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El documento describe las ideas principales del siglo XVIII conocido como la Era de la Ilustración. Los pensadores ilustrados creían en la Razón como la capacidad de lograr deducciones lógicas a partir de la observación empírica, en contraste con la autoridad dogmática. Ellos buscaban establecer leyes generales universales que explicaran los fenómenos naturales sin apelar a la voluntad divina. Ellos también creían que la humanidad progresaba a través de la evolución, pasando de estados primitivos como el salvajismo a est
El documento describe las ideas principales del siglo XVIII conocido como la Era de la Ilustración. Los pensadores ilustrados creían en la Razón como la capacidad de lograr deducciones lógicas a partir de la observación empírica, en contraste con la autoridad dogmática. Ellos buscaban establecer leyes generales universales que explicaran los fenómenos naturales sin apelar a la voluntad divina. Ellos también creían que la humanidad progresaba a través de la evolución, pasando de estados primitivos como el salvajismo a est
El documento describe las ideas principales del siglo XVIII conocido como la Era de la Ilustración. Los pensadores ilustrados creían en la Razón como la capacidad de lograr deducciones lógicas a partir de la observación empírica, en contraste con la autoridad dogmática. Ellos buscaban establecer leyes generales universales que explicaran los fenómenos naturales sin apelar a la voluntad divina. Ellos también creían que la humanidad progresaba a través de la evolución, pasando de estados primitivos como el salvajismo a est
Este capítulo no tiene como objetivo el análisis exhaustivo del pensamiento iluminista, sino más bien intentar, desde la mirada particular de este siglo, entender el contexto teórico y conceptual en el que se originó nuestra disciplina. Al siglo XVIII se lo denominó el siglo de las Luces debido a la importancia que le concedían los pensadores o filósofos sociales a la Razón. Definida ésta, como la capacidad intelectual de lograr deducciones lógicas a partir de la realidad observable, según lo resume Harzard. Esto merece varias aclaraciones ya que es quizás el concepto medular de la época. En primer lugar, la idea de deducir lógicamente es novedosa y crítica respecto de siglos anteriores (sobre todo de la Edad Media) ya que implica buscar procedimientos intelectuales que puedan demostrarse y fundamentarse más allá de la autoridad o dogma que lo enuncie: se parte de la realidad, de la experiencia y no de Verdades Absolutas como sostenía la filosofía teológica. En segundo lugar, estas deducciones permiten establecer leyes generales que, como ya se dijo, explican los fenómenos naturales sin recurrir a la mención de la voluntad divina. Esta búsqueda de regularidades, por lo tanto, será la nueva tarea de la ciencia cada vez más alejada del pensamiento medieval. En tercer lugar, la idea de esta razón deductiva y crítica es universal, es decir que, todos los hombres de todfos los pueblos del mundo poseen la misma capacidad. Esto, como veremos más adelante, no significa que todos logren los mismos resultados. Puede decirse, entonces, que el modo de conocer y de explicar los fenómenos es racional cuando se parte de dicha capacidad para establecer y descubrir regularidades, las cuales deben tener validez universal. Esta pretensión iluminista caracterizó a la ciencia Europa y occidental hasta el siglo XX que, como se verá luego, relativizó dichos supuestos. (…) Los conceptos antes mencionados adquieren un sentido relevante y clarificador al ser enmarcados en la noción de Progreso y del devenir histórico que teorizó el Iluminismo. La idea de Progreso se relaciona con la posibilidad de avanzar, pero no en cualquier sentido. El progreso implica un avance de la Razón. Ahora bien, , este avance tiene su supuesto en el concepto de evolución que utilizaban los pensadores ilustrados. La evolución es un cambio de estados. Pero evolucionar, para el siglo XVIII implica, asociar necesariamente la idea de cambio a la de progreso. Por ello, la evolución se define, según M. Harris, como el paso de peores condiciones a mejores condiciones. Este siglo selló definitivamente la asociación de la idea de evolución con la idea de progreso. Evolucionar, a partir de ahora, será lo mismo que progresar, y progresar para el Iluminismo, consistirá en correr los velos de la ignorancia para ver la luz de la Razón, la cual permite alejarse del error, como lo señala P. Hazard. Es decir que, evolución y progreso, se convirtieron en sinónimos. Ahora bien, si el progreso significa progreso de la Razón y la Razón es universal, entonces, puede establecerse una ley general que refleje la evolución de la humanidad. Esta hipótesis de la evolución iluminista fue el primer intento de sistematización de leyes socio- culturales. Es así como la idea de la ilustración respecto de la evolución humana representa en el primer estadio al Salvajismo, en el segundo a la Barbarie y por último a la Civilización. Esta pirámide de la evolución de la humanidad, implica que el estadio más simple es identificado con el salvajismo y el más complejo con el de la civilización. Es interesante recordar el contexto de expansión europea para entender por qué el salvajismo se definió por oposición a la civilización. El asombro y el desconocimiento de estos nuevos pueblos, que se suponían carentes de instituciones como las que Europa conocía, que no tenían jefes, ni moneda, ni propiedad privada, ni Estado, etc, condujo a los pensadores a la idea de que Europa había pasado, en una época remota, por las mismas situaciones y de que, gracias a la “evolución” surgieron las instituciones complejas y con ellas la civilización: es este paso el que trataron de reflejar en su teoría evolutiva universal. Lischetti, M (1994) Antropología. Ed Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, pág 76-79