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Sucedió un día en que daba un paseo vespertino por la Ocean Avenue, tratando
de ordenar mis pensamientos y deteniéndome, de vez en cuando, para
comprobar los progresos del sol que se ponía poco a poco. No recuerdo
exactamente como pasó, pero quiso el destino que me viera conversando con un
hombre por completo desconocido para mí.
Por la razón que fuese, quizás una simple coincidencia, pareció existir un canal
de comunicación común que fue reconocido por ambos al instante. Unos días
antes vi a Dan paseando tranquilamente por los acantilados sumido en sus
propios pensamientos, como lo estaba de nuevo este otro día. En el desarrollo de
nuestra conversación me dijo:
-¿Sabes una cosa? Llevo mucho tiempo buscando una sensación que
experimenté hace muchos años. Yo fui un verdadero joven prodigio entre los
agentes de bolsa, financieramente en la cumbre del mundo, hasta poco después
de cumplir los treinta años. Entonces, un buen día, me di cuenta de que no era
feliz. En medio de la incredulidad de mis colegas, lo dejé todo, sin más.
-La verdad es que no tenía idea de lo que quería. De lo único que estoy seguro es
de que estaba harto de aquella proverbial carrera de ratas, enfermo por aquella
adoración al dinero, hastiado de aquella mentalidad de ganar a toda costa, de la
gente con la que trabajaba a diario y cansado del mundo como yo le conocía en
aquella época. Lo único que deseaba era alejarme lo antes posible de la jungla
del dinero y tener la oportunidad de reflexionar sobre la vida.
-¿Es eso lo que echas de menos ahora, al hacer esos ventanales? –le pregunté
con creciente fascinación por su pasado.
-Era algo más específico que eso, era el momento en sí, eso es. Recuerdo que
vestía mis ropas de trabajo, había terminado mi faena del día y me sentaba en los
escalones de entrada de mi casa. Era primavera y una brisa cálida llegaba desde
el océano. No puedo describir exactamente lo que sentía, excepto que mi mente
estaba totalmente relajada, la única época de mi vida que recuerdo en que me
sucediera una cosa así. Y, de repente, me resulta muy difícil ponerlo en palabras.
Experimenté una sensación de satisfacción, de contento que se apoderaba de
todo mi cuerpo, una sensación de total alegría. Tenía conciencia de mi deseo de
congelar el momento de vivir en ese estado de contento durante toda la
eternidad.
-¿Qué crees que era? ¿Por qué piensas que nunca volverás a capturar de nueva
esa sensación única de contento y alegría?
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10/11/2019 Cuentos espirituales | Una sensación de satisfacción
es decir, de vuelta al campo de batalla. Todo lo que había hecho fue cambiar de
campo de actividad. Lo demás era más o menos lo mismo, la misma gente, los
mismos problemas, la misma tensión.
Robert Ringer
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