias, o
los lugares en los que se desarrollaba (el jardín de una Iglesia, la capilla de
palacio, etc.).
8
V. MÍNGUEZ CORNELLES (2012,62).
explicar. A finales de la Edad Media, cuando se instaura la unción, se llevan a
cabo una serie de representaciones que otorgan al monarca la legitimidad
divina. Así, el aceite con el que es ungido tiene un origen sobrenatural, pues
procede de la Santa Ampolla (que según las fuentes fue traída por una paloma
que representa al Espíritu Santo) usada en el bautizo del rey Clodoveo. Por su
parte, en Inglaterra se pensaba que el rey era ungido con el aceite que
contenía la Santa Ampolla entregada por la Virgen al difunto arzobispo Thomas
Becket. Los objetos usados en la unción contienen numerosas leyendas y un
pasado histórico relacionado con la religión cristiana.9 Hay muchos más objetos
sagrados en ambas ceremonias como las flores de lis, la Santa Lanza, el cetro
o la corona.
9
J. LE GOFF (1983, 24).
Nemea. Al fondo visualizamos el martirio de San Sebastián. Se pretende
mostrar la cara divina del monarca y el poder como soberano (vid. imagen 4).
Por último, vemos una imagen mucho más reciente. Esta vez se trata de
Napoleón en el hospital de Jaffa durante su campaña en Oriente. Se
representa la escena en la que el líder militar toca a uno de sus soldados
infectados por la peste, demostrando que la enfermedad sólo era causada por
el miedo. Se trata de todo un gesto teatral y propagandístico de Napoleón, el
cual tenía una gran confianza en sí mismo, hasta el punto de considerarse en
posesión de poderes extraordinarios como el de sanar. En la pintura se
observa a Napoleón rodeado de numerosos enfermos, tocando la buba de uno
en particular, imitando el gesto de los reyes taumaturgos de la Edad Media y la
Edad Moderna en Europa (vid. imagen 5).
VI. BIBLIOGRAFÍA