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Maximiliano A. Aramburo C.
Ciertamente, convendría que se admita que la imputación no hace parte del nexo
causal. Se trata de dos juicios diferentes y nada se gana uniéndolos: uno
fáctico, que se realizará a partir de las pruebas y sus sucedáneos en cada
proceso, al que se llama causalidad y que en estricto sentido podría no darse,
por ejemplo en las omisiones. Y otro normativo, que consiste en asignar a
alguien la conducta, activa u omisiva, como propia.
Es decir, permitiría trazar los linderos del dolo y la culpa con las formas de
responsabilidad patrimonial objetiva (que prescinden del factor subjetivo y que
en la responsabilidad estatal, de acuerdo con Ruiz Orjuela, ha sido establecida
a partir de los regímenes de daño especial, riesgo excepcional, ocupación por
trabajos públicos, desequilibrio ante las cargas públicas y acción in rem
verso[1]). Esto es: explicaría por qué dicha categoría nada tiene que ver con la
de “imputación objetiva”, que ha sido comprendida como un mecanismo
corrector de la causalidad natural.