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10/11/2019 Cuentos espirituales | El único momento que importa

EL ÚNICO MOMENTO QUE IMPORTA

Érase una vez un emperador. Éste decidió que si podía hallar la respuesta a
ciertas preguntas siempre sabría lo que tendría que hacer, cualquiera que fuera el
caso. Éstas eran las tres preguntas:

¿Cuál es el mejor momento para hacer las cosas?


¿Quiénes son las personas más importantes?
¿Qué es lo más importante?

El emperador ofreció una sustanciosa recompensa a quien supiera las


respuestas a las tres preguntas. Muchos fueron los que las contestaron, pero
ninguno de ellos lo hizo a satisfacción del emperador.

Finalmente, éste decidió subir a la cumbre de una montaña para visitar a un


anciano ermitaño, pensando que quizás éste conocería las respuestas
adecuadas. Cuando el emperador llegó hasta él le formuló las tres preguntas.

El ermitaño, que se encontraba en aquel momento cavando en su jardín, le


escuchó atentamente, pero no dijo nada y continuó con su tarea.

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El emperador miró al anciano y se fijó en que éste parecía muy fatigado.

-Dame la azada y yo cavaré mientras tu reposas, -le dijo.

Y así, el ermitaño descansó mientras el emperador trabajaba. Después de varias


horas, el emperador se sintió muy cansado. Dejó la azada en el suelo y dijo:

-Si no puedes contestar a mis preguntas, no pasa nada. Simplemente dímelo y


me marcharé.

-¿Oís correr a alguien?, -le preguntó de repente el ermitaño al emperador, a la vez


que señalaba con el dedo hacia la espesura.

En efecto, de entre los arbustos salió un hombre dando tumbos y apretándose el


estómago con las manos. Cuando el emperador y el ermitaño llegaron hasta él,
se desmayó.

Le desabrocharon la camisa y vieron que el hombre había sufrido un corte muy


profundo. El emperador le limpió la herida y se la vendó con su propia camisa.

Al recuperar la conciencia, el hombre pidió agua. El emperador corrió a buscarla


a un riachuelo cercano y le dio un poco. El hombre la bebió agradecido y a
continuación cayó dormido.

Entre los dos transportaron al hombre hasta la cabaña del ermitaño y le


tumbaron sobre la cama de éste. El emperador, que también estaba exhausto, se
quedó dormido.

A la mañana siguiente cuando el emperador se despertó se encontró ante sí al


hombre herido con la vista clavada en él.

-Perdonadme -murmuró el hombre.

¿Perdonarte?, -dijo el emperador incorporándose, ya totalmente despierto.

-¿Qué has hecho para necesitar mi perdón?

-Vos no me conocéis majestad, pero hasta ahora os consideraba mi peor


enemigo. Durante la última guerra matasteis a mi hermano y os apropiasteis de
mis tierras.

El hombre siguió hablando y explicó que, escondido entre los arbustos, esperaba
a que el emperador bajara de la montaña para atacarle, pero entonces uno de los
guardias del emperador que esperaba a éste le reconoció como un enemigo y le
hirió.

-Conseguí huir, pero si vos no me hubieseis encontrado y ayudado como lo


hicisteis, con toda certeza ahora estaría muerto. Yo que planeaba mataros, ¡y
resulta que me habéis salvado la vida! Me siento avergonzado y agradecido.

El emperador se alegró de conocer la historia de aquel hombre y le devolvió sus


tierras. Después de que el hombre se marchase, el emperador miró al ermitaño y
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dijo:

-Ahora debo irme, tengo que viajar hasta donde haga falta para encontrar la
respuesta a mis preguntas.

El ermitaño se echó a reír y respondió:

-Vuestras preguntas ya están contestadas, majestad.

El ermitaño le explicó al emperador que si él no le hubiera ayudado a cavar en su


jardín y simplemente se hubiera marchado con prisas para seguir buscando la
respuesta a sus preguntas, el hombre al que habían ayudado le habría salido al
paso en algún punto del camino de vuelta de la montaña y ahora el emperador
estaría muerto.

-El momento más importante para vos fue mientras cavabais en mi jardín. La
persona más importante fui yo mismo, la persona con la que vos os
encontrabais. Lo más importante fue sencillamente ayudarme, -concluyó el
ermitaño.

-Y después, cuando encontramos al hombre herido que iba montaña arriba, el


momento más importante fue cuando le curasteis las heridas, que de otro modo
le hubieran causado la muerte, y entonces vos y él nunca hubierais llegado a
haceros amigos. Y en aquel momento, ese hombre era la persona más importante
del mundo, y el objetivo más importante era curarle la herida.

-El momento presente es el único momento que importa, continuó diciendo el


ermitaño. La persona más importante es siempre la persona con la que estás. El
objetivo más importante es siempre hacer feliz a la persona que está a tu lado.
¿Qué puede ser más sencillo o más importante?.

Rafe Martin – Manuela Soares

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