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Jesuitas Logroño

Departamento de Ética, Religión y Filosofía.


Prof. José Pedro Santamaría

La concepción antropológica de San Agustín (teoría del hombre)

a) Dualismo
b) El pecado original y el problema de la libertad.
c) El amor y la historia.

a) La concepción antropológica de San Agustín (o su teoría del hombre) se


desarrolla dentro del esquema general de la teoría platónica del hombre
añadiendo una serie de elementos propios de la tradición cristiana que lo van a
distanciar del platonismo y que van a dar a su pensamiento un carácter propio. Su
teoría del hombre es así un ejemplo de la síntesis de filosofía y cristianismo que
caracteriza su pensamiento.

San Agustín mantiene una postura dualista sobre el ser humano. Al igual que
para Platón, para San Agustín en el ser humano nos encontramos cuerpo y alma,
siendo esta última lo que caracteriza al hombre: “El ser humano es un alma
racional que se sirve de un cuerpo mortal y terreno”. El cuerpo no es más que
un mero instrumento del que se sirve el alma la cual esta hecha a imagen y
semejanza de Dios. Es reflejo de la Trinidad en sus tres facultades: memoria,
entendimiento y voluntad.

Según San Agustín el alma se conoce a sí misma mejor que a las cosas
exteriores, lo que permite la búsqueda interior de la verdad de la que nos habla el
Santo.

El alma es inmortal, simple, inmaterial y espiritual, pero a diferencia de Platón


ni preexiste, ni hay una trasmigración, ni hay una pluralidad de almas, y lo que es
más importante: el alma es inmortal pero no eterna. Si esta no es eterna y no
existe desde siempre ¿Cuál es su origen?, ¿Quién la ha creado? No sin
problemas San Agustín se inclina por una posición denominada traduccionismo y
que ya fue sostenida por Tertuliano. Según esta postura las almas de los hijos
provienen del alma de los padres y así remontándonos hasta Adán y Eva podemos
explicar la transmisión del pecado original de padres a hijos (1).

b) La doctrina del pecado original y el problema de la libertad o del libre


arbitrio es uno de los elementos más típicamente cristianos de la
concepción del hombre agustiniana. El pecado original, aunque acontece en el
origen del hombre con Adán y Eva, afecta a toda la naturaleza humana y a todos
los seres humanos. Como nos dice en La ciudad de Dios Dios es un alfarero que
nos hace a todos de la misma masa, la cual está dañada y condenada en su
origen. Así para San Agustín el hombre no puede dejar de dirigirse hacia el
pecado. El pecado original es el que hace que el alma dirija su mirada no hacia
dios sino hacia lo que no debe, hacia las cosas materiales y las sensaciones,
siendo prisionera de todo lo corporal y carnal.

Si el pecador no puede dejar de pecar cabe preguntar ¿Es responsable de sus


acciones? ¿Tiene sentido culparle por algo que no puede dejar de hacer? ¿Existe
el libre arbitrio? San Agustín no niega la existencia del libre arbitrio definiendo
la libertad como libertad para poder hacer el bien. Pero a diferencia de lo que
pensaba Pelagio (2) el Santo considera que la voluntad humana no tiene la
capacidad suficiente para librarse por si misma de la condenación a la que está
destinada por el pecado original: es necesaria la gracia de Cristo para poder
salvarnos. De este modo, en el bautismo Dios nos infunde las tres virtudes
teologales (fe, esperanza y caridad) que nos ayudan a obrar rectamente. De este
modo, para San Agustín sólo se salvan los predestinados por Dios: este decide
quien se salvará y quien no. Para conjugar esta postura con la existencia de la
libertad humana San Agustín añade, Dios sabe desde la eternidad quienes serán
los condenados, pero seguimos siendo libres de elegir el camino de la salvación. A
partir de esto, para San Agustín el mal no tiene una realidad sustancial como
pensaba el maniqueísmo, sino que es definido como ausencia de bien, como
carencia de bien.

San Agustín desarrolla una psicología más profunda acerca del alma que la
platónica en la que aspectos como el amor, la memoria y la intimidad juegan un
papel fundamental. Gracias a la memoria se nos hace patente nuestra propia
intimidad que es el elemento fundamental de la identidad de cada uno.

Para San Agustín el amor entendido como charitas¸ caridad, amor a Dios es la
fuerza motriz del ser humano por encima del conocimiento, de modo que
antes de conocer a Dios por la razón lo amamos por la fe. Como dice el Santo: “Mi
amor es mi peso”. Es este amor el que define el concepto de virtud y pecado. El
amor a Dios es virtuoso, y el amor al cuerpo y a lo sensible (cupiditas) es
pecaminoso.

c) Pero el amor a Dios tiene para San Agustín una proyección histórica, es más,
San Agustín es el creador de la primera filosofía de la historia. Para el Santo
podemos dividir la historia de la humanidad en dos “ciudades”: la ciudad terrena o
ciudad de los hombres basada en el amor propio y el desprecio de Dios; y la
ciudad de Dios basada en el amor de Dios y en el desprecio de uno mismo. Para
el Santo la historia tiene un sentido, una finalidad: desde la creación del mundo
hasta el Juicio Final: a lo largo de la historia la Ciudad de Dios se impone a la
ciudad de los hombres. Dios interviene en la historia y la guía hacia una
dirección. Así el saqueo de Roma a manos de Alarico es interpretado como la
victoria de la Ciudad de Dios sobre la ciudad de los hombres.

(1) Para San Agustín Dios no puede crear un alma defectuosa por definición.
(2) Para Pelagio el hombre puede salvarse de pecado de forma autónoma, por la
fuerza de su voluntad e independientemente de Dios.
http://filosofiasc.galeon.com/hombreagus.pdf

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