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Inhibición síntoma y angustia. (1926.

1925)
Para separar los conceptos síntoma e inhibición, hay que decir que, esta última es la
limitación normal de una función y síntoma equivale al indicio de un proceso
patológico. Se puede indagar en virtud del nexo entre función e inhibición, las
diferentes funciones del yo y sus perturbaciones en distintos ámbitos: función sexual,
alimentación, locomoción y trabajo. En el primer caso hay diferentes perturbaciones en
el varón; tanto al inicio del proceso sexual, y durante (erección, libido-placer,
eyaculación).
Muchas inhibiciones son por una renuncia a cierta función que a raíz de su ejercicio se
desarrollaría angustia, como en el acto sexual, la histeria padece asco y angustia.
Para la perturbación de la función se dan diversos procesos: un extrañamiento de la
libido, el desprecio por la función, obstaculización, prevención, interrupción mediante
desarrollo de angustia, y por ultimo una reacción con protesta posterior por el hecho
concretado.
La inhibición expresa una limitación funcional del yo, que a su vez puede tener diversas
causas. Cuando se padece de inhibiciones neuróticas, puede ser que sea por una
erotización hiperintensa de los órganos requeridos para ciertas funciones. Es que la
función yoica de un órgano se deteriora cuando aumenta su erogenidad, su significación
sexual. El yo renuncia a ciertas funciones para evitar un conflicto con el ello.
Otras inhibiciones son al servicio del auto punición: por denegación del superyó, el yo
se restringe sus operaciones.
También hay inhibiciones que se deben a una exigencia impuesta al yo, que demande su
debilitamiento, como en la melancolía.
II.
El síntoma es el indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es el
resultado de un proceso represivo. Y a raíz de la represión, la excitación exigida del ello
no se produce; el yo la inhibe o desvía. ¿Ahora cual es la vía que al yo le permite este
poder?
El yo adquiere este influjo a consecuencia de sus íntimos vínculos con el sistema de
percepción. Aquel recibe desde adentro sensaciones de placer y displacer e intenta
guiarlas en base al principio de placer. El yo es impotente ante el ello, pero cuando se
resuelve contra un proceso pulsional del ello, no le hace falta más que emitir una señal
de displacer para alcanzar su propósito con ayuda de la instancia casi omnipotente del
principio del placer. Ahora ¿de dónde proviene la energía empleada para la producción
de displacer?
Parece ser la situación, análoga a la reacción frente a un peligro externo: el ser intenta
un huir, quita la investidura a la percepción de lo peligroso, luego se sustrae mediante la
motilidad del campo de peligro. La represión equivale a un intento de huida. El yo quita
la investidura prcc de la agencia representante de la pulsión y la emplea para el
desprendimiento de displacer (angustia).
Se puede pensar que el yo es el verdadero almacigo de la angustia, y a rechazar la
concepción anterior, según la cual la energía de investidura de la moción reprimida se
mudaba automáticamente en angustia.
La angustia no es producida como algo nuevo a raíz de la represión, sino que es
reproducida como estado afectivo siguiendo una imagen mnémica preexistente. Los
estados afectivos incorporados en la vida anímica como unas sedimentaciones de
antiquísimas vivencias traumáticas y en situaciones parecidas, despiertan como
símbolos mnémicos. El acto del nacimiento, como primera vivencia de angustia, parece
haber prestado rasgos característicos a la expresión del afecto de angustia. Sin embargo
el afecto de angustia constituye una necesidad biológica para la situación de peligro.
Distinguimos dos represiones: primordiales y esfuerzos de dar caza. Los estallidos de
angustia más intensos son antes de la diferenciación del superyó y son los que
constituyen una represión primordial.
No se puede hablar de una protección anti estímulos interna. Cuando el yo recurre a la
señal de displacer, consigue sofocar por entero la moción pulsional, no nos enteramos
de nada. Solo sabemos de las represiones fracasadas.
A pesar de la represión, la moción pulsional ha encontrado, un sustituto, desplazado,
inhibido. Y ya no se reconoce como satisfacción, sino que cobra el carácter de
compulsión. A su vez lo reprimido tiene cortado el acceso hacia la motilidad gobernada
por el yo.
El yo gobierna el acceso a la cc y el paso a la acción; en la represión afirma su poder en
ambas direcciones.

III.
Por un lado el yo se separa tajantemente del ello, pero por otro lado es idéntico a él, no
es más que un sector del ello diferenciado. El yo permanece ligado con ello, no es
separable, entonces se demuestra su fortaleza. Parecido es al nexo del yo con el superyó.
El yo es una organización, a diferencia del ello, aquel es el sector organizado. La
represión muestra la fortaleza del yo, pero al mismo tiempo su impotencia, ya que no
influye sobre la moción pulsional del ello. El síntoma afirma su existencia fuera de la
organización yoica e independiente de ella, al igual que los demás retoños. El síntoma
es como un cuerpo extraño que alimenta sin cesar fenómenos de estímulos y reacción
dentro del tejido en que está inserto. El síntoma es la continuación de la lucha contra la
moción pulsional.
El yo es como un comerciante; su energía desexualizada revela todavía su origen en su
aspiración a la ligazón y a la unificación y esta compulsión a la síntesis aumenta a
medida que el yo se desarrolla. Así el yo intenta cancelar la ajenidad del síntoma, y lo
liga oportunamente a sí mismo para incorporarlo a su organización. Este afán del yo ya
influye sobre el acto de la formación del síntoma. Los síntomas y sus vectores son como
estaciones fronterizas con investidura mezclada. El yo aprecia lo siguiente: el síntoma
ya está ahí y no puede ser eliminado; ahora se impone avenirse a esta situación y sacarle
la ventaja máxima posible. Sobreviene una adaptación del fragmento sintomático,
adaptación análoga a la de objetos externos. Paulatinamente el síntoma cobra un
remplazo de otras exigencias, funciona para una afirmación del sí mismo, se fusiona
cada vez más con el yo, se vuelve cada vez más indispensable para este.
En casos de neurosis obsesiva y paranoia, el síntoma cobra un elevado valor de otra
índole para el yo, porque le permiten ciertas satisfacciones narcisistas. Las formaciones
de síntomas en los obsesivos halagan su amor propio con el espejismo de que ellos son
mejores que otros; el delirio de la paranoia, abre un campo de acción para el ingenio y la
fantasía de los enfermos.
En estas ocasiones se presenta una ganancia secundaria de la enfermedad. El problema
es que la ligazón entre el yo y el síntoma constituyen resistencias al análisis. El yo está
dispuesto a la paz y querría incorporarse al síntoma, acogerlo dentro del conjunto que el
constituye. La perturbación parte del síntoma, que exige y constriñe al displacer.

VIII.
La angustia es un estado afectivo, con carácter displacentero pero con una cualidad
particular.
También se percibe en la angustia, sensaciones corporales mas determinadas en ciertos
órganos, como en el corazón o en la respiración. Un estado de angustia es displacentero
con particularidad, y con acciones de descarga que siguen determinadas vías. Puede ser
un factor histórico el factor que liga con firmeza entre si las sensaciones e inervaciones
de la angustia. O sea es la reproducción de una vivencia que reunió las condiciones para
un incremento del estimulo como el señalado y para la descarga por determinadas vías,
que da el carácter especifico de la angustia. El nacimiento es una vivencia arquetípica
de tal índole. La angustia se genero ante un estado de peligro.
Sin embargo los estados de angustia fueron adecuados a un fin pero en la reproducción
posterior, falta el acuerdo a fines. Cuando un individuo cae en una nueva situación de
peligro, puede volverse inadecuado al fin que responda con el estado de angustia,
reacción frente a un peligro anterior. Pero el carácter acorde a fines vuelve a resaltar
cuando la situación de peligro se discierne como inminente y es señalada mediante el
estallido de angustia. Así, dos emergencias de angustia: desacorde con el fin; acorde con
el fin que previene y señala.
La angustia infantil se exterioriza más notablemente en la separación de la persona
amada. La imagen mnémica de la persona añorada es investida intensivamente y es
probable que al comienzo sea de manera alucinatoria. Y como esto no conduce a ningún
resultado, se trueca en angustia. Esta angustia es la expresión del desconcierto. Entonces
la angustia se presenta como reacción frente a la ausencia del objeto. También la
angustia de castración tiene por contenido la separación de un objeto y la angustia más
originaria, la del nacimiento se engendro por la separación de la madre.
Lo que deviene peligro es la insatisfacción, el aumento de la tensión de la necesidad, al
cual es impotente. La situación de la insatisfacción, establece para el lactante una
analogía con la vivencia del nacimiento; lo común es la perturbación económica por el
incremento de las magnitudes en esperar de tramitación, este factor constituye el núcleo
del peligro; aquí es acorde al fin pues la descarga orientada a la musculatura respiratoria
y vocal clama por la madre. Así la ausencia de la madre deviene como peligro; el
lactante da la señal de angustia tan pronto como se produce. Esta mudanza es un logro
en su autoconservacion. Así reproduce deliberadamente la señal de peligro.
Como automática y señal, la angustia demuestra ser producto del desvalimiento
psíquico del lactante, que es el obvio correspondiente de su desvalimiento biológico. La
relación con la madre constituye la posibilidad de su autoconservacion, mediando con la
angustia.
En la fase fálica, la angustia de castración demuestra la alta estima narcisista por el
pene, que es garantía de que puede estar luego con la madre en el coito. La privación de
ese miembro, equivale a una nueva separación con la madre.
El desarrollo del niño, su influencia sobre el contenido del peligro, la mudanza de la
pérdida de la madre hasta la castración, anteceden el nivel que instituye el superyó. Al
despersonalizarse la instancia parental, de la cual se temía la castración, el peligro se
vuelve más indeterminado. La angustia de castración pasa como angustia social, moral.
Ahora el objeto de la angustia no parece tan fácil. Es la ira del súper yo, la perdida de
amor de él, aquello que el yo valora como peligro y a lo cual responde con la señal de
angustia. La angustia de muerte, la angustia frente al destino, es un ejemplo.
La angustia ahora es una señal deliberada del yo hecha con el propósito de influir sobre
la instancia placer-displacer.
El yo es el almacigo de la angustia. El ello no puede sentir angustia, pq no es una
organización, lo que se sucede es que se preparan procesos que en el yo causa angustia.
En el ello sucede algo que activa una de las situaciones de peligro para el yo y este se
mueve a dar la señal de angustia a fin de inhibirlo o que en el ello se produzca la
situación análoga al trauma del nacimiento y se produzca una angustia automática.
El peligro del desvalimiento psíquico se adecua al periodo de la inmadurez del yo. La
angustia de castración es el único motor de los procesos defensivos que llevan a la
neurosis.

Defensa y represión.
Ahora defensa será en general todas las técnicas de que el yo se vale en sus conflictos
que llevan a la neurosis, mientras que represión sigue siendo el nombre de uno de los
métodos de defensa en particular.
Complemento sobre la angustia.
Angustia es por algo indeterminado y por una ausencia de objeto. El peligro de la
angustia neurótica es el peligro pulsional. Sin embargo ante un peligro real, puede estar
anudada la angustia neurótica y la angustia realista.
Llamamos traumática a una situación de desvalimiento vivenciada; tenemos entonces
razones para diferencias la situación traumática de la situación de peligro. La situación
de peligro contiene la condición de evitar una situación traumática, se da entonces la
señal de angustia. La angustia es expectativa del trauma, y por otra repetición de él.
La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, esperada. La
angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, mas tarde es
reproducida como señal de socorro. El yo que vivencia pasivamente el trauma, repite
activamente una reproducción para guitar el decurso.
Angustia dolor y duelo.
A diferencia de la situación traumática del nacimiento, la situación traumática de la
ausencia de la madre implica, la pérdida de un objeto que se constituye en la relación
con aquella, mediante la percepción. El dolor es la genuina reacción frente a la pérdida
del objeto; la angustia lo es frente al peligro que esa pérdida conlleva, luego la angustia
será el peligro de la pérdida del objeto. El paso del dolor corporal al dolor anímico
corresponde a la mudanza de investidura narcisista en investidura de objeto. En el duelo
el asunto está en la elevada e incumplible investidura de añoranza del objetó en el curso
de la reproducción de las situaciones en que debe estar desasida la ligazón con el objeto.

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