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TABLA DE CONTENIDOS
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................ 4
JUSTIFICACIÓN............................................................................................................................ 11
OBJETIVO GENERAL................................................................................................................... 15
OBJETIVOS ESPECÍFICOS........................................................................................................... 15
METODOLOGÍA ........................................................................................................................... 19
CAPÍTULO I............................................................................................................................... 28
Pulsión................................................................................................................................. 31
Sublimación ......................................................................................................................... 31
Proyección ........................................................................................................................... 32
Represión............................................................................................................................. 33
Fantaseo .............................................................................................................................. 34
CAPÍTULO II ............................................................................................................................. 47
DESARROLLO .............................................................................................................................. 56
3.1 La figura del Minotauro como herramienta de aproximación hermenéutica ante el vínculo
erótico tanático ........................................................................................................................ 56
RESULTADOS ............................................................................................................................... 69
DISCUSIÓN ................................................................................................................................... 70
REFERENCIAS .............................................................................................................................. 73
Eros, Tánatos y el Minotauro 3
ANEXO 1 ....................................................................................................................................... 79
ANEXO 2 ....................................................................................................................................... 81
ANEXO 3 ....................................................................................................................................... 85
ANEXO 4 ....................................................................................................................................... 87
ANEXO 5 ....................................................................................................................................... 89
ANEXO 6 ....................................................................................................................................... 90
ANEXO 7 ....................................................................................................................................... 91
Eros, Tánatos y el Minotauro 4
INTRODUCCIÓN
Byron, El corsario.
1
Traducción propia: “Aquello que es violentamente reprimido nunca cesa de ejercer su influencia”.
Eros, Tánatos y el Minotauro 5
vértice de elucidación para facilitar nuevas vías de entendimiento ante ambos conceptos
planteados por la teoría del psicoanálisis freudiano.
El interés por las formas en que el psicoanálisis puede ser aplicado a la obra de arte y
viceversa es ya planteado por el mismo Freud. Así, la obra Psicoanálisis del Arte publicado
en 1914, recoge una serie de ensayos que muestran el interés de Freud por la interpretación
estética a la luz de la teoría psicoanalítica; esto a pesar de que él se considerase “un profano
en cuestión del arte” (Freud, [1914]/2003, pp. 75). Por ejemplo, en el ensayo contenido en
dicho libro, titulado Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci (1910), o en El Moisés de
Miguel Ángel (1914), Freud atribuye al arte la propiedad de sublimación de pulsiones
libidinales de sus autores, pues “…conocido es con cuanta frecuencia se complacen los
grandes artistas en desahogar sus fantasías [sexuales reprimidas] en representaciones” (Freud,
[1914]/2003, pp. 14).
Ya en El Moisés de Miguel Ángel, Freud plantea que la obra de arte es objeto de
interpretación, pues de ella se puede obtener la intención de su creador:
…Y para adivinar tal intención [del artista] habremos de poder descubrir previamente el sentido y el
contenido de lo representado en la obra de arte; esto es, habremos de poderla interpretar. Es pues,
posible que una obra de arte precise de interpretación, y que sólo después de la misma pueda yo saber
por qué he experimentado una impresión tan poderosa. (Freud, [1914]/1979, pp. 76)
En dicho ensayo, Freud comenzará a plantear su método de análisis del arte y el artista
poniendo el foco de atención en el impacto que la obra produce sobre su espectador, quién
hallará su explicación en la interpretación del contenido de la misma. La primera teoría en
plantear la hipótesis sobre el origen del arte basado en la relación entre la obra y la vida
pulsional del artista fue el psicoanálisis, siendo este “el que primero formuló la hipótesis
acerca del origen del arte, tratando de buscar la relación entre la creación artística y el artista,
o más bien con su vida afectiva y pulsional” (Loza, 2006, pp.60).
El tipo de psicoanálisis que se hace sobre una obra de arte no solamente obedece a la
interpretación propiamente clínica, que se da en el contexto de la situación psicoanalítica de
diván. Llamamos psicoanálisis aplicado también a las formas de análisis en las que éste se
puede valer de la teoría psicoanalítica para la compresión de fenómenos fuera del encuadre
terapéutico (Loza, 2006). El psicoanálisis aplicado es el análisis de ciertas manifestaciones
culturales y cotidianas, tales como las formas artísticas pero también la cotidianidad de los
Eros, Tánatos y el Minotauro 6
2
Entendemos por fantaseo: “Guion imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma
más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo y, en último término de un
deseo inconsciente….La fantasía se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños diurnos,
fantasías inconscientes que descubre el análisis como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y
fantasías originarias” (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 138).
Eros, Tánatos y el Minotauro 7
Picasso. Ésta serie refleja desde una perspectiva pictórica nuevos modos de elucidación sobre
el conflicto mortuorio/vital, en resonancia profunda con los conceptos freudianos,
permitiendo nuevas herramientas de indagación que eviten tergiversarlos. En este camino,
Páez (2003), expone la potencialidad metafórica de la figura del Minotauro para explicar los
estados internos:
La cabeza de este cuerpo humano es de toro, el cuerpo de este toro es humano (como indicador
fehaciente de estas transposiciones, el monstruo tiene una cola de toro). Aparte del valor semiológico
de estos signos, es claro que el significante Minotauro lo mismo que Laberinto nos remite siempre, en
cada nivel de metáfora, a nosotros mismos. (Páez, 2003, pp 14).
3
Traducción propia: “[Este ensayo] intenta fijar las representaciones de Picasso en función de un
cuestionamiento no sólo del rostro, sino también de la categoría del ser humano.”
Eros, Tánatos y el Minotauro 8
pensamiento visual de esta obra, pues con el Guernica es la primera vez que un artista ha
catalogado y preservado las preparaciones de su pintura de manera tan sistemática (Evans,
2008, pp.179).
Personas que se ovacionan de ser cercanas a Picasso han documentado momentos de
su vida con el artista en biografías. De ahí que tengamos títulos como Mi Vida con Picasso
por su amante Françoise Gilot (1964), Conversaciones con Picasso de su amigo el fotógrafo
y escritor Brassaï (2002), Picasso un retrato íntimo del poeta español y amigo Jaime Sabartés
(1948), Picasso y Dora, una memoria personal, de James Lord (2007), quien entablará una
relación íntima con Dora Maar posterior a su relación erótica con Picasso, entre otros títulos.
Sin embargo las relaciones más contundentes en la vida de Picasso eran las que
mantenía con sus amantes. Los retratos, tanto de sí mismo como de otros, no sólo proclaman
sus afectos, conflictos y complejidades, sino que también son la medida de la intensidad de
sus nuevas relaciones íntimas (Wilson, 2004). Dice Sabartés que para darse cuenta de esto
basta con mirar las fechas de sus obras, que coinciden con períodos de su exaltación amorosa.
Pareciera que la inspiración de Picasso, su motor creador, se hallaba en el erotismo inspirado
por la mujer. Le gustaba mantener con ellas el conflicto y la intriga pasional, casi hasta
exprimirlas. Una vez agotada la fuerza vital de su compañera y amante de un momento, él
cambiaba de amor buscando renovar su fuerza y erotismo creador (Sabartés citado por
Wilson, 2004).
La imagen del minotauro a lo largo de su figuración mitológica ha sido siempre el de
la ambigüedad entre la vida y la muerte, el acecho y el amor que persigue hasta el asesinato;
siendo fruto del amor de su madre Pasífae, reina de Creta, quien suplico por su vida, y al
mismo tiempo condenado al asesinato por su padrastro, el Rey Minos “Minos, asustado y
avergonzado al nacer el monstruo, fruto de los amores de Pesífae, mando a construir al
artista ateniense Dédalo un inmenso palacio. Allí encerró al monstruo y cada año le daba de
pasto a los siete jóvenes…” (Grimal, 1994, pp. 361). Picasso encuentra en su producción
estética este juego ambivalente del acecho y lo erótico, la muerte como pasión estética
representada en la figura del toro. Vida representada en su existencia misma, y destrucción en
el acontecer de esta. Es por esto que no es del todo desatinado entonces que se considere que
el Minotauro es aquella figura con que Picasso se representa a sí mismo, su alter ego:
Eros, Tánatos y el Minotauro 9
Para todos los que lo han estudiado, el Minotauro que está de fiesta, ama, lucha, es Picasso mismo, su
alter ego, encarna la visión que el artista tiene de sí mismo con el vigor de un animal ardiendo de
energía (Alcalde, 2008, pp.201).
Los conceptos psicoanalíticos Eros y Tánatos, tan ambiguos como difíciles, están
lejos de ser analizados a cabalidad incluso en nuestros días. La intención de la presente
investigación documental es aportar, desde el vínculo Arte - Psicología profunda, nuevas
herramientas de aproximación para estos dos complejos términos freudianos, esperando
posibilitar nuevas herramientas de abordaje que faculten dimensiones de apertura para la
comprensión y utilización analítica de los mismos al interior de la disciplina psicológica y
psicoanalítica freudiana actual.
Eros, Tánatos y el Minotauro 11
JUSTIFICACIÓN
La psicología, lejos de ser una ciencia uniforme y cerrada (Ribes, 2004), está
constituida por distintos enfoques y perspectivas, que en muchos casos son incongruentes y
opuestos entre sí. “No es correcto hablar de ‘la’ psicología… nos enfrentamos, más bien, a un
conjunto diverso, más o menos inconmensurable, de ‘psicologías’ que, lamentablemente, sólo
comparten el nombre.” (Ribes, 2004, p.11).
Sin embargo, estas contradicciones no significan necesariamente que unos enfoques
sean falsos y otros verdaderos, o por otro lado, que por cuestiones de metodología se pueda
determinar si uno es más válido que el otro. Más bien lo que la psicología, o las psicologías
han intentado hacer, es abordar desde distintos puntos de vista las problemáticas propias de la
condición humana, ya sea en su conducta perceptible o, por otro lado, en la elaboración de los
procesos mentales conscientes o inconscientes (Freud, [1915]/ 1979).
Cabe resaltar, tal y como lo plantea Marty (1997), que la psicología de comienzos del
siglo XIX se desarrolló en un ambiente experimental, que únicamente permitió una
aproximación positivista ante los conflictos psíquicos humanos. De esta manera el
desenvolvimiento de la teoría psicológica giró inicialmente en torno a las funciones mentales
que podrían ser claramente cuantificables y medibles, obviando muchas otras expresiones de
la naturaleza humana, que por limitaciones instrumentales, no podían ser entendidas y
comprendidas a cierta cabalidad (Marty, 1997).
En otras palabras, podría decirse que por razones materialistas técnicas, la psicología
se limitó a lo que podía ver y medir, dejando de lado muchos aspectos aún desconocidos que
constituyen a profundidad al ser humano. En el caso de esta investigación, planteamos un
interrogante acerca del acto creativo y su capacidad de ilustrar nuevos modos de penetración
y análisis en los conflictos psicológicos, allí donde la razón instrumental no alcanza a llegar
completamente. En el contexto de la creación psicoanalítica freudiana, intentaremos mostrar
las posibilidades de la estética para fortalecer sus senderos de aproximación ante mecanismos
psíquicos inexplicables por la lógica pura del entendimiento estrictamente racional (Fromm,
2007).
La producción artística, de acuerdo con Dewey (1980), es con claridad una de las
mayores manifestaciones acerca de los conflictos que componen las diversas subjetividades y
sus sentidos de expresión:
Eros, Tánatos y el Minotauro 12
La expresión del arte puede romper las barreras que separan a los seres humanos entre sí. Como quiera
que el arte es la forma más universal del lenguaje… El arte es la extensión del poder de los ritos que
unen a los hombres, en una celebración compartida a todos los incidentes y escenas de la vida. Esta
función es la recompensa y el sello del arte (Dewey, 1980, pp. 305).
teoría a otras ramas del saber, y por último, a una técnica psicoterapéutica determinada”
(Cornide, 2012, pp. 3).
El psicoanálisis es entonces una teoría aplicada que intenta describir y explicar las
formas particulares en las que cada quien se construye a sí mismo a partir de una base
simultáneamente biológica y no biológica (como revisaremos detalladamente); indagando
además cómo por medio de las prácticas ejercidas a nivel social, se canaliza tal tensión entre
lo orgánico y lo inorgánico en el ser humano para conducirse de una manera socialmente
funcional: “la función del carácter social sería moldear y canalizar la energía humana, en una
determinada sociedad, con el fin de que esa misma sociedad funcione.” (Fernández, 2009, pp.
60).
Tradicionalmente, este funcionalismo social que termina por configurar las pautas, los
códigos y encuadres de cada ser humano, ha sido de constante interés clínico para el
psicoanálisis, pues es quizás a consecuencia de éste, que brotan los fenómenos reactivos a
modo de constantes malestares y embates que aquejan al género humano en su intento por
encajar en una normalidad cultural finalmente abstracta (Freud, [1930]/1979). El pensamiento
psicoanalítico, tal y como lo describe Cornide (2012) ha logrado trascender el ámbito de la
estricta medicina y ha logrado posicionarse como una fuerte herramienta hermenéutica que
permite entender y comprender no solo los fenómenos humanos individuales, sino también
los fenómenos colectivos, logrando hacer un importante aporte a la comprensión
antropológica y sociológica, tal y como Freud ([1913]/1979) logró plasmarlo a lo largo y
ancho de Tótem y Tabú. Al respecto, señala Eugenio Cornide:
Tal es lo que sucede cuando se estudia “psicoanalíticamente”, obras literarias o artísticas, pero también
cuando el método se aplica al estudio de las religiones, las instituciones, la economía, la política, la
justicia, la docencia, la sociología, el deporte o cualquier otra disciplina. (Cornide, 2012, pp. 2)
El arte, como producción capaz de brotar de los lugares más recónditos que exceden
el entendimiento consciente, sirve al psicoanálisis tanto como se puede ayudar de él, en una
búsqueda de enriquecimiento y fortalecimiento conjunto, allí donde lo simbólico y lo mítico
se encuentran. La presente investigación no pretende interpretar la obra de Picasso a la luz del
psicoanálisis, sino que busca servirse de determinados períodos de esta obra, para facultar el
esclarecimiento de los alcances de profundización de la teoría psicoanalítica, ante el oscuro
universo del psiquismo singular y colectivo. Tal y como Sófocles escribió su obra inmortal
Edipo Rey, que tanto ayudó a Freud a construir el andamiaje de su sistema de pensamiento,
consideramos de importancia capital plantear nuevas intrusiones que desde el arte siguen
robusteciendo y apoyando el método del psicoanálisis. Lo que pretendemos es poder ahondar
en los conceptos de Eros y Tánatos a través de un mito expresado de manera ejemplar en la
obra picassiana, el minotauro, con miras a una más aguda aproximación al entendimiento de
los mismos.
Consideramos y demostraremos que el mito del minotauro retomado por Pablo
Picasso, así como en su momento la lectura de Sófocles por parte de Freud, ayudan
sustancialmente para una nueva dimensión de entendimiento acerca de lo que el psicoanálisis
trata con respecto a su estudio profundo de la subjetividad múltiple. “Pensemos simplemente
en el mito de Edipo, conocido desde mucho tiempo antes que la teoría psicoanalítica, pero
que una nueva visión del mismo, pudo hacer que se incorporase a una teoría y a su modo de
funcionamiento dentro de la estructura compleja de la personalidad”. (Cornide, 2012, pp. 3).
Eros, Tánatos y el Minotauro 15
OBJETIVO GENERAL
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Resaltar la relevancia del Arte para la Psicología, y más exactamente para la elucubración
de conceptualizaciones psicoanalíticas en singular.
Realizar un recorrido analítico de la obra de Freud, para arribar contextualmente a las
confluencias: pulsión de vida y pulsión de muerte.
Estudiar el significado de los términos Eros y Tánatos a la luz de la producción freudiana
y sus implicaciones sobre ésta.
Relacionar las connotaciones de la figura del minotauro en la obra del artista Pablo
Picasso con los conceptos freudianos Eros y Tánatos.
Utilizar la figura del minotauro picassiano como forma de aproximación hermenéutica
ante el vínculo erótico-tanático.
Establecer las implicaciones del uso de la obra de Picasso como instrumento crítico y
esclarecedor para el discernimiento de ciertos aspectos del psicoanálisis freudiano, tal
como la duplicidad pulsional: Eros-Tánatos y sus incidencias culturales.
Eros, Tánatos y el Minotauro 16
PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN
¿De qué manera la producción estética en general, y en singular las obras de Pablo
Picasso en torno al tema del minotauro, logran abrir nuevas dimensiones de aproximación a
los conceptos psicoanalíticos Eros y Tánatos?
Fijar la mirada sobre un plano del arte como dimensión que favorece la inmersión
interpretativa ante determinadas problematizaciones del psicoanálisis freudiano tardío, nos
permite volver a aquello que en la producción estética cuestiona o puede cuestionar el
comportamiento psicosocial e individual (profundamente auto-contenidos): “asignándole (a
tal producción) la tarea de incidir de forma polisémica la vida cotidiana, participando en
múltiples actividades humanas” (Bentivegna, 2009, pp. 9). Intentaremos mostrar que el arte
(picassiano en este caso: su serie acerca del Minotauro en singular) es capaz de realizarse
como producción especular y herramienta de comprensión ante un fenómeno cultural y
psíquico individual que preocupó a Freud hacia el final de su producción: la duplicidad
pulsional Eros/Tánatos.
Bentivegna (2009) propone la expresión artística como una dificultad, un escape del
facilismo del pensamiento hacia un principio de complejidad; una ruptura que transgrede
supuestos e intenta destruir opiniones generales, siendo al mismo tiempo creación
conflictuada de nuevas formas de pensar y de sentir. En este sentido Marcuse (1976) plantea
que la expresión artística es una decantación de las múltiples tensiones de la naturaleza
humana: “la liberación de Eros se resuelve en la congregación final de arte y política, para
transformar creativamente la sociedad negando y manteniendo el creciente bienestar
cultural… el conocimiento creciente, provee el material para la destrucción progresiva”
(Marcuse, 1976, pp. 91).
Consideramos, como se detallará con cuidado, que la dualidad erótico-tanática está
presente en el arte de Picasso; no necesariamente porque se presuma un freudismo en el autor
español, sino porque veremos en la producción artística de este último cantidad de alusiones,
signos, símbolos, que aluden de manera no arbitraria a la dicotomía freudiana, permitiendo
una aproximación esclarecedora, más no reduccionista, sobre el arte picassiano con respecto
al sistema de pensamiento freudiano. En enriquecimiento bidireccional veremos como la
serigrafía de Picasso se complejizará considerablemente al contemplarla a través de las
disertaciones sobre la vida y la muerte desarrolladas por Sigmund Freud.
Picasso entenderá al Minotauro desde una condición amorosa y criminal confluyente,
pues se apropiará del mito y lo convertirá en un complejo bélico/amante representativo de la
relación sexual, investida de fuertes cargas agresivas. Cuando el semi-toro observa a la mujer
que ha capturado, “la está estudiando, intentando leer sus pensamientos, tratando de averiguar
Eros, Tánatos y el Minotauro 18
METODOLOGÍA
MARCO TEÓRICO
da Vinci no estuvieron nunca vinculados a una mujer. Sin embargo, según lo declaraba el
artista “uno no tiene derecho a amar u odiar algo si no se ha procurado un conocimiento
radical de su naturaleza” (Freud, [1910]/1979, pp.69), de modo que él “no amaba u odiaba,
sino que se preguntaba por qué debía amar u odiar, y qué significaba ello” (pp.69).
Freud encuentra la explicación de la pasión de Leonardo por las artes y ciencias, vía la
investigación y el análisis, en la sublimación4 de las pulsiones primitivas, de modo que el
artista es capaz de “permutar su meta inmediata por otras, que pueden ser más inmediatas y
no sexuales” (pp.72). Originariamente, el deseo por la búsqueda de la verdad se manifiesta en
la vida sexual infantil atraída por fuerzas pulsionales. En da Vinci esta pulsión muy
probablemente recibió refuerzo de las pulsiones sexuales de manera tal que confirmó su
soberanía, terminando por subrogar una parte del quehacer sexual a al quehacer de la pulsión
de investigar (Freud [1910]/1979). La sexualidad es sustituida, sublimada, como energía de
investigación.
Por otro lado, el ensayo titulado el Moisés de Miguel Ángel (Freud, [1914]/1979) está
centrado en una obra de arte en específico. Freud admite que de esta escultura lo cautivó “el
propósito del artista en la medida misma en que él ha conseguido expresarlo en la obra y
hacer que nosotros lo aprehendamos” (pp. 218). El objetivo del artista es capaz de causar
admiración al espectador así como lo hace cualquier hecho de la vida anímica. De esta
manera, Freud establece que es posible interpretar una obra de arte, pues su propósito puede
ser expresado en un lenguaje así como toda situación afectiva. Freud volverá a tocar el tema
de Moisés en Moisés y la Religión Monoteísta ([1939]/1979), el cual también tiene un sentido
de interpretación artística.
La indagación que Freud hace de dicha escultura es que en ella Miguel Ángel
representa el momento en que Moisés salva las Tablas de la Ley, pues recupera la compostura
interior tras un hecho de carga afectiva. En Moisés el movimiento ha sido reprimido, es por
esto que es capaz de mantenerse sin ceder a la afección, con una postura inerte. Sin embargo,
esta interpretación nos habla más de la lectura de Freud que del propósito del artista. Críticos
han dicho que “…el Moisés de Miguel Ángel es el menos afortunado de los ensayos de Freud,
aunque a la vez sea uno de los más ilustrativos acerca de su personalidad y de su método de
4
Proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación
con la sexualidad, pero que hallarán su energía en la fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como
actividades de resorte principalmente la actividad artística y la investigación intelectual. Se dice que la pulsión
se sublima en la medida en que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y apunta hacia objetos socialmente
valorados. (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 415). Este concepto será desarrollado en el capítulo 1.1.
Eros, Tánatos y el Minotauro 23
aproximación” (del Conde, 1979, pp. 123). Vemos que tanto este ensayo como el de da Vinci
nos ofrecen luces acerca de cómo el método psicoanalítico es aplicable a distintas áreas de la
sensibilidad y del conocimiento. También nos convence de la pertinencia de hacer un análisis
de la teoría partiendo del arte y no viceversa, dada la compenetración profunda entre las
fuerzas artísticas y las psicoanalíticas.
Diversos estudios han podido abordar el vínculo entre arte y psicoanálisis desde una
intención en que la producción artística sirve y esclarece las teorías freudianas, así como lo
pretende hacer este trabajo de grado con determinados conceptos. Zurbano publica en 2007
un libro que trata de las formas en que el arte puede ser beneficioso para el tratamiento del
trauma; ella parte del psicoanálisis diciendo que “[éste] considera la creación artística como
una actividad beneficiosa para vivir de manera más placentera en la realidad y disminuir los
efectos psíquicos del trauma” (pp. 61). Para nosotros, es de especial interés la relación que
hace Zurbano entre el arte y la sublimación de las pulsiones; nos dice que siempre que la
totalidad de la pulsión sexual no puede ser satisfecha en sociedad ya que daría lugar a formas
perversas de relación, ésta puede ser desviada hacia otras actividades como el arte. La
producción artística descarga la energía que toma de la pulsión sexual y en esta medida se
puede decir que “una vía para el placer es el goce de la belleza” (pp. 64). Nótese la afinidad
de esto con lo que sucede a Leonardo da Vinci en la perspectiva de Freud ([1910]/1979).
Pero para Freud, la obra de arte también es una continuación del fantaseo que se da en
el juego infantil (Zurbano, 2007). Este fantaseo sirve al principio del placer ya que intenta
sustituir la realidad por los propios deseos en búsqueda de la descarga. El niño por medio de
la fantasía en el juego encuentra mayor goce del que obtiene de la realidad; del mismo modo
lo hace el artista cuando “por medio de la obra de arte crea su mundo imaginario y halla el
camino de encuentro con la realidad” (Michelena, M citada por Zurbano, 2007, pp. 67). El
arte opera o puede operar mediaciones creadoras y transformativas con la realidad intra e
intersubjetiva: hila el movimiento de las pulsiones con las representaciones del mundo
exterior del artista.
Freud resalta el importante papel que tiene el arte para sobrellevar el displacer: “Las
satisfacciones sustitutivas, como las que ofrece el arte, son ilusiones respecto de la realidad,
mas no por ello menos efectivas psíquicamente, merced al papel que la fantasía se ha
conquistado en la vida anímica” (Freud, [1930]/1979, pp. 75). Es por esto que Zurbano
considera el arte como potente herramienta para sacar a flote determinados traumas, pues
Eros, Tánatos y el Minotauro 24
éste, al dejar huella en el inconsciente, influye de manera significativa entre la vida anímica
de modo que logra expresar o visibilizar sus contenidos: “el arte tiene la capacidad de
exteriorizar lo oculto, considerándose que el hecho de exteriorizar lo reprimido o lo
traumático tiene un carácter terapéutico si se pone de manifiesto” (pp. 68-69).
Las anteriores premisas nos ayudan a enriquecer aquello que es clave para el
pensamiento psicoanalítico; cómo la obra de arte logra despertar en el espectador tan
inquietantes emociones. De acuerdo con Freud, ciertas obras de arte nos logran impactar en
la medida en que éstas permiten la liberación de un “placer libidinal mucho mayor, surgido
de fuentes e imperativas psíquicas mucho más profundas” (Rozensztroch, 2014, pp. 01).
Las fuerzas estéticas pueden reconstruir los conflictos y fantasías inconscientes, de
manera que materializan su llamado. Tómese el ejemplo de Picasso en el Guernica (1937)
(ver Anexo pp.1); su representación de la destrucción y el conflicto nos despierta inquietud y
produce admiración; nos evidencia la coexistencia entre fuerzas caóticas y armónicas. Siendo
que la obra de arte apela a la emoción y no necesariamente a la racionalidad, el mismo
Picasso resaltará la poca importancia que tiene la comprensión docta de la obra de arte:
El hecho de que durante mucho tiempo el cubismo no haya sido comprendido y que aún hoy haya gente
que no ve nada en él, no significa nada (…) ¿Por qué culpar a nadie más que a mí, si no puedo entender
algo de lo que no sé nada? (Picasso, citado por Cuevas del Barrio, 2012, pp. 2012)
De este modo podemos afirmar que las obras de arte nos crean un mundo de
emociones, irracionalidades y ambivalencias que nos habla sobre nosotros mismos, sobre la
condición humana en sus profundidades más misteriosas y difíciles de representar. Gran parte
de la obra de Picasso es ejemplo visible de esto (Rozensztroch, 2014). El renacimiento del
mito del minotauro en la obra de Picasso es considerado uno de los ejes temáticos de ésta y el
protagonista artístico de la década de los treinta (Juarranz, 2011). Debido al interés que recae
sobre él, se puede pasar por desapercibido que ese ser mítico no es el único que retoma Pablo
Picasso. Ejemplos de la alusión a otros mitos se encuentran a lo largo de su producción. En
El Mundo Clásico y Picasso, José María Blázquez (1971), hace un recorrido por la presencia
de la mitología griega en la obra del artista español.
Para esto se remite al dibujo de [el centauro] en Neso y Deyanira de 1920, a Las
Metamorfosis de Ovidio de 1930-1931, a las quince láminas de la Suite Vollard5 sobre el
5
Véase Conversaciones con Picasso, Brassaï, 2002, pp, 24.
Eros, Tánatos y el Minotauro 25
tema del minotauro a las que nos referiremos a continuación, y a las composiciones sobre
Centauros y Sátiros, durante los años 1946-1948. Blázquez (1971) además considera que la
figura del minotauro de Picasso es herencia de la antigüedad clásica, pues el evento en el que
éste muere a manos de Teseo es uno de los episodios más representados en el arte griego.
Por otro lado, Picasso varía las representaciones en que este ser, mitad hombre, mitad
toro, participa. Los quince grabados de la Suite Vollard pueden ser clasificadas en láminas
sobre: 1) situaciones eróticas y báquicas (ver Anexo 2, pp. 1- 2), 2) situaciones de muerte
(ver Anexo 2, pp. 3- 4) y 3) situaciones violentas (ver Anexo 2, pp. 4) (Alcalde, 2008).
Adicional a esto aparecen tres grabados sobre el Minotauro ciego guiado por una niña (ver
Anexo 3). Ya la obra cumbre que refleja la continuidad creativa que se logró con los
grabados del minotauro será Minotauromaquia (ver Anexo 1, pp. 1) (Alcalde, 2008).
En el citado artículo de Alcalde Martín, El Minotauro y Picasso (2008), el autor hace
énfasis en las obras picassianas cuyo contenido principal es el tema del Minotauro. El crítico
intenta desarrollar las nuevas formas en que Picasso aborda el mito, transformándolo y
haciéndolo suyo, de modo que su comprensión sobre éste se distancia de la significación que
la antigüedad griega daba al monstruo.
Alcalde (2008) señala que el minotauro de Picasso intenta elucidar los temas de
actualidad de una época; más aún, afirma que el pintor lo utilizó para representar intereses y
sentimientos personales en la medida en que “lo convierte en la encarnación de su
experiencia” (pp.196). Para este autor, el minotauro de Picasso es reflejo de una década que
el artista refiere como la peor época de su vida; de ahí que el minotauro nos transmita tensión
entre la luz y las tinieblas, entre la maldad y la bondad, entre la vida y la muerte (Alcalde,
2008).
A diferencia de los griegos, quienes muestran al cabeza de toro como una bestia, a
Picasso también le interesa su lado humano (Alcalde, 2008). La tensión que en los años
treinta vivía el artista guarda relación con el amorío que mantenía con Marie-Thérèse Walter.
Es evidente por esto que al monstruo le sea atribuida una majestuosidad de cuerpo esbelto y
genitales altivos que le dan fuerza física y potencia sexual, de modo que se convierte en un
personaje más humano que monstruoso (Alcalde, 2008). Como se puede apreciar en las
láminas de la Suite Vollard, en algunos momentos de la serie el erotismo es sustituido por una
violencia de carácter también sexual; en otros es suplantado por la fragilidad y la muerte. El
minotauro encarnará la tensión erótico/tanática, tal como explicaremos en detalle, en
Eros, Tánatos y el Minotauro 26
Picasso utiliza este ser mitológico como su doble, su alter ego, exhibe sus vivencias e inquietudes en un
momento de desvarío, indefinición, desorientación… Ve como única guía y salvadora a Marie Thérèse
Walter: está ciego, no tiene perspectiva, ni sabe hacia dónde encaminarse. (Juarranz, 2011, pp.22)
artística logra esclarecer y forjar una dimensión de sentido novedosa para una nueva
elucidación de ambos conceptos psicoanalíticos freudianos.
Eros, Tánatos y el Minotauro 28
CAPÍTULO I
6
En cuanto a la centralidad y relevancia de estos conceptos para esta investigación, este tema se tocara con
mayor profundidad en un apartado el siguiente capítulo.
Eros, Tánatos y el Minotauro 29
El sentido conceptual está siempre determinado por la articulación del concepto en conjunto con una
red teórica… En efecto, un verdadero concepto siempre surge en virtud de una trama conceptual de la
cual forma parte y, en consecuencia si se quiere conocer su significación principal, se ha de investigar
su significación umbilical (Nasio, 2012, pp. 11).
Aparato psíquico
(...) la presunción de que nuestro aparato psíquico se ha organizado por un proceso de estratificación: el
material existente en la forma de rastros mnémicos experimentaría de tanto en tanto un reordenamiento
de acuerdo con nuevas relaciones, en cierto modo una transcripción. Así como lo esencialmente nuevo
en mi teoría es la afirmación de que la memoria no se encuentra en una versión única, sino en varias, o
sea que se halla transcrita en distintas clases de “signos”. (Freud, [1895]/1979, pp. 279).
La personalidad surge de fuerzas singulares o sociales que actúan sobre el individuo desde el
nacimiento. En el humano hay dos propósitos entrelazados. Uno de satisfacción ligado a necesidades
biológicas y que si el medio cultural traba, por ejemplo, en el caso de la satisfacción sexual, provoca
problemas. Y otro, de seguridad, resultado de procesos culturales (Murguía y Reyes, 1956, pp.137).
Pulsión
La pulsión es un término ligado inicial y vagamente a lo instintivo, aunque es de
especial atención no confundirlo con éste pese a las múltiples traducciones que circulan en
los medios académicos; traducciones que utilizan indiscriminadamente el termino instinto,
para referirse tanto a las necesidades biológicas como a las formas en las cuales el humano
las canaliza (Laplanche y Pontalis, 1996). Sin embargo, el uso cuidadoso del término instinto,
puede servir para construir de manera incipiente una aproximación de definición del
significado de las pulsiones, pues el instinto se encuentra a medio camino de éstas.
Como esbozamos con anterioridad, el instinto brota como una necesidad animal,
aquello que reside directamente en lo orgánico: el instinto de comer, beber, y reproducirse.
Fuerzas que en general tienen un objeto claro y definido para su culminación. La pulsión, en
cambio, es la fuerza emergente que no necesariamente se fija o se liga a un objeto como tal
en términos de culminación biológica. De esta manera la pulsión se manifiesta como “un
concepto límite entre lo psíquico y lo somático, algo que hacía referencia a la excitación
corporal proveniente de una fuente orgánica, puesta en marcha por la relación o la búsqueda
de relación con un objeto”, (Tizon, 1982, pp, 48).
Por esto, es preciso comprender que la pulsión se encuentra en un intermedio entre
las fuerzas biológicas determinadas y el mundo móvil de lo incierto, en el cual el humano
está inmerso. De su ubicación sustantiva, afirma Freud: “hallamos la esencia de la pulsión en
sus caracteres principales, a saber, su proveniencia de fuentes de estímulo situadas en el
interior del organismo y su emergencia como fuerza constante” (Freud [1915]/1979, pp. 15).
Sublimación
7
Consultado en línea en la página oficial de la RAE. XXII edición 2001
Eros, Tánatos y el Minotauro 32
Estas definiciones básicas permiten una aproximación parcial del concepto, pues
Freud lo planteará inicialmente, acorde a las premisas psicoanalíticas, como una canalización,
o dicho de forma más acertada, una desviación de las pulsiones sexuales a formas culturales
socialmente aceptadas y reconocidas: “La sublimación de las pulsiones es un rasgo
particularmente destacado del desarrollo cultural; posibilita que actividades psíquicas
superiores —científicas, artísticas, ideológicas— desempeñen un papel tan sustantivo en la
vida cultural”. (Freud, [1930]/1979, pp. 95).
Respecto al tema que atañe a esta investigación, Laplanche y Pontalis (1996),
describen que la sublimación también se concibe como una transformación de la pulsión
sexual agresiva a metas y fines que no necesariamente se relacionan con el objeto inicial. La
energía pulsional se liga a nuevos objetos, que resultan en una descarga totalmente distinta a
la destrucción y la disolución presentes en el cauce pulsional original. Se dirigen entonces,
por el contrario, hacia objetos que permitirán la creación y unificación en estructuras más
complejas, como por ejemplo la investigación científica y la expresión artística. De esta
forma, la agresión que tiende a la destrucción, y la creación que unifica y construye, son
energías susceptibles de sublimación. Así también ocurre con las metas sexuales y su
permutación, cuando entran en dinámicas pulsionales que alteran sus fines. Dicho en palabras
de Freud:
Proyección
Este término se encuentra íntimamente relacionado con el concepto de sublimación
descrito en párrafos anteriores. Laplanche y Pontalis (1996), proponen que el término no
cuenta con una única e inequívoca definición, sino que ésta varía a lo largo de la obra
freudiana y se acomoda según los requerimientos de contexto. Sin embargo, los mismos
Eros, Tánatos y el Minotauro 33
autores proponen que este concepto implica unas dinámicas libidinales8, que tienden a
exteriorizarse, extrayéndose del yo e invistiéndose en los objetos, pues mientras permanecen
latentes en el yo, generan incomodidad y displacer. Así, “para poder ser verdaderamente
expulsadas, debieran encarnarse necesariamente en un objeto.” (Laplanche y Pontalis, 1996,
pp. 310).
De esta forma la proyección se plantea como un mecanismo de defensa en el cual las
pulsiones pueden emerger con el fin de evitar displacer, siendo este mecanismo una
“operación por medio de la cual el sujeto expulsa de sí y localiza en el otro (persona o cosa)
cualidades, sentimientos deseos, incluso «objetos», que no reconoce o que rechaza en sí
mismo.” (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 306). Freud describe que el aparato psíquico, en la
mayoría de los momentos, opera bajo la lógica del principio de placer (concepto que
revisaremos detenidamente en el apartado titulado Eros-Tánatos), pues “recoge en su interior
los objetos ofrecidos en la medida en que son fuente de placer, los introyecta y, por otra parte,
expele de sí lo que en su propia interioridad es ocasión de displacer.” (Freud, [1915]/1979,
pp. 130). La proyección deviene así un mecanismo de expulsión, que permite soslayar el
sufrimiento contenido en el destino original de las pulsiones:
La proyección aparece entonces como el medio de defensa originaria frente a las excitaciones internas
que por su intensidad se convierten en excesivamente displacenteras: el sujeto las proyecta al exterior,
lo que le permite huir y protegerse de ellas. (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 309).
Represión
8
Libido: Energía postulada por Freud como substrato de las transformaciones de la pulsión sexual en cuanto al
objeto (desplazamiento de las investiduras deseantes), en cuanto al fin (por ejemplo, sublimación) y en cuanto a
la fuente de la excitación sexual (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 210)
Eros, Tánatos y el Minotauro 34
Aprendemos entonces que la satisfacción de la pulsión sometida a la represión sería sin duda posible y
siempre placentera en sí misma, pero sería inconciliable con otras exigencias y designios. Por tanto,
produciría placer en un lugar y displacer en otro (Freud, [1915]/1979, pp.142)
En efecto, los contenidos reprimidos escapan a los poderes del sujeto y, como un «grupo psíquico
separado», se rigen por sus propias leyes. Una representación reprimida constituye por sí misma un
primer «núcleo de cristalización» capaz de atraer otras representaciones intolerables, sin que deba
intervenir una intención consciente (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 378).
Fantaseo
Este concepto tampoco posee una definición unívoca en el desarrollo de la obra de
Freud; es por esto que de las alusiones y textos sugeridos por Laplanche y Pontalis (1996)
decidimos seguir la de mayor pertinencia para lo que esta investigación pretende. En este
caso, el fantaseo se expresa como un opuesto a una realidad concreta, es decir “…como una
producción puramente ilusoria que no resistiría a una aprehensión correctora de lo real”
(Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 139) la cual altera o es capaz de alterar el principio de
realidad. De esta forma Freud contrasta este principio con un mundo interior en constantes
búsquedas de satisfacción pulsional, escenario en el cual el principio del placer se ve mediado
por el principio de realidad, el cual es impuesto mediante la presión social interiorizada por
medio, en primer lugar, de la educación cultural: “La educación puede describirse, sin más
vacilaciones, como incitación a vencer el principio de placer y a sustituirlo por el principio de
realidad” (Freud, [1911]/1979, pp. 228).
Estas fuerzas pulsionales en constante flujo, encuentran numerosos causes y destinos
como los mencionados en los párrafos anteriores. En este caso el fantaseo también se
configura como una alteración o al menos como un catalizador momentáneo de las pulsiones
que pueden desembocar posteriormente en la sublimación artística. En este punto Freud
([1911]/1979) reconoce que el arte en todas sus expresiones, funciona como facilitador del
Eros, Tánatos y el Minotauro 35
El arte logra por un camino peculiar una reconciliación de los dos principios. El artista es
originariamente un hombre que se extraña de la realidad porque no puede avenirse a esa renuncia a la
satisfacción pulsional que aquella primero le exilie, y da libre curso en la vida de la fantasía a sus
deseos eróticos y de ambición. Pero él encuentra el camino de regreso desde ese mundo de fantasía a la
realidad; lo hace, merced a particulares dotes, plasmando sus fantasías en un nuevo tipo de realidades
efectivas que los hombres reconocen como unas copias valiosas de la realidad objetiva misma. (Freud,
[1911]/1979, pp. 228).
En este sentido se comprende que Freud mismo haya necesitado del arte para
ilustrar/explicar numerosas de sus conceptualizaciones, como lo hizo con La Gradiva, de
Wilhelm Jensen, para ilustrar sus elucubraciones sobre los delirios, las representaciones
obsesivas y los movimientos oníricos (Freud, [1906], 1979); del relato titulado El hombre de
arena , del escritor romántico E.T.A. Hoffmann, para esclarecer la oscuridad del concepto de
lo Unheimlich (Freud, [1919]/1979); la imagen del totemismo para esclarecer el concepto de
fobia, así como la figura del tabú para indagar en las inhibiciones del aparato psíquico (Freud,
[1913]/1979), entre otros.
Continuando esta lógica analítica freudiana, un Jacques Lacan (1989) necesitó de
Edgar Allan Poe -de su cuento La carta robada en especial-, para ilustrar metódicamente la
preponderancia que él daba al registro de lo simbólico sobre el de lo imaginario 9; así como,
en otro plano de pensamiento, no ha sido ilícito para la Asociación Psicoanalítica
Internacional, el hecho de que autores contemporáneos como el filósofo y psicoanalista de
Eslovenia, Slavoj Žižek, tome Los pájaros , del director cinematográfico Alfred Hitchcock,
para ilustrar el movimiento de las pulsiones; o escenas del filme El exorcista , de William
Friedkin, para mostrar con mayor claridad la consistencia de una disociación de conciencia;
así como la película Psicosis del mismo Hitchcock, para visualizar y enseñar la estructura
freudiana de la segunda tópica: Ello, Yo, Superyó (Žižek, 2006).
9
No viene al caso para la presente investigación introducir a Jacques Lacan y sus teorías. Lo planteamos como
un ejemplo más en el que el psicoanálisis se apoya en las constituciones artísticas para esclarecer y robustecer
sus propios planteamientos. Para el lector interesado en el uso que el psicoanalista Jacques Lacan hizo de Poe, lo
remitimos a: “El seminario sobre ‘La carta robada’”. Escritos 2. Siglo veintiuno editores: México, 1989.
Eros, Tánatos y el Minotauro 36
En síntesis, intentaremos, pues, bajo esta misma línea de pensamiento y con las
distancias y prudencias necesarias, apoyarnos en Picasso, en la figura del minotauro
singularmente (en sus múltiples apariencias, cuadros y serigrafías), como fuerza pictórica que
revela los mecanismos y complejas articulaciones de las dos clases de pulsiones teorizadas
por Freud en Más allá del principio del placer ([1920]/1979): pulsión vital, de composición y
consistencia, y pulsión de muerte, de agresividad, desintegración y descomposición.
Eros, Tánatos y el Minotauro 37
[…] Su interés por lo social siempre estuvo presente al extender el psicoanálisis a los problemas de la
cultura. Aunque su preocupación no eran las dificultades políticas, económicas y sociales que
atravesaban la cultura, sino cómo éstas se inscriben en la subjetividad… Es que el síntoma, para el
psicoanálisis, también es de la cultura y su resolución en la clínica encuentra un límite en la
organización de la sociedad a la cual pone en cuestionamiento. (2006, pp. 1).
Eros, Tánatos y el Minotauro 38
[…] ello se hace manifiesto en el volumen de los mortales miembros; pues a veces por amistad (amor)
se aúnan todos los miembros que conforman algún cuerpo, en la cima de la vida floreciente, otras, por
el contrario, desgarrados por malévolas Discordias, vagan errantes, cada uno por su lado, por la
rompiente de la vida. (Empédocles, [S. f]/ 1988, pp. 216).
Contradiría la naturaleza conservadora de las pulsiones, el que la meta de la vida fuera un estado nunca
alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que
aspira a regresar (Freud, [1920]/1979, pp. 38).
10
“La compulsión a la repetición se considera como un factor autónomo, irreductible, en último análisis, a una
dinámica conflictual en la que sólo intervendrían la interacción del principio del placer y el principio de
realidad. Se atribuye fundamentalmente a la característica más general de las pulsiones: su carácter
conservador.” (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 68).
Eros, Tánatos y el Minotauro 40
Freud señala que la pulsión conservadora es algo inherente de lo orgánico vivo, que
por inercia busca reproducir estados pretéritos. El fin del ser vivo animado será regresar a lo
inanimado: “la meta de toda vida es la muerte; y, retrospectivamente, lo inanimado estuvo ahí
antes que lo vivo” (Freud, [1920]/1979, pp. 38). Freud también reconocerá en lo orgánico
ciertas pulsiones que tienden hacia la vida, pues “junto a las pulsiones conservadoras, que
competen a la repetición, hay otras que esfuerzan en el sentido de la creación y el progreso”
(pp. 38). Dichas pulsiones son llamadas pulsiones de vida o pulsiones sexuales, pues luchan
por su perseverancia creadora.
Para mejor fundamentación de este esbozo teórico Freud recurre a los hallazgos de la
biología a manera de apoyo. Con una revisión de los trabajos de A. Weismann (citado por
Freud, [1920]/1979), Freud se pregunta por qué mientras la muerte se da solamente en los
organismos pluricelulares, las células germinales son inmortales. Bajo ciertas condiciones, la
célula germinal que copula no muestra signos de deterioro, más bien se rejuvenece al
fusionarse con otra. Es solamente cuando la célula está abandonada en sí misma que muere.
Las células germinales son entonces la evidencia más clara del poder de las pulsiones
eróticas, pues la actividad de estas últimas permitirá que se tome por objeto de cohesión a
otras células, neutralizando los procesos de muerte y favoreciendo la vida en tanto que
creación y unión compositiva. Aquí “la libido de nuestras pulsiones sexuales coincidirá con
el Eros de los poetas y filósofos, el Eros que cohesiona todo lo viviente” (Freud, [1920]/1979,
pp. 49). Quizás, así, el ser vivo pluricelular muere por su incapacidad de perseverar en su
misma cohesión transformativa.
Tenemos que el aparato psíquico no está gobernado originariamente por el principio
del placer, a pesar de muchas veces operar con respecto a él. El principio del placer pasa a
segundo plano mientras las fuerzas pulsionales internas caen en una circulación viciosa. Ésta
se encarga de tramitar los montos de afecto de manera repetitiva, constituyéndose en un
alejamiento (un más allá) de la circularidad no encerrada de las fuerzas pulsionales vitales:
“osaremos suponer que en la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que
se instaura más allá del principio de placer” (Freud, [1920]/1979, pp. 22).
Es decir que mientras que el principio del placer pone a su servicio la movilización de
lo inconsciente con el fin de mantener su nivel de excitación, la compulsión a la repetición es
el “eterno retorno de lo igual” (Freud, [1920]/1979, pp. 22), donde lo reprimido no encuentra
una circulación lo suficientemente poderosa como para extraer de sí una transformación
Eros, Tánatos y el Minotauro 41
En el caso del juego infantil creemos advertir que el niño repite la vivencia displacentera, además,
porque mediante su actividad consigue un dominio sobre la impresión intensa mucho más radical que el
que era posible en el vivenciar meramente pasivo. Cada nueva repetición parece perfeccionar ese
dominio procurado; pero ni aun la repetición de vivencias placenteras será bastante para el niño, quien
se mostrará inflexible exigiendo la identidad de una impresión (Freud, [1920]/1979, pp. 35).
Las pulsiones orgánicas conservadoras han recogido cada una de estas variaciones impuestas a su curso
vital, preservándolas en la repetición; por ello esas fuerzas no pueden sino despertar la engañosa
impresión de que aspiran al cambio y al progreso, cuando en verdad se empeñaban meramente por
alcanzar una vieja meta a través de viejos y nuevos caminos. (Freud, [1920]/1979, pp. 38)
En Más allá del Principio del Placer, Freud también alude a Schopenhauer, en quien
tal vez se ha apoyado más de lo que admite. El recato, por parte de Freud, ante el
reconocimiento de su profunda deuda para con la filosofía, se debe quizás a su interés por
evitar que su pensamiento sea señalado como especulativo y abstracto (Grimwade, 2012, pp.
360). Sin embargo, encontramos ya que tanto Schopenhauer como Freud erigen la muerte
como aquella meta a la que está dirigida la vida, reconociendo en ésta, una intensa capacidad
de contradicción: con la muerte, la vida se vuelca sobre sí misma:
Eros, Tánatos y el Minotauro 42
Hay otra cosa que no podemos disimular; inadvertidamente hemos arribado al puerto de la filosofía de
Schopenhauer, para quien la muerte es el “genuino resultado” y, en esa medida el “fin de la vida”,
mientras que la pulsión sexual es la encarnación de la voluntad de vivir (Freud, [1920]/1979, pp. 48-
49).
El principio del placer es entonces una tendencia que está al servicio de una función: la de hacer que el
aparato anímico quede exento de excitación, o la de mantener en él un nivel constante, el nivel mínimo
posible. (Freud, [1920]/1979, pp. 60).
desde su interior. Por otro lado, lo que Freud llama estabilidad (o equilibrio entre displacer y
placer) es aquello que para Schopenhauer es tedium vitae:
…es sumamente notable que, por un lado, los sufrimientos y tormentos de la vida pueden fácilmente
crecer tanto que hasta la muerte, en huir de la cual consiste la vida entera, se vuelva deseable y
corramos libremente a ella; y, por otro lado, que en cuanto la necesidad y el sufrimiento conceden una
tregua al hombre, el aburrimiento se aproxima… (Schopenhauer, [1818]/2005, pp. 316).
La voluntad, que es tu origen y es tu esencia te hace apetecer la felicidad, las alegrías y goces de la
vida; tú extiendes tus manos hacia ellos; los aprietas fuertemente contra ti, y no te das cuenta de que, al
afirmar así la voluntad, afirmas todo el tormento del mundo y lo aprietas en tu contra. (Mann, 1984, pp.
56).
*
* *
socio-políticos, donde es posible encontrar una analogía explicita entre el Eros que crea
nuevas dimensiones visibles, y la pulsión de destrucción (Tánatos), que disuelve las vivientes
(Freud [1930]/1979). Para esto partiremos de la premisa clásica roussoniana acerca de la
ambigüedad de los estados cívico-culturales: “en el estado civil existe una igualdad de
derecho vana y fantástica, porque los mismos medios destinados para mantenerla sirven para
destruirla” (Rousseau, [1762]/2000, pp. 338), premisa que de manera bastante similar al -
homo homini lupus- mencionada en párrafos anteriores revela la ambigüedad de los
fenómenos de creación y destrucción.
Esta relación se hace presente en El malestar en la cultura (Freud, [1930]/1979),
donde Freud evidencia la necesidad de los estados sociales como mediadores y agentes de
coerción, donde la finalidad es evitar al máximo la violencia entre los ciudadanos. Éste se
crea para mediar los conflictos y evitar al máximo la violencia. Tal mediación se logra
parcialmente por medio de la regulación y debilitamiento de las pulsiones individuales y
grupales, encausándolas a formas socialmente estables de colectividad, esto es, a ciertos
modos de sublimación.
La razón de esto parece habitar en la incapacidad humana de poder valerse por
completo de sí mismo: el llamado ser humano necesita de otros para poder mantenerse con
vida: “el deseo humano es un deseo del otro ser, porque todo individuo padece una carencia
del ser. Siendo el ser mismo el objeto del deseo” (Zuluaga, 2003, pp. 98). Este deseo tiene
como consecuencia, no la supresión de las pulsiones, sino más bien su encauzamiento y
disminución de fuerza, lo cual genera constantemente conflictos y tensiones:
El conflicto es la base del vínculo societario. Las pulsiones agresivas, propias del ser humano según
Freud, tienden a la disolución del vínculo social. No hay sociedad que logre escapar a la violencia. La
función de la cultura es la de provocar mutaciones en su expresión, de forma tal que hagan posible la
convivencia social, lo cual no significa la eliminación (Zuluaga, 2003, pp. 97).
La posibilidad de construir una comunidad humana -familia, etnia, nación- está ligada al proceso de
exclusión de otros sobre los cuales se puedan proyectar los impulsos agresivos. Dicho en otros
términos, la convivencia “pacífica” en la comunidad, o mejor, el que la relación interindividual se
resuelva en una comunidad está condicionado a la posibilidad de proyectar la agresión sobre “el otro”
elegido para tal objeto. (Zuluaga, 2003, pp. 98).
De esta forma los estados se constituyen como medios de pacificación, pero para
pacificar (o evitar ser pacificados) requieren de constante uso de violencia, esto significa que
“la violencia es un elemento característico de la sociedad humana; se encuentra en el origen
mismo del vínculo societario” (Íbid, 2003, pp. 98). El segundo nivel, dirigido hacia lo
interno, hace referencia a: “apreciaremos el modo en que se regulan los vínculos recíprocos
entre los seres humanos: los vínculos sociales, que ellos entablan como vecinos” (Freud,
1930 [1979], pp 93).
Este nivel se relaciona con los medios en los que se garantiza que el ciudadano no será
violento con sus conciudadanos, y de igual forma que sus conciudadanos no serán violentos
con él. Nuevamente surge la pregunta: ¿Cómo el estado defiende a sus ciudadanos? Y la
respuesta que se plantea es que “…a través del Estado y, en particular de la Justicia,
posibilita que la comunidad, organizada, regida por leyes, prevenga las subversiones y tenga
a su cargo la ejecución de los actos de violencia acordes al derecho” (Zuluaga, 2003, pp 98).
En este caso la violencia funciona como fin y como medio, es la mezclilla con la que
se unen los eslabones sociales. Los estados se consolidan mediante la agresión y en función
de la violencia, pero también a través de fuerzas vitales que los dinamizan creativamente.
Eros y Tánatos inscritos en un mismo momento; destrucción para crear y unificar, unificar y
crear mediante la destrucción. Eros y Tánatos conviven en mismo momento al igual que en el
símbolo del Minotauro, veremos. De esta forma el humano que se consolida como amor y
unidad, se expone al mismo tiempo como bestia y destrucción.
Eros, Tánatos y el Minotauro 46
CAPÍTULO II
A principios del siglo XX, hacia la década de los años 1920 y 1930, dentro del círculo
social de Picasso, el interés por la psicología estaba en furor. Las teorías freudianas sobre la
psique humana estarían en discusión entre los más nombrados círculos franceses; partiendo
del arte, intentaban rozar y aproximarse a temas como el inconsciente y las pulsiones. Estos
intelectuales se preocuparían, por ejemplo, por la interpretación psicológica de los mitos
griegos. Es así como los surrealistas, en especial los críticos de este arte, idearían la que sería
la revista cultural más bella del mundo según Brassaï (2002), Minotaure (1933-1939). Este
símbolo mitológico mitad hombre mitad toro, generaba especial interés ya que era la
encarnación de todo aquello que los surrealistas notaban de antinatural y sobre humano.
Como veremos, el minotauro de Picasso, a pesar de parecerse a su admirado y agresivo toro
de lidia español (Wilson, 2004), era también humanizado por él.
Pero antes de ahondar en su obra, consideramos importante identificar la relación que
tiene el artista con sus ocultas elecciones, que no fueron evidentes para sus contertulios al
hacerlas expresas con sus grabados sobre el minotauro. Sucedía que la inquietud por la
psicología estaba permitiendo a los artistas realizar un acercamiento a la obra picassiana de
manera biográfica, como si de un diario se tratara. Esto le permitiría a la crítica no solo
descubrir el papel del pintor en la sociedad, sino contemplar sus obras como imágenes
desdobladas de su propia naturaleza (Mallén, 2005, pp.32).
Para nadie era misterio que el objeto de gran parte de la producción artística de
Picasso eran las mujeres. Según Gedo (citado por Wilson, 2004) el arte de Picasso dependía
en gran medida de su fuerza sexual. Siempre que Picasso se hallaba ante nuevas
personalidades, las mujeres permitían la creación, la movilización de las fuerzas eróticas del
pintor (Wilson, 2004). Pero las mujeres de Picasso son completamente transformadas en el
lienzo. Ellas cuestionaban, en palabras del filósofo Georges Bataille, el yo del pintor, “que en
la conciencia del hombre pone en cuestión al ser” (2002, pp. 20). Naturaleza picassiana que
lograba su exteriorización transformada a través del erotismo.
El arte de Picasso opera como un tipo de fantaseo mágico, siendo capaz de crear
nuevas formas de visión entre lo imaginario y lo real, en función de la creación de
Eros, Tánatos y el Minotauro 48
constitutiva de un drama con ellas), era destructivo con los seres que le rodeaban: el daño que
les pudiera ocasionar devenía el costo de su arte (Lord, 2007). Las mujeres que se
relacionaron con él se vieron afectadas por su abuso emocional (Wilson, 2004). Con Olga
Khokhlova, su primera esposa (1918-1935), incluso hizo uso de la fuerza física (Mallén,
2005). Fernande Olivier, el primer amor de Picasso, nunca fue capaz de recuperarse de su
rechazo; así mismo Marie-Thérese Walter, se suicidó poco después de la muerte de Picasso
ya que siempre lo amó tanáticamente (Wilson, 2004). Si bien la obra de Pablo Picasso revela
que el pintor se veía forzado a la destrucción previa a la producción de un estilo nuevo, es
interesante pensar el elemento del desastre como condición necesaria de la creación: en el
arte picassiano habitan Eros y Tánatos jugando de manera complementaria.
Tal simultaneidad ha sido sobriamente teorizada en los planteamientos de Freud, que
le llevaron a acuñar el término de pulsión de muerte como la destrucción de lo ya constituido,
capaz de permitir las condiciones de emergencia de una nueva vitalidad (Freud [1920], 1979).
En el arte de Picasso se evidencia de forma muy explícita el paso de una figura erótica
a otra mortuoria; descomposiciones y composiciones de relaciones Erótico-Tanáticas para
poder producir novedades artístico-sexuales incesantes. Estando con Olga, ya Picasso pintaba
a Marie-Thérèse Walter, su amante de la época, lo que le ocasionó estar atrapado entre el
enojo de Olga y su pasión por Marie-Thérèse, de modo que vivió lo que llama “el peor
momento de su vida” (Mallén, 2005, pp. 15). Mientras Olga representa el odio, el enojo y la
estabilidad, Marie-Thérèse representa la pasión, el amor y el cambio. Son dos fuerzas
contrarias que entran en conflicto, pero conviven en el mismo ser.
Consideramos que las exigencias de Olga representaron el mayor enfrentamiento de
Picasso, pues en tanto él no era capaz de renunciar a la estabilidad que ella le profería,
anidaba su pulsión de muerte. Habitar y ser habitado por las pulsiones de muerte genera
angustia, pues éstas “están orientadas hacia el objeto exterior… operan en el organismo y dan
lugar a la angustia de ser desintegrado y aniquilado” (Laplanche y Pontalis, 1996, pp. 340)
Tal es la ansiedad pictórico-vital que experimentó Picasso en ese momento y que se volvió
parte esencial de sus tanáticas relaciones (Wilson, 2004). Mientras Pablo Picasso
experimentaba un encuentro con la idea de morir (pues parte de su ser y su seguridad se
perdía con Olga y lo construido con ella anteriormente), intentaba aliviar su ansiedad por
medio del arte, que requería ya de una nueva pasión (Mallén, 2005).
Eros, Tánatos y el Minotauro 50
Picasso utilizó al minotauro como su alter ego, el símbolo de sí mismo (Alcalde, 2008;
Christy, 1988; Juarranz, 2013).
Los temas que son perceptibles en los grabados del minotauro son siempre la
sexualidad y la muerte; las escenas están tan llenas de violencia y poder como de cuidado y
gracia (Myers, 2007). En Minotauro acariciando a una mujer dormida (ver Anexo 2, pp. 2)
la bestia se inclina sobre la mujer postrada, sus prominentes músculos y la forma en que se
imponen delatan energía sexual, su negra cabellera por encima de la cara tranquila y
adormitada de ella expresa a la vez ternura y tensión. La mujer está dormida como quien se
entrega ante la dominación consentida de la pulsión, completamente silenciada por un
cúmulo de fuerzas en fusión incesante: “La modelo es una bella criatura joven, pasiva, sumisa
y parece consentidora de todo, de la sesión de pose a la fusión carnal” (Cabanne, 1982,
pp.427). No será la primera vez que Marie-Thérèse es presentada como “la durmiente”, según
Cabanne, pues ella devino modelo temática de las fusiones pictóricas más diversas, desde la
acuarela al óleo, pasando por la cerámica y la escultura.
Las líneas sinuosas de la figura de mujer, las ondulaciones del cuerpo de Marie-
Thérèse, armonizan y se mezclan con el toro-hombre, casi símbolo de fecundación.
Claroscuros de finas líneas a la par de trazos furiosos evidencian el gusto por lo dador de vida
en aquello cuyo fin es la complejidad trenzada entre el erotismo y la muerte, así esta tensión
se revele en situaciones de cotidianidad:
vez victimario, pues posee una daga que hace alusión a Teseo, personaje de la mitología que
con esta arma dará muerte a la bestia, penetrándola. Así mismo la daga es símbolo de
virilidad: mientras la bestia esconde sus genitales por delante dando la espalda al espectador,
sostiene a puño alzado aquello que simboliza el falo, la daga de doble filo.
Las últimas obras del año 1934 estarán en su mayoría relacionadas con el tema del
minotauro ciego (ver Anexo 3); de este motivo se pueden contar diecinueve grabados
(Juarranz, 2013). En Minotauro ciego guiado por una niña I, aparece una pequeña llevando
un ramo de flores, guiando a la bestia de enorme tronco y piernas sin embargo descarnadas:
debilidad y fortaleza en contraposición. En él se expresa, de manera aún más conmovedora,
la naturaleza humana de la criatura que aparece débil, dependiente del amparo de una niña:
El Minotauro quería tomar parte en los goces de los hombres, quería vivir como ellos, amar como ellos,
pero ha habido [un hombre] que le ha derribado traidoramente y ya no es más que un monstruo ciego,
lastimoso, guiado por una niña que lleva en la mano una paloma o un ramillete. (Cabanne, 1982, pp.
429)
En Minotauro ciego guiado por una niña III es novedad sobre todo que ella lleva una
paloma; además ahora el cielo es estrellado y al fondo se encuentra un marinero de camisa de
rayas. El destino de la niña debería ser fatal, pues según la explicación de Françoise Gilot:
“los minotauros obligan a los pescadores a salir al mar y raptar para ellos bonitas muchachas
de cercanas islas” (Gilot, Juarranz, 2013, pp. 20); pero el minotauro, enceguecido ¿tal vez por
el amor?, no dirige ningún impulso destructivo hacia ella. Suspensión entre asesinarla y
permitirle continuar seguir viviendo.
La ceguera del minotauro podrá ser leída como una automutilación del sentido de la
vista, pues el monstruo no quiere ver, quiere dejarse guiar (Florman, 2002). Con pequeñas
variaciones, los cuadros de la serie serán protagonizados por el minotauro y la niña, quien
tiene rasgos faciales que nos recuerdan a Marie-Thérèse Walter, amante del pintor
enamorado.
Pero no es la primera vez que Picasso pinta la ceguera, pues este motivo ciego es
repetitivamente representado por él durante la época azul en Barcelona (Cabanne, 1982).
Obras como La Celestina (1904) y El Guitarrista Ciego (1903) (ver Anexo 5) son
protagonizadas por alguien que ha perdido la vista. Se vuelve sobre la figura ciega, pero en
este caso, la tonalidad azul de la época representa soledad, tristeza y sombra (García, 2004).
Ya que la época azul de Picasso fue originada por el especial encuentro de Picasso con la
Eros, Tánatos y el Minotauro 53
muerte, el suicidio de su amigo Casagemas, la relación del minotauro con las figuras
alargadas, los tonos fríos y la ceguera del período azul transmite un clima de fatalidad.
El minotauro, ahora provisto de visión, aparecerá de nuevo en el aguafuerte titulado
Minotauromaquia (1935), que es considerado la obra cumbre de la serie y el antecedente
inmediato del Guernica (Damian y Simonton, 2011). Este aguafuerte tiene relación directa
con los grabados que se encuentran en Suite Vollard y cada una de sus principales figuras
puede ser rastreada al menos en dos de ellos (Florman, 2002). Por ser un resultado de trabajos
anteriores, encontramos distintas acciones en un espacio reducido, pero quienes la
protagonizan son el enorme minotauro y la niña con una vela y un ramo de flores. La última
nos recuerda a aquella niña que en tres ocasiones guió al minotauro ciego: Minotauro ciego
guiado por una niña I (1934), Minotauro ciego guiado por una niña II (1934), Minotauro
ciego guiado por una niña III (1934). La niña también nos recuerda a Ariadna, quien ocupó
gran lugar en la muerte del minotauro según el mito. Ariadna será quien guie a Teseo fuera
del laberinto.
Pero esta vez el terror se apodera de la escena: era un tiempo de agitación en la vida
personal del artista y de conmoción social, pues la Guerra Civil Española estaría por estallar
en 1936. A pesar de la similitud con el minotauro ciego, el minotauro de esta obra estira su
brazo en señal de no querer ver (Florman, 2002), pues se ha encontrado con la muerte, siendo
él mismo partícipe en la destrucción. Minotauromaquia (1935) se nos presenta como si fuera
un sueño, las figuras dispuestas de manera armónica pero irreal.
Los asuntos que envuelven los grabados producidos por Picasso a la par de los del
minotauro no se alejan mucho de la dualidad erótico-tanática ya planteada. Ilustrando esto, en
la Suite Vollard están contenidas obras agrupadas por los temas de Violación y El estudio del
Escultor; el primero deviene desgracia, el segundo la comunión de los cuerpos.
En la serie El estudio del Escultor (1933) se observa un artista al lado de su modelo,
quien es una bella mujer joven y pasible, así como las mujeres en las que Picasso se solía
soslayar. Pareciera que Picasso aquí quiere representar lo que él es y hace, a pesar de no
retratarse a sí mismo o a la mujer que le acompaña. En lugar de esta última, esculpe la figura
de un toro, un caballo, una bacante (Cabanne, 1982). El hombre y la mujer, desnudos, se
cautivan ante la obra, no se miran mientras la contemplan, pues su comunicación se da a
través de ésta (ver Anexo 6) (Cabanne, 1982). Picasso fue un hombre de pasiones,
Eros, Tánatos y el Minotauro 54
comunicaba más por medio de la creación en el arte que mediante el habla, pues la
comunicación de los cuerpos en tensión no requiere de muchas palabras.
En otros momentos comunicará desgracia en vez de erotismo. Cinco planchas de abril
a noviembre 1933 que tratan el tema de la Violación continúan el período de violencia,
carnalidad salvaje y muerte con que había iniciado Picasso ya en los grabados del minotauro,
que van desde Minotauro atacado a una Amazona hasta Minotauro vencido (ver Anexo 2, pp.
3 y 4), ambos de mayo de 1933. Con la variedad en que representa el mismo sentir, Picasso
se ha mostrado a sí mismo en su ambivalencia y “desnudo en una comunión que él cree
completa” (Cabanne, 1982, pp. 428). La desnudez toma la forma del minotauro; pero el alter
ego de Picasso es distinto al del mito griego: puede ser temible y destructor, pero a la vez
dócil y manso, más parecido al toro de lidia español.
En 1934, Picasso seguirá realizando cuadros llenos de violencia y sangre; vemos
acercase Minotauromaquia, pero esta vez el protagonista de la escena es el propio animal, el
toro en combate en arena. A este toro le podría ser atribuido más de un significado, pues el
toro es animal vigoroso, es el noble oponente del torero, es España-Minos, y además está en
las distintas encarnaciones del minotauro: erótico, desafiante, ciego, vencido y
simultáneamente vencedor (Doyle, 2008). Ya Picasso habría hecho varias obras tempranas
representando las peleas de toros, pues disfrutaba asistir con frecuencia al espectáculo de
muerte (Schama, 2006). El toro era parte del vocabulario artístico de Picasso (Doyle, 2008).
Pero la tauromaquia siempre será también representación y vocabulario del erotismo.
La estética, delicadeza del movimiento y preocupación postural por parte del torero frente a
la agresividad y potencia de embestidura del toro bravo impresionan la pasividad/actividad
característicos de la condición femenino/masculino como se nos presenta especialmente en el
acto sexual. En dicho espectáculo el matador seduce al toro con el capote de colores vivos,
busca excitarlo y medir su brío, lo llama a la embestidura de modo que dirija hacia él su
impulso primitivo. Dirá Bataille en Historia del Ojo:
Hay que decir que, cuando la temible bestia pasa una y otra vez por la capa sin largas pausas y sin fin, a
un dedo de la línea del cuerpo del torero, se experimenta el sentimiento de proyección total y repetida,
característica del juego físico del amor. (Citado por Blumenthal, 2007, pp. 10).
La repetición compulsiva, que Freud había situado del lado de la pulsión de muerte, es
experimentada por el espectador como el coito, pues el toro penetra el capote una y otra vez.
Eros, Tánatos y el Minotauro 55
Así la corrida de toros se convierte en el desborde del erotismo y el deseo, sin dejar de ser
finalmente un espectáculo de muerte; es el éxtasis que “busca goce en el horror, belleza en la
muerte” (López, 2012. pp. 24). Así, la tauromaquia también puede ser vista como la puesta en
escena y sublimación de las pulsiones sexuales/agresivas. No es de extrañar la admiración de
Picasso hacia la tauromaquia, pues el toro será la figura erótico-tanática en que Picasso
identificará sus pulsiones.
El toro pensado para el Guernica nunca fue el minotauro, Picasso hizo bosquejos
para incluir más bien su contrario, un toro con cabeza de hombre (ver Anexo 7) (Doyle,
2008). Quizá el interés del artista esta vez era más bien político, no únicamente personal.
Realizar un mural sobre el bombardeo de Guernica, siendo que este acontecimiento causó
gran dolor y terror en España, necesariamente se consolida como intento de plantear una
declaración de dimensión social. Con el toro, Picasso intentará apelar a la identidad nacional.
Cuando el toro está en la arena, el símbolo de los mitos pasa a ser el de los ruedos españoles,
imagen de la bravura del pueblo español, de su apetencia creadora y sobreviviente (Alberti,
1975).
Siendo Guernica una de las obras más famosas y estudiadas de Picasso, muchas
interpretaciones han sido ligadas a cada uno de sus elementos, incluyendo desde luego al toro
presente en ella. Independientemente del simbolismo que esconda, el arte debe ser leído por
lo que es, un proceso de creación y destrucción perenne (Saura, 2009). El toro es un
perfil/frontal que observa, aguardando una conexión con el espectador. Independientemente
de que sea interpretado como un símbolo de poder, un símbolo del estado, símbolo de la
España franquista, de oscuridad, de brutalidad o de desasosiego, es una creación de grandes
dimensiones físicas y mentales, una movilización del indescifrable núcleo pulsional del
artista. Eros y Tánatos, Guernica y su devastación arbitraria e infame, ilustran por múltiples
vías la tensión de supervivencia de una geografía psicológica y políticamente trastornada.
Eros, Tánatos y el Minotauro 56
DESARROLLO
CAPÍTULO III
Figura 1. Picasso (1933) Minotauro sentado con Puñal Figura 2. Picasso (1933) Minotauro sentado con
‘ un puñal I.
Figura 3. Picasso (17 de mayo de 1933) Minotauro con una copa en la mano y mujer joven.
En Minotauro con copa en mano y mujer joven (17 de mayo de 1933) los
protagonistas, tanto el minotauro como su acompañante, están desnudos. La exposición de los
cuerpos y su disposición -pues se encuentran frente a frente-, hacen intuir la proximidad del
acto sexual (ya pasado o por venir): la presencia del erotismo como fuerza de posesión se
refleja en el modo en el que el toro se vuelve hacia la muchacha convertida en objeto de su
deseo. Las figuras del grabado están dispuestas de manera tal que su cohesión a modo de
coito se anuncia sediciosamente: se transmite la intangible espera de los cuerpos, hilados por
la energía de la pulsión sexual. Las pulsiones sexuales no pueden sino hacer parte de las
pulsiones de vida en cohesión, aunque no sean las únicas constituyentes de las mismas:
Con [nuevas tesis] la pulsión sexual se nos convirtió en Eros, que procura esforzar las partes de la
sustancia viva unas hacia otras y cohesionarlas; y las comúnmente llamadas pulsiones sexuales
aparecieron como la parte de este Eros vuelta hacia el objeto (Freud, [1920]/1979, pp. 59).
Nuevos actores son introducidos en la escena de furor erótico: esta vez son cuatro los
seres que se tientan en la escena. El minotauro ha hecho de su aposento un bacanal. Los
cuerpos comparten el furor del Eros móvil, esta pulsión transciende el cuerpo individual y
enlaza los demás en uno solo:
¿Y a qué poder podría adscribirse ese logro más que al Eros, que lo cohesiona todo en el mundo? En
segundo lugar, si el individuo resigna su peculiaridad en la masa y se deja sugerir por los otros,
Eros, Tánatos y el Minotauro 60
recibimos la impresión de que lo hace porque siente la necesidad de estar de acuerdo con ellos, y no de
oponérseles; quizás, entonces, «por amor de ellos». (Freud, [1921]/1979, pp. 88)
Lo anterior nos recuerda que la culminación de tal acto en algunas especies termina en
la misma muerte de una de las partes, pero dando paso y camino a una nueva vitalidad:
“Estos seres mueren al reproducirse, pues, segregado el Eros por la satisfacción, la pulsión de
muerte queda con las manos libres para llevar a cabo sus propósitos” (Freud, [1923]/1979, pp.
48). ¿Se crea destruyendo, o se destruye para crear? Es la relación ambigua que nos muestra
el minotauro.
Un fuerte suplemento de agresión sexual hace del amante un asesino con estupro; un intenso
rebajamiento del factor agresivo lo vuelve timorato o impotente. La íntegra energía disponible de
Eros, que desde ahora llamaremos libido, está presente en el yo-ello todavía indiferenciado y sirve
para neutralizar las inclinaciones de destrucción simultáneamente presentes (Freud, [1940]/1979,
pp. 147).
¿Pero es ese el caso? Esta vez las líneas del cuerpo están aún más marcadas. Los
trazos son furiosos, principalmente alrededor y en la cabeza del monstruo, resaltando el
poder bestial en aquella parte del cuerpo que más se relaciona con el ímpetu destructor: la
cabeza de toro. El ambiente es sombrío, los cuerpos están envueltos en un contexto que
pertenece a la oscuridad, que tanto se relaciona con la muerte. Los aposentos de la bestia
no pueden ser otros. Hay peligro inminente, el minotauro es un asesino y se alimenta de
las doncellas. ¿Con qué armas atacará? ¿Dejará en cinta a la mujer? o ¿le arrebatará la
vida?
Es una fina línea divisoria la que se encuentra entre las pulsiones erótico-tanáticas.
Tal es así que esto le dificultó al mismo Freud distinguirlas, según admite: “La dificultad
de aislar ambas variedades de pulsión en sus exteriorizaciones es lo que por tanto tiempo
nos estorbó el discernirlas.” (Freud y Einstein, [1933]/1979), pp. 193) Nos preguntamos
entonces: ¿en qué medida se puede llegar a diferenciar ciertamente una pulsión?
¿Reconocer si su fin es la descarga de la energía erótica o más bien de la tanática? Si sólo
hay una fina línea divisoria entre estas pulsiones, ¿qué tan contrarias en realidad son?
Eros, Tánatos y el Minotauro 62
En Minotauro vencido (mayo 29, 1933) emerge una nueva cara de la bestia. La fuerza
que transmitía el imponente monstruo en otros grabados, se ha visto bruscamente herida.
Aquí sobresale la fragilidad, la debilidad, la extenuación del las pulsiones que antes habíamos
identificado como provenientes de él. Es el encuentro del minotauro con la muerte. Aquel
estado de inactividad, que pretende como fin último el regreso de lo vivo a su original estado
inerte (Freud, [1920]/1979).
La escena está situada en la arena, rodeada de personas expectantes al derrocamiento
del toro. De nuevo, los protagonistas están desnudos. Desnudos, es decir, sin abrigo, sin
reservas y sin escondite ante quienes los observan. Este estado de debilidad genera en el
espectador asombro y empatía: el minotauro es mortal. Empatía de verse a sí-mismos ante la
muerte; pues la muerte recuerda que la vida llega a un final; que más bien es el término de “la
acción eficaz conjugada y contraria” de ambas pulsiones (Freud, [1933]/1979, pp. 99).
Sucede tanto así para quien rodea al minotauro en la arena como para quien lo mira desde
lejos. El encuentro con la muerte se ve mediado por el Eros al generarse empatía, fuerza que
cohesiona lo individual. La debilidad del minotauro nos remite a su humanidad, nos recuerda
que él también es como nosotros, que debe haber una fuerza de vida contingente habitando
dentro de él.
Eros, Tánatos y el Minotauro 63
Figura 7 Picasso (Septiembre 22, 1934) Minotauro ciego guiado por niña I.
Figura 8 Picasso (Octubre 23, 1934) Minotauro ciego guiado por niña III
que esta incapacidad no le arrebata sus atributos físicos de fiera: aunque no pueda ver su
destino, su fuerza física aparenta seguir implacable.
En esta medida, encontramos que la vitalidad destructiva encarnada en el hombre-
toro, es canalizada, desplazada, guiada por un fin diferente a ella, a su sexualidad. En este
orden de ideas, la inherente bestia pulsional contenida en el Ello, se ve guiada por el pequeño
y débil yo y fiscalizada por el súper-yo (los contempladores que juzgan la escena a los lados
del minotauro y la niña). Encontramos aquí una exposición gráfica en torno al devenir
sublimatorio de las pulsiones tanáticas, en tanto las energías de agresión son re-direccionadas
por nuevos destinos y guías sin que por ello pierdan completamente su intensidad:
[La sublimación] Pone a disposición del trabajo cultural unos volúmenes de fuerza enormemente
grandes, y esto sin ninguna duda se debe a la peculiaridad, que ella presenta con particular relieve, de
poder desplazar su meta sin sufrir un menoscabo esencial en cuanto a intensidad. A esta facultad de
permutar la meta sexual originaria por otra, ya no sexual, pero psíquicamente emparentada con ella, se
le llama la facultad para la sublimación. (Freud, [1908]/1979, pp. 168).
El minotauro representado comúnmente como una bestia mitad hombre mitad toro,
suele transformarse en la obra de Picasso en mezclas desiguales que se alejan del ideal
mitológico. A lo largo de la obra se encuentran los trazos característicos del minotauro, pero
en algunas ocasiones se transfiguran dando paso a personajes distintos, con rasgos más
humanos que bestiales. Este dinamismo en las proporciones, refleja la manera en la cual las
pulsiones emergen en el arte sin que sea posible distinguir cual es en esencia la fuerza que
actúa. ¿Es la bestia humanizada?, ¿o es el humano bestializado? Picasso hace ambigua esta
relación, la cual Freud expone claramente en la indisoluble relación erós-tánatos: un
entrelazamiento pulsional que varía en las proporciones:
Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí debe estar
compuesta de Eros y destrucción. En general confluyen para posibilitar la acción varios motivos
edificados de esa misma manera (Freud y Einstein, [1933]/1979, pp. 193).
De este continuo cambio en las proporciones, podría advenir el conflicto que Freud
expone en torno al ambiguo fin de las pulsiones, que en algunas ocasiones hace difícil
elucidar si es el Eros o el Tánatos quien actúa: si es la bestia asesina o fértil quien acecha, lo
cual hace evidente que “no debemos contar con una pulsión de muerte y una de vida puras,
sino sólo con contaminaciones de ellas” (Freud, [1924]/1979, pp. 170). De esta forma Freud
niega el optimismo y a la vez el pesimismo de poder encerrar a la bestia definitivamente
liberando por completo el carácter vitalista de sus acciones. Propone más bien la
Eros, Tánatos y el Minotauro 67
No cuenta aquí una oposición entre teoría optimista y pesimista de la vida; sólo la acción eficaz
conjugada y contraria de las dos pulsiones primordiales, Eros y pulsión de muerte, explica la variedad
de los fenómenos vitales, nunca una sola de ellas. (Freud, [1937]/1979, pp. 245 ).
De la mano con la figura 11, el Toro con rostro humano también expone rasgos
similares referentes a la mezcla pulsional, al punto de desvanecer el estereotipo del semi-toro:
“More than a man with an animal head, it is an animal with a sublimely human head - that is
instead of human being propelled by bestial forces, we see nature refined to the highest state
of humanity11” (Arnheim, 2006, pp. 70). Esta afirmación podría exponer el continuo flujo y
cambio en el actuar de las pulsiones, que daría como resultado el hecho de que la bestia no
maquine siempre igual.
En esta ocasión, Picasso juega jocosamente con las proporciones humano-bestia, el
resultado ciertamente no es un minotauro, aunque no deja de expresar un semi-toro. En este
caso, el juego en los atributos que realiza Picasso nos deja la idea de que no siempre es
11
“Más que un hombre con cabeza de animal, es un animal con cabeza sublimemente humana, es decir, en vez
de un ser humano impulsado por fuerzas bestiales, vemos la naturaleza refinada hasta el más alto estado de
humanidad” (la traducción es nuestra).
Eros, Tánatos y el Minotauro 68
Tánatos quien domina, y por supuesto que no siempre es Eros el dominado. Lo anterior
sugiere que “la acción conjugada y contraria de Eros y pulsión de muerte nos da, a nuestro
juicio, el cuadro de la vida”. (Freud, [1925]/1979, pp. 53).
Lo que apreciamos aquí constituye la indescifrable relación entre ambas fuerzas
pulsionales, relación que no permite apreciar con claridad cuál es la fuerza que emerge ni
tampoco en qué proporción lo hace. De igual forma es difícil reconocer si una de éstas está
actuando en función de la otra: ¿acaso el demoler no permite reedificar? ¿Acaso para crear no
es necesario también destruir?
Cada una de estas pulsiones es tan indispensable como la otra; de las acciones conjugadas y contrarias
de ambas surgen los fenómenos de la vida. Parece que nunca una pulsión perteneciente a una de esas
clases puede actuar aislada; siempre está conectada —decimos: aleada— con cierto monto de la otra
parte, que modifica su meta o en ciertas circunstancias es condición indispensable para alcanzarla
(Freud y Einstein, [1933]/1979).
Eros, Tánatos y el Minotauro 69
RESULTADOS
DISCUSIÓN
Durante la amplia revisión bibliográfica que forjamos para cumplir los objetivos de
este trabajo de grado, encontramos que el uso académico y psicoanalítico de la serie pictórica
del minotauro de Picasso ha sido limitado, en tanto que con ésta se ha intentado explicar los
estados internos del artista, y no suficientemente señalar las elucidaciones que brinda el
minotauro sobre las teorías que atañen al psicoanálisis. También, el minotauro ha sido
utilizado tímidamente para representar al mismo Picasso, ha sido considerado como su alter-
ego. Así, en un intento por interpretar el arte y el artista, se ha pasado de largo la lectura y la
utilización del recurso artístico para explicar las teorías psicoanalíticas. Si en un principio nos
centramos en estas perspectivas fue sólo con el fin de esclarecer el terreno de lo que ya se ha
hecho, como si se tratara de un breve estado del arte.
Especialmente notamos que el psicoanálisis en sus principios se asignó la tarea de
interpretar el arte. Así lo hizo Freud en Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad
([1917]/1979), o en El Moisés de Miguel Ángel ([1914]/1979) y Un Recuerdo Infantil de
Leonardo DaVinci ([1910]/1979). Pero Freud también se sirvió del arte para interpretar la
teoría, pues utilizó la tragedia de Sófocles (Cornide, 2013), Edipo Rey, para explicar de forma
más precisa las dinámicas de la niñez entorno a los padres, y postuló su teoría sobre el
Complejo de Edipo. Identificar las formas en que el psicoanálisis se ha aproximado al arte fue
una condición necesaria previa a realizar un ejercicio opuesto, que implique traer los recursos
artísticos hacia la teoría psicoanalítica, para facilitar la comprensión de la última. En este
camino procuramos mantenernos, reconociendo la bi-direccionalidad psicoanalítica expuesta
por Loza (2006)12. Fue escasa la información que encontramos que partiera desde el arte y lo
utilizara como instrumento de aproximación hacia la teoría, de modo que consistió en un reto
hacer un ejercicio distinto. En cuanto a esto, resaltamos los aportes de Lacan (1989) y Slavoj
Žižek (2006), al utilizar recursos literarios y cinematográfico como herramienta para explicar
de forma más clara el psicoanálisis, pues dichos aportes dieron sentido a nuestra tarea.
En este orden de ideas, es de interés para la psicología ampliar las formas de
comprensión de su teoría, de manera que sea tangible y sea cada vez más claro el
acercamiento de ésta con su realidad analítica. Encontramos que el uso de la representación
del minotauro expresa de forma concreta la teoría freudiana sobre Eros y Tánatos.
12
La facultad interpretativa reside en su carácter bidireccional: tanto lo que el psicoanálisis
pueda decir de la obra, como lo que la obra pueda aportar a las elucubraciones psicoanalíticas
Eros, Tánatos y el Minotauro 71
consideran que el displacer es una condición anterior, inherente de la vida; ambos autores
consideran que la muerte es el objetivo de la vida. El minotauro entonces, con la muerte, ha
cerrado con broche de oro su tránsito por la tierra. Sin embargo tanto en Picasso como en
Freud, la muerte no es un término o punto final. Se trata de instancias perennes: como en la
condición del diván, el análisis oscila siempre en la tensión de lo interminable. No importa la
muerte, lo insoportable es el eterno tormento del morir.
Pero la vida, la voluntad (de vivir), está habitada por algo que va más allá del
principio del placer (Freud, [1920]/1979). La vida está siempre en conflicto consigo misma,
en cierta medida porque hay una condición prexistente de displacer, pero más allá de esto
porque hay tensión en tanto coexisten pulsiones contrarias que se jalonan la una y la otra. El
minotauro de Picasso ilustra esto ejemplarmente, pues destruye para vivir pero al mismo
tiempo es capaz de amar. Así llegamos a que la vida no se compone únicamente de pulsiones
de vida, más bien requiere de la tramitación de ambas pulsiones; la vida también es muerte a
cada momento.
La serie del minotauro de Picasso no siempre es clara en la distinción de las pulsiones,
nos complica la tarea de ponerles el rótulo de eróticas o tanáticas, pues éstas se acercan a su
objeto con igual intensidad, como si de una misma fuente de energía se tratara. Ésta es libido
en tanto Eros, mientras que a la fuente de energía tanática no le fue asignada un nombre en
los desarrollos psicoanalíticos freudianos. Sin embargo no descartamos la posibilidad de que
sea la misma.
Con el minotauro de Picasso vemos además que la tensión entre eros y tánatos es
visible en tanto que una fuerza pulsional moviliza la otra. Lo que resulta muchas veces es un
efecto entre ambas pulsiones actuantes, un efecto de mediación de una para la descarga de la
otra –pues en ocasiones cierta pulsión se encuentra al servicio de la otra como en la
agresión/autoconservación-, o el resultado de una como efecto de descarga de su contraria –
con la destrucción se permite la creación-.
Eros, Tánatos y el Minotauro 73
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ANEXO 1
Pablo Picasso (1907) Las Señoritas de Avignon. Óleo sobre lienzo. 2.54 x 3,34 m.
Eros, Tánatos y el Minotauro 81
ANEXO 2
Suite Vollard
Pablo Picasso (mayo 17, 1933) Minotauro con copa en la mano y mujer joven. Grabado. 34 x
44 cm.
Pablo Picasso (mayo 18, 1933) Escena báquica con Minotauro. Grabado. 29.8 x 36.7cm.
Eros, Tánatos y el Minotauro 82
Pablo Picasso (18 de mayo, 1933) Mujer contemplando a Minotauro dormido. Grabado. 34 x
44 cm.
Pablo Picasso (Junio 18, 1933) Minotauro acariciando a una mujer. Grabado a punta seca.
29,6 x 36.6 cm
Eros, Tánatos y el Minotauro 83
2) Situaciones de muerte
Pablo Picasso (mayo 26, 1933) Minotauro herido. Grabado. 19.3 x 26.6 cm
Pablo Picasso (mayo 30, 1933) Minotauro moribundo. Grabado. 19.3 x 26.8 cm
3) Situaciones violentas
Pablo Picasso (mayo 23, 1933) Minotauro atacando a amazona. Grabado. 19.2 x 26.9 cm
Eros, Tánatos y el Minotauro 85
ANEXO 3
Pablo Picasso (septiembre 22, 1934) Minotauro ciego guiado por niña I. Grabado y punta
seca. 25.3 x 34.7 cm
Pablo Picasso (octubre 23, 1934) Minotauro ciego guiado por niña II. Grabado y punta seca.
23.8 x 29.8 cm
Eros, Tánatos y el Minotauro 86
Pablo Picasso (diciembre 3, 1934) Minotauro ciego guiado por niña III. Aguatinta y punta
seca. 24.7 x 34.7 cm
Eros, Tánatos y el Minotauro 87
ANEXO 4
1) Portada de la revista Minotaure.
2) Imágenes relacionadas
ANEXO 5
Pablo Picasso (1903) El Guitarrista Ciego. Óleo sobre lienzo. 122.9 x 82.6 cm
Eros, Tánatos y el Minotauro 90
ANEXO 6
ANEXO 7
Bosquejos para Guernica (1937)