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En la actualidad, las aguas residuales ya forman parte del ciclo hidrológico y se consideran
un recurso hídrico alternativo que debe ser tenido en cuenta. Con la reutilización de las
aguas residuales no tan solo se aprovechan mejor los recursos hídricos, sino que se actúa
directamente en una mejor gestión del medio ambiente. La reutilización evita el vertido de
aguas residuales al mar o a los cauces fluviales donde provocan efectos indeseables, como
la eutrofización, malos olores, impacto visual o la propia contaminación directa de otras
aguas.
De forma genérica, éstas que siguen serían algunas de las actividades en que es más común
la reutilización de aguas residuales: riego agrícola (cultivos y semilleros), riego de parques
y jardines (campos de golf, cementerios, medianas, cinturones verdes), reutilización
industrial (refrigeración, alimentación de calderas), recarga artificial (recarga de acuíferos,
control de la intrusión marina, control de subsidencias), usos urbanos no potables (riego de
zonas verdes, lucha contra incendios, sanitarios, aire acondicionado, lavado de coches,
riego de calles, uso medio ambiental (caudales ecológicos, zonas húmedas) u otros
(acuicultura, fusión de nieve, construcción, eliminación de polvo, limpieza de ganado).
Dicha reutilización está sujeta a algunas limitaciones potenciales como son sus posibles
efectos sobre la calidad del agua superficial o subterránea, sobre la salinidad del suelo, los
propios cultivos o algunos aspectos relacionados con la salud pública, particularmente la
transmisión de patógenos.